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Espacialidades del cuidado
Develando las prácticas espaciales de mujeres cuidadoras en Santiago de Chile.
Macarena Solar Ortega.
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La temática del cuidado es una piedra angular en el quehacer feminista y los estudios de género (Esteban, 2017). Esta dimensión del feminismo cuestiona la precarización de la vida como producto del sistema capitalista y patriarcal, que pone en constante apremio a las personas, otras especies y al medio ambiente. Bajo esta premisa, los estudios del cuidado denuncian una serie de desigualdades presentes en las tareas que sostienen la vida. Identificando a las mujeres como el grupo subordinado a cuidar, precarizando sus vidas y sus relaciones de cuidados (Carrasco, 2014; Herrero, 2014; Valdivia, 2018). Visibilizar el cuidado implica develar quienes son las personas vulneradas y bajo que contextos se produce (Jirón, 2017b). Desde una mirada de género y feminista, el urbanismo y los instrumentos de planificación urbana fragmentan la ciudad; enfocándose en organizar los suelos por actividades específicas, junto con ello desarrollando un sistema de transporte público que se centra en la inversión de éste y en los movimientos pendulares que produce el trabajo formal remunerado (Jirón & Mansilla, 2013; MirallesGuasch, 2003). Esta forma de planificar la ciudad impide observar la continuidad con que sucede la vida cotidiana, dejando fuera personas y actividades no remuneradas, que atienden al sostenimiento de la vida y los cuidados (Jirón, 2017; Carrasco, 2014). El presente estudio invita a reflexionar respecto de los cuidados desde una perspectiva espacial, tomando como base las propuestas sobre el espacio físico (Valdivia, 2018) y las relaciones de cuidados en la ciudad que la geografía y movilidad del cuidado, y estudios sobre el uso del tiempo han revelado (Bowlby, 2012; Jirón & Gómez, 2018; Sánchez de Madariaga, 2009). En este sentido, esta investigación pretende indagar en detalle la espacialidad del cuidado, por medio de la observación y análisis de las prácticas cotidianas
de cuidados, las cadenas que los conforman y las percepciones de las mujeres cuidadoras. Sobre lo anterior, en los siguientes párrafos se describen los elementos cotidianos del cuidado hilados con la historia de una mujer cuidadora. Finalmente, se exponen las dimensiones del cuidado. Uno de los elementos cotidianos claves del cuidado es la organización, la cual consta de cinco procesos -organizar, coordinar, ejecutar, improvisar y negociar-. Estos pasos influyen en las relaciones de cuidados, pero también en los ciclos de éstos. En la [fig.1], se puede observar el ciclo de cuidados en abstracto, donde se muestran estas etapas, sin embargo, los momentos mencionados en la organización del cuidado son actividades que suceden en simultáneo.
Paulina es una mujer de 37 años, cuidadora y principal gestora de una guardería popular en Quilicura, municipio de estratos medios bajos en Santiago de Chile. Quien tenía a su cuidado alrededor de 19 niños y niñas desde las 6:30 hasta las 21:00 horas, en un espacio de 42 m2 cuadrados. En la [fig.2], se observa la organización del cuidado de Paulina, quien siempre está al centro del cuidado de los niños y niñas y de su familia, lo que implica jugar distintos roles en esta organziación. Con los niños y niñas, ella ejecuta el cuidado cotidiano de cada uno de ellos que fue cedido por el adulto encargado de ese niño o niña. Con su familia ella asume todos los pasos. Esta organización conlleva un orden cíclico en las tareas de cuidados, que principalmente gira en torno a los niños y niñas de la guardería y a su familia, que, si bien cambia los fines de semana, mas no las tareas de cuidados, ver [fig.3].
Fig. 1 Organización del cuidado. Fuente: Elaboración propia
Fig. 2 Organización del cuidado de Paulina. Fuente: Elaboración propia
Fig. 3 Ciclos del cuidado de Paulina. Fuente: Elaboración propia
Por otro lado, observar los cuidados desde los trayectos de la movilidad cotidiana permitió revelar las materialidades, lugares, objetos, personas, tecnologías que permiten cuidar en la ciudad. En ese recorrido [fig.4], se evidencian las coordinaciones que Paulina debe hacer para ir a buscar al niño al punto de encuentro. Eso implica, considerar una persona que se quede en casa con los demás niños, otra persona que se mueva para ir a buscar al niño y otra que lleve al niño a su encuentro. También, se evidencian los espacios necesarios para llevar a cabo esa tarea, una plaza, tiempo (de todas las personas involucradas), objetos que permitan la comunicación constante (teléfono móvil e internet). Otro elemento importante es la percepción de las mujeres cuidadoras. Esta es clave para entender cómo se sienten y cuáles son las problemáticas que surgen a partir de su vida cotidiana. En este sentido, Paulina y sus sentires se debaten entre lo que a ella le gustaría hacer para sí misma, su familia, pero también a lo que su contexto la obliga. Esto implica acciones concretas y tajantes que definen su habitar, que en este caso se dibujan por uno marcado por el narcotráfico y la 187
Fig. 4 Organización del cuidado de Paulina. Fuente: Elaboración propia
Fig. 5 Escalas de la espacialidad del cuidado. Fuente: Elaboración propia
violencia cotidiana en el espacio público. De acuerdo con lo anterior, los resultados de esta investigación evidenciaron cuatro dimensiones que conforman la espacialidad del cuidado. La primera trata sobre la escala la cual es variable y se produce de acuerdo con el grado de movilidad de las personas. En la [fig.5], se grafican las escalas que alcanzaba cada una de las mujeres que participó en este estudio, si bien todas son distintas, todas comparten la virtualidad como un mecanismo de estar siempre presente en el cuidado ya sea a distancia, o bien para organizar parte de éste.
La segunda dimensión es la materialidad, en ella se reconocen objetos, infraestructura, espacios físicos, metroscuadrados,entreotroselementosqueinfluyen en la producción del espacio del cuidado. La tercera dimensión es la interconexión la cual se vincula con los lugares que permiten cuidar, y que están estrechamente ligados a las escalas y materialidades. En estos se puede identificar la cantidad de personas, espacios, coordinaciones, instituciones, necesarias para el cuidado de un solo niño. Demostrando, que el cuidado es una actividad colectiva.
Fig. 6 Materialidad del cuidado. Fuente: Elaboración propia
Fig. 7 Interconexiones de los espacios de cuidados. Fuente: Elaboración propia.
Fig. 8 Espacios del deseo. Fuente: Elaboración propia
La cuarta dimensión es el espacio del deseo, que se crea a partir los conflictos y percepciones del cuidado. En el caso de Paulina, sus deseos tienen que ver con ampliar su vivienda, tener un espacio propio. También, le gustaría cambiarse a otro barrio, sin embargo, sus limitaciones económicas no se lo permiten. Aun así, sus anhelos continúan siendo colectivos, con espacios íntimos para ella y otros, para su familia.
Las principales conclusiones de este estudio se vinculan con la relevancia que deben tomar los cuidados en los estudios urbanos y territoriales, pero además con el lugar que éstos deben ocupar en la vida de las personas, que desde mi perspectiva debería ser en el centro. Esto, pone en cuestión los modelos económicos actuales que se enfocan en la producción y no en la sostenibilidad de la vida. Otro aspecto importante que merece atención es la importancia de la comunidad, y como los cuidados no deberían recaer en una sola persona e identidad sino en la comunidad para lograr equilibrios sociales, pero también para una comprensión más profunda de lo que implican los cuidados y la sostenibilidad de la vida.
Referencias.
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