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UniVersoDigital 66 Indice 1 Aspectos de la historia del complejo Astronómico El Leoncito y de la instalación de su principal telescopio. Hugo Levato

12 Argentina en el espacio. La Guerra Espacial de Malvinas Gustavo Marón

37 Argentina fue a la Luna. Gustavo Marón

38 Sección Astrofotografía

Revista UniVersoDigital Edición N°66 - Segundo semestre 2022

Foto de portada: Secuencia fotográfica del eclipse parcial de Luna del 19 de Noviembre de 2021 fotografiado por Rodrigo de Brix desde la Cúpula Sur del Observatorio Astronómico CODE de Santa Fe. Equipos utilizados: Sky-Watcher Explorer 300PDS Dual Speed con montura Sky-Watcher EQ6 Pro Goto y cámara digital Sony Alpha 100.


Editorial Me complace de modo particular la invitación anticipada a participar de la conmemoración de los 60 años del CODE, Centro Observadores del Espacio, a producirse el próximo 22 de Agosto de 2022, una institución que admiro por sus orígenes, organización, su trayectoria y sus logros. Su creación en 1962 fue una afortunada iniciativa de un heterogéneo grupo de amantes del cielo y del espacio en aquellos primeros años de la era espacial. En aquel ya lejano 1962, las autoridades del naciente CODE honraron a la ciencia santafesina desde los estudios del cielo; anuncios de los pasos de los satélites y cápsulas tripuladas en plena guerra fría; la información en los medios locales de todos los eventos astronómicos; dictado de charlas en escuelas e instituciones varias; dictado de cursos y talleres; participación en exposiciones; interminables viajes llevando conocimientos y experiencias con charlas y telescopios; organizador de numerosos Congresos de Astronomía Internacionales de la LIADA, Liga Iberoamericana de Astronomía desde 1991 al presente; presencia en el Centro Espacial Kennedy durante los lanzamientos del Gemini VI en 1966 y del Apollo 11 en 1969 y un interminable etcétera de organización de eventos públicos en la ciudad y otras regiones de forma libre y gratuita. Al cumplirse sus primeros 60 años, podemos decir sin dudar que el CODE a sido exitoso en el cumplimiento de sus objetivos. Sus logros, destacados a nivel local, nacional e internacional, se han alcanzado merced a una gran dedicación y esfuerzo, mucha fe y trabajo de equipo. Y éstos se pudieron conseguir con recursos limitados. Sin duda el liderazgo y continuidad de sus autoridades principales, han sido clave en el éxito del CODE, que se destaca aún más por tratarse de una Asociación sin propósito de lucro y cuyos Miembros son todos honoríficos. La fuerza y el convencimiento que dichas autoridades supieron imprimir al CODE han hecho posible que en una Argentina con dificultades económicas desde siempre, se hayan podido realizar tantos programas científicos-educativos contando solamente con medios propios obtenidos con gran esfuerzo y generalmente, con la colaboración desinteresada de algunos de sus Miembros.

Lo que el CODE ha conseguido en buena parte se debe a la capacidad de crear, innovar y aplicar saberes a la comunidad con la colaboración de todos lo que pudieran aportar a la consecución de esos objetivos. El CODE ha sabido integrar a aficionados muy capaces de diversas instituciones del país y del exterior que han hecho contribuciones importantes, algunas esenciales. De esta manera la CODE ha aprovechado a través del tiempo y en forma muy eficaz las capacidades de sus miembros y colaboradores, manteniendo un sano equilibrio en todos los órdenes. Igual criterio fue empleado para establecer muy fructíferas colaboraciones internacionales. La habilidad de sus autoridades y de algunos asociados de la institución combinada con su proverbial humildad ha sido un factor insoslayable del éxito alcanzado. Lo más notable del nivel y la calidad de las actividades del CODE en toda su historia hacen posible la realidad de un viejo anhelo. Efectivamente, un orgullo para la institución y para toda la comunidad de la Ciudad de Santa Fe será la inauguración el 22 de Agosto de 2022 del Planetario y la remodelación casi total del viejo edificio del observatorio, biblioteca pública y museo del espacio. Mis votos para que el CODE continúe esta excelente trayectoria y mis mejores deseos de éxito para las nuevas generaciones de miembros y colaboradores que deberán hacer mérito del gran desafío a las puertas de un CODE totalmente renovado tanto en lo edilicio como en lo técnico, aplicado a la educación e investigación astronómica.

Prof. Jorge Coghlan Editor de UD. Director-Presidente del CODE


Aspectos de la historia del complejo Astronómico El Leoncito y de la instalación de su principal telescopio. Hugo Levato Investigador Superior (CONICET)

Antecedentes En la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) la idea de contar con un gran telescopio grande nace en la década de los ‘40, continuó en los ’50 y finalmente se concretó en los ’60, a través de la gestión del Jorge Sahade, astrónomo argentino que años más tarde, alcanzaría la Presidencia de la Unión Astronómica Internacional (IAU). En un principio llegaron al país las piezas mecánicas del telescopio; en cambio, el espejo llegó después debido a la demora en su pulido (algo que se hizo en USA, contrariamente a lo acordado). Así, desde finales de los ‘60 el gran telescopio quedó almacenado en el parque del Observatorio Astronómico de La Plata (OALP). Habiendo ingresado a la Escuela de Astronomía y Geofísica en 1966, alcancé a ver la última parte de este proceso; siendo aún estudiantes, jugábamos al futbol en una cancha improvisada, lindante de las cajas de madera que guardaban, a la intemperie, las piezas mecánicas y el espejo. Para evitar la deformación del espejo, recuerdo que Ricardo Platzeck supervisaba su giro periódicamente.

Búsqueda del sitio Una comisión del OALP (que incluyó a Muñoz, Rogatti, Cabrera y Berneri) buscaron el sitio más adecuado para la instalación de gran telescopio de la UNLP. La comisión utilizó un Telescopio de Danjon de la en varias regiones argentinas en las

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Figura 1. El telescopio en el puerto de Buenos Aires. La mujer en la izquierda de la figura es Ana Grigorieff del Departamento de Óptica del OALP

provincias de Buenos Aires, particularmente en Córdoba, La Rioja, Mendoza y San Juan. Se concluyó que el Cerro Negro de la Tina, ubicado 40 km al sur de Barreal (provincia de San Juan) presentaba las mejores condiciones astronómicas. Ese cerro coloquialmente se lo llamó “Burek”, nombre del perro que llevó esa comisión durante el trabajo y que murió justamente en lugar escogido. En lo que sigue, mantendremos esa denominación El Burek entonces, se halla dentro de un terreno de 415 hectáreas que finalmente el Gobierno de la Provincia de San Juan expropió para instalar allí el gran telescopio de la UNLP. Ese terreno era parte de la denominada “Estancia el Leoncito de arriba” ya que había otro sector más al oeste (Estancia el Leoncito de abajo).

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En ese momento, nadie se percató que la ley de expropiación sanjuanina establecía que, si en dos años no se construía nada, el terreno pasaría nuevamente a jurisdicción provincial. Y efectivamente, como pasó ese lapso y nada se hizo, el escribano mayor del Gobierno del San Juan devolvió la propiedad a esta. Entonces alcancé a hacer varios informes al respecto, pero la comunidad (científicos, académicos, personal involucrado, etc.) lo advirtió recién en 2004.

¿Por qué “El Leoncito”? Según la historiadora Margarita Ferraz de Bartol, Las tierras dadas por “merced real” tuvieron como primeras dueñas a dos mujeres (hermanas) y las primeras escrituras indican que la región se encontraba en el “Valle del León sito al otro lado del Tontal”. Por deformación idiomática y extraño apócope terminó siendo “Valle de Leoncito al otro lado del Tontal” y de allí a su abreviatura “Leoncito”.

CASLEO: Inicio formal Hacia los años ’80, la UNLP no contaba con fondos suficientes no sólo para instalar su gran telescopio, sino también para operarlo anualmente. Ante esa circunstancia, la UNLP cedió su uso al Estado Nacional para que comprometiera a toda la comunidad astronómica del país. Por esa razón el CASLEO, formalmente se inició el 10 de mayo de 1983 con la firma del convenio entre CONICET, SUBCYT y las Universidades Nacionales de La Plata, Córdoba y San Juan. En lo personal, se inició bastante antes, en junio de 1976. Entonces me encontraba cumpliendo con una beca externa de CONICET en el Kitt Peak National Observatory (KPNO) en Arizona (Estados Unidos). José Mateo, interventor del OALP, me envió un

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télex con el siguiente texto: “Tenés una semana para presentarte en el Observatorio de La Plata para hacerte cargo de la instalación del telescopio de la UNLP, que un geofísico le va a instalar a los pelotudos de los astrónomos que no pueden ponerse de acuerdo”. Tuve suerte en convencer Mateo que me dejara terminar la beca, asegurándoles que a principios de 1977 estaría de regreso en Argentina. En Arizona pude estar junto al telescopio gemelo del adquirido por la UNLP: el telescopio de 90 pulgadas del Steward Observatory de la Universidad de Arizona, que cuenta con una diferencia importante con el telescopio platense que más adelante señalaré. En principio, vale resaltar que el comentaré más adelante. Ya en el país, entre enero del ’77 y mediados del ’78, trabajamos junto a Serafín Chavasse en la adaptación de los planos del gran telescopio, para realizar una licitación en la Dirección de Construcciones de la UNLP que entonces dirigíael arquitecto Marano. Mientras nosotros dibujábamos a mano alzada, quien hizo los planos correctos fue el estudiante Gustavo Azpiazu, quien años más tarde fue Presidente de la UNLP (supe esto de él mismo, cuando me contó el hecho en una reunión de Comité Directivo de CASLEO).

La reserva astronómica Convertido en multi-institucional, el proyecto recibe los fondos de la SUBCYT para la instalación del gran telescopio. Destaco la gestión del Subsecretario Remetín, quien fue diligente en ese aspecto. La idea de hacer una reserva astronómica para preservar el cielo del lugar se concreta a través de la expropiación de poco más de 72.000 hectáreas. Transcribo parte de la la ley de expropiación: “ARTICULO 246 - Declárase sujeto a expropiación por causa de utilidad pública, como reserva astronómica, para la preservación de las condiciones óptimas de

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limpieza de cielo, requeridas para el Complejo de Estudios y Observaciones Astronómicas de "El Leoncito", en beneficio de la comunidad científica y con destino a las Universidades Nacionales de Córdoba, La Plata y San Juan y la Secretaria de Estado de Ciencia y Tecnología de la Nación, la fracción de campo denominada Leoncito de Arriba, que se detallará en el artículo 247, de propiedad de Sucesión de Alfredo Patricio Pérez con inscripción de dominio en el Registro de la Propiedad Inmobiliaria, en Departamento Calingasta, Zona Barreal, Tomo 7, Nº 649, Folio 49, en fecha 23/3/77.”

Excavación del apéndice norte del cilindro albergue del telescopio. La profundidad se debió a que fue necesario llegar a la roca viva y se aprovechó esa profundidad para construir nuevos dormitorios y depósito de materiales.

La construcción A fines del ‘78 se realiza la licitación y la gana Natalio Faingold, un empresario de Mendoza que había construido el estadio Islas Malvinas de la capital mendocina para el Mundial de Fútbol de ese año. Comienza el trabajo en 1979. Ahora bien, la empresa Faingold pertenecía al llamado Grupo Greco, que quiebra en 1980 y por lo tanto también quiebra Faingold. El Estado Nacional, aunque pagaba en tiempo y forma, se queda con el obrador y el 8% de la obra finalizada; esto resultaba insignificante en términos del emprendimiento iniciado. Sin embargo, creo relevante destacar que el obrador acabó siendo de gran utilidad porque allí se pudo instalar una escuela primaria destinada a los niños de las familias que vivían en la estancia. Ante el fracaso de Faingold se trabaja en nueva licitación, la cual es ganada por Talleres Metalúrgicos Clavijo (TMC), una empresa sanjuanina que sería relevante en la concreción de CASLEO. Las figuras 5,6,7 y 8 muestran los rápidos avances producidos por TMC.

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La estructura del apéndice oeste.

Construcción del cilindro con el anillo metálico donde se apoyaría la cúpula.

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Construcción del apéndice oeste de la cúpula donde se instalaron taller mecánico y electrónica.

La reserva astronómica y el GT215 Como se dijo antes, el Estado Nacional, con la idea de la Reserva Astronómica expropia poco más de 72.000 hectáreas. Pero a los dueños de las tierras, no les satisfizo el monto pagado y el estudio Alfredo Perez hace juicio al Estado Nacional; como resultado, se debía pagar un adicional determinado por el juez. Comenzó entonces la búsqueda del dinero para pagar ese monto. Es 1982 se desata la Guerra de Malvinas. La obra pública se detiene y se deja de pagar a la empresa TMC. A pesar de ello, TMC sigue trabajando hasta completar el 40% de la obra. Hasta ese momento el proyecto era dirigido por el denominado GT215 (Grupo de Trabajo 215, donde el número indicaba el diámetro del gran telescopio a instalar) integrado por un representante de CONICET, uno de la SUBCYT, y un representante de cada universidad: UNC, UNSJ y UNLP. El primer GT215 se inició con José Mateo (UNLP), José L. Sersic (UNC), Augusto López (UNSJ) y un representante de la SUBCYT. Los miembros fueron cambiando con el correr del tiempo. El GT215 derivó más tarde en el Comité Directivo de CASLEO, por el que pasaron Raúl Colomb, Esteban Bajaja, Gustavo

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Carranza y Francisco von Wuthenau entre otros. La situación se tornó crítica y muy difícil de resolver por el GT215. En resumen: Juicio ganado por la expropiación de las 72.000 hectáreas, demanda a nivel administrativo de la TMC por falta de pago, firma de contrato con Bill Baustian (quien vendría a colaborar con instalación del telescopio a partir del 1º de septiembre de 1984), entre otros problemas, eran algunos de los inconvenientes no astronómicos que debían resolverse. También era necesario seleccionar y entrenar al personal mínimo para continuar con las tareas de montaje del telescopio y procurar los servicios públicos necesarios. TMC nos permitió ingresar y trabajar en el predio de instalación a pesar que la obra no estaba terminada ni entregada.

El transporte de las partes El transporte desde el OALP fue un trabajo arduo. En mayo de 1984, cuando se realizó la carga de los elementos del telescopio, se desató en La Plata la mayor tormenta de viento y agua de la década. Se cargaron el pedestal, y la horquilla. El espejo había sido transportado previamente hasta el Centro Regional de Ciencia y Tecnología de Mendoza y allí estaba almacenado. Al mismo tiempo que partían los camiones con la carga de La Plata, lo hacía otro camión desde Lomas de Zamora (también Provincia de Buenos Aires) donde se encontraba la empresa Física Técnica, en la que el ingeniero Paglialunga estaba encargado la construcción de la campana de vacío necesaria para depositar la capa de aluminio en el disco del espejo primario. Desde La Plata el convoy se dirigió hacia la ruta 7 para arribar a Uspallata en Mendoza y

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desde esa localidad tomamos la ruta a Barreal (Provincia de San Juan). Los camiones eran seguidos por un móvil del Centro Regional La Plata dependiente de CONICET, que filmaron todo el proceso hasta El Leoncito. En particular, me tocó conducir una camioneta acompañado de la astrónoma Beatriz García.

El montaje del telescopio Con la llegada de Bill Baustian que tenía la experiencia de haber instalado telescopios en el Cerro Tololo Interamerican Observatory (Chile) comenzó el armado del gran telescopio. Un momento de gran tensión fue la instalación del pedestal que debía encajar exactamente en los tres tornillos como se observa en la Figura 16. Esos tornillos habían sido instalados meses antes cuando se terminó el pilar del telescopio. El encaje fue perfecto.

La carga de las partes de la horquilla y pedestal se realizó en la Plata a fines de mayo de 1984 bajo la peor tormenta de agua y viento en décadas.

El camino Uspallata y el Leoncito con una gran nevada

Carga de las partes menores del telescopio que se encontraban almacenadas en el Observatorio Félix Aguilar de la UNSJ.

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El armado del telescopio. Sobre la izquierda, Bill Baustian, en el centro Gordon Newman con experiencia gerencial en CTIO (Cerro Tololo Interamerican Observatory). A la derecha, Adolfo Marún.

El encaje exacto del pedestal en los bulones de anclaje que habían sido colocados antes de la llegada de las partes del telescopio. El que está controlando es Lorenzo, capataz principal de TMC

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La optimización del telescopio Sabíamos que la horquilla flexionaba en estos telescopios y se corría por lo tanto el cubo central. Sabíamos también que el telescopio electromecánico debía ser modificado. Lo que no estábamos enterados es que la empresa confundió el tamaño de la manguera de mercurio y mandó a la Argentina una manguera de dimensiones incorrectas. También desconocíamos que no estaba resuelto el problema de la inercia del telescopio al partir y al detenerse en su movimiento de ascensión recta. Nuestros primeros trabajos estuvieron destinados a resolver estos problemas. Para este fin contamos con el inestimable apoyo de Paglialunga y la empresa Física Técnica y con la empresa Pescarmona de Mendoza quien nos permitió utilizar un torno de 24m de bancada para tallar el anillo donde iba alojada la manguera de mercurio que es el soporte axial del espejo y que había sido enviada del tamaño incorrecto. Eso ocurrió porque el espejo de las 90 pulgadas del Steward Observatory pesaba más de 2500kg ya que era macizo, pero el espejo de CASLEO pesaba 1350 kg porque era del tipo “honeycomb”, es decir con material extraído de su parte trasera que asemejaba un panal de abejas y de allí su peso inferior.

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La inauguración Ya en el segundo semestre de 1984 se planeaba la inauguración del Complejo Astronómico (CASLEO) y fue planeado al máximo nivel con la presencia del Presidente de la República, Raúl Alfonsín, y del Secretario de Ciencia y Tecnología, Manuel Sadosky. Junto con el Gobierno de la Provincia de San Juan se diseñaron todos los aspectos del acto. Autoridades del transporte aéreo del Estado Nacional concurrieron a verificar la pista natural que constituía el Barreal Blanco que se aprecia en la figura17, pues la propuesta era que el avión presidencial aterrizara en ella. El 12 de septiembre fue el día elegido o sea el día posterior a un día festivo en San Juan que conmemora a Domingo Faustino Sarmiento. Las figuras muestran los momentos importantes del evento. Un par de años después fue aceptada mi propuesta de llamar al telescopio Jorge Sahade como una muestra de agradecimiento por la idea de adquirir el instrumento y colaborar para su instalación.

El Presidente Raúl Alfonsin y el Secretario de Ciencia y Tecnología, Manuel Sadosky en el Leoncito

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estudio de la radiación polarizada de objetos astronómicos, se obtuvo en préstamo el Fotopolarímetro del Observatorio del Vaticano (VATPOL) y también el fotopolarímetro del Observatorio de Torino hasta que personal de CASLEO construyó un fotopolarímetro con fondos proporcionados por el PROFOEG (Programa de Fotometría y Estructura Galáctica del CONICET) que dirigía el astrónomo Alejandro Feinstein desde el OALP.

