Siempre me he preguntado: ¿Cuál es el impacto de un cristiano que no cesa de proclamar el mensaje del Evangelio? Y no me refiero al impacto en la vida del creyente, sino al impacto de su incesante labor de anunciar a Jesucristo en el mundo. Porque sí hay un efecto, pues el Evangelio es Poder de Dios . Los creyentes sabemos que la labor de predicar la Verdad, tiene como finalidad que todos aquellos que han sido elegidos por Dios, puedan ser resucitados por ese Poder, a través de oír la Palabra. Por esa razón es que no nos detenemos en hablar y repetir con pasión y ansias todo el mensaje de Dios. Al igual que al principio, los líderes judíos se oponían a los apóstoles, demandándoles que no hablaran mas de Cristo y de el Camino, hoy en día, el mundo secular y religioso, nos persigue y hostiga por medio de leyes moralistas y humanistas, confeccionadas con el sólo propósito de hacer ilegítimo el mensaje del Evangelio de Jesucristo. Vivimos en una era en que la moda de una nueva moralidad, anuncia enemistad contra la persona histórica de Jesucristo y el mensaje que predicó. Aun lo que es peor, estamos siendo testigos como muchos que otrora supuestamente estaban bajo la bandera de la Verdad, han dado a conocer su verdadera posición: Están contra Jesucristo. Proclamar la Gran Verdad Bíblica de que Jesucristo es Dios manifestado en carne, produce mas oposición, en un mundo religioso vendido a la idea de un modernismo anticristiano. El deber de todos los hijos de Dios, sin embargo, sigue siendo el mismo. Si calláramos el Señor haría hablar a las piedras, nos toca pues comunicar el mensaje a pesar de todo. Nuestra fidelidad es para nuestro Señor Jesucristo solamente. Salvados por Jesús .
Nosotros esperamos el juicio de Dios sobre los impíos, o sobre los necios, pero muchos no pueden ver la razón por la cual los cristianos sinceros tienen que pasar por tiempos muy difíciles también. El profeta Isaías nos recuerda que tenemos que mantener nuestra fe sin pensar en las circunstancias, diciéndonos: «¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová . . . ? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios» (Isaías 50:10). Dios puede darnos bendiciones en medio del quebrantamiento, y darnos la victoria en medio de las tragedias, tal y como lo hizo con Job. Estas experiencias son pruebas de nuestra fe, por las cuales podemos desarrollar una fe mayor. Dos veces Dios
dijo que Job había sido el hombre más perfecto sobre la tierra, pero vemos que él aún sufrió mucho. Sin embargo, la fe de Job se mantuvo firme porque él sabía que Dios estaba en control de su vida. Confiadamente él testificó durante su más intenso sufrimiento, y dijo: «Mas Él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro» (Job 23:10). Cada uno de nosotros nos enfrentaremos a las pruebas del Señor como también a las pruebas que vienen de los poderes de las tinieblas; pues sabiendo estas cosas no nos desmayamos si vemos que algún día todo nuestro mundo personal se hace pedazos y parece que el Señor nos ha abandonado. En un mensaje a Su pueblo que estaba oprimido y sufriendo como esclavos en Babilonia, Dios le dijo: «Yo, Yo soy vuestro Consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal . . . ?» (Isaías 51:12-13). La seguridad que el Señor les
da a los que sufren es también para nosotros: «Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor» (Santiago 5:10). Cuando dudamos del cuidado amoroso y la sabiduría de Dios para poder cuidar a Sus hijos, entonces estamos asumiendo que Él no puede cumplir Su Palabra. Además, tal actitud querrá también decir que satanás tiene más poder para derrotarnos que Dios tiene para defendernos. Cuando una prueba tras otra nos confrontan, entonces debemos de recordar que el Dios Soberano está obrando Su perfecto plan en nuestras vidas: « . . . gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de Su gloria os gocéis con gran alegría» (I de Pedro 4:13). «Si sufrimos, también reinaremos con Él . . . » (II de Timoteo 2:12).
