VOLADAS presenta Especial “Siete palabras”
Año 3, nº 8
VOLADAS presenta Especial “Siete palabras”
Año 3, nº 8
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
Voces, palabras, miradas… LA travesía de Voladas ha querido lanzar un reto que fuese un verdadero desafío, siete palabras, una por cada integrante, que invitaran a las cavilaciones de todos los que, como grumetes, polizones o tripulación quisieran subir a bordo de esta embarcación de palabra impresa: amanecer, bucanero, cable, conjetura, doblar, entelequia y ojos Muchos han sido los que oyeron los cantos de sirena, pero tan solo cuatro han tenido reserva entre los camarotes de la edición impresa de Voladas, nº 8. Sin embargo, la calidad y la calidez de los participantes han hecho recapacitar a la tripulación y han botado esta pequeña plaquette para aposentar a la veintena de autores que han aceptado el desafío de las siete palabras. En los puestos destacados, los textos seleccionados para la revista, Gerardo Venteo, María Ascensión Marcelino Díaz, Feliciano Castaño Villar y Alejandro Cabrera Coronas. Después, por riguroso orden alfabético, el resto de los participantes en el reto. Muchas gracias, de parte de todo el equipo de Voladas, por tan generosa aportación. No podemos dejar de agradecer a Sergio M. Moreno Domínguez que, además de un texto para el concurso, nos regalara la ilustración que aparece en la portada.
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GERARDO VENTEO Entretanto DEJÓ que sonara. Lentamente, dobló el pico de la página y aplazó la lectura, la abandonó sin conciencia aún de lo que estaba ocurriendo. Al oír el mensaje, se desplomó en la butaca, la mano enredada en el cable del teléfono, los ojos suspendidos, desasistidos de la voluntad consciente. Aquella certeza se solidificaba tomando cuerpo como nada antes había logrado imponerse. Alguna vez soñó con volver a Marruecos, volver con Él a aquel espacio que ya pertenecía al lugar de sus sueños. Él formaba parte de aquel sueño, una entelequia sepultada por el azar y su propia incapacidad para tomar decisiones. Encendió el cigarrillo y apuró la botella de Capitán Bucanero, ese ron añejo con el que apaciguaba su naturaleza fantasiosa. Ahora se daba cuenta; toda su vida había sido una conjetura de propósitos sin intención, una fantasía incapaz de transgredir las fronteras de la realidad y tomar asiento. Cada mañana, al amanecer, sus deseos se diluían atomizados como la purpurina crepitante del polvo en [3]
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suspensión atravesando el haz de luz que penetraba el cristal de la ventana. Una parálisis consciente lo anclaba al sitio que ya no sabía si alguna vez perteneció. Ahora, la realidad se imponía, implacable. Conmocionado por la noticia, ni siquiera supo arrepentirse de no haber tomado la decisión en el momento oportuno. La certeza del tiempo, de repente cercenado, lo desamparó. Pasado y presente se revelaban deshechos en aquel istmo fatal. Su tiempo se había detenido sin propósito en aquel lugar que se vaciaba de contenido. Ya no podía volver atrás, pero tampoco sabía cómo andar los pasos siguientes. No fue capaz de pronunciar ni una sola lágrima. El extremo se había impuesto. Enajenado, inmovilizado por la noticia, se dejó vencer por la nada. No tuvo conciencia de cuánto tiempo estuvo absorto en aquel vacío. El teléfono sonaba impaciente. Alarmado, se apresuró a descolgarlo, una voz dijo su nombre pero no era Él. No respondió. Sonámbulo, sus pasos lo condujeron fuera de la habitación. Pero no más allá. GERARDO VENTEO
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Mª ASCENSIÓN MARCELINO DÍAZ Siete palabras DICEN que todo está escrito, que el mar de la poesía está infestado de botes salvavidas y de botellas de oxígeno, pero cuando abro las ventanas, los aires destilan conjeturas que ponen en duda un paisaje agotado, transido de hastío, de trillado trigo, de versos que no son versos, de máscaras y configuraciones que sestean a la sombra de vaguedades y lugares comunes. En el moscardón que vuela alrededor de mi sombrilla, o en la cuerda tercera de un concierto de alas batidas de violines invernales, descubro la respuesta a la pregunta que cada día enlazo a mis intuiciones: si no hay dios qué hay sino esta tierra que me inunda y ésta agua a la que me lanzo hecha de líneas atemporales concéntricas a un punto que puede ser tu risa, mi pecho, o el tiraje intercostal que me provoca tu mirada atenta. Mi palabra nace hablada, sus significantes pespuntean en mi lengua pugnando por parirse en el amanecer de una nueva idea y cosquillean el paladar cuando doblan sus raíces en significados que juegan con la luna y con tus [5]
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manos. En el lugar de los ojos de la inteligencia, allí donde las miro, absorta en la entelequia de sus cuerpos móviles, descubro nuevas verdades, océanos de signos transcritos en voces que como pájaros revolotean frenéticas alrededor de un cielo siempre nuevo. Yo no soy mundo, no soy pez, soy ave plateada, bucanera sin barco, sol y sombra de mi propia luz, exploradora de recuerdos que tiendan un puente entre el ayer y el mañana, para lanzar el cable que me lleve a mis flores, al bosque de mi niñez, a las calles, a la nieve sucia de mis primeros gritos, de mis primeros juegos, a las cuestas que llevan a más cuestas, al rubio de tu pelo liso, a la vejez de la anciana rosa. Siete palabras, cantadas, acariciadas, mecidas en la garganta para que surjan sanas, sedosas, siete razones para tejer mallas, coger lombrices y pescar atunes, saborear el vino bebido de tu boca, y seguir construyendo buques, surcar espacios infinitos y esperar que la metáfora transforme mis brazos en alas. Dicen. MARÍA ASCENSIÓN MARCELINO DÍAZ