Las oficinas de San Juan

El autor explicando al Sr. Presidente el funcionamiento del telescopio

Los primeros equipos auxiliares El Espectrógrafo Cassegrain fue adquirido por CONICET y fue el primer equipo auxiliar que tuvo el telescopio junto con un módulo para tomar placas directas. Usábamos placas Kodak de 8 x 10 pulgadas. Casi simultáneamente entraron en funcionamiento los polarímetros. Por iniciativa del astrónomo Hugo Marraco que podemos decir que fue el introductor del

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Necesitábamos tener espacio en la ciudad de San Juan para las tareas administrativas y el desarrollo instrumental. Primero alquilamos un inmueble en la calle 9 de julio entre Aberastain y Caseros y luego pasamos a un edificio histórico ubicado en la esquina de Sarmiento y Santa Fe. Pero ese edificio no era antisísmico y el INPRES nos dio un tiempo para abandonarlo. Además, las sedes alquiladas no eran adecuadas ya que el espacio para vehículos y carga y descarga era prácticamente inexistente. A pesar de las críticas que recibiera, una gestión que realicé entonces dio buenos resultados: propuse que las oficinas administrativas y de desarrollo se instalaran en el CRICYT en Mendoza. Sobre la derecha primera sede y a la izquierda la esquina de Sarmiento y Santa Fe

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Esto causó la reacción de varios medios y políticos de San Juan quienes se opusieron totalmente a la idea, pero esto resultó en que el Secretario de Ciencia y Tecnología del Gobierno de San Juan, Miguel Arancibia, me propuso instalar la sede en el predio de la Asociación Cooperadora para la Investigación la Industria y la Minería (ACIIM) en Av. España 1512 Sur. El lugar era excelente con espacio para el movimiento de vehículos y el módulo que nos fuera asignado necesitaba ser terminado con divisiones en seco para oficinas y laboratorios. Se firmó un comodato por 99 años por el cual ACIIM cedía en préstamo al CONICET para sede de CASLEO un módulo cuya estructura estaba terminada. El comodato indicaba que CASLEO completaría las instalaciones con las divisiones en seco para oficinas y laboratorios y la adecuación de los servicios públicos. Posteriormente ACIIM cedió en donación a CONICET dicho sector.

Los accidentes climáticos Durante mi dirección tuvimos algunos accidentes climáticos graves. El peor de todos fue en marzo de 1987. Se destruyeron puentes, caminos y servicios públicos ante una creciente del arroyo de las cabeceras.

Todos los presentes en el CASLEO trabajamos para solucionar provisoriamente el deterioro. La persona que tiene gorro es Alejandro Feinstein y el que tiene la pala en la mano con remera blanca es Horacio Tignanelli, quienes estaban haciendo observaciones astronómicas en ese momento.

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En las figuras 27 a 31 se muestran los destrozos y las tareas realizadas para poder salir del sitio ya que habíamos quedado totalmente aislados.

Fondos extras Las crisis económicas debían afectar el trabajo en CASLEO, pero éramos conscientes que los fenómenos astronómicos se producen cuando la naturaleza lo dispone y no se podía dejar de operar CASLEO y que los usuarios perdieran turnos de observación ya que se podían perder fenómenos que no se repetirían en la historia de la humanidad. Es por ello que debíamos encontrar otra forma de obtener recursos hasta que la situación mejorara. Teníamos bosques de álamo una madera muy utilizada en San Juan, terrenos aptos para producir semillas de papa que requiere tierras no contaminadas y un manzanar con gran cantidad de manzanos. Usufructuamos esa producción de madera, manzanas y semilla de papa utilizando empresas de terceros interesadas en esos recursos. Como no podíamos recibir dinero por esa producción cambiábamos las mismas por elementos, materiales que necesitábamos como computadoras, materiales de construcción y herramientas. De ese modo se reparó la infraestructura deteriorada por accidentes climáticos, se incorporaron computadoras y se construyeron comedor y módulos de dormitorios, con personal propio y ayuda de la intendencia de Calingasta donde el intendente Olivera nos ayudó muchísimo al igual que el Ministro de Obras Públicas de San Juan, el ingeniero Perelló.

La Era de los detectores digitales El primer CCD llegó a CASLEO a través de un préstamo de la Universidad Federal de Rio

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Grande do Sul, Brasil, gestionado por el astrónomo argentino Horacio Dottori El Telescopio Solar Submilimétrico. El telescopio solar submilimétrico fue un avance tecnológico a nivel mundial. Se instaló a través de un acuerdo con Pierre Kaufmann de Brasil y la Universidad de Mackenzie. En la Argentina los colaboradores del proyecto fueron los investigadores Horacio Ghielmeti y Marta Rovira. El Ingeniero Adolfo Marun se perfeccionó en la detección de radiación de 200 y 400 Mhz.

A través de subsidios de CONICET denominados PME se adquirieron nuevos CCD en la empresa Photometrics de Tucson (Estados Unidos).

El recibido por acuerdo con Michael Rich de la Universidad de Columbia

Radiotelescopio solar. Trabaja en 200 y 400 Mhz. Adolfo Marún en la figura se especializó en esas muy altas frecuencias. Mas detectores CCD La cantidad de detectores CCD fue aumentado a través de acuerdos con Michael Rich de la Universidad de Columbia que también nos proveyó de una cámara de vacío para realizar vacío en los CCD.

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Adquirido por CONICET a la empresa Photometrics.

El Telescopio Helen Sawyer Hogg Un querido colega, Bob Garrison de la Universidad de Toronto se contactó conmigo muy apesadumbrado porque la Carnegie Institution quería cobrarles una cantidad de dólares que su universidad no tenía para seguir manteniendo el telescopio Helen

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Sawyer Hogg (HSH), instalado en el CARSO (Carnegie Southern Observatory) en Chile. Le propuse desmontarlo, transportarlo a CASLEO, instalarlo en el Cerro Burek y compartir el tiempo de observación en mitades. Garrison aceptó de inmediato y allí se inició la proeza más grande y compleja llevada adelante a la perfección que haya realizado el personal de CASLEO. Viajaron al CARSO en Chile los ingenieros Arnaldo Casagrande y Daniel Victoria y los señores Rubén Domínguez y Carlos Domínguez. Ellos desarmaron completamente el telescopio histórico HSH, para lo cual hubo que alquilar cierto equipamiento y en camión fue transportado al Leoncito. Hubo que construir el camino al Cerro Burek y llevar los servicios. Victoria estuvo a cargo de la construcción del camino con cargas de dinamita colocadas por Armando Roca y despejando con maquinaria prestada por la Municipalidad de Calingasta. La línea eléctrica fue llevada por la ladera sur del Cerro, un arduo trabajo dirigido por el Victoria con la participación de Juan Yapura, Ruben Domínguez y Carlos Domínguez. Llegados al Burek se construyó el edificio albergue con estructura metálica. En la figura 39 puede observarse el albergue, en construcción y terminado y el telescopio HSH ya montado en su interior. Se mantuvo el nombre HSH porque Helen Sawyer Hogg realizó con ese telescopio trabajos fundamentales sobre cúmulos globulares. El Telescopio Centurion 18 A través del astrónomo Ricardo Gil Hutton se logró un acuerdo con el Instituto de Astronomía de Andalucía (España) para instalar en CASLEO un telescopio que tenía como propósito descubrir nuevos objetos de nuestro sistema planetario. El telescopio se instaló en el Cerro Burek que es el mejor lugar por su tamaño de imagen (seeing).

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El telescopio HSH en funcionamiento

Avances en la enseñanza En 1995 se comienza a dictar la carrera de Licenciatura en Astronomía en la UNSJ y desde 2005 un doctorado en la disciplina. Unos 300 inscriptos hasta el 31 de diciembre de 2009 año en que finalizó mi dirección en CASLEO  22 Licenciados recibidos  4 doctorados en el país – ya en carrera del investigador de CONICET  3 doctorados en exterior  3 cursando doctorados en el exterior  4 cursando doctorados en el país. La interacción entre el servicio y la investigación es fundamental para el auto sustento de la unidad CASLEO cualquiera sea su forma jurídica futura.

Actividades de divulgación Hasta el 2011 se desarrolló un programa en colaboración con el Ministerio de Educación

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de la Nación promovido por el astrónomo Horacio Tignanelli, a través del cual visitaban CASLEO algunos grados y divisiones de colegios de todo el país como premio por su participación en las ferias de ciencia. Escuelas de Santa Fé, Formosa, Santiago del Estero, Córdoba y Mendoza entre otras visitaban la localidad de Barreal y el CASLEO. Tenían actividades de observación nocturna y se le daban charlas sobre temas generales de astronomía. También a través de Ministerio de Educación de la Nación, se realizaron diversos seminarios de perfeccionamiento docente en la enseñanza de la astronomía, a los cuales asistieron profesores de Nivel Secundario y Nivel Superior de todo el país, coordinados por el mismo Tignanelli.

Daniel Victoria, ingeniero responsable de la infraestructura de CASLEO

Los principales actores del éxito de CASLEO

José Luis Giuliani, el Jefe de Computación.

Casagrande en la consola original de control del telescopio

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De izquierda a derecha Maldonado, Manucci (mecanico fino), R. Dominguez (Mecánico , tornero y fresador Casagrande, Ingeniero Jefe en CASLEO y Yapura (mantenimiento de servicios y red vial.

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Argentina en el espacio. La Guerra Espacial de Malvinas Gustavo Marón Asociación Argentina de Tecnología Espacial - Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Cuyo Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Cuyo Instituto de Energía y Minería “Dr. Edgardo Díaz Araujo”, Universidad de Mendoza dr.gustavo.maron@gmail.com

Resumen Es bien sabido que la Guerra de las Malvinas se disputó en tierra, mar y aire. Pero también tuvo un capítulo espacial. Esta investigación histórica se focaliza en el empleo de satélites de inteligencia, comunicaciones, navegación y pronóstico meteorológico norteamericanos y soviéticos durante el conflicto y su rol decisivo en el desenlace de sus principales acontecimientos.

El 2 de abril de 1982 la Argentina ocupó militarmente las Islas Malvinas. La referencia sería meramente anecdótica de no ser porque el resultado de la guerra que se inició, que tantas consecuencias habría de producir, se decidió en gran medida en el espacio. Es indiferente si la ocupación militar de Malvinas fue una recuperación (como argumentó nuestro país) o una mera invasión (como argumentó el gobierno británico). Lo cierto es que el 1° de abril, un día antes del desembarco de nuestras fuerzas en las islas, el Reino Unido de Gran Bretaña convocó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que se tratara “urgentemente la situación en el Atlántico meridional”. Para ello, el representante permanente británico ante la ONU, Anthony D. Parsons, expresó por escrito que “el Gobierno del Reino Unido tiene razones fundadas para creer que las fuerzas armadas de la República Argentina

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están a punto de intentar invadir las Islas Falkland”. La información que manejaba Parsons era sumamente precisa. Para dar una idea al respecto, basta indicar que la sesión 2345 del Consejo de Seguridad, convocada por el gobierno británico, comenzó en la sede del edificio de la ONU, en New York, a las 20:35 hora local del 1 de abril. Para entonces eran las 21:35 horas en Argentina y la Fuerza de Tareas integrada por el destructor ARA Santísima Trinidad (D-2), el buque de desembarco ARA Cabo San Antonio (Q-42) y el rompehielos ARA Almirante Irízar (Q-5) se aprestaban a realizar las operaciones de desembarco en Malvinas. En efecto, el primer grupo de botes con 84 comandos anfibios y buzos tácticos se desprendió del destructor argentino a las 21:18 horas. A las 22:45 horas de Buenos Aires (21:45 horas de New York), cuando el grueso de la Agrupación de Comandos Anfibios salió del buque, el

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Consejo de Seguridad se encontraba escuchando al embajador Parsons, quien se refirió de esta manera a los hechos en curso, casi como si los estuviera observando: “He descrito con cierto detalle este reciente incidente en Georgias del Sur. Pero el propósito de mi Gobierno al convocar esta reunión del Consejo es considerar la amenaza no a Georgias del Sur, sino a las Islas Falkland. (...) Tenemos pruebas de que la Armada argentina está a punto de lanzar una invasión, posiblemente mañana por la mañana. La prensa argentina durante varios días ha dado no sólo una información detallada de los movimientos navales argentinos “dispuestos para operaciones en el Atlántico meridional”, sino también acerca de declaraciones sobre la importancia de estos movimientos por parte del Ministerio de Defensa argentino. (…) Es evidente que prácticamente toda la flota argentina, incluido un portaaviones, destructores, corbetas y submarinos, están ahora en el mar. (...) El 30 de marzo, por lo menos dos aviones de la Fuerza Aérea Argentina sobrevolaron las Islas Falkland sin que se hubiese pedido permiso diplomático, de conformidad con los procedimientos internacionales habituales. Uno de esos sobrevuelos fue realizado de noche y el avión no llevaba luces. Toda esta actividad y las declaraciones de Ministros argentinos que la acompañaron, dieron razón a mi Gobierno para creer que se va a intentar hacer uso de la fuerza para cambiar la administración de las Islas Falkland contra los deseos de sus habitantes”. En otras palabras, el gobierno británico estaba perfectamente al tanto del movimiento de las fuerzas argentinas, incluyendo el submarino ARA Santa Fe (zarpado de la Base Naval Mar del Plata a las once de la noche del 27 de marzo de 1982), el portaaviones ARA 25 de Mayo (zarpado de la Base Naval de Puerto Belgrano el 28 de marzo de 1982), y las corbetas ARA

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Drummond, ARA Granville y ARA Guerrico (zarpadas de Puerto Belgrano el 29 de marzo). Esto explica que el faro del Cabo San Felipe (Pembroke Lighthouse), ubicado en la isla Soledad (East Falkland) fuera apagado la noche del 1° de abril para privar de referencias a la fuerza de desembarco. Esto también explica que la pista de aterrizaje del aeropuerto de Port Stanley fuera obstaculizada por maquinarias y tractores para impedir el aterrizaje de aviones argentinos. Es más, todo el personal del King Edward Memorial Hospital fue convocado para prestar asistencia médica a los Royal Marines que se aprestaban a defender las islas y se les hizo saber por radio a los isleños que al día siguiente no debían llevar a sus hijos a la escuela. ¿Cómo es posible que los principales funcionarios del gobierno británico en New York, Londres y Stanley estuvieran informados de una operación anfibia que la Armada Argentina estaba llevando a cabo en el mayor secreto y con el mayor sigilo? No es creíble que una red de espías ingleses estuviera operando en Argentina, un país con el que Gran Bretaña tenía hasta el momento excelentes relaciones, e incluso si así hubiera sido era imposible reportar con tanta precisión el movimiento de ocho barcos zarpados desde bases militares distintas y en algunos casos al abrigo de la noche. La explicación es que toda la flota de mar argentina había sido detectada (y estaba siendo seguida) desde el espacio. En efecto, desde el inicio de las tensiones en las islas Georgias del Sur (19 a 28 de marzo de 1982), el gobierno de Gran Bretaña había estado recibiendo regularmente información de inteligencia proveniente de satélites secretos norteamericanos, entre ellos el Chalet 3 [COSPAR 1981-107A, SATCAT 12030]. Se trataba de una estación orbital para intercepción de telecomunicaciones desde la órbita terrestre alta, que giraba en

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forma geosincrónica no estacionaria con una inclinación de 2 grados respecto el plano ecuatorial, un perigeo de 35.463 kilómetros, un apogeo de 35.527 kilómetros y un período de 1421 minutos. 1 2 3 El Chalet 3 había sido lanzado al espacio el 31 de octubre de 1981 por un cohete portador Titan III (23C) que incluía el módulo de posicionamiento orbital SSB10 Transtage desarrollado por MartinMarietta Corporation y Aerojet Rocketdyne. 4 5 Se trataba de un satélite espía de inteligencia electrónica (SIGINT) diseñado para escuchar transmisiones de radio originadas en la superficie de la Tierra o en otros satélites en órbita. El Chalet 3 tenía una masa al despegue de unos 1.800 kilos y 820 kilos en órbita. Una vez en el espacio desplegaba un plato reflector con forma de paraguas de unos 38 metros de diámetro que le permitía recoger todo tipo de emisiones en un amplio espectro de radiofrecuencias. Este satélite era tan secreto, que cuando su existencia fue comentada por la prensa, el nombre Chalet fue cambiado a Vortex (y en 1987 a Mercury, cuando el nombre Vortex se hizo público). 6 7 Al momento de producirse la crisis de las Georgias, el satélite Chalet 3/Vortex estaba siendo aprovechado para interceptar conversaciones sobre América Central, pero varias horas por día la antena era reorientada hacia el Atlántico Sur para captar tráfico de radio militar argentino, asumiendo personal británico su control. Los datos interceptados eran procesados por la National Reconnaissance Office (NRO) de los Estados Unidos e ingresados a la red ECHELON por la National Security Agency (NSA), que los compartía en simultáneo con los países signatarios del acuerdo de inteligencia UKUSA, es decir, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, los “cinco ojos” que vigilaban a la Unión Soviética, a sus aliados y a cualquier enemigo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte

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(OTAN), de allí el nombre Five Eyes con el que se conocía al sistema en la comunidad de inteligencia. 8 9 ECHELON era (y es) una red multinacional de vigilancia cuyo control total ejercía (y ejerce) la NSA en Fort Meade, Maryland, a través de la intercepción de todo tipo de comunicaciones electrónicas. Activa desde 1964, la red es una consecuencia del Acuerdo UKUSA o, si se quiere, una actualización del mismo para su mejor funcionamiento en la era de las comunicaciones satelitales. Y es que ECHELON fue posible gracias a la puesta en órbita de la primera generación de satélites de tráfico global INTELSAT, que se desarrollaron en paralelo con grandes computadoras procesadoras de datos. Esta referencia es importante porque cada estación de la red ECHELON cuenta con computadoras que automáticamente buscan a través de millones de mensajes interceptados aquellos que tengan determinadas palabras clave preprogramadas (“guerra”, “enemigo” y miles de etcéteras). Por la frecuencia y canales selectados en una estación, cada palabra de cada mensaje era (y es) automáticamente rastreada, por lo que el sistema no necesita conocer un número de teléfono o de máquina cifradora en particular para saber de dónde y hacia dónde van los mensajes. De modo que las computadoras de ECHELON son como un diccionario electrónico diseñado para interconectar a todas las estaciones vinculadas y hacerlas funcionar como un todo. El sistema reemplazó el mecanismo por el cual los aliados del Acuerdo UKUSA interceptaban separadamente el tráfico, cada cual analizaba y procesaba los mensajes en sus propias estaciones y luego los compartía. En lugar de eso, ECHELON comparte automáticamente los datos interceptados en crudo. Cada computadora-diccionario de cada estación contenía (y contiene) no sólo

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las palabras que son de interés del país que la administra, sino también de todos sus aliados. Para 1970 sólo dos estaciones de la red ECHELON eran requeridas para monitorear todas las comunicaciones INTELSAT del mundo: la de Morwenstow (Cornwall, Inglaterra) con dos antenas bajo administración conjunta del GCHQ y la NSA (cada una apuntando a los satélites ubicados en órbita geoestacionaria sobre el Océano Atlántico y el Océano Índico) y una estación más en el Oeste de los Estados Unidos que apuntaba al INTELSAT que cubría el Océano Pacífico. Debido al incremento en el tráfico de comunicaciones, para 1982 otras tres antenas de Morwenstow apuntaban al satélite del Atlántico, más otras dos más ubicadas en territorio norteamericano. La entrada en servicio de la nueva generación de satélites INTELSAT 4A y 5 a finales de la década de 1970 requirió la instalación de al menos dos estaciones terrestres adicionales: CSOS Stanley Bay en Hong Kong (1979) y NSA Sugar Grove (totalmente operativa en 1980 en la costa Este de Estados Unidos para cubrir Norte y Sudamérica). A esta red se sumó la estación de inteligencia británica en la Isla de Ascensión, que ya estaba monitoreando las comunicaciones argentinas en 1981, mucho antes del inicio de la crisis de las Georgias de marzo de 1982. 10 El ultra-secreto acuerdo UKUSA, vigente desde el 5 de marzo de 1946, obligaba a Estados Unidos y a Gran Bretaña a compartir la información colectada por sus respectivas agencias de inteligencia, inicialmente el UK Government Communications Headquarters (GCHQ) y la NSA, aunque progresivamente se fueron incorporando otras reparticiones a medida que se calentaba la Guerra Fría con la Unión Soviética. Las partes acordaron intercambiar todos los datos que captaran en el extranjero y acordaron también colaborar en la recolección de tráfico, compra de equipos de comunicaciones, análisis,

