Voladas 3

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VOCES O P A L A B R A S A M I R A D A S A S

Año 2, nº 3



VOCES O P A L A B R A S A M I R A D A S A S

Año 2, nº 3


S铆guenos en revistavolada@gmail.com Iconos libres de sixrevision y freepik Dep贸sito Legal: CA 298-2014 Impreso en Copyfoto Rota, marzo 2015 Ars Longa, Vita Brevis


VOCES O P A L A B R A S A M I R A D A S A S

Año 2, nº 3



Voladas Año 2, Nº 3 Voces, palabras, miradas… Voladas. El grupo Voladas (Blanca - Conchi - Javier - Juan José - María del Carmen - María del Mar - Mercedes) hemos querido abrirnos a la participación con el tema de la Ventana y hemos recibido más de una veintena de textos, poesía y prosa. No podemos incluirlos todos, pero estamos bien acompañados con: Rosa de la Corte es profesora y escritora. Se considera no solo una contadora de historias, sino creadora de caracteres y captadora de ambientes. Tiene reciente su segunda novela, Reina de los Ángeles. Belén Peralta (Cádiz, 1966) es escritora, comunicadora y gestora cultural. Se siente cómoda en cualquier género literario, pero le apasionan especialmente los relatos breves. Acaba de reeditar su tercer libro Cerezas y Guindas. Inmaculada Rodríguez Castellano nacida en Rota en 1969. Amante silenciosa desde siempre de los libros y las palabras. José Antonio Herrera Márquez es licenciado en filosofía y con un máster en profesorado de educación secundaria. Escritor aficionado con algunas publicaciones en antologías y amante de la literatura. Bibliófilo. Rosa Marcela Gallego Reyes es profesora de Lengua y Literatura en el IES Castillo de Luna desde 2010. Publicó una serie de breves ensayos y editó de Juan de Pedraza su Farsa llamada Danza de la Muerte para Tántalo. Nos honra tener de nuevo a Jesús Gallego, que nos regala el cuadro que cierra el número y un poema de los tiempos de Pandero que abre el especial de la Ventana; y la colaboración en la edición de dibujos de Amanda Gipson. Para

en este número contamos con las firmas invitadas de: Alejandro Pérez Guillén Poeta nacido en Benalup–Casas Viejas. Licenciado en Filología Hispánica es el responsable de la biblioteca pública municipal, animador cultural y columnista. Entre su obra poética destacamos En manos de Orfeo que tuvo la gentileza de presentar con nosotros cuando nos regaló un poema inédito que ahora compartimos. Francisco Javier Sánchez Navas. Artista multidisciplinar, comienza su formación en la escuela de Artes Aplicadas de Jerez, licenciándose en la facultad de Bellas Artes Sta. Isabel de Hungría. Escarba en la memoria para recrear su visión personal del arte social y confesional. Con crudeza y honestidad retrata su universo donde destacan las influencias de la ilustración y el arte urbano.

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Voladas Año 2, Nº 3 A Marian, la mujer que habita estos versos, la mujer que habita todos mis rincones

¿Qué es el fuego, cariño mío? ¿Quién dijo que en invierno ya no tiemblan los árboles ante la caricia del viento?

Alejandro Pérez Guillén

Yo pensaba que con cuarenta años no se escribían desbocados versos de amor en primera línea de combate. Yo pensaba que el deseo era un juego inocente de niños que explotaba en las manos de la lejana adolescencia. Pensaba tanto que no me di cuenta de lo que sentía. La tarde se derramaba en tus ojos y el trino de los pájaros repetía incansable la ternura callada de tu voz. Sólo hizo falta una mirada tuya para que la emoción a la puerta de mi pecho llamara como ese pollito asustado en las garras de un gato juguetón. Salí al aire libre desbaratado por el roce de una hoja sobre mi cuerpo. El hombre que camina es capaz de sentir sus pasos y la vida. El hombre que camina sólo por amor se detiene.

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Voladas Año 2, Nº 3 El frío es una triste manta que a solas se aburre en casa cuando decidimos amarnos. El eco de tus labios llega a mis oídos amablemente: ¿Qué es el fuego, cariño mío? Y yo no tengo más respuesta que el tatuaje invisible de tu piel contra la mía.

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¡Por fin soy chatarrero!

Blanca Fernández Sánchez

Me ha costado casi dieciocho años aprender el oficio pero por fin puedo decir que soy chatarrero y me gano la vida recogiendo los desechos de metal, los electrodomésticos estropeados y toda clase de cachivaches. Sí, ya sé que no es una profesión como para tirar cohetes, pero me ha costado lo mío llegar adonde estoy, a pesar de que el aprendizaje comenzó en mi más tierna infancia. Me ha resultado tan difícil porque no nací con la llamada de la chatarra en la sangre sino que poco a poco he tenido que ir mentalizándome a lo largo de muchos años. Debí ser un niño fuera de lugar, un bicho raro, pues de pequeño yo quería ser piloto y me llevé algunos años creyendo que surcaría el cielo pilotando aquellos aviones tan brillantes y veloces. Estaba tan seguro de que trabajaría entre las nubes blancas y esponjosas, que hacerlo en el suelo, tan a ras del suelo para poder recoger la chatarra, se me hacía muy cuesta arriba y me costó lo mío, ya os digo. Como yo no tenía vocación para el oficio paterno y temiendo en casa que empezara a desvariar más de lo normal comenzaron a prepararme para el oficio cuando tendría unos siete añitos. Recuerdo como si fuera ayer la conversación mantenida entre mi madre y mi abuelo y que seguramente fuera el inicio de mi preparación. Mi abuelo, molesto ante mi actitud, le dijo a mi madre: -Manuela, ¿puede saberse que le pasa a este chaval tuyo que cada vez está más atontao? Va diciendo por ahí que de mayor va a ser piloto. Métele en vereda y hazle entrar en razón, que de seguir diciendo esas tonterías va a ser el hazmerreír del barrio y se va a llevar todas las patadas que se les escapen a los demás chicos. -No se preocupe, padre, es muy pequeño todavía, ya se le irá pasando… - A su edad yo ayudaba a mi padre a recoger chatarra.

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Voladas Año 2, Nº 3 -Pero ahora es distinto. Es obligatorio ir la escuela y ya sabe cómo son los maestros modernos. Les hacen creer a los chavales que todo el mundo puede estudiar y conseguir lo que se proponga. -¡Tonterías! ¡Cómo se nota que no se han criado en este barrio! Y hazme caso, Manuela, no le mimes tanto y abre los ojos a tu hijo, que va a ser mejor para él. Y que vaya pensando en la chatarra… -No se preocupe, padre, yo me encargo. Cuando mi madre y mi abuelo mantuvieron esta conversación yo estaba presente y debía ser muy cándido o estar muy seguro de mí mismo y mi vocación pues ni siquiera entonces, a pesar de estas duras palabras, caí en la cuenta de que mi destino no iba a ser el de surcar el aire. Yo me seguía viendo con el uniforme azul de vistosos adornos dorados en la solapa que visten los pilotos y portando el maletín que invariablemente arrastran. Pero se conoce que a mi familia le venían grande los altos vuelos pues aquella misma tarde mi madre, a la que debió hacer mella la conversación con mi abuelo, mientras me preparaba la merienda me dijo que le parecía muy bien que yo quisiera ser piloto porque era una profesión muy importante, pero que era mejor que no lo comentara por ahí y mucho menos a los chicos del barrio, pues no lo entenderían y a lo mejor se reirían de mí. Que hablara solo con ella y que compartiríamos ese secreto. Me quedé confuso ante sus palabras y bastante decepcionado, sin llegar a entender en realidad lo que pretendía, pero guardé silencio y no supe qué contestarle. (No sé si porque era demasiado pequeño y no estaba preparado para mantener aquella conversación o es que todavía aceptaba sin más las sugerencias de mi madre) Lo que sí recuerdo es que lo de guardar en secreto mis aspiraciones me cayó como un jarro de agua fría ¡Con lo que me gustaba decir a todos que yo iba a pilotar aviones! Y de la noche a la mañana me encontré en un estado de desconcierto total, más atontao si cabe que antes pues a mi edad todavía creía a pies juntillas lo que explicaba mi maestra y ésta no paraba de decirnos que podríamos ser lo que quisiéramos si poníamos el suficiente empeño en conseguirlo. [6]


Voladas Año 2, Nº 3 ¡Qué desilusión! ¡Y qué desdichado me sentí! Yo queriendo volar y mi familia empeñada en quitarme la idea del vuelo de la cabeza. A mi corta edad y sin apego alguno por la morralla… Lo que os decía: mi entrenamiento empezó pronto pues a instancias de mi abuelo, mi padre me llevó un sábado por la mañana a recoger chatarra. Se me dio fatal. Los trastos viejos me repugnaban y no me gustaba mancharme las manos con la tizne y mugre que los cubría, por lo que mi padre se enfadó conmigo y cuando volvimos a casa le dijo a mi madre que yo era un inútil y que dejara de mimarme o no iban a poder hacer de mí una persona de provecho. A mi vez me sentí mal y bastante desgraciado. Llorando de rabia le chillé a mi madre (a mi padre no me atreví) que jamás iba a ser chatarrero, que se quitara esa idea de la cabeza. Mi padre me dejó tranquilo un par de semanas, pero de nuevo un sábado por la mañana volvió a intentarlo. En esta ocasión me llevó a la chatarrería a vender lo que había recogido y me dijo que correteara por allí mientras pesaban la mercancía. Tampoco en esta ocasión funcionó. Correteé cinco minutos por el lugar pero no encontré nada que me gustara y me senté en nuestra furgoneta a esperar a mi padre. -¿Pero qué haces ahí sentado? ¿No has encontrado nada que hacer? Me preguntó bastante desilusionado. -No, le contesté con una voz apena audible, pues intuí que el horno no estaba para bollos y que era mejor no irritarle. -¡Pero qué raro eres, hijo! Tiene razón tu abuelo: ¡Estás hostiao! ¡Qué difícil nos va a resultar espabilarte! Y dando un portazo condujo hasta casa sin decir ni mu. Mi madre no era tan dura conmigo y me mimaba todo lo que le permitían sus circunstancias pero también ella sabía ya que mi futuro iba a ser el que actualmente es, por lo que se dedicó con todas sus fuerzas a hacer de mí un chico de provecho que pudiera ganarse el pan por sí mismo.

