Número 16 | Agosto - Septiembre 2013
CONTENIDO Editorial Noticias
04 05 Discos del rock salteño 06 Rock del NOA 07 RS Pregunta 08 Animal de Ciudad 09 Sergio Rotman 13 Entrevista exclusiva
Rock de cumpleaños Perro Ciego y Luca Makonia en vivo
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20 Reflexiones en la Chevy 30 Massacre 35 Kapanga
De gira por el Norte
Ruta del Vino Luis Dorieux Jazz en Salta Gillespi Circuito cordobés Libros de Rock
Homenaje al Cuchi Leguizamón Pág. 22
Nuevo escritores Sin Chequear | Gustavo Sala
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STAFF DIRECTOR Santiago Castellanos
scastellanos@rocksalta.com
EDITOR Federico Anzardi
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os volvemos a encontrar con un número que es un orgullo para todos los que hacemos Rock Salta. Luego de la excelente repercusión que tuvo la revista de junio con las entrevistas a Skay Beilinson y Los Auténticos Decadentes, seguimos intentando llegar de la mejor manera al público de todo el país. La tapa del Cuchi Leguizamón forma parte de un ambicioso plan de difusión de lo que será el disco homenaje que catorce bandas le realizaron al gran músico salteño. De esta manera buscamos reivindicar su obra y reconocer la enorme influencia que tuvo en los rockeros de la región. Acompañamos el crecimiento que estamos teniendo fuera de Salta con una parte de la cultura popular de la provincia, siempre desde nuestra visión. Además, las buenas noticias siguen apareciendo. Ya está disponible la venta online de todos los números de nuestra revista a través del portal norteticket.com. Antes de septiembre podrán disfrutar de una aplicación móvil para poder leerla en sus tablets o teléfonos celulares. Como siempre, apuntamos a desarrollar el rock del NOA sin apartarnos del objetivo de seguir creciendo y poder convertirnos en un medio con llegada a todo el país. En el norte de Chile y Santa Cruz de la Sierra comenzarán a recibirnos a partir de este número, lo que abre nuevos canales de difusión para las bandas de la región. Esto se suma a nuestro desembarco de hace unos meses en el sur boliviano y en la región de Cuyo, con cabecera en la provincia de San Luis. En el mes de octubre nos reencontraremos con un nuevo número de este proyecto que tanto disfrutamos. Espero que nos sigan acompañando, difundiendo y criticando, y que no dejen de visitarnos todos los días en rocksalta.com.
Santiago Castellanos Director RS Producciones scastellanos@rocksalta.com
www.rocksalta.com ROCK SALTA es una publicación de Rock Salta Producciones. Domicilio: San Juan 171, Dpto. 1 - CP 4400 - Salta. El nombre y el logo son marcas registradas por Santiago Castellanos. © 2006-2013. Expedientes INPI 3083222 y 3083224. Las publicaciones son de absoluta responsabilidad de sus autores y pueden no coincidir con la opinión del director. Las colaboraciones son ad-honorem y no crean ningun tipo de dependencia legal ni laboral entre los autores y la revista. Prohibida la reproducción parcial o total de los artículos sin mencionar la fuente. Revista impresa en Mundo Grafico S.A., y distribuida por Distribuida por Romulo J. Guzman S.A. y Distribuidora Chorba. Tirada: 3000 ejemplares. Foto de Tapa: Archivo fotográfico del Complejo de Bibliotecas y Archivos de Salta. Fotos de poster: Martín Azcárate (Eruca Sativa y Tan Biónica) y Gaston Iñiguez (Zona Ganjah).
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fanzardi@rocksalta.com
DISEÑO Bernardo Rodriguez Berri brberri@rocksalta.com
DIAGRAMACIÓN Colmena Boutique Audiovisual colmena.audiovisual@gmail.com
REDACCIÓN Pablo Choke Torramorell pchoke@rocksalta.com
Rodrigo Juárez
rjuarez@rocksalta.com
Diego Maita López
dmaita@rocksalta.com
Eduardo Marcé
emarce@rocksalta.com
Eduardo Pece
epece@rocksalta.com
Alejandro Wierna
awierna@rocksalta.com
FOTOGRAFÍA Martín Azcárate
mazcarate@rocksalta.com
Violeta Gil
vgil@rocksalta.com
Gastón Iñiguez
giniguez@rocksalta.com
COLABORAN EN ESTE NÚMERO Daniel Cayuman, Pablo Freites, Martín Gorostiague, Matías Hessling, Edgardo Kevorkian, Florencia Llompart, Daniel Medina, Gustavo Sala, Melisa Sansotta, Andre Sbaraglia, Victoria Schwindt. CONTACTO Redacción: revista@rocksalta.com Publicidad: publicidad@rocksalta.com
CONSEGUÍ ESTA REVISTA EN todos los kioscos de revistas del NOA. SALTA Atipiko: San Martín y Bs. As., loc. 6 Chaco: Córdoba 235 Magoya: España 425 Música Store: España 876 TUCUMÁN La Rockería: Buenos Aires 39, loc. 6 JUJUY Argentos: Otero 280 SANTIAGO DEL ESTERO Reina Momo: Paseo Tucumán, loc. 18 De Tal Palo: Belgrano 852 CÓRDOBA Locuras: 9 de Julio 451 Oktubre: 9 de Julio 138, loc. 7 SAN LUIS La Cueva: Galería Sananes, loc. 6 CAPITAL FEDERAL Punto de encuentro de Revistas Culturales: Corrientes 3307 POR INTERNET Sistema NorteTicket: norteticket.com
De San Luis para el país
Insólita improvisación
Entradas para todos
“Casa de la Música es el centro deproducción musical más importante del país. Ubicado en la ciudad puntana de Villa Mercedes, cuenta con exclusivos servicios utilizados por artistas de la talla de Los Fabulosos Cadillacs o bandas que están pegando fuerte, como Kameleba.” Los estudios cuentan con dos salas de grabación. La Sala A, que permite acomodar hasta cien músicos, fue pensada para grabaciones orquestales. Mientras tanto, la Sala B es de dimensiones ideales para la grabación de bandas de todos los géneros. Cuenta con dos IsoBooths para separar pianos, secciones de vientos o sets de percusión. Las salas de control están interconectadas entre sí y cuentan con ventanas que llegan hasta el piso, lo que permiten excelente visibilidad a todas las salas de grabación. Además, Casa de la Música cuenta con espacios de recreación, salón de conferencias y un complejo hotelero con seis habitaciones de primer nivel. Se trata de una excelente opción para las bandas de todo el país, que ahora podrán acceder a un estudio de primer nivel a un precio diferencial y con beneficios especiales. Pueden asesorarse a través de sanluismusica.com o enviando un mail a discos@rocksalta.com.
Que el Indio Solari se presentará el 14 de septiembre en la ciudad de Mendoza, ya es noticia vieja. Lo curioso es que cuando la organización del show puso a la venta las entradas, no reparó en que el alto precio no haría replantearse al público asistir en masa. En el caso del NOA, Jujuy y Santiago del Estero fueron las únicas ciudades que contaron con puntos de venta autorizados. De igual manera, a las tres horas de lanzar la venta, las entradas se agotaron con incidentes en el medio. Miles de seguidores se quedaron sin entradas y el anuncio de un recital en diciembre no parecía consolarlos. Mientras la reventa trepaba a precios exorbitantes, la web se inundaba demensajes. Hasta la ligaron los colegas de Redonditos de Abajo, el canal de comunicación elegido por el Indio, a través de su manager Julio Sáez. Mientras tanto, los reclamos también seguían por parte de los locales donde se vendían entradas: que les mandaron pocas, que nunca les llegaron. También hubo caos con las PyMEs que manejan colectivos desde todo el país, ya lejos de ser el grupo de amigos que se organizaba para ver un show. Durante un día y medio reinó la incertidumbre y las conjeturas. Luego de un tiempo prudencial (en el que desde la gobernación me ndocina hubo reclamos por el descontrol), se dio a conocer un nuevo (y definitivo) comunicado: “Tomando en cuenta lo acontecido, hemos decidido mudar el concierto (a pesar del escaso tiempo para el replanteo técnico), a un predio que pueda recibir a todos los que manifestaron su decepción porque el espacio ofrecido por el estadio no satisfizo la demanda de entradas. Esto, además, evitará la proliferación de las ofertas de reventa a precios descabellados. A partir de ésta decisión no habrá excusas ya para no disfrutar de la reunión. Cuidemos la ciudad de nuestros anfitriones. El lugar elegido es el Hipódromo de la ciudad de Mendoza. En breve informaremos la fecha y puntos de venta para esta nueva camada de entradas. Indio y equipo” El show, finalmente, cambió de lugar, y el público lo tomó de diferentes maneras. Estaban los que se quejaban del lugar, los que agradecían que ahora puedan entrar todos y, sobre todo, los que gastaban a los revendedores que especulaban con precios de hasta $3000 por una popular. Más allá de las idas y vueltas, la desorganización quedó en evidencia.
Desde los primeros días del mes de agosto, una nueva e innovadora forma de comprar entradas llega al NOA, de la mano de Norte Ticket. Con un sitio de compra segura y a través de un sencillo sistema, Norte Ticket permitirá a todos adquirir tickets online para los mejores recitales que se realicen en la región. Desde el portal norteticket.com se podrán realizar compras de entradas de dos maneras: en cuotas con tarjeta de crédito o pagarlas a través de cualquier sucursal de Rapipago o Pago Fácil. De esta manera, productores, bandas y, sobre todo, el público, se ven beneficiados por la variedad de puntos de venta que tendrán a disposición. Siguiendo simples pasos, se podrá comprar entradas a recitales, revistas y discos (también entradas para teatros, espectáculos infantiles, museos y hasta eventos deportivos), e imprimirlos desde cualquier computadora. Cada entrada incluye un código de barras y QR único, que permite identificar la compra al momento de ingresar a cada show. Sin dudas es un gran avance y una solución para muchas personas que no tienen al alcance un punto de venta oficial a la hora de querer asistir a un show.
Palpitando Cosquin Rock El festival más grande de Argentina ya tiene fecha para su edición 2014. La cita será el 7, 8 y 9 de febrero en el predio de Santa María de Punilla, que se consolida como el hogar definitivo del evento (ver Rock Salta Especial Cosquin Rock). En cosquinrock.net se lanzó un escenario virtual para que las bandas de todo el país puedan compartir material. Los videos que se fueron subiendo participaron en un ranking de acuerdo a los votos de los visitantes y fueron parte de la programación de medios muy importantes de Córdoba y de todo el país. Sin dudas que la expectativa para la edición 2014 es inmensa tras el éxito del festival pasado, donde batió el record de 120 mil entradas vendidas durante los tres días y donde la apuesta fue más allá de lo musical con Fuerza Bruta, la Vuelta al Mundo y demás muestras y espectáculos alternativos. Luego del viaje de José Palazzo al festival danés Roskilde, veremos con qué nos sorprenderá el próximo año.
Cultura en movimiento Con el ciclo Cultura da la Nota como caballito de batalla, la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta implementó en el último tiempo varias acciones que, nobleza obliga, hay que destacar. Si bien está claro que siempre se puede hacer más, hay que reconocer el cambio en políticas culturales que hubo en esta gestión. Durante agosto se presentará Adobeen La Casa por la Ventana, que se lleva a cabo en el hall de la Casa de la Cultura y permite a muchas bandas de rock mostrarse en un marco, al menos, digno. Con entrada gratuita, el ciclo es una buena oportunidad para conocer grupos nuevos o disfrutar de algunos más reconocidos. En la misma sintonía, se creó el Fondo de Promoción de la Música, que pretende promover la industria, potenciar y difundir la actividad musical local, homenajear a artistas de reconocida trayectoria y capacitar a jóvenes y adultos.
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Noroeste Piano Daniel Tinte (2003) Por Diego Maita López
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oy, la discografía de Daniel Tinte, en sus diferentes proyectos, suma nada menos que veinte discos. La mayoría de ellos toman como punto de partida al jazz, pero también tienen mucho de folk, rock y otros elementos que nutrieron la vida musical del calchaquista. Sin embargo, como en toda gran obra (musical o de otros ámbitos de la vida), el mérito puesto en la primera piedra es digno de destacar. Y ocurre que Daniel Tinte venía de una larga trayectoria musical, pero a sus 34 años aún no había logrado plasmar algo de su producción en un disco. Lo más cerca que estuvo fue con ese proyecto genial de jazz local, La Región, pero alguna otra trágica voluntad lo impidió. Noroeste Piano es puro hibridaje. Entre eso, mucho folclore tocado por rockeros salteños (y otros aliados valiosísimos) que logran desdibujar esa
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imagen que, heredada de la antinomia original entre tango y rock propia de la cuna platense, tiende a mostrar al rock de Salta como divorciado del canto de la tierra. “Juanita de años” abre el disco. Una zamba preciosa, dedicada a su abuela paterna, donde participan, entre otros, Juanjo Bustos y Omar Angola, rockeros de la escena de los 80. De hecho, Angola cantaba en La Máquina del Tiempo, banda pop de alta factura que Tinte integró a fines de esa década. Otra canción digna de destacar es “Viejo piano”, en la cual participan Carlitos Ibáñez (guitarrista de Thánatos, banda thrash salteña de mediados de los 90) y “Rodilla” Farfán (miembro de Áspid a fines de los 70 y de la Incayavi con posterioridad a este disco). Noroeste Piano tiene una gran cuota de jazz, donde Dani se da el gusto de
tributar a sus influencias: “Saluzziana”, “For Miles Davis”, “Pat’s Song” y “Cuchicheando” son títulos más que obvios. Ésta última es una canción que tiene dos versiones: una que tiene mucho que ver con la que interpretaban con La Región, y otra que ejecuta, a dos manos, con Irene López, su compañera de vida. Me quedo con una última imagen, musical, claro: “La silenciosa”. Es una chacarera furiosa, de patio ‘i tierra, homenaje al finado Oscar “Aguja” Salinas (bajista salteño, cumpa de Tinte en La Región, uno de los muertos entrañables del rock salteño). El tema tiene letra, pero en su interpretación, a modo de transmitir dolor, sólo se canta el estribillo. La voz la pone, de manera inmejorable, Federico “El Pibe” Acosta, lo cual hace doblemente significativo el motivo de la misma. De hecho, de la presentación de ese disco, ocurrida en el Teatro de la Fundación Salta, es la única imagen que grabo en mis pupilas: el pibe amagando una y otra vez entrar en el canto, hasta que se larga con su: “chacarera chacarera/ silenciosa de dolor/ chacarera chacarerita/alegrame el corazón”. Noroeste Piano muestra, sin hacer “rock puro”, cómo Tinte transita un camino que nos invita a desprejuiciarnos y abrir la cabeza. Tiene mucho que ver con el camino que él mismo eligió para su vida.
Noroeste Piano es puro hibridaje. Mucho folclore tocado por rockeros salteños que logran desdibujar esa imagen que tiende a mostrar al rock de Salta como divorciado del canto de la tierra.
Por Pablo Lorenzo Freites
Catamarca
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alibre es una banda que existe desde hace dos años. Hasta el día de la fecha tocó en casi todos los pubs locales, fiestas privadas y en boliches de El Alto, El Rodeo, Las Juntas, Capayán, La Puerta, y diferentes presentaciones en La Rioja y Tucumán. Está integrada por Jorge Isasmendi (voz y guitarra rítmica), Milton Lezana (bajo), Sebastián Zavaleta (guitarra líder), Franco Rodríguez
(teclado), Sergio Chazarreta (batería) y Matías Castro (percusión). El estilo de ésta banda comenzó siendo un formato acústico de rock argentino de los 80 y 90 de grupos como Abuelos de la Nada, Pappo, Andrés Calamaro, Los Rodríguez y No Te Va Gustar, entre otros, cambiando los ritmos de algunos de ellos para hacer notar el trabajo de ensayo y la labor de los músicos que integran la banda. En los últimos meses grabaron su primer demo, que será presentado oficialmente
en Catamarca. En Febrero estuvieron presentándose en los Carnavales de Valle Viejo como banda soporte de Los Caligaris, ante casi 10 mil personas. Se destacaron en las ediciones 2012 y 2013 de Poncho Rock. El videoclip de su canción “No vuelvas”, ya lleva casi siete mil reproducciones en You Tube, hecho totalmente inédito para una banda de la provincia. El clip ha rotado en Rockodromo TV, programa cordobés conducido por José Palazzo, organizador de Cosquín Rock.
Contacto | Facebook: Calibre Rock Acustico | YouTube: calibre rock
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RS PREGUNTA
POR PABLO CHOKE TORRAMORELL
Martín Molins Músico, guitarrista de Terapia alternativa.
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uánto tiempo llevás en el mundo de la música? - Empecé cuando tenía 15 años tocando la guitarra. En el 2000 más o menos ya sabía un poco de teclado, después le metí duro a la batería y terminé de aprender a tocar el bajo en el 2003. Es el instrumento que más me gusta de todos y hasta hoy sigo siendo más que nada bajista, por más que sepa tocar guitarra y batería. Hoy, con 30 años, me encuentro celebrando los quince años en la música y agradezco a todos los músicos con los que toqué en todos estos años en bandas como Carpe Diem, Maldito Macarni, El Perchero, La Cuerda, Los 4 de Salta, Mi Karma González, Operación Densa, Galaxy, La Bandguardia, Palo Santo, Heidi y otras. Pasó tanta gente que, por ejemplo, el otro día me crucé con un chico trajeado que salía de un banco y que antes tocaba en una banda conmigo, y es muy loco cómo me doy cuenta de mi persistencia en esto y hay veces que me pregunto si vale la pena seguir y al toque me acuerdo de todo lo que vengo haciendo y me digo que re mil vale la pena. Vivo de esto, de la música. - ¿El mejor show que diste? - El que más me gustó fue un show sarpado de La Cuerda allá por el 2004, en un boliche llamado Acrópolis: se produjo una avalancha de minitas sobre el escenario, ni los de seguridad las pudieron parar. Estuvo muy gracioso, vivir la euforia de la gente, el sueño rockstar. Por otro lado, también antes, en el 2000, tuve la suerte de cumplir con Carpe Diem el sueño del músico que fue tocar canciones propias en un Teatro de la Ciudad, que quedaba sobre la peatonal Alberdi. Otra, terriblemente sarpada, fue cuando toqué con Charly
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García en la Balcarce, en el 2004. - ¿El peor? - La peor tocada fue una del Bar Madrid en el 2011: fui a tocar y no había nadie, sólo tres amigos. Fue un bajón haber tocado para nadie. Pero eso pasó dado que no hago mucha publicidad de mis tocadas más que por Facebook, no pego afiches, no hago mucho escándalo. Pero esa tocada fue terrible, porque yo en realidad toco para la gente y para eso me quedaba en mi casa y tocaba para mí. Por suerte después toqué un par de veces en el mismo lugar y me fue mejor. Igual, tuve otras tocadas que me hicieron doler la cabeza, con mal sonido y cosas así; malas noches. - El primer disco que compraste. - El primer disco que compré con mi plata fue el disco debut de Garbage, titulado homónimamente y lanzado en el año 1995. Ya venía escuchando tantos discos y esta banda me gustaba tanto, como la chica que cantaba (risas). - El peor disco. - Creo que siempre tuve un buen gusto, nunca compré uno que no me haya gustado, estoy segurísimo de eso. Es muy loco, porque tampoco me pasó con discos regalados, la gente que me regala discos sabe que me gusta determinada música y entonces no pasa esa decepción. Eso sí, entraba a algunas tiendas y veía discos que me hacían pensar “¿Quién irá a comprar esto?” o “¿Quién regalará esto?”. - ¿Qué andas escuchando últimamente? - Ahora nada, estoy escuchando solamente las cosas que estoy laburando. Las tengo que escuchar, quiera o no, todo el tiempo de prepo porque tengo que andar mezclando, editando los masters, las ecualizaciones. Un bardo que me toma todo el día y no me deja tiempo de escuchar música. Tampoco tengo ganas, porque en algún momento me cansé de estar tocando todos los días, haber entendido la música en otro plano. Aunque escucho cosas de acá, como el Canciones para llorar en el baño, de Víctor Conti, o el Libro de los Soles, de Gardenia. - Elegí una banda de Salta. - No encuentro ninguna que me haya volado el mate. Sí encuentro muy atractivo al producto que generó Teddy Krueguer, me gustan sus canciones, la actitud que tenía la banda en vivo, el sonido del disco, la mezcla de personalidades y el resultado final que fueron. Me apena tanto pero tanto que no existan más, más que nada por Salta, ya que
necesitamos música así de profesional, con un sonido cool que compita con las bandas de Buenos Aires y esté a esa altura. - ¿Alguien con quien te gustaría tocar? - Me encantaría que me inviten a tocar las bandas de acá, que todas las bandas me inviten. Me encantaría también invitarlos al En casa con amigos y que vayan a grabar, que todos los músicos de acá participen. Es un proyecto que tengo. - ¿Cómo sería tu banda ideal salteña? - Encontré mi banda perfecta cuando empecé a tocar conmigo mismo, conozco a mucha gente que por ahí toca excelente pero que no me aguantaría en un mismo grupo, porque somos todos muy complicados, somos humanos. Pero bueno, en la guitarra estaría Franco Hong, en la batería lo pondría a Darío Araya porque vengo tocando tantos años con él. El teclado iría a cargo de Gastón Oliver y tanto el bajo como la voz quedarían para mí, porque me siento como en esos roles. Aunque también podría poner la voz femenina de Rocío Riera. - El mejor show al que fuiste. - No tengo mucha experiencia en recitales. Fui a seis recitales en toda mi vida. El primero fue hacia finales de los ochenta, cuando vinieron Los Fabulosos Cadillacs a presentar el disco Yo te avisé en el Delmi. Fui con mi hermano. También fui al show en el Micro Delmi, en el 2007: Cerati presentando Ahí vamos. Me gustaron bastante esos recitales. - Recomendate un disco. - Todos los discos de las bandas locales, porque sólo consumiendo eso los artistas vamos a poder mejorar los productos. Si vos no le comprás un disco a Gardenia ellos no van a tener plata para hacer el próximo disco, si no le comprás el disco a los Gauchos pasa lo mismo. Comprar micrófonos, cuerdas, pagar un estudio de grabación, todo eso sale demasiada plata. Tienen que ir a los shows y apoyar a las bandas locales. Es más, fue loco, todas las bandas de afuera hacen exactamente lo mismo que hacen las bandas de acá, que no suenan igual que las extranjeras por el simple hecho que allá hay más plata que acá. Si acá invirtiéramos la misma guita las cosas empezarían a nivelarse. Todas suenan mal porque hay estudios berretas de grabación y porque no hay nadie que haga bien su trabajo.
Por Santiago Castellanos // Foto: gentileza Animal de Ciudad
CIUDAD ANIMAL
Los integrantes de Animal de Ciudad, banda de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), hablan de su nuevo disco, cuentan sus ganas de volver a Salta y sobre lo difícil que es tocar en un país dividido.
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nimal de Ciudad es una banda que mezcla el rock, el pop y sobre todo el funk”, arranca Ronaldo Vaca Pereira Rocha, músico todoterreno, sociólogo, antropólogo y gestor cultural en su ciudad, Santa Cruz de la Sierra. “Es una banda bastante ecléctica con influencias diversas: desde el folclore y rock argentino, pasando por el reggae, el grunge, la música brasileña y los grandes clásicos del rock”, completa. Ronaldo lleva adelante este proyecto desde el año 2008, primero como solista y, a partir de 2010, ya con formato de banda. “Creo que la búsqueda de los músicos fue clave: Julio (Rodríguez,
bajo) ya tocaba conmigo hace tiempo. Con Johnny (Molina) sólo compartíamos una gran amistad y se volvió a sentar en la batería después de un largo receso. Jorge (Ampuero, guitarra) fue el último en entrar, remplazando al primer guitarrista. Con él había una fuerte amistad y se sumó por sus ganas de participar en un proyecto musical más serio.” Ronaldo explica que el proceso de pasar de solista a un grupo fue muy sencillo y democrático: “A la hora de componer, cada uno con su personalidad y sus gustos le pone algo especial a la banda. Los grooves vienen de Julio, y Jorge va proponiendo riffs y secuen-
cias armónicas. Con Johnny completan la base rítmica, siempre coordinando cada golpe y cada arreglo en grupo. Yo pongo las melodías y la letra, la temática de cada canción. Ahora con el nuevo disco eso cambió un poco, ya todos están empezando a proponer más allá de sus instrumentos y sus posiciones. Creo que es una señal de madurez y crecimiento de todos.” La banda que cuenta con tres discos editados: Experimento ConFusión (2008), Animal de Ciudad en Vivo (2011) y Quemar x Quemar (2013), lanzado el 21 de julio en Santa Cruz. “Luego de eso, comenzamos a girar y a tocar. Tenemos planes para La Paz,
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Cochabamba, Sucre y Tarija. En Santa Cruz haremos más shows después de la presentación. También tenemos en la mira gira por Salta y Córdoba. San Pablo y Buenos Aires también, hay oportunidades en todas partes y queremos aprovecharlas todas.” Animal de Ciudad ha llegado con su música a Salta en dos oportunidades: en el año 2010 y en 2011, cuando participó del festival La Caldera del Rock. En septiembre del mismo año viajó a Buenos Aires para realizar tres presentaciones (Festival Invasión Under y en los ciclos de conciertos Captive Sessions y Sitio Plasma). Durante su estadía en la capital argentina, el cuarteto realizó el rodaje del videoclip de “Quemar x Quemar”, dirigido por Ernesto Anaya, que se presentó como corte promocional del álbum Animal de Ciudad en Vivo. “Nosotros trabajamos mucho para poder salir al exterior. Hemos estado en Brasil, Argentina y recientemente en Cuba. Nos gusta viajar y medirnos con otras bandas. Además, internamente, nos da un prestigio especial, somos una de las pocas bandas que viaja fuera de Bolivia todos los años. Creo que salimos un poco a pescar. Cuando viajamos los frutos se recogen en un siguiente viaje, en un festival, en un amigo nuevo, en una banda que nos visita luego en Santa Cruz, y así. Siempre vamos con el anzuelo buscando contactos y oportunidades de seguir haciendo lo que nos gusta. Ojalá en una de esas se nos cruce alguna persona de las ligas mayores y nos brinde una oportunidad. Mientras tanto, seguimos en lo nuestro porque nos encanta. Esperamos la confirmación de Córdoba esta semana que entra y sobre eso planificaremos un par de shows en Salta. Le tenemos muchas ganas a Salta, no volvemos desde el 2011 y extrañamos a la ciudad y a los amigos.” Más allá de que el baterista sea salteño, la relación de la banda con la música de nuestra provincia se da a través de un representante que vive hace años en Santa Cruz, Cacho Gala. “La relación con Cacho es fantástica. A través de los
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años hemos ido tomando más confianza y hemos generado muchos lazos musicales y de amistad. Colaboramos con La Maga, su banda, y él colabora con nosotros. Es parte activa de la movida que estamos generando en Santa Cruz con otros artistas locales.”
