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Elkarrizketa
Belén Berango
Nos deja nuestra cocinera tras 48 años de trabajo
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Belén Berango es la persona que más años ha trabajado en la ikastola. El pasado mes de abril dejó para siempre cazos, ollas y otros aperos de la cocina y en mayo pudimos despedirla como es debido en el homenaje del Día de la Ikastola; pero antes, hemos querido entrevistar a esta persona que tanto ha vivido y aportado a nuestra comunidad educativa.
Un total de 48 años en la ikastola. ¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza al pensar en ello?
Pues, que supone toda mi vida. Casi mi infancia, porque empecé a trabajar con 14 años. El 2 de noviembre de 1973. Yo estaba más con los frailes, pero había ya gente que empezaba a trabajar para la ikastola. Con los niños en el patio, ayudando…
Teniendo en cuenta que la ikastola tiene 56 años, de los cuales tú has trabajado 48 ¿qué diferencia crees que hay entre la ikastola de entonces y la de ahora?
Veo todo muy-muy diferente. En el día a día no te parece que se de tanto cambio pero hay muchas diferencias. La cocina es la misma, porque se trata de cocinar y servir, pero ha ido cambiando todo, lógicamente. A mí me tuvieron que enseñar a trabajar. Imagínate, tenía 14 años. Aquí he aprendido una profesión. Y también he conocido a muchísima gente que me ha enseñado a trabajar y también a vivir.
Sobre todo cuando eras más joven, claro.
Sí, cuando empecé había gente bastante mayor que yo que me decía una serie de cosas que entonces no comprendía. Con el tiempo he visto que tenían mucha razón. Me parecía que no iba a cambiar nada, pero hay muchas cosas que he vivido y que han cambiado. Me da pena, porque yo lo he vivido de otra manera y tengo que reconocer que, a veces, me ha costado asimilar esos cambios.
¿A qué tipo de cambios te refieres?
Para empezar, la forma de educar. No la pongo en cuestión, porque estoy segura de que los cambios que se han hecho son para bien, pero hay algunas cosas que creo que se han perdido un poco: el respeto, la forma de hablar, la forma de comportarse… Miro hacia atrás, veo esos cambios y me cuesta asimilarlos. No quisiera que se me viese como alguien mayor que cree que todo lo pasado fue mejor, lo que digo es que hay valores como el respeto que creo que se están perdiendo.
Y en la manera de trabajar ¿qué cambios destacarías?
Hemos evolucionado muchísimo. Imagínate: yo podía estar tres o cuatro horas pelando patatas y haciendo croquetas o albóndigas a mano. Ahora el material de trabajo que tenemos no tiene nada que ver: los hornos, los armarios… Hemos adelantado muchísimo.
¿Y el tema de las intolerancias también habrá supuesto un gran cambio?
Recuerdo que cuando empezamos con los diabéticos, teníamos como mucho dos casos. De eso hará unos 30 años. Luego comenzó el tema de la celiaquía, poco a poco. Pero lo de hoy en día es el polo opuesto. Ahora hay un montón de casos con necesidades alimentarias especiales. Claro, antes tampoco se conocía mucho y por eso no se detectaban, probablemente. Pero también pienso que hay algo que como sociedad no estamos haciendo bien en todo esto. En la cocina, ahora hay que tener muchísimo cuidado y control. No puede caer ni una miga... Es complicado…
Hubo un momento en el que os tocó convivir a profesionales que veniais del Verbo Divino y otros recién incorporados a la ikastola. La gobernanta Charo Adot, el cocinero Paco Andueza… ¿Qué recuerdos te trae todo esto?
Sí, trabajé con ambos. Desde el principio siempre hubo bastante buena convivencia. Rosi y yo somos las últimas que quedamos de esa generación que venía del Verbo Divino. Pero siempre nos llevamos muy bien. Nuestro problema era el euskera, que no sabíamos. Y como no sabíamos, pues no podíamos hacer ciertas cosas. Cuando íbamos a reuniones a veces me sentía mal, porque no quería que la gente se cambiara al castellano por mí. Estuve aprendiendo euskera durante tres años en Barañain, pero para mí era muy complicado. Podía y puedo entender bastante, pero me cuesta mucho arrancar a hablar.
Has mencionado a Rosi Otxoa, recientemente jubilada y tu compañera en la cocina, durante muchos años.
Yo he convivido con Rosi más que con mi familia. Llevamos juntas toda la vida. Además las dos veníamos del Verbo
Divino. Nos hemos llevado siempre muy-muy bien. Antes éramos todos como una familia.
Eso se cuenta. Por lo visto, los almuerzos de profesores y profesoras eran con huevos y chistorra…
Antes de la hora de comer, cuando salían los profesores, comían de cine. Paco tenía muy buena relación con el profesorado y les sacaba de todo. Yo pensaba: ¿En qué sitio se les cuida así? En ese sentido, las cosas han cambiado, pero pienso que se nos sigue cuidando muy bien a los trabajadores en ikastola. Cuando alguien se queja, francamente, no lo puedo entender. Creo que es un privilegio el servicio de comedor que se ofrece.
En la manera de trabajar en el comedor, también habrás notado grandes cambios…
Creo que se ha intentado dar mucha importancia a la alimentación y eso está bien. Pero también me he decepcionado un poco. Al principio hacíamos los menús a mano, intentado que fueran diversos, procurando que hubiera algo que les
gustaba con algo que no tanto… Porque la consigna era que tenían que comer de todo. Pero con los cambios que se han dado a nivel educativo, creo que eso ha cambiado y cada vez comen menos. Creo que, efectivamente, no podemos obligar a comer, pero hay que trabajar otros aspectos. Los pequeños comen muy bien, hasta 5º de Primaria, pero después empiezan a comer fatal. Creo que habría que hacer un trabajo con estas edades. Y también me gustaría que los padres y madres vieran cómo se comportan, a veces. Y es que creo que la educación a ese nivel hay que hacerla también desde casa. Aprender a valorar la comida, una buena alimentación…
También has conocido épocas en las que todo el alumnado comía en el comedor y volvía a clase.
Sí, y también era todo más familiar, integrado en la dinámica de la ikastola. Claro, no había tantos niños y había profesores muy implicados en el comedor. De hecho, hace años la costumbre era que el profesorado ayudará a poner la mesa, el agua… Pero hoy en día es más complicado. No llegan a todo. Entonces también había madres que venían a trabajar como cuidadoras de autobús o a ayudar en el comedor, y que lo hacían para ayudar, en auzolan. En general, creo que las familias participaban mucho más y sentíamos que la ikastola era como más nuestra.
Y, de los cambios que has vivido en la ikastola, en general, ¿cuáles te parecen más relevantes?
Ahora está todo más estructurado. Antes éramos una familia y ahora cada vez hay grupos más especializados. Pero me parece lógico. Antes éramos cien y ahora mil. He vivido lo otro, y me da pena haberlo perdido, pero lo entiendo perfectamente. Además, también creo que habrá pocos centros como la ikastola. Si tienes algún problema lo puedes hablar con mucha gente. Es de agradecer y en eso no hemos cambiado tanto. Nos comunicamos y, si hay algún problema, siempre hay alguien dispuesto a ayudar. Sobre todo, creo que siempre hemos intentado trabajar lo mejor posible. Además, somos cada uno de un pelo. He vivido en ikastola muchos años y tengo relación con todo tipo de personas. Docentes y no docentes. A nivel humano he sentido que éramos iguales. Desde mis vivencias, creo que la ikastola tiene cosas muy buenas, y luego ahí están los resultados. Si lo pongo en una balanza, me quedo más con todo lo bueno que he vivido que con lo malo.
¿Qué es lo que no te gustaría que cambiara?
Me gustaría que se siguiera trabajando como hasta ahora, en equipo, y que la gente se esforzara por estar bien. Si estás bien, casi no es trabajo. Me gustaría también que se siguiera reconociendo nuestro trabajo, porque no se trata solo de cocinar y servir, forma parte de un proyecto más grande. Y, antes de que se me olvide: me gustaría que la cocina siguiera estando donde está. He visitado otras cocinas y no hay otra igual. Tanto por la amplitud como por los grandes ventanales. Estás trabajando y ves a los niños y niñas en el patio jugando. Sientes que estás dentro de la ikastola, que formas parte de un proyecto.