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Coreografía de los cuidados

Una metodología para el estudio de la vivienda colectiva desde una perspectiva de género. La unidad habitacional.

Marta Camacho González, Patricia Reus Martínez.

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La importancia de los cuidados.

El patriarcado y el capitalismo han alimentado la “fantasía” de la individualidad, obviando la ecodependencia y la interdependencia de las personas. Se ha reducido el concepto de valor al de precio, cortando toda relación con la naturaleza y con los cuidados. Esta visión, que prioriza la economía por encima del resto de esferas de la vida, ha acabado condicionando toda la estructura social y ha hecho que olvidemos nuestra interdependencia: todos necesitamos cuidados. El denominado trabajo doméstico supone el mantenimiento de la vida cotidiana, por lo que proporcionarle unos espacios de calidad es tan importante para mantener el resto de trabajos remunerados como el propio trabajo remunerado. Sin embargo, los espacios que habitamos se han construido de espaldas a estas necesidades, ubicando estas tareas de cuidados en los espacios residuales de las viviendas. Paralelamente a esta desvalorización de los cuidados, se ha glorificado la familia y naturalizado una feminidad a la que le corresponden estas tareas “per se”. Incluso en la actualidad, tal y como recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE) a partir de los últimos datos disponibles (2015), las mujeres dedican cuatro horas diarias a las labores domésticas, por dos que invierten ellos. En cuanto al cuidado de los hijos, las españolas dedican dos horas diarias; los españoles, una. El objetivo de esta investigación es tratar de construir una herramienta útil para la lucha feminista, realizando un análisis crítico de la vivienda contemporánea desde una perspectiva de género, que también puede servir como una guía a la hora de diseñar espacios más igualitarios y preparados para acoger los cuidados domésticos.

Las tareas domésticas conllevan una relación más intensa con el espacio que otras actividades. Todo sucede en inmediata relación con el cuerpo humano y con sus medidas, lo que provoca una mayor atención en el “detalle”: la ubicación de los alimentos, las herramientas de trabajo, el mobiliario, etc. Una arquitectura feminista reconoce los cuidados como parte esencial de la vida, tratando de hacer que esta coreografía de los cuidados se desarrolle de manera confortable, y busca construir hábitats inclusivos que permitan la socialización del trabajo doméstico.

Fig. 1 La coreografía de los cuidados. Fuente: elaboración propia

Metodología.

Para realizar este análisis se han establecido una serie de parámetros que permiten visibilizar desequilibrios o subordinación dentro de la utilización de los espacios domésticos. “Dormitorios con mucha diferencia dimensional, espacios de cocina o lavadero invisibles para los habitantes pasivos, cuartos sanitarios vinculados o restringidos a una parte de los habitantes, ámbitos de trabajo doméstico dimensionados para una sola persona, etcétera, son características de las viviendas jerárquicas” (Falagán et al., 2019) La identificación de estos parámetros parte de la observación propia, de criterios de diseño como los propuestos en Cambiando el molde: el proyectopiloto Frauen-Werk-Stadt (Booth y Gilroy, 2004) o en el número 22 de la revista Qüestions d’Habitatge (Falagán et al., 2019), que versa sobre flexibilidad e 172

igualdad de género en la vivienda. La evaluación de cada parámetro se apoya en análisis gráficos, que en este caso vienen ejemplificados en las viviendas en Hortaleza, Madrid, de los arquitectos Eva Hurtado Torán y Ramón Gómez Guardiola (2009). Se trata de una aproximación parcial que en futuras investigaciones se irá complementando con la escala del edificio (espacios comunes y complementarios) y la de barrio (servicios y condiciones de sociabilidad). De este modo, estaremos preparadas para evaluar de forma holística la adaptación del entorno al mantenimiento de la vida cotidiana en condiciones de calidad e inclusividad.

Fig. 2 Planta de la vivienda en Hortaleza. Fuente: elaboración propia a partir de las imágenes obtenidas en la página de la EMVS (Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de Madrid).

Flexibilidad.

La flexibilidad es un concepto fundamental a la hora de analizar una vivienda desde una perspectiva de género, pues la falta de ella suele ser consecuencia de proyectar la planta siguiendo un modelo patriarcal que impone una familia nuclear tradicional e inamovible en el tiempo. El proyecto de una vivienda debe tener en cuenta el cambio y los ciclos vitales de los habitantes, así como los diferentes tipos de usuarios que la pueden habitar. Una excesiva compartimentación no permitirá acoger otros usos además de los previstos y, por tanto, la vivienda no será capaz de adaptarse a las necesidades ni a los cambios. Además, la excesiva compartimentación no permite una vinculación entre los espacios e invisibiliza ciertas actividades. En cuanto a los tipos de uso que puede acoger la vivienda, asumimos las palabras de Marta Fonseca (2014), “la simplificación de las actividades en el interior doméstico: comer, asearse y descansar, ha dado lugar a una especialización de los espacios que estereotipa las actividades y los espacios donde tienen lugar. La distribución de la casa propone piezas básicas: habitación, baño, cocina y estar-comedor. Estas tienen poca flexibilidad física y poca capacidad de adaptación al resto de actividades que llevamos a cabo en el interior doméstico”.