“Odiamos la pose de rockstar. Esa sinceridad y sencillez creo que es el toque que complementa la música que hacemos.” A nivel social, Bolivia es un país con dos caras, con dos bandos muy diferentes. Los “cambas” y los “collas” viven realidades diferentes en un país que lo único que necesita es unirse para poder levantar cabeza. Ronaldo, oriundo del oriente, opina que “todo está atomizado y cada ciudad es como una isla con su propia lógica.” A la hora de tocar del otro lado, la cosa no es fácil. “Es complicado en la parte económica, a veces no rinde. Eso también es por la falta de productores que estén interesados. Sin embargo, con el tiempo y la trayectoria, cada vez se nos hace más fácil tocar. Ahora nos invitan más, viene mucho más público y muchos apuestan por nosotros. Lo mismo ocurre para los paceños en Santa Cruz. No tenemos un mercado fácil en Bolivia”, dice. Igualmente, el cantante agrega que la banda ha sido reconocida en todo el país “gracias a la honestidad con la que hacemos las cosas, la buena onda que emanamos
más allá de los escenarios. Tratamos siempre de ser gente accesible y normal con el público. Odiamos la pose de rockstar. Esa sinceridad y sencillez creo que es el toque que complementa la música que hacemos.” Animal de Ciudad lanzó en 2008 el videoclip de su tema “Camaleón”, dirigido por el cineasta Martín Boulocq. Posteriormente rodó en Nueva York el videoclip de “Tierra de colores”. Este trabajo recibió el prestigioso premio Videomanía 2009, luego de ser elegido como “Videoclip Favorito de la Audiencia”. Siempre trabajaron muy seriamente esta faceta. Durante el mes de julio lanzaron su último material audiovisual, correspondiente al tema “Basta”, que fue filmado en noviembre de 2011 durante el show que compartieron con Calle 13. Sobre el rock en Bolivia, Ronaldo opina que está en una etapa de crecimiento: “Después de una época de mucho éxito de artistas como Loukass u Octavia en los 90 y, posteriormente en los 2000, con Llegas y Atajo, han empezado a aparecer o a visibilizarse artistas de otras ciudades del país entre los cuales nos incluimos. También están Oil (Cochabamba), La Chiva (Sucre), Matamba, El Parche (ambos de Santa Cruz), entre otros. Creo que estamos en una fase de crecimiento, aprovechando la buena predisposición del gobierno municipal y nacional, que busca empujar la producción. Hay que entender que Bolivia es un país que escucha mucho de su folclore y música bailable tropical. Entonces, el público de nuestro género, que abarca el rock, el blues, el pop, el funk, es aún limitado. Lo importante es que está en crecimiento.” Animal de Ciudad & Amigos 2011 (Casa de la Cultura de Santa Cruz) y 2012 (Manzana Uno), logró reunir a más de 15 invitados de la escena musical cruceña, posicionándola como una de las agrupaciones de mayor relevancia en la escena local. Actualmente es considerada una de las bandas con mayor proyección nacional e internacional en Bolivia.
CUARTETO DE NOS Viernes 23 de agosto BARCELONA
UTOPIANS
Jueves 12 de septiembre EUPHORIA BAR
LA VELA PUERCA OCTUBRE
PASTILLAS DEL ABUELO Viernes 27 de septiembre LA ROKA
Ataca de nuevo Por Federico Anzardi // Fotos: Victoria Schwindt
RepartiĂŠndose entre El Siempreterno, Mimi Maura y Los Fabulosos Cadillacs, Sergio Rotman muestra su influencia punk recordĂĄndoles a las bandas nuevas que tienen que pelar o ponerse un maxikiosco. 13
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adrugada de invierno en la ciudad de Quilmes: el Club Tucumán está repleto con doscientas personas que ya sintieron las piñas de El Perrodiablo y Fútbol, dos de las mejores bandas emergentes del nuevo rock argentino. Entre calor, humedad y precios considerablemente más bajos que en Capital Federal, los minutos pasan hasta que por una pequeña escalera descienden los cinco protagonistas principales de la noche. El Siempreterno está por dar unos de sus escasos shows anuales, sin probar sonido. Ariel Minimal se cuelga la guitarra, vestido con una remera de Crosby Stills & Nash, semioculto con una gorra de Off!, el grupo hardcore del ex cantante de Black Flag. Fernando Ricciardi se sienta y comienza a acompañar levemente con su batería a Minimal y al bajista Álvaro “Ruso” Sánchez. Mientras tanto, en el medio del escenario, una afiebrada Mimi Maura dosifica sus energías para poder cantar esta noche y volver a hacerlo mañana en Niceto. El que no dosifica un carajo es Sergio Rotman, que está eufórico. Arenga, pregunta qué tal, saluda y presenta al grupo. Inmediatamente comienza una hora de lo más parecido a una noche under ochentosa de rock furioso. Todo lo que leíste en los libros y revistas, todo lo que escuchaste en entrevistas y viste en documentales se siente en Quilmes. Acá hay una escuela prolongada de punk, post punk, Luca Prodan, Cemento, Morrissey, Velvet Underground, el Café Einstein, Todos Tus Muertos, Bowie, Massacre y varios más. El Siempreterno es el hijo directo de Cienfuegos, la banda de culto que en los noventa supo canalizar la angustia y la bronca que Rotman no podía plasmar en su papel de saxofonista de Los Fabulosos Cadillacs. Verlos en vivo es inolvidable porque se notan esas influencias, se percibe el background sonoro pegándote en el pecho, te recuerda en zumbidos matinales posteriores que no te vas a librar tan fácil de su impronta. Presenciar cómo Rotman le grita al micrófono, inclinado contra los bordes de un escenario que es invadido todo el tiempo por dos, tres, cuatro pibes eufóricos y sacados es una de las mayores experiencias
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que se pueden vivir en el rock argentino actual. No importa si suena mal, importa que “Moonage Daydream” se convierta en una reactualización de Roberto Quenedi, con palabras como “amanaligueitor”. Después de una hora de Siempreterno no vas a poder ir a ver más bandas punks under. No les vas a creer a ninguna. Como Pappo, los vas a mandar a buscarse un trabajo honesto.
“Cuando te cansaste faltan diez años. Si vos partís de ese concepto, vas a seguir. Y si no estás dispuesto, siempre hay un local vacío donde poner un maxikiosco. Siempre hay gente ávida de alfajores.” Pasaron dos semanas desde ese concierto en Quilmes y ahora Rotman da vueltas con su auto por Vicente López. Cambió el sur por zona norte. Acaba de salir del ensayo con Los Cadillacs, que realizarán un concierto gratuito el 21 de septiembre en Buenos Aires. Será el primer recital en un escenario argentino después de casi tres años. El último fue en el Delmi salteño, en noviembre de 2009. “Los Cadillacs no están terminados. Si bien ahora estamos viviendo un poco de la leyenda, ojo con esa banda, mucho cuidado”, dice. Habla con un orgullo gigantesco del grupo. A pesar de sus proyectos individuales y los que comparte con Mimi, su esposa, Los Fabulosos están por encima de todo. “Los Cadillacs es lo mejor que me pasó en la vida. Y no tiene que ver con el éxito, tiene que ver con que yo pude irme y volver en paz, en dignidad. Es un grupo que puede tener discos buenos o malos, pero es digno”, opina. En 1997, después de haber grabado Fabulosos Calavera, quizás el punto más alto de la carrera cadillac, Rotman se alejó de sus compañeros. “Yo tenía que irme, porque la situación interna no era
muy agradable para mí y porque tenía que hacer mis proyectos y mi música. Vos tenés que irte de un grupo cuando le va bien, no cuando le va mal. Porque si no, no tenés muy claro lo que querés hacer”, recuerda. Rotman volvió en 2008, cuando se anunció el regreso de Los Fabulosos después de seis años de parate. Antes había participado en la efímera reunión para grabar una canción en el disco homenaje a Andrés Calamaro. Volvió a su lugar habitual de cabeza importante de la banda, junto a Vicentico y Flavio Cianciarulo. Pero en su momento, eligió irse. “Yo me quería matar cuando no hice la gira con Fishbone por Estados Unidos”, dice, rememorando los años en los que LFC era un fenómeno abanderado del rock latino, un concepto, a esta altura, muy noventoso. “Eso lo sacrifiqué y me fui a empezar de cero, de vuelta.” El Siempreterno comenzó en 2010 y ya tiene dos discos editados de manera independiente. El grupo respeta los orígenes de Rotman y de Cienfuegos, es una continuación lógica de aquella banda, que en su momento tuvo poca repercusión y hoy tiene un status de culto. “Cienfuegos sufrió mucho el dogma ése que cuando algo puede salir mal, sale mal. Si algo podía suceder, siempre sucedía lo malo. Lo bueno pocas veces sucedía. Yo no tengo mucha dimensión de cuánto creció. Lo que pasa es que vivimos una época de revalorización de lo que no está, porque lo que está no es muy bueno. Ése es el problema, en realidad: los grupos que están son una poronga. Hay pocos grupos nuevos que hayan surgido del 2000 para acá que sean buenos. Los grupos buenos que siguen siendo considerados nuevos son los grupos de los noventa. Entonces creo que pasa por ahí la cosa.” Esa capacidad de revivir épocas míticas del rock argentino que tiene El Siempreterno se nota también en bandas como Massacre, ambos marcados por el punk y la escena que renegaba de los sinfónicos fines de los setenta. “Sobre el escenario, de cinco, tres pertenecemos a esa escuela: Fernando, Ariel y yo. Somos de la época donde ser rockero no estaba bien visto– reconoce Rotman. Entonces creo que eso provocó una especie de resentimiento. No tenemos ese amor por el rocanrol que se tiene ahora, porque a nosotros
nunca nos trataron bien. Nos va bien, pero nunca nos olvidamos de lo mal que nos trataron cuando empezamos. Tenías que ser un cojonudo para salir en esa época. Yo salí en el 81, 82. Ariel en el 85, 86, que no era mucho mejor. La cosa cambió radicalmente recién a fines de los noventa. Antes había razias, la policía tenía un poder muy grande y había muchos factores represivos en la sociedad. Era otro mundo. Gente resentida era lo que viste en el escenario de Quilmes.” - ¿Esa bronca, esa energía, responde a ese resentimiento, treinta años después? - Sí, sí. No olvido, no perdono. Fue horrible y no me lo voy a olvidar nunca y cada vez que me subo al escenario es con un sentimiento de venganza. Cuanta más gente, más odio. Disfrutar se disfruta. Pero es muy distinto si tocaste en Todos Tus Muertos que si tocaste en No Te Va Gustar. En El Siempreterno (2010) y en Hacia el mar de carbón (2012), los dos discos que editó el grupo, se destacan las letras de Rotman. Oscuras, sin una mínima posibilidad de esperanza en la vida. “Esta raza nunca sintió amor”, canta en “Bajo este sol”. Es rock urgente, angustiado y desesperanzado. Es un detalle que siempre le remarcan y el, dice, se siente sorprendido por eso. “Me da la sensación que yo veo un mundo y el resto de la gente ve otro.
La raza nunca sintió amor, ¿dónde está el amor? Si todavía matan niños en Palestina. Abren una ventana y ven un mundo diferente al que yo veo. Debe haber poca gente en el mundo que le va tan bien como a mí. Puedo tocar con mi esposa, vivo donde quiero, hago lo que quiero y todas las mañanas puedo decidir qué hacer con mi vida. Músicos que son más exitosos tienen más compromisos. Vicentico, por ejemplo, mañana tiene que irse a México un día y volver. Y vos decís ‘uy, qué copado, en primera’. Sí, andá vos. Como es un cantante mucho más famoso que yo, tiene otras responsabilidades. Yo ni siquiera tengo eso, sólo tengo lo bueno de esta actividad. Pero eso no tiene nada que ver. Realmente estamos muy, muy mal. Las cosas están muy mal. El mundo estaba mucho mejor hace cuarenta años. Ahora, habiendo internet, te podés enterar de muchas cosas, pero la gente sigue usando internet para hacerse la paja y putear a otro. La raza humana es una vergüenza, lo único que puede ser y que será aplaudido por los ángeles es desaparecer y no dejar rastro de su existencia. No hay nada bueno en ningún país del mundo. Yo no puedo entender que se sorprendan. ‘Qué tipo oscuro que sos, Rotman’. La vida es oscura, yo no soy oscuro. El mundo es espantoso, todo es horrible (se ríe). ¿O no? Creo que es muy necesario hablar de la mierda que nos rodea. Siempre lo fue, es lo
único que aprendí del punk rock.” “Ahora el rock es comercial, claramente”, opina Rotman. Dice que el género está metido en el sistema y es vendido a niños de doce años. “Entonces pegan estas bandas poronga, porque son para ese público. También pasa con Justin Bieber. Llenás un espacio para vender. Ya no tenés que lograr ese espacio, el espacio ya está. Hay que ver quién se pone en ese lugar. Puede ser La Vela Puerca, puede ser Los Piojos. Cuando nosotros tocábamos o empezábamos, no existía ese espacio. Había que ganarlo. Eso funcionaba como filtro para un montón de bandas que ni en pedo se hubieran tomado el trabajo de soportar lo que había que soportar para llegar a ese lugar. El problema es que al estar el lugar, ya sea Pop Art, la Rock & Pop, lo que sea; no hay trabajo. Es solamente estar en el lugar correcto en el momento correcto. Tocar uno o dos años y más o menos meterse y ya está, porque el lugar ya está comercialmente montado. Una cantidad de gente va a gastar cierta plata para ver cierta banda. Esa banda puede ser Las Pastillas del Abuelo o puede ser La Vela Puerca. Nunca podría haber sido Todos Tus Muertos, nunca podrían haber sido Los Fabulosos Cadillacs. Porque no existía ese espacio, había que ganárselo. Pero qué pasa: una vez que lo ganabas, que entrabas ahí, eras dios del Olimpo.
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¿Cómo se llama el bajista de NTVG? Nadie sabe. ¿Cómo se llama el saxofonista? Nadie sabe, son chaboncitos divinos, re copados, pero son intercambiables. No importa, vos llenás un espacio. Entonces no hay que trabajar nada.” Rotman aclara que no tiene nada en contra de bandas como NTVG o La Vela Puerca, dice que sólo las pone como ejemplo, que son buenas, pero que están dentro de la domesticación del rock. “Son grupos buenos, pero el lugar que ocupan está mascoteado. Son mascotas de la sociedad. Ya está, la sociedad aceptó, formateó y facturás. Ya está, no hay peligro. El rock es otra cosa, es problemas, es la policía tirando gases. Ahora tu mamá te dice ‘comprate una guitarra eléctrica’. Ese es el gran cambio. El músico no estaba considerado dentro de las posibilidades de tu porvenir. Ahora sos la realeza. Cuando salgo de gira con Los Cadillacs somos la realeza. No pasamos por migraciones, nos hacen una fila aparte para que no tengamos que esperar. Antes, en los ochenta, nos revisaban hasta el culo, y si te encontraban una semilla de faso ibas en cana. Ahora dicen ‘no, se droga porque es rockero’ (risas).” “En el 99 me metieron en cana en la última razia que se hizo en la Argentina”, recuerda, y sigue: “Era un recital de Cienfuegos, viste. Si algo puede salir mal… Ese día encontraron un poco de falopa en un lugar y yo estaba cerca. El mundo cambió mucho en los últimos trece años. Después de Cromañón muchas cosas fueron para mal y otras para bien. Que el rock esté tan estudiado hizo que los pibes quisieran ser rockeros. La prensa, mala o buena, siempre sirve. Para mí, Capusotto es la muestra de lo hecho mierda que
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está el rock. Diego es un genio, pero que un tipo pueda parodiar algo y que la gente se ría significa que ese algo es muy importante. Porque el programa de Capusotto, hace quince años, no hubiese hecho reír a nadie. El rock ahora es paródico porque está tan domesticado y por eso una banda común puede pegar sin necesidad de ser talentosa, ni nada. Con sólo ocupar ese espacio.”
“Los Cadillacs es lo mejor que me pasó en la vida. Pude irme y volver en paz, en dignidad. Es un grupo que puede tener discos buenos o malos, pero es digno.” “Hay dos cosas que han cambiado”, dice Rotman antes de empezar a marcar las diferencias que encuentra entre este momento del rock y el de décadas pasadas. “Antes, ser una estrella de rock no era algo aspirable. Ahora sí. La gente dice ‘eh, pero no pego nada porque las bandas de arriba no me dejan crecer’. No, lo que pasa es que vos querés tener la cuenta de banco y querés que vengan las chicas a chuparte la pija sin parar porque sos un loser absoluto. Esa es la verdad por la que quieren pegar. No por llevar su mensaje. El rock no es copa-
do, tiene que producir dolor y odio. Y si querés llamar la atención, hacé lo que hacía Iggy Pop: cortate con una botella y vas a ver cómo salís en la tapa de los diarios. Pero con tu musiquita de cuatro acordes, por más que seas un genio, no vas a llegar a nadie. Porque hay un millón de bandas haciendo cuatro acordes. Y si tu bandita lleva ocho meses y todavía no pudo salir de la habitación es culpa tuya. Hoy en día tenés todos los canales, hay lugares, tu mamá quiere que seas rockero, las chicas tienen la boca abierta lista para que hagas lo que tengas que hacer. ¿Qué se quejan ahora? Cuando Los Cadillacs tocaron en Estados Unidos, la banda anterior cantaba ‘ahí viene la plaga’. Entonces no hablemos de que hoy ‘no, lo que pasa es que yo no tengo posibilidades’. Flaco, andá, ponete un maxikiosco. No servís. Si tenés una banda buena no te quejás, cerrás la boca y vas para adelante. Ahora tenés todos los medios. El problema, es que ahora tenés que ser bueno. Cuando empezamos con Los Cadillacs estaban Virus, Sumo, Soda, Los Twist y el under éramos Casanovas, Sobrecarga, Nylon, Cadillacs y por eso triunfabas, pero había que bancársela. Porque la patrulla te esperaba en todos los shows. Por un lado era bueno, porque había poca competencia, pero te esperaba la patrulla. Muchos quedaron en el camino porque había que bancársela. La gente te puteaba por la calle. Ahora dicen “uy, mirá, él es emo”. Entonces no me hablen más de las bandas nuevas. Las bandas nuevas tienen que tocar hasta que peguen. Y si no pegan es porque no eran lo suficientemente buenas. Pasa que es cruel aceptar que tu banda no es lo suficientemente buena para tocar antes de Pez.” - Está bien, pero Pez tiene veinte
“La vida es oscura, yo no soy oscuro. Creo que es muy necesario hablar de la mierda que nos rodea. Siempre lo fue, es lo único que aprendí del punk rock.”
años. - Sí, pero ¿cuánto se fajó esa gente? No hay bandas que merezcan estar más arriba de donde están. Utopians es una banda que tocaba en el under y la firmaron. Es un caso. A El Siempreterno no la firman, pero llenamos los Nicetos, que es mejor, porque ese éxito es propio. - Y ustedes tienen otro bagaje, también. - Sí, bueno, pero cuando empecé a tocar con Mimi Maura acabábamos de ganar el Grammy con Los Cadillacs y no venía nadie. - No, claro, pero ahora estás vos, Mimi y Minimal, que influye mucho. - Sí, muchísimo. Más que Mimi y yo. Pero no es eso, porque si la banda era una mierda igualmente, ¿entendés? Entonces, es lo mismo: las bandas nuevas tienen que fajarse. No es para pasarlo por alto, porque veo muchas bandas así. “Pará de llorar, si tocás todos los fines de semana”, “y, pero no viene mucha gente”. No viene mucha gente porque es una poronga. O tenés que esperar, porque la gente no está pendiente. Hay millones de bandas, ¿por qué vas a pretender que escuchen la tuya? - Sí, es la constancia lo que hace lo que salgan las cosas. Hay un montón de bandas nuevas que tienen fotografías excelentes pero suenan horribles porque no laburan mucho. - Sí, completamente de acuerdo. - Pero también hay cierta negación de un montón de sectores: “no, el rock de ahora no sirve”. - Pero es tiempo. Cuando vos te cansaste te faltan diez años. Cuando estás harto, te faltan diez años. Si vos partís de ese concepto, vas a seguir. “No doy más, no doy más, ¿cuánto falta?”. Diez años. No uno, ni cinco: diez. Y si no es-
tás dispuesto, siempre hay un local vacío donde podés poner un maxikiosco. Siempre hay gente ávida de alfajores. No todos tienen que ser rockeros, por ahí tu destino no es ése. ¿Por qué todo el mundo quiere pegar? Yo no entiendo. No hay espacio para todos, no hay público infinito. ¿Por qué tienen que pegar todas las bandas? “No, porque no sabés, me vengo rompiendo el culo”. Y bueno, ¿alguien te lo pidió? ¿Bajó gente a decirte “che, hacé una banda”? No. El escenario termina en el borde del escenario. No podés ponerte a pensar porque no te compete, el éxito no te compete, vos no hacés nada para tener éxito. - ¿Cuándo te diste cuenta de que cuando te hartás te faltan diez años? - Cuando empecé con Mimi Maura. Dije “olvidate, tengo la mejor cantante del mundo, vengo de Los Cadillacs”, tocaba todos los jueves gratis en El Dorado y no iba nadie. Gratis, no iba nadie. Toqué dos veces y dije “pero es gratis, jueves”. Pero la gente tiene otras cosas que hacer, ¿por qué iban a ir? Entonces reservé todos los jueves del año. En vez de irme a llorar a mi casa y poner un parripollo, tocamos todos los jueves. No vino nunca nadie, ningún jueves, pero nosotros nos convertimos en una banda y Mimi aprendió a cantar. Eso fue en el 99. En el 2002 ganamos el Gardel. - ¿Y qué te hizo aguantar? - El odio y… (piensa). - El “no me van a pasar por encima”. - Claro, fajarme. “¿Ah sí? ¿No van a venir? Vas a ver que van a venir”. Ahora, tienen que pasar ciertas cosas: tenés que sentir que lo que hacés está bueno. El otro día fui a un bar, había una banda tocando. Y el flaco viene, me regala el
disco y me dice “perdoná, lo que pasa es que el batero se tomó cuatro Tamilan y no podía ni tocar”. No puede tomar Tamilan el batero. No toques ese día. No va a venir John Lennon de la tumba a decir “uy, no tocó la banda, me vuelvo a la tumba”. Lo que es injusto es que Javier Martínez, que Edelmiro (Molinari) no tengan donde tocar. Hay muchas peores cosas. Hay millones de bandas nuevas, ¿para qué querés bandas nuevas? Se necesitan más médicos, no seas rockero (se ríe con maldad). Pero perdón, sin quedar como un hijo de puta, ¿se entiende cómo te lo estoy diciendo? - Se entiende, se entiende. Creo que las bandas no estarían de acuerdo. - Bueno, pero porque también es lo que te digo. “¿Cuánto hace que tocás?”, “No, pero llevamos como nueve meses…”. ¿Nueve meses, flaco? Decime que llevás nueve años (pausa) y te digo “che, no debés ser muy bueno” (carcajadas). Una vez leí que para que una canción llegue a un porcentaje de gente que sea significativa tienen que pasar tres años desde que se compuso. Por eso digo (pone voz de estar llorando) “che, yo vengo tocando hace nueve meses y no me va a ver nadie y las bandas de arriba no dejan crecer a las nuevas generaciones” ¿Qué nueva generación, flaco? Hay bandas buenísimas pero todavía no pueden subir a Niceto, tienen que tocar tres años más en otro lado. Como un chico de nueve años no maneja un auto. Tenés que fajarte con tu banda. No quiero quedar como el ortiva, sino que el mensaje que quiero dar es ése: cuando creés que estás cansado, cuando no soportás más al bajista y vas a cagar a trompadas a la novia del batero, te faltan diez años… y tres sobredosis.
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Por Pablo Choke Torramorell // Fotos: Violeta Gil
Perro Ciego y Luca Makonia festejaron juntos sus respectivos cumpleaños con un concierto que osciló entre los clásicos de siempre, algunos adelantos y la habitual impuntualidad de la escena salteña.
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U
n show que par e c í a cumplir con un objetivo programado desde hace tiempo: Perro C i e g o junto a Luca Makonia celebraron sus respectivas fechas aniversario (2 de julio) junto a la escena salteña del rock. O por lo menos una parte de ella. Dos bandas que, mirándolas en retrospectiva, tienen largos años dentro del proceso de formación del género rebelde en esta provincia. Con un amplio historial, Perro configura actualmente a un modelo sólido de banda que, en 24 años de carrera, sobrevive gracias al continuo trabajo y a la evolución constante de sus integrantes: cuatro personas que allá por el año 1997 debutaban con el disco Rocabola, convirtiéndose en los encargados de rebautizar al “rock barrial” por estos lares. Trece años después, en 2010, editaban Pelafustán, alcanzando un sonido evolucionado para el reencuentro de los viejos con los nuevos fanáticos, con el imparable apoyo show a show. En Salta “el aguante” reside fundamentalmente en los conciertos en vivo: la emoción del recorrido lento entre tema y tema de la lista, el arengue potenciado con trapos y cánticos que sólo alcanzan un límite en el último acorde de show, el adiós de la noche. Por otro lado, unos reencontrados Luca Makonia festejaron los nueve años atrapando a su público con viajes al pasado. Un inmenso trabajo de difusión le sirvió al grupo para rescatar
parte de ese apoyo que llegaron a lograr en los años cuando editaban los EP que vieron nacer algunos de los clásicos que hoy interpretan en los recitales. En estado constante de giras, recientemente entraron al estudio a grabar el nuevo disco con canciones nuevas ya testeadas entre sus seguidores al momento de las tocadas en vivo.
