EJC 3-143-1 Manual de artefactos explosivos
Las consecuencias del uso de los artefactos explosivos, especialmente las MAP y los AEI, abarca una problemática de gran dimensión, pues la letalidad de estas armas no cesa durante los conflictos y, según su diseño, pueden permanecer activas durante décadas (no saben de negociaciones o tratados de paz). Son contundentes y eficaces y no distinguen entre militares y civiles, precisamente la población civil es su principal víctima. En cuanto a los AEI, son un medio cuyo efecto destructivo y mediático ha cobrado en el mundo actual especial vigencia, por su capacidad desestabilizadora y facilidad para fabricarlos, cuyas técnicas se han masificado a través de los medios disponibles y las redes tecnológicas y humanas, obligando a incrementar los esfuerzos de cooperación internacional. Así mismo, el libre mercado que dificulta el control de los insumos para la fabricación de artefactos explosivos y su fácil acceso al ciudadano del común y a las redes de apoyo delictivas, implican la adopción de medidas trasnacionales que ataquen estructuralmente el problema. En el conflicto armado que afronta Colombia, el uso de los artefactos explosivos en los últimos años por parte de los GAOML continúa evolucionando de manera significativa en las técnicas, tácticas y procedimientos (TTP), pues han sido un elemento letal; su elaboración se caracteriza por tener desde métodos rudimentarios hasta los más sofisticados, causando terror, muerte y zozobra a las propias tropas y al personal civil.
1.1.1 Consecuencias humanas El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) calcula que mensualmente 800 personas (26 al día) pierden la vida a causa de las minas; el Departamento de Estado de los Estados Unidos habla de 26.000 muertos y heridos al año (72 víctimas diarias). Según cálculos publicados en la revista IDOC Internazionale, por cada víctima que sobrevive a la explosión de una mina, mueren dos y de los sobrevivientes, el 75 % requiere amputaciones. Aun así, es difícil hacer cálculos porque la mayor parte de los países más minados, con conflictos recién concluidos o todavía sumidos en ellos, carecen de la infraestructura necesaria para que las víctimas sean trasladadas y atendidas a tiempo y, por consiguiente, no tienen los recursos para disminuir el número de afectados. A la tragedia que supone haber perdido algún miembro, hay que añadir la marginación a la que este hecho condena. ―Las personas pierden toda esperanza cuando pisan una mina. Saben que su vida ha cambiado para siempre. Como la mayoría de ellos son agricultores, sin una pierna o un brazo ya no pueden proveerse de alimentos para ellos ni para sus familias‖ (Ollacarizqueta, 1995). En los países que sufren el flagelo de las minas 20