EL MONJE DE LAS CATACUMBAS DE LA IGLESIA DE LA PUNTA1 Tradición oral de Pomalca
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uenta el experimentado huaquero José, que un día llegó hasta su casa un reconocido brujo a pedirle sus servicios en el oficio que él durante varios años había logrado ganarse el respeto. El trabajo consistía en entregarle una calavera para ser empleada en la mesa del brujo, pero esta no debería ser de cualquier entierro, sino de una de las tumbas que se encontraba en el sótano de la antigua iglesia colonial de La Punta. Doscientos soles fue el ofrecimiento del brujo por el cráneo. José, acostumbrado durante muchos años a este oficio, no se hizo de rogar y de inmediato aceptó la propuesta. Por la tarde, cogió su mochila, su palana, su chuzo y unas cuantas hojas de coca que de inmediato echó a su boca y se dirigió a la antigua iglesia que muy bien conocía desde niño. Ingresó a ella por donde se ubicaba la puerta principal, se dirigió hacia el altar y volteando a la izquierda en el rincón, con su palana sacó un poco de tierra y adobes que apenas cubrían la entrada del sótano, bajó unas cuantas gradas y de pronto se encontró en medio de las tumbas, escogió la más cercana y con poco esfuerzo la destapó, observó dentro de ella y antes de recoger la cabeza sacó de su mochila su botella con yonque y se tomó un buen trago, retiró el cráneo del cuerpo, lo echó a su mochila, y sin buscar más en la tumba la tapó rápidamente y salió con el encargo del brujo. Al día siguiente como ya estaba acordado, el brujo llegó con el dinero y José le entregó la cabeza. A los pocos días, Carlitos, de apenas 8 años, hijo menor del huaquero, había perdido el apetito y estaba muy extraño. José llamó a su hijo para preguntarle qué le pasaba y este le dijo: «Allá en el algarrobo hay un señor que todos los días me dice “¡Quiero mi cabeza!”». Su padre en tono medio molesto le dijo: «¡Oye, qué te pasa!, no seas sonso, déjate de tonterías», y 1 Tomado de Fernández Gastelo (2009).
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