Rock Salta Nº17

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Número 17 | Octubre - Noviembre 2013

CONTENIDO Editorial Noticias

04 05 Discos del rock salteño 06 Rock del NOA 07 RS Pregunta 08 Salamanca Rock 09 Roberto Petinatto 13 Informe Punk 15 Battle Cry 25 Taragüi Rock 28 Lenoise 30 Reflexiones en la Chevy 32 Cuarteto de Nos 37 Entrevista con Roberto Musso

Política y Cultura Pampa Yakuza Cultura ArteNativa

Avemanthra Hammer Spinetta Informe Especial

Babasónicos Pág. 21

Crónica solitaria Sin Chequear | Gustavo Sala

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STAFF DIRECTOR Santiago Castellanos

scastellanos@rocksalta.com

EDITOR Federico Anzardi

fanzardi@rocksalta.com

DISEÑO Bernardo Rodriguez Berri

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s un gran placer acercarles este nuevo número. Más allá que las notas que adornan nuestras tapas o que las páginas sean de mayor o menor gusto de cada uno, siento que estamos haciendo lo que creemos que tenemos que hacer. Cada número que sale a la calle nos hace sentir orgullosos del trabajo que llevamos adelante desde Salta hacia todo el país. Las muestras de respeto, el reconocimiento y la crítica de nuestros lectores, colegas, músicos, productores y del público en general nos hacen seguir creciendo y aprendiendo para hacer la revista que tanto nos gusta. Y el crecimiento sigue siendo sostenido. El alcance y la llegada de nuestro contenido a cada vez más ciudades y provincias no hace más que obligarnos a redoblar esfuerzos para estar a la altura de las circunstancias. Por eso seguimos sumando contenidos en más páginas, tratamos de apoyar a bandas y eventos que se llevan a cabo en la región y escribimos con la mayor responsabilidad posible. Ya pasada la mitad del año puedo decir que Rock Salta tuvo un excelente 2013 y las perspectivas hacia el próximo año son aún mejores. Llegar a todo el país, ampliar la cobertura y mejorar la calidad del contenido, serán los objetivos de ahora en más. La deuda pendiente es la aplicación para leer la revista en tablets o smartphones, y será saldada antes de fin de año. Por lo pronto, deseo que podamos disfrutar los shows y festivales que nos quedan hasta fin de año y poder reencontrarnos en diciembre para cerrar el 2013 con todo. Como siempre, los invito a visitarnos cada día en rocksalta.com.

brberri@rocksalta.com

DIAGRAMACIÓN Colmena Boutique Audiovisual colmena.audiovisual@gmail.com

REDACCIÓN Pablo Choke Torramorell pchoke@rocksalta.com

Rodrigo Juárez

rjuarez@rocksalta.com

Diego Maita López

dmaita@rocksalta.com

Eduardo Marcé

emarce@rocksalta.com

Eduardo Pece

epece@rocksalta.com

Alejandro Wierna

awierna@rocksalta.com

FOTOGRAFÍA Martín Azcárate

mazcarate@rocksalta.com

Violeta Gil

vgil@rocksalta.com

Gastón Iñiguez

giniguez@rocksalta.com

COLABORAN EN ESTE NÚMERO Martin Bonetto, Daniel Cayuman, Melisa Cozza, Rodrigo España, Paulina Frontera, Matías Hessling, Sandro Mansilla, Fidel Puggioni, Gustavo Sala, Melisa Sansotta, Fernanda Soria Arancibia, Franco Stamboni, 20-47 Films. CONTACTO Redacción: revista@rocksalta.com Publicidad: publicidad@rocksalta.com

Santiago Castellanos Director RS Producciones scastellanos@rocksalta.com

www.rocksalta.com ROCK SALTA es una publicación de Rock Salta Producciones. Domicilio: Pueyrredon 1031 1ºB - CP 4400 - Salta. El nombre y el logo son marcas registradas por Santiago Castellanos. © 2006-2013. Expedientes INPI 3083222 y 3083224. Las publicaciones son de absoluta responsabilidad de sus autores y pueden no coincidir con la opinión del director. Las colaboraciones son ad-honorem y no crean ningun tipo de dependencia legal ni laboral entre los autores y la revista. Prohibida la reproducción parcial o total de los artículos sin mencionar la fuente. Revista impresa en Mundo Grafico S.A., y distribuida por Distribuida por Romulo J. Guzman S.A. y Distribuidora Chorba. Tirada: 3000 ejemplares. Fotos de Tapa e índice: Prensa Babasónicos. Fotos “En Vivo”: Martín Azcárate (Cuarteto de Nos), Fidel Puggioni (Las Pastillas del Abuelo) y Eduardo Pece (Almafuerte).

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CONSEGUÍ ESTA REVISTA EN todos los kioscos de revistas del NOA. SALTA Atipiko: San Martín y Bs. As., loc. 6 Chaco: Córdoba 235 Magoya: España 425 Música Store: España 876 TUCUMÁN La Rockería: Buenos Aires 39, loc. 6 JUJUY Argentos: Otero 280 Fixion: Belgrano 616 SANTIAGO DEL ESTERO Reina Momo: Paseo Tucumán, loc. 18 De Tal Palo: Belgrano 852 CÓRDOBA Locuras: 9 de Julio 451 Oktubre: 9 de Julio 138, loc. 7 SAN LUIS La Cueva: Galería Sananes, loc. 6 CAPITAL FEDERAL Punto de encuentro de Revistas Culturales: Corrientes 3307 POR INTERNET Sistema NorteTicket: norteticket.com


Pez de gira por el NOA

Fe de erratas

Ariel Minimal y los suyos volverán a presentarse en el NOA, después de sus dos show del 2012 en Santiago del Estero y Tucumán (ver Rock Salta número 10). En esta oportunidad, compartirán escenario con bandas de la región. Todo comenzará el 14 de diciembre en el Jardín de la República, aún sin recinto confirmado. Tocarán con los salteños Gardenia y bandas locales. El tour seguirá en nuestra ciudad, el 15, en MECA (Mega Espacio Cultural Ameghino), ubicado en Ameghino 775, donde funcionaba el extinto Express Arte. Esa noche también serán de la partida los Gauchos de Acero. La gira finalizará en la capital santiagueña, donde a Pez y Gardenia, se les sumarán los cordobeses de Sur Oculto. El lugar del show aún no fue definido.

Por un error involuntario, en el número anterior de nuestra revista no se consignó el autor de la foto que se encuentra debajo de esta nota. La misma es una toma de la histórica foto de Alejandro Ahuerma, en la cual retrata al Cuchi Leguizamón junto al reconocido pintor Antonio Yutronich. Ahuerma es un gran fotógrafo salteño, de histórica relación con el ambiente de la bohemia y el arte de la provincia. Se destaca como docente en la Universidad Nacional de Salta y se dedica tanto al fotoperiodismo como a la fotografía artística. Sus trabajos han recibido múltiples premios nacionales e internacionales y ha colaborado en algunas oportunidades con Rock Salta.

Salta abrazó a Rosario Fito Páez brindó un show solidario en Salta. En el marco de Argentina abraza a Rosario, encaró una gira junto a Mundo Invisible y Red Solidaria que también incluyó shows en Buenos Aires, Rosario y Córdoba. La finalidad fue recolectar fondos para destinarlos a las familias damnificadas en la tragedia de Rosario. Se donó el 100% de lo recaudado por un público que superó las mil personas. Páez se presentó en el Teatro Provincial junto a reconocidos músicos invitados, como Palo Pandolfo, Richard Coleman, Pablo Dacal, Lucio Mantel, Los Tipitos y los locales Chaqueño Palavecino y Los Huayra. Fito se emocionó cuando, a último momento, Palito Ortega se sumó a la velada. Días después del show, Fito envió a través de los medios una carta pública agradeciendo a todos los asistentes a los conciertos de la gira, indicando que “fueron jornadas de gran camaradería y afecto no exentas de alegría y buen humor y algún corto circuito de 220 voltios que casi me liquida, como toda causa noble así lo exige”. Además, remarcó que se recaudaron $609.000 y agradeció especialmente “a Juan Carr y su Red solidaria, y la gente de Mundo Invisible, quienes se ocuparán de hacer llegar el dinero recaudado, íntegramente, a las cuentas correspondientes, permanentes luchadores de la solidaridad.” ¡Bien!

Música tucumana solidaria El jueves 24 de octubre se llevará a cabo el #nochesenfermasfest en el Centro Cultural Virla de San Miguel de Tucumán. El evento comenzará a las 16 horas con una charla de capacitación para músicos en la Sala A y continuará en el bar del predio con un set acústico a cargo del plantel del sello Las Tías Records: Zener, Cachín Selis, Klemm y Ferreyras. El evento reunirá múltiples actividades dentro del edificio del Virla, que culminarán pasadas las 21 con un show en el Salón Auditorio, reuniendo a las bandas tucumanas Random, Burritos y 180º. El mismo será a total beneficio de la Red de Radios Comunitarias y la entrada consiste en la entrega de un disco original (nuevo o usado), que será distribuido dentro de esa red. Los primeros cincuenta que accedan tendrán de regalo un ejemplar de esta revista. El resto de las actividades son de carácter gratuito.

NTVG confirmó fechas La banda uruguaya volverá a la región donde siempre jugó de local. Confirmó fechas en Jujuy, Salta y Tucumán. Los liderados por Emiliano Brancciari regresarán al NOA durante la primera mitad del 2014. El jueves 24 de abril tocarán en nuestra ciudad, en el Estadio Delmi. La gira también incluirá shows en Jujuy (miércoles 23 de abril), y Tucumán (viernes 25 de abril). Seguramente los uruguayos agotarán las localidades como lo vienen haciendo desde hace cuatro años. Recordamos que en su último paso por Salta, NTVG dejó sin entradas al Delmi, al igual que el Estadio Federación de la capital jujeña. La banda fue protagonista de la doble tapa de nuestra revista N°13, que salió en diciembre de 2012. En ella, salimos de gira y hablamos en exclusiva con Emiliano.

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Compilado Salta Rock Varias bandas (2004) Por Diego Maita López

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l rock salteño prácticamente no registra antecedentes de discos craneados y gestionados desde el Estado provincial o municipal. Más allá de recientes fondos destinados a la cultura, la falta de apoyo oficial, al menos desde el retorno de la democracia, ha sido una constante en la escena musical salteña. Pero hay un antecedente que es prácticamente un error en la Matrix y queremos compartirlo con ustedes. Durante el año 2004 se desarrolló un ciclo donde pudieron presentarse varias bandas de rock en el Anfiteatro Cuchi Leguizamón del Parque San Martín. El marco fue más bien under, amparado desde la Municipalidad de Salta. Ojo, quizás una mala lectura de ese dato podría ver como meritorio el apoyo de la gestión Isa al arte, pero... si tomamos en cuenta que esto ocurrió hace casi

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diez años, la deficiencia es llamativa. A partir de ese ciclo, varias de las bandas participantes pudieron plasmar un registro fonográfico en el Compilado Salta Rock 04. El listado completo incluye a: Engranaje, Anguila Macabra, Oxes, La Leva, Gurú Lagarto, La Verdad, La Furia, Etílica, Siddartha Gautama, Sinestecia, Fiebre, Chaparock, Chichobam, Raza, Eulogia y El Zumbido. El disco fue grabado en Estudio El Tridente, comandado por “El Loco” Enrique Albarracín, y tuvo como responsable formal a Silvia Varg de Nioi, por esa época delegada de Cultura y Deportes de la Municipalidad de Salta. El disco es irregular, se nota la disparidad de calidad en las bandas y, claro, la limitación presupuestaria que redunda en poco tiempo para desarrollar con calidad el trabajo en el estudio de grabación. De todas maneras, el com-

pilado se constituye como un muy buen documento histórico de un momento puntual de la música popular en Salta. Allá por 2006, cuando empezaba el programa De Acá... Rock de Nuestra Tierra en la FM Universidad (actualmente va por su temporada ocho, por FM La Plaza y conducido por Pablo Choke Torramorell), dedicado exclusivamente al rock salteño, era un disco que sonaba mucho, era de lo poco editado para la época. Es de ese recuerdo que puedo volver sobre mis favoritos y algunos datos de interés. Primero, este registro ha sido el único cuasi oficial de bandas como Raza (donde tocaba Fernando Gatto, actual bajista de Santuario), Chaparock (de la familia Chaparro), o Fiebre (de Pilu Chauque, actualmente residiendo en Buenos Aires), por nombrar algunas bandas destacadas del under de la época. Y claro, no podemos dejar de volver sobre algunas bandas y canciones: “Barcos de papel”, de Anguila Macabra, quizá la banda que conmovía al rock local por esos tiempos; “La danza de los Vilcas” de Siddartha Gautama, grupo integrado por los hermanos Corimayo. Ahí encontramos gran parte del ADN de Luca Makonia, al igual que en Oxes (participan con “Viernes”), donde encontramos en la batería a un, por entonces, muy joven Genaro Alfarano. Y si hoy pensamos en Gardenia como la gran perla del rock salteño, no podemos pasar de largo “Invierno”, de Engranaje. Ahí militaban Iván Luis y Ezequiel Fernández, miembros de la banda de la flor. Salta Rock 04 tiene sus limitaciones, entre ellas la tirada. Creo que somos muy pocos los que pudimos acceder a un disco original. Ni siquiera todos los músicos participantes lo tienen. A pesar de eso, muchas bandas pudieron hacer la experiencia de estudio y tener un material para mostrar y sonar en el éter. No dejo de pensar en un disco anual, donde el Estado Provincial o Municipal corra con los gastos y muestre que Salta no sólo es empanadas y peñas para turistas.


Por Santiago Castellanos

Salta

MAKIAVELO

PNEUMONIA HAWK

- ¿Cómo se formó la banda? - Con residuos de otras. Todos venimos de proyectos de los que nos fuimos por diferentes razones. Estamos totalmente a favor del reciclaje, así nos armamos y es algo que nos gusta, nos descarga, nos alimenta y nos hace muy bien. - ¿Hacia dónde apuntan? - Queremos lograr levantar de las sillas a los amargados con algo de hardcore punk. El pogo del público es esencial a la hora de hacer un show. Nuestra meta es grabar algunos temas y salir de Salta para difundirlos. - ¿Cómo ven la escena del rock en Salta? - Lo que queda de la “vieja escena”, la mayoría critica a las bandas por su actitud o la falta de ella. El resto son los jóvenes, que se quejan del precio de la entrada, de la birra y tratan de pasar gratis. Hay pocas bandas en Salta que tengan una esencia copada y que traten de hacer lo que les gusta, divertirse y hacer un show distinto. Hacer un buen recital cuesta mucho. Hay que buscar un equilibrio entre lo que se quiere y lo que se puede hacer. Ya nadie quiere pagar una entrada para una banda local que supere los $15. El sonido es caro y los lugares son pocos, pero lo importante, cuando llega la hora, es lo que dejás en el escenario.

- ¿Cómo se formó la banda? - En 2006 decidimos juntarnos para armar una banda de rock que nos sirviera para no dejar de hacer música. Nos conocíamos los tres de haber integrado otras bandas en años anteriores. Nos costó conseguir un ritmo de ensayo, pero en 2009 le pusimos seriedad al proyecto. - ¿Hacia dónde apuntan? - Fueron mutando los objetivos. Al principio fue poder tener una banda para tocar rock, pero hoy nuestras cabezas están enfocadas en poder sacar el primer disco, dedicándonos a conseguir nuestro sonido, y sobre todo pulirlo lo más que se pueda. Por ello es que tampoco tocamos tan seguido en este año. Ya tenemos el estudio y la fecha para comenzar a grabar, a fines de octubre. - ¿Como ven la escena del rock en Salta? - Hoy cambió muchísimo. Con internet todo cambió y hoy podés conseguir en muy poco tiempo lo que antes podías hacer en años. Además que hay cada vez más y más chicos que se animan a armar sus proyectos y darle para adelante. Hay muy buenas bandas como Gardenia, Bort, Almasideral, Santuario o Gauchos de Acero, de géneros totalmente diferentes, y eso es algo que realmente da un empuje a la escena local. No queda otra que la autogestión y el apoyo entre todas las bandas. Nadie te va a tocar la puerta, hay que armar movidas entre músicos para promover el material de cada uno y acercarse a la gente.

Contacto: facebook.com/pneumoniahawk

Contacto: facebook.com/Makiavelo.Oficial

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RS PREGUNTA

POR PABLO CHOKE TORRAMORELL

Rony Barboza Periodista. Conductor de El Arte de Molestar.

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ómo y cuándo arrancás en el mundo de la música? - Desde chico siempre fui muy fanático. Recuerdo estar parado en fiestas familiares, al lado del que ponía música, ayudándole a cambiar los discos. En 1969, con la plata que recibí por mi primera comunión, compré mis primeros discos: Alta Tensión y Sótano Beat, con temas como “Sobre un vidrio mojado”, de Kano y los Bulldogs; y “Muchacha (ojos de papel)”. Igualmente seguía escuchando la música “complaciente” de esa época: Los Náufragos, Safari, grupos que aparecían por la televisión en programas como Música en Libertad. En el 73, al terminar la primaria, me fui de paseo a Buenos Aires y se me abrió un mundo nuevo. Descubrí un tema que me marcó: “Génesis”, de Vox Dei. Cuando ingresé al secundario me hice amigo de unos hermanos de Buenos Aires que se venían a vivir a Salta. Cuando me invitan a su casa descubro una cantidad inmensa de vinilos que se trajeron de allá: Pink Floyd, Led Zeppelin, Black Sabbath, Color Humano, Pappo. Eso me voló el mate. De ahí en más, todos los días nos juntábamos en esa casa con el pretexto de “estudiar”. Solamente escuchábamos música. Eso me hizo ver de otra manera al rock. Yo juntaba la plata que me daba mi viejo para ir al colegio y me iba caminando. Con eso me compraba revistas, discos. En 1976 trajeron al cine del Hogar Escuela, por sólo una semana, la película Woodstock. Y ahí fuimos todos a ver a Hendrix, Santana, The Who. Era como verlos en vivo y en directo. Estaban los primeros hippies de Salta y podías sentir el perfume de las primeras sustancias non sanctas en el cine. Cuando en el 79 apareció en la Pelo la nueva ola del heavy metal británico con Judas Priest me volví opa metalero. Con Judas, Iron Maiden, Deep Purple, y acá en Argentina con Riff y V8. - ¿El primer disco que te compraste?

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- El lado oscuro de la Luna, de Pink Floyd. Fue en el año 1973, en Fono Uno. Curioso, porque me lo compré sin saber qué era, porque más que nada fue un regalo de navidad de un padrino de bautismo. Me llamó muchísimo la atención la tapa negra, el prisma y los colores, no decía ningún nombre. “Quiero ese”, y me lo llevé a casa.

“Todo aquél que quiera conocer el metal tiene que comenzar con Sabbath, Zeppelin y Purple.”

- ¿Qué andas escuchando últimamente? - Bandas que siguen siendo mis cabeceras, como Pink Floyd o Alice In Chains, que me gustan desde el primer disco hasta lo último que grabaron. Me gustó mucho el nuevo disco de Black Sabbath. También lo nuevo de Judas Priest con la voz de Rob Halford. Después, hay una banda que descubrí en el programa, que se llama Riverside, y que este año sacó un disco muy recomendado: Shrine Of New Generation Slaves. Soy muy fanático de Catatonia, Opeth, Rotting Christ, bandas que pertenecen más al metal extremo. - ¿Cómo sería la banda ideal del NOA?

- Hay muchos buenos músicos. Elijo a Hernán Bass, de Santuario, Pedro de Genaris, de Battle Cry o Darío Ordoñez, de Pogrom, como violeros. En la batería lo pongo a Adrián “Chancho” Pastrana, de Velatoriun, o al Agustín Jorge de Gauchos de Acero. En el bajo me gusta mucho Fernando Gatto, de Santuario. Como tecladista lo pondría a PC Molina, de Battle Cry. En voces, Emilio Jorge de Gauchos y Fernando Navas para las guturales bien extremos. Por último para un contrapunto, en las voces angelicales iría Romina Santillán, excelente voz. - Recomendate un disco. - Sabbath, Deep Purple y Led Zeppelin. Comenzando a escuchar esas tres, empezás a descubrir a las demás bandas. Todo aquél que quiera comenzar a bucear, a conocer, investigar lo que es el metal, tiene que comenzar con esas bandas. Hay un panorama amplísimo. - ¿Cómo ves el futuro de El Arte De Molestar? - Le veo buenos augurios al programa. Creo que vamos por un buen camino, difundiendo material que nos gusta y también lo que quiere escuchar la gente. En Salta hay cinco programas de metal y cada uno tiene su estructura y estilo: Luis Pozza con Almas de Acero, Javier Caba Ruiz con Guardián en Zona de Nadie; Michi en Sol de Acero; y Matías Villanueva en Llegó Tu Hora. Nosotros somos más extremos, porque yo escucho eso. Entonces eso ya le dio un estilo a nuestro programa y la gente nos sigue mucho. También, por supuesto, agradecido a las bandas, a los sellos, a las distribuidoras independientes del NOA que confían en nosotros para difundir las bandas que promocionan. Y si puede haber más programas que ayuden a esto, mejor. Comprá discos de bandas de acá. Escuchá a Rony Barboza con El arte de molestar todos los viernes a las 22 hs por FM La Plaza (fmlaplaza.com.ar).


Por Eduardo Pece y Eduardo Marcé

DE ALLÁ Y DE AQUÍ

El festival santiagueño Salamanca Rock tuvo su cuarta edición. Ya asentado en la región, continúa con su lista de errores y aciertos. Con Tan Biónica, Bersuit y Los Cafres como figuras principales, los locales tuvieron su gran oportunidad.

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l encuentro se desarrolló una vez más con el atractivo de ser gratuito y contar con dos fechas. Continuó de esta forma el mismo camino realizado el año pasado (ver Rock Salta número 13). Repitió la ubicación en un punto estratégico de la ciudad, al costado de la estación de trenes, y se dispusieron dos escenarios en los cuales los artistas se iban intercalando, casi sin dejar baches entre ellos. Se propuso, una vez más, acrecentar la unión con el folclore, sin dudas la

música más escuchada del Norte junto con la tropical, dándole espacio a artistas que de alguna forma están vinculados al rock por sus colaboraciones y uso de instrumentos eléctricos en su música. En este segmento se destacó la actuación de Horacio Banegas, invitado en el nuevo disco de los formoseños Guauchos, por si le buscan algún nexo con el rock. Una valla a la altura de la división entre los dos escenarios, separando al público de uno y otro, obligaba a tener

que bordear el mangrullo de la consola para poder ver los shows de frente y no de costado, algo que pocos hicieron, salvo al final. La gente que llegaba por las principales avenidas se concentraba, inexplicablemente, en mayor cantidad frente al escenario más chico. Y como error de la organización cabe destacar que los espectadores jamás conocieron el orden de las bandas. En un año de ebullición política, al festival se lo notó como algo que se tenía que hacer sí o sí, sin importar el

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cómo, con cambios de fechas y grilla de artistas que se modificaron incluso hasta días antes de su realización. Con la excusa de falta de presupuesto se cancelaron las presentaciones de importantes bandas regionales, como Perro Ciego y La Gallega. Pero no se bajaron los cuestionados grupos tributo que una vez mas aparecieron en esa idea capusottiana de lograr que la gente salte los temas populares del rock argentino, pero sin mirar bien a los músicos, no vaya a ser que se pierda el encanto. En el segundo día, por ejemplo, estuvieron Planeador V con su tributo a Soda (cordobeses que juegan de locales en Santiago), Mocho Rock y Roxana Porcellana, los únicos que lograron un pequeño pogo con su versión de “Jijiji”, pequeño premio consuelo mientras más de cien mil ricoteros iban camino a Mendoza para ver al verdadero pogo más grande del mundo. Realmente cuesta entender la inclusión de bandas de covers y su lugar de jerarquía en la grilla. Una de las cosas que le jugó muy en contra al festival en esta oportunidad fue el descenso de temperatura sufrido ese fin de semana, y las leves lloviznas que realmente fueron difíciles de soportar para el público. A pesar de contar con bandas de renombre y ser gratuito, el desarrollarse a mitad de semana, generó la ausencia de la gente de otras provincias vecinas. Más allá de las ausencias de Avemanthra (ver página 51), Aviones de Papel, Patones y otras igual de importantes, las bandas locales demostraron que están vivas y que mantienen un alto nivel. Se destaca la participación de Elver en la primera jornada. Su música pide pista en las provincias vecinas, ya que son una de las favoritas de la patria sderockera pero casi no son conocidos en el resto de la región. Un hecho importante fue el debut de Yamil Val Espacio, combo que incluye a miembros de A.D.N., Aviones de Papel y Elver, y que ya tiene listo su primer disco, una gran esperanza para la escena. Tus Monitores, quienes están a punto de editar su tercer trabajo, cum-

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plieron con un set sin fisuras, marcando su asistencia perfecta, ya que dijeron presente en las cuatro ediciones del festival. Podemos nombrar, entre otras, a Sapere Aude, trío que tiene en la guitarra y voz a Marcelo Argañaraz, un histórico del rock en Santiago; Sobrevivientes (de Añatuya), La Montonera (con otro histórico: Dadi López), pop rock folclórico de alto nivel instrumental y compositivo; y Bacanes. Además del combo santiagueño-cordobés de Sigmaluca (con una muy interesante propuesta y la inclusión del ex Daño Cerebral Tommy Velez), los tucumanos ganadores del pre, Valores y Estonia, y los también cordobeses Contratuerka.

