6 minute read

Pequeños con grandes hábitos

Promover hábitos saludables desde la infancia es una manera de proteger a los niños. Estos son un factor determinante para su evolución y crecimiento, pues les permiten desarrollar conductas que les brindan mayor seguridad y tranquilidad. Conoce cómo, desde tu rol de cuidador, los ayudas a crearlos y reforzarlos.

Un acto de amor propio HÁBITOS SALUDABLES

Hemos escuchado decir que los niños felices se convierten en adultos sanos. Y qué mejor manera de asegurar su felicidad que permitiéndoles desarrollarse en entornos saludables y constructivos. Para que esto suceda es importante fomentar los hábitos, pues estos son una clave fundamental en su proceso de evolución individual y social.

Los hábitos de vida saludable en la infancia permiten, en gran medida, que los niños y adolescentes logren una adultez llena de vitalidad y plenitud. Además, pueden prevenir enfermedades a corto y largo plazo, y, también, dificultades sociales y psicológicas.

Estos se logran a través del desarrollo de rutinas, entendidas como las acciones repetitivas que permiten desarrollar un balance entre las emociones que les brindan a los niños herramientas para su formación y para el fortalecimiento de su personalidad. A través de los hábitos se siembran en los infantes las verdaderas virtudes.

Para que los hábitos saludables en la infancia realmente logren ser interiorizados para el resto de la vida, los adultos cumplen un rol muy importante: son ellos quienes deben hacerse cargo de promoverlos. Esto, debido a que las áreas del cerebro que se encargan de concientizar y disciplinar a los seres humanos no están lo suficientemente desarrolladas en la infancia; de hecho, se logra solo hasta el final de la adolescencia.

Los padres deben ser los primeros en practicar los hábitos. Se trata de moldear el comportamiento de los hijos a través del ejemplo que ellos les dan. Además, esto facilita la posibilidad de compartir tiempo con los niños al realizar las actividades juntos, aplicando la disciplina y generando reconocimientos o sanciones según sea el cumplimiento de los mismos. Los padres y cuidadores tienen la tarea de propiciar y cultivar el desarrollo de hábitos saludables en los niños.

Hábitos saludables para promover en la infancia

Estos hábitos no son una camisa de fuerza. Probablemente existan saberes heredados que se han transmitido de generación en generación y funcionan adecuadamente. Sin embargo, estos pueden ser de gran ayuda para promover y reforzar en los niños:

Llevar una alimentación sana y equilibrada. Un niño sano debe comer cinco veces al día, distribuidas de la

siguiente manera: desayuno, merienda de la mañana, almuerzo, merienda de la tarde y cena. Además, deben consumir entre tres y cuatro porciones diarias de frutas y verduras.

Beber agua de manera constante:

de los dos a los tres años los niños deben consumir 1.3 l de agua diarios; de los cuatro a los ocho, 1.6 l; de los nueve a los 13, 1.9 l; y de los 14 en adelante, entre 2 y 2.5 l. Una buena opción es que carguen en su mochila o bolso una botella o termo con agua.

Realizar actividad física a través de un deporte o actividad que sea de su

agrado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niños en edad preescolar, es decir, entre los tres y los cinco años, deben mantenerse activos durante todo el día. Por su parte, los niños en edad escolar, es decir, entre los seis y 17 años, deben realizar 60 minutos al día de actividad física moderada o intensa.

Tener una adecuada higiene del sueño.

Esto requiere rutinas y horarios para dormir. De uno a los dos años, los niños deben dormir entre 11 y 14 horas; de los tres a los cinco, de 10 a 13 horas; de los seis a los 12, de nueve a 12 horas; y de los 13 a los 18 años, de ocho a 10 horas.

Ayudar en las responsabilidades del

hogar. Entre los dos y los cinco años los niños pueden llevar su ropa sucia al cesto, darle el alimento a la mascota, ordenar sus juguetes, ayudar a poner la mesa o vestirse sin supervisión. Por otra parte, entre los seis y los nueve años pueden hacer su cama al despertar, ayudar a barrer o a limpiar, hacer tareas de jardinería como regar las plantas y ordenar su habitación. Por último, de los 10 a los 14 años pueden salir a tirar la basura, limpiar la cocina, tender la ropa o llevar el control autónomo de sus tareas escolares.

Mantener una buena higiene personal:

lavarse los dientes luego de cada comida, ducharse mínimo una vez al día y lavarse las manos constantemente.

Los hábitos saludables permiten que los niños desarrollen su autonomía y responsabilidad frente al autocuidado, la higiene, las relaciones interpersonales y el uso del lenguaje, entre otros.

Fomentar la lectura y las actividades artísticas que promuevan la creatividad.

Compartir espacios extracurriculares

con amigos y compañeros para socializar y reforzar valores como la solidaridad y la tolerancia.

Aprender sobre el respeto hacia

el medioambiente y los seres vivos a través de actividades como caminatas ecológicas, avistamiento de animales o visitas a refugios.

Compartir tiempo de calidad en familia

con actividades como la hora del cuento, juegos de mesa, noche de películas o dibujar y pintar.

Establecer horarios con tiempos no

muy prolongados para el uso de aparatos electrónicos como celular, televisor y computador. Los niños de dos años o menos no deberían pasar ningún período de tiempo frente a una pantalla. De los dos a los 12 años, máximo dos horas; y de los 14 a los 18, máximo cuatro, teniendo en cuenta que es muy probable que las usen para estudiar.

Practicar buenos modales como pedir favores y dar las gracias, o comer sin enseñar la comida ni hacer ruidos.

Entender la importancia de cuidar las pertenencias y mantener los espacios organizados

a través de ejercicios como organizar el lugar de estudio, o limpiar los juguetes para que no se deterioren rápidamente.

Encontrar mecanismos para procesar y

expresar las emociones. Que los niños se sientan en un ambiente seguro en el cual puedan sentir y dialogar libremente. Se recomienda escuchar sin juzgar, hablar de forma tranquila y no ceder ante las peticiones de los niños cuando tienen rabietas, dialogar acerca de las emociones a través de cuentos y películas o hacer juegos en los que, por ejemplo, indiquen en qué parte de su cuerpo sienten una emoción específica, como rabia o frustración.

El aprendizaje de los hábitos saludables puede (y debe) extenderse a todos los contextos, incluso fuera del hogar. Esto solo es posible mientras exista en los adultos un esfuerzo consistente por ser un buen espejo para los niños, compartiendo con ellos, brindando una buena comunicación y practicando el respeto y el buen trato en su vida diaria.

This article is from: