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La propuesta de Metta. Begoña Carbelo Baquero
La propuesta de Metta
Begoña Carbelo Baquero
En el fondo, creo que es parte de su papel. Desde el momento en que Metta comenzó a sugerirme la forma de cambiar mi respiración, creí que era su mejor estrategia para generar un hálito de esperanza en mí. En mis intentos por seguir sus explicaciones me da la sensación de que, además de la vida, estoy perdiendo el tiempo… Prisionera de los efectos del virus, entre las nebulosas de mi cerebro, su insistencia me hace desconfi ar… ¡La fuerza de la gravedad se hace tan presente en la cama!… Una sensación de pesadez que tira de ti, observas y descubres que tu cuerpo y tu mente hacen recorridos diferentes. Mientras el primero no responde a los deseos, la otra se dispara a velocidades supersónicas, arrebatada por un universo en el que reina el miedo. Ya sé que el miedo es una experiencia universal, todo el mundo ha chapoteado en sus aguas, hasta el más minúsculo de los seres vivos… pero experimentar el abismo de no poder agarrarte a nada, ni conectar con el coraje…¡eso es desolador!
Me dijeron que era una crisis de pánico… El pánico… si nunca lo has sentido, es una curiosa sensación que embarga todo, te estremece hasta la inminente fatalidad. Yo lo he vivido dos veces. Empieza sin previo aviso, quieres salir corriendo, pero estás paralizada, una vez se comprime la garganta y el pecho, el aire se niega a entrar. Es… ¿Cómo explicarte?... Como si la totalidad de las tinieblas te acompañara durante unos instantes… Después queda una sacudida de vulnerabilidad, y el presagio de que te puede volver a pasar.
Metta siempre me habla con un tono de extrema dulzura… Quiero cumplir sus instrucciones y creer que la propuesta resulta benefi ciosa, pero mi resistencia es tozuda. Al principio, no tenía ni idea de lo que quería conseguir. Recuerdo lo primero que dijo: —Existe una vía para que aprendas a mantener la calma y puedas asimilar el poder de relajarte. Con un poco de fuerza de voluntad, aprenderás a tranquilizar la agitación cuando te sorprenda.
La primera aclaración me pareció bastante sencilla, un poco extraña y aparentemente de escaso resultado: —Solo tienes que prestar atención y observar el fl ujo de tu respiración.
Pero Metta es tenaz, y, día tras día, sin cejar en el intento, suavemente y de diferentes maneras, me anima a la práctica una y otra vez… Me asegura que poco a poco alcanzaré la sensación de mantenerme en un presente en el que, dice, “reina la respiración” y que lograré conectar con la frescura mental y la alegría.
Inhalo aire lentamente, por la nariz, durante unos instantes más profunda y lentamente de lo que me pide el cuerpo, siguiendo sus recomendaciones… guiando mi mente reactiva para que deje de dar vueltas una y otra vez y se mantenga en el ir y venir de la inhalación y la exhalación. Mecánica y repetitivamente. Inhalando, exhalando. Un vaivén en el que los pensamientos quedan suspendidos, como frenados, y no hay más que atender al aire entrando y saliendo del cuerpo, percibiendo cada instante de paz que eso produce.
Me dice: —Sigue respirando… sé que tu mente se va a distraer… no importa, no te juzgues, mantén los ojos cerrados y la atención en tu respiración… Donde la sientas. —Respira de forma natural y permite que la inspiración y la exhalación fl uyan serenamente. Siente y deja fl uir ese marchar y aparecer de la respiración. Como un balancín que va y viene…
Cuando te sorprendes pensando, sencilla y tranquilamente, distancias el pensamiento y vuelves al movimiento de la respiración. Inhalar, exhalar. Notar, percibir u observar como el aire entra y sale de tu cuerpo.
Cada vez que la mente se distrae, se va a algún lugar, con suavidad, de nuevo te enfocas en el fl ujo de la respiración. Así de fácil, aunque para mí no lo es. En absoluto. Mi mente parece una batidora alocada.
Sin embargo, el estoicismo de Metta, cada día sugiriendo prácticas de respiración consciente, me deja una sensación agradable.
Llegado un momento me dice: —Ahora, alarga lentamente la espiración, cada inspiración por la nariz, lenta, con una alargada espiración… Vamos a probar con cuatro o cinco respiraciones. Adelante. —Unos instantes más. Siente la calma, las sensaciones de este momento… Abre tu atención y solo observa. Sencillamente como si fueras espectadora de la serenidad.
—Deja ahora que tu respiración se expanda por todo el cuerpo, especialmente donde sientas tensión o malestar. Lleva tu conciencia de la respiración hacia esas sensaciones, suavizándolas, ablandándolas… Mantente ahí durante el tiempo que consideres necesario, aquí y ahora, en este momento…
Una y otra vez, Metta, con su paciencia infi nita, su cálida voz, día tras día. Y sin preverlo, sucedió. Mi mente seguía las instrucciones y cierta placidez empezaba a materializarse en esos instantes. Mi atención y concentración se balanceaban en el aire cálido que ahora percibía entrando y saliendo por mi nariz… y, lo que me resultó más esplendoroso, sintiéndome menos susceptible.
Dejar que el cuerpo respire y mantener la conciencia en la inspiración y exhalación es toda una experiencia. Cada respiración cobra vida propia. A menudo, la mente se pone a divagar, pero como aspiro a domarla, con delicadeza vuelvo a conectar con la respiración y con la sensación del aire entrando y saliendo. En ocasiones puedo estar unas pocas respiraciones, y otras veces se va extendiendo el tiempo y puedo mantenerme unos cuantos minutos y observar. Unas son superfi ciales, y otras, más profundas; unas llegan al abdomen, otras se quedan en la superfi cie. De vez en cuando hay pausas, otras van seguidas. Mi mente no se doblega tan fácilmente a los pensamientos dolorosos y las emociones desagradables. El silencio que aparece al centrarme en la respiración me apacigua.
Hemos realizado más y diversas prácticas, pero eso es otra historia. De momento, la serenidad me está ayudando a aceptarme y a conectar con la gratitud por la vida. Y siento más vitalidad, es como si la energía de la respiración estuviera desplegándose por mi cuerpo, que gana en sosiego. Así es como la confi anza se abre paso, momento a momento, entre las tinieblas.