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Mujeres Mayores

Mujeres cosmopolitas.

Ara González Cabrera.

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Las nuevas mayores.

Frente al imaginario de épocas pasadas, en la actualidad emerge un nuevo modelo de mujer mayor activa, culta y dinámica. Tomemos como ejemplo a Lyn Slater, Instagramer que proyecta a través de su cuenta una imagen de mujer contemporánea. Se define a sí misma como “Seductora y romántica. (...) Crecientemente experimental y abierta a la serendipia.” Bernice Neugarten, acuñó el término joven-viejo (“Young-old”) en 1974, evidenciando la aparición de una etapa de transición entre la edad adulta y la ancianidad (“Old-old”) . La arquitectura de los Young-old, es la arquitectura del disfrute, sustentada por los ahorros de toda una vida y dilatada por el aumento de la longevidad. Por el contrario, la arquitectura de los Old-old, es la arquitectura del cuidado. La tendencia a la individualidad propia del siglo XXI tiene visibilidad en la población mayor. De entre las personas que viven solas en España, 1,8 millones son mayores de 65 años, y la mayoría son mujeres . Muchas están solas por elección, tienden a fortalecer los lazos sociales, y quieren envejecer en sus casas.

Fig. 1 Instagram de “Iconaccidental” (67 años). Dibujo de la autora.

Fig. 2 Personas que viven solas mayores de 65. Fuente: IMSERSO 2014

Fig. 3 Diferencia entre hombres y mujeres por grupo de edad. Fuente: INEBASE 2014REFLEXIONES

Domesticidad expandida.

Raquel es una auténtica Young-old, que percibe la jubilación de manera muy positiva: “con la jubilación lo que consigues es recuperar, si alguna vez la he tenido, la libertad.” Separada desde hace años, empezó a vivir sola cuando su hijo se independizó. Ahora, libre de preocupaciones, vive una nueva etapa enfocada al disfrute. Hace hincapié en la importancia de recuperar el control y la gestión de su propio tiempo. Frente a la vivienda única para toda una vida, una multiplicidad de cuartos propios facilitan el movimiento por el territorio en busca de ocio, descanso y buena temperatura. Cuenta con un apartamento en Madrid, vinculado a su hijo; un loft en Burgos, en el cual junta a todos los hermanos; y un apartamento en Cádiz, que considera “el futuro” de su jubilación. Todas son viviendas versátiles, con habitaciones vacantes, fijas o flexibles, para acoger invitados. La deslocalización espacial es en gran medida posible gracias a las tecnologías. La ventana digital conecta con los seres queridos en la distancia (Zafra, 2010). La arquitectura se readapta para socializar en el mundo real. Los cuartos propios autogestionados permiten alcanzar la idiorritmia: el equilibrio entre la soledad y 265

Pensando en el futuro, repudia la idea de residencia de ancianos, y confía en poder seguir viviendo en casa con ayuda de un robot. “Creo que es lo mejor. Un robot que tenga paciencia contigo, que una persona no la va a tener.” Le gusta estar en la ciudad. Vivir en el centro y pasear. Sabe que con el tiempo dejará el deporte por el paseo. La deriva urbana es el deporte de las mayores metropolitanas.

Fig. 4 Raquel. Fuente: Entrevista. Dibujo de la autora

Fig. 5 Las viviendas de Raquel. Fuente: entrevista. Dibujos de la autora

Fig. 6 Chamberí, el barrio de Raquel. Fuente: dibujo de la autora

Fig. 7 La vivienda de Soledad. Fuente: Entrevista. Dibujo de la autora

A través de una domesticidad ampliada Raquel teje lazos. En este sentido, la posibilidad de moverse libremente es “una seña de identidad relacionada todavía con un estatus social” (…) una “geometría del poder de la espacialidad posmoderna.”

Domesticidad centrípeta.

Soledad es una mujer Old-old de 93 años. Vive en Madrid acompañada de una estudiante y una asistenta. Al recorrer la vivienda , me habla de los distintos usos que han tenido las habitaciones a lo largo del tiempo: “Los cambios han sido por las necesidades de quien había, no por mí”.

La relación entre Alicia, estudiante, y ella es de compañeras de piso. A Soledad le gusta sentir su presencia en casa, especialmente cuando canta o toca el piano, pero sus rutinas son totalmente independientes.

Recuerda alguna temporada en la que ha vivido en casa de alguno de sus hijos, que viven en las afueras, y allí enseguida se aburre. Ella prefiere el barrio en el que vive, tener cerca cafeterías, supermercados, o incluso el hospital, por si pasa algo.

Al preguntar sobre la posibilidad de trasladarse algún día a una residencia, ella responde con desagrado: “Yo... no se... Yo en mi casa (…) El día que no pueda ya… Pero mientras pueda, prefiero quedarme en casa.” La vivienda tiene mucha importancia, “ha pasado por todo”; pero también los objetos. Su casa son fragmentos de una vida… “cumple las condiciones sugeridas por Marc Augé para ser considerado como un lugar: es identitario (…); es relacional y favorece la correspondencia social” (…) “tiene historia, contiene recuerdos.” Le pregunto qué objetos se llevaría

Fig. 8 La vivienda de Soledad. Fuente: Entrevista, dibujo de la autora

Fig. 9 Vallehermoso, el barrio de Soledad. Fuente: dibujo de la autora

consigo para poder considerar a otro lugar su hogar: “Uy… para mi todos son… todo son recuerdos.” ¿Nada podría faltar? “No… todo me dolería…” Las fotografías enmarcadas evocan a personas, desvelando una densa red de cuidados y atención. La vida pivota en torno a una domesticidad replegada, a la que acude la red de apoyos. La arquitectura actúa como una fuerza centrípeta que tiene a la mujer mayor, y su bienestar, en el centro.

El envejecimiento como proyecto.

En tiempos pasados, la casa era el espacio de aprendizaje entre generaciones. La cocina el espacio mágico en el que la abuela transmitía su conocimiento. Pero las abuelas ya no están sólo en casa, están en la ciudad. También están en las redes. El espacio doméstico del aprendizaje se amplía. Las nuevas mayores generan un modelo a seguir, redefiniendo cuestiones relativas a la vejez, la belleza y la libertad. La utopía del vivir-juntos idiorrítmico soñado por Barthes transmuta en la utopía del vivir-solas conectadas. El número de personas que conforman esta forma de vivir es indefinido, pero sí es importante la distancia crítica, que permita equilibrar autonomía y contactos sociales, sin caer en el olvido o la desconexión. Si en otras épocas la razón de ser de la mujer (mayor) era el cuidado de los otros, en la contemporaneidad, también el cuidado propio cobra protagonismo. El cuerpo y la forma de envejecer se convierten en proyecto. No es una cuestión de tendencia, sino de necesidad. Los modos de vida de las mayores metropolitanas hablan de creatividad. El espacio doméstico se convierte en aliado, adaptándose a las situaciones vitales. La mujer mayor reivindica un cuarto propio autogestionado para el envejecimiento.

Referencias.

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Fórcola Ediciones

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