Hermes 11: La doctrina de Sabino Arana a finales del siglo XIX

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hermes pentsamendu eta historia aldizkaria. revista de pensamiento e historia revista trimestral

urtarrila 2004 enero. nº: 11 zbk

© Fundación Sabino Arana Kultur Elkargoa

Aurkibidea / Índice

Michael Keating Ludger Mees Mikel Aizpuru Jean Claude Larronde Alexander Ugalde Xosé Manoel Núñez Seixas

La doctrina de Sabino Arana a finales del siglo XIX La transformación de la política Daniel Innerarity Elkarrizketa: Nelly Maes Bioética Koldo Martínez


hermes pentsamendu eta historia aldizkaria. revista de pensamiento e historia revista trimestral

urtarrila 2004 enero. nº: 11 zbk

© Fundación Sabino Arana Kultur Elkargoa

Michael Keating Ludger Mees Mikel Aizpuru Jean Claude Larronde Alexander Ugalde Xosé Manoel Núñez Seixas

La doctrina de Sabino Arana a finales del siglo XIX

editorial índice

La transformación de la política Daniel Innerarity Elkarrizketa: Nelly Maes Bioética Koldo Martínez

Edita: Fundación Sabino Arana Directores: Txema Montero, Koldo Mediavilla. Coordinadora de Edición: Olga Sáez Ocáriz. Consejo de Redacción: Irune Zuluaga, Iñaki Aldekoa, Josune Ariztondo, Javier Balza, Iñigo Camino, Filgi Claverie, Garbiñe Egibar, Sebastián García Trujillo, Eli Garmendia, Mª Karmen Garmendia, Iñaki Goikoetxeta, Iñaki Goirizelaia, José Ignacio Lacasta-Zabalza, Manu Legarreta, Emilio Majuelo, José Luis Mendoza, Teresa Martínez de Arano, Iñaki Martínez de Luna, Andoni Ortuzar, José Antonio Rodríguez Ranz y Aitor Bikandi. Colaboran en este número: Michael Keating, Ludger Mees, Mikel Aizpuru, JeanClaude Larronde, Alexander Ugalde Zubiri, Xosé M. Núñez Seixas, Daniel Innerarity, Mikel Reparaz, Koldo Martínez Urionabarrenetxea, Javier Vizcaíno, Olatz González Abrisketa, Joxé Angel Ulazia Diseño: Logoritmo. Portada: Logoritmo. Obra plástica y contraportada: Andoni Fernández Díaz. Fotocomposición y Fotomecánica: Flash Composition S.L. Imprime: Flash Impresión S.L. Fundación Sabino Arana. Ibáñez de Bilbao 16. 48001 Bilbao. Tfno. 94 423 05 28. Fax 94 423 42 80. aldizkari@sabinoarana.org. Depósito Legal: BI-986-01 ISSN: 1578-0058

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n el centenario de la muerte de Sabino Arana se han escuchado demasiados disparates tendentes a desprestigiar la memoria y la obra del patriarca del nacionalismo vasco. La situación política que vive este país, con una “dictablanda” de hecho, similar a la protagonizada antaño por Primo de Rivera, no es ajena a intento baldío de linchamiento político y mediático que ha sufrido la imagen de Sabino Arana. Pero quienes han pretendido emponzoñar el recuerdo colectivo de Arana no han caído en la cuenta de que su actitud hostil de hoy no es sino el reconocimiento implícito de la trascendencia de Sabino. Que un siglo después de su desaparición se siga hablando de Sabino Arana, se alimente la controversia y que su creación ideológica siga suscitando páginas impresas en periódicos y revistas, evidencia la grandeza y la trascendencia histórica de un pensamiento político provocador en su formulación y que en el siglo XXI sigue alimentando a la mayoría social del Pueblo Vasco.

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Michael Keating, Ludger Mees Mikel Aizpuru Jean-Claude Larronde Alexander Ugalde Zubiri Xosé M. Núñez Seixas

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Daniel Innerarity

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Nelly Maes

zientzia eta teknologia 6 4 Y frente a la virtualidad de Sabino Arana cabe confrontar la lejanía y el olvido que coetáneos suyos, como Cánovas del Castillo, que habíendo influido notablemente –y en su caso negativamente– en el devenir de este Pueblo, son ignorados por la ciudadanía en general, si bien una parte del poder establecido en el Estado español haya asumido como propia aquella apelación al “derecho a la fuerza” como causa de Estado.

Cien años después de desaparición de Sabino Arana, permanecen dos de sus principales aportaciones. Por un lado, su discurso central que centra en Euskadi, la patria de los vascos, y, en segundo término, la herramienta que él diseñó para construir esa la Patria común; el Partido Nacionalista Vasco. Sin ambos elementos, la Euskadi de primeros de siglo XXI no podría entenderse, pero tampoco podríamos hacer una radiografía del país que nos ha tocado vivir sin generaciones de vascos y vascas que han portado como antorcha encendida el testigo de un compromiso político activo y militante. Miles de vascos y vascas que han hecho del discurso de Arana un sentimiento permeable y pujante. Detrás de este centenario hay años de sacrificio, de penalidades y hasta tragedias. Hay vivencias irrepetibles. Hombres y mujeres que han pasado pero que han transmitido su pensamiento íntimo a quienes les sucedieron. Hoy, el ciclo continúa. A una generación de nacionalistas le sucede otra. Y después llegará otra. Hasta que la meta propuesta por Sabino Arana sea alcanzada desde el respeto, la tolerancia y la mayoría social.

Koldo Martínez Urionabarrenetxea

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Javier Vizcaíno Olatz González Abrisketa

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Joxé Angel Ulazia

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La cuestión de las nacionalidades y la integración europea

Europa y las naciones

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a cuestión de las nacionalidades se plantea en los estados plurinacionales, como España, el Reino Unido, Bélgica y muchos de los países de Europa del Este, en consecuencia de la no correspondencia entre estado y nación. Tradicionalmente considerada como cuestión de independentismo o separatismo, el asunto viene transformado por el proceso de integración europea. Para algunos partidos políticos, como el Scottish National Party, la Unión Europa facilita la independencia, bajando los costes y proporcionando un marco de apoyo exterior para una Escocia independente, con el slogan Indendence in Europe. Hay quienes en las naciones históricas de España favorecen una política semejante.

MICHAEL KEATING Licenciado en filosofía y letras, ciencias políticas y economía (Oxford), master en historia (Oxford), doctorado (CNAA), lingüística adjunto (Instituto de Lingüística), 1983. Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales del European University Institute, Florencia, Italia; Catedrático de Ciencias Políticas escocesas en la Universidad de Aberdeen en Escocia. Ha impartido numerosos cursos y seminarios a lo largo de toda Europa.

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Pero un fenómeno aún más interesante es que la integración europea va transformando el concepto mismo del estado de varias maneras. En Europea, es evidente que soberanía es compartida, pues no es posible un estado independiente en su sentido clásico. Los estados han perdido algunas de las competencias claves que definen el estado clásico como la unificación y regulación del mercado, la moneda y la política monetaria, e incluso la política de defensa. La definición y la aplicación de los

derechos individuales son de la competencia del Consjeo de Europa, con su Convención para la Protección de Derechos Humanos. Por primera vez en la historia moderna, los derechos humanos no dependen de la nacionalidad ni de la ciudadanía. La Unión Europea es un sistema a múltiples niveles donde la interpendencia se impone. En este contexto la integración y la unificación del estado pierden sus razones de ser, y es más fácil imaginar un estado asimétrico dentro una Europa asimétrica. No sorprende, pues, que muchos de los movimientos nacionales, en Europa occidental como en Europa central y oriental, han abandonado sus reservas anteriores y han adoptado una política proEuropa. En otros casos, el elemento europeo siempre ha estado presente. Los movimientos nacionales utilizan el tema de Europa de dos maneras; como un nuevo espacio discursivo para las naciones sin estado, y como una serie de oportunidades puntuales para avanzar la autonomía. Como nuevo espacio discursivo, Europa introduce las ideas de soberanía compartida e interdependencia. Para algunos estas ideas tienen una resonancia histórica, y que en Cataluña, en Escocia, en el los territorios vascos, hay importantes tradiciones de soberanía limitada y compartida. Pero hay una distinción importante entre nacionalismos y que afecta sus capacidades de jugar el juego de Europa. Como siempre, hay unos exclusivos, etni-


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Aurkibidea / Índice cistas y xenófobos; hay otros progresistas, inclusivos y abiertos. Europa no es unicamente un mercado y una serie de instituciones administrativas. Es también un espacio de democracia, libertad y tolerancia, basado en valores comunes. Pues no es casualidad que los nacionalismos y regionalismos que aceptan estas ideas sean más europistas, por ejemplo Convergència i Unió, el Partido Nacionalista Vasco, Scottish National Party, Plaid Cymru-Party of Wales, Volksunie-Spirit (en Flandés). La Esquerra Republicana de Catalunya y el Bloque Nacionalista Galego sueñan con una Europa de los Pueblos. Por contrario, los nacionalismos reaccionarios, étnicamente exclusivos, racistas son anti-europeístas, por ejemplo el Vlaams Blok. La Lega Nord en los años 1980 favorecía un Europa de las Regiones y de las Nacionalidades, pero en 1994 fue expulsada de la Alianza Libre Europea por sus actitudes extremistas. Estos días es un partido eurófobo, xenófobo e incluso nacionalista italiano. Jorg Haider ha tentado como gobernador de la Carinthia, de adherirse al movimiento de la Europa de las Regiones, pero sin éxito. Para las nacionalidades con su proprio territorio, Europa proporciona un marco para nuevos sistemas de acción en la economía, en la cultura, y en la política. Las nuevas teorías de desarrollo económico hacen énfasis en el territorio como factor clave para la transformación, y en el auge de sistemas de producción regionales. La tarea para gobiernos territoriales no es únicamente la gestión de los servicios, sino la inserción del territorio en los mercados europeos y mundiales. La dimensión cultural es también importante y es reconocido que una cultura distinta puede ser un recurso para la cooperación, el desarrollo, la solidaridad frente al mercado. Politicamente, la autonomía moderna no tiene que ver únicamente con esta-

do, sino también depende de la capacidad de las regiones y las naciones sin estado de utilizar las redes europeas. Las nacionalidades y las regiones tienen representación en el Comité de las Regiones, aunque este tiene unicamente poderes consultativos. En algunos estados, las regiones pueden utilizar una cláusula en el Tratado de Unión Europea (Maastricht) para representar el Estado en el Consejo de Ministros. Esto es posible en Bélgica, donde las regiones y comunidades tienen el derecho de hablar por el estado cuando se trata de competencias regionales, y en el Reino Unido, donde la participación depende de la voluntad del gobierno central. En España hasta ahora, no se ha aplicado este procedimiento. La cooperación transfronteriza, un elemento importante para naciones que existen en ambos lados de una frontera, es facilitado por la Convención de Madrid, que depende del Consejo de Europa. Para las nacionalidades sin territorio propio, un elemento fundamental es el régimen de derechos individuales y culturales, que depende del Consejo de Europa. Existe la Convención marco sobre los derechos de las minorías y la carta de lenguas minoritarias y regionales. La Organización de Seguridad y Cooperación en Europa también tiene competencias en materias de derechos culturales y de las minorías.

La Europa del futuro La integración europea, por lo tanto, favorece un nuevo nacionalismo, basado en la interdependencia, tanto como en los valores de tolerancia y democracia. Las naciones buscan oportunidades de acción más allá del estado y tratan de su-

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hermes nº: 3 de 4. La cuestión de las nacionalidades y la integración europea. Michael Keating

Aurkibidea / Índice perar el modelo decimonónico del estado mismo. Pero no hemos acabado completamente con el modelo del Estado-nación, y no temenos una Europa integrada totalmente ni un marco de apoyo comprensivo para naciones sin Estado. Existen, mejor dicho, una serie de oportunidades puntuales para moviemientos nacionales y regionales y unas posibilidades para la evolución de Europa. Dos conceptos son fundamentales en mi análisis de la Europa futuro1. El primero es el de post-soberanía. Este hace referencia a la transformación de la soberanía y la pérdida del monopolio estatal. En el futuro, tendremos distintas fuentes de soberanía, europeos, estatales y nacionales. Como siempre, la fuente de legitimad será a la vez la voluntad actual de los pueblos, y las tradiciones y los derechos históricos. No es casualidad que en la época cuando la soberanía estatal hace frente as los desafíos de la europeización, los historiadores vuelven a redescubrir tradiciones históricas de pactismo, de confederación y de soberanía compartida. Incluso los juristas han revalorizado ideas de pluralismo normativo y convivencia2. El segundo concepto es de democracia plurinacional. Tenemos que acabar con el concepto jacobino de la democracia que hace una equivalencia entre el demos, el etnos y el polis. Europa no es y no puede ser un estado ni una nación; pero debe ser democrática. Pues hace falta inventar mecanismos para la democracia a niveles disintos. Se habla mucho del déficit democrático

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en Europa, pero asistimos a la emergencia de nuevos espacios democráticos a varios niveles, en las regiones, en las nacionalidades, en las ciudades y los barrios. Lo importante es que estos espacios sean abiertos y no cerrados en sí mismos.

Los límites de Europa La Europa proporciona un nuevo marco para la resolución de la vieja cuestión de las nacionalidades. Pero hay límites en la capacidad de Europa para proporcionar soluciones a la cuestión nacional. Hay una reacción por parte de los estados a la pérdida de competencias por abajo a las regiones y naciones, y por arriba, a Europa. El gobierno español especialmente ha adoptado un nacionalismo españolista renovado. En los nuevos Estados Miembros, que han recuperado su soberanía tan recientemente, hay una reticencia a abandonarla. La ampliación presenta un desafió a la Unión Europea y al Consejo de Europa. Es evidente que el modelo del Estado-nación unitaria, que se aplica con tantas dificultades en Europa occidental, es imposible en Europa del Este. Un sistema para la protección de minorías nacionales es preciso en el futuro. Los criterios de Copenhagen imponen a los países candidatos el respeto de los derechos de las minorías. Pero la protección minoritaria fue el único de estos criterios no incorporado en el acquis de l’Unión por el Tratado de Amsterdam. Para el futuro, pues, hay dos posibilidades. O cesamos de insistir sobre la protección de las mino-


hermes nº: 4 de 4. La cuestión de las nacionalidades y la integración europea. Michael Keating

Aurkibidea / Índice rías en los nuevos Estados miembros; o aplicamos criterios de protección a todos los Estados, incluso a los quince miembros actuales. La Convención sobre el futuro de Europa fue una ocasión para abordar la cuestión de las nacionalidades y las regiones, aunque la cuestión regional/nacional no era prioritaria en el orden del día. Unas naciones/regiones como Cataluña, Flandés y Euskadi presentaron reivindicaciones radicales para un reconocimiento de la diversidad3. Cataluña y Flandes, por ejemplo, sugirieron que, cuando las regiones representan los Estados en el Consejo de Ministros, sea posible dividir los votos estatales entre las regiones en el caso que sus intereses sean diversos. Menos radicalmente, las ‘regiones constitucionales’ o ‘regiones con competencias legislativas’ reivindicaron un estatuto especial. Estas demandas no fueron reconocidas, ni incluso por el Comité de las Regiones, que insiste en la igualidad de todas las entidades subestatales, municipios, regiones y nacionalidades. En todo caso, sería imposible en todo caso establecer un nuevo mapa de Europa, con una definición definitiva de las naciones y regiones y de sus competencias. Lo importante es no cerrar el paso para el desarrollo de una Europa plurinacional. El peligro es que la nueva constitución europea reflejara el deseo de los estados de clarificar la división de competencias a dos niveles, Europa y Estado. Por el contrario, es preciso reservar espacios para el desarrollo espontáneo de las nacionalidades y regiones. Para esto, un elemento de flexibilidad e incluso de ambigüedad constitucional puede ser útil.

NOTAS Ver Michael Keating, Plurinational Democracy. Stateless Nations in a Post-Sovereignty Era, Oxford: Oxford University Press, 2001. 1

2 Neil MacCormack. Questioning Sovereignty. Law, State and Nation in the European Commonwealth, Oxford: Oxford University Press, 1999.

Aunque la proposta de la convención vasca fue rechazada por el Parlamento vasco. 3

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Sabino Arana, el contexto y la política

1. La contextualización: entre historia y política

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uando algún historiador en cualquier lugar del mundo empieza una conferencia con la observación de que, para comprender mejor el tema que se propone analizar, es imprescindible la contextualización del mismo, en el fondo no está diciendo más que una obviedad. De hecho, desde el nacimiento de la ciencia de la historia como ciencia autónoma y disciplina universitaria al comienzo del siglo XIX, la necesidad de insertar a determinados eventos o personajes en el contexto de su tiempo forma parte imprescindible del bagaje metodológico a emplear por cualquier profesional de esta nueva disciplina. Así se pretende calibrar el grado de condicionamiento de estos eventos o personajes por parte de las circunstancias en las que se desenvolvieron, pero también descubrir sus rasgos específicos, particulares e individuales, así como su relación dialéctica con el contexto como objetos y a la vez sujetos del proceso histórico. Con todo, y siendo esto así, de manera que la falta de la necesaria contextualización es una razón para suspender un trabajo a cualquier estudiante de historia, esta tarea no es ni mucho menos inocente o aséptica, puesto que de la misLUDGER MEES Catedrático de Historia ma depende en sumo grado la Contemporánea de la UPV. visión, interpretación y valora-

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ción del tema estudiado. Cuando, además, este ejercicio de contextualización se realiza en escenarios marcados por fuertes conflictos políticos, se produce un gran riesgo de que esta contextualización sufra la interferencia de determinados intereses políticos y se convierta en un acto más político que científico y académico. Sólo quiero mencionar aquí un ejemplo que he vivido muy de cerca y que demuestra a la perfección esta interferencia, a mi modo de ver perniciosa, de la política en la historiografía. Me refiero al llamado “Historikerstreit”, la disputa o la polémica de los historiadores alemanes en torno al significado del nacionalsocialismo en general y del holocausto en particular, una polémica muy dura y ácida que se desarrolló entre los historiadores alemanes en la segunda mitad de la década de los años 80, todo ello acompañado por un enorme eco mediático.1 Esta disputa no se puede entender sin tener en cuenta el clima sociocultural y político que reinaba entonces en Alemania y cuyo principal ingrediente fue un revisionismo conservador, ansioso de acabar con la visión crítica de la historia alemana propagada por la nueva historia social alemana, que ya se había establecido como corriente historiográfica predominante en las universidades. Un revisionismo que pretendía recuperar un cierto orgullo por la historia alemana, por lo cual resultaba imprescindible atacar la tesis de la singularidad y excepcionalidad del fascismo alemán y de sus crímenes. Un revisionismo propagado por historiadores conservadores apoyados debida-


hermes nº: 2 de 12. Sabino Arana, el contexto y la política. Ludger Mees

Aurkibidea / Índice mente por el gobierno conservador de Kohl mediante cargos y recursos. Su exponente más hábil y conocido fue el historiador Ernst Nolte. Su contextualización del nacionalsocialismo culminó en la tesis de que lo que él llamaba “asesinato racista” de los judíos fue una reacción defensiva ante el peligro bolchevique y su “asesinato clasista” cometido primero durante la guerra civil posterior a la Revolución de Octubre y luego durante el régimen de terror estalinista. Dicho de forma un tanto simplificada se puede afirmar que Nolte dotaba al holocausto de un cierto sentido lógico, ya que veía en el mismo una reacción defensiva de Hitler ante el peligro bolchevique, que para el dictador alemán seguía vigente y cuyos principales aliados supuestamente eran los judíos. Con esta perspectiva contextual Nolte no quiso legitimar los crimines de los nacionalsocialistas, pero sí quitarles su label de singularidad y protegerles ante críticas que él consideraba injustas y demasiado presentistas. El mismo alegato contra lo que se tachaba como un excesivo presentismo utilizó también Andreas Hillgruber, otro de los destacados revisionistas en su estudio sobre el derrumbamiento del régimen nacionalsocialista tras las derrotas militares en el este. Hillgruber, recuperando para sus fines una postura nítidamente historicista, argumentaba que para comprender realmente lo que había ocurrido en los frentes del Este era necesario que el historiador adoptase la perspectiva de los soldados del ejército del Este, dotándose así de la necesaria sensibilidad para los miedos y las miserias a las que se encontraban expuestos los soldados alemanes. Sólo desde esta perspectiva de la borrachera eufórica primero, y de la desesperación casi suicida después, así argumentaba Hillgruber, eran entendibles los atroces crímenes cometidos por los soldados de la Wehrmacht y de sus comandos especiales

contra la población civil. Releyendo estas y otras publicaciones hoy, tres lustros más tarde, sorprende su pobreza empírica y su debilidad metodológica, máxime cuando sus autores son historiadores que cuentan en su currículo con otras publicaciones previas de mucha mayor calidad. Nolte no aporta pruebas documentales convincentes para su tesis y Hillgruber rompe con un requisito básico de cualquier trabajo historiográfico serio, que no puede conformarse con la contextualización de una sola de las perspectivas presentes en un evento histórico –la del ejército del este y de sus soldados– sino que debe al menos reconstruir y contrastar las diversas perspectivas intervenientes, por ejemplo la de las víctimas, para poder analizar el evento histórico desde su conocimiento empírico actual y poder comprenderlo en toda su complejidad. Aquí, y esta es la conclusión a la que se llega, nos encontramos ante ejemplos de contextualizaciones mutiladas por la evidente, pero no confesada, excesiva interferencia de determinados intereses extra científicos o académicos. Si esto pudo ocurrir en Alemania, una sociedad democrática, normalizada y dueña de una cultura política crítica y consolidada, no es difícil entender que el riesgo de que se produzcan este tipo de mutilaciones en el debate historiográfico es mucho mayor aún cuando se trata de sociedades como la vasca, que pese a los grandes avances en el aprendizaje y la consolidación de la democracia logrados tras la muerte de Franco sigue padeciendo las consecuencias de un grave conflicto político, agravado por el dramático impacto del terrorismo. Hace tiempo que se acabó la Guerra Civil, pero los fantasmas del pasado aparentemente se resisten a desaparecer cuando en un lado, esta vez en el nacionalista, algunos consideran no solamente legítimo, sino imprescindible, emplear la violencia en la lucha

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hermes nº: 3 de 12. Sabino Arana, el contexto y la política. Ludger Mees

Aurkibidea / Índice política, y en el otro lado existe un gobierno que ha desempolvado el viejo slogan de la amenaza rojo-separatista para convertirlo en su principal arma en la luchar de perpetuarse en el poder. En este contexto, la palabra “contextualización” se nos presenta ya contaminada incluso antes de entrar en el ámbito historiográfico, cuando, por ejemplo, la referencia al “contencioso vasco” y sus consecuencias sirve para justificar, o al menos no condenar, amenazas, extorsiones y asesinatos, como si de inevitables fenómenos climatológicos se tratara. Si en estas circunstancias alguien propone analizar y contextualizar la figura de Sabino Arana, su pensamiento y su actividad política no se expone a una tarea demasiado grata, puesto que Sabino Arana se ha convertido en un símbolo con una enorme carga emocional que complica sobremanera el análisis frío y distanciado. Así, en la memoria colectiva de muchos seguidores del partido nacionalista mayoritario de Euskadi, fundado por Arana, la figura del fundador sigue envuelta por esta aureola casi religiosa del gran héroe nacional, el príncipe salvador cuyo beso despertó a la conciencia nacional de los vascos, el Mesías que reveló la bona nova de la libertad nacional. En el otro extremo, Sabino Arana es –si se me permite esta pequeña incursión presentista en la política internacional de nuestros días– la personificación del eje del mal, no sólo por integrista, antiliberal y racista, y tampoco por haber creado “una religión de la violencia política”, es decir, por ser el padre espiritual de los terroristas vascos, sino también por ser uno de los antecesores de Hitler, ya que, en opinión de uno de nuestros historiadores, las “posiciones y actitudes” de Sabino “desde hoy cabe pura y simplemente estimar como prenazis”2. Yo, personalmente, no comparto ninguna de estas dos posturas. Considero,

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por un lado, que la equiparación del pensamiento de Sabino Arana con el pensamiento de Hitler tiene escaso fundamento empírico y que sería necesario matizar mucho más para que la tesis según la cual la figura del maketo en el discurso de Arana “es un claro antecedente del judío Süss (sic) de la propaganda nazi”3 no se entienda como un insulto a la memoria de los seis millones de judíos asesinados por el régimen nazi. Por el otro lado, considero igualmente que la veneración pasional y ciega de Sabino Arana obstaculiza el conocimiento de una realidad histórica mucho más compleja e incluso contradictoria. Es más, al día de hoy, cien años después de su muerte, creo que el nacionalismo democrático, particularmente el del PNV, todavía no ha realizado una revisión crítica de la figura y del pensamiento de su fundador. En este sentido, no puedo más que celebrar la oportunidad de seminarios como éste, organizado además por la Fundación que lleva el nombre del fundador. Y es que, quizás ingenuamente, todavía sigo convencido de que la única posibilidad que tenemos los historiadores de no dejarnos condicionar y atar demasiado por nuestro contorno político tan extremadamente tenso y polarizado y de rehuir maniqueísmos y unilateralismos simplistas es la insistencia en y la profundización de nuestro trabajo analítico y de seguir contextualizando nuestro objeto de estudio con un escrupuloso respecto a todas las reglas y normas profesionales, eso sí, a sabiendas de que la gran idea maestra del primer historicismo de poder alcanzar la objetividad científica no es más que una utopía imposible de realizar, que, sin embargo, nunca debemos perder de vista. Las reflexiones que vienen a continuación pretenden ser una pequeña contribución a esta tarea analítica. Para ello presentaré, en primer lugar, algunas de las claves que considero decisivas a la hora de comprender el contexto internacional en el cual se


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Aurkibidea / Índice fraguó y desarrolló el pensamiento y la actividad de Sabino Arana. Posteriormente, y para terminar, formularé algunas tesis sobre el significado del fundador del nacionalismo vasco dentro de este contexto.

2. La era del imperio Las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del siglo XX conformaron una coyuntura singular en la historia occidental: el “fin de siglo”.4 Transformaciones estructurales en todos los órdenes (éxodo rural, urbanización, segunda revolución y nueva organización industrial, progresiva democratización de los sistemas políticos, secularización de las sociedades urbanas, aparición de nuevas identidades sociales y desarrollo de fórmulas novedosas de asociación y acción colectiva, etc.) situaban ya al mundo occidental en los albores de una nueva modernidad alejada de los patrones del siglo XIX. En este contexto de redefinición de las sociedades occidentales, un renovado paradigma comenzó a brillar con luz propia: la internacionalización. Internacionalización de las personas, los bienes, el capital, la actividad económica, la información.... Un nuevo horizonte que resucitaba las aspiraciones expansionistas de los diversos Estados (Alemania, Estados Unidos, Japón, Italia, Francia, Reino Unido, etc.), interesados en el control económico del planeta, y todo ello en una delicada coyuntura de agotamiento de los espacios geográficos no colonizados por unas y otras potencias. De hecho, fue la unificación alemana de 1871 la que marcó el comienzo de una nueva etapa en la historia europea. Esta unificación no fue consecuencia de la pujanza de un fuerte movimiento nacional y liberal, sino producto de una revolución desde arriba, orquestada por un Junker prusiano de dudoso pedigrí democrático.

La existencia de una nueva potencia económica, política y pronto militar en la Mitteleuropa puso punto final al equilibrio estratégico europeo dibujado por los gobernantes en el Congreso de Viena, y el tradicional reparto de esferas de influencia fue poco a poco sustituido por la competencia cada vez más abierta entre las potencias. Además, la lógica inherente al capitalismo industrial, con su necesidad de asegurar mercados y materias primas, y la política de las nuevas élites de poder para desviar conflictos internos e integrar a los ciudadanos en el sistema, fueron los verdaderos motivos de esta carrera por el reparto de la tierra, en la que con más o menos éxito se implicaron todas las potencias europeas. Entre 1880 y 1914 el imperialismo europeo incorporó –formal o informalmente– gran parte del mundo a sus dominios, de manera que en África (salvo Etiopía) y en el Pacífico no quedó ningún Estado independiente. Estas profundas trasformaciones políticas, sociales y económicas provocaron la quiebra de los ejes centrales de la Weltanschauung o visión del mundo característica de la era premoderna. Así, tal y como explica Mike Hawkins5, hacia mediados del siglo XIX ya se estaban anunciando dos cambios importantes. Por una parte, la expansión del comercio y del colonialismo incrementó la conciencia sobre la diversidad de valores y comportamientos humanos, lo que erosionaba la creencia en la existencia de un único género humano homogéneo y universal. Por otra parte, la idea de que la evolución de la naturaleza y del género humano se realizaba bajo la influencia de determinadas leyes científicas ponía en tela de juicio la interpretación trascendental del mundo como producto de la creación divina. El evolucionismo de Charles Darwin (18091882) fue uno de los pilares esenciales de esta nueva manera de entender el mundo. Darwin, cuya obra central “Sobre el ori-

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Aurkibidea / Índice gen de las especies” se había publicado ya en 1859, formuló una nueva visión del mundo animal, pero también del humano que se puede resumir en cuatro afirmaciones centrales: a. Toda la naturaleza orgánica, incluida la humana, se rige por determinadas leyes biológicas. b. La presión que el crecimiento de la población ejerce sobre los recursos desencadena una lucha por la existencia entre los diferentes organismos. c. Rasgos físicos y mentales que a sus poseedores confieren una ventaja en esta lucha pueden, a través de mecanismos hereditarios, traspasarse y extenderse entre los miembros de una población. d. Los efectos cumulativos de selección y herencia conducen con el tiempo a la desaparición de determinadas especies y a la creación de nuevas. Tras la publicación de las impactantes tesis de Darwin, y en el contexto particular de la Era del Imperio, iban a aparecer otras obras supuestamente científicas, así como panfletos políticos de escritores que en su gran mayoría partían de las fuentes darwinistas, pero añadían una quinta afirmación central al catálogo antes comentado, sosteniendo que el determinismo biológico no sólo afectaba a las propiedades físicas de los humanos, sino también a sus atributos psicológicos y culturales, de manera que los procesos de lucha por la supervivencia, la selección y la herencia se convertían en las claves para comprender fenómenos muy variopintos como la religión, moral, instituciones políticas, el auge y la decadencia de determinadas imperios y civilizaciones. Esta aplicación de las tesis darwinianas al mundo psicológico, cultural e incluso político es la esencia central del pensamiento dominante durante la Era del Imperio y que se conoce habitualmente como el social-darwinismo. Más allá de los mencionados ejes centrales de este pensamiento, exis-

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ten múltiples versiones y aplicaciones del mismo. Su principal atractivo consistía en el hecho de responder a las dudas, inquietudes y temores generados por el proceso de modernización y la erosión de las tradicionales visiones del mundo con una oferta de nuevas explicaciones supuestamente científicas capaces de llenar el vacío, acabar con las inquietudes y confusiones, así como de dotar a la inquietante vida de la modernidad finisecular de un nuevo significado.6 Así, el social-darwinismo fue una ideología muy funcional, puesto que se convirtió en una Weltanschauung de fácil asimilación no sólo por parte de las clases y capas sociales desplazadas por el proceso de modernización, sino también por parte de las élites, que habían encontrado una poderosa arma ideológica para legitimar políticas nacionalistas, colonialistas, antisemitas y racistas. Un brevísimo recorrido por algunos países del mundo desarrollado nos permite apreciar la tremenda influencia del pensamiento social-darwinista en el Occidente finisecular. En Francia, a partir de la segunda mitad de los años ochenta, la derecha desplazó a la izquierda, monopolizando el discurso nacionalista. La Ligue des Patriotes (fundada en 1882) nació con el objetivo de fomentar la conciencia nacional de los franceses, acercándose peligrosamente a posiciones antiparlamentarias, militaristas y autoritarias. En la misma dirección se movían el movimiento revanchista liderado por el general Boulanger y el partido Action Française, creado en 1898 por Charles Maurras. El nacionalismo integral de Maurras tuvo desde sus comienzos fuertes ingredientes antisemitas, y su notable impacto en amplias capas de las clases medias se reflejó tanto en el éxito del best-seller de Edouard Drumont La France Juive, publicado en 1886, como en la cruzada popular contra la supuesta conspiración del judaísmo internacional a lo largo del tristemente famoso affaire