Con un amplio historial, Perro configura actualmente a un modelo sólido de banda que sobrevive gracias al continuo trabajo y a la evolución constante de sus integrantes. Lo vivido el pasado sábado 13 de julio en el local Euphoria fue resultado de “una vieja idea de hace por lo menos tres años”, dice el Pelado Vega, bajista de Perro. “Una idea con sus buenos años aunque nunca coincidimos en realizarla porque justo cuando lo íbamos a realizar Luca se termina separando”, cuenta. El impase atrajo nuevas propuestas musicales para los integrantes makonianos: Horacio Corimayo formó New Russia A La Vinagret; Beto de la Fuente se unió a La Banda de Mr. Royers y Genaro Alfarano a La Vaca Vuela. Mientras, Perro Ciego apostaba toda su nueva faceta sonora a Pelafustán y a shows con más invitados estables en vientos y percusión, agrandando la historia. Hoy, con Luca de nuevo en escena y Perro reajustándose a un cuarteto sin invitados permanentes, lograron concretar un concierto que pudo
haber sido distinto y que quedó en lo mismo: aprovechando la oportunidad de compartir el mismo escenario hubiese sido interesante escuchar reversiones de canciones invertidas entre ambos grupos, tal como se logró hacer en el festejo de los 22 años de Perro cuando Horacio fue invitado a cantar una versión acústica de “Destapado” del disco Peón de Luna. También es importante mencionar otras situaciones que llegaron a limitar el disfrute completo de la fecha, como el acceso restringido para los menores de edad, algo que generó algunos inconvenientes para un gran sector de público seguidor de ambos grupos. Chicos que no llegan a los desactualizados 18 años que imprimen la supuesta mayoría de edad. También el falso amague del “comienzo puntual” por parte de las dos caras protagonistas de la noche, tanto bandas como el público, apacigua los intentos de mejorar en un factor que molesta a los todavía creyentes de escuchar canciones interpretadas en vivo: un público que no terminó de ingresar del todo sino hasta en el comienzo del set de Perro, mientras que el arranque con Luca tuvo que hacerse esperar hasta cerca de las once de la noche, estando pactado para las nueve. La previa retrasa y mucho. Para destacar queda la actitud reforzada de los Makonia, en estos momentos grabando nuevo disco, que con el paso del tiempo fueron retocando algunas canciones mejorando las versiones en vivo que van a ser finales cuando el disco quede listo. Perro Ciego, por su parte, tocó nuevamente “Cero Man”, el tema nuevo aún inédito, que ya es coreado por los seguidores más fieles, bajo una gran y eterna bandera desplegada por sobre todas las cabezas.
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Por Melisa Sansotta // Foto: Prensa Kapanga
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DespuĂŠsdeandar juntostantosaĂąos
El Mono, cantante de Kapanga, habla sobre la evolución de la banda y explica cómo un grupo de músicos puede trabajar seriamente sin dejar la lima de lado.
N
o sé cuántos almuerzos de porción de muzzarella habré pasado en la barra de Pizza Factory, el local que tenía el Mono de Kapanga a unas cuadras de mi colegio primario, el San José de Quilmes. Sé que una vez conté la cantidad de autógrafos suyos que tenía en servilletitas llenas de aceite y superaban los 25. El placer máximo a mis 14 años era sentarme en esa barra con el cantante de mi banda favorita del mundo entero, y mirar los discos colgados en la pared, capaz animarme a hacerle a algún chiste y pedirle, siempre, indefectiblemente, que me regalara un “Mono” en la servilleta usada. Casi siempre venían en azul y a veces le ponía una carita sonriente a la última “O”. Todavía Kapanga estaba por el escalón número 2 de subida al tobogán del rock. Todavía había que remar en horarios hostiles para la adolescencia de una primera hija mujer. A duras penas conseguía los permisos de mi vieja para ir a Elsieland o a Club XXI para verlos tocar. A veces fracasando estrepitosamente porque sólo me dejaban quedar hasta las 2 y el show arrancaba a las 3, 3 y media. Contentarme con verlos entrar al boliche, bajar de los autos, o solo con ver los autos, saber que ahí estaban, en el mismo lugar que yo. Ojo, nunca fui fan gritona o llorosa. De hecho, me deprimía ver lo que generaban los Backstreet Boys y todo ese show de “I love you Nick Carteeeeeeeeeeeeer” lleno de moco y baba. Con los Kapanga yo sentía otra cosa. Un fuego. Mi primer pogo. Mis primeras flores. Convencí mil veces a mi mamá para adaptar los destinos turísticos de acuerdo a la gira costera de Kapanga. Mi estrategia era llegar bien temprano para poder conversar con ellos. Contarles lo que me había parecido el recital pasado, emocionarnos juntos porque los había escuchado en la radio mientras venía con mi papá en el auto. Ellos también se sorprendían. Lo bueno de seguir desde cero a una banda que finalmente explota es poder dar fe de la cara que ponían cuando de pronto les iba mejor de lo que esperaban. Años después, al fin en una entrevista sin excusas inventadas ni porciones de distancia, iba a tener la chance de decirle al Mono: “Ustedes y yo crecimos juntos”, para que su respuesta hiciera valer todo la pena: “Yo a vos te tengo de algún lado… vos sos la chiquita en jumper que venía a comer pizza, ¿no?”. - Tengo que preguntar qué tan
redundante fue presentar Lima en Perú. - Fue fantástico. El nombre de este nuevo disco salió por eso también, porque daba un montón de significados. Uno era Perú, otro era la fruta, otro era la lima que tenemos nosotros. Que le den la interpretación que quieran, depende del día que tengan. - Este verano se cargaron “el pogo más grande de la historia” ahí en Arena Beach, ¿qué tal le vino al ego? - Venimos de varios shows medio multitudinarios. Pasa que en la playa todo es como más fastuoso, es el marco que ya ayuda y creo que la gente en la playa es diferente que la gente en la ciudad. - De por sí está en pelotas. - ¡Claro! Muy libres todos y está bueno que se pueda ver esa diferencia de cómo uno ve a la gente. Hay de todo, son eventos gratuitos, va el que pasó por ahí, el que escuchó ruido, el que le gusta, el que va a sacarte el cuero, va el tuitero facho que siempre está presente, que aunque después critica se termina viendo todo el show y sabe todos los temas.
“Cuando empezamos, ninguno tenía nada. Ahora tenemos una infraestructura que labura, que come de esto, somos una PyME.” - ¿Aprender a convivir con la crítica es parte de crecer también? - Está bueno crecer, a full. Como en la vida misma. Garpa crecer. No queríamos ser todo el tiempo lo mismo, ser lo de siempre, o lo del principio, si no hubiésemos optado por otra fórmula. Se nota disco a disco que tratamos de evolucionar. Este disco está muy bueno. Logramos eso, que podamos tener canciones, que no todo sea pum para arriba, que haya climas, que no sean todos los temas pogo. Y después con la lista de canciones los vamos eligiendo nosotros. Depende del ánimo salen recis más punks o más ñoños. - ¿Sos de tener días de mierda, de levantarte cruzado? - Debo tener malos días, pero no los recuerdo muchas veces.
El Mono se ríe y hace reír. Mira de reojo una mesa llena de sushi casi sin tocar y creo que entiende mi mirada juzgadora que esperaba encontrar más una picada con morcipanes, que todos esos platos llenos de pescado. Se acuerda de los autógrafos pedidos entre pizza, me animo a decirle que todavía guardo las servilletas aceitadas, pero que realmente me gustaba la muzzarella que vendía, más allá del fanatismo. Le confieso que estuve muchos años enamorada de su baterista, Claudio Maffia. “¿Y ahora?”, me pregunta. Lo de ahora es respeto, le digo, solo para que en la autoevaluación asuma “y sí, es que estamos grandes ya”. Y mejor no seguir con las confesiones justo cuando tengo el grabador prendido. Es difícil volver a encauzar la charla cuando de prepo se acuerda de una vuelta en la que segundos antes de debutar con Kapanga y sus Yacaré, a finales de los 80, el handbolista y cocinero Martiniano Molina cagó todo el show cuando empezó a molerse a trompadas contra otro gigante. Tocaron 33 segundos y la pelea duró casi media hora. Imposible retomar nada. - Y desde esas fechas hasta lo que pasa hoy, con un Groove hasta la manija en febrero y un Vorterix en la misma línea en abril, ¿qué sienten que fue lo que más costó? - Nos costó que la gente pagara las entradas para vernos. - Pasar de una entrada de 15 pesos a una de 80. - Nosotros hicimos en estos 18 años un buen laburo, nos lo tomamos muy en serio y cuando te pasa lo que le pasa a nuestra banda, hoy lo disfrutamos mucho más. También disfrutábamos los comienzos, muchísimo, pero ahora se disfruta de otra forma, con muchas más obligaciones de alguna forma. En esa época, cuando empezamos, ninguno tenía nada. Sólo tratar de ir con tu banda a pasarte quince, veinte días gratis en la playa tocando. Y ahora tenemos una infraestructura que labura, que come de esto, somos una PyME. Kapanga tiene eso que hace especial al tuco de domingo de la abuela. Ese sabor que muchos quieren lograr y no pueden, porque les falta un ingrediente o simplemente no tienen el carisma necesario para llevarlo adelante. Un tuco para mojar el pan entero y encontrar sabores nuevos en cada mordida. Kapanga es invierno y carnaval, es baldío y Obelisco. Un poco de todo, para todos los gustos. El que no se enamora, no tiene corazón.
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Elrebañodel pastor Por Federico Anzardi // Entrevistas: Diego Maita López
El rock salteño prepara un homenaje al Cuchi Leguizamón. Los músicos opinan sobre la importancia de una obra fundamental para el Norte argentino. Un disco que busca acortar distancias entre tradición y las nuevas generaciones.
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ómo no vamos a hacer un tema del Cuchi?”, se pregunta Emilio Barrabino, guitarrista de Adobe, una de las catorce bandas que reversionan a Gustavo Leguizamón en uno de los discos con mayor carga simbólica de los últimos años en la música del NOA. Un trabajo necesario que servirá para unir generaciones, derribar prejuicios y marcar presencia. En las páginas de esta revista se viene insistiendo desde hace tiempo con una teoría: el rock de las provincias no es igual al de Buenos Aires. Y cada una tiene sus propias características. Las que conforman la región Noroeste tienen una marca genética ineludible en el folclore. En Salta, uno de los referentes es el Cuchi. Podría parecer una contradicción apañar y mostrarse como herederos de una música que es resaltada por los que escriben los libros oficiales de cultura. Los mismos que marginan expresiones alternativas de la nueva salteñidad. Pero el folclore no tiene la culpa de que lo utilicen los retrógrados de siempre para tejer una bandera turística que sirve para seguir vendiendo el humo de la Linda que no sufre problemas ni tiene policías que torturan impunemente a su pueblo. El Cuchi Leguizamón tenía mucha pasta under. Siempre vivió en Salta, nunca tuvo aires de divo. Se ganaba sus mangos laburando como abogado o profesor porque la música no lo llenaba de monedas. No estaba sponsoreado por el gobierno. No lo sacaban a tocar en todos los festivales provinciales. No devolvía favores grabando spots electorales. Te lo podías cruzar en alguna mesa de un bar de la ciudad. En ese sentido, el Cuchi era más parecido a Luca Prodan que más de un rockero actual. Además, como completa Barrabino, “era una figura reconocida mundialmente, uno de los mejores artistas que dio Salta”. “Escuchar su obra y pensar ‘este tipo era un bohemio’, nos pone a nosotros en una situación muy cercana a él como banda de rock y como músicos.” “El Cuchi fue un fuera de serie, un tipo con un conocimiento de la música y del arte muy amplio y profundo. Un genio creador que no temió experimentar con estructuras musicales modernas y armonías disonantes realizadas con un gran dominio de la teoría musical, pero a su vez no perdió nunca la raíz y su sentido de pertenencia. Además de músico, compositor, poli instrumentista, fue un gran poeta que se codeó con otros grandes de su época”, resume Hernán Bass, guitarrista de Santuario y Dominó, grupos que también participan del álbum. Para Diego Araya, bajista y cantante de Tommyknockers, “el Cuchi representa a lo transgresor dentro de la mú-
sica popular argentina. De allí que haya despertado tanto interés en los artistas, quienes se acercan a él de una forma espontánea. El encuentro con el Flaco Spinetta refleja, por ejemplo, esa cercanía con el rock”. Diego se sorprende con la “visión de ciudadano” que tenía Leguizamón. Una mirada que le permitía crear y recrear “los diversos elementos de la cultura que forman parte del saber popular: los mitos, las creencias, los hechos de la vida cotidiana”.
“El Cuchi representa lo transgresor dentro de la música popular argentina. De allí que haya despertado tanto interés en los artistas.” No sólo Spinetta se acercó al Cuchi. Otros músicos reconocidos de la primera línea del rock argentino también le rindieron tributo alguna vez. Pedro Aznar versionó más de una de sus composiciones; una de las ediciones del mítico Festival de La Falda le fue dedicada íntegramente y Litto Nebbia produjo, en 1991, el disco que el Cuchi grabó para La Redada, la película de Rolando Pardo que reflejaba cómo el gobierno de facto tucumano comandado por Antonio Bussi “limpió” la provincia expulsando a todos los indigentes y enviándolos en un camión al límite con la provincia de Catamarca. Además, Nebbia fue el productor de un álbum doble homenaje al Cuchi. También fue quien alguna vez declaró, en Página 12, que “nuestro país todavía le adeuda al Cuchi un reconocimiento indiscutible, porque ocupa el lugar del mejor folclore escrito. Muchos artistas le adeudan la humildad de arrodillarse frente a su obra, aunque no la comprendan”. Era inconcebible, entonces, que el rock salteño no lo homenajeara, que
no se hiciera cargo de esa influencia. El álbum, grabado en el estudio Sueño en Gotas, de Cerrillos, se publicará a través de Rock Salta Discos durante el último trimestre del año. Se distribuirá en medios de comunicación de toda la región, Córdoba y Buenos Aires, y de manera online. Tendrá catorce temas que van desde lo instrumental al metal, pasando por el punk, el jazz, el sonido indie y el hard rock: un abanico amplio que representa la heterogeneidad del rock que se hace en nuestra provincia. Al cierre de esta edición, la lista de canciones aún no estaba definida. Restaba optar por las distintas versiones que se grabaron. Los músicos que participan del disco son de generaciones diferentes. Están presentes los que ya se subían a un escenario a fines de los ochenta y los que aún eran niños en septiembre de 2000, cuando el Cuchi falleció. Esa marca generacional se siente, por ejemplo, en las declaraciones de Emiliano Livelli, cantante y guitarrista de Bort, un grupo de pibes de veintipocos que recibieron al Cuchi desde las anécdotas y las grabaciones. “Todos los Bort nacimos y crecimos en Salta y mamamos mucho el folclore. Las canciones más populares del Cuchi forman parte de nuestra memoria musical -cuenta. Creo que ninguno escuchó tanto al Cuchi como a Los Beatles pero siempre estuvo ahí. Este proyecto nos acercó a un artista salteño fundamental y trajo mucha nostalgia porque eran canciones que siempre estuvieron en nuestro imaginario y porque, al comentar este proyecto con nuestros allegados, surgieron historias de personas que lo conocieron. Mi viejo, por ejemplo, fue alumno del Cuchi en el Colegio Nacional.” El disco también servirá para algo más interno y egoísta: demostrar (una vez más) que el rock salteño es un movimiento genuino, auténtico, con los años y las canciones suficientes para ser tomado en serio de una vez y para siempre. Hasta ahora, el género en nuestra provincia se mantiene en los márgenes. Es el nuevo folclore salteño: refleja con mucha mayor crudeza y veracidad lo que se vive en estos años en las calles de los pueblos y ciudades de la provincia. Quizás por esa razón no hay demasiado interés desde los medios y la cultura oficial. “El movimiento rockero en Salta creció a escalas inusitadas pero, por algún motivo extraño, se mantiene debajo de la escena mainstream del circuito musical salteño. Son infinidades de bandas y músicos produciendo y mostrando sus cosas. Sin embargo no hubo mucha apuesta al movimiento desde los sectores grandes ni de las empresas ni del estado. Los homenajes póstumos suelen estar destinados para personajes célebres o refritos de artistas de cierto ‘renombre’ sin que esto implique un
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buen homenaje necesariamente. Es por eso que convocar a bandas de rock de la provincia para hacer un disco homenaje representa una especie de reivindicación del movimiento para con el colectivo popular musical, sin dejar de mencionar que no es cualquier homenaje: es ‘el’ homenaje”, dice Cristian Gana, guitarrista de LaForma, uno de los grupos que más representa esa idea del rock salteño como nueva canción popular de la provincia. “La idea del proyecto de este disco homenaje me pareció estupenda desde que me la plantearon por primera vez. No sólo se trata de un tributo totalmente merecido, sino también que es una gran oportunidad para que los músicos del rock salteño puedan demostrar que el rock, a pesar de soportar tantos prejuicios y estar casi invisibilizados por los medios que manejan la cultura desde el poder, es abierto y no está en contra del folclore ni la tradición. Los rockeros no excluimos al folclore y otros géneros, pero sí se da al revés. Además, como bloque podemos mostrar al país que hay un sonido particular en las bandas que provienen del NOA”, opina Hernán Bass. Uno de los músicos salteños más ligados a la obra del Cuchi es Daniel Tinte (ver página 6). Su participación no podía ser obviada. Tinte opina que “el Cuchi siempre fue difícil de interpretar hasta por los mismos folcloristas, y que el rock salteño lo haga de una y con un disco completo es totalmente revelador. Hay pocos homenajes a disco completo y esto lleva a mirar al Cuchi y a nuestro rock ya con una personalidad madura que seguro será duradera en el tiempo. Es un disco fundamental para la música del Noroeste argentino, sin distinción de estilos.”
Las canciones El disco está formado por reversiones de LaForma, Dominó, Giróscopo, Daniel Tinte, Gauchos de Acero, Luca Makonia, Cosa Gorda, Cachetada de Loco, Santuario, Bort, Adobe, Tommyknockers, Kratos y Nagoba. Los músicos eligieron el repertorio en base a sus propios gustos, a la importancia de las composiciones y a la capacidad de adaptación a su propio sonido. Sury Mecle, baterista de Kratos, cuenta que la elección de “Coplas para el caballo que muere” se debió a que se trata de “una obra que Cuchi tuvo el honor de llevar a Europa, en la que inmortaliza a su ‘chuncho’ moribundo en versos y decora con una zamba instrumental a piano”. “Elegimos esta copla por la libertad de musicalizarla a nuestro gusto y paladar sin despojarla de su concepto y convertirla en canción -agrega. Invitamos a Pancho Canavidez (padre de Matías, el bajista) para
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que nos dé una mano en la transcripción del instrumental de piano para pasarlo a guitarra clásica y en la grabación, para no alejarnos del folclore ni de la obra pura del Cuchi.”
“Es una gran oportunidad para demostrar que el rock es abierto y no está en contra del folclore ni la tradición. Los rockeros no excluimos al folclore y otros géneros, pero sí se da al revés.”
“La elección de grabar la ‘Chacarera del expediente’ surgió por la posibilidad de que Adobe interprete una versión que tenga una fuerza desde abajo, algo que salga con una naturalidad y una garra que tiene la banda, como cuando hacemos nuestros propios temas. Escuchar esa letra, la indignación que tiene el Cuchi con la desigualdad y la marginación, ver esa bronca y transformarla en una chacarera fusionada con rocanrol nos pareció algo muy potente”, explica Emilio Barrabino. Emiliano Livelli reconoce que los Bort conocen la obra del Cuchi básicamente por el Dúo Salteño. “Más que nada porque somos muy arraigados al formato canción. Así que nos pusimos a escuchar al Dúo. ‘Zamba de Lozano’ fue una elección instantánea y la razón radica en simplemente escuchar la canción, es perfecta. Es más, pensamos que varias bandas elegirían esa canción, y cuando nos dijeron que podíamos versionarla fue todo muy genial. ‘Fiestas de guardar’ la elegimos porque queríamos versionar alguna canción del Cuchi que esté en 4/4 para poder meter algo del sonido garagero strokiano que tanto nos gusta. No la conocíamos, pero cuando la escuchamos en un disco del Dúo nos encantó la melodía. Después, ya cuando la estábamos ensayando, nos dimos con la semejante letra que tiene.” Para Tommyknockers, la elección de los temas no fue una tarea sencilla. “En nuestro caso, elegimos ‘Muerte de
Lucifer’ y ‘Chacarera del aveloriado’ porque ambos tienen una raíz metafísica, espiritual”, explica Diego Araya. Agrega que se trata de “canciones que te transportan, literalmente, a un estado de armonía, de equilibrio”. “Si bien nosotros hacemos un hard rock progresivo, nuestras letras tienen esa raigambre introspectiva que se detienen en lo onírico, en lo simbólico -continúa. Ambas canciones, por otro lado, tienen la particularidad de ser instrumentales, razón por la cual versionarlas fue un verdadero desafío, ya que ello nos presentaba dos opciones: dejar los temas en su formato original, o hacer algo más, a fin de, alguna forma, ‘encontrarnos’ con el Cuchi, tener el orgullo de decir ‘hicimos algo juntos’. Por eso es que me puse a trabajar en las letras, tratando de imaginar qué había querido transmitir el Cuchi. ‘Muerte de Lucifer’ tiene el aspecto de una oda, de una elegía, más que de algo macabro o sombrío. Pareciera ser como si el Cuchi tratara de desnudar el lado desconocido de ese mítico ser. Lo mismo pasa con ‘Chacarera del aveloriado’, que es una canción que refleja el lado tragicómico de la muerte, una visión agridulce de la misma.” Hernán Bass, confeso admirador del Cuchi, dice que la elección de los temas se debió a una cuestión de gusto y de afinidad con el estilo de las bandas. “Con Dominó trabajamos por un lado la ‘Zamba del Laurel’, que la elegí porque posee una melodía extraordinaria y una bellísima poesía de Armando Tejada Gómez, muy evocativa de la infancia y de la nostalgia que nos genera su recuerdo. También grabamos ‘Corazonando’, que es una chacarera trunca que escuché cantada por el Dúo Salteño y me voló la cabeza. Tiene una melodía muy difícil pero con mucho peso y una letra increíble, tremendamente existencialista. La escuché y me dije ‘esto es rock and roll’ (risas). Así que fue una elección lógica por el carácter del tema. Hubo que trabajar mucho en desarrollar un riff para que suene pesada y contextualizarla en el estilo musical y arreglos de Dominó, y despegarnos del sonido de los grupos de folclore moderno que también usan bajo, batería y guitarra eléctrica. Con Santuario elegimos el ‘Carnavalito del duende’ porque es un tema en donde podemos utilizar los diferentes recursos sonoros y vocales de la banda, que tiene un vocalista con voz gutural, una voz femenina y una masculina. De esta manera planteamos el tema como una conversación entre estas voces muy contrastantes entre sí y le sumamos una base con un riff muy poderoso y con mucho gancho. Jugamos bastante con las métricas, compases y acentuaciones (algo que hacía muy bien el Cuchi) aunque en lugares puntuales para no desvirtuar la obra. La idea siempre fue la de realizar un arre-
glo musical que logre que el tema suene como si fuera uno propio de la banda pero sin deformar o desvirtuar la obra. Creo que lo logramos..
“Que el rock salteño interprete al Cuchi es totalmente revelador. Hay pocos homenajes a disco completo y esto lleva a mirar al Cuchi y a nuestro rock con una personalidad madura que seguro será duradera en el tiempo.”
Una gran idea
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Por Santiago Castellanos
Cristian Gana cree que la “Chacarera del zorrito” es “políticamente la obra por excelencia” del repertorio del Cuchi. “No sólo es una hermosa chacarera sino que su discurso está lleno de pinceladas de alguien que gambetea a lo Robin Hood, con sus hazañas y sus nobles propósitos -dice. ‘Vidala del corso’ es una extraña composición que mezcla dos ritmos muy característicos de Salta como la vidala y la comparsa. Y nosotros veníamos buscando por esos lados nuestros horizontes. Terminó de definirla el acierto letrístico de Horacio (Ligoule, cantante y guitarrista del grupo), quién supo acompañar la música con gran acierto.” “Somos una banda de música instrumental, así que el disco que me vino a la mente fue En vivo en Europa, de 1991. Además de tener un trabajo rítmico muy libre y trunco, tematiza la muerte hecha música. Coincidimos en homenajearlo con esa chacarera entre obscura, rara y divertida”, explica Juan Soto, de Nagoba, el grupo que se hace cargo de la “Chacarera de la muerte”. Emilio Jorge, cantante y guitarrista de Gauchos de Acero, opina que “Coplas de Tata Dios” fue una buena elección para la banda “porque tiene oscuridad y por momentos explota”. Se trata de “una canción que tiene mil maneras de interpretación, con frases que te dejan un mensaje tremendo”, cuenta, y no puede evitar largar un “¡aguante el Cuchi antisistema! Por generaciones rompiéndola”.
omo todas las buenas ideas, el disco homenaje al Cuchi Leguizamón surgió casi sin querer. Hacía tiempo que estaba dando vueltas el proyecto de hacer un compilado diferente en lugar del tradicional acopio de temas de bandas salteñas. Lo logramos en el disco editado en 2012, con un material audiovisual grabado en vivo. Pero esta vez surgió la propuesta de homenajear a un gran músico popular como lo fue el Cuchi. Obviamente, ayudó el gran respeto que el ambiente rockero local le tiene a Leguizamón, ya que no hubiera sido lo mismo que el rock homenajeé al Chaqueño Palavecino, con todo el respeto que se merece. El tiempo de ideas, consultas, planteos, idas, vueltas y puesta en marcha demoró casi un año. En ese lapso se fueron definiendo las bandas que iban a formar parte del tributo y los detalles inherentes al proyecto. Gracias a la predisposición de Alfredo Mecle, de Sueño en Gotas, pudimos comenzar a darle forma al disco. Las bandas comenzaron con las sesiones de grabación en el estupendo estudio ubicado en zona sur, que cuenta con equipamiento de primera calidad y una ubicación que permite alejarse del ruido de la ciudad. Fueron pasando las bandas, compartiendo la hermosa experiencia de la grabación e intercambiando historias del Cuchi. A cargo de la grabación estuvo
Bernardo Rodriguez Berri, que también mezcló algunos de los temas de las bandas. Paralelamente a todo esto, recibimos el apoyo de la Secretaría de Cultura de Salta, la cual nos brindó los medios para cubrir parte del costo de grabación, mezcla, mastering y fabricación. Realmente creo que el proyecto (y el disco en sí) merece ese apoyo, ya que representa una parte fundamental de la cultura y la música popular de nuestra provincia, interpretado por músicos de un género históricamente relegado. Fue una gran noticia que nos alentó a seguir adelante. En el medio de eso, se acercó la gente de Recalculando, un programa que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación, que enseguida se interesó y ofreció brindarnos difusión a nivel nacional. Este programa tiene un fuerte arraigo en Tecnópolis, por lo que el disco seguramente podrá llegar a mucha gente a través de ese predio. Tampoco me quiero olvidar de los medios nacionales que, aún con poca información, nos brindaron su apoyo y se interesaron en difundir el disco. Eso seguramente hará que la obra del Cuchi, en manos de catorce bandas salteñas, llegue a mucha más gente de la imaginada. Creo que este tipo de proyectos, si se los encara seriamente, son una herramienta increíble para la difusión del rock de nuestra provincia. Obviamente que el apoyo del sector privado y público está en deuda con el rock en Salta, pero a veces los errores son internos. Desde Rock Salta vamos a seguir apostando a difundir a las bandas de la región. Porque lo importante es seguir haciendo cosas.
