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El sueño de Raquel. Elena Miguel Campos

El sueño de Raquel

Elena Miguel Campos

Es un día soleado, con alguna pequeña nube blanca en el horizonte. Siento el calorcito en mi piel y eso me hace recordar que casi estamos en verano.

Me llamo Raquel y soy una niña de nueve años. Vivo en un pueblo de montaña situado en un hermoso valle. Me encanta escuchar el sonido de las campanas de la iglesia mientras hago los deberes del colegio. Pero lo más emocionante es poder salir de excursión con el colegio y estar cerca de todo lo que me apasiona.

Mi padre se llama Antonio y es el panadero de una de las cinco panaderías del pueblo, aunque la suya es la mejor. Mi madre se llama Carmen y es enfermera. Ella trabaja en el ambulatorio. Hace unos meses, me pasó una cosa que ahora os voy a explicar. Estando en la montaña con mis amigos, corriendo por una pendiente, me quedé sin aire. No podía respirar. En aquel momento me sentí fatal, sin saber qué hacer. La profesora, Ana, avisó a una ambulancia y me llevaron al hospital más cercano. En aquel momento sentí mucho miedo. Durante mi viaje en ambulancia, un enfermero muy majo llamado Chema me tranquilizó con sus cálidas palabras mientras me ponía la mascarilla de oxígeno para ayudarme a respirar. En seguida llegamos al hospital, y allí una doctora y una enfermera me pusieron unos aerosoles con los que en seguida me sentí aliviada.

En un rato, llegaron mis padres. Pobrecillos, casi estaban más atemorizados que yo. La doctora habló con todos nosotros y me explicaron que había tenido una crisis de asma. Mi madre se acurrucó a mi lado y en seguida me dormí, sumiéndome en un profundo letargo. Había sido un día muy agitado y mi cuerpecito necesitaba descansar. Cuando desperté, recordaba exactamente todo mi sueño. Era prácticamente real. Un hada del bosque me había enseñado que todo estaba bien. ¿Sabéis? En mi pueblo, cuando voy con mis amigos a jugar al río, me imagino que hay hadas en los árboles que me protegen. Siempre me ha gustado leer historias fantásticas y leyendas de la zona. Y los ancianos del lugar aseguran que hace muchos, muchos años, las hadas protegían a los niños.

En mi sueño, me aproximaba a una cascada. Tras ella había una guarida secreta donde sólo podían llegar los niños y mayores valientes que creyeran en ellos mismos. Se trataba de una prueba de confi anza y de valor. Yo me sentía un poco insegura, pero como sabía de la existencia de la leyenda de las hadas, me apresuré a atravesar el magnífi co salto de agua. Una vez allí, me encontré una grata sorpresa. La reina de las hadas de la primavera estaba orquestando un gran festival en mi honor. Había sido una niña muy valiente, ya que tras un susto tan terrible como el de quedarse sin aire me había atrevido a superar mis miedos y a adentrarme en recónditos parajes.

Al despertar, lo primero que vi fue la sonrisa de mi madre. La doctora nos explicó que mi asma no era una enfermedad grave y que sólo tenía que estar muy informada y hacer un tratamiento para sentirme bien.

Cuando en unos días volví a mi colegio, ya sabía cuál era mi misión. Me encargaría de explicar a otros niños, gracias a mi sueño del cuento de hadas, que si tienes asma no debes temer nada. Sólo has de conocer bien las señales que te envía tu cuerpo, tomar las medicinas y seguir haciendo tu vida con normalidad para soñar, saltar, bailar y reír: ser un niño feliz para también llegar a ser un adulto feliz.

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