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Aurkibidea / Índice Dreyfus, cuando –entre los años noventa y principios del siglo XX– un oficial judío del ejército francés fue víctima del antisemitismo, al ser acusado falsamente –tal y como se demostró años más tarde– de espionaje a favor del Imperio Alemán. Tampoco Inglaterra pudo escapar de esta ola de nacionalismo integral y social-darwinismo durante los años de la Era del Imperio. El descenso de la influencia británica den el continente, consecuencia de la unificación alemana, impulsó a sus dirigentes a buscar una compensación, acelerando el expansionismo imperialista, con unos resultados jamás alcanzados por sus contrincantes. En 1912, Gran Bretaña era dueña de 30.087.000 kilómetros cuadrados, frente a los 7.906.000 2.907.000 y 1.590.000 que habían ocupado Francia, Alemania e Italia respectivamente. Una vez asegurado el dominio en los territorios conquistados, el ministro de las Colonias, Joseph Chamberlain, perfiló la nueva meta de la política británica, el Constructive Imperialism: “Debemos edificar la unidad de los Estados en los océanos; debemos consolidar la raza británica, (...) la más grandiosa raza soberana que ha visto jamás el mundo”.7 Se sobreentiende que esta política de imperialismo constructivo, eficazmente apoyada por la prensa y el sistema educativo, no dejaba lugar a planteamientos como el home rule reivindicado por los nacionalistas irlandeses. A finales del siglo XIX, la conjunción entre imperialismo exitoso y nacionalismo integral había fraguado un consenso nada desdeñable en amplias capas de la población inglesa, convencidas de la histórica misión civilizadora que la nación (o la raza) británica estaba predestinada a cumplir en el mundo. Alemania no podía faltar en este escenario de nacionalismo integral y socialdarwinismo. La política de Bismarck había decapitado al nacionalismo liberal y democrático, de manera que a partir de 1871 su lugar fue ocupado por el Estado y el ejército, unas instituciones envueltas en una brillante aureola de honor, gracias

a su papel de verdaderos unificadores de Alemania. El nacionalismo integral no fue como en otros Estados un instrumento más en la tarea de dotar de cohesión a la población dentro de un determinado marco político y social, sino el principal vehículo ideológico empleado con el objetivo de legitimar un régimen que no había sido fruto de un amplio movimiento liberal, sino de una política autoritaria y belicista orquestada desde Prusia. Así, pues, el proceso de fundación interior del Imperio estaba estrechamente vinculado con la construcción de determinados enemigos de la patria, dentro y fuera de las fronteras alemanas (Francia, los socialistas, la Iglesia católica, los judíos y otras minorías), y a ello se añadían incentivos para la integración en el sistema, ofrecidos a nivel social (red de seguros sociales) e ideológico (imperialismo). El éxito de diversas organizaciones con programas colonialistas y nacional-chovinistas, con cientos de miles de afiliados en algunos casos (como la Sociedad Alemana Colonial, creada en 1887, la Liga Pangermana, de 1891, o la Asociación Alemana para la Marina Militar, de 1898), demuestra la base popular con la que podía contar una política de nacionalismo integral y socialdarwinista, con sus implicaciones expansionistas, racistas, anti-democráticas y militaristas, allanando de esta manera el fatal camino que llevaría a la Primera Guerra Mundial. Finalmente, en los Estados Unidos, ideas ancladas en el social-darwinismo servían para justificar el régimen esclavista y la explotación de la población de origen africana. Una de las publicaciones más populares y divulgadas se debe a la pluma de Joseph Le Conte (1823-1901), un reputado geólogo y a la sazón presidente de la influyente Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia (American Association for the Advancemente of Science). Su libro The Race Problem in the

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Aurkibidea / Índice South apareció en su primera edición en 1892. En sus páginas, el autor ilustra a sus lectores con afirmaciones como ésta: “La raza negra todavía se encuentra en su infancia. No ha aprendido todavía a moverse solo por los caminos de la civilización”. Por ello, Le Conte concluía que el resultado del contacto entre la raza blanca y la negra “será, ha de ser, debe ser que la raza superior asume el control y determine la política de la comunidad”.8 Más tarde, desde el comienzo del siglo XX, estas ideas racistas abrieron la puerta al movimiento conocido como “eugenismo” (eugenics), cuyos inspiradores proponían describir y medir “objetivamente” las características de las razas superiores y las inferiores, para poder tomar medidas contra la “infección” y “degeneración” de la propia raza superior. Como se ve, no fue Hitler quien inventó esta idea, la que, a su vez, en ocasiones encontró el camino de las publicaciones académicas a la política aplicada: En 1907, en Estados Unidos el Estado de Indiana aprobó una ley que preveía la esterilización para todos “dementes, idiotas, tontos y violadores” recluidos en instituciones públicas.9 Si añadimos a esta vista panorámica los nombres de influyentes escritores que, de una forma u otra, se esforzaron de popularizar y prestigiar científicamente el pensamiento social-darwinista, muy a menudo acentuando su ingrediente racista, queda patente el clima espiritual predominante en la Era del Imperio10. En Alemania, Nietzsche elaboraba su figura del super-hombre, alimentado por su imparable ansia de poder y predestinado a conquistar el mundo y dominarlo, imponiendo sus valores y su cultura a las razas inferiores y débiles. Su compatriota Ernst Haeckel (18341919), profesor de zoología en la Universidad de Jena, todavía dio un paso más en la deriva

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racista y antisemita del socialdarwinismo. En Inglaterra, y también en Estados Unidos, el socialdarwinista más leída fue el sociólogo Herbert Spencer. Fue, por cierto, Spencer y no Darwin quien acuño el conocido lema de la “supervivencia del más fuerte” (“survival of the fittest”), elevándolo al rango de una ley natural y rechazando en consecuencia también cualquier protección pública de las personas disminuidas como contraria a la naturaleza. En Francia, los escritores más representativos fueron el aristócrata Arthur de Gobineau (1816-1882), quien rechazaba cualquier mezcla de la raza aria con otras razas inferiores por conducir a la decadencia de la primera, así como Georges Vacher de Lapouge (1854-1936), quien se dedicaba a establecer la jerarquía de las diferentes razas mediante la medición de los cráneos. A parte de las medidas de los cráneos, datos sobre estatura, color de la piel o de los ojos, Lapouge echaba mano de otros muchos argumentos científicos para probar la superioridad de la raza del homo europaeus –más conocida como la raza aria– sobre la otra raza inferior que le preocupaba: la del homo alpinus, aduciendo, entre otras lindezas, la mayor habilidad de los arios de montar en bicicleta. En Inglaterra, finalmente, cabe añadir la obra de Houston Stewart Chamberlain (1855-1927), hijo germanófilo de un almirante británico y marido de la hija del músico alemán Richard Wagner. Anticipándose a Hitler, Chamberlain interpretaba la historia de Occidente como una lucha eterna entre arios espirituales y portadores de cultura por una parte, y los judíos materialistas y egoístas, por otra. Era necesario acabar con la contaminación de la raza aria, cuyo único superviviente era el pueblo germánico, a través del contacto con los judíos si la civilización occidental había de ser salvada.


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3. Sabino Arana y su contexto: similitudes y particularidades 1. En la Bizkaia finisecular en la que actuaba Sabino Arana se dieron unas circunstancias muy similares a otras sociedades de la misma época que aquí hemos denominado, siguiendo a Eric Hobsbawm, la Era del Imperio y que se pueden resumir con el concepto de la crisis de modernización y sus consecuencias en los ámbitos económico, social, cultural y político. En el caso vasco, esta situación de transformación profunda y movilización permanente, aún se veía agravada por la existencia de un conflicto en torno a identidades, particularismos culturales y demandas de autogobierno que acompañaba a la creación del Estado liberal español al menos desde comienzos del siglo XIX. 2. Como en otros casos, el discurso de Sabino Arana reflejó las inquietudes y temores de una pequeña burguesía que se sentía amenazada en dos frentes: el formado por el gran capital el primero, y el constituido por el movimiento obrero socialista el segundo. Era una pequeña burguesía con una fuerte tradición anti-liberal y reaccionaria, que debido al declive del carlismo políticamente se había quedado huérfana. 3. Debido a esta tradición política y al contexto de la crisis de modernización que presenciaba, era lógico que Arana compartiera algunos de los elementos ideológicos centrales de esta visión del mundo predominante en la Era del Imperio, en la que se mezclaban las ideas del social-darwinismo, colonialismo, imperialismo y racismo, aunque muy probablemente no haya leído ninguno de los diferentes autores que hemos citado. El único que menciona es a Charles Darwin y lo hace para formular una de sus diatribas más furibundas e

impresentables contra los maketos.11 Fue racista en dos sentidos: primero, porque manejó un concepto de nación esencialista, basándose predominantemente en criterios de raza; y segundo, porque interpretaba a su mundo vital y los conflictos que ahí se presentaban primordialmente en clave de lucha racial entre una raza noble y superior, la vasca, invadida por otra raza inferior, la maketa. Con todo, no debe olvidarse que el sentido de la palabra raza a finales del siglo XIX era mucho más polivalente y menos peyorativo que a comienzos del siglo XXI, siendo utilizado incluso como sinónimo del termino de nación.12 Además, tal y como recuerda Corcuera, en la tradición del pensamiento político vasco se pueden encontrar antecedentes, de manera que Arana no fue “el inventor del antimaketismo ni del racismo, aunque sí se convertirá en su principal teorizador”.13 4. Sin embargo, había también importantes rasgos particulares en el discurso sabiniano. El fundador del PNV se diferenciaba de los socialdarwinistas clásicos porque su visión del mundo era todavía teleológica y su catolicismo integrista era absolutamente incompatible con el evolucionismo cientificista darwiniano. Incluso, en uno de sus artículos más citados por su racismo antimaketo, figura también un párrafo menos divulgado en el cual Arana expresa su convicción de que “todos los hombres son iguales” como creaciones de Dios, y que, por lo tanto, el hombre “no tiene en rigor nada suyo ni puede, consiguientemente, tener por fin su propia glorificación”.14 Será difícil, por no decir imposible, encontrar afirmaciones parecidas entre los escritores clásicos del socialdarwinismo, simplemente porque eran incompatibles con su presupuesto básico de la jerarquización de las razas y civilizaciones. He aquí otra de las contradicciones

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Aurkibidea / Índice inherentes en el pensamiento político de Sabino Arana, manifestada incluso en el mismo artículo, donde combina una ácida crítica racista contra sus enemigos políticos con un alegato a favor del igualitarismo cristiano. Además, su odio a los maketos y su alabanza de las virtudes de la raza vasca, pura de sangre, no se traducían en la formulación de teorías o aspiraciones colonialistas o imperialistas, aunque también aquí –como en otros ámbitos de su pensamiento– pueden encontrarse contradicciones. Así, tal y como lo he expuesto en otro lugar, Arana criticó la lucha independentista de los criollos cubanos contra España por mantener lazos biológicos con sus opresores. Si, pese al fervor nacionalista español reinante también en Bilbao, apoyó a la lucha de los cubanos fue por razones estratégicas, tal y como lo explicaba en Bizkaitarra, porque “tanto nosotros podemos esperar más de cerca nuestro triunfo, cuanto España se encuentre más postrada y arruinada”.15 5. Sabino Arana fue un político e ideólogo nacionalista del fin de siglo que en su pensamiento y en su obra refleja las contradicciones de su tiempo y cuya biografía se escapa a una catalogación simplista. Por una parte, tal y como queda indicado, fue un político claramente reaccionario y fiel al espíritu dominante de su tiempo por las raíces antiliberales, integristas y esencialistas de su discurso. Pero, por otra parte, su lucha contra la dominación caciquil de la sociedad vizcaína, su empeño de trasladar la política del ámbito de las tradicionales élites de poder al ámbito de los ciudadanos de a pie –eso sí: ciudadanos de origen vasco–, así como el hecho de haber creado el partido político que a comienzos del siglo XXI sería, junto con del Partido Socialista, y tras haber superado una primera fase de funcionamiento interno semiclandestino, oscurantista y personalista, el partido político democrático más antiguo del Estado, le confieren unas características moderniza-

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doras poco comunes entre los ideólogos reaccionarios de la era del Imperio. 6. Por la misma razón no parece muy acertada la equiparación del pensamiento sabiniano con el pensamiento y la doctrina hitlerliana. Por muy racista que fuera y pese a las ácidas e impresentables diatribas contra los maketos, Arana no fue un precursor de Hitler, y los maketos tampoco ocuparon el mismo lugar en el discurso de Arana que los judíos en el del dictador alemán. Sabino Arana nunca formuló un programa para el exterminio físico de los maketos, ni colocó la eliminación física de los mismos en el centro de su ideología como imprescindible condición para la salvación de la “raza vasca”, como sí lo hizo Hitler con respecto a los judíos ya en Mein Kampf y en otras muchas alocuciones y publicaciones posteriores. Según Ian Kershaw, Hitler elaboró una ideología coherente que desde sus comienzos explicitó la “inherente finalidad del genocidio”, juntando los elementos de la eliminación de los judíos, la guerra y la “salvación nacional” en una cadena argumental consecutiva bajo la apariencia de un frío cálculo racional y científico.16 La xenofobia antimaketa de Sabino evidentemente implicó la idea de la superioridad de la “raza vasca”, pero no condujo ni a la elaboración de una teoría racista más genérica y universalista de estilo socialdarwinista, ni desembocó en un programa imperialista con el fin de asegurar el Lebensraum, el espacio vital, para la propia raza más allá de las fronteras del país. A Hitler y a sus ideólogos no se les conoce comentario o expresión alguna de compasión con los judíos, mientras que a Arana sí se le escapan algunas muestras de compasión –quizás por sus profundas convicciones integro-católicas– cuando, por ejemplo, achaca a los capitalistas vascos ser los causantes de la “invasión maketa” o cuando admite que “el pobre es inhumanamente explotado y tratado como bestia por industriales y comerciantes,


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Aurkibidea / Índice mineros y propietarios”. En la ideología nazi, no había atenuantes de este tipo para lo que se consideraba la intrínseca maldad de los judíos. La salud de la raza aria requería la eliminación física de su enemigo principal, los judíos, y por ello Hitler y los diseñadores de la Endlösung, de la solución final, no contemplaban la hipotética posibilidad de una futura convivencia con los judíos, un escenario que Arana no excluía del todo, aunque en este hipotético caso los maketos no llegarían a ser ciudadanos de pleno derecho, viviendo siempre sometidos a los dictados a pronunciar por parte de las instituciones de la “raza euskeriana” constituida en confederación independiente.18 Para el primer Sabino Arana, la independencia era conditio sine qua non para poder alcanzar la libertad de la raza vasca y solucionar el problema de la “dominación maketa”. Para Hitler, sin el previo “exterminio” del “bolchevismo judío” –recordemos que ya en su Mein Kampf de 1925 mencionó la posibilidad de gasear a los judíos– y la conquista militar del espacio vital no era posible pensar en la supervivencia y la libertad de la raza aria. Concluyendo, no se trata de contrastar a un racismo bueno –el de Sabino– de otro malo, el de Hitler, sino de evitar una equiparación simplista de dos discursos elaborados en contextos históricos bien distintos y con rasgos diferenciadores lo suficientemente importantes como para no meterlos en el mismo saco tipológico. Así, Javier Corcuera, el autor de la mejor biografía de Arana y no precisamente conocido por sus simpatías hacia el biografiado o su proyecto político, prefiere hablar de “etnocentrismo” en lugar del racismo aranista.19 17

7. Con todo, el debate sobre el etnocentrismo o racismo sabiniano quedaría reducido a un ejercicio intelectualmente no demasiado apasionante y en términos historiográficos poco fructífero, si no se guarda un nexo permanente no sólo con

el contexto particular del País Vasco, de la España y de la Europa finiseculares, sino también con otras magnitudes de la actividad política de Arana y de su partido. En este sentido considero que tan o más importante que la pregunta de si el discurso aranista fue racista es la pregunta de por qué articuló el fundador del nacionalismo vasco su visión del mundo tal y como lo hizo y por qué semejante discurso reveló la conocida, y para muchos coetáneos sorprendente, capacidad movilizadora. Esto probablemente tiene que ver con el hecho de que tanto el propio Sabino Arana durante los últimos años de su vida, como más tarde sus sucesores en la dirección del partido supieron combinar una ideología esencialista, tradicionalista y antiliberal con una práctica política mucho más flexible, pragmática, posibilista y ajustada a las exigencias de cada momento histórico para explotar así con provecho durante más de un siglo el movimiento de ese particular Péndulo Patriótico que tuvimos ocasión de analizar en otro lugar. Parece necesario, por lo tanto, y para concluir, insistir una vez más en la misma obviedad con la que hemos iniciado esta conferencia, afirmando que el discurso de Sabino Arana no puede analizarse separado de su práctica política y del contexto en el que se desarrolló. Sabino Arana fue testigo de su tiempo, pero también intervino en el mismo como político e ideólogo, impregnándolo con sus rasgos y contradicciones propias. Reflexionando sobre esta dialéctica entre personalidad y contexto conviene recordar lo que ya en 1852 un compatriota mío dejó escrito para la posterioridad: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio y bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente encontradas, dadas y legadas por el pasado”.20 Son palabras del hoy en día tan denostado Karl Marx.

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Aurkibidea / Índice NOTAS 1 Gran parte de los textos básicos de esta polémica se encuentra reunida en R. Augstein et alii, “Historikerstreit”. Die Dokumentation der Kontroverse um die Einzigartigkeit der nationasozialistischen Judenvernichtung, München: Piper, 1987. 2 Citas de A. Elorza (coordinador), La historia de ETA, Madrid: Temas de Hoy, 2000, p. 42 y 44. 3 A. Elorza, La religión política. “El nacionalismo sabiniano” y otros ensayos sobre nacionalismo e integrismo, San Sebastián: R & B Ediciones, 1995, p. 38. 4 Para lo que viene he utilizado algunas de las ideas, revisadas y ampliadas, de nuestro libro escrito por S. De Pablo / L. Mees / J. A. Rodríguez Ranz, El Péndulo Patriótico. Historia del Partido Nacionalista Vasco, I: 1895-1936, Barcelona: Crítica, 1999, pp. 21-24. Para mayor información pueden consultarse también los libros de E. J. Hobsbawm, La era del Imperio, 1875-1914, Barcelona: Crítica, 1998 y. H. Schulze, Estado y nación en Europa, Barcelona: Crítica 1997. 5 M. Hawkins, Social Darwinism in European and American Thought. Nature as model and nature as threat, Cambridge: Cambridge U. P., 1997, sobre todo pp. 21-24. 6 Para profundizar en este tema se puede consultar el ya clásico estudio de J. W. Burrow, Evolution and Society, Cambridge: Cambridge U.P., 1966. 7 Cf. Schulze, Estado, pp. 204-5. 8 J. Le Conte, The Race Problem in the South, New York: Appleton and Co., 1892, pp. 359 y 367. 9 Dato tomado de P. Watson, Das Lächeln der Medusa. Die Geschichte der Ideen und Menschen, die das moderne Denken geprägt haben, München: Bertelsmann, 2000 (seg. edición), p. 80. 10 Para lo que sigue, véase Watson, pp. 7382; Hawkins; L. Harris (ed.), Key Concepts in Critical Theory. Racism, New York: Humanity Books, 1999; I. Hannaford, Race. The History of an Idea in the West, Washington D.C.: The Woodrow Wilson Center Press, 1996; A. Porter, European Imperialism, Houndmills: Palgrave-Macmillan, 1994; R. Hyan, Britain’s Imperial Century 1815-1914, Houndmills: Palgrave-Macmillan, 2002 (3. edic.); N. MacMaster, Racism in Europe, Houndmills: Palgrave-Macmillan, 2001; R. Giradet, Le nationalisme français: anthologie 1871-1914, París: Seuil, 1983. 11 “Gran número de ellos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad”. Cf. el artículo “Corrupción” en Bizkaitarra, 31.5.1895. 12 “In many cases, theorists tended to use the term ‘nation’ and ‘race’ as broadly interchangeable, or to regard nations as embodiments of distinctive racial (...) attributes”. Cf. Hawkins, p. 184.

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J. Corcuera, Orígenes, ideología y organización del nacionalismo vasco (1876-1904), Madrid: Siglo XXI, 1979, p. 384. 14 Cf. el artículo ya citado antes en Bizkaitarra, 31.5.1895. 15 Cf. el artículo “El separatismo” en Bizkaitarra, 31.12.1894. Véase además L. Mees, “De la Marcha de Cádiz al Árbol de Gernika. El País Vasco ante la guerra y crisis del 98”, Studia Historica. Historia Contemporánea, 15, 1997, pp. 239-264. 16 I. Kershaw, Hitler, 1889-1936, Stuttgart: DVA 1998, p. 304. 17 Cf. el artículo “Las pasadas elecciones”, Baserritarra, 30.5.1897. 18 “Qué es, pues, lo que respecto de la pureza de raza se contiene en el programa nacionalista? Puede reducirse en los puntos siguientes: 1. Los extranjeros podrían establecerse en Bizcaya bajo la tutela de sus respectivos cónsules; pero no podrían naturalizarse en la misma. Respecto de los españoles, las Juntas Generales acordarían si habrían de ser expulsados, no autorizándolas en los primeros años de independencia la entrada en territorio bizkaino, a fin de borrar más fácilmente toda huella que en el carácter, en las costumbres y en el idioma hubiera dejado su dominación. 2. La ciudadanía bizkaina pertenecerá por derecho natural y tradicional a las familias originarias de Bizcaya, y en general a las de raza euskeriana, por efecto de la confederación; y, por cesión de poder (Juntas Generales) constituido por aquellas y éstas, y con las restricciones jurídicas y territoriales que señalara, a las familias mestizas o euskeriano-extranjeras”. Cif. el artículo “La pureza de raza”, Bizkaitarra, 31.10.1894. 19 Corcuera, p. 392. 20 K. Marx, “Der achtzehnte Brumaire des Louis Bonaparte”, en: K. Marx / F. Engels, Werke, vol. 8, Berlin: Dietz, 1973, cita p. 115 (traducción mía, L.M.). 13


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ANDONI FERNANDEZ 28 años, nació en Barakaldo. Licenciado en Bellas Artes, curso de estatua. Profesor de dibujo con modelo (2002 Colectivo Antzezaleak), profesor de dibujo de estatua (2002. Colectivo Antzezaleak). Primer premio I Concurso de Pintura “Padre Arrupe” (Universidad de Deusto), Selección IX Certamen de Pintura (Ayuntamiento de Abanto-Zierbena). Exposición colectiva “Colectivo Antzezaleak”, (2000-2001), Exposición colectiva IX certamen de pintura (2001), exposición colectiva “Getxo-Arte”. Beca de la fundación Bilbao Arte.


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Seis razones para no hablar de fracaso del nacionalismo español en el siglo XIX

Introducción

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ste artículo tiene un autor hasta cierto punto atípico, ya que aunque no me considero un especialista en ningún periodo de la Edad Contemporánea vasca, la mayor parte de mi producción historiográfica ha estado dedicada al estudio del nacionalismo vasco y, sin embargo, o precisamente por ello, el objeto de las páginas siguientes es el nacionalismo español. Tal intención resulta sorprendente dada la escasa atención que los historiadores vascos, en general, y los dedicados al análisis del nacionalismo vasco, en particular, han prestado al proceso de construcción de la nación española. Esta ausencia sólo puede interpretarse de tres modos: en primer lugar, considerar que la existencia o no del nacionalismo español es irrelevante para explicar la aparición y desarrollo del nacionalismo. Una afirmación ciertamente sorprendente y que ningún estudioso, mínimaMIKEL AIZPURU MURUA mente serio, puede aceptar. (Gabiria, 1963) Doctor en Historia. Ha siUna segunda opción es supodo becario predoctoral del ner que el nacionalismo espaGobierno Vasco. Estancia de un mes en la Universidad ñol es un fenómeno reactivo, de Reno (EEUU) dentro del ocasionado por los excesos coBasque Estudies Program. Desde 1996 es Director de metidos por los seguidores de la Universidad Vasca de Verano. Actualmente es proSabino Arana y, por tanto, no fesor titular de Escuela Unitendría importancia a la hora versitaria en la Facultad de Filología y Geografía e Hisde tratar los orígenes y primetoria de la UPV/EHU (Vitoras actividades del nacionalisria-Gasteiz). Es especialista en el estudio mo. Una tercera explicación es del nacionalismo vasco dupensar, sencillamente, que el rante la Restauración.

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nacionalismo español no existe y que la afirmación nacionalista sólo es posible en aquellos grupos que carecen de un Estado. Frente a esas alternativas, la posición que voy a defender en esta reflexión, coincide con la la rotunda manifestación de Justo Beramendi: "el primero que nace y se desarrolla es el nacionalismo español; los demás vienen después, mucho después, y además se definen y afirman en su negación de aquel". Esta afirmación, en mi caso, no parte de ningún apriorismo, sino de la constatación a la hora de recopilar materiales para la elaboración de mi tesis doctoral sobre el nacionalismo vasco en Gipuzkoa de la profunda influencia que el nacionalismo español había conseguido no sólo entre las elites, sino también en la sociedad guipuzcoana de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Voy a mencionar, a título de muestra, tres efectos de esa asunción del carácter español por parte de los vascos. El primero de ellos proviene de una persona, en principio, poco sospechosa: el bertsolari Pedro Mari Otaño, de ideología republicana, recoge en una composición publicada en 1896, coincidiendo con una intensificación de la tensión en las colonias españolas, todos los tópicos de la historia, tanto española, como vasca, (Numancia, Sagunto, Gúzman el Bueno, las Navas de Tolosa, Trafalgar, Tubal, Roncesvalles, Beotibar, Legazpi, etcétera) para apoyar la intervención española, tanto en el Caribe, como, varios años antes, en Marruecos. Aunque Otaño


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Aurkibidea / Índice cambió rápidamente de opinión y se aproximó al nacionalismo vasco, es evidente que en dicha época buena parte de la sociedad vasca y no sólo las elites, compartía los mitos que generalmente solemos atribuir al nacionalismo español. El segundo dato hace referencia al periódico El Fuerista, se trata de la primera publicación nacionalista vasca en el territorio guipuzcoano. Pues bien, pese a declararse públicamente, como nacionalista vasco continuó editando en su primera página un recordatorio del XIII Centenario de la Unidad Católica de España, conseguida con el rey visigodo Recaredo. El tercer elemento es una manifestación contra los candidatos de la Comunión Nacionalista Vasca en 1919 en la población pesquera de Motrico que fue encabezada por una bandera española enarbolada por una extremeña vestida de charra, probablemente lo más cercano que encontraron al estereotipo de español identificado con lo andaluz que se difundió a lo largo del siglo XIX por parte de los viajeros románticos que visitaron España en esa época. Estos tres datos, y muchos más, demuestran, en mi opinión, que sí existía un nacionalismo español con anterioridad a la aparición del nacionalismo vasco y que era ampliamente compartido en la sociedad vasca, donde hasta la abolición foral e incluso la Guerra Civil de 1936, coexistía en muchas personas, con un fuerte sentimiento vasquista. Se hacía necesario explicar, por lo tanto, cuáles eran sus rasgos y por qué el discurso alternativo que ofrecían Arana y sus seguidores consiguió, hasta cierto punto, erosionarlo.

te de los autores coinciden en que es la doctrina política de aquellos que priorizan la lealtad hacia una comunidad relacionada por elementos culturales, sociales e históricos, a la que denominan nación, vinculada a un territorio y constituida en Estado independiente, con derecho a formarlo o a gozar de un amplio autogobierno. Frente a los tratadistas que sostienen que el nacionalismo sólo es atribuible a aquellos grupos que expresamente se autodefinen como nacionalistas, somos muchos los que sostenemos que el nacionalismo aparece siempre acompañado por otras doctrinas políticas y que no necesita, sobre todo en el caso de los nacionalismos de estados consolidados, presentarse como formaciones u opciones nacionalistas. En el caso español, sin embargo, no es necesario esta última matización, porque desde la reunión de las Cortes de Cádiz durante la Guerra de la Independencia, a las tendencias centralizadoras de la monarquía borbónica se le unió el intento liberal de construir una nación española basada en la soberanía "de los españoles de ambos hemisferios", pero que mantuvo y reconstruyó los mitos castellanistas que habían inspirado la acción del Estado en el último siglo, consciente de las debilidades de un proyecto político sustentado únicamente en el liberalismo. La construcción de esa nación española fue, no obstante, un proceso complejo y pleno de dificultades. Si la Constitución de 1812 declaraba indivisible el reino y que "La soberanía reside esencialmente en la nación española", en 1835 Alcalá Galiano señalaba que el primer objetivo de la revolución liberal era el de hacer de España una nación "que ni lo es ni lo ha sido nunca".

La Historiografía sobre el nacionalismo español No existe una única definición de lo que es el nacionalismo pero la mayor par-

Pese a la palmaria transparencia de la afirmación nacionalista de los liberales decimonónicos españoles, la cuestión del nacionalismo español gozó durante la dé-

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Aurkibidea / Índice cada de los ochenta y buena parte de los noventa de escasa atención, frente a la abundancia e incluso hipertrofia de los dedicados a los nacionalismos no estatales. La relativa ausencia de estudios sobre el nacionalismo español respondió a la saturación producida por el franquismo, la hegemonia durante los años de la transición del punto de vista de los nacionalismos no estatales que rechazaban el carácter de nación de España, la negación desde el propio nacionalismo español de su existencia y la mayor dificultad para concretar los rasgos de éste, ya que el nacionalismo español no tiene necesidad de explicitarse continuamente, dado su largo monopolio en los poderes públicos y los medios de comunicación. Dos han sido las líneas que han seguido las numerosas publicaciones que durante la década de los noventa se han adentrado en este campo de estudio. Destacan, por un lado, las obras que, so pretexto de reflexionar sobre el concepto de España, realizan manifestaciones explícitas favorables a la existencia de una nación española y a su carácter unitario. En los años posteriores a la aprobación de la Constitución española de 1978, pareció predominar una óptica que afirmaba el carácter plural de la realidad sociopolítica y cultural española. El cambio de la situación política actual ha provocado un reforzamiento de una visión esencialista de la unidad española. Una visión que ya se manifestaba en el propio texto constitucional, cuyo artículo 2º afirmaba que la Constitución se fundamentaba en la preexistente unidad de España "como patria común e indivisible de todos los españoles" y en "la indisoluble unidad de la nación española". De este modo estamos asistiendo a afirmaciones paradójicas tales como que la nación española existe desde hace 3000 años, pero, sin embargo, el nacionalismo español no existe o bien es consecuencia de la apari-

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ción del separatismo o bien su incidencia ha sido deficiente. Para los autores que sostienen esas opiniones el nacionalismo exige una afirmación explícita de la nación, un modelo unitario del Estado y la integración económica, política y cultural de los sujetos definidos como nacionales. Un proceso que, según ellos, no se dio, dado que el debate fundamental de la historia contemporánea española se produjo entre el liberalismo y el catolicismo y este último supeditaba la nación a la religión. No faltan, sin embargo, los que afirman que el nacionalismo español es patrimonio de grupos autoritarios y conservadores y, por tanto, ajeno a la tradición liberal. Los últimos años también han conocido la difusión de una falsa dicotomía entre nacionalismo y patriotismo, definido el primero como el intento de reforzar la identidad cultural, lingüística y étnica de un pueblo, mientras que el patriotismo invoca el amor a las instituciones políticas y al modo de vida que sustancia la libertad común de un pueblo. Es más, sospecho que esta distinción busca ante todo repartir certificados de maldad o bondad entre aquellos a los que, a priori, se califica como nacionalistas (los malos) o patriotas (los buenos). La endeblez de la distinción queda señalada en estas palabras de 1870 del republicano Emilio Castelar: No me cansaré de aconsejar a todos los partidos, a todos los reformadores, que rindan un culto al patriotismo, que eleven en su antiguo vigor al culto a la Patria. (...) Pero la Patria no es solamente nuestro hogar y nuestro pueblo, la Patria es nuestra Nación. Hay que recordar, asimismo, que el uso de ambos términos era indiferenciado en la literatura de la época y que agentes que difícilmente pueden inscribirse en una tradición liberal, la Iglesia Católica y


hermes nº: 4 de 12. Seis razones para no hablar de fracaso del nacionalismo español en el siglo XIX. Mikel Aizpuru

Aurkibidea / Índice la Guardia Civil utilizaban el término patria frente al de nación. El lema de la Benemérita, creada justamente para contribuir a la centralización del Estado siguiendo el modelo de la gendarmería francesa, era, y es, “Todo por la patria”.

conformó, según Alvarez Junco, una concepción de España con acusados perfiles etnicistas, predominio de Castilla y de la lengua castellana y una afirmación explícita de la existencia de un espíritu nacional.

