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Editorial

Reflexión teológica 3

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Nuevos retos pastorales Signos de los tiempos: un para la Vida Consagrada reto para la Vida Religiosa en México en México

Reflexión teológica 1

Fr. Jorge Rafael Díaz Núñez, op

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Reflexión teológica 4

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Reflexión teológica 2

Llamadas a salir a las periferias… o Dios nos enseñó a salirnos del huacal

Reflexión teológica 5

Fr. Arturo Vargas Campa, op

Recuperar la alegría Fr. Misael Castro Cacua, op

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El “entorno digital”, un reto Pastoral para la Vida Religiosa Fr. Pedro Barrera Silva, op

Ana Morales Pruneda, rscj

De la Vida Religiosa

Evangelizar de Persona a Persona

Hno. Gustavo Llaguno Velasco, msps

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De la Vida Religiosa

Los jóvenes… ¡Un grande reto para hoy! Hertha Hampl, fsps

DIRECTORIO CIRM Presidente: Hna. Juana Ángeles Zarate, csc • PRIMER VICEPRESIDENTE: P. Ricardo Pérez, ocd • Segundo Vicepresidente: P. Jorge Rafael Díaz, op • Vocales femeninas: Hna. Mónica Esquivel, rscj; Hna. Rosa Elvira Aldana, stj; Hna. Paola Olivieri, hj; Hna. Guillermina Mendoza, hcjc; Hna. Cecilia Morales, mps • Vocales masculinos: P. P. Francisco Magaña, sj; P. Vicente López, omi; P. Pedro Alarcón, sm; Hno. Martín Rocha, fsc; Hno. Ricardo Reynoso, fms SECRETARIA GENERAL INTERINA Hna. Rosa Margarita Mayoral B. csc; secretariagral@cirm.org.mx TESORERO GENERAL: Fr. José Miranda, ocd

CIRM Nacional: Amores 1318, Col. Del Valle, Del. Benito Juárez, 03100 México, D.F. Tel (55) 56.04.54.14; Fax (55) 56.04.95.55 www.cirm.org.mx Revista Informativo CIRM: Director: P. Jorge Rafael Díaz Núñez, op Editor: P. Sergio Argüello Vences, ssp Diagramación y diseño: D.G. Fernando Daniel Perera E. Impresión: Editorial Progreso S.A. de C.V. Impresión: Tiraje de 500 ejemplares más sobrantes para reposición. Atención a suscriptores Atención a suscriptores De lunes a viernes de 9 a 14 hrs. Tel (55) 56.04.54.14; Fax (55) 56.04.95.55 Email: informes@cirm.org.mx


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n la trayectoria del año de la Vida Consagrada nos vamos encontrando con una serie de reflexiones que, sin duda, enriquecen nuestra vida y nuestra acción como consagradas y consagrados en los distintos carismas y misiones dentro de la Iglesia.

Editorial

Para este número ofrecemos a nuestras y nuestros lectores una reflexión acerca de los Nuevos Retos Pastorales para la Vida Religiosa en México. La temática es basta y debe ser abordada desde muchas perspectivas. El contexto histórico, social, político y económico ya nos plantea hoy en día nuevos retos. La realidad de la vida de la Iglesia nos impele a todas y todos los consagrados a ofrecer un testimonio claro de la fraternidad universal, de la comunidad de amor, de una vida vivida en la libertad y la responsabilidad, de un servicio a la justicia y a la paz, lo cual igualmente representa nuevos retos. El título de este volumen recoge la afirmación de que la Vida Consagrada es histórica y no puede retraerse de esa realidad, ni siquiera la Vida Consagrada contemplativa puede soslayar el contexto que la rodea. Por tanto, las y los religiosos estamos expuestos al devenir de la historia y de las consecuencias que se desprenden de ella. Los signos de los tiempos representan para nosotros la oportunidad de vislumbrar y asumir nuevos retos pastorales, lo cual exige para todas y todos emprender la renovación de nuestra vida y nuestras acciones pastorales dentro de cada carisma y misión y desde luego en comunión con la Iglesia universal. Deseamos que cada uno de los artículos que aquí presentamos alcancen su objetivo de estimular la reflexión personal y comunitaria acerca de los nuevos retos que plantea la realidad mexicana a la Vida Religiosa en México y promuevan las acciones pastorales adecuadas que respondan a esos retos.


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Recuperar la alegría Fr. Misael Castro Cacua, op

“Quería decirles una palabra, y la palabra era alegría. Siempre, donde están los consagrados, siempre hay alegría” Papa Francisco

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ecién electo Francisco, algunos teólogos comentaban que iniciaría el tiempo de         la Caridad, relacionando el magisterio de los pontífices anteriores con las virtudes teologales: Juan Pablo II como el papa de la Esperanza y Benedicto XVI como el pontífice de la Fe. No se equivocaron. A dos años de pontificado, Francisco ha demostrado ser sin duda la voz del amor, del cual brota la alegría cuando

se vive para hacer el bien, como decía santo Tomás de Aquino. Y ha sido esta alegría el eje central de los escritos y actitudes del papa. Basta con observar su sonrisa franca y espontánea, para saber que es el papa de la alegría. Francisco quiere interpelar a la Vida Religiosa, para que reflexione cada quien, desde su situación personal y comunitaria, sobre su apertura interior a la gratuidad de Dios que Informativo

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se manifiesta como una parábola de la alegría: “el encuentro con Jesús enciende en nosotros la belleza primigenia, esa belleza del rostro que irradia la gloria del Padre (cf. 2 Cor 4,6), cuyo fruto es la alegría.”1 Encuentro que mantendrá en la Vida Religiosa el elemento carismático, profético y escatológico de la Iglesia y de esa manera vivirá radicalmente las exigencias esenciales de la vida cristiana en el mundo. Benedicto XVI tenía la intuición de refundar la Vida Religiosa en la alegría, al tratar de recuperar el sentido de la vocación ante el agudo problema de la pérdida del sentido de la profesión religiosa.2 El papa actual ve la belleza de la consagración también en la alegría.3 Razón por la cual invita a centrar la Vida Religiosa en su fundamento, a emprender una nueva y orgánica evangelización donde se recobre el sentido del ser cristiano, a la vez que se descubra la “alegría que lleva en su entraña la urgencia de ser comunicada, anunciada, compartida”.4

Estamos hablando de un nuevo modelo evangelizador “capaz de despertar al mundo”, en el cual no sólo se incultura el Evangelio dentro de cada contexto sociológico, sino también la alegría más esencial y propia del cristianismo: la que nace de un evento kerigmático. Alegría que llena la vida entera de todos los que conocen a Jesús (EG 1, 164s). De ahí una evangelización menos de conservación y más misionera, una pastoral no de la nostalgia por las tradiciones sino en “actitud de salida” (EG 15, 27), que parte de Cristo y retornará a Él por la diaconía del Espíritu Santo (EG 265s). En ese movimiento la alegría será la característica más notoria y actuante, como testimonio de santidad de los evangelizadores y de los evangelizados: la encarnación más perfecta de la Buena Noticia.5 La luz de la alegría, antídoto contra la tristeza del sin-sentido En estos tiempos nadie duda de la crisis de la Vida Religiosa, sea al interior o al exterior de las mismas congregaciones. Cierto es que, a pesar

1 Congregación para los Institutos de Vida Consagraday las Sociedades de Vida Apostólica, «Alegraos...» Carta a los consagrados y consagradas hacia el año dedicado a la Vida consagrada, 2 de febrero de 2014. 2 Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 30 de septiembre de 2010, n. 123; AAS 102 (2010). 3 Francisco, Auténticos y coherentes,enL’Osservatore Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155), p. 6. 4 María Rosario Ríos, Mensaje Jornada de la Vida Consagrada 2014, Conferencia Española de Religiosos, Madrid 2014, en http://www.confer.es/246/activos/texto/wcnfr_pdf_3203-o9nXdnVBUqyFOFHj.pdf [15.12.14]. 5 Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata, 25 marzo 1996, n. 27; en AAS 88 (1996).


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de las circunstancias tan diversas entre sí y cada una con su problemática particular, son innumerables los ejemplos de seguimiento de Jesús al estilo del propio carisma; pero también son incontables los testimonios de quienes, sumergidos en la tristeza, el desaliento, la desesperanza, han perdido el sentido de su consagración religiosa.6

como positivas. Los resultados serán favorables en la medida en que cada situación sea asumida y enfrentada como experiencia graciosa. Por ello, todo proceso de cambio exige esfuerzo, autoconciencia, equivocaciones o aciertos, que llegarán a feliz término en cuánto se asuman con valentía y fe cristianas.

La situación actual de la Vida Religiosa ha sido descrita de diferentes maneras por varios críticos, con optimismo cristiano y a la luz de la historia de la Iglesia.7 M.J. Leddy utilizó la imagen mística de la “noche oscura” para hablar de la esperanza y de la vida que surgen