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V O LA DA S C E S
B R A S
Año 1, nº 2
Voladas Año 1, Nº 2 Voces, palabras, miradas… Voladas. Ya estamos de vuelta con Voladas. En primer lugar queríamos agradecer la entusiasta acogida del primer número, el calor que hemos recibido, comenzando por la presentación. Volvemos con novedades, más páginas, y sobre todo, con firmas invitadas. Tenemos ilustraciones que son todo un lujo. Voladas seguimos siendo: Blanca Fernández Sánchez - Conchi Castellano García - Javier Gallego Dueñas - Juan José González Castellanos - María del Carmen Domínguez Domínguez - María del Mar Reyes Fuentes - Mercedes Márquez Bernal
Y en este número nos acompañan: Rosario Troncoso Nacida en Cádiz. Poeta, editora de Dos Mil Locos Editores y la revista El Ático de los Gatos. También es profesora de Lengua Castellana y Literatura en un instituto, articulista en prensa escrita y medios digitales, colaboradora en diversos medios de comunicación y dinamizadora cultural. Transparente es su poemario recién publicado, del que nos ha cedido el poema que abre Voladas.
Román Lokati Mi nombre es Manuel Román y soy de Rota. Después de completar mis estudios en la Escuela de Arte de Cádiz, me gradué de la universidad de Londres de la Comunicación y he expuesto en Cádiz, Sevilla y Londres entre otros lugares y he producido una gran cantidad de trabajo, incluyendo la pintura y la serigrafía. Ahora sigo mi colaboración en Southbank Mosaicos, mi primera experiencia de trabajo con mosaicos. Mando expresamente la serie de Signos de la civilización de la postmodernidad y otros dibujos de viajeros y personas pensativas mirando el horizonte...
Jesús Gallego Miembro fundador de Pandero. En aquellos tiempos fue poeta, pintor y fotógrafo. En la actualidad mantiene su actividad artística en las artes plásticas. Ha recuperado para nosotros dibujos de aquellos años finales de los 70 y principios de los 80. Amanda Gipson Auténtica maga de la edición de dibujos, sin cuya inestimable ayuda hubiera sido imposible lograr la calidad de las ilustraciones.
Voladas Año 1, Nº 2
Voladas Año 1, Nº 2 ROSARIO TRONCOSO Alumbramiento _Es injusto este premio a las caricias._ Es un solo pensamiento, fugaz. Y hay terror en la niebla. Y aquí el cielo es borroso. _No estoy lista aún para la alegría. Es tan grande el miedo sin ningún llanto_ Pero no hablan mi lengua los ángeles asépticos por turnos, mientras van hundiendo sus frías manos en mis bosques secretos. A pesar del neón en las estrellas, los derrumbes controlados, las grietas dolorosas de Venus, desperté con el Sol entre los dedos.
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Voladas Año 1, Nº 2 BLANCA FERNÁNDEZ SÁNCHEZ Un segundo de amor De tu incipiente y casi enigmática sonrisa lo espero casi todo porque es en ese instante inacabado, en ese momento casi perfecto, justo en ese segundo eterno, aún con el rictus a medio formar, cuando estoy más cerca de ti. Mientras te miro, con la perturbadora expectación de la espera, con mi corazón parado en su sístole, el ancho mundo pulula a mis pies. Con ganas de ti, mientras sigo aferrada a tu tenue sonrisa, quiero sospechar en tu gesto la evidencia de una certeza. Suspendidos mis sueños en el aire, anhelo que la amplia sonrisa termine de formarse y hasta el amor, o lo que sea, en ese segundo excelso me parece verdadero. Al terminar el ademán deseo que me llames por mi nombre. Acaso otro día…
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Voladas Año 1, Nº 2 Me gusta la mañana Me gusta la mañana, tan fresca, tan lozana y laboriosa, dispuesta a concedernos otro día impoluto en el que todo parece posible. Su renovada energía fortalece nuestro frágil corazón que se confía una vez más al capricho de la vida. El alba es alegre de por sí. El ocaso, con esa actitud indolente, predispone a la tristeza. Como el fulgor del sol se va apagando, se detiene el mundo, se pierde la magia. Los deseos que antes abrazamos con fervor se abandonan a la desidia de lo incierto y el cansancio nos aleja del asombro. Al atardecer se pierde la inocencia. En la noche, a pesar de las estrellas y de ese antojo de plata líquida que nos arrastra en su nostalgia, se impone el silencio que contiene en su semblante traidora memoria, resentida sospecha. Las palabras, sin destino, huyen cegadas de sombras. En la noche se extravían los sueños.
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Voladas Año 1, Nº 2 Historias de mujeres valientes: La Choni Todos sabemos que para algunas personas la vida es un camino de rosas y para otras, de espinas. Eso es así, nos guste o no, por lo que es absurdo negarlo o entrar en discusiones filosóficas que no llevan a ninguna parte. Para decirlo en pocas palabras: a la mayoría nos resulta jodida, chunga, con problemas difíciles de asumir, pero para unos cuantos, los alcanzados por lo Diosa Fortuna, es un chollo. Podría incluir un tercer apartado: aquellos que están en medio, los que no han sufrido grandes dificultades pero tampoco han alcanzado la gloria. Son los insustanciales. Dentro de estos tres grupos se engloban otros subgrupos, que si tengo tiempo y ganas, cualquier otro día iré desgranando. ¿Qué dónde me encuentro yo? Es fácil de adivinar: si perteneciera al grupo de los elegidos no estaría escribiendo estas palabras. No iba a perder mi precioso tiempo tratando de justificar una regalada vida y mucho menos descubrir que hay personas, millones de ellas, que viven la suya como si de una pesadilla se tratara. Simplemente me dedicaría a vivirla y punto, procurando no enterarme de nada de lo que sucediera a mi alrededor, por si las moscas… Si perteneciera al grupo de los insulsos, tampoco estaría escribiendo ahora mismo estas ideas pues seguramente no tendría reaños para poner en claro mis sentimientos y tratar de explicar lo que siento; ganas de hacerlo, menos, en el caso de que yo misma me entendiera. Además me daría pereza coger la pluma para hablar de una cosa que ni fu ni fa, descolorida. Y como me temo que no iba a encontrar motivación, pues no se hable más, que tampoco hacen faltas tantas explicaciones para decir que no pertenezco al club de los insustanciales. Aclarado esto, ya sabéis que efectivamente pertenezco al conjunto de los chungos, de los que tenemos que buscarnos el pan, las papas y…todo lo demás día a día porque, por no existir, para nosotros ni existe el día del Señor. Ese es un invento para quienes pueden permitírselo. La vida es injusta porque no nos trata a todos por igual, ya que lo correcto sería que tuviéramos igualdad de oportunidades. Pero no es así. A la mayoría nos zarandea como a simples [4]
Voladas Año 1, Nº 2 marionetas que penden de un hilo y se manejan al antojo. Las circunstancias se encargan de fastidiarnos todo lo que pueden y más. Yo misma soy un claro ejemplo de ello pues durante unos años me fue bien, nos fue bien a la familia y tuve algunas opciones, pero cuando me había acostumbrado a las comodidades de una vida fácil, un revés de la fortuna, cuando mi padre murió, nos lanzó a mi madre y a mí a la más absoluta miseria. Tuvimos que adaptarnos a marcha forzada a una desastrosa situación que nos desbordaba por completo y de un día para otro tuve que buscar un trabajo si no queríamos vernos en la calle. ¿Qué cómo estoy hoy tan elocuente? Pues porque me ha salido la vena de chica bien venida a menos que llevo dentro, pues muy a mi pesar soy una de esas personas que pudo estudiar, conoció tiempos mejores y… también porque llevo media hora en la puerta de este bar esperando a La Choni, gran amiga y compañera desde que tengo que buscarme el pan de cada día, que no termina de llegar. Nos conocimos en la lavandería de un hospital en el que entramos a trabajar a la par para sustituir al personal que había cogido sus vacaciones. Después coincidimos en la cola del paro y en algunos otros trabajillos, pues las dos tenemos que buscarnos la vida sin ayuda de nadie y no le hacemos asco a ningún trabajo, pues somos de las que, a ser posible, nos gusta comer todos los días. Hoy hemos quedado para dar una vuelta por el barrio y contarnos nuestras penas, que falta nos hace, pero ya veis que ella no entiende de puntualidad ni puede permitirse esa minucia, para qué nos vamos a engañar. Tiene que agarrar las oportunidades cuando se le presentan. Por no hablar de los contratiempos, que esos se le vienen encima un día sí y otro también. Lo normal es que algún imprevisto desagradable la haya retenido: alguno de sus retoños se habrá puesto impertinente o enfermo, no habrá encontrado con quién dejarlos, estará discutiendo con su casero sobre el atraso en el pago del alquiler o se habrá encontrado con el Juanlu, padre de las criaturas. Ojalá sea eso y el susodicho esté de buenas, con [5]
Voladas Año 1, Nº 2 algunos eurillos en el bolsillo para prestarle, pues se las ve y se las desea para dar de comer todos los días a sus dos hijos y al sobrino que tiene acogido por un tiempo, hasta que el padre pueda hacerse cargo de él… Vete a saber lo que se le habrá presentado, con ella todo es posible, pues si mi vida es difícil, la suya se lleva la palma. Eso sí, a buena no hay quién la gane, aunque a simple vista parezca cualquier cosa, como si fuera buscando guerra. Su rubio platino, de tinte barato y con negrísimas raíces a la vista, no ayuda y menos esas faldas cortas y ajustadísimas que viste, que, como dice mi madre, más que faldas parecen cinturones anchos. Completan su figura unas uñas pintadas a medias de un escarlata que deslumbra y como parcheadas pues las tiene roídas de tanto fregoteo, unos labios bermellón intenso, los rabillos de los ojos de un negro azabache que se alarga casi hasta las orejas, coloretes a la carta, camisetas de tigre, taconazos… Más de uno al verla pasar piensa lo que no es y le dice cada barbaridad que no veas, como para salir corriendo. Un error, diría yo, porque la Choni no se calla ni se apabulla, se revuelve ese corazón de leona que lleva dentro, y su afilada respuesta saca los colores a quien pretendía sacárselos a ella, os lo aseguro. De boca tampoco anda mal… ¡Qué lengua! Mi madre, que es una señora de cierta edad, se espanta cada vez que la escucha. Según ella, habla peor que un carretero. No sé exactamente por qué dice eso, si es una simple equivocación, pues yo siempre había oído fumas más que un carretero o no sé si es que entre calada y calada, mientras trasiegan con el asfalto, le dan con contundencia al palique… Ahora bien, una cosa tiene mi amiga a su favor: es clara como el agua. Ella, al pan, pan y al vino, vino. Nada de medias tintas ni verdades a medias. Según dice, no puede permitirse el lujo de andarse con tonterías. Es de agarrar al toro por los cuernos. Y puedes confiar en su palabra. Lo que diga, aunque sea a voces, que es el tono normal de su discurso, va a misa. De eso doy fe, yo que la conozco mejor que nadie y comparto con ella muchas calamidades. Si no cumple algo de lo prometido es por absoluta imposibilidad, no por dejadez o desgana. A pesar de lo atrevida y desvergonzada que parece, de lo [6]
Voladas Año 1, Nº 2 descarada y verdulera que resulta a veces, os aseguro que mi amiga tiene un corazón de oro. Y una fortaleza fuera de lo común. Para mantener a sus hijos, pues el padre de las criaturas no se hace cargo de ellos ni tiene intenciones, ha realizado los más insospechados trabajos. La he visto hacer de fontanera, (aunque no tengo constancia de que haya aprendido el oficio), recoger chatarra y cartones cuando se ha visto más apurada de lo normal, trabajado en la limpieza urbana, en las casas de medio pueblo, va a mariscar cada vez que puede, recoge aceitunas, espárragos…No le hace asco a nada. A mí me ha enseñado a buscarme la vida. Sin sus oportunos consejos no hubiéramos sobrevivido mi madre y yo a nuestra desgracia. Gracias a ella he encontrados ciertos trabajos que por mí misma hubiera sido incapaz y conseguido ayudas de la Administración que no sabía que existieran. Se conoce todos los trucos para obtener lo que necesita y en los Servicios Sociales la rehúyen. No me extraña. ¡Forma una zapatiesta cada vez que no le conceden la ayuda solicitada! La temen más que a un Miura… Cuando yo vivía mi otra vida, cuando me desenvolvía en otro ambiente, jamás hubiera pensado que podría conocer a una persona como la Choni y mucho menos ser su amiga. Nunca me hubiera acercado a ella, eso desde luego, porque le hubiera juzgado por su aspecto externo, que me habría horrorizado, por lo que me hubiera alejado de ella a todo correr. Entonces yo pertenecía al grupo de los insustanciales y no me hubiera molestado en tratar de conocerla. Simplemente hubiera pensado lo que no era. También yo la he ayudado con mis consejos, (cuando me hace caso, que es muy suya). Sobre todo en el tema del amor, pues es fácil de engatusar y se embarca en amoríos de los que suele salir trasquilada. Ella, que tiene sobradas habilidades para buscarse la vida y nunca falta el pan en su casa, parece incapacitada para enamorarse de la persona correcta. Siempre termina en brazos del chungo, del guaperas de turno que normalmente lo único que aporta a la relación es una boca más a la que alimentar. ¡Y c…, ya está bien por hoy!
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Voladas Año 1, Nº 2 Ante el espejo No soy yo la que fijamente me mira. No son mis facciones o mis gestos los que me devuelve el espejo. Acaso pertenezcan a un yo futuro de regreso al pasado con algún secreto anhelo, porque no puede ser real la imagen que refleja este obstinado cristal. Los ojos que me acechan han visto más luz que los míos. Las arrugas han avanzado a un ritmo diferente. Y la boca, mi boca, no ha pronunciado aún tantas palabras. Una imagen demasiado hecha del rostro que yo conozco. No me encuentro. Espesa niebla cubre mi mirada o denso vaho empaña el espejo.
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Voladas Año 1, Nº 2 CONCHI CASTELLANO GARCÍA Mírame Cierro los ojos y el mundo se apaga. Mírame tú, y hazme realidad, hazme presente. Clávame en el cielo con una mirada, Trenza finas líneas que unan tus ojos a los míos. Y yo buscaré mi destino en la profundidad de tus retinas, allí, negaré los espejismos, negaré las ensoñaciones y veré la claridad de tu cielo. Mírame tú, asómate a mis ojos y, luego, dime que estoy allí.
Sueños Frágiles figuras las de los sueños, como paisajes en una burbuja envueltos en silencios llenos de irrealidades. Metáforas y sombras de una agotadora vigilia, quizás premoniciones de mañanas que empujan los días, procesiones de imágenes escondidas en algún rincón. Huellas que forman parte de la efímera telaraña de un tiempo que ya no existe. [9]
Voladas Año 1, Nº 2
El tiempo Codiciamos el tiempo tanto como el oro porque en el tiempo queremos estar. Pero el tiempo es volátil, es una fina gasa que envuelve la vida, un recuento de segundos, minutos y horas, un no sé qué fugaz, un instante que juega a mantener el equilibrio entre la conciencia y el sueño. Un susurro errante que arrastra al mundo. El reloj Late arrogante en su reto el monótono y gris latido que talla el tiempo celoso sobre los corruptos cuerpos. Palpita avanzando como sombras alargadas e invisibles mientras se metamorfosea el mundo entre líneas imaginarias. Canta su ritmo armonioso, dócil, ligero, sin pausa, igual que una nube oscura que surca el inmenso cielo. Hace su cálculo frío el tiránico artilugio y recuerda amenazante el inevitable destino.
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Voladas Año 1, Nº 2 Septiembre Son las hojas secas del color del bronce y la luz velada melancolía lejana, casi opaca. El cielo, ceniciento y desafiante trae un aire distinto, que limpia las huellas de otro verano y pone rumbo, sin prisas, al letargo de las tierras, a las frías mañanas que llevan a noches de oleosas brumas. Llueve Llueve una lluvia siempre presentida que moja y esconde las sombras del día alargando los atardeceres. Roza con delicada musicalidad los cristales, murmurando su lenguaje algo melancólico. Se mueve húmeda y fría, desnuda e indiferente, mientras las gotas se agitan en el vacío de una mañana desteñida. Llueve una lluvia siempre esperada, que cae, a veces, calmada y serena, y otras, montaraz y bravía, que derrama gota a gota sus aguas fecundas, que rebosa las polvorientas y vacías acequias, que desadormece las entrañas de las amarillas praderías, y que, al fin, triunfante refresca la sedienta tierra. [11]
Voladas Año 1, Nº 2 El final del día Las doce en el reloj se acomodan oscuras y negras, ponen fin al largo día, obligan a recontar las horas. El día se ha disimulado gris, opaco y destemplado, se han deshecho sus luces en las umbrosas calles vacías. Y el cuerpo cansado pide reposo, aunque se rebela a quitarse la careta, quitarse los falsos atuendos, para no mostrarse verdadero y desvelar así incumplidos sueños, debilidades y miedos.