Frente a esa visión esencialista o, cuando menos, asimétrica, de la cuestión nacional en España son cada vez más las obras científicas que, directa o indirectamente, hacen referencia a la cuestión del nacionalismo español. Las más importantes de los últimos años proceden de los historiadores Juan Sisinio Pérez Garzón y, especialmente de José Álvarez Junco. Este último autor ha reunido en una densa obra titulada Mater Dolorosa sus investigaciones sobre la construcción intelectual de la nación española y los problemas, dificultades y limitaciones a las que se vio sometida a lo largo del siglo XIX. En su opinión, el liberalismo fue el principal impulsor de una nueva comunidad nacional que se definía territorialmente uniforme y culturalmente homogénea. La nación liberal limitaba el poder monárquico y defendía valores cívicos y liberales. Se trata, en cualquier caso, agrego, de una nación que excluía a la mayor parte de los habitantes de los territorios españoles de los derechos políticos decisorios, reservados a los varones mayores de 25 años con cierto nivel de riqueza o de formación, preferentemente de raza blanca y que permitío la esclavitud en las colonias ultramarinas hasta 1880.

La Guerra de la Independencia supuso un primer hito en la popularización del sentimiento nacional y se vivió un nuevo episodio con la guerra de Africa de 1859. Este conflicto, pese a su brevedad, se dio en un momento muy importante: España había perdido la mayor parte de sus posesiones americanas y tenía que reorientar sus intereses coloniales; la conquista francesa de Argelia estuvo acompañada de una importante emigración española hacia el norte de Africa, continente donde se apreciaba una creciente presencia del inperialismo europeo. Dentro de España, la unidad nacional perdida tras las guerras carlistas podía recuperar en un conflicto exterior que serviría, además, para revalorizar el papel civilizatorio español, frente al salvajismo marroquí. Estas circunstancias y la relativamente fácil victoria española provocaron una explosión de nacionalismo español, claramente visible en la proliferación de banderas rojigualdas en el recibimiento a las tropas desplazadas a Marruecos o en los sermones de los religiosos animando a luchar contra el infiel, concluyendo así la labor de la reconquista. Este entusiasmo también es apreciable en composiciones escritas en euskera en las que se subrayaba el carácter belicoso y español de los vascos:

No se trataba exclusivamente de un nacionalismo político, ya que esta ideología une necesariamente política y cultura. La elaboración del imaginario nacionalista español provino de múltiples fuentes entre las que destacan las Historias Generales de España, la más importante de las cuales fue la escrita por Modesto Lafuente; la Literatura, la Música o la Pintura. Se

Gure euskaldun maiteak, orain da denbora, esan biotzetikan: "Españolak gera; gerra gustokua degu, guztiok batera alon, bada, mutillak segitu aurrera".

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hermes nº: 5 de 12. Seis razones para no hablar de fracaso del nacionalismo español en el siglo XIX. Mikel Aizpuru

Aurkibidea / Índice La debilidad del nacionalismo español Pese a todas estas manifestaciones, donde se aprecia un claro nacionalismo español, buena parte de los historiadores que han trabajado el siglo XIX español coincide a la hora de señalar la debilidad del nacionalismo español a fines del siglo XIX en su pretensión de homogeneizar los habitantes de España. Ahora bien, existen diferentes versiones, incluso contrapuestas, sobre las causas de este hecho. Según Álvarez Junco, el hecho de haber iniciado el siglo con las muestras de patriotismo que supuso el conflicto de 1808 llevó a suponer que España poseía una identidad natural y eterna que no había necesidad de inculcar o potenciar en la escuela o por medio de símbolos y arengas. Las carencias en los canales de socialización nacionalista, la escuela pública o el servicio militar obligatorio que no cumplieron esa función, fueron suplidas por las referencias a la mitología de la "Guerra de la Independencia", "el león ibérico duerme, pero... cuando despierta es invencible". Esa retórica, empleada también en 1898, provocó la sensación de desastre, al ver que el país era incapaz de reaccionar en los momentos decisivos. Según Olabarri, los partidos turnistas se basaban en un centralismo caciquil, y estaban interesados en la desmovilización política de las masas. Carecían de organización estable y, por tanto, de un programa nacionalista español agresivo, aunque tampoco dispusieron de apertura ante el problema regionalista, con la excepción de Silvela y Maura. Para Andrés de Blas, la debilidad y carácter tardío del nacionalismo español se explicaría por ser un recurso relativamente innecesario en la vida española del siglo pasado, ya que ningún enemigo interior o exterior puso en cuestión la firme-

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za del Estado hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Al mismo tiempo se produjeron importantes factores de integración económica que tendrían como consecuencia una mejor cohesión del Estado: red de ferrocarriles, modernización del sistema financiero, consecuencias de la desamortización en la agricultura, liberalización de la economía, etcétera. Sólo con la crisis finisecular, se definiría un nacionalismo español con clara operatividad política, que intentó homologar España con la Europa más desarrollada. Borja de Riquer ha sido el principal cuestionador de la tesis del carácter tardío del nacionalismo español, al afirmar que en todos los grandes debates de la primera mitad del XIX existían proyectos nacionalistas españoles. Riquer señala, igualmente, que la visión de la nación española como un resultado histórico positivo e intocable no es real. Esta concepción sería fruto de una perspectiva eminentemente centralista que obviaba o negaba la realidad de las diferentes dinámicas históricas de las regiones españolas y centraban su estudio en la clase política madrileña. Riquer insiste en la heterogeneidad de los países hispanos y la inexistencia hasta la pérdida del imperio americano de un proyecto de nación española circunscrito a la Península, aunque se mantuviesen Cuba y las posesiones asiáticas. El proyecto liberal daba por supuesta la nación española y se limitó a construir argumentos justificadores de la situación, sin tratar de construir una aspiración de futuro. Lo que sucedió fue que el proyecto liberal fue incapaz de atraer a todos los españoles, en la medida en que se construyó de forma lenta y superficial, tras una coyuntura de guerra civil, desde la cúpu-


hermes nº: 6 de 12. Seis razones para no hablar de fracaso del nacionalismo español en el siglo XIX. Mikel Aizpuru

Aurkibidea / Índice la, sin romper verdaderamente con los aparatos estatales preliberales o con la Iglesia. El Estado español desarrolló una legislación centralista, pero dispuso de una escasa capacidad de intervención sobre el territorio y sus habitantes. La consecuencia fue una administración precaria e ineficiente, basado en el recurso al ejército, obviando las realidades regionales preexistentes y marginando las clases populares y los grupos democrátas o de izquierdas. La aparición de símbolos, banderas (la tricolor republicana frente a la rojigualda oficializada en 1843) e himnos (el de Riego) alternativos es otra muestra de esa debilidad. Según Riquer, faltó, en definitiva, voluntad nacional y una hegemonía política y cultural apoyada en un proyecto político nacional coherente, como sucedió en Francia o en Italia. La centralización fue, en la práctica, mucho más "un instrumento político subordinado a intereses partidistas que no un principio para la nacionalización de España". Riquer rechaza, asimismo, que la España de comienzos de siglo XX fuese una entidad nacional cohesiva y vertebrada, dadas las carencias del sistema educativo y la persistencia de lenguas peninsulares distintas del castellano en el proceso de homogeneización cultural, el rechazo al servicio militar y al propio ejército por ser un instrumento al servicio de los ricos y la no conversión de España en un ámbito de actuación social y política. La socialización política fue incompleta. En resumen, en España "hubo más voluntad uniformista que acción nacionalizadora", entendida esta como el "complejo proceso social por el cual diferentes colectivos acaban aceptando, de forma más o menos explícita, una "nueva conciencia" de pertenencia a una comunidad definida ya como "nación”. Todo ello permitió que, en ausencia de un proyecto español realmente cohesionador o modernizador, grupos

de la sociedad vasca, catalana y gallega resistiesen la acción nacionalizadora del Estado, reformulasen los rasgos constitutivos de su especificidad y elaborasen definiciones nacionales, alternativas y, en algunos casos, antagónicas, con la española. Aún estando de acuerdo con buena parte de los comentarios realizados en las páginas anteriores, opino que se ha minusvalorado el grado de nacionalización conseguido en la España del siglo XIX. Innman Fox, además de considerar que la existencia de un nacionalismo español en el siglo XIX es, simplemente, una evidencia indiscutible, no sujeta a debate, ha defendido la existencia de un doble nacionalismo, el político, caracterizado por su sentido pragmático, legitimador del Estado liberal, y el cultural, que acentuaba los rasgos más emotivos y tradicionales. En una dirección semejante, Martí y Archiles sostienen que "ese proceso, el de elevación de la nación española a ámbito supremo de lealtad política" tuvo un éxito concluyente, aunque "la conversión de la nación en ámbito preferente de comunicación" tuviese un efecto limitado, incluso a comienzos del siglo XX. El fracaso, relativo, de la acción nacionalizadora española no fue producto de la falta de voluntad de las autoridades del Estado o de una idea de España, sino de una confianza excesiva en las soluciones administrativas y de la ineficacia gubernativa. Al mismo tiempo, la orientación centralizadora y oligárquica del modelo de organización administrativa del Estado liberal español impedía un fácil acomodo a determinados grupos, sociales y territoriales, en dicho proyecto nacional. La voluntad, fundamentalmente de vascos y catalanes, de no abandonar sus costumbres y len-

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hermes nº: 7 de 12. Seis razones para no hablar de fracaso del nacionalismo español en el siglo XIX. Mikel Aizpuru

Aurkibidea / Índice gua, sería otro factor nada desdeñable a la hora de explicar las insuficiencias de dicho modelo y el surgimiento a fines del siglo XIX de nuevas manifestaciones nacionalistas españolas radicalmente enfrentadas al cuestionamiento del modelo centralista español que suponían los movimientos autonomistas de dichas regiones. Seis razones La fortaleza del nacionalismo español, por otra parte, es mucho más evidente si analizamos con atención algunos de los elementos que se suelen utilizar para cuestionar su existencia. De este modo, en las líneas siguientes cuestionaremos seis de los argumentos empleados para señalar la debilidad del nacionalismo: 1.– El modelo francés Uno de las maneras más frecuentes de reducir la importancia del nacionalismo español es comparándolo con el caso francés. El país vecino sería el paradigma de modelo nacionalizador eficaz, frente a la deficiencia española. Los estudios de Eugen Weber, sin embargo, nos demuestran que la conversión de los habitantes de Francia en franceses, la nacionalización de las masas, no se produjo hasta finales del siglo XIX y el estallido de la Primera Guerra Mundial. La cohesión social que se supone corresponde a un modelo nacional integrador ofrece dificultades para su visualización en un país que sofocó la revolución de junio de 1848 y el movimiento de la Comuna de Paris en 1871 a sangre y fuego con miles de fusilados, deportados y exiliados. La tensión política que dividió Francia en el último tercio del siglo XIX entre republicanos laicos por un lado y bonapartistas, boulangeristas y católicos por otro tampoco se hace acreedora de la existencia de una armonía nacional ejemplarizante. En último lugar, si la afirmación de un territorio definido como nacional es uno de los elementos determinan-

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tes de la existencia de una nación, los cambios que vivió Francia a lo largo del siglo XIX ofrecen una visión negativa de su capacidad nacionalizadora en esa época. El Estado “galo” perdió en 1815 buena parte de los espacios que Napoleón había incorporado a Francia durante sus guerras de conquista, pero no de todos y en la década de 1830 inició la anexión de Argelia, un país con el que mantuvo unos lazos mucho más estrechos que con el resto de sus colonías y que en el siglo XX convirtió en parte del territorio metropolitano. Los años centrales del siglo conocieron la incorporación de Niza y Saboya a la corona de Luis Napoleón a cambio de su apoyo al proceso de unificación italiano y la conversión de Francia de nuevo en república estuvo acompañada por la pérdida de Alsacia y Lorena. Las fronteras españolas gozaron de una estabilidad mucho mayor, no sólo en lo que respecta a sus límites exteriores. La división provincial se mantiene inalterable desde 1833, lo cual constituye también todo un récord en Europa. 2.– Las dos Españas Otro de los argumentos utilizados para minusvalorar el peso de la nacionalización española sería la importancia del enfrentamiento entre dos modelos antagónicos de sociedad, el liberal frente al católico. Ya hemos señalado que en el caso francés dicho enfrentamiento también existió, sin que haya sido utilizado como factor de desnacionalización. Pero es que en lo que respecta al catolicismo español del siglo XIX se aprecia una evolución desde la primera mitad de la centuria caracterizada por la afirmación de la supremacía de la religión, la incompatibilidad entre esta y las teorías modernas y la defensa de la patria católica a una segunda mitad, caracterizada por la aceptación de la idea de nación y su amalga-


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Aurkibidea / Índice ma con los principios católicos. La conversión al catolicismo del rey visigodo Recarado marcaría así el inicio del nacionalcatolicismo. Muchos autores han subrayado, en mi opinión con exceso, el lastre antimoderno y antiestatal que suponía la concepción integrista predominante en la Iglesia española decimonónica y su enfrentamiento con una revolución liberal que supuso una ruptura política y social con el Antiguo Régimen. La Iglesia Católica apoyó constantemente la existencia de una nación española y lo que cuestionó fue la forma o la acción del estado. La continuidad de la reflexión sobre el ser de España realizada por autores católicos con la producida a finales de siglo por los regeneracionistas queda de manifiesto en unas palabras del historiador republicano Rafael Altamira, que en 1898 señalaba que entre las condiciones esenciales de nuestra regeneración nacional figuran 1º Restaurar el crédito de nuestra Hª, para devolver al pueblo español la fe en sus cualidades nativas y en su aptitud para la vida civilizada (…) La aspiración no es nueva. Ya la formuló Balmes en el programa de El pensamiento Español (1845); pero hay varias maneras de entenderla, y conviene en esto deslindar bien los campos, (…) Altamira, por otra parte, participaba del carácter esencialista que, supuestamente era patrimonio exclusivo de las visiones románticas de la nación: 2º Por lo tanto (...) realizar nuestra reforma en el sentido de la civilización moderna, a cuyo contacto se vivifique y depure el genio nacional y se prosiga, conforme a la modalidad de la época, la obra sustancial de nuestra raza. Apelaciones al “genio nacional” y a la “raza” no parecen los atributos más convenientes de la visión liberal de la na-

ción que debería corresponder a un demócrata reconocido como fue Altamira y si más propios de un nacionalista español. Tal vez, sería más adecuado abandonar, de una vez por todas, la división entre nacionalismo cultural y cívico, porque todos los movimientos nacionales son partícipes, en distinta medida, de elementos que pueden atribuirse a uno u otro modelo de nación. 3.– Deficiente socialización Otra de las afirmaciones típicas de aquellos que cuestionan la importancia de la acogida del sentimiento nacionalista español consiste en limitar el éxito de los procesos de nacionalización a las clases urbanas educadas, achacando a la falta de acción socializadora del Estado y del Ejército su escasa impregnación entre las clases populares. Sin embargo, la agitación que los acontecimientos de 1898 provocaron entre amplios sectores sociales demuestran la existencia de mecanismos nacionalizadores no formalizados, ni dependientes del Estado: las corridas de toros, la zarzuela o la prensa. La difusión de ciertas ideologías, progresistas o reaccionarias, entre la población estuvo acompañada de la extensión de ese sentimiento español. También en aquellos casos en que se planteaba un modelo alternativo de organización social y/o política. Es el caso de los republicanos, donde las disputas entre federalistas y unitarios en ningún momento cuestionaban la existencia de España, pero también de la movilización carlista, la cual, en frase rotunda de Arturo Campión, respondió, en buena medida, al intento de “restaurar la Religión de España, por entronizar al Rey legítimo de España, por defender los fundamentos del orden moral y social de España; (y que) no procuraban el bien de Navarra, sino en cuanto forma parte de la totalidad española”.

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hermes nº: 9 de 12. Seis razones para no hablar de fracaso del nacionalismo español en el siglo XIX. Mikel Aizpuru

Aurkibidea / Índice 4.– El caciquismo La fuerza del caciquismo en España y la incapacidad de los gobernantes para hacerse obedecer sería otra de las muestras de la incapacidad del nacionalismo español para construir un modelo eficaz. Cabe señalar, en primer lugar, que el caciquismo, el clientelismo y el patronazgo son, en sus distintas modalidades, rasgos distintivos de la apertura política de los sistemas liberales europeos y americanos decimonónicos y no un elemento genuinamente español. La Francia de los notables del siglo XIX no desmerece de la red caciquil española de la Restauración. La relación centro-periferia, por otra parte, ha sido entendida de forma diferente a lo largo del tiempo. Frente a una concepción que la presenta como relación de contrarios, Xose R. Veiga, por ejemplo, la plantea como la resultante de elementos complementarios que se refuerzan mutuamente. Los ámbitos alejados del centro político son espacios autónomos para la política local, pero no hay que confundir autonomía con independencia. Existía, como lo ha señalado Jean-Marie Izquierdo para el caso vascofrancés, una relación complementaria entre las elites locales y estatales y una legitimación mutua de ambos núcleos de poderes. Nos encontraríamos, por lo tanto, con una racionalización elitista de la distribución del poder, sin que se cuestione en momento alguno el Estado y su capacidad de actuación. 5.– El regionalismo La existencia de un fuerte sentimiento localista, vinculado a una ciudad, provincia o región, es otro de los argumentos utilizados para subrayar la escasa penetración del nacionalismo español tras la elaboración de sus principios teóricos por parte de una elite generalmente asentada o impulsada desde el centro político.

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Dos autores valencianos, Ferran Archilés y Manuel Martí han dedicado, sin embargo, muchas páginas para demostrar la debilidad de dicho argumento. En su opinión, no es necesaria la desaparición del sentimiento local o regional para que exista construcción nacional; al contrario, ese sentimiento local puede ser el camino para difundir mejor entre aquellos grupos que no están al tanto de los debates intelectuales la conciencia de pertenencia a una nación. Del mismo modo insisten en la conveniencia de no identificar etnicidad con identidad nacional y de admitir que hay diferentes formas de construir la identidad española. En el caso valenciano nos encontraríamos con un fuerte movimiento regionalista, muy parecido al que a finales del siglo XIX se estaba formulando en Vasconia en torno a grupos como el estructurado en torno a la revista Euskal Erria, pero con una diferencia fundamental. En el caso vasco, la conciencia vasquista dio paso, en bastantes ocasiones, a una conciencia nacional vasca. En lo que respecta a Valencia ese salto apenas tuvo lugar. Al contrario, se produjo una reinterpretación de los muchos elementos que posibilitaban dicha transformación, proceso de conquista diferenciado, pasado foral, lengua propia, tradición cultural específica. El pasado valenciano se entendió como un fragmento del pasado nacional español. Es más, el papel del elemento que mayores problemas podía ofrecer para la integración valenciana en una visión homogénea de España, una lengua propia, fue reasignado, siendo abandonado por las elites sociales e intelectuales y su uso fue limitado a las clases populares y a la literatura, particularmente la dirigida a ese sector, obras del teatro popular y poesía. La utilización de la lengua propia quedaba, en la práctica, limitada a la esfera privada, por fidelidad política a la nación española.


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Aurkibidea / Índice La existencia del regionalismo debe entenderse, por lo tanto, como consecuencia del desarrollo de un doble patriotismo, en el que se subordinaba la identidad regional a la nacional, "para ofrendar nuevas glorias a España". La identidad regional complementaba el papel social de la idea de nación española facilitando su mejor asimilación. La construcción de la región fue instrumento de nacionalización española, con independencia del impacto del aparato estatal. No podemos olvidar, por último, que el regionalismo político era una alternativa menos arriesgada que el nacionalismo “separatista” y no se tenía que enfrentar a las fuertes presiones que este vivió desde el mismo momento de su aparición. Para valorar la eficacia del regionalismo como factor de nacionalización, basta reparar en la actitud de los grupos regionales ante los nuevos intentos de Cuba y Filipinas de conseguir su libertad en torno a la última década decimonónica. Tanto en Valencia como en el País Vasco, la mayor parte de los regionalistas realizaron manifestaciones francamente españolistas y sólo tras la pérdida de las colonias de ultramar, se produjo en el País Vasco, que no en Valencia, el salto del regionalismo al nacionalismo, un salto que, en ningún caso, fue masivo. De hecho, hasta la Guerra Civil, como mínimo, el sentimiento nacional impulsado por el Partido Nacionalista Vasco coexistió con una fuerte sentimiento regional extendido por casi todas las fuerzas políticas vascas y que posibilitó la petición conjunta de autonomía en repetidas ocasiones, tanto durante la Restauración, como durante la Dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. 6.– Los nacionalismos periféricos La aparición de identidades alternativas a la española es precisamente otro de los argumentos utilizados para subrayar la debilidad e ineficacia del nacionalis-

mo español. Tres son los argumentos que voy a utilizar para rechazar dicha aseveración. Hay que señalar, en primer lugar, que es precisamente la actuación de un nacionalismo español excluyente y que no admite miradas diferenciadas sobre España el que provoca la transformación de un regionalismo cultural en movimiento político. Existe además una retroalimentación entre los diversos sentimientos nacionales. Lo estamos viendo hoy en día, la radicalización del nacionalismo vasco ha facilitado la aparición pública de un nacionalismo español que no se atrevía en las dos últimas décadas a manifestarse como tal y el reforzamiento de este último ha favorecido una mayor radicalización del primero. Por lo demás, la existencia de nacionalismos no estatales no fue, en aquella época, ninguna anomalía española. Todos los países europeos, y no sólo los de la Europa Oriental, sufrieron en el siglo XIX tensiones de ese tipo. Portugal fue la única excepción. Gran Bretaña contaba con el movimiento irlandés, y en mucha menor medida, con el galés y el escocés; Bélgica se separó de Holanda, pero la existencia de dos comunidades diferenciadas provocó numerosos fricciones en su vida como estado independiente. Francia, como hemos indicado con anterioridad, vivió múltiples cambios de fronteras en el siglo XIX y conoció la aparición de diversos movimientos autonomistas. Italia, además de su tardía unificación, desarrolló sentimientos irredentos sobre distintos territorios y vió cómo se generaban movimientos secesionistas en distintas partes de la península o en Sicilia. Alemania, tras su unificación, tuvo que enfrentarse a los intentos de separación de Baviera y a la resistencia polaca a integrarse en el mundo germano. Suiza sufrió una guerra civil provocada por diferencias

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Aurkibidea / Índice ideológicas y religiosas, pero también por el distinto modo de entender la relación entre los cantones. Suecia, por último, vivió de forma más o menos pacífica, la independencia de Noruega. El caso español, por lo tanto, habría que interpretarlo, en los años finales del XIX, más como un ejemplo de éxito de la construcción nacional española que como de fracaso. Sólo en ese momento aparecieron pensadores y grupos políticos que cuestionaron la identidad nacional española, Hay que señalar, sin embargo, que estos agentes no consiguieron sus objetivos más aparentes, ya que frente a lo que ha ocurrido en la mayor parte de los países vecinos, el territorio peninsular español no ha conocido en los últimos trescientos años ninguna modificación de fronteras. Hay que colegir, en consecuencia, la incapacidad de dichos nacionalismos sin estado, incluso los que se desarrollaron en zonas con lengua propia, para conseguir el apoyo de la mayor parte de aquellos que eran definidos como connacionales y/o su debilidad para presionar al estado español con el objeto de alcanzar sus pretensiones. Conclusión No es sencillo contestar de forma sencilla a la cuestión de la fortaleza que ofrecían las distintas modalidades del nacionalismo español en el siglo XIX. Ningún proceso de construcción nacional está determinado históricamente hasta el punto de que sus protagonistas no tengan ninguna capacidad de influir en el mismo. Al contrario, como cualquier otro fenómeno social, se caracteriza por el conflicto, la contradicción y la constante redefinición de las diferentes identidades nacionales que están en juego. El Estado español se construyó a través de la eliminación de otras entidades jurídico-políti-

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cas preexistentes y mediante la imposición de elementos culturales del grupo étnico dominante a todo el estado, singularmente la historia y la lengua. El éxito de este proceso se observa en la capacidad de los estado-nación de ocultar sus bases constituyentes, proceso histórico de conquistas y modificación de fronteras, determinación de los sujetos considerados como nacionales, elección de una lengua y una cultura como nacionales con exclusión de las demás. Son los otros nacionalismos los que se muestran como étnicos y los que para defender su lengua y cultura, desprovistas de derechos en la mayor parte de los casos y generalmente perseguidas o menospreciadas, tienen que definirse como nacionalismos culturales, mientras que el nacionalismo español se presenta a si mismo como universalista y cívico. Todos los Estados-nación decimonónicos fuesen liberales o autoritarios, fueron nacionalistas, aunque atribuyeron esta característica a sus enemigos externos o internos. Ante esta situación los grupos no dominantes tienen dos alternativas, abandonar sus rasgos culturales incompatibles con la identidad española o formular planteamientos nacionalistas alternativos. El éxito del nacionalismo español se aprecia en las dificultades de elaboración y difusión de dichos planteamientos. Su debilidad en la persistencia de dichas planteamientos alternativos. Esta tensión se mantendrá, además, mientras no se abandone un modelo de estado-nación que no asume la posible pluralidad existente en su seno y no se formulen o recuperen modelos políticos que


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Aurkibidea / Índice rompan el binomio, soberanía política y sentimiento de pertenencia, planteados ambos como términos inextricablemente necesarios e inseparables. Mientras esta concepción, la de la correlación entre lealtad política y uniformización cultural y la de la exclusividad de los sentimientos identidarios se mantenga, habrá grupos que al ver en peligro su identidad tendrán que elaborar planteamientos nacionalistas alternativos a la de la nación dominante.

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Aurkibidea / Índice

Sabino Arana, ¿un hombre de su tiempo?

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ierre Sudreau, político francés del siglo XX dijo de Blaise Pascal: «Fue un hombre perfectamente de su tiempo, para anticiparse a él mismo». Nos parece que esta fórmula se puede aplicar especialmente bien a Sabino Arana, el fundador del nacionalismo vasco. Sin lugar a dudas es un hombre de su tiempo. ¿Cuál es entonces su tiempo? Se trata grosso modo de los diez últimos años de su vida, los de su «predicación» nacionalista, que van desde 1893, fecha de la publicación de Bizkaitarra, hasta 1903, fecha de su fallecimiento.

JEAN-CLAUDE LARRONDE (Baiona, 1946) Doctor en Derecho con una tesis sobre Sabino Arana y los orígenes del nacionalismo vasco. Abogado de profesión. Es secretario de la asociación Bidasoa. Hegoa. Villefranque-Milafranga. Francia. Es especialista en la historia del nacionalismo vasco, tanto de Hegoalde como de Iparralde, y en el movimiento euskalerrístiaco.

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Sabino Arana es de su tiempo porque corresponde perfectamente a un contexto político y social concreto que es el de la Bizkaia posterior a la pérdida de los últimos Fueros, en los años del desarrollo económico y la inmigración española. Sabino Arana es de su tiempo en el sentido en que aborda prejuicios y aproximaciones pseudo-científicas, en concreto, sobre el origen de las razas. Pero también evoluciona con su tiempo ya que sabe perfectamente y profundamente variar su discurso después de 1898 en un nuevo contexto político.

Se anticipa a su tiempo porque, como tan acertadamente dice Elías Amézaga (Biografía sentimental de Sabino Arana, p.9) es un «visionario». Cabría añadir que fue un profeta. Su mensaje nacionalista vasco subraya, rotundamente y por primera vez de manera coherente, que Euskadi es una nación. El nacionalismo vasco que se desarrollará sobre todo después de su muerte, será la corriente política más importante de las provincias vascas peninsulares del siglo XX, por lo menos en lo que en la actualidad es la Comunidad Autónoma de Euskadi. Esta afirmación se puede verificar tanto en los años de la República española, como durante la guerra civil, durante la larga noche franquista o incluso después del regreso de la democracia. Para ilustrar esta idea nos parece interesante establecer un paralelismo entre Sabino Arana y Theodor Herzl (1860-1940), el fundador del sionismo político, que fue contemporáneo exacto de Sabino. Que nosotros sepamos no se ha establecido este paralelismo hasta la fecha. Sin embargo ambos hombres presentan rasgos comunes, la visión que tienen de sus respectivos pueblos y del sentido de su acción política propia –su «misión»– presenta muchas similitudes, que van más allá de meras coincidencias entre ambos


hermes nº: 2 de 4. Sabino Arana, ¿un hombre de su tiempo? Jean-Claude Larronde

Aurkibidea / Índice que, a pesar de ser anecdóticas, no dejan de ser desconcertantes.

I. Sabino, un hombre de su tiempo que evoluciona con su tiempo. Desde el inicio de su acción política pública, es decir, desde el año 1893 (Discurso de Larrazabal, publicación de Bizkaitarra), Sabino se implica en la vida política del País Vasco y acomete varios combates puntuales para salvaguardar sus intereses y valores (Gamezada, revisión del Concierto Económico, apoyo al euskera, participación en campañas electorales a partir de 1898 etc...). Sin lugar a dudas su primer mensaje es un mensaje muy radical, repleto de prejuicios muy de moda en esa época, de exageraciones manifiestas y de diversos errores del idioma lamentables que, más tarde y hasta la fecha todavía, harán las delicias de los adversarios del nacionalismo vasco. Pero Sabino sabe evolucionar: sin duda alguna aprovecha la grave crisis intelectual y moral que sufre el Estado Español en 1898 al término de la cual este país se verá privado de sus últimas colonias. Es el año de su elección a la Diputación de Bizkaia. Bajo su impulso en los años siguientes la cara del nacionalismo vasco experimenta un notable cambio hasta la fecha de su fallecimiento en 1903. La integración de la Sociedad Euskalerria en las filas nacionalistas supone un giro liberal, moderado y pragmático que hasta ahora no se había señalado suficientemente, «La evolución españolista» de Sabino debe ser estudiada dentro de este contexto particular y no como un episodio curioso aislado.

Por su parte Theodor Herzl, en la misma época, es igualmente un extraordinario hombre de acción y como Sabino, sacrificará su salud y sus bienes por su causa. La suya, consiste en la creación de un Estado judío que él anhela y que considera totalmente necesario, habida cuenta del antisemitismo que se extiende por los países de Europa Occidental y en Rusia a finales del siglo XIX. Su actividad es incansable: al igual que Sabino, escribe innumerables artículos en periódicos y revistas y libros: un ensayo («El Estado de los Judíos», febrero de 1896) y una novela patriótica («Altneuland», octubre de 1902), aparte de numerosas obras de teatro. Al igual que a Sabino, le afecta profundamente la situación catastrófica que atraviesa su pueblo y las persecuciones que soporta (progrom de Kichinev, actual capital de Moldavia, en abril de 1903); en la misma época, también él concibe un repliegue estratégico (el equivalente a «la evolución españolista»); se trata de la propuesta de Uganda de acoger a los judíos amenazados de Europa, solución que defiende sin entusiasmo ante discípulos estupefactos.

II. Sabino, un hombre que se anticipa a su tiempo: el «visionario». Sin lugar a dudas, la gran idea de Sabino fue: Euzkotarren aberria Euskadi da. Esta idea de la nación vasca, de la patria vasca es su principal aportación en el plano político. Sabino concibe la organización de esta nación como una Confederación dentro de los límites de las siete provincias históricas. Sabino fue el primero que habló de un destino común para el pueblo vasco a ambas orillas del Bidasoa. Se basó a propósito en un concepto que acabada de aparecer tímidamente en 1989-99 en el

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Aurkibidea / Índice panorama internacional: el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, el «derecho a la autodeterminación». Más allá de las divisiones políticas y administrativas del pueblo vasco de ayer y de hoy, Sabino encarnó una unidad espiritual del pueblo vasco, la que engloba la ikurriña, bandera que él mismo diseñó, y que va más allá de las discrepancias políticas. Al igual que Sabino, Theodor Herzl fue un visionario y un profeta; sus dos principales predicciones fueron las siguientes: el triunfo inevitable del antisemitismo (en los países fascistas y también en otros numerosos países, Francia incluida, con el régimen de Vichy) y la creación de un Estado judío resultaron ser verdad medio siglo después de su muerte. Evidentemente en este momento la gente reaccionó con confusión, malestar y estupor. Como ocurre a menudo con los profetas, al principio solo predicó a conversos. Pero al ser seguido rápidamente por miles y miles de judíos de Europa del Este tuvo en vida un aura de la que Sabino no pudo disfrutar en vida. El escritor Stefan Zweig que acudió a su entierro, escribió con motivo de esa ocasión: «No acaba de morir un simple escritor o un poeta mediocre, sino uno de los creadores de ideas que solamente se dan en contadas ocasiones de la historia de los países y los pueblos». Lo mismo se podría decir de Sabino.