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Por Diego Maita López
¿SomoslosSalierisdel Cuchi? El rock salteño posee las claras influencias de los grandes, pero marca y planta su bandera de identidad cuando empieza a beber de las aguas de la música salteña. En este texto, se intenta reconocer esa raíz.
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uizás, a un oyente de rock poco familiarizado con la escena musical salteña podría llamarle la atención ver en vivo una banda como CalmaNiño y luego escuchar a su cantante, el Gnomo Sagárnaga, entonando (en una juntada entre amigos) la “Zamba del carnaval”, bella pieza de Leguizamón y Castilla. Del horror ska a la zamba salteña parece haber no sólo una distancia, sino un abismo. Postales como la de recién son comunes en Salta, la canonizada tierra de poetas. De hecho, si hacemos un cuestionario básico sobre folclore y rock locales, lo más probable es que el seguidor promedio de bandas de rock sal-
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teñas (e incluso los mismos músicos) sepa más de folclore que de rock. Muchos de los que aprendieron a pulsar una guitarra en Salta lo hicieron con alguna zambita de Yupanqui (“Luna tucumana” solía ser una de las primeras en los repertorios del aprendiz), y de ahí en muchos casos se fue dando el tránsito al rock. Incluso, más de uno que quiso dar los primeros pasos con las seis cuerdas con la idea de tocar rock, en los tempranos noventa, terminó estudiando en los gloriosos Talleres Jaime Dávalos, donde Juan Frank, Lito Nieva, Pancho Canavídez o Juan Yujra eran los profes; esos que más de un músico de rock de más de treinta años seguro conoce. Los espacios para acercarse directamente al rock no siem-
pre fueron los mismos que ahora. Ahora bien, el campo del rock generalmente suele negar al folclore, o al menos en la expresión cursi, pop y masiva (pensemos en Nocheros, Guitarreros y ese tipo de bandas), pero más que oposición es sólo actitud. Sólo hace falta que llegue el verano, Cafayate o algún pueblo del interior y con un tinto encima, nos sabemos todas las canciones. Ya lo dijo Ricardo Mollo: “un chalchalero no es un Rolling Stone”. Es en esos momentos donde aparece cierto sinceramiento, aceptando lo irrenunciable de ese bagaje cultural que existe en el ADN de los que habitan esta provincia. Por otro lado, la necesidad tiene cara de hereje y no son pocos los músicos
de las bandas de rock salteñas que estuvieron y siguen trabajando en grupos de folclore (sean “serios” o de esos que sólo buscan clonar a Los Nocheros). Ocurre que el circuito festivalero le da al músico las posibilidades laborales que la movida del rock no brinda. Pero ahora sí, cuando mencionamos a Gustavo Leguizamón, el asunto cambia y demasiado. No son pocos los músicos que lo ponen al Cuchi si no como una influencia, al menos como una importante referencia al hablar de música salteña. Más que folclorista, el Cuchi era un músico que buscaba canalizar sus inquietudes a partir de un repertorio de tipo folclórico. Pero más allá de las opiniones, explicita e implícitamente hay un importante repertorio de rock salteño que se mete con el folclore. Una de las primeras manifestaciones en ese sentido fue el grupo de jazz rock La Región, que a fines de los noventa tocaba una chacarera jazzeada de Daniel Tinte llamada “Cuchicheando”, toda una declaración de principios. Y así, en tiempos más cercanos, el mismo Daniel hizo un cruce explícito más que interesante, al menos en dos de sus discos: Noroeste Piano y luego el de la Incayavi Aymara Rock Band. LaForma hace lo propio con parte de su repertorio y suele tener como invitados un ensamble andino (charango y vientos) en cuanta ocasión puede. “Aymara”, de CalmaNiño es una canción importante, y no sólo por el ritmo de
carnavalito que tiene sino por la letra, un gran inventario de signos identitarios de la región cultural.
Más que folclorista, el Cuchi era un músico que buscaba canalizar sus inquietudes a partir de un repertorio de tipo folclórico.
La lista de cruces e influencias podría seguir, desde “El Tinkxu” de El Barco del Abuelo a los coqueteos con la comparsa de Gauchos de Acero o Anguila Macabra. Pero hay que detenerse en una canción que es paradigmática: a principios de la década pasada, los hermanos Corimayo (Horace y Bacalao) tenían un grupo, Airbag, luego devenido en Siddhartha Gautama y quizás su canción más conocida fue “La danza de los vilcas”. Y la pausa obligada viene porque en esa canción se reconocen algunos elementos de cruce que están muy bien planteados: en el medio de la
canción hay un fragmento de bagualavidala, luego da paso a un fragmento de comparsa, y cierra con una parte de huayno, retomando luego la forma original de la canción. Toda esta parte referida se canta a dos voces, tomando armonizaciones vocales en contrapunto, a veces disonantes, al mejor estilo Dúo Salteño. Para aplaudir de pie. Una última imagen, en este caso es un recuerdo: en un festejo de cumpleaños, en la zona de la estación de trenes, hace más o menos diez años, Perro Ciego realizó el show más mestizo de su carrera. Los chicos invitaron al poeta Jesús Ramón Vera, junto a una comparsa y tocaron juntos un tema. Ver ese show, con los tambores y todo el plumaje en escena era escalofriante. En el mismo show, junto a Nelson Coronel (por esos tiempos en El Loco Tito), hicieron una versión que mezclaba “Stirt It Up”, de Bob Marley con “Doña Ubenza”, de Chacho Echenique (miembro del Dúo Salteño). Seguro que el tema no se agota en estas líneas, pero al menos puede servir para pensar un poco y plantear el debate. El rock en nuestra provincia no es ni va a ser nunca como en el centro del país. Ahí están su riqueza y sus posibilidades. Así es el hibridaje. * Nota publicada originalmente en la revista Rock Salta Nº 7, de noviembre de 2011
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Dos minutos con el Cuchi
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l olor de las huestes se hacía cada vez más insoportable. La Ruta 40 intransitable, mis antenas detectoras de bebidas sin alcohol me llevaron a una parada obligada en un pequeño pueblo de Salta llamado La Poma, donde el viento y la arena parecían entenderse muy bien. Queso de cabra, vino y coplas acompañaron mi apiadero argentino, y la verdad me gustó. Hasta me quedé silbando una canción. Fue entonces cuando un señor paró para preguntarme “¿Qué es lo que silba?”, “No sé, me gustó y por eso silbo”, le contesté, bien heavy. Y éste les dijo a todos los presentes “ésa es la función social de la música”. Más adelante entendería que estaba silbando la “Zamba del pañuelo”, y que el que me preguntó fue el mismo Cuchi Leguizamón, ése que los días lunes de Colegio Nacional usaba una media de un color y otra de otro. Ése que a las chicas decía “señoritas” y a los changos “badulaques”. El mismo que fuera profesor de Historia de mi madre. Me acuerdo de que ese día el Cuchi también me hablaba de la fusión entre la zamba y el jazz, pero eso es para otra historia. Así nos cruzamos alguna vez con éste personaje tan querido de nuestra cultura. De nuevo a la ruta, me alejé de toda discordia humana y me fui a alegrar el alma con buena música.
Recuerda que si te va mal en la vida “algo habrás hecho”, y si tu realidad no te gusta pensá que “siempre se puede estar peor”.
Por Eduardo Pece // Fotos: Martín Azcárate y Florencia Llompart
CULTO ROCK Massacre se embarcó en un ambicioso tour de siete recitales en diez días. El tramo final arrojó cuatro shows consecutivos en el NOA tras dos años de ausencia en la región. Rock Salta siguió de cerca al grupo por escenarios que contrastaban notablemente con el Gran Rex o a la cancha de River. 35
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assacre, la “banda de culto que llegó al mainstream”, decían hace unos años los publicaciones rockeras, en ese afán que tiene el periodista de catalogar todo. Pasada la efervescencia pero con el grupo asentado en un lugar importante, Walas, su vocalista, cuenta que “esto de salir de gira es un concepto bastante nuevo”, y profundiza: “Estuvimos tantos años en el under y perteneciendo al rock de culto que no salimos demasiado de Buenos Aires. A lo sumo íbamos a tocar a Mar del Plata en los veranos y nada más”. “Con El Mamut y con Ringo es cuando entramos”, remata. El Mamut (2007), un gran disco de guitarras y melodías, con letras contracturadas, sanadoras y estribillos gancheros, post punk, psicodelia y rock añoso; fue de lo mejor que se hizo en la escena nacional en años y trajo de vuelta a los que habían perdido las esperanzas luego de la masividad del rock bengala. Una de las continuas obsesiones del grupo es el difundir a bandas nuevas, por eso en esta gira los acompañan los Surfistas del Sistema, un trío de rock pop alternativo formado en 2011 que va a tocar en cada fecha de la Gira Cósmica. El show santiagueño es el jueves 6 de junio en el complejo Cayococo. Es el primero en la región Noroeste y cuenta con la participación local de Tus Monitores. Casi a las dos de la mañana, el público sigue llegando y poblando el lugar, ubicado al lado de un boliche que está a pleno con cumbia y cuarteto. Por su disposición e instalaciones, Cayococo parece una carpa de circo y no cuenta con el brillo de antaño. El lugar queda en la zona de boliches de la ciudad de La Banda, vecina a Santiago capital. Los presentes van a soportar un retraso importante por algún problema técnico que obliga a los Massacre a salir al escenario casi a las cuatro de la mañana. Con un tema instrumental seguido de “Plan B (Anhelo de satisfacción)” da inicio el show. La mayoría se amontona bien adelante para saltar lo más cerca posible del grupo. El escenario no es muy alto pero cuenta con un acertado vallado y excelentes luces, aunque la distancia entre techo y escenario es ínfima. Una de las primeras intervenciones de Walas es pedir perdón por la demora. En otra salida hace referencia a Jorge Rafael Videla. Más tarde, explica: “Hace unas semanas, en Mar del Plata, les digo a los chicos de la producción, ‘te voy a pedir un champagne, porque quiero destapar uno en el escenario para celebrar’. No para celebrar que se murió, porque nos vamos a morir todos, sino la muerte preso, que murió en prisión. Esto mismo lo hago al día siguiente en Punta Alta, que es
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una ciudad que depende de la Base Naval. Todo el pueblo es aledaño a Bahía Blanca. Y me di cuenta que cuando dije eso, no fue tan eufórico como Mar del Plata. Entonces me doy cuenta que hay ciudades que son más rockeras o menos rockeras, mas libertarias o menos; más conservadoras, más vanguardistas”. En Santiago la frase cae muy bien y se aplaude la ocurrencia. Durante la noche todos los flashes van a parar al líder y a sus distintos cambios de vestuario, incluidos accesorios de factura propia, como los muñecos o afiches con el sistema digestivo. El gran imán que tiene Walas evita que se preste atención al resto de los músicos que conforman el quinteto. Por ejemplo, a las encantadoras intervenciones en guitarra, teclados y samplers de Fico, quien minutos antes disfrutaba del show de Tus Monitores al costado del escenario, mostrando su admiración por el grupo, a quienes casi produce musicalmente, según cuenta Emilio Sialle, líder de los santiagueños, que esperan lanzar su nuevo material antes del 2014.
“El rock de los últimos diez años estuvo encarnado por un grupo de imitadores de Mick Jagger. ¿Sabés quién les sacó la careta a todos estos imitadores? Capusotto.”
Otras frases de Walas festejadas por el público son: “El capitalismo no nos hizo felices”, “¿Si Bergoglio es el Papa de los humildes, los anteriores de qué eran?”. El show culmina con dos bises, promediando las cinco y cuarto. Poca gente aguantó hasta el final. Dos días después, el Diario Panorama publica una foto de Saulo López con toda la cara hinchada y titula “Recibió una feroz golpiza durante un recital de rock”. El músico santiagueño del grupo Nebulosa fue salvajemente agredido durante el show. Al cierre de esta edición, poco se sabe de lo sucedido.
4 AM En San Miguel de Tucumán comienza la primera de tres batallas perdidas
contra Jóvenes Pordioseros, que tocan en las mismas ciudades del NOA y en el mismo horario. A pesar de que los estilos son totalmente distintos, en el Norte no hay muchos lugares para tocar. Hay un buen porcentaje de público que suele ser bastante amplio y podría ir a ambos shows a pesar de la gran convocatoria que siempre goza el rock and roll stone en la región. El recital, el viernes 7, se desarrolla en una cancha de básquet cubierta que se convierte en un verdadero dolor de cabeza para el sonidista. A pesar de estar anunciado a las 22, los salteños Luca Makonia suben al escenario pasada la medianoche, dando un show acelerado, en medio de mucho ruido y pocas personas. Talión tiene un buen margen de tiempo para tocar y mostrar su metal melódico, aunque desentonan bastante con la propuesta musical de la noche. Los Surfistas sorprenden a varios que no sabían de ellos. Reciben buenos aplausos de parte de los tucumanos en temas como “No hacer nada” o “Yo soy”. Francisco Frione, voz y guitarra del trío, cuenta lo siguiente respecto a la inclusión de “Puente”, de Gustavo Cerati, en su repertorio: “En realidad la elección del cover es porque nosotros vamos a hacer la presentación del disco cuando volvamos a Buenos Aires y la lista de temas que estamos haciendo son los que queremos foguear más. En la presentación tenemos la idea de invitarlo a Leo García, un músico que tocó muchos años con Cerati, y queríamos hacer un cover. Se nos ocurrió hacer uno de él, pero terminó siendo uno de los temas con los que más se enganchó la gente, porque es obviamente un tema que conocen y los otros los escuchan por primera vez.” Cerca de las tres de la mañana hay mucha gente en el galpón, es la fecha más concurrida de la gira. El problema es que a las cuatro se tiene que terminar todo por la conocida y absurda reglamentación de tope horario que tiene la provincia gobernada por José Alperovich. Por eso los presentes comienzan a silbar e impacientarse mientras los asistentes del grupo acomodan los muñecos en el escenario. El inicio es similar al día anterior y se reciben con muchas ganas los temas viejos (“Nuevo día”, “Querida Eugenia”). El pogo es bastante fuerte pero esta vez no hay valla y unos cuantos de seguridad se ponen adelante para detener a la gente. En el medio del pogo, llama la atención un chico vestido con el típico uniforme azul de enfermero. Massacre es una excelente versionadora de canciones y en “Estallando desde el océano” Pablo “Tordo” Móndelo regala un increíble solo cerca del final. El guitarrista comenta acerca de la evolución en su instrumento: “En realidad no cambié mucho, lo que ocurrió es que en los últimos dos discos tuvimos pro-
ductor. Y un productor tiene una idea de lo que tiene que sonar eso, entonces un poco cambiaron las cosas. Ya no hacia lo que siempre hago para grabar y reduje bastante el tema de las guitarras a nivel sonoro en disco. Después en vivo, creo que lo que hice fue lo contrario, fui experimentando.” Apenas suenan las primeras notas de “La octava maravilla” la gente llega corriendo desde distintos puntos del estadio hacia el centro. Incluso los que estaban sentados en lo más alto de las gradas se contagian de ese hit que dejó El Mamut. “Hacemos un último tema y tenemos que parar, se nota que acá no dejan pasar ninguna irregularidad”, lanza irónicamente Walas al micrófono, transcurridos algunos minutos de las 4. “Mi mami no lo hará” cierra la noche tucumana con su último quiebre, donde hay un silencio y el tema continúa. Esto descoloca a los inspectores y policías, que van rumbo a los sonidistas y productores locales de manera violenta exigiendo que detengan todo, pensado que era una canción nueva. La cosa no pasa a mayores, y si bien el público se muestra muy fastidioso mientras se aleja, no hay disturbios. Una noche que pide revancha.
De regreso al under El tercer show en el Norte es el sábado 7, en San Salvador de Jujuy, el primero en la historia del grupo. El recital tiene un fuerte espíritu punk por lo acotado del lugar, el escenario completado con algunas mesas del bar y el constan-
te agite de la gente, que al no tener vallas, ni mucho menos seguridad, puede subirse al escenario o abrazar a Walas en cada tema. - En el recital de Jujuy, se notó mucho punk. La gente te convidaba cerveza, se subía a cantar con vos, o no paraba de hacer pogo adelante tuyo, y era un escenario armado con mesas. ¿Cómo viviste esa experiencia? - Walas: Yo estaba en una postura para aguantar. Hacia un poco de cantante y un poco detenía el pogo. A mí me encanta. - Pablo M: Es verdad, fue un escenario de mesas, pero está bueno, está bueno igual. - Para vos como violero, ¿qué tal es tocar en escenarios tan chiquitos donde no entra la pedalera o no te podés mover mucho? - Pablo M: No, eso no importa, me gusta. Me encanta tocar en escenarios chicos. Escuchás a todos, está la gente re cerca. - Pasar de un Gran Rex a esto es raro. Debe tener un encanto especial. - Walas: A mí me encanta. Me gusta jugar en las dos canchas. A nosotros nos hace muy bien al bocho y a la autoestima y al equilibrio de la psiquis. Tocar en el Gran Rex, tocar en el festival más sponsorizado y meternos en eso que yo llamo el sótano. Lo que yo llamo los festivales cuando era chico, cuando veía a Sumo en un pub para cien personas, cuando veía a Los Violadores. - Entonces esta bueno para mantener la cabeza en el lugar.
- Walas: Exactamente. Nos hace muy bien. Pasa que de repente bajamos de tocar y hay sushi en el camarín, hay modelos, y hay una propaganda gigante de una cerveza o de una empresa de celulares o qué sé yo. Es según el festival. Y después meternos en un sótano donde capaz que bajamos y no tenemos ni dos gaseosas. La noche jujeña se vive como una fecha bien under y cargada de sentimientos. Para la mayoría es la primera vez que ve al grupo. Antes, los locales de LD5 mostraron su hardcore punk, y los Luca Makonia se sintieron más a gusto con un púbico que pedía temas (“Anita”, por ejemplo), pero que no saltaba. Como en las otras fechas, tanto Fico como Bochi, bajista del grupo y la pata punk en el escenario, fueron los que observaron de cerca el show de las bandas teloneras. “Tengo captura”, uno de los cortes de Ringo (2011), y de los temas que sonaron al inicio, homenajea en su letra a El Mató a un policía Motorizado, una de las bandas que más crecimiento viene teniendo en el under nacional. El grupo es una nueva muestra del rock independiente, ese que está alejado de las discográficas importantes, camino que Massacre pasó por un breve periodo. En esa discusión de si conviene elegir o no la independencia, Walas responde: “Están los que les gusta estar en todo, en lo ejecutivo, en lo creativo, y eso te resta un poco de tiempo y de bocho para lo otro. Yo aplaudo las gestiones independientes, amo a (Ariel) Minimal,
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amo a Nekro, me encantan. Ni hablar el Indio. Pero yo no lo podría hacer, en un momento fundamos un sello que se llamaba Laika Records, donde sacamos un disco que estuvo buenísimo, que tuvo buenas críticas, que se llamaba 12 Nuevas Patologías (2003), después sacamos un maxi con seis canciones, un DVD, dos compilados y nos cansamos. Dijimos ‘no, que lo haga otro, yo quiero hacer canciones nada más’. Que de lo ejecutivo se encargue otro, el que contrata las luces, al micro, el sonido, y todo lo demás, que sea otro. Yo quiero meterme en una sala y hacer buenos temas, buenas canciones.” Durante el show varios chicos vinculados al Frente por la Victoria se acercan a saludar al cantante, que en reiteradas oportunidades ha mostrado su lado político. Incluso eso está muy marcado en temas del último disco como “Muerte al faraón”, un infaltable en los conciertos, donde se nota mucho el mensaje, pero que se hace más evidente cuando desde el escenario se gritan cosas como “muerte al capitalismo”. “Pero en realidad no es por el capitalismo en sí. Es la celebración de que los pibes jóvenes tomen la manija, se hagan dueños de sus derechos de su espacio”, expone Walas, y continua: “Nosotros somos una generación llena de miedos. Nosotros crecimos haciendo guerrilla urbana en Buenos Aires, una guerra cultural, fuimos los primeros punks, los primeros que hacían festivales en el Parakultural. Éramos los que salíamos al frente y nos comíamos esos calabozos y esas averiguaciones de antecedentes. Vivíamos llenos de miedo, viste, miedo al patrullero, miedo a la iglesia, miedo al infierno, miedo al sida. Entonces yo lo que celebro es que una piba de 18 años se le planta al intendente que sea, de la ciudad que sea, y te toma el colegio, y pide sus derechos, reclama por ellos. Hacen grafitis, participan socialmente. Eso es lo que dice ‘Muerte al faraón’, es la celebración después de los noventa, cuando lo único que les interesaba a los pibes era la PlayStation y el shopping, y todo era una cosa re vacía. Hoy en día ‘Muerte al faraón’ celebra eso, celebra a Mariano Ferreyra, que salimos un montón a decir quién fue el que lo mató.” Una de las frases que pinta la década pasada en ese tema es “Me privatizás el sol”. Walas se sincera: “La idea original era realmente me privatizás el gol. Porque los argentinos necesitamos pan y circo, el laburo y poder gritar un gol. Y en un momento se vivió codificado el único placer que tenemos los argentinos, que es gritar un gol, entonces era eso. Me privatizás el sol, pero también la idea era me privatizás el gol, y si me hacés eso ahora, durante los noventa me callé la boca, pero ahora me hacés eso y yo te bajo todo los vidrios de tu despacho, de tu oficina, de tu empresa,
de lo que sea. Ese es un símbolo, con la gomera tirarle los vidrios al poder.” En Jujuy también rige el tope horario de las 4 AM, pero todo termina a horario y la gente se retira del local exhausta. Recogen las camperas que dejaron en alguna silla o directamente en el piso contra la pared y se van luego de una hora cuarenta de rock de culto cargado de energía.
“Celebro que una piba de 18 años se le plante al intendente que sea y pida por sus derechos. Eso es lo que dice ‘Muerte al faraón’, es la celebración después de los 90.”
Sembrando rock En el atardecer salteño y con el colectivo de gira que les brindó el nuevo sello Geiser en la puerta del hotel, Walas atiende a la prensa y brinda una extensa charla en el patio, al lado de la pileta, en una noche no tan fría. En la mesa hay discos de bandas salteñas y al cantante, experto en cultura rock, le llama la atención Grotesco, de CalmaNiño. “Son payasos malos estos”, grita mientras sostiene el álbum en sus manos y ve unos números viejos de Rock Salta donde la banda salteña luce amenazadora con su maquillaje retorcido. “Vos sabés que yo me sumé a una banda tributo a Turbonegro, que es una banda de Noruega, una banda punk metal de Oslo. Me convocaron para cantar un par de temas y les dije ‘a mí me encanta Turbonegro también, si quieren hacemos un repertorio de diez, doce temas’. Y luego de eso salimos a tocar en un par de shows, así todos pintados, medio King Diamond. Incluso tocamos en la boda del campeón argentino de kickboxing. Imaginate todos pintados como los Turbonegro en una boda (risas).” En esa búsqueda constante de nuevo material o nuevas bandas, el vocalista se transformó en curador de un compilado llamado Los perros ladran, lanzado recientemente por el sello Geiser, que se presenta como una opción para revitalizar el rock argento, el recambio que piden muchos. Al respecto, Walas cuenta: “Es necesario un recambio. El
rock sufrió en los últimos tiempos un momento coyuntural, un momento bisagra. Que tiene que ver primeramente con la época post Cromañón, fue un antes y un después. Cambiaron los horarios, los lugares, las condiciones, los precios. Todo. Y después hubo un gran cimbronazo con la muerte y la disolución de muchos artistas. Pappo, Spinetta, la disolución de Los Redondos, de Bersuit, de Attaque (sic). El rock sufrió un cimbronazo que nos puso a muchas de las bandas nuevas ahí en la primera fila. En un momento, nosotros y un par de bandas más encarnábamos el nuevo rock argentino, como pasó en los noventa con Los Brujos, Babasonicos, Todos Tus Muertos, Peligrosos Gorriones, los Illya Kuryaki. Nosotros en un periodo empezamos a aparecer en las tapas de las revistas junto con Los Natas, los El Mató, Minimal, los Cienfuegos. A mí me encanta, está buenísimo. O el rock platense, siempre hay una necesidad de buscar a ver qué pasa en el rock platense.” - Hay mucha música buena que por ahí pasa un poco desapercibida. ¿No te parece que faltan un poco las ganas de la gente de escuchar cosas nuevas? - ¿Sabés por qué? Porque el rock en su momento estuvo tan álgido, le pusieron como una especie de anabólicos, y se puso de moda, y ahora no es que pasó de moda o se murió. Es que volvió al lugar que tenía que estar. Yo siempre hago un chiste, con respecto a mí, digo “no sé si me deprimí o me deseuforicé”. O sea no es que me deprimí, sino que vuelvo a estar en la línea que estaba. Y antes estaba eufórico, andá a saber por qué motivo. Al rock le pasó eso. En su momento te decían “tenés que consumir rock, tenes que consumir rock”. Y el símbolo es el VIP, con las modelos y el sushi y no sé qué más. Y ahora agarró y volvió a su lugar. El rock de los últimos diez años estuvo encarnado por, lamentablemente, (hace una larga pausa) por un grupo de imitadores de Mick Jagger. Y ahora yo creo que venimos una generación de discípulos de Luca (Prodan). Y es lo que espero y lo que deseo que sea el rock en serio. ¿Sabés quién les sacó la careta a todos estos imitadores de Mick Jagger que te decía? Y fue un factor determinante en el antes y después del rock: Capusotto, Diego Capusotto, un entendido en la materia, un estudioso. Un tipo que no se dedicó a ser ni músico, ni crítico, ni periodista de rock, y utilizó al humor como vehículo para ser una especie de mediador. Y ser una especie de espejo para los músicos para que nos miremos y no hagamos boludeces. Después fue pintor de todas las tonteras que hacemos los rockeros. Capusotto fue determinante en el antes y el después del rock. - Acá en Salta hay dos bandas (Bort
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y Sin Vuelta) que utilizaron para sus canciones frases de Capusotto. Hoy un humorista es una influencia para una banda. - Está buenísimo los que se lo toman para el humor, caso Gustavo Cerati que salió a tocar “Llamen a Moe” y están los otros que se enojan. - ¿Cómo pensás que se tienen que desarrollar estas bandas independientes? Al principio sus discos se lanzan gratuitamente y después, cuando alcanzan un nivel o un estatus, firman con una discográfica y pasan a vender sus discos. - A mí, personalmente, que soy de la generación fetichista y soy coleccionista, me gusta ver el disco de Led Zeppelín, de los Clash o del que sea. Pero entiendo que hoy en día se ha vuelto no solamente al concepto de lo virtual, sino que también se ha vuelto a una idea de los cincuenta. Se perdió el concepto de álbum. Porque en esos años la gente conocía a los artistas por un solo tema, en los cincuenta a Elvis lo conocían por un single, la gente no escuchaba diez temas de Elvis Presley. Después aparece el concepto de Long Play, aparece el lado B, el outtake y todo eso. Después apareció la idea de álbum conceptual, de escuchar diez temas, quince temas, que a mí me encanta, yo soy de esa generación. Pero ahora se volvió al single, a escuchar el tema gratuitamente. Lo cual me parece genial. Lo que el Indio Solari llama el maoísmo de la información, el comunismo, la cosa para todos, eso de todo para todos. En eso estoy de acuerdo en algunos puntos. Después no estoy de acuerdo en la información esa de que todos sepamos todo de todos, no estoy de acuerdo porque no nos hizo felices. De hecho nos estamos enterando de cosas que mejor ignorarlas. El hombre, el ser humano, es más feliz ignorando cosas que sabiéndolas en muchos casos. La información en algunos casos nos hace más fuertes, el saber nos hace más fuertes, pero en algunos casos no. Si el mundo fuera equitativo sí está bueno, pero que un pibe que no tiene un sope en un lugar del mundo se entere de otro que vive como millonario en otro lado, no está bueno. Eso genera desequilibrio y quilombo. - Pero podemos caer en el otro lado, en la sobreexposición. En un momento a ustedes los atacaron mucho porque tocaban siempre en los festivales. Venia el que sea y tocaba Massacre antes. Y la gente se emboló. - Es verdad. Pero es lo mismo que nos pasaba en los noventa. Durante esa década los Massacre fuimos teloneros de todas las bandas punk que vinieron de Norteamérica. De hecho la más significativa fue cuando tocamos cinco noches consecutivas con Los Ramones. Pero después tocamos con los Agnostic Front, con Danzig, Henry Ro-
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llins con Fugazi. Tocamos con todos los símbolos del punk rock americano: con los Misfits, con Black Flag, con Minor Threat. - En estos shows por el Norte siempre usaste una máscara con el logo de Misfits. - Tal cual. O sea que lo que pasa es que ahora nos ven y nos conocen, entonces dicen “uh estos están en todos los festivales”. Pero antes también, nada más que antes teníamos que hacerle el aguante, éramos los teloneros de todas la bandas norteamericanas. Antes era como más under y ahora es todo a la luz del día.
“Nos costó llegar al público y a cierto éxito, porque no tenemos etiqueta. Somos artistas libres y pertenecemos al universo.” - Con la marca bien arriba y el cartel abajo anunciando las bandas que tocan. - Sí. Aparte nosotros somos universalistas. Y no hay muchas bandas así, somos universales y no hay muchas bandas en el rock argentino como para que los pongan a tocar con Marilyn Manson o con Iggy Pop. Cuando tocó Iggy Pop eran Los Natas y Massacre. Es así, tenías que poner a una banda punk o a una banda heavy, ¿y a quién ibas a poner? - Eso es lo que tienen ustedes, que son una banda distinta, no hay referentes en su sonido. - Exactamente, por eso nos costó tanto llegar al público y a cierto éxito. ¿Sabés por qué? Porque no tenemos etiqueta. Si vos te encuadrás dentro de un club es más fácil. Si decís yo pertenezco al reggae, entonces bueno, tenés quien te contenga, tenés público y tenés producción. O si pertenecés al heavy tocás en el metal para todos. Pero nosotros no tenemos club a dónde pertenecer, somos artistas libres, y pertenecemos al universo. Y eso te juega a favor en nivel artístico pero muchas veces te juega en contra a nivel marketing. - En esta giran no tocan temas lentos, como “Divorcio” o “El deseo”. - No. Porque también tiene que ver con otras cosas. Nosotros no venimos con la letra impresa, para nosotros es un símbolo la hoja en blanco y el fibrón. Es un símbolo de espontaneidad, de armar las cosas sobre la marcha.
Entonces venimos, tocamos en Mendoza y tocamos en Córdoba, en lugares más mainstream, en lugares donde son discotecas más grandes o boliches más grandes. De hecho somos de la última camada de bandas que inauguramos un lugar que se llama Sala Astral, un teatro antiguo que remodelaron y es un lugar re grande para mucha gente. Pero después las siguientes productoras son como de hardcore, de punk. Y la convocatoria también tiene que ver con eso, ves las remeras y tienen remeras de Ramones para arriba. Entonces eso como que nos condiciona. - Sos un gran consumidor de la cultura rock. - Sí, la verdad que sí, pero tengo menos tiempo que espacio para escuchar los discos y leer, ahora. Antes podía apreciar más la cultura rock y la literatura, y la feria de libros y todo eso. Una de las cosas que lamento, con esto de salir de gira y de tener más popularidad, es el no poder escuchar tanta música (risas). Pero soy recontra consumidor e investigador. - Se difundió una foto tuya con Dave Grohl cuando vino Foo Fighters en abril del 2012, me imagino en la charla hablando de músicos que los influenciaron a los dos. - Uno de los ejes fue Bob Mould, que es un gordo de Minnesota que ahora es solista, pero antes en los noventa tuvo una banda que se llama Sugar, y en los ochenta una banda que se llama Hüsker Dü, que fue influyente por completo para bandas como Nirvana, para nosotros los Massacre, y ni hablar para los Foo Fighters. Entonces yo le llevé cuatro vinilos de una banda donde tocaba él antes de que entre en Nirvana, que se llamaba Scream, una banda que imaginate cuántos discos se deben habar fabricado de ese grupo. - Ese día en River fue emocionante cuando mezclaron una canción de Cerati con una de ustedes, ¿Lo siguen haciendo? - Sí lo hacemos, venimos con un tema de nosotros y se transforma en un tema de Gustavo, en “Lago en el cielo”, un homenaje. - A quien venias homenajeando en esta gira es a Spinetta. - Sabes lo que pasó, nosotros veníamos tocando “Ana no duerme” desde siempre, pero nunca lo grabamos, lo tocábamos solamente en vivo. Lo preparamos cuando se le hizo un homenaje a los treinta años del lugar donde se fundó el rock nacional, que era un lugarcito en plaza San Martin. Que era donde se juntaban los primeros hippies, donde se juntaban Tanguito con Litto Nebbia, los que escribían la revista Pinap. Entonces, en ese mismo lugar tocamos e hicimos varios covers del rock nacional, para ese momento lo preparamos y después lo tocábamos siempre en vivo. Y cuando estábamos armando
el Cosquín Rock 2012, 48 horas antes muere el Flaco y ahí fue una cosa impresionante lo que pasó: los IKV tocaban después de nosotros, fue una cosa muy sagrada. - ¿Tuviste alguna relación con el Flaco, lo llegaste a conocer, a charlar con él? - A mí me pasó una cosa divina con el Flaco, que es crecer realmente. Porque nosotros desde chicos éramos punks, entonces el Flaco pertenecía al enemigo, eran los hippies. No nos interesaba Charly García, ni Seru Giran, ni Sui Generis, ni Spinetta. Pertenecían al otro bando, nosotros admirábamos a Los Violadores, a los Alerta Roja a Los Baraja, a Sumo. A la new wave, a Virus. El rock de la post dictadura. Entonces, todo lo que tenía que ver con el rock nacional de los setenta era el enemigo. Después yo me pongo a investigar, me pongo a estudiar la materia y me doy cuenta que son los mejores, que hicieron lo más lindo a nivel poesía y a nivel música. Y me acuerdo una vez que a Spientta le preguntan en una entrevista de radio, cuando sus hijos eran chicos, todavía no eran los Illya Kuryaki, y le preguntan “¿tus hijos escuchan tu música?” Y él dice “no, mi música a mis hijos no les gusta ni medio, ellos escuchan Massacre Palestina”, que fue la primera vez que se escuchó el nombre Massacre Palestina en una radio me imagino (risas). Y después lo vimos cuando empezamos a grabar Ringo. El primer día de grabación de Ringo cayó Luís Alberto, que vivía por ahí cerca, lo conocía a nuestro productor artístico, Alejandro Vázquez. Cayó y nos vino a saludar, nos abrazó. Viste que él era jazzero, era jodido, medio complicado, y se ve que escuchó las cosas que meten Fico, que mete el Tordo, y nos dijo “cómo me
gusta su música, los tonos que usan ustedes, la verdad que son únicos, son por fuera del rock estándar” y qué se yo. Entonces yo lo abracé y le dije “ojalá que en este abrazo me transmitieras un uno por ciento de tu talento”. Ya estaba re jodido, viste.
Fin de fiesta Las cosas en Salta terminan siendo ambiguas. El local es sumamente superior a los cuales tocaron en sus anteriores visitas, suena mejor y presenta muchas comodidades, a pesar de algunos detalles en su escenario. El lugar es el boliche Sublime, que está camino a la poblada zona sur de la capital salteña. Es un bastión de la cumbia cada fin de semana. En esta noche, luego del paso de Madre T-Rezo, los Luca Makonia dan el mejor show de la tres fechas y anuncian ante su público que antes de fin de año editarán un disco doble con nuevas canciones y con otras que quedaron inéditas en la anterior etapa del grupo. Por el lado de Surfistas, los chicos sufren un percance que conocemos en palabras de Francisco Frione: “Hoy fue la primera vez que nos putean un poco, por agradecer a todos. Aunque en realidad es una estupidez, estábamos agradeciendo a todos los que hacen posible que Massacre esté acá arriba. Cuando se vive desde atrás, es muy impresionante, ver cómo hay gente que duerme tres horas por día y labura con una profesionalidad impecable, todo para que esto funcione. No somos los únicos que estamos corriendo, incómodos o durmiendo poco. La verdad que es un placer compartir ese sacrificio con todo el grupo. A mí me gusta ese ritmo.” El show se atrasa un poco y Walas,
Tordo, Fico, Bochi y Charly suben al escenario ya pasada la medianoche del domingo. Una vez más, el inicio es instrumental para luego caer de lleno en “Plan B”. En su posición de frontman y hombre espectáculo, el vocalista apela nuevamente a sus juguetes habituales para que las luces de las cámaras y celulares se depositen sobre él. En esta oportunidad, un caño de los que se usa para bailar está en el medio del escenario y, aunque podría ser un impedimento, la buena voluntad lo transforma en algo más de la decoración, junto con el estridente color naranja de los caños que bloquean un poco la visión del grupo. Cuando llegan las temas nuevos la gente aplaude y salta pero el pogo furioso lo desatan los más antiguos, que marcan un punto distinto con lo viejo, en especial por la nueva manera de escribir que encontró Walas en Ringo, y que poseen una melosa factura pop como “Tanto amor” o la “Virgen del Knock-out”. Esto parte de una idea que busca cada vez ser más simple y clara. “Yo estoy aprendiendo todo el tiempo, admiro a gente como (Francisco) Bochatón, por ejemplo”, dice. Como toda banda grande, Pablo M cambia repetidas veces de viola. “Cada una tiene afinaciones distintas, algunas son guitarras con capo. Porque generalmente cuando empiezo a componer me aburro bastante de la afinación normal y entonces la cambio”, explica. Con unos Massacre elevados y brindando, una vez más, un excelente show, pasando por sus distintas etapas sonoras, recordando a Sumo y a los Kinks con “You Really Got Me”, la noche concluye cerca de las dos de la mañana. Los aplausos bañan a los músicos y las luces del local bailable anuncian que todo ha terminando.
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UVITAS POR LA ETIQUETA Por Matías Hessling
Road Trip con destino a Colomé. Cómo es la ruta marketinera del vino feudal en Salta. Capitalismo extranjero que impone cultura enóloga en una sociedad snob, a costa del esclavismo rural.
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os Valles Calchaquíes han sido recolonizados a partir de la compra de grandes extensiones de tierra y la instalación de nombres extranjeros que gobiernan grandes viñedos cual señores feudales. Mientras se expande la fiebre del culto al vino entre las clases medias urbanas nacionales y latinoamericanas; al tiempo que se expande el turismo de la vid a través de itinerarios por los feudos de las bodegas que figuran en las guías internacionales; los vallistas siguen “manteniendo” su tradicional situación de dominación que forma parte del paisaje que se vendió hace décadas al turismo internacional, que cual visionarios, adquirieron las bodegas que hoy forman parte destacada de la industria cultural global del consumo. En 2009 se abrió oficialmente al público el Museo James Turrel en la bodega Colomé, un museo privado perteneciente a la colección privada de The Hess Family, una corporación familiar mundial de origen suizo dedicada al negocio vitivinícola desde 1844; que como estrategia de marketing diferencial decidió incorporar un museo único en su tipo a nivel global para instalar en el mercado mundial su marca como productora de vinos orgánicos de altu-
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ra, producto con un nicho comercial en expansión, ligado a los consumos de alta gama. Juan Manuel Urtubey estuvo presente en la inauguración del James Turrel Museum “agradeciendo” en nombre de todos los salteños la instalación de este museo, ubicado a 30 kilómetros, por un camino de muy difícil acceso, del centro urbano más poblado de la zona (Molinos, con mil habitantes aproximadamente, a 210 km de Salta capital). El gobernador agradeció porque ellos (nosotros) serían los primeros beneficiarios de la obra del artista canadiense James Turrell. El museo tomó cierta notoriedad entre el pequeño circuito artie snob salteño (se realizaron una serie de encuentros a modo de clínicas y residencias organizados por artistas invitados por la firma como parte de su estrategia de difusión local y regional) y la impresión que les había generado plasmada en su relato motivó a que este cronista vernáculo, de fluida relación con ese ambiente, se embarcara en un road tripping con destino Colomé. El museo, entre los salteños de a pie, es bastante desconocido, y por lo que se pudo apreciar, entre los molinenses también; muy lejos de la idea de primeros beneficiarios de Urtubey, si a con-
sumo artístico nos referimos. El museo de la bodega Colomé podría haberse instalado en cualquier parte del planeta. Es una caja oscura cerrada que juega con la artificialidad de la luz, cuyo valor agregado, el famoso skyspace (la única obra que fundamenta artísticamente la millonaria inversión en dicha localidad por la particularidad del juego de luces del atardecer local), está la mayor parte del año fuera de servicio por “razones técnicas”. La estrategia de marketing de la bodega de incorporar un museo único en su tipo, ya que expone una obra lumínica arquitectónica diseñada minuciosamente por el artista canadiense que le da nombre al museo, fue una estrategia diferenciadora respecto de cualquier otra bodega de la zona, incluso de Mendoza, provincia vitivinícola donde emergieron las primeras propuestas comerciales de las principales bodegas argentinas destinadas a un público con ínfulas enológicas a nivel local y global. En los Valles Calchaquíes existen más de 2.500 hectáreas de viñedos, la misma cantidad que Hess Family posee alrededor el mundo. Esta firma adquirió en 1998 la antigua bodega Colomé, que data de 1831, con 39 mil hectáreas de extensión, de las que tienen plantadas sólo 240 hectáreas. En total en Salta
poseen 64 mil hectáreas, todos territorios ubicados a más de 1700 metros sobre el nivel del mar (Donal Hess sí que le apostó al vino de altura). En 2012 la filial Latinoamérica facturó 35 millones de dólares solo a nivel local. La historia del vino en Salta data de la época colonial, cuando las primeras viñas fueron traídas por los jesuitas desde Canarias a mediados del Siglo XVII, más precisamente en Molinos (donde hoy se ubica Colomé), en la extinta finca La Bodega donde se llegaron a cultivar alrededor de 200 hectáreas. Todavía en Cachi, Payogasta y Seclantás (localidades de la Ruta del Vino) se encuentran producciones de vinos artesanales, que ya han sido atravesados por el discurso del marketing enológico como valor agregado para la ganancia de los productores. En la gigante Colomé sobresalen tres estrategias de marketing: la producción orgánica de vinos de altura, el turismo enológico y el museo. La versión oficial cuenta que Donal Hess, un hombre sobre todo bueno, culto y visionario; encontró en Salta, después de recorrer el país, el malbec que lo había dejado fascinado en Estados Unidos. Su primera compra de terrenos en la provincia fue en la localidad de Payogasta, un supuesto terreno desierto en el que, según el relato de Hess, encontró agua con su amuleto, una especie de colgante con una cadena en su cuello. Sin embargo, de acuerdo a su mítica narración de los hechos, lo que lo conquistó de Salta fue la gente, “más sencilla, más querible, sin tantas formalidades”. ¿Se habrá referido a una cultura local más sumisa, domesticada; más acostumbrada al trabajo sin tantas formalidades? Hess se enorgullece de su producción con las viejas técnicas de cultivos, sin agroquímicos, y de la fusión del arte y los vinos, justificando esa conjunción con una afirmación tautológica en una entrevista para el suplemento Económico del diario Clarín: “Todos los artistas beben y un enólogo siempre tiene la duda sobre cuándo terminar un vino, si dejarlo días o meses más en la barrica o no. Y el pintor siempre duda en dar o no una pincelada más o el escultor en un toque más, o no, a su obra. Por eso, en esencia, producir un vino es parecido a crear una obra de arte.” Estas desviaciones temáticas y desvaríos conceptuales permiten el corrimiento de la mirada hacia la idealización publicitaria de la producción industrial del vino, una búsqueda del aura simbólica de esta bebida dionisíaca, ocultando la reflexión sobre las condiciones de producción de la bebida y sobre todo de las condiciones laborales de los trabajadores de la vid. La Ruta del Vino en Salta se inicia
llegando a Cafayate, luego de haber atravesado el camino de la Quebrada de las Conchas, famoso por los seres imaginarios que los precursores del turismo supieron o pudieron divisar entre las erosionadas montañas. La Ruta del Vino, si uno deja de pensar solamente en tomarse una copita y evaluar si la billetera costea alguno de esos ejemplares gourmet (sólo por comprarlos en origen), se parece a un camino por los terruños de señores feudales que generaron diversos modos de relación socioeconómica con los trabajadores locales, situados entre el esclavismo rural, abolido en Argentina por la asamblea del año 13 y el capitalismo moderno, con alta proporciones de plusvalía y flexibilización laboral gracias a la tecnificación y tercerización de la producción. El Road Trip a Colomé arrancó oficialmente una vez arribados a Cafayate, donde sincronizadamente con el destino del viaje, oímos por primera vez sobre el Animanazo. Un mozo del restaurante al que caímos mi compañero y yo por fuerzas del hambre y el azar, se interesó por nuestro recorrido, como seguramente lo hace con cualquier grupo de viajeros que pasan la noche en la tierra del sol y del vino. Entre plato y plato fuimos intercambiando información banal sobre el trayecto, hasta que el hombre mencionó en el contexto de una charla vitivinícola, al Animanazo, una revuelta rural ocurrida en 1972.
La Ruta del Vino se parece a un camino por los terruños de señores feudales que generaron diversos modos de relación socioeconómica con los trabajadores locales, situados entre el esclavismo rural y el capitalismo moderno.
En el mes de julio de ese año el pueblo de Animaná se levantó en una “protesta histórica”, porque la Bodega Animaná no pagaba sueldos a los trabajadores desde hacía seis meses, como consecuencia de una disputa entre los dueños, que llegó a un juicio y a la intervención de la misma, cuentan en el Sindicato de Obreros y Empleados vitivinícola de Salta: “El pueblo en su totalidad fue tomado por los trabajadores que contaron con la solidaridad de sus pares de otras bodegas, así como
de toda la comunidad de Animaná, con gran adhesión en Cafayate. Si bien la ‘memoria’ sobre los hechos no trascendió más allá de sus protagonistas, el Animanazo todavía aguarda ser rescatado para los trabajadores de la vid.” El desconocimiento actual sobre el primer piquete rural en la provincia, con olla popular incluida y cortes de ruta con troncos de álamos, contrasta con la popularidad folclórica de la canción que Armando Tejada Gómez y César Isella le dedicaron a la revuelta obrera: “Fuego en Animaná”. Las tradicionales condiciones del trabajo en la vid era la jornada de sol a sol, el pago a tres o cuatro meses de realizado el trabajo rural, trabajadores viviendo en las instalaciones de las bodegas, autogestión de alimentos para la supervivencia, además del escaso desarrollo de la actividad vitivinícola. Este antecedente de protesta operó como señal de alarma para los estrategas represores que llegarían con la dictadura militar en 1976. “Cuando se pregunta a los trabajadores de la Bodega de Animaná sobre la lucha del año de 1972, que culmina con el Animanazo, hay un recuerdo inmediato: la cárcel de Inocencio Ramírez, Pablo Ríos, Horacio Guaymás, Nital Díaz y Amado Guanca. Los encarcelamientos de 1972 se funden con los secuestros ocurridos el 24 de marzo de 1976, y se hacen difíciles de distinguir”, reflexionan en el Sindicato. Como lo sabe el capitalismo global, para instalar un consumo hay que desarrollar cultura. En Cafayate, en 2011, el Gobierno de la Provincia inauguró el Museo de la Vid y el Vino en una de las esquinas del predio conocido como La Bodega Encantada (donde se realiza la tradicional Serenata a Cafayate), que tal como se define en su carta de presentación, cuenta la historia de la producción vitivinícola “con nobles recursos estéticos y narrativos que buscan ‘envolver’ emocionalmente al público”, donde por supuesto no aparece ni una línea referida a los conflictos laborales entre productores y obreros, mucho menos al Animanazo. Con la apuesta narrativa despojada de toda perspectiva sociopolítica en múltiples soportes audiovisuales y un diseño high tech, este museo ensalza lo poético del contacto entre naturaleza y hombre, los fascinantes adelantos tecnológicos en la producción y las posibilidades de goce humano frente a una copa o botella de algún varietal local. Nada se dice sobre las transformaciones laborales vitivinícolas. Cómo a mediados de los 90 las bodegas por volverse negocios insostenibles empiezan a quebrar y son extranjerizadas por grupos de accionistas, desdibujando la figura de un patrón a quien reclamar mejores condiciones laborales. Cómo la incorporación de tecnología desplazó
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el trabajo manual, con ello los puestos laborales, consecuentemente generando puesto para especializaciones técnicas que fueron cubiertos no precisamente por los trabajadores locales, con un aumento del trabajo no registrado de los mismos, contratados por temporadas de forma precarizada a través de empresas tercerizadas, en una clara flexibilización laboral. El Museo de la Vid y el Vino está pensado como antesala del paseo feudal por la Ruta del Vino, y tiene como destinatario al turista new gourmet interesado en darle un fundamento a su gusto por chuparse un vino cada fin de semana. No debe sorprendernos si en nuestro análisis crítico sobre el ocultamiento del conflicto entre productores y obreros llegamos a la conclusión althusseriana que “la reproducción de la fuerza de trabajo requiere no sólo de una reproducción de sus habilidades, sino también, al mismo tiempo, de una reproducción de su sumisión a la ideología dominante para los obreros, así como de una reproducción de la habilidad para manipular la ideología dominante de forma correcta hacia los agentes de la explotación y de la represión, de modo tal que también la provean para afirmar la dominación de la clase dominante en la palabra y por la palabra”. El Museo de la Vid y el Vino cuenta entre sus instalaciones con un más que representativo montaje audiovisual de cosecheros de la vid reproduciendo la ideología dominante. Cafayate y todo su discurso oficial sobre la industria del vino es el punto de partida para aventurarse a encontrar los feudos de la familia Hess en Colomé. Para llegar habrá que ascender por la Quebrada de las flechas, un escenario alucinante, sobre el que volvemos los pies a la tierra cuando nos damos cuenta que mucho de ese territorio está bajos manos privadas, de grandes señores que sólo buscan lograr el sabor más eximio, con sus consecuentes beneficios económicos, en vinos de altura a nivel global. Para entrar al territorio de la bodega, que tiene hasta su propia escuela, es necesario anunciarse por teléfono o email para que te esperen. Si no, lo más probable, si el cupo de visitantes está completo (unos quince lugares), es que haya que comerse en duplicado los kilómetros en ripio recorridos y volver cuando seas esperado. En la bodega se podrá acceder a degustaciones de las producciones locales, a precio de botella en origen, y a platos con productos orgánicos hechos en el lugar, que en la relación precio porción pueden llevar a pensar que es la lechuga o el queso más caro del mundo. Todas las construcciones y diseños espaciales del terruño están estéticamente acabados. No cualquiera puede costear millones para armar una bodega
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en zonas geográficas donde los recursos naturales son escasos y de alto costo, con proyecciones de recuperación de la inversión a quince años, y encima montarse un museo exclusivo, que visitan en su mayoría extranjeros.
Mientras los trabajadores y lugareños se desplazan kilómetros montañosos a pie, la ayuda del estado para desarrollar pequeños productores vitivinícolas no basta para construir una alternativa a la producción y consumo de vino del gran capital. Dicen los que “saben” de marketing y mercados globales que lo que está pasando con el vino hecho en Salta, y que cualquiera que haya trabajado en el desarrollo de un nuevo vino sabe, es que lo más difícil no es hallar la uva perfecta, ni el estilo novedoso, ni el mejor terruño, ni encontrar la madera perfecta para que el vino se exprese. Lo más difícil, contra todo lo pensable, es encontrar un nombre, un nombre que se reconozca. Así de fácil. Así de difícil. Y si hace una década cundió la moda de los doña, los finca, las nomenclaturas mapuches y hasta los nombres escritos en latín, parece que en estos últimos años la cosa se puso “orgánica y de altura” y ya hay al menos una decena de marcas que llevan la certificación de libre de todo y el sistema métrico detallado en su etiqueta. Y lo que hasta ayer fue original, ahora parece un trillado juego de palabras. Incluso el estado nacional declaró al vino bebida nacional. ¿Las producciones de alta gama llevarán un sello popular y nacional en su etiqueta? Mientras los trabajadores y lugareños se desplazan kilómetros montañosos a pie y dependen de la buena voluntad de los turistas, u otros que se transportan por esos caminos, que los levanten para poder movilizarse de un punto a otro, la ayuda del estado para desarrollar pequeños productores vitivinícolas no basta para construir una alternativa a la producción y consumo de vino del gran capital. Es necesario revisar los consumos culturales del vino por parte de neófitos urbanos cosmopolitas que degustan etiquetas del capital simbólico, donde toda posibilidad de conflicto que dé origen a un producto de consumo queda expulsada del relato oficial que culturiza.
