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Una excusa perfecta. Maricruz Carreño

Una excusa perfecta

Maricruz Carreño

Estaba en un momento de esos en que estás estancado, desilusionado, sin una perspectiva clara en esa relación. Era un poco como todas: el encuentro, el deslumbramiento, la relación y… nada más. Y luego, claro, la ruptura. Todas, todas me dejaban. Por lisis o por crisis. Y ahora tocaba otra vez. No había ningún problema gordo, ningún desencuentro especial, sólo… falta de ilusión. No era ella, el problema siempre era yo.

Pero esta vez ella no parecía enterarse de que aquello no iba a ningún sitio. Estábamos cómodos, tranquilos… aburridos, diría yo. Era evidente que ella no iba a tomar ninguna decisión y yo no tenía ningún motivo especial… Además, siempre conseguía que me dejaran ellas. —Buenas tardes, siéntese. ¿A qué se dedica?

Acudía al neumólogo porque tenía tos. Una tos que últimamente iba en aumento y se acompañaba de algo de ahogo. Frente a mí, el médico empezaba su interrogatorio, y yo iba respondiendo a sus preguntas para intentar esclarecer el origen del problema. —¿Fuma? ¿Tiene usted alergia a algo? —Bueno, fumo de vez en cuando. Tuve bronquitis asmática cuando era niño. Luego no he tenido problemas hasta ahora. —¿Y a qué tenía usted alergia? —me preguntó. —¿Le hicieron pruebas en algún momento? —Sí, —respondí. —A pólenes y al pelo de animales.

Era evidente cuál era la siguiente pregunta. —¿Y tiene usted animales? —Yo no, pero mi novia tiene un gato. —¿Y se ha dado cuenta si tiene más tos cuando está allí?

No había refl exionado sobre ello, pero sí. Estaba en esa consulta ante la insistencia de mi novia por la tos que tenía cuando me quedaba en su casa a dormir. Así que, sí, probablemente tenía relación. —Bueno, me parece que eso puede ser parte del problema. Si tiene alergia a los gatos y está con un gato… debe buscar una solución para el animal. —Pero, no sabe lo que dice. El gato es de mi novia y no se querrá deshacer de él.

La respuesta había salido automática, sin pensar. —Bien, vamos a hacer la comprobación pertinente en relación a la alergia al gato. Pero la mejor solución pasa por alejarse del mismo. Venga con su novia con los resultados y yo se lo explico, si usted quiere…

Salí de allí inicialmente molesto, pero según fui refl exionado, empecé a verle posibilidades al asunto.

Cogí el móvil: —¡Hola, Clara! —¿Qué tal?¿Cómo te ha ido en el médico? —Bueno, me ha comentado que la tos puede ser por alergia al gato. —¿Te refi eres a Misi? No puede ser, siempre ha estado en casa. —Bueno, no lo sé seguro. Me ha mandado hacerme pruebas, pero es una posibilidad. El gato siempre ha estado en tu casa, pero no hace tanto que me quedo a dormir allí. —¿Y eso qué solución tiene? ¿Tienes que tomar medicación para la alergia? —Verás, lo que me ha comentado es que, si fuera alérgico, me debería deshacer del gato. —¡Imposible! Tiene que haber otra solución.

Era exactamente la respuesta que esperaba, la misma que yo había dado al médico. Aquello empezaba a tener un buen cariz. —Si quieres, cuando me haga las pruebas vienes conmigo al médico para que te lo explique, pero, si no le he entendido mal, hay que evitar la exposición a lo que te causa la alergia. —Seguro que no te has enterado bien. Cuando vayas a volver, iré contigo.

Colgamos.

Pasaron unas semanas. La situación era la misma. No avanzábamos, no retrocedíamos. No existía crisis hasta…

Efectivamente, tenía alergia al gato. Muchas cruces se veían en las pruebas, aunque no era solo alérgico al gato. Y con los inhaladores me encontraba mejor. Parecía que el médico iba a tener razón. Ahora faltaba la segunda visita.

Clara estaba nerviosa. No quería pensar en lo que vendría después.

—Buenas tardes, siéntense por favor. ¿Qué tal ha ido? ¿Me trae las pruebas?

Fui contestándole a las preguntas y entregándole las pruebas solicitadas. —Bien, usted tiene asma producida por una reacción alérgica a pólenes, pero en su caso relacionado especialmente con el gato.

Intervino Clara: —¿Y eso hace necesario que se deshaga del gato? —Bueno, eso es una decisión de ustedes. Lo que está claro es que ante un cuadro alérgico lo ideal es hacer desaparecer el estímulo que lo provoca. Sobre todo si se conoce y es una solución fácil.

Clara interrumpió: —¡Es que no es una solución fácil! El gato lleva conmigo mucho tiempo. No quiero separarme de él.

La respuesta le salió del alma.

El médico le volvió a explicar qué me producía estar cerca del gato, los problemas que podía tener, la necesidad de tratamiento continuado…

Fue la excusa perfecta. ¿Cómo iba a hacerle a Clara elegir entre mi salud y su gato? ¡Pobrecilla! Estaba con una cara de enfado y de nervios terrible al salir. Se lo puse fácil. No tenía que elegir, no era necesario. Siempre seríamos amigos, los mejores amigos, sólo que no podíamos tener una relación compartiendo techo. Era visible el efecto que tenían mis palabras en ella: alivio, perplejidad, asombro… Me cogió la mano con ternura y me acarició… casi como al gato.

Desde ese momento, estuvo claro el desenlace… ¡Siempre me dejan todas!

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