Ilustraciones de Romont Willy
ANA-ESCOLOPENDRA
Ilustraciones de Romont Willy
Belo Horizonte abril de 2024
Copyright © 2019 by Claudia Nina
Editor: Rafael Borges de Andrade
Supervisora editorial: Maria Zoé Rios Fonseca de Andrade
Diseñador: Mário Vinícius Silva
Ilustrador: Romont Willy
Asistente de maquetación: Alexandre Alves
Asistente editorial: Elinara Santana
Copy desk: Maria Zoé Rios Fonseca de Andrade & Lílian de Oliveira
Corrección: Lílian de Oliveira
Traducción: Thiago Landi
Impresión: Meta Brasil
Dados Internacionais de Catalogação na Publicação (CIP) (BENITEZ Catalogação Ass. Editorial, MS, Brasil)
N619a
2.ed. Nina, Claudia
Ana-Escolopendra / Claudia Nina ; tradução
Thiago Landi ; ilustração Romont Willy. – 2.ed. –
Belo Horizonte, MG : RHJ, 2024.
36 p.; il.; 18 x 23 cm.
Título original: Ana-Centopeia.
ISBN 978-65-88618-43-1
1. Contos – Literatura infantojuvenil.
2. Fantasia – Literatura infantojuvenil.
3. Imaginação – Literatura infantojuvenil.
I. Landi, Thiago. II. Willy, Romont. III. Título.
03-2024/49
CDD 028.5
Índice para catálogo sistemático:
1. Literatura infantil 028.5
2. Literatura infantojuvenil 028.5
Aline Graziele Benitez – Bibliotecária - CRB-1/3129
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento por escrito de la editorial.
Todos los derechos reservados a la: RHJ Livros Ltda.
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Impresso en Brasil
Printed in Brazil
Para mi colección de hijas, Amelie y Anne, mi delicado esencial.
Esta historia comienza con un tremendo alboroto, el día que la niña y la escolopendra se convirtieron en una sola cosa. ¿Cómo eso es posible? No se sabe, pero según Ana el misterio sucedió.
Fue algo repentino. Era una soleada mañana de domingo. Todo parecía estar como siempre: Ana despertándose en su habitación…
Al despertarse, la niña sintió numerosas patitas moviéndose en la cama.
¿Qué es eso que se mueve? ¿Dónde está mi cuerpo? – se preguntaba Ana.
Una niña es una niña,
Patas son patas, no pies…
Una escolopendra es una escolopendra, no una niña.
¡Qué lío!
Avancemos por partes. La cara era de niña. Muy bien hasta aquí, ninguna novedad.
El cuerpo también era de niña – o casi…
Ana ya no sentía solamente dos pies. En su pensamiento, lo que se movía era una centena… ¡de patas!
Para enredar aún más las cosas, Ana sentía dos antenitas sobre su cabeza.
¿Soy Ana o una… escolopendra? – se preguntaba.
Niña, pies, patas, antenas, escolopendra…
Con todas esas sensaciones, sin saber muy bien en qué creer, Ana, confundida, dio un grito: – ¡Socorrrrrrooooooooooooooooooooo! Ayúdenme, me convertí en una escolopendra.
La voz sigue la misma, ¡uf! – pensó ella –, al menos eso no ha cambiado.
Y gritaba más fuerte:
–¡Socorrrrrooooooooooooooooooooo!
La familia, atemorizada, se dirigió a la habitación, sin comprender los gritos de Ana. ¿Cómo una muchacha se convierte en una escolopendra?
El hermano mayor trató enseguida de consolar a la hermana:
– Ya que te sientes una escolopendra, mira el lado bueno de tener numerosos pies: ¡podrás usar TODOS tus zapatos a la vez.
Ana no podía alegrarse.
¿Acaso alguien puede ser feliz sintiéndose una escolopendra? – se preguntaba.
Pies, patas, zapatos, escolopendra, niña, antenas…
El mundo de las ideas giraba, giraba, giraba, como un carrusel.
Ana tenía una colección de zapatos. Muchos más de los que podía usar.
Blancos, azules, rojos, amarillos, negros, negros con lunares blancos, blancos con lunares negros, sandalias, pantuflas, además de su colección extra de chancletas.
Dos pies de niña no podían con tantos pares.
Aquel sinfín de calzados la hizo sentirse con cien patas…
El hermano tenía razón: convertida en escolopendra, ¡al menos podría calzar toda su colección!
Con mucho esfuerzo, Ana pudo levantarse de la cama y, poco a poco, puso los pies en el suelo. ¿Ahora qué?
¿Cómo andaría en un mundo de personas como si fuera una escolopendra?
¡Qué aventura!
¡Imagínense ustedes!
Yo, Ana, salgo a la calle provocando una enorme bulla: gente corriendo, despareciendo, chillidos, plañidos.
Cruzo el portón de la escuela y sigo andando, aunque me cueste coordinar los cien pies.
Apenas encuentro la profesora, la veo quedarse boquiabierta y con los ojos saltones. Aunque sujete el mentón para no caerse de la boca, despavorida, busca calmarme diciendo:
– No te preocupes, pronto va a pasar…
¿Cómo es que va a pasar?
