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Manzanas, lotes, casas¹ Juan Manuel Borthagaray

¹A modo de homenaje no sólo para su manera de pensar sino también para su manera de decir, transcribimos aquí con mínimos ajustes la charla que dictara Manolo Borthagaray en la SCA de Buenos Aires en una mesa redonda ocurrida el 28 de marzo de 2011.

Ante todo quiero agradecer la presencia de todos ustedes y la invitación de la SCA a compartir esta prestigiosa tribuna. Debo agradecer asimismo a la SCA y al CPAU que hayan querido ser los editores del libro cuyas pruebas finales he entregado hoy a imprenta Habitar Buenos Aires, las manzanas, los lotes y las casas. Sí las casas, porque llamarlas viviendas sería tan espantoso como llamar progenitora a la mamá. Mamá y casa son las palabras más primarias que hay, en el fondo, una y la misma cosa, a ver, ¿un psicoanalista, a la derecha?..

Es un libro de AA VV que nació de una clase que Felito Iglesia me invitó a dar en un posgrado suyo. Apreté el botón ON de casas de Buenos Aires; a partir de allí soy peligroso, la única manera de hacerme callar es aplicando un caño de plomo en la nuca o menos cruentamente, como en aquella ocasión, por agotamiento y huída de los oyentes. Cuando me quedo solo, paro. Experiencias como esta habían llevado a varios a decirme: Manolo, tendrías que hacer un libro. Allí me dí cuenta de que no sabía lo suficiente, pero que estaba rodeado , en el Instituto Superior (superior a qué? No me miren porque así se llamaba) de Urbanismo, Territorio y el Ambiente, de experto en cada tema puntual. Los convoqué y vinieron, ustedes juzgarán el resultado, si se toman el trabajo de leerlo, aunque mis pretensiones han sido y son enormes. Me gustaría que fuese un texto al nivel de aquellos monumentales de los maestros Cabrera y Medici, Fernández y Galloni o Daus, que vinieron a desasnarnos a tantas generaciones.

Creo que ha llegado la hora de un cambio profundo en la cultura de los arquitectos, con respecto a las casas. Y me refiero a todos, desde los alumnos ingresantes, y los docentes de las Facultades, a los profesionales practicantes del proyecto y construcción y sus gremios la SCA, el CPAU, la CAC y los funcionarios políticos y de entidades de crédito que dirigen las políticas públicas del sector .

Hago hoy desde esta tribuna un ferviente llamado para que abandonemos el plano diletantista de las opiniones y que asumamos una actitud encuadrada en los modos de la ciencia.

Cómo así? Ilustraré a continuación una serie de situaciones que se me presentaron y que me fueron encendiendo sucesivas luces rojas de alarma.

Primera luz roja: siendo decano de la FADU

UBA me vine a enterar (sí, el decano, como el marido, es el último que se entera) que había una materia en 4ª año llamada Materialización

de Proyectos

Me dije, horrorizado, entonces, durante 4 años, los proyectos ¿de qué son? ¿de holograma? Si los proyectos no son de algo, ¿cómo vamos a pensar que cuestan algo? Segunda luz roja. Terminados los dos períodos de decanato y asilado en el taller de Jaki Llauró para no oxidarme demasiado, dimos en tercer año un proyecto de vivienda social. Un equipo de genios había hecho un contenedor enorme, a la manera de un loft, que planteaban como una solución estupenda, por cuanto era una vivienda con crecimiento, mediante la colonización de ese cubaje con entrepisos, etc. Cuando les critiqué que era muy caro construir de entrada la casa más grande y por lo tanto una manera poco eficiente de crecer y les pregunté si tenían idea de cuánto costaba esa solución, me miraron al borde de las lágrimas y me contestaron, pero arquitecto, si los de Diseño 5 proyectan sin fijarse, ni tienen la más remota idea de costos, ¿cómo pretende usted que nosotros, pobres pibes de tercero, manejemos esos misterios? Como la cosa amenazaba derivar en un planteo de derechos humanos, decidí meter violín en bolsa hasta la próxima. Tercera luz roja. En esta misma querida sala, me tocó una vez presenciar una reunión de pesadilla, relacionada con un concurso de viviendas sociales en un municipio del sur del conurbano. Un gran número de colegas, todos enfundados en magníficos sacos de Harris Tweed y fumando con tanto entusias- mo que el aire parecía sólido, criticaban proyectos premiados porque así no vivía la gente. Algunos opinaban desde la autoridad de autoadjudicarse su pertenencia al campo nac&pop, otros, por su experiencia directa de algún asado un domingo en la casa del capataz. Ya sabían tanto sobre el tema que nadie propuso trabajos de campo para preguntarle a la gente cómo vivía o cómo les gustaría vivir. A ver ¿un sociólogo o un antropólogo a la izquierda? ¿un novelista o un cineasta, al fondo? ¿un poeta, allá arriba? Hoy la situación ha mejorado. Hay que reconocer que se fuma menos, pero trabajo de campo no conozco.