Objetos perdidos Me desperté sobresaltada, pensando que los había perdido. Retiré sábanas y mantas, registré armarios y cajones, abrí y cerré puertas y ventanas. Y cuando estaba al borde de la desesperación por la importante pérdida, en un rincón oscuro de una habitación vacía y olvidada, los encontré: allí estaban todos mis sueños borrachos y jugando a las cartas.
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Voladas Año 1, Nº 2 Ser otra Como el que hace una lista de propósitos a principios de Año Nuevo, yo me levanté un día con la intención de no ser más yo misma. Pensé cuidadosamente cuál sería mi disfraz y dibujé sobre mi cara lo que, a mi entender, era la máscara que me haría parecer totalmente distinta, porque si quería ser otra también tenía que serlo para los demás. Pensé también que, ante esta necesidad de dejar de ser yo, debía abandonar el nombre por el que hasta ahora todos me conocían, y en vez de María ahora sería Marina. Y así, salí a la calle, con el espíritu renovado, creyéndome ya diferente a la que había sido esa mañana, sintiendo que podría tener un presente para mi nueva vida. Pero nada más poner el pie en la calle, todos mis conocidos me miraban extrañados mientras gritaban: “¡Pero dónde vas así, María!”
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Voladas Año 1, Nº 2 El aire de la mañana El aire de la mañana es como un secreto, no se ve pero se siente o se presiente. Siempre estamos dentro. Se expande tomando la forma de los cuerpos, dibujándolos con pulcritud matemática, y se oculta tras las nubes y tras las esquinas de las casas. A veces, es denso, otras suaves como un soplo, como el aliento. Tiene el aire de la mañana un regusto a memoria, a sueños robados a hurtadillas de blancas almohadas, a pensamientos inconfesables, a miradas, a ecos de imágenes antiguas suspendidas en un vacío imposible que son devueltas, poco a poco, en un torbellino loco, y a veces, inquietante. El aire de la mañana tiene aún el calor templado de las sábanas y de cuerpos que se desperezan sin ganas, mientras él susurra una melodía secreta y etérea, como un latido perpetuo que se deshace en brisa. A veces sopla como si quisiera arrancar mi sombra, como si quisiera alejarme de la mañana balanceándome como a un equilibrista por la cuerda floja. Mientras camino me hace zigzaguear por la acera, y entonces, me asalta una duda: sigo el camino que me había trazado o dejo que el viento me lleve por donde él quiera.
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Voladas Año 1, Nº 2 JAVIER GALLEGO DUEÑAS Llevar el peso del mundo Todas las alegrías del mundo serán tu alegría y todos los crímenes cargarán tu espalda también. Sintonizarás la euforia y la pena, sentirás en tus poros la decepción y la angustia que atenaza al universo. Mirarás con los ojos de los niños y no comprenderás por qué sonríen. Turbias verás otras imágenes porque las brumas del tiempo las hicieron borrosas. Tu cuerpo sentirá el cansancio de mil viajes que no has hecho, que no planeaste, que no has saboreado. Mil triunfos y diez mil fracasos. Un beso dulce en la nuca que no es tuyo. el palpitar de una estrella a millones de años luz. Todo eso sentirás como yo lo he sentido. Y con más fuerza sentirás tus pecados, tus amores, tus arrugas. Tus alegrías se difuminarán como también tus dolores y tu tristeza. Todo acabará escrito en el libro de tus días. Pero no te adelantes, no quieras saber antes. Todos los sabores del mal te llegarán, pero no ahora. No vivas una muerte que no es la tuya.
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Voladas Año 1, Nº 2 El árbol. A través de la ventana aparece un árbol con hojas doradas, pequeñas hojas que pierden el color, ramas grandes, grandes sombras. Perderá las hojas, tendrá las ramas desnudas, poco a poco, cayendo en un otoño constante. Este árbol no siempre estuvo allí, a través de la ventana, vino de no tan lejos, pero agarró las raíces, las flores saldrán en invierno, y se harán de rogar. Y tendremos miedo de que no salgan, y otro año más, se recuperarán las hojas, saldrán las flores y cubrirá de sombra amable el patio de la casa y lo verás a través de la ventana. Recordarás aquel invierno que parecía que no saldrían las flores, parecía que estaba muerto, y las flores salieron, y las hojas fueron cayendo después, hasta llenar el patio de la casa. Ahora, el árbol que vino de no tan lejos seguirá echando hojas y flores, aunque parezca dormido, amarrado, muerto, seguirá en la ventana para que, en un momento de debilidad, puedas abrazarlo.
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Voladas Año 1, Nº 2 Aniversario No celebremos la repetición, celebremos que no somos los mismos. No celebrar la mecánica reiteración de los almanaques, no la marcha de las lunas y los otoños, no celebrar el paso continuo de un tiempo que se repite. Celebrar con gozo que ningún tiempo es igual a otro, ningún beso se repite, ninguna noche, ningún día. Celebrar que cada roce de la piel es el primer roce de mi piel con la tuya, con el tenue escalofrío que cada mañana siento. Celebremos, pues, que el paso del tiempo nos haga otros, cada año. Celebremos que las fotografías no envejecen, mientras que nosotros, sin querer, y aún queriéndolo, vamos añadiendo a nuestros rostros el paso del tiempo, añadiendo medallas al uniforme que a diario llevamos. Porque así, queramos o no queramos, seremos nuevos amantes cada día.
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Voladas Año 1, Nº 2 Detrás de una gran mujer… - Cuando llega la musa, llega la musa. Julia, termina de recoger más tarde, que tengo que aprovechar. Julia salía entonces del cuarto porque no era cuestión de interferir en la labor de la inspiración. De todas formas siempre tenía demasiadas cosas que hacer en la casa y muy poco tiempo, y eso que era interna. Ya llevaba horas trabajando, preparando las cosas para la comida, levantando a los cinco niños, dándoles el desayuno y comprobando que sus uniformes estaban sin falta. Aún quedaba la gran batalla, bajar al mercado, subir las bolsas y preparar la comida para el regimiento. Todo ello haciendo el mínimo ruido para no interferir en la labor de escritura. Carmen llevaba casada dieciséis años. Había vivido en Canarias y vuelto a Barcelona, donde la conoció Manuel. Ahora estaban en Madrid pero tenían la intención de mudarse una temporada. Él era un periodista y crítico literario que estaba consiguiendo labrar su prestigio: lo habían nombrado director del periódico España Semanal en Tánger. Contrataron a Julia no sólo como ama de llaves y secretaria, lo mismo hacía de niñera que atendía a todos aquellos que traían el abastecimiento a la casa. La vida de Julia rodaba alrededor del servicio de los señores, su talento, siempre subordinado al del matrimonio. Si el señor Manuel estaba de viaje, no debía descuidar la correspondencia. Si la señora Carmen se encerraba en su cuarto, los niños debían continuar con las rutinas, los tres pequeños, jugando sin armar escándalo, los dos mayores, estudiando de memoria la [18]
Voladas Año 1, Nº 2 enciclopedia Álvarez. Julia había salido de su pueblo apenas siendo una muchacha avispada. Su familia se había quedado. Son pocos kilómetros, pero apenas podía visitarlos. La vida de las muchachas en las casas de los señoritos es así. Acaso pisaba la calle para realizar mandados, no había tiempo para paseos con jóvenes de permiso. Avispada sí que parecía, y eso se lo reconocían los señores, en especial doña Carmen. ¡Ay, si no fuera por ti…! Para todas sus amistades, doña Carmen era la esposa perfecta, no interrumpía las atenciones a los niños, no había rincón de la casa que no estuviera en perfecto orden, no había fiesta, ni reunión, ni chocolate con los amigos que no estuviera perfectamente preparado. Doña Carmen no era precisamente una mujer al uso. Había estudiado en Barcelona dos carreras, Derecho y Filosofía y Letras hasta el Destino se había cruzado en su camino. Dieciséis años hace ya. Dieciséis años de trasiego. Lo cierto es que a doña Carmen se la conoce por Nada. Y nada podía haber sido si no fuera por Julia. Detrás de don Manuel González Cerezales está una gran mujer, Carmen Laforet. Y detrás de una gran mujer, siempre está una gran asistenta.