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FELICIANO CASTAÑO VILLAR Pero vuelve a amanecer otro día AL principio quieres descubrir el mundo, después sientes todo lo que agarra y no acaricia, entonces, desde la necesidad o el deseo te esfuerzas en comprender el mundo y hacerlo algo más amable, hermoso, sin entelequias ni conjeturas. La inteligencia y sensibilidad puesta en las manos, con el arte-sano de la escucha y el paso a paso cuidado. Sin saberlo, unos ojos predadores [7]
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reparan en tu empeño, y tu carne se hace humana, frágil, lastimándose contra el muro. Es la hora de recordarte que no eres ese bucanero que se enfrenta a cualquiera; sudas, sangras, supuras. Una voz te dice: No has de volver a vivir con los escombros del pasado. Y aunque pasen los años no te conformas con dejar el tabaco, comer equilibradamente o hacer ejercicio cada día. Eso sí, ya no guardas cada entrada de cine, pase de teatro o concierto, ya no coleccionas esas dobladas servilletas de bares, ni escribes aquellas cartas escritas a pulso en el calor de los Sures. Pero vuelve a amanecer otro día: [8]
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así de previsible y así de fortuito. Antes del mediodía respiras el aire nuevo, paseando con demora por lo que eres; no somos nada, te dices, pero sabes que esa nada es todo, e imaginas una vida más viva, y lo esculpes sin quererlo en el cuerpo. Una voz te dice: En ti y en nosotros está el futuro, no hay vosotros, “en ti y en no-so-tros”. Y aunque pasen los años no te conformas con celebrar la felicidad de los tuyos o cerrar los pagos sin deudas. Eso sí, ya gastaste toda esperanza con el gobierno, y como el cable de tu teléfono [9]
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resistes tenaz a no acristalarte en una ruina de número y autobombo. Te afirmas descentrándote cada día, cediendo la palabra, el gesto, abandonas al sujeto de enunciación favorecida. Joven ensayas en otros lugares, también tuyos, viejo con convencimiento. No aguardas la espera de nadie, tu casa está abierta y en la noche el descanso es silencio. Pero vuelve a amanecer otro día: así de previsible y así de fortuito. FELICIANO CASTAÑO VILLAR
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ALEJANDRO CABRERA CORONAS La sinceridad de Eros (Canción) HOY aspiro a una asunción de tu piel casi dormida. No me guían presunción ni decadencias: simplemente me remito a la indecencia de pretender ser hermoso bucanero de tu almohada, a fin de robarte el alma (no te la debo rogar: pertenece en exclusiva a tu breve biografía). Ni pirata, ni corsario, ni acaso filibustero: sólo un vulgar pendenciero de ultramar, velero herido. El deseo se hace niebla ante tus ojos agotados de esperar en desespero una canción, unos versos [11]
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que te hablen de un amor que no poseo: es este mi corazón para ti, sinrazón mía, una entelequia dormida, un duermevela bebido, una mentira piadosa, un sueño que nunca llega. Yo no puedo replegar ni doblar después las velas, cuidadoso, de mi nave ingobernable tras mis largas travesías (atrapado por la carne en rebeldía, nunca arriban a puertos bien ordenados –amaneceres ansiados o piedades pretendidas–). No te agarres, pues, al cable de una vieja telaraña que es de todos, según rezan, y que a nadie pertenece (certifico esta verdad). Lanzo un beso sin amor a los laureles: [12]
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la libertad no conoce precio, ni lo necesita, y a ella doy mástil y día. Tu embeleso es aventura improcedente: soy el chófer de mi propio pasajero, capitán, y patrón, y grumete de una gris tripulación que conjetura con la sal y las medusas nunca vivas y que, aspirante a vivir, se conforma con tu cuerpo que aún respira.
ALEJANDRO CABRERA CORONAS
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VALENTÍN ALMENTA VALVERDE Despropósitos REPARÓ que no tenía nada para desayunar al día siguiente. Decidió ir al supermercado de la esquina. Entró, avanzó por el pasillo central. Dobló el tercer pasillo hasta situarse en la zona donde se hallaban expuestos los productos de bollería industrial. De pronto, sus ojos se detuvieron en uno de aquellos pastelitos envueltos en plástico rotulado con llamativas letras “Bucanero”. Sin darse cuenta, aquella imagen lo trasladó a un momento de su infancia. Se quedó paralizado y una sonrisa se le dibujó en los labios. Sin saber cómo, en su mente se agolpaban retazos incompletos de una infancia feliz. Dubitativo, se preguntó si debía o no coger el paquete de tres. Se debatía en una retahíla de conjeturas: tal vez el sabor no fuera el mismo y posiblemente lo decepcionara. Con uno bastaría para saciar el deseo repentino de volver a probarlos pero, tres, tal vez fueran demasiados. Hacía tiempo que había decidido no volver a consumir ese tipo de productos que según se decía, eran puro colesterol [15]