Cuarta luz roja. Concurso organizado por la SCA de viviendas sociales, con la aspiración de que los proyectos ganadores pudiesen ser una contribución a las acciones de los organismos responsables de las políticas públicas en la materia. Las pautas de costos para juzgar el encuadramiento en la categoría estuvo determinado exclusivamente por las superficies en metros cuadrados, a los efectos del concurso, planteos que no hubiesen desmerecido la comparación con la casa Fansworth costaban lo mismo que otros de aberturas más recatadas. Porque, si íbamos a tener en cuenta costos y no m2, te imaginás el despelote de estar revisando cómputos métricos y presupuestos de esa cantidad de proyectos. La horrible verdad es que ni los participantes ni los jurados estamos dentro de una cultura que nos habilite para ello. ¿un colega que haya quebrado con una empresita construyendo un FONAVI de 50 casitas, acá atrás?

Quinta luz roja. Mis antiguos socios de OAM, el inolvidable maestro Baliero, la Negra Córdova y Albertito Casares, los tres desde muy arriba, no me dejarán mentir. La cosa gira en torno a una magnífica torre sita en la calle Montañeses 1951. Obra que sacó de la galera Alberto Casares, a fuerza de cargosear al Ingeniero Vila, un histórico de Petersen Thiele y Cruz, que fue la empresa constructora, y referente de la Cámara Argentina de la Construcción y del Banco Hipotecario Nacional, del cual fue presidente en tanto que Secretario de Vivienda de la Nación.

Pues bien, la obra se ejecutó con un crédito del BHN. Baliero había concretado un magnífico proyecto, ejemplar en cuanto a un uso sabio y austero del espacio, pero…pero… estaba pasado de metros cuadrados. Caras compungidas, porque después de tantas ilusiones nos quedábamos sin obra. A la postre, hubo una salida aceptada por la burocracia del BHN. Un inexplicable vacío flanqueado por la terraza, es estar-comedor y un dormitorio de las unidades permitió restar los metros en más que sacaban al proyecto del encuadre BHN. No importa que esos metros de menos cuesten más que no haberlos sacado, el asunto es no pasarse de metros, no sea que alguien piense que los pobres no son más chiquititos.

Percibo expresiones incrédulas, pero estoy dispuesto a sostener esta acusación de crimen contra la vida doméstica, las pruebas documentales de la infamia están en la página 72 del libro de Baliero (ediciones FV FERUM, FADU UBA) y en la materia y el espacio en la calle Montañeses 19511

Sexta luz roja. Todos los años vemos erguirse ciudades instantáneas en La Rural; Costa Salguero u otros lugares, construìdas a costos nada despreciables y la gran hazaña es que al cabo de pocos días no quede ningún rastro de las inmensas instalaciones.

Pero no piensen que he venido acá exclusivamente a tirarles pálidas toda la tarde para empujarlos al suicidio o a dejar la profesión. Vamos a lo propositivo. Si queremos ir al cambio cultural de pasar de las opiniones diletantistas al conocimiento more científico, necesitamos un Instituto de la Vivienda, surgido no solamente del mundo de la academia, sino también del de la industria. Y en este punto me permito una sonrisa. Si pensamos en la industria de la vivienda en comparación con la del automóvil, la primera no resiste la comparación, se nos aparece más como un chiste. Manejar un coche modelo 2011, en comparación con uno de hace diez años, nos hace sentir toda la fuerza del adelanto tecnológico, incorporado a la producción, un andar distinto, una dirección mejor, un confort mayor, un uso mucho más eficiente del combustible, de la seguridad, ni hablemos. En contraste, veía a la presidenta, días pasados, entregando viviendas en un municipio del conurbano y las comparaba con las que proyectamos y construímos en la Ciudad de Neuquén, por un Plan VEA del BHN, en el año 1961, es decir, hace 50 años.

Las mismas ventanas, con celosías de chapa doblada, los mismos techos de tejas, los mismos revoques y terminaciones, aunque seguramente con menos superficie. No deberíamos dejar pasar la oportunidad de construir, con fines de exhibición permanente, la Casa Argentina del Bicentenario y a partir de entonces, hacer una bienal de la vivienda, de la cual quedasen, también testimonios permanentes, que permitiesen hacer comparaciones históricas.