Conclusión Después de su muerte, Sabino fue considerado como un auténtico, o incluso como el mayor, genio de la política del pueblo vasco. Muchos de los que mantu-

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vieron encendidas polémicas con él (Arturo Campión, Resurrección María de Azkue, Miguel de Unamuno) reconocieron sus méritos y le rindieron un sentido homenaje. Acaso Sabino Arana no había logrado: • despertar, por lo menos en Bizkaia, el profundo patriotismo vasco que yacía adormecido en el corazón de todo vasco • devolver toda su dignidad al euskera, que hasta entonces había estado muy desdeñado. En virtud de su herencia política y cultural, Sabino Arana es, más que el último vasco del siglo XIX, el primer vasco del siglo XX. Theodor Herzl lanzó el mismo mensaje que Sabino a su pueblo, es decir, una exortación al orgullo y al desafío: dejad de ser lo que no sois, estad orgullosos de ser Judíos/Vascos. Al igual que Sabino, a través del imaginario fue un líder y escribió: «Si, el imaginario es lo que conduce a los pueblos. Aquel que no lo tenga en cuenta, por perfecto, honorable y gran filósofo que sea, nunca será un líder y no dejará ninguna huella». Al comienzo del siglo XXI, podemos constatar que Theodor Herzl ha dejado huella al igual que ha dejado huella Sabino Arana.


Aurkibidea / Ă?ndice


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Nacionalismo vasco y relaciones internacionales

1. Introducción: El nacionalismo vasco como actor de las relaciones internacionales

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esde la perspectiva de la disciplina de las Relaciones Internacionales existen en la Sociedad Internacional una pluralidad de actores internacionales que cumplen una determinada función y tratan de incidir en aquella. Siguiendo el enfoque que sobre esta cuestión sostiene el paradigma del sistema global, contamos con una tipología en la que se contemplan: 1) Actores Gubernamentales Interestatales (Organizaciones Internacionales o Intergubernamentales); 2) Actores No Gubernamentales Interestatales (fuerzas transnacionales como las empresas multinacionales y las Organizaciones No Gubernamentales); 3) Los Estados (el actor clásico por excelencia); 4) Actores Gubernamentales No Centrales (o ALEXANDER UGALDE ZUBIRI Gobiernos No Centrales, como Profesor de Relaciones Internacionales e Integraes el caso del Gobierno Vasco); ción Europea en la Univer5) Actores Intraestatales No sidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea Gubernamentales (partidos, (UPV/EHU). Licenciado en sindicatos, asociaciones...); y Historia y Doctor en Ciencias Políticas y Socio6) Los individuos (personalidalogía. Especialista en las dides capaces de incidir internaversas vertientes de la proyección internacional cionalmente). de Euskal Herria (relaciones exteriores del nacionalismo vasco, acción exterior del Gobierno Vasco, participación en el europeísmo y federalismo, actividades de cooperación y solidaridad con otros pueblos…)

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Así, el nacionalismo vasco y sus expresiones organizativas –principalmente Partido Nacionalista Vasco (PNV), Comunión Nacionalista Vasca

(CNV) y Acción Nacionalista Vasca (ANV), en la fase histórica acotada entre 1890 y 1936–, dado que fueron partidos que mantuvieron relaciones con otros actores internacionales, cabe considerarlos en la citada categoría de Actores Intraestatales No Gubernamentales. 2. Las relaciones internacionales del nacionalismo vasco: Una de las facetas de su desarrollo El nacionalismo desde finales del siglo XIX acometió inicialmente una serie de tareas básicas: elaboración doctrinal, estructuración organizativa, afiliación y tareas propagandísticas. Posteriormente estuvo en condiciones de encarar otras metas como lograr influencia social, participar en los procesos electorales y conseguir representación en diversas instituciones. De forma que pudo configurarse como uno de los movimientos fundamentales de la realidad socio-política y de la historia contemporánea vasca. En tal desarrollo progresivo se observa el surgimiento de uno de los componentes de su actividad política: la articulación de sus propias relaciones exteriores. Estas fueron adquiriendo importancia –en un triple contexto histórico vasco, estatal e internacional– hasta consolidarse durante la década de los años treinta del siglo XX. A continuación, se distinguirán las tres etapas de la relaciones internacionales del nacionalismo entre 1890 y 1936; y se valorarán las características del modelo de relaciones resultante.


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Aurkibidea / Índice 3. Etapas de las relaciones internacionales del nacionalismo vasco en el periodo 1890-1936 1ª) Los inicios: desde finales del XIX a principios del XX Entre finales del XIX y hasta la década de los diez del XX, coincidiendo con el nacimiento y expansión del nacionalismo, comenzó una incipiente acción exterior. Sabino Arana, al defender el derecho de los territorios vascos a su independencia, abogó por la creación de una Confederación Vasca (Euskadi) dotada de “fronteras” y “relaciones internacionales”. Su pensamiento fue marcadamente anticolonialista como se aprecia en sus juicios ante diversos conflictos (Melilla, Cuba, Filipinas…). Asimismo, adoptó iniciativas como el envío de telegramas a gobiernos extranjeros (presidente de los EEUU de América y primer ministro del Reino Unido) y propuso algunos proyectos (presentación de las aspiraciones nacionalistas en otros países, envío de delegados, presencia en la Exposición Universal de San Luis…), si bien éstos no se materializaron. La pretensión de Arana era dar “a conocer nuestra Patria” ante otras “naciones”. En la fase post-aranista, pese a no diseñarse todavía un modelo de acción exterior claramente estructurado, parte de los indicadores del mismo empezaron a conformarse: atención a los acontecimientos internacionales; envío de telegramas; contados viajes (como el efectuado a Roma en 1911); afiliación extra-territorial (potenciada desde 1904 en Buenos Aires, México, La Habana, Filipinas…); y designación de delegados del PNV en América. Todavía la tarea de abrir relaciones internacionales era secundaria, pues eran otras las necesidades primordiales. El nacionalista Eduardo de Landeta lo evidenciaba: “nadie nos tomamos el trabajo

de trazar relaciones con el mundo exterior” (Euskalduna, 1909). 2ª) El desarrollo: décadas de los diez y veinte En la segunda mitad de la década de los diez la acción exterior conoció un avance al amparo de la I Guerra Mundial. Los dirigentes adquieren plena conciencia de la necesidad de salir al exterior, lo que se ratificó en la Asamblea del PNV de 1914 en la que se manifestó la “urgente” conveniencia de “entablar relaciones de amistad” con otros pueblos. Se asistió a los primeros intentos de lograr un reconocimiento internacional: presencia del PNV y presentación de un informe en el III Congreso de la Unión de Nacionalidades (Lausana, 1916, solicitando “nos reconozcáis como beligerantes en esta gran lucha de pequeñas nacionalidades”); saludos (como el enviado al presidente estadounidense W. Wilson) y relaciones tras la guerra; y la reivindicación de obtener un espacio en la vida internacional. En el ambiente de la época José Vilallonga defendió la “personalidad internacional” del pueblo vasco afirmando que éste “no puede renunciar a la dirección de sus relaciones exteriores” (Hermes, 1918). Luis de Eleizalde, que se destacó por divulgar en el diario Euzkadi las luchas de otros pueblos, escribió que “Hemos de llegar a que la Nación Vasca pueda presentarse (...) en la asamblea de los pueblos cultos de Europa” (Hermes, 1919). En los veinte, empero, la división entre la CNV y el PNV aberkide prosiguió tal dinámica. Así, contactos con los republicanos irlandeses –de los que se alababa su capacidad diplomática internacional y se tomó el modelo de la organización de mujeres Cumann na mBan para crear Emakume-Abertzale Batza– y solidaridad con los rifeños –se criticó la Guerra de

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Aurkibidea / Índice Marruecos por su carácter “imperialista”–. El Manifiesto del PNV de 1921 decía: “El PNV proclama ante Dios y los hombres el derecho de nuestra Patria a regirse libremente y pide su reconocimiento por todas las naciones”. En los años siguientes, pese a la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929), tuvo lugar la asunción del paneuropeísmo por los comunionistas, acogiéndose con esperanza los planes europeístas y federalistas entonces en difusión. Engracio de Arantzadi se mostró diáfano al respecto: “Nosotros vemos con entusiasmo el alborear del día de la constitución de los Estados Unidos de Europa”. Por su parte los aberkides enviaron varios memorándum a la Sociedad de Naciones. Uno de los informes fue acompañado de una carta de Eli Gallastegi en la que se solicitaba se sometiese a consideración de la citada organización internacional “la aspiración nacional euzkadiana que reclama el ejercicio de su libre soberanía”. 3ª) La consolidación: la década de los treinta Instaurada la II República Española (1931-36) se reactivó la acción exterior. Con las peculiaridades de cada sector –PNV unificado, nueva formación ANV, colectivo en torno a Jagi-Jagi–, se afianzó la conciencia internacionalista y se desarrolló un notable conjunto de actividades. En 1931 lo adelantaba José Antonio Aguirre en una conferencia: “Hoy vamos a la vida exterior del país”. Muestras de ello son los artículos en la prensa sobre la faceta internacional del problema vasco, la creación por el PNV del Secretariado General Vasco que asumió la propaganda en el exterior y los viajes a otros países. Para Ramón de Bikuña la entrada del PNV en el Congreso de Nacionalidades supuso dar “carácter mundial a nuestro pleito”. Por vez primera comenzó a emplearse el lema “Euzkadi-Europa” (Aberri-Eguna de 1933). Durante los treinta se logró una ca-

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si plena consolidación de la acción exterior a todos los niveles. 4. Características del modelo de relaciones internacionales del nacionalismo vasco (1890-1936) 1) Principios inspiradores (doctrinales): Toda actividad hacia el exterior parte de unas guías ideológico-políticas, más o menos genéricas, pero que marcan unas pautas para la toma de decisiones y actividades a efectuar. Como ya hemos indicado, Sabino Arana defendió que Euskadi debería, como el resto de países de la

Fue consustancial al nacionalismo su actitud dirigida a proyectarse internacionalmente

época, disponer de sus propias relaciones internacionales. Luego, la doctrina oficial basada en la reintegración foral –si bien susceptible de variadas interpretaciones– defendía que la misma también debía alcanzar al plano exterior. 2) Objetivos: Los objetivos fueron fijados paulatinamente, estando plenamente elaborados para los años treinta. Los básicos eran: relaciones con otros movimientos nacionalistas; presencia en las organizaciones internacionales de las nacionalidades y minorías; contactos con embajadas y consulados; intercambios con gobiernos; estrechamiento de lazos con las comunidades vascas en otros países; propaganda en el exterior; y presentación del “problema nacional” vasco en el ámbito internacional. 3) Medios e instrumentos: No se dispuso de medios de una forma seria y estable hasta los años treinta. Ello se explica por dos razones: era necesario un determinado grado de conciencia respec-


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Aurkibidea / Índice to a la utilidad de dotarse de medios eficaces; y, a la vez, una cierta capacidad organizativa, humana y económica para sostenerlos. El principal instrumento fue el Secretariado General Vasco del PNV encargado, entre otras tareas, de la “propaganda internacional”. No obstante, todos los esfuerzos eran pocos, pues como subrayaron en un informe Aguirre e Irazusta, tras su viaje a Ginebra en 1935, el “EBB debe de preocuparse extraordinariamente del problema internacional”. 4) Alianzas internacionales: Se barajaron proyectos de acuerdos para intervenciones extranjeras en el País Vasco, que no se concretaron. Así, Sabino Arana pensó en 1901 en lograr la independencia “bajo la protección” británica; y, décadas después, su hermano Luis Arana presentó un plan personal en 1938 al Foreign Office para instaurar un protectorado británico. En cuanto a las alianzas en 1924 se esbozó una “Liga de Naciones Oprimidas” (formada inicialmente por País Vasco, Cataluña, Irlanda, Egipto, Marruecos, India y Filipinas), proyecto publicitado por el catalán Francesc Macià si bien la idea original fue de Telesforo Uribe-Etxebarria. También Macià alentó, con un fin insurreccional contra el primorriverismo, el Pacto de la Libre Alianza que, tras ser respaldado por el Partido Comunista Español, dio lugar al llamado Pacto de Moscú (1925). Lo más relevante del mismo fue que contó con el aval de la III Internacional, algo inusual tanto por la conexión entre formaciones nacionalistas vascas y catalanes con los partidos comunistas, como

El fin último de la acción exterior fue lograr el reconocimiento internacional del nacionalismo y aspirar, en el futuro, al reconocimiento de la nación vasca.

por el hecho de que uno de sus compromisos previera la posibilidad de la independencia de Euskadi y Cataluña con el apoyo de la citada Internacional. Los acuerdos de los nacionalistas vascos, gallegos y catalanes, concretados en la Triple Alianza –formalmente un “Pacto de Amistad y Alianza”– (1923) y luego en Galeuzca –el “Pacto de Compostela”– (1933), se consideraban “internacionales” por sus firmantes. Respecto a la pertenencia a organizaciones internacionales destacó como primera “presentación” exterior relevante la asistencia al III Congreso de la Unión

El nacionalismo ubicó su proyecto de espacio político vasco en referencia al marco europeo e internacional de Nacionalidades (Lausana, 1916), foro en el que se expuso el Rapport de la Délégation Basque. Para el diario Euzkadi se rompía el “aislamiento” de “nuestro partido” y se daban a conocer “las aspiraciones de este pueblo”. Más tarde se produjo la entrada en el Congreso de Nacionalidades Europeas (CNE) –organización que se desenvolvió entre 1925 y 1938–, efectuada entre 1929 y 1930 gracias a las gestiones de Odón de Apraiz. Anualmente una delegación del PNV acudió a los eventos del CNE hasta 1937. En el terreno sindical cabe recordar que Solidaridad de Trabajadores Vascos (ELA-STV) ingresó en la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos (CISC) en 1934. Por su parte, Euzko Ikasle Batza (EIB) acometió intercambios con otras organizaciones estudiantiles. 5) Delegaciones en el exterior: En 1902 Sabino Arana sugirió enviar “representantes ante otras naciones”, lo que no se concretó. Desde 1904-06 se nombraron delegados nacionalistas en países latinoa-

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Para los años treinta del siglo XX el nacionalismo vasco logró consolidar su acción exterior mericanos (Argentina, Cuba, México) y Filipinas, y luego en Europa (Dublín y París). Su función real no fue importante. 6) Actividades y formas de presencia internacional: Contemplamos un conjunto de actividades como viajes y visitas, propaganda exterior, e intercambios entablados con otros movimientos, cuerpo diplomático, gobiernos y organizaciones internacionales. Algunos ejemplos: telegrama de la Sociedad Euskalerria a William Gladstone, primer ministro británico (1894); telegramas de Sabino Arana a Theodore Roosevelt, presidente de los EEUU, y a lord Salisbury, primer ministro británico (1902); viaje de una delegación a Roma que se entrevistó con el secretario de Estado vaticano y el Papa Pío X (1911); posición oficial pro-aliada en la I Guerra Mundial (1914-19); relaciones con otras representaciones en la Unión de Nacionalidades (1916); telegrama de diputados y senadores a Woodrow Wilson, presidente de los EEUU, saludando su doctrina internacional (1918); visita al Consejo Nacional de los Países Checo-Eslovacos en París (1918); actos en favor del movimiento republicano irlandés (1920); apoyo a la rebelión rifeña en Marruecos (1921); formalización de relaciones con el Sinn Féin (1922); memorándum del Comité Pro-Independencia Vasca a los representantes de los Estados en la Sociedad de Naciones (1926 y 1929); respaldo al movimiento paneuropeísta y federalista (desde 1926); visitas de Ewald Ammende, secretario del Congreso de Nacionalidades Europeas, al País Vasco (1931 y 1933); contactos con bretones, flamencos y otras nacionalidades (1932); gira por Argentina y Uruguay (1934); viaje a Ginebra y entrevista con el presidente del Consejo de la Sociedad de Naciones (1935); y viaje al Vaticano (1936). 7) Prioridades geográficas: Debido a diversas razones (ubicación geográfica, la-

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Aurkibidea / Índice zos históricos y decisiones políticas), las áreas en las que se centraron las relaciones preferentes fueron Europa Occidental y América. 5. Conclusiones Adoptando una acotación cronológica de casi cincuenta años (1890 a 1936) queda comprobado que el nacionalismo vasco diseñó un modelo de relaciones internacionales. Al principio la actividad fue débil e irregular, luego se fue paulatinamente in-

Como movimiento político el nacionalismo desarrolló una diplomacia de corte no gubernamental crementando para alcanzar en los años treinta un nivel de desarrollo notable. Es consustancial al pensamiento del nacionalismo vasco su comportamiento dirigido a proyectarse internacionalmente. Su doctrina y aspectos programáticos le condujeron a situar su proyecto de espacio político vasco en referencia al marco europeo e internacional. Como movimiento político realizó una diplomacia de corte no gubernamental. El fin último de la misma fue lograr el reconocimiento internacional del propio nacionalismo y aspirar, en orientación de futuro, al reconocimiento de la nación vasca. BIBLIOGRAFÍA • AGUIRRE ZABALA, Iñaki, “Nacionalismo vasco y relaciones transnacionales en el contexto de la frontera hispano-francesa: cuatro modelos históricos”, en: ARENAL, C. del (ed.), Las relaciones de vecindad, Bilbao, UPV/EHU, 1987, pp. 73-101. • _____, “José Antonio de Aguirre y la construcción de Europa”, Hermes, núm. 9, 2003, pp. 7592.


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Avis non tan rara: Los nacionalismos sin Estado de Europa occidental en el tiempo de Sabino Arana

E

ste breve ensayo tiene como intención presentar un panorama comparativo acerca de los movimientos nacionalistas sin Estado, o nacionalismos subestatales, en Europa occidental durante el período comprendido de modo aproximado entre las dos últimas décadas del siglo XIX y el comienzo de la Iª Guerra Mundial. No pretendemos entrar en detalles relativos a la génesis del movimiento nacionalista vasco, aspecto sobre el que otros intervinientes se extenderán con conocimiento de causa. Nuestro propósito es, simplemente, ayudar a percibir cuál era la perspectiva continental del surgimiento y consolidación del movimiento nacionalista vasco. Antes de entrar en materia, hay que tener en cuenta tres consideraciones: XOSÉ M. NÚÑEZ SEIXAS Nacido en Ourense (1966), estudió Historia en las Universidades de Santiago de Compostela y Dijon, doctorándose en el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Desde 1994 es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela. Especializado en el estudio comparativo de los nacionalismos europeos e ibéricos, se cuentan entre sus últimas publicaciones Movimientos nacionalistas en Europa. Siglo XX (Madrid: Síntesis, 1998) y Entre Ginebra y Berlín. La cuestión de las minorías nacionales y la política internacional en Europa, 1914-1939 (Madrid: Akal, 2001).

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a) La perspectiva comparada permite calibrar lo que hay de original o no en un movimiento, lo que no le resta ningún ápice de legitimidad histórica y/o política (aunque tampoco se la añade, necesariamente). b) Precisamente por ello, cabe ver la época de Sabino Arana y su propia figura no como una suerte de faro aislado, sino como uno más de los sucesivos focos de gestación de

un movimiento nacionalista sin Estado en la Europa de fines del siglo XIX. Estos movimientos, como han estudiado de modo detallado diversos autoresI, hacen su aparición en numerosos puntos del continente europeo, en su parte Este y en su parte Oeste, desde mediados del siglo XIX. Su devenir estuvo condicionado en primer lugar por la incidencia de factores estructurales de índole etnocultural, social y económica, aspectos en los que se centraron los primeros análisis comparativos (como el más conocido, el elaborado por el historiador checo Miroslav Hroch desde 1968, que establece tres fases de desarrollo de los movimientos nacionalistas atendiendo a factores tales como la aparición del movimiento obrero, de la revolución burguesa y de la revolución industrial, etcétera). Pero también, y éste es un aspecto en el que la investigación histórica insiste cada vez más, por factores referentes a la propia dinámica de la movilización social y a la estructura de oportunidades políticasII. Por ejemplo, no disfrutaban de las mismas posibilidades para desarrollar su propaganda y activismo nacionalista los ucranios que vivían en el Imperio austrohúngaro antes de 1914 que los que vivían en la zona ucrania perteneciente al Imperio zarista, pese a que en ambos Estados presentasen un nivel de desarrollo socioeconómico relativamente comparable, pues el marco político era más liberal y permisivo en Austria-Hungría que en la Rusia zarista. Tampoco era lo mismo presentarse a las elecciones bajo el sistema electoral de la II República española, pon-


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Aurkibidea / Índice gamos por caso, o teniendo que competir en el sistema electoral británico de distrito único. c) Si una discusión muy típica en el ámbito historiográfico español (y no sólo del español) es el evaluar hasta qué punto la historia de España (o del Estado español) ha sido “normal” en perspectiva europea, una parte de esa discusión se centra alrededor de la cuestión nacional, y esto comprende a su vez dos cuestiones interrelacionadas: c. 1) en qué medida el Estado-nación español del siglo XIX tuvo éxito o no a la hora de nacionalizar su territorio (tesis de la débil nacionalización, expuesta y discutida seguramente en sus contribuciones por los profesores de Riquer y Álvarez Junco), y c. 2) en qué medida el nacimiento y el desarrollo de movimientos nacionalistas sin Estado en algunos territorios pertenecientes al Estado español y poseedores de una serie de precondiciones específicas más o menos favorables (etnicidad, instituciones de autogobierno, etc.) es un síntoma más o no de esa normalidad. Dicho de otro modo: para más de un autor, el hecho de que el PNV/Comunión Nacionalista Vasca hubiese obtenido ya en 1918 un éxito electoral que lo situaba en el estadio de movimiento de masas, o de que la Lliga Regionalista ya tuviese su primer éxito electoral en 1901, acrecentado y cimentado con el de la Solidaritat Catalana en 1906-07, son fenómenos excepcionales en la Europa de su momento, e incluso en la Europa occidental. Se ha insistido así en que 1) esos movimientos son rabiosamente jóvenes desde un punto de vista histórico –como si la legitimidad histórica y política tuviese que ver, no con el consenso de los go-

bernados, sino con los siglos de historia–: claro, los Estados-nación consolidados suelen salir ganando, aunque es cierto que este argumento se esgrima como reacción frente a los que siempre ven la nación mucho antes que el nacionalismo. Y, asimismo, en que: 2) En la Europa de su tiempo, los nacionalismos vasco, catalán y (no digamos) el gallego son raras avis, bichos extraños que no constituirían sino una manifestación más del viejo eslogan acuñado por aquel longevo ministro de Franco: Spain is different. Así se ha insistido en ocasiones, incidiendo en una comparación a mi juicio desafortunadaIII. Y así se suele argumentar también desde diversas tribunas mediáticas. Por tanto: 3) La existencia de movimientos nacionalistas sin Estado suele ser vista como una anomalía histórica, a no ser que concurran circunstancias altamente específicas (oportunidad estratégica, desconocimiento por presunto exotismo –lo que se aplica a toda la Europa del EsteIV–, o existencia de una opresión etnocultural supuestamente objetiva, caso de la Europa oriental ex-soviética). Pero en Europa occidental eso no pasa; y si pasa, es porque, por decirlo de modo simple, somos así de raritos. Esto no tiene por qué ser así. Empezando por dos premisas previas. De entrada, el modelo francés, que es el que se asume como paradigma de normalidad o anormalidad a este lado de los Pirineos, no es el único modelo posible de normalidad política y nacional en la Europa occidental. Es más, la asunción de que un Estado nación ha de ser homogéneo desde un punto de vista etnocultural y ha de imponer la uniformidad a todo precio ha sido fuente de problemas cuando se ha querido imponer en contextos en los que la etnicidad ya había sido politizada, como los Estados sucesores del Imperio austrohúngaro y zarista tras 1918.

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Aurkibidea / Índice Por lo tanto, no tiene por qué ser normal que el euskara o el catalán se conviertan en patois como el bretón, aunque sí hay factores que coadyuvan a explicarlo, referentes a la capacidad de intervención de las políticas públicas. En segundo lugar, además, los nacionalismos sin Estado no son un atavismo propio de Europa oriental, argumento que gustaban mucho de repetir periodistas y publicistas allá por 1989/91. Se olvida reiteradamente que el Estado irlandés existe como tal desde el Estado Libre de 1921; o que Islandia se independizó en fecha tan reciente como mayo de 1944, después de un plebiscito en el que se pronunció por la separación el 98% de los electores; y que en las Islas Färoe la población optó en un 51% en 1946 por la independencia, y que desde 1948 gozan de una muy amplia autonomía dentro del Estado danés; o que Sicilia estuvo al borde de la independencia de Italia entre 1944/45. Igualmente, se olvida a menudo un tercer factor: que en 1890-1903 la presencia de los nacionalismos sin Estado en Europa occidental no se circunscribía al Estado español. Ya entonces tenemos los siguientes focos, que iremos enumerando por Estados de pertenencia: 1) Gran Bretaña: Irlanda, sobre todo –el Sinn Féin se funda en 1900, tres años antes de la muerte de Sabino, mientras en 1899 se reunificaron las dos ramas del antiguo partido de Parnell en la United Irish League, convirtiéndose en los protagonistas de la última fase del movimiento nacionalista irlandés, en su doble vertiente de táctica parlamentaria (IPP de Redmond) y táctica insurreccional (antiguos fenianos de la IRB, cada vez más los sinnféiners), si bien en un principio ninguno de los dos preconizaba la independencia, aunque sí un esquema confederal calcado del modelo austrohúngaro de monarquía dual). Como es sabido, la evolución de la situación en Irlanda conoció una acelara-

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ción dramática a partir de 1913: fracaso del proyecto de autonomía o Home-Rule en el Parlamento de Westminster ese año debido a la moratoria de dos años impuesta por la Cámara de los Lores; agitación de los unionistas en el Ulster (1912: constitución de la Ulster Volunteer Force); radicalización paramilitar paralela de fenianos y sinnféiners; levantamiento de Pascua de 1916, protagonizado por la IRB, sinnféiners y nacionalistas de izquierda, con escaso apoyo popular, que sin embargo se convierte dos años y medio después, merced a la torpe represión británica de la rebelión, en una aplastante victoria electoral para el Sinn Féin en 1918, salvo en los seis condados del Norte de Irlanda. En Escocia tendremos una situación distinta. Desde el acta de unión de 1707, predominaba en el siglo XIX un “nacionalismo unionista” que aspiraba a la igualdad con Inglaterra dentro de la gestión política del Imperio británico. Ese peculiar nacionalismo unionista se caracterizaba por una muy escasa agitación cultural, aunque sí se asiste a la elaboración de una “tradición” escocesa (mitos medievales, tartanes, gaitas, etc.). Los “intereses” escoceses se defienden a través del Partido Liberal y, desde comienzos del XX, a través del Partido Laborista. Con todo, desde 1886 surgieron intentos de formar partidos escoceses independientes, sobre todo en el ámbito de la izquierda (como el Partido Laborista Escocés, fundado en 1888, autonomista). Igualmente, se difundieron proyectos políticos e institucionales que aspiraban a la consecución de un amplio autogobierno escocés dentro del Imperio británico, al abrigo de la coetánea presión parlamentaria irlandesa y de la política descentralizadora del Gobierno liberal de Gladstone. Un primer resultado fue la constitución en 1885 del Scottish Office en Londres. En 1886, los pro-autonomistas escoceses dentro del Partido Li-


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Aurkibidea / Índice beral constituyeron la Scottish Home-Rule Association (SHRA), que funcionó hasta 1914 como grupo de presión dentro del partido, que en 1913 logró la presentación de un proyecto de ley sobre autogobierno de Escocia. Paralelamente, en 1900 se constituyó a partir del ala más radical del Partido Liberal escocés el movimiento de los Jóvenes Escoceses. Éstos respaldaban a los bóers en su rebeldía frente al poder británico, y en 1912 formaron con otros sectores un Consejo de la Autonomía para fomentar la campaña por el autogobierno. Habrá que esperar al período de entreguerras para que surjan partidos nacionalistas escoceses autónomos, que se unificarán en 1934 en el Scottish National Party (SNP), que oscilará entre la reivindicación de la autonomía y la de la independencia. En el País de Gales nos encontraremos con un panorama diferente. Básicamente, con la consolidada existencia de plataformas de agitación cultural en favor del idioma galés y la cultura del país, con un fuerte componente de druidismo y neobardismo (invención del siglo XVIII). El apoyo de las iglesias metodistas y no-reformadas, de fuerte implantación en el país, fue crucial para el mantenimiento relativo del idioma galés, y su presión sobre el Partido Liberal permitió que la lengua galesa se incluyese en la Enseñanza primaria, secundaria y técnica entre 1875 y 1889. En 1866 existían ya varios semanarios y publicaciones mensuales en galés, con una circulación de 120.000 ejemplares. Sólo a fines del siglo XIX, algunos políticos e intelectuales inspirados en la experiencia irlandesa y los nacionalismos centroeuropeos y Mazzini pensaron en formular un programa de autogobierno para Gales que incluyese el rechazo del imperialismo británico, e intentaron constituir un partido nacional galés a partir del partido liberal en Gales o, cuando menos, una sección influyente dentro del mismo. En 1886

se formó Cymru Fydd (Joven Gales), con el propósito de obtyener la autonomía para Gales y la plena equiparación galés/inglés. La organización promovió la adopción de varias leyes entre 1894 y 1912 que favorecieron a Gales, pero fracasó en su proyecto de “entrismo” en el Partido Liberal para promover a partir de él un partido nacionalista. Sólo en 1910 se registra el intento de crear otro partido nacionalista galés. Habrá que esperar al periodo de entreguerras para el surgimiento del primer Partido Nacionalista Galés (Welsh Nationalist Party), antecedente del actual Playd Cymru. 2. En Bélgica, es el caso de Flandes. Movimiento con raíces ya a mediados del siglo XIX, se expresaba preferentemente, como veremos, a través de asociaciones culturales, grupos de presión transversales que influían en los partidos políticos mayoritarios (sobre todo, a través de los socialcatólicos, mayoritarios en el católico y rural Flandes). Ello será fundamental a la hora de entender el éxito progresivo de sus demandas en materia cultural y lingüística (derechos colectivos). Las asociaciones específicamente nacionalistas y políticas, como la Asociación Nacional Flamenca, fundada en la década de 1860, tenían un éxito sólo relativo. Con todo, desde la década de 1870 nacen nuevas asociaciones nacionalistas, e incluso en 1891 la primera organización que hace bandera del panneerlandismo, la Liga Pan-Neerlandesa. Durante la primera década del XX, de hecho, la presión de las organizaciones flamingants había dado numerosos frutos legislativos, referentes en primer lugar a la introducción paulatina del neerlandés en los tribunales, la administración y la enseñanza. 3. En Francia nos encontraremos con varios focos, tan numerosos como, sin embargo, poco exitosos. Dejando de

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Aurkibidea / Índice lado Iparralde, cabe mencionar de entrada que la céltica Bretaña era la que presentaba la tradición más rica en cuanto a generación de organizaciones, grupos y proyectos políticos autonomistas, que darán lugar en la primera década del siglo XX al primer nacionalismo bretón. Fue el caso de la Unión Regionalista Bretona en 1898, aristocrática y autonomista, con unos mil adherentes. En 1911 surgirá el Partido Nacional Bretón, con un programa que oscilaba entre la aspiración a una relación confederal con Francia y la plena independencia, e igualmente surgirá la liberal de izquierdas Federación Regionalista Bretona. Junto a ellas, tendrán presencia varios grupos de agitación cultural brétonnante, caracterizados además por su diversidad de tendencias políticas a derecha e izquierda. En Córcega, por el contrario, sólo se registrarán en vida de Sabino muy débiles precedentes e inicios del posterior nacionalismo corso. Sólo en 1896 se registra la aparición del periódico en corso A Tramuntana, por Santu Casanova, con temática sobre todo cultural; sólo desde 1914 se salta de la cultura a la política con el efímero periódico publicado en Marsella A Cispra, precedente del posterior A Muvra (1920) y el Partido Corso de Acción, luego Partido Corso Autonomista. En Occitania, por su lado, se registrará una intensa agitación cultural a partir del Félibrige fundado en 1854, elitista y sectario, regionalista y culturalista, conservador, hasta que en 1892 se escinde el “Félibrige rojo”; no pasaron de unos 900 miembros, y hasta el período de entreguerras no superarán un regionalismo ligado a la afirmación de la nación francesa, incluso al proyecto de la Action Française). Más tarde vendrá Alsacia-Lorena a partir de la década de los 20: a fines de esa década, los partidos autonomistas alsacianos recogían entre un 20 y un 30%