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fabricados a base de aceites saturados y un catálogo innumerable de conservantes, estabilizantes y aromas. Sin embargo, por una vez, tampoco iba a ocurrir nada y, de paso, saciaba su curiosidad. Tantas cosas debía hacer, tantas, que una pereza sutil anegaba su voluntad impidiéndole afrontar con decisión una vida sana y saludable. Pasado el verano, llegaba septiembre cargado de buenos propósitos de la enmienda que, semana a semana, iba aplazando. Las tareas pendientes crecían, la decisión de abordar los retos se dilataba amparada en una intención vaga que no era capaz de fijar de forma determinante. Ocurría cada año. Sabía que debía modificar hábitos. Pero, aquello, parecía tarea imposible, una entelequia a la que le faltaba una verdadera voluntad para abordar la tarea. Cada día, aplazaba el amanecer de un nuevo estilo de vida. Continuamente se justificaba pensando: Si al menos alguien le echara un cable y lo animara en ese cambio que necesitaba, si al menos tuviera algún cómplice que lo acompañara, tal vez sería más fácil. Pero, aquella tarde, decidió volver a tener 8 años. VALENTÍN ALMENTA VALVERDE [16]
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EMILIO CAMPOS RUIZ Un día gris ABRIR los ojos y comenzar a sentir, sin más conjeturas propias que el propio sentimiento, que va a ser un día gris. No sabes explicar por qué sientes la necesidad de llorar, pero no hay mayor entelequia que la propia realidad. A veces sientes que un bucanero te robó las ganas de vivir, pero cuando todo esto pasa, lo mejor es volver a cerrar los ojos y desear ser feliz, este deseo es un cable cargado de corriente que se transporta por cada poro de tu piel. Vuelvo a cerrar los ojos. Imagino un amanecer, cuántos colores lo forman, creo el sonido de un piano que me hace soñar soñando un día especial, no hay más conjeturas que las que yo mismo creo en ese instante, no hay más motivos para ser feliz que querer serlo. Y ahora, al abrir mis ojos, veo dibujarse en mi rostro una leve sonrisa, veo cómo esas ganas de llorar se convierten en deseos de reír, todos los huesos contraídos se doblaron, vuelven a tener vida propia y deciden dónde y cómo estar posicionados. [17]
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En dos minutos comienza el día, no sé si será gris o claro, pero no será al despertar cuando decida, prefiero no ser yo quien lo condene antes de nacer sin más al fracaso. Porque la única forma ganar es habiendo perdido, decido a arriesgar y comenzar de nuevo. EMILIO CAMPOS RUIZ
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LOURDES COUÑAGO MORA Antillas Holandesas Año de Nuestro Señor 1765 ESTAS serán mis últimas palabras porque sé que voy a morir. Tres semanas ya que, tirando de cable y levando anclas, salimos de tierra firme con la misión de encontrar el barco bucanero desaparecido en algún lugar cerca del Mar Caribe. Eran muchas las conjeturas que sonaban por los bares del puerto de La Española pero la única realidad es que las naves que por allí pasan, no vuelven, ni llegan a lugar alguno. ¿Qué ocurre con ellas, que ni maderas aparecen? Se pagan buenos doblones por ir en su busca pero faltan valientes, sobran borrachos y cobardes y no seremos mis hombres ni yo quienes caigamos en tal desmán. Por eso aceptamos esta misión, maldita sea la hora, que lo vivido desde este amanecer no vale ni el capital ni la honra. Porque la realidad es la que es. Despuntando el nuevo día, una densa niebla de color gris se fue acercando a nosotros. Casi todos mis hombres se taparon los oídos [19]
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horrorizados, gritando algo sobre un sonido espectral que sólo ellos podían escuchar, sonido de brujas, de demonios, que hizo que, entrando en la locura, se tiraran a la mar. Otros les siguieron. ¡¡Entelequia!!, diría cualquier hombre cabal al que le contara los sonidos que provienen de esa niebla que apareció de repente. ¡¡Mentira!!, soltarían al contarles que perdí el control sobre mi nave, como si una mano la atrajera sin remedio hacia la misma boca del infierno. Y la niebla se acerca. Procedo a doblar estas hojas por si alguien las encuentra y dan luz a lo que aquí ocurre. Pienso en los ojos de mi esposa, doña Mercedes, que me espera con nuestros hijos, esos ojos que quedaron presos de los míos desde casi niños y ahora serán mi consuelo. Firmo esta carta, Don Javier de Gallego y Dueñas, comandante de “La Dorada” Nos adentramos en la niebla. Que Dios Nuestro Señor nos asista. “Javiiiiiii ¿otra vez en las nubes, ideando historias para Voladas? Que se enfría la cena, hijo.” “Voyy, mi señora, digooo Mercedes.” LOURDES COUÑAGO MORA [20]
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ROSA FREYRE DEL HOYO La apuesta –O sea, encanto, que llevamos juntos dos años, con sus días y sus noches, nunca me has pedido que dedique mi tiempo a un capricho tuyo, es más, sabes que soy bastante tozudo, o sea, que no se te ocurriría, y aun así, piensas, remotamente, que puedes hacer de mí lo que quieras, y en cualquier momento. – Por supuesto, solo que si no te apetece que te lo demuestre, pues paso de ello. Yo soy consciente de hasta donde alcanza “mi poder”, y eso, amén de ser suficiente para mí, pues que me encanta, vamos. –Vaya, pues mira por donde, por una vez, te animo a que me lo demuestres. –De acuerdo, empieza el experimento: voy a “direccionar tus neuronas”, por pocas que sean – perdona, cielo, es una broma-, al menos son de calidad, durante al menos diez minutos, no te doy más tiempo, hacia la resolución de una más que sencilla tarea, a la que te entregarás en cuerpo y alma. –Já, eso no te lo crees ni tú. [21]
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– ¿Apuestas algo? –Mira que me está picando la curiosidad, ¿de qué se trata? –Pues, pongo en marcha el reloj; ¿ves esta sopa de letras?, tienes diez minutos para buscar en ella siete palabras. – ¿Siete palabras?, bueno, me dirás, al menos, las que tengo que encontrar. –Por supuesto, aquí que van, así que toma nota, que no te lo voy a repetir: cable, entelequia, conjetura, ojos, bucanero, amanecer y doblar. –Todo eso, y ¿en solo diez minutos? –Pues sí, te puedo dar un pequeño margen de cinco minutos más, si tanta dificultad te supone. –Y qué salgo yo ganando con toda esta ocurrencia tuya. –Pues chico, hoy es domingo, acabamos de desayunar, y no tenemos nada que hacer en todo el día, así que cuando termines “este asunto”, que no es más que un capricho mío, TE ESPERO EN LA CAMA. –HECHO. ROSA FREYRE DEL HOYO