Cada Bienal debería ser, también, oportunidad para concursos de casapartes, (ejemplo ventanas) concepto a instaurar a la manera del de autopartes y que permitiese también, como en este caso, pensar en acuerdos de complementación Mercosur. Otras casapartes posibles podrían ser techos, kits sanitarios, fuentes de energía solar., kits para reciclar agua, etc.

¿Utopía desmedida? No. Solamente coordinación de una pequeña parte de la energía, de los esfuerzos que todos los años se despliegan en tantos ámbitos, y que terminan sin rendir frutos.

Ejemplos de una construcción de un conocimiento y una cultura científica, donde ahora hay sólo opiniones.

Primer ejemplo. La tesis hecha por la arquitecta Cónsoli de Recabarren, Estudio económico de la vivienda unifamiliar de interés social dirigida por Enrico Tedeschi en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza en 1971, demostró que aumentos del 12% y 24% de superficie cubierta generan aumentos de costos del 3% y 7% respectivamente.

Al maestro Tano Tedeschi, ¡chapeau! ¡1971! Pero 40 años más tarde, la cultura oficial insiste en que los pobres son más chiquitos. El colorado Rosenfeld viene a hacernos todavía otro llamado de atención. En extensas áreas de nuestra geografía la superficie habitable de una vivienda no es toda aquella que está techada y rodeada de paredes, sino la que está calefaccionada.

Segundo ejemplo. Vi una vez, en la USP expuesta una pesquisa acerca de la performance postocupación de viviendas.

Tercer ejemplo. En la exposición que acompañó un encuentro de facultades en Mar del Plata, vi trabajos de la cátedra del Decano de la Universidad de Chile, en la que estaba consignada la comparación con el benchmark de eficacia energética alcanzado por los trabajos del año anterior. Esto me pareció una actitud modelo, vale decir el compromiso de ir arrimando el bochín cada vez más de un año para el otro. Porque de eso se trata, de lograr lo mismo con menos recursos, o lograr más con los mismos.

Cuarto ejemplo . Si algo nos hace falta son investigaciones que generen conocimiento sólido acerca de cómo optimizar el uso de ese recurso tan escaso que es el suelo, donde mejores prácticas pueden exaltar la vida urbana, mientras que un uso torpe puede destruirla.

Como una manera posible de avanzar en una dirección fructífera, invito a contemplar la experiencia alemana en tres momentos clave:

Uno: 1927 La Colonia Weissenhof, en Stuttgart, el Werkbund organismo de la industria alemana, encargó al arquitecto Mies van der Rohe la construcción de un pequeño conjunto de viviendas en una colina cercana a la ciudad, como testimonio permanente de lo que era capaz de hacer la industria de la construcción alemana en esa época. Mies invitó a lo más granado de los arquitectos del momento a que proyectasen y construyesen edificios de vivienda: incluyó un edificio de su autoría y otros por Le Corbusier, Gropius, etc. La colonia sigue allí, en perfecto estado de conservación.

Dos. 1957 La Exposición Interbau, o Internacional de la Construcción, realizada en el barrio Hansa, de Berlín, de envergadura de conjunto tanto como de los edificios en sí como incluyó edificios proyectados por Le Corbusier, una Unité como la de Marsella, que tuve oportunidad de visitar cuando a su lado todavía quedaba una pila de escombros que parecía una colina de regulares dimensiones, y obras proyectadas por Gropius, Niemeyer y Alvar Aalto.

Tres 1987 Berlín La Exposición Internacional de la Construcción ( Internationale Bau Austelung o IBA) Con dirección a cargo de los arquitectos Ungers, Klehiues y Rob Krier, puso esta vez (siguiendo el espíritu de los tiempos; que había variado con respecto al de tabula rasa que presidió sobre las dos ocasiones anteriores) el énfasis en la reconstrucción y readaptación de preexistencias, más que en obras totalmente nuevas, como había sido el caso de las dos anteriores.

Estas tres exposiciones no fueron flor de un día, ni de una primavera. Fueron construìdas para ser habitadas y explotadas como patrimonios inmobiliarios y urbanos corrientes. No fueron gastos, sino inversiones, que siguen rindiendo como otras tantas casas de renta, pero a la vez son patrimonio artístico y testimonio del estado de la cultura del habitar y de la tecnología industrial del construir de cada uno de estos tres momentos, separados entre sí por treinta años cada uno. Exposiciones, sí, pero no para ir a la compactadora al cabo de una semana de puro barullo.

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