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criptoanálisis, descifrado, traducción, prácticas y procedimientos. El acuerdo UKUSA fue extendido en 1948 para incluir a Canadá y en 1956 para incorporar a Australia y Nueva Zelanda. No es de extrañar, por eso, que estos tres países pidieran estar presentes el 2 de abril de 1982 en la reunión N° 2349 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, iniciada a las 21:15 horas de New York (22:45 de Buenos Aires) donde se comenzó a discutir el temperamento a adoptar respecto de la ocupación argentina de Malvinas, producida ese mismo día. 11 12 El 3 de abril de 1982 los representantes de Canadá, Australia y Nueva Zelanda también estuvieron presentes como invitados sin derecho a voto en la sesión N° 2350 del Consejo de Seguridad en que se emitió la Resolución N° 502/82, conforme a la cual se exigió a la Argentina el cese inmediato de las hostilidades y el retiro también inmediato de todas sus fuerzas militares de las Islas Malvinas. La resolución fue aprobada luego de que la propuesta británica recibiera diez votos a favor (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Irlanda, Guyana, Jordania, Japón, Togo, Uganda y Zaire), un voto en contra (Panamá) y cuatro abstenciones (China, la Unión Soviética, España y Polonia). Puesto que el gobierno argentino no acató la resolución, ese mismo día los primeros elementos de la Royal Air Force fueron desplegados a la Isla Ascensión, en la mitad del Atlántico. El 4 de abril fue despachado al Atlántico Sur el submarino nuclear HMS Conqueror y el 5 de abril partieron de Portsmouth los portaaviones HMS Hermes y HMS Invincible, núcleo de una flota de más de cien unidades identificada como Task Force 317. 13 A partir de ese momento el monitoreo desde el espacio de Malvinas y las bases continentales argentinas se hizo más intenso. El Chalet 3/Vortex no era el único satélite disponible para ello, pues para la observación

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de América del Sur los Estados Unidos ya tenían en órbita el satélite espía KH-8 (nombre código Gambit 3), una plataforma de vigilancia y reconocimiento fotográfico de baja altitud que era capaz de eyectar sobre territorio continental de los Estados Unidos (u otros sitios elegidos) los paquetes fotográficos que iba obteniendo en el espacio. El KH-8 contaba con módulo óptico de cuatro cámaras. La principal, con una distancia focal de 4,46 metros, era una cámara de una sola tira diseñada para recopilar imágenes de muy alta resolución de objetivos terrestres. La segunda cámara (Astro-Position Terrain Camera, APTC) estaba formada por tres lentes (uno de marco de terreno de longitud focal de 75 mm y dos estelares de longitud focal de 90 mm). La tercera cámara tomaba exposiciones de la Tierra en la dirección de giro del satélite para determinar la actitud y la cuarta cámara observaba en direcciones opuestas de 180 grados para tomar imágenes de campos estelares. La sensibilidad de las películas Eastman Kodak que utilizaba el KH-8 era tal, que podía fotografiar con precisión satélites soviéticos en el espacio y objetos en superficie terrestre con una resolución de diez centímetros cuadrados, el límite absoluto impuesto para un sistema óptico por la turbulencia de la atmósfera terrestre. El KH-8-52 [COSPAR 1982-006A, SATCAT 13040] había sido puesto en órbita el 21 de enero de 1982 desde la base Vandenberg de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) por medio de un cohete portador Titan IIIB. Todo en torno a él era secreto, al punto que no se han hecho públicas siquiera las fotos de su lanzamiento. Para despistar, la USAF, la NSA y la Central Intelligence Agency (CIA) lo refirió indistintamente como Gambit 3, Key Hole 8 o 13040. Era una verdadera nave espacial, pues podía ser orientado para que cambiara de trayectoria, de ángulo y de posición. Al momento de su lanzamiento

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pesaba tres toneladas, incluyendo el combustible para su movimiento. Fue colocado en una órbita baja prácticamente circular, de 630 kilómetros de perigeo por 641 de apogeo, con una inclinación de 97,20 grados respecto del plano ecuatorial terrestre. Orbitaba nuestro planeta cada 97:40 minutos, lo que equivale decir que prácticamente cada una hora y media sobrevolaba el Atlántico Sur y el territorio continental argentino. 14 Alrededor del 28 de abril de 1982 el KH-8 fue trasladado a una órbita baja, lo que permite inferir que ya desde entonces se encontraba en condiciones de obtener imágenes de muy alta resolución de los puntos de interés que sus operadores desearan mirar, específicamente bases aéreas, bases navales y el despliegue de la flota de mar argentina en vísperas de los ataques que Gran Bretaña ya tenía planificados ejecutar a partir del 1° de mayo de 1982. Para lograr sus posicionamientos orbitales, el KH-8 se valía del módulo de potencia y soporte de energía Agena D al que iba acoplado, lo que lo convertía en una auténtica nave espacial con capacidad de ascenso y descenso a diferentes órbitas y movimiento en los ejes de guiñada, cabeceo y rolido. 15 16 Con todo lo impresionante que era, el satélite KH-8 tenía un punto débil, cual era que no podía reportar lo que veía en tiempo real. Sus imágenes de altísima resolución debían ser lanzadas desde el espacio en pequeñas cápsulas (canisters) que terminaban cayendo en paracaídas, cuyo descenso podía ser seguido mediante un sistema de telemetría. Luego de la recuperación venía el revelado y procesamiento de las imágenes, que podía llevar días, lo que significaba que el KH-8 no servía para decidir acciones tácticas, sino para ir recopilando información estratégica que permitiera formar un mosaico general de inteligencia. Para tomar decisiones inmediatas estaban los satélites ultrasecretos KH-11 y Parcae.

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El KH-11 (también conocido como Kennen, Kennon, Kennan, Key-Hole 11, Crystal o 1010) era una impresionante nave espacial construida por Lockheed Missile & Space Company en su planta de Sunnyvale, California, bajo el más estricto secreto. No sacaba fotos en papel, sino que tomaba las imágenes a través de un complejo mecanismo electro-óptico digital que superaba incluso la fantástica resolución del KH-8. El primer satélite de la serie KH-11 había sido lanzado al espacio en diciembre de 1976, más de cinco años antes del inicio de la guerra de las Malvinas, pero sus capacidades eran tales que siguen siendo clasificadas, al igual que todas las imágenes tomadas desde entonces. Para dar una idea de su rendimiento, basta indicar que el telescopio espacial Hubble que la NASA puso en órbita en 1990 [HST, COSPAR 1990-037B] fue construido entre 1981 y 1985 a partir de la estructura de un KH-11. Obvio es decir que el Departamento de Defensa y Lockheed derivaron a una aplicación civil sólo parte de la tecnología que tenían disponible para usos militares. 17 18 Las características técnicas del KH-11 permanecen secretas, pero pueden inferirse parcialmente a partir de las dimensiones y prestaciones del telescopio espacial Hubble. El KH-11 tendría, pues, una longitud de 19,5 metros y un diámetro de hasta 3 metros. El peso oscilaría de 12 a 19 toneladas, teniendo en cuenta que es una nave espacial que debe transportar el combustible que permita alimentar sus motores de alineación, que se presume es hidrazina. De acuerdo con algunas fuentes el espejo primario del KH11 tenía 2,34 metros de diámetro. Para dar una idea de sus capacidades basta indicar que el Hubble orbita la Tierra a una velocidad de 28.000 kilómetros por hora (por lo que da una vuelta al planeta cada 97 minutos) y a pesar de ello puede apuntar con precisión a un astro con una desviación inferior al grosor

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de un cabello humano visto a una distancia de un kilómetro y medio. Estudios científicos han podido calcular que con un espejo perfecto de unos 2,40 metros de diámetro un KH-11 podría obtener una resolución limitada por difracción de alrededor de 0.05 segundos de arco, que desde una altitud orbital de 250 km daría una precisión de 0.06 m (es decir, seis centímetros). Puede imaginarse entonces lo que era capaz de ver un KH-11 sobre Argentina, Malvinas y el Atlántico Sur, dado que básicamente se trataba de un “Hubble invertido” que observaba hacia abajo. 19 20 Dado que no usaba película del tipo celuloide, las imágenes digitales del KH-11 eran transmitidas a través de una red de satélites de comunicaciones (Satellite Data System) al Área 58 de la NRO (Fort Belvoir). La señal digital grabada a bordo se transmitía prácticamente en tiempo real y en destino se imprimaba con un láser en una película que recreaba la imagen grabada. La comunicación hacia los satélites repetidores en órbitas superiores se enrutada y encriptada, pero a la vez era inmune a cualquier interferencia desde la superficie terrestre pues se emitía en una frecuencia que era bloqueada por la propia atmósfera terrestre. Podría argumentarse que, pese a su extraordinaria complejidad, el disco electroóptico del KH-11 no podía ver en la oscuridad terrestre o cuando su objetivo se encontraba cubierto de nubes, pero la teledetección térmica satelital ya estaba disponible en los satélites espía norteamericanos en 1975, por lo que fue incorporada en las naves Kennen, que tenían la capacidad de observar la superficie terrestre en el espectro de luz visible, pero también en la banda cercana al infrarrojo y directamente en banda térmica, por lo que la noche o la nubosidad no les representaba ningún problema. 21 22 Para marzo de 1982, cuando se inició la crisis de las Georgias, los Estados Unidos tenían en órbita dos satélites Kennen/Crystal, el KH-11-

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3 [COSPAR 1980-010A, SATCAT 11687] y el KH-11-4 [COSPAR 1981-085A, SATCAT 12799]. Ambos habían sido lanzados desde Vandenberg AFB por sendos cohetes portadores Titan IIID, el primero el 7 de febrero de 1980 y el segundo el 3 de septiembre de 1981. Demás está decir que estos satélites de inteligencia, carísimos, no habían sido puestos en órbita para espiar a la Argentina, sino a la Unión Soviética. El KH11-3 tenía una masa declarada de 13.300 kg, un apogeo inicial de 501 kilómetros, un perigeo de 309 kilómetros, un período de 92,70 minutos y una inclinación de 97,100 grados respecto del plano ecuatorial terrestre. El KH-11-4 pesaba lo mismo pero tenía una órbita ligeramente más elíptica (244 kilómetros de perigeo y 526 de apogeo), con un período orbital de 92,30 minutos y una inclinación de 96,900 grados respecto del plano ecuatorial. 23 24 Como eran verdaderas naves espaciales, los satélites KH-11 podían ser maniobrados libremente en el espacio, podían cambiar lateralmente de trayectoria, subir y bajar sus alturas orbitales. Eso, por supuesto, tenía un costo, pues suponía el consumo del combustible de sus motores hipergólicos, lo que impactaba en la vida útil del satélite. En virtud de los compromisos asumidos por el Acuerdo UKUSA, inmediatamente después de confirmar que la Argentina no acataba la Resolución N° 502/82 del Consejo de Seguridad de la ONU, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos modificó la trayectoria y altura orbital del KH-11-3 para hacerlo pasar diariamente sobre el territorio continental argentino, su mar adyacente y el archipiélago ocupado a los fines de monitorear el despliegue de aviones, barcos de guerra y hasta la disposición de las propias tropas en Malvinas. El reposicionamiento orbital implicó un mayor consumo de combustible, por lo que el KH11-3 perdió vida útil y se desintegró por fricción contra la

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atmósfera el 30 de octubre de 1982. Estuvo en el espacio 996 días, contra los 1177 que permaneció en órbita su gemelo, el KH-11-4. Para dar una idea de la pérdida que significó para los Estados Unidos disminuir la vida útil del satélite para atender las necesidades de información de Gran Bretaña, basta indicar que un KH11 tenía prácticamente el costo de un portaaviones nuclear de la clase Nimitz. 25 Las capacidades de teledetección del satélite KH-11-3 eran impresionantes, pero el arsenal espacial norteamericano todavía tenía una herramienta más en su menú de inteligencia, concretamente los satélites NOSS integrantes del Naval Ocean Surveillance System. Con ellos la Marina de los Estados Unidos monitoreaba desde principios de la década de 1970 los movimientos de superficie de barcos militares en todos los mares del mundo, especialmente los soviéticos, dado el contexto de Guerra Fría. Cada satélite NOSS era puesto en órbita baja de la Tierra y, una vez en el espacio, desprendía a otros dos subsatélites, por lo que el racimo volaba en constelación a distancias de 30 a 240 kilómetros uno del otro. Esto les permitía triangular la posición de un barco mediante la recepción en modo pasivo de sus señales de radio, radar o microondas. Los primeros satélites NOSS tenían una masa de 590 kilos, que fue creciendo hasta los 6.800 en función de la complejidad de sus equipos receptores y el mayor combustible que debían cargar para movimientos o reposicionamientos de altura orbital. Los satélites NOSS no sólo permitían detectar un navío, sino también identificarlo mediante el análisis de las frecuencias en que estaba operando o sus patrones de transmisión. El procesamiento en tierra de las señales interceptadas pasivamente en el espacio permitía obtener las coordenadas del objetivo, su dirección y velocidad, información que podía actualizarse con los datos recolectados por el conjunto

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satélite-subsatélites en cada uno de sus pasos orbitales sobre el objetivo. Los parámetros de órbita de los satélites de la serie NOSS permanecen todavía clasificados. No hay fotos públicas de ellos ni de los despegues de los misiles Atlas E/FMSD (Multiple Satellite Dispenser) que los pusieron en el espacio desde la plataforma 3W de la base aérea de Vandenberg. El archivo coordinado de datos de la NASA tiene registro de sus lanzamientos, pero no de sus órbitas, que son uno de los secretos mejor guardados de los Estados Unidos, dado que un barco enemigo que se sepa espiado puede “desaparecer” del ojo pasivo del satélite simplemente apagando todas sus emisiones de radio y radar. Como todos los satélites espía, y debido a su carácter ultra-secreto, los satélites NOSS han sido referidos con diversos nombres y apelativos, incluyendo Parcae y White Cloud, mientras que sub-satélites recibieron también nombres diversos, como Searching Satellite Unit (SSU), GB, JD, SS o EP, acrónimos de los que se desconoce el significado. Todo este misterio puede llevar a pensar que, en realidad, estos satélites no existen, pero son bien reales a punto que son “cazados” por observadores aficionados que los registran y clasifican. Los primeros dos satélites NOSS fueron fabricados por el Naval Research Laboratory (NRL), pero luego la producción en serie se transfirió a Martin-Marietta (el fabricante de los misiles Titan, que también eran utilizados para poner cargas orbitales) bajo la dirección de la Space & Missile Systems Organization de la USAF. 26 Al momento de iniciarse la crisis de las Georgias, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos tenía en órbita tres constelaciones de satélites Parcae. La Parcae 1, lanzada el 30 de abril de 1976, estaba formada por el Multi Satellite Dispenser [COSPAR 1976-038A] y tres subsatélites [COSPAR 1976-038C, 1976038D y 1976-038J).

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La Parcae 2, lanzada el 8 de diciembre de 1977, estaba formada por el dispenser [COSPAR 1977-112A] y tres subsatélites [COSPAR 1977-112D, 1977112E y 1977-112F]. La Parcae 3, lanzada el 3 de marzo de 1980 estaba formada por el MSD [COSPAR 1980019A) y otros tres subsatélites [COSPAR 1980019C, 1980019D y 1980-019 SATCAT 11745]. Parcae 1 tenía un perigeo de 1092 kilómetros, un apogeo de 1128 kilómetros y una inclinación de 63.5° respecto del plano ecuatorial. Parcae 2 tenía un perigeo de 1054 kilómetros, un apogeo de 1169 kilómetros y una inclinación de 63.4 grados. Parcae 3 tenía 1035 kilómetros de perigeo, 1150 kilómetros de apogeo y 63 grados de inclinación respecto del plano ecuatorial. Los datos son estimados a partir de las observaciones terrestres de aficionados, ya que no hay información oficial sobre las órbitas, masas o características técnicas de estos satélites. 27 El Departamento de Defensa de los Estados Unidos conocía perfectamente las características, frecuencias y potencias de emisión de las radios y radares de los principales barcos de guerra de la Armada Argentina pues la US Navy había tenido ocasión de monitorearlos durante los ejercicios conjuntos UNITAS que se venían desarrollando desde 1959 para apoyar la política exterior norteamericana en tiempos de Guerra Fría y expansión continental del comunismo. En fecha tan próxima a la guerra como junio de 1979, en el marco del operativo UNITAS XX, la Marina norteamericana pudo haber relevado perfectamente las frecuencias, potencias de emisión y demás características de las radios y radares del portaaviones ARA 25 de Mayo y del crucero ARA General Belgrano, para poder identificarlos fácilmente desde el espacio. El GCHQ británico, por su parte, conocía perfectamente las “firmas de emisión” de todos los sistemas electrónicos que

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equipaban los destructores ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad (especialmente sus poderosos radares Type 909), sencillamente porque se trataba de barcos de la Clase Sheffield construidos en astilleros ingleses y entregados a la Armada Argentina en 1976 y en 1980, respectivamente. Ambos destructores contaban, además, con radares de búsqueda aérea Marconi 965P, radares de búsqueda en superficie Marconi 992Q, radares de navegación y control de helicópteros Kelvin Hughes 1006 y radares de navegación DECCA 1229. 28 29 Debe señalarse que, en virtud del acuerdo de cooperación de inteligencia UKUSA, la recolección y análisis de información sensible a Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda se realizaba indistintamente por las agencias de estos países y se compartía sin más. La colaboración era la esencia del acuerdo y la confianza entre las partes era absoluta, más aún si se tiene en cuenta que se había forjado en millones de escuchas, intercepciones de comunicaciones y descifrados de tráfico proveniente de las radios, computadoras encriptadoras, pulsos de microondas y emisiones radar de todas las fuerzas armadas de la Unión Soviética y sus países de influencia. Los socios de Gran Bretaña en UKUSA no eran enemigos de la Argentina, pero no privarían en absoluto a GCHQ de toda la información que captaran o les fuera requerida, porque precisamente esa era la esencia del acuerdo secreto de colaboración de inteligencia. 30 En virtud del Acuerdo UKUSA, Estados Unidos colaboraba rutinariamente con el Reino Unido en general y con la Royal Navy en particular en las áreas de comunicaciones, inteligencia e información meteorológica. La colaboración era tan flexible que los términos del intercambio se iban ajustando regularmente mediante documentos (memorandos) suscriptos entre el Ministry of

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Defense británico y el Department of Defense de los Estados Unidos, o incluso directamente entre la US Navy y la Royal Navy. La cooperación se extendía a programas sensibles (ultrasecretos), incluido el uso en tiempo real de satélites SIGINT (inteligencia electrónica), COMINT (inteligencia de comunicaciones) y SOSUS (escucha pasiva de submarinos). 31 Por lo expuesto, la constelación de satélites Chalet, Gambit, Kennen y Parcae ya estaba barriendo las bases continentales argentinas y el espectro radioeléctrico en la tierra y el mar cuando, el 12 de abril de 1982, Gran Bretaña declaró una zona de exclusión marítima de 200 millas náuticas alrededor de las Malvinas para prevenir el envío de suministros y pertrechos a las tropas que continuaban llegando al territorio insular. La declaración vino a significar la primera exigencia operativa a todo el sistema satelital norteamericano, porque la única forma que tenía la inteligencia británica de saber qué barcos argentinos entraban o salían de la zona de exclusión era viéndolos o detectándolos desde el espacio. Al realizar esta tarea, los satélites de inteligencia electrónica del tipo Chalet/Vortex y Parcae inmediatamente detectaron (por lo menos) a los barcos más importantes de la flota argentina: los destructores ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad, el portaaviones ARA 25 de Mayo y el crucero ARA General Belgrano. Al ubicarlos, fue muy fácil seguirlos en movimiento, fuera por teledetección electro-óptica casi en tiempo real (Kennen), por teledetección térmica nocturna o bajo capa de nubes (Kennen), por intercepción de sus comunicaciones libres o cifradas (Chalet/Vortex) o por la proyección de su posición triangulada (Parcae). Debido a que no todos los satélites sobrevolaban el área Malvinas en el mismo momento ni tenían tampoco la misma frecuencia de aparición sobre el área objetivo,