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de los sufragios en Alsacia, algo menos en Lorena. 4. En el Estado italiano, tendremos también varios territorios donde el dogma de la nazione risorgimentale se empieza a cuestionar. De entrada, el Valle de Aosta (resto de Saboya que no fue incorporada por Francia en 1861) surge en 1909 la Ligue Valdôtaine, con objetivos culturales y sólo muy tímidamente descentralizadora (defensa del francés, autonomía municipal en cuestiones de educación, etc.). En Sicilia es de señalar la continuidad de una cierta tradición de reivindicación autonomista, vista como una profundización de la democracia representativa y con amplio apoyo entre republicanos y radicales de la isla. Desde 1896 la demanda autonómica también pasó a ser aceptada por los católicos (por el joven Luigi Sturzo, posterior fundador de la Democracia Cristiana, por ejemplo). Incluso, a comienzos del XX surgieron tres pequeños grupos de orientación netamente independentista, pero ideológicamente muy dispares: Pro-Sicilia (1902, con apoyo de terratenientes conservadores); Partito Siciliano (1908, orientación neutra en lo social, republicano y partidario de la autonomía como estrategia y la anexión a Gran Bretaña como fin), y un grupo de orientación anticlerical y partidario como mínimo de la descentralización administrativa, entre 1907 y 1913. A ellos seguirán varios grupos radicalizados a partir de 1918-22, con eventual apoyo de los terratenientes sicilianos (que siempre jugaron con la idea de la amenaza de separación para presionar al Gobierno de Roma, por ejemplo, en 1920 o en 1945-48, en momentos de incertidumbre política y peligro de revolución social) y de la mafia (sobre todo, en 1944-48). Situación, por cierto, no muy diferente de la que se observa en el caso del autonomismo azoriano (Azores, Portugal) en momentos de


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Aurkibidea / Índice crisis del Estado portugués como 1890 (crisis del ultimátum), 1926 (golpe de Estado autoritario de Carmona) y 1974-75 (revolución de los claveles). En Cerdeña nos encontraremos con una tradición autonomista multiforme, que sin embargo hasta 1918 no va a dar lugar ni a organizaciones políticas propias, ni a la elaboración de un proto-nacionalismo definido, ni siquiera a la revalorización del idioma y cultura sarda, sino que se ceñía a lo que G. B. Tuveri definía en 1867 como cuestión sarda: autonomía insular con parlamento propio, que permitiese encauzar el proceso de modernización de la isla y proteger la economía pastoril de la “colonización” de Roma. Las elites sociales y políticas sardas podrían así usar la autonomía también para reforzar su poder. La situación cambiará después de 1918, con el surgimiento, sobre todo, del nuevo Partido Sardo d’Azione, apoyado ante todo en la organización de los excombatientes sardos retornados a la isla. 5. Nos olvidamos igualmente de que Noruega no se independizó de Suecia hasta… ¡1905! (nada menos que dos años después de la muerte de Sabino Arana). Es más: Finlandia sólo obtuvo su independencia de Rusia en 1917, gracias a la calculada magnanimidad de los bolcheviques (que esperaban que sus camaradas finlandeses aprovechasen la coyuntura para enarbolar y monopolizar la causa nacionalista, lo que no consiguieron). Y aún así conservó una importante minoría de lengua sueca, que dispone de su propio partido representativo, el Partido del Pueblo Sueco, votado mayoritariamente por la población de lengua sueca del país. O que las islas Aaland, de lengua sueca, se situaron bajo protección de la Sociedad de las Naciones. 6. En los Países Bajos tendremos también el movimiento frisón, es decir, el ubicado en Frisia, país situado entre el norte de los Países Bajos y el Noroeste de Alemania. En vida de Sabino, éste se ha-

llaba todavía en la fase de movilización cultural, sobre todo mediante la actividad de la Sociedad para el Conocimiento de la Lengua y Literatura Frisona (fundada en 1844). Habrá que esperar a 1908 para que la nueva Sociedad Cristiana para la Lengua y la Cultura Frisona, fundada por Sipke Huismans, predicador de la Iglesia reformada, comience a formular las aspiraciones frisonas también en clave política: Frisia, nación creada por Dios, debería ser independiente si así era su deseo, afirmaba Huismans. Apelaba para ello tanto a la lengua como al pasado glorioso y a las tradiciones corporativas frisonas, perdidas al formar parte de los Países Bajos en 1814. Hasta 1915, con todo, no surgirán nuevos grupos (los denominados “Jóvenes Frisones”) que se concentrarán más en la política que en la lengua y la literatura. A todos estos y a otros movimientos, algunos de ellos de naturaleza anticolonial, se refirió el nacionalismo vasco antes de Sabino AranaV, en vida de Sabino Arana, y sobre todo después de Sabino Arana. Pues cada movimiento nacionalista busca modelos exteriores para legitimarse y para mostrar que no es una rara avis, sino un exponente de una historia presente. Y esos modelos exteriores se seleccionaron y cobraron más importancia para cada movimiento en concreto en función de a) compartir enemigo, b) parentela etnocultural real o supuesta, o c) afinidad político-ideológica de fondo, más allá de la común “solidaridad” de nacionalismos en lucha por la autodeterminación. Los nacionalismos sin Estado de Europa occidental presentaban diversos grados de desarrollo y maduración política. Es más, varios de esos movimientos todavía no se encontraban, en vida de Sabino Arana, en un estadio de autodefinición político-ideológica que permitiese denominarlos o caracterizarlos como naciona-

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Aurkibidea / Índice listas de forma explícita. Algunos se hallaban en una fase de elaboración cultural. Otros tenían más de organización política que de cultura. Otros más se movían en un terreno ambivalente. Algunos, en fin, como el flamenco, el galés o el escocés, no se expresaban preferentemente a través de partidos políticos propios de índole nacionalista, sino que lo hacían a través de: a) grupos de presión transversales que reclutaban apoyos de todos los partidos y sectores de la sociedad civil, como la potente Scottish Home Rule Association fundada en 1886, que en vísperas de 1914 estaba a punto de conseguir que se discutiese en el Parlamento británico una ley de autonomía para Escocia paralelamente al proyecto de Home-Rule para Irlanda; o: b) organizaciones políticas estatales que recogían y explotaban ese cleavage territorial (por ejemplo, los laboristas en Escocia, los liberales en Gales, los partidos católicos en Flandes), pero mostraban gran fuerza en la sociedad civil. Es igualmente de destacar que la mayoría de los nacionalismos sin Estado de Europa occidental era de destacar que rara vez demandaban la independencia a corto plazo y de forma inmediata, aunque sí lo hizo el primer Partido Nacionalista Bretón de 1911. Por el contrario, por lo general aquéllos demandaban algún modo de reconocimiento de derechos colectivos políticos y culturales dentro de sus respectivos Estados nación. Esto, sin embargo, no los diferenciaba demasiado de muchos nacionalismos de Europa oriental, desde los “Jóvenes Checos” hasta el Partido Nacional Rumano de Transilvania, con anterioridad a 1914. De todos modos, bien es cierto que la “ola” de nacionalismos periféricos de Europa occidental no siempre tuvo el mismo élan que los nacionalismos de Europa oriental, pero sobre todo no disfrutaron de las mismas oportunidades políticas que estos últimos. Al menos en lo referente a dos factores encuadrables en el apartado de la oportunidad política. En primer lu-

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gar, en Europa oriental perduraron por más tiempo Imperios multinacionales con principios de legitimación política (fidelidad dinástica y religiosa) premoderna, que habían renunciado a constituirse en Estados-nación, o que lo intentaron demasiado tarde –Rusia con las políticas de rusificación, los Jóvenes Turcos, la política de magiarización de la parte del Imperio austrohúngaro situada bajo la directa jurisdicción de Budapest tras el Compromiso de 1867…–, provocando así la reacción de buena parte de las poblaciones afectadas por las medidas homogeneizadoras, mientras en Europa occidental los Estados-nación intentaron imponer la homogeneización al mismo tiempo o paralelamente que la ciudadanía liberal. En segundo lugar, la gran oportunidad macropolítica y geoestratégica que supuso la Iª Guerra Mundial, la irrupción del principio de nacionalidades como arma de propaganda y principio de legitimación de los contendientes, la disolución de los Imperios multinacionales y su sustitución por nuevos Estados, en una operación de ingeniería geopolítica y nacionalitaria sin precedentes en la Historia. Sólo entonces los nacionalistas checos, polacos, lituanos o rumanos vieron cumplidos sus sueños, aunque al precio de importar el problema de las minorías nacionales en sus nuevos EstadosVI. Por el contrario, los nacionalismos sin Estado de Europa occidental no pudieron aprovecharse de ese gran cataclismo, aunque lo intentaron (sin ir más lejos, recuérdense los ímprobos intentos irlandeses, con Eamon de Valera al frente, por hacer oír su voz en Versalles, lo mismo que lo intentaron los ucranios, los macedonios, los bretones, pero también los vascos). Sin embargo, sí se vieron afectados de modo directo o indirecto por él: el llamado “wilsonismo”, por ejemplo, está detrás de la evolución política de varios nacionalismos de Europa occidental, o de


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Aurkibidea / Índice la radicalización y evolución política de otros (por ejemplo, el gallego –1916-18– o el galés, al igual que el frisón). Incluso cabe recordar el caso peculiar del autonomismo sardo, que evoluciona hacia un pre-nacionalismo entre 1918 y 1924. Y se sitúa mayoritariamente en la oposición al fascismo. La gran pregunta no es, por lo tanto, por qué a Sabino Arana se le ocurrió inventar el nacionalismo vasco conjugando elementos enteriores. La pregunta que como historiadores debemos formularnos es otra: ¿por qué algunos nacionalismos de Europa occidental vieron su desarrollo, por decirlo de algún modo, abortado y nunca pudieron pasar de un estadio de marginalidad política, pese a tener orígenes tan remotos como el vasco o anteriores, mientras otros sí evolucionaron hasta convertirse en movimientos de masas, sobrevivir a momentos difíciles, guerras y dictaduras, y conseguir amplias concesiones en forma de autogobierno territorial y reconocimiento de derechos culturales y lingüísticos? Aquí surgen, a nuestro entender, tres cuestiones: En primer lugar, no siempre hemos de identificar pujanza de un movimiento nacionalista con fuerza electoral de un partido o partidos explícitamente defensores de la causa nacionalista. El caso vasco es un contraejemplo frente a Flandes o Escocia, por ejemplo. Los 12.206 militantes de la asociación nacionalista flamenca Davidsfonds en 1913, al igual que los 4.544 del Willems-Fonds ya en 1854, los 334 semanarios editados en neerlandés existentes en Flandes en 1900 o la fuerza de las diversas asociaciones nacionalistas existentes en el país en 1914 son indicadores tanto o más válidos que, por ejemplo, comparar el 11,5% de los votos conseguido por el Frontpartij en 1929 con el 28,4% obtenido por el PNV en 1931 en sus territorios de referencia. Los diversos sistemas electorales vigentes, la EOP que estaba a disposición de los nacionalistas sin Estado en cada Estado y la coyuntura

internacional fueron también factores decisivos. Por otro lado, pensemos que el PNV se presentaba en 1931 coaligado con los carlistas, y que su porcentaje global, incluso el 35% de 1936, descendía si incluíamos Navarra. Los nacionalistas flamencos, por su parte, obtuvieron por sí solos el 15% de los votos en Flandes en 1939. En segundo lugar, no hay una única manera de expresar y defender la diversidad etnocultural. Que no exista en la actualidad un partido nacionalista bretón con suficiente fuerza electoral y social no significa necesariamente que la identidad colectiva bretona haya desaparecido, aunque algunos de sus rasgos o trazos diacríticos sí lo haya hecho en la práctica. Hay movimientos de afirmación regional que sí han pervivido y perviven, otra cosa es calibrar hasta qué punto son definibles desde un punto de vista político como nacionalismos subestatales o no. En tercer lugar, la capacidad de intervención de las políticas públicas “nacionalizadoras” de los Estados-nación respectivos ha sido diferente en cada caso (muy fuerte en el caso francés, menor en el caso británico o español). En cuarto lugar, la presencia de coyunturas específicas, y hasta cierto punto dependientes de la contingencia histórica, ha influido en un doble sentido: privar de legitimación a algunos movimientos nacionalistas en fases cruciales de su historia, y por el contrario proporcionársela a los nacionalismos estatales. El caso más evidente, a mi entender, son las dos guerras mundiales, que contribuyeron de modo decidido a reforzar la difusión de los nacionalismos de Estado, primero en 1914-18 (caso evidente en Francia o Italia, también en Gran Bretaña, aunque en Bélgica o en Cerdeña las tensiones centro-periferia saliesen

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Aurkibidea / Índice reforzadas del fin de la guerra), más tarde en 1939-45. De esta última contienda, además, salieron profundamente deslegitimados movimientos nacionalistas que, en todo o en parte, habían optado por la política de alianza con el enemigo del enemigo en la creencia de que la Europa dominada por el Nuevo Orden dejaría un lugar al sol a las naciones sin Estado: el colaboracionismo de los nacionalistas flamencos, bretones, alsacianos o frisones les deslegitimó profundamente por una generación, y constituyó un auténtico baldón para su recuperación posterior. Los nacionalismos escocés y galés pasaron una dura travesía del desierto hasta los años 60 y sobre todo 70, en parte motivada por su ambigüedad frente al II conflicto bélico y su pacifismo. Por el contrario, únicamente los nacionalismos vasco, catalán, gallego y el movimiento sardo estaban en 1945 investidos de una legitimidad antifascista indiscutible. Para concluir, podemos afirmar que varios aspectos de la ideología política acuñada por Sabino Arana, incluso desde un punto de vista normativo. Varios de ellos, sin embargo –el cierto racismo de raíz tradicional, la creencia en la existencia de pueblos civilizados y no civilizados– no eran invención única de él. Flotaban, por así decirlo, en el ambiente histórico, en el Zeitgeist de la época que le tocó vivir. Aspectos como el integrismo religioso o el racismo de raíz católico-tradicional y no biológico-genético se hallaban también en otros nacionalismos, principiando por el español. Es original en Sabino Arana la formulación radical de la independencia; pero no fue el único entre los Sabinos europeos de su tiempo. El nacionalismo vasco no fue ninguna ave extraña en la Europa de su tiempo. Fue una manifestación más de su diversidad, etnocultural y sociopolítica. Ello no prejuzga, a priori, absolutamente nada en términos

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políticos. Ni que tuviese que existir necesariamente como resultado teleológico y natural de la historia vasca anterior, ni que su evolución tuviese que ser la que fue. Como científicos sociales, debemos limitarnos a estudiar el fenómeno, analizar sus causas y hallar el porqué de su pervivencia, evolución y extensión. Nada más. Pero tampoco nada menos.

NOTAS M. Hroch, Social preconditions of national revival in Europe: a comparative analysis of the social composition of patriotic groups among the smaller Euroepan nations, Cambridge: Cambridge UP, 1985; id., On the national interest, Praga: Universidad Carolina, 2000; H. J. Puhle, Staaten, Nationen und Regionen in Europa, Viena: Propyläum, 1995. II Ya en su momento advertía en esta variable K. Symmons-Symonolewicz, Nationalist movements: a comparative view, Meadville: Maplewood Press, 1970; A. D. Smith (ed.), Nationalist Movements, Londres: Macmillan, 1976. J. Coakley (ed.), The Social Origins of Nationalist Movements: The Contemporary West European Experience, Londres: Sage, 1992; R. Máiz, “Politics and the Nation: Nationalist Mobilisation of Ethnic Differences”, Nations and Nationalism, 9: 2 (2003), 195-212, y X. M. Núñez Seixas, Movimientos nacionalistas en Europa. Siglo XX, Madrid: Síntesis, 1998. A esta última obra nos remitimos a lo largo de todo este artículo. III Vid. J. J. Carreras, “De la compañía a la soledad. El entorno europeo de los nacionalismos peninsulares”, en C. Forcadell (ed.), Nacionalismo e Historia, Zaragoza: Institución Fernando el Católico/Diputación de Zaragoza, 1998, 7-27. IV Un ejemplo entre mil, pero investido de presuntuosidad: R. L. Acuña, Las tribus de Europa, Barcelona: Ediciones B, 1993. V Vid. A. Ugalde Zubiri, La acción exterior del nacionalismo vasco (1890-1939): Historia, pensamiento y relaciones internacionales, Oñati: IVAP, 1996; una reciente recapitulación de la importancia de los referentes internacionales en el primer nacionalismo vasco y en el fuerismo intransigente integrado en el PNV en A. Delgado Cendagorzagalarta, "El fuerismo, el Home Rule Bill y la política británica: El contexto internacional en los inicios del movimiento nacionalista vasco (1890-1903)“, Historia Contemporánea, 25 (2002), 289-317. VI Para màs detalles, remitimos a nuestro Entre Ginebra y Berlín. La cuestión de las minorías nacionales y la política internacional en Europa, 1914-1939, Madrid: Akal, 2001. I


Aurkibidea / Ă?ndice


Aurkibidea / Índice

La transformación de la política

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l malestar ante la política es bastante viejo, pero sus causas van cambiando a lo largo del tiempo. La historia podría escribirse como la modificación de los motivos de ese malestar. Apenas ha cambiado la escasa valoración que reciben los políticos entre sus ciudadanos, mientras que son muy variadas las causas de ese desprecio. Si hiciéramos un inventario de las quejas actualmente en curso tal vez nos encontráramos con la sorpresa de que su tenor ha cambiado radicalmente en unos años; donde hace no mucho se criticaba el abuso de poder, se critica ahora la impotencia de los supuestamente poderosos. El destinatario de ese malestar no es el estadista prepotente sino el político que no puede, que no se aclara y repite un discurso convencioDANIEL INNERARITY nal con una pobre escenificaNació en Bilbao en 1959. ción. Actualmente es profesor de filosofía en la Universidad de Zaragoza. Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra, amplió sus estudios en Alemania Suiza e Italia. Autor de los libros Praxis e intersubjetividad. La teoría crítica de Jürgen Habermas, Dialéctica de la modernidad. Libertad como pasión, Hegel y el romanticismo, La irrealidad literaria. La filosofia como una de las bellas artes, Ética de la hospitalidad y la transformación de la política (III Premio de Ensayo Miguel de Unamuno y premio nacional de literatura.

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Lo que actualmente desacredita a la política no es una actitud autoritaria sino la distancia entre lo que habría que hacer y lo que se hace, la discrepancia entre las palabras y los hechos, la precipitada apelación a que no es posible hacer otra cosa. Lo que molesta de la política es su desconcierto e incapacidad. Con ánimo de agudizar la contraposición,

podría afirmarse que nunca fue la política tan impotente. La capacidad configuradora de la política retrocede preocupantemente en relación con sus propias aspiraciones y con la función pública que se le asigna. La amenaza actual de la política no es tanto la violencia o el caos como la impotencia de una escenificación rutinaria. Así pues, el actual cansancio político no surge de un desinterés por el bien público sino de la desesperanza de poder hacer algo con la política tradicional. Las tareas de la política se han modificado en este último cuarto de siglo de un modo dramático mientras que los políticos apenas han transformado su discurso, talante y actuación. La política es una mezcla ocasional de postergaciones, administración y táctica. El lenguaje político es el primero en registrar esa insignificancia, fundamentalmente en su tono abstracto y convencional. La gente oye hablar de niveles, factores, problemas e índices y se desentiende de los asuntos políticos, lo cual da una oportunidad a los siniestros simplificadores. Muchos de los conceptos que todavía manejamos tienen un aspecto cansado y resulta difícil inventar otras categorías desde las que comprender algo mejor la realidad social. Esta precariedad hace que tengamos la sensación de vivir en una sociedad desconocida, cuya realidad se mueve más rápidamente que nuestro vocabulario político, siempre tan lento e im-


hermes nº: 2 de 6. La transformación de la política.Daniel Innerarity

Aurkibidea / Índice puntual. Casi todos los diccionarios políticos y sociales han envejecido aunque sus conceptos sigan utilizándose. Buena parte de nuestros discursos los conforma un lenguaje ruinoso e inapropiado. Cubrimos con las mismas fachadas verbales realidades que han cambiado radicalmente. Nos parecemos a alguien que sigue tratando de atrapar algo con un brazo que ha perdido o a quien vive de una renta hace tiempo agotada. Pero los cambios que se nos exigen van más allá de las denominaciones. En el marco de esa transformación de la política que exigen las nuevas circunstancias, lo fundamental es determinar qué exigencias se debe plantear a la profesión política. Esa extraña mezcla de incompetencia y pericia que caracteriza a la política es inevitable cuando no están claras las funciones que se esperan de ella. La cuestión estriba en qué podemos pedir a la política que no puedan darlo otras funciones sociales. El hecho de que esto no esté muy claro puede ser la causa que explique la irrupción en la política de empresarios, jueces o periodistas, jaleados por una demagogia simplista que dice despreciar la incompetencia de la clase política cuando en realidad desprecia las exigencias de la vida democrática. Esta simplificación revela un problema de fondo que la política debe resolver. La política perdería una oportunidad de establecer cuáles son sus responsabilidades si viera en ello solamente una injerencia injustificada, pero no acertara a determinar en qué reside la falta de justificación de que se apliquen a ella los métodos propios de la economía, la justicia o la comunicación. Podría suceder entonces que la política siguiera funcionando y se ocupara de sí misma sin que eso molestara a nadie porque sus prestaciones fueran irrelevantes

para los otros sistemas, hasta el punto de que se planteara la cuestión acerca de qué funciones sociales cumple que no puedan ser llevadas a cabo por otros sistemas incluso de un modo más profesional. De esta carencia se benefician los diversos populismos que presentan para solucionar los problemas políticos a quienes han acreditado estar en condiciones de solucionar otro tipo de problemas, de tipo empresarial o judicial por ejemplo, o son líderes en el mundo de la comunicación. Las aspiraciones políticas de empresarios, jueces y periodistas se apoyan en la incompetencia de los políticos y en el agrado con que son recibidos los mensajes simplistas en un mundo abrumado por la complejidad. No es extraño, por tanto, que en los aledaños de la ciencia política reine desde hace tiempo una retórica inaugural cuyo reverso es la perplejidad. La proclamación de una cesura histórica, los rituales de bienvenida hacia alguna novedad o las despedidas solemnes de conceptos inservibles pueden ser acertadas pero también ponen de manifiesto que no se sabe muy bien qué está pasando. Es relativamente fácil registrar que algo ya no funciona pero las cosas se complican cuando se trata de aventurar qué lo va a sustituir. Todo lo cual, tratándose de política, no es especialmente grave, pues se trata del saber menos exacto de cuantos tenemos, con el agravante de que tampoco podemos prescindir de él (como hacemos con otras cosas menos necesarias que nos desconciertan) sin pagar un alto precio. Este desconcierto está producido, en buena medida, porque lo que sucede en la realidad política es mucho más inte-

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Aurkibidea / Índice resante que los conceptos con los que se interpreta. Como dice Xavier Rubert de Ventós, hay más cosas y experiencias que discursos repertoriados donde aparcarlas y neutralizarlas. Es bastante lógico el lamento por lo mal que funciona la política: es el arte más difícil, donde se tramita más incertidumbre y se manejan asuntos tan sólo verosímiles, contingentes, con escasa información y urgencias de tiempo. Y esta dificultad se agudiza cuando la política ya no se deja atrapar en las simplificaciones de las ideologías tradicionales, que hacían de la sociedad algo manejable y previsible. Estamos en una época de transformación de la que ni los optimistas ni los pesimistas pueden predecir si resultará una revitalización de la política o la normalización de su forma degradada. La cuestión es saber si bajo las actuales condiciones de una complejidad inabarcable, cuando todo parece acontecer con una dinámica enfrentada a las posibilidades configuradoras del gobierno, es posible encontrar un equivalente moderno para lo que era la política en el mundo antiguo. La pregunta que Hannah Arendt se planteaba hace cincuenta años –“¿tiene la política algún sentido?”– mantiene su actualidad. La función principal de la política es la producción y distribución de los bienes colectivos necesarios para el desarrollo de una sociedad, para lo que se requiere adoptar un serie de decisiones, en un tiempo limitado, con escasez de datos y recursos, en un medio extremadamente complejo que las nuevas condiciones sociales no parecen sino embarullar.

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El perfil que define la competencia profesional del político es una capacidad especial para tomar decisiones colectivas en situaciones de elevada complejidad. La política es un ámbito de innovación y no sólo de gestión. Y la creatividad tiene mucho que ver con el hallazgo de un lenguaje apropiado para hacerse cargo de lo nuevo. Aquí podríamos encontrar un nuevo eje para delimitar la izquierda de la derecha, un indicativo para reconocer el progreso frente a la tradición. Lo innovador es la capacidad de descubrir problemas, nombrarlos y hacerles frente; lo conservador sería la seguridad indiscutible que oculta la dificultad y disimula las propias perplejidades. Es avanzada aquella política que recoge las preguntas incómodas que la pereza mental no quiere hacerse por miedo a tener que cuestionar sus cómodos esquemas, sus prácticas habituales y su falta de atención hacia las cosas que se mueven. La verdadera demarcación política es la que distingue a los que no encuentran más que motivos para confirmar cuanto sabían frente a los que son capaces de incertidumbre. Las nuevas situaciones recuerdan a la política que ante cada reforma ha de plantearse la pregunta de si está ante problemas que simplemente puede solucionar o si se trata de transformaciones históricas que exigen una nueva manera de pensar. La innovación procede siempre de que alguien se preguntó si lo hasta entonces dado por válido se ajustaba a las nuevas realidades. Quien sea capaz de concebir el cambio como oportunidad, verá cómo la erosión de algunos conceptos tradicionales, de su rigidez y angostura, hace nuevamente posible la política.


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Aurkibidea / Índice La política consiste, fundamentalmente, en hacerse una idea del conjunto y compatibilizar en lo posible los elementos que están en juego. Para ello es necesario disponer de una visión general (o imaginársela, actuando un poco a ciegas, tentativamente, asumiendo riesgos, como suele ser el caso). Las circunstancias lo han puesto todo más complicado porque esta abarcabilidad es el recurso más escaso en una sociedad que se ha vuelto más opaca, en la que se ha multiplicado casi todo: los niveles de gobierno, los sujetos que intervienen en los procesos sociales, los escenarios sociales, las exigencias contradictorias (economía, política, cultura, seguridad, medio ambiente...), las materias que son objeto de decisión, los impactos de cada intervención. Aunque haya todavía quien encubre su perplejidad con retóricas simplificadoras, nuestros problemas no se solucionan buscando un culpable porque no se deben a la mala voluntad de unas élites conspirativas, a la maldad de la clase dominante o a la ignorancia culpable de quienes gobiernan. Todos los agentes colectivos padecen de una cortedad de vista. Muchos son los motivos que avalan la dificultad de conseguir un orden social inteligente e inteligible. No es extraño que, estando así las cosas, la mayor aceleración social coincida con el menor interés por ensayar fórmulas innovadoras; cuando las cosas cambian demasiado, la gente no se mueve, huyen de la experimentación. Precisamente una de las características más decepcionantes de nuestra práctica política es su estancamiento casi ritual, el temor a salirse de

las fórmulas convencionales que han funcionado hasta ahora. De ahí su tendencia a la tecnocratización, el convencionalismo y la inmovilidad. Es llamativo que en el mismo mundo convivan la innovación en los ámbitos financieros, tecnológicos, científicos y culturales con una política inercial y marginalizada. El repliegue de la política frente al vigor de la economía o al pluralismo del ámbito cultural es un dato que merece ser tomado como punto de partida de cualquier reflexión acerca de la función de la política en el momento actual. Hasta la enumeración de los males es muy poco original. Hace ya tiempo que se insiste en llamar la atención sobre las dificultades que proceden de los límites de la política, los costes de la burocracia y la inestabilidad de la economía. En el mundo avanzado se da la paradoja de que el desarrollo de la ciencia y de la técnica producen una realidad social menos gobernable. Y quizás sea esta una de las claves para entender lo que nos pasa. En otras sociedades la catástrofe ha sido algo ocasional; la desestabilización, una amenaza eventual y pasajera. En las sociedades contemporáneas los procesos adoptan configuraciones inestables e incluso caóticas. La democracia y el mercado son instituciones que viven en medio de las crisis y desequilibrios. Por eso la incertidumbre y la inestabilidad son características normales de los actuales procesos políticos, sociales y económicos. Y por eso mismo se debilitan los instrumentos clásicos del gobierno, que ya no sirven para una sociedad radicalmente desordenada e inordenable.

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Aurkibidea / Índice Las vías de solución más clarividentes apuntan hacia la conveniencia de pasar del ideal de un gobierno fuerte a lo que podría llamarse “un gobierno débil del cambio social”. Toda fórmula de gobierno fuerte (soberano, del centro hacia la periferia, de arriba hacia abajo, directo) es pretenciosa y poco realista. Pero en este contexto no desaparece la política; tan sólo se desvanece la posibilidad de confiarlo todo en el recurso a sus mecanismos tradicionales: control, protección homogeneizadora, domesticación social. La riqueza de un gobierno está en otra parte: en su capacidad de promover la cooperación, en su atención a criterios como la sostenibilidad y la compatibilidad. Por esta línea parece discurrir la posibilidad de dar con el sentido de la política en una sociedad en que se han multiplicado los procesos de autoorganización y fraccionamiento social.

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Un mundo que está pidiendo ser reinterpretado nos exige contemplar la política de forma no convencional, abrir nuestra mirada a una realidad mucho más compleja. Determinadas modificaciones del pluralismo o la identidad así como los cambios generados por las nuevas funciones de la opinión pública, por las dificultades planteadas en materia de seguridad o el tratamiento político de la naturaleza parecen estar exigiendo un replanteamiento de los tópicos habituales de la política. En un mundo que parece más complejo e incomprensible que los anteriores, comprender es un bien escaso. En otras épocas, interpretar la realidad era una pérdida de tiempo, una distracción de las exigencias de la praxis; ahora es un modo de actuar sobre la realidad, una verdadera actividad política que comienza desenmascarando aquellas formas de pseudo-actividad cuya aceleración y firmeza se deben precisamente a que no se tiene ni idea de lo que pasa.