Uno de los grandes fraudes asociados con la religión es el hecho de engañar a las masas con la idea de que darles dinero y bienes a ellos, los líderes religiosos, es equivalente a darle a Dios. No hay nada mas alejado de la verdad y que encierre tanta mentira y manipulación que promover esta falacia. Si hay algo que Jesús en su ministerio terrenal enseñó es que el dar está destinado única y exclusivamente a los pobres (necesitados). Tan bien entrenados en esta verdad estaban sus discípulos que al ver un bien material “desperdiciado”, su reacción fue: “Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres “. Mateo 26: 8 - 9 Los discípulos aun en su queja, denotaron cual era el fin de los fondos que manejaban: Dar a los necesitados. Los que roban impunemente a su prójimo, enseñando que darle a Dios es cuando usted les da de su dinero a ellos y a
sus grupos religiosos, aducen que los discípulos no estaban pensando en darle a Dios, pero eso no es así, la verdadera razón o justificación de lo esta mujer hizo y que Jesús les presentó fue esta: “Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis”. Marcos 14:7 Jesús cuando mandaba a los ricos que venían a él ponerse en paz con Dios, les encomendaba vender todo y darlo a los pobres (necesitados): “Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”. Mateo 19: 21 Pablo en 1 Corintios 16:2, al hablar de recoger ofrendas, se refería a ayuda que iba a ser entregada a los hermanos necesitados de Jerusalén. Este texto lo usan muchos para justificar el recoger ofrendas para sí mismos y para sus “grupos religiosos, haciendo un mal uso y aplicación del verdadero motivo de las ofrendas que Pablo
recogía. Debido a que la ayuda era para los elegidos (iglesia), este hecho de dar ayuda era considerado como una ofrenda, (un presente hacia Dios). Pablo aceptó ofrendas para sí mismo, al igual que los demás apóstoles, pero todo en condición de necesitado y no como si el apostolado le confiriese una autoridad para recolectar dinero de un grupo de deudores: “como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”. 2 Corintios 6:10 Así que si usted está perdiendo tiempo y dinero dándoselo a estos manipuladores, despierte y desista de tal actitud, que solo alimenta los caminos de maldad. Si realmente quiere darle a Dios, busque a los necesitados y reparta conforme tenga.
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría,
cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Colosenses 3 : 16 - 17
En los corazones de aquellos que tenemos iluminación acerca de quien es Jesucristo, no hay espacio para dudar de Su Soberanía, que por indefectible consecuencia resulta en su injerencia en todo lo referente al ser humano. Soberanía significa que Dios no pide permiso para nada, El simplemente actúa en sí mismo y por sí mismo, por su autosuficiencia. Otro ser o cosa que esté limitado a factores externos, ese o eso indudablemente no es ni sombra de lo que el Verdadero, Único e Indivisible Dios es. Aun desde antes de la caída de Adán y Eva y su destitución de Edén, Dios - Elohim - se presentó ante ellos como el “orquestador” de todo, claro está, sin obviar el mensaje principal de Génesis que le presenta como el Creador de todo, valga la aclaración. Génesis 3:21 nos ilustra cómo Dios, a raíz de la desobediencia del hombre, - que le trajo como consecuencia directa la muerte espiritual- tomó cartas en el asunto y estableció nuevas directrices y orientación y las transmitió a Adán y Eva. Aparte, El les dio una “cobertura” natural para provisionalmente cubrir la pérdida de la cobertura espiritual, a consecuencia del pecado y que
los había dejado desnudos en Edén.
Dios como Padre Siempre ha sido así, porque Dios es Padre de sus hijos, Jesús fue muy claro en cuanto a esto: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” Mateo 6:26 “Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.” Mateo 6:32 “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Lucas 11:13 A decir verdad el mensaje acerca de Dios como nuestro Padre, no solamente está claro sino que abarca la extensión de las Escrituras. “para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” 1 Corintios 8:6
Dios se presenta a sus hijos como Padre, no solamente en forma nominal, sino en forma activa, estando presente en todo momento, proveyendo de buenas cosas, ayudando al hombre en sus necesidades, sean estas naturales como espirituales.
Dios el Sanador Tener a Dios como Padre significa que todo lo que proviene de El hacia nosotros, aun aquellas cosas que ya han sido creadas,- aire, agua - como las que son de otra naturaleza, puede catalogarse como milagros. Un hecho importante es entender que Dios manifiesta su provisión en base a su plan, - su designio - y no conforme un plan o necesidad individual. Por lo que no podemos asumir la posición de que Dios nos promete sanar todas y cada una de nuestras enfermedades; aunque si nos deja saber que la fe y su poder combinados con su voluntad traerán la manifestación de su Gracia dando salvación, sanidades físicas, provisión de elementos como alimentos y vestido y todo tipo de milagros.
No cabe duda alguna, todo lo mencionado anteriormente es parte de la vida cristiana: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.” 1 de Corintios 12:28 Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros. Hechos 3:16 “Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios” Marcos 3: 13-15
Cuando la persecución de los judíos contra los primero cristianos se inició, los creyentes salieron predicando el Evangelio por doquier iban, uno que no era apóstol, sino que había sido escogido para servir las mesas, Felipe, fue un vaso de honra que comprueba el poder Dios manifestado:
“Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad “ Hechos 8: 5 - 8 La verdad, entre la vida de Jesús y los sucesos que acontecieron en los primeros años de la Iglesia, descritos en las Escrituras, existe abrumadoras pruebas de que con el cristianismo hay evidente manifestaciones de sanidades, liberaciones y diversidad de milagros de parte de Dios.