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los analistas y encriptadores de la NRO (Fort Belvoir, Virginia), de la NSA (Fort Meade, Maryland) y del GCHQ (Cheltenham, Gloucestershire) debieron haber tenido un flujo de información prácticamente continuo del teatro de operaciones Malvinas, más aun teniendo en cuenta que cada uno de los satélites citados pasaba al unas quince veces por día sobre las islas o su mar adyacente. El dato es sumamente importante teniendo en cuenta que desde el 11 de abril de 1982 tres submarinos de propulsión nuclear ya se encontraban en inmersión en el área de Malvinas a la espera de instrucciones para perseguir y hundir objetivos argentinos. Ellos eran el HMS Spartan y el HMS Splendid (ambos Clase Swiftsure), y el HMS Conqueror (Clase Churchill). 32 33 Para el 1° de mayo de 1982, cuando Gran Bretaña lanzó los primeros ataques aéreos contra las fuerzas argentinas el Spartan ya tenía a la vista al portaaviones 25 de Mayo, cuyos aviones de exploración Grumman S2E Tracker ya habían detectado a su vez al núcleo de la flota británica (sin ningún tipo de ayuda satelital). Debido a la proximidad de la noche el portaaviones no lanzó el ataque a sus cazabombarderos Douglas A4Q Skyhawk, que ya estaban armados en cubierta, ya que estos no tenían capacidad de ataque y operación nocturna. El Spartan, a su vez, tampoco disparó sus torpedos dado que su blanco se encontraba unos 19 kilómetros fuera del límite de la zona de exclusión. El ataque argentino se hubiera visto frustrado incluso si la flota británica hubiera sido detectada más temprano pues uno de estos satélites norteamericanos, probablemente el Parcae, había detectado por la tarde una emisión radar proveniente de un destructor Tipo 42 argentino. Se trataba indudablemente del Hércules o el Santísima Trinidad, que navegaban escoltando al portaaviones 25 de Mayo. Esta información fue transmitida al portaaviones británico HMS

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Hermes y de inmediato el núcleo de la Task Force tomó distancia del grupo de barcos argentinos. En otras palabras, la precisa información satelital decidió la primera mano en la partida naval que se estaba jugando. 34 35 36 37

También decidió la segunda, porque mientras el HMS Spartan ubicaba al portaaviones argentino, el HMS Conqueror hacía lo propio con el crucero ARA General Belgrano (botado en 1938) y sus escoltas, los destructores ARA Piedrabuena (botado en 1943) y ARA Bouchard (botado en 1944). El grupo argentino parecía salido de una película de la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, sus oficiales de a bordo no sabían que habían caído en una red invisible de satélites y submarinos diseñados para ganar la Tercera. El Conqueror hizo contacto con el Belgrano y sus escoltas la noche del 30 de abril de 1982 a partir del mensaje COR 153 emitido desde el cuartel general de las fuerzas armadas británicas en Northwood, pero no los atacó porque estaban fuera de la Zona de Exclusión Total. El 1 de mayo de 1982 por la tarde el Comandancia de Operaciones Navales de la Armada Argentina, Vicealmirante Juan José Lombardo, ordenó a todas las unidades navales desplegadas que buscaran la Fuerza de Tareas británica alrededor de las Malvinas y lanzaran un "ataque masivo" al día siguiente. El Belgrano ingresó a la Zona de Exclusión Total como la pinza Sur de una maniobra de tenaza en cuyo extremo Norte estaba el grupo encabezado por el portaaviones ARA 25 de Mayo. Los destructores Bouchard y Piedrabuena debían disparar sus ocho misiles MM-38 Exocet contra los barcos enemigos, mientras que el Belgrano debía rematar a los buques impactados con sus poderosos cañones de largo alcance. El plan era perfecto y hubiera sido devastador teniendo en cuenta el ataque simultáneo de los Skyhawk del portaaviones

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25 de Mayo, pero el comando argentino no contaba con que las comunicaciones cifradas dirigidas a sus barcos habían sido interceptadas y decodificadas. Por lo menos desde el 26 de abril de 1982 el tráfico entre de comunicaciones entre el comando naval argentino y sus barcos desplegados venía siendo procesado a bordo de la central de inteligencia embarcada en buque de asalto HMS Intrepid, que por entonces navegaba a la altura de la Isla Ascensión. 38 39 Con la posición de las fuerzas argentinas perfectamente demarcada y sus comunicaciones secretas ya descifradas, el 2 de mayo de 1982 la Primera Ministro británica, Margaret Thatcher, celebró una reunión de urgencia con su gabinete de guerra. Para ese momento los tres barcos del grupo Belgrano se encontraban fuera de la Zona de Exclusión, pero se decidió que fueran atacados por considerarlos todavía una amenaza. El capitán del Conqueror, Christopher Wreford-Brown, recibió la orden y a las 15:57 horas disparó tres torpedos. Uno impactó en el ARA Bouchard, sin explotar. Los otros dos dieron de lleno al Belgrano, que se escoró y hundió a las 17:00 horas llevándose las vidas de 323 tripulantes, prácticamente la mitad de todas las bajas que la Argentina tendría en la guerra. Desde el punto de vista táctico, el ataque no solo hundió a un barco sino que eliminó del teatro de operaciones naval a toda la flota de superficie argentina, que a partir de ese momento recibió la orden de regresar a sus bases para no ser diezmada por los submarinos nucleares ingleses. 40 41 La orden de hundir al Belgrano le llegó al capitán del HMS Conqueror por mensaje cifrado cuando su nave se encontraba en inmersión. El dato no es menor pues pone en evidencia la capacidad y fiabilidad de las comunicaciones británicas y, además, que el enlace entre el submarino y su cuartel general de Northwood se estaba realizando vía

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satélite. Pero Gran Bretaña no tenía satélites de comunicaciones desplegados en posición geoestacionaria sobre el Atlántico Sur sencillamente porque ese nunca fue el escenario previsto para un choque frontal con las fuerzas de la Unión Soviética. Para ello se valió de la red de cinco satélites FLTSATCOM que la Marina de los Estados Unidos tenían en órbita sincrónica desde 1978. Estos satélites garantizaban comunicaciones de alta prioridad en UHF entre aviones navales, barcos, submarinos y estaciones terrestres. En fecha tan temprana como el 1° de enero de 1978 el gobierno británico había suscripto con su par norteamericano un memorando para el uso pleno del Defense Satellite Communications System (DSCS) de los Estados Unidos. A partir del 8 de abril de 1982 (es decir, seis días después de la ocupación argentina de Malvinas) 21 canales se encontraban autorizados y operativos. Los canales incluían circuitos de transmisión a barcos, circuitos dedicados a comunicaciones barco-tierra y tierra-barco, y dos canales desde terminales móviles de tierra. Al inicio de la crisis de las Georgias el Reino Unido estaba utilizando aproximadamente el 11% de la potencia total del satélite de comunicaciones que cubría el Atlántico, pero a medida que escaló el conflicto con Argentina le fueron autorizados 27 canales adicionales e incluso el uso prioritario para conducir operaciones especiales. El 4 de abril de 1982, dos días después del desembarco argentino en Malvinas, los Estados Unidos aprobaron la instalación de una terminal satelital para la Royal Navy en la Isla Ascensión y luego dieron curso a una solicitud de la Royal Navy para utilizar en exclusiva equipos criptográficos por un período máximo de siete meses, que presumiblemente era el tiempo que pensaban les insumiría recuperar las Malvinas. Un memorando de entendimiento suscripto el 18 de octubre de 1979 permitía a la marina

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británica el uso de circuitos encriptados para intercambio de información segura, vía satélite, con su flota de submarinos. 42 43 44 45 46

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Los satélites de la flota norteamericana habían sido manufacturados por TRW como unidades activas capaces de recibir, procesar y enviar con mayor potencia las

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comunicaciones, con alcance global. Estaban compuestos por tres módulos hexagonales en tándem y dos paneles solares de 13,3 metros de envergadura que proveían energía a todos sus equipos, incluyendo doce transponders que trabajaban en ultra-alta frecuencia (UHF) con un rango de potencia de 240 a 400 MegaHertz. Cada satélite contaba con un plato reflector de 4,9 metros de diámetro y un motor a base de hidrazina con 120 kg de combustible para orientación y posicionamiento en órbita geoestacionaria. La constelación había sido puesta en el espacio por cohetes portadores AtlasCentaur, siempre desde el Eastern Space & Missile Center, la estación de la USAF en Cape Canaveral. Cada satélite pesaba más de 1800 kg tenía una vida estimada de siete años, por lo que todos estaban en servicio al iniciarse la crisis de las Georgias y, luego, la guerra de las Malvinas. Ellos eran el FLTSATCOM-1 [COSPAR 1978-016] lanzado el 9 de febrero de 1978, el FLTSATCOM-2 [COSPAR 1979038A] lanzado el 4 de mayo de 1979, el FLTSATCOM-3 [COSPAR 1980-004A] lanzado el 18 de enero de 1980, el FLTSATCOM-4 [COSPAR 1980-087A] lanzado el 31 de octubre de 1980 y el FLTSATCOM-5 [COSPAR 1981-073A] lanzado el 6 de agosto de 1981. Este último era más avanzado que los anteriores y pesaba 84 kilogramos menos, pero tuvo problemas en desplegar uno de sus paneles solares y ello redujo su vida útil. De todas formas, la constelación se encontraba plenamente operativa, con alcance global, para enero de 1981. 47 La respuesta argentina al hundimiento del ARA General Belgrano fue el hundimiento del destructor británico HMS Sheffield, el 4 de mayo de 1982, a manos de dos aviones AMDBA Super Etendard de la Aviación Naval Argentina que lo atacaron con sendos misiles -39 Exocet. A partir de ese momento ya no hubo duda alguna de la magnitud del conflicto, más todavía teniendo en cuenta

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que sólo la Fuerza Aérea Argentina había lanzado 58 misiones de combate el 1° de mayo de 1982 contra las fuerzas británicas, que habían sido repelidas en su intento de acercarse y tomar posiciones cerca de Port Stanley (rebautizado Puerto Argentino). 48 Para monitorear el movimiento de las fuerzas argentinas en lo que se había convertido en el primer conflicto aeronaval y anfibio desde la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos decidieron poner en órbita un nuevo satélite espía fotográfico, el KH-9-17 Block III [COSPAR 1982-041, SATCAT 13170], también conocido como Byeman, Talent, Hexagon, Key-Hole 9 o Big Bird. La nave fue puesta en el espacio el 11 de mayo de 1982 por un cohete portador Titan IIID lanzado desde Vandenberg AFB que lo puso en una órbita elíptica muy baja, de 177 kilómetros de perigeo por 262 kilómetros de apogeo, con una inclinación de 96.4° respecto del plano orbital. Esta órbita era tan baja que atentaba contra la vida útil de la nave, que terminó cayendo a la Tierra el 5 de diciembre de 1982, pero hasta entonces proveyó valiosa información del teatro de operaciones dado su sofisticado equipamiento de espionaje. 49 50 Los satélites KH-9, construidos por Lockheed, eran plataformas de espionaje óptico que, al igual que sus predecesores KH-8, debían eyectar las cápsulas con las imágenes tomadas para que luego pudieran ser procesadas en laboratorio por los analistas. Pero el KH-9-17 en particular no llevaba sólo estas cámaras, sino también un paquete de experimentos científicos y, además, el subsatélite de inteligencia electrónica Farrah 1, diseñado inicialmente para precisar las características de diferentes emisiones radar de la Unión Soviética y demás países del Pacto de Varsovia. Los satélites Farrah (también conocidos como Subsatélites Ferret) contaban con dos motores de combustible sólido que les permitían elevarse y circularizar

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su órbita después de separarse de su satélite anfitrión KH-9. 51 52 53 Para dar una idea de las capacidades de teledetección óptica de los satélites norteamericanos, basta analizar la información desclasificada por el NRO relativa a algunas pasadas sobre las bases continentales argentinas y Malvinas durante abril y mayo de 1982. Allí puede verse la precisión de los detalles imprimados en las películas de los satélites KH-8 y KH-9, muy inferiores a las imágenes digitales de los KH11, que todavía permanecen clasificadas. 54 En contraste con todas estas capacidades, la Argentina no tenía en el espacio nada que pudiera fotografiar o detectar a las fuerzas británicas. Tenía, sí, la certeza de que sus propios barcos, bases y posiciones estaban siendo observadas por los ingleses. El cable informativo 2172 del 3 de mayo de 1982 y el Mensaje Militar Conjunto N° 39 sostenían que “el enemigo recibe información satélite sobre posición diurna y nocturna todas unidades superficie propias”. El General de División José Antonio Vaquero, Jefe del Estado Mayor General del Ejército Argentino, no tuvo mejor idea que increpar al Embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, Harry Schlaudeman, expresándole que tenía “pruebas concretas” de que Estados Unidos había proporcionado a Gran Bretaña la inteligencia satelital que había permitido localizar y hundir al crucero Belgrano. Las “pruebas concretas” probablemente hayan sido las publicaciones de la prensa norteamericana, concretamente la edición del 13 de abril de 1982 del programa televisivo World News Tonight de la cadena ABC (que a las 7:00 p.m. reportó que Estados Unidos estaba proveyendo al Reino Unido con “enlaces de comunicación a sus submarinos, inteligencia sobre la actividad militar argentina, pronóstico meteorológico y suministros a la Isla Ascensión”) y la edición del 15 de abril de 1982 de The New York

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Times (según la cual los Estados Unidos estaban proporcionando rutinariamente a los británicos una “amplia gama de inteligencia, incluyendo vigilancia aérea e intercepciones electrónicas”). 55 56 57 58 El gobierno de Washington negó expresamente haber brindado auxilio a la Royal Navy, expresando incluso que Estados Unidos no había sido consultado por el gobierno británico respecto del ataque. Lo segundo era cierto (la decisión de hundir al Belgrano había sido tomada in extremis por Margaret Thatcher el 2 de mayo de 1982 en la intimidad de su Gabinete de Guerra), pero lo primero era absolutamente falso, pues los Estados Unidos estaban atendiendo los suministros de todo tipo provenientes de la Royal Navy con un retraso no mayor de 36 horas respecto de todo requerimiento británico. Esto incluía información de inteligencia en tiempo real, pero también enlace directo para recibir información satelital meteorológica desde la estación de la USAF en Sunnyvale (California), la provisión de tres codificadores de voz para comunicaciones satelitales seguras CV 3333 UHF y la provisión de dos antenas VOE-82C para terminales AN/WSC-1 (SATCOM). 59 60 61 La negación relativa al hundimiento del Belgrano fue la segunda que el Gobierno de Washington produjo oficialmente respecto a que estuviera brindando a los británicos información satelital. La primera se había producido el 10 de abril de 1982 en Buenos Aires, cuando el Secretario de Estado norteamericano, General Alexander Haig, le expresó al Presidente de facto argentino, Leopoldo Fortunato Galtieri, que eran falsos los informes de que Estados Unidos estaba proporcionando información de inteligencia y satélite al Reino Unido son falsos. Haig negó incluso la solicitud británica (lo que era un acto de cinismo, pues en virtud del Acuerdo UKUSA Gran Bretaña no debía solicitar información, simplemente la recibía).

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Haig, un mentiroso profesional, expresó a Galtieri que Argentina no estaba siendo espiada pues “como cuestión de principio, creemos que los aliados no deberían espiar el uno al otro”. Yendo todavía más lejos, Haig le dio a Galtieri su garantía personal de que “nuestro satélite, además, no estaba en condiciones de recopilar datos de esta área” y que, “de haber sido así, no los habrían proporcionado a los británicos”. Para despejar toda sospecha del gobierno argentino, el Secretario de Estado expresó que toda la historia de los satélites espía había sido plantada por los izquierdistas en Inglaterra para usarla contra Margaret Thatcher. El presidente Galtieri le agradeció a Haig sus garantías. Fueron testigos de la conversación el Asistente del Secretario de Estado (Thomas Enders), el Ministro de Relaciones Exteriores argentino (Nicanor Costa Méndez), el Subsecretario de Relaciones Exteriores (Enrique Ros), el Secretario General de la Presidencia (General Héctor Eduardo Iglesias), el Jefe de Planificación argentino (Mayor General Mertil) y el Embajador norteamericano en Buenos Aires (Vernon A. Walters). 62 No todos los argentinos creyeron en la palabra de Haig. Al menos no lo hizo el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Argentina, Brigadier General Basilio Lami Dozo, para quien resultaba clarísimo que el retiro de nuestra flota de mar del Atlántico Sur como consecuencia del hundimiento del crucero Belgrano haría recaer sobre las unidades aéreas bajo su dependencia la mayor parte del esfuerzo ofensivo en la guerra que se estaba desarrollando. Lami Dozo sabía que los Estados Unidos tenían sobrados motivos históricos, geopolíticos y militares para respaldar a Gran Bretaña en un conflicto bélico y que la provisión de inteligencia e información satelital era una forma silente y efectiva de hacerlo, en buena medida porque no dejaba registro alguno, se

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mantenía continuamente secreta, no era interceptable por los sistemas de comunicación argentinos y siempre podía ser negada por los canales diplomáticos, como habían hecho sucesivamente el Secretario de Estado norteamericano, General Alexander Haig, y el Embajador norteamericano en Buenos Aires, Harry Schlaudeman. Lami Dozo sabía que la única manera de equilibrar la cancha en Malvinas era contando con información satelital tan precisa como aquella con la que estaban contando los ingleses, lo que colocaba como único proveedor a la Unión Soviética, el archirrival de los Estados Unidos en la Guerra Fría que en ese preciso momento se estaba desarrollando a escala global. Acercarse abiertamente al gobierno de Moscú podría ser peligrosísimo, no sólo porque podría desencadenar consecuencias inimaginables frente a los norteamericanos, sino porque era políticamente incorrecto dado que la Fuerza Aérea integraba una Junta Militar que, desde 1976, se había esmerado en combatir abiertamente al comunismo no sólo en territorio argentino, sino también varios países de América Central. Para fortuna de Lami Dozo, fueron los propios soviéticos quienes se acercaron a la Argentina para ofrecerle ayuda militar. El primer contacto con diplomáticos de la Unión Soviética se produjo el propio 2 de abril de abril de 1982, cuando las fuerzas argentinas ocuparon las Malvinas. Ese día el Embajador soviético en Buenos Aires, Sergei Striganov, fue citado al Palacio San Martín por el Canciller argentino Nicanor Costa Méndez, quien le pidió el apoyo diplomático de su país y el ejercicio del derecho de veto de la URSS en el Consejo de Seguridad para bloquear toda acción negativa del Reino Unido. Lo mismo había solicitado en Moscú horas antes el embajador argentino Ernesto de la Guardia ante el Viceministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética.

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Las gestiones diplomáticas argentinas fueron un rotundo fracaso pues, como hemos visto, la Unión Soviética no sólo se abstuvo de vetar la Resolución 502/82 del Consejo de Seguridad de la ONU que ordenó el retiro inmediato de todas sus fuerzas militares de las Islas Malvinas, sino que directamente se abstuvo de pronunciarse al respecto. 63 Sin embargo, los rusos eran grandes jugadores de ajedrez y no dejarían de tomar ventaja en la crisis que se estaba produciendo entre un país marcadamente anticomunista que estaba llevando adelante una guerra secreta contra la insurgencia de izquierda en América Central (Argentina) y el principal aliado histórico de los Estados Unidos (Gran Bretaña). Uno y otro tenían fuertes vínculos con los Estados Unidos, bajo cuya esfera de influencia política actuaban, por lo que cualquier grieta que pudiera abrirse por el lado argentino terminaría comprometiendo de una u otra forma a los norteamericanos, que en definitiva eran los principales enemigos en la Guerra Fría. Siendo así, la primera oferta de colaboración militar soviética llegó a Buenos Aires a los pocos días del desembarco, cuando el embajador Striganov visitó al Subsecretario de Relaciones Exteriores, Enrique Ros. Según Nikolai Leonov, que era al momento del conflicto Director del Departamento Analítico Informativo de la KGB, para ese momento los soviéticos querían “entregar armamentos directamente, pero los argentinos rechazaban que hubiera algo directamente entre gobiernos. Querían algo a nivel de empresas”, lo cual llevó a un estancamiento de las negociaciones, máxime en un momento donde la guerra parecía evitable. 64 65 Poco después del hundimiento del Belgrano, la diplomacia soviética se contactó con su par argentina para ofrecer ayuda militar a cambio de cuatro concesiones: la inmediata retirada de los asesores argentinos de América Central, la abstención de votar contra la

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Unión Soviética en Naciones Unidas cuando se trataran temas como la ocupación de Afganistán, la autorización para construir pesquerías soviéticas en Ushuaia y el cese del apoyo al Presidente de facto de Bolivia, General Celio Torrelio Villa. La Junta Militar argentina expresó la imposibilidad política de aceptar la asistencia soviética, agregando la percepción de que si la URSS terminaba interviniendo directamente en Malvinas, también lo harían los Estados Unidos a favor de Gran Bretaña, lo que posiblemente escalaría hasta la Tercera Guerra Mundial. No obstante ello, sí aceptó la provisión de información de inteligencia, dado que su recepción podía ser muy fácil de negar. 66 La información comenzó a fluir. El Agregado Militar en la Embajada soviética en Buenos Aires, Coronel de Tanques Valentín Livtonchicov, se aseguró de que el Embajador Striganov le diera para su uso exclusivo una de las escasas líneas telefónicas de la representación (sita en Rodríguez Peña 1741 de la Capital Federal). La información satelital llegaba codificada al télex de la Embajada y luego Livtonchicov se la entregaba a su enlace de la Fuerza Aérea Argentina. A fines de mayo, inesperadamente, el flujo de información se detuvo. Entonces, el Secretario General de la Fuerza Aérea Argentina, Brigadier Mayor Rodolfo Aquilino Guerra, se puso en contacto con el jefe de la Agencia de noticias TASS en Buenos Aires, Isidoro Gilbert, que era abiertamente comunista y a quien conocía desde hacía varios. Según recordaría en 2007 el periodista: “Me citó a su despacho del Edificio Cóndor. Me esperaba un suboficial. Pasamos sin dejar señas en la guardia. ´Necesito de vos un esfuerzo patriótico´, me espetó Guerra con una solemnidad jamás utilizada en nuestros encuentros. Me contó que el contacto con los soviéticos con la información satelital se había roto y que se necesitaba restablecerlo

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con prontitud. Creí, francamente, que era una provocación. De todos modos, me las ingenié para encontrarme con un soviético amigo mío, Vladimir Denisiuk, a quien le transmití la petición. Denisiuk empalideció y casi se descompuso. Analizamos los pros y los contra de la situación, si era ´una cama o no´ y, al fin, él decidió que se encontraría con Guerra bajo severas condiciones en un restaurante que funcionaba entonces en Arenales y Coronel Díaz. ´Decile a tu amigo que debe llegar con un diario bajo el brazo y que a mis preguntas deberá tener las respuestas acordadas´, dijo. Con este consejo expreso, retorné al Comando en Jefe de la Fuerza Aérea y le transmití a Guerra los paseos a seguir para el día siguiente. El brigadier lo aprobó y yo transmití a Denisiuk en una cita acordada previamente que las condiciones habían sido aceptadas. Sin embargo, al otro día recibí en la corresponsalía de TASS un comunicado para que me comunicara urgente con Guerra. ´Está todo arreglado: el Jefe (Lami Dozo) se vió con el otro Jefe (Striganov)´. Debía avisar a Denisiuk para que no fuera a la cita. Pero yo n podía ir a la embajada y dejar las huellas. Tuve fortuna: el periodista Carlos Agosti, que era corresponsal de la agencia informativa checoslovaca, CTK, pasó al rato por mi oficina. Le encargué que fuera a la embajada soviética y que le dijera a Denisiuk simplemente: ´No vayas, está solucionado´”. 67 El testimonio de Isidoro Gilbert, involucrando directamente al Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Argentina en el intercambio de información satelital con los soviéticos, debe ser muy tenido en cuenta no sólo por su posición de Jefe de la agencia TASS en Buenos Aires (que era considerado un canal alternativo al vínculo diplomático oficial entre Buenos Aires y Moscú) sino porque habría llegado a tener el rango de Coronel en la KGB, el servicio secreto soviético. Quizá por eso la Armada Argentina llegó a pensar

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incluso que la información satelital llegaba directamente al télex de la agencia noticiosa. Pero no era así. Desde un Centro de Control en Moscú la información llegaba al télex de la Embajada soviética en Buenos Aires y, en sobres cerrados y previas coordinaciones dignas de películas de espías, disimuladamente se entregaba a oficiales de la Fuerza Aérea. No se entregaban imágenes “por razones técnicas” (según los soviéticos), sino datos de objetivos militar en cifras que denotaban sus coordenadas geográficas. Para la Fuerza Aérea, la información la daba el Amigo Invisible, mientras que en ciertos documentos navales se citaba al satélite soviético como el Ojo Mágico. Sólo un círculo muy pequeño conocía esa colaboración y jamás se dejaba constancia sobre su origen. Como expresó el Jefe del Centro de Información y Control (CIC) Malvinas a este autor, “el Amigo Invisible existió y por ese motivo en dos o tres ocasiones nos hicieron cortar las transmisiones de los radares en Malvinas. Siempre pensé que era justo a la hora que un satélite podía captar solo emisiones inglesas”. 68 69

Esta referencia indica que el satélite soviético comprometido en el rastreo de la flota británica no era fotográfico, sino de relevamiento electrónico, y que disponía de una tecnología equivalente a la que estaban utilizando los satélites norteamericanos Chalet/Vortex y Parcae. Y resulta que la Unión Soviética tenía tres satélites con esas capacidades en órbita sobre el Atlántico Sur o fácilmente desplegables para que alcanzaran su posición sobre el objetivo requerido dado que eran verdaderas naves espaciales. Se trataba de los satélites Kosmos-1355, Kosmos-1365 y Kosmos-1372, todos ultrasecretos. El primero pertenecía a la categoría USP (Upravlenniye Sputnik Passivny, satélite controlado pasivo) y los dos últimos al tipo

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US-A (Upravlyaemy Sputnik Aktivnyy, satélite controlado activo). La inteligencia occidental los conocía respectivamente por EORSAT (Electronic Ocean Reconnaissance SATellite) y RORSAT (Radar Ocean Reconnaissance SATellite). La diferencia principal entre ambos modelos estaba dada en la fuente de energía, pues mientras los sistemas pasivos del EORSAT eran alimentados por paneles solares, los radares de alta potencia de los RORSAT se alimentaban de la energía generada por reactores nucleares BES-5 a base de Uranio-235. 70 Los satélites EARSAT/RORSAT funcionaba en órbitas bajas de 255 a 420 km de altitud con una vida media de dos hasta tres meses y se lanzaban para que coincidieran con las principales maniobras navales de la OTAN y de la US Navy. Los objetos ideales a detectar por sus grandes antenas de radar eran los portaaviones debido a las superficies grandes y planas de sus cubiertas, que además eran metálicas, por lo que constituían reflectores particularmente buenos. Los RORSAT en particular constaban de tres componentes principales: la carga útil y la sección de propulsión, el reactor nuclear y la etapa de eliminación, que se utiliza para maniobrar el reactor a una órbita de cementerio 900 a 1000 km de altitud al final de la misión para que el Uranio-235 no contaminara la atmósfera terrestre al momento de la desintegración del satélite. Cada USA/RORSAT tenía 1,30 metros de diámetro por 10 metros de longitud y pesaba 3.800 kilogramos, de los cuales 1.250 correspondían al reactor nuclear y a la etapa de eliminación. El satélite era una auténtica nave espacial y estaba equipada con dos antenas radar laterales capaces de localizar objetivos navales en cualquier clima, de día o de noche, incluidos aquellos que mantenían silencio de radio. 71 72 Durante la Guerra de las Malvinas la Unión Soviética lanzó al espacio un satélite de

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rastreo pasivo US-P/EORSAT y dos satélites de rastreo activo USA/RORSAT con el objeto de monitorear los movimientos de las fuerzas británicas. El pasivo fue Kosmos-1355 [COSPAR 1982-038N, SATCAT 14275], que fue colocado en órbita desde el complejo espacial de Tyuratam, Kazajastán, el 29 de abril de 1982 por un cohete Tsyklon-2. Le siguieron el Kosmos-1365 [COSPAR 1982043A, SATCAT 13175], también lanzado desde Tyuratam el 14 de mayo de 1982 con un cohete portador Tsyklon 2, y el Kosmos-1372 [COSPAR 1982-052A, SATCAT 13243], lanzado desde Tyuratam el 1° de junio de 1982 por otro cohete Tsyklon 2. El primer USA/RORSAT comenzó a orbitar con un apogeo de 967 kilómetros, un perigeo de 907,2 kilómetros, una inclinación de 65.1° respecto del plano del ecuador terrestre y un período orbital de 103.6 minutos. El segundo US-A/RORSAT entró en órbita con un perigeo de 912,5 kilómetros, un apogeo de 987,3 kilómetros, una inclinación de 64.9 grados y un período orbital de 103,9 minutos. En ambos casos, los datos corresponden a sus primeras trayectorias, pues eran naves que podían cambiar sus alturas de vuelo y posiciones laterales en el espacio. 73 74 75 En sus pasadas sucesivas sobre el área de Malvinas al menos el Kosmos-1365 logró detectar a los principales barcos de la Task Force 317, incluyendo los dos portaaviones, y precisar exactamente la fecha en que se produjo el primer desembarco británico en las islas. 76 Según el periodista Sergei Brilev, subdirector de Rossiya Television, RTR, este satélite proveyó las coordenadas precisas para que la Aviación Naval argentina hundiera al portacontenedores Atlantic Conveyor el 25 de Mayo de 1982 y para que la Fuerza Aérea Argentina hiciera lo propio, ese mismo día, con el destructor HMS Conventry, gemelo del ya hundido HMS Sheffield. La provisión de información regular de inteligencia a la

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Argentina le fue confirmada en 2008 por el General Nikolai Leonov (quien era en 1982 el jefe de los servicios analíticos de la KGB) y por el general Valentin Varennikov, primer subjefe de las fuerzas soviéticas en Moscú. 77 78 79 A partir de la información satelital soviética, a fines de mayo de 1982 la Fuerza Aérea Argentina y la Aviación Naval planificaron una operación conjunta contra el centro de la flota británica, con el propósito de destruir al menos uno de sus portaaviones. La aspiración venía de larga data. El 7 de abril de 1982, siendo claro que los británicos enviarían una fuerza militar para re-invadir Malvinas, se gestó, en el seno del Comando Aéreo Estratégico de la Fuerza Aérea el Plan de Operaciones 2/82, denominado Mantenimiento de la Soberanía. Dentro de las previsiones del plan, se daban las prioridades “para el uso de los aviones de combate”. La máxima prioridad era el “ataque a las lanchas de desembarco y a las tropas de desembarco”, pero se anotó de puño y letra, arriba del primer punto, la palabra “portaviones”, por ser la prioridad absoluta en el combate aeronaval. Ahora bien, el problema con los portaaviones era que no se conocía su ubicación precisa, meramente el área aproximada en la cual operaban. 80 El 22 de mayo de 1982 se dictó la Directiva N° 1, complementaria del plan citado, dejándose en claro allí que “El Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Argentina ha ordenado el planeamiento de una operación aérea para destruir el o los portaaviones británicos, utilizando los medios propios de la Fuerza Aérea y los aviones Super Etendard de la Armada”. Sin embargo, también allí se dejaba claro que “no se conoce con precisión cuál es la posición del o los portaaviones”. Entonces, para precisar dicha ubicación, la misma directiva requería contar con información proveniente del radar Malvinas, que detectara a los buques (si se acercaban lo suficiente) o procesara la información de movimiento de

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aeronaves, que fuera detectado por aviones de la Fuerza Aérea (Canberra o Boeing 707) o de la Armada (Tracker, Bandeirante o Neptune) volando a gran altitud o finalmente, que se lo localizara “mediante información provista de fuentes externas”. 81 Durante los días siguientes, se fue tratando de precisar la posición de los portaaviones enemigos, utilizando principalmente la información del radar Malvinas, un AN/TPS43 de la Fuerza Aérea Argentina ubicado en las cercanías de Puerto Argentino. El 29 de mayo, con datos más o menos definidos, se había planeado ejecutar la operación contra los portaaviones, recibiendo a las 07:30 horas el Brigadier Horacio Crespo (Comandante de la Fuerza Aérea Sur de la Fuerza Aérea Argentina) un informe complementario con la posición de los portaaviones británicos, y también del buque requisado Queen Elizabeth II. La operación se pospuso para el día siguiente y, nuevamente, el 30 de mayo 1982, en horas de la mañana la Fuerza Aérea Sur ya tenía información del Ojo Mágico, según la cual el portaaviones HMS Invincible se encontraba a 51° 38´S y 53° 03´O. Al HMS Hermes se lo ubicaba en 51° 34´S y 54° 30´O. El informe señalaba que en la zona había vientos del sudoeste, 5/8 de nubes, temperatura de 8 a 10°, temperatura del agua de 3 a 5 ° y que el estado del mar era 3 o 4. 82 Con esta información fue lanzada una de las más atrevidas misiones de la historia de la Aviación Militar, ya no sólo de la Guerra de Malvinas. Desde los ataques japoneses en la Segunda Guerra Mundial ninguna fuerza aérea había intentado jamás atacar a un portaaviones, menos aún en tiempos de guerra electrónica, con defensa antiaérea misilística y contra la flota de un país aliado en la OTAN. Participaron del ataque seis aviones, dos AMD-BA Super Etendard de la Tercera Escuadrilla de Caza y Ataque del Comando de Aviación Naval (uno de ellos armado con el último misil AM-39 Exocet con

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el que contaba el país) y cuatro Douglas A-4C Skyhawk de la IV Brigada Aérea de la Fuerza Aérea Argentina (cada uno armado con tres bombas de 227 kg de caída retardada por paracaídas). Las formaciones recibieron dos reabastecimientos de combustible en vuelo por parte de sendos aviones cisterna Lockheed KC-130 Hercules de la I Brigada Aérea y atacaron al núcleo de la flota británica prácticamente desde el Sur, por lo que el efecto sorpresa fue total. Tan pronto los aviones navales dispararon el misil antibuque, regresaron a su base. Los demás cazabombarderos siguieron adelante siguiendo la estela del misil. En la corrida final al objetivo, fueron derribados los A-4C de los Primeros Tenientes José Vázquez y Omar Castillo. Los otros dos aviones alcanzaron el blanco, al que identificaron como el portaaviones HMS Invincible. Argentina reclamó haber dejado fuera de servicio a la nave. Gran Bretaña admitió que se había producido un ataque por sorpresa al núcleo de su flota, pero nunca reconoció daños ese día ni en el portaaviones ni en ninguna otra unidad de superficie. Los norteamericanos, en cambio, abrigaron sus sospechas. En un Memorandum del 12 de junio de 1982 dirigido al General Alexander Haig por el Vicealmirante Jonathan Howe, Director del Buró de Asuntos PolíticoMilitares del Departamento de Estado, se expresaba que “los niveles bajos recientes de salidas de Harrier también pueden indicar daños al Invincible, que, en cualquier caso, ahora se encuentra alejado de las Malvinas unas 5075 millas adicionales”. 83 84 Dañado o no, pronto quedó claro que el portaaviones no había sido hundido y para los satélites soviéticos debió haber sido bastante fácil determinarlo. Siendo así, el Ojo Mágico del Amigo Invisible proveyó nuevas coordenadas tan pronto pudo. No se sabe con exactitud cuántos reportes hubo, pero en la Dirección de Estudios Históricos de la

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Fuerza Aérea Argentina se conserva el mensaje N° 582 enviado por el Comando Aéreo Estratégico al Comando de la Fuerza Aérea Sur a las 13:40 horas del 9 de junio de 1982, en el cual se precisaba la posición de los dos portaaviones británicos registrada a las 23:00 horas del día anterior, lo que denota que el satélite buscador era un US-A o un Tselina, pues de lo contrario no habría podido detectar a los buques en plena noche. Los portaaviones HMS Hermes y HMS Invincible fueron ubicados en latitud y longitud con precisión de grados y minutos, rumbo (hacia el NE) y velocidad (7 nudos), velocidad del viento, cantidad y altura de nubes, temperatura del agua y temperatura del aire en la zona objetivo. 85 Sin embargo la Fuerza Aérea ya no intentó ningún otro ataque en profundidad, probablemente porque ya no quedaban más misiles aire-mar AM-39 Exocet con los que repetir la hazaña, pues las misiones de combate se sucedieron prácticamente hasta el último día de las hostilidades. Para entonces, los norteamericanos tenían absolutamente claro que la Unión Soviética había estado espiando los movimientos de la Task Force 317 pues lo filtraron a la prensa especializada e incluso a la prensa general. Pero este tipo de prácticas era común y aceptada entre las superpotencias, por lo que en sí misma no representaba ninguna amenaza. Hasta donde se sabe, ni Gran Bretaña ni los Estados Unidos conocieron nunca la ayuda suministrada por la Unión Soviética a la Argentina bajo la forma de información de inteligencia. 86 87 Es importante destacar que durante el conflicto del Atlántico Sur ambos bandos accedieron a los servicios de otros satélites que, como eran civiles, se encontraban abiertos al uso público. Del lado norteamericano estaban los TRANSIT de navegación, los GOES y NOAA para pronósticos meteorológicos y los LANDSAT de relevamiento geográfico. Del lado

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soviético estaban los satélites meteorológicos METEOR, a los que la Fuerza Aérea Argentina tuvo acceso gracias al enlace establecido con su Amigo Invisible. 88 El 14 de junio de 1982 por la tarde el comandante de todas las fuerzas argentinas en Malvinas, General de Brigada Mario Benjamín Menéndez, acordó la rendición con el comandante de las fuerzas terrestres británicas, Mayor General Jeremy Moore. Terminó así una guerra de 74 días que la Argentina nunca debió haber iniciado pero que bien pudo haber ganado de no

mediar la fenomenal asistencia que los Estados Unidos brindaron durante todo el conflicto a Gran Bretaña, no sólo en términos de provisión de armamentos y equipos, sino especialmente de inteligencia satelital. Nuestro país, que durante décadas había buscado contar con una presencia permanente en el espacio, padeció en carne propia las consecuencias de no tenerla justo cuando se estaba decidiendo por las armas la suerte de una causa nacional.

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Resumen El programa Apolo, que terminó con los primeros seres humanos en la Luna, fue hasta ahora la aventura de exploración espacial más osada y extraordinaria de la historia. Aunque es poco conocido, la Argentina fue partícipe de sus proyectos precedentes (Mercury y Gemini), al tiempo que varios argentinos trabajaron activamente para lograr la meta de alcanzar la superficie lunar con una misión tripulada.