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Nelly Maes Presidenta de la Alianza Libre Europea

“La ceguera de los estados está haciendo brotar el independentismo en Europa” Por Mikel Reparaz

Rodeada de un equipo joven, la veterana Nelly Maes preside la Alianza Libre Europea, el grupo político coligado a los Verdes en el Parlamento Europeo y que engloba a fuerzas nacionalistas de Escocia, Galicia, Gales, Cataluña, Flandes o Euskal Herria, entre otros. Firme defensora de la “Europa diversa”, es además miembro del comité parlamentario para las relaciones con países de África, Pacífico y Caribe. Conoce bien la realidad del Sur del planeta, pero nunca ha abandonado su pequeño pueblo natal, Sinaai, una localidad de nombre bíblico y apenas 5.000 habitantes en la comarca flamenca de Waasland –la tierra de la niebla–. Nelly Maes ha militado en el partido nacionalista Volksunie desde el inicio de su carrera política hace más de tres décadas hasta su escisión hace apenas dos años. Actualmente es miembro del partido Spirit, el ala socialdemócrata-liberal del nacionalismo flamenco. Uno de sus ayudantes en la Eurocamara nos conduce hasta su despacho, una estancia luminosa en la sede acristalada del Parlamento Europeo en Bruselas. Está sentada en un sillón, con gesto preocupado, y apenas nos saluda levantando los ojos de un papel que está leyendo. Es un

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email que su hija le escribe desde Australia. “Le han vuelto a desvalijar la casa”. Es la cuarta vez que le roban en Perth, nos explica más relajada, tras una breve conferencia telefónica con las Antípodas. “Mi hija trabaja en proyectos con los aborígenes en las zonas más desfavorecidas, y ahora es testigo de las consecuencias de la discriminación. Cuando la comunidad excluye a su propia gente, esa actitud se vuelve contra toda la comunidad. Si la sociedad no ofrece vías de integración, la reacción de los excluídos es lógicamente hostil”. Nelly Maes guarda el papel en un cajón, relaja el gesto y se ajusta cuidadosamente las gafas. La entrevista puede comenzar. Usted es uno de los pocos miembros del Parlamento Europeo que puede volver a su pueblo natal todos los días después del trabajo. ¿Tener la capital de Europa en casa es una ventaja o un inconveniente? Las dos cosas. Hay que tener en cuenta que Bruselas es una de las capitales históricas de Flandes, pero quienes hablan flamenco son una minoría que no llega al 15%. Por lo tanto, en la medida en que la capital de la Unión Europea es un


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Aurkibidea / Índice factor más de neutralización de nuestra identidad, es un obstáculo para la política flamenca, porque si Bruselas no fuera una ciudad bilingüe y casi totalmente francófona, la reivindicación nacionalista sería más fuerte. Por otro lado, sin embargo, creo que la evolución de Bruselas como capital europea es imparable, porque es una ciudad cada vez más multicultural, donde además del francés y el flamenco el uso inglés se está extendiendo mucho. Si las minorías no quedan desprotegidas, yo estaría de acuerdo en darle a Bruselas en el futuro un estatus exclusivamente europeo, porque así, entre otras cosas, Bélgica como estado ya no tendría sentido. Bruselas es la única razón por la que Bélgica sigue existiendo. ¿La UE como solución a las reivindicaciones de las naciones sin estado? Bélgica, con sus diez millones de habitantes, es un estado en cualquier caso pequeño. Por eso, queremos ser autónomos, y si la autonomía no es suficiente para resolver todos nuestros problemas, entonces necesitamos algo más grande que el estado belga. Queremos vaciar Bélgica de su contenido, de su sustancia, queremos dar competencias a las comunidades lingüísticas y a las naciones, y otras competencias a Europa. Así, al final Bélgica acabará diluyéndose en la Unión Europea. Pero eso de momento tal y como están las cosas es política-ficción. Ahora que las negociaciones sobre la futura Constitución Europea continuarán durante el año que viene entre los estados en la Conferencia Intergubernamental, ¿ofrece alguna posibilidad a las minorías ese debate? La construcción europea es un proceso lento y costoso. En mi opinión, el modelo no debe ser el de un superestado

inflexible como los EEUU, que anula la diversidad y no ofrece posibilidades de desarrollo a las identidades minoritarias. En Europa, debemos construir una estructura donde se pueda pertenecer a Europa en su diversidad. Debe ser una opción libre pertenecer a Europa, una oferta para compartir con otros, sin ser dominado por nadie. Es un reto, y por eso me gusta el proyecto europeo, porque ofrece la posibilidad de reducir la importancia de los estados. Eso queda en evidencia con la ampliación: siete de los diez estados que entrarán en la UE en mayo del año que viene son más pequeños que Flandes, con 6 millones de habitantes. Nosotros en la Alianza Libre Europea hablamos de “ampliación interna” de la UE. Se trata de una llamada, de una reivindicación para que los dirigentes europeos se den cuenta de que si de verdad creemos en el proyecto europeo, algún día habrá que plantearse una ampliación hacia dentro. Es decir, en lugar de adhesiones de nuevos estados, llegará un momento en que será inevitable plantearse el reconocimiento de las culturas, las minorías y las naciones que existen dentro de la propia Unión. La UE no tendrá mas remedio que aceptarlos como socios. Así, tendríamos una Europa integrada por 52 regiones, en lugar de 25 estados. De hecho, algunos estados del Este ya han comenzado a proponer el reconocimiento de esas minorías en las negociaciones sobre la futura Constitución Europea. El gobierno de Hungría ha propuesto reconocer explícitamente en la Constitución los derechos colectivos de las minorías nacionales. Comprendo esa iniciativa, porque los húngaros perdieron gran parte de su territorio y su población, y ahora intentan defender sus derechos mediante la Cons-

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titución Europea. Se trata de reconciliar la minoría húngara con los estados eslovaco y rumano. Sin embargo, el hecho de que estados como España o Francia se hayan opuesto frontalmente a esa iniciativa en la CIG deja en evidencia que en la actual UE no se respetan los derechos de las minorías. Francia es un viejo estado jacobino, totalmente desfasado. Tienen que reconocer que hay un resurgimiento de las minorías y sus reivindicaciones en Europa, y al final tendrán que ceder. Por el simple hecho de que exigen a los nuevos estados miembros que respeten y protejan a sus minorías, mientras desde los estados del Este se ve cómo aquí en la Vieja Europa los estados centralistas no respetan a sus propias minorías. Ésa es la razón por la que Hungría ha puesto ese asunto sobre la mesa, y espero que tenga éxito con su reivindicación. ¿A qué se refiere exactamente cuando habla de un “resurgimiento de las minorías y sus reivindicaciones”?

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La UE sólo mira a través del prisma de los estados, no ve más allá. Y eso es un grave error, porque esa injusticia está alimentando el separatismo. Esa ceguera de las instituciones europeas está haciendo brotar el independentismo con fuerza en diferentes puntos del continente. Es un hecho. Hace ya algunos meses vengo notando movimientos que hasta ahora no se habían conocido aquí en el Parlamento Europeo. El Partido Nacional Escocés (SNP), uno de nuestros socios en la Alianza Libre Europea, habla ya alto y claro de independencia. Los galeses del partido Plaid Cymru también reivindican abiertamente la independencia de Gales, algo que hasta ahora nunca habían hecho. Está ocurriendo lo mismo en Cataluña, con el planteamiento de la reforma del estatuto y en el País Vasco, con la propuesta del lehendakari Ibarretxe para una nueva relación entre Euskadi y el estado español. Populares y socialistas españoles tratan de conseguir un pronunciamiento del Parlamento Europeo sobre el plan Ibarretxe, porque afecta a la integridad territorial de los estados y en su opinión es una grave amenaza para la propia UE. Los planteamientos del lehendakari son perfectamente legítimos; pueden ser discutibles, pero legítimos, porque se llevan a cabo con medios democráticos. Entiendo que en el actual estatuto de autonomía de la Comunidad Autonóma de Euskadi hay aspectos inaceptables que se deben solucionar, y hay que discutirlos. Eso es lo que propone Ibarretxe. Y eso es perfectamente compatible


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Por eso ustedes reivindican para Flandes más competencias fiscales. Sí. En ese sentido, Euskal Herria tiene en su poder un instrumento muy importante, que falta aquí en Flandes. Tiene una amplia autonomía fiscal. El gobierno vasco tiene el poder, el dinero. Sin ninguna duda, la fiscalidad vasca es un ejemplo

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Flandes es una región que goza de gran autonomía dentro del estado belga, pero también en las instituciones europeas. Los representantes flamencos toman parte en los consejos de ministros de la UE e incluso tienen la facultad de firmar tratados internacionales en algunos temas. Tenemos competencias en asuntos exteriores, siempre que toquen a competencias regionales. Por ejemplo, cuando hablamos de relaciones con otros países en el ámbito cultural, es competencia del gobierno autónomo flamenco. Creo que somos la única región en Europa con ese nivel de competencias. Si la futura Consitución Europea algún día llega a aprobarse deberá ser ratificada no sólo por el gobierno federal, sino también por los parlamentos de Flandes, Valonia y Bruselas. Sin embargo, en la práctica el poder de Flandes está bastante limitado, porque desde el proceso de “devolución”, como dirían los británicos, el estado belga intentó neutralizar la mayoría flamenca en la balanza de poder. Por eso, en áreas muy sensibles no tenemos ninguna competencia, porque los valones nos pueden vetar. Es una realidad, Valonia tiene derecho de veto sobre los intereses flamencos.

a seguir por Flandes. Bélgica tiene poder para redistribuir los ingresos, que vienen en su mayoría de Flandes. Sin embargo, la autonomía flamenca subsiste gracias a lo que recibe del estado, porque la capacidad fiscal flamenca se reduce al 15%. El resto son impuestos federales. Y, claro, eso conlleva una gran transferencia de dinero del estado a Valonia. Por eso el gobierno valón ya no quiere más autonomía. En realidad Valonia nunca estuvo interesada en el autogobierno; cuando la parte flamenca pedía más transferencias, los valones les ponían un precio, pedían dinero a cambio. Todo eso ha hecho que la región valona sea económicamente dependiente del estado y en última instancia de Flandes, porque la solidaridad sigue ahí. Y mientras eso ocurre, el desempleo crece en Valonia, la actividad económica ha ido cayendo a causa de esa dependencia, y eso es una pena.

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con la UE. Todas las opciones políticas, también el independentismo, se pueden defender en democracia. Sin embargo, creo que los estados configurados como fortalezas hacia el exterior ya no son un proyecto de este milenio. Eso es algo que pertenecía al siglo pasado. Ahora tenemos que buscar las posibilidades entre la autonomía y la soberanía compartida con otras regiones, con otros estados, en un marco institucional más amplio.

Es evidente que existe un conflicto entre dos comunidades dentro del estado belga. Sin embargo, una de las diferencias con la situación en el País Vasco es que ese conflicto nunca ha desembocado en violencia. Los flamencos siempre nos hemos identificado con los vascos, siempre ha habido una cercanía entre los movimientos nacionalistas de ambos países. En Flandes se ve con simpatía el orgullo que demuestran los vascos por su

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lengua y por su cultura. Creo que en el País Vasco, sin embargo, confluyen circunstancias mucho más difíciles que las que tenemos en Flandes. La violencia, por ejemplo. Nosotros siempre hemos sido un movimiento pacifista, nunca hemos utilizado ni defendido la violencia con objetivos políticos. Entendimos en su día la lucha armada contra la opresión de la dictadura franquista, pero se nos hace muy difícil comprender hoy la existencia de ETA. Creo que es posible reivindicar y alcanzar los objetivos del nacionalismo vasco en un contexto democrático, utilizando sólo métodos pacíficos. Por lo tanto, no estamos de acuerdo con la actividad de ETA, pero creemos por otro lado que debe haber un diálogo. Se tiene que establecer una mesa de negociación, sin poner armas sobre ella, pero donde todas las partes estén representadas, incluídos quienes han utilizado las armas. Es envidiable, además, el plurilingüismo en Flandes. ¿Cómo han sabido combinar la promoción de la lengua propia con el aprendizaje de lenguas extranjeras? Nosotros estuvimos obligados a comunicarnos en francés. Los franceses eran los jefes, y siempre había un flamenco cerca para traducir lo que decía el jefe. Hemos sido un pueblo de traductores.

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Irónicamente, éramos subdirectores, y no directores; éramos viceprimer ministros y nunca jefes de gobierno... Sin embargo, eso ha repercutido de forma positiva en nuestro pueblo, en detrimento de los francófonos, porque ellos se negaron a estudiar nuestra lengua, cuando nosotros dominábamos la suya. Así que decidimos que en nuestras escuelas se debía aprender francés, pero también inglés, y alemán, porque el alemán también es oficial en Bélgica. Por eso, acabamos teniendo cuatro lenguas obligatorias en la enseñanza secundaria. El dominio de los idiomas ha permitido que hayan entrado grandes inversores extranjeros en Flandes, de los EEUU y de otras partes del mundo. Simplemente porque es fácil comunicarse en nuestro país, porque tenemos una mentalidad abierta y facilidad para aprender idiomas. Ése ha sido uno de los secretos del éxito económico de Flandes. Es necesario comenzar desde la enseñanza primaria a inculcar a los niños y niñas la lengua del país, por minoritaria que sea. Después, la segunda y la tercera lengua deben estudiarse, en mi opinión, más tarde. La lengua de la familia debe ser la lengua de la escuela primaria, porque sólo así aprendes a pensar en tu propia lengua.


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El estado belga se creó en 1830, fruto de las tensiones geopolíticas de la época. ¿Sigue siendo un estado artificial? Absolutamente. Bélgica es un estado inventado. Somos la criatura de los acontecimientos históricos de la época, y no un reflejo de los pueblos que viven en esta tierra. Porque somos dos naciones en un estado, valones y flamencos, cada una con su propia cultura, su propia lengua. El único punto conflictivo entre esas dos naciones es la capital, Bruselas, que se encuentra en Flandes pero ha estado siempre plegada a la influencia de la cultura francesa. Además, en el siglo XIX había una frontera lingüística entre dos comunidades, pero también una frontera social entre la burguesía francófona y el pueblo flamenco.

Valonia hasta los puertos flamencos. A largo plazo, eso traería el declive de Valonia como centro industrial, el cierre de las minas de carbón, y el desarrollo industrial de Flandes. En paralelo a esa evolución económica, hubo un proceso social y cultural, un proceso de emancipación. El nacionalismo democrático se constituyó en partido político, y el Volksunie, fundado en 1954, fue tomando cada vez más fuerza, con la reivindicación federalista como bandera. La primera revisión de la Constitución vino en 1971, y Flandes consiguió autonomía en materia cultural, aunque sin competencias en Educación, por ejemplo.

“Bélgica, un estado sin belgas”

¿El conflicto entre valones y flamencos es un vestigio de esa frontera social impuesta? Ese fue el principio de la discriminación de los flamencos dentro de Bélgica. De ahí surgió el movimiento flamenco y sus reivindicaciones comenzaron a tomar fuerza. La protección de la lengua significaba proteger al pueblo, la identidad de Flandes. Pero tras la Segunda Guerra Mundial vino el renacimiento del movimiento nacionalista flamenco. Pedían cambios de fondo, cambios estructurales en el estado belga. Reivindicaban un estado federal en lugar del estado unitario. En muchos lugares del mundo hablar de federalismo es hablar de unidad, pero en nuestro caso significaba ir hacia el autogobierno en muchas materias. Sin embargo, a partir de los 60 ocurrió algo que cambiaría el rumbo de nuestro país. La actividad económica se trasladó a la costa, desde las minas de carbón y las fábricas de acero de

Sin embargo, paradójicamente, la estructura federal del estado obligó a Flandes a renunciar a su mayoría. Sí. Supuso negar el reconocimiento de la mayoría demográfica de Flandes para equipararlo a Valonia, una región que ni siquiera estaba interesada en la autonomía. Hay un concepto centralista y unitario expresado en el siglo XIX por la frase “La Belgique sera latine ou n’existera pas”; es decir, que Bélgica no existirá si no es francófona. Las sucesivas constituciones han sido escritas en realidad por unitaristas, nunca por federalistas. Por eso, el resultado ha sido al final una mezcla: tenemos elementos confederales, intergubernamentales y elementos más federales. Por ejemplo, la Seguridad Social es competencia federal, pero la relación entre los gobiernos regionales es una relación intergubernamental, porque no hay jerarquía de competencias. El gobierno federal no tiene más poder que los gobiernos regionales; simplemente hay un reparto de poder al mismo nivel entre gobierno central y autonomías. Son poderes exclusivos.

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¿Y cuál debe ser el próximo paso? ¿la independencia? Nosotros nunca hemos dicho eso. Siempre hemos defendido que queríamos ir lo más lejos posible. Lo que fuera más útil para nuestro país. Ese ha sido un debate que ha dividido siempre al movimiento nacionalista flamenco. Nosotros, desde el partido Volksunie tuvimos que ceder en muchas de nuestras reivindicaciones cuando entramos a negociar la primera revisión constitucional, en 1971. Entonces, tuvimos que aceptar que nuestra mayoría ya no contaba dentro del estado belga, y que teníamos que negociarlo todo con los francófonos, en pie de igualdad. Desde que entramos en el gobierno por primera vez, el Voksunie perdió parte de sus militantes más radicales, que fundaron el Vlaams Blok. Era un partido de derechas, pero todavía sin las connotaciones racistas que tiene hoy. ¿Y qué lugar ocupa en ese estado federal la monarquía? En realidad, el rey es un símbolo de unidad. Hay que admitir que es una figura popular entre la gente. Sin embargo, yo diría que casi todos los políticos son republicanos, aunque nadie reivindica abiertamente la República. ¿Por qué? Bueno, supongo que porque es mucho más útil y trae menos complicaciones tener un rey en Bélgica que tener que elegir un presidente de la Republica cada cierto tiempo. Un presidente electo siempre pertenecería a una de las dos comunidades, lo cual provocaría conflictos continuamente. El rey, simplemente, está fuera de la realidad. ¡Menos problemas! Se dice que el rey belga es un rey republicano, porque no representa a los territorios, sino a los ciudadanos. Junto a Marcel Mariën o Paul Delvaux,

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¿la monarquía también es parte de la tradición surrealista belga? ¡Tan surrealista como que Bélgica es un país donde no existen los belgas! Hay un solo partido político que se llama a sí mismo “belga”, y es el partido de la minoría alemana, el PDB (Partido de los Belgas Germanoparlantes). Es el único partido con la palabra “belga” entre sus siglas, el resto son flamencos, valones, francófonos... pero nunca belgas. ¿Holanda es el hermano mayor de Flandes? Para Flandes Holanda siempre ha sido un ejemplo. Ha habido una especie de complejo de inferioridad entre los flamencos con respecto a los holandeses, porque nosotros éramos nuevos en la cultura neerlandesa. Siempre hemos estado unidos a ellos mediante órganos y tratados como la Nederlandse Taalunie –unión de la lengua–, un acuerdo para unificar las políticas lingüísticas, normas ortográficas y hasta premios literarios. La UE ahora nos da muchas posibilidades de colaborar por encima de las fronteras. Lo que nunca ha habido, creo yo, es una voluntad política de ser un mismo país. En cambio, en Valonia siempre ha existido un sentimiento de pertenencia a Francia. Por ejemplo, cuando se presentó el Tour de 2004, todos los diarios valones incluyeron a su territorio en el mapa de Francia. Eso es muy representativo. Porque en Valonia, con todos los problemas económicos y sociales que han tenido en los últimos años, hay un sentimiento más cercano a Francia, esperan encontrar más comprensión en París que en Bruselas. No obstante, intuyo que a mucha gente en Flandes no le importaría demasiado que Valonia se uniera al Tour de Francia y que se quedara allá, como parte de la República.


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Gaurko geneetatik biharko bioetikara “Teknologia berriek ohitura berriak, lege berriak, etika berriak, bidegabekeria berriak sortzen dituzte”.

Resumen.

M

encionaré los beneficios de la Genética actual y algunos de los problemas éticos que se derivan de ella. Hablaré de las relaciones entre Genética y Sociedad utilizando los conceptos de Medicalización y Genetización. Describiré finalmente los tipos de análisis éticos que se han utilizado para analizar estas cuestiones y defenderé la validez del modelo de la ética de la responsabilidad. Sarrera.

KOLDO MARTÍNEZ URIONABARRENETXEA Medikuntzan Doktorea (Nafarroako Unibertsitatean). Medikuntza Intentsiboan espezialista. Bioetikan Magisterra (Madrileko Unibertsitate Konplutensean). Bioetikan Europear Masterduna (Lobainako Unibertsitatean). Giza-sexualitateari buruzko masterduna. Nafarroako Ospitaleko Osasun Laguntza Etika Batzordeko presidentea. "Euskara Kultur Elkargoa" Fundazioko lehendakariordea.

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Lagun irakurle! galdetu al diozu inoiz zeure buruari: Nor naiz ni? Zer da naizena izan nadin eragiten duena? Jaungoikoa ote? Natura? Zoria? Zientzia? Ba al dakizu nondik zatozen? Jakin beharko zenuke. Jakin beharra daukazu. Hauexek baitira gaurko galderarik garrantzitsuenetakoak. Bizitza hodiska batean sor dezakegun, eta aldi berean, sexua, osasuna, nortasuna, siringa baten bidez determina daitezkeen une batean gaude murgildurik. Zure umeak hile horia, edo txistua jotzeko abilezia, edo zurea bezalako aurpegia, edo hainbat denbora dela hil zen eta hain ongi kantatzen zuen bere amaren abo-

tsa izan dezala erabaki dezakezun une batean. Zientzia-fikzioa ematen du. Baina iadanik ez da. Noraino heldu nahi duzu zure haurra eritasunetik libre izango dela ziurtatzeko? Noraino, argia izango dela lortzeko? Edo gay ez dela izango? Ze urrutiraino iritsi nahi duzu haur perfektua izateko asmotan? Zein urruti da urruti? Giza izakia izateak, zer esan nahi du? Zer da giza izakiak izan gaitezen eragiten gaituena? Zerk eragiten gaitu garena izatera? Haurtzaroko ikasketek agian? Arbasoen bekatuek? Urte gutxi barru, geure poltsikotako ordenagailu pertsonaletan deskodifikaturik eramaterik ahal izango dugun geure zeluletako ADNak? Nola heltzen gara garena izatera? Galderontzat erantzunak behar dituzu. Honek guztiak zuretzat zer esanahi duen erabaki behar duzu. Eta hartuko dituzun erabakien erantzukizuna zurea izango da. Eta hartuko ez dituzunena ere bai.

Genetikaren aterakinak. Asko dira egun genetikak eskaintzen dizkigun aurrerapenak: 1) Test genetikoen arloan: eritasunen diagnosti-


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Aurkibidea / Ă?ndice koa, diagnostikoen baiespena, informazio pronostikoa, sintomarik gabeko pertsonengan eritasunen bilakuntza, etorkizunean eman diatezkeen eritasunen arriskua aurresaterik izatea, bai indibiduoentzat bai beren ondokoentzat; 2) Farmakogenomikan: tratamenduekiko norbanakako gaitasuna, tratamendu eta diana berrien ikerketa; 3) Terapia eta Hobeakuntza Genikoetan: eritasun genetiko edota lortutakoen tratamendua, inmunitatearen gorakada, hainbat ezaugarrien aukeraketa edo hobeakuntza; 4) Klonazioan: bai terapeutikoa bai birsortzailea; eta 5) beste aplikapen batzuetan: Medikuntza molekularraren arloan, Genomika mikrobianoan, Bioarkeologian, Antropologian, ADNren identifikazioan, Nekazaritzan, Elikaduran, Arriskuen balorapenean, etab.

Arazo etikoak. Guzti hauen inguruan hainbat arazo etiko sor daiteke: 1. Informazio genetikoaren pribazitatea eta konfidentzialtasuna. Hasteko, informazio genetikoaren inplikazioak berez indibidualak eta familiarrak direla eta egun, hainbat test genetikok oraindik tratamendurik eta neurri prebenigarririk ez duten alterazioak islatzen dituztela azpimarratu nahi dut. Hau argitu ondoren, norena da eta nork kontrolatzen du informazio genetikoa? Ezberdinak al dira pribazitate medikoa eta genetikoa? 1. Informazio genetikoaren erabileraren justizia. Noren esku egon beharko luke informazio genetikoak? Nola erabili beharko litzateke? Bestalde, ezagutza genetikoaren aplikapenean gerta daitezken justiziagabekeriak, genetika berriarenak dira ala aldiz, teknologia berri horiek garatu eta aplikatuko duten sistima politikoenak?

2. Eragin psikologikoa, diskriminazioa eta estigmatizazioa. Nolako eragina izango du informazio genetikoak norberaren identitatearengan? Eta besteekiko pertzepzio sozialarengan? Beste pertsona guztien maila berean hartuak izango dira elbarrituak eta eritasun genetikoak dituzten pertsonak? 3. Birsorpen eskubideak. Nola kontseilatzen dituzte Osasun Profesionalek progenitoreak test genetikoen arrisku eta mugetaz? Nondik eta nola erantzun behar zaizkie teknologia birsortzaile berriek sortzen dituzten galdera etiko berriei? 4. Osasun Profesionalen Formazioa, Giza Heziketa. Gai al gara egun Osasun Profesionalak arlo hauek lantzeko? Nola ikas dezakegu? Nola heziko ditugu hiritarrak? Nola baloratuko dira eta nola arautuko dira test genetikoak zehaztasun, fidagarritasun eta baliagarritasunaren aldetik? Nola orekatzen ditu gizarteak gaurko muga zientifikoak eta arrisku sozialak ustezko etorkizuneko onurekin?

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5. Teknologiarekiko eskuraketaz justizia. Nork aterako du teknologia hauengandik onura? Munduan eta gizarte bakoitzean dauden ezberdintasunak areagotuaraziko al dituzte? 6. Test genetikoei loturiko ziurgabetasuna. Gero tratamendurik ez badago edo emaitzen interpretazioa ziurgabea bada, morala al da test genetikorik egitea? Egin behar zaie haurrei test genetikorik helduengan soilik ematen diren eritasunekiko beren gaitasuna jakin ahal izateko?

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Aurkibidea / Índice 7. Inplikazio kontzeptualak eta filosofikoak. Geneen eraginpean badago, nola kontrola dezakegu gizakion portaera? Zer da guretzat dibertsitate onargarria? Non dago tratamedu eta hobekuntza medikoaren arteko muga? 8. Ingurugiroko arazoak. Genetikoki aldaturiko produktuak osasuntsuak al dira gizakiontzat? Eta ingurugiroarentzat? Zer eragina dute teknologia berri hauek hirugarren munduko herriek mundu industrializatutako estatuetaz duten menpekotasunaz? 9. Komerzializazioa eta Patenteak. Norenak dira gure geneak? Geureak? Geure gurasoenak? Gobernuarenak? Juangoikoarenak? Morala al da “bizitza” patentatu eta komertzializatzea? 10. Klonazioaren bitartez, giza duintasunaren ustezko desagerpen boluntarioa. Guzti honek gizatasunaren manipulazio itzela dela eta imajinaezinezko ezaugarriak izango dituen katastrofeak ekarriko dituela uste du hainbatek.

Genetika eta gizartea. Genetikak egungo gizartean presentzia publiko handi bat duen arren, eztabaida zientifikoa gizartean dagoen pertzepzio publikotik hagitz aldentzen da: • Ikerketa Genetikoaren irudikapen publikoak erabakitze prozesuarekiko ezagutzaren eraginaz eta baloreaz ematen den eztabaida etikoa batez ere maila indibidualean zentratzen du, informazio genetikoaren maila sozial eta kulturala ahantzeraziz. • Eztabaida morala, lilura publikora datu, tresna eta aurkikuntza berriak eramateko berehalako interesaz nahasi ohi da.

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Ezagutza eta bere aplikapena, lortu nahi ditugun helburuetan, onuren eta kalteen arteko orekan, eta errespetatu behar diren arau eta baloreetan oinarritu behar dira. Ezagutzaren eta bere aplikapenaren esijentziaren inbrikazioak informazio genetikoaren naturaren eta esanahiaren komunikazio argia eta egiatiaren erantzukizuna auzitan jartzen du. Lortutakoa ezin da esajeratu. Horrexegatik gehiegizkoa dirudi Watsonen baieztapen hau: “Genomak behinbehineko erantzuna emango dio giza esistentziaren egitura kimikoari” 2 edo W. Haseltine, Human Genome Sciences delakoaren zuzendari nagusiarena: “Heriotza aurreikusi daiteken eta piskanaka ezabatuz joango den eritasun multzo bat besterik ez da” 3.

Medikalizazioa. Medikuntzak gizartean geroz eta zeregin handiagoa zuela eta, 70. hamarkadan medikalizazio kontzeptua erabiltzen hasi ziren batzuk. Zolak Medikuntza “legea eta erlijioa bezalako tradizionalagoak ziren instituzioak alde batera utziz, kontrol sozialeko instituzio bat” bihurtzen ari zela aipatu zuen, “egiaren gordelari berria bihurtu delarik” 4. Ivan Illichek bere aldetik, “instituzio medikoa osasunerako mehatxu haundi bat bihurtu” dela azpimarratu zuen5. Medikalizazioaren muturreko tesiaren defendatzaile hauek Medikuntzak populazioen osasuna hobeagotzeko deus gutti egin eta aldiz, mingarria izan dela, eta gizartea erabat medikalizatu dela, orain arazo eta zailtasun gehienetaz arazo medikoak bailira pentsatzen duela eta irtenbideak ere tratamendu medikoak bailira tratatzen dituela baieztatzen dute. Medikalizazioak hainbat ondorio omen dauzka: a) botere profesionalaren bitartez bizitzaren arlo askotara zabaltzen den kontrol sozialeko mekanismo bat da; b) arazoen sorrera indibiduoarengan kokatzen du; c) erantzukizunen eta erruen


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Aurkibidea / Índice banaketa zehatz bat suposatzen du, eta d) interbentzio profesional eta teknikoengandik menpekotasuna eragiten du. Illichek iatrogenia hitza erabiltzen du giza osasunaz Medikuntzak duen eragin ezkorra izendatzeko. Eragin hau hiru mailatan ematen dela dio: • Klinikoan: tratamendu mediko konkretuen eraginak (edo hauen falta) lirateke. Horrela dio Illichek: “Azken mendean medikuek epidemietaz izan duten eragina ez da lehen apaizek izan zutena baino sakonagoa izan… Interbentzio medikoaren ondorio bezala ekoizturiko oinazeak, ezinatsunak, elbarritasunak eta larritasunak lan edo trafiko istripuei zor zaienekin lehiatzen dute edo areago gerrari zor zaienekin, eta Medikuntzaren eragina geure aroko trasmisiorik azkarrena duen epidemia bihurtu dute” 5. • Sozialean. Illichek zera dio “praktika medikoak eritasuna laguntzen du jendea era guztietako medikuntzaren kontsumitzaile bihurtzera animatzen duen gizarte gaixo bat indartzen duelako” 5. Eta Zolak: “Medikuntzak eritasunaren ulerkuntzaz, tratamenduaz eta prebentzioaz garrantzitsua denaz edo izan daitekeenaz guztiz zabaldu du bere arloa. Horrela, orain ez da beharrezkoa pazienteak bere gorputzaren sintomak azal ditzan soilik, bere eguneroko bizitzakoak, bere ohiturak eta bere kezkak azaldu behar ditu ere” 6. • Kulturalean: azken fasea litzateke, non “osasun profesio ohiek osasunaren eragin ukatzaileago bat duten, beren ahultasuna, zaurgarritasuna eta giza espezifizitatea era autonomo eta pertsonal batez maneiatzeko pertsonek duten potentziala areago ukatzen dutelako… Hau, pertsonek ingeniaritza eredu baten gainean eraikitako maneiu medikoa onartzen dutenean, merkantzia bat bailitz, “osasun hobeago” bat deitzen duten hori ekoizteko konspiratzen dutenean ematen da” 5.

Genetizazioa. Lippman7 kanadiar soziologoak “genetizazio” kontzeptua erabili zuen 1982 urtean “indibiduoen arteko desberdintasunak beren ADN kodigoen diferentzietaz kokatzen dituen prozesua” aipatzeko. Nelkin-ek eta Lindee-k 8, aldiz, “esentzialkeria genetikoa” izendatu dute prozesu hau. Beren ustez “ADNak arima biblikoaren antzeko irudikapen kulturala lortu du. Izaki sakratua bihurtu da, giza bizitza, giza esistentziaren esentzia, eta hilezintasuna arakatzeko era bat bihurtu da. Genea ez da iadanik izaki biologiko bat… bere esanahi sinbolikoa definizio biologikoetatik aske da. Areago, genea sinbolo bat da, metafora bat, nortasuna, identitatea eta harremanak sozialki era esanguratsu batez definitzeko era komenigarri bat. Genea osasuna eta eritasuna definitzeko erabilia da. Baina baita ere kulpaz eta erantzukizunaz, botereaz eta pribilejioez, status emozionalaz edo intelektualaz hitz egiteko”. ADNren mistikan bizi garela baiesteko, zera idazten du Barbara Katz Rothmanek: “Genetika ez da zientzia bat soilik. Hori baino gehiago bihurtu da. Pentsatzeko era bat da, ideologia bat. Bizitza heredagarritasun prisma batetik, ekintza genetikoaren diskurtso batetik, marko genetiko batetik ikusten hasiak gara. Genetika, Jaungoikarenaz geroztik teoria orokorrena da, adierazpenik hoberena. Berdin du galdera zein den, erantzuna geneetan dago” 9.

Etorkizuna, genetizatua ote? Badirudi, etorkizunak potentzialki erabilgarria izango den informazio genetiko guztia eskuragarri eta aplikatua izango den gizarte bat ekarriko digula. Norberaren geneen irakurketan oinarriturik, norbera izango omen da gauza bere destinua aurresateko eta ezagutza prediktibo horretan finkaturik bere bizitza plan pertsonala egokitzeko.