¿Cómo vivir en semejante confusión?
Niña, escolopendra, pies, patas, antenas…
Que una niña se convierta de golpe en escolopendra no es lo mismo que se despierte con varicela.
Ese “malestar” no tenía nombre. No había medicina en el mundo para niñas que se sienten escolopendras.
¡No! ¡Imposible! ¡No puede ser!
¡Basta de tonterías! ¡Necesito pensar en una manera de arreglar esto!
Hay que encontrar un modo de volver a ser como antes… ¿pero cómo?
Quedarme sentada en la cama con pensamientos fantásticos, llorando, no resolvería nada – pensó.
Se secó las lágrimas, una a una, y se levantó.
¡Tuve una idea!
Ana dio un paseo por la casa. Ya caía la tarde.
Sus papás y la abuela estaban frente a la tele, desparramados en el sofá. El hermano, metido en la habitación leyendo, para variar.
Y ella cavilaba:
Si la transformación en escolopendra se dio al despertarme, puede que consiga librarme de esos pensamientos también a la hora del sueño.
Cuando se despertara al día siguiente, pensaba que sería otra vez una niña – de los pies a la cabeza, sin antenas.
La niña-escolopendra necesitaba creer en los sueños de la noche y en un nuevo amanecer.
El día más raro del mundo estaba por terminarse.
Noche, día, sueño, ensoñación, niña, escolopendra…
Antes de acostarse, decidió ordenar su habitación con ahínco.
Empezó por el sinfín de zapatos esparcidos – armario, bajo la cama, en las repisas. Ana tenía tantos zapatos que no cabían en el zapatero.
Voy a hacer una donación. ¿De qué sirve mantener lo que no uso? – se preguntaba mientras ordenaba su colección.
Decidió que quedarían en el zapatero los siguientes pares:
Nada más le haría falta.
Se acostó, aún pensativa:
Voy a cerrar los ojos y soñar…
Se fue quedando dormida… las palabras y las ideas giraban, giraban, giraban… como si un pequeño móvil oscilara lentamente sobre la cama, meciendo su sueño.
Y así fue como, tan pronto apareció una rendija de luz en el cuarto, la niña se despertó y sintió que todo se había terminado. Estaba como antes, con sus dos ÚNICOS piecitos. En la cabeza, ya no sentía que había antenas.
La idea de volver a la cama, dormir, soñar y esperar el día siguiente había tenido éxito.
Al amanecer, Ana recordaba pensativa el día anterior… y sacaba sus conclusiones.
Además de no necesitar una colección de zapatos, decidió que nunca más llenaría su armario con cosas que no llegaría a usar… Radiante y despeinada, fue hacia la habitación de enfrente y saltó al centro de la cama.
– Mamá, mamá, no sé por qué tengo esa colección de guantes… ¡Casi no los uso!
– Tienes razón, hija mía. ¡Vamos a arreglar esto! – dijo la madre sin hacerle mucho caso, tan temprano por la mañana.
¡Imagínense ustedes una historia de Ana-Araña!
¡No! ¡Araña no! A ver si pienso en otro cuento...
Acerca de la autora
Periodista y escritora, desde niña Claudia Nina ya desarrollaba sus mezclas de confesión y ficción en diarios íntimos. Su carrera empezó en las redacciones de periódicos, que le sirvieron como una especie de taller. Todo lo que crea lleva un rasgo biográfico, permitiendo a quien la lee especular sobre comportamientos, relaciones y formas de ser. La mezcla de periodista y escritora resultó en esto. Transformar la vida en texto es, para ella, un deleite y un permanente desafío. Su hija Anne fue la responsable por la idea que dio origen a Ana-Escolopendra. Hubo una época en la que no se quitaba el zapato predilecto ni siquiera para dormir. No hay nada mejor que afrontar las situaciones de la vida a partir de las historias.
Acerca del ilustrador
Pese a su nombre diferente, Romont Willy es brasileño. Nacido em Teresina (estado de Piauí), vive en el Distrito Federal desde muy niño. Es autor e ilustrador autodidacta y aprendió a dibujar por su cuenta con mucha persistencia y práctica. Ha publicado sus trabajos en Brasil y en varios países. Participa en eventos literarios y muestras en su país y en el extranjero. Em 2014, fue finalista del Prêmio Jabuti, en Brasil, en la categoría Mejor Libro Infantil. Para crear sus ilustraciones, utiliza distintas técnicas: ilustración digital, pinturas, lápices de colores. Cuando ilustra digitalmente, todo es más práctico y rápido, pero no se siente la textura del papel, ni el olor de la tinta, ni tampoco el suave ruido del lápiz trazando el papel.
ISBN: 978-65-88618-43-1
www.rhjlivros.com.br
¡Qué mañana tan sorprendente!
Al abrir los ojos para el mundo, Ana se vio transformada. ¿Sueño, fantasía, juego o realidad?
Todo eso, Ana termina por vivir. Pero, a fin de cuentas, ¿qué puede haber pasado?