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Voladas Año 2, Nº 3 Ante mi situación familiar, no es de extrañar que poco a poco me fuera haciendo más huraño y desconfiado, por lo que, con las collejas como método de enseñanza, empecé a cambiar y guardarme mis secretos para mí, pues cada vez que hablaba de mis gustos las cosas se ponían feas y me decían de todo: que ya estaba bien de pamplinas, que dejara de hacer el vaina, que si tenía muchos pajaritos en la cabeza… No me quedó más remedio que convencerme, con gran dolor de corazón y de cuello, que todo hay que decirlo, de que tripular un avión no debía ser tan fantástico como pensaba y que algún oscuro secreto debía esconder la profesión dado el empeño que ponían en casa para que me olvidara de ella. Y así, a trompicones y collejones, comencé a aprender el noble oficio del desecho. Fui creciendo y dejé de creer en las palabras de mis maestros para creer cada vez más en las de mi familia. Poco a poco me fui aficionando a salir y pronto aprendí que si hacía las mismas cosas que mis amigos, mis vecinos, me iba muchísimo mejor y me consideraban uno más. Le tomé gustillo a las correrías por el vecindario en busca de pequeñas aventuras, a las salidas nocturnas, a faltar a clase, a no hacer nada… Total, que terminé convirtiéndome en el perfecto joven digno de mi barrio y otra vez mi padre tuvo que meterme en cintura. Y esta vez no solo a base de collejitas… ¿No os decía antes que llegar a mi situación actual me ha costado lo mío? Como no soy tonto y aprendí por experiencia de lo que va la vida, poco a poco fui agachándome cada vez más e implicándome en el oficio. Es más, empecé a tomarle gustillo a la chatarra, también debido a que en mi casa consideraron que era mayor para depender de ellos y me negaron los caprichos, por lo que tuve que empezar a ganarme el pan con el sudor de mi frente, conforme al mandato divino. Actualmente me he convertido en todo un experto. Por fin he aprendido todo lo que tenía que saber sobre el oficio y ahora, cuando un avión surca el cielo, pienso en los kilos de chatarra que podría proporcionarme un aparato de esos…

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La vida en rosa

De repente un día te despiertas y la vida ha cambiado de color: del gris al rosa. Tampoco tú eres la misma. Amaneces fortalecida, con el sabor del júbilo en un liviano corazón que palpita libertad. El aire huele a brisa y te abres con pasión a una flamante mañana de menta y jazmín. Parpadea tu realidad con un ceño distinto hechizada por el coraje de esa mirada limpia. Los temores del ayer dormitan con los sueños y donde habitaba la duda, hallas certeza, el esfuerzo recupera su equilibrio y te abandonas con emoción al devenir de la jornada. Tus cosas, la casa, tu vida adquieren su medida, recobran la inocencia.

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La tristeza viene y va

A veces, sin que lo esperes, apenas abierto el día, nos envuelve una tristeza recurrente, caprichosa, que regresa para borrar con su disgusto la dicha tenazmente acumulada. Fustigados por la pena huyen turbados los sueños. Quebrantada la razón, herida, no halla el sentido de las horas, del delirio, del fulgor de la mañana o de aquella rosa abierta. Arrugada la alegría, se reinstala el desconsuelo, decae el coraje, muere. Fluyen potentes las sombras y el silencio nos acoge. Trastocada la emoción, se vacía la mirada, al igual que la sonrisa.

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Las ventanas de tu corazón A Blanca y José Carlos

Cuando abres de par en par las ventanas de tu corazón y abrazas la mañana con la luz bailando en tus ojos, tendidas las manos al viento, y recorres las horas del día avanzando sin sombras, fiel al latido de tu conciencia, con el afán marcando el paso, rotas las amarras del desánimo y la sonrisa en el rostro; cuando descubres la emoción que te reconcilia contigo, desbordada la jornada de afectos, abierta la puerta a los sentimientos, al ardiente sabor de la verdad, a un horizonte tranquilo, con un amor verdadero y domas ese brioso caballo que es a veces la vida, se colman mis sueños y soy feliz. Cuando cada instante de tu día es alba, mi día tiembla con una luz especial. Las ventanas abiertas de tu corazón deshacen las arrugas del mío.

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Conchi Castellano García

Para Daniel Me gustaría que no te asomaras a este abismo, aún no. Que no salieras del círculo inocente de tus ojos, de tu blanca mirada de niño, de tu risa azul extensa como la mar lejana. Que te quedaras para siempre en ese lugar que surte los sueños, allí donde la vida fluye lenta ignorando la fugacidad de las horas, donde la luna aún brilla despojada de sombras. Me gustaría que te agarraras a mi mano y te quedaras aferrado a tu niñez para siempre conmigo. Qué más quisiera yo que tenerte siempre conmigo.

La vida, a veces La vida, a veces, es imprecisa y confusa. A veces, es como una luz enigmática que nos envuelve unos días y, otros, la mayoría, una cotidianidad que muestra nuestra imagen sobre los escaparates de las tiendas.

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Esa hora de la noche Ya llegó la hora en que la noche es esa extraña mutación de la luz, un túnel en el tiempo del día disfrazado de contrario. La luna mira a los insomnes, angélica, blanca y es testigo clandestino de sus inquietos susurros y de sus eternas oscuridades. Cuando llega esa hora la noche se hace incoherente y el sueño, una muralla incierta hecha de infinitas piedras.

Las nubes Al cielo se encaraman empujadas por el viento como gigantescas olas de algodón que imitan las figuras de los sueños. Caminan diligente jugando a oscurecer los días, enredándose en las altas cumbres, enganchándose a las esquinas. Se mueven sin prisas cubriendo el azul con su tul blanco mientras que el niño que las mira sonríe porque no están pegadas al cielo como creía.

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Cuando llegue la tarde Cuando llegue la tarde me sentaré contigo aunque no en silencio ni a la sombra de la luna sino en la acera de tus ojos. Quizá todo llegue a la hora prevista y, nosotros, lleguemos allí donde no llegó nadie, justo detrás de un tiempo construido secretamente con las ruinas de los días.

El tiempo El tiempo transforma la vida haciendo de ella un laberinto que se mueve al son de una armonía infinita llena de notas ahora alegres, ahora melancólicas. Somos prisioneros de este tiempo, de su ritmo inexorable y de su eco. Y es que el tiempo no tiene corazón, sólo es un olvido que lame con su larga lengua ese vertedero de irrealidades que es la memoria. Puede que yo no sea tiempo pero soy su huella. [14]


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Un lejano y antiguo deseo Cuando

esta mañana nos volvimos a encontrar fue como si regresáramos al principio. Siempre te esperé con los ojos cerrados, imaginando cómo sería tu regreso. Fue así como tus huellas llegaron a formar parte de mi presente. Y durante todo este tiempo he estado pensando en lo que te diría si tuviera de nuevo la oportunidad de enfrentarte. Pero ahora que de nuevo estás aquí, las palabras se desordenan en mi mente y les cuesta asomarse a mi boca. Es curioso. No me preguntes por qué, pero lo primero que pensé fue en cómo será la próxima vez que nos veamos. Tiene gracia que piense en eso cuando me cuesta creer que estés aquí ahora mismo. No niego que llegué a pensar que sin ti los días en el mundo no existían y que, a ratos, me quedaba como absorto pensando en el momento en el que te vi marchar. Ahora, de nuevo, estás aquí. Durante unas horas hablaremos de todo y de nada, de lo que hemos cambiado, de lo que ambos dejamos en el camino. Pero nada es como al principio, porque ninguno de los dos somos los que éramos al principio. Ahora estás aquí y no sé por cuanto tiempo. Y hasta es posible que crea que viniste para quedarte. Pero si lo pienso mejor, los dos sabemos que al amanecer te habrás marchado, y yo volveré a ser simplemente la ceniza de tu fuego. Es lo que tiene vivir dentro de la tonta y absurda fantasía de tu regreso, que todo dejó de ser real en algún tiempo incierto. Incluso ahora que estoy de nuevo solo dudo si de verdad te vi alguna vez o todo fue el recuerdo de un lejano y antiguo deseo.

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Detrás de la ventana Tarde o temprano las sombras avanzan tras los cristales de una ventana cerrada mientras al fondo la ciudad se deshace durmiendo un sueño profundo. Nada se mueve, no hay ruidos. Y allí, cuando la noche se abre se acallan los recuerdos en un silencio esponjoso como las nubes. Detrás de la ventana, la noche solitaria suspira simplemente por empujar al día.

Lo que queda del día Esta luz que aún sobrevive a la tarde, se desliza inesperada entre las nubes. En ella bailan las pequeñas motas de polvo como diminutas sobras del día. Eso es todo. Todo lo que queda del día.

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El silencio no es silencio A veces me gusta el silencio cuando no es espera ni una oscura trampa de los sentidos o muerte. Me gusta el silencio que no es silencio, el que es susurro del viento, aliento del mundo que respira o el infinito a la búsqueda de un cuerpo que lo sostenga.

Soledad Hay un momento en que los relojes se vacían de tiempo, un momento en el que el olvido se hiela y los pies cansados se apartan del camino. Fuera no hay sol ni luna solo un hombre que llora.

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La realidad La realidad pierde, a veces, su mundo enganchada a la luz de una farola, otras, en los bosques penumbrosos del alba. Es esa realidad que dibuja la vida trazada con metáforas, con extrañas visiones y contradictorios amaneceres. Esa realidad que es una mutante con aspecto de espejo.

El fondo de todo Quizás haya un fondo para todo, un abismo detrás de una esquina, una ventana por donde se escapa el aliento. A veces, todo se siente caer, y todo cae. Pero el fondo no es un lugar porque entonces sería fácil evitarlo, sino que es una ausencia que tarde o temprano nos separa del mundo.

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El iris del futuro.

Javier Gallego Dueñas

Una caja guardada en un cajón llena de fotografías. Su color no es sepia, acaso blanco y negro; su color se desdibuja como se desdibuja el recuerdo. Los colores cambian, los detalles se velan, aparecen reflejos de óxido como se inventan los recuerdos. El color del paso del tiempo se posa como el polvo sobre la caja, provocando la presbicia. La luz de aquellos días, el iris del pasado torna del gris al negro. El tiempo, con la mirada cansada olvida todo el espectro para el futuro.

Advertir una mañana que el mundo sigue ahí, sentir que todo continúa, mientras tú te derrumbas, desapareces. O, al menos, quisieras desaparecer, desdibujarte. Y no se puede culpar al mundo porque el mundo externo continúa sin ti. Mientras te derrumbas, te desdibujas, desapareces. O, al menos, quisieras. [19]


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Ese instinto feroz con el que la muerte dramáticamente te atenaza, viene a ser un mordisco que desgarra con insistencia una férrea voluntad. El tigre de Bengala que la muerte te envía encerrado en una jaula asalta con obstinación, royendo hasta el tuétano lo que de resistencia queda. No es el felino narrado en los documentales de televisión, no es la fiera mansa de los circos, no es el gato gigante de las películas antiguas. Es la muerte, el hastío, disfrazada de fauces que, de vez en cuando, aprietan, cada vez más próximas.

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Como el papel mojado que se deshace, como la niebla de la mañana que se transparenta, como el dulce que se diluye en la boca, así los días van pasando, las horas. Así seguimos, las mañanas de domingo, Minutos prestados, el universo entero que se filtra por la persiana, que no dejamos pasar, cerrando a cal y canto una burbuja instantánea. Llegarán luego las horas sin dormir, las tardes que de nuevo se diluirán gastadas las semanas, acumulándose en un impredecible futuro que se parece tanto al presente.

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Anteriormente el pasado era remoto, el ayer se disolvía en un continuo, las mañanas traían nuevos días y las tardes se hacían eternas. El pasado ya no es lo que era, creíamos poderlo guardar entre las manos, atesorar sus retales en álbumes y cajas, los pedazos rotos esperando ser reparados. El pasado pasa en cada caja y cada álbum, y nos ancla pesado a un suelo que creíamos nuestro y no lo era. Las fiestas marcaban hitos, señales, banderas para recordar que fuimos ahora son solo carroña en carpetas de fotos digitales. El pasado no sólo es lo que fuimos, también alumbra quienes somos Y encadena quienes seremos.