Con la excusa de falta de presupuesto se cancelaron las presentaciones de importantes bandas regionales, pero no se bajaron los inexplicables grupos tributo. La inclusión de Tan Biónica generó un gran recelo. No es nada nuevo que la banda de Chano y compañía provoque odios y amores en el mundo del rock. En su paso por el festival realizaron un mini set de su Tour Destinológico, con el cual llenaron el microestadio Delmi

hace pocos meses atrás. Su puesta en escena se nutría de luces y robots que realmente levantaron la producción escenográfica del festival. Lograron la mayor convocatoria y gritos ensordecedores con “Ciudad mágica” y “Ella. A pesar de su sabida popularidad, Tan Biónica no cerró el primer día. Ese lugar estuvo reservado para Bersuit Vergarabat, los productores de los dos últimos discos del tándem de pop electrónico. Justamente, los ex comandados por Gustavo Cordera apelaron a sus hits inoxidables: “La bolsa”, “Perro amor explota”, “La soledad”, entre otros, para hacer saltar a una gran cantidad de público que doblaba en edad a varios de los que se retiraron para nunca más volver una vez finalizado el set biónico. Entre medio de estos dos artistas nacionales, el grupo folclórico Orellana Luca brindó un set dominado por lo eléctrico, demostrando sus influencias ancladas en León Gieco, el inolvidable Jacinto Piedra y Raly Barrionuevo. Para los pocos que soportaron el frio y la fuerte llovizna de la segunda jornada, el premio fue disfrutar de los ascendentes Utopians en su tercera visita a Santiago, primera al festival. Además del cierre de Los Cafres, el otro número convocante de la noche. Más allá de todo lo que pasó y se dijo durante la semana, el grueso del público, ese que no está al tanto de todo esto, pudo ver ¡17! bandas en una noche sin mediar pausa con la siguiente (gran acierto el de continuar con los dos escenarios) salvo unos diez minutos antes del cierre de Los Cafres. Todos los grupos sonaron bien, excepto unos ajustes con los que abrieron cada escenario. Esta edición fue la última bajo el gobierno del intendente Eduardo Chabay Ruiz. Es una gran incógnita lo qué pasará en 2014, pero a pesar de todos los errores, Salamanca Rock es un festival instalado en el NOA. De hecho, el único a este nivel, y encima gratuito. Con cuatro ediciones, es de esperar que la próxima administración tome nota de sus aciertos y busque mejorar las falencias.




Por Federico Anzardi

Haciendo cosas raras para gente normal

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Roberto Pettinato pasó por Salta. Stand Up, televisión, humor, periodismo y el rock que murió en la vida de un hombre que prefiere incomodar.

l sábado 31 de agosto, Roberto Pettinato salió a caminar por el centro de Salta. O, al menos, eso nos hizo creer. Contó parte del recorrido esa misma noche, sobre el escenario del Teatro del Huerto: “Justo pasé por un monasterio de monjas que no salen hace cincuenta años. Les tiré un porro y les dije ‘¡no vale la pena salir!’”, recordó, en medio de Me quiero portar vien, su espectáculo de stand up que lo trajo a la provincia. “Con Sumo no llegamos nunca a Salta, sólo hasta La Rioja”, dijo también, entre las risas del público. Entonces se puso a relatar la historia que protagonizó con Alejandro Sokol, en los ochenta, cuando Sumo recién comenzaba. Años en los que la banda era hija de los caprichos y la guita acumulada transformada en instrumentos de un tano heroinómano

que hablaba en inglés e intentaba zafar como sea de la parca. Cuando aún no eran leyenda ni habían editado discos trascendentales. En esas épocas sólo podían acumular experiencias como la de La Rioja, que incluía cactus, ganas de drogarse y frustraciones alucinógenas con forma de pinchazo. Me quiero portar vien fue la excusa para hablar con Pettinato, que es mucho más que un humorista parado en un escenario vacío, con un micrófono en la mano. Su versión standupera es sólo la última de sus facetas. Como Gillespi, es un hombre orquesta capaz de hacer música, escribir notas y libros, conducir programas de radio y televisión y girar por el país sólo con las ideas que se fueron acumulando en casi 58 años de vida. Petti, entonces, ahora también se sube a los teatros, hace temporada vera-

niega y no se pelea con vedetes. “Mucha gente me ha insistido y después de tantos años lo hice. Un poco porque ya me sentía un idiota después de ver gente tan, tan poco talentosa”, contesta cuando se le pregunta por qué decidió transformar en shows en vivo sus clásicos monólogos televisivos. El humor de Pettinato siempre es el mismo en la tele, en sus textos, en la radio y en los teatros. Una mezcla de Tato Bores con Bill Hicks (“¡Soy del mismo signo que él!”): actualidad, incorrección política y necesidad de incomodar. Alguna vez declaró que es capaz de reírse de las desgracias más grandes, incluso de las propias. “Siempre estoy produciendo incomodidad, especialmente cuando explico a la gente cuáles son las técnicas para el sexo anal. Y me encanta, porque no importa

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Un joven Pettinato, entre Luca Prodan y Omar Chabán.

lo que cuente ¡sino que a la gente le da vergüenza!”, explica, antes de soltar una risa larga, de maldad consciente y ganas de escandalizar. En 2012, Petti fue noticia en el mundo elitista del rock argentino por el efímero regreso de Pachuco Cadáver, el dúo que integró con Guillermo Piccolini a principios de los noventa, durante su estadía en España post separación de Sumo. Mientras intentaba ganarse la vida de cualquier manera (limpió parques de diversiones con el famoso mameluco naranja con el que subió al estadio Obras, fue plomo de bandas que no conocían su trayectoria) se insertó en la vida cultural española de la mano de otros argentinos que residían allí. Pachuco editó dos discos de estudio poco escuchados por el mundo (Tres huevos bajo tierra y Life in La Pampa) que remitían a Captain Beefheart y Soft Machine. Pocas ventas e influencias renombradas, suficiente para llenar un par de teatros veinte años después. Pero Pachuco, como la H, no murió. “Vamos a grabar un EP de cuatro temas, pero todavía no tengo tiempo, aunque Piccolini tiene una amplia paciencia. Espero verlo pronto y hacerlo. Teníamos pautado hacer un show a fin de año. Un show único”, cuenta. Desde que murió Luca Prodan y Sumo se disolvió, a comienzos de 1988, Pettinato no volvió a formar parte de un grupo de rock “comercial” ni sonó en la radio hasta que él mismo se puso al frente como conductor. Sí grabó discos experimentales (El Yo Saturado) y de free jazz. El último apareció el año pasado, se llama Purity y es una sesión en vivo de cuarenta minutos grabada en Nueva York. “Nunca más me interesó

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el rock. Salvo lo que toqué con Ciro, pero ese pibe es otra cosa. Por lo demás, Los Natas y bandas así, rarísimas, pero nada más. El rock murió para mí. Pueden seguir sin mí sin ningún problema. Yo me encargo de hacer la música rara y los discos raros de jazz. Listo. Alguien los tiene que hacer.”

“El rock murió para mí. Pueden seguir sin mí sin ningún problema. Yo me encargo de hacer la música rara y los discos raros de jazz. Alguien los tiene que hacer.” Probablemente, las facetas menos conocidas de Roberto Pettinato sean las que él más disfruta: la música y la literatura. Ninguno de los oyentes de La 100 o los espectadores de Caiga Quien Caiga podrían nombrar de corrido, sin repetir y sin soplar, la discografía de Petti más allá de Sumo, o los títulos de sus casi diez libros editados. Ni mucho menos recordar cuál fue la profesión que lo ayudó a convertirse en estrella mediática. Pettinato es músico y conductor, pero primero fue periodista especializado en rock. Dirigió la mítica Expreso Imaginario y entrevistando a Luca fue como terminó incorporándose a la banda. En 2004 volvió a su primer amor: dirigió La Mano, probablemente la revista de rock más importante desde

aquella vieja Expreso. “Fue una revista importante porque servía como alternativa para todas las demás. Todos están esperando siempre una revista así, ¡y empezó como una broma y duró cinco años! Se hizo mucho ahí adentro”, recuerda. Curiosamente, Pettinato se asume periodista de rock, dirigió revistas especializadas, pero sus colaboraciones en otros medios gráficos sólo son columnas humorísticas. Su firma no aparece al pie de publicaciones del palo. “No me convocan para eso. Prefieren copiar gacetillas y transformarlas en notas”, dice sobre sus colegas, y agrega que “vivimos entre periodistas que no saben nada, mezclados con otros que saben tanto que no lo quieren compartir. Por otro lado, el periodista de rock argentino es medio rioplatensoide y eso es patético. O si no está el otro, el fanático que cree que Londres es su ciudad natal. Si a esto le sumamos que no tienen la menor onda al escribir... ¿qué más puedo decir? No han aprendido mucho y eso que yo era un buen referente, como otros tantos. Pero no hubo caso”. “Yo les decía en La Mano: no me interesan los datos, quiero que escriban desde adentro. Y en mi caso escribí una hermosa reseña del nacimiento del cantante de Radiohead que aún recuerdo. Y no hay datos. Hay semblanzas, o como quieran llamarlas. Pero es como todo: aún somos el país de Benny Goodman y Oscar Peterson, del perfeccionismo que jamás alcanzaremos. Aunque cuando Piazzolla lo alcance en Europa, decimos ‘¡eso no es tango!’”, reflexiona Petti, antes de volver a reírse largamente.


Por Federico Anzardi

SI NO TE GUSTA EL PUNK, NO TUVISTE INFANCIA

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ada vez que un poco de guita ingresa a mi vida me pongo a cantar el principio de “Todo lo miro”, la canción de Dos Minutos. La frase que me gusta es la del primer verso: “Hoy es 5 del mes y ya cobré”. La canto desde hace años, desde el final de la escuela primaria, cuando la repetía junto a mis amigos. Era una fija cada vez que andábamos con algunos pesos encima. Ese tema fue uno de los que iluminó nuestra salida de la niñez. Nos abandonó cuando ya estábamos en una preadultez sin rumbo que no nos tiraba ni un solo centro. “Todo lo miro” hablaba de bares, cervezas, putas y policías. Nos divertía pero no nos identificaba. Estábamos muy verdes. En ese momento, con doce y trece años, ninguno laburaba y recién empezábamos a entrarle al escabio. No teníamos ninguna idea armada sobre los efectos del alcohol, no disfrutábamos su ingesta y tomábamos sólo para cumplir (de hecho, dejé de tomar al poco tiempo y volví a hacerlo a los 25). Por supuesto, para coronarlo todo, ninguno de nosotros había debutado. Antes de eso, cuando yo andaba por los nueve años, un tío riojano fue a Concordia a pasar su precaria luna de

miel a la casa en la que vivía con mi hermana y mis viejos. Fue, claro, junto a su flamante esposa, que tenía problemas en los riñones. A la tía la trasplantaron dos o tres veces desde entonces y aún se la sigue bancando. En esa visita, los dos me llevaron a pasear, me contaron historias y me regalaron un casete. El regalo de los tíos era trucho desde el vamos. Lo compraron por dos pesos con cincuenta en el mercado de pulgas de la ciudad, que quedaba a cuatro cuadras de mi casa. Era lógico que con semejante luna de miel (triste, de provincia no turística) el obsequio protocolar haya sido una versión berreta de The Simpsons Sing the Blues, el disco con la música de la serie. El que tenía “Do the Bartman” y el cover de Chuck Berry cantado por Homero que Telefe siempre usaba para musicalizar las publicidades de cada capítulo. El casete era blanco y en ambos lados decía “Vea información en la lámina” en letras celestes. No traía impresos los nombres de las canciones, era un producto genérico, sin alma, pero a mí me encantó. Lo escuché muchas veces. Cuando cumplí trece años, Los Simpson me seguían gustando pero la música ya era otra. De un lado del casete había grabado Valentín Alsina; del

otro, Volvió la alegría, vieja!!!. Eran los primeros trabajos de Dos Minutos, discazos de puro punk barrial extraordinario. Ideales para despertar al rock, perfectos para esa edad. Me los habían prestado en CD y como no tenía plata para ir a comprar un TDK de 60 decidí sacrificar el regalo de los tíos. Le pegué cinta encima de las lengüetas y pude regrabarlo. Valentín Alsina era increíble: “Canción de amor” nos maravillaba con su oda a la mujer que se transformaba en un himno a la birra. “Demasiado tarde” era ponerse del lado de los pibes y rajar de la policía, aunque los cobanis jamás repararan en nosotros, que teníamos menos prontuario que los Teletubbies. “Como caramelo de limón” nos volvía locos porque no podíamos creer que existieran genios tan enormes capaces de transformar una cumbia inescuchable en un notable punk rock. “Valentín Alsina”, el tema, no nos hacía dudar: ése era nuestro lugar en el mundo. No lo conocíamos, pero lo admirábamos, lo imaginábamos. Queríamos vivir ahí, cruzarnos con el grupo por la calle, en cualquier kiosco que vendiera birras heladas. En nuestra inocente imaginación, Valentín Alsina era la Comarca del Punk Rock, donde las chicas usa-

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ban remeras apretadas de Ramones, en las veredas sonaba Sex Pistols y en los colegios aparecían bombas que aniquilaban las clases. Por supuesto, en la plaza principal debía estar el monumento a los más grandes, a los Dos Minutos. Repetir “ba-rrio-bre-ro ¡valentinalsina!” hasta quedarse sin voz era una práctica habitual en nuestras casas, todas las tardes, mientras hacíamos la tarea de primaria y ya empezábamos a perfilarnos como unos horribles anti estudio. Éramos una familia feliz. De ese lado también estaba “Ya no sos igual”, la primera canción que habíamos conocido, la que más nos gustaba. Era el tema de la banda, el que nos decía que no había que traicionarse, ni mucho menos hacerse cana. En el lado B del casete estaba Volvió la alegría…, el segundo disco del grupo. Había temones como “Mosca de bar”, con la intro hablada de Enrique Symns que sabíamos de memoria sin conocer quién era ese viejo de voz cansada (creo que los pibes aún no lo saben). Estaba el cantito fúnebre contra los rollingas, que todavía no habían copado la parada del rock argentino ni se habían convertido en su cáncer terminal. “Piñas van, piñas vienen” era uno de los últimos, un temita infantil con la intro de Horacio Acavallo que nosotros repetíamos a los gritos. Y estaba, claro, “Todo lo miro”. Eran dos discos notables. Hace años que no los escucho enteros, pero presiento que todavía se la siguen bancando, que no envejecieron ni un poquito ni resignaron nada de su autenticidad. De todas maneras, creo que nunca los voy a escuchar completos de nuevo. Necesito conservarlos como los recuerdo, no les quiero encontrar ninguna falla. Desde entonces, el punk siempre estuvo presente en mi vida, a veces en grandes dosis, otras pasando casi inadvertido. Pero nunca se fue. Tras el bautismo con Dos Minutos tuve otros momentos inolvidables, quizás más personales, menos compartidos con mis amigos. Uno de mis primos, que escuchaba Maná y Luis Miguel, me hizo un favor y grabó en un VHS el recital de Green Day que MTV pasaba durante el verano del 95. Después, mi papá bajó el audio a un casete. Hizo lo mismo con un show de Attaque 77 en Much Music donde a Mariano Martínez lo escupían y se re calentaba, algo que con los pibes nos parecía una actitud de puto tremenda. Al poco tiempo apareció otro CD grabado en un casete, era Nevermind. Ahí todo cambió. Me hice fan enfermo de Nirvana y una remera con la foto del grupo fue la primera prenda rockera que tuve en mi vida. La estrené una tarde, caminando por la peatonal. Apenas hice unos pasos, una chica señaló la remera y me sonrió. Fue épico. Un año después me dejé estafar por el dueño de una disquería cuando le canjeé cuatro discos originales de Aerosmith, Guns

and Roses y Michael Jackson por una copia de In Utero. La venganza llegó al toque, cuando entraron a afanar en ese local y me ofrecieron una copia de Plastic Ono Band, de John Lennon, un disco que forma parte de la prehistoria del punk. Con el tiempo, conocí a la hija del disquero, una morocha hermosa. Me hubiese encantado prolongar la venganza conquistándola, pero mi condición de loser total nunca lo permitió. Así pasaron algunas cosas más ligadas al punk que siempre vi con cariño de aprendiz: la influencia total de Luca Prodan, un tipo que demostró que con pocos recursos se podía lograr todo, y no me refiero a la música sino a la vida. Nekro en Concordia, durante un recital de Fun People, enseñando (sólo con las manos) a poner un forro y cagando a pedos a todo el público, que no se interesaba en su improvisada clase. Un ex compañero de colegio abriéndome la puerta al mundo de Ramones después de cantar “Pinhead” a los gritos y con una sonrisa. El golpe de Todos Tus Muertos con Dale Aborigen, otro disco del que no se vuelve. Mi Never Mind The Bollocks apareciendo en el medio de una reunión con las chicas de la clase de Semiótica y salvando el trabajo práctico gracias a que su tapa era un ejemplo perfecto para el tema que estábamos analizando. Nuestra adolescencia de colegio católico estaba impregnada de rock y punk, pero cuando se empezó a terminar, con mis amigos no supimos utilizar muy bien las enseñanzas que encontramos en las canciones. No sabíamos qué mierda hacer con nuestras vidas de ciudad chica. A ninguno se le caía una idea. Los años de pelotudeo escolar nos empezaban a pasar factura. Habían sido épocas de disfrute sin proyección, sin una vocación que asomara tímidamente. Simplemente éramos un grupo a la deriva. No sé cómo hicimos para no tener hijos hasta los treinta años. Será que no la poníamos nunca. Con el tiempo, finalmente arrancamos a vivir vidas dignas. Y, al menos en mi caso, creo que el punk tuvo que ver en el rumbo elegido. Es que el punk es un motor ineludible para cualquier persona que lo haya tenido adentro alguna vez. Te devuelve a cierta energía primitiva, básica, que es muy saludable a la hora de combatir el temido aburguesamiento que trae madurar. No estoy hablando de cosas tan estúpidas como hacer bardo o escabiar hasta quedar hecho un pelotudo. Hablo de no dejarse atrapar, de intentar siempre seguir haciendo lo que uno necesita, aunque fracase. Por más que el punk ya sea sistema y las entradas para el recital de Ramones en River se hayan canjeado por tapitas de Coca Cola, lo importante es saber utilizar su mensaje y aplicarlo cuando lo necesitemos. Saber hacer las cosas uno mismo, buscarlas y pasar por

encima de los que pretendan impedirlo. Te enseña a hacer eso que decía Cerati: pisar fósiles y no decaer. En ese sentido, creo que ése es el mensaje de todo el rock, en general, sólo que el punk lo renovó en su momento y lo tradujo a un lenguaje más acorde a la adolescencia: directo y sin vueltas. Fácil de entender. No me interesa tanto el mensaje profundo del punk, el de los ultraortodoxos del género. Prefiero quedarme con lo que más me gusta. Me encanta sentir que esto que escribo tiene cierta ingenuidad que lo rodea por completo y que en esos momentos, cuando Dos Minutos ingresó a nuestras vidas, también estaba presente. La misma ingenuidad de los que pensaron que el punk (y el rock) podía ser un factor de cambio general. Pero la realidad es como la describía el burgués Solari en una de sus tantas entrevistas monólogo: no cambió el mundo, cambió nuestro mundo. Y eso ya es suficiente como para rendirle un homenaje perpetuo. Charly García, alguien denostado por los punks, dijo alguna vez que desconfiaba de la gente que no escuchaba a Los Beatles. Yo, en cambio, creo que la persona que no escuchó punk entre sus doce y quince años no tuvo infancia. Creo que se salteó una parte necesaria del crecimiento personal. El pibe de trece años que escucha algo sofisticado y reniega de la urgencia punk va a ser como un ultra kirchnerista, no va a tener humor. Estará condenado para siempre a la amargura. Quince años después de haber grabado esos discos en el casete de los tíos, pude ver en vivo a Dos Minutos. Ya era un grandulón importante, en tamaño y en edad, el pelo se me venía cayendo desde hacía rato y estaba ahí por laburo. Pero no me importó nada: cuando sonó “Todo lo miro” le pedí a un chico que estaba al lado que me ayudara a levantarme encima de la gente para reivindicar años y años de vida. El pobre pibe me miró asustado, pensando que sus dos manos no iban a servir de escalón para mis noventa kilos. Sin embargo sirvieron y me dieron el impulso necesario para terminar acostado sobre las cabezas de todos los pendejos, mientras la banda tocaba por enésima vez su himno indestructible. Lo que se destruyó enseguida fue mi pantalón, que no resistió ni un segundo la acrobacia rockera. El tajo que se hizo en la entrepierna me dejó durante el resto del recital hecho una piltrafa, una vergüenza adulta cercana a los treinta años que se ponía a la altura de los inmaduros adolescentes. Eso también me chupó un huevo: esa noche, durante un ratito, me acordé de mis amigos, de todo lo que hicimos juntos, de cómo el tiempo nos separó y cada tanto lo burlamos, juntándonos para un asado. Durante dos minutos volví a tener doce años. Y fui más feliz que la mierda.

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DE ACÁAA!! PARA TODO EL MUNDO

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l denominador común entre Las Pastillas del Abuelo y Flema, entre Kapanga y Andrés Ciro Martínez, entre Diego Capusotto y Salta la Banca. DeAcáaa!!, martes tras martes, de 21 a 00, por FM Zoe 107.1, se encarga de trazar los puentes necesarios para hacer de nuestro rock argentino, la mejor teta que mamar. Bajo la conducción de Gerardo Piccolini, este programa de radio que semana tras semana selecciona lo mejor del rock nacional de todas las épocas, de todos los tipos, del under, en crecimiento o consagrados, se enorgullece al denominarse también un proyecto autofinanciado que fue creciendo y superándose año tras año desde 2008, hasta llegar a un presente de tres horas

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de aire semanales, todos los martes por radiozoe.com.ar. Con más de cinco años de trabajo a cuestas, DeAcáaa!! se encuentra planificando lo que serán sus ciclos de acústicos para los meses de octubre a diciembre. Un pulmón para “DeAcáaa!! se llamará la movida en la que, junto a generosos artistas de la talla de Santiago Aysine de Salta la Banca o Piti de Las Pastillas del Abuelo, se esperará recaudar el dinero necesario para ayudar a mantener al ciclo al aire hasta que la luna se canse de poguear. Mariano Montaña y Melisa Sansotta como co conductores y Santiago Castillo en producción completan el equipo de este programa, en el que también hay secciones que lo transforman en un ciclo, por lo menos, diferente:

Montaña de Canciones, una palabra, un tema, una selección. Mariano se encarga de unir los puntos y sorprender con asociaciones rockeras que nunca creíste posibles. Salí a dar una Vuelta, la columna en la que Melisa aprovecha para armar quilombos puertas afuera, mientras se adentra en algún que otro tema áspero con humor o algo de congoja. Una comunidad que aglutina a más de seis mil seguidores en Facebook, y un canal de You Tube que superó hace rato las 150 mil reproducciones, hablan de un programa que, como el mate, como el asado, las pizzas a la parrilla o el choripán, ya son parte de la historia, de la música, del rock más argento que hay. DeAcáaa!!, de lo nuestro, lo mejor.



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BABASONICOS Por Federico Anzardi y Alejandro Wierna


LA MÚSICA DE TODOS Babasonicos editó Romantisismico, el disco que amenaza con volverse lo más escuchado del año. En Córdoba, los músicos hablaron sobre su presente y cómo todavía no se dan cuenta cuando una de sus canciones tiene destino de hit inevitable.

