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Víctor Argüelles
Víctor argüeLLes
tuxpan, Veracruz, 1973
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Maestro en Estudios de Arte y Literatura por la UAEM Morelos, Especialista en Literatura Mexicana del Siglo XX por la UAM Azcapotzalco y Licenciado en Artes Plásticas por la Universidad Veracruzana. Ha publicado en las revistas: El Búho, Opción, Nocturnario y Timonel, así como en las antologías: Raíces a una voz, IV° Encuentro de Poetas y Narradores José Rubén Romero (Editorial Namox, Tacámbaro, 2019), A donde la luz llegue, VI° Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes Jesús Gardea (Sangre ediciones, Chihuahua, 2018) y 43 poeti per Ayotzinapa (Edizioni Arcoiris, Italia, 2016). Autor del poemario Signos de espera (CDMX, 2018). Premio de poesía IV° Certamen Literario “Palabra en el viento” 2009, en Ecatepec, Estado de México.
La forma plástica del virus
A Iván, a Isaac… artistas.
I
En la víspera del fin, lo que nos confinó fueron los mensajes, fue el miedo que estuvo detrás antes que se decretaran las alarmas.
Lo que nos sigue confinando es ya costumbre: muchas horas frente al televisor, y la órbita desorientada de los ojos tras las excesivas transmisiones.
Desde dentro preferimos mirar hacia afuera. Ahora nuestras ventanas: los ojos y las fosas olfativas miran y huelen el encierro.
Cada quien lo lleva en su puerta clausurada, en su virus interno que tiene la forma exacta y el verde fluorescente de la corona con espinas.
II
Portarla es combatir el mal por encima de una palabra. Es tratar de salir ileso por pasillos que revientan.
El mal dura, y lo que perdura se queda en la mente anclada a figuras desconcertantes, como la forma grabada o lustrada; la que han dejado caer en la amenaza de todos los días.
La forma del virus cobra relevancia por su viscosidad, por su elástica anatomía. Y a ella te remites, y se remiten los noticieros, y se remite la impronta gráfica de los dibujantes, el prosista, el versificador, el curtidor de historias.
Mientras alguien más afila su discurso, su ensayo de muerte fúnebre con la estadística de los números rojos.
III
Al inicio preguntaba, ¿por qué 19? Si en 2019 se podía salir, festejar con los amigos, abrazarse, sentirse cerca del otro; aquél que ahora camina, llega a casa, y con gesto sorpresivo desinfecta su espacio y sus objetos: la moneda y la mano que la sostienen.
¿Por qué 19?, si en 2019 la proximidad con alguien no causaba estragos. Pero de un día a otro cambiaron las costumbres, los rituales frente a las cosas.
Los artefactos, los utensilios… modificaron las apariencias sus sentidos, sus razones en la transición del 19 al 20 | 20 19 | 20 20.
IV
El miedo no duerme, es un animal sigiloso que recorre las calles vacías.
Aquí nadie duerme…
Si los que están allá se debaten entre las delgadas líneas de los cables sobre sus dedos, los de acá trituran sus ansias y mascan la incertidumbre.
Más de alguno lleva la marca de la careta, la presión de los hilos del tapaboca y las ojeras como manchas de terrones negros cubriendo la orilla de las pozas de los ojos.
La noche no duerme para algunos, se prolonga como súplica en labios secos sin saliva.
No duermen… la eternidad blanca de las paredes y el azul celeste de los uniformes.
V
Desde que bajaron las cortinas y cerraron las ventanas, nadie sale… Los corazones se estrechan en silencio detrás de las puertas.
La nueva consigna en tiempos así es la distancia: un metro y medio es la medida.
Los nuevos dogmas se imponen y desde allá con brazos cruzados nos obligan a aceptarlos.
Aprendemos lecciones rápidas, a improvisar oficinas, a continuar con los debates.
En el camino hacia la meta, juré frente al panel con mis jueces digitales.
VI
Ahora que la adrenalina se va extinguiendo no existe el aire, y el incendio tiene que apagarse solo.
El cuerpo va aprendiendo a estar aislado, a mirar por la ventana desde arriba, a ocultar la radiación de los gérmenes, a sacudirse sin piedad las sospechas.
Cuando el tiempo no giraba su cara, nuestro libro aún no daba su vuelta de hoja, era normal el beso triturado, y el chasquido tronador bendecía la unión de los amantes.
Pero cerraron las puertas tempestivamente, y un 14 de febrero del 2020 fue el último chispazo.
Vino marzo, abril, mayo y junio... Después, vino muerte.
VII
Los que predijeron este desastre | los que se encargaron de anunciarlo | los de las falsas alarmas | los predicadores tras la puerta | los detectives del fin del mundo | los que compadecieron al hambriento |
los que esperan afuera | los que se ofrecieron su canto | los que lo escucharon | los apologistas dementes | los tragicómicos con memes | los que escribieron la pandemia | los que resistieron | los que ya no resistieron |
VIII
Lo que entiendo de la distancia es el pesar y el filo de la culpa cortándote por dentro.
Con tanta crueldad el día traza lo imprevisto, y es funesto enterarse de golpe que alguien querido ya no existe.
Te lamentas de los días derrochados sin mensajes que ofrecer, de los años que se fueron sin responder, sin hacer las «pases», sin dar ese «toque» que la red ofrece donde estamos agregados.
Es por ahí donde te enteras del inmenso obituario que se ha convertido el mundo, del inmenso dolor como un oleaje transportando la desolación del siglo.
Hay en ello, tristeza de los días que no regresarán a su principio.