Mientras que el echar fuera demonios y el hablar en lenguas entran dentro de la categoría de señales: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas” Marcos 16:17
La sanidad es una manifestación de la compasión de Dios reflejada en la fe de los creyentes:
“Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos”. San Mateo 14:14 Todos sabemos que la fe en Jesucristo, implica una fe en la totalidad de lo que El es: Dios, Señor, Redentor, Salvador, Juez, Sanador, el principio y el fin de todo. Cuando decimos que creemos que Dios sana, no pretendemos establecer una ley o regla, como algunos erróneamente lo hacen, simplemente damos por entendido que Dios consuela con sanidad y esto a través de la fe. No en todos los casos de enfermedad hay sanidad inmediata, y en otros ni siquiera hay sanidad del todo. Por ejemplo, Dios mismo usa las enfermedades como especie de disciplina para el alma, que es su mayor interés, debido a que este cuerpo de todas formas tiene que ser juzgado con Satanás, los demonios y los que nunca aceptaron el Evangelio. Veamos el caso de Pablo: “Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo” Gálatas 4: 13 - 14
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” 2 Corintios 12: 7 - 9
También las enfermedades vienen de parte de Dios como disciplina, de esto habla Pablo apóstol, en relación a un caso en particular en que los creyentes estaban tomando de la cena del Señor sin la reverencia debida, y estaban siendo azotados con enfermedades de muerte: “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.” 1 Corintios 11:29 - 32 En una contraposición con lo que los hombres enseñan frau-
dulentamente, el único con la autoridad para ejercer la disciplina sobre los creyentes es Dios, nuestro Padre, no el hombre, y esta incluye enfermedades: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” Hebreos 12:5-7 Pero también según el propósito eterno de Dios, muchas enfermedades son para engrandecer el nombre de Jesucristo, como en el caso de Dorcas en Hechos 9: 37-41 “Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabi-
ta, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.”
Debemos de usar de discernimiento y sabiduría para tratar de ubicarnos en qué pedir y como pedir, en lo referente a sanidad. Como hemos podido comprobar, los cristianos no están exentos de sufrir enfermedades. Pero eso no es indicativo de que no podemos orar a Dios para pedir nos sane: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” Santiago 5 : 14 - 15
Casi que por regla general, si una persona se guarda delante de el Señor, será librada de enfermedades, pero en la medida de que somos mortales, y que somos faltos, muchas veces enfrentaremos enfermedades, gracias a Dios porque podemos pedir por sanidad.
Recordemos ante todo, que la fe en Jesucristo tiene un papel fundamental. Si no creemos que Dios pueda sanarnos, es probable que no veamos ningún tipo de sanidad milagrosa. Pero tampoco se vaya a confundir alguno en la fe salvífica, ya que esa es dada por Dios en el momento en que nos da vida nueva, y esta es para la vida eterna, muy diferente de la fe que podemos ejercitar en este planeta en asuntos como la oración por sanidad física y/o milagros. Como nota final, he visto como muchos que sucumben ante la astucia de hombres “vende - milagros”, quienes antes de verse descalificados por Dios porque en sus vidas y “ministerios” no se ven milagros o sanidades, se refugian en enseñanzas anti—fe, que aducen que en estos tiempos Dios no sana ni hace milagros. Quienes tal piensan y enseñan están equivocados.