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ROSA FREYRE DEL HOYO La "profe" de lengua VAYA, de nuevo la "profe" de Lengua me ha "dado" el "finde ". No se le ocurre otra cosa mejor a esta señora, –mujer tenía que ser– que pedirnos redactemos un texto. Y entre mil y un temas, ella no puede escoger uno sencillito, no; por ejemplo: la primavera, que ya ha entrado e inspira mucho a los poetas, o qué es lo que más te gusta hacer, que siempre ha sido un tema habitual en las redacciones que yo hacía de pequeño. Le da por indicarnos siete palabras, que no tienen nada que ver una con otra, al menos eso creo, y con ellas, pues a hacer una redacción. Y, para colmo, y como premio "literario", la mejor de todas se lleva una versión ilustrada de "El Quijote". Que detalle el de la "profe". La falta que me hace, precisamente estaba pensado en comprar una. Pues sí que está bien la cosa. Alguna que otra de las palabras que nos propone, la conozco, sé lo que significa, cable, el eléctrico, de toda la vida, ojos, faltaría más, de los que tengo dos, de color [23]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
verde –molan a mi chica–, amanecer... bueno... he visto o he creído ver tantos, después de noches de discotecas…, y bucanero, que es algo parecido a un pirata, más o menos, aunque suena como más poético. Por doblar, otra de sus palabras, yo doblo cualquier cosa, menos la ropa limpia, según mi madre. Ahora bien, entelequia y conjetura, ésas no las he visto escritas en mi vida, ni en facebook, ni en twitter, ni en whatssapp. De nuevo, a recurrir a "wikipedia", aunque así, a primera vista, creo que me va a resultar complicado eso de "meterlas" en una redacción. Bueno, por el momento, ya he hecho algo, pensar. Mañana será otro día, y veré qué se me ocurre. Maldita mujer ésta, pero si para entenderse no hacen falta tantas palabras. Vamos digo yo, que lo que cuenta es la voluntad. ROSA FREYRE DEL HOYO
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FRANCISCA GÓMEZ ROMERO Crónica de un diario AQUELLA mañana, apenas sin fuerzas, escribió: “Amanecer del segundo día. La noche anterior conocimos la ferocidad del mar. Hemos vivido el peor de los infiernos y su desesperación, hemos librado la peor de las batallas. Asistimos a la ira del cielo que estallaba atronadora sobre la embarcación sembrando la desesperación y el pánico en la tripulación. Interminables horas de agonía se han sucedido sin descanso, a cual peor que la anterior. Varios de mis bucaneros yacen sin vida sobre la cubierta. Al fin reina la calma. Mis ojos incrédulos aun no pueden comprender tanta desolación. Las guías de los cables que sujetaban las velas a los mástiles, fueron arrancadas de cuajo. Hemos perdido las velas. En este momento navegamos rumbo a una deriva incierta. Algunos de mis hombres se afanan en reparar la vía de agua que abierta en la bodega. Que el cielo nos ampare.” [25]
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Cuando terminó de redactar la última frase de aquella crónica en el diario de navegación, dobló el cuaderno. No cabían conjeturas. Aquel desastre los devolvería al infierno de la agonía y la muerte final. La desesperación del Capitán poco a poco se amansó como la seda sintiendo que su destino se había cumplido. En aquel momento, un atisbo de esperanza descendió veloz e impetuoso hasta el camarote donde yacía aquel hombre atribulado por la desdicha. Uno de sus hombres avistó tierra y lo anunció propagando la noticia del descubrimiento con grandes voces que anunciaban la luz de una esperanza, tal vez la única. Había que confiar que la corriente del mar condujera el Galeón hasta la costa. En el cuerpo y la mente del Capitán exhausto, de pronto, surgió la razón de algo parecido a una entelequia, un sueño que tal vez les permitiera seguir con vida y relatar lo acontecido en el último de sus viajes. FRANCISCA GÓMEZ ROMERO
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ÁLVARO GUILLÉN GALLERO Un sueño… NO recuerdo muy bien qué día era, pero sí que hacía frío. Me costaba abrir los ojos, pues había dormido profundamente. Había soñado que me encontraba inmerso en una gran aventura que me hacía ir de un lado a otro del mundo a través del tiempo. Poco a poco fui abriendo los ojos y lo primero que vieron fue el azul intenso del mar Mediterráneo. Tanta belleza era difícil de definir, hasta el punto que me dejé llevar por mi imaginación, que me trasladó al instante a la antigua Grecia. Me sorprendió ver que un hombre, vestido con una túnica blanca y con barba, se acercaba despacio hacia mí y me susurraba una y otra vez “entelequia, entelequia…”. Su cara me sonaba, pero ¿de qué? De pronto, caí en la cuenta de que era el mismísimo Aristóteles. De un salto me levanté pensando que me estaba volviendo loco, pues estaba convencido de estar despierto. Del sobresalto arranqué el cable del despertador al doblar el cuerpo. En ese momento,
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comprendí que estaba en mi cama. Volví a cerrar los ojos con fuerza y caí de nuevo en un profundo sueño. Al cabo un rato, me despertaron los gritos de un hombre que me daba patadas, mientras me ordenaba que me levantase y me insultaba llamándome gandul. No podía ser, estaba en un barco navegando por aguas del mar Caribe y era un bucanero quien me increpaba, y ¡yo era otro bucanero! Me miraba atónito los ropajes que vestía y, sin casi poder reaccionar, me vi inmerso en una batalla sin cuartel para asaltar una isla habitada por una colonia francesa de criadores de vacas y cerdos. Definitivamente llegué a la conjetura de que se me había ido la cabeza. Zarpamos de nuevo rumbo a una nueva aventura, o eso creía yo, porque con la brisa del mar y el atardecer, volví a caer en un profundo sueño del que desperté al amanecer, convencido de que volvería a dormirme y vivir otro episodio en un destino desconocido. Pero nada de eso. Estaba en mi habitación y mi madre, como cada día, me recordaba que eran las siete y media, mi padre preparaba el desayuno y mi hermano repasaba inglés. Por delante un nuevo día y con él, la aventura más importante y apasionante de todas: la mía, mi vida. ÁLVARO GUILLÉN GALLERO [28]
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GREGORIO JIMÉNEZ MARTÍNEZ ¡Espabila, Quillo! PERO, déjate de cuentos, chaval. Que no, que no me vengas ahora con historias de bucaneros, ¡joder!, y déjate de soñar de una vez por todas. Déjate de entelequias, telequias, reliquias de esas o, como quiera que se diga y, acaba de una vez por todas con el cuento, macho, que parece que te falta un hervor o no te has enterado de qué va la película, tío. Lo que hace falta es que te aclares y te dejes de marear la perdiz. O te lanzas o te olvidas, tío, así de claro te lo digo, macho. Anda, vente para acá y échame un cable que veo que llega la hora y no hemos acabado. Tú lo que debes hacer es poner los pies en el suelo y dejarte de darle tantas vueltas a la cabezas. Dejarte de conjeturas, pero, eso sí, aclárate antes de meterte en faena. Quíllo, ¡ten cuidado o te vas a dar con la lámpara, que vas como desnortao! ¿Qué ya te has dado? Estas acarajotao perdido, macho, joder, que parece que no tienes ojos en la cara. Tío, te lo digo en serio, nunca te he visto tan gilipollas. Vamos, venga, date prisa, que tengo ganas ya de dejar [29]
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esto terminado e irme a planchar la oreja. ¿Que necesitas un gancho? Ayúdate de los alicates y dobla un alambre de esos, que tienes menos idea que un corcho flotando. Mira, vente para acá que esto tiene que quedar listo antes de que amanezca. Déjate historias, en serio te lo digo, que lo que tú quieres no lo encuentras así como así. Me parece a mí que a ti lo que te pasa es que ves muchas películas. Lo que hace falta es que te aclares y te dejes de inquisiciones de esas, ¡coño, que no me sale la palabra, la vin! Disquisiciones, eso. Tú sí que sabes hablar, picha. O te lanzas o te olvidas, pero decídete de una puta vez, ¡cojones!, que pareces bobo, ¡ostias! Un romántico de esos y, eso, ya no se usa tío. ¡Espabila, quillo, espabila!
GREGORIO JIMÉNEZ MARTÍNEZ
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ÁNGEL MARAZUELA SANZ Elogio de la fantasía COMO cada noche antes de irse a dormir, Agustín se dirigió hasta la habitación de Ismael. Sobre la mesita de noche descansaba una novela infantil donde se narraban historias de bucaneros. Aquellos héroes del mar, proscritos de la ley, malvados, con terribles garfios como manos y sonoras patas de palo golpeando su cojera sobre la cubierta del barco, lo embargaban. El enorme parche negro para ocultar las cuencas vacías de sus ojos, perdidos en alguna de las batallas, lo asustaban y lo fascinaban al mismo tiempo. Aquellas historias del pasado donde se recreaban los fieros abordajes en alta mar, sobre la cubierta de enormes galeones, ensanchaban su fantasía infantil que viajaba por los confines de la historia más allá de los juegos de cada día. Agustín conocía la afición de Ismael por reproducir las historias sobre las que leía. Tal vez fuera una entelequia, una conjetura o, tal vez, un deseo anhelado; el padre soñaba con que su hijo, algún día, fuera el escritor que él nunca supo ser. [31]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
Ismael dormía plácidamente. Cada vez que asistía a esa escena, el padre lo miraba emocionado y, de repente, una ternura lo asistía sin reparos. Con suavidad, los labios de Agustín rozaron la frente de Ismael procurando no hacer nada que pudiera despertarlo. Antes de abandonar la habitación, el padre colocó el cable del interruptor de la lámpara al alcance de la mano de Ismael por si, a media noche, se despertaba agitado por la insolente presencia de alguna pesadilla. Al día siguiente, cuando amaneció, el niño volvió sobre las apasionantes aventuras de piratas. Ismael se entregaba con intensidad al placer de la lectura viviendo cada una de las aventuras. En aquella intimidad, el niño se sentía reconfortado y feliz. Transcurridos algunos minutos, escuchó la voz del padre que, desde la escalera, lo avisaba para que bajara a desayunar. Ismael, antes de cerrar el libro, dobló la página para continuar con la lectura a la vuelta del partido de fútbol que cada sábado jugaba con el equipo de su colegio, y bajó corriendo hasta la cocina. ÁNGEL MARAZUELA SANZ [32]
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MERY MÁRQUEZ CABALLERO COMO un cable bañado en silicona después de haber alumbrado París. Como el bucanero más temido de los mares atrapado en el Sáhara. Como un poeta obsesionado con la entelequia de una musa, cansado de inventarla y aguardarla, tras tocarla en sueños. Como una mariposa a la que un macabro científico ha vuelto a convertir en crisálida. Como unos ojos encerrados en una aséptica habitación, contemplando sus blancas y desnudas paredes, después de haber experimentado el síndrome de Stendhal. Como las canciones de Sabina después de romper con su “dama blanca”.