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Voladas Año 1, Nº 2 JUAN JOSÉ GONZÁLEZ CASTELLANOS Yo, Garfio Yo, Garfio, exhausto de la maldad, prometo cambiar mi sino y volver a ser un niño. Perder el miedo al Cocodrilo Tic-Tac que marca un tiempo que pasa inexorablemente y olvidar mi fobia a los relojes. Arrancarme las greñas de la tristeza, la desesperanza y las marañas del insomnio. Que me crezca el corazón más y más grande y así poder llorar de alegría sin temor a las lágrimas ocultas en la esperanza. Yo, aunque Capitán, serviré a Wendy con alma de marinero raso, no me hará falta subirme al más alto mástil de nuestro barco pirata para gritarle que la amo. Que la música la toque André Rieu , que traiga sus sirenas y nos canten hasta hacerme volar de alegría hacia el tronco del Ahorcado con los míos donde viviríamos por siempre, donde no puede llegar el Tic-Tac. Volar y volar a Nunca Jamás. Algún día Campanilla volará libre de celos y envidias, renunciando a sus sentimientos de venganza contra Wendy. Olvidará su bipolaridad para cubrirse de romanticismo hacia Peter Pan. Yo veré en sus alas la felicidad y el encanto de sus acrobacias. Perseguiré el reguero de sus mágicas estrellitas para volar con la inocencia de la niñez y anclarme en ella por siempre. Tendré fe en Campanilla, para que no muera en la ignorancia de los necios, los que no han creído nunca en fantasías de duendes, príncipes y hadas mágicas. Volar sincronizados hasta el ocaso de los tiempos. Y volar, volar a Nunca Jamás ¡Y qué maravilloso será acompañar a Wendy!, quien sabe del paso del tiempo, por eso es inmune a la edad, anclada en su eterna juventud de corazón y orgullosa de ser mujer. Wendy, la narradora perfecta de historias de Peter Pan, cronista 1
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Voladas Año 1, Nº 2 de una vida armoniosa. Ella que cree en la magia de la vida y tuvo a sus hijos como le prometió en su día a su padre, para que se sientan libres en Nunca Jamás. Apoyarme en su madurez, seguir con los ojos cerrados a su corazón donde me quiera llevar. Allí seré feliz. Y volar, volar a Nunca Jamás. Yo ayudaré a Peter Pan a buscar su traviesa sombra que se escabulle de entre sus manos. Alegremente la anclaremos a sus pies para que no vuelva a escapar y poder liderar a todos los niños perdidos del mundo. Le susurraré al oído para que me adiestre a tener pensamientos maravillosos, esos felices que se mueren con el paso de los años. Aprender de los sentimientos del alegre pajarillo, de los que Peter Pan atesora y con los que puede volar lejos, muy lejos entre este mundo y fantasía. Le suplicaré el don de imaginar cosas hasta hacerlas reales, que sea él mi maestro en esta alquimia. Su más ferviente seguidor seré, merecedor de una infancia feliz. Levitaré de por vida alejado del mal, insensible a los desprecios, inmune a las falsas adulaciones. Que él sea mi Hermes, mi psicopompó en el final. Y volar, volar a Nunca Jamás Y ya lo sé. Ha sucedido y volverá a suceder. Vente a volar, a volar al Mundo de Nunca Jamás. 2
André Rieu= Violinista holandés. Psicopompó= Ser mitológico que conduce las almas de los difuntos hacia cielo o infierno. 1.-
2.-
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Voladas Año 1, Nº 2 Ansiedad Invisible, agazapada y atrincherada en mis entrañas, crece la ansiedad como una bestia gorda y glotona. Mora en mi garganta, me da garrote vil usando el torniquete de la angustia. Explosiona en mi abdomen inquieta, retumba en mi espalda y, al fin, toma posesión de mi cuerpo. Me cimbrea tensando con arcadas mi conciencia en el torbellino de un futuro apocalíptico. Es la fiera que asalta mi tranquilidad de reproches pasados, que exprime mis brazos, atormenta mi alma y esclaviza mi resuello. Y exhausto por sus mordiscos me silencio durante días, medrando en mí el llanto y la pena. Mientras ella está contenta de resucitarme del descanso para insuflarme la ira y envenenarme con el mal aliento de la cólera. Ya hace tiempo que le tengo declarada una guerra que pierdo por encamisada , mas no desistiré en la lucha, en ello me va la vida. Mis huestes se preparan concienzudas estudiando, comprendiendo, madurando. 1
Encamisada= Incursión nocturna realizada por los Tercios Españoles.
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Voladas Año 1, Nº 2 Romper con el yugo Los hijos llegaron como todo en la vida, sin ser conscientes de ello y, tras cuatro años de matrimonio, el quinto anidaba ya en el vientre de ella. Poco tardó su matrimonio en naufragar. No tuvieron la oportunidad de vivir la floreciente primavera de su amor y el invierno se abatió sobre sus vidas para morar en ellas. Él se sumergió en la depresión. De la mano del alcohol, entraba en la esquizofrenia agarrado a la coartada de la botella. La violencia no se hizo la remolona y rápida mostró sus cartas, un todo incluido de gritos y maltrato psicológico familiar. La primera bofetada pasó inadvertida, al igual que los hijos. Los golpes fueron ganando la batalla a la convivencia, sin reproches por parte de ella, con resignación, sin hacerle frente al dolor y a los moratones, excusándolo ante las marcas visibles. Soló ella en su soledad podía oír el llanto de su corazón. Él, que a los doce años dejó la escuela para empezar a luchar por la vida, ayudó a la paupérrima economía familiar, pero el tren de la educación pasó de largo por su puerta. No consiguió liberarse del estigma del analfabetismo. Ella sí terminó la escuela, donde aprendió lo suficiente para ser obediente, saber escribir y leer. En su casa siguió sus estudios en la educación tradicional de la época. Aprendió muchas cosas, una de ellas la que marcaba la obediencia ciega a la autoridad masculina: mujer como objeto de posesión del esposo, padre, hermanos e hijos; todo ante Dios, en la enfermedad y hasta la muerte. Doctrina grabada a fuego por su propia madre sin resquicio a la desobediencia. Sus hijos se criaron entre los malos tratos a su madre y las borracheras de su padre, aprendiendo a pasar de largo en los [23]
Voladas Año 1, Nº 2 peores momentos, desaparecer como sombras transparentes sin hacer ruido. Desde muy jóvenes habían entendido que interferir entre la fiera y su presa amaestrada sólo les traería el desprecio de sus progenitores y algún que otro golpe en forma de correa. Éste fue el caldo de cultivo en el que se crio el mayor de sus hijos. Pócima que, sorbo a sorbo, fue tragando. La ira creció al igual que una bola de nieve alimentando la furia en su interior. Un inmenso glaciar que labró profundos surcos de odio en su personalidad. Pasados los años, la vida corre de la mano de este niño–hombre, de aspecto exterior tranquilo. Consiguió trabajo mal remunerado como camarero, camisa blanca y pantalón azul marino. En el bar pasa gran parte del día, entre borrachos, humo, e interminables conversaciones banales. Hoy su motocicleta galopa a mil por las calles de su diminuto pueblo en busca de ella, que lo espera en la esquina de su casa puntual, obediente, educada y dispuesta a romper con el yugo patriarcal. En sus jóvenes manos su destino, su libertad y enseñar a amar y respetar.
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Voladas Año 1, Nº 2 Dime tú Dime tú cómo pudo crecer tu mirada sin darme cuenta y cuándo fue que dejaste de pasear agarrada a mi mano por esas calles de mi ayer donde yo anclé tu niñez. Dime tú cuándo claudiqué ante tu libertad, ésa que se enredó en tu pelo azabache, en la alegría de tus risas y se llevó los locos besos tuyos que faltan en mi corazón. Sé que el tiempo te traerá de vuelta un día para no dejarte marchar, que el tornado de tu juventud cesará con la calma de tu madurez y que jamás dejarás en el olvido mi amor por ti. Quisiera que tus lágrimas no empañaran tus ojos por mí, y que invencible sea la fuerza de nuestro corazón. Dímelo tú, mi morena andaluza, dímelo tú.
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Voladas Año 1, Nº 2 MARÍA DEL CARMEN DOMÍNGUEZ DOMÍNGUEZ Nacimiento de un poema Cuando una revolución interna de pensamientos se torna torbellino en tu mente, hay que intentar relajarse y dejar que las palabras te inunden el cerebro y el corazón. Tu cuerpo, alertado por tu sistema nervioso central, se pondrá a la defensiva y preparará sus armas para combatir la batalla literaria naciente. Por instinto de supervivencia, es primordial conseguir un papel en blanco, abanderando así el batallar interno de las ideas. Las sintaxis, las hipérboles y las metáforas, se entrelazarán entre nombres, adjetivos y pronombres; el brazo se lanzará impulsivo, cogerá una pluma para con trazos apasionados, teñir la bandera de versos. Tu cuerpo empezará a percibir los primeros síntomas de la batalla, en tu cabeza estallarán miles de sílabas que se irán uniendo formando palabras, estas a su vez formarán frases que se entrelazarán, completando un ejército dispuesto a combatirte para dejar salir las ideas que surgieron en la mente como pensamientos creativos. Los oídos ensordecerán por el sonido de las hipérboles, de la nariz saldrán corriendo las sintaxis en formas de estornudos, los ojos se llenaran de metáforas húmedas. Tu cuerpo temblará, tu ser se anulará por unos instantes, pero tu pulso se dejará llevar por el impulso de las ideas y verso a verso, saldrá un poema que llenará de colores y sentimientos la bandera de tu batalla.
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Voladas Año 1, Nº 2 La máscara Ella, que siempre estaba riendo colgada de caras ocultas, ella quien se sabía cómica guardaba angustias y tristezas Un carnaval tras otro, la desempolvaban cubrían de purpurina y colores vivos para que pareciera nueva y única, un año más estaría en la calle. Ella, que siempre camuflaba el dolor de quien se la acomodaba en el rostro, ella nunca pensó, ni por un instante que la amargura existiese. Este carnaval soñaba con salir de nuevo, volver a sentir la libertad del aire al tocarla. Pasaban los días y nadie se acordó de ella este año, el duelo le sacó lágrimas de cartón. La máscara murió en un rincón del desván rodeada de otras cosas inanimadas sepultadas con el polvo del olvido.
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Voladas Año 1, Nº 2 Poema inverso Extrañeza, un gesto que asoma a mi rostro cuando leo un poema sin comprender donde anida el secreto de sus letras Dulzura, un sentimiento que llena mi alma cuando tu ausencia me duele sabiendo donde anida en mi ser el secreto de tu ternura Creación, una necesidad incipiente y que hoy nace con un poema. Poema Inverso V La vida nos regala poemas, vida, poemario inverso Siempre habrá vida entre nosotras, en las ausencias, incluso en la muerte. IV De versos se llena el poema cuando los sentidos abren las mañanas con trazos firmes al papel. Sonriendo a una vida más vieja que yo misma, imaginando mi corazón al ritmo de los devaneos, esperando tu llegada ansiada donde la vida se nos dará completa y para siempre, mi quimera dejará de ser utopía.
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Voladas Año 1, Nº 2 III El sueño pasó de largo en la oscuridad dejando volar mi memoria a los recuerdos, entreviendo en la noche tus silencios causados por la ausencia de tu cuerpo, dormido cada noche en la distancia II A tu regreso, durante el día seré tu amiga, compañera cotidiana donde lo habitual será un regalo diario en continua evolución llenando de ilusiones un futuro renovado. I Recuerdos y más recuerdos de siete años de vivencias correspondidas ahora apilados en mi memoria como una estantería llena de poemarios, estos nacidos de una poeta que mira al viento de frente y al mar de madrugada, con el deseo que en el nuevo amanecer tu silueta asome de nuevo llenando la inmensidad de este espacio vacío
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Voladas Año 1, Nº 2 Epistolario de mi vida Dueña del paisaje soledoso, siento mi peso sobre los pies. Sin sombras ni sentidos donde apoyar mis pasos, avanzo hacia pastizales de silencios, rotos sólo por cantos de cigarras. Una grieta maltrecha del pasado, herida dilatada en el tiempo, crece hacia dentro como la soledad convirtiéndose en dueña de mi vida, arañando mi pensamiento libre, dejando huecos al horizonte, cubriéndome de vacíos, latentes y cansinos Un mar de espigas doradas segado por sueños estériles paralizan el viento en mi cara. Ocultan el silencio azul a mis afligidos ojos. Sólo la mochila a mi espalda, tiene palabras en este desamparo herido. Expresiones en soledad del silencio que difunden como ecos en la distancia un poema lacerado, el epistolario de mi vida Amistad incondicional Ella siempre llevaba una capa de color rojo, un casquete del mismo color cubriéndole la cabeza y aseguraba, a todo aquel que quería escucharla, que su tarea era salvar a la humanidad. Le encantaba presumir de su amistad con Batman y Superman con los que decía que había formado el trío Capote. Muchos decían que era una mentirosa porque ni Batman ni Superman existen. Entonces, ella abría la capa y enseñaba las fotos que se habían hecho juntos. Nadie la creyó hasta el día en que la vieron salir volando con ellos desde el jardín del sanatorio. [30]
Voladas Año 1, Nº 2 MARÍA DEL MAR REYES FUENTES Historia de una puerta Quisiera dejar dos cosas muy claras desde el principio, no estoy aquí por salir en la fotito y no me he nombrado portavoz de ningún colectivo por cuenta propia. Las puertas de mi bloque, incluida la del cuarto de la limpieza, me han nombrado por unanimidad que fuese yo su portavoz, pero no porque fuese una de las mejores puertas ¡no!, simplemente que nadie quiere ser presidente para así tener derecho a criticar lo que se hace o no se hace, ¡no me digáis que no! A lo que iba. Soy la puerta del 4º C, un bloque sin ascensor, así que te puedes imaginar las respiraciones entrecortadas que nos llegan al cabo del día o frases como: ¡ya no estoy para estos trotes! ¡Yo cuando me casé, no pensé en que me haría mayor! ¡Claro, si tuviésemos ascensor! Pero las de abajo no quieren pagarlo porque dicen que ellas no lo van a utilizar ¡ja! Me han llegado quejas del portal. Esta puerta es ya vieja y está hasta el picaporte de rodar sobre sus goznes. Se abre constantemente, recibe patadas de los niños que no pueden abrirla y está harta de los cotilleos de las vecinas del segundo que hablan sin parar de todo el mundo aunque, cuando todos llegan, todo se vuelve sonrisas y bonitas palabras. Y está cansada del besuqueo de los chavales del tercero, que estudiar poco, pero en besos sobresaliente o matrícula de honor. Por su parte, la puerta del cuarto de la limpieza dice que en su habitáculo cubos, fregonas y mistol es de lo que menos hay, ya que está ocupado por una bicicleta, carros de la compra, un patinete y un carrito de bebé –parece aquello el chino–. La puerta del Bajo E cuenta que ella se abre poco, pero su mirilla en cambio se abre constantemente si se ve una sombra en el portal, si se escucha un ruido en la escalera, si pareció que alguien... En general, a todas mis compañeras les duele la cerradura de escuchar las repetitivas y machacantes conversaciones sobre la limpieza del bloque –que si siempre limpiamos las mismas, fulanita no usa ni lejía, que si menganita cuando le toca lo hace solo una vez–. Algunas puertas no entienden, que si su color [31]
Voladas Año 1, Nº 2 original era marrón por qué en la actualidad es negro. Ellas, la verdad, no son racistas, pero de vez en cuando les gustaría ver un trapito. Y, por último, os contaré que las puertas del interior de las casas también tienen sus sinsabores. Las quejas de las puertas del cuarto de baño no se pueden tener en cuenta –obvio, ¿no?–, sus reclamaciones son correctas pero, claro, no se puede hacer nada al respecto. Las puertas lloran muchas veces porque es continuo el choque que tienen contra sus quicios y siempre se oye una voz: ¡mamá, de verdad, ha sido el viento! ¡Maldita sea, pues que cierren las ventanas! La puerta de los dormitorios de los adolescentes, que en nuestro bloque hay muchos, dicen que ellas entienden a los chicos más que los padres ya que, día a día, sus maderas soportan sus cambios de humor, sus enfados... Están cabreadas con tanta subida de hormonas y de tantas tonterías modernas. Así que, por todo ello, y siendo yo la portavoz del colectivo “portátil”, quisiera hacer una reflexión: entended que las puertas somos muy importantes en vuestras casas, bloques, oficinas... por ello, cuidadnos, limpiadnos y dadnos un sitito en vuestras vidas.