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La personalidad de la ventana. Tendríamos que reconocer que llamamos ventana a realidades muy diversas. A primera vista la primera cualidad de una verdadera ventana es que no se ve, esto es, que está fabricada de un vidrio transparente y que la pericia de su mantenimiento hace que permanezca sin mácula. Pero no nos llevemos a engaño, el vidrio siempre fue un objeto de lujo, un material caro, un producto apreciado, por eso no nos extraña ver en las chozas medievales y aún en las de los cuentos, ventanas sin cristal, sólo compuestas de rústicos listones de madera apenas apelmazados, con uno travesaño que les da unidad y varias oquedades fruto de las imperfecciones de la materia prima original. Las ventanas poseen su propia personalidad, porque, ¿cómo va a significar lo mismo una ventana hogareña, invisible de puro limpia que un cristal ahumado, sospechoso y perverso de una oficina en el piso 38 de un rascacielos propiedad de una gran corporación? Las ventanas extrovertidas están abiertas, pero abiertas de par en par, con dos hojas que se despliegan hacia afuera, aunque bien es cierto que la mayoría de las ventanas con hojas se abrían hacia dentro. Algo querrá decir. Quizás las primeras sacaban del interior de la habitación todo lo malo, el aire viciado, la oscuridad, el polvo, mientras que las otras procuran atraer de fuera la luz, el aire puro, los aromas de la calle. Extrovertidas pero miradas para sí mismas. Egoístas son las ventanas que no se abren, esa de los hoteles que están selladas. Argumentan que así evitan suicidios, pero son más bien ejemplo de esa rapiña que te cobra el wifi y las toallas limpias. Son ventanas que tienen que ser limpiadas desde fuera. Algo sospechoso ocultan en esos rascacielos de oficinas que no permiten que entre el aire de la calle, algo trapichean cuando uno limpia por dentro y otros por fuera. Un doble rasero, una doble ley de transparencia, una regla de juego hacia dentro y otra hacia afuera. Son ventanas, además, clasistas, selectivas, dejan pasar la luz, pero no el aire. Entre ambas están las ventanas que se llevan ahora de corredera, que puedes abrir una hoja superponiéndola a la otra. Eso no puede ser bueno, abres por un lado a costa de cerrar por el otro. Son ventanas aviesas, que ni están abiertas ni están cerradas. Son las [23]


Voladas Año 2, Nº 3 ventanas de la clase media, que si quieren algo por un lado, tienen que restringir por otro. Son ventanas casi imposibles de limpiar con efectividad, muy largo hay que tener el brazo para llegar a todos sus rincones. ¡Qué difícil es para la clase media tenerlo todo en estado de revista! Si existen ventanas orgullosas y festivas, esas son las vidrieras, a veces un poco reinonas, con tanto colorido y tantos santos y vírgenes. Las hay alternativas, estrafalarias, como esas que se abren en ángulo. Hay ventanas que tienen aires de grandeza y se transforman en puertas acristaladas, sofisticadas que se abren al paso de las personas. No hay ventanas normales que gocen de esos artilugios. Son ventanas/puertas algo cyborgs. Luego pasamos a unas con complejo de superioridad. Son más pequeñas, pero por eso mismo gritan con voz atildada y te obligan a bajar la cabeza si quieres que te conceda un favor. Son las ventanillas que viven en los mostradores oficiales. Se les ha subido el cargo. Las ventanas son paradójicas, son a la vez invisibles y ofrecen un reflejo, pueden ser opacas. Dan paso a la luz, pero tienen restricciones al aire, como si fueran emigrantes ilegales a los que hay que controlar el visado. Y si llueve, se cancela el tratado con ese país y se quedan fuera, procurando echar la persiana y que no se moje. Los países desarrollados del primer mundo, los países del norte, las prefieren abiertas desde abajo, como se construye una democracia, sujetando a los de arriba. Los países pobres no tienen ni siquiera ventanas, sólo un hueco en una choza. Los cristales traslúcidos son apocados, tímidos, prefieren pasar desapercibidos, mientras que los cristales transparentes son realmente ventanas traicioneras, sobre todo para las moscas, que pretenden atravesarlas y tropiezan sin piedad, una y otra vez. [24]


Voladas Año 2, Nº 3 En la consulta psicológica de las ventanas vienen indecisas, que tienen cristales transparentes y luego se tapan con grandes ropajes de cortinas, o persianas, que son como armaduras. Algunos prefieren ese híbrido entre reja y persiana que son las lamas de metal. Otras simplemente se travisten con visillos. Siempre hay un secreto tras un visillo o una celosía. Son símbolos de la transparencia, pero recordemos al gran Bob Dylan, ahora eres invisible, no tienes secretos que ocultar. ¡Qué triste una casa sin ventanas, pero más triste aún una casa sin secretos!

Los años perdidos Viniste demasiado pronto, reconócelo. Por mucho que corriera, era imposible alcanzarte. Me quise hacer mayor, juicioso, repelente para falsificar un expediente de madurez, –aunque no paré de coleccionar una pretenciosa sarta de locuras e idioteces–. No conseguí engañarte, por supuesto. Decidiste entonces mantenerte tú, engañar tú al tiempo, hacerte inmune a las horas, filtrando con convicción las experiencias. Aunque no debiste verlo tan claro entonces. Las alas de la memoria son traicioneras, pero todavía existen fotos que corroboran que sólo fue un error de cálculo, un pequeño desajuste en las fechas. el mundo sólo existió y existe para que nosotros estuviéramos juntos [25]


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El carromato Mi morada es extraña. Un carromato de verbena, las dependencias

Juan José González Castellanos

de unos artistas del cante y el baile en armonía con la clarividencia. La empresa que nos contrata para las ferias itinerantes aprecia nuestro atípico espectáculo donde se mezclan las diferentes tradiciones, dándole un atractivo sabor al recinto medieval con el que durante los fines de semana se engalanan algunas calles de los pequeños pueblos que visitamos. Mi carreta, cubierta por un tejado a media luna tiene todo lujo de detalles. El acceso principal posee una pretenciosa escalera de madera con tres gruesos peldaños que da paso a un amplio zaguán limitado por una balaustrada ornamentada por dos grandes columnas torneadas que soportan la entradita. Debajo del pasamano y entre los barrotes galeote, asoma un gato de pasta rígida que, mediante un simple artilugio, abría la boca y maullaba alegre hasta que un día un bache de la carretera le destripó el engranaje. Un gitano con conocimientos de ingeniería desbarató el mecanismo en una chapuza de alambres torcidos y piezas sobrantes dando vida a un Frankenstein que forzaba un bostezo de sueño interminable acompañado de un lamentable miar. Dos faroles con luces verdes escoltan el pórtico y diminutas bombillitas iluminan un cartel en el que se puede leer:

ESPECTACULO Y PREDICCIONES TU DESTINO TE SERÁ REVELADO

Dentro del carromato estoy yo, una puerta de dos hojas que paso a ser ventana sin barrotes las noches de espectáculo. Soy la frontera que separa la carreta en dos mundos: por un lado la cocina, el almacén y el dormitorio, la realidad; y, del otro lado, la fantasía artística del espectáculo y los augurios. El cuarto de los vaticinios está cubierto por cortinajes de vivos colores, aterciopelados y enjoyado con un universo de brillantes estrellas plateadas y de soles dorados que dan poco calor pero sí mucho brillo. En el centro, una mesa camilla atornillada al suelo que por las tardes noches sirve como mesa de quiromancias esta

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Voladas Año 2, Nº 3 eternamente escoltada por dos sillas de enea e iluminada por una luz velada creada por un pañuelo tragaluz de seda. Al cuarto de atrás se puede acceder por una escalera mohosa, menos ostentosa. La entrada te abofetea con una roñosa estantería multiusos a la que le sigue un fogón con sartén que alimenta el suelo y la pared de salpicaduras de aceite y tomate. Desde mi izquierda una tablero cae como una cizalla instalándose debajo de mí alfeizar, pasando a ser una mesa para la comida y catre al anochecer. Los días de trabajo comienzan todos iguales. Mis dueños, unos cíngaros, se colocan en el carromato debajo del pórtico. El gitano empieza su espectáculo a horcajadas sobre el cajón peruano, arrancando con la percusión mientras un amplificador eléctrico reproduce el sonido grabado de una guitarra. Compás alegre que no decae en intensidad para llamar la atención de los viandantes que alegremente se acercan mientras la gitana forma un gran círculo imaginario orillándolo con un pie mientras baila y recita. Tras terminar, ella pasa entre los asistentes el cestillo. Intenta captar a los primeros clientes que son conducidos al interior del carromato, mientras tanto, el romaní ameniza fuera alegremente la espera del resto del público que se dedican a echar fotos del carruaje y a contemplar el espectáculo musical. Dentro, una vez pasado el umbral de la puerta y cerrada las cortinas, el silencio es abisal. Aislados del bullicio, sentados en la mesa, la vidente se lanza directamente adornando la vanidad de todo tonto que se precie a bien: “Usted es una persona muy inteligente”. A las mujeres les arregla la vida con la frase “A usted le acompaña el espíritu de un hombre”. Un conjuro de frases inciertas, todo un juego de la probabilidad

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Voladas Año 2, Nº 3 adornado con expresiones ambiguas y dramatizadas con la evidencia inverificable. Nunca acepta un revés en sus previsiones y jamás falla con la frase “Aunque no ha sucedido, pronto ocurrirá”. El futuro decorado con la prosperidad para los pobres, el sentido de la vida para los ricos, la pasión de amores venideros para los jóvenes, acicalado con la fortaleza de la salud para todos. Contentos con el espectáculo y ante el acierto de los augurios todos pasan por la caja de la voluntad que según la zíngara no debe ser menor de cinco euros. El concierto musical sigue hasta que el cajonero cansado se retira al catre dispuesto a conciliar el sueño. A la sazón por un extraño sortilegio los más adeptos a la oscuridad llaman prudentes a la puerta de la barraca. Virtuosa con los generosos donativos, la gitana entonces ofrece, llena de misterio, la contemplación del futuro a través de una ventana mágica. Extasiada revolotea alrededor de la mesa bailando con parsimonia para separar los cortinajes que me cubren y enfrentarme a esas personas, para que puedan descubrir dos mundos: uno, donde ellos están; y del otro lado, solo la oscuridad, el abismo más profundo perturbado por la respiración imperceptible del percusionista que dormita. Ella les susurra suave: “Cierra los ojos y acércate. Mira a través de la ventana. Podrás ver la verdad en tu interior. El futuro, tus raíces, el bien y el mal” Sugestionados, la mayoría temerosos de ser descabezados por la evidencia de lo arcano, vuelven a la mesa de camilla sin poder resistir el envite de la gitana nigromante que cierra la cortina sonriente para regresar a la silla y seguir recreándose con las expectativas de sus clientes, recuperando los embustes ocultos en las cicatrices de las manos o las mentiras de las cartas astrales. Algunos, temerosos, pasan la cabeza entre las jambas sin abrir los ojos y perciben el olor a la fritanga del día, a gitano cansado, a ropa sucia amontonada y a inmundicia. Entonces, veloces, retroceden a la mesa alarmados y espantados por lo que les depara el futuro. Pocos consiguen pasar la cabeza por la ventana sin miedo a la realidad, desatendiendo la hipocresía de la bruja, resueltos a [28]


Voladas Año 2, Nº 3 descubrir la verdad. Estos son los únicos que ven el cuarto sucio, con un romaní sobre un catre entre trapos, estanterías y multitud de apestosos olores. Ellos ven la realidad. En definitiva, eso es lo que yo soy, una asombrosa ventana pasaporte hacia la verdad que separa dos mundos y que no todos están dispuestos a traspasar. El abismo entre la imaginación humana y la evidencia. Una ventana alejada de la falsedad farisea en la que se empantanan algunos seres.