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Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
Como el disléxico que hacía conjeturas felices con un cupón que creyó premiado, después de visitar la administración de loterías. Como Drácula recordando las caricias del sol en su piel en el amanecer más rojo y más bonito del mundo. Como un clítoris impasible, marchito, inconmovible, después de doblarse de placer. Como lo tuyo y lo mío, no me pidas que sea tu amigo. MERY MÁRQUEZ CABALLERO
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Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
MERCEDES MÁRQUEZ PACHECO A tus ojos, lanzo mis cables de artificios. Y el bucanero de mis sueños, hace conjeturas de tus reflejos, para apoderarse de ellos; cual amanecer llenara de luces tu mirada, y descubriera la entelequia del doblaje de mis palabras.
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JOSÉ MEGÍAS GARZÓN ¡Al abordaje! RAYABA el día con el amanecer de tu mirada, a la vez tan cálida, dulce y errante, manifestando el brillo de aquellos tus ojos el ansia por comenzar un nuevo día y en el suave viento de la mañana, te llegaba un débil susurro cada vez más fuerte, el sonido de tambores lejanos anunciaban que habría batalla antes de la anochecida. Bucaneros enemigos, terribles corsarios y saqueadores de puertos, pueblos y navíos, en sus palos se izan altivas banderas de guerra, con gruesas maromas para el abordaje con un sinfín de cables que les hacen por su desordenado conjunto aún más temidos, no te caben conjeturas, no te hacen más falta otras señales ni indicios, ¡es un ataque! ¡Hay que doblar la munición a los artilleros!, ¡y que no les falte mecha a los gruesos cañones!, [36]
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¡sube al palo mayor vigía, mira allá en la distancia y advierte por tu bien que no se acorta!, ¡orientad todas las velas al viento!, ¡no dejéis que ni el más mínimo soplo se nos escape!, ¡y pedid, por lo que más queráis, que no amaine o habrá llegado nuestra última hora!. Sumido en esta entelequia que te hiere y te consume, sabiendo que su fin es apresarte, sopesando si os vale la pena pelear por continuar con aquellos vuestros sueños de gloria, es ahí que te levantas y clavas tu mirada en su porte y reconoces que él es el más fuerte, así, desesperado, ves que todo intento ya no vale, que la distancia poco a poco se evapora. Tu mundo perfecto se acaba, ya solo hay armonía en tu solitaria soledad de comandante, a pocas brazas tu orgullosa nave estará en su línea de tiro, con la certeza de ser hundida, no te quedan recursos para enfrentarte al tirano, ya no hay nada que del fin te salve, y decides con orgullo, virar y luchar de cara al temido, antes que dar por concluida la partida. JOSÉ MEJÍAS GARZÓN [37]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
SERGIO M. MORENO DOMÍNGUEZ Tras la ballena blanca. Como un niño travieso, el amanecer salta sobre el negro velero de la noche. Sus rayos son los pies de un bucanero que corre al abordaje de las sombras y deja tras su paso, colgando de las nubes, el oro del botín. La magia de sus luces me sorprende, perdido entre las letras de un poema, naufragando en las sílabas de un verso que se ha vuelto rebelde. Avanzo muy despacio, caminando entre hiatos y diptongos, como un equilibrista sobre el cable que cuelga entre los palos de un navío, de la vela mayor a la mesana. [38]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
Recojo las palabras con paciencia, de entre mis redes rotas, y las convierto en partes de mi barco, clavando con cuidado los acentos. Mientras observo absorto el horizonte, sobre la piel del mar salta una estrofa, solitaria, vibrante e inesperada. Giro a babor, tenso el arpón, y tiro sobre su blanco lomo. El verso es la entelequia de mis manos. Lo vuelvo a releer y me sorprendo; Escrito así, me suena hasta importante. Su soledad perfecta, tan desnuda, hace palidecer con su verdad al resto del poema. Las líneas puras de sus letras son el paralelo cero de este mapa. La línea divisoria que dobla, como un eje imaginario, las estróficas islas de mis versos. [39]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
Buceo con los ojos en la profundidad de su belleza, sintiéndome creador, aunque realmente sé que fue Aristóteles quien me hizo llegar a ésta conjetura. Como ya dijo el sabio: Querer ser, es el fin de la entelequia. Vivir, participando activamente, como motor y meta de una causa. Mis manos, sin saberlo, tienen el fin en sí, son al mismo tiempo árbol y semilla. Se vuelven el poema y quien lo escribe. El sol ya se levanta sobre el cielo, mientras la metafísica me atrapa entre mi propias redes. La noche se me fue, como otras tantas noches ya voladas, siguiendo a Moby Dick, sin darle caza. SERGIO M. MORENO DOMÍNGUEZ [40]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