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Voladas Año 1, Nº 2 A ti, madre Madre, te escribo estas palabras hoy que puedo mirar hacia el pasado, curada ya la herida con el bálsamo del tiempo. Te difuminaste con la luz de un nuevo día, te marchaste en silencio, de puntillas, te diluiste con la bruma de una gris mañana dejando una estela tras de ti, y luego, nada. Te fundiste en el sonido de las olas, corriste tras el viento húmedo de otoño dejando en la piel un intenso frío. Partiste más allá del horizonte parando el reloj de nuestro tiempo, dejándonos un aire de vacío. Marcha feliz, pues por hacer no te quedó nada, aunque quisiste cambiar la vida, ésa sigue su ritmo inexorable. Rema dichosa a la otra orilla, que en ésta quedaron tus gestos, tu calor, tu vida.
Quisiera No quisiera ser concha por tu mar vapuleada ni que fueses el pintor de mis días grises, tampoco quisiera por tu brisa ser rozada. Solo quisiera lanzarte a la senda de mi olvido, borrar tus huellas en la arena y arrancar de mi mente tus recuerdos. Todo eso quisiera, pero no puedo.
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Voladas Año 1, Nº 2 El dulce olvido Como cada tarde, madre e hija pasean por el gran parque. La más joven, lo observa todo con sus ojos de niña. Ve a los chiquillos subiendo y bajando en los columpios, a otros que se deslizan por el tobogán y recuerda cuando ella hacía lo mismo, hace ya una eternidad. Allí está la fuente, la que utilizaba de excusa para ir a beber. Sin saber cómo siempre acababa empapada, lo que provocaba que se ganara unos azotes por parte de su madre, siempre vigilante. También los árboles, ¡cuántas veces se había sentado bajo uno de ellos cuando era una niña, siendo adolescente para leer un libro, charlar con amigos o simplemente soñar con países y océanos lejanos, mientras sentía el frescor de su sombra! ¿Y el bar? Allí estaba, con sus mesas y sillas colocadas en la sombra, esperando ser ocupadas. Aquí en ese mismo bar, años atrás, ella compartía merienda con su madre. Recuerda en particular unos dulces redonditos de chocolate que mordía muy poquito a poco, con temor a que se acabara tan dulce manjar. Las palomas van y vienen al nido constantemente, con su característico sonido ¡cucú cu!, ¡cucú cu! ¿Qué se contarán?, ¿qué se dirán de forma tan melosa? El parque pasa por su rutina. La traslada a otro tiempo, otra historia, otras vivencias… ¿Y su madre? Junto a ella observa el parque con la mirada perdida, mirando más allá de la verja del parque, a la lejanía, al horizonte tal vez. ¿Reconocerá ella el lugar? ¿Recordará también los columpios, el tobogán y la fuente? ¿Sonreirá recordando, como ella, sus travesuras? Quizás, no. Tal vez su mente vuele en otras dimensiones que ella no es capaz de comprender. [34]
Voladas Año 1, Nº 2 Las dos se han sentado en el bar, tomarán un café, mientras la más joven vuelve a la realidad, al presente y, mirando a su madre con dulzura, ve en sus ojos los años pasados de enfermedad, los cuales las ha unido más, si esto fuese posible. Diez años ya. Al principio era olvidar el lugar dónde había puesto un reloj o un monedero. Más tarde era ella quien se perdía al volver de las compras ¿cómo era posible olvidar dónde vivía desde hacía veinte años, su calle o su número? Luego los años fueron pasando, la enfermedad se apoderó de su mente y ella ya no recordaba ni a su familia ni a sus amigos. Su madre siempre había temido no recordar quién era, perder sus recuerdos en un vacío, un limbo; por eso le había prometido que siempre le repetiría que era su madre para que no lo olvidara. Pasearía con ella por el parque, le hablaría de su tiempo pasado, aunque ella estuviese absorta y con la mirada perdida. Le diría lo que la quería y no importaba que la enfermedad las llevase a la deriva porque ella siempre sería su madre.
Aire Me traes aroma de azahar, mar, pino, pero también olor a guerra, a pobreza, y muerte. Sabes a sal de otros mares, a la arena de lejanos desiertos. Y suspendido en tu vuelo vienen recuerdos de lugares que ni conozco, llanto de mujeres, risa de niños, sonido de gaviotas, de olas, de la campana de una iglesia cercana. Arrastras la presencia de viejos pueblos, de sus calles vacías, con olor a tierra mojada y leña, a frescor de ropa limpia, y manos cansadas, al calor del hogar. Quisiera unas alas, volar contigo, sentir lo que tú sientes y vivir lo que tú has vivido. [35]
Voladas Año 1, Nº 2 MERCEDES MÁRQUEZ BERNAL Estoy muerto Estoy muerto. Soy un padre de familia de clase media y a punto de cumplir los cincuenta. Pero estoy muerto, sí, por extraño que parezca, no es una metáfora, ni siquiera una sensación de ánimo. Literalmente estoy muerto. Morí hace ya muchos años, en mi adolescencia, mientras paseaba sobre las piedras que la marea baja deja sobre el bonito mar de mi ciudad. Era verano y todos sabemos, bueno, los que estamos acostumbrados al mar, que las piedras tienen una alfombra verde de líquenes muy resbaladiza. Avanzábamos mis amigos y yo, saltando de piedra en piedra, cuando coloqué mal el pie en el lugar menos indicado y resbalé dándome un fuerte golpe en la cabeza. Un enorme chichón se me formó en la zona occipital. Ahí quedé herido de muerte, pero más preocupado por el ridículo que por el fuerte dolor, me levanté aguantando las lágrimas y volvimos por la orilla mansa de la playa. En ese paréntesis desaparecí, pero seguí viviendo en un mundo paralelo, donde todo se mantenía igual, donde mis padres eran mis padres, mis hermanos seguían siendo mis hermanos y aún mantenía también mis amigos, mis costumbres, mi vida. Yo estaba muerto pero una vida paralela tomaba el relevo. ¿Por qué, si todo seguía igual, cómo sabía yo que en realidad estaba muerto? No lo puedo explicar, eso es cierto. Sólo sé que lo sé, y que no puedo entrar en aquel mundo que abandoné y dejé a todos con mi ausencia. Yo, sin embargo, aún los tengo y es muy duro saber que, estando aquí como estoy, habiendo crecido y realizado una vida plena y satisfactoria, allí estén añorando mi recuerdo. Quizá lo veáis como una putada, y así yo también lo siento, [36]
Voladas Año 1, Nº 2 porque ellos no se dan cuenta que siguen conmigo. Que han vivido conmigo mi trayectoria, mis triunfos personales y profesionales, también mis fracasos, mis alegrías y mis tristezas. Mis hijos disfrutan de sus abuelos, pero yo sé que aquellos otros avatares ni siquiera conocen su existencia. A veces me pregunto qué yo es el real, qué yo es el auténtico. ¿Vivo una ficción?, ¿es aquel triste final de aquel yo una ficción? Esto me angustia algunas veces, entonces, cuando cojo a mi hija pequeña y la abrazo y juego con ella o cuando beso a mi mujer y me admiro de tenerla, cuando visito a mis padres, que se han hecho viejos, cuando quedo con mis amigos, ¿cómo puedo dudar de esta dualidad? Es cierto que para mí, significa una experiencia mística, intransferible e inexplicable, secreta, que sólo yo comparto. Me tranquiliza porque estoy seguro que cuando alguien se marche de mi mundo, aquellas muertes que me toque vivir, que ocurran en este espacio en el que ahora vivo, sé que permanecerán siempre conmigo y seguiré con ellos en ese otro mundo donde él o ella hayan entrado. Pero también sé que los añoraré cuando eso ocurra, porque no seré consciente ya de sus abrazos, ese caminar junto a ellos y sufriré de todas formas sus ausencias. No encuentro la fórmula de cómo indagar en todo esto, no sé cómo poder investigar, compartir esta realidad cierta, sin que me tomen por loco o iluminado. No sé si soy el único que tiene esta certeza, o quizá esté rodeado de muertos que no entienden o no pueden explicar, el porqué de sus vivencias. Un mundo, al fin y al cabo, todo de muertos, ignorantes o no, de su calidad de muertos. A veces, la angustia se agarra a mi pecho, cuando dudo si mis hijos, si mi mujer, si mis padres, si todos mis amigos y conocidos, están sin estar. Y sólo sé que debo parar estos pensamientos, porque entonces sí que acabaría loco y además ¿qué consigo con ello? Así que salgo de este laberinto claustrofóbico y me pongo en contacto con la realidad cotidiana que rápidamente me fagocita y hasta olvido por momentos que yo, estoy seguro, soy un muerto. Me pregunto, ¿sería posible que tras el Big Bang se formaran mundos idénticos, concéntricos, y simplemente avancemos como las ondas y seamos la primera pero expandida, simples reflejos [37]
Voladas Año 1, Nº 2 del núcleo, la esencia, la unidad? Ya veis, no puedo hablar del tema, al final parece que pierdo la cabeza, esta cabeza que contiene todos los mundos posibles pero vividos uno a uno. Entonces, tal vez, deba decir que este vivo estuvo muerto o que vivo y muerto sean lo mismo.