El final del amor Sentada, mirando por la ventana mientras León marcha para el trabajo, saborea la mañana con el olor del café. Él, ajeno a su mirada, piropea el magnífico cuerpo de su vecina. Con fuerza, el torbellino incontrolable de los celos golpea a Alba, que pasa todo el día abrazada a la tortura de la envidia siendo derrotada por el insomnio de la ira. A la mañana siguiente, desvelada y sentada junto a la ventana, contempla con desazón cómo su vecina marcha de nuevo para el trabajo. Miró sus zapatos, su pelo y hasta el color de su piel. Buscó en sí misma algo que la hiciera mejor que su vecina. Alba, ya ni siquiera veía a León. Siguió amarrada a la ventana de la envidia durante meses para ser atacada por la locura de las sospechas infundadas. Perdió los nervios por la obsesión, gritó a León sus temores y frustraciones agriando la pacífica convivencia del hogar. Cuando él, cansado de las dudas desató la guerra de las desconfianzas, sobre aquella ventana murió sin remedio la certeza del amor.

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Voladas Año 2, Nº 3

La cochinilla Este es el relato de una aventura, la de un largo viaje entre dos mundos con dos intérpretes: La de un niño de piel morena, de apasionados e impulsivos juegos y una cochinilla, diminuto búnker enroscado de escamosas paredes plateadas. Todo comenzó en un día de patio, en un colegio con nombre, donde los pinos alegres se desmelenaban contagiados de felicidad infantil. Un lugar donde los castillos no tienen farallones imposibles de franquear y están pintados con blanca tiza en el suelo, ansiosos de que los saltes a la pata coja. Allí los días no se entristecían amargos por el paso de las horas, un tiempo que se alimenta de la algarabía de los recreos para derrotar al frío y al calor. Él niño se dedicaba a jugar en los arriates donde las hierbas prosperan descuidadas entre la hojarasca muerta y la tierra está regada de flores caídas por su madurez fecunda. Aquí las hormigas son legiones recolectoras en formación, incansables trabajadoras procesionales, moradoras de mansiones subterráneas envueltas en el perfume pastoso de la oscuridad minera. Un pequeño paraíso donde las gotas del rocío pueden ser colosales charcas transparentes de perfecta simetría esférica. El agua de riego crea un río salvaje que lo arrastra todo a su paso como un tsunami atemporal tragado por la sedienta tierra del sur. Un día sus indagaciones le llevaron hacia las mariposas, que al verlo venir, alzan el vuelo temerosas de la delicadeza de sus alas empolvadas de coloretes. Molesta a las lombrices, que rojas se contraen de fastidio para alargarse y buscar refugio bajo tierra. Acosa a las rechonchas orugas que entre las sedas de sus prendas solo quieren hablarle de extrañas metamorfosis. Le pregunta a los escarabajos presurosos que lo miran para sucumbir afectados por una muerte falseada. Mientras tanto las cochinillas dormitan debajo de un viejo tronco, esperando a la noche para salir a disfrutar de los rayos de una luna primaveral y seguir con su trabajo de compostaje. Entonces aparece

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Voladas Año 2, Nº 3 él, descubriendo su dominios sombríos, y al levantar el tronco ellas se quedaron inmóviles ante la devastadora claridad, pretendiendo jugar al “no me ves”. Inanimadas, se rizan indefensas en una envoltura de crustáceo acorazado. Solo las hormigas salen en su defensa con carreras desenfrenadas, gritando revoltosas arrebato contra el descomunal invasor. Uno de los redonditos insectos es pinzado entre los suaves dedos de niño que como un gigante, la deposita en su mano para contemplarla pacientemente, apuntándola con un dedo, estrujándola para que se desenrosque. Hasta que él, cansado de su pasividad se la lleva directo al bolsillo de su pantalón. Pasado los primeros instantes de terror, cauta se desenrosca lentamente para verse prisionera del tergal. Se sumerge así entre las pelusas, en una aventura de chicles olvidados con los que hacer grandes globos de caucho. Se espanta con las caras de cobre en cinco céntimos que la miran inquisidoras y tanteando con sus antenas persigue el olor a futuras comidas veladas entre las costuras del bolsillo del pantalón. Como todos los días, el recreo terminó con el alarido estruendoso de una sirena enfadada y cansada del alboroto. Un largo grito de protesta que pone fin a los juegos, la alegría y las interesantísimas charlas. La cochinilla fatigada por el confinamiento, intenta la escalada sobre los muros de un Annapurna de algodón. Intranquila por el encarcelamiento, rehúye revoltosa del calor insoportable y reniega de la opresión escarbando con sus múltiples patitas, refregándose agotada, hasta conseguir llamar la atención del niño con un suave cosquilleo de bolita troglodita. Él busca en su bolsillo hasta dar con el insecto enroscado. En su mano lo iza, enarbolándolo para dejarlo caer sobre la mesa ante el silencio de sus compañeros que completan la extenuada miniatura que rueda y bota como una bola loca de goma hasta que por fin, ella como una gran artista se estira elegante sintiéndose Gulliver en el centro de un gran circo de gigantes que la descubren sorprendidos. Toda una cochinilla invencible de siete pares de patas, una terrícola de cuatro antenas, princesa de sangre azul y coraza articulada.

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Voladas Año 2, Nº 3 El niño celoso de la multitud, arrobado por su extraña belleza, la guarda veloz en su maleta donde se despeña en lo más profundo de un abismo infranqueable lleno múltiple y extraños cachivaches. Ella se refugia acurrucada, sin preguntar, en un sacapuntas de plástico olvidado que hace mucho tiempo que dejó de trabajar agotado por el duro esfuerzo, para ser desterrado por una máquina de acero con más brío y resistencia. La cochinilla dormita, soñando con gigantescos monstruos de dos patas que destruye su familia en una guerra fratricida de pisotones y patadas. Indiferente a los golpes y protegida por su suerte viaja a la casa del niño. Que está dispuesto a adoptarla ante la cara asqueada de su madre. Él la busca en la inmensidad de su maleta. Revuelve entre los libros, deshoja las carpetas, ordena la cartuchera repleta de colores, sin dar con ella. Su hermano le ayuda vaciando el contenido. Desarruga viejos papeles con mensajes secretos, descarta trozos de gomas corroídas, desprecia lápices enanos que deambulan perdidos sin un destino cierto. Y al fin da con el sacapuntas que golpea contra la mesa atisbando el secreto que encierra sus entrañas para encontrarse de nuevo con la cochinilla que sucia y agotada se postra indefensa y derrotada. Con mucho mimo le buscan una morada en un bote de cristal transparente, envuelta en viejos periódicos de tinta húmeda, arena negra y lechugas descoloridas. Por fin consigue descansar tranquila sin sobresaltos ni alboroto en una mesilla de noche, desde donde todos los días al oscurecer y, antes de salir a comer es observada por un coloso de ojos hermosos que se prepara para dormir. Los días pasan y él aplaca su insistente vigilia, fatigado de la fugaz atracción pasajera por la belleza extraña encerrada en la cochinilla. Ayudado por su hermano la devuelven al jardín donde la encontró para que disfrute de su libertad y del libre albedrío que nunca debió perder. Dedicado a Juan Manuel

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Voladas Año 2, Nº 3 – Especial “La Ventana”

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José Antonio Herrera

Rosa de la Corte

Voladas Año 2, Nº 3 – Especial “La Ventana”

Con Martín había tenido una historia de amor secreta, quizás la más sincera que había vivido, pero jamás se atrevió a contársela a nadie, tal vez porque era el chico negro del barrio. Fue una tarde de julio cuando todo comenzó. Ella se encontraba sola en casa, aburrida, mirando la tele en la sala de estar. Fue la primera vez que lo vio detrás de los cristales de la ventana y le sonrió con una ancha y dulce sonrisa de dientes blancos. Salió a su encuentro y, después, decidieron pasear por el barrio. Al día siguiente, Martín volvió a asomarse por los cristales de la ventana con su rostro inocente y la misma sonrisa de la tarde anterior. Ella otra vez salió a su encuentro y huyeron del barrio en el Metro para perderse en el centro comercial de Callao y entre el bullicio de la ciudad, hasta que las luces de neón estallaron contra el cielo negro e iluminaron las aceras y decidieron regresar. Al cabo de unos días, en el cine Maravillas, comenzaron sus escarceos amorosos, se juraron amor eterno y se iniciaron en pasiones con la rara sensación de estar descubriendo algo que sus instintos sabían desde siempre. Valentina perdió su virginidad con unas dudas de conciencia que le costó superar, mientras que Martín hablaba abiertamente de sus orgasmos con ella. Aquello duró hasta la mañana que Martín pasó por delante de los cristales de la sala de estar y no la miró ni le sonrió. Habían transcurrido seis meses desde la primera vez que huyeron hacia otras calles, fuera del barrio. Desde entonces, se convirtió en un extraño para ella; la mirada de él se llenó de brumas, se tornó fría, desprovista de inocencia.

Desde mi ventana. Desde mi ventana la veo balancearse, aunque a veces se esté quieta. Ahora mismo el viento la mece suavemente a un lado y a otro. La lluvia resbala por ella despacio, como tomándose su tiempo, hasta llegar a su zapato, empapándolo. Desde mi ventana la veo balancearse, colgada de un cable de tensión. Parece distante, extraña, fría, sin vida… supongo que es lo normal, siendo una pierna artificial. [36]


Belén Peralta

Voladas Año 2, Nº 3 – Especial “La Ventana”

Al otro lado Odio las ventanas. No me gustan. Y comprendo que es una fobia contra la que no se puede luchar, que la llevaré siempre pegada a la piel porque... ¿qué edificio no tiene ventanas? Mi casa las tiene, obviamente. Si voy por la calle, las veo con esas personas asomadas, ociosas algunas, otras regando las pocas flores que se pueden contar en la ciudad. Muchas veces las ventanas aparecen vacías, mudas de gente. Quién sabe qué hay detrás de ellas. Quizá parejas haciendo el amor, a lo mejor alguien dándole una buena noticia a su madre, o, a lo peor, una virgen suicida cortándose las venas. Nadie sabe lo que hay detrás de una ventana. Por eso, ahora que esos hombres de batas blancas me miran por este ventanuco redondo, igual que el ojo de buey de un barco, me reafirmo en que odio las ventanas. Mi fobia la llevaré siempre, sí, pegada a la piel como pegada está esta camisa con mangas que me atenazan el pecho doliente. No estoy loca. Simplemente, no me gustan las ventanas desde que mi hijo voló desde una de ellas.

Inmaculada Rodríguez Castellano

Se te nota la tristeza en la mirada, y hasta se confunden y entremezclan otros monstruos que da miedo mencionar por si aparecen. Se me rompe el alma al comprobar como pintas cada mota de tu mundo, y le das color de lodo a tu futuro. ¿Cuántas veces he venido a abrirte la ventana para que entre el sol? ¿Cuántas veces te he querido asomar para que veas? Quizás tus ojos ya estén acostumbrados a ese pellizco del alma, a ese vacío de aire irrespirable e incierto, a esa amarga costumbre, a ese continuo disimulo aprendido en una escuela obsoleta y cruel. No quiero saber cuánto tiempo hace que te rendiste, ni siquiera si alguna vez fuiste feliz, porque nadie merece una vida vacía, pero lo peor es elegir tu casa, tu gente, tus costumbres, tus creencias, y con todo eso, coger un asiento, y ponerte mirando a la pared. [37]


Rosa Marcela Gallego Reyes

Voladas Año 2, Nº 3 – Especial “La Ventana”

Una ventana, la libertad La vida es como una casa que nos brinda oportunidades, ventanas abiertas de par en par. A veces, vemos ventanas encajadas y no somos capaces de distinguir con claridad cómo de abiertas o cerradas están. Otras, son tan sólo ventanucos que elegir cual madrigueras maravillosas en un país de conejos blancos. Son eternas sorpresas de elecciones que nos harán disfrutar, volar o incluso lograrán que se desplieguen las alas de nuestra imaginación para adentrarnos en mundos inimaginables. ¿Qué mejor lectura junto a la claridad de una baja ventana o bajo una amarilla lámpara de salón con aleteos de esperanza? Dar tumbos de una habitación a otra no tiene sentido. Organización, planificación, estrategias a seguir, luces que nos guían a lo soñado, obstáculos que nos encontramos para finalmente toparnos con nosotros mismos siendo reflejados en ese cristal. Cristal deforme, transparente y con gotas incrustadas de una antigua lluvia de meteoritos por mi cabeza. Siempre, siempre hay un objetivo, una meta al final de nuestro camino. Me tropiezo, me estrello y lo vuelvo a intentar y no concibo cuál es mi fallo. ¿Por qué estando tan cerca de mi deseo me es imposible alcanzarlo? Me pica la curiosidad de conocer lo inexplorable, pues sé que se escinde la vida y resta poco tiempo. Quizá soy demasiado ambicioso y pretensioso. No obstante, lo volveré a intentar cada día, tenaz y constante, golpeando ese rígido cristal que en realidad no existe, barreras mentales. Mañana mi libertad estará más cerca que de costumbre, pues vuelan las temperaturas y de muchos es sabido la clave de mi vida: la ventana es el ventilador de los infortunados. Firmado: El Mosquito.

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Voladas Año 2, Nº 3

Un roce Me alargué un poco por si podía tocarte, un roce, tan solo un roce era la meta que pedía mi cerebro. El aire te llevaba cada vez más allá y mi mente recorría esa distancia invisible al sentimiento.

María del Carmen Domínguez Domínguez

Pasaba el tiempo, ese que se queda colgado en el aire sin saber qué hacer. Mis esfuerzos por tocarte no daban más de sí, casi alcanzaba mi objetivo y sin embargo de nuevo el aire hacia que fuese imposible. Nadie había para impedirnos la cercanía deseada, solo el aire nos alejaba en un sin sentido. Un roce, tan solo un roce en tus alas y como soñaba colgada desde este arbusto en forma de pupa, convertirme también en mariposa.

Canalla Ruin y cruel de sentimientos, dotado de un desorden mental rayando la locura, disfrutaba de cada miseria acaparando toda clase de riquezas materiales. Cada día, la misma terquedad mezquina. Le dolía más el bolsillo que el corazón cuando veía a esos obreros cobrando, y esos rostros con un atisbo de felicidad. ¿Cómo podían vivir esas miserias humanas? El día que abandonaba la vida y el alma se volvía volátil, aún le dio tiempo de escuchar una frase antes de soltar su último aliento; Canalla, ha sido un canalla. Así reza desde entonces el epitafio en su tumba: Aquí yace un canalla que por serlo, nunca fue feliz [37]


Voladas Año 2, Nº 3

Escapada en solitario Apareció como una sombra, sin otra luz que un reflejo oblicuo que le acompañó cuando cruzó la puerta. El corazón le latía con un pulso endiablado, el sudor le corría por el cuerpo como un riachuelo; no sabía cómo encarar su presencia así que entró de noche, a hurtadillas, se ocultó cuanto pudo hasta el amanecer, pero la luz de la ventana lo delató y ante la mirada inquieta de su madre se hizo un ovillo en su vientre y se quedó dormido. Fue su primera salida en solitario, sus hermanos gatunos aún seguían dormidos.

La ventana de los cuentos Como cada noche la luz de la habitación se encendía a la misma hora, María se sentaba delante de su escritorio y se ponía a escribir. Sus cuentos eran preciosos, sus mensajes de esperanza para los niños hacía de su labor escritora una pedagogía vital. Cada vez eran más los chiquillos que la acompañaban el día de sus presentaciones en las librerías de la ciudad. Su redacción sensible y amable, tenía cada vez más adeptos. En sus textos no había sobresaltos, tristeza ni pesadumbre, solo sentido humano y vitalidad, contaba las realidades desde un prisma multicolor. Había recibido varios premios por su capacidad pedagógica y por su forma creativa y positiva. Como cada noche y siendo su más ferviente admirador, me sentaba en mi banco del parque junto al nogal para dejarme llevar por su figura reflejada en la ventana hacia el sueño. Sabía que muy pronto podría ir a la biblioteca a deleitarme de una nueva historia llena de ternura, sensibilidad y gran narrativa. Como cada noche, este sin techo era un privilegiado por tener mi banco justo frente a su ventana y desde donde soñaba con un mundo mejor, como el que describía María en sus cuentos. [38]


Voladas Año 2, Nº 3

La guitarra y la escopeta Solas al amanecer, en un rincón de la habitación, como púgiles en un rin de pelea, la guitarra reposaba sobre una silla y la escopeta se estiraba entre clavos en la pared. Despertaron hablando al unísono y se dieron cuenta rápidamente de la presencia del oponente. El silbido ensordecedor del estallido metálico y los acordes acompasados llenaron el cuadrilátero de la habitación inmediatamente. Se miraban de reojo, inmóviles desde sus rincones designados, discurriendo para ver quien poseía más poder de seducción. Las notas entonaban una melodía serena y las balas estallaban vilmente en el aire. Confundidas por los sonidos ajenos, se acercaban curiosas, cada vez más cerca del último asalto. Las balas creían poder atrapar a las notas musicales para hacerlas estallar, tal era la cercanía de las mismas que la culata de la escopeta rozó la curva de la guitarra y sorprendentemente sus cuerpos se enlazaron en la pelea más macabra al compás de la melodía que no cesaba. La recamara encontró ritmo y sin saber cómo, bailaba enlazada a la guitarra, un último silbido estalló en el aire y pronto la guitarra se dio cuenta que la había seducido completamente, la había dejado KO. Ahora, solo sonaban notas musicales, el aire iba in crescendo y así enlazadas bailaron hasta que la escopeta fundió su alma con el corazón de la guitarra formando un solo ser. A partir de entonces solo las melodías acompañaban sus vidas.

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Voladas Año 2, Nº 3

Autorretrato lirico I Mi alma poética. Dentro de mi mente, vive un alma agitada, dentro de mi paz, un volcán de ideas protesta, soy pensamiento al atardecer, al alba, mis ideas caen desordenadas por el acantilado marino de mi ser. II Mi corazón enamorado. Interiormente, reposa un amor profundo, de cualidades excelentes, un ser maravilloso. Soy sensación pura a su lado, al crepúsculo, mi mente y mi alma se disipan por su piel de miel y besos. III Mi vida cotidiana. Fuera de mí, el destino incierto, más allá, las sensaciones periféricas. Soy hechicera de mi sino, la pócima que me hizo a mí misma, el conjuro que me tiene poseída. IV Mi poesía inspirada. Soy un balcón abierto al mar, brisa salada y alegre. Dentro de mí, un torbellino de emociones llena mi vida de ráfagas de luz, luces con nombres propios. V Mi camino habitual. Araño el segundo vivido, atrapo los momentos inciertos. Coso con hilos de sueño, el otoño de mis pensamientos, y en el crepúsculo, desprenderé las puntadas a mi vida. [40]


Voladas Año 2, Nº 3 VI Mi futuro deseado. No quiero ser carcoma decrépita desecha de impaciencias olvidadas. Por el poniente de mi vida, quiero tener ocasos diarios llenos de pasajes reminiscentes. VII Mi feminidad violácea. Mi yo más interno, es malva, femenil y luchador. Mi yo interior es espontaneo, inmediato y cristalino, agonista de lo cotidiano. VIII Mi vejez imaginada. Parca ante la vida inocua, vivo los retazos diarios. Ofendida por las masacres sociales, desprenderé los jirones marchitos de mi piel. Mi vida interna llenará mi ancianidad y Tú serás la realidad cotidiana de mi vida. IX Mi ser endógeno. Intrínsecamente pegada a la vida, la voz poética me subyuga plenamente. A mi alma recóndita le nacen versos, rindiéndose a la necesidad de la escritura, dejando huellas en los folios anímicos de mi pensamiento.

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Voladas Año 2, Nº 3

Aroma Me enamoró tu aroma de invierno, ese que dejó en mi piel tu huella para siempre. El mar vino a vernos hasta la cama y los susurros se mecieron entre sus olas, amaneciendo con una sonrisa en la almohada a la luz vespertina. La noche se llenó de secretos confesados para dar cabida aún más a la permanencia del amor que había nacido como un juego de niños en los días de primavera. El café de la mañana nos dejó besos cálidos y miradas profundas. Nuestra complicidad se había enredado como perfumes en nuestras vidas. Cada paso tuyo era el despertar a nuevas sensaciones, cada gesto un arribar a deseos abiertos a la vida, cada palabra rodeaba mi mundo de futuro común. Hoy después de más de veinte años compartidos, a veces desde la distancia por motivos laborales, otras rozándonos la piel hasta convertirla en un cuerpo, los aromas del pasado y los del presente se han hecho fuertes en nuestras vidas. Hoy aún perdura ese deseo de sugerir olores a la existencia, ese olor distinto y que está por venir, ese aroma intenso y balsámico donde apoyarnos para mantener nuestro futuro común y seguir creciendo.

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Voladas Año 2, Nº 3

La Tormenta El cerebro me duele, late sin parar desde que me sorprendió la tormenta. La noche cada vez se ilumina más a menudo, los relámpagos son casi simultáneos y desde hace dos horas la lluvia insistente se hace incluso más fuerte. Mirar por la ventana no sirve para nada, el aguacero lo hace imposible. Esta mañana paseaba tranquilamente con mi perra por la playa y de pronto empezaron a entrar unas nubes negras que cubrieron el cielo hasta hacerlo de noche a las cinco de la tarde. El cerebro me duele, sigue latiendo aún más rápido. Esta mañana salías en mangas de camisa, pantalón corto y sandalias. Sabía que tardarías un rato, pero son ya las ocho de la noche y la tormenta ha paralizado nuestro pueblo. En un intento de localizarte, te mando un mensaje al teléfono, aunque sé que no obtendré respuesta. No se me ocurre llamarte, no vaya a ser que respondas. Desaparecerás como un trueno de mi vida, con mucho ruido y ser visto. Duele más esta soledad que reina en mi casa que el saber que tu amante está a punto de desaparecer de tu vida porque su marido me ha dejado. Atormenta menos tu dolor que el mío.

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Voladas Año 2, Nº 3

La ventana Cristal,

rejas, carretera, los campos en la lejanía y luego, la inmensidad, la nada, mis pensamientos...

María del Mar Reyes Fuentes

Vivo cada día tras esta ventana. Salto a través de ella para vivir otras vidas, otras relaciones, otros problemas, otras circunstancias... Mi camino fue largo y lleno de baches pero venía perfectamente marcado y delimitado. Era difícil salir de él, desmarcarse. Nací, como tantos otros, en una familia desgraciada que no quisieron o no supieron vivir en sociedad cumpliendo las directrices que ésta marcaba. Prefirieron estar en la cuerda floja, ganando dinero fácil aunque eso les acarreara problemas y les ayudara a vivir en la marginalidad. No conocí una infancia feliz pero tampoco importa. Señalé desde el principio mi camino con chinitas como se hacía en un cuento que leí de niño. Marqué un sendero sin retorno. Me acostumbré a entrar y salir de la cárcel y creo que no sé hacer otra cosa. Tampoco creo en milagros ni en cambios drásticos de las personas, así que vivo mi propia realidad: la que me tocó vivir o la que yo mismo me labré. Por todo ello me gusta sentarme frente a mi ventana, mirar a través de ella y ver a lo lejos los campos arados por manos morenas, manos cansadas de padres de familia que con su duro trabajo han sabido ayudar a sus hijos a estudiar y a labrar su propio campo de vida. Otras veces, deslizo mis ojos por la carretera. Cantidad innumerable de coches circulan por ella transportando diferentes historias, esperanzas y vidas. Hombres que trabajan en otras ciudades y pasean cada día sus pensamientos y anhelos por el asfalto siempre en dos direcciones. Familias que charlan de forma amena dirigiéndose a algún cine o centro comercial para ahogar allí su

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Voladas Año 2, Nº 3 monotonía y poder evadirse de su realidad, al menos por un rato. Parejas que discuten en el coche por la economía familiar, por los hijos que crecen a la vez que sus problemas, por el anciano que tienen en casa con una pensión pequeña aunque sea grande el aguante que se debe tener para soportar sus manías y rarezas todos los días. Gente que marcha unos días de vacaciones para cambiar de aires, visitar ciudades y paisajes diferentes. Los que se van para siempre en busca de un trabajo y una nueva vida. Y, en ocasiones, veo accidentes que sesgan la vida de algunas de estas personas, accidentes que rompen en un segundo las ilusiones y esperanzas por un tonto descuido o una distracción con no sé qué. Y más acá, las rejas y mi ventana. Lo que me separa de la otra realidad, de aquella que viven los demás. Vida delante o tras la ventana. Un hilo invisible, largo, infinito y sólo roto por la transparencia de un cristal. Yo aquí y tú allí. Yo viviendo tus circunstancias, cambios y anhelos, observándote a ti en tu mundo, desde el mío siempre a través de la ventana.

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Voladas Año 2, Nº 3

Atrapada Sueña que está despierta, o ¿sueña despierta? Alicia ve pasar la vida pero desde la ventana, sin afectarle, sin rozarle siquiera. Los días transcurren, muchos de ellos, sin saborearlos, sin vivirlos. ¿Sabían a cariño, a caricias o fueron insípidos? No lo sabe. Los vivió tan deprisa, tan estresada que pasaron sin más. Alicia se da cuenta que las estaciones pasan porque se dejan arrastrar por la casa con pequeños detalles: caen las hojas del viejo árbol del jardín, los resfriados de los niños, la puesta del belén, el jardín que se llena nuevamente de flores, el acarreo de cubitos y palas a la playa... Ella trabaja a jornada completa en la oficina en horario de mañana y las tardes en casa. Tiene tres hijos que le ayudan a pasar los días entre tareas, meriendas y preparación de exámenes. Su marido que también trabaja pero solo en trabajo de oficina. Él siempre se adelanta a su mujer para decir lo cansado que está y buscar una excusa para salir a la calle. Alicia, muchas veces antes de acostarse y después de haber apagado todas las luces, repartido besos, cuentos y palabras bonitas a sus hijos, se encierra en su cuarto de baño y se observa ante el espejo. Aún se ve joven y guapa aunque algunas arrugas asoman ya tímidamente en su cara. Y mientras se observa, poco a poco, se ve atrapada en su otro mundo, el de su interior. En esta dimensión se siente especial e incluso sueña que le acarician el pelo y que le hablan al oído palabras tiernas. Se ve querida, apreciada, va a un baile, observa una puesta de sol y un amanecer, ve que la educación de los hijos es compartida y reparto en los menesteres del hogar es igualitario. Unos golpecitos en la puerta la devuelven a este otro mundo. – ¡Sí, ya voy! Ya acostada y mientras la niebla del sueño la va envolviendo se ve atrapada, de nuevo, en el espejo cruzando al otro mundo.

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Voladas Año 2, Nº 3

Haleda Tengo 12 años y estoy jubilada. Me renquean las patas, me duele la cadera y, a veces, se me va un poco la cabeza pero esta tarde la tengo lúcida y os voy a contar la historia de mi vida. Os diré que no soy un chucho cualquiera, que tengo pedigrí, y que soy labradora de color negro brillante. Mis cepillados me cuestan. Nací en una escuela para perros como yo pero pronto me marché a la casa de una familia adoptiva, allí viví durante ocho meses. La vida era fácil y divertida. Iba a cafeterías, cines y teatros para que me acostumbrara a la vida social. Me compraban juguetes y me encantaba jugar y correr con los niños. Fue una etapa inolvidable de mi vida. Cuando cumplí los ocho meses, volví nuevamente a la escuela y trabajé un tiempo con unos entrenadores que me enseñaban órdenes básicas: ¡siéntate!, – ¡no tengo ganas!–, ¡échate!, –¡no tengo sueño!–, ¡ven aquí!, –¡ven tú si quieres–. Pero después de un tiempo, obedecí a todas las órdenes sin rechistar. Más tarde, trabajé con un instructor para que me enseñara a guiar eficazmente a una persona que no pudiera ver. Y una mañana, mi instructor me colocó la cadena en el cuello y me condujo por los pasillos de un gran edificio y al final de uno de ellos me abrió una puerta y me llevó dentro. Allí esperaba una mujer sentada en un sillón. Al principio cuando su mano me tocó la noté un poco indecisa y temblorosa pero luego no dejó de acariciarme el pelo, y las orejas, y de decirme palabras bonitas. Parecía estar muy contenta conmigo.

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Voladas Año 2, Nº 3 ¡Quién iba a decirme esto a mí! Que compartiría toda mi vida con ella. Después de dos semanas en Madrid, vine a lo que sería mi casa definitiva, donde comenzaría por fin mi nueva vida. Al principio fue difícil. No conocía los caminos, me perdía con facilidad y no entendía bien a mi nueva dueña. Poco a poco, fui cogiendo destreza en mi oficio, ayudaba a mi ama a buscar escaleras y puertas aunque no siembre las que ella quería. Cruzaba calles con ella, pero en los semáforos es mi dueña quien me da las órdenes de cruce ya que los colores no los entiendo. A veces intento cambiar los itinerarios porque me aburre la rutina. En otras ocasiones intento pasar por el parque porque he oído que hay gente que le tira pan a las palomas y yo paloma no soy, pero a nadie le amarga un dulce. A veces, tropiezo a mi dueña con obstáculos, pero debéis entender que no sé porque razón los ayuntamientos se empeñan en llenar de trabas las aceras estrechas y la verdad, una es buena, pero la virgen de Lourdes no soy. Una vez me distraje con otros perros olvidando mi trabajo pero es que la sangre tira. También debéis saber que mi dueña también es un poco terca porque cuando yo me paro es por algo y ella quiere seguir aunque no se pueda y claro, se lleva por delante las vallas de una obra, o una farola... En casa soy un perro normal: juego con mi pelota, corro con los niños por el pasillo y si me dejan la puerta de la cocina abierta, me gusta rapiñar en la basura. No es que me den mal de comer sino que me gusta el picoteo. Me molesta la ignorancia de la sociedad en la que vivimos ya que en ocasiones nos deniegan la entrada a lugares públicos. No entiendo por qué dañan a mi dueña de esa manera ¿no son conscientes de que ella me necesita para entrar en todos los sitios? ¿No saben que yo soy sus ojos, sus pies y sus manos? Pero en definitiva debo reconocer que la vida se me ha ido en un ladrido. Me encantó realizar mi trabajo, sentirme apreciada, útil y lo más importante es que hice feliz a mi dueña. [48]


Voladas Año 2, Nº 3

La hoja ¡Plis! ¡Ay, que caída más tonta, casi me rompo el pecíolo! ¡Esto es cosa de la gravedad! ¡I hate autumn, o sea, odio el otoño! Que cosa es la vida. Hace un momento allá arriba, ahora aquí abajo. Eso es algo que también ocurre en política pero como siguen cobrando no importa en el nivel que estés. ¡Ay, ay, el hombre de la escoba que no me lleve que son las nueve menos cuarto y quiero cotillear en esta acera del colegio, que está muy concurrida a esta hora de la mañana! La directora como siempre en la puerta. No quiere que las madres pasen con los niños. Ellos son ya mayores para entrar acompañados. Es verdad, van a ir a la mili y con mama al lado; ¡ah, que la mili ya no es obligatoria! Dos profesoras vienen hablando del sistema educativo interesante: “La educación no debe cambiar cada cuatro años al igual que el gobierno. Debería ser un sistema consensuado por los diferentes colectivos implicados y buscar una solución entre todos a este problema latente para que así los niños terminen sus estudios preparados académicamente y consigan unas nociones claras de lo que están aprendiendo”. ¡Mira esa niña! Va tirando del carro decorado con dibujos de princesitas que es más grande que ella. ¡Ay estos niños, si aprendieran las lecciones como lo hacen con los nombres de los dibujitos les iría mejor! Tres madres vienen quejándose de las tareas de sus hijos. Dicen que los profesores están aburridos y por eso mandan tanto, que no tienen vida social o que su misión en la tierra es la de fastidiar a su niño. Están los pobres amargados, deprimidos, vamos que no ganan para pagar el psicólogo. Esas otras madres vienen protestando por los días de fiesta. Piensan que los maestros tienen

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Voladas Año 2, Nº 3 muchos días libres: carnavales, semana santa, feria, verano, navidades... ¡ah, y las huelgas, que ni se entiende lo que estos profesores quieren! ¡Una obra! ¡Qué barbaridad! Lo que le sobra a la madre de los psicólogos lo van a tener que emplear en fisios para el niño. Esa otra madre viene repasando la lección con su hijo. Tiene 10 años y me imagino que pronto estudiará sólo, que se hará independiente. ¡Venga, venga!, son las nueve, y ya tocó la campana, pero las madres y los niños vienen andando con parsimonia. La sirena no les afecta, esa gente no padece de estrés. Aquellos vienen corriendo. ¡Se debe levantar uno antes! Seguro que ayer se acostaron tarde viendo el Master Chef, menos mal que ya ha terminado. Son las nueve y media y las madres siguen allí, charlando ¿no tienen nada que hacer? – ¡ah, que están arreglando el país!–. Esto no hay quien lo arregle y ¿dónde van ahora? A tomar café que se han enterado de que la cafeína es buena para levantar el ánimo al comenzar el día. ¡Ay, ay, que viene el hombre de la escoba! No importa ya he visto suficiente. ¡Aayyy! No me gusta ir en este carro con tanta suciedad, y es que yo soy de otra clase. Pero bueno, me voy contenta. He escuchado a niños, profesores y padres y he llegado a la conclusión que todos jugamos en el mismo equipo, para y por los niños. Solo nos queda arrimar el hombro, apoyarnos todos los colectivos implicados para que esto llegue a buen puerto.