ANA RODRÍGUEZ LÓPEZ Cuando ocurre que… CUANDO sientes que el amor se convierte en una entelequia que no sabes si has perseguido alguna vez pero que crees que jamás alcanzarás y a lo más que aspiras es a rozarlo con las yemas de los dedos anhelando que este roce cause algún escalofrío ocasional… Cuando sientes que las escasas personas que se acercan con aparente interés lo hacen como bucaneros furtivos, que únicamente buscan saquear una parte de ti durante un breve periodo de tiempo, sólo unas horas quizás… Cuando un amanecer compartido tras una noche en la que las horas pasan como minutos y jamás quiera ver la luz del sol se convierte en un sueño idealizado de dificultosa consecución… Cuando los ojos de las personas que miras dejan de ser espejos de sus almas para ser cristales impolutos en los que toda luz traspasa y ninguna refleja nada de ellos… Cuando te sientes tan expuesto que tienes la sensación de que cada persona que ha pasado por tu vida ha dejado [41]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
una enorme y sangrante cicatriz que nunca terminará de curar mientras que tú apenas has raspado sus pieles… Cuando cada conjetura futura que realizas de tu propia vida te parece sacada de una película de ciencia ficción con tintes de comedia romántica, tan irreal como empalagosa y que hace reír y llorar a partes iguales… Cuando sientes que tienes un pedazo de corazón tan libre por el vacío como pesado por el lastre que flota y se hunde alternativamente, señalando siempre su presencia, señalando esa ausencia, convirtiéndose en ocasiones casi en una necesidad el llenar al menos parte de ese vacío… Cuando a cada doblez que tú mismo realizas a ese corazón para que quede menos expuesto más parece oprimirte el pecho y dificultarte respirar… …Si ocurre de repente sientes que te debates entre la vida y un estado perennemente latente… como un cableado enfermo terminal que pacientemente espera su final… ANA RODRÍGUEZ LÓPEZ
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Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
ANA RODRÍGUEZ LÓPEZ AQUELLA mañana levantó de la cama de un salto al sonar su despertador, tropezando con el cable del cargador al que estaba enchufado su móvil, haciéndolo caer de la mesita de noche. “Maldita sea –se dijo–, incluso hoy.” Una vez recuperada del incidente, se dirigió al armario, cogió sus vaqueros favoritos, un jersey de lana rosa y se dirigió al aseo, de donde salió apenas minutos después perfectamente vestida, maquillada y peinada con una trenza. Cogió su parka marrón y salió a la calle, donde la noche y el día aún se rozaban creando el amanecer, su momento preferido del día. Dobló la esquina para dirigirse a la cafetería del barrio, pequeña, acogedora y lo suficientemente poco transitada como para que cada mañana deseara aquel momento de soledad en la esquina de la barra, mientras los camareros hacían conjeturas sobre ella y el motivo por el que se sentaba en el mismo rincón, sola, y con aquel rostro que reflejaba tristeza y miedo por igual, sin atreverse a preguntárselo. [43]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
“Debo parecerles realmente ridícula… Parecen buenas personas, aunque al principio me causaran impresión sus brazos, tan tatuados que apenas dejan ver piel… Malditos prejuicios… luciendo los tatuajes de un pasado bucanero de un velero al abordaje… me encanta esa canción de Sabina, quizás los camareros sean como bucaneros que quieren saquear mis pensamientos y por eso observan tanto, quizás podría contarles… Basta –se reprendió–, deja de perseguir entelequias, tus pensamientos no les importan… Dejó un billete y con un gesto a modo de despedida salió decidida a no volver nunca más. Giró la esquina de vuelta a casa y de repente un fuerte golpe en el pecho, vértigo y todo se nubló en su cabeza. No supo cuánto tiempo después abrió los ojos, aún aturdida, y comprendió que había tropezado y caído de espaldas. Cuando por fin pudo levantar la mirada para reincorporarse, lo vio… Reclinado junto a ella con aquellos enormes ojos marrones de largas pestañas mirándola fijamente con aquel rostro que incluso con semblante de preocupación parecía sonreírle… ¿Estás bien?, y en ese instante supo que jamás estaría sola… ANA RODRÍGUEZ LÓPEZ [44]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
PACO S. SAMPALO NO debería haber permitido que se alojaran aquí esta noche. Hay un dicho que dice que todo lo que ocurra después de las dos de la mañana no puede traer nada bueno. Pero, ¿qué otra opción tenía? La madrugada castigaba con su gélido aliento a ese padre y a su adormilada pequeña y no había siquiera un mísero motel como este en, al menos, cincuenta kilómetros. Me compadecí de ellos. Sentí que debía lanzarles el último cable de auxilio para que salieran indemnes de esa peligrosa corriente de tinieblas que los arrastraba demasiado lejos de los incipientes y seguros colores del amanecer. « ¿Qué hace un padre a estas horas con una criaturita en una remota carretera secundaria?» Pensé. Pero el angelical rostro de la niña me hizo olvidar las siniestras facciones bucaneras de su progenitor. Intenté no darle importancia; «Seguro que no es nada, pura entelequia de mi imaginación». Me repito a mí mismo con la convicción de un predicador carente de fe.