El 5 de mayo de 1961, apenas 23 días después del primer vuelo orbital realizado el 12 de abril por el cosmonauta soviético Yuri Gagarin, la Administración Nacional del Aire y el Espacio de los Estados Unidos (NASA) lanzó al espacio al astronauta Alan Bartlett Shepard Jr. El despegue se produjo desde Cape Canaveral utilizando para ello un cohete Redstone de una sola etapa, en cuyo extremo fue colocada la minúscula cápsula Mercury, tres veces más pequeña y más liviana que la soviética Vostok. La cápsula, bautizada Freedom 7, alcanzó una altura de 187,4 kilómetros y se proyectó en un vuelo suborbital de apenas 15 minutos, tras lo cual descendió en paracaídas en el mar a 487,3 kilómetros de distancia del punto de lanzamiento. La nave de Shepard no entró propiamente en órbita de la Tierra ni batió tampoco la marca de tiempo o distancia alcanzada por la Vostok de Gagarin, pero su ingreso al espacio fue suficiente para mostrar al mundo que los Estados Unidos seguían en la carrera espacial y que estaban

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determinados a alcanzar y superar a los soviéticos cualquiera fuera la meta. 1 2 Definir esa meta fue, precisamente, uno de los logros políticos más grandes del presidente John Fitzgerald Kennedy. Asesorado por sus consejeros técnicos, pronto comprendió que los Estados Unidos no podrían aventajar realmente a la Unión Soviética en hitos inmediatos tales como llegar al espacio con tripulaciones múltiples, colocar en órbita satélites más pesados o incluso construir una estación espacial. Pero había un objetivo que por su complejidad estremecía incluso a los propios rusos, cual era alcanzar la Luna con una misión tripulada. En consecuencia, ese fue precisamente el ambicioso objetivo que fijó para el programa espacial norteamericano. El 25 de mayo de 1961, apenas veinte días después del vuelo suborbital de Shepard (y con una experiencia espacial de apenas 15 minutos) Kennedy se dirigió al Congreso de los Estados Unidos a fin de solicitar los fondos necesarios para que su país pudiera “comprometerse a lograr el

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objetivo, antes de que termine esta década, de aterrizar a un hombre en la luna y devolverlo a la tierra de manera segura”. 3 Nació así el Programa Apolo, la empresa espacial más osada y compleja encarada hasta el momento y, por lejos, la misión de exploración más riesgosa y atrevida que hubiera encarado hasta entonces la Humanidad. El desafío era monumental pues había que resolver en simultáneo una enorme cantidad de problemas técnicos sobre los que no se tenía ninguna experiencia ni conocimiento. Los principales eran llegar a la órbita terrestre con misiones tripuladas, ensayar la aproximación y acople de dos naves espaciales en órbita, confirmar la capacidad de supervivencia de los astronautas durante largos períodos de permanencia en el espacio, desarrollar un traje espacial autónomo que permitiera a los astronautas caminar sobre la superficie lunar (una mini nave espacial en sí misma), descubrir cómo navegar por el espacio de la Tierra a la Luna y construir el enorme cohete que pusiera en órbita terrestre la compleja nave espacial que habría de llevar a cabo la hazaña. Cada uno de estos problemas representaba todo un desafío en sí mismo, pero en conjunto constituían un obstáculo abrumador que resultaba preciso superar para cumplir la meta fijada por el presidente Kennedy y de esa forma salvar el orgullo nacional norteamericano. Como no había tiempo, los Estados Unidos decidieron avanzar en todos los frentes en paralelo, forzando la inteligencia, la ciencia y la tecnología de una forma nunca antes vista. Para alcanzar el objetivo de la puesta en órbita, entre 1961 y 1963 se completaron todos los lanzamientos de la serie Mercury. Al vuelo de Shepard le siguió el de Virgil Grissom en la cápsula Liberty Bell 7, que fue lanzada el 24 de julio de 1961 por un cohete Redstone, pero la escasa potencia sólo permitió desarrollar un vuelo suborbital.

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Recién cuando la NASA cambió el Redstone por el más poderoso Atlas se logró poner efectivamente en órbita al astronauta John Glenn, el 20 de febrero de 1962, en la cápsula Friendship 7. Le siguieron Scott Carpenter el 24 de mayo de 1962 (Aurora 7), Walter Schirra el 3 de octubre de 1962 (Sigma 7) y Gordon Cooper el 15 de mayo de 1963 (Faith 7). Los exitosos vuelos con humanos fueron precedidos por dos lanzamientos de homínidos, específicamente chimpancés de la especie Pan troglodytes, en el curso de los cuales se procuró comprobar su fisiología en condiciones de aceleración, microgravedad y desaceleración. Era una forma sensata de conocer estos parámetros en seres vivos antes de correr el riesgo de experimentar lo desconocido con un astronauta que bien podía morir en el intento. Es bien sabido que el primer lanzamiento de pruebas con un chimpancé retrasó el primer vuelo tripulado de Alan Shepard (lo que permitió que Yuri Gagarin le arrebatara la gloria de ser el primer humano en el espacio), pero es menos conocido que los primeros estudios y experimentos fisiológicos desarrollados en la materia habían sido iniciados varios años atrás en Buenos Aires por el médico austríaco Harald von Beckh, uno de los padres de la Medicina Aeroespacial argentina, que tras migrar a los Estados Unidos tuvo una activa participación en el Proyecto Gemini, incluyendo el lanzamiento suborbital del chimpancé Ham (31 de enero de 1961) y en el lanzamiento orbital del chimpancé Enos (el 29 de noviembre de 1961). Von Beckh había nacido en Viena el 17 de noviembre de 1917 en el seno de una familia de médicos, por lo que decidió seguir la carrera de sus padres y en 1935 ingresó a Facultad de Medicina de la Universidad de Viena. Se graduó en enero de 1940, medio año antes que el resto de la clase, a la edad de 22 años, convirtiéndose así en el médico más joven en haberse graduado jamás en cualquier universidad austriaca o

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alemana. Su ganado prestigio le permitió comenzar a trabajar en la Academia de Medicina de Aviación en Berlín, donde ayudó a desarrollar el concepto de Trayectoria Kepleriana para obtener períodos de microgravedad mientras colaboraba con el Dr. Heinz von Diringshofen, y en 1941 fue nombrado miembro de la facultad en la Academia de Medicina de la Luftwaffe. El 22 de junio de ese año la Alemania Nazi lanzó la ocupación militar de la Unión Soviética, y el joven Von Beck fue comisionado como cirujano del Escuadrón de Cazas (Jadsgeschwader) 51, que desplegó a Rusia, luego a Italia, Túnez y Yugoslavia, hasta terminar la guerra en mayo de 1945 en Prusia Oriental. 4 Para entonces Alemania estaba completamente destruida y para Von Beckh fue claro que no tendría ninguna posibilidad de continuar allí con sus investigaciones, por lo que se contactó con la Embajada de Argentina en Génova y así obtuvo visa y documentos para viajar a nuestro país. Ingresó a la Argentina en 1948 con un pasaporte emitido por la Dirección Nacional de Migraciones a nombre de Haraldo Juan Widmanstetter, lo que confirma que era Nazi, pues de otro modo no habría tenido ninguna necesidad de alterar su verdadera identidad para poder salir de Europa. Una vez en Buenos Aires se nacionalizó como Haraldo Von Beckh y con ese nombre castellanizado fue admitido como el miembro 141 de la Sociedad Argentina Interplanetaria (SAI), donde trabajó activamente para popularizar el nuevo campo de la Medicina Espacial. A tal fin escribió una serie de artículos en la Revista Nacional de Aeronáutica y dio varias conferencias sobre el tema, algunas en colaboración con el Dr. Heinz von Diringshofen, quien también había emigrado a la Argentina. 5 6 En 1950 el Dr. Von Beckh comenzó sus experimentos de ingravidez en Argentina, a

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cuyo fin realizó una serie de vuelos parabólicos en un aviones Focke-Wulf FW-44J Stieglitz (del Aero Club Argentino) y FIAT G55B Centauro (de la Fuerza Aérea Argentina), llevando en ellos recipientes con tortugas de agua a la especie Chelonias (Chrysemys ornata e Hydromedusatectifera), pues al moverse bajo el agua con una velocidad y habilidad extraordinarias en todas las direcciones en su búsqueda de alimento, eran los animales más adecuados para sus estudios de comportamiento de orientación y coordinación muscular. Dado que estas tortugas son extremadamente voraces y dado que para comer extienden sus cuellos con la precisión y la velocidad de una serpiente, Von Beckh las alimentó durante los vuelos parabólicos y así pudo estudiar su comportamiento durante los escasos segundos en que el avión quedaba suspendido en condiciones de ingravidez. 7 Los resultados mostraron que el deterioro de la coordinación neuromuscular observada al comienzo de la ingravidez era de corta duración porque el sentido de la visión compensaba fácilmente la falta de señales laberínticas. Von Beckh presentó sus conclusiones en el 4° Congreso Internacional de Astronáutica celebrado en Zúrich, Suiza, en Agosto de 1953, el primer antecedente a nivel mundial sobre los efectos de la ingravidez en animales y humanos. Un año más tarde publicó un trabajo ampliado en el Journal of Aviation Medicine de los Estados Unidos, lo que inmediatamente lo puso en contacto con sus colegas de los Centros de Investigación de Medicina Aeroespacial de Randolph (Texas) y Holloman (New Mexico). 8 9 Después de casi diez años viviendo en Argentina, en 1957 von Beckh aceptó una invitación para continuar con sus trabajos sobre gravedad cero en los Estados Unidos, primero en la fábrica de aviones Glenn Martin Aviation Company y unos meses más tarde en el USAF Aeromedical Field Laboratory de la

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Base Aérea de Holloman, luego bautizado USAF Aeromedical Research Laboratory. De esta forma, las investigaciones iniciadas sobre las pampas bonaerenses con aviones de pistón continuaron sobre el desierto norteamericano con modernos jets Lockheed T-33 Shooting Star, Lockheed F-94C Starfire, North American F-100 Super Sabre y Locheed F-104 Starfighter. En numerosas oportunidades Von Beckh fue su propio sujeto de prueba, a tal punto que realizó realizó 51 misiones en biplazas T-33, acumulando más de 200 trayectorias hiperbólicas. Su objetivo era replicar o emular lo que podía suceder en un vuelo espacial tripulado, es decir, cómo soportaría el cuerpo humano la carga G del ascenso del cohete y la inserción en órbita, la ulterior etapa de ingravidez y finalmente la carga G de reentrada a la atmósfera terrestre. 10 En febrero de 1959, cuando el acceso de humanos al espacio exterior no se había logrado todavía, von Beckh publicó en el Journal of Astronautics un nuevo artículo titulado Ingravidez y Vuelo Espacial. En uno de los últimos párrafos, declaró que "el corazón, utilizado durante la ingravidez para transportar la columna de sangre sin la fuerza de la gravedad, necesitaría un cierto tiempo para la adaptación después de volver a entrar en el campo de gravedad de la Tierra u otro planeta". (De esta forma pronosticó la hipertensión ortostática que experimentaría tres años más adelante el astronauta Walter Schirra en el curso de la misión Mercury que puso en órbita su cápsula, Sigma 7, el 3 de octubre de 1962). 11 El 31 de enero de 1961 el mono N° 65 fue dispuesto en la cápsula MR-2 y lanzado desde Cape Canaveral en un vuelo suborbital de casi 17 minutos durante el cual sus signos vitales y tareas programadas fueron monitoreados a través de sensores y computadoras. La velocidad de respuesta al estímulo de la palanca en el espacio fue solo

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una fracción de segundo más lenta que en la Tierra, lo que demostró que un humano podría realizar todo tipo de interacción con sus comandos sin ninguna dificultad. La cápsula sufrió una pérdida parcial de presión durante el vuelo, pero el chimpancé no sufrió ninguna consecuencia pues viajaba enfundado en un traje de prueba hecho con los mismos materiales térmicos y aislantes propios de un traje de astronauta. Tras su exitosa recuperación, el chimpancé 65 pasó a llamarse HAM (por Holloman Aero Med). El nombre le fue asignado después de comprobar su supervivencia, pues nadie en Holloman quería asociar el nombre de su base a un fracaso. 12 En retrospectiva, quizá el programa de pruebas con animales del Programa Mercury retrasara el acceso al espacio de Alan Shepard. Pero el conocimiento acumulado permitió que el paso fuera mucho más seguro, sobre todo teniendo en cuenta que el pequeño cohete suborbital Redstone no podía compararse con el mucho más potente R-7 con el que los soviéticos habían puesto en verdadera órbita a Yuri Gagarin. Tras la exitosa serie Mercury, entre 1964 y 1966 la NASA llevó adelante el Programa Gemini, que incluyó doce lanzamientos orbitales exitosos, todos ellos realizados con cohetes portadores Titan II modificados, diez de los cuales fueron tripulados por veinte astronautas en nuevas naves biplaza. Argentina participó activamente en el Programa Gemini pues, como parte de la cooperación internacional entre la CNIE y la NASA, el Smithsonian Institute de los Estados Unidos instaló en Villa Dolores, Provincia de Córdoba, una estación de rastreo y observación óptica para el seguimiento de las cápsulas Gemini 6 y Gemini 7. Este centro empleaba técnicos argentinos y norteamericanos. Con la cámara fotográfica de la estación se obtuvieron más de 27.500

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tomas del espacio, de los distintos satélites ya en órbita y las naves Gemini. 13 Para el llamado Satellite Tracking Program, el Smithsonian Astrophysical Observatory encargó a la empresa Boller & Chivens el diseño y la fabricación de doce cámaras fotográficas, con la subvención de la National Science Foundation. La óptica elegida fue un sistema Schmidt modificado, diseñado por James G. Baker, y montura ideada por Joseph Nunn, por lo que las cámaras se denominaron Baker-Nunn. La cámara contaba con un espejo esférico de 31 pulgadas (79 cm) de diámetro e igual distancia focal (f/1), y tres lentes correctoras de 20 pulgadas (51 cm) de abertura. Tenía aproximadamente 2,5 metros de altura, 3 metros de ancho y un peso de 9.000 kilogramos. La película se desplazaba con velocidad variable sobre un plano focal curvo. Tenía un campo de 5º x 30º y delante del negativo existía un obturador giratorio de dos hojas, por lo que el trazo de los satélites se imprimía interrumpido. Esta cámara era operada por un equipo mixto de técnicos argentinos y norteamericanos, entre ellos Edward A. Horine (jefe de la estación), Robert Bob Bennett (director de seguimiento de las misiones Gemini), Tadeo Musinsky y Donald Tingle (Smithsonian), Troncoso, Newman, Iglesias (Universidad de Córdoba), Van Ditmar, David McLeish (Observatorio Astronómico de Córdoba), Francotti, Antón y Alberto Caravaca. La misión Gemini 7 fue lanzada al espacio el 4 de diciembre de 1965 con un cohete Titan II, llevando en la cápsula homónima a los astronautas Frank Bormann y James A. Lovell. La misión Gemini 6A fue lanzada once días después, el 15 de diciembre de 1965, llevando a los astronautas Walter Schirra y Thomas Stafford. El objetivo de la misión combinada fue lograr el primer acercamiento espacial de dos naves tripuladas, para emular lo que luego sería el acercamiento y acople de los módulos de comando y alunizaje de las

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misiones Apolo. Además de esta experiencia, la nave Gemini 7 realizó el rastreo de misiles balísticos desde la órbita con instrumentos infrarrojos y batió el récord de permanencia de una tripulación en el espacio, con una marca de 13 días y 18 horas en órbita. La cápsula Gemini 6A, que debía interceptar a su gemela, permaneció en órbita un día y poco menos de dos horas. El 1° noviembre de 1966 el Smithsonian Institute instaló una segunda estación de rastreo a unos 12 km al suroeste de la ciudad de Comodoro Rivadavia, donde continuaron los trabajos de seguimiento óptico con la cámara BakerNunn a partir del 14 de ese mes. Con este y otro instrumental se siguió la órbita de la misión Gemini 12, lanzada el 11 de noviembre de 1966, que permaneció 3 días, 22 horas y 34 minutos en el espacio. Durante esta misión, los astronautas James Lovell y Edwin Aldrin lograron el acoplamiento exitoso de su nave con un módulo-objetivo Agena puesto previamente en órbita. Además, Aldrin batió el récord de una caminata espacial, con 5 horas y 30 minutos. A la finalización de la misión Gemini 12, las dos estaciones de rastreo de Villa Dolores y Comodoro Rivadavia fueron donadas a la CNIE, que de esa forma adquirió el instrumental, la experiencia y la transferencia de tecnología necesarias para producir el seguimiento satelital. La estación de Comodoro Rivadavia estaría activa hasta 1969. 14 La colaboración argentina en el Programa Gemini fue agradecida por la NASA a través de diversos reconocimientos y acciones de buena voluntad. En efecto, durante la semana comprendida entre el 22 y el 29 de marzo de 1966 la NASA exhibió en el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires la cápsula Gemini V, con la que Gordon Cooper y Charles Conrad establecieron la primera marca de permanencia de ocho días en órbita. La CNIE aprovechó la oportunidad para exhibir un remolque de apoyo, otro de telemetría y una

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rampa de lanzamiento de sus propios cohetessonda. El número de asistentes se computó en miles, lo que puso en evidencia el interés que las actividades espaciales habían generado en el público argentino. 15 16 17

No es de extrañar por eso que entre el 25 y el 26 de octubre de 1966 la Argentina fuera visitada por los astronautas Neil Armstrong (comandante de la Gemini 8) y Richard Gordon (comandante de la Gemini 11), acompañados de sus esposas, como adhesión de la NASA a la XX Semana Aeronáutica y Espacial. Llegaron junto a George M. Low (Subdirector del Centro de Vuelos Espaciales Tripulados de la NASA) y del Dr. George Q. Armstrong, médico a cargo de la selección e investigación médica de los astronautas norteamericanos. 18 Tras el éxito de las misiones Mercury y Gemini, el siguiente objetivo del Programa Apolo consistió en descubrir cómo navegar de la Tierra a la Luna. El problema revestía la máxima prioridad, a tal punto que fue motivo del primer contrato asignado por la NASA en 1961 a un proveedor, en este caso el Massachussets Institute of Technology (MIT), lo que pone de manifiesto la máxima prioridad que se le otorgó al asunto pues, pese a la confianza que exudaba el presidente Kennedy, intramuros de la agencia espacial norteamericana nadie sabía exactamente cómo hacer para poner en órbita lunar una nave espacial y traerla de regreso a nuestro planeta. El MIT derivó el asunto a su Instrumentation Laboratory, que por entonces se encontraba bajo la dirección del brillante ingeniero Charles Stark Draper, que había sido su propio fundador. Draper sabía que no tenía ningún margen de error para el diseño, desarrollo y construcción del sistema crítico que se le había encomendado, que no era otra cosa que la computadora de navegación de que debería guiar a la nave espacial Apolo a la Luna. Por esa razón, para crear el Apollo

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Guidance Computer (AGC) reunió a los cerebros más brillantes que conocía: el diseñador de hardware Eldon C. Hall y los ingenieros informáticos J.H. Laning Jr, Albert Hopkins, Herb Thaler y Hugh Blair-Smith. Por lejos, el más destacado del equipo era el argentino Ramón Alonso, un ingeniero egresado de la Universidad de Buenos Aires que recién terminaba en la Universidad de Harvard su doctorado en Matemática Aplicada, el nombre con que por entonces se conocía a la recién nacida Informática. Nacido en Buenos Aires en 1930, Ramón Alonso era hijo del filólogo español Amado Alonso, que en 1946 debió emigrar con toda su familia a los Estados Unidos debido a la persecución del gobierno peronista. Dado que era una eminencia en Lingüística, su padre fue invitado a dar clases en la Harvard University, por lo que se afincó en Cambridge, Massachusetts, donde Ramón terminó la secundaria y estudió Física. Al estallar la Guerra de Corea en 1950, el joven estudiante de 20 años fue enviado a prestar servicio militar al US Army´s Ballistic Research Laboratory, como adscripto al Departmento de Computación y Ciencias de la Información de la Universidad de Filadelfia. Allí se encontró con la primera computadora que vio en su vida, la ENIAC, Electronic Numerical Integrator And Computer, un armatoste de 27 toneladas diseñado para calcular tablas de tiro y artillería. Según recordaría divertido años después, “yo casi rompí a ENIAC, aunque en esa época ya no se usaba tanto; durante las tareas de mantenimiento, por la noche, a veces poníamos un programa cualquiera y nos dormíamos mirando las lucesitas”. 19 En 1953, cuando Estados Unidos y Corea del Norte firmaron un armisticio para poner fin a la guerra en la península coreana, Ramón Alonso volvió a Harvard para terminar su doctorado de dos años. Inmediatamente después de recibirse ingresó a trabajar en el

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Laboratorio de computación de Havard y, más tarde, en el Laboratorio de Instrumentación del MIT, donde conoció a Charles Draper, quien por entonces estaba desarrollando el sistema de control de los misiles balísticos Polaris, de cabeza nuclear. Allí conoció también al ingeniero J. Halcombe Lanning, vicedirector asociado del laboratorio, un pionero de la computación que en 1952 había inventado el compilador algebraico denominado George y que en ese momento se encontraba trabajando en un plan para llegar a Marte con una nave no tripulada. Para ello sería necesaria una computadora de navegación muy eficiente pero que a la vez gastara muy poca energía y en eso se metieron de cabeza. Laning y Alonso pensaron que la sonda marciana necesitaba una computadora que prácticamente no consumiera energía durante los meses que insumiera el viaje a Marte, pero que fuera capaz de “despertarse” en proximidad de la órbita de aquel planeta para comenzar a ejecutar todas las funciones propias de la misión. Después de darle muchas vueltas al asunto, Alonso concluyó que lo mejor sería poner en práctica la idea de un australiano que había propuesto desarrollar un sistema de memoria en “cuerda”. La Memoria de Núcleos Cableados (Core Rope Memory) “hablaba” en lenguaje binario, es decir, utilizando combinaciones de Ceros y Unos. Funcionaba básicamente como un transformador, almacenando las órdenes en un núcleo magnético (llamado Molly Permallov) enrollado alrededor de una bobina de cerámica. Los Unos fluían por el centro y los Ceros se interponían (o no) a su alrededor. La señal de cable de una línea de palabra que pasaba a través de un núcleo dado y se emparejaba con el cable en la línea de bit, se interpretaba como un Uno en lenguaje binario. Por el contrario, el cable de una línea de palabra que evitaba el núcleo y no

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quedaba emparejado con el cable de la línea de bit se leía como Cero. El sistema ideado por Alonso sólo servía para lectura (ROM) y se diferenciaba totalmente de la memoria aleatoria de núcleo magnético utilizada hasta el momento en las computadoras (RAM). El software debía ser literalmente tejido en núcleos de memoria que permitían almacenar las órdenes que luego serían ejecutadas por la nave en un momento preciso. Con esta tecnología, se podía almacenar una cantidad de datos relativamente grande para los estándares de la época en un volumen bastante pequeño. En efecto, los ROM de núcleo cableado permitían guardar aproximadamente 2,5 Megabytes de información por metro cúbico frente a los 140 Kilobytes en igual volumen de RAM de núcleo magnético. La compresión de tanta información en tan poco espacio y peso resultó asombrosa en un tiempo en que las computadoras eran moles tremendas que ocupaban toda una habitación, de pared a pared. La única limitación del sistema de Alonso era que los códigos no podían ser cambiados una vez que habían sido “tejidos”. En sus propias palabras, “la memoria de cuerda usaba imanes unidos con cables para codificar los datos. Ni un rayo X ni un rayo cósmico, nada podía cambiar lo que estaba escrito ahí. Pero el problema mayor estaba en el software, había muy poco espacio para el código y era muy difícil tener la seguridad de que no había ninguna falla". La programación debía hacerse de entrada a la perfección, pues no podría ser alterada en el curso de la misión, lo que imponía a los programadores un nivel de excelencia superlativo. 20 Los trabajos de Laning y Alonso en la computadora a bordo de la nave marciana se vieron interrumpidos en mayo de 1961 cuando la NASA requirió al MIT el desarrollo del sistema de navegación de la futura nave Apolo (que todavía no existía ni en los planos). Como no había tiempo para

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improvisar ni tampoco para desarrollar desde cero alternativas superadoras, Alonso decidió utilizar la Memoria de Núcleos Cableados que ya tenía suficientemente probada. Para ganar espacio y lograr empaquetar todo el sistema de navegación en casi un pie cúbico (la limitación de volumen que prescribía el contrato), Alonso y su equipo apostaron a los circuitos integrados, una tecnología completamente nueva que redujo la cantidad de espacio físico en la computadora y agregó memoria de cuerda no borrable para almacenar los programas de vuelo. En palabras de los historiadores del MIT, “un pie cúbico de espacio y una tonelada de ingenio se convirtieron en el Apollo Guidance Computer”. 21 El uso de Núcleos Cableados y circuitos integrados no sólo permitió ganar espacio, sino también tiempo, el recurso más valioso del Programa Apolo, pues no sólo había que llegar a la Luna sino hacerlo antes de la fecha límite fijada por Kennedy. El tiempo ganado por Alonso le permitió abocarse a la interfaz, es decir, la conexión entre el cerebro de la computadora de navegación y el panel de comando que habrían de utilizar los astronautas. Era preciso crear un teclado y una pantalla que pudieran ser fácilmente utilizados por hombres enfundados en trajes espaciales, así como un lenguaje informático que fuera fácil de entender y “hablar” por personas que previsiblemente estarían trabajando bajo una enorme presión. Bajo estos parámetros, Alonso comenzó a diseñar la pantalla y teclado de la computadora de navegación (Display & Keyboard o DSKY, por sus siglas en inglés). 22 Alonso, que era hijo de un lingüista y que había debido aprender el Idioma inglés desde cero, se inspiró en las enseñanzas de su padre para idear un formato de “verbo+sustantivo” para comunicarse con la computadora. Usar el DSKY era como tener una conversación con el AGC usando pequeñas oraciones

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gramaticales, por ejemplo “activar cohete”, “eliminar plataforma” o “ver tiempo”. En opinión de los altos directivos de Raytheon Space and Information Systems Division, la empresa encargada de producir los equipos en serie en Waltham, Massachusetts, el lenguaje “no era lo suficientemente grave, no era lo suficientemente militar, ni era lo suficientemente científico, por lo que los astronautas no lo entenderían". Pero los astronautas lo encontraron sumamente fácil de usar durante las prácticas y, para mejor, los botones de gran tamaño ideados por el argentino resultaron muy fáciles de digitar por manos enfundadas en grandes guantes térmicos. Los prototipos de la AGC y del DSKY resultaron tan robustos, que inmediatamente se convirtieron en los productos estándar que habrían de equipar a la nave Apolo y a los simuladores terrestres con que habría de emularse el funcionamiento de sus sistemas. 23 Para cuando la ACG y el DSKY estuvieron terminados, ya estaba claro cómo sería la nave espacial que llevaría a los astronautas a la Luna. No sería propiamente una sola nave, sino dos unidades autónomas e independientes acopladas: el Módulo de Comando y Servicio (Command & Service Module o CSM por sus siglas en Inglés) y el Módulo Lunar (Lunar Module, LM) que habría de realizar el descenso. Este último, a la vez, estaría dividido en dos etapas, pues alunizaría completo, pero sólo su etapa superior regresaría a encontrarse con el CSM, para aligerar todo lo posible el peso de despegue desde la superficie lunar. Puesto que el CSM debía navegar a la Luna y dado que el LM debía posarse en su superficie y volver a la órbita para acoplarse nuevamente con el CSM, ambos debían estar equipados con sendas computadoras de navegación e interfases DSKY. La computadora diseñada por Alonso no sólo constituía el sistema primario de orientación, control y navegación

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de ambos módulos, también era el nodo de vinculación con la Unidad de Medición Inercial (IMU), el controlador manual, el radar para acople espacial, el radar de aterrizaje, el receptor de telemetría, el sistema de control de reacción y el controlador de los motores de cada módulo. 24 La computadora de navegación diseñada por Ramón Alonso fue utilizada por primera vez en la misión no-tripulada Apolo 3 que fue lanzada el 25 de agosto de 1966 para probar en órbita terrestre todos los sistemas operativos del módulo de comando y servicio CSM-011. La experiencia fue un éxito y la fiabilidad de los sistemas se confirmó con la siguiente misión no-tripulada, Apolo 4, lanzada el 9 de noviembre de 1967, en la cual se repitieron los ensayos, esta vez en el módulo CSM017. En la misión no tripulada Apolo 5, lanzada el 22 de enero de 1968, se comprobó el funcionamiento de las computadoras en el módulo de descenso lunar LM-1, que obviamente permaneció en órbita terrestre. La AGC, el DSKY y todos los demás sistemas operativos del módulo de comando fueron probados por primera vez con astronautas a bordo el 11 de octubre de 1968, en el curso de la misión Apolo 7, que mantuvo en órbita terrestre durante más de 280 horas a Walter Schirra, Don Eisele y Walter Cunningham en el módulo de comando CSM-101. La prueba de fuego llegó dos meses después, el 21 de diciembre de 1968, cuando la misión Apolo 8 lanzó al CSM-108 a la órbita lunar con los astronautas Frank Borman, James Lovell y William Anders. Fue la primera vez que una nave espacial tripulada se desprendía de la fuerza gravitacional de la Tierra para navegar por el espacio a la órbita de otro cuerpo celeste y la hazaña fue posible gracias a la computadora de navegación, que funcionó a la perfección durante todo el viaje de ida y vuelta. La computadora fue probada por primera vez en un Módulo Lunar tripulado el 3 de marzo de

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1969, en el curso de la misión Apolo 9, que llevó a cabo el desacople y acople del CSM bautizado Gum Drop y el LM bautizado Spider en órbita terrestre con los astronautas James McDivitt, David Scott y Russell Schweickart (en la misma misión también se probó el traje espacial autónomo con el que los astronautas habrían de usar en la superficie lunar). Dos meses después, el 18 de mayo de 1969, las computadoras de Alonso volvieron a llevar a una misión tripulada a la Luna, la misión Apolo 10 a cargo de los astronautas Thomas Stafford, John Young y Eugene Cernan, que separaron y acoplaron en órbita lunar el módulo CSM Charlie Brown y módulo de descenso Snoopy, pero sin posarse en la superficie selenita. Mientras Ramón Alonso trabajaba en Massachussets en la resolución de todos los diversos problemas asociados la computadora de vuelo de la nave Apolo, otro argentino, Alberto S. Musicman hacía lo propio en Downey, California, con la construcción de la nave misma. Su trabajo se remontaba a noviembre de 1961, cuando quedó definida la estrategia lunar de Von Braun y se decidió empezar a diseñar y construir por separado las diferentes partes y sistemas que harían posible la misión a la Luna, desde el enorme cohete portador hasta la nave Apolo propiamente dicha. La NASA se reservó los diseños conceptuales de todo el programa, la supervisión y la administración del presupuesto para llevar a cabo la empresa, pero delegó en contratistas privados la provisión de todos los componentes y la construcción de todas las piezas que harían al conjunto. Así, por ejemplo, el desarrollo de las tres etapas del cohete Saturn fue adjudicado a las fábricas aeronáuticas Boeing, North American y Douglas; los desarrollos de los principales sistemas de guiado fueron encargados a IBM, Bendix y Eclipse; y la fabricación de la computadora de navegación fue requerida a

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Raytheon. Dado que la nave Apolo sería en definitiva un conjunto complejo formado por dos partes separables, la construcción del módulo de comando y servicio (CSM, Command & Service Module) fue encomendada a North American Aviation, mientras que la construcción del módulo de alunizaje (LM, Lunar Module) fue asignada a Grumman Aircraft. En el diseño de cada parte y componente se arrancó prácticamente desde cero, con requerimientos de la NASA bastante estrictos en cuanto a peso y volumen, los dos principales condicionantes para la puesta en órbita. Las diferentes partes no sólo debían ensamblarse entre sí para funcionar como un todo una y otra vez, a lo largo de las distintas misiones planeadas, sino que a la vez debían ser todo lo pequeñas, resistentes y livianas posibles. Dado que las principales misiones del Programa Apolo serían tripuladas, se le asignó máxima prioridad a la supervivencia de los astronautas en todas las etapas del trayecto a la Luna y regreso, pues el prestigio norteamericano se esfumaría en un segundo si se perdiera algún hombre en el despegue, en la superficie lunar o incluso en el reingreso a la atmósfera terrestre. Para prevenir esto último, North American Aviation puso particular atención en la última etapa del viaje, es decir, en la reentrada a la atmósfera terrestre y en el aterrizaje de la cápsula Apolo, fuera que lo hiciera en superficie continental o en el mar, lo que parecía lo más probable debido a que los regresos de las misiones Mercury y Gemini habían acumulado una buena experiencia en chapuzones suaves y seguros. Pero una cosa era calcular las fuerzas y deformaciones de naves monoplaza y biplaza relativamente pequeñas y livianas, y otra muy diferente era hacerlo con la más grande y pesada cápsula Apolo, que no sólo estaría ocupada por tres astronautas sino por su valiosa carga de piedras lunares. Un mal impacto podría desnucar a los tripulantes y

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bastaba una fisura en el casco, por mínima que fuera, para que la cápsula se inundara y se fuera al fondo del mar, como ya le había ocurrido a la Liberty Bell de Virgil Grissom el 21 de julio de 1961 en el Atlántico Norte. Para prevenir estos problemas, North American Aviation encomendó los cálculos de resistencia y el diseño conceptual de un sistema de atenuación de impacto a su Space & Information System Divisions con sede en Downey, California, liderada por el Ingeniero Allen I. Bernstein. Su mano derecha y principal discípulo era el joven ingeniero argentino Alberto S. Musicman, con quien comenzó a trabajar en el diseño conceptual de un sistema de atenuación de impacto mecánico para una nave espacial tipo Apolo que proporcionara una plataforma de aterrizaje terrestre estable y protegiera la estructura y la tripulación de cargas excesivas. Bernstein y Musicman diseñaron ocho cápsulas con diferentes combinaciones de escudos térmicos desplegados, patas de aterrizaje extendidas, patines para evitar el vuelco, amortiguadores, bolsas neumáticas y cables de anclaje. Se realizaron análisis de diseño, estabilidad y estrés para evaluar cada uno de estos conceptos, elegir uno y finalmente establecer su envoltura de estabilidad. A tal fin se desarrollaron programas informáticos de análisis de estabilidad que calcularon el movimiento de la cápsula en torno a tres ejes considerando la velocidad vertical y horizontal, la actitud y la orientación, las características del golpe de carga al momento del impacto terrestre y la fricción del suelo. 25 La cápsula diseñada por BernsteinMusicman podía acuatizar y flotar a la espera de una recuperación por helicóptero (como había ocurrido con las misiones Mercury y Gemini) o bien posarse en tierra firme, a cuyo fin se concibieron segmentos desplegables verticalmente del escudo térmico para que actuaran como patas de aterrizaje. Cada pata

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estaba equipada con un puntal hidráulico para proporcionar atenuación al impacto del aterrizaje y evitar la rotación de la nave sobre su eje longitudinal, de modo tal que no volcara. En caso que la NASA eligiera conceptualmente la técnica de aterrizaje en lugar del acuatizaje, el mecanismo de patas extensibles de la cápsula Apolo (denominado MISDAS) sólo sumaba unos 304 kilogramos al peso total de la cápsula. Bernstein y Musicman trabajaron bajo el contrato NAS94915 otorgado por la NASA a North American Aviation y bajo la coordinación de J. McCulloughm, Ingeniero de Proyectos del Manned Space Center (MSC). Para el desarrollo de los programas de análisis de estabilidad contaron con la colaboración de J.R. Partin y D.N. Herting, mientras que los conceptos de diseño fueron elaborados por H. Bransky, E. Clegg y E.M. Van Alstyne. La propuesta final ya estaba terminada para fines de 1966, a tal punto que fue presentada como Paper 66-989 en el Third Annual Meeting organizado en Boston, Massachusetts por el American Institute of Aeronautis & Astronautics (AIAA) entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre de 1966. La iniciativa causó sorpresa, en buena medida porque representaba una alternativa de bajo costo respecto del amerizaje y el despliegue logístico que era preciso realizar en mar abierto para llevar a la cápsula y los astronautas hasta la cubierta de un portaaviones. 26 Apremiada por los tiempos, la NASA no se mostró interesada en modificar la cápsula Apolo para que realizara un aterrizaje en lugar de un acuatizaje descartó el proyecto de aterrizaje de BernsteinMusicman a favor de la técnica de actuatizaje (splashdown) de la cápsula Apolo. Pero este no fue el fin de los trabajos de ambos ingenieros en el módulo de comando CSM, pues inmediatamente después fueron asignados a trabajar en el diseño del escudo térmico que debía deflectar y disipar el calor

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generado por la fricción de la cápsula en la reentrada atmosférica. Para entonces Musicman ya había sido ascendido a Investigador Especialista en Estructuras y Dinámica (Research Specialist, Structures and Dynamics), por lo que se encontraba al frente de pequeño batallón de técnicos y calculistas. 27 28

El escudo térmico ablativo que contribuyó a construir estaba compuesto de resina fenólica de formaldehído, un material que se carbonizaba y se derretía durante la reentrada, absorbiendo y arrastrando en el proceso un calor tan intenso que era capaz de derretir prácticamente a todos los metales. 29 30

Para fines de 1966 el Módulo de Comando y Servicio de la nave lunar Apolo se consideraba completamente terminado y listo para realizar su primera prueba tripulada en el espacio. Los vuelos de prueba no tripulados realizados el 20 de enero de 1966 (CSM-002), 26 de febrero de 1966 (CSM009) y 25 de agosto de 1966 (CSM-011) habían resultado sumamente exitosos, todos los sistemas habían funcionado a la perfección y los escudos térmicos habían soportado satisfactoriamente el calor de la reentrada, por lo que las tres cápsulas, una vez recuperadas en el mar, fueron donadas al Craddle Museum of Aviation de Long Island (New York), al Strategic Air & Space Museum (Ashland, Nebraska) y al NAS Alameda Museum (Alameda, California). Con estos antecedentes, todo hacía pensar que el primer vuelo tripulado sería también un éxito. Entonces, inesperadamente, sobrevino el desastre. El 27 de enero de 1967, mientras realizaban una prueba de sistemas de rutina a bordo del módulo CSM-012 con el que habrían de viajar al espacio, un súbito incendio se desató dentro de la cápsula. Completamente sellada y saturada de oxígeno puro, la cápsula se comportó como un verdadero horno que cocinó vivos a los

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astronautas Virgil Grissom, Ed White y Roger Chaffee. El golpe fue demoledor para todas las personas que participaban del Programa Apollo, pero especialmente para quienes habían participado en el diseño y construcción de la cápsula, incluido Alberto Musicman. La investigación del accidente identificó varias concausas que habían contribuido al desastre, entre ellas cableado vulnerable, cañería vulnerable para transportar combustible y refrigerante corrosivo, una tapa de escotilla difícil de quitar a alta presión, sobrepresión interna de oxígeno puro y una amplia distribución de materiales combustibles en la cabina. La NASA decidió cortar por los sano y ordenó el rediseño total del Módulo de Comando y Servicio. El valor de las acciones de North American Aviation inmediatamente se vino abajo junto con el prestigio de una empresa aeronáutica que había sido fundada en 1928 y que, desde su nombre en adelante, era un auténtico orgullo para los norteamericanos. En septiembre de 1967 el paquete accionario de North American fue adquirido por Rockwell Standard Corporation, dando lugar a una nueva compañía denominada North American Rockwell. La fusión produjo una importante revisión de procedimientos y hasta una purga de personal, pues Rockwell decidió quedarse sólo con los mejores. Alberto S. Musicman no sólo fue retenido, sino que fue promovido al cargo de Ingeniero de Proyectos y administrador del programa de Investigación y Desarrollo de Compuestos Avanzados (Advances Composits IR&D) en la Division Los Angeles de Rockwell. Desde allí participó activamente en la resurrección del CSM, que como una moderna Ave Fénix se levantó de sus propias cenizas. Después de un trabajo descomunal, para mediados de 1968 la primera de las nuevas cápsulas estaba completamente terminada. El 11 de octubre de 1968 un cohete Saturn IB puso en órbita a la misión Apolo 7, la primera tripulada del