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omo si fuera un chute heroinómano, escuchar música en mp3 tiene algo de ritual adictivo imparable. Todos los días nos destrozamos los tímpanos con la música al palo. Lo sabemos, pero no podemos dejar de hacerlo. El celular es la extensión del brazo, que espera impaciente el impacto, clavar la aguja en el lugar correcto, enchufar los auriculares de manera precisa. Una penetración seca y contundente, que excita porque significa que el momento del goce está a punto de llegar. El cable rodea y atrapa. Después play y si es random mejor, para también sorprendernos. Y si esta canción fuera narcótica no acabaría, sería la música de todos. Eso canta Adrián Dárgelos en “Los burócratas del amor”, una de las piezas más pegadizas de Romantisísmico, el nuevo disco de Babasonicos. El grupo volvió a entregar una serie de temas irresistibles, imposibles de despegar de los oídos, del karaoke improvisado. Opciones > Repetir lista completa. No acaba, es la música de todos. Esto es droga. Pero la lógica adictiva de Romantisísmico se rompe en ciertos momentos. No todos se sienten conmovidos y atrapados por las canciones del disco. Es el caso de la mayoría de los que pululan esta noche de fines de septiembre por el VIP de la Plaza de la Música, antes conocida como la Vieja Usina de la ciu-

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dad de Córdoba. Por el elegante sector desfilan mozos con bandejas repletas de empanadas y cazuelas. Sirven vino, gaseosas y champagne. Por algún motivo, muchos de los very important no prestan atención a lo que ocurre a veinte metros de allí, en el escenario, donde los Babasonicos despliegan su carisma y presentan oficialmente el álbum. Directamente les dan la espalda a los músicos. Los cuellos de las chombas de colores pastel forman mini trincheras que cubren a sus propietarios y los eximen de la obligación de presenciar un recital desde esa supuesta ubicación privilegiada. Por los mismos lugares transitan ellas, las infaltables musas pop de todo recital sónico. Caminan soberbias, conocedoras de su atractivo. Ellas, al menos, reaccionan con los clásicos de la banda y los temas nuevos más pegadizos. Durante las canciones menos reconocidas (para ellas, claro), como “Patinador sagrado”, “Malón” y “Desfachatados”, las chicas se distraen y piden más champagne. Sólo un par de horas antes, en esos sillones de terciopelo negro en los que ahora se sientan los chicos de chomba junto a las muchachas de calzas engomadas, estuvieron los ahora ignorados Babasonicos, tomándose su tiempo para explicar las razones que los llevaron a crear uno de los mejores discos del rock argentino 2013. Romantisísmico apareció simultáneamente en 17 países y marca el regreso del grupo a las filas de Sony Music,

que supo cobijarlos durante la década del noventa, cuando Babasonicos era una banda alternativa que se alimentaba del tacho de basura de la cultura y aún no se había convertido en esta máquina elegante que sintoniza perfecto con el sonido actual del mundo del pop. En poco más de cuarenta minutos, el nuevo álbum no redefine ningún parámetro que no haya sido establecido de antemano. Es Babasonicos puro. Refinamiento y desfachatez por partes iguales en doce canciones que se adelantan sin pudor en la fila de los hits futuros que inundarán las radios en poco tiempo. El primer golpe fue “La lanza”, la canción que abre el disco. El tema le disputa a “Get Lucky” el puesto de pieza musical más pegadiza del año. Pero las lanzas sólo son adelantos de lo que viene por detrás. Con Romantisísmico, Babasonicos tiene una colección de redes musicales que pueden llegar a atrapar a todos los escuchas. Ahí están “Los burócratas…” con su frase inolvidable: “uno de los dos tiene que hacer de ama de casa”. O “Runrun”, donde Dárgelos admite sus errores y propone enmendarlos, nada más. “Negritas”, “Aduana de palabras” y “El baile de Odín” (presentado en julio en el estadio Malvinas Argentinas) completan una primera mitad demoledora. La segunda parte del disco arranca con “Uso”, otra canción que mantiene la veta hitera, con melodías, coros y estribillos entradores. Recién en “Humo”, la mini suite dulce fuerte grave con la que comenzó el show en Córdoba, Ba-


basonicos se permite experimentar, sin perder nunca el rumbo fijado desde hace tiempo. Las guitarras acústicas de “Casi” respiran a fondo con tanto aire, mientras que los primeros momentos de “Paisano” linkean directo con “El ídolo”, el homenaje al fallecido bajista Gabo Manelli que finalizaba Mucho. “Celofán” cierra Romantisísmico con un Dárgelos flotante que le pide por favor al chofer que lo deje bajar de una vez. Una disposición a la vieja usanza, con los hits adelante y los temas “raros” al final. El Indio Solari alguna vez declaró que así es como le gusta colocar las canciones de sus discos. Los Babasonicos no se hacen cargo de la idea cuando la escuchan y chicanean al cantante ricotero asegurando que después de verlo en Mendoza, juraban que tenía 68 años, en lugar de los 64 que posee realmente. La manera en la que toda la banda negó tener la capacidad para reconocer un posible hit cuando lo tienen entre manos fue una señal de algo que se habla seguido sobre Babasonicos: se toman muy en serio por momentos y venden una teoría del arte un tanto elevada al extremo que a veces se choca de frente con las chicas que toman champagne en el VIP y recién estallan cuando suena “Putita”. Romantisísmico es un disco clásico de Babasonicos que se alimenta de las producciones de sus primeros años y lleva la marca inconfundible de la etapa post Jessico. “La esencia perdura.

No podemos dejar de ser lo que somos. Cierto tenor dramático de las canciones, el espíritu épico de una banda que ha creado una dinámica y sobre eso puede investigar y bucear. Igual, siempre nos proponemos cambiar, lo que pasa es que es imposible amanecer distinto”, reconoce Dárgelos en uno de los sillones del VIP, cuando todo aún está por suceder.

“El fan que añora un disco, añora otra cosa, añora su juventud. Yo no vine acá a devolverle su juventud tocándole un tema de hace diez años, estoy haciendo otra cosa.” A pesar de esa aparente resignación a mantenerse en el camino conocido, los Babasonicos creen firmemente que Romantisísmico es un álbum novedoso en su carrera. Aseguran que es un disco que no se agota en pocas escuchas y que debe ser descubierto paulatinamente. Dárgelos, vanidoso y con la seguridad que le da saber que tiene razón, destaca su voz. Informa que no fue alterada en

ningún momento durante el proceso de grabación. En el disco, el cantante de 44 años consigue momentos de extrema belleza, que transportan las canciones varios pasos adelante. Desde el punto de vista grupal, Romantisísmico es un disco más sólido que A propósito, su antecesor. La muerte de Gabo, en 2008, provocó un sismo interno que afectó el método de trabajo y composición de la banda. Para Dárgelos, A propósito “es un disco un poco más oscuro”, que el actual. “Nosotros nos esforzamos mas a través del luto de la perdida –explica, refiriéndose al álbum del 2011. Y como tenemos otra forma de banda que nunca habíamos experimentado, la banda es distinta y soporta las canciones. Es más como un disco de autores. En este disco las composiciones son más repartidas, es más caótica la repartición autoral. Entonces los temas surgen más en el ensayo, tiene otra cosa. Por suerte es distinto, por suerte todos los discos son distintos.” El guitarrista Mariano Roger duda sobre los términos de transición: “Cuando yo digo eso me pregunto si está bien, porque es un disco de transición, pero no la obra. La banda estaba en una transición. El disco está a la altura de todos, porque pareciera que ‘transición’ es un disco raro o diferente. Me parece que la banda estaba sufriendo una transición hasta llegar adonde está ahora.” Las canciones de Romantisísmico responden a una búsqueda que para Dárgelos partió “de un fluir en me-

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Foto: Martín Bonetto

dio del tedio insoportable de prueba y error” que es el ensayo. Ese fluir lleva a encontrar lo nuevo. “Lo nuevo es lo que te cambia mínimamente a vos, lo que te da una sonrisa, y decís ‘qué lindo estar tocando esto que nunca lo habíamos tocado en estos veintipico de años’.” En el escenario de la Plaza de la Música, Adrián Dárgelos se muestra como lo que siempre fue: un sex symbol inexplicable. El Turco García del rock argentino. El que no la hubiese puesto nunca sin ayuda de su oficio. Más feo que pegarle a la madre, pero con atractivo intelectual, actitud, soltura y, especialmente, talento. Un tipo capaz de escribir letras que hablan de lo mismo que cualquier cumbia berreta, pero con la elegancia suficiente como para conmover. La suma de todos esos elementos atrapa a las niñas, que siempre son mayoría en los conciertos sónicos, y aúllan su encantamiento ante cada gesto del cantante. Los que aúllan también son los fans de distintas épocas de la banda, que festejan según las canciones que vayan apareciendo. Pocos grupos del rock argentino deben tener seguidores tan inclinados por una sola etapa de la discografía. En Babasonicos conviven los hipsters noventosos que aclaman Trance Zomba y demás álbumes de esos años. Y también están los que aman el apogeo pop cancionero de Jessico, Infame y Anoche. Babasonicos, en algún punto, es lo más parecido al peronismo que entregó el rock argentino. Para Mariano, “los fans de la música se pusieron muy barrabravas”. “Son barrabravas de Babasonica. Después escuchan ‘Runrun’ y dicen ‘uh, hijos de

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puta’. Entonces vienen los barrabravas de Jessico y dicen ‘eh, qué bueno, es como Jessico ‘, pero no. Yo no me rijo por las hinchadas. Está todo bien, hay que aceptar todo. Odio la segmentación del público, o que esperan que hagan el disco que se parezca al que más le gustó a ellos.”

“No podemos dejar de ser lo que somos. Siempre nos proponemos cambiar, lo que pasa es que es imposible amanecer distinto.” El guitarrista cree que “el fan es una cosa muy difícil de satisfacer, porque el fan que añora un disco, añora otra cosa, casi que añora su juventud”. “Yo no vine acá a devolverle su juventud tocándole un tema de hace diez años, estoy haciendo otra cosa. Tengo un disco nuevo, no estamos al servicio de la nostalgia. Y lo que pasó ya pasó. Hay que evolucionar.” Pero la evolución del fan no parece estar tan cerca. Cuando el grupo actuó en el estadio Malvinas Argentinas, en julio, desempolvó “D-generación”, su primer clásico. Inmediatamente, la web se llenó de referencias al hecho, como

si se tratara de un día histórico. Quizás lo era. “Yo vi a Babasonicos haciendo D-generación” era casi un hashtag dominante durante esa noche de sábado invernal. Romantisísmico se destaca también por las guitarras, que en este caso ocupan menos espacios, se permiten silencios y transforman esa libertad sin apretujones en colores más claros en cada canción. En un camino más directo que ayuda a que el disco sea tan pegadizo. “Tal vez yo me callo un poco –piensa Roger, respecto a las guitarras del disco. Con el ingreso de Carca, yo tomé la responsabilidad de callarme un poco, y como que los instrumentos tengan su parte. Que no haya tanta bola de sonido y que todos suenen a la vez. Me preocupé de sacar cosas en la mezcla. Estamos acostumbrados a grabar mucha guitarra, mucho teclado. Tratamos de que sea más sintético. Tal vez por eso hay más aire, tal vez las cosas entran y salen.” Después de repasar la mayoría de los temas de Romantisísmico en el escenario de la Plaza de la Música, para unos tres mil fanáticos cordobeses; Babasonicos deja instalada una nueva duda dentro del rock argentino: hasta cuándo serán capaces de editar discos elegantes, originales dentro de su previsibilidad, plagados de hits. Y finalmente, la duda después de más de dos décadas de carrera, es pensar de qué se va a alimentar el grupo para poder seguir editando esos discos. Dargelos no tiene ninguna incertidumbre. Dice que se van a nutrir de todo lo que puedan. Básicamente porque Babasonicos sigue teniendo hambre de canciones narcóticas que no acaban nunca.


Por Pablo Choke Torramorell // Fotos: gentileza Battle Cry

Pasa al frente L

Tierra Arrasada, el segundo disco de Battle Cry, es un particular registro sobre el Éxodo Jujeño. Un álbum conceptual de metal sobre una aventura épica, con Manuel Belgrano como protagonista.

a historia es según quién la escribe. Siempre. Entre una fina línea que separa lo objetivo de lo subjetivo se encuentra quien decide cómo narrar lo acontecido: personas o instituciones que maquillan algunos detalles y ocultan otros tantos. La real lectura concluiría, entonces, al recurrir a toda fuente posible de una misma historia para tratar de conseguir una mirada neutra y amplia. Al Éxodo Jujeño hay que saber interpretarlo de la misma manera. Desde la Unidad de Investigación en Historia Regional de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Jujuy se transcribe que las fuerzas realistas seguían avanzando desde el norte hacia el sur del Alto Perú arrasando tierras y pueblos que se opusieran a su suerte. Era el año 1812 y en ese contexto el nuevo Triunvirato, ya instalado como un gobierno revolucionario, impone una regla al

Comandante del Ejército del Norte, Manuel Belgrano. Instalado en lo que hoy es la provincia de Jujuy, el comandante recibe la orden que, en caso de invasión o guerra, proceda a abandonar la zona implementando la técnica de la “tierra arrasada”, una emigración forzosa y necesaria para todos los habitantes del lugar. A fines de junio de ese mismo año una noticia aplasta los ánimos: Cochabamba, una de las ciudades más revolucionarias del Alto Perú, había caído tras el paso de las fuerzas realistas y la próxima parada era, inevitablemente, Jujuy. Belgrano, cumpliendo con las órdenes recibidas desde arriba, procede al retiro y emigración de toda la población hacia Tucumán. Para el atardecer del 23 de agosto sólo quedaban restos vacíos de propiedades y un par de rezagados a seguir las órdenes del Comandante. El 24, las tropas virreinales con el militar peruano Pío

Tristan a la cabeza, llegaban a invadir territorio encontrándose lo que la táctica del arraso dejó. No fue hasta después de la victoria de Belgrano en la Batalla de Salta, que los jujeños pudieron emprender el regreso a sus tierras. Pero, como dirían los Divididos, la historia escrita por vencedores no pudo hacer callar a los tambores. “Hoy se cumplen 201 años de la heroica gesta del pueblo jujeño”, comunicó, a modo general, Battle Cry el pasado 23 de agosto, “Desde la banda quisimos conmemorar y rendir nuestro homenaje a todos aquellos héroes (ciudadanos como cualquiera de nosotros) que participaron del Éxodo Jujeño, dejando atrás sus posesiones pero sobre todo sus sueños y anhelos.” Con quince años de banda, dos discos editados (Xuxuy, de 2007 y Tierra Arrasada, de 2013) y muchos escenarios recorridos, Battle Cry avanza y gana territorio de a poco.

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Pedro Gennari (guitarra y voz), David Quispe (guitarra), Manuel “Monty” Cusi (batería), Carlos “Lole” Oropeza (bajo), Ezequiel “PC” Molina (teclado) y Leo Campos (voz) convirtieron el presente del grupo narrando la historia a través de su música, una especie de Libro Gordo de Petete, pero metalero. ¿Cómo nace este proyecto que actualiza la historia detrás de un movimiento bélico del siglo XIX a través de diversas interpretaciones desde el heavy metal? PC Molina, uno de los miembros fundadores de la banda, se pone a pensar y hace una pausa larga detrás del teléfono para redoblar la apuesta: “¿Por qué tenemos que hacerlo desde el género fantástico, cuando en realidad la historia argentina tiene muchas historias que bien podrían ser contadas? Y específicamente el tema del Éxodo Jujeño. Nosotros somos muy amantes de lo que se considera como heavy clásico o el power metal, y hay muchas bandas que nos gustan que tratan temáticas épicas, como Rhapsody, por ejemplo, que en todos sus discos cuenta historias conceptuales pero desde una óptica fantástica como la de El Señor de los Anillos. Nos gustaba mucho esa idea así también como historias de ciertas bandas de ópera rock o de metal pero quisimos aplicarlo a lo nuestro. Cuando vos lo llegás a narrar pareciera que es una historia fantástica, que la realidad supera a la ficción.” Pareciera como si las historias de hadas, dragones y caballeros con espadas de características colosales no terminasen de satisfacer la necesidad del oyente. Para Battle Cry eso no fue suficiente y decidieron emprender un viaje al pasado buceando en frágiles archivos casi inexistentes hasta antes de conmemorarse el bicentenario del hecho, el año pasado. Recién a partir de esa fecha, y gracias al trabajo de diversos investigadores o del Ministerio de Educación jujeño, la historia de lo que alguna vez fue empezó a consolidarse. “Un genuino homenaje a la historia jujeña”, así las primeras críticas tratan de resumir lo que este trabajo representa. “Para nosotros fue un gusto poder sacar Tierra Arrasada en el sentido de haber podido contar una historia que nos toca muy de cerca a todo lo que es la gente del Norte y que por ahí se deja un poco de lado dentro de la historia na-

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cional, en general, y se menciona como un hecho más, cuando en realidad creemos que fue muy relevante para lo que fue la historia argentina. Creemos que haberlo encuadrado dentro del género del heavy metal como banda sonora fue algo muy bueno, ya que el heavy es de por sí algo que transmite mucha fuerza y energía. Y esta historia tiene mucho de eso. Así que para nosotros nos vino muy bien la idea de poder hacerlo a través de nuestra música”, responde el tecladista del grupo. El que tomó la posta fue Pedro, que también es profesor de inglés y generó el contacto con sus colegas de historia para empezar a ahondar en los sucesos. “Lo encaró muy seriamente y se puso a charlar con expertos en el aérea para que le recomienden libros o dónde poder encontrar información. Lo cierto es que, antes del bicentenario, había muy poca información más allá de lo que se conoce como la historia oficial, la de los manuales. Aparte de eso, lo poco que había estaba suelto, desorganizado”, recuerda Molina. Así fue como Pedro empezó a recolectar lo poco que iba encontrando para armar una primitiva base de lo que sería el eje principal del disco.

“Muchas familias aristócratas jujeñas fueron los principales traidores. Querían quedarse para funcionar con la colonia española.”

- Me imagino que fue prácticamente como volver a la educación primaria y sentarse a estudiar aquellos textos. - Sí, fue así. Tuvimos que leer un poco. Hay un libro que Pedro tomó mucho de inspiración que se llama Canto al Éxodo, de Marcos Paz, un historiador jujeño. Y después también quiero nombrar a Gustavo “Gaucho Heavy” Juárez, una persona amiga de la ban-

da que tiene muy presente lo que son los orígenes y toda la música de nuestra tierra. Él nos dio un buen empujoncito para hacer cosas cuando le contamos la idea del disco, nos diagramó cómo se debería contar la historia. - Un proceso de aprendizaje para ustedes y también para los que vayan a escuchar el disco. - Creo que todos en la banda aprendimos muchas cosas. Ahora sabemos, por ejemplo, que si vos lees en la “historia oficial” cuando el general Belgrano da la orden para que la gente deje las tierras, te dice que todos le hicieron caso como si fuera una orden religiosa. Cuando en realidad dijo que “aquel que se niegue a ir va a ser pasado por las armas”, un discurso bastante fuerte que cambia mucho el destino de las cosas. Seguramente muchos estuvieron en contra de emprender el exilio. Muchos apellidos conocidos de las familias aristócratas jujeñas, de los cuales hoy muchas calles se bautizan con ellos, fueron los principales traidores porque en realidad querían quedarse para formar parte y funcionar con la colonia española. Son muchas cosas que se conocen a partir de leer otros textos y no los libros típicos. - Con el disco entre las manos, ¿cómo reviven esa experiencia? - La verdad que superó ampliamente las expectativas que teníamos. Por ahí a un nivel histórico se podría haber contado más. Pero realmente es muy difícil poder contar todo porque las canciones tienen que tener un lado poético y a veces por llevarlo para ese lado es como que dejás de lado la parte histórica. Por ese motivo es que decidimos agregar en el disco una breve explicación antes de cada tema que te mantiene en el contexto histórico. Después, a nivel producción, sonoro, edición o lo que fuere, estamos súper contentos. Creo que superó con todo lo que nosotros imaginábamos y tiene mucho que ver la gente que apostó con nosotros, la parte gráfica, los músicos invitados, amigos. Esa superación de expectativas tiene mucho que ver con un concepto de autogestión que el grupo viene implementando desde los primeros momentos. Xuxuy fue trabajado así, con todo lo que ello implica, quedándoles una oportunidad de reeditarlo en el presente pero en formato casete TDK con el


agregado de un par de canciones hasta el momento inéditas. El recorrido del boca a boca, la autogestión de recitales, presentaciones en otras provincias en pequeñas o grandes giras posicionan hoy a la banda en un escalón que sólo la experiencia puede dar. Con Tierra Arrasada concluido en lo que a composiciones de temas se refiere reciben una buena noticia que los deja aún más contentos: Fabián de la Torre, director y redactor del mítico fanzine metalero argentino Metalica les hace una propuesta que, hace años atrás, hubiese sido increíble: editar e impulsar la distribución del nuevo disco por todo el territorio argentino. “Para nosotros fue la frutillita del postre, salió casi de último momento lo del fanzine. Originalmente nosotros nos contactamos con Fabián para pedirle sólo publicidad, para ver si quería auspiciar el disco y él nos retruca diciéndonos que le interesaba editar el disco y eso fue como entrar en un sueño, te cambia todo. Con el tiempo nos fuimos tomando las cosas más en serio a pesar de que nunca perdimos la alegría pero de a poco empezamos a aplicar un poco más de seriedad en lo que estábamos haciendo, y eso creo que por ahí se nota entre lo que es el primer disco y el nuevo trabajo. Con el primer disco nos costó un montón llegar a diferentes lugares. Y ahora con esto, al día de haber salido ya tenía una llegada a casi todo el país.” - Si bien ya existían canciones con referencias a la historia argentina, ¿creen que estén innovando al hacer algo mucho más conceptual? - No somos los primeros en hablar en tópicos históricos. Por ejemplo, ahora se me viene a la cabeza una banda tucumana llamada Argento. Tren Loco también trata mucho en sus letras algunas cuestiones históricas o, yendo a las bandas legendarias, Hermética en “La revancha de América” hace algo similar. Lo que sí creo es que somos una de las primeras bandas de heavy metal en encarar un trabajo conceptual desde el punto de vista histórico argentino; es decir, encarar desde el primer al último tema del disco una narración de la misma historia.

- ¿Y siguen manteniendo el mismo estilo o con esta modalidad cambiaría la denominación de lo que hacen? - Nosotros decimos que hacemos heavy tratando de encuadrar más estilos. Antes decíamos que hacíamos power metal pero ese género hoy en día está más ligado a las voces muy agudas o melódicas y nosotros tenemos mucha más extremidad, relacionado al death metal, voces guturales y todo eso. Así que en todo caso queda mejor decir que hacemos “heavy power metal”

“Si nosotros tuviéramos que dejar nuestras pertenencias, ¿cuántos seríamos capaces de hacer el esfuerzo?”

- Aparte de músico sos público, porque consumís metal, te gusta. ¿Cómo ves al público actual amante de este género, a veces encasillado de ser cerrado? - Algo creo que se ha avanzado, en el buen sentido de la palabra. O sea, no somos tan cerrados y digo “somos” porque yo también me considero una persona bastante radical en mis gustos. Pero creo que se han asentado más algunas cosas, ¿no? Es algo natural, si te ponés a repasar la historia del heavy metal, en su momento el death metal era mal visto por los más clásicos y hoy en día es algo totalmente aceptado. Lo mismo pasó en su momento con el black metal melódico cuando no se permitía que tengan teclados o voces femeninas y hoy en día es normal. Es un proceso de evolución con el paso del tiempo, vas asimilando todo eso y se enriquece el metal. Y también existe la postura cerrada que creo yo que

también es necesaria porque logra un balance para que el metal tampoco se vuelva algo tan accesible. Están buenas las dos posturas y que puedan convivir. La convivencia de estilos es una de las cosas que se pueden apreciar a lo largo de los diez pasajes del disco. Aporta, “y mucho” según el mismo PC, la colaboración de gente cercana al grupo como Alejandro Flores en quena (“fue un gusto invitarlo, no para hacer melodías típicas de quena, sino solos, suma mucho a la parte metal”), Darío Benavidez en viola (“la descose”) y Alejandra Tacla (“aportó coros y nos ayudó con la composición”). Aunque también la banda se dio el gusto de tenerlo a Javier Barrozo (“el golazo del disco, ex Lörihen actual Imperio”) a cargo de unos coros y la producción de voces; y a Pedro Claure (“un locutor generalmente del folclore de acá de Jujuy”) detrás de la voz que acompaña la intro (“bien épica”) del disco. - ¿En un futuro se vendrán discos con la misma idea de tomar un eje histórico y desarrollarlo a través de su música? - No sé si entablaremos otro trabajo conceptual. Creería que no. Por lo que estuvimos charlando, hay ganas de volver a una temática más social. Es muy desgastante hacer algo con la historia. La verdad que costó mucho y por ahí hay ganas de volver a lo más heavy derecho. Pero para la gente estamos dejando esto, creemos que es un pequeño aporte desde la autogestión, se hizo todo a pulmón. Ojalá pueda servir para que algunos tomen conciencia de lo que se hizo, el esfuerzo que hizo nuestra gente, nuestros antepasados. Lo que fue la lucha por la independencia, la liberación y por mantener los ideales sólidos. Que se conozcan cómo fueron las cosas realmente. Traidores hubo en todos lados, no todos querían independizarse y eso a veces no se cuenta en la historia y es una de las cosas que quisimos rescatar. También dejar la imagen de todo el esfuerzo que representó eso. Yo siempre me pregunto eso, si hoy en día nosotros tuviéramos que dejar nuestras pertenencias, ¿cuántos de nosotros seríamos capaces de hacer el esfuerzo?

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Por Federico Anzardi // Fotos: Melisa Cozza y 20-47 Films

Con la lechuza que circula ya no se puede más La edición 2013 del Taragüi Rock mostró un gran respeto por las bandas locales, que pudieron tocar en un buen escenario, con gran sonido. Lo flojo fue tener que soportar un rock argentino que suena cada vez más anacrónico. Además de los caprichos de las estrellas de turno.”