En febrero pasado hubo una fuerte protesta con cortes de rutas incluidos por falta de pagos de muchas bodegas en Cafayate, que llevó incluso a suspender la tradicional vendimia. Sin embargo no tuvo mucha repercusión política ni mediática, menos económica o productiva. Es poco probable que los bajos sueldos en moneda local afecten negocios millonarios globales de una bebida que seguro estará en tu próxima reunión social, donde ni te acuerdes de esta historia. Lo más probable es que hayas sucumbido a la moda vitivinícola enológica de la nueva etiqueta de alguna bodega que auspicie quién sabe qué goce, que te hará sentir habilitado a intercambiar opiniones sobre los tanatos de la variedad que elegiste degustar en relación a tu capacidad de bolsillo. Así son los efectos de una industria cultural dionisíaca global. Según datos oficiales, desde el año 2000 hasta la actualidad la superficie de viñedos se expandió en Argentina un 13,6%, con importantes inversiones económicas en los últimos años para mejorar los procesos productivos; en los Valles Calchaquíes el resultado fue el doble: un 28% al sumar 602 nuevas hectáreas, llegando a una superficie total de 2635 ha en enero de 2013. Los proyectos se desarrollaron en Cafayate, Animaná, San Carlos, Angastaco, Molinos y Cachi, haciendo crecer en Salta en la última década un 140% la cantidad de bodegas pasando de 15 a 36 establecimientos registrados en el Instituto Nacional Vitivinícola (INV) de Argentina. Buscando expandir la comercialización, se puso en funcionamiento en el año 2006 la Asociación de bodegas de Salta y recientemente, a principios de 2012, con la creación del Consorcio de exportación productores vitivinícolas conformaron el primer consorcio temático del vino de Argentina. En la actualidad se exportan desde la provincia de Salta 1 millón 200 mil botellas de vinos premium a treinta países de todo el mundo, y aunque la participación de los salteños en la producción nacional es del 1%, la presencia de los vinos salteños se hace fuerte en materia de exportación con el 15% del volumen total, exportando inclusive más que las provincias de San Juan, La Rioja y Neuquén, por lo que actualmente Salta es uno de los destinos preferidos de la Argentina en enoturismo, registrando sus bodegas la visita de más de 183 mil turistas sólo durante el año 2011, cantidad que año a año se incrementa notablemente. El dato más preocupante es que entre los mercados en caída se encuentra Estados Unidos, principal comprador de la provincia, que representa el principal destino de los vinos salteños. Los envíos a ese país han pasado de 3.249.526 cajas de nueve litros a 2.994.365 anuales.
Por Eduardo Marcé // Fotos: gentileza Luis Dorieux
No voy a parar, yo no tengo dudas
Luis Dorieux ya era una leyenda del rock tucumano cuando debió enfrentarse con un hecho que terminó de convertirlo en mito. La historia del baterista sin piernas que no para de tocar. 45
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a historia reciente de Luis Dorieux recorrió el país y el mundo. Notas en diarios, radios, especial en un programa de la TV pública, páginas de internet. La historia de un baterista que, contra todo pronóstico, y después de sufrir amputaciones en sus dos piernas, sigue tocando su instrumento, que ama con pasión. “Van a tener que cortarme la cabeza para que deje de tocar”, fue una de sus frases de cabecera en esos tiempos difíciles, cuando su reeducación musical se hacía cuesta arriba. Pero si sólo nos centramos en eso, nos estamos perdiendo de conocer la rica historia del baterista más prolífico de Tucumán. Una historia que arranca hace casi ya cincuenta años y que el mismo Luis cuenta: “Tenía 13 años, trabajaba en Tito Sport (N. del R: célebre y desaparecida juguetería de la Galería La Gaceta), limpiaba, acomodaba los juguetes, y entre todas las cosas que había, estaban unas baterías marca Omel. Y me compré una, pagada con mi trabajo. Ese fue el comienzo de tener algo para empezar a encaminarme con el instrumento”. Sus primeros referentes venían del jazz hasta que, como todos en su generación, llegaron los cuatro de Liverpool. Si ustedes, púberes, creen que no se puede vivir sin internet, celulares, tablets, y todo eso, bueno alguna vez se pudo. ¿Y cómo podía hacer un aspirante a baterista para aprender sus primeros golpes? “Acá en Tucumán casi no había bateristas, no había quien enseñe. Los pocos que había eran tipos muy grandes que tocaban en la banda del ejército. No me llegaba información, justamente por eso hacía mis propios rudimentos, no había tele, ni internet, pero veía lo que hacían otros. La única que había era ir los fines de semana a un cine, y en el intermedio de las películas estaba el noticiero de Sucesos Argentinos, y a veces ponían bandas, algunas big bands que había en el país, y uno, como podía, veía cómo se tenía que tocar, cómo se agarraba un palo. Un tipo que te traía un libro de afuera, para hacerte ver una hoja te cobraba un dólar. Entonces directamente aprendí solo, fui autodidacta, recién de grande pude ver mucho de los videos de clínicas. Ahora muchos chicos pueden estudiar por internet, podés tomar clases por Skype.” Un joven Luis Do rieux, entonces, que comienza su carrera a fines de los sesentas, pero lejos de ser una época de glamour y psicodelia, para Luis fue muy distinto. “Los lugares donde se tocaban en esa época eran los nightclubs, cabarets, y después en los clubes donde se hacían los bailes ‘exclusivos’ donde se tocaba desde las diez de la noche hasta las cuatro, cinco o seis de la mañana. Cambiaban los cantantes, algunos músicos y el baterista seguía
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tocando porque no había reemplazo; no tenían disc jockeys, en esa época no existían, sólo ponían música para que la gente se siente y descanse. Fue esa la época que me dio tener un gran training para tocar cualquier tipo de música, porque se tocaba desde chamamé hasta rock & roll, tenías que ser muy dúctil, y esa ductilidad me la dio esa época.”
“Quince días después de que me cortaron la primera pierna ya estaba tocando.”
Las bandas comenzarían a llegar después de unos intentos en la secundaria, con Luis ya integrado en la escena tucumana, se encontró con otra leyenda (pero no le digan así, porque no le gusta), el bajista Esteban Cerioni. “En el 72 nos pasábamos horas, todos los días, escuchando música con Esteban, y con él hice mi primera banda de rock progresivo, que se llamó La Piedra, con Carlos Minitti (guitarra y voz), Rodi Gil (guitarra) y Rodi Castro (teclados y arreglos). Le pusimos muchas ganas para tratar de hacer algo distinto, canciones netamente progresivas, hicimos dos teatros y Rodi tuvo que ir a la colimba; se cortó eso y nunca más nos juntamos. Después Esteban ya hizo Redd. Está la sed de volverlo a hacer, Esteban me dice que lo hagamos, falta un pequeño empujón, gracias a Dios todavía estamos todos. Despues toqué mucho con bandas de covers, en esa época no había muchos bateros, así que tocaba en dos o tres bandas. Había que vivir, ya tenía chicos y tenía que velar por una familia. No tenía un laburo seguro todavía, y entonces había que tocar, tocaba en esas bandas. ¿Viste que en esa época había bandas que le ponían nombres de frutas? Bueno, yo tenía una que se llamaba Frutilla, otra Fresas. Y las bandas con títulos de los discos de Santana, como Abraxas, Tabú. Eso me dio mucho trabajo. Algunos dicen que no se puede vivir de la música, pero yo empecé viviendo de la música netamente.” Y ese laburo seguro que no tenía en ese momento llegó trabajando en Comunicaciones… ¡de la Policía! “Entré a la policía y al año y pico llegó el gol-
pe del 76, me mamé todo el proceso adentro, era radio operador teletipista. El título habilitante me lo da Isabelita en la Casa Rosada. Después viene lo del golpe, y como era radio operador de la presidencia pude seguir trabajando, mientras funcionarios que pertenecían a partidos políticos iban presos. No se llevan muy bien la policía con el rock. Yo logré equilibrar eso y que por muchísimos años no sepan que yo era músico de rock. Estuve treinta años en la policía. Hasta le enseñé a tocar la batería a un jefe. La música me dio muchas satisfacciones, y mi trabajo me permitió que yo pueda hacer música. En esa época ensayábamos en lugares muy cerrados con colchones a la vuelta, en las puertas, con luz roja para que no haya filtraciones de luz, a escondidas lamentablemente. Igual tuve un buen pasar, a pesar de ser una época muy jodida. Increíblemente tocábamos, hacíamos shows en algunos pubs, en algunas escuelas; cuando había toque de queda, se terminaba muy temprano. Por suerte nadie me jodió. Cuando vuelve la democracia, en el 83, de solo estar salen los pubs, las bandas, se empieza a tocar como loco. Estaban todos guardados, tenían unas ganas de salir a tocar terribles.” Los primeros años de la democracia, esa primavera alfonsinista, trae también una de las bandas que marcó la carrera de Luis: Fuzz, con Julio Herrera en bajo, Luis Lezcano en guitarra y voz, y un recién llegado y casi adolescente Chechi Bazzano, que luego también formaría parte de la formación clásica de los Peces Gordos. “Con Fuzz pude tener la oportunidad de tener una banda que sentía demasiado, tocábamos muchísimo, hacíamos pop rock y era increíble cómo nos contrataban en boliches, era una banda con muchos talentos. Era impresionante tener esa banda. A partir de Fuzz empecé a acompañar a músicos que venían a tocar de Buenos Aires, hice de sesionista para grabar o tocar. Tocábamos mucho, vivíamos mucho y bien.” Ya entrados los 90, llegamos al grupo que marcó la carrera de Luis. “Hablo más de los Peces que de mí”, dijo en algún momento. Todas sus anécdotas terminan, de una u otra manera, desembocando en los Peces Gordos, una de las bandas que se hizo grande en el Norte sin necesidad de apuntar la mira a Buenos Aires. “Con los Peces cumplimos en marzo veinte años. Muchos shows, a veces de tres a seis por fin de semana. Comenzaron siendo una banda de covers, se tocaba en todo el Norte, después mezclabamos los covers con los temas nuestros, grabamos el primer disco y con eso laburamos casi veinte años. Me admiro que hayamos trabajando tanto con un solo disco, y todavía hay gente que no lo conoce, y eso no nos daba tiempo de entrar a grabar el
segundo disco, teníamos el material, lo tocábamos. Se tocaba un viernes, por ejemplo, en tres lugares distintos de Salta, primero en un pub; después íbamos a un boliche, terminábamos y pasábamos a otro boliche. Al otro día partir a Jujuy, empezar en un pub, tocar en un boliche, y seguíamos por el interior de Jujuy, hasta llegamos a tocar en bailantas. Todo eso se extraña, trabajamos muchísimo, por todo el Norte, cuando contábamos en Buenos Aires lo que se trabajaba acá, varios se querían venir a vivir.” Uno de los primeros shows importantes de los Peces Gordos fuera del circuito de pubs fue en el Centro Cultural. Allí llegaron después de tocar maratónicamente, jueves y viernes, por el Norte. Luis cuenta cómo había sido esa semana: “Pasamos derecho al Centro Cultural, llegamos y se acostaron a dormir todos en el escenario, hasta que armamos las cosas, y después del show nos fuimos a cambiar a la madrugada para ir a Santiago del Estero. Era una vorágine, se tocaba muchísimo, pero había muchas pilas, era increíble en los viajes. Era tremendo, se extraña. Yo tengo las mismas ganas, no se me caen.” En el medio de toda esta vorágine, estando de una gira y de forma casual, se le diagnostica diabetes. Sin bajarse de giras y shows, empezó a sufrir las consecuencias del trajín, llegando a subir a tocar vendado y medicado, a riesgo de agravar su salud. La curación no cicatrizaba y Luis empieza a sufrir pequeños cortes que iban subiendo desde la planta de los pies. “Me están cortando como salame” era una de esas clásicas frases que usaba para dejar un poco más tranquilos a los que se preocupaban por él. Sumado a esto, varias convulsiones en el seno de la banda hacen que se termine la primera etapa de los Peces, aunque continuaría tocando con Sargento Cruel o por unos meses con Tripas Calientes, en ambos junto a Chechi e Iguana Abregu, sus laderos
en los Peces. Pero el dolor le impedía continuar, haciendo que tomara la decisión de cortar una pierna para que la enfermedad no se propagara más de lo aconsejado. Lo que a algunos los hubiera hecho dejar y añorar épocas pasadas, en Luis sólo generó más ganas de seguir tocando. Desarrolló un sistema para poder tocar un pad que dispara un sonido de bombo, y adaptó el resto de la batería a su nueva manera de tocar. Retroceder nunca, rendirse jamás, y nunca mejor dicho. “Cuando volví en el 2010, fue cuando me cortaron la primer pierna, y a los quince días ya estaba tocando en mi cumpleaños; empecé a la una de la tarde, y eran las diez de la noche y seguía tocando. Cuando me cortan la segunda pierna, a los doce días Marlene, mi hija menor, vuelve a reunir a los Peces, y yo no estaba tocando bien, pero tenía las ganas. Y cuando estaba cerca el recital, el Iguana tiene un accidente, se cae y se quiebra la muñeca. Digo vamos a esperar a que se ponga bien y yo ya voy a estar a tiro para tocar. Mientras tanto yo voy a practicar. Empezamos a ensayar y ya tenía los temas prácticamente como los tocaba normalmente, a mi manera, o a mi nueva manera de tocar. A los cinco meses tocamos en Plaza Independencia, como para foguear, y esa fue mi primera tocada sin las piernas, y el regreso en el Teatro Alberdi, ese fue el regreso de los Peces, y hasta ahora mi última tocada con ellos, en julio del 2011. Cuando volvimos pensábamos hacer el segundo disco, pero no lo hicimos, pero en el show pusimos mucho temas nuevos, y grabamos un DVD.” Esta vuelta o renacer de su carrera, trajo aparejado el reconocimiento no sólo local, sino a nivel nacional e internacional. Desde 2010 en adelante Luis viene dando clínicas y charlas de motivación, llegando incluso a Las Vegas en el reconocido Drum Camp y participando de la última NAMM, esa suerte de expo mundial de instrumen-
tos, invitado por la marca de platillos que usa, Exodus. Allí viajo con Pablo Pacífico, cantante de los Peces, y llegó a registrar su paso en un programa de TV, junto a músicos mexicanos y de USA. “Cuando Chechi e Iguana me dicen que no podían seguir tocando, que no tenían nada que aportar a la banda, me vino una desilusión tremenda. 59 años, casi 60 ¿y comenzar de nuevo? Estoy haciendo otras cosas, la música siempre me va dando para hacer otras cosas, charlas de motivación, clínicas, demostraciones, sigo tocando, pero mi banda son los Peces. Yo estaba por tirarme para atrás, pero Pablo me dice ‘cómo vamos a dejar, si esto es lo nuestro’. Siempre tocamos los dos, cambiamos músicos constantemente, pasaron casi treinta músicos en estos 20 años. Es increíble haber hablado a tres chicos y que sientan tanto honor por tocar en esta banda, me llena de orgullo y satisfacción. Seguimos con ellos, y con Pedro Gómez, que fue el primer bajista de la banda, y Luis Corvalán, un blusero de hace más de cuarenta años. Creo que hay Peces para rato todavía.” Su actual casa de Villa Carmela, ciudad cercana a Tafí Viejo, es su refugio donde tiene su sala. Esa que guarda sus memorias, grabadas en fotos, recortes de diarios, afiches, parches autografiados por las luminarias que pasaron por su casa, donde tiene su colección de DVD, que amplia constantemente gracias al generoso aporte de sus amigos, donde aún ensaya y da clases. Desde allí se conecta al mundo gracias a Facebook, siempre atento a responder consultas. Y, claro, allí tiene sus baterías. Esas que arma y desarma con pasión, y hace sonar solo como él sabe. “Soy feliz con todo lo que me dio la música y me sigue dando. A pesar de ciertas adversidades que uno tiene en la vida, pude seguir tocando y haciendo música, mal, regular, o bien. Nunca me puse a fijar si soy un gran o regular baterista, o soy un baterista malo pero que toca y le hace gustar a la gente.”
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Por Martín Gorostiague
Escenas del
jazz salteño
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En la provincia existe una larga tradición de músicos que comenzaron reproduciendo sus influencias hasta lograr una mixtura que conformó una personalidad propia. Breve repaso por esa historia que quedó afuera de los libros oficiales de nuestra cultura.
Grupo Niebla, referente del jazz en Salta.
asta hoy, la gran mayoría de los melómanos siguen creyendo que lo mejor del aporte musical afroamericano se encuentra en Estados Unidos, especialmente entre los discípulos del gueto. Pero el jazz dejó de ser folclórico a poco tiempo de nacer. Su movimiento centrífugo no ha terminado, y en esas vueltas ha dejado una buena descendencia salteña. Analizar la historia del jazz en Salta es, en primera instancia, intentar de alguna manera recopilar los diferentes grupos que han pasado a través del tiempo. Se podría aseverar que no existe un registro completo y fidedigno del
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mismo, razón por la cual uno debe valerse de la voz de sus protagonistas, del comentario de amigos, el anecdotario citadino, las vivencias y, en algunos pocos casos, de las citas en diarios locales y escasísimos libros. Si hubiera que buscar un comienzo, cabría destacar a Mr Trompeta, Don Aimo, que allá por la década del 40, se acercó desde Concepción, Tucumán, a Salta, dándole vida al conocido Bajo Salteño, interpretando foxtrots, frescas adaptaciones del hot de Louis Armstrong, así como el swing de la época de Benny Goodman y Artie Shaw. Otro importante grupo fue Los Cinco Peniques, constituido por los hermanos Montero, Susana Evans en voz, Chivo Linares en guitarra y el Tuerto Arenas en batería, recreando el conocido estilo dixieland de Red Nichols, allá por la
década del 50. De aquellos grupos que interpretaban jazz, a su vez hacían típica y música de baile. Hay que rescatar al dúo Guerrisi Redaelli en acordeón y órgano con una maravillosa versión de “Sophisticated Lady”, de Duke Ellington. Llegando a los años 70 hay que hacer un alto, ya que se produce una dicotomía fundamental, tanto en el jazz mundial como en el estrictamente salteño. Por un lado se continúa interpretando el jazz en Salta en los diferentes estilos de la corriente principal: bebop (en un reducido grupo), hot, swing. Se siguen recreando standards clásicos, fundamentalmente del Tin Pan Alley de Broadway. La más conocida y longeva quizás sea la Pequeña Jazz Band, fundada el 14 de julio de 1978 por iniciativa del clarinetista Jorge Sastre junto
a Pepe Alfarano en batería, César Gamarra en trompeta, Coli Montero en saxo alto, Grillo Gamarra saxo tenor, Gabriel Franco en bajo, Gustavo Temer en guitarra (más adelante reemplazado por Gerardo Franco y Meir Levin) y Jorge “Fatiga” Guzmán en teclados. Es de destacar que con el apoyo de la Secretaria de Cultura de la Provincia, en sus dos primeros años de vida, realizaron importantes giras por el interior, llegando a Metán, Tartagal, Joaquín V. González y otras localidades. A la vez tuvieron un resonante éxito las giras de Brasil de 1982 y 1984 con interpretaciones como “Rata paseandera”, “Dulce Georgia Brown” y “Blues de los techos de lata”. También hay que rescatar al guitarrista Oscar Echazú, con estilo mezcla de Tal Farlow, Wes Montgomery y Joao Gilberto, sin omitir su sello propio en sus combos, quien en el Festival de Montreaux de 2000 grabó una jam sesión junto a músicos freelance internacionales. No hay que olvidar, aunque de vida efímera, a la Brass Band con la dirección y arreglos del maestro José Sutti. Su primera formación de 1980, con sólo dos saxos altos (Carlos Uriburu y Mario Soria) ganó la atención con el clásico de George Gershwin, “Summertime”. En la segunda formación se incorpora el tercer saxo alto, inédito en Salta, de Coli Montero, junto al piano de Rosana Visonard. En la última de ellas, entre 1982 y 1985, bajo los arreglos de Rogelio Riggio y dirección de Antonio Montero, se acoplan Cachi Rioja en trompeta, Rodo en saxo tenor, Sastre en trombón, Jurado en contrabajo, Miguel Quinteros en piano y Rubén Chamé en batería. Por último, cabe destacar la formación Carne de Divan, de ribetes jazz poperos, recreando adaptaciones de “Lush Life” y “My Funny Valentine”. Estaba formada por Meir Levin en guitarra, Ricardo Gutiérrez en bajo, Mariana Kortsarz en saxo alto, Agustín Carracedo en batería y Cecilia Sutti en voz. Por el otro lado, nacido del paternalismo coltraneano y sus derivados libres de una asociación avanzada de Chicago, aparece entre el jazz y los folclores una relación en sus inicios como vecinos de trato y saludo cordial diario, devenido a un nuevo y raro
matrimonio, conocido como World Music. Este surge de un salteño, promediando los años 80, Dino Saluzzi, director, arreglador, compositor, percusionista y sobre todo, interprete de un instrumento no convencional como es el bandoneón. Él, junto al Gato Barbieri y otros, producen un quiebre al incorporar al jazz (o viceversa) ritmos y ambientaciones norteñas argentinas, así como tangueras. Su música, editada casi absolutamente en el sello ECM, rompió y continua haciéndolo, fronteras perceptivas en todo el mundo. Sus grabaciones más impregnadas de jazz fueron “Mojotoro”, realizada junto a sus hermanos Celso y Félix; y la exquisita “Once Upon a Time - Far Away in the South”, junto a Charlie Haden, Palle Mikkelborg y Pierre Favre. También hay que nombrar a la placa From the Green Hill, del genial trompetista Tomasz Stanko. Esta música, junto a la vanguardia electrónica del jazz rock de los 70, preanuncia sus primeros descendientes salteños con el surgimiento en 1987 y 1994 respectivamente, de los grupos Niebla y La Región.
No existe un registro completo y fidedigno del jazz salteño. Uno debe valerse de la voz de sus protagonistas y las vivencias.
El primero de ellos, que recientemente festejó sus 25 años “oficiales”, formado originalmente por Raul “Pekiné” Lamas, Cirilo Vargas, Daniel “Palmito” Flores y Orlando “Zapato” Jiménez, reemplazado por Oscar “Chinato” Torres y finalmente, desde 1999
hasta la actualidad, por Pablo Arnedo Jiménez, hecho que se sucedió a la incorporación de Julio Lamas en 1992, dirigiendo éste el camino del trío con su guitarra MIDI (la cual emula un teclado) o como bajo o segunda guitarra, según la ocasión lo amerite. Esta formación de trío recorrió desde la música de Wes Montgomery, Pat Metheny, Luis Salinas (con quien zaparon un par de veces en la recordada La Afligida, de calle Ameghino), Django Reinhardt y hasta el Cuchi Leguizamón. Es a partir del momento del abrazo al lenguaje del jazz que hace el trío cuando explotan todas las posibilidades de sus intérpretes amados del rock y el folclore. Con lo cual podríamos circunscribir a dicho grupo como cool jazz o fresco (no haciendo alusión a la costa oeste americana de Estados Unidos), sumado a un claro condimento folclórico norteño, interpretando hermosas versiones jazzeadas de “Vidala para mi sombra”, de Julio Espinosa y “La Pomeña”, del gran Cuchi. El segundo de ellos, La Región, grupo que nace del original Jazz’ta de 1992 (con Sebastián Hoyos en batería), fue fundado por Oscar “Aguja” Salinas y Raúl “Rodilla” Farfán, a los que se les sumaban Chinato Torres y Mirko Petrocelli; músicos que participaron anteriormente en Night and Light, New Jazz Sextet y Banda en Banda. Por el mismo pasaron diferentes músicos, como Daniel Tinte en teclados, Carlos Nieva en saxo alto, Jorge Mimesi en flauta traversa, Jorge Aleman en guitarra, César Gamarra en trompeta, Marco Spinoza en saxo alto y Emanuel Slodki en batería. Este grupo, luego de la muerte de su fundador, Aguja Salinas, se disuelve en marzo de 2000. Estaba caracterizado por tres aspectos relevantes: interpretación de standards en estilos funky hardbop con impecables arreglos, composiciones muy personales de temáticas ciudadanas y sobre todo, barriales, fusionando el jazz con la tierra salteña, como “Cuchicheando” y “Chuscha” de Daniel Tinte, primeros indicios de lo que este último llamaría jazz calchaquí. Por último, cabe rescatar una constante apertura mental para el cambio a nuevas formas musicales, sin jamás perder el objetivo grupal de hacer música folclórica, tamizada por un prisma jazzero contemporáneo.
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Por Federico Anzardi // Foto: Prensa Gillespi
Hombre orquesta Entrevista con Gillespi después de su paso por Salta. El músico explica cuál es el método para trabajar en radio, grabar discos, escribir libros y tocar en vivo sin ser un frustrado ni caer en las garras de los resentidos de siempre.
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úsico, hombre de radio, escritor de libros, productor televisivo, trompetista invitado de Sumo, ex miembro estable de Las Pelotas, humorista. Todo eso y más es Marcelo Rodríguez. Gillespi es el tipo que sale de su programa diario de Nacional Rock (Burundanga, de lunes a viernes a las 19) y apenas tiene tiempo para comer algo y relajarse un rato, antes de acompañar a Alejandro Dolina en La Venganza Será Terrible (de lunes a viernes a la medianoche, por Radio del Plata). Además tiene que acomodarse para poder ensayar para sus futuros conciertos (el 19 y 20 de agosto se presentará en el Teatro Gran Rex junto a Herbie Hancock) y empezar a prepararse para ser el anfitrión oficial del festival internacional Buenos Aires Jazz, en noviembre. A fines de junio, Gillespi viajó a Salta para participar con su banda del ciclo
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Cultura da la Nota y se llevó una buena impresión. El público respondió a su música. “Sí, no te digo que soy el flautista de Hamelin y la gente me siguió caminando como zombis hasta el hotel. No, me aplaudieron, me pidieron un bis, no es que me sacaron en andas. El público estaba feliz, nosotros también. Se dio esa magia”, recuerda. No es poca cosa que alguien que se dedica a la música instrumental llene un teatro en Salta, aunque la dificultad para lograrlo sea más o menos la misma en todos lados. “En su momento, las músicas del mundo eran instrumentales. Un tipo tocaba una flauta de caña, otro tocaba un tambor en África. Después empezó como el juglarismo: un tipo iba a un pueblo con un instrumento a cantar algo más parecido a la canción actual: ‘el rey se murió, todo el mundo está triste’. Ahora, cuando vos te ponés a estudiar un instrumento como la trompeta, ya de entrada no podés cantar porque te ocupa la boca. Ya te volcás sí
o sí a la cuestión instrumental, que es el desafío de tratar de cautivar a la audiencia con la música, con los elementos que tenés”, cuenta Gillespi, antes de meterse de lleno en una charla que transitará por los caminos que él considera importantes para desarrollar una vida plena, sin frustraciones y sin necesidad de estar atento a los comentarios malignos de los resentidos de siempre. - La perfección es la virtud de lo mediocre. No tienen genialidad entonces tienen prolijidad. Yo vengo de la escuela más parecida a la del jazz, donde está la improvisación. La vida es variopinta. Así como los días tienen nombres distintos y las estaciones son cuatro, la vida no puede ser ocho horas todos los días estudiando piano. - ¿Pero para la trompeta no es una necesidad eso? - Tenés que estudiar un poco. ¿Necesidad para qué? - Para ser bueno.