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Programa Apolo. Para alivio de los tres astronautas, el nuevo CSM Block II funcionó a la perfección, lo que pasaría a ser un estándar en todos los vuelos posteriores. Huelga decir que para llevar a la órbita lunar a la compleja nave Apolo era preciso abandonar primero la formidable fuerza de atracción gravitacional terrestre. Precisamente para ello Wernher von Braun había concebido la tercera etapa del cohete Saturn, que era la encargada de impulsar al CSM y al LM a la trayectoria translunar, hasta que ambos módulos acoplados fueran atrapados por la propia fuerza de gravedad de la Luna y entraran en su órbita. Y resulta que, en la construcción de esa tercera etapa del cohete, quizá la más crítica para el éxito del Programa Apolo, tuvo una destacada participación otro argentino, el Ingeniero César Sciammarella. César Sciammarella había nacido en Buenos Aires el 22 de agosto de 1924. En julio 1950, a sus 26 años, se graduó en Ingeniería Civil de la Universidad de Buenos Aires, tras lo cual trabajó como profesional en diferentes industrias y funciones, entre ellas la docencia, pues entre 1952 y 1957 se desempeñó como profesor de Física en la Escuela de Ingeniería del Ejército Argentino. En junio de 1955, cuando se produjo el primer alzamiento contra el gobierno constitucional del presidente Juan Domingo Perón, Sciammarella fue acusado de haber participado de la conspiración y, aunque no tenía nada que ver, pues era apenas un docente civil de sólo 25 años. En el penal de Villa Devoto casi lo mataron al someterlo a interrogatorios despiadados de 24 horas, bajo la luz enceguecedora de un faro que le apuntaba sin pausa a la cara, sin darle agua y aplicándole regularmente torturas con una picana eléctrica. Aunque fue ayudado por oficiales de la propia Escuela de Ingeniería donde daba clases, su situación personal era muy precaria, incluyendo su salud, pues durante el encierro contrajo neumonía. En

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septiembre de 1955, cuando las Fuerzas Armadas se levantaron definitivamente contra Perón en lo que se dio en llamar la Revolución Libertadora, Sciammarella aprovechó la confusión y escapó como pudo de su cautiverio, aunque eso no le significó el regreso a su vida profesional porque debió pasar largos mes luchando contra su enfermedad. 31 Caído Perón, el ingeniero Sciammarella pasó a trabajar en la recién creada Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), donde hizo carrera hasta alcanzar la función de Director de los Laboratorios de Ensayos de Materiales de la División de Metalurgia y Materiales. Gracias a su inventiva y contracción al trabajo fue invitado a Chicago para cursar un doctorado en el Illinois Institute of Techonology (IIT) bajo la dirección del Dr. A.J. Durelli, lo que no es poco decir teniendo en cuenta que ya por entonces Durelli era uno de los analistas de estrés experimental de materiales más destacados del mundo, bien conocido por sus trabajos en técnicas de laca frágil, fotoelasticidad y métodos de Moiré. Durelli se caracterizaba por buscar constantemente nuevos métodos para resolver problemas en lugar tratar de hacerlo con métodos existentes y en tal sentido desafiaba a sus estudiantes y colegas a ver el mundo desde una perspectiva diferente. Sciammarella se doctoró en el IIT en junio de 1960, tras lo cual regresó a la Argentina para continuar trabajando en la CNEA. Pero sus capacidades ya habían sido detectadas, por lo que en 1962 fue invitado a desempeñarse como profesor asociado al Departamento de Mecánica (Department of Mechanics) en la University of Florida, en Gainesville. 32 Para entonces la industria aeronáutica norteamericana se encontraba metida de cabeza en la Carrera Espacial contra la Unión Soviética y, sobre todo, en el formidable desafío que representaba el reto público

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lanzado por el presidente Kennedy en mayo de 1961, apenas unos meses atrás, de poner un hombre en la Luna. La NASA todavía no sabía cómo hacerlo, pero los profesores del Departamento de Mecánica de la Universidad de Florida sabían que, cualquiera fuera la estrategia lunar, para llevarla a cabo sería preciso construir un gran cohete, lo que suponía desarrollar intensos trabajos en estrés de materiales y estructuras, es decir, las especialidades propias de su área. Así, a mediados de 1962, el Jefe de Departamento junto con el Dr. Sciammarella decidieron visitar la Meca del conocimiento espacial, el Arsenal Redstone de Huntsville, Alabama, donde la NASA terminaba de inaugurar el Marshall Space Flight Center, al frente del cual se desempeñaba como director el Dr. Wernher Von Braun. 33 Para entonces ya estaba claro que el alunizaje no se produciría con un gran cohete que despegara luego de la Luna (idea original de Von Braun) sino por un pequeño módulo descartable llevado especialmente hasta la órbita lunar (idea original de John Houboult), lo que suponía realizar dos acoples espaciales, uno del Módulo de Comando y del Módulo Lunar camino a la Luna y otro entre el primero y la etapa ascendente del segundo en órbita lunar. Ya estaban disponibles incluso los cálculos generales de peso y volumen de la tercera etapa del cohete Saturno, llamada S-IVB, cuya construcción había sido encomendada a la Douglas Aircraft Company. Pero no quedaba para nada claro cómo fabricarla, ni con qué materiales, ni con qué márgenes de tolerancia, lo que no era poca cosa teniendo en cuenta que debería ser el primer proyectil de la historia en proyectar a una nave tripulada hacia otro mundo. Sciammarella se entrevistó con el grupo a cargo del diseño estructural del S-IVB y llegaron a un acuerdo para presentar una propuesta de análisis del cohete, con foco en su tanque de

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combustible de oxígeno líquido. La NASA accedió a la iniciativa y en 1963 la University of Florida comenzó los estudios bajo un contrato de 3.5 millones de dólares, con el ingeniero argentino a la cabeza. Los estudios estructurales no sólo eran teóricos, sino que suponían la construcción de un modelo a escala 1/6 del tanque de combustible, cuyo costo representó 1.2 millones de dólares adicionales. 34 El equipo liderado por Sciammarella trabajó intensamente durante tres años, en el curso de los cuales elaboró cuatro memorias con centenares de páginas, fiel reflejo de los estudios de torsión, elasticidad, resistencia, tensiones y deformaciones de los distintos modelos de tanques de combustible de la etapa S-IVB que se fueron ideando, cada uno de los cuales fue analizado en las diferentes fases del futuro vuelo a la Luna (tanque vacío en plataforma, tanque repleto de combustible en plataforma, tanque sometido a las tensiones del despegue y el ascenso, tanque en el vacío del espacio y tanque abasteciendo combustible a su motor cohete durante el proceso de inyección translunar). 35 36 Los cálculos eran muy difíciles, en buena medida porque debían efectuarse sin la asistencia de grandes computadoras y sin posibilidad alguna de emular en condiciones reales los esfuerzos que podía experimentar la S-IVB, tales como las vibraciones del lanzamiento, las fuerzas de aceleración a las que estaría expuesta toda la estructura e incluso las condiciones de ingravidez propias del entorno espacial. Las conclusiones parciales y definitivas fueron compartidas con la NASA y con Douglas, que para el desarrollo del SIVB había levantado un complejo industrial completo en Huntington Beach, California, en enero de 1963. 37 Tal como quedó definido en los diseños y cálculos finales de 1966, el tanque principal del SIVB quedó estructurado con dos depósitos y un mamparo interno común que

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separaba el combustible del oxidante. En los primeros diseños los propelentes se alojaban en tanques separados, cada uno con sus propias cúpulas y paredes, pero esto requería que tuvieran un ensamble rígido entre sí, lo que generaba tensiones en los acoples y aumentaba su longitud y el peso del conjunto. El mamparo común que propuso Douglas (y cuyas cualidades dinámicas calculó Sciammarella) significó una reducción en el peso estructural de hasta un veinte por ciento, lo que redujo el esfuerzo portador de las otras dos etapas inferiores del Saturn V e incrementó la capacidad de combustible de la tercera, exactamente las dos cosas que se necesitaban para alcanzar la Luna. A partir del rediseño de Douglas se desarrolló una estructura hemisférica de doble cara, de unos cinco centímetros de espesor, con un par de conchas o escudos de aluminio 2014-T6 a cada lado de un núcleo de panal de fibra de vidrio. Así quedaron separados el hidrógeno líquido a -253 ° C de temperatura del oxígeno líquido a -172 ° C en el otro lado. El mamparo común sirvió también como domo final para ambos tanques, así como aislamiento para evitar el flujo de calor desde un propelente al otro, pues de lo contrario el oxígeno líquido se podía congelar. El mamparo fue diseñado para soportar las tensiones térmicas y las presiones inversas, así como para sobrevivir a una gran pérdida de presión de ambos lados, todo a partir de los cálculos del ingeniero argentino. 38 El primer vuelo de una tercera etapa (misión Apollo AS-201) se produjo el 26 de febrero de 1966 y consistió en una prueba suborbital no tripulada que terminó cayendo intencionalmente en el Océano Atlántico. La primera prueba en órbita tuvo lugar el 5 de julio de 1966 (misión Apollo AS203) y terminó con la explosión programada del SIVB en el espacio. El primer vuelo de un S-IVB montado en un Saturn V ocurrió el 9 de noviembre de 1967 con la misión Apolo 4. El

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primer vuelo a la órbita terrestre de la tercera etapa transportando un módulo lunar ocurrió el 22 de enero de 1968 (misión Apolo 5), y el primer vuelo tripulado en órbita terrestre tuvo lugar el 11 de octubre de 1968 (misión Apolo 7). La prueba de fuego para la S-IVB llegó el 21 de diciembre de 1968, cuando el más grande y pesado Saturn V diseñado hasta el momento lanzó al espacio la misión Apolo 8, la primera que debería dejar la órbita terrestre para interceptar la Luna, orbitarla y regresar. La tercera etapa del Saturn se había comportado perfectamente en todos sus vuelos anteriores, pero una falla en este resultaría catastrófica para todo el programa lunar. La misión resultó un éxito y pavimentó el camino para los dos siguientes viajes a la Luna: Apolo 10 (que llevó hasta allí un módulo de alunizaje pero que no alunizó) y Apolo 11, que cumpliría la meta de todo el programa logrando un alunizaje perfecto el 20 de julio de 1969. Es interesante destacar que durante las misiones Apolo 13, Apolo 14, Apolo 15, Apolo 16 y Apolo 17, las etapas SIVB fueron estrelladas intencionalmente contra la superficie lunar para realizar mediciones sísmicas destinadas a caracterizar el interior de la Luna, a cuyo fin fueron instalados previamente sismógrafos de alta sensibilidad. Cuando las misiones tripuladas Apolo 18 a 20 fueron canceladas, la tercera etapa S-IVB número de serie 212 se convirtió en el casco de la nave Skylab, la primera estación espacial estadounidense, que fue puesta en órbita por un Saturn V el 14 de mayo de 1973. El último S-IVB, número de serie 515, también se convirtió en un Skylab de respaldo, pero nunca fue llevado al espacio. Además de Alonso, Musicman y Sciammarella, otro argentino jugaría un rol importante, aunque mucho menos conocido, en el desarrollo del Programa Apollo. Se trataba del Ingeniero Armando Maubré, quien realizó diversos aportes durante su paso por las tres empresas norteamericanas que lo

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contrataron en los diez años comprendidos entre 1962 y 1972. Armando Maubré había nacido en Buenos Aires en diciembre de 1929, cursó estudios primarios y secundarios en el Colegio San Marón de Capital Federal y para 1958 ya se encontraba graduado como Ingeniero Civil en la Universidad de Buenos Aires. Para entonces la situación económica del país era sumamente y, para superarla, el joven profesional decidió emigrar a Estados Unidos “con una valija de libros y otra de ropa” para abrirse camino en otros horizontes. Arribó en 1962, justo a tiempo para montar de entrada la ola de la Carrera Espacial, pues para ese momento la NASA ya había adjudicado al sistema tecnológico e industrial norteamericano los principales contratos para la ejecución del naciente Programa Apolo, en sus propias palabras “el desafío más grande del mundo”. 39 40 41 Maubré pasó un mes golpeando puertas en distintas compañías de Los Ángeles, California, hasta que otro ingeniero argentino al que conoció accidentalmente, Jorge Morando, le recomendó que probara suerte en la empresa Frebank Company, que por entonces estaba buscando un Ingeniero de Diseño. Sin nada que perder y un hambre atroz, Maubré aplicó al puesto sin poder imaginar que la compañía no se dedicaba a desarrollos civiles, sino a la construcción de presostatos, reguladores de presión y válvulas de alivio para cohetes teledirigidos, misiles balísticos y aviones militares. En tal carácter, Frebank había sido seleccionada por Boeing Aircraft Company, North American Aviation y Douglas Aircraft Company para la provisón de los sistemas reguladores de flujo de combustible de la primera, segunda y tercera etapa del cohete Saturno V, que les habían sido adjudicadas respectivamente. Maubré no tenía ninguna experiencia en industria aeroespacial al iniciar su trabajo en Frebank, pero sí una somera idea de la mentalidad y esquema de trabajo

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militar, pues durante breve tiempo se había desempeñado como ingeniero en el cuerpo técnico de la Escuela de Aviación Militar de Córdoba. Con este antecedente, mucho esfuerzo y aplicación práctica de sus conocimientos adquiridos en Argentina, comenzó a ensayar diversos materiales y diseños para presostatos que debían soportar “presiones, temperaturas y vibraciones escandalosas”. 42 Y es que la primera etapa del Saturno V estaba propulsada por cinco enormes motorescohete Rocketdyne F-1, cada uno alimentado por una mezcla de oxígeno líquido y kerosén, lo que generaba una fuerza individual cercana a los 7 MegaNewtons de empuje. En sus aproximadamente dos minutos y medio de funcionamiento hasta que se producía el vaciado de los tanques de combustible, los cinco motores permitían al cohete alcanzar una altura de más de cincuenta kilómetros y una velocidad final, antes del cambio de etapa, cercana a los 9.000 kilómetros por hora. Las vibraciones eran asombrosas, al punto que el encendido hacía temblar la tierra, los vidrios se rompían a kilómetros de distancia y las ondas acústicas viajaban hacia arriba por toda la estructura del cohete, generando el peligroso “efecto Pogo”, la oscilación violenta del conjunto debido a la combustión inestable del propelente. Los ductos de alimentación y los presostatos se encontraban sometidos a esfuerzos extremos, no sólo porque el oxígeno líquido se encontraba congelado (lo que contraía a todos los metales), sino porque el kerosén fluía a temperaturas positivas, mientras todo el cohete se aceleraba continuamente. El juego se repetía al encenderse la segunda etapa, cuyos cinco motores Rocketdyne J-2 alimentados de oxígeno líquido e hidrógeno líquido continuaban impulsando al conjunto hasta la órbita terrestre con una potencia combinada de 4.4 MegaNewtons. 43

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Lejos de explotar bajo tanta presión, el ingeniero Maubré se concentró, comenzó a brillar con luz propia y pronto devino Jefe de Diseño de Frebank. Así terminó creando el dispositivo electromecánico que controlaba la presión del flujo de combustible a los motores de la segunda etapa del Saturno, un presostato de precisión que informaba a un panel de control si la presión del abastecimiento de oxígeno líquido e hidrógeno líquido era correcta. Si la presión era inferior de la prevista, el presostato activaba una alarma. Si era superior, derivaba el caudal a circuitos redundantes o duplicados a modo de válvula de alivio. 44 45 Concluido su trabajo en Frebank Company, Maubré fue en otra empresa vinculada al Programa Apolo (práctica frecuente también). Resultó ser Hydra- Electric Company, de Burbank, California, una firma especializada en el diseño y fabricación de micro presostatos electro mecánicos de alto rendimiento. Hydra-Electric era proveedora de Hamilton Standard (de Windsor Locks, Connecticut), que a la vez tenía a su cargo el diseño y construcción de los sistemas de control ambiental del Módulo de Excursión Lunar. La integración final de todos los componentes quedaba a cargo de Grumman Aircraft en su planta de Bethpage, New York. Como contratista principal de la NASA, era responsabilidad de Grumman el cálculo, diseño, producción y testeo de los todos LEM, es decir, los que debían ser probados en órbita terrestre y aquellos que habrían de posarse en la superficie lunar. Siguiendo con la filosofía de tercerizar trabajos para ganar tiempo, Hamilton Standard encomendó la construcción de la bomba de circulación de aire del sistema de soporte vital del LEM a la empresa Crane, de New York, cuyo Jefe de Diseño era el Ingeniero Jorge Morando, el mismo que había recomendado a Maubré su primer bajo en Frebank. Sin poderlo imaginar, ambos amigos se reencontraron en

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el contexto más insólito y, juntos, encararon el desafío de producir un componente clave para la supervivencia de todos los astronautas que alcanzaran la Luna. La dupla funcionó a la perfección, pues Morando logró crear una bomba de presión diminuta pero de excelente calidad, mientras que Maubré hizo lo propio con el presostato que la misma llevaba incorporado. Al cablear estos dispositivos, Maubré tuvo la genial idea de utilizar cables celestes y blancos. De esa manera, cada LEM que se posara en la Luna llevaría simbólicamente la bandera argentina. 46 47

Este no sería el último trabajo de Maubré para el Programa Apolo, pues resultó que la empresa Hydra-Electric fue subcontratada por Marion Power Showel Company, fabricante de la oruga mecánica que debía transportar por tierra los cohetes Saturn desde el edificio de integración vertical hasta la torre de lanzamiento en Cape Canaveral. Así, el ya experimentado ingeniero argentino se descubrió trabajando en el diseño de los

presostatos que controlaban la presión del sistema ecualizador del crawler, un mecanismo fundamental para mantener estable y horizontal toda la plataforma sobre la cual se asentaban aquellos grandes cohetes de 111 metros de altura. Huelga decir que los argentinos citados en este trabajo fueron apenas un puñado de cerebros en el verdadero ejército de profesionales que los Estados Unidos puso en movimiento para alcanzar la meta de llegar a la Luna antes de 1970. Pero fueron cerebros determinantes para el éxito de cada uno de los segmentos que los tuvo por protagonistas, a tal punto que sin ellos los resultados hubieran sido muy distintos. Con todo, su mayor legado quizá no sea poder exhibir el orgullo de haber logrado lo que en su generación se consideró imposible, sino servir de inspiración para que nuevas generaciones de argentinos alcancen nuevas y ambiciosas metas espaciales.

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Sección Astrofotografía

Conjunción del 6 de Diciembre de 2021 fotografiada por Pedro Humberto Romano desde San Juan. Vemos a la Luna con el planeta Venus y la estrella doble HR 7440 en Sagitario.

Hermosas imágenes del eclipse total de Sol ocurrido el 4 de Diciembre de 2021 en la Antártida tomadas por Felipe Trueba y René Quinán, desde la Estación Polar Científica Conjunta Glaciar Unión o Base Glaciar Unión es una base antártica de verano de Chile ubicada en el glaciar Unión en los montes Ellsworth.


Hermosas imágenes del eclipse total de Sol ocurrido el 4 de Diciembre de 2021 en la Antártida tomadas por Felipe Trueba y René Quinán, desde la Estación Polar Científica Conjunta Glaciar Unión o Base Glaciar Unión es una base antártica de verano de Chile ubicada en el glaciar Unión en los montes Ellsworth.


Espectaculares imágenes del Sol de Eduardo Schaberger Poupeau desde Rafaela, Santa Fe, Argentina tomadas el 22 de Noviembre de 2021. Se aprecian dos regiones activas que contienen pequeñas manchas solares, destaca un enorme filamento con una longitud de unos 17 planetas tierra. Los filamentos son el mismo fenómeno que las prominencias solares, reciben este nombre cuando están sobre el disco solar. Las prominencias se ven más espectaculares porque contrastan con el cielo.


Excelente fotografía de la Luna y el paso de un jet de Aerolíneas Argentinas capturados por Cyntia Olivera (Ofiucco) de Brea Pozo, Santiago del Estero, Argentina el 3 de Diciembre de 2019

No solo fue una conjunción la del 6 de Diciembre de 2021: también hubo una ocultación. En su camino propio, la luna suele ocultar a su paso, planetas o estrellas. Hoy había al lado de la luna, a su derecha dos estrellas, la mas cercana a ella (siempre hablando de "cercano" visualmente) era h2 Sagitario, una estrella de magnitud casi 5. A las 20: 46hs se veían ambas estrellas, a las 20:57hs la estrella h2 quedó "apoyada" en la luna y apenas un minuto después, a las 20:58hs la estrella quedó ocultada por nuestro satélite. Así de rápido suceden las cosas allá arriba aunque para nosotros parezca que es la misma escena. Carlos Di Nallo desde Avellaneda, Buenos Aires, Argentina


Imágenes del renovado CODE y su flamante Planetario 2022


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