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ay que tener cuidado con los bancos de piedra del Anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola. Son jodidos. Si te los llevás puestos te dejan una marca grosa. No perdonan. Son como una banda tributo a La 25. O como La 25 derecho, nomás. Una vez que te los topás te querés matar y puteás por haber elegido ese camino, y cómo no agarré para el otro lado, carajo. Los bancos y la incomodidad que generaban probablemente hubiesen sido lo peor del Taragüi Rock 2013. Pasa que la grilla. El festival, realizado los días 6, 7 y 8 de septiembre, en la ciudad de Corrientes, se partió al medio durante cada una de las tres jornadas. Fue casi automático: cuando se escondía el sol, bajaba el calor y la gente decidía apare-

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cer en mayor medida, la cosa se ponía más mediocre. La culpa la tuvieron, claro está, la calidad de la mayoría de las bandas más importantes. Cuando el grupo que cierra la noche provoca ganas de irse del recinto, es mejor revisar ciertas decisiones. Taragüi Rock es la evolución del Corrientes Rock, un simple cambio de nombre por cuestiones legales. Por eso, la edición 2013 fue la cuarta, si se tienen en cuenta las primeras tres bajo la denominación original. El festival se realizó en medio de un calor que por momentos resultó agobiante, en invierno. Para delicia de los vendedores de escabio del Anfiteatro, la bebida circulaba tanto como atrasa el rock con saxofón con influencias murgueras. Se movía al ritmo stone del que

se alimenta el ego de Andrés Ciro. El trío power funk de Curuzú Cuatiá llamado Gurí abrió la edición 2013. Divididos y Hendrix como claros rumbos a seguir. La Botica muestra lo suyo: hard rock renguero ioresco. Al costado del escenario, FM Circus (107.9), dedicada a transmitir rock argentino las 24 horas, emite el festival en su totalidad. I am Loco cumple con la santísima trinidad de bandas que todavía suenan más a sus influencias que a sí mismos. En este caso, Rage Against The Machine y Molotov. Funk rap metalero en spanglish que suena potente como locro en enero y menos litoraleños que Zack de la Rocha. Hasta que por fin algo sacude el avispero. Lenoise, la banda de Chaco que ganó el concurso YPF Destino Rock


en 2012 tiene menos rock del palo aguantecantenputos que Carca vestido de rosa. Es pop de guitarras. Babasonicos, línea Arctic Monkeys, Oasis. Y suenan mejor que todos. Hacen seis canciones. La gente pide por Las Pastillas del Abuelo. El cuarteto correntino Lienzo es la otra novedad interesante de la noche. Anti rockstars, vestidos como para amenizar un crucero. Canciones pop con estribillos, coros y teclados naif que encajarían muy bien en la movida hipster platense/porteña de chicas con lentes gigantes y muchachos con bigote. Deberían editarse en casete. Bersuit Vergarabat recibe la primera ovación del festival. Su vuelta sin Gustavo Cordera no tiene fisuras. Suenan igual que hace diez años. Quizás ahí radique el problema. Las Pastillas del Abuelo cierra la primera fecha con sus canciones de tinte Arjona Ismael Serrano Serrat pasado por Callejeros, Jaime Roos y Bersuit. En esta banda todo suena a copia de la copia. El día dos provoca que todos se callen y muevan las cabezas aprobando. Todo gracias a Carajo, la banda que puede disputar seriamente el trono de Aplanadora del Rock. Por ley nacional debería estar prohibido tocar después de ellos. No es justo para los demás grupos. El trío tocó poco más de una hora y anunció la salida de Frente a Frente, el disco doble que acaba de ser publicado. Cabo Verde, con cierto groove jamaiquino, y Peligro de Aborto, con ese nombre tan inolvidable y metal hip hopero; son de lo mejor de la grilla emergente. Matriz alza la voz para pedir “que esto no se corte por un cambio de gobierno”. Los Pericos y La Vela Puerca cierran la jornada. Una enorme cantidad de hits, los primeros; sólo para fanáticos, los segundos. El último día, el Cocomarola explota. Desborda de gente. Alrededor de 18 mil personas se dan cita para escuchar principalmente a Kapanga y a Ciro y Los

Persas, que bajan la persiana de un festival que tiene puntos sobresalientes en el sonido, la puntualidad y en la oportunidad para grupos emergentes.

Ciro no puede ser molestado. Como a Luis Miguel, no se lo mira a los ojos. “Cuidado, que llega Mick Jagger”, dicen, con sorna, los periodistas. Los encargados de seguridad se ríen y se disculpan: sólo cumplen órdenes.

Una pregunta necesaria: ¿por qué se le da tanto espacio a La Que Faltaba? La banda de Micky Rodríguez (ex bajista de Los Piojos) se formó el año pasado, no tiene ni un solo tema conocido y en vivo son una banda de covers de la mencionada agrupación pediculosa. Pero, inexplicablemente, tienen lugar en los escenarios principales de los festivales argentinos. Ya ocurrió en Cosquín Rock, se repitió en Corrientes. ¿Ciro exige en su contrato la incorporación de La Que Faltaba? ¿No sería mejor aprovechar los cincuenta minutos de escenario para un grupo más interesante? Salta La Banca son Las Pastillas del Abuelo reloaded, que a su vez ya era Callejeros reloaded, que a su vez ya era Redondos reloaded, pero mal. Más de lo mismo de siempre. Hay que dejar de tocar rock con saxofón por dos años. Kapanga, en cambio, es todo. El mundo entero disfruta de sus cancio-

nes, desde el heavy que absorve el calor con sus ropas oscuras hasta las chicas de tacos y jeans ajustados que intentan colarse en los camarines. Además, el Mono es un tipo accesible, cero estrella, que se saca fotos con todos y que arriba del escenario interactúa con la gente de manera excelente. Andrés Ciro Martínez alimenta aún más esa leyenda que lo cataloga como un hombre con problemas de estrellato excesivo. En Salamanca Rock 2011 (ver Rock Salta número 4) se había hecho odiar de manera gigantesca por varias bandas regionales, cuando esos músicos locales debieron soportar tocar después de su show, aunque en la grilla figuraran más temprano. En Corrientes, la organización monta un inaudito Operativo Seguridad y despeja el acceso a camarines, que se conecta con el sector de prensa. Ciro no puede ser molestado. Como a Luis Miguel, no se lo mira a los ojos. “Cuidado, que llega Mick Jagger”, dicen, con sorna, los periodistas que están ahí para trabajar. Los encargados de seguridad se ríen y se disculpan: sólo cumplen órdenes. Ciro llega en una camioneta de vidrios polarizados. A diferencia del resto de los mortales, que caminan algunos tramos entre vehículo y camarines y solucionan los pedidos de notas y autógrafos con un simple “no, gracias”; el cantante baja corriendo y al lado de la puerta. A lo Diego Maradona en Nápoles. Luego, Ciro sube al escenario, repasa las canciones de sus dos discos solistas y clásicos piojosos que dejan felices al público que revienta el lugar. Taragüi Rock 2013 sirvió para que las bandas emergentes tuvieran a disposición un escenario excelente y un sonido acorde. Se respetaron los horarios establecidos y la gente disfrutó sin problemas. Para el año que viene quedará pendiente mejorar la grilla principal, que no aportó demasiado. Lo más excitante y movilizador fue escuchar a los grupos nuevos. Saber que hay algo más que el mainstream monótono que todavía se impone.

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Por Federico Anzardi // Foto: Prensa Lenoise

Ahi van Lenoise fue uno de los grupos más destacados del Taragüi Rock 2013. Tras haber ganado el concurso YPF Destino Rock, los chaqueños empezaron a hacerse un lugar en la escena emergente argentina.

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iernes 6 de septiembre. Es la primera jornada del Taragüi Rock 2013 y el palo rockero rollinga deudor noventoso que se muere de ganas de prender bengalas pero no lo hace porque no da está coherentemente on fire. Son alrededor de las ocho de la noche y ya falta poco para que en el escenario del Anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola, aparezcan Las Pastillas del Abuelo y todo se convierta en un ritual cancionero callejero redondito anacrónico que conmueve adolescentes que se lamentan por no haber nacido a tiempo de ir a Obras Sanitarias a ver a La Renga. Hay trapos enarbolados flameando por el aire del Anfiteatro que agitan un poco el calor que se asentó después de

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un día de verano inclemente cuando aún restan dos semanas para la llegada de la primavera. Hay aguante previo y preguntas con rima: para qué carajo vinieron si no es para gritar el nombre del grupo amado. En ese contexto tan caro al sentimiento rockero popular de nuestro país es donde deberán tocar los Lenoise, banda elegante y pop de Resistencia, Chaco. En 2012, Lenoise fue noticia tras haber obtenido el primer puesto del concurso nacional YPF Destino Rock. Fueron escuchados por críticos renombrados como Alfredo Rosso y aconsejados por maestros de la producción discográfica, como Gustavo Santaolalla. Con diez años de carrera encima, Lenoise es el grupo abanderado del Cha-

co. Los segundos más conocidos del Noreste argentino (los primeros son los formoseños Guauchos). Su rock deudor del brit pop, Cerati y Babasonicos no tiene nada que hacer en el Cocomarola durante la primera fecha del festival. Sólo molestar, porque no hay cosa más rockera que hacer algo que nadie espera. Y si encima suenan mejor que el resto, el knock out es preciso e inequívoco. Media hora antes de subir al excelente escenario del Taragüi, los Lenoise se guardan en el camarín número cinco y recuerdan su paso por el concurso y las consecuencias de haber logrado el premio mayor. “Nosotros nos vemos mejor. Despegándonos de eso (del concurso) y en-


focados en lo actual. La semana pasada tuvimos la presentación oficial del último disco en el teatro Guido Miranda, en Resistencia, con muy buena repercusión. Así que para nosotros está todo mejor ahora”, explica Bruno De Bórtoli, 27 años, bajo y una de las voces del grupo. Desde hace diez años, Bruno comparte la banda con sus hermanos Francisco (30 años, cantante, guitarrista y tecladista) y Alito (24, guitarrista). Lenoise se completa con el baterista Nicolás Palacios (25). A fines de 2012, el grupo editó su cuarta producción discográfica: el álbum Supernova, producido por Guillermo Porro, es el fruto directo del triunfo en el concurso YPF. La placa tiene doce temas, está presentado de forma excelente, con guiños al Cerati de Ahí Vamos en la contratapa y un sonido que, para Francisco, no sigue una línea argentina. “Yo no me identifico con ninguna banda argentina, ni con Babasonicos, con nada. No conozco a una banda que suene a Lenoise. Nuestra personalidad es más internacional, como una especie de grupo de afuera. El sonido, la música, las letras. La búsqueda del audio. No seguimos una línea argentina. Tenemos influencias inevitables, pero es como algo aparte”, dice. Al mismo tiempo no reniega de su origen y asegura que una de las metas del grupo es que en todo el país se empiece a relacionar a Chaco con el rock. “Es una especie de tarea que tienen todos los provincianos, demostrar lo que se hace. En esa carrera estamos nosotros. Hay gente que se asombra porque hay rock en Chaco y otros que no. Hay varias bandas que están sonando y creo que van a aparecer cada vez más”, agrega. En el Anfiteatro, Lenoise entrega seis canciones que suenan mejor que todas las bandas que los precedieron. Comienzan por “Adentro”, el tema que

abre Supernova. La calidad del sonido del festival juega a favor del grupo, que tiene mucho para ofrecer. A su rock de guitarras glamorosas pop y base potente se le suman programaciones. Por un rato, el Cocomarola deja de ser el núcleo central del aguante para convertirse en un recinto elegante de rock emergente.

“Nuestra personalidad es más internacional, como una especie de grupo de afuera. No seguimos una línea argentina.”

Tras media hora de show que no conmueve a los fans de Las Pastilas, que continuaron pidiendo por el grupo de Piti Fernández durante el set de Lenoise, los chaqueños guardan equipos y vuelven a Resistencia. Seis días después, la banda está en Buenos Aires, en gira de prensa y shows. El de esta noche, jueves 12 de septiembre, será en Makena, un reducto palermitano en el que tocaron bandas como La Yugular, de Jujuy. Hoy, Lenoise comparte escenario con los locales Paprika, un combo reggae ska punk que abre la jornada con un set de sonido terrible que no parece molestar a nadie. Todos están pendientes del escenario: la corista tiene un culo impresionante. Cerca de las dos de la mañana, con la gente impregnada de rock antisistema,

Lenoise sube, sin probar sonido. Otra vez un contexto que no es el ideal, pero sin un escenario decente que los cobije. Las programaciones no se disparan, la banda no se escucha y los empieza a abordar el mal humor. Están obligados a salir a aguantar los trapos como sea. La vida del obrero es así. El concierto dura una hora, el doble del set correntino. Lo que pierden en sonido, los Lenoise lo suplantan con actitud y oficio. Ellos notan los desperfectos, el público no. Se van aplaudidos. “Estamos acostumbrados a salir a tocar como una especie de batalla. Lo normal es una prueba de sonido. Pero hoy salimos a tocar sin prueba y la gente se copó. Eso es el rock nocturno”, dice Francisco, entre las risas de sus hermanos. Y agrega que “en estas circunstancias uno tiene que sacar todo lo que tiene y ponerle onda”. La banda aprendió lo suficiente como para bancar las paradas difíciles y también para empezar a atravesar la línea que separa el amateurismo del rock profesional de managers, agentes de prensa y obligaciones. Todo sirve en el camino: desde cómo saber manejarse en tugurios de sonido desastroso, hasta escuchar a Santaolalla bajar línea súper pro. “En la actualidad, la autogestión es fundamental. En todas las disciplinas. En la música buscar fechas, grabar, estudiar. Todo es una bola que nos lleva si o si a la autogestión. Podemos tener ayudas, un manager, un agente de prensa, pero en general, la autogestión está muy marcada”, explica Francisco. Tras reconocer que ya quieren pensar en un disco nuevo, los Lenoise continúan viajando y presentando sus canciones en todos los lugares posibles. Seguramente bancándose más de una traba en el camino. De eso se trata esto de crecer.

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Creí que iba a poder

videntemente, la militancia en este estilo musical nos convierte en la actualidad en nostálgicos de lo bueno que fue el pasado. Es decir, en “ochentosos”. Los grandes cambios de valores y gustos en los jóvenes actuales nos llevan a detenernos un momento a pensar en qué es realmente lo que nos moviliza como huestes. Aclaramos, para que no se confunda, que el color que más nos gusta es el negro. La televisión, internet y revistas con tapas de Babasonicos han llegado a influir demasiado a las mini huestes con programas yanquis que tildan de rock a motoqueros bonitos y muy limpios, con rulos combinados con anteojos de marcos negros hipsters. Siempre hay un buen momento para que Pappo resucite y éste sería ideal: “Esto es un fierro, pendejo”, sip. Demasiados colores para nuestro gusto. Recordamos tiempos pasados, cuando vestirse de negro era mala palabra. Eso cambió porque las femeninas lucen botas altas combinadas con remeras que dicen “I LOVE ROCK AND ROLL”, o con lenguas de los Stones. Aplaudimos el open mind, pero hasta ahí nomas. Porque Black Sabbath no es lo único en la vida. Es todo. Y más allá de cómo nos mostremos ante la sociedad, el barro va por dentro y la búsqueda del camino musical deberá centrarse en la calidad de los artistas. Algún día llegará el tan ansiado pacto 2x1 con la Parca para que se lleve a Ciro y a Cordera y lo devuelva a Civile. En fin, ochentosos, hasta el fin de los inicuos.

”Y no olviden que siempre se puede estar peor.”






Por Santiago Castellanos // Fotos: Martín Azcárate y Fernanda Soria Arancibia

ASI SOY YO El Cuarteto de Nos estuvo de gira por Salta y Tucumán presentando Porfiado y rencontrándose con un público que creció de manera significativa. Entre ambos shows, Roberto Musso habló de los inicios, el éxito, la crisis y el resurgimiento de la banda. Rock raro y bipolar, pero con identidad propia. 37


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oberto Musso, Santiago Tavella, Alvaro “Alvin” Pintos, Gustavo Antuña y Santiago Marrero llegan a la prueba de sonido de muy buen humor. Al entrar a Barcelona, el nuevo reducto para los shows de mediana convocatoria en nuestra ciudad, quedan sorprendidos: el escenario está a cinco metros del piso, encajonado. Alvin sube y arenga a los técnicos, que afinan los instrumentos, mientras que el resto deja sus cosas en el pequeño camarín adornado con gaseosas, galletitas y alguna cerveza. Los integrantes del Cuarteto de Nos son tipos grandes y tranquilos, alejados de la pose rockstar. El cansancio del viaje de más de 1500 kilómetros no hace mella en ellos. Roberto, siempre muy gentil con el público y la prensa, saluda a los pocos que pudieron acceder a la prueba y sube al escenario. Allí está Santiago probando el bajo y la garganta, que más tarde liberará hits nerds como “Enamorado tuyo” o “No te invité a mi cumpleaños”. Los teclados de Marrero, más el carisma del Topo Antuña, le han dado una impronta muy especial al Cuarteto tras la salida de Riki Musso, hermano de Roberto y cofundador de la banda. “Nadie puede odiar al Topo, es un fenómeno”, dice el líder del grupo. Las pistas que cubren algunos coros son muestras de que el Cuarteto suena de una manera en los discos y de otra en vivo. Los arreglos vocales del estudio se suplen con un sonido compacto y una actitud

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arrasadora arriba del escenario. Al abrir las puertas al público, la banda se refugia en el camarín para preparar un show muy esperado en Salta, donde casi 900 personas llenan el recinto y aguardan el inicio entre temas de Los Piojos, Las Pelotas y La Vela Puerca. El público del Cuarteto es especial, una mezcla de adolescentes, pre adolescentes y universitarios. Aun así, se ve gente con remeras de Pappo o La Renga, una muestra de que el grupo es respetado por las huestes más duras del rock. Al día siguiente, todos viajaron hacia San Miguel de Tucumán, donde, en la tranquilidad del hotel, Roberto Musso se dedicó a repasar la historia del grupo. - Los inicios de todo esto fueron a mediados de los ochenta, cuando formaste la banda con Riki. - Si, la onda fue una joda, de pibes, ¿viste? Teníamos diez, once años, cuando le pedí a mi viejo una guitarra. Quería sacar una canción de Los Beatles, y todo eso. Y con Riki medio que empezamos a meternos en esto de la música, tocando yo la guitarra y el la batería. Ahí empezamos a formar parte de los grupos de la academia donde íbamos a tocar y, sin querer la cosa, al poco tiempo conocimos a Santiago. Un poco más adelante a Alvin, y a los catorce años arrancamos a tocar ahí, los cuatro juntos. En los cumpleaños de quince, estaba zarpado. - ¿Coincidieron todos en el colegio? - En el colegio, con Santiago. Al principio teníamos un baterista que se

fue y ahí nos presentó a Alvin. - ¿Cómo venía la mano, donde tocaban en esa época? ¿En qué contexto? - Mirá, es muy mentirosa la cantidad de años de la banda porque nosotros contamos desde que hacíamos covers de Los Beatles, Los Rolling, Led Zeppelin (risas). Cuando tocábamos en el Liceo, cumpleaños de quince, de algún familiar. Recién en el 84 que grabamos el primer disco, a medias con Mandrake Wolf. Y de ahí hasta fines de los ochenta fue una época muy amateur. Todos teníamos nuestras carreras, nuestras cosas, y nunca pensamos que la música iba a ser prioridad a esta altura de nuestras vidas. - ¿Había una escena rockera en ese entonces en Montevideo? - Había una escena post dictadura, con grupos como Los Estómagos, Los Tontos, Los Traidores, que eran muy buenos para la época, una cosa nueva, novedosa. Y se formó un movimiento importante de rock. Uno a veces pierde la noción, la objetividad. Ahora me doy cuenta que era un poco un gueto, ¿no? No era una cosa masiva. Y siempre centralizado en Montevideo, no se recorría el interior, muy rara vez. Te diría que cuando presentamos nosotros Otra Navidad en las Trincheras, en el 94, fue la primera vez que salimos a todo Uruguay. - Con ese disco causaron un gran impacto, hasta el día de hoy es el disco más vendido de Uruguay. ¿Cómo eran las giras, en que ciudades tocaban? - Entre el 94 y el 95 recorrimos todo


Uruguay, los 19 departamentos. Lugares con infraestructuras mínimas, las localidades en el interior de Uruguay son muy chicas. Suponte que en lugares de cumbia, al otro día había rock, también eran cines, todo junto (risas). Entonces la infraestructura era muy mala, realmente. También reconozco que en ese momento la banda no estaba armada para dar un espectáculo bueno. - A todos les sorprendió el éxito de ese disco. - Y sí. De repente comenzamos a sonar en todas las radios, era rarísimo. En las discotecas la gente bailaba nuestros temas. - Inmediatamente sacaron Barranca abajo, como burlándose del éxito anterior. ¿Fue a propósito? - Totalmente. Fijate el nombre, el disco se desarrolló en base a eso, como una obra de teatro. - ¿Y la gente como lo recibió? - Es que había mucha gente que seguía al grupo desde antes, que lo entendió y le encantó. Y después estaban los que se habían hecho fans de las canciones y no del Cuarteto. A ellos no les gustó tanto, je. - ¿Pero a ustedes les vino bien despegarse de eso? - Es que nunca sabés. A la larga pienso que sí, pero quizás no lo volveríamos a hacer. Por ejemplo, después del éxito de Raro, similar a lo de Otra Navidad en las trincheras, pero fuera de las fronteras, y ni se nos ocurrió hacer otro Barranca abajo (risas), al revés. Era otro momento de la banda. - Ya todos saben de la polémica por el tema “El día en que Artigas se em-

borrachó”, no te voy a preguntar qué pasó. Al grabarlo, ¿se imaginaron que podía llegar a pasar? - Nunca. La letra un día la hice, se la mostré a ellos (por los músicos) así nomás, “demeada” con una guitarra y mi voz, nada más. Nos reímos mucho de la canción, nunca pensamos lo que iba a pasar.

“Los músicos de La Vela y de NTVG son más jóvenes, pero nosotros aprendimos de ellos.” - Pero fue jodido lo que pasó. - Si, fue jodido. Lo peor fue una denuncia penal, un juicio que tuvimos que afrontar contra el Ministerio de Cultura. - Qué locura, casi en el año 2000 y las cosas que había que bancarse. - Claro, fue en el 98. Pero fíjate vos que ahora, catorce o quince años después, en los festejos del Bicentenario de Uruguay nos pidieron explícitamente que la toquemos (risas). - Está bueno eso, ¿lo tomaron como una reivindicación hacia ustedes? - Y sí, aparte la cuestión es que yo creo que tiene un valor artístico innega-

ble, porque si no hubiera muerto con el paso del tiempo. Más allá de que piden canciones nuevas, sobre todo en Uruguay, siempre piden que cantemos ese tema. Sigue vivo hasta el día de hoy. - ¿No les pasó algo similar con otras letras? Porque hay varias que son jodidas y polémicas. “Cristo te odia” o “El putón de barrio”, por ejemplo. - Hubo muchas de las que la gente se quejaba. Creo que nos salvó, por así decirlo, que no éramos un grupo tan masivo. Si letras como las de ese momento las metemos en nuestro próximo disco, seguro que se va a armar quilombo (risas). Es porque va a tener más repercusión, pero también porque el mundo se ha vuelto más políticamente correcto, capaz que hay gente más susceptible que antes. - En la actualidad tienen una estructura profesional a nivel sonido y logística. Pero en otras épocas, ¿el estilo de la banda pasaba por la desfachatez, por cómo se subían al escenario, por ser “poco serios”? - Tal cual. Era así. - ¿Ustedes desde cuando vienen a tocar a la Argentina? - Tocando venimos desde los noventa. Lugares para cien personas. De a poquito íbamos metiendo. - ¿Con quién compartían fechas? - No, con nadie, sólo nosotros. - ¿Nunca tuvieron, digamos, una gamba local? - No, arrancamos nosotros solos, en lugares under, under. Veíamos que venía creciendo pero muy poquito, la verdad. Realmente el primer show grande, grande, que hicimos fue cuando salió

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Raro, que fue en La Trastienda. - ¿Hicieron una fuerte campaña de prensa para dar ese salto? - Sí, pasa que fue nuestro primer disco que se editaba en Argentina. También lo loco de Raro fue que la primera persona que lo escuchó fue el presidente de EMI España. Ni siquiera acá en Argentina (risas). Lo editó EMI en España al disco, después en México y recién después llegó a Argentina. Y de ahí en más, lo que pasó fue increíble. EMI Argentina manejó un poco la parte de prensa y nos dimos cuenta que multiplicamos por ocho la gente que nos estaba yendo a ver antes del disco. Había una base de gente pero ese disco nos catapultó. - ¿Esa gente sigue yendo a los shows? ¿Tienen alguna relación con ustedes? - Sí, el otro día tocamos en Haedo y cayó gente de las primeras épocas, muy buena onda. Está buenísimo, ver que vayan tantos jóvenes, y esa gente sigue ahí. - Bandas como La Vela, No Te Va Gustar, ¿eran público del Cuarteto en los ochenta o noventa? Porque no son de la misma camada. - Sí, ellos son gente más joven, pero, paradójicamente, aprendimos nosotros de ellos a laburar. Como que veíamos que eran pibes que creían que iban a poder vivir de la música, y la verdad que se rompieron el lomo como nosotros, en los noventa, de a poquito. Pero por más que eran un grupo que recién comenzaba, ya tenían su iluminador, su sonidista, un show bien armado. De hecho el primer disco de NTVG lo produjo Juan Campodónico. Es como que ahí nosotros cambiamos el panorama, manejarnos de otra forma. - ¿Alguna vez te comentaron si eran público del Cuarteto? - No, pero el Enano (Teysera) me contó que “Será sólo un rumor”, vieja canción, siempre la cantaba en los fogones (risas). - En Argentina quizás no se conocen mucho bandas como Trotsky Vengarán o Hereford, y se asocia al rock uruguayo con los toques murgueros rioplatenses que le dan La Vela o NTVG. ¿Nunca se te ocurrió coquetear con el candombe? ¿Te gusta? - El candombe a mí me gusta como carnaval, pero nunca le encontré la for-

ma de meterlo en una canción que lo amerite. Pero no está descartado. - ¿Tenés alguna relación con las murgas? - No. Me gustaban mucho las murgas de fines de los ochenta, esas que estaban buenas. Pero después me alejé un poco, por cuestión de tiempo y también de gusto.

“Entre el 94 y el 95 recorrimos todo Uruguay, los 19 departamentos. Infraestructuras mínimas, lugares de cumbia, rock, cines, todo junto (risas).”

- A partir de Cortamambo (2000) o de El Cuarteto de Nos (2004), hubo un cambio de sonido. ¿Tuvo que ver Juan Campodónico en eso? - Tuvo mucho que ver Juan. En realidad, tuvieron que ver muchas cosas. Una es eso que marcás, porque por suerte transcurrimos un camino con esa desfachatez, donde hicimos lo que se nos cantó, lo que queríamos hacer. Y en un momento nos dimos cuenta de que ya habíamos hecho todo, ese camino estaba ya súper recorrido, ¿no? Y llegó un momento en que yo ya tenía ganas de dar una vuelta de tuerca, de ese tipo de letras, sobre todo. Yo sabía que las canciones que estaban ya estaban, y estaban muy bien. Pero me sentía como al límite de mis posibilidades compositivas. Como que sabía que en ese sentido no iba a poder hacer una canción mejor, por decirte algo. Entonces como que me pintó darle una vuelta y ahí fue cuando salió “Yendo a la casa de Damián” o “Ya no sé qué hacer conmigo”,

que fueron las canciones que marcaron el inicio de una nueva etapa. Y Juan, en ese momento apareció como productor. Nosotros nos habíamos autoproducido hasta Cortamambo, en el 2000. En 2004, con El Cuarteto de Nos, fue como una especie de experimentación con él, con viejos éxitos. - Un disco de transición entre lo que venían haciendo y lo que querían hacer. - Claro. Y hasta ahora seguimos con él, nos produjo los últimos cuatro discos. - ¿Y con Raro qué pasó? ¿Creés que confluyó todo, letras, producción musical? ¿Se alinearon los astros? - Sí, se alinearon los astros, tal cual. Porque, te digo más, nosotros creíamos que el disco anterior que hicimos con él era el que iba a pegar, que podía trascender fuera de nuestras fronteras, y nada que ver. Y Raro lo pensamos al revés, hicimos un disco que artísticamente nos gustaban mucho pero tenía canciones que decías: “a la mierda, cinco minutos, muy complicado”. Y con el diario del lunes te puedo decir que fue un hitazo, pero antes lo veía muy arriesgado, ¿viste? - Las letras y el estilo de composición formaron parte del cambio que vos planteabas. ¿Estas cómodo actualmente componiendo así o seguís haciéndolo porque funciona? - Lo de la rima siempre me gustó. Es más, hay viejas canciones del Cuarteto, de fines de los ochenta, que son medio hiphoperas. No están tan elaboradas como las de ahora, pero siempre me gustó. Capaz que antes hacía una canción en dos días y ahora capaz que la hago en dos meses (risas). Hoy en día es con lo que estoy cómodo y es lo que honestamente siento que tengo ganas de transmitir. No me sentiría honesto conmigo mismo haciendo otro tipo de letras o que me resbalen en lo emocional. Hoy veo la conexión emocional con la gente y es increíble. - Este cambio y el desembarco fuerte en Argentina, a ustedes les cambió la vida y el día a día. ¿Cómo tomó el público uruguayo esta explosión en nuestro país? - Yo creo que bien, aunque a veces reniegan un poco de todo eso. Se enojan que nos nominen a los Gardel si somos uruguayos, por ejemplo (risas).

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Pero el Cuarteto tiene algo especial con el público. No sé si será la cantidad de años o qué, pero yo siento como que la banda es una institución artística en Uruguay. Una institución querida, ¿no? - ¿La explosión en Argentina les sumó público allá también? - Lo que pasa es que Raro funcionó en todos lados. Si no pegaba en Argentina, en Uruguay hubiera pasado lo mismo. Hablo de nuestro caso porque ya nos conocían de antes. Quizás una banda nueva, si pega en Argentina, posiblemente pegue mucho más en Uruguay, ¿me entendés? - Se notó en Salta un gran cambio respecto al primer show que dieron dos años atrás. Esta vez estaba permitido el ingreso de menores y fue mayor la concurrencia. - Y sí, en los lugares donde no pueden entrar menores se nota en el número de gente que va. A mí me sigue sorprendiendo eso. - En pleno éxito, después de Raro, graban Bipolar con Riki, pero nunca llegó a tocarlo en vivo. ¿Por qué se fue tu hermano de la banda? - Fueron un montón de cosas. Una era que Raro nos cambió la vida, nos alejó de casa mucho tiempo. Y en las giras, que fuimos mucho a México, Venezuela, mismo acá en Argentina, las primeras giras la verdad es que íbamos a empatar. Era inversión de tiempo, ir y tocar, pero mover a la banda eran miles de dólares de un lado a otro. Riki en ese momento tenía a las nenas chiquitas y le pegaba distinto que a todos nosotros estar fuera de casa, ¿viste? Eso era una causa. Después, la otra cosa fue que no estaba muy conforme con el nuevo estilo, con las canciones de Bipolar, no era el estilo de él. - Si bien Bipolar fue una continuidad de Raro, a la vez cambió un poco.

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- Sí, cambió un poco y a él no le gustaba tanto. Y bueno, tomó esa decisión. - Pero la relación es buena. - Sí, claro, ¡es mi hermano! - ¿Suele ir a verlos en vivo? - No tanto, de vez en cuando se da una vuelta. Pero está todo bien.

“La primera persona que escuchó Raro fue el presidente de EMI España. Se editó en España, en México y recién después llegó a Argentina. De ahí en más, lo que pasó fue increíble.” - Y ustedes, ¿llegaron a saturarse un poco de este éxito, de las largas giras? - En mi caso no. Obviamente que es complicado estar fuera de casa tanto tiempo, pero el apoyo de la familia es total y no se siente tanto. A mí no me pegó de esa manera. - En 2004 grabaron un disco con algunas reversiones pero, ¿por qué incluyeron “Me amo” en Bipolar? - En realidad fue muy curioso. Cuando estaba casi listo el disco, Juan me planteó que le estaba faltando una balada y me pidió que componga algo

así. Y yo la verdad que estaba en otra sintonía, viste que Bipolar no va por ese lado. Así que un día se me ocurrió reversionar ese tema en código balada y gustó. Esa es la historia de uno de los temas más escuchados del disco (risas). - En Porfiado hay temas que son muy densos, oscuros. “Cuando sea grande”, “Buen día Benito” o “Todos pasan por mi rancho” son ejemplos que contrastan con el público juvenil que sigue a la banda. ¿Son temáticas que viviste o armás un personaje para contar ese tipo de cosas? - No, siempre trato de escribir desde experiencias vividas. “Cuando sea grande” habla de cuando uno conoce a sus padres como personas y no como padres. Ojo, yo tuve una infancia muy buena, ningún problema. Pero viste que a veces no es la misma perspectiva ver a los padres como personas más allá de esa relación. - Se nota mucho sentimiento, estas muy conectado con esos temas en vivo. - Sí, por ese lado viene la cosa para el próximo disco, ese tipo de temas. Es donde más me siento cómodo y voy a seguir por ese camino. - ¿Tienen plazos para sacar el próximo disco? - No, de hecho no soy de respetar un tiempo y decir “en dos meses hago tres temas”. Y tampoco puedo hacerlo si estamos girando constantemente. Así que seguramente hacia fin de año paremos un poco para componer y terminar el disco, que la idea es sacarlo en 2014. - ¿Crees que Bipolar mejoró el éxito de Raro o todo se mantuvo por inercia? - No, yo creo que Raro nos posicionó en varios lugares, pero Bipolar estuvo a la altura. Si no hubiéramos ido barranca abajo (risas).


Por Matías Hessling

ESPERANDO EL MILAGRO Cultura rock y política en una provincia donde todo importa un pingo.

I

Con ellos sí se reúnen. El intendente Isa y el gobernador Urtubey posan con Fito Páez, Palito Ortega y Juan José Vasconcellos, de Los Huayra.

magínense una ciudad donde prima el folclore, la cumbia y el pop melódico en todas sus formas y variantes; y donde diferentes grupos de outsiders (respecto a la cultura musical local) demandan, exigen, imploran (hace mucho tiempo ya) que el estado sostenga y desarrolle una “movida” cultural afines a sus preferencias por el rock. Pero estos outsiders se fragmentan, se pelean, se bardean por diferencias de estilo y “competencias” artístico musicales, y ni siquiera están dispuestos a pagar el precio módico de una entrada para asistir a un evento de rock local. Un brevísimo resumen de la situación local de lo que conocemos como “cultura rock” en Salta. Cómo para tener una dimensión del lugar de lo “alternativo” en Salta podemos decir que casi quince años después de que apareciesen los primeros adolescentes skaters en la ciudad, a fuerza de influencias foráneas y MTV, la televisión masiva local empezó a retratar y clasificar de “tribus urbanas” las expre-

siones artísticas culturales diferentes a las costumbres habituales de los lugareños: poncho, cumbia, misa; y a tomarlo como algo que puede ser masivo y popular. Lo popular como cultura, en su sentido más amplio, se refiere a una serie de géneros culturales que tienen un gran atractivo y que generalmente son distribuidos a grandes audiencias a través de una industria cultural. A modo de panorama situacional podemos decir que Salta carece de industrias culturales, o están en un periodo incipiente de desarrollo a lo siglo XVIII, tratando de reemplazar la producción manual y artesanal por algo más manufacturado. Vale aclarar que, por economía del sentido, hay que anclar a todas las expresiones artístico culturales alternativas respecto de las costumbres históricamente instaladas en los grupos sociales salteños en los términos de “cultura rock” (como lo viene haciendo esta revista), cultura tan masiva y popular en Argentina que hasta puede ser

parodiada en la Televisión Pública por un “outsider humorístico”, e incluida en las políticas culturales (ya sea promoviendo el desarrollo de productos, financiado artistas, generando difusores culturales) de un peronismo del siglo XXI que no reniega ni bastardea las prácticas asociadas a esta cultura (como el consumo de sustancias) y la incluye a la par de propuestas culturales más tradicionales como el folclore, la música tropical latina, el tango, incluso más instalada que el jazz o la música clásica; como para hacer referencia a unas cuantas propuestas. Cada una de estas manifestaciones artísticas tiene su correlato en cuestiones de clase, consumos, pertenencias ideológicas y prácticas identitarias. Un habitante cualquiera, medianamente interiorizado sobre asuntos políticos contemporáneos, podría realizar el lógico razonamiento de que si el estado provincial es gobernado por grupos afines al gobierno nacional y a sus propuestas políticas, en Salta deberían

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sucederse políticas públicas culturales afines a lo que desde el discurso oficial cultural se busca instalar: ninguna expresión cultural queda afuera del desarrollo cultural argentino, es decir, toda manifestación artística es plausible de ser promovida por políticas de estado. Obvio hay excepciones. Es difícil que Jorge Coscia, Secretario de Cultura de la Nación, ahora instalado en la Villa 21, vaya a financiar algún grupo de rock neonazi. Este habitante tipo, que no conoce un poco el paño local, podría observar que en Salta el estado financia manifestaciones relativas a la cultura rock, siempre y cuando, no moleste cuestionando sus bases ideológicas; políticas locales muy distintas al populismo nacional neoprogresista de estos últimos diez años. Salta fue gobernada durante doce años por una administración neoliberal y represiva, con una propuesta cultural modernista e institucionalista, de carácter elitista. Durante este periodo se crean el Ballet de la Provincia, la Orquesta Sinfónica, los Museos Artísticos reservados para artistas de trayectorias ideológicamente afines al gobierno; todos espacios barnizados con el color turismo. La cumbia y sus prácticas quedaron ancladas en las clases populares, y las manifestaciones clasemedistas alternativas fueron cercenadas una y otra vez. Su máxima expresión fue la cancelación del festival Quilmes Rock programado para el verano de 2006, suspensión plasmada en una resolución de la Secretaria de Seguridad con argumentos relacionados a la preservación de la integridad de los asistentes (post Cromañón), pero justificada explícitamente por funcionarios en las declaraciones vertidas por el entonces líder de Bersuit Vergarabat, Gustavo Cordera, contra el gobernador salteño Juan Carlos Romero; principalmente por su política de desplazamiento de comunidades originarias por los desmontes para la plantación de soja. Los funcionarios del gobernador se encargaron personalmente de difundir ampliamente el mensaje de que los recitales de rock “son espacios que fomentan la violencia y el consumo de droga”. Como se trataba de un evento organizado por empresas ajenas a la provincia, la cancelación del show repercutió rápidamente en medios nacionales bajo el título de “censura en Salta”. Lo que se cancelaba no era un evento pequeño, menor, ni exclusivo, se trataba de un show masivo, más allá de las pertenencias y afinidades locales por esta expresión cultural, con contenido político (no hablamos de lo partidario). Meses después se realizaría sin problemas el Personal Fest, otro evento con un cacho de rock, un rock light, preocupado por el amor, pasarla bien y el medio ambiente. Contenidos que el gobierno de Juan Manuel Urtubey mantendría como eje para la contra-

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tación de artistas locales para eventos masivos y populares. Las reiteradas críticas desde diferentes sectores al gobierno de Romero por la censura al rock de tinte político provocaron una reacción en el entonces Ministro de Gobierno provincial quien convocó a referentes relacionados “al palo local” (¿una suerte de caciques?) del rock para explicar “lo acontecido” y que estos repliquen en sus tribus las sentidas disculpas y propongan un evento que redima de la censura al gobierno. Así se organizó el primer recital de Las Manos de Filippi en Salta, autores del mítico tema “Sr. Cobranza”, difundido por Bersuit y temido por los políticos de la década menemista. Fue un show más pequeño, gratuito y absolutamente custodiado por la policía. Las tribus rockeras pecaron de inocentes asistiendo a este show alla caballo de Troya, ya que la policía romerista registró cada movimiento e identificó a los fumones del momento, desplegando estrategias de inteligencia que permitieron reprimir de alguna manera a los “contestatarios locales”, así como se reprimió a docentes, trabajadores de la salud, medios de comunicación y a todo aquel que osó durante los doce años de gobierno oponerse públicamente al discurso oficial de modernidad y progreso neoliberal de la provincia.

La esperanza de una realidad cultural salteña diversa sigue siendo una fantasía de mentes adolescentes caprichosas ancladas en un individualismo residual de la mentalidad globalizada ansiosa por pegar un hit. En 2007, la provincia cambia de gobernador, pero no de funcionarios políticos. Siguen los romeristas de siempre pero aggiornados con el discurso populista del arrimado Juan Manuel Urtubey al gobierno nacional. Con esta administración llegaría el impulso definitivo al neofolclorismo, una movida asociada a la clase social que representaba el nuevo (y actual) mandatario. Se mantuvo la preeminencia de lo turístico en las políticas culturales y se le dio continuidad al institucionalismo elitista modernizante iniciado en el periodo romerista. Sin embargo se dio un giro en materia de eventos culturales apoyan-

do desde el estado provincial eventos masivos de tinte populistas, siguiendo el modelo nacional de mega recitales callejeros y gratuitos, pero éstos plagados de contenido acrítico dirigido a un público condescendiente con los festivales lights. Así se consolidó la presencia de un elenco estable de bandas, grupos y solistas que son contratados por un cachet fijo y una cotización atada a sueldos municipales y provinciales de muchos de los artistas que empezaron cantando y tocando por hobby y que hoy son figuras centrales de los escenarios oficiales. Con la llegada de Urtubey al gobierno provincial, y el desplazamiento de la persecución y represión social al interior de la provincia, donde poco y nada se ve, un grupo de músicos se animó a pechar por espacios oficiales logrando que la Casa de la Cultura (sede del área cultural gubernamental) ceda tiempo de uso de sus escenarios y salas para que artistas independientes puedan mostrar sus propuestas a módicos precios y la mayoría de las veces con público escaso (dependiendo del conocimiento que los habitantes locales tengan de los grupos); en un espacio oficial donde nunca antes había sonado punk o neogrunge made in Salta. Sonidos rasposos y agitadores para el público de un espacio habituado a los arreglos de violines y voces corales. Músicos Independientes Asociados de Salta (MIAS) consiguió desde la militancia cultural acceder a un espacio que estuvo vedado a las nuevas propuestas salteñas, a modo de compensación estatal por la escases de lugares para la presentación de sus producciones y al recurrente maltrato y explotación empresarial del circuito más comercial de la ciudad: el Corredor Balcarce. Esta suerte de movida contra hegemónica tiene sus bemoles, principalmente la referida al trabajo colectivo, una práctica extraña para la idiosincrasia local, que en boca de sus propios impulsores resulta ardua y tediosa cuando la gestión cultural implica que la tarea recaiga solo en dos o tres militantes y los beneficios se distribuyan a todos los integrantes de la organización. En este mismo periodo, que tomando las afirmaciones de muchos sectores parecía un retorno a la democracia, se desarrolló un circuito cultural artiesnob-pop, una rareza local, con pequeños centros culturales (la mayoría ya extintos) en los que se mezclaban propuestas emergentes locales afines a la música de base electrónica y presentaciones de artistas de otras provincias y de la capital argentina que atraen al nuevo público salteño atravesado por la estética indie angloeuropea. Sectores de clases medias con acceso a las redes sociales y al consumo de propuestas acordes al siglo XXI. Una palermización salteña, un emergente noventoso


en la primera década del nuevo milenio en Salta. Si bien se amplían los difusores culturales, con espacios en los que conviven las propuestas locales que tienen acceso a esos reductos y las producciones de afuera de la provincia, el circuito sigue siendo lo suficientemente reducido como para no desarrollar un mercado, como así tampoco industrias culturales. Radios con cultura rock que proponen acciones de inclusión y difusión local intentan configurar una movida local cuyo mayores logros son la emergencia de bandas con el suficiente carisma como para convocar a un público poco acostumbrado a pagar por producciones salteñas. Los contactos y amistades, una cuestión generacional quizás, entre funcionarios municipales y provinciales e impulsores de expresiones culturales no tradicionales en la ciudad permitió que el estado apoye de forma exigua iniciativas que son tomadas como inofensivas para el nuevo discurso político imperante. La preeminencia de la perspectiva turística en las políticas culturales, en continuidad con el gobierno romerista, habilitó a que los gestores (autodenominados productores) y sus agencias (autodenominadas productoras) concentraran un negocio cultural de realización de eventos financiados por el estado provincial protagonizados por artistas de relevancia nacional e internacional. La contratación de una agencia por parte del estado provincial para la realización de estos shows permite que el estado se desentienda de la tercerización técnica, las condiciones de contratación de los trabajadores, y de los ingresos netos por entrada a los shows, que ¡oh casualidad!, los salteños sí están dispuestos a pagar. Una banda de afuera garpa más que unos pibes locales jugando a hacer rock. Para el gobierno provincial se trata de una inversión publicitaria con bajos costos políticos, por el contenido ideológico que proponen los artistas en cuestión, permitiendo el regodeo en su apoyo a las propuestas “alternativas”. Y al mismo tiempo, para “los productores”, el manejo de un negocio redondo hiperconcentrado en pocas manos. Por supuesto que esta oferta cultural está orientada a un consumo de clases medias y altas de la ciudad. Los eventos con presencias nacionales tienen un valor de entrada entre 100 y 200 pesos; los locales entre 50 y 80, pero estos últimos tienen más dificultades para su venta. La “curiosa” y neoliberal forma de generar trabajo de un estado “peronista” en el rubro cultural también tiene su cuota de cinismo. La cartera de cultura “convoca” a artistas registrados en su base de datos para llenar las grillas de presentaciones y programaciones de eventos menores en el interior de la

provincia, pagando magros honorarios que no permiten la profesionalización de los recursos humanos locales. En Salta la costumbre artística en todos sus sectores, privados, públicos y sociales es: “hacerlo de onda”. Si tuviésemos que ser taxativos respecto al lugar de la música en Salta basta con observar el estado de la Escuela de Música Provincial, una casa en ruinas quedada en el inicio de los tiempos tanto en sus formas como en el contenido que se transmite. El estado tiene herramientas para la profesionalización de la cultura, pero los artistas sobreviven dando clases particulares a nuevos artistas que no tienen asegurado un lugar en el desarrollo cultural salteño, a menos que sean hijos de, tengan un amigo en, pertenezcan a una familia acomodada, o se dediquen a los repertorios tradicionales, afines a la idiosincrasia cultural local. Son bajas las probabilidades de que su vida como artista de cultura rock sea rentable. Sin embargo, las recetas económicas heterodoxas mandan que el estado debe intervenir para desarrollar industrias, y la cultural es una de ellas.

El primer recital de Las Manos de Filippi en Salta fue un caballo de Troya donde la policía romerista identificó a los fumonesdel momento, desplegando estrategias que permitieron reprimir los “contestatarios locales”. En la provincia vivimos tiempo de elecciones, y siempre es bueno reflexionar sobre las decisiones políticas de los representantes, que siempre inciden en nuestra cotidianidad. Si bien es constatable que hubo un crecimiento en la oferta cultural local, la cultura no aparece como propuesta en ninguno de los candidatos, y el rock ya ni siquiera aparece en los discursos como ese sujeto del mal que acosa a nuestros jóvenes y adolescentes. En Salta la oferta crece, porque la población ha crecido, somos más los que habitamos el Valle de Lerma, los ejidos urbanos del área metropolitana y las ciudades del interior. Pero las ofertas no perduran en el tiempo, hay excepciones, tal vez esta revista sea una de ellas. Habría que meterse a analizar el negocio que ella implica pero ese es otro cantar.

Hoy parece que el gobierno no está muy preocupado por el discurso político de las bandas siempre y cuando no sean locales, y apuesta a los artistas nativos siempre y cuando convoquen público y rindan políticamente. Los empresarios locales apuestan como siempre al negocio rentable, y lo local tiene sus pesos a favor, entonces las carteleras privadas repiten figuritas convocantes o apuestan a lo seguro: cumbia y folclore; clases populares masivas y turismo, respectivamente. Los músicos independientes ideológicamente comunitaristas se organizan apostando a la autogestión, y las propuestas indie pop invierten plata de sus bolsillos (o del de sus progenitores) para financiarse el desarrollo artístico. Pero todos esperan un milagro, que el estado provincial los incluya como parte de una política de desarrollo. Ahora, la pregunta es si el estado es el que debe hacer esa apuesta y por qué debería hacerlo. Sobre todo teniendo en cuenta que los músicos locales se manejan en circuitos cerrados, con su ego como vector de impulso y ni siquiera ellos pagan una entrada para el show de un colega; las radios del palo escasamente difunden producciones salteñas, y los fondos estatales que se ponen a concurso son escasos y la competencia es feroz. El milagro de un estado atento al desarrollo cultural de sus contribuyentes es ejecutado por personas con determinadas características ideológicas que hagan posible la inversión pública en producciones artísticas alternativas a las tradicionales, no es potestad de ningún santo patrono. Ni uno solo de los actores interesados en esta problemática consultados para este artículo hizo referencia a la apuesta política, a la facultad del soberano para promover un representante político que dispute los intereses del sector, que hoy podemos decir, no es tan pequeño como años ha, pero que necesita de un mercado de producción y consumo desarrollado para profesionalizar a los artistas, y al circuito de cultura rock, y necesita de políticos que estén dispuestos a tomar el riesgo electoral de apostar a la base conceptual de la cultura rock: la critica a un estado de las cosas. La esperanza de una realidad cultural salteña diversa sigue siendo una fantasía de mentes adolescentes caprichosas ancladas en un individualismo residual de la mentalidad globalizada ansiosa por pegar un hit. ¿Quién será la nueva figura del elenco estable de artistas locales financiados con recursos estatales? ¿Quién será la banda local que aparezca en la próxima tapa de esta revista? No lo sabemos, y poco importa, si después de todo la actitud del público salteño respecto al desarrollo de una industrial cultura alternativa sigue siendo “me importa un pingo”.

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Por Federico Anzardi

Década ganada Pampa Yakuza editó un compilado con las mejores canciones de sus primeros diez años. El guitarrista Luciano Katz opina sobre la evolución del grupo, el significado del éxito y explica cómo se hace para salir en 678 y en Clarín al mismo tiempo.

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ampa Cadabra es el más reciente lanzamiento de Pampa Yakuza, el grupo liderado por el cantante Hernán Saravia, que hace más de diez años viene creciendo en la escena argentina. Con su mezcla de folclore, reggae, rock, ska y alguna vez hasta cuarteto, Pampa se ubica como un producto típico de la época. Un grupo independiente que viene conquistando ciudades y provincias con esfuerzo y shows constantes. Unas horas antes de ir a Vorterix a presentar el video de “En vida” (otra cosa muy de estos años: ir a una radio a mostrar imágenes), el guitarrista Luciano Katz habló de la nueva etapa del grupo, de sus letras, de la distancia entre músicos que crecen y un público que se mantiene en edad y sobre la postura política que Pampa Yakuza adopta como propia. - ¿Por qué lanzar un disco compilado con tres canciones nuevas y no un álbum completamente inédito? - Hace seis meses empezamos a labu-

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rar con Media Music. En ese momento empezamos a trabajar con iTunes. La idea fue sacar en iTunes las canciones de la banda. Relanzar en internet al grupo. Después salió la idea de hacerlo físico, sacar un disco, y nosotros les dijimos “bueno, pero pongamos temas nuevos”, porque si no pasa lo que te pareció a vos: es raro. Una banda que viene sacando discos y de golpe sale un relanzamiento de los diez años. La idea era justamente ésa: que ellos saquen el disco y empiecen a trabajar a la banda aprovechando todo el material. - ¿Y están notando alguna buena repercusión? ¿Piensan que fue una buena decisión? - Sí, el disco en sí se remezcló, se remasterizó. El audio se mejoró. Se nota en las canciones viejas esa diferencia. Y la banda todo el tiempo está trabajando, creciendo y llegando a más público. Trabajar con una productora como Media Music es como trabajar con cualquiera: es un proceso. Uno nunca va a ver en dos meses una repercusión.

Sí es un proceso de laburo: sacamos el disco, ahora sacamos el primer video. El próximo material será un disco de canciones nuevas. Ahí se verán otras cosas. La idea de la banda siempre es trabajar y encontrar lo que vamos necesitando. Nosotros somos una banda independiente y trabajando con Media Music sigue habiendo una independencia, porque el laburo siempre parte de la banda. Tampoco esperamos que nos cambie, sino que nos ayude a llegar a lugares donde nosotros no podemos. Como por ejemplo, iTunes. - ¿Descargaste algo de iTunes alguna vez? - No, pero hay un público que sí lo hace. Creo que es más a nivel internacional. Nos pasó con varias productoras que laburamos, que intentamos que nos den algo que nosotros no vamos a poder tener siendo independientes. Como independientes tenemos un techo. Ese laburo intentamos que ellos lo hagan. También nos estamos conociendo. Ellos vinieron, se presentaron, se inte-


resaron por la banda y estamos probando. Es un equipo de laburo. Intentamos agrandar el equipo, más que darle la posibilidad de que nosotros seamos su producto, que no lo somos. Nosotros somos nuestro producto y con eso nos sentamos a dialogar. - No ceden decisiones artísticas. - También, si pueden proponer algo y que a nosotros nos cope, obviamente. Pero no van a inventarnos como producto porque somos una banda que tiene once años. Esa cosa de que trabajar con una discográfica te salva la vida tampoco es real. - Y, a esta altura... - Y tampoco creo que a ninguna altura. La discográfica trabaja con un producto y el producto sale de la banda. Salvo que sea algo inventado. Pero eso tiene que ver más con lo televisivo. Con los productos armados para exportar. No es el caso. No nos dijeron “che, hagan un carnavalito”. Ya lo veníamos haciendo. Se acercaron porque les gusta lo que hacemos. - Ustedes están encasillados como una banda que habla mucho de la realidad. ¿Hasta cuándo se le puede cantar a la realidad sin volverse repetitivo? - La realidad es la realidad. El país hoy no está como hace diez años y uno no es el mismo. Uno va creciendo y contando las cosas al modo que lo vive en ese momento. Y siempre tenés algo para decir. El arte es un poco eso: expresar con palabras, con dibujos, con lo que sea, lo que uno va sintiendo. Si te detenés en la realidad social, política, cultural, emocional, es decisión de cada artista. Nosotros, con once años, no somos los mismos. Además cada uno se va metiendo. Empecé a escribir yo, alguno más tira una idea. Ese pluralismo hace las cosas más dinámicas. Igual, Hernán tiene una forma de escribir en la que todos confiamos y a veces se sitúa en la realidad social, a veces en la realidad política, otras en su realidad emocional. Pampa tiene un poco de todo. - No son los mismos que hace diez años. Tienen un público joven, en general. Pero ustedes cada vez son menos jóvenes. ¿No se empieza a sentir una brecha entre el público y la banda, a medida que pasa el tiempo? - Yo tengo 33 años. La mayoría del público tiene entre 18 y 24. Pero hay un público más grande. Hay gente que nos viene a ver hace un montón y crece con nosotros. El más grande de la banda tiene cuarenta, seguramente lo sienta más que otros. Lidiar con gente más chica también te hace sentir chico a vos. Por eso el rockero es un joven eterno. Ves a los Bersuit, que tienen más de cincuenta, y parecen pibes. Después, es como cada uno lo viva. Si a vos te trauma, y bueno. A mí no me trauma. - Pero quizás no te trauma, sino

que simplemente te das cuenta de que hay cosas que ya no te representan tanto. - Sí, lo que pasa es que al ser más grande te empiezan a respetar más. Te creen más. Te escuchan de otra manera. No es lo mismo cantarle a uno de 18 teniendo 18 años, que teniendo 35. Seguramente vas a saber más y viviste el proceso de la vida. Por eso también hay que estar preparado, porque uno termina siendo un referente. De repente te ven y te sienten como referente. Sienten tus letras como ideas a seguir. Entonces hay que estar preparado para eso. No es para cualquiera el éxito. No es fácil sostenerlo. No hay que asustarse. Hay bandas que llegan más rápido a lo que se llama el éxito comercial. Y nosotros no estamos en ese lugar. Nuestro crecimiento siempre fue paulatino, y eso te prepara para que si en algún momento el éxito llega, no te asustes. Porque no va a llegar de repente, uno se va preparando para ese momento. Para nosotros no llegó y no sé qué pasará cuando llegue. Y tampoco sé bien qué significa que llegue. Porque para mí el éxito llegó cuando entré a la banda, cuando pude decir “dejo mi laburo para dedicarme a la música”.

“No somos una banda que se sitúa en la oposición, pero tampoco salimos a tocar con la bandera de La Cámpora. Somos músicos que intentamos hacer llegar nuestras canciones a la gente.” - Ustedes no están encasillados bajo ninguna bandera partidaria. Sin embargo, encajan muy bien como banda nac&pop: un perfil progre, típico de estos años, políticamente correcto, que es lo que le gusta a cierta parte del oficialismo. ¿Alguna vez los intentaron agarrar desde ese lado? - ¿Conocés a alguna banda que sí? - No, porque no conozco los procesos internos de cada banda. - Nosotros nos vamos moviendo donde hay lugar. - Hablando propiamente del gobierno, hay bandas que suenan mucho en sus programas. - Bueno, nosotros sonamos en informes de 678. Hemos tocado en 678, en Duro de Domar. Pero siempre digo lo mismo: el mismo día que tocamos en 678, salimos en la tapa del Sí, de Clarín. Nosotros somos una banda que busca el lugar para expresarse. Y hoy

en día, los lugares donde hay espacio para bandas son 678, Duro de Domar, Pura Química y no muchos más lugares. Hay una sugestión que tiene que ver con el oficialismo, el gobierno y lo demás, pero uno ve el abanico y se sitúa en un ala. - ¿Pero irías a tocar al programa de Tenembaum en TN? - No, porque no es un espacio que represente a la banda. Así como tampoco iríamos a un acto militar. Vamos haciendo: “che, salió 678, ¿vamos?”, “salió TyC Sports, ¿vamos?”. Y hemos dicho que no a ciertos lugares. Hay programas que tienen que ver con esa banalización de la noticia, que dijimos que no. - Claro, te lo preguntaba por sentir que esos programas partidarios utilizan a las bandas. Uno dice “bueno, voy a tocar ahí, ¿pero después no quedo estigmatizado? ¿No me van a usar?” - La utilización es mutua. - ¿Sí? - Obvio. Ellos nos usan a nosotros y nosotros los usamos a ellos. De eso se trata la discusión, usar su espacio para difundir nuestra música. Obviamente, no estamos en contra. No somos una banda que se sitúa en la oposición al gobierno, pero tampoco salimos a tocar con la bandera de La Cámpora. Ninguno es activista político, somos músicos que intentamos hacer llegar nuestras canciones a la mayor cantidad de gente. Y estamos abiertos a ir a cualquier espacio que esté dispuesto a apoyar a la banda. - Ustedes eran adolescentes en los noventa. Vienen de esa cosa de no creer en nadie de la política. - En nadie. Cuando arranca este gobierno, yo dije “no lo puedo creer, el rock era estar en contra”. Y de repente estaban todos a favor, ¿qué pasa? Yo no estoy situado en ninguna bandera, obviamente tengo opiniones, pero tampoco estoy pensando todo el tiempo en política. No somos una banda que se ponga a discutir políticamente. De hecho, en 678, cuando fuimos, tampoco fue muy cómodo que Hernán se sentara a hablar ahí. Porque Hernán es una voz de la banda, no es la voz de todos. Ese momento fue raro, porque de repente nos volvimos una banda política, que no lo es. Pero era la pauta del programa: te sentás a hablar ahí. En ese momento hubo mensajes en las redes sociales diciendo que éramos una banda K. Nadie dijo que éramos de la oposición cuando salimos en Clarín. La política siempre es una sugestión, donde la gente vibra raro. Más en este momento en que sos o no sos. Y en ese lugar no me gusta meterme, porque yo no soy ni dejo de ser. La política tiene esa cosa de efervescencia que no está buena de ninguno de los dos lados. Cuando es todo negativo o cuando es todo positivo.

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Cultura Al Aire Libre

Con Cultura Profética como número principal, nace un nuevo festival en Salta. Una jornada al aire libre que incluirá reggae, rock, hip hop, juegos y comidas. El domingo 3 de noviembre se llevará a cabo la primera edición del festival Cultura ArteNativa. Será en el Club Esperanza (San Lorenzo, Salta). El evento busca fomentar la cultura alternativa en espacios verdes de nuestra ciudad y alrededores. En este año inicial se dará un importante lugar a los artistas regionales. La organización armará un predio con dos escenarios al aire libre, que adornarán una jornada artística de doce horas. También habrá puestos de comida vegetariana, parrilla, barra con bebidas y DJ amenizando la jornada entre banda y banda. Para esta primera edición, Cultura ArteNativa contará con la actuación estelar de Cultura Profética. La banda boricua es actualmente la más importante del reggae en español. Llegará en el marco de su gira Viva la Cultura Tour, que visitará también Buenos Aires y Rosario, además de diferentes países de Latinoamérica y Europa. Por tal motivo, se espera público de todo el NOA, el NEA, Córdoba, Cuyo, Chile y Bolivia. La grilla, además de Cultura Profética,

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estará integrada por La Yugular Reggae (Jujuy), Valores Reggae (Tucumán), Nava Rasa (Santiago del Estero), El Doble A (Bolivia), y los locales La Wanaka Sound System, The Klan, Sangre Crew, Cachetada de Loco, El Pity P, Grupo Destierro, La Puya, el Grupo de Tinkus Sllajuas, el Ballet Bogui Fare y Checho ADS. Las visuales estarán a cargo de Javi Cook y musicalizarán toda la jornada El Martino y DJ Morokiox. La jornada comenzará a las 12 horas en el predio ubicado en la calle Joaquín Castellanos S/Nº, y se extenderá hasta pasada la medianoche. Las entradas se consiguen en Chaco (Córdoba 235) y Magoya (España 425). En Jujuy pueden adquirirse en Argentos Skateshop (Otero 280), mientras que en Tucumán se consiguen en La Rockería (Buenos Aires 39, local 6), y Draco (Córdoba 578). Además, se pueden adquirir a través del sistema Norte Ticket (norteticket. com) con tarjeta de crédito o pagando en cualquier sucursal de Rapipago o Pago Fácil.

LA GRILLA 12 HS: APERTURA ESCENARIO 1 14:00 SANGRE CREW 14:45 CACHETADA DE LOCO 15:25 THE KLAN 15:50 VALORES REGGAE 16:30 EL PITY P 17:00 EL DOBLE A 17:40 GRUPO DESTIERRO 18:10 LA YUGULAR REGGAE ESCENARIO PRINCIPAL 21:00 LA WANAKA SOUND SYSTEM 22:15 CULTURA PROFETICA



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Por Eduardo Marcé // Fotos: Violeta Gil

Con los pies en la tierra

Es una de las bandas más importantes de Santiago del Estero. Con veinte años de historia a cuestas, Avemanthra recorrió todos los caminos por los que un grupo del Noroeste puede transitar. En esta entrevista, sus integrantes repasan los años juntos, los discos editados, el futuro y la inevitable necesidad de seguir haciendo música.

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andro Ulla (guitarra), Diego Abdala (voz), Pablo Villalba, (guitarra), Ramón Antuz (baterista) y Jorge More (bajo) llevan adelante una historia que hace veinte años comenzaba en Santiago del Estero y todavía se sigue escribiendo: la de Avemanthra. El grupo de hard rock fue uno de los protagonistas del festival Rock Salta 2011, en el que catorce bandas del NOA se unieron en uno de los pasos más significativos que dio el género en nuestra región. En esta entrevista, los músicos repasan su historia, analizan el presente y hablan con la experiencia del que ya dejó mucho camino detrás.

- Sandro: Al principio éramos cuatro, de los cuales sólo quedo yo. Se sumaron Diego, Pablo y Ramón. La banda tiene veinte años, Diego está hace 18, y ahí nomás entró Pablo. - Diego: Y ahí nomás se graba el primer disco, en el 97. 1000 Mother Faca fue la primera banda que sacó un CD de rock en Santiago, después seguimos nosotros - Pablo: En una época en la que sacar un disco era, por más artesanal que fuera, más difícil que ahora. Grabarlo es más fácil y económico, la edición es otro tema, pero en ese momento, grabar y editar era toda una novedad. - S: Se cumplen veinte años, con distintas formaciones, y la más asentada es esta, en relación al tiempo que lle-

vamos juntos; si bien hubo un último cambio de bajista, pero Jorge ya está desde 2006, lleva un buen tiempo en la banda. Es la formación que nos permitió sacar el disco, viajar más, tocar en otros lugares, y viviendo un tiempo especial donde nos encuentra un poco quietos, que quizás tenga que ver con lo que nos pasa a toda banda del interior. Se dan ciclos, llegar a un techo y si no diste ese paso, quizás tiene que ver con eso, la empezás a sufrir un poco. Tenés que saber dónde estás parado, tener los pies en la tierra, y aprender a convivir con eso. Tampoco es fácil, y creo que esa es la etapa que estamos pasando ahora. Como verás tocamos muy poco. Ya cumplimos esa etapa en que las bandas tocan y tocan y tocan, a veces de tocar por tocar, y lo nuestro, a esta altura, tiene un precio. - ¿Por qué no llegaron más allá? - S: Son cuestiones que se dieron, o, en realidad, que no se dieron, con cuestiones personales. Yo nunca bajé los brazos. No es fácil para muchos, no la tienen resuelta ni los que están empezando, ni los que somos del interior, ni el que tiene la plata para bancarse, no sé si es un golpe de suerte. Una parte importante es tu actitud. Hay un déficit nuestro, pero los brazos no los bajamos nunca, no pierdo las esperanzas, y mientras tanto disfruto cuando se puede tocar, y tiene que ver con eso. - P: Lo de dar el paso, ese golpe de suerte, tiene que ver con una situa-

ción personal de cada integrante, y no hablo sólo de nuestra banda, de cualquier banda donde coincidan ciertos factores. Las mismas ganas, las mismas aspiraciones artísticas, y en tomar una decisión. Irse a Buenos Aires significa empezar de cero. Uno puede llegar con cierta referencia de lo que hizo en el interior, pero es una pregunta en una nota y se acabó. Sos nuevo y empezás de cero, a golpear las puertas de siempre, y el hecho de poder sostenerse en un lugar donde es caro vivir en comparación nuestra. Si se daban esas condiciones, edad, situación económica, podría haber sido, pero no renegamos de eso tampoco. No había un objetivo como para decir que si no se daba se acabó, como pasa con algunas bandas. Creo que por eso también seguimos juntos. - D: Tampoco uno siente frustración de ese momento, de que se te pasó un tren, no sé si alguna vez vino un tren. Obviamente que hubiera sido bueno que las cosas se den mejor. Lo mejor fue haber ganado un pre Cosquín, y haber logrado estar en el escenario mayor, es lo más importante que pudimos lograr como banda, pero que se pueda decir que éramos la bandita del norte que tal vez llegaría… Mucho no pensé en eso, ese momento lo recordamos con mucho cariño, igual que las otras veces que fuimos a tocar a Buenos Aires, pero tampoco decíamos que habíamos llegado ni estábamos cerca de llegar. ¿Adónde? ¿A qué? Siempre volvíamos

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y sabíamos que íbamos a volver. - P: Hoy lo veo con un poco de tristeza, el tema de llegar y hacerse un nombre está muy comercializado, la pauta radial, ir a tocar a ciertos lugares como el Roxy ya sabemos que es pedir la fecha y poner dinero. Hay bandas que tienen la posibilidad de hacerlo y está buenísimo que lo puedan hacer. La parte artística hace muchísimo tiempo que en el país se dejó de lado. - S: Otra cuestión esperanzadora que veo es el hecho, en nuestro caso, de participar activamente en una asociación de músicos y ante la novedad de la aprobación de la nueva Ley Nacional de la Música, se está creando el instituto y tengo la esperanza de que funcione y nos dé la posibilidad de participar más con nuestro arte, tocando y pudiendo tener rédito económico. Sabemos que no nos vamos a volver millonarios, pero, sin ánimo de criticar a las demás bandas colegas (a las que quiero un montón, sobre todo a las de Santiago), pasamos por lo mismo. Organiza un festival cualquier dueño de bar, hoy a la noche, y las bandas van y tocan, es la necesidad de las bandas de tocar; es ir y tocar por nada, y esa realidad tiene que cambiar, estamos siendo un objeto para el dueño del bar, le estamos dando de comer, y esa historia tiene que cambiar. Para esto, entre otras cosas, viene la creación del instituto, que haya una ley que nos proteja. - ¿Qué experiencias tuvieron en Salamanca Rock para negarse dos veces? - S: Se nos hace difícil separar los tantos para opinar, nosotros tuvimos una mala experiencia, de comernos un garrón hace dos años ahí (N. del R: ver Rock Salta 4), si bien en el primer año habíamos tocado. Es importante que Santiago tenga su festival y hoy es este, que se hace en la ciudad de La Banda. Conociendo desde adentro lo desastroso que fue ese año en que no tocamos, estando programados y con contrato firmado. Nos quedamos sin tocar cinco bandas. Se podría haber tocado mientras Ciro armaba, pero tenemos entendido que no querían a nadie en el escenario, y se perdió una hora en la que podríamos haber entrado todas las bandas, aunque sea quince minutos para poder tocar, cumplir con el contrato y cobrar. - P: Lo triste es que lo único que quedaba era que toquemos para cobrar, porque la verdad es que tocar después de Ciro era tocar para… - D: Y aún así hubo bandas que tocaron. - S: ¿Por qué no lo hicimos nosotros? Pablo tenía su papá muy enfermo y tenía que viajar por un tratamiento oncológico temprano a la mañana. Eran las dos de la mañana y no podíamos exponerlo a que se haga mierda en la ruta con su padre. Considerando esto, y con mucha bronca por la falta de respeto,

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dijimos que por decisión de la banda no tocábamos. Y no tocamos más. - P: Me gustaría que a las bandas locales les dieran un poco más de bola, y me parece bárbaro que estén matándose ahora cuarenta bandas por un lugar en ese escenario (N. del R: la entrevista se hizo el mismo día del pre Salamanca). Todos pasamos por eso, me parece que está muy bien, pero está fuera de nuestro interés inmediato. - S: Hace poco se festejó el cumpleaños de Santiago. Todos los años se hace un festejo importante que abarca un mes, y el día 25 de julio, en un escenario gigante en el Parque Aguirre tocan bandas de todo tipo de géneros y estilos, y el rock no existe en ese escenario. Sí hubo bandas de covers de rock. No tengo nada en contra de la gente que trabaja, pero si hay una banda tocando covers en los festejos de la provincia debería haber quince bandas de rock, que a Santiago le sobran. Hay una cuestión contradictoria, porque al mismo tiempo nos invitaban al Salamanca y les decíamos que no, y yo golpeaba puertas para entrar en el festejo del cumpleaños de Santiago, en el marco de nuestros veinte años, y el tema es que la gente que organiza desconoce nuestra existencia seguramente, o le calentará un huevo.

“Está bien tener tu instrumento, ensayar, sonar bien, ir perfeccionándote. Pero el verdadero laburo empieza después, significa saber venderte, tratar de girar.” - P: Cumple con la promesa exitista de juntar gente, es política vista de mala manera: “necesitamos algo q sea popular”, entonces se lleva toda la camada de música folclórica excelente que hay acá, artistas de afuera infaltables, y ese tipo de cosas que pasan en todas los festivales del interior. Se necesita del artista que sale en la tele para una convocatoria grande, eso es historia vieja, pero a la persona que está encargada de esto se le queman los libros en cuanto a conocer qué más pasa en su propio lugar, donde vive. - S: Y te hace subir a un tipo que toca “Persiana americana”. - P: Traen una banda que hace covers de Soda Stereo, que es casi una falta de respeto. Es un poco triste, pero tampo-

co algo que nos desvele. - S: Ir al festejo de Santiago, o al teatro, o al Salamanca, ver al tipo disfrazado, a mí no me vas a llevar. - P: Hagamos una banda tributo a Avemanthra, a ver si entramos así. - S: Soy presidente de la Asociación de Músicos Independientes de Santiago del Estero y estoy convencido por lo que luchamos. Y no me puedo parar a tirar mierda a las demás bandas, organizaciones o dueños de bares. Sí me sumé a una calentura que expresé por no haber podido entrar, no solo Avemanthra sino ninguna banda de rock de Santiago, a ese escenario mayor, aunque en otros años sí incluyeron al rock en otros escenarios. No te voy a hablar de Avemanthra. Elver, una banda amiga que es impresionante. Elver tiene que tocar en ese escenario. Está bien, no los conoce nadie, pero ahí va a haber gente que los va a ver y se van a preguntar “¿estos son de acá?”. Entonces danos una mano, ustedes con esa herramienta nos van a permitir llegar más al pueblo; la idea nuestra es que nos conozcan los que no nos conocen, y esta es una oportunidad. El Salamanca Rock es otra oportunidad. - ¿Cómo se llevan con formar parte de una provincia como Santiago del Estero, tan ligada al folclore, como todas las del NOA? - P: Sabemos dónde estamos, estamos orgullosos de que Santiago sea reconocido mundialmente por ser un referente muy importante del folclore. Capaz que tenemos más amigos folcloristas que rockeros, y llegamos a compartir escenario con números folclóricos. Dadi López (líder de La Montonera), que participó en la producción de nuestro disco, es un músico de formación folclórica. - S: Hay muchos músicos de rock que tocan con bandas de folclore. - D: El folclore metió violas eléctricas, violas fuertes, batería. Me acuerdo de la época de Tucho Ruffa, en los noventa, cuando tocaba y metía esos solos, lo querían matar. Y ahora veo que todos están ruidosos, y nadie dice nada, y me parece bien. Antes no gustaba eso. - P: A mí me pasa de haber ido a Buenos Aires, saben que sos de Santiago e inmediatamente se hace referencia a la cuestión folclórica. Vas a mostrar un disco de rock y te empiezan a preguntar de folclore. Obviamente, venís de un lugar del que es inevitable que te hagan esa pregunta y quieren saber de esto y pareciera, en algunos casos, que no les importa nada lo que pueda haber de rock en Santiago, sino saber de folclore. Es un sello, decir Santiago del Estero es sinónimo de eso y a veces cuesta un poco despegar de ahí. Por eso también muchos músicos le buscan la veta folclórica como para ver si en otro lado entramos por ese lugar, donde el folclore no es tan fuerte, puede ser, es


una teoría que me da vuelta en la cabeza, pero no sé. - S: El rock es parte de un folclore. Es identificable una banda de rock santiagueña porque tiene algo de lo que pertenece a la tierra, no tocamos chacareras pero es lo que nos criamos escuchando. Las bandas santiagueñas tienen un estilo que tiene que ver con nuestro folclore, eso ni lo dudes, sin hablar de fusionar, se definen los estilos y eso es muy bueno. - P: Hay chicos jóvenes que buscan sus lugares, también la sufren para entrar en los festivales de folclore grandes: Salamanca, Festival de la Chacarera, el cumpleaños de Santiago. La sufren igual que una banda de rock. Son tantos y se forman en una esquina o en una casa de un día para el otro. - D: Y son tan buenos a veces como los que son conocidos. - S: Ese cambio que se dio no tiene tantos años, se dio a partir del MPA, que hizo un cambio acá, hace veintipico, treinta años. - P: Que fue resistido. Es más, hace tres años, en el festival Salamanca, el Chango Farías Gómez se fue silbado. - S: Lo mismo que pasó con el MPA cuando lo silbaron a Peteco (Carabajal) a fines de los ochenta. - P: Era Frank Zappa tocando folclore. Tenía esa sensación, no lo podía creer. - S: Al otro día le mando un mensaje en Facebook (a Farías Gómez) y le digo que como bandeño me daba vergüenza lo que había pasado y su respuesta fue “hay que militar para partir cabezas”. No puteó a nadie, saludó y se fue. Una lástima, una gran pérdida. - ¿Con veinte años de banda se transformaron en referentes de la escena local? - P: Uno no está buscando educar, pero lo termina haciendo sin querer. Desde el solo hecho de que vengan chicos y te pregunten cosas, y uno trata de darle lo que a una edad de veinte años no tenía, alguien que te diga “no lo hagas así, hacelo así”. Cosas que nosotros aprendimos de grandes, lamentablemente. Y sí, pudimos aportar un

poquito para que las cosas se hagan un poco mejor. - D: Logramos el respeto de los jóvenes y de los que están tocando y tienen nuestra edad, eso lo veo cada vez que tocamos. - S: Lo bueno de la escena es que hay muchas más bandas que hace veinte años, cuando nos iniciamos. Bandas originales y nuevas. El mensaje que trato de tirar es que disfruten, toquen, que si pueden dar el paso lo den, de irse, bancársela, y sino que tengan los huevos para seguir juntos cuando hayan llegado al techo y eso te supera. Entre broma y broma les digo a los compañeros de la asociación “te quiero ver a los 40 tocando, o a los 53 años, como tiene nuestro baterista”, peleándola y con tus sueños ahí. El mensaje es ese, llegar, cada uno sabrá, es una cuestión de sentimiento, pero con respecto a eso la escena cambió y mejoró. La información ayudó, también, la facilidad para comprar tu instrumento.