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Aurkibidea / Ă?ndice Arazo hauetaz egiten den eztabaida moralean bada kontsentsu nahiko orokor bat ondoko bi gaietaz: a) Genetika klinikoan eman behar den baloreen neutraltasunaz. Kontseilu genetikoaren zutabeetatik bat pazientearen autonomia da. Pazienteek jasotako informazioa beraien baloreen arabera erabiltzeko gauza izan behar dutela da informazio genetikoaren oinarrizko araua. Teoria honi jarraiki, genetikariek ez diete beren pazienteei esan behar informazio genetiko hori jaso behar duten ala ez, ezta ere zer egin berarekin lortu ondoren. Pentsakera honen azpian dagoen ideiala baloreen neutraltasuna da. Eta egitan, test genetikoak egiteko eta eskuragarriagoak egiteko geroz eta haundiagoa den joera sozialaren kontra jotzeko oso kontrapisu ahula iruditzen zait neri. Gainera, jakin badakigu, hainbat ikerketa zientifikok horrela erakutsi baitute, pazienteen erabakietan zer nolako eragin sotila duten genetikarien baloreek. b) Osasun gaietan dagoen norbanakako erantzukizunaz. Osasun politikek arazo bat ezdesiragarritzat definitzen badute, eta ikerketek arazo hori bizimodu konkretuetaz loturik doala erakusten badute, orduan, osasun politikek bizimodu horiek mantentzen dituzten pertsonak erantzuletzat jo ditzakete. Tradizionalki, eritasunaren diagnostikoak eskusagarritasuna, erruaren ausentzia suposatzen zuen. Eta horrexegatik, tratamedua eta sorospena egokitzat eta moralki desigarritzat hartzen ziren. Eredu horretan, erantzukizunaren nozioa prospektiboki erabili ohi zen; hots, indibiduoak bere osasuna preserbatzeko erantzukizuna du. Pertsonari etorkizuneko bere osasunaz erantzukizuna egokitzean,

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pertsonaren portaera gidatu eta aldatzeko saiakera egin ohi da. Erantzukizun kontzeptuaren erabilera praktiko hau guztiz aldentzen da erantzukizun erretrospektiboaren atxekimendutik. Azken honek gertatu denaren balorapen bat suposatzen du. Norbaitek osasun arazo bat badu, bere lehengo portaera kaltegarriarengatik erantzule da. Erantzukizunaren erabilera berri honek kausalitatea eta kulpabilitatea konbinatzen ditu. Pertsona bera baita bere oraingo arazoaren kausatzailea, bere lehengo portaeren ondorioetaz ere berak erantzun behar du. Erantzukizun kontzeptuaren erabilera erretrospektiboa beraz, gaitzespena eta errua inplikatzen ditu. Osasun politika garaikideetan erantzukizunaren zentzu prospektibo eta erretrospektiboen konbinaketa bat ematen ari dela dirudi. Egokiak iruditzen zaizkien erabakiak hartzeko pertsonak libreak direla uste den arren, arlo batzuetan pertsonak agindu mediko-politikoen menpe egon behar dutela pentsatzen da. Eta norbaitek ez baditu onartzen, bere ekintzen erantzuletzat har daiteke, eta beraz, inposatuko zaizkion neurri edo zigor moral edo legalak justifikatuak izango dira.

Zibilizazio genetikoarentzat estrategiak. Badira aurkeztuko prozesua geldiarazi dezaketen bi faktore: 1. Osasunaren eta eritasunaren arteko, normaltasunaren eta normaltasunezaren arteko nolabaiteko muga markatzearen beharra, hain zabala izango baita lortzerik izango dugun kontrolaezinezko informazioaren kantitatea. Bereizpen hauek geroz eta problematikoagoak dira. Eta bereizpen horiek gabe, bereizpenen erabilera selektiborik gabe eta geure esku izango ditugun datuen neurrigabetasunaz, da-


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Aurkibidea / Índice tuon erabilgarritasuna oso eztabaidagarria izango da. Bereizpenak egin beharko ditugu, bai; eta moralki justifikatu beharko ere. 2. Medikuntzaren normatibitasuna. Medikuok, ez ditugu geure buruak zerbitzu entrepresatzat hartzen. Laguntza eta sorospen profesio bat gara. Baloreen neutraltasuna geure ohiko eta oraingo praktika profesionaletik guztiz aldendua dagoen zerbait da. Geure ekintza guztiak baloreez tintaturik daude. Eta nahiz eta kontseilu genetikoan baloreen neutraltasuna zuhurtziatik jaio izan, ez den eta lorezina den ideial bat dela onartu behar dugu. Neutraltasunaren ideialatik preskriptibitate bikainaren errealitaterantz jo behar dugu. Hauxe esijitzen digu, neres ustez, etika berriak.

Analisi etikoaren ereduak. Historikoki, hiru analisi etiko mota eman dira. 1. Mota naturzalea. Natura dela orden moralaren oinarria aldarrikatzen du. Bere manipulazioa moralki txarra da. Teoria honen jarraitzailea den Rifkin-ek honela dio berak sortutako “algenia” kontzeptua erabiliz: “Algenia bizirik dagoen gauza baten esentzia aldatzea da, estatu batetik bestera aldatzean…Baina algenia areago da. Naturarekiko harreman teknologiko berriari zentzu metafisikoa emateko gizadiaren ahalegina da… Metafora alkimikotik metafora algenikora ari gara ibiltzen… Egia iraunkorren ideia eredu erabilgarrienetaz ordeztu du… Natura berregiten ari gara gizakiok. Iadanik ez gara norbaiten etxean apopilo sentitzen eta beraz, ez dugu aldez aurretik esistitzen diren arau kosmikoen arabera portatzeko beharrik sentitzen. Orain gure sorkundea da. Arauok, guk geuk egiten ditugu. Geuk jazartzen ditugu errealitatearen parame-

troak. Geuk sortzen dugu mundua, eta sortzen dugulakoz, ez ditugu geure buruak kanpo indarrei loturik ikusten. Iadanik ez dugu geure portaera justifikatu behar, orain geu baikara unibertsoaren arkitektoak. Ez gara inoren aurrean erantzule, geure aurrean ez ezik, geurea baita erregetza, geureak ospe eta indarra, orain eta beti” 10. 2. Mota deontologikoa. Giza arrazoiak kondiziogabeki ezarritako obligazioak dauzkagula defendatzen du deontologismoak. Natura ez da iadanik orden perfektu eta normatibo bat, baizik eta gizakiok bukatu behar dugun amaitugabeko lan bat. Gizakiak duintasuna bai baina preziorik ez duten ajente moral bakarrak direla onarturik, Natura gizakiekiko begirune absolutua muga bakartzat duen entrepresa morala bihurtzen da. Leibniz-ek, Juangoikoaren prozesu sortzaileari amaiera emateko, petit Dieu gisa aktuatu behar genuela zioen. 3. Mota kontsekuentzialista. Teoria honek zerbait egokia dela onartzen du guztientzat egokia edo guttienez gehiengoaren onerako baliagarria denean. Lehen betebeharra ez da gizaki guztiak errespetatzea baizik eta ondorio onen maximizazioa pertsona kopuru ahalik eta handienarentzat. Kontsekuentzialismoak beti nolabaiteko arrazoi estrategikoa erabili ohi du: norbanakako indibiduo batzuk sakrifika daitezke horrekin komunitatearen gehiengoarentzat zoriona lortzen bada. Etikaren arloan beti mintzatu izan ohi da zuhurtziazko kriterioetaz. Horrela, bi etika mota bereiz dezakegu: • Etika sustantiboa: helburuetaz arduratua batez ere. Ekintza bat ona da medioak helburuaren menpe jartzen baditu.

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Aurkibidea / Índice • Etika estrategikoa: medioetaz kezkatua. Lehen betebehar morala medioen erabilera jakintsu eta zuhurra da. Genetikaz egin diren analisi etiko gehienak mota estrategikokoak dira, hots, batez ere ezagutzaren erabilera zuhurraz arduratuak. Zoritxarrez, etika sustantiboa tradizionalki kriterio naturalistekin eta deontolojistekin garatu da beti. Irteera, nere ustez, diskurtso moralean printzipioak eta ondorioak era berri batez konjugatzean dago, deontologismo gogor eta ideiala alde batetik eta bestetik mutur muturreko teleologia partziala ebitatuz. Hau, analisi etiko eredu berri batez soilik egin daiteke, eredu erantzuletik. 4. Mota erantzulea. Teoria honen ezaugarriak hauexek lirateke: a) Gizaki guztiekiko errespetuaren printzipio formalaren balore absolutua; b) Printzipio material guztien erlatibotasuna; c) Printzipioen arteko obligazio mailen esistentzia; d) Arauak zuzenean printzipio deontologikoetatik deribatzen direla, definizioz unibertsalak direla baina ez absolutuak eta beraz salbuespenak dituztela onartu beharra; eta e) Salbuespenek kasu bakoitzeko zirkunstantziekiko eta ondorioekiko harremana dutela onartzea. Etikak medioekiko zerikusirik badu, baina baita ere, era oso berezi batez, helbueruekiko. Etika, giza bizitzaren helburuen analisi kritiko eta arrazoizkoa da. Eta hausnarketa hori, denon artean, deliberatuz egin behar dugu. Eta apaltasunez, apaltasun osoz. Oso gutti, oso gutti dakigulako. Eta horrela izango delako beti, gainera.

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NOTAK 1 Niven L. The long arm of Gil Hamilton. Toronto, Canada: Ballantine Books, 1998 2 Watson JD. The Human Genome Project: Past, Present, and Future. Science 1990; 248: 44-48 3 Callahan D. Death and the research imperative. N Engl J Med 2000; 342: 654-6 4 Zola IK. Medicine as an institution of social control. Sociology Review 1972; 20: 487-504 5 Illich I. Limits to Medicine. Medical Nemesis: The Expropiation of Health. London: Penguin, 1990 6 Zola IK. Healthism and disabling medicalization. En: I. Illich (ed.), Disabling Professions. London: Marion Boyers, 1977 7 Lippman A. Led (astray) by genetic maps: The cartography of the human genome and health care. Soc Sci Med 1982; 35: 1469-1476 8 Nelkin D., Lindee MS. The DNA Mystique: The Gene as a Cultural Icon. New York: Freeman, 1995 9 Katz Rothman B. Genetic Maps and Human Imaginations. The Limits of Science in Understanding Who We Are. New York: Norton, 1998 10 Rifkin J, Perlas N. Algeny. New York: The Viking Press, 1983


Aurkibidea / Ă?ndice


Aurkibidea / Índice

La pelota vasca en el frontón infinito

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n documental –da lo mismo que sea bueno, malo o regular– aguanta en las carteleras convencionales un par de fines de semana, que pueden ser tres si el exhibidor necesita mantener ocupada la sala hasta que tiene otro título de relleno al que dar salida. Por más que les duela a los cinéfilos, el espectador medio tiene mentalidad de inversor y prefiere colocar sus cinco euros en un producto que le rente hora y media de evasión, en lugar de derrocharlos para echarse a los ojos una dosis de realidad que encontrará gratis a la vuelta de la esquina o en la televisión. ¿Qué es lo que ha hecho, entonces, que tres meses después de su estreno La pelota vasca siga desafiando los principios de la comercialidad cinematográfica con su permanencia en cartel? ¿Por qué en este tiempo trescientas mil personas de todo el Estado Español han tenido la curiosidad, e incluso, la necesidad de pagar por ver y escuchar en una pantalla grande a individuos a los que ve todos los días en cualquier otro formato? Sería fantástico poder explicarlo con argumentos artísticos, aludiendo al soJAVIER VIZCAÍNO berbio montaje, a lo exquisito Zuazo, Barakaldo, 1967 Licenciado en Ciencias de de la banda sonora, a lo sublila Información. me de la fotografía. Pero no Director del programa de Radio Euskadi “Más que Panos engañemos: los motivos labras”. son bastante más prosaicos. Autor del libro “Cocidito Madrileño de la A a la Z” Simplemente, alguien ha sido Fue guionista de varios lo suficientemente torpe como programas cinematográficos de ETB (La Noche de, para convertir en fenómeno lo Va de Cine, Uno de los Nuestros, Zine Oro, Cine que, en condiciones normales, Éxito). no hubiera sido más que una

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de las docenas de películas que engulle la voraz cartelera. Si Iñaki Ezkerra y Gotzone Mora no hubieran cedido a la inercia de patalear después de haberse metido en el charco por su propio pie, hoy la mayoría seguiría creyendo que la obra de Médem era un trabajo costumbrista sobre los esforzados del frontón. Claro que no todo estuvo en los regadores regados ni en su frustración al comprobar que su discurso estaba a la altura de su fotogenia. Sin las campanas de las tertulias tocando a rebato y sin las columnas y los editoriales de la prensa supurando tinta venenosa a borbotones, La pelota vasca sería una línea más en la hasta ahora notable filmografía del director donostiarra. No es nada que no haya ocurrido antes. El integrismo católico hizo de La última tentación de Cristo, de Scorsese, y de Je vous salue Marie, de Godard, éxitos muy por encima de sus cualidades fílmicas, que en ambos casos eran apreciables pero no sobresalientes. Aún hoy, ambos títulos, especialmente el primero, gozan del raro privilegio de ser fácilmente recordables incluso para quienes no tienen al cine entre sus aficiones más cultivadas. Es previsible que con el documental de Médem ocurra algo similar. Permanecerá en la memoria colectiva con mayor fuerza que Los amantes del Círculo Polar o que Vacas. Probablemente a los puristas, a los que se creen a pies juntillas que el cine es un arte, les parecerá una aberra-


hermes nº:2 de 4 La pelota vasca en el frontón infinito, Javier Vizcaino

Aurkibidea / Índice ción que una obra planteada sólo como transición temática (incluso menor) en la trayectoria de su autor se convierta en su trabajo emblemático. Y aún se incrementarán los motivos de enfado de los teóricos del celuloide cuando, pongamos dentro de diez o quince años, la película se pueda contemplar sin los condicionantes –por qué no decirlo: sin los prejuicios– que impone el presente. Entonces se verá con la arrogante nostalgia con que al mirar los viejos álbumes de fotos nos perdonamos la vida por haber usado alguna vez ese bañador Meyba de flores que en su día lucimos convencidos de que nos hacía irresistibles. También de esto hay precedentes. Nadie que vea hoy Gilda podría creer que su estreno estuvo acompañado de una considerable polémica. Aquellos mugalaris de fin de semana y Seat Seiscientos que no hace tanto se llegaron heroicamente a Biarritz para ver El último tango en París serían incapaces ahora de hacer el esfuerzo de bajar al videoclub de la esquina para alquilarla. Los de la generación que nos jugábamos un par de bofetadas del acomodador colándonos como mayores de dieciocho en las caspas seudoeróticas de Pajares y Esteso nos sentimos patéticos al pensar que cualquier sábado por la tarde las puede presentar Parada. Y aún podemos poner ejemplos más cercanos en lo geográfico y lo temático. No creo que sea muy descabellado comparar La pelota vasca con la serie de documentales Ikuska. Siento no tener la legitimidad que da haber leído cuatro libros de semiótica del cine (valiente rufián el que se inventó tal disciplina, a muchos les han metido entre rejas por menos) pero lo obviaré para aventurarme en el paralelismo entre el trabajo de Médem y el que capitaneó Antton Ezeiza. Si pasamos

por alto los aspectos técnicos y la intensidad de la militancia, parece claro que en ambos casos se persigue retratar la sociedad vasca tratando de combinar ciertas pretensiones estéticas con la aspiración de objetividad que da un manejo sobrio de la cámara. El resultado se aproxima al deseado, pero el paso del tiempo va deformando la percepción. A cualquiera que viera los Ikuska en su momento (o en sus momentos, porque la serie se prolongó durante varios años) le podía quedar la sensación de estar asistiendo a un reflejo más o menos fiel de lo que ocurría en Euskadi. Como efecto secundario, si participaba de un determinado tipo de ideas, sentía una balsámica reafirmación. Sin embargo, quien los contempla desde nuestros días, como se pudo hacer recientemente gracias a la reemisión en ETB, se queda pensando que ahí falta algo que es incapaz de concretar. No digamos ya, si los mira alguien que no vivió esa época: la incapacidad entonces será, directamente, la de comprender qué tienen esos cortos para estar considerados una joya de la filmografía vasca. Está el panorama actual como para imaginarse la Euskal Herria de dentro de dos o tres lustros... Cualquier profecía tiene serias posibilidades de quedar ridícula cuando le llegue el momento de cumplirse. Sin embargo, sea cual sea el país que nos depare el futuro, estoy por apostar que la contemplación de La pelota vasca entonces nos provocará sensaciones similares al visionado actual de los Ikuska. Muchas de las personas que aportan sus testimonios en la cinta de Julio Médem formarán parte de nuestro olvido. Otras estarán defendiendo justamente lo contrario de lo que ahora sostienen y seguramente lo harán con idéntica firmeza. Habrá también quien esté en condiciones

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Aurkibidea / Índice de repetir su discurso palabra por la palabra, y con la misma honestidad –equivocada o no– que hoy. Pero, decididamente, lo que habrá cambiado serán los ojos que miran la pantalla. Como decía Neruda, nosotros, los de entonces, ya no seremos los mismos. Lo deseable es que mientras llega ese momento de verlo todo con distancia no se quede en una cuneta del camino uno de los directores que, hasta que cayó en su propia trampa para elefantes de intentar contar lo incontable, estaba considerado como una de las voces más personales del cine español. Sí, español, porque como tal era saludado y glosado casi por los mismos que le han practicado el anatema y ahora subrayan su condición de vasco como penoso y ridículo modo de desacreditarlo. No hay nada en La pelota vasca. La piel contra la piedra que pueda cambiar una sola idea instalada en el cerebro de quien la vea. Esa es una de sus grandes virtudes, seguramente no buscada. Otra de ellas, igualmente no premeditada, es haber provocado un ejercicio de estigmatización de manual, perfecta para explicar en un aula de lo que en mi época se llamaba facultad de periodismo cómo funciona el engranaje de la intoxicación. Por si fuera poco, ha conseguido articular una serie de películas paralelas de todos los géneros (según la tertulia o la columna, te morías de miedo o de risa), más burdas que la original pero en bastantes ocasiones, igualmente divertidas. Pero lo mejor, casi sin duda, es que ha llevado al cine a trescientas mil personas que no querían ver cómo Bruce Willis salvaba al

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mundo o cómo unos estúpidos jovencitos volvían a ponerse en apuros por ir de acampada a un sitio inapropiado. Raya lo enternecedor pensar que los antihéroes aficionados del Teleberri de todos los días hayan sido competencia para los héroes de oficio de la pantalla. Todo sería perfecto, si no fuera porque a la salida del cine nos aguarda fuera este frontón infinito en el que nunca sabes qué pelotas son buenas y cuáles se pasan.


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Esku Pilota: el sujeto y la cultura

Joka gaiten onheski placa juye bethi holada ohoreski1

En Atlas, Michel Serres habla de Diógenes el cínico, aquel que despojado de todo sólo le queda su tonel, su única propiedad, su segunda piel2. Todavía es persona Diógenes porque su tonel le procura la libertad. Sin él, ¿qué sería? Nada. Siempre hay un pequeño objeto, un caparazón, que salvaguarda nuestra humanidad. Discutían el cronista Antonio Peña y Goñi y el poeta Gaspar Núñez de Arce, grandes pelotazales, sobre el origen de la Pelota. Ante la pregunta de Antonio sobre si Adán y Eva jugaban en el edén, respondió Gaspar: “No lo sé; pero, desde luego, puedo asegurarle que fueron los primeros que jugaron en pelota”3. Al menos, se puede decir que un hipotético juego con la manzana, única apropiación del edén, provocó su desnudez. Adán y Eva se sintieron desnudos. Dios no les condenó al pecado, sino a la propiedad. OLATZ GONZÁLEZ ABRISKETA (Bilbao, 1973) Arrojándonos al mundo, Dios nos obligó a buscar pertenenLicenciada en Antropología Social y Cultural, está realicias, a tomar del exterior lo zando su tesis doctoral soque conforme nuestro interior, bre “Pelota Vasca”. Autora del libro “Frontonuestra personalidad, ya que nes de Bizkaia” (Diputación Foral, 2000), dirigió las jorla persona se sustenta en pronadas interdisciplinares de piedades, sean objetos o cua“Pelota Vasca y Cine” (Guggenheim Bilbao, 2002). lidades, físicas o espirituales. Ha escrito artículos para Objetos, sensaciones, ideas, varias revistas y periódicos y ha presentado comunicatodo es válido para afirmar ciones en diversos congrenuestra humanidad. sos.

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La máxima concreción simbólica de la propiedad, de ese contacto con el mundo del que proviene todo aquello que nos hace persona es la mano. La mano es el instrumento con que el sujeto aprehende el mundo. En ella residen todos los poderes: la autoridad que da peso y valor a sus gestos, la fuerza con que ejerce dominio sobre la realidad. Ofrece, acepta, saluda, legisla, presta juramento, contrata, toma posesión, proporciona asistencia. La mano concreta la propiedad que permite ser: la rúbrica del artista en la caverna, la casa representada en el consejo vecinal, el voto con el que está presente en las instituciones, la herramienta del pelotari. La mano es símbolo de humanidad y así lo ha entendido el vasco al autodenominarse eskualduna, “el que posee mano”, algo que ya se ha dicho antes pero que pocos han aceptado. Unamuno sostiene que “la lengua es el receptáculo de la experiencia de un pueblo y el sedimento de su pensar; en los hondos repliegues de sus metáforas (y lo son la inmensa mayoría de sus vocablos) ha ido dejando sus huellas el espíritu colectivo del pueblo, como en los terrenos geológicos el proceso de la fauna viva”4. Si aceptamos la constante antropológica de autodenominarse con términos que significan o son sinónimos de “humano”, en contraposición a los términos que se utilizan para referirse a los vecinos, normalmente vinculados a su barbarie o animalidad5, no tiene por qué parecernos extraño que los vascos hayan procedido de idéntico modo.


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Aurkibidea / Índice Remitiéndonos a los términos que se componen a partir de la raíz “esku”, quizás podamos aclarar si es procedente vincular este vocablo a términos como “eskuara” o “eskualdun”6. “Esku” en sí no significa otra cosa que mano. En otra acepción, también mando, dominio y potestad. Eskudun, literalmente “el que tiene mano” es el competente, el facultativo. Por el contrario eskupe, “debajo de la mano” remite a subordinación, a dependencia y eskuera, “el modo de la mano”, a jurisdicción. Es clara entonces la vinculación entre la mano y el poder, que es patente en algunos verbos como eskuratu (apoderarse), eskuetsi (autorizar), o eskua kendu, que significa usurpar el poder, literalmente “quitar la mano”. La mano es poder y del mismo modo propiedad. Recordemos a Diógenes y su tonel, su propiedad que le hacía humano y que al menos le procuraba algo, la libertad, pues su posesión le prevenía de ser esclavo. El que es “de la mano”, eskukoa, es libre, en el sentido que tiene capacidad de decidir por sí mismo. Un eskualde, provincia, comarca, no es más que lo que está “del lado o al lado de la mano”. Si alde es una noción espacial, aldi es temporal y eskualdi, “el turno de la mano”, es una jugada, un lance y también un puñado, en tanto que es lo que puede abarcar la mano de una vez. Para puñado también existe el término eskumen, que está vinculado a la potencialidad, a la facultad que esconde la mano. Facultad que encaminada es el derecho, eskubidea, literalmente “camino de la mano”, vía de encuentro con el otro, con la generalidad, algo que se evidencia en eskuarki, adverbio de modo para indicar lo común, lo general (seguramente, generalmente, comúnmente). La mano se considera la norma, la regla, la horma según la

cual debe ser medida la humanidad y dentro de este contexto que ofrece la lengua vasca no parece descabellado pensar que el eskualdun o euskaldun sea el que tiene mano, es decir, el que tiene la posibilidad, el poder, de participar (esku hartu, literalmente “tomar mano”) o de intervenir (esku sartu, literalmente “meter mano”) en las instituciones públicas. De este modo, el eskuara o euskera, no sería más que el modo en que la mano habla, el modo en que el humano, por esta vinculación humanidad-mano, se comunica, a diferencia del erdalduna, el que no completa la humanidad, el que se queda a medias (erdi) y se expresa con el erdera, un modo incompleto, inconcluso, rudimentario del habla. Ambos términos, euskara y euskaldun, provienen entonces de esa facultad humana concentrada en la mano y en la que el vasco ha fijado simbólicamente el límite para establecer aquellos que son competentes (eskudunak), que tienen derecho (eskubide) a participar (esku hartu) en los asuntos comunitarios y aquellos que no. Es además la mano baremo para medir la humanidad, vinculada a esa concepción de propiedad que resaltaba Serres y que proporciona la facultad de ser libre (eskukoa). El eskualdun es aquel que puede intervenir (esku sartu) en las cuestiones que tienen que ver con su eskualde (comarca, hoy provincia). “¡Lengua sin manos! ¿quomo osas fablar?” se puede leer en el Poema del Mio Cid (IV.3.328) para desautorizar un comentario de alguien no competente. La mano representa la humanidad y es probable que los vascos hayan incorporado esa noción en el vocablo utilizado para autodenominarse precisamente por ello. En la reciente película de Roman Polanski “El pianista”, el director polaco

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Aurkibidea / Índice coloca al espectador ante una cuestión fundamental: ¿consiguieron los nazis despojar a los judíos de su condición humana? Él mismo responde en una escena: el protagonista, un famoso pianista judío al que años de persecución y hambre han llevado a un estado de total decadencia, de supervivencia animal, es descubierto por un nazi mientras intenta desesperadamente abrir una lata de comida en una guarida que ha encontrado dentro de un edificio abandonado de Varsovia. El nazi le identifica como judío y le pregunta a que se dedicaba antes de la ocupación. Él responde que era pianista. El nazi le conduce frente a un piano y le pide que se lo demuestre. Una angustia extrema oprime al espectador. Ha observado la decadencia del pianista y sabe que tiene las manos atrofiadas por el frío y la desnutrición. “No va a poder tocar” piensa. Polanski prolonga casi un minuto la espera. Por fin, el pianista comienza suave, parece que incluso torpemente, pero interpreta una pieza sublime que emociona profundamente al nazi y al espectador, a quien le ha sido respondida la pregunta: los nazis no consiguieron arrancar la humanidad a Wladyslaw Szpilman, ya que siguió interpretando a través de sus manos, de su herramienta de encuentro con el mundo, la composición que guardaba en su cerebro. El nazi le reconoce como un igual y le ayuda a subsistir mientras Varsovia es recuperada por el ejército ruso. Esta escena, de extrema significación, no demuestra sólo la importancia de la mano en la consideración de la humanidad del sujeto. También la del objeto, en este caso la del piano. El piano, abandonado cual mueble inservible en una de las estancias de la casa, trasciende su propia coseidad cuando el pianista entra en contacto con él. El pianista perturba su

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materialidad, le da vida. Pero es sobre todo el sujeto el que encuentra su condición a través del piano. Es el instrumento el que le devuelve su humanidad, el que le permite trascender su mísera situación y recobrar la libertad arrebatada. En el contacto con el piano, Szpilman deviene otra vez pianista. El pelotari se define también en base a la pelota. En el juego vasco cada pelota es diferente del resto, es única. El pelotari elige aquella que mejor se adecua a sus cualidades, a su juego. Cuando el pelotari va a sacar, elige pelota y se la ofrece a su rival para que la examine. En esta acción está ofreciéndose a sí mismo, puesto que en esa pelota se concentran las armas que va a usar para intentar dominarlo, cazarlo. El otro comprende entonces parte de la estrategia de su rival y puede de ese modo ingeniar la suya para neutralizarla o incluso para sacar partido a esas características que la pelota ofrece y que el rival considera para él ventajosas. No pocas veces la pelota elegida se vuelve mejor arma para el rival que para uno mismo. Se dice que un buen pelotari es aquel que sabe elegir oportunamente la pelota. Se dice también que quien sabe sobreponerse a una pelota adversa, es un pelotari excepcional. Según cuentan, Retegi II era experto en sacarle más juego a la pelota del rival que el rival mismo. Los pelotaris se tantean, se encuentran y reconocen a través de la pelota, puesto que ésta no es más que una proyección de aquel. La pelota es el yo extático del pelotari, su personalidad fuera de sí, y a la vez la base del encuentro entre los pelotaris. Informa al otro sobre uno mismo y establece la comunicación entre ambos. La pelota es por tanto intermediario fundamental del juego. Es vínculo, encuentro, relación. Es cultu-


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Aurkibidea / Índice ra. El filósofo Mayr opina que la cultura gira en torno a la categoría de mensaje como Hermeneia7 y es precisamente un encuentro hermenéutico el que se produce a través de la pelota: una interpretación del otro y a la vez de uno mismo, que se acomoda tanto al otro, como al encuentro mismo, inédito en cada caso. Desde su fabricación, no mecánica sino artesanal, la pelota se comporta del mismo modo que lo hace un símbolo: escondiendo su naturaleza. Lo que ha diferenciado siempre a la pelota respecto a pelotas de otros juegos es su dureza. La dureza de la pelota se ha considerado fundamental a la hora de definir el juego. De hecho, hay muchos juegos de frontón que no son considerados como Pelota Vasca porque las pelotas no dan la talla en lo que a peso y dureza se refiere. La característica definitoria del considerado por todos juego vasco de pelota es precisamente la consistencia y dureza de las pelotas. Esta dureza se vincula simbólicamente al cuero que cubre la pelota. Pelota de cuero, pelota dura, pelota vasca. Esta identificación ha sido primordial a lo largo de la Historia del juego y todavía hoy diferencia en gran medida los juegos aficionados de los profesionales. Sin embargo, el cuero no forja el carácter de la pelota. Puede quizás diferenciarla de la de otros juegos, identificarla como vasca, pero no posibilita la comprensión de su complejidad simbólica. A la pelota le ocurre como a la mayoría de símbolos: engañan. Y no engañan porque sean tramposos o falsos sino porque de este modo son útiles. Porque desvían la atención ante virtudes de constitución del grupo, que busca siempre la permanencia, mientras transmiten significados ocultos, de propio funcionamiento

cultural. Analizando la pelota en lo que tiene de distintivo con pelotas de otro tipo, podemos inferir a lo sumo la diferencialidad del vasco e incluso podemos deducir alguno de sus comportamientos y valores ante la vida: la fuerza, el sufrimiento, la perseverancia etcétera. El símbolo, de este modo, nos ofrece una imagen compacta, monolítica, cuando en realidad, profundamente interpretado, es capaz de mostrarnos toda la fuerza interpretativa que contiene: sus procedimientos, sus adecuaciones, su versatilidad, sus enseñanzas, sus sentidos, e incluso sus contradicciones. La pelota es de cuero por fuera, pero lo que la hace dura no es el cuero, la pelota goxua 8 también es de cuero. Lo que le da la consistencia es la mezcla de sus materiales: goma, lana y cuero. Por tanto, lo que nos parece realmente relevante para entender el juego vasco es que la pelota significa hacia dentro, no hacia fuera. Lo que hace distintiva una pelota no es distinguirse de pelotas de otros juegos, sino diferenciarse del resto de pelotas similares pero diferentes a ella. Su sonido, la vinculación con el pelotari, su carácter, eso hace significativa a la pelota en el juego vasco. La pelota no se diferencia por su dureza, todas las profesionales lo son, se define en base a su diámetro, a su bote –medio bote, viva o muerta–, pero sobre todo, en base a su sonido y al modo en que se clava en la mano, en cómo duele. Haber destacado la dureza de las pelotas frente a otros deportes ha sido definirse frente a lo de fuera, colocar la identidad en el centro de una definición étnica. De este modo, sin embargo, se pierde el alcance de sentido que de verdad concentra este instrumento, símbolo fundamental para entender lo que es la cultura: no un todo homogéneo sino precisamente una posibilidad de encuentro abierto con el mundo.