La violencia de el hombre contra el hombre tuvo su inicio cuando Caín asesinó a su hermano Abel. La sentencia de Dios a Caín no solo no se hizo esperar, sino que fue tajante y severa, como para entender que Dios no ampara este tipo de comportamiento. Existe sin embargo una gran confusión entre el conglomerado que se escuda bajo una bandera cristiana, ya que muchos están desmeritando las enseñanzas de Jesús, para justificar un espíritu bélico y homicida, basado en leyes dadas en un específico período de tiempo a un específico pueblo, esto es, la ley dada al pueblo israelita. ¿No saben estos hombres que justifican la guerra y el homicidio, basándose en la ley dada al pueblo de Israel, que los creyentes no andan bajo estos preceptos? Algunos que tienen la osadía de decir que la guerra no es pecado, realmente están infla-
dos en odio, resentimiento, y tal vez sean agentes encubiertos de las grandes entidades que lucran con las guerras. Porque el odio se ha escondido por siglos detrás de caretas religiosas, arrasando con violencia y asesinato a miles de personas, muchos de los cuales resultan en ser inocentes hijos de Dios, y todo esto con la excusa de servir a Dios, pero que se ha hecho con dolo y con el mismo espíritu de maldad de Caín que Dios juzgó, y nunca con el Espíritu de Cristo, porque si de guerra se tratara, esto se hubiese resuelto hace mucho tiempo y no por mano de hombre, sino de Dios. ¿O nos olvidamos de las palabras de Jesús a Pedro el día que le apresaron? Porque no sobra aquí decir que las guerras nunca han representado la justicia de Dios, muy por el contrario, han sido por causa de la maldad misma del hombre, de su egoísmo, nacidas de los sueños ególatras
de psicópatas en busca de poder, dinero y vanagloria, que bajo engaño, amenazas, manipulaciones y violencia, envuelven a naciones a despedazarse unos a otros, mientras ellos y sus familias, al final se quedan con el botín a repartir. ¿O es que existe la ingenuidad en algunos para pensar que las guerras nacen de un espíritu afable y justo? !Por favor ! Pues mientras Jesucristo y el evangelio entero del nuevo pacto, trajo un mensaje de perdón hacia el enemigo, de no violencia y de no resistencia al malo, todo en términos de conducta cristiana, incluyendo la desautorización de las entidades gubernamentales, civiles y/ o religiosas, en cuanto a escoger primeramente la voluntad de Dios antes que obedecer al hombre y sus leyes o provisiones civiles, si estas comprometen la vocación cristiana a la que los creyentes son llamados; los que no tienen ninguna base bíblica, se “refugian” en
pasajes de la ley, dejando aparte el resto de la misma, pues no es un secreto la finalidad de la ley. ¿O es que algunos a estas alturas de su vida cristiana ignoran que la ley fue puesta, para que todos quedásemos bajo juicio? ¿Será que voluntariamente ignoran todas las Escrituras que nos dicen que la ley es como un ayo que nos preparó para Cristo? ¿Cómo es posible que alguien que crea en la Gracia de Dios, no entienda que tanto la nación terrenal de Israel, y la ley, fueron cosas temporales, un medio que Dios usó, hasta la manifestación de El Mesías, el Salvador del Mundo, Cristo Jesús nuestro Señor? ¿Ignoran estos, que la ley, en lugar de proveer justicia, nos condena? ¿No saben que el ojo por ojo y diente por diente fue desechado por el mismo Jesucristo? “Habéis oído que se dijo: "OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE." Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica , déjale también la capa.” Mateo 5: 38 - 40
¿Cómo es que desmeritan las enseñanzas de Jesús? ¿Creen que citando porciones de la ley, justifican la guerra? ¿Cómo puede existir semejante ceguera? La ley dice muchas cosas, le doy un ejemplo: Deuteronomio 21:18-21: “Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere; entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva; y dirán a los ancianos de la ciudad: Este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz; es glotón y borracho. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá.” A ver a esos sedientos del derramamiento de sangre, de seguro les va a gustar este pasaje que es de la ley. Porque si vamos a ser exigentes con la ley, debemos cumplirla toda. ¿O es que solamente aquellas partes que se nos de la gana?! Por favor! Entonces les recomiendo leer Santiago 2:10 :
“Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda.” Pero lo que es peor, ignoran que la ley no puede tener vigencia como tal, porque toda ella va en torno al sacrificio de animales, para la expiación que no puede perdonar pecados, mucho menos salvar al hombre, el único que pudo traer al hombre a Salvación fue Jesucristo y esto por medio de su propio sacrificio, el único y suficiente, para que Dios pueda olvidarse de nuestros pecados, y por consiguiente el único que puede salvarnos, no la ley. Jesucristo tiene toda la autoridad para decirnos su interpretación de la ley, y no un hombre lleno de odio, racismo, rencores, y que cree en su propia justicia. No existe en el evangelio que compete a la Iglesia, ninguna clausula, ni una sola que diga que los cristianos deben ir a la guerra, mucho menos que estos se deban preparar para asesinar. No hay ninguna justificación para el asesinato. Y para los que pobremente se escudan en el pasaje como el de Romanos 13 :1– 4, para decir que aquí Pablo les está hablando a los creyentes, acerca de ir a la guerra, no solamente están destruyendo la interpre-
tación bíblica, están llevando al error a muchos. De seguro que estos, que le dan supremacía a las autoridades de este mundo, sobre los mandamientos y enseñanzas de Jesús, no solamente van a seguir muy fielmente las leyes de casar homosexuales en sus congregaciones, sino que un día van a estar en un jurado que condene a aquellos que no se sometan a leyes como las de enlistarse en un grupo bélico y homicida. Abran los ojos, no dejen que el mundo, sus gobiernos de moda, sus formas de odio nos roben del mensaje de Jesucristo, de sus palabras y de nuestra corona que es llevar la Cruz de Cristo, el vituperio. ¿O se equivoco Cristo? ¿Y con el los apóstoles? ¿Y los mártires? Salvados por Jesús