“Decir Santiago del Estero es sinónimo de folclore. A veces cuesta un poco despegar de ahí.” - P: Lo que trato de aportarles desde mi lugar es que está bien tener tu instrumento, ensayar, sonar bien, ir perfeccionándose. Pero el verdadero laburo en esto empieza después de eso, que significa saber venderte, tratar de girar. ¿No te podés ir a Buenos Aires? Fíjate Córdoba, pero girá. Por lo menos tres o cuatro veces al año tocar en lugares distintos. Es de la manera en que tu nombre va sembrando una semilla, aunque sea pequeña, y es la forma de sostener que esa semilla vaya creciendo. Manejen la prensa como se maneja ahora,

con las herramientas que hay ahora, no grabes un disco diciendo “total es para aquí, nada más”, como diciendo no importa cómo suene, ¡no! Tu disco tiene que sonar bien, al nivel competitivo de ahora. Si tu disco no suena bien es casi lo mismo que no tenerlo. Entonces tratá de grabar un buen disco y hacer un laburo de difusión importante. Eso está mucho más allá del ensayo y de componer, es un trabajo que empieza mucho después. No sé, espero que alguien lo entienda. Nunca me voy a cansar de decir eso, tal vez yo no lo haya podido hacer, pero no por eso me voy a quedar callado. - S: Dentro de la asociación tenemos charlas con la mayoría de los socios o compañeros, chicos a los que capaz que les llevamos veinte años, la edad de nuestra banda, y en esas charlas están todas estas conversaciones. Alguna vez se los dije, vayan ya a Buenos Aires, tienen 27, 28 años, vayan, es el momento, juéguensela. Ellos sabrán que van a hacer, yo no soy quién para aconsejarles, pero a esta altura uno lo ve diferente. - ¿Por qué miramos a Buenos Aires? - P: Por la tele, la maldita televisión. - S: El monstruo que te devora está en Buenos Aires. - P: No es un problema sólo de la música, es de todo. Queremos ser o pretendemos ser lo que sale por la tele, eso está en el ADN argentino. La gente opina de políticos que van a ser candidatos allá. Bajá un poco y fíjate qué pasa a tu alrededor. Creo que viene por ese lado. - S: No pierdo las esperanzas de que todo va a cambiar para mejor, tenemos esta nueva ley. Quién te dice que empezamos a sentirnos más respetados como músicos independientes. No es que te estén faltando el respeto, pero sí el dueño del bar no calentándole el pagarte o no. - D: También al mismo tiempo que si hubiera una movida más fuerte de festivales en el NOA, más regulares, como el Rock Salta 2011, o el Salamanca, también de Buenos Aires van a empezar a mirar de otra manera al Norte.

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Por Alejandro Wierna // Fotos: Paulina Frontera

Buscando aquel martillo Es una de las bandas más reconocidas de Córdoba. Alguna vez, su trash metal llegó a rotar en MTV. Hoy es un grupo que apuesta a la renovación, sin un techo a la vista.

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antener un proyecto erguido durante más de dos décadas es algo casi imposible. Mientras por un lado se elogia el sostén prolongado de un hobby en el tiempo, por el otro puede pensarse en un grupo de personas creciendo etariamente, procreando familia e invirtiendo dinero en una pequeña pyme. Lo cierto es que no muchos pibes de veintipico de años se convertirán en esos señores que semana a semana abren sus estuches y enchufan sus instrumentos para manifestar (artísticamente) intereses comunes. La historia de Hammer es la de una banda de metal que tuvo que replantearse todo eso y más. Un dúo de individuos que vieron pasar integrantes y propuestas a lo largo de los años, con el valor agregado de poder realizar fechas en distintas ciudades de Latinoamérica. Gerardo Funes y Guillermo Cienfuegos sorprendieron allá por los tempranos noventas con excelentes presentaciones y un material que llegó a rotar por el mítico Hedbangers que llevaba adelante Alfredo Lewin en MTV. A New Damage fue editado en 1995 y les permitió codearse con todas las bandas de metal que por aquellos años mantenían firmes sus carreras. La llegada del nuevo milenio los encontró separados, alimentando cierto mito sobre “lo que habían sido” y permitiendo un recambio generacional en el circuito cordobés. Recambio que de alguna manera les serviría a ellos, puesto que en 2009 volvieron a consolidarse gracias al ingreso de dos músicos nuevos (Ismael Bernabei en bajo y Bruno Scotte en batería), bastante menores, que traían la fuerza necesaria para que se impulse una segunda oportunidad al proyecto, pero esta vez replanteando algunas matices. “La banda, en el caso mío y del gringo (Funes), tiene casi 27 años, y nos han pasado un montón de cosas en el medio. Hoy nos paramos y miramos atrás haciendo un recuento de todo y podemos plasmarlo en canciones. Hay

muchas cosas que las vemos así, hacemos una planificación que no sólo tiene que ver con una cuestión de letras, ni sonora, sino también estética, de pensar en dónde se va a difundir y cómo. Antes nunca habíamos hecho eso de apuntar hacia un lugar. Ahora estamos con disco nuevo y lo hicimos entre los cuatro. Estamos muy comprometidos, como nunca, con este momento. Cada uno se jugó todo y dejó todo lo que podía en cada toma”, dice Guillermo acerca de la grabación del nuevo material en la cual se encuentran involucrados en estos meses.

“Al disco nuevo lo hicimos entre los cuatro. Estamos muy comprometidos, como nunca.”

De manera desestructurada, montaron en varias sesiones un estudio móvil en su sala de ensayo, comandado por Eduardo Negrini, para plantearse el registro del nuevo disco. De esta manera, se obligan a tener un ensayo más concreto y consciente de las canciones y se garantizan una forma de trabajo más analógica, que les permita mantener su sonido. “Somos una banda tradicional y no podemos renegar de eso ni convertirnos en otra cosa de la noche a la mañana. Comenzamos a buscar nuestro propio sonido, de la mano del ingeniero y probando, para no sonar tan digitales

ni tan procesados, como se trabaja hoy. Queremos evitar digitalizar todo tanto, tirarlo más natural. Veremos qué resulta”, dice Guillermo. Bruno ve que es la forma más genuina de trabajar las canciones: “Aprovechamos lo que nos unió en un principio. Los primeros ensayos eran muy zarpados, porque tocábamos como si hubiéramos ensayado toda la vida, teníamos esa fuerza. Una química musical que aprovechamos para componer los temas. Fue resultado de la relación que gestamos”. “Para mí (interrumpe Ismael) es el disco más planificado en la historia de Hammer si bien es una banda no muy prolífica, que tenga muchos discos, es en el que más se trabajó seriamente. Se pensaron mucho más todos los detalles.” Bajo la tutela de Marcelo Gómez como manager, y con la confianza del histórico Marcelo Tommy Moya, quien les abrió las puertas de su sello, buscan asegurarse una cobertura por catálogo a todos los territorios que sea posible. “Desde 2010 nos tiró la idea de laburar juntos, pero no era el momento, estábamos recién parándonos, y ahora que tenemos temas nuevos podemos meterle pilas”, dice Ismael, mientras Gerardo recalca que lo conocen desde el año 1988, antes de que Hermética sacara su primer disco. “En este último Cosquín tocamos en horario central, con sonidista, iluminador, asistente. Nuestro staff eran 19 personas y el de Exodus doce (risas). Nunca habíamos dado un show así, entonces cuando bajamos vino Tommy y nos dijo ‘ahora sí tenemos que hacer algo juntos, vénganse a Buenos Aires y lo cerramos’, y así fue”, confiesa Guillermo. Pensar tanto la maniobra que mejor los consolide en esta vuelta no es algo azaroso, si se considera que ya estuvieron una vez donde había que estar, y la vida (o sus voluntades, en realidad) le regalaron una segunda oportunidad. Dieron shows en Ecuador, Colombia, Bolivia, Chile; de hecho su primer

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“En el último Cosquín, nuestro staff era de 19 personas. Nunca habíamos dado un show así.” show fuerte tras el impasse fue en Quito, cuando el productor Héctor “Perro” Emaides les propuso participar de un festival donde también tocaron Attaque 77 y Todos Tus Muertos. Guillermo reflexiona sobre esa experiencia: “Teníamos seis o siete ensayos encima y debutamos antes de lo planeado, como seis meses antes (risas). Se volvió anecdótico, ‘ah mirá, se juntaron y tocaron allá’, entonces comenzamos a ir todos los años, aunque ahora está jodido por el tema del dólar. Nos volvimos una banda festivalera, tocamos varios meses seguidos en eventos y nuestros toques eran con sonidista y personas del entorno trabajando en apoyo. Así aprendimos a laburar y eso nos puso bastante en ritmo. Ahí ves cómo arman otras bandas, incluso internacionales, y choreás ideas de cómo se paran

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ante un show. Aprendés vos, aprende el monitorista, el plomo, todos.” Parece que habrá que esperar un tiempo hasta que se materialice este nuevo disco y lo tengamos a mano, aunque aseguran que ya está todo encaminado y tercerizado a diferentes eslabones de la gran familia que los compone, para que no quede ningún detalle sin resolver. Aparentemente, esto también es resultado de ese aprendizaje que mencionan todo el tiempo. Atrás quedaron los años donde se superponían sus fechas y debían pelear con las inclemencias de los locales para exprimirles un poco de sonido decente. Abandonaron sus pedaleras digitales y volvieron a los “autitos”, sumaron una cuerda más a una viola y una más al bajo, sin alejarse con ese equipamiento de lo que siempre estuvo encendido en su núcleo,

la velocidad y los machaques trash acompañados de contrastes fuertes que garantizaron con la plana más joven, y esa muralla imbatible que levantan bajo y batería. Más cercano a un resultado de votación que a uno totalitario (aún pueden escucharse las disidencias internas sobre esta medida, pero así es la democracia) comenzaron también a cantar en español, a mechar letras nuevas con aquel viejo recurso en el que estaban embanderados y consideran que tal vez sea la mejor opción para terminar de despegarse de algunos vicios del pasado. Los años pasan y Hammer está de vuelta, o tal vez recién comenzando, y a juzgar por la forma en que están trabajando su nuevo disco y la manera en la que suenan sus ensayos, el techo parece estar muy lejos.




Por Federico Anzardi

Canción para los días de la vida Familiares, vecinos y amigos de Luis Alberto Spinetta recuerdan al Flaco en su intimidad. Medialunas, umbrales y cuadras de casas bajas: la sencillez del artista más importante del rock argentino.

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l barrio de Belgrano, en la Ciudad de Buenos Aires, está habitado por casi 150 mil personas cada vez más amontonadas en edificios que se construyen sin parar. Las avenidas y la mayoría de sus calles presentan la misma imagen vertical: pisos y pisos, uno al lado del otro. Esta expansión exagerada comenzó hace poco tiempo, a principios de siglo, y contrasta notablemente con la vida que se llevaba hace cincuenta años. Una de las calles que conserva cierta imagen de antaño es Arribeños. Allí, casi al 3000, todavía se respira un poco de aire. Los edificios no son tantos, hay muchos árboles y el cielo puede verse con facilidad. En una de las casas de esa zona vive Gustavo, de 59 años. Él sabe que la relativa tranquilidad que lo rodea, en comparación con otros sectores del barrio, está extinguiéndose. En la cuadra ya hay dos obras en construcción y un par de propiedades en venta. “El año que viene creo que vamos a estar en el promedio que hay acá, que

son tres edificios por cuadra, una cosa espantosa. Va a estallar este barrio. Desde mi terraza yo veía los edificios más altos de Barrancas de Belgrano. Hoy es imposible”, cuenta este hombre flaco, alto y canoso, que no aparenta la edad que tiene, y conserva un espíritu luminoso que se evidencia como gen familiar. En un lapso muy corto, Gustavo Spinetta se quedó sin padres y sin hermano mayor. Ahora vive solo en la Casa de Arribeños. Así, con mayúsculas. Un hogar de familia, pagado con una hipoteca a varias décadas desde las épocas del primer peronismo, que hoy debería considerarse como un lugar sagrado para la cultura argentina. Afuera todavía quedan varios de los vecinos que acompañaron la niñez y la juventud de los hermanos Luis Alberto, Gustavo y Ana. Épocas de calles cortadas para compartir navidades en mesas larguísimas, como asambleas de izquierda. De partidos de fútbol con un arco en cada vereda y con terrenos bal-

díos ideales para hacer exploraciones infantiles. Adentro, la calidez que se percibe en la Casa de Arribeños es notable. Aunque ahora esté más solitaria y ya no tenga el mismo ritmo de antes. Después de atravesar una sala improvisada en un living, donde Amel, el grupo de Gustavo, ensaya las canciones de sus dos discos; aparece otra sala, más apretada, con repisas, un hogar y sillones. Allí sobresale una foto enmarcada de Luis Alberto, el último Luis Alberto, canoso, con lentes y algo de barba. Se lo ve sonriendo. Sobre las repisas descansan premios Gardel y Clarín. Estatuillas que Luis no quería conservar en su casa de Villa Urquiza y le acercaba a su mamá para ponerla contenta. Después de que el Flaco falleciera, su madre se sintió devastada y no aguantó mucho tiempo más. Hay tanto amor en esos recuerdos, que es imposible no percibirlo. En la cocina, Gustavo se pone a recordar. No sólo carga el gen familiar en lo físico, en la voz y en lo gestual, sino

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que también lo porta en la sencillez, en la buena onda y en la predisposición. Se entiende que Luis Alberto era quien era gracias a sus orígenes, que son los mismos que los de su hermano. A fines de los cincuenta y principios de la década del sesenta, Belgrano era un barrio bajo. “Había una fábrica de tapitas a dos cuadras, había una curtiembre –dice Gustavo. Estaba todo rodeado de fábricas y vos escuchabas a la mañana los pitos, que eran las llamadas de las fábricas para los obreros. El Tiro Federal estaba cerca, todavía está, y ahora lo escuchás más que nunca, porque está todo el mundo tratando de disparar un arma. Ahora escuchás hasta armas a repetición. El bullicio de la cancha de River también se sentía, estamos a siete cuadras. Los partidos se escuchaban acá adentro con todo. Los goles se festejaban como si estuviéramos en la cancha. Los recitales también. Escuché conciertos enteros desde mi terraza (risas).” Cuando los Spinetta eran niños, “la calle era muy importante, como una extensión de la casa”. Y mucha de la vida social pasaba por ahí afuera. “Luis era como un animador. Arengaba a todos los amigos. Era el centro de atención. Era un poco líder del grupo. Y se armaban fiestas, que las organizaba mi hermana, pero participábamos todos”, cuenta Gustavo, y agrega que además de los padres y los tres hijos, también habitaba la Casa la tía María, “la Yaya”. “Trabajaba en Odeón Columbia, que era una discográfica, y hacía control de calidad de los discos. Y todas las novedades las traía acá. Tenía otro tío más que hacía lo mismo y hasta mi viejo llegó a hacer ese laburo. Después cambió a la fuerza, porque era delegado peronista y cuando lo rajaron a Perón a él también lo rajaron. Y pasó de ganar muy bien a tener una vida muy ajustada. Todos sufrimos las consecuencias de eso.” Luis Alberto Spinetta empezó a ser músico a muy temprana edad. “Barro tal vez”, uno de sus más grandes clásicos, fue compuesto cuando tenía quince años. Gustavo cuenta que en su adolescencia, Luis “ya no andaba tanto por la calle”. Parte de esa etapa transcurrió en Barrancas de Belgrano, a pocas cuadras de su casa. Los dos hermanos iban al colegio San Román. “Eran muy estrictos, no era para Luis. Te agarraban

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de las orejas y te ponían en penitencia en el medio del patio para que todos se burlaran de vos. Una cosa muy tremenda.” Emilio del Guercio, quien luego se convertiría en el bajista de Almendra, se sentaba junto a Luis en el San Román, vivía en un departamento cerca de las Barrancas, “y Luis andaba todo el tiempo ahí”. “Conoce a Cristina Bustamante, que era hija del portero del edificio de Emilio. Empieza a estar más tiempo. Lo empezamos a perder un poco”, dice Gustavo, entre risas. Cristina fue inmortalizada en dos canciones: “Muchacha (ojos de papel)” y “Blues de Cris”.

“Era una persona común, como cualquier otra. Se sentaba afuera tranquilo, en el umbral de la puerta. La gente lo saludaba.”

Pero la Casa de Arribeños volvería a ser un lugar clave para el curso de la vida de los Spinetta. A fines de la década del sesenta se transformó en la sala de ensayo de Almendra, y luego también funcionó como cuartel general de las bandas posteriores de Luis: Pescado Rabioso e Invisible. “Nuestro primer disco se creó compartiendo muchas horas juntos, casi día a día, en la casa de mis viejos en la calle Arribeños, tomando mate cocido con galletas. Épocas de malaria. Convivíamos con una cantidad de información, entre la cual estaba la que nosotros mismos generábamos. Mis padres hacían muchos sacrificios para que nosotros pudiéramos llevar adelante nuestro entusiasmo”, contaba Luis, en el fundamental libro Martropía, de Juan Carlos Diez, editado en 2006.

“Ahora hay dos habitaciones, pero antes era una sola que tenía siete metros y medio, por cuatro y medio de ancho y cuatro y medio de alto, con dos ventanales que daban a la calle, sin ningún tipo de acustización”, dice Gustavo. “Ensayaban acá y no podías evitar escuchar y ser parte de lo que pasaba. Pero estaba todo bien. Los vecinos no decían nada. Sólo un loco de la cuadra, que justamente terminó en un loquero, vino un día y amenazó.” A la hora de hablar del rock barrial, a los periodistas se les pasó por algo un detalle muy importante que Gustavo rescata: “Almendra era una banda de barrio. Pienso que las bandas de los noventa volvieron a rescatar el concepto de ensayar en la casa y empezar desde ahí abajo.” Ese mismo barrio que, para Gustavo, está presente en la obra de Luis Alberto. “De alguna manera esa vida ha moldeado una forma de pensar. Era un poco más llevadero todo. Más simple y con el corazón un poco más a flor de piel. Era más familiar y esa sencillez está traducida en las letras de Luis. El núcleo familiar era mucho amor y Luis estaba como traduciendo esos lenguajes y te los hacía sentir. Él recibía muy bien esas cosas, esas muestras de cariño y de apoyo que nos daban nuestros viejos, y lo rescataba especialmente. Durante toda su vida él también fue de esa manera. Siempre estaba rescatando un chiste o una cosa que tenía que ver con eso que estábamos viviendo.” Cuando Almendra comenzaba a trascender más allá de la sala de ensayo, Gustavo tenía catorce años y Luis 18. “Había cosas que mis viejos no me dejaban hacer. Luis me llevaba adonde fuera, creo que no lo molestaba. Yo era muy tranca, muy callado, de observar. Así aprendí muchas cosas de él. Por otro lado, él tenía una personalidad muy magnética, muy atrayente. Siempre hacía algo que te parecía entretenido: nunca era una pelotudez. O estaba haciendo una canción o un dibujo alucinante, o filosofaba, intentaba explicarte algo que estaba pensando. Para mí era magia.” Luis vivió en la Casa de Arribeños hasta que formó su familia. Hasta entonces pasaron muchas canciones y varias bandas. Incluso Gustavo participó de alguna grabación: con 19 años, fue el baterista de dos temas de Artaud,


“Cementerio Club” y “Bajan”. “Vivió por Palermo. Ahí nacieron Dante y Catarina. Siempre alquilaba. Decía que era medio al pedo poner la plata en una propiedad, prefería equipar la banda, comprar instrumentos o lo que necesitara para poder seguir haciendo lo que le gustaba. Después se había mudado a Castelar, a una quinta muy linda y sencilla que tenía un buen espacio verde para que los chicos pudieran crecer. En esa época estaba el estudio Del Cielito y también vivía David Lebón. Había una especie de hermandad que hizo que Luis fuera para ese lado. Otras casas duraron muy poco: en Vicente López y Olivos. Cuando arma (el estudio) La Diosa Salvaje sí compra. En Villa Urquiza vivió muchos años.” Iberá al 5000 es una cuadra del barrio de Villa Urquiza que posee la misma calma que Arribeños. Casas, edificios de no más de tres pisos. Veredas rotas con baldosas de las de antes. Allí vivió Luis Alberto desde principios de los noventa. Allí instaló La Diosa Salvaje. Al lado de la casa hay un salón de eventos que está celebrando un cumpleaños infantil. Su propietaria dice que llegó hace un año y no tuvo contacto con el Flaco. En la otra esquina hay una parrilla, al lado, una pizzería. La calle es tan tranquila que apenas se escucha el ruido del grupo electrógeno que está en el salón. Los gatos pasan caminando, hay muchos árboles. Los autos transitan despacio y unos cinco obreros con mamelucos azules y cascos amarillos arreglan parte de la vereda. De golpe e inesperadamente, Aníbal “La Vieja” Barrios, histórico asistente de Spinetta, pasa caminando despreocupado, revisando su celular. Dice que va al mercado y vuelve para charlar sobre Luis. Mientras tanto, una señora de pelo teñido de rubio pasea su perro negro. Se llama Olga Beatriz, tiene 61 años y hace cuarenta que vive en el barrio. Su casa está sobre la calle Pacheco, a la vuelta. Cuenta que desde su balcón solía ver al Flaco, que en los 25

años que vivió allí nunca dejó de saludar a los vecinos. Olga dice que la barriada quiere cambiar el nombre de la calle Iberá por el de Luis Alberto Spinetta. Cuenta que Luis siempre fue un buen vecino, nada que ver con Alejandro Lerner, que vive cerca y “perdió la humildad”. Mientras Olga recuerda a Luis, los chicos salen del cumpleaños con globos en una mano y sus padres en la otra. Está anocheciendo. “Yo me casé ahí”, dice Olga, señalando la casa del Flaco. “Era un galpón. El dueño después lo vendió y apareció Spinetta. Al final estaba amarillo, muy amarillo. Lo que habrá sufrido. Pero nunca dejó de saludar. Ahora está su hijo (Valentino). Nosotros le decimos que no se mande ninguna, que cuide el nombre porque su papá era un señor.” Gustavo confirma que Valentino está a cargo de La Diosa Salvaje. “Aníbal Barrios, que vive a la vuelta, Dante, Cata, Vera; todos ayudaron a ponerlo a punto (al estudio). Se hizo todo a cero. Se arreglaron algunos aparatos que estaban un poco olvidados y actualmente está funcionando. Eso era lo que quería Luis. Va a funcionar como estudio, se va a alquilar. Obviamente tienen prioridad Dante, Valen, y yo también estoy en lista (risas)”. En la esquina de la casa hay una panadería pequeña, propiedad de Daniel Ponce, un cordobés de 55 años que pasó a la eternidad gracias a su amistad con Luis, que lo bautizó Bill Evans. Tiene una sonrisa amable, está vestido con una remera blanca y un jogging negro y cuenta que trabaja solo y amasa a mano. “La amistad que yo tuve con él no es porque yo lo busqué, sino que él vino. A mí me daba cosa acercarme. Yo pensaba ‘es Luis, no me va a dar bolilla’, pero todo lo contrario. Era una persona sencilla, común, como cualquier otra. Se sentaba ahí afuera tranquilo, en shortcito, en el umbral de la puerta. Estaba ahí un rato largo. La gente

lo saludaba, los chicos venían, le tocaban la puerta para pedirle un autógrafo y si él estaba desocupado los atendía”, recuerda Daniel, que tiene un cuadro de Spinetta autografiado con la famosa dedicatoria para “el Bill Evans de los panaderos”. “Para nosotros era ir a comprar a lo de Bill Evans”, dice Gustavo. “Venía Luis acá (a Arribeños) y traía ‘una pastafrola hecha por Bill Evans’, o las facturas. Le encantaban los churros. Tenía pasión por los churros a la mañana. Ese era el trato de Luis con el barrio. Y todo el mundo se quedaba dos segundos con él en la puerta. Todo el mundo que pasaba lo saludaba. Era un vecino más.” “La anécdota más linda que tengo es cuando se iba de gira para el Norte. Cargaron todo, hizo parar el micro acá, salió, me saludó y me dijo ‘Bill, no nos vamos a ver por unos días, me voy al Norte a tocar’. Por ahí yo estaba los domingos afuera, limpiando el auto, y salía él atrás y me contaba cosas”, dice Daniel, antes de mostrar dos fotos que se sacaron juntos y que aún no hizo enmarcar. Aníbal vuelve del mercado y agita el brazo, invita un café en la parrilla de la esquina. Mientras charla, no para de saludar a los vecinos que pasan caminando. La Vieja fue el asistente infaltable del Flaco desde 1975 hasta 2012. Un tipo ordenado, meticuloso y previsor. Hijo de un maestro mayor de obras. Llegaba media hora antes que todos para tener las cosas siempre bajo control. En febrero de 2007 se estaba yendo de vacaciones a Mendoza, cuando Luis Alberto lo interceptó: - Te quiero decir algo, pero yo me voy a arreglar solo: me invitó Cerati para tocar. Dejame un cable largo, la guitarra y listo. - ¿Seguro? Mirá que me quedo y te ayudo. - No, andá. “Llegué a Mendoza, nos vamos a la montaña y suena el teléfono de mi mujer, yo no usaba. Era Luis”.

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- Le quiero regalar un pedal a Cerati, ¿vos tenés idea dónde está? “Entonces le digo: ‘Te vas hasta tal lado y arriba vas a abrir y vas a encontrar el pedal que querés’. Me llama a los cinco minutos y me dice ‘sos un dios, abrí y estaba ahí. Perdoná por la molestia’. ‘No, pero…’, ‘no, perdoná, no tiene nada que ver’, ‘pero no rompás las bolas, Luis, no es molestia’. Yo estaba a 1200 kilómetros y no es que le dije ‘llamame en diez, a ver…’, no. En mi casa soy así. Tengo todas las credenciales por orden. Así con la ropa también.” A Aníbal no le gusta hablar mucho sobre Luis, prefiere guardar sus experiencias, atesorarlas internamente. Con todo, cuenta: “Tocaba el timbre y él sabía que era yo, por la forma de tocar. Vos podés venir todos los días a mi casa y yo voy a salir a ver quién es. Pero yo sabía cuando era él”. Dice también que el Flaco siempre estaba de buen humor. “Venía, saludaba. Los últimos años ensayaba en un estudio que se llamaba MCL y saludaba desde que entraba hasta que se metía en su sala. Y cuando hacíamos el break, había otros artistas, bandas no conocidas, y él iba y saludaba a todos”. Todavía hoy, a Gustavo le parece llamativo que en los últimos años Spinetta haya participado en muchas grabaciones como invitado. “Estaba entregado a eso, le encantaba. Y eso se junta con lo de las Bandas Eternas, que era como darse un tiempo para hacer esas cosas que no las iba a hacer nunca. Todo termina en un desenlace espantoso, pero fue llamativo, da que pensar. Hay una conexión ahí, evidente, que él se haya abierto a grabar. Es más, ofreció el estudio a medio mundo. Iban, pagaban si había algún tipo de asistencia, pero después él no cobraba por el uso del estudio. Siguen apareciendo cosas que yo ni sabía que había hecho. Una fiebre laboral, una necesidad de volcar y volcar cosas”, cuenta. “En ésa época me parecía bárbaro que lo hiciera -sigue. Fue un cambio. En un momento le escuché decir que tal vez al día de hoy hubiera tomado otras decisiones respecto a su carrera. Yo no sé bien a qué se refería, me imagino que a esto, a participar más, a reservarse menos.” Spinetta y las Bandas Eternas, el show que realizó el Flaco el 4 de diciembre de 2009, en el estadio de Vélez Sarsfield, fue el punto máximo de ese cambio de actitud. De golpe, el tipo que había proclamado durante cuarenta años que mañana era mejor, aceptaba revisar su pasado musical, reuniendo a todas las bandas que había integrado, y repasando material solista, además de homenajear desinteresadamente a sus pares y colegas. Para Gustavo, “fue increíble”. “Fue una idea muy feliz, a mí me hizo muy feliz. Para Luis fueron días

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agotadores y ya no estaba muy bien, ya venía con algunas molestias que pensaban que eran propias del oficio. Como que le doliera un hombro justo por donde le pasaba la correa. Todo te indica que por ahí tenés una contractura, no le das bolilla. Fue como que Luis tuvo que enfrentar un desafío muy grande. Y era maravilloso estar en esos ensayos previos. Yo toqué aquella vez con Luis, grabé eso (en Artaud) y nunca más. Fue un peso muy grande para mí que él me llamara para tocar en Vélez”, recuerda Gustavo. Y sigue: “Generalmente, él me pasaba a buscar acá para ir al ensayo. Así que yo entraba con él y empezaban a desfilar todos. Yo tuve la oportunidad de ver muchos ensayos. Incluso temas que no se hicieron, de Invisible. Para mí fue revivir los ensayos que se hacían en esta casa. Me sentaba a escuchar, pendiente de las cosas que pasaban. Rememorar, ver esos ensayos para Vélez, me sentí…”, dice Gustavo y no puede continuar porque la emoción le gana. Se disculpa y sale un rato de la cocina. Cuando vuelve ofrece té con tostadas y miel.

“En un momento le escuché decir que tal vez al día de hoy hubiera tomado otras decisiones respecto a su carrera.”

Aníbal recuerda a Luis de la misma manera que todos los que lo conocieron en la intimidad: como alguien sencillo, ubicado y atento a los detalles que hacían sentir bien a los demás. “El tipo salía con un pulóver que le faltaba la manga. Nos sentábamos acá en la vereda, en pleno verano, nos tomábamos una Coca Cola, jugábamos siete horas al ping pong. Te invitaba a cenar, te hacía una comida.” Esa sencillez que tenía Spinetta para vivir en el barrio como uno más le jugó una mala pasada en diciembre de 2011, cuando el fotógrafo de la revista Caras, León Szajman, lo fotografió flaco y ya muy enfermo, en la puerta de su casa, pocos días después de que el Flaco se viera obligado a reconocer públicamente que padecía de cáncer de pulmón. “Yo estaba acá parado y lo estaba mirando (a Luis) y veo un fotógrafo que se acerca en un taxi, le saca las fotos y sale a los pedos. Fue todo en un se-

gundo”, cuenta Bill. Gustavo dice que ese episodio “fue una cosa muy horrible”. “No se escondía de nadie, Luis. Nunca necesitó esconderse. Detesto al tipo que hizo eso, lo detesto profundamente. Seguramente engañó a alguien. No descarto la posibilidad de que se haya servido de alguien que él condujo para poder hacerle la guardia a Luis.” “Al otro día de la foto vino, lo vi dos o tres veces más en la misma semana y ya no lo vi más. Estaba muy amarillento. El último recuerdo que tengo es cuando me mandó una botella de vino y después se enfermó. El ya venía mal del hombro, le dolía. Pero después de las fiestas se hizo peor. Acá siempre fue buena onda, no sé cómo era cuando estaba solo. Él venía de shortcito, saludaba a la gente, como si nada. Cuando murió, en el barrio se sintió mucho. Pero el desenlace se veía venir”, cuenta Bill, y reconoce que tuvo que investigar sobre Bill Evans para darse cuenta de la magnitud del elogio que le había regalado Spinetta.´ Luis Alberto Spinetta falleció el 8 de febrero de 2012, rodeado de sus familiares, en su casa de Villa Urquiza. Esa noche, muchas ciudades del país recibieron tormentas furiosas y las radios decidieron, por fin, emitir sus canciones. Pocos días después, sus hijos dieron a conocer el lugar donde arrojaron las cenizas, en Costanera Norte, cerca de Arribeños. Allí colocaron una placa que lo recuerda. El legado musical de Luis todavía espera, al menos, una edición más de canciones inéditas. Se sabe que hay siete temas grabados y mezclados, listos para publicarse. Forman parte del proyecto que Spinetta compartió con Rodolfo Garcia y Daniel Ferrón. “Una vez, en un parate, me preguntan ‘¿cómo lo llamarías al trío?’, ‘Los Amigos’, contesto. ‘Entonces, a partir de hoy somos Los Amigos’”, cuenta La Vieja. Para Gustavo, “Luis nunca dependió de la decisión de otro, siempre tuvo sus decisiones tomadas. Eran todas certezas, ya tenía todo muy definido. Y lo que él pensaba era muy difícil que se lo pudieras revertir”. La Vieja agrega que Spinetta “era un tipo que hacía lo que tenía que hacer por su lado y respetaba a sus músicos, les daba el espacio que se merecía. Estaba siempre en todo. En el sonido, en luces, en show, tenía que ser el mejor”. Al finalizar la charla en Arribeños, Gustavo saluda y regala el primer disco de Amel. Antes de terminar la nota en la panadería, Bill obsequia media docena de las medialunas “quemaditas” que le gustaban al Flaco. La Vieja, en la parrilla de la esquina, ofrece más café y se muestra abierto como pocas veces ante la prensa. Todos representan muy bien el espíritu de Luis. Hablar con ellos es un poco hablar con él.


Por Rodrigo España // Foto: Franco Stamboni

¡Tunait soldaut, chango! Las convocatorias para el público local a primeras horas de la noche casi nunca suelen ser muy llamativas y mucho menos un domingo; aunque al día siguiente sea feriado.

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s agosto y el frío, la gripe, el Milagro próximo, las Primarias todavía frescas o vaya a saber uno qué otro tipo de condicionantes hacen que la gente prefiera no salir de la casa ni aunque sea para escucharse unos rocanroles. Es comprensible. Días antes ya estaba enterado del evento y había decidido ir, le pregunté a un par de personas si estaban dispuestas a acompañarme, su repuesta evidente fue otra pregunta: ¿quién toca? Les respondí que Nagoba y una banda cordobesa que llamada Combustión Espontánea. “¿Quiénes?”, me retrucan. Al final fui solo. En la puerta del local, a eso de las diez de la noche, están los compadres de Nagoba conversando con otros dos changos más. Después de saludar me entero de que son el guitarrista y el fotógrafo de los cordobeses. La banda se vino en auto para Tucumán a tocar en un festival y de paso a grabar con el sello Las Tías Records, o viceversa. Y como ya estaban tan cerca decidieron

programar una fecha en Saltalandia.

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Paréntesis necesario para comentar algo de este emprendimiento de los compadres tucumanos relacionados con la banda Random. Ellos fueron los que iniciaron la movida que con toda la onda viene dando vueltas por diferentes lados desde hace un par de años, juntando a muchos músicos bajo el mismo sello (por ejemplo, los dos que dan pie a este texto). Además de gestionar algunas fechas en distintos lugares y prestar el estudio para la grabación de los grupos, la importancia que estos colectivos musicales devenidos en sellos virtuales genera, según comentaba uno de los changos de Nagoba, es la reunión entre músicos que luego significa también la oportunidad de compartir además del escenario en alguna fecha conjunta, por qué no la casa o los instrumentos cuando alguno emprende el viaje hacia una fecha en otros lados. Esta situación comunitaria entre mú-

sicos es una de las claves para comprender la reciente masividad de estos emprendimientos: esa reciprocidad que genera el gusto por la música y el entender que otros intermediarios entre músicos, sonido y público no son necesarios, dando como resultado la maravillosa idea de que la autogestión es posible. Hay que aclarar ante todo que tampoco es una novedad, porque si hay algo que muchas bandas locales, sino todas, conocen, es la autogestión. Ante esta situación, lo que se debe tener en cuenta es la modificación y apertura que permiten los sellos virtuales, porque hace algunos años la circulación del material sonoro se realizaba indefectiblemente mediante el formato físico (casete, CD) y si estas bandas deseaban ser escuchadas en otras latitudes del globo debían aspirar, soñar y, en muchos casos, orar para que algún sello con llegada fuera de estas fronteras y más allá del charco, o que por lo menos tuviese circulación amplia, les brindara la oportunidad de

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grabar. Situación que con el paso de los años se ha ido revirtiendo. Cada vez la dependencia de sellos “grandes” es menor. La posibilidad de compartir sonido a un solo clic y repetirlo miles de veces sin comprar el disco es algo que haría levantar las enaguas a Benjamin. Este es el punto en el que tenemos esta doble circunstancia de repetición y al mismo tiempo la sensación de que aquello que escuchamos es único. Repetición porque es la posibilidad constante de escuchar algo una y otra vez. Porque podemos bajar un disco de una banda croata de jazzcore que no la conoce ni Scaruffi y enamorarnos al punto de escucharla una, diez, mil veces. Pero el juego no funciona únicamente así, porque una vez que nos enteramos de que como ese hay miles de grupos pululando un espacio pequeño, el espectro se abre de manera que no hay lugar a fanatismos posibles, porque los discos salen como pan caliente, a rolete, a dos manos, haciendo del detenimiento algo más espasmódico de lo que se pensaba, maravillando al oído constantemente con sonidos o combinaciones antes ni siquiera sospechadas. El infinito entonces se hace paradójicamente constatable y cada punto que lo conforma se hace único e irrepetible.

aglutinarlos una forma musical como la que plantea Nagoba (salvo el caso de otros músicos, que también son parte constante del público de la banda). Para responder a esta incógnita sólo hace falta repasar mentalmente los sonidos en los últimos treinta años del rock, hacer un corte y pegue endemoniado, adherir un par de atmósferas y deleitarse con un breve pero fructífero repaso musical en una sola canción. Si a esto le sumamos que los changos se mandan un par largo de canciones por tocada, entonces la respuesta llega sola.

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Seguimos la conversación por el lado musical, sobre lo que estamos escuchando ahora: algunas bandas locales, otras de lados remotos. De un modo extraño derivamos en la posibilidad de la verdadera existencia de la combustión espontánea (no la banda, sino prenderte fuego como un fósforo, así, de la nada). Intentábamos recordar algunos casos célebres de la historia o alguna película para graficar nuestras explicaciones cuando alguien sube las escaleras y dice “che, arranquemos de una, porque la gente se está yendo”. Bajamos y era cierto: los compadres que estaban en la mesa media hora antes ya se habían tomado el palo. Entonces quedan los mismos personajes mencionados anteriormente, menos los de la birra en la mesa, aunque luego se sumarían un par más, que seguramente pasaron, escucharon música y entraron. En total no superamos las quince personas. Músicos incluidos.

Dentro del bar y ya pasada una hora del momento pautado para el inicio de la tocada (lo que debería ser “en punto”, según los estándares locales del tiempo) la gente presente puede resumirse de la siguiente manera: dos chicos que atienden la barra, una mesa compuesta por algunas señoritas que beben y conversan, otra con dos o tres compadres que hacen lo propio, al lado una pareja de dos personas mayores que, intuyo, son los padres de alguno de los músicos; al lado una parejita joven que chapa de pie, los músicos de ambas bandas y el que ahora escribe, además de cinco o seis personas más. En total, alcanzamos más o menos para hacer un buen picadito con cambios incluidos. Vamos para arriba a rematar una cerveza, al entrepiso del bar donde la música no suena tan fuerte y se puede conversar. Los muchachos de Nagoba comentan que lo que les parece extraño es que a pesar de saber que tienen poco público en la mayoría de sus presentaciones, éste es bastante variado: así como en las tocadas aparecen pendejos de 17, caen personas de veintepasados, treintaentrados, cuarentalargos y gente más grande, como el amigo que está abajo con su esposa, que según me dicen es un asiduo escucha de la banda. Ante esto, lo único que me queda es preguntar retórica y estúpidamente si no es el viejo de alguno de ellos. Contestan que no, pero que siempre que puede está. No resulta extraño explicarse por qué a sujetos tan disímiles puede

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Alguien sube las escaleras y dice “arranquemos, porque la gente se está yendo”. En total no superamos las quince personas. Músicos incluidos.

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Antes de subir a tocar, Juan (Soto, percusionista de Nagoba) se acerca y pregunta si le puedo hacer la gamba filmando. Entonces me alcanza una cámara, vuelve a subirse a la pequeña tarima y le da gas a una zapada como para calentar. Opto por dejar la cámara sobre la mesa apuntando hacia el escenario. No hay nada que bloquee la vista. Salvo por algún transeúnte casual que sale al patiecito a fumar un cigarro, la vista es límpida y el sonido también. A la izquierda está la pareja veterana. La

mujer demuestra claros signos de cansancio. Tal vez porque ya son como las once, estuvo más de una hora esperando que el marido escuche la banda que tanto le gusta y se tuvo que comer un compilado noventoso nirvanero que sonaba en los parlantes del bar. A la derecha está la parejita joven, meta apretar disimuladamente de rato en rato, cuando los giros de la música lo permiten, porque no hay nada mejor que chapar con un buen metalfusion. Del otro lado y cerca de la barra, el resto del público. Nagoba sigue dándole duro a esa mezcolanza instrumental que con el tiempo ha derivado en un sonido más denso, más pesado. Esto genera un buen viaje, se va y se viene, pasando por estados antinaturales tan amables como groseros. De la tranquilidad a la estridencia en un par de acordes, la noche se va haciendo más amena y los cuerpos se sueltan, algún pogo mental se presiente en el aire. La ausencia de una voz que determine el sentido de la música hace que la interpretación de los estados sea propicia para el maravilloso desvarío del aberrantismo sónico. Entonces una combinación de pausas, silencios, repeticiones y efectos jamás será recibida unívocamente por más reducido que sea el público. Esto puede contarse para ambas bandas, porque los Combustión Espontánea también carecen de vocalista. En todo caso, lo más parecido a uno son los sampleos que emanan de una computadora. Es el punto álgido de la primera banda de la noche. Todos los presentes (salvo la señora, que está dormida con la cabeza apoyada en la pared) partimos hacia algún lugar, cada uno a su modo. Los de la derecha siguen chapando, más allá hay gente sentada en la escalera, otros en la barra siguen chupando. Pero todos escuchamos. El amigo veterano mueve la cabeza en un headbang moderado, y no para de decirle a la esposa (que de rato en rato se despierta) que “estos pibes son geniales”. Es en este momento que puede achacársele a la cerveza, a la macoña o a la música (o a una combinación de las tres) en el que recibo una epifanía que intento esquivar como Bush esquivaba los zapatos; pero me persigue e insistentemente me dice que éste es el lugar correcto en el momento correcto. El lugar que no es en un tiempo que se hace infinito. Porque esto no va a suceder nunca más y sin embargo podrá ser repetido miles de veces, eso es lo de menos, me dice. Y a diferencia de George doblevé, me alcanza un tercer zapatazo justo entre ceja y ceja. Entonces Nagoba termina de tocar justo un momento después de que la cinta de la videograbadora se acaba. El público aplaude, se escuchan un par de silbidos aclamatorios y eso es todo. Los muchachos se bajan del escenario y son felicitados por el amigo


veterano con una frase similar a “maravilloso, como siempre”. Su mujer se despereza y ambos se van del bar. Los muchachos de Combustión Espontánea vienen de tocar en la Plaza Urquiza de Tucumán, cerrando el festival Rock en la Ciudad IV, junto a algunas bandas locales, y seguramente esperaban un público numeroso en la capital salteña. De todos modos, con las pocas personas que quedamos en el bar, se armó una linda noche. Una especie de recital íntimo, o una reunión entre personas desconocidas entre ellas, quizás, pero hermanadas por el sonido y al costo de diez pe la entrada. Largan de una. El bajo al frente y la bajista, que hace de frontwoman, se entregan a un frenesí apenas entrecortado entre música y música para comentar algo a los presentes o para afinar los instrumentos. La noche ya está jugada. Ahora, el público está compuesto por un poco más de gente que hace rato. Al lado de la barra se agolpan un par de personas, pero frente al escenario seguimos los mismos. El fotógrafo de la banda busca ángulos distintos: la bajista arrodillada con el bajo rojo haciéndole de corpiño, el batero con cara de concentración, el violero con cara de esfuerzo, la banda entera vista desde las escaleras, las luces de la computadora en primer plano, el resto difuso; y así. El extraño ritual que se repite bastante en casi todas las tocadas: fotos y más fotos. También hay alguien que registra la tocada en video mientras los cordobeses siguen al palo dándole matraca sonora a sus instrumentos.

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Esto de las fotos, la necesidad de reconocimiento, la idea de fama, siempre resulta graciosa, o por lo menos incómoda al escucharla. Porque esa imagen del músico que sale de la provincia para triunfar en la gran ciudad es también un tanto ridícula si se la piensa un poco, pero seguramente sigue siendo el sueño de más de uno, que al mejor estilo Daniel San devenido en blusero, sabe, muy en el fondo, que le entregaría, no el alma al diablo, como Robert Johnson, para tocar bien la viola, sino la cola a Urtubey para poder subir a un escenario masivo. En una entrevista reciente, a un músico salteño se le preguntaba cuáles fue-

ron la mejor y la peor presentación que recordaba. El compadre respondía que la mejor había sido una en la que una avalancha de minitas se tiraba encima del escenario, y agregaba que “eso era el sueño del rockstar”. Y para responder por la peor, mencionaba a una en un bar con características similares al Dagda, lugar donde tocaron las dos bandas que permitieron hacer esta crónica: pequeño y por donde pasaron varios grupos locales hasta que fracasó el emprendimiento por falta de público. En esa ocasión, recordaba el músico de la nota, fueron muy pocas personas, menos de diez y consideraba un bajón tocar para tan poco público.

Nagoba sigue dándole duro a esa mezcolanza instrumental que con el tiempo ha derivado en un sonido más denso. Esto genera un buen viaje. De la tranquilidad a la estridencia en un par de acordes. Estos dichos son meramente como ejemplo, porque lo mismo puede aplicarse para un compadre que hace folclore o jazz, o lo que sea, porque rock no es sinónimo de antisistema, hace mucho que eso quedó aclarado. Pero resulta extraño ahora, con toda la variedad de sonidos a los que uno puede acceder y que son producidos en lugares remotos y por bandas con las mismas características que las de estos lares, apelar a un concepto tan simplista para denotar las cualidades de una persona o un grupo que desea mostrar lo suyo al resto. Es esta idea del ser reconocido como el súmmum del músico, pintor, escritor o lo que fuere que le encantaría firmar autógrafos, que lo saluden por la calle y chuparse un vino con el Chaqueño para peinarle una raya de mer-

curio en el omóplato. Ese tipo de reconocimiento frívolo que tanto se anhela. En todo caso habría que considerar una apertura de los modos de transacción (aplicando paradójicamente la terminología económica a situaciones que deberían escapar de ella) entre quienes producen y quienes reciben. Porque tal vez ya fue eso del sueño de calzarse un instrumento y convertirte en una estrella de la música con millones de seguidores. Tal vez esta actitud de ímpetu productivo debería centrarse en algo más sincero que levantar una minita, si es que la hay. Una posibilidad de pensar lo que se produce con el mero fin de compartirlo, sin importar si es ante dos diez, cien o mil personas, cobrando o no por hacerlo.

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Cerca de una hora fue lo que duró la tocada vertiginosa (más por el sonido que por la extensión) de los cordobeses. El final fue feliz. Algunos estaban más sonrientes que otros, pero todos cargaban con la satisfacción que dan esas tocadas que salen bien. Era hora de partir hacia otros rumbos. Al salir del Dagda, una amiga llama por teléfono y propone ir a escuchar a otra banda con ella y su amiga, en un bar del Paseo de los Poetas. Acepto de buena manera, no viene mal prestar oídos a otras músicas. El bar está lleno de gente y de envases en las mesas. Suena una banda, al parecer improvisada, que reúne a varios exponentes de la vieja (o no tanto) guardia rockera de la capital salteña. Una noche de covers zapados de rock nacional, a pura birra, con muchos amigos de la banda. Sorprende ver a tanta gente que más que oyendo lo que están tocando, escucha la versión que tienen en sus cabezas. Básicamente porque no se entiende un carajo lo que tocan, en parte porque todo el mundo charla y porque el sonido es una cagada. Pero a nadie parece molestarle, porque no falta ningún hit. Desde La Renga hasta Fito Páez, el repertorio largo y karaokero. La noche es buena y yo estoy con mi amiga y su amiga policía escuchando rock nacional, tomando una cerveza que no voy a pagar y discutiendo si al sistema se lo puede combatir desde adentro. Entonces se me ocurre que debería escribir todo esto.

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una de las exigencias, aparentemente redactada por el presidente de la asociación, un joven guitarrista que toca versiones de rock mainstream los fines de semana, en bares de la zona de la Balcarce.

Teddy Krueguer, a la altura de Babasonicos

No nos hacemos cargo de la información de esta página. No tuvimos tiempo de chequearla.

Un nuevo sindicato de músicos en Salta Después de MIAS, MIRAS y MO, estaría formándose una nueva organización de músicos independientes salteños que buscan unirse para luchar por sus derechos, aunque sea por separado. Se trataría de la Asociación De Músicos Injunables Con Tamaño De Ego Inversamente Proporcional A Su Trayectoria (ADMICTDEIPAST), un grupo de artistas que tocaron más covers que The Beats pero aún así mantienen fuerte su espíritu de progreso y ambición por conquistar el mundo. Fieles a los tiempos que corren, los integrantes de ADMICTDEIPAST constantemente anuncian por Facebook las actividades que aún no realizaron y muestran sus equipos comprados por (en general) la plata de sus padres como algo por lo que deberían ser felicitados. Así, la libre exposición dentro de su círculo social virtual de (aproximadamente) 400 personas y el tuiteo, instagrameo y tumblreo incesante entre el mencionado círculo provoca que sus egos crezcan sin haber hecho muchos más méritos que haber nacido. La lucha de ADMICTDEIPAST se traduciría en exigencias inclaudicables, como que los medios salteños “coloquen en tapa y en rotación constante” las obras de sus miembros, aunque se trate de proyectos musicales de reciente creación y escasa o nula convocatoria y trascendencia. “Sólo queremos notas que hablen bien. No lucren con nuestro arte”, sería

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Aparentemente, los cuatro míticos y ya separados integrantes de Teddy Krueguer, adalides del pop y el buen gusto salteño, estarían estudiando la posibilidad de reunirse, para alegría de

sus fanáticos. “Tenemos plata, equipos que compramos con esa guita, chicas que nos siguen quizás por esa misma razón, y amistades de clase alta, como nos gusta. Nos dimos cuenta de que podríamos armar un VIP tan bueno como el de Babasonicos”, habría relatado uno de los integrantes del combo glamoroso local. Tras ser consultado acerca de mas paralelismos con el grupo de Adrián Dárgelos, como los musicales, por ejemplo, el mencionado integrante de Teddy habría asegurado que “eso no importa tanto”. “Primero el VIP, las minitas y el champagne. Después vemos cómo sonamos”, habrían sido las declaraciones finales.




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