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Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
De repente, un escalofriante alarido seguido de un tremendo golpe, procedente de la habitación de esa familia, hace que me sobresalte. Después, sólo hay silencio; tan exquisito y fantasmal que da pavor… ¿Qué ha sido eso? Me estremezco. Tanto que siento mis entrañas doblarse sobre sí mismas. No dejo de darle vueltas y comienzo a tejer conjeturas que se forman sin remedio en el rincón más oscuro de mi alma. ¿Y si en realidad no son padre e hija? ¿Y si ese cerdo sin escrúpulos la ha raptado para hacerle Dios sabe qué maldad? Llamo a la policía inmediatamente, pero tardarán al menos veinte minutos en llegar desde el pueblo más cercano. No puedo dejar a esa pequeña a merced de ese demonio. Agarro un bate de béisbol que escondo en recepción para posibles emergencias que requieran de fuerza bruta, y con decisión enfilo el pasillo hasta la puerta del fondo. Introduzco la llave maestra y abro sin más contemplaciones. Y frente a mí aparece la niña mirándome ilesa con ojos extraños; sosteniendo una inocente sonrisa en sus labios y un sangriento cuchillo entre sus manos. PACO S. SAMPALO [46]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
FRANCISCO L. SÁNCHEZ Después de todo, alguna certeza LO sé, mis ojos no son los mismos. Esta es una certeza como antes fue el vigor del sexo o la juventud con sus entelequias intentando aproximarse a los años que estaban por venir. Un día amaneces y, sin darte cuenta, percibes que has doblado la esquina del tiempo. Has llegado donde una vez pensaste que podías estar. Nada es como habías imaginado. Te debates en conjeturas de lo que podía haber sido. De lo que quisiste y no pudiste. Los condicionales que no sucedieron porque otros condicionales se impusieron con sus accidentes. Miras alrededor, te detienes e improvisas un catálogo de sumas y restas y sabes que, antes o después, llegarás donde alguna vez no pensaste. Miras con nostalgia el pasado. Acuden las imágenes de un bálsamo delicioso. Te dejas llevar, bebes del néctar y convocas el escenario de aquellas aventuras de niños que, como los bucaneros de “La Isla del tesoro”, abordaban la pasión de cualquier aventura, siempre al límite. [47]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
Un cortocircuito de cables colapsa la placidez redentora de aquellos recuerdos. Otra vez esa punzada del dolor en el vientre hincando sus colmillos. Vuelves al presente. Piensas: aún estas. La carne, la materia, es objeto fungible; se transforma, se acaba y duele. La carne se atrinchera en sus dominios, hierve feroz y se deshace. La carne es una tautología, es algo que está y que, además de sentir, sabes. Ya no puedes salvarte. Definir el frío, su tacto, es difícil y presupone la ausencia de todo lo anterior; las hogueras. Pero está y lo has visto. A veces es la esquirla de una uña que nos rasca. Es tajante la regla y no contiene piedad. El número es solo, e igual a otro y aprende, pero es necesaria la suma para que el número se construya. La intersección que multiplica y arde. La única redención es lo que has aprendido en el camino, lo que has amado. FRANCISCO L. SÁNCHEZ
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Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
JUAN SOCUELLAMOS El Oficiante Prefiere las horas de la madrugada. El silencio de la noche comienza a diluirse. La perspectiva de lo que aún está por escribir se desliza por su conciencia encontrando el ánimo necesario para volver a emprender la tarea. Mientras prepara el café, percibe cómo un aliento íntimo se ensancha. Respira profundamente. El sosiego cesante de la noche que acaba lo acompaña. Se sienta frente al ordenador. Como sucede siempre, antes de comenzar, sus ojos recorren la habitación buscando algún elemento que pueda sostener una frase. A un lado, la ventana que se asoma al patio. En otro lugar, la estantería de libros donde descansa el frío inerte de algunos objetos y la maqueta de un galeón de bucaneros que Juanma le trajo como regalo en su última visita. Se detiene y lo mira. En un instante, acude la imagen del taller donde Juanma pasa las horas construyendo lenta, pacientemente, cada una de estas réplicas. El esmero del artesano lo conmueve. Sigue repasando los cuadros de cuelgan en las paredes, recuerda el momento en que decidió que lo acompañaran. [49]
Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
Vagando por el espacio, su mirada se dirige al techo, avanza hacia el cable que desciende hasta la lámpara que cuelga en el centro de la habitación. Al verla suspendida, le parece sentir el peso vago del objeto descansando en el aire. Junto al ordenador, un folio doblado por la mitad conteniendo algunas notas que surgieron durante el paseo de la tarde anterior. De pronto, en el ordenador, la página en blanco. Andrés repasa las notas dibujadas en el papel. Los dedos, con la agilidad acostumbrada, una a una, pulsan las letras que dan origen a la primera palabra. La luz de la pantalla palpita suavemente. A la primera palabra siguen otras hasta construir una frase. Comienzan a fluir las ideas. La historia comienza a trazarse desenredando conjeturas. Palabra a palabra, renglón tras renglón, se van construyendo las imágenes que desembocan en algo que es y no es al mismo tiempo: la ficción. Detrás del texto, una entelequia que da razón al oficio: construir algo que de voz al acontecimiento de los días. JUAN SOCUELLAMOS
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Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
Índice Gerardo Venteo, Entretanto ……………………….. Mª Ascensión Marcelino Díaz, Siete palabras ……. Feliciano Castaño Villar, Pero vuelve a amanecer otro día. Alejandro Cabrera Coronas, La sinceridad de Eros………
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Valentín Almenta Valverde, Despropósitos ……………… 15 Emilio Campos Ruiz, Un día gris …………………..……… 17 Lourdes Couñago Mora …………………………………….. 19 Rosa Freyre del Hoyo, La apuesta ………………………… 21 Rosa Freyre del Hoyo, La “profe” de lengua …………….. 23 Francisca Gómez Romero, Crónica de un diario …………. 25 Álvaro Guillén Gallero, Un sueño… ………………………. 27 Gregorio Jiménez Martínez, ¡Espabila, Quillo! ……….….. 29 Ángel Marazuela Sanz, Elogio de la fantasía ……………... 31 Mery Márquez Caballero …………………………………... 33 Mercedes Márquez Pacheco ………………………………... 35 José Megías Garzón, ¡Al abordaje! ……………………….… 36 Sergio M. Moreno Domínguez, Tras la ballena blanca ….. 38 Ana Rodríguez López, Cuando ocurre que… ……………. 41 Ana Rodríguez López ……………………………………… 43 Paco S. Sampalo ……………………………………………... 45 Francisco L. Sánchez, Después de todo, alguna certeza …. 47 Juan Socuellamos, El Oficiante …………………………….. 49
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Voladas Año 3, nº 8. Especial “Siete palabras”
El especial “Siete palabras” acompaña al nº 8 de la revista Voladas. Terminó de imprimirse en Rota el 25 de mayo de 2016
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Depósito Legal CA 298 2014 ISSN 2444 9172 Impreso en Ulzama gráficas Rota, junio 2016
Ars Longa, Vita Brevis