- Yo soy bueno y no tengo ninguna necesidad. ¿Qué es bueno? ¿Tocar rápido? - No, que te salga lo que querés hacer. - Yo toco mis temas, grabé seis discos, cada tanto me voy a buscar un Gardel. Cada tanto me doy gustos personales como tocar con (Javier) Malosetti, con Pedro Aznar. ¿Qué es ser bueno? El año pasado grabé un disco con Fred Wesley, trombonista groso. Lo tengo ahí, inédito, para ver si lo hago con la Sony o con quién. Y el tipo es el mejor: trombonista de la banda de James Brown, viste. ¿Qué es ser bueno? Pasa que está lleno de paquetes que lo único que hacen es estudiar y no tienen nada que decir. En la música, en los medios, en todos lados. Hay poca gente que tenga nombre y apellido, que tenga algo para dar. Mucho gil de internet. Lo ponés en un escenario y se cagan todos, se fruncen. - Desde afuera, parecería que el jazz es un género de tipos que la descosen. - No, Malosetti la descose. Siempre fue un virtuoso. (Adrián) Iaies no es un virtuoso, toca tres notas. ¿Cuál es el criterio? Pasa que tenés que tener algo para decir. El problema en la música es ser alguien. Te vas a encontrar con un montón de gente, en Salta, en todos lados, que hablan mucho y no son nadie. Hacen demos, regalan discos. Nada. Para hacer alguien tenés que tener algo vos, una forma de expresarte, una forma de proceder, una honestidad en lo que hacés, tener una voz personal con tu instrumento, reconocible. - ¿Pensás que vos lo tenés? ¿Qué es lo que te destaca? - Yo creo que tengo eso. Yo grabé como treinta o cuarenta discos de rock. Y cuando me convocaban me decían “a vos te llamamos porque te gusta el rock, te gusta lo que hacemos”. Y yo trataba de hacer lo mejor posible en eso. Y si no decime otro trompetista de rock. Porque está muy bien lo que hace Hubo Lobo en Dancing Mood, a mí me encanta, lo conozco, es un capo. Pero, viste, yo tocaba con Divididos, con un volumen descomunal. Contaban cuatro y no quedaba nada. Si no pelabas te tenías que bajar del escenario. Son tres monos descosiéndola. El secreto es formarte vos como persona. Formar tu herramienta, que es toda tu integridad. Tu corazón, tu cabeza, tu cerebro, tu sensibilidad. - Sí, eso viene con muchos años. - Claro, y después, el tema del estudio. Bueno, lo que vos decías está muy bien. Si vos podés tocar lo que querés, está bien. Si no, más es hablar boludeces. Si vos podés tocar lo que querés, listo. Es lo mismo que si vos podés cogerte la mina que te gusta, ¿para qué querés otra? - También es conocer tus propias
limitaciones. - Sí, yo las conozco. - ¿Qué no te animás a hacer o ya intentaste y te diste cuenta de que no es lo tuyo? - Cosas tipo salsa, pero no me gustan, además. Me parece una música de barco, de crucero del amor. No me sale lo que no me gusta. Pasa que confunde, la trompeta. No se toman en cuenta las posibilidades estéticas de la trompeta. El arte es estética también. A mí vienen y me preguntan “¿y Arturo Sandoval?”. Arturo Sandoval es un músico cubano que toca salsa. Trompetistas de cualquier estilo. Es lo mismo que estar con el Flaco Spinetta y decirle “vos no cantás como Pavarotti”. No, loco, canto como Spinetta. Hago mis canciones, no tengo que cantar “Las bodas de Fígaro”. Pero vienen y me hacen preguntas trompetísticas a ese nivel. Como que vos sos trompetista y tenés que tocar cualquier poronga musical. Yo no lo hice, siempre hice jazz y rock. Una sola vez toqué con Ana Belén, pero no es lo mío. No soy un trompetista así, que los hay y son muy buenos, pero no tienen temas propios, no tienen un proyecto. ¿Me explico? Yo soy más spinetteano que pavarottiano. Pavarotti tampoco componía. Yo soy como un cantautor, toco con mi banda mis cosas. Cuando me invita una banda voy, pero mi repertorio es mis canciones. Ese es el asunto mío.
“Me he acostumbrado a laburar diariamente en radio desde el 92. Asegurándome una guita para no cargarle a la música esa responsabilidad.”
- Esto de las preguntas que te hacen está relacionado con la falta de difusión del género. No pasan jazz en la radio o en la tele. - No, porque son cosas instrumentales. Como no es difundida la música clásica, los grandes géneros. Lalo Schifrin es un músico increíble y tiene unos discos bárbaros, yo tengo varios de ellos, y no suena en ningún lado, salvo la música de Misión Imposible. Qué sé yo, (señala a la pared) ahí tenés un cuadro de Astor Piazzolla escrito en japonés. Astor tampoco suena. - Se lee y se escribe del tema más que lo que se escucha.
- Claro, no hay un apoyo real. A la gente la han deformado. Mucha culpa la tienen los medios en su carácter de tipos que son difusores de la música. Si vos difundís todo el día, no sé, reggaetón, a la gente finalmente le va a gustar el reggaetón. A mucha, no sé si a toda, pero a mucha. Solamente por familiaridad. Escuchaste la melodía, a la tercera vez la tarareás y después te bajás el disco. Nosotros no contamos con esa suerte. - De hecho, tus discos están descatalogados. - Sí, lo último que hice fue un compilado. Lo que pasa es que siempre los saqué yo. Entonces yo sacaba este disco, el disco 1, lo vendía y grababa el 2. Esa era mi forma. No volvía a fabricar el 1. Iba financiando lo próximo con lo anterior. Cuando entro en Sony, en 2007, hago un arreglo por diez años y ahí ellos me compraron el catálogo anterior. Y ahí, en lugar de reeditar los cuatro discos, hicimos uno donde metí tres o cuatro temas de cada uno. Hice un pequeño laburito: a algunos los remastericé con Gustavo Gauvry. Pero bueno, así estamos. - Esa vinculación con el rock te benefició muchísimo. Tuviste mucha difusión y al mismo tiempo no es que sólo sos un invitado del género, en tu música también está. - Los del jazz me ven como muy rockero y los del rock me ven como muy jazzero. Me pasan esas dos cosas. - ¿Eso no provoca cierto rechazo del purista del jazz, que dice “no, Gillespi sale en la tele y por eso mete 600 personas”? - Qué sé yo, la verdad es que si hay 600 que vienen por la tele está todo bien. No puedo ponerme en la puerta del teatro a preguntar “¿vos venís por la tele? No entrás”. Son posturas caprichosas de gente envidiosa. El año que viene cumplo treinta años con la música. Tengo una lista de cien bandas con las que toqué. Ponerme a pensar en eso, en esas personas. Va a llegar un momento en que voy a estar con el bastón de PAMI y (pone voz de anciano indignado) “porque la gente que te iba a ver a vos era de la radio” (risas). ¿Es necesario eso? Te puedo pasar el link de una carta que escribió Astor Piazzolla donde decía que no era tango. Por gente como ésta que vos me mencionás. Es gente que no ha querido a nadie, boludo, no han querido a nadie. Por eso nos va como nos va. Spinetta, el último año de Luis Alberto, yo estuve con él, enfermo. El Flaco tenía un puñal clavado aparte de una enfermedad. Luis Alberto fue el gran genio de la música. El único día que sonaron sus temas fue cuando se murió. Hoy no lo pasa nadie, yo lo paso todos los días en mi programa. Hay una gran hipocresía y la gente es muy mala, muy dañina. No es que a Maradona lo destruyen, no hay
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un puto ídolo de nada. Desde San Martín en adelante, todos tuvieron que ir al exterior. Borges en Ginebra, el otro en la pobreza. Todo así. “no, porque a Borges lo leen los que lo siguen en la tele”, “el otro qué va a ser bueno, si vive a la vuelta de mi casa”. - Ahora supuestamente está instalado, en ciertos círculos elitistas hipsters de la literatura, hablar mal de Cortázar, por ejemplo. - Lo que pasa es que hablar mal es más fácil que hacer algo. Un tipo hizo esa pared, la pintó. Yo puedo decir “está fea, muy oscura”, ¿pero qué trabajo hice yo? El que tiene mérito es el que lo hizo. Esto es destrucción pura, hablar por hablar. - Por eso siempre es mejor una banda horrible con temas propios que una de covers buenísimos. - Si vos hacés covers o grandes éxitos, es lo mismo que decir “voy a salir con cuatro minas pero ya tienen que estar en corpiño y bombacha”. Qué vivo que sos. Claro, agarrás un tema de Lennon y McCartney. Mirá qué lindo repertorio que tenés, los mejores temas del mundo. Lo otro es el asunto. Cuando cantás covers, cantás cosas que escribió otro en otra circunstancia, otra realidad, otro país. Lo que pasa es que, claro, contás con la ventaja de que la gente lo escuchó 200 veces por la radio y la promoción la hizo otro. Con tus temas tenés que remarla desde cero. - Eso tiene que ver con el rechazo que la gente le tiene a lo desconocido. “Esto no es lo que yo conozco, no sé si me gusta.” - Sí, tal cual. Cuando yo tenía veinte años y me di cuenta de cómo era la idiosincrasia argentina, en virtud de mi amistad con otros músicos que estaban en el mismo palo, decidí no vivir de la música, económicamente. - ¿Es algo que mantenés hasta hoy? - Hasta hoy. - Igual, hoy para vos la situación debe ser distinta a la de esa época. - Puedo vivir tranquilamente, tengo momentos muy buenos, pero es un extra en mi vida. Porque sostener esa situación, a veces con la corriente en contra, iba a ser una concesión que no quería ceder. Hay dos posturas posibles: una es trabajar de otra cosa y que la música sea un momento de disfrute, de expresión de tu personalidad. Y hay otra que es trabajar con la música. Conozco muchos colegas que son muy buenos, que trabajan de músicos en restoranes, en boliches, tocando en bailantas y después tienen proyectos súper serios: el Quinteto de la pindonga, viste. En mi caso resultaba más saludable laburar de otra cosa y tocar mí música. - ¿Por qué? ¿Es desgastante? - Porque vos vas a tocar con una banda horrible que le está quemando la cabeza a la gente y sos cómplice de esa banda delictiva, de chorros o de gente
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de la que ideológicamente vos estás en contra. Inventos de las discográficas, que salieron de un concurso de televisión. Y vos estás ahí, apañando, poniendo tu talento para que esa porquería venda mucho y suene bien. Yo prefiero sacar fotocopias en un kiosco, tener la cabeza limpia y tocar lo mío. La música es muy inestable, entonces yo desarrollé una profesión en radio, en televisión esporádicamente. Me he acostumbrado a laburar diariamente en radio desde el 92. Programas diarios, ir todos los días con algo, columnista, conductor. Se fue dando. Pero asegurándome una guita, para no cargarle a la música esa responsabilidad, que me banque la nafta del auto, la casa, los nenes. - Eso te da la libertad para hacer lo que se te canta. - Eso es lo que yo pienso. Hay músicos que pasan un año sin ganar un mango, está la familia como el orto, los nenes tiene la ropa agujereada. Y llegan a un nivel de que toda la familia está bancando al artista, a ver cuándo pega un laburo, cuándo lo van a comprender. El chabón, viste: “no, no esperen que ahora me va a salir un tema”. Yo eso no me lo banco mucho. Tengo otra formación, mis viejos laburaron, entonces yo encontré mi fórmula y a mí, humildemente, me va bien.
“Spinetta fue el gran genio de la música y el único día que sonaron sus temas fue cuando se murió. Hay una gran hipocresía. La gente es muy mala, muy dañina.” - Pero te rompiste el culo. - Me rompí el culo y fui perseverante. No es poca cosa eso. Hay tipos muy geniales pero son inestables. Es una característica y una virtud seguir machacando con esto, con lo otro. Porque cuando empiezan a pasar los años, el mundo empieza a conspirar a tu favor. Si vos hacés tus cosas hoy, mañana, el año que viene; algún día el mundo se acomoda. En un momento la sortija de la calesita te tocó a vos, que seguiste. Eso es una cosa que siempre les digo, cuando me preguntan, a alguien en cuanto a la vocación. Si tenés un sueño, lo peor que hay es postergarlo. Porque hay muchas posibilidades de que no lo puedas retomar nunca más, por cómo
es la vida. Pienso en muchos músicos de mi generación que arrancamos juntos y que muy pocos seguimos. Ahora uno es cajero de un banco, otro es no sé qué. No han tocado más, han perdido el estímulo. Tenés que encontrar la forma de hacer todo. - Es mejor ser un fracasado que un frustrado. - Claro, ni hablar. Porque el frustrado es como una gotera, le ponés La Gotita y sale por otro lado. El frustrado destila la frustración de un tiempo toda la vida. Tiene una postura negativa. En la vida o sos feliz o no sos feliz. El frustrado no es feliz. “Mirá, toqué cuatro notas”. “Te faltan ocho”, te dice (risas). No, toqué cuatro, ¿por qué vivís con lo que no tenés? - ¿Qué tienen los vientos de particular en relación a los demás instrumentos? - La trompeta tiene mucha fuerza y mucho volumen. Es un instrumento que apunta así (señala para adelante), no como el saxo, que va para arriba. Yo apunto y es como un rayo. Se propaga mucho. Por eso en las orquestas van atrás. El trombón tiene otras características, tiene un sonido más ronco, más nasal. Hay otros que no se usan mucho en la música popular, como la tuba. Trompeta, trombón y saxo se ven más. Los saxos no tienen tanto volumen, tanta fuerza. - En los 80 y 90 el saxo se propagó en el rock argentino. Como tipo de vientos, ¿te parece que estuvo bien o fue un exceso? Hay gente que lo odia y dice que le hizo muy mal el saxo al rock. - A veces nos reímos con Willy Crook, porque lo conozco de aquella época, de Los Redondos, y a él le parecía un exceso que en todos los temas hubiera saxo. La sonoridad es tan particular: por momentos es edulcorada, melosa. Y en aquellos años estaba Dani Melingo en Los Abuelos, estaba Roberto Pettinato, en Sumo; estaba Willy, estaba Emilio Villanueva en Memphis, Melingo también hacía algo con Los Twist; pero trompetistas no había. Yo aprendí a tocar mucho rock. En el instrumento de viento, este tipo de rock, fuerte, visceral, te implica tocar cosas contundentes, claras. La sutileza se pierde. Cuando te tocan solos tienen que ser muy claros. Aprendí a tocar de esa forma. En Las Pelotas hay algunas melodías que quedaron ahí, en la memoria colectiva: “Si supieras”, cosas así. - Esa manera de tocar que aprendiste con el rock, supongo que las aplicás en tus discos. - Sí, es mi ADN. Nuestros shows en vivo tienen momentos de intensidad a lo Divididos. Se genera una efervescencia en el grupo y hacemos rock and roll. Instrumental, ¿no? Como si fuera Riff pero en la parte de los solos (risas).
Por Alejandro Wierna
Escenarios para todos Los referentes de cuatro locales cordobeses opinan sobre las realidades que les toca vivir semana a semana y las experiencias adquiridas en el contacto con músicos y público de la provincia.
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ace un tiempo comenzamos a hablar sobre el circuito cordobés, sus bandas, y las campanadas que resonaban hacia el exterior de la provincia, tanto para el NOA como para algunos de los medios que malacostumbramos frecuentar de Buenos Aires. Resulta necesario entonces plantearse una revisión hacia las plazas que, de alguna u otra manera, posibilitan que esto ocurra. Al menos desde la función de canal o contexto por donde se transmite la música en vivo hacia el público, hacia la ciudad y sus visitantes. Cuatro locales diferentes, por sus dimensiones, su historia y su ubicación, con subjetivos puntos de vista sobre las realidades que les toca vivir semana a semana y las experiencias adquiridas en el contacto con músicos y público.
Casa Babylon Uno de los escenarios legendarios e ineludibles (por excelencia) de la ciudad. Durante trece años observa cómo el paso del tiempo hace crecer (y mata)
a centenas de bandas de distintos puntos del país. Nacido bajo el concepto de intentar confinar un grupo de personas con ideas similares en una propuesta multifacética que ofreciera respuestas a las necesidades artísticas de la ciudad. Primero fueron El ambiente, cuando justamente carecían de un espacio físico. Lograron unificarse, apostar fuertemente a la construcción de su templo y evidenciaron quiénes estaban dispuestos a poner el cuerpo, el dinero y el tiempo para mantener una sala de shows durante más de una década. Esteban “Teby” Tazzioli dice: “Córdoba se maneja mucho por clanes de amigos, tribus que se van juntando y manteniendo vivo su núcleo. Queríamos que trascienda lo que era una reunión de amigos. Buscamos un galpón que nos cierre en ciertas medidas para plantear ciertos shows y de ahí decir qué hacemos, cómo planteamos el espacio”. Por aquellos años Teby tocaba en Los Rústicos, y su entorno estaba compuesto por bandas de numerosos músicos, como la suya: La Cartelera, Palo y Mano, Los Inauditos o las bandas con las cuales se carteaba (Karamelo Santo, Resistencia). Entonces pensaron en un escenario que mínimamente pudiera contener a doce músicos. “Antes, ni los productores, ni las bandas, ni la gente, proponían que a vos te llene ir a ver una banda. Se generó ese contexto de hacemos este ciclo, o tocan
estas bandas nuevas, y se liberó todo para arriba. Ya no le daban tanta bola a los djs que ponían siempre los mismos temas y sí a las bandas. Por lo menos cada tanto. Con eso también se genera un ruido diferente, y el concepto que tenías comienza a cambiar. De repente sos contracultura de otras posturas, de otras ideas, de gente que quiere que pasen determinadas cosas y otras no. Las posiciones comienzan a ser más retrógradas, más conservadoras y te lo hacen saber. Pero bueno, si sos productor o programador, y ves algo que no está pasando en Córdoba, por ahí lo traes y esperás que el público se cope, o las bandas, los periodistas, o incluso los productores, y se permitan arriesgar para que las cosas puedan cambiar.”
Club R Resultado de múltiples mutaciones, es hoy uno de los locales que más shows cordobeses ofrece. Nació hace cinco años, como respuesta a la inquietud de su dueño Pablo Furlani por generar un espacio para treintañeros que dejaban de ir a La Rústica (otro bar que él manejaba). “Pero no se dio cuenta que un tipo de 35 años, con familia, sale una vez al mes”, dice José “Chueco” Gorostiaga, actual encargado y programador del local. “Hace tres años me llama a mí, porque había perdido
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una montón de plata produciendo y ahí comenzamos a hacer netamente bandas locales. Lo que le importaba al dueño era que el club se hiciera conocido, entonces apuntamos a hacer algo súper variado: folclore, latino, rock, heavy, todos los géneros. Va variando y hoy no tiene gente fija, pero sí una variedad de géneros fuerte.” Ubicado en Barrio Güemes, tiene una capacidad de 300 personas y es un cómodo recinto para disfrutar shows en un escenario amplio y con un sonido nítido. “Desde hace un par de años incluso lo llegamos a alquilar con barra y todo, para que las bandas vean lo que es producir fechas y por lo menos una vez ganar plata. Te damos la puerta, la barra, la publicidad, la agente de prensa, es poco lo que tenés que hacer. Pautamos en todas las radios conocidas de rock: Rock & Pop, Vorterix, UTN, Universidad, Nuestra Radio. Eso te da ganas de moverte y gestionar tus fechas; porque algunos productores a veces chupan tanto la sangre que las bandas no terminan saliendo. Nosotros pedimos siempre que haya banda soporte, es una condición que haya bandas locales, la eligen ellos o nosotros, pero si lo quieren alquilar desde Buenos Aires, barra incluida y todo, aun así deben aceptar bandas soportes locales”, afirma el Chueco.
Refugio Guernica Abrió sus puertas en 2011, cuando Capitan Blue decide vender el fondo de comercio de uno de sus locales. Carlos Espinosa, su dueño, aprovechó la oferta luego de un par de años de alquilar esporádicamente lugares para realizar las producciones de Bestiario. Cuenta con una capacidad de 300 personas y es una de las plazas fuertes de los shows intermedios que se llevan a cabo en la ciudad. Durante 2012 produjeron más de cincuenta recitales propios. “Erróneamente creía que poseer un local era más negocio, ahora sé que no es tan así y el porcentaje de responsabilidad es mucho mayor. Está bien, como productor hoy perdería mucho más, porque vas solo al borderó, pero tampoco es que la barra te salva. Si la gente no fue te clavaste en la puerta y en la barra también”, sostiene Carlos.
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“Nosotros creemos en todo el arte que se genera en Córdoba, apostamos por él y nos arriesgamos todos los fines de semana a producir eventos con artistas de la ciudad.” Este año no están abriendo todos los fines de semana y aseguran programar acorde a lo que surja, admitiendo que debieron contraerse económicamente un poco más. Ante la eterna duda de que si la yuxtaposición de shows parecidos en la oferta nocturna afecta la concurrencia, Espinosa piensa que “es complicadísimo que no se superpongan”. “Yo no les conozco la agenda a los otros locales, ni ellos me conocen la mía. Las bandas vienen en giras, entonces no puedo levantar fácilmente. Lo hice, pero en general tengo que cerrar los ojos y hacerlo. Ocurre que se perdió la curiosidad de ir a ver lo desconocido. Más allá de la difusión de los medios, la gente no compra. Yo no te puedo contar, ni las notas expresarte cabalmente qué es lo que ocurre, tenés que ir a ver para descubrir bandas.”
Rebelión Club Rebelión nace el día 1 de mayo del año 2013. Sus dueños (Manolo Lagos y Germán Díaz) volvían de un viaje de exploración cultural por diferentes países de Latinoamérica y se encontraban nuevamente en Córdoba. Decidieron crear un nuevo espacio de intercambio cultural alternativo tras recorrer y analizar las propuestas culturales que ofrecía la ciudad, y apreciar falencias que resultaban de la falta de interacción entre productores y artistas. “Creemos que abrimos una puerta para desarrollar una nueva forma de traba-
jo basado en la coproducción y en una participación activa por parte de los artistas”, sostiene Germán. En sus primeros meses de vida lograron imponer una programación bastante diversa de ciclos, shows y fiestas que de momento parece sostenerse muy bien. “La programación se llevó a cabo a través de entrevistas con los artistas, en ellas observamos su forma de trabajar y su material. De esta forma logramos generar un espacio en el que la bandas y/o productores participan y comparten con nosotros la producción total de los eventos.”
Acerca del público y las bandas locales - Manolo: Nosotros creemos en todo el arte que se genera en Córdoba, apostamos por él y nos arriesgamos todos los fines de semana a producir eventos con artistas de la ciudad. Observamos que existe un movimiento cultural interesante, lleno de propuestas alternativas de mucha calidad. Es por eso que nuestro objetivo es que Rebelión se convierta en la casa de todo este arte magnifico que camina indigente por las calles de nuestra ciudad. - Carlos: Lamentablemente, este año dejamos de hacer bandas de Córdoba. El local necesita un movimiento de 200 personas para que me funcione. Ni siquiera puedo juntar varias en comodato. Me iba muy mal de verdad, con sus respectivas excepciones, obvio, tipos que promocionaban mucho, dejaban de tocar un tiempo y se vendían como la fecha del año. Pero en un momento dado tenés que tomar decisiones y primero están los tuyos. Si yo no le puedo pagar a mi gente, que para mí están primeros, y viene una banda para despuntar el vicio y mete veinte personas, yo no puedo hacer nada. Si sé que mi banda mueve cien personas, voy a un lugar acorde, no voy a uno de 300 a que quede semivacío, a endeudarme, a generar un compromiso que no puedo pagar. - Teby: El público aún sigue siendo elitista, a veces no apuesta al pibe del barrio. Te exigen que en tu local solamente pases ciertas bandas y no las otras, que esas suenen en otro lugar, te dicen. No solamente la gente, sino el periodista, y los otros músicos, que arman sus jet sets y no quieren que pro-
El público a full en Refugio Guernica
grames tales cosas. A veces el mismo personaje que esgrime lo independiente, lo cooperativo, lo local, muchas veces no quiere que suceda. De todas formas, no creo que el mercado se agote, creo que hay que buscar más opciones, más lugares, más medios, más gente. Hoy son normales muchas cosas que hace mucho no estaban en los planes de nadie. El momento de gracia que estás viviendo es por alguien que se la rebuscó y peleó. De esos algunos continuarán, otros no, pero se hizo mucho. - Chueco: El otro día hablaba con una banda amiga, los hicieron tocar en un show con una banda de Buenos Aires, los chabones rindieron cien entradas a $90. Los productores les dieron cuatro cervezas y el staff es de ocho personas. Si pensás, le pagaron gran parte del show con esas nueve lucas, y les preguntás ¿por qué no sacan un disco? “Porque no tenemos plata”, te dicen. Y claro, si eran tres bandas y todas pusieron eso qué les va a quedar plata para grabar. Te interesa decir toqué con éste o con aquel y no tener un producto para mostrar. “No lo habíamos visto de esa manera”, te dicen. Y sí, si movés tu propia gente no laburés para otro, laburá para vos.
Disposiciones municipales - Teby: Hay una asignatura pendiente enorme en cuanto a disposiciones municipales y a que exista un programa intenso de difusión y promoción de actividades artísticas alternativas. - Manolo: “Desde el punto de vista de las disposiciones municipales, las regulaciones y los permisos, está todo condicionado para que no haya música en vivo en Córdoba. Nosotros no creemos que se genere desde la municipalidad, ni desde la provincia una iniciativa de gestión y fomento de la actividad que sea acorde a las necesidades del sector.
- Chueco: El asunto de la habilitación es riguroso, pero tenemos todo lo que piden: doble puerta de emergencia, con manija anti pánico, baño para discapacitados, tratamiento acústico, sistema contra incendio, todo ignifugado y no te joden más. Con respecto a las zonas sí, cuando largamos estábamos solos en esa avenida, no había ni luz. Ahora hay luces, patrulleros, cuida coches. La apertura de la Cocina de Culturas (N. de A: que depende de la Fundación Electroingeniería del Grupo Eling) a la par, nos terminó de dar una mano bárbara. La gente que comenzó a ir a ese lugar nos legitimó un poco a nosotros, y comenzaron a confiar en la zona y en que era seguro ir.
“Si no puede sostenerse un lugar para 150 personas, tal vez no exista esa convocatoria. La plaza es muy reducida y las bandas quieren tocar mucho.”
- Carlos: Cada municipio elige en qué va a gastar su plata, jode cuando ves que pagan una fortuna a un solo artista en vez de dar un subsidio a lugares chicos que generan shows todos los fines de semana, pero bueno, eso
no es rentable para ninguna gestión. El abasto es una zona insegura, yo lo que hago es manejar un horario que ayude a eso: que los shows terminen a las 3.30. Es una decisión que tomamos como dueños. No te dan habilitaciones para otros lugares, y no te dan seguridad en los que te habilitan.