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Voladas Año 2, Nº 3

Estamos en venta Recorría las calles con su coche esperando encontrar una buena oferta, la promesa de lograr aquello que buscaba, encontrar la perfecta y saciar su deseo. Había tanto donde escoger, sabía que algunas eran caras pero también estaban las otras, aquellas con las que quizá por muy poco podría obtener el desahogo que necesitaba.

Mercedes Márquez Bernal

A lo largo de avenidas, por todas partes, veía una tras otra, exhibiendo su producto como escaparates, exponiendo su reclamo bermellón como en el barrio Rojo de Ámsterdam. Algunas desnudas, cubiertas con sus vidriosas transparencias, con aire de abandono de casa desnuda de habitantes. Otras, sin embargo, blindaban espacios donde llevaban a sus clientes. Pero todas, sin excepción, a pesar de sus diferencias, buscaban el mejor postor. Distinguía aquellas que se vendían por casi nada de las que no actuaban por necesidad sino por la opción de conseguir un estatus, obtener unas condiciones más favorables, o poder acceder a un barrio con buena reputación. Estas últimas, prostitutas de alto standing, eran tal vez inaccesibles para él. Sin embargo, las primeras no tenían ningún glamour. De apariencia poco cuidada, incluso viejas, eran fiel espejo de su desgracia. A éstas la desesperación las llevaba a venderse, arrastradas a prostituirse por poco dinero, quitándoles además de su dignidad, todo su valor, perdiendo siempre en esa transacción injusta. Pero, con mejores o peores resultados, todas intentaban mostrar su mejor imagen, tratando de ocultar sus defectos y con la mirada puesta en el objetivo principal, conseguir venderse para solucionar sus problemas o cumplir sus deseos. Por lo general todas tenían su chulo, que sacaba suculentas comisiones de los clientes a los que ponían en contacto con ellas. Solían merodear las zonas, escudriñando sus posibilidades, el mercado estaba fácil y sabían valorar con un simple vistazo cuáles eran sus ventajas. Según por dónde se movieran distinguían a las que querían obtener dinero rápido y fácil para cubrir sus necesidades más imperiosas, de las que buscaban poder obtener beneficios vendiéndose. Estas eran las preferidas de gente con dinero, ejecutivos de empresas, compradores atraídos por el aspecto [51]


Voladas Año 2, Nº 3 elegante y buena fachada, esperando obtener con ellas un valor añadido que demostrarse su poder. El negocio era diferente cuando se trataba de aquellas otras que lo hacían movidas por la desesperanza. A veces iban por libre, aunque pronto se les acercaba el proxeneta de turno y zona, viéndose obligadas casi siempre a acceder a sus condiciones. Necesitaban el dinero urgentemente, estaban en las últimas, la pobreza se había instalado en sus vidas. La gran oferta y demanda provocaba continuos enfrentamientos entre los chulos y sus clientes, disputándose quién ponía antes su sello en el cartel. Abundaban los clientes merodeando, calculando, sopesando, palpando sus bolsillos. Algunos eran simples mirones, un simple babear con el deseo de poseerlas, otros las miraban no sin cierto desprecio, pero ésos eran los peores. Se les acercaban preguntando cuánto, valorando el beneficio que podían obtener y la desesperación de cada una de ellas por venderse. En su fuero interno las repudiaban, por eso no pensaban nunca que actuaran mal, ellas se lo habían buscado, no supieron ganarse como es debido la vida, no se ajustaron a sus circunstancias, al lugar que a cada uno le corresponde en la sociedad. Si naces pobre, o te lo curras o tienes lo que mereces, así pensaban. Eran perversos depredadores, clientes que se consideraban exquisitos y sin embargo se comportaban como los más rastreros. A veces, se excitaban con sólo ver la degradación ajena y luego volvían a sus casas y a sus familias con la satisfacción de creerse por encima de toda aquella inmundicia humana. Algunas de aquellas víctimas estaban vacías, rotas por dentro, abandonadas por fuera, mientras otras lucían una gran belleza externa y un interior bien amueblado. Eran las de alto nivel, las que no estaban al alcance de cualquiera, las que nunca podría

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Voladas Año 2, Nº 3 gozar, ni tan siquiera mirarlas. Provocativas, abiertas algunas como alas, pero casi siempre herméticas. El mundo es un lugar triste, pensó, la calle acoge a todos y los hogares se cierran. Las calles se llenan de gente sin nada. Quizá se mire hacia otro lado, puede que no se preste atención a sus llamativos reclamos, pero son imposibles de ignorar porque siguen multiplicándose, eternizadas sus ofertas. Parches en ojos de cristal, desde donde soñaron con ilusión y encerraron secretos familiares. Y cada vez son más los edificios que se llenan de ventanas donde cuelga con letras llamativas y grandes el cartel de SE VENDE.

La casa abandonada Desde la ventana de la casa abandonada no hay ojos humanos que miren, sólo unos pocos muebles viejos y rotos que observan a la gente que pasa por delante. Su polvoriento interior lleno de escombros y telarañas, asustó la mirada de un niño. No hay nada más triste y tenebroso que adentrarnos tras los cristales opacos a un fondo oscuro y desvencijado de un pasado hogar, ya sin vida, deteriorado de puro vacío, de ausencia de sus habitantes; frío sin el calor que la acogió un día; lleno de fantasmas, murciélagos, insectos que hicieron de aquel espacio su madriguera. Desde la ventana de la casa abandonada, la calle sigue sin mirar ese pasado que hizo este presente.

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Voladas Año 2, Nº 3

La farmacia Se quedó frente a la farmacia a la espera, controlando a través del escaparate la gente que entraba y salía. Había ido allí con la intención de robar. Necesitaba su dosis, estaba desesperado con un único pensamiento, poder inyectarse rápido la diosa blanca. Además de exigir el dinero, robaría algunas pastillas, algo para aguantar mientras pillaba. Había elegido aquella farmacia por encontrarse más apartada, con menos viviendas alrededor y menos clientes. Tampoco es que quisiera dar el gran golpe, lo que buscaba era hacer algo precipitado y limpio, consiguiendo lo suficiente para, al menos, un par de días. La chica que atendía parecía estar sola porque, cuando entraron algunos clientes, nadie salió de la trastienda a ayudar. Poco a poco, la afluencia de gente fue decayendo, apenas un chorreo esporádico, así que se acercaba el momento para atacar, entrar, hacerlo pronto y sin provocar ningún daño a nadie. El corazón le iba a cien por minuto, era la primera vez que corría este riesgo, otras veces conseguía el dinero pidiendo o con pequeños hurtos de carteras en botellonas o zonas de bares donde los chicos están borrachos o tan distraídos con ligar, que no se preocupan demasiado por cuidar de sus bolsillos y las chicas van con tal confianza con sus bolsos que los dejan colgados y desamparados a las manos raudas. Las ventanas iluminadas dejaban ver todo el escenario donde en breve se resolvería la acción. Respiró profundo, trató de tranquilizarse, tocó el bolsillo donde llevaba una pequeña navaja. No quería hacer daño, jamás se le ocurriría utilizarla, pero nada más pensar en amenazar con aquella arma, le angustiaba. Era su primera vez, sabía a lo que se arriesgaba, tenía miedo, pero lo necesitaba urgentemente, le temblaba todo el cuerpo, ahora o nunca. Volvió a respirar, tomó aire, metió la mano y agarró el puño de la navaja, sintió compasión por la chica que atendía, sabía que le iba a dar un susto tremendo. Probablemente sería el peor día de su vida, era joven, seguramente inexperta en situaciones de esta tipo, [54]


Voladas Año 2, Nº 3 en realidad no es algo que a uno le ocurra todos los días. Más que en él pensaba en ella, pero se repetía una y otra vez, tengo que hacerlo, ahora o nunca. Avanzó con paso firme, la vista en la puerta, cruzaba la calle cuando frenó en seco, alguien entraba en la farmacia, terminó de cruzar y se quedó a un lado a la espera, agazapado detrás de un árbol a que ese cliente acabara su compra y saliera, cuando vigilando por el escaparate, comprobó con horror que se le había adelantado. Ese hombre estaba amenazando a la joven y además la había tirado al suelo de un golpe. Sin pensarlo mucho, agarró su arma y entró aceleradamente. Con la mano en el bolsillo con la navaja cogida, esperando la reacción del atracador. Al entrar, el tipo aquel quiso disimular como si fuera el novio de la chica que, ya en pie y con la cara asustada, permanecía en silencio. Escondía la mano pero él sabía que la amenazaba. Bueno, atiende al señor, cariño. No sabía qué iba a hacer en ese momento pero, a veces, los pensamientos llevan su propia inercia y sorprendentemente reaccionó rápido pidiendo algo que se hallaba en el escaparate para retirarla del individuo. Ella pasó a su lado y mientras intentaba alcanzar el producto, aprovechó el pretexto. Parece que está difícil cogerlo para su novia, debería usted echarle una mano. Al salir de detrás del mostrador y cruzarse con él, agarró con fuerza el brazo que escondía el arma y le puso su navaja en el cuello. Todo lo demás ocurrió como a cámara rápida. Le dijo a la chica que avisara a la policía mientras lo tenía bien agarrado. En menos de cinco minutos el ladrón marchaba en el coche policial, la chica, de vuelta a la normalidad, había retomado la

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Voladas Año 2, Nº 3 calma, agradecida le repetía una vez y otra la suerte que tuvo de que él entrara. No sé cómo agradecérselo. De su propia cartera sacó veinte euros y se los ofreció. Con la mente aún aturdida pero emocionado por su sorprendente comportamiento, dudaba si llevar a cabo su propósito todavía, sería muy fácil pedirle ahora que le diera todo el dinero de la caja y salir corriendo de allí. Ella creyó que la confusión y el azoramiento eran por sentirse incómodo con su recompensa. Le insistía, cójalo por favor, no sabe cómo le agradezco su valiosa ayuda, qué hubiera sido de mí de no haber entrado en ese momento. Ha sido horrible, no puede usted imaginárselo. Avergonzado por sus pensamientos creía tener que actuar ya, necesitaba el dinero, necesitaba la droga. Entonces, en esos momentos, ella se echó a llorar. Le dijo, sabe en qué pensé en esos instantes, creí que nunca iba a ver más a mi pequeño. Tiene sólo ocho meses y temí por mi vida y que mi hijo se quedara sin su madre. Pero sin embargo, entró usted y ahora puedo decir que he vuelto a nacer, y todo gracias a usted, ha sido mi salvador. Cuando escuchó aquellas palabras, cogió la mano de la chica que aún le extendía el billete y agarrándola le dijo, cómprale algo a tu pequeño y cuídalo mucho. Debería usted cerrar la farmacia, que va siendo hora y ha tenido ya bastante por hoy. Salió con el corazón encogido y con una sonrisa amplia en la boca. No sabía bien por qué pero, aunque llevaba las manos vacías y el cuerpo gritándole que echara de comer a sus venas, sentía una gran paz, y, como si derramaran sobre él todas las penas del mundo, se echó a llorar como un crio. Algo había cambiado en su interior, resbalando por sus mejillas como ríos salados se marchaba todo el dolor que cargaba su alma. Bastó el aire frio de la noche llenándole los pulmones para que ya no buscara nada. Despacio y renacido se fue para su casa. Pero como todo vale en este mundo desconcertante, porque la desgracia, a veces, ahoga las bondades del alma, no ocurrieron así las cosas, sino que agarró la mano de ella y con el ansia en su mirada, le dijo, no es suficiente, dame todo lo que haya en la caja.

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Voladas A帽o 2, N潞 3

El objeto poetizado Libertad que encierra un muro, ilumina la estancia y la ventila, armaz贸n que con cristales se cierra. Ventana desnuda de abandono en casa olvidada. Guarda su intimidad con algod贸n y lana, encaje y tul la casa habitada. Ventanaje, ventanal, ventanilla, ventano, ventanuco, contraventana, que cierra sus ojos y dormita.

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Voladas Año 2, Nº 3 Reseña de Transparente, de Rosario Troncoso. Isla de Siltolá, Sevilla, 2014 Tenemos ante nosotros una nueva entrega del universo poético de la poeta gaditana Rosario Troncoso. Poeta, editora, profesora de secundaria, bloguera incansable. Es, de nuevo, un ejemplo de la intensa relación que existe entre lo personal y lo público, de lo íntimo y la reivindicación más social, de lo cotidiano y lo trascendente. Para la autora este libro de poemas cierra una etapa de intensa creación, que termina con esa especie de trilogía formada por El Eje Imaginario, Fondo de Armario y el poemario que nos ocupa. Rosario Troncoso ha encontrado una voz poética personal, un tono reconocible en sus poemas, un estilo que impregna claramente su obra. Un estilo precisamente transparente, huyendo de artilugios estéticos barrocos, con frases cortas, contundentes, habladas, versos como conversaciones aunque realmente oculten un pulcro cuidado del ritmo y la medida y aparezcan metáforas audaces. El volumen se divide en dos grandes bloques, el primero. Derribos controlados, está quizás más centrado en la intimidad; el segundo, Ya no son infalibles las rutas conocidas, algo más volcado hacia el exterior. En ambos se marca esa impronta y esa sensibilidad propia, aunque adopte la voz de otro, aunque no hable de su experiencia personal directa. Puede contarnos un desfallecimiento en Profesora, la poesía no sirve para nada y situar al gran Gatsby en Una luz verde al otro lado de la Bahía sin perder ese tono íntimo, casi de conversación que luce tan admirablemente Rosario Troncoso. Uno de los temas principales que recorre esta colección de versos atañe a la condición de la mujer, especialmente como trabajadora, como en Deuterofobia. Se cuestionan, sin duda los mitos contemporáneos sobre la mujer, el trabajo, las princesas Disney, la imagen que se le exige a la mujer (Pedazos). Uno de los recursos a los que Rosario Troncoso se agarra es la utilización, mejor, la perversión de los vocabularios propios del ámbito doméstico femenino, la costura, como en Puntadas, o en Nada. Pero tampoco se deja arrastrar por ninguna clase de tradicionalismo al estilo de Vainica Doble, por ejemplo. Es capaz de mezclar esos hilvanes con los algoritmos virtuales, la ósmosis (Telarañas).

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Voladas Año 2, Nº 3 El compromiso se advierte claramente en poemas como Desahucio, Desamparo o Contrato, tanto a nivel de forma como de fondo. La casa, el hogar ocupa un lugar predominante. Y su importancia radica tanto en su carácter de hogar como de propio edificio es precisamente un ejemplo de ese eje que articula lo íntimo con lo externo, lo público: Cuerpo de casa, Cerca, Sin tiempo, Desahucio incluso. “Las casas son organismos vivos, habitados/ por esencias y presencias” (Cerca) Otros poemas encierran sentencias: “Es inútil recomponer jarrones/desechos en añicos” (Lección); “El olvido es siempre un bien imperfecto” (Lección); “Todos los que ocurrieron / ahora son fantasmas” (Humus). Especialmente emotivo es Alumbramiento. También siembra algunas suertes de poéticas (Taller de alta poesía, De cualquier otro mundo), quizás más en el sentido de rechazo que asumiendo esas supuestas normas que despersonalizan, que imponen un modelo estético: “En tu caso, el útero inservible. / Arráncate los pechos” (Taller de alta poesía). Toma la voz de otros (De cualquier otro mundo) de igual forma que dialoga con otros. El interlocutor de algunos poemas es la propia poeta (Snow White, Pedazos), su amante (Eternidad provisional), el discrepante (La náusea), el yo del pasado (El vacío que te dejo, A los veinte años), el lector... No obstante todo, el principal tema de Rosario Troncoso son los sentimientos, esa manera de entender las relaciones como una “Eternidad provisional”. Se puede apreciar un canto a la pareja estable (Desconexión, Eternidad provisional) como cierta añoranza de otros tiempos más inciertos y quizá excitantes frente a los “correctos espejismos” (Caducidad). La intensidad de “ese vicio del uno por el otro” también presente en el duelo (Duelo y Buenas Noches). Una pareja contemporánea, unos amores desconcertados en cierta forma entre un pasado donde estuvieron claras las eternidades y un presente de momentos fugaces y líquidos. Y es precisamente esa desorientación a la que hace referencia la segunda parte de Transparente, cuando las rutas conocidas ya no son fiables, no podemos fiarnos de las normas establecidas: “Tanta niebla, en cada día que viene” (Unas manos que abriguen) “Se me ha desordenado la ciudad” (Ríos subterráneos) Javier Gallego Dueñas

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Voladas Año 2, Nº 3 Reseña de Panorama y Perfil, de José Manuel Benítez Ariza, Libros de Canto y Cuento. 2014 Tenemos aquí la obra ganadora del XXVIII Premio Unicaja de Poesía, que culmina, por ahora, la obra del poeta, novelista y traductor José Manuel Benítez Ariza, quien comenzó su trayectoria publicando precisamente en Rota su primer poemario, Expreso y otros poemas. Este volumen en cierta manera supone una continuación en su estilo y a su vez, un paso adelante. Influencias, por supuesto Juan Ramón, a quien homenajea en Poética (“prosa que es la rosa”, “no la toques ya más”). Tenemos la poesía de Gerardo Diego y la poesía inglesa (Keats, William Carlos Williams, MacLeish), pero también Huidobro o Celaya, Rubén Darío (apenas sensitivo), y, como novedad, un pequeño juego con la tipografía a modo de caligrama. Se aprecia una influencia de la poesía japonesa, más en el tono que en la voluntad de asumir la forma de haiku. Metáforas audaces como greguerías: “Bastón de caramelo/farola jaspeada por las sombras que arroja/su propio resplandor” (Fuga) “A los troncos moteados de estos castaños de Indias, /les falta siempre la última pincelada” (Ráfagas de Madrid). El imaginario del cine también está presente, James Stewart (Padre), Cowboy de Medianoche (El viaje en autobús), pero quizás lo más destacable es que una parte importante de Panorama y perfil es el componente filosófico, más o menos explícito. Reminiscencias de Wittgenstein: “Cuando la niebla me rodea/mi límite es la niebla,/que tiene la extensión del pensamiento” (La niebla); Simonne Weil, “Si me pongo a pensar, echo raíces” (Campo); el constructivismo de Schopenhauer, “El mundo es lo que quiero ver del mundo” (Marzo); de Walter Benjamín: “Ahora las cosas tienen / una añadida cualidad de lejanía” (Marina 2); murmullos de la escuela neoplatónica, “reflejos de reflejos” (Viaje de estudios) El poeta tiene un manejo excepcional del soneto y sus variantes. Tiene además, la habilidad de hacerlo que no suene artificioso: La casa, Lo próximo. Juega Benítez Ariza admirablemente con los sentidos y la sinestesia (Concierto), la sensualidad de Olympia, de una falda, de la música de [60]


Voladas Año 2, Nº 3 Debussy… En Por Fête une Enfance o Viaje de Estudios selecciona con agudeza las pinceladas que describe un pasado, muy en consonancia con Padre o Mesa puesta, especialmente emotivos junto al Autorretrato. La contemplación del paisaje, esencial en Diario de Benaocaz o en Cuaderno de Zahara, sigue teniendo un importante papel aquí, en especial en la primera parte, Cuaderno de Campo. Sin embargo podemos apreciar una poesía algo menos bucólica. Hay una clara identificación con la naturaleza: “Árboles,/crezca en la palma de mi mano/vuestra manera de abarcar el mundo” (Respuesta); “También yo, como tú, me ramifico para abarcar el mundo” (Palmera). La naturaleza es amable, mientras que la ciudad, la plaza, la multitud, aísla. Se ve actividad humana en los dos ámbitos, pero es más inhóspita la ciudad: “En medio de la multitud, este receso para dos,/como una habitación cerrada a cal y canto” (Multitud). En Domingo se ve en la contraposición ciudad/naturaleza, la intemperie frente al perro, la flor que brota en los adoquines. La anécdota del poema recuerda al argumento inicial de Vacaciones de Invierno. Lo que más me interesa de la poesía de Benítez Ariza es una cualidad extraña de no extrañamiento. Esa mirada serena sobre los objetos, sobre el paisaje, sobre los recuerdos a los que no toma como símbolos de trascendencia, sino que, a modo de la filosofía zen, aspira a situarlos, describirlos, constatar su realidad fundamental y radical. La niebla no una alegoría del desconocimiento, ni tan siquiera es la excusa para una filosofía, la niebla es la niebla que se siente, que se palpa, que atraviesa los ojos y la garganta. Los recuerdos despiertan la imaginación y nos sitúan en ese pasado tan real y tan sentido que está en el reino de la memoria. Uno de los principales temas es la verdad de los recuerdos. Otro de los elementos fundamentales en esta poética es el habla, la fluidez del habla que define con precisión pero sin alardes, sin barroquismos pero con una cuidada relojería que organiza la musicalidad y el ritmo sin perder esa cualidad cotidiana, “Todos esos versitos que querían tener / las cualidades de la buena prosa” (Poética) Javier Gallego Dueñas

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Voladas Año 2, Nº 3

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