Fig. 3 Flexibilidad: Tipos de usos en la vivienda y espacios susceptibles de acoger tareas de cuidados. Fuente: elaboración propia.

Ciclo de la ropa.

El recorrido que realiza la ropa desde que se ensucia hasta que se vuelve a guardar merece especial atención por ser uno de ejes funcionales dentro de la vivienda. A pesar de ello, no se suelen proyectar espacios específicos ni adecuados para lavar, planchar, secar o doblar la ropa. Para analizar este parámetro, se ha estudiado la longitud y complejidad del recorrido con relación al tamaño de la vivienda, así como el espacio utilizado para cada actividad del ciclo.

Fig. 4 Ciclo de la ropa: Recorridos y ubicación. Fuente: elaboración propia

La comparación entre los diferentes tipos de recorridos muestra si los ámbitos relacionados con las tareas de cuidados son únicamente transitados por las personas que las realizan. Áreas como lavaderos, terrazas no vinculadas al espacio de día o partes de la cocina únicamente dedicadas al trabajo, se convierten en espacios invisibles para aquellos usuarios pasivos que no se implican en estas tareas.

Fig. 5 Tipos de recorridos: Tipos de recorridos y nivel de uso del espacio. Fuente: elaboración propia.

Almacenaje.

Alison y Peter Smithson proyectaron en 1980 la Put-Away villa a partir de los diferentes espacios de almacenamiento que necesitaría la vivienda, como respuesta al consumismo. Teniendo en cuenta todos los objetos que tendrían cabida en la casa, distinguen entre almacenaje vivo (aquel que se utiliza en la vida cotidiana), almacenaje muerto (aquel que no se utiliza cotidianamente) y almacenaje de mantenimiento (aquel que se utiliza para el mantenimiento de la casa). A la hora de realizar el análisis, además de las categorías señaladas por los Smithson, se ha añadido otra relativa al almacenaje en el ciclo de la comida, por considerar que tiene un volumen importante y que requiere espacios específicos que se deberán tener en cuenta a la hora de proyectar la vivienda.

REFLEXIONES Fig. 6 Almacenaje disponible: almacenaje total, tipos de espacios de almacenaje y dimensiones y comparativa con los mínimos establecidos. Fuente: elaboración propia.

Centralidad de la cocina y calidad espacial.

La cocina es uno de los espacios más vinculado con las tareas domésticas. Tradicionalmente, se han situado en la zona con peores vistas y peor ventilación. Ahora que “la convivencia es cada vez más difícil de lograr por el individualismo en las formas de ocio y de trabajo de los cohabitantes, la cocina y la comida adquieren de nuevo una gran centralidad” (Concejalía de Igualdad y Empleo de Fuenlabrada, 2007).

Jerarquías dimensionales.

La existencia de espacios de dimensión y calidad espacial muy superior a la de otros se traduce en jerarquías que conducen a una utilización desigual de la casa. Por ejemplo, salones muy amplios para descansar y cocinas muy reducidas donde se realiza gran número de movimientos.

Fig. 7 Centralidad de la cocina y calidad espacial. Fuente: elaboración propia.

Fig. 8 Jerarquías dimensionales: jerarquías entre los dormitorios y jerarquías entre las estancias. Fuente: elaboración propia.

Realizada en base a la observación de distintos aspectos que las investigadoras valoran entre 1-10.

Fig. 9 Evaluación final de los parámetros. Fuente: elaboración propia

Conclusiones.

Los análisis propuestos son útiles para evidenciar si, en consonancia con la importancia de las tareas de cuidados para el mantenimiento de la vida, y de la dedicación y el tiempo que conllevan, se han proporcionado espacios adecuados y confortables para su realización. Además, la visibilización de estas tareas no solo mejora la vida cotidiana de las personas que las realizan, sino que ayudan a construir hábitats más inclusivos, eficientes e igualitarios. Decía Gramsci (2018), que un sistema se hace hegemónico no cuando se adueña del poder económico y político, sino cuando se adueña de las formas y las categorías con las que pensamos y actuamos en el mundo. En este sentido tenemos una

formidable oportunidad de utilizar la arquitectura como herramienta para disputar esa hegemonía capitalista y patriarcal imperante, para recomponer y reconfigurar los espacios desde una perspectiva feminista y transformadora de las realidades sociales que consideramos injustas.

Referencias.

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