Tras el clic Tras el clic de mi lámpara, toda una inmensa oscuridad, como el silencio, se llena de voces y monstruos. ¿Qué visitantes etéreos merodean detrás de las cortinas, debajo de la cama, entrando por debajo de la puerta o el fino resquicio de la ventana? Cruje el suelo y las paredes gruñen como gases en aparatos digestivos, rechinan puertas de armarios como espíritus maléficos. Los humores del pánico se sientan al lado de tu cama, te acarician el cabello como dóciles criaturas, te susurran cuentos que no son de príncipes y princesas que comieron perdices. Te quitan la manta que te cubre y te recorre un escalofrío. Te sobresaltan melodías de vientos ululando a través de las ventanas y oyes pasos acompasados, pum, pum. Un tráfico enorme recorre las autopistas de tu circulación sanguínea, después, como el trote de un caballo, te pisotea el pecho. No sabes si taparte los oídos mientras cierras los ojos fuertemente o llevarte las manos al corazón que quiere escapar de tu cuerpo y liberarse de su cárcel. Volar en la noche estrellada, bajo una luna llena de claridad infinita, ligera, como una pluma, donde la noche haya encerrado todos los temores bajo llave o mejor aún, donde sin ser necesario morir, venzas tus miedos para dejarte dormir tranquilo.
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Voladas Año 1, Nº 2 Perdida a ratos Perdida a ratos me encuentro, cuando la mañana con su infinito recorrido hacia un anochecer te regala su recién estrenada energía, llena de cantos de pájaros, un despertar de sonidos, surgiendo la vida, llenando los pulmones con un aire fresco con memoria de esperanza. Al atardecer, llega el desengaño, adviertes el peligro, la amenaza se instala, nada ha ocurrido, todo lo necesario es dado, aire, agua, alimento, olor y fuego de un cuerpo, pero un carruaje lleno de piedras, traqueteando por el complicado camino, te atenaza, lo oyes llegar por la senda, tenebrosamente se acerca, el sonido lo delata y descargará su pesado fardo, abandonándolo sobre mi espalda. Llegó el anochecer, se ancló definitivamente la noche, la oscura, silenciosa, amenazadora noche. Paralizadas, mis piernas me impiden avanzar, están sujetas al suelo, sin raíces. Ni el agua pura y cristalina sería capaz de saciar esta sed de boca llena de ansias, seca sin jugo. Volar, escapar, la huida es imposible, víctima atenazada por la inevitable lucha contra el reloj come-horas. Da igual, acepta ya el destino, no hay forma de creer cuando no quedó ni rastro del sol, cuando se tragó todos sus rayos la sombra. Sentí ayer lo mismo y sin embargo, hoy regresó mañanero, llamando a los cristales de mi ventana. Apenas asomaba un brazo pero era largo, puntiagudo y poco a poco tímidamente primero hasta coger confianza y entró de cuerpo entero, tan saludable, que mágicamente se esfumaron los temores de la noche. Estaba feliz entonces, esperanzada, con sueños renovados, con la inocencia de una niña, incluso exaltada. Ha vuelto a marcharse como un amante que te abandona contrariamente al anochecer, tal vez le espere su amada esposa. Compartió conmigo las horas de oficina, de tienda de supermercado, de fábrica de lácteos, hasta que la sirena anunció [39]
Voladas Año 1, Nº 2 el fin de la jornada. Recordé ayeres que volvieron de la mano de otros amaneceres, aunque algunos estuvieron manchados de negras nubes. Como polvo de hadas, pequeños puntos de luz traían la fe. Nunca sabré con certeza si mañana recuperaré la esperanza. Esta noche de nuevo tengo miedo, hoy me falta la confianza, si tira de mí este ancla de la angustia. Cada noche me hallo en el corredor de la muerte, recorriendo con pies encadenados, ese pasillo flanqueado por celdas con rostros asustados, los reos que esperan, quizá sea mañana su turno. Del sol sólo queda su traje naranja colgado de la percha de mi armario.
Performance Mientras el golpear de un lápiz marcaba el ritmo sobre la mesa, y el pie izquierdo mantenía un pulso frenético al compás del chicle en su boca, sobre el panel impoluto comenzaron a surgir con trazos negros, símbolos con círculos y rectas, acrobáticos movimientos, deshechos a ratos, renovados, sustituyendo error por acierto, en un equilibrio caótico, arbitrario; un castillo se elevaba inverso, descendiendo al subsuelo, rozando el límite del plano, blanco, frio, rectangular, en cierto modo, bello. El profesor de matemáticas elabora su performance. [40]
Voladas Año 1, Nº 2 Buscaba rosas Buscaba rosas y encontré espinas, mar y sólo hallé desierto. Buscando el aire no encontré oxígeno. Encontré sin embargo piedras cuando mis pies querían pisar arena tibia, sólo llantos en el sonido cuando buscaba risa, encontrando olvido cuando buscaba entre los recuerdos, y soledad cuando buscaba compañía. Si busqué lo que nunca hallaba y a cambio encontraba aquello otro que no quería, si equivocando siempre el camino, no me quedó remedio que dudar de este mapa. Rompí entonces todos los itinerarios y sin buscar hallé el mar, la tierra, el cielo, saciando al fin mi ansia infinita. Bienaventurados los que nada buscan porque ellos heredarán el universo, o al menos, eso debería decir la biblia.