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Aurkibidea / Índice Parece difícil encontrar imagen más nítida de la cultura, de aquello que nos une a los demás, que nos permite entenderlos y que se convierte en arma fundamental de encuentro con el mundo. La cultura es un conjunto de significados compartidos, con su consiguiente aparataje material, a través de los cuales el mundo cobra sentido para el sujeto. El sentido se produce en el vínculo culturalmente mediado del sujeto con el mundo, en ese “vivir a través”, fuera de uno mismo, que es la experiencia9. La cultura es aquello a través de lo que nos constituimos como sujetos y aunque encamina hacia un modo de hacer, de pensar y de actuar propio, característico, no determina. La cultura es un camino que nos precede, sí, pero que hay que recorrer. Ya que, en definitiva, un camino no es más que un ser recorrido. Cada sujeto crea su personalidad en base a elecciones, recuerdos, acontecimientos y trayectos que entreteje a lo largo de ese encuentro culturalmente mediado con el mundo que es la existencia. Todas las pelotas se componen de los mismos materiales, tienen unas medidas y un peso similares, pero difieren cualitativamente desde el momento que se crean para ser utilizadas por diferentes sujetos, por individuos que quieren sacar de ellas diversas potencias y que quieren comunicarse con el otro, descubrirlo (cazarlo) y mostrarse uno mismo de manera peculiar, propia. Por ello, el encuentro es siempre nuevo, distinto, ya que cada uno ajusta la cultura a su propia singularidad, se apropia de ella de un modo original, y en esa adquisición se hace persona. Elías Canetti insiste en que “la mano que ya no suelta

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se convierte en símbolo propiamente dicho del poder”10. Poder como propiedad, como cierre, como garra. Es precisamente esta vinculación la que establece Joseba Zulaika al trabajar sobre el concepto vasco de cierre: ertsi, concepto que establece “la relación de inclusión y posibilita la creación de un espacio lógico-geométrico que distinga entre miembro y clase, estableciéndo así una jerarquía de tipos lógicos”11. El cierre implica un dentro-fuera, un tuya-mía. La pertenencia es tanto una cuestión patrimonial como identitaria. Ser es poseer. En Pelota, ese acceso al poder a través del cierre, del apoderarse, de ertsi, está absolutamente censurado como medio, a la vez que se convierte en objetivo último. El pelotari no puede agarrar (ertsi) la pelota durante el juego. El poder (todavía potencia) se demuestra a través del golpe, un golpe que debe ser limpio, sin atxiki, sin agarrar la pelota. El pelotari juega con la mano abierta, golpeando la pelota limpiamente, y una vez haya cazado a su rival, ya puede cerrarla. La presa para que sea cazada debe cogerse con las propias manos12, y el pelotari, una vez que ha dominado y ganado al rival, le abraza, lo engulle, y cierra la mano en señal de victoria, como si tuviera dentro a su presa, elevando el puño hacia el público, el símbolo del poder. La mano abierta es potencia, la mano cerrada poder. La primera es gesto, la segunda acto. Esa mano abierta es la que el pelotari muestra cuando saluda al público antes de comenzar el partido. El pelotari sale de blanco a la plaza y jura honestidad. Se espera de él que se comporte de acuerdo con esa limpieza que pro-


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Aurkibidea / Índice claman tanto su vestimenta como sus gestos. Y la forma de demostrarlo es su comportamiento con el otro, el respeto hacia aquel con el que juega y contra el que juega. Y por supuesto también su respeto hacia la autoridad que está por encima de ambos. Esto se exterioriza en el momento previo al lanzamiento de la chapa, en que pelotaris y jueces se dan la mano, se aceptan unos a otros, la imparcialidad y la honestidad, y muestran su respeto mutuo. El respeto debe mantenerse durante todo el partido, y se manifiesta en el constante intercambio de cortesías con el enemigo13, cortesías que se producen siempre mediadas por la pelota. El que hace el tanto, elige pelota y antes de sacar se la ofrece a su rival, que debe restar. El pelotari se ofrece y acepta al otro a través de la pelota. Pelota y pelotari son consustanciales, inseparables, dependen uno del otro, al igual que sucede con cultura y sujeto. Pelotari colorado (rojo) y pelotari azul también. La persona se construye en la relación, en la relación con el otro y con el mundo, algo que es posible gracias a la cultura. Por eso, la virtud máxima que ensalza la pelota es la nobleza. Un contacto es noble, al igual que el que lo realiza, cuando no esconde nada turbio, cuando es absolutamente íntegro y transparente. Al pelotari se le exige que sea noble, a la pelota también. Hay pelotas de muchos tipos, pero todas deben tener una cualidad común: la nobleza. Una pelota noble es aquella que bota recta, que no hace extraños y sigue las directrices del pelotari. La pelota noble es aquella que te deja jugar, que tiene un bote acorde a la vio-

lencia de golpe y por tanto facilita el encuentro con el pelotari14. En el encuentro está la nobleza y es precisamente en el encuentro donde se construye la persona. Es difícil encontrar concreción más significativa. La Pelota, a través de sus símbolos más representativos, expresa el modo en que los vascos conciben el mundo, la realidad. La mano es para el vasco aquello que le confiere la libertad que le hace humano. Ser eskukoa es ser libre, en el sentido metafísico del término15 y el eskualduna es aquel que tiene mano, que tiene derecho (eskubide) a participar (esku hartu) en los asuntos públicos. Dentro de esta concepción, Eskual Herria sería el pueblo poseedor de mano, de autoridad, de poder, de libertad. Sólo en el término, los vascos han concretado que su país tiene la capacidad de resolver por sí mismo, de dotarse de sus propios códigos y de asumir sus decisiones. Esta autonomía, en el sentido más radical del término, no sólo se forja a nivel colectivo. La Pelota, a través del símbolo que le da nombre, nos dice además que los vascos consideran fundamental su propia independencia como sujetos, su personalidad. La pelota se define por ser diferente al resto, por ser única. El pelotero, el fabricante de pelotas, no las realiza en serie sino una a una, y el pelotari elige la que mejor se adecua a su modo de juego. Quiere mostrarse de un modo en la plaza y cazar al otro, descubrirlo y ganarlo, de un modo peculiar, propio. En base a ello elige pelota. Después, cuando cada uno muestre sus armas abiertamente y en igualdad de condiciones, será la plaza la que juz-

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Aurkibidea / Índice gue. Por ello, es inadmisible, aunque más habitual de lo que debiera, dejar sin su pelota al pelotari. Es igual que quitar a Diógenes su tonel. Provoca su desnudez y le condena al sometimiento. Por ello, la Pelota se expresa igual que el cromlech: “su actividad en nuestra tradición es lo que pretendía Unamuno y que él mismo había olvidado: forjar el alma individual, producir almas individuales que es con lo que se hace el alma colectiva vasca”16.

NOTAS 1 Juega honestamente, la plaza siempre es juez. Leyenda inscrita en la plaza-frontón de Aldudes. 2 Serres, M. Atlas. Cátedra; Madrid, 1995: p. 50. 3 Bombín, Historia, ciencia y código del juego de pelota. Madrid: Lauro, 1946; p.23. 4 En torno al casticismo. Alcalá, Madrid, 1971; p. 54. 5 Algunos ejemplos: el término esquimal quiere decir literalmente “el que come carne cruda” y ha sido la palabra con que han denominado otros grupos al Inuit, literalmente “humano”. El grupo humano que habita las frías tierras del ártico se considera inuit, “humano” mientras que es considerado por otros un animal, característica ésta que define a aquel que come la carne cruda, a diferencia del humano que la cocina, que la somete al calor del fuego. El Sherpa, “el del este”, también se vincula con la pureza, con el sol, con la vida, según su mitología. “Ser humano es ser javanés” consideran según Geertz (La interpretación de las culturas. Gedisa, Barcelona, 2001; p. 57) los nativos de esa isla. 6 Estos son los términos tal como se utilizan en Iparralde, lado norte de Euskal Herria (Eskual Erria, para ellos) o país vasco-francés y algunas zonas de Hegoalde, lado sur. 7 Mayr, F.K. La mitología occidental. Anthropos, Barcelona, 1987. 8 Literalmente “dulces”. Más blandas, son las que utilizan los niños para aprender y los adul-

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tos para jugar sin protección. 9 Turner, V. From Ritual to Theatre. The Human Seriousness of Play, PAJ: Nueva York, 1982: p. 18. 10 Canetti, E. (1960) Masa y poder. Muchnik Editores; Barcelona, 1985: p. 200. 11 Zulaika, J. Tratado estético-ritual vasco. Baroja, Donostia, 1987; p. 27. 12 Zulaika, J. Violencia Vasca: Metáfora y sacramento. Nerea, Madrid, 1990: p. 227. 13 Huizinga, J. (1954) Homo Ludens. Alianza: Madrid, 1998. 14 También el tercer elemento fundamental del juego, el frontón, se evalúa con este adjetivo: noble. Un frontón noble es aquel que devuelve la pelota en consonancia al golpe del pelotari. 15 Libre también se dice Aske, pero esta acepción, de la que deriva Askatasuna, libertad, se refiere más a libre como suelto, sin ataduras (preciosa reflexión entre Zulaika y Oteiza sobre la relación de Uts (vacío) con Ask en Oteiza. Ejercicios espirituales en un túnel. Hordago; Donostia, 1966; p. 496). 16 Oteiza. Quousque Tandem...!: Ensayo de interpretación estética del alma vasca. Txertoa: San Sebastián, 1975: 14.


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dictaduras (Primo de Rivera y Franco), la guerra, el exilio y la clandestinidad. Tal es así que podemos decir que en más de la mitad de su existencia el sindicalismo vasco no ha podido desarrollar una actividad normalizada, y, por otro lado, que es en los últimos 25 años de legalidad cuando ELA ha llegado a alcanzar su momento de mayor expansión y desarrollo, tanto en número de afiliados como de representatividad.

SOV/ELA. Notas para una crónica de 90 años.

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l libro “De Solidaridad de Obreros Vascos a Euskal Langileen Alkartasuna 1911-2001” de Martín Aurrekoetxea, realiza un recorrido cronológico de los primeros noventa años de la historia del sindicato ELA, mayoritario en Euskal Herria, desde su fundación hasta fechas muy recientes. Una historia en la que, en primer lugar, hay que tener en cuenta los largos periodos en los que la actividad sindical fue reprimida y condicionada por las distintas

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Una muestra clara de lo que pretendemos manifestar es que durante 65 años únicamente fue posible celebrar dos congresos (el primero y el segundo), mientras que en los últimos 25 años se han celebrado ocho (desde el tercero al décimo). Es ésta una explicación necesaria para entender la configuración de este libro, en el que, proporcionalmente, los orígenes y su primera andadura ocupan un espacio menor al que le debería corresponder respecto a los últimos años.

Fundación en 1911 Además de la presentación de Fernando Iraeta, director de Manu RoblesArangiz Institutua, la entidad editora, y del prólogo de José Elorrieta, secretario general de ELA, el libro contiene una introducción y está dividido en tres partes bien diferenciadas. La primera recoge la época más amplia, desde la fundación del sindicato en 1911 hasta la celebración del Tercer Congreso en 1976. Abarca un periodo marcado en lo político por la derrota de las guerras carlistas y el nacimiento del movimiento nacionalista y en lo eco-


Aurkibidea / Índice nómico por el comienzo de la revolución industrial en Euskal Herria con consecuencias sociales e ideológicas: crecimiento de la población con una fuerte inmigración, nacimiento de burguesía nacionalista y de un movimiento obrero socialista, y posteriormente nacionalista, etc. La confrontación del mundo nacionalista con el socialismo impulsará la creación de una organización de trabajadores vascos que no sin dificultades irá extendiéndose primeramente en Bizkaia y Gipuzkoa, al rebufo de la industrialización, y, con más dificultades, en Araba y Nafarroa, territorios en los que el sector primario era predominante. En esta primera época ELA desarrolla un sindicalismo mutualista y cooperativista, con fuerte influencia de la doctrina social de la Iglesia y una clara vinculación a EAJ/PNV. Los congresos (primero y segundo) que se celebran en aquellas fechas son muestra de las dificultades organizativas para dar un carácter confederal a la organización, a la vez que empiezan a darse pasos significativos en cuanto al carácter reivindicativo del sindicato y su visión internacionalista con su afiliación en la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos. Con la proclamación de la II República el universo nacionalista alcanza su mayor dinamismo. ELA, parte de ese universo, tendrá un gran desarrollo, recibiendo el reconocimiento de la clase trabajadora vasca, a la vez que avanza en su perfil de clase e inicia un cierto distanciamiento respecto al PNV. Todo ello se verá trucado por el alzamiento fascista contra el que ELA se posiciona de inmediato y colabora con el Batallón San Andrés en el Ejército del Gobierno Vasco. Muerte,

prisión, exilio, clandestinidad,... años en los que el sindicalismo no tiene lugar. La dirección exiliada mantiene viva la llama dedicándose a tareas internacionales. En los años 60, nuevas generaciones recogen esa llama y empiezan a organizarse en el interior, no sin dificultades. Son generaciones jóvenes que viven los profundos cambios de la sociedad vasca (sociales, económicos, culturales e ideológicos) y que conectando con la dirección en el exilio propiciarán el renacimiento de ELA al final de la dictadura.

Congreso clave en 1976 La segunda parte del libro, se inicia con el Tercer Congreso, un congreso clave para conocer el sindicalismo de ELA. Las importantes decisiones que allí se toman, tanto en cuanto a la autonomía política como financiera, o el carácter confederal del sindicato, o ideológicamente, la aceptación del socialismo marcan el devenir de los años posteriores. Tras la legalización, son años en los que la afiliación, la organización y la lucha contra la crisis económica, y el dotar a la clase trabajadora vasca de negociación colectiva serán las prioridades fundamentales. La celebración de sucesivas elecciones sindicales, en las que cada sindicato revalida su representatividad, fueron una prueba de fuego que ELA superó de forma contundente.

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También son los años de los distintos pactos entre agentes políticos, sociales e institucionales rechazados una vez y otra por el sindicato vasco, lo mismo que la legislación laboral que se impone y considera antisindical. Las sucesivas reconversiones de sectores estratégicos para la economía

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Aurkibidea / Índice vasca hacen que la mayor parte de los esfuerzos se dediquen a mantener el empleo existente. Siguiendo su trayectoria internacional, ELA ante la ampliación de la Comunidad Europea abre una oficina en Bruselas. Otra de las líneas de actuación de ELA durante estos años es el de construir un marco institucional de las relaciones laborales dentro del marco estatutario. Un estatuto que se apoya a pesar de dejar constancia de sus limitaciones en el terreno laboral y territorial en el IV Congreso. El golpe del 23F, la LOAPA, las leyes de bases constituirán los primeros ataques a la línea de flotación del Estatuto que tendrán repercusiones en las relaciones laborales. El cambio que se produce a finales de los ochenta en la secretaría general traerá nuevos aires a la actuación del sindicato.

E m a n c i p a c i ó n n a c i o n a l y c o mpromiso de clase La tercera parte se inicia con la celebración del VII Congreso, un congreso en el que se va a subrayar el doble compromiso de ELA con la sociedad vasca, compromiso en la emancipación nacional y compromiso de clase, y que va a definir su actuación hasta nuestros días. Los primeros años de la década de los noventa estarán marcados por la crisis que obliga a una actividad sindical intensa. En la celebración de los primeros de mayo, y en la campaña por la reindustrialización se aprecia claramente la preo-

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cupación por la masiva destrucción de empleo que se vivió en aquellos momentos. Paulatinamente a la superación de la crisis se inicia un proceso de colaboración con LAB, desembocando en una unidad de acción que, a pesar de las dificultades, romperá con el aislamiento existente entre las distintas organizaciones abertzales y terminará confluyendo en el acuerdo de Lizarra. Antes, ELA ha dado por agotado el marco estatutario en un solemne acto celebrado en Gernika, en el que, también, reitera su condena sin paliativos a la actividad armada de ETA que había provocado, también, la muerte de varios miembros del sindicato. En el plano sindical la campaña por las 35 horas, culminada con la huelga general más importante que ha conocido Euskal Herria, ha sido el máximo exponente de esta unidad de acción. Esta apertura de ELA no se limita al terreno exclusivamente sindical y junto con otras organizaciones participa, por ejemplo, en la campaña por el salario social. A nivel organizativo se adoptan importantes decisiones que van a facilitar la incorporación de jóvenes y mujeres al proyecto sindical produciéndose un importante relevo generacional. El renovado compromiso de ELA va a hacerse notar en sus aportaciones y críticas en distintos ámbitos: programas de gobierno, fiscalidad, presupuestos,... en definitiva, en las cuestiones que afectan de una manera directa a los y las trabajadores.


Aurkibidea / Índice Para finalizar, el libro ofrece una serie de datos que proporcionan una fotografía del sindicato: afiliación, representatividad, órganos, organización,... Un libro que pretende ser una recopilación con elementos suficientes para tener una perspectiva del camino recorrido por ELA, buscando que se conozca su desarrollo, su discurso y sus posiciones. Joxe Angel Ulazia de Manu Robles-Arangiz Institutua

Compatibiliza su militancia sindical con la actividad euskaltzale, participando y aportando trabajo e ideas al gran movimiento existente, siendo durante cuatro años miembro de la Junta Rectora de la Ikastola de Algorta, y del año 86 al 88, su presidente. En 1990, año en que se crea la fundación Manu Robles-Arangiz Institutua, es nombrado director de la misma, responsabilidad en la que ha permanecido hasta abril de 2002. En el VIII Congreso de ELA en 1993, es elegido secretario de Formación del Comité Ejecutivo, del que formará parte hasta diciembre de 2000.

El autor Martín Aurrekoetxea Larrondo nació en Loiu (Bizkaia) el año 1944. A los 16 años empieza a trabajar de aprendiz en el taller de Laurak, empresa metalúrgica de Asua con tradición de lucha obrera. Compatibiliza el trabajo con los estudios y asiste a clases nocturnas, obteniendo el bachillerato y cursando posteriormente estudios de peritaje. Martín es un autodidacta, que junto a su preparación profesional presta especial atención a los temas relacionados con las ciencias sociales, la sociología, la política, el sindicalismo. Ha sido, también, un propagandista, que estableció contactos y ejerció un liderazgo, siendo pieza importante de una red establecida en la comarca, en lugares estratégicos, que posibilitó que a la caída de la dictadura, el terreno estuviera abonado para una actividad política y sindical libre en democracia. Tras el III Congreso de ELA de 1976, y su legalización en 1977, entra de lleno en la actividad del sindicato, mayoritario en su empresa. Le toca jugar un importante papel en la reconversión del sector de maquinaria de elevación.

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Aurkibidea / Índice

Willy Thys, secretario general de la CMT, y José Elorrieta: Homenaje a Uzturre El Instituto Manu Robles Arangiz y la Fundación Sabino Arana organizaron el pasado 26 de noviembre un homenaje a Jesús Insausti "Uzturre", sindicalista internacional y dirigente político nacionalista, en el X aniversario de su fallecimiento. Para ello, Willy Thys, secretario general de la Confederación Mundial del Trabajo (CMT), el órgano sindical más importante de todos los trabajadores a nivel internacional y donde Uzturre realizó labores de comunicación en la época franquista, y José Elorrieta, secretario general de ELA, expusieron dos conferencias sobre la situación del movimiento obrero en el mundo. Ambos destacaron la labor de Uzturre en el terreno sindical y su interés "por trabajar por la clase trabajadora así como por la independencia sindical ante los partidos políticos". Asimismo, reclamaron un papel activo de las

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centrales sindicales en la tarea de lograr una socialización "global y democrática" y para frenar el avance de la pobreza y la desigualdad. En este sentido, para el líder de la CMT "el sindicalismo tiene que ser un contrapoder de las multinacionales y de las grandes instituciones financieras" y critico la política neoliberal, a la que consideró como "uno de los mayores peligros".

Sabino Arana, Euskara eta kultura (1903-2003) Joan den azaroaren 20an Euskaltzaindiak eta Sabino Arana Kultur Elkargoak jendearentzat irekia zegoen jardunaldi bat antolatu zuten. “Sabino Arana: euskara eta kultura (1903-2003)” izenburuko jardunaldi horretan, euskara eta euskal kulturaren ordezkari nabarmen zenbaitek parte hartuta, Sabino Aranak esparru horretan zituen ideiak, egitasmoak eta eragina aztertu ziren. Izan ere, Sabino Aranak, hil zenetik ehun urte igaro diren arren, oraindik oso bizirik dirau bai politikan bai euskal kulturako jardueretan. Jardunaldian Xabier Kintana, Jose Luis Aurtenetxe, Joseba Agirreazkuenaga, Paulo Iztueta, Jose Luis Lizundia, Andres Urrutia, Txo-


Aurkibidea / Índice min Peillen, Itziar Laka eta Jose Mª Iriondok Sabino Aranaren sasoiko eztabaidak, arazoak eta ideiak aztertu zituzten, bai halaber Sabino Aranak kontu horiei emandako erantzunak eta haren jarraitzaileek izandako jardunbidea. Zehazkiago esanda, Sabino Aranaren funtsezko mezu oraindik dirauenean ekin egin zen, zeren, zoritxarrez, haren garaiko uste oker batzuk baino ez ditugu ezagutzen. Elkarraldiari bukaera emateko, mahainguru bat, zeinetan euskal kulturaren arloko jardueraren egoerari buruzko hausnarketa egin baitzen. Nabarmentzekoa da, jardunaldian zehar Euskaltzaindiko idazkari Xabier Kintanak Jose Luis Aurtenetxe Sabino Arana Kultur Elkargoko lehendakariordeari Sabino Aranaren zazpi eskutitz dituen CD bat eman ziola. Eskuizkribuok zazpi dira eta Resurreccion Maria Azkue Liburutegian daude gordeta. Sei gutun Piarre Broussain medikuari daude zuzenduta eta bestea Resurreccion Maria Azkueri.

"Europa Irakekoaren ostean" Lord Wallace of Saltaireren hitzaldia Lorden Ganberako Atzerriko eta Europako Gaietarako Alderdi Liberal Demokrataren eledunak, Lord Wallace of Saltairek, joan den irailaren 23an Sabino Arana Kultur Elkargoaren gogoeta eta elkarrizketarako mintzatokian parte hartu zuen. Bere hitzaldian Irakeko gerraren ondoren Europak bizi duen egoera aztertu zuen. Mintzaldian Lord Wallace of Saltairek Europako Batasunean Irakeko gerraren ostean gertaturiko barne tira-birak konpontzeko balio lezaketen irtenbideei buruz duen ikusmoldea erakutsi zuen. Halaber, beste gai batzuk ere ukitu zituen, hala nola: gerra horrek Europako Konstituziorako eta EBren hedatzeprozesurako ekarri dituen ondorioak; horrezaz gain, Atlantikoz haraindiko harremanak nola birbidera litezkeen ere izan zuen mintzagai. Lord Wallace of Saltaire Alderdi Liberal Demokrataren Atzerriko eta Europako Gaietarako eleduna da Britainia Handiko Lorden Ganberan. LSEko (London School of Econo-

mics) Nazioarteko Harremanetako katedraduna ere bada; erakunde horretan nagusiki Europaren Nazioarteko Politika, Europako Batasuna eta Europako Batasunaren hedatzea ditu ikergai. Bere lanean EBren harremanak ere aztertzen ditu, testuinguru orokorrean, Estatu Batuekiko nazioarteko harremanak, atzerrirako eta defentsarako politika komuna barne. Atera dituen argitalpenik oraintsukoenen artean "Lurralde-integrazioa: Mendebaldeko Europako esperientzia" eta "Politikagintzak Europako Batasunean" nabarmentzen dira.

Ciclo de conferencias: “Arana, Martí, Rizal y C á n o v a s : C u a t r o h o mbres y cuatro naciones en el mismo estado al final del siglo XIX” En el marco de las actividades que la Fundación Sabino Arana está impulsando este año para conmemorar el centenario del fallecimiento de Sabino Arana (1903-2003), entre el 30 de octubre y el 18 de noviembre, desarrolló un ciclo de conferencias y una mesa redonda, con el principal objetivo de realizar una reflexión sobre el fundador del Partido Nacionalista Vasco en perspectiva comparada con los dos héroes nacionales de Cuba y Filipinas (Martí y Rizal) y con quien, como representante y constructor del Estado-nación español, Antonio Cánovas del Castillo, se opuso a todos ellos. Para ello, se contó con la participación de destacados profesores y especialistas en la materia como son el catedrático de Ciencia Política de la UNED, Andrés de Blas Guerrero; el director de la Cinemateca de Cuba, Enrique Ubieta; la directora ejecutiva del Centro Nacional de Instrumentación para la Enseñanza Científica de Filipinas, Armisticia A. Vaño; y el abogado e historiador Jean Claude Larronde. Sabino Arana, José Martí y José Rizal tuvieron una trayectoria vital muy semejante en el mismo contexto histórico: el líder del nacionalismo vasco nació en 1865 y murió en 1903, tras una enfermedad agravada por el encarcelamiento por sus ideas políticas. Martí, nacido

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Aurkibidea / Índice en 1853, murió combatiendo por la independencia de Cuba en 1895. Y Rizal, nacido en 1861, fue fusilado en 1896 por defender la independencia de Filipinas. Por su parte, Antonio Cánovas, líder del Estado español al que los tres movimientos nacionalistas se enfrentaron, había nacido en 1928 y aunque pudo disfrutar de una vida más larga que las de los tres jóvenes nacionalistas, su parte final coincidió con la de ellos, muriendo también trágicamente por la violencia política, al ser asesinado por un anarquista en 1897. Con este ciclo de conferencias, la Fundación Sabino Arana ha querido propiciar el análisis de forma comparada de estos cuatro hombres, coincidentes en el marco temporal y estatal, y discrepantes en sus distintos proyectos nacionales, favoreciendo su comprensión, ahora con un siglo de perspectiva, cuando tan necesario se presenta el conocimiento y reconocimiento de las distintas realidades nacionales que han conformado y conforman el Estado español.

X a n i v e r s a r i o d e l a a p e rt u r a d e l A r c h i v o H i s t ó r ico del nacionalismo vasco Con motivo del X aniversario de la inauguración del Archivo Histórico del Nacionalismo, la Fundación Sabino Arana celebró un encuentro en Artea-Arratia, el 17 de septiembre, en el que participaron un buen número de los representantes que en la historia de la Fundación han formado parte de su Patronato. La creación del Archivo fue un "sueño" cumplido para quien fuera presidente de esta institución cultural entre 1989 y 1993, Jesús Insausti "Uzturre", de quien también, este año, se conmemora el X aniversario de su fallecimiento. Sólo él pudo reflejar en palabras lo que es y lo que significa ese lugar: “Cuando nosotros nos vayamos, todos quedaremos aquí un poco, entre estos viejos papeles”, dijo

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Jesús el día de la inauguración, un 26 de enero de 1993. Unos meses después, en julio, Uzturre fallecería tras una larga enfermedad. Para conmemorar estas dos efemérides tan especiales, la Fundación Sabino Arana organizó una serie de actos consistentes en la presentación de la exposición "Uzturre, abertzaleon gailur", muestra que recoge la fructífera vida y obra de quien fuera su presidente; y una visita al Archivo y al Museo para poder contemplar el camino recorrido en estos diez años por las dos instituciones y la extensa documentación y objetos que descansan en sus instalaciones. La muestra, compuesta de paneles ilustrativos, objetos personales de Uzturre, proyecciones de vídeo sobre las actividades que se realizan en el Archivo y en el Museo, etc., realiza un extenso recorrido por la vida y obra de este escritor prolífico de la prensa vasca en el exilio, sindicalista internacional, abertzale y defensor a ultranza del euskera, que nació en Tolosa el 11 de enero de 1912 y falleció en Bilbao en julio de 1993, tras una larga trayectoria como periodista, sindicalista, político y, finalmente, como presidente de la Fundación Sabino Arana. Posteriormente, se realizó la visita al Archivo y al Museo fue seguida con interés por los diferentes patronos, quienes pudieron contemplar las últimas donaciones realizadas.


Aurkibidea / Ă?ndice


Aurkibidea / Índice

Una cierta idea de España

E

l curso organizado por la Funda-

ción Sabino Arana sobre “Nacionalismo Vasco y tempo histórico”, del cual vds. lectores tienen cumplida información en el presente número de Hermes, deparó a los asistentes importantes novedades y algún singular reconocimiento. Resulta que la celebrada por la historiografía española “unidad nacional desde los Reyes Católicos” no lo fue hasta el siglo XIX, cuando se planificó y a duras penas se consiguió. Hasta entonces se había asistido a “un precipitado histórico” fundamento sin consistencia bastante para transformar una España católica e imperial en un ente nacional cultural y políticamente homogéneo. Tal y como se nos contó Cánovas del Castillo se aplicó a la labor nacionalizadora echando mano de los instrumentos tradicionales: la Iglesia, la monarquía y el castellano; ninguno de ellos precisaba de contraste democrático pues eran obras de Dios o estaban en el orden de las cosas, nos venían dadas y solo nos quedaba la aceptación reverente. Puesto que la reverencia encajaba mal con la realidad coexistente de la lengua vasca, catalana y gallega; de los Fueros y Diputaciones, del pleito dinástico y del atraso del modelo castellano frente al progreso de Cataluña y las Provincias Vascongadas, Cánovas recurrió a un nuevo instrumento: el Estado, ese gran truchimán (a decir de Ortega y Gasset) que por fuerza compulsiva convierte, la razón de la fuerza en fuerza de la razón, la ley en Derecho y el derecho en Razón de estado, y el “precipitado histórico” en Nación incontestable. Pero el gran alquimista político fracasó en su amalgama. Los hombres, y mujeres, eran considerados a la luz del progreso, iguales ante la ley, mientras su Constitución perseveraba en el sufragio censatario y discriminatorio; las colonias americanas se emancipaban mientras en la Cortes se insistía en el estribillo de la Siempre Fiel Isla de Cuba; la Iglesia Católica entraba en su peor crisis de legitimidad debido a la asunción moderna de la separación respecto del Estado, mientras Cánovas, imperturbable, le seguía confiando, ¡entrado el siglo XX, la misión evangelizadora en Las Filipinas!. Tal era la situación cuando emergieron los nacionalismos periféricos catalán y vasco. Su adversario, reconocible a simple golpe de vista, era “esa nueva idea de España” canovista que rompía con la preexistente, pluricultural y descentralizada idea de España, que negaba la cosoberanía que significaban Txema Montero

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los Fueros y que entronizaba la Constitución como legitimadora del Estado a partir de ahora nacional. Cien años después las cosas han cambiado, aunque no tanto. La Iglesia y la Monarquía, perdido su ancestral poder, mantienen sin embargo su influencia, que es el poder sin responsabilidad. El Estado, ese perpetuo desahuciado histórico, sigue gozando de una mala salud de hierro y en el proceso de construcción europea se erige como sujeto político incontrovertible. Cierta idea de España sirve como modelo para transiciones democráticas en otros lugares, al tiempo que el Ejército actúa en misiones humanitarias y otras no tanto, y recupera, si alguna vez lo tuvo, su prestigio internacional. Mas esa idea de España adolece de falta de democratización; la ecuación Nación-ConstituciónDemocracia quiebra cuando no se reconoce otra fuente de soberanía que la del pueblo español en su totalidad. La determinación de quienes no se reconocen en la idea de la España constitucional mientras ésta no reconozca las voluntades de los pueblos territoriales que libremente la conformen sigue manteniendo inconcluso el debate acerca de la idea de España. La realidad del estado impone su señorío pero ni convence ni resulta funcional, al contrario, agria la disputa y profundiza la división y así nunca como hoy día tantos se sintieron tan lejanos de tantos otros. El neo-canovismo de Aznar pretende utilizar el Derecho (penal) como fuerza disuasoria frente al proceso renovador que supone la propuesta de desarrollo de un estado plurinacional y trata de establecer como “fait accompli” una idea de España temerosa de la voluntad de quienes desde sus instituciones legitimas promuevan cambios democráticos sustentados por el favor ciudadano. La España de Cánovas como la de Aznar, es la España excluyente e impositiva que considera fuera del orden de las cosas lo radicalmente democrático y se aferra a lo instituido como inmutable, aquel en la Tradición, este en la Constitución. El desenlace al desafuero democrático español se encuentra en la propuesta del lehendakari Ibarretxe que solo alcanzará el éxito pleno si es percibida por los ciudadanos españoles como una solución a su propio conflicto que no es otro que el de la imposición de la unidad de España por encima de la voluntad de otros a quienes también consideran españoles. Koldo Mediavilla


pentsamendu eta historia aldizkaria. revista de pensamiento e historia

hermes pentsamendu eta historia aldizkaria. revista de pensamiento e historia revista trimestral

urtarrila 2004 enero. nº: 11 zbk

© Fundación Sabino Arana Kultur Elkargoa

Michael Keating Ludger Mees Mikel Aizpuru Jean Claude Larronde Alexander Ugalde Xosé Manoel Núñez Seixas

La doctrina de Sabino Arana a finales del siglo XIX La transformación de la política Daniel Innerarity Elkarrizketa: Nelly Maes

Andoni Fernández

urtarrila 2004 enero. nº: 11 zbk

Bioética Koldo Martínez


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