Un caso concreto Recientemente cerró sus puertas Paris Bar, un local ubicado en Nueva Córdoba que apostaba a los shows locales todos los fines de semana. - Manolo: Nos toca y nos aqueja a todos, nosotros íbamos, y era uno de los únicos polos de música en vivo en la zona de Nueva Córdoba. Ahora es una puerta más que se cerró, por lo tanto un lugar menos para las manifestaciones artísticas de la ciudad. Nuestra labor es reivindicar estos espacios trabajando día a día para que tanto los artistas y el público disfruten del desafío. - Carlos: Teniendo la propuesta de hacer bandas de Córdoba, con un espacio copado, cerró. Hay que replantearse todo. Estaban en un punto neurálgico de la ciudad, el corazón de Nueva Córdoba. Si no puede sostenerse un lugar ni para 120 o 150 personas, tal vez sea porque no existe esa convocatoria. La plaza es muy reducida y las bandas quieren tocar mucho. - Chueco: Pasa que Nueva Córdoba no va a ver shows, quieren fiesta. Es difícil que un lugar funcione ahí, fíjate que estamos todos lejos, el abasto, nosotros, la fábrica. Era un lugar buenísimo, muy meticuloso y ambientado, una lástima que no haya funcionado. Un bajón que haya cerrado y que no haya podido darle la vuelta, esperar a ver qué salida había. Es un lugar menos para las bandas, para los shows, y eso es feo. Queremos que haya cultura de show en vivo. Tenían linda cartelera, el alquiler ahí no debe haber sido muy barato tal vez. Los números se van a veces.
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Yo estuve ahí Por Federico Anzardi
Ezequiel Abalos habla sobre Rock de Acá, su fundamental serie de audiolibros que rescata a los músicos que iniciaron el movimiento cultural más importante de los últimos cincuenta años.
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odo lo que quieras”, dice Ezequiel Abalos cuando se le pregunta si es posible reproducir en la revista un fragmento de Rock de Acá 2, la última entrega hasta la fecha de la fundamental serie de audiolibros que viene editando de manera autogestionada. Periodista y escritor, Ezequiel trabaja desde hace más de veinte años para rescatar del olvido los orígenes del rock argentino y sus obras no sufren de las ataduras del copyright. Además, forma parte de la Feria del Libro Independiente y Alternativa (FLIA), que promueve el copyleft. “Nosotros empezamos juntos con la FLIA y con un montón de gente haciendo eventos con la mentalidad del copyleft, de liberar los derechos de todo lo que sea cultura, historia, literatura, poesía. No creemos en el mercadeo de los libros, sino como un intercambio cultural y poético de forma parcial de la vida”, cuenta una tarde, en el pequeño patio de FM La Tribu, la radio porteña en la que está al aire de lunes a viernes de 14 a 16. “La FLIA nace entre diez y veinte escritores que nos autogestionábamos allá por el 2006. Algunos vendían sus libros en las calles, en las plazas. Otros recién empezábamos a editar, veíamos cómo distribuir. Y la FLIA empezó a agrupar a todos los que estábamos sin editorial y que tampoco compartíamos la lógica de la editorial y los contratos que te dan el diez por ciento de algo que no sabés qué se vendió, qué se fabricó.” Las bases ideológicas de la FLIA recuerdan a los comienzos del rock argentino, épocas en las que un grupo de músicos creaba obras alternativas, renegaba de las formas de grabación, del tipo de música que se escuchaba y creaba una obra que se expandió hasta convertirse en el movimiento artístico y cultural más grande de los últimos cincuenta años en nuestro país. Eran años de escaso negocio, de luchar por ser escuchados. Ezequiel está de acuerdo con esa similitud: “Totalmente. Jorge Álvarez es fundamental en eso y él era totalmente autogestivo. Autogestión total en contra de toda la mierda prefabricada que hacía la RCA, la CBS, el Club del Clan y todas esas cosas.” Las dos partes de Rock de Acá son
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trabajos necesarios para comprender los primeros diez años de rock argentino. Ambos libros (el primero está casi agotado, espera su reedición) contienen testimonios de prácticamente todos los protagonistas de esa escena. Son sus propias palabras relatando lo que ellos vivieron, contextualizando. Tomándose el tiempo para explicar lo que sucedía y revelando detalles que no siempre fueron tenidos en cuenta. Cada libro trae un CD con los audios de las entrevistas en MP3. Horas y horas que contienen la historia contada por los que estuvieron ahí. “Tiene el concepto del audiolibro. Veía mucho que los pibes ya no leen, ya tienen el celular, ya tienen Facebook, ya tienen todo. Ya ni los ebooks se leen. Entonces tenía que encontrar una literatura que atrape a un chico a leer historia. Una historia que no vivió pero que es amigable porque es una historia rockera. La idea de poner los CD no es solamente liberar las entrevistas que hice con músicos a lo largo de 22, 23 años; sino también que el que no lee lo pueda escuchar, y que de alguna manera se acerque al libro a través del audio”, cuenta Ezequiel, que desde 1992 realizó largas notas radiales que sirvieron para formar el trabajo. Además, el libro tiene letras de canciones y fotos que terminan de cerrar la idea inicial: un proyecto que sea como una cápsula del tiempo. Rock de Acá 1 trataba sobre los primeros años del rock argentino, épocas de inicios y del todo por hacer. El segundo libro ya abarca los años 70 al 75, cuando el movimiento comienza a ser tomado en cuenta y se revela como la música joven por excelencia del país, en una década agitada. “Era una época muy jorobada –cuenta Ezequiel. Los milicos borraron no sólo lo que venía de afuera sino también nuestra historia, que hablaba de libertad y otro tipo de mundo que queríamos vivir. Borraron los discos, prohibieron y mataron e hicieron todo lo posible para que nosotros no recordemos la lucha de la gente que vivió entre el 70 y el 75 de forma fervorosa”. Algo similar opina Pipo Lernoud, línea fundadora del rock de acá y amigo de Ezequiel, en el prólogo de la segunda entrega: “Fue una época furiosa del país, con la lucha por el regreso
de Perón, los jóvenes en la calle militando por un peronismo de izquierda y la ebullición que había comenzado con el Cordobazo meses atrás, castigados por la pesada del peronismo de derecha, todo sobrevolado por el espejismo trágico de la lucha armada. Por el lado del rock es el tiempo de la masificación de los recitales y el comienzo de los festivales, el cruce entre una juventud universitaria politizada y una juventud rockera antisistema. Toda esa ebullición se reflejó en una música furiosa y en la sensación generacional de estar dispuestos a ejercer la libertad total.” En Rock de Acá 2 aparecen las voces de Litto Nebbia, Moris, Ricardo Soulé, Pomo, Edelmiro Molinari, León Gieco, Vitico, Oscar Moro, Miguel Cantilo, Billy Bond, Claudio Gabis, Black Amaya, Willy Quiroga, Rocambole, David Lebón, Nito Mestre, Jorge Pinchevsky, Alejandro Medina y muchos más. Todos nombres fundamentales para la música argentina de esos años y de estos también. Seguramente habrá una tercera y hasta una cuarta parte del proyecto. Ezequiel quiere avanzar varios años más en la historia del rock argentino. “Mi intención es llegar al 85, pero cuando llegue voy a decir ‘¿me voy a perder lo que sigue?’ (risas) Espero que esto quede, que tenga una permanencia.”
“Los milicos borraron no sólo lo que venía de afuera sino también nuestra historia, que hablaba de libertad y otro tipo de mundo que queríamos vivir.”
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continuación, un fragmento del libro Rock de Acá 2, donde Litto Nebbia habla sobre el cambio de sonido que trajo la década del 70. Explica las influencias musicales y la decisiva aparición de efectos y nuevos instrumentos que modificaron el panorama del entonces joven rock argentino. Cuando esto comienza en todo el mundo, comienza con una cosa así muy intuitiva, mucha melodía pop, sin ninguna cosa de gran acento en experimento sonoro. Ahí aparece Jimi Hendrix y aparece Cream, que está Eric Clapton, que hasta la imagen que empiezan en Cream el tipo parecía un oficinista en el disco anterior con John Mayall. Pero ahí ya empieza todo el tema este psicodélico, aparece también en los Estados Unidos Janis Joplin, aparece todo el flower power, todo este quilombo, el cual claro que tiene todo un acento de guitarras eléctricas más distorsionadas y experimentación. Aparecen cosas que no había, un “distorsion”, aparece un wah-wah, que lo empezó a usar Frank Zappa y después al toque lo usa Hendrix, después Eric Clapton y ahora lo usa todo el mundo. Bueno, hay un cambio de sonido, ese cambio de sonido va también relacionado con lo que es hoy la ferretería de equipos, hasta antes de eso vos tenías un Twin Reverb y con un Twin Reverb y una Fender Stratocaster vos estabas hecho, no necesitabas nada en tu vida, ni pedal ni nada, querías más volumen, le dabas y eso tira. Cuando empieza esto empieza el tema de los dos Marshalls, empieza el Fuzz Tone, el wah-wah, el acople, empieza ese tipo de cosas. Los bateristas inclusive están buscando otros sonidos ¿qué hacen? Sacan el tema del doble bombo, Ginger Baker hace eso, Moro al rato nomás hace lo mismo. Bueno, este es el cambio que hay, entonces, cuando los chicos vienen de Estados Unidos, que además lograron traer ese tipo de equipos, compraron el Hammond “original” grande con los Leslie, que no es solamente que no se vendía en la Argentina, ni sabíamos el formato que tenía. ¿Cuándo los vimos por primera vez? Cuando vimos la película Woodstock porque lo usa el tecladista de Santana. Empieza una movida distinta, y de esa movida distinta, por eso es que los dos discos siguientes de Los Gatos, encima con la inclusión de Pappo, que él prácticamente nace con ese tipo de cosa, de escuchar esa clase de tipos; entonces la música que empezamos a sacar… yo hago las canciones como siempre pero sabiendo que “¡ojo!, acá vamos a hacerlo más
largo, acá vamos a hacer tal cosa”, y muy obsesivo todo el mundo con el tema del sonido, de que tiene que sonar más duro. Quiero decir, cuando vos escuchabas por ejemplo en aquella época un trío, era muy difícil sobrellevar un trío donde no tenías ningún tipo que te cubriera armónicamente, entonces Cream tenía una manera de tocar donde se cubrían, nunca quedaba vacío, tenían el violero, el bajista tocaba que además metía garfios, octavas, cosas y el batero ese que hacía una afinación de la batería completa que entonces, cuando vos escuchabas el trío completo ni se te cruzaba decir “Qué lástima, tendrían que tener un teclado o una segunda guitarra”. No existía eso, el problema, ¿no? porque además eran muy buenos músicos. Ahora, los tipos armaban temas con una estructura que… qué sé yo, suponte, uno de los temas más famosos que tienen, “Sunshine of Your Love”, y la batería va al revés y el bajo va metiendo notas una octava más arriba de lo que hace Clapton. Eso solo, eso tiene una polenta que no puede ser, que aunque vos después le pongas al lado una orquesta de quince tipos que tocan otra canción los matan estos tres, pero no es por el volumen, es por la dinámica que tiene ese riff, las distancias que hay, los intervalos, la rítmica, dónde metió el tipo la batería, dónde mete el charleston, todo eso, dónde va el golpe de tambor, todo esto es lo que tiene que ver, bueno, y eso es lo que pensaban los grupos en esa época al aparecer estas
nuevas cosas. Estas cosas también van acompañadas con que uno en el disco también pretende que se grabe mejor su propio instrumento, que se empieza a poner más exigente: “Che, no estoy escuchando de la batería el segundo Ton porque cuando este pase se escucha con más volumen el primero donde doy el golpe más fuerte”. Todo ese tipo de cosas que está buenísimo, porque, primero que aprendés una cosa infernal, después, cuando vos terminás el disco, que el disco está muy bien grabado, hay gente que me dice “Qué bien grabado está el Rock de la mujer perdida”. Claro, está impresionante grabado, porque sabíamos todo eso nosotros, no interesa el tiempo ahí. Ahora el disco está muy bien grabado porque le sacábamos el jugo al tipo de canción, al arreglo, a lo que hacíamos. Se lo transmitíamos al técnico, el técnico captaba, metía, ponía los micrófonos donde tenía que poner, tocábamos bien, y cuando vos lo escuchás completo es porque está bien armado eso, es la única cosa, pero creo que tiene que ver con una cosa que uno la termina de armar porque uno también se va metiendo en un mundo donde uno mismo va aprendiendo, porque uno llegaba a la próxima grabación y decía “bueno, ahora quiero que suene tal cosa de tal manera”, y en el momento que vos te ponías a laburar para lograr ese tipo de sonidito era el momento que estabas aprendiendo también porque además no había ningún antecedente de grabación en este país.
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De la nueva
memoria
¿Cuáles son las características de la generación actual de escritores salteños? ¿Hay lugar para una literatura que no transite el camino de tradición que impulsa la cultura oficial? A continuación, dos miradas sobre el tema.
Unidos en la diversidad Por Andre Sbaraglia Estoy sola pero con poesía (Fernanda Salas)
U
n sábado de agosto de hace dos años, en Buenos Aires, una amiga y yo entramos al Centro Cultural Borges. Compramos un libro de fotografía que no estaba tan bueno, pero el vendedor era por demás convincente. Usaba boina, nos regaló caramelos y durante una hora y media nos habló de las series fotográficas del libro, de literatura medieval y de Borges. Antes de irnos, y porque cuando uno está lejos el sentimiento de pertenencia le aflora, le conté que yo era de Salta. Me miró a los ojos y me dijo “Jacobo Regen”. Lo que siguió a eso no fue exactamente una charla feliz: yo no conocía a Regen y eso derivó en un reclamo largo, firme y riguroso por mi poca capacidad de valoración de “lo mejor que dio la literatura salteña”. Esas fueron las palabras del vendedor y yo sentí un poco de vergüenza. ¿Cómo no iba a conocer a quien en la gran Buenos Aires llaman el mejor escritor salteño de todos los tiempos, décadas, milenos y portales temporales? ¿Cómo, si yo tenía ya tres años de formación académica en literatura? ¿Era mi culpa? ¿Acaso la formación no hacía más que deformarme? Ese momento con el vendedor del Centro Cultural Borges (a saber, institución hegemónica, académica, forjadora de canon) marcó por un tiempo una especie de cicatriz en mi orgullo académico. ¿Me hacía menos salteña no conocer a Regen? No, básicamente porque la literatura no es de ningún lado y, al mismo tiempo, es siempre de un lugar. Aunque puede haber resultado una anécdota sin importancia, para mí fue unos de mis momentos más lúci-
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dos. Pensar en Regen me llevó a pensar mucho tiempo en la existencia de la literatura salteña, en la “salteñidad” de esa literatura, en la vieja y en la nueva escritura que se estaba haciendo en el mismo instante en que yo pensaba. ¿Cuánto sabemos de literatura que se produce a la vuelta de nuestras casas? Somos (o declaramos ser) muy buenos lectores de Homero y Virgilio, de Auster y Shakespeare, de Borges, de Cortázar y de Castilla o Dávalos, pero muy poco sabemos de Rodrigo España, de Daniel Medina, de Fernanda Salas o de Alejandro Luna. Es un tanto arriesgado decir que estos escritores son parte de una “generación”; durante años los críticos de la literatura nos han enseñado que se debe andar con cuidado con los conceptos y así nos hemos formado, sin esas ganas de tirarse a la pileta. De todas formas, debemos estar de acuerdo en que llamar Generación Joven a este grupo de escritores implicaría decir que hablan de las mismas cosas, que escriben según ciertos parámetros, que tienen la misma edad, y no: esta “oleada” se caracteriza justamente por estar unidos en su diversidad. Mientras que Salas escribe poesía, Medina escribe narrativa con tintes de periodista, España escribe la oralidad y González juega con las malas palabras. La mayoría de ellos ha propuesto también una forma de deslocalizar la literatura y sacarla de aquel espacio aburrido de la lectura solitaria. Aunque no es una estrategia nueva, estos escritores vienen proponiendo una lectura “indisciplinaria” de los textos, participando en proyectos artísticos en los que el rock, la poesía, la pintura y las artes plásticas conforman un todo orgánico. Todo muy lindo pero ¿verdaderamente las artes son amigas o no hay lugares exclusivos para la literatura? ¿Existen estos lugares, son posibles? Aunque la respuesta pueda ser desalentadora por lo poco profunda y académica, la verdad es que si no existen, estos artistas los están creando. No se quedan quietos. No quieren parar. Pensemos sino en Fernanda Salas, una morocha de ventimuchos que se atreve a meter su poesía donde la dejan,
aunque sin permiso. Además de sus libros editados por Killa producciones (Síntesis del Laberinto, Cuentos niños para chicos grandes y Elementos), Salas viene publicando en revistas literarias como Cronopio, Dislexia y Sonámbula; sus escritos aparecieron en revistas de centros culturales, en antologías de poesía contemporánea de todo el país y ha participado de cada festival de poesía que se haya hecho. Ha sido parte también del proyecto Belgrano 1527 y de los ciclos interdisciplinarios Psicodélica, Vidas Privadas, Octubre rojo y Sol Amarillo de Francisco Speicher. Si esto les parece mucho, mientras yo tipeo este artículo, en Ciudad del Milagro ella está terminando dos libros en los que viene trabajando hace un tiempo. Si a los teóricos les gusta analizar la obra del poeta, a mí simplemente me gusta disfrutarla así que no es la idea hablar de lo que van a encontrar entre las líneas de Salas, porque para eso hay que leerla. Respecto a la problemática de los espacios para la literatura, Salas es un caso ejemplar para pensar en estos artistas que se suben las mangas de la camiseta y forjan su propio camino, sin esperar que alguien les toque la puerta. Nada tiene que ver su poesía con la de Castilla, por ejemplo. No hay punto de comparación, porque el espacio es otro, el tiempo también. Ambos escriben en la misma Salta, aunque desde tan distintas perspectivas que borran completamente cualquier “parentesco” cultural que pudieran tener. No conocer a Regen siendo de Salta es lo mismo que no haber leído Rayuela siendo argentino. Seremos juzgados hasta el fin de los tiempos, aunque verdaderamente no haya pecado alguno en eso. Ante la salteñidad que me reclamó el vendedor del Centro Cultural Borges hace dos años en Buenos Aires, yo levanto de nuevo la vista y veo a estos artistas que leo y conozco, escribiendo, produciendo, moviéndose, editando. Ante la pregunta de si existe una literatura salteña, podemos respirar tranquilos: existe, está viva y justo ahora, mientras yo termino este artículo, se está escribiendo.
Dr. Tradición y Mr. Pop Por Daniel Medina La literatura salteña funciona como la Monsters, Inc: hay unos pocos monstruos, cada vez más grises, solemnes y mediocres, que atraviesan con sus libros o sus articulitos las puertas hacia el mundo de los escasos lectores. Si la fábrica del mundo animado se alimenta de gritos, la literatura salteña parece requerir bostezos. En la Monstruópolis provincial (y provinciana) nadie busca emociones fuertes. Textos que aún cuando buscan emocionar el resultado es el mismo: sólo bostezos. Los Monstruos están viejos, sí, pero lo que los mantiene en pie son sus egos (los egos mueven montañas y sobre todo a escritores y poetas). Cualquiera se da cuenta de que ahí hay demasiado ego para tan poco talento, aunque de esto último ellos ni se percatan. Ya que esta es una revista de música lo expliquemos así: estos tipos están convencidísimos de ser Los Rolling Stones y no se dan cuenta de que, en sus mejores días, son La 25. Los lectores que esperan al otro lado de las puertas son escasos. Puede pasar, incluso, que una puerta sólo conecte con otro sector de la compañía. Así son estos monstruos: escriben poco, pero se leen, se felicitan, se reseñan y se premian entre ellos. Son una puta secta. Han hecho de la Monsters, Inc. un palacio privado. Una fortaleza, mejor dicho: los muros tienen alambres de púas o pedazos de vidrios rotos y por todas partes hay guardias armados. ¿A qué le temen los monstruos? A todo lo que no sea ellos. Afuera de la fortaleza, el panorama es más interesante y variado. Están los mayores que decidieron no pertenecer. Está Jacobo Regen, que de los poetas es el mejor. Está José Agüero Molina, que escribe más que Balzac, y Ana Gloria Moya, que nació en Tucumán. Y está el mejor narrador, Carlos Hugo Aparicio, aunque los monstruos traten de apropiarse de su figura: a él nunca le interesó pertenecer a esa secta. Y por ahí anda lo que podría llamarse la joven literatura salteña; aunque no
tiene mucho de salteña, a veces hasta tiene muy poco de literatura y, definitivamente, cada vez está menos joven. Están Lucila Lastero, Eduardo Robino, Guillermo Salvador Marinaro y Miguel Dallacaminá. Cada uno es una isla. Sólo Fernanda Salas cascotea la Monsters, Inc. con lo que organiza: trata de juntar gente, de quitarle la solemnidad a todas las reuniones de lectura. Después sólo hay dos grupos discernibles: los de la Revista Sonámbula y los ex Kamikazes, con todas sus mutaciones y un enorme talento. Algunos están afuera porque quieren; otros se mueren de ganas por entrar. La pregunta es: ¿Entrar para qué? ¿Para ser uno más de la secta? ¿Para seguir alimentando de bostezos a los lectores? Lo que tiene para ofrecer esta joven literatura es mucho: sus escritos podrían atravesar las puertas de los lectores con la violencia, el horror cotidiano y el humor, características ausentes en las letras salteñas. Eso es lo nuevo de la nueva literatura. Y es, justamente, lo que la Monstruópolis necesita Una rectificación: no todos los monstruos son mediocres. Algunos tienen luz propia. De la Reina no hablemos. Del Rey, sí: Santiago Sylvester. Tiene algo de Jekill/ Hyde. En su caso, está escindido por Dr. Tradición y Mr. Pop. Como Dr. Tradición arma antologías para reescribir a su antojo la historia de la literatura salteña. Y además teoriza la tradición. La inventa y la protege. Su esposa lo ayuda en esta misión de hacer de guardaespaldas del pasado a través de colecciones de literatura regional. Lo que hace especial a Sylvester es su esquizofrenia: en 1986 publicó un libro de cuentos llamado La prima carnal, que contradice todo su proteccionismo por la tradición. La prima carnal es un gran libro. Lleno de fuerza. Lleno de humor. Un libro cosmopolita: su prosa se codea con la de Jorge Ibargüengoitia, y la de Roberto Fontanarrosa; también con Borges, por supuesto. Y tiene algo de stand up. El libro no se ha vuelto a editar ni se consigue. Sylvester introdujo el pop en la literatura salteña pero luego se arrepintió. Le dio miedo su propio poder. El quería ser normal, pertenecer a la fábrica de bostezos solemnes. Por suerte, cada tanto a se le escapa su Mr. Pop y tiende uno de los pocos puentes que existen en una escena literaria donde los monstruos sagra-
dos han roto cualquier posibilidad de diálogo y no hay espacio para el teen spirit. Sylvester abre puertas con antologías de jóvenes poetas, aunque inmediatamente su Dr. Tradición recupera el control y escribe prólogos quejosos porque ya nadie escribe sonetos y esas cosas que para él son la región, la tradición, la identidad. Habría que preguntarse por qué los principales representantes y defensores de la tradición, los que nos dicen que Salta es tan linda, no viven acá. Sylvester estuvo veinte años en España y desde hace más de quince que reside en Buenos Aires. Juan Carlos Saravia, el Chalchalero, también habita desde hace muchos años en la capital del país. La Salta por la que ellos luchan, la que quieren perpetuar, es una Salta que no existe. ¿Puede haber algún cambio en la Monsters, Inc.? En la brevedad, no. Sylvester pudo torcer el rumbo, pero se asustó. Y los demás monstruos han sido más cautelosos y tienen una horda de discípulos/imitadores, que se han especializado en el discreto arte del aburrimiento y, además, en las tácticas políticas para conservar el poder. Acá debería haber un final feliz. En las películas de Pixar siempre hay un final feliz. Pero Salta es una versión macabra de ese universo.
Lo que tiene para ofrecer esta joven literatura es mucho: sus escritos podrían atravesar las puertas de los lectores con la violencia, el horror cotidiano y el humor, características ausentes en las letras salteñas.
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Rock Salta panqueque
C No nos hacemos cargo de la información de esta página. No tuvimos tiempo de chequearla.
uando las papas queman y los números no cierran, hasta el más talibán tiende a ceder. En el caso de nuestro multimedio, la baja venta, la escasa publicidad y los altos caché que los artistas (nacionales y locales) nos piden para entrevistarlos, son los motivos por los que estamos analizando algunas opciones. La primera sería sacar una revista de folclore, donde escribiríamos cualquier cosa, total poniendo a Jorge Rojas, Los Nocheros o al Chaqueño en tapa, nos aseguraríamos vender 20 mil ejemplares como si nada. El tema cierra por
todos lados, ya que cuando se trata de lo telúrico, los auspicios públicos y privados salen enseguida, sin importar la calidad de lo que se escribe. La otra opción es dedicarnos al rubro gastronómico y social. Una revista de tendencias sería una buena opción para llegar al cada vez más amplio mercado cholo, que consume todo tipo de material donde no se dice nada. Poniendo algún muñeco de moda en la tapa, anunciando que cubrimos “el casamiento de” y tuneando los apellidos del staff con varios doble apellido, nos aseguraríamos auspicios y ventas por millones. Todo bien con el rock, pero ya es hora de blanquear que queremos “vivir de las bandas” o, si no se puede, vivir de lo que vive la mayoría de los medios en Salta.
Cultura siempre da la Nota
L
os organizadores del exitoso ciclo Cultura da la Nota ya están pensando en la edición 2014 del mismo. Desde hace tres años, CDLN cuenta con artistas prestigiosos a un precio súper popular, reventando la capacidad del Teatro Provincial en casi todas las funciones. Con el fin de aggiornarse a la realidad del rock en nuestra provincia, donde precios exorbitantes, baja convocatoria y artistas medio pelo son moneda corriente, se estarían considerando hacer algunos ajustes. Se dice que para el próximo año las entradas costarán $150 y se venderán únicamente a los contribuyentes que tengan Rentas al día o que estén inscriptos en el IPV. El ticket vendrá con un voucher por una noche en el alicaído Hotel Termas y un free pass por un día en SAETA. Respecto a los artistas que formarían parte del ciclo, se filtró la información que está cerrado un show acústico de Pier junto a Nacho Wilde, el regreso a los escenarios de Hijos del Oeste para compartir escenario con Ariel De Boeck y una performance audiovisual de Migue García (el hijo de Charly), junto al popular caricaturista José Serrudo. Para el cierre de año estarían planeando un concierto de La 25 en el penal Villa Las Rosas, aunque todo sería una fachada para que los muchachos queden adentro.
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FE DE ERRATAS
Por un error involuntario, la entrevista con Rafael Arcaute (Rock Salta N°14) fue publicada de manera incompleta. Para leerla en su versión correcta, pueden ingresar a rocksalta.com.