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Voladas Año 1, Nº 2 Llegar a la intimidad Llegar a la intimidad es como entrar en una habitación a oscuras, donde, sin darte cuenta, vas conquistando su interior y te ofrece la certeza de que cuando te halles fuera de ella, la memoria mantendrá un recuerdo unido a los objetos que están dentro, con la seguridad que nos da el conocimiento. Mientras nos hallemos sumergidos en su oscuridad, y nuestros ojos se vayan adaptando a ese mundo incógnito y vedado aún a nuestros sentidos, una luz de pronto que apareciera nos deslumbraría cegándonos por unos instantes y rompiendo después el encanto de un descubrimiento progresivo. Haciéndolo no saturado, dosificado, sería más asequible para la conciencia, más interesante para nuestra curiosidad y más bello por el maravilloso acto de revelación, que engrandece nuestro espíritu y estimula nuestra percepción, dando a nuestro cuerpo la sensación de plenitud. De modo que fuera de ella o volviendo a su interior guardaríamos el recuerdo de sus contornos, sabríamos cada uno de sus espacios delimitados por las aristas o redondeces de sus elementos. Sabríamos esquivar sus tropiezos y hallaríamos el lugar donde encontrar nuestro espacio de descanso. Los enamoramientos sufren de falsa intimidad, encontrándose los enamorados en un apacible océano que estando la noche en sus corazones, sufren la falsa ilusión de un imaginado faro que alterna oscuridad y luz, idealizando con preconcebidas cartas de navegación, el perímetro desconocido. En la pasión se ciegan. Es la calma, el paso del tiempo el que perfila las orillas al verdadero amor, con su sabiduría gradual del conocimiento de su costa. No las falsas sombras al fondo de la caverna, que desdibujan nuestra imagen real. Tampoco salir de ella arrastrados por un impulso, por la propia excitación del momento. Sino dar pequeños pasos hacia la salida, de la mano, a la par, adaptando progresivamente nuestras retinas y salir de esa ignorancia mutua hasta alcanzar la claridad del día. Vernos entonces tal como somos, bellos y únicos en nuestra asimetría. [42]
Voladas Año 1, Nº 2 Reseña de Verano Cero, de José Miguel Domínguez Leal. Libros de Canto y Cuento. Jerez, 2014. Una enigmática cita del siempre enigmático poeta T.S Eliot abre el poemario y lo titula, “¿Dónde está el verano, el inimaginable verano cero?” Y, en cierto modo, va anunciando uno de los temas básicos de esta notable colección de poemas: el paso del tiempo, la búsqueda de un tiempo y un instante, no ya perdido, sino abandonado en la memoria, pero recobrado también a través de la memoria (Despertar, Perfección, Campo del sur). José Miguel Domínguez Leal es doctor en filología clásica, aunque trabaja de profesor de francés en un instituto de secundaria y por eso es fácil atribuirle la influencia de una herencia clásica en sus versos. Y no erraríamos en señalar esas resonancias de la poesía grecolatina (de una manera muy específica en la última parte del poemario, titulada Tesselae). Esta influencia se advierte no sólo en los temas y en el espíritu que imprengan los poemas, sino también en la aspiración a recrear el arte clásico de la poesía a través de hexámetros, logrando una musicalidad realmente notable: (“Heróico geómetra de los conjuros, / bastión contumaz de las bisectrices” (Escuela en Orihuela, 1938) Aunque no sólo llegan esos ecos directamente, sino también a partir de la poesía germánica que tan bien supo leer el espíritu clásico (Hölderlin, Göethe), la poesía francesa, y la sombra de Luis Cernuda. José Miguel Domínguez Leal gusta de usar el verso blanco de factura clásica, alternando el arte menor y el arte mayor, casi versículos, atendiendo no a un capricho estético, sino como la forma ética que el poema requiere. La forma sigue al fondo. Notable es también el uso del encabalgamiento, que dota a sus poemas de resonancias épicas y nobles. El universo mostrado en Verano Cero se nutre de la experiencia del poeta, aunque siempre debamos dudar de la presunción de autenticidad de los hechos, porque siempre debemos confiar en la verdad auténtica de los fondos. Se nutre, decimos de la [43]
Voladas Año 1, Nº 2 memoria personal, de las vivencias cotidianas, con una perspectiva en cierto modo zen. Y también se nutre de una personalísima adaptación de otros universos, como el cine de Tarkovski, o la obra de García Calvo, quienes, ¿qué duda cabe? también asumen una cierta herencia clásica heróica. Aventurarse a retomar temas clásicos, como Apolo y Dafne, el Cíclope, Héctor o Judit y Holofernes es siempre una empresa arriesgada, pues contamos con numerosos intentos anteriores, y Domínguez Leal consigue aportarnos algo más a esta tradición. El contraste lo logra el autor mezclando voces antiguas en sus versos con objetos y realidades novísimas, como el cine, una hamburguesería o un pub, las cabinas telefónicas o los móviles. La experiencia poética puede surgir de un cuadro de Turner, o el concierto del fin del tiempo de Oliver Messiaen, traducción sinestésica muy a propósito de la poesía de Domínguez Leal. La conexión que el autor plantea entre el mundo de la Odisea/Solaris/Casa del padre es un buen ejemplo de cómo lo clásico conecta con el tiempo presente –y futuro- con lo personal. De igual forma, los lugares de Verano Cero viajan desde lo cercano, (La casa del padre), lo cercano en el espacio pero lejano en el tiempo (Benaocaz, 1960, Escuela en Orihuela, 1938), hasta la Rue Sain-Jacques en París, o los universos de la ciencia ficción. De una cualidad incuestionable, Verano Cero es el primer poemario publicado por su autor y quisiera destacar mis poemas preferidos, Vida no vivida o La casa del padre, donde la emoción está contenida en la expresión, evitando el melodrama, pero transmitida de manera intensa. La vida no vivida por mi padre la vivo yo; tengo carrera y puesto de funcionario como hubiera ansiado para sí, tengo una vivienda grande y una mujer cabal e inteligente, pero no me siento mejor por esto, padre; siento el dolor igual que tú, que crece en mis entrañas, y la angustia de continuar tus pasos cada día, al verte tan serio en mi terco espejo. [44]
Voladas Año 1, Nº 2 Reseña de En manos de Orfeo, de Alejandro Pérez Guillén. Renacimiento, 2014 En manos de Orfeo es el sexto libro de poemas de Alejandro Pérez Guillén, quien actualmente trabaja como responsable de la biblioteca pública y animador cultural de su localidad, Benalup-Casas Viejas. Se encuentra dividido en tres partes, con una Puesta en marcha, y un Cae el telón como final. El tema que predomina en el poemario tiene que ver con el paso del tiempo, en especial durante la primera parte, “Pequeño tren de madera”, donde se recrea la infancia. Una infancia desdoblada, como recuerdo (la propia) y como presente, la de su hijo. En este bloque aparece la figura de la madre del autor, los juguetes, las experiencias propias de los pocos años, recuerdos actualizados: “por mucho que el poema se acerque a los sueños y reproduzca el eco adormilado de la infancia”(A escondidas) En cierta forma predomina la nostalgia, a diferencia del segundo bloque, “Cruzando el río”, donde el paisaje da pie al poeta a reivindicar el goce de los sentidos, a aventurarse a cruzar, al carpe diem. El río como metáfora del flujo, del tiempo y de la vida, ampliando la alegoría con el puente y el límite. En el tercer bloque, “En el abismo” abandona ese presente gozado para mirar hacia el futuro. Una especie de balance, a modo de inventario para encarar el futuro y, en último extremo, la muerte: “Cuando la muerte empiece a clavarte las uñas en la nuca no aceleres el paso, ni intentes darte la vuelta “ (Las uñas en la nuca) El punto de inflexión lo marca una ruptura (¿amorosa?), que es el responsable de ser el Hades que Orfeo aspira a superar. Es el amor roto y recompuesto. El paisaje aporta, durante todo el libro, un punto de partida para la reflexión y aporta también un conjunto de sentidos y sensibilidades. Del mismo modo que los objetos acaban simbolizando las relaciones: [45]
Voladas Año 1, Nº 2 “¿Qué es la conciencia? Dos pinzas tiritando de miedo en el tenso cordel de un labio …. ¿Entonces, qué es la muerte? El abandono de las pinzas y de la ropa” (Preguntas) El poemario termina con un balance del oficio del poeta, de la necesidad de dar sentido a este compartir versos, a la utilidad de la palabra y confiesa que “El poeta asusta a las chicas” (Renuncia). Para acabar con ironía: “Yo me quedo en silencio / con la manía de charlar a solas” y concluyendo Definitivamente, renuncio a la palabra. Alejandro Pérez Guillén se encuentra a gusto en las pequeñas distancias, con poemas cortos y versos de arte menor. Maneja con destreza las referencias a los sentidos y juega con ellos a la sinestesia, “Las vienas con nocilla de la tarde / untabas de nostalgia”. Ecos de Machado en un claro homenaje a sus últimos versos: “Me detengo en esos ojos azules / y ese pan de la infancia” (Antes de que empiece la lluvia). La poesía de Alejandro Pérez Guillén es, sin duda, introspectiva, pero sin dejar de lado un compromiso con la realidad circundante, sin dejar de ser ajeno a los que le rodean. Una intimidad que comparte con sus más cercanos, con ese hijo al que le une su propia infancia, con el salto que supone el amor y la intimidad. La figura elegida de Orfeo (en libros anteriores, significativamente era Narciso), quien traspasa el puente hacia el Otro, hacia el Hades en lugar de dedicarse a la contemplación propia. Pero no asume el poeta la figura de Orfeo, sino que aspira a ser llevado en sus manos. “No entiendo por qué sigo escribiendo. Tal vez con la esperanza absurda de que lleguen a la orilla los restos de un naufragio y un náufrago aturdido me llame a voces” (Lectores) Javier Gallego [46]
Voladas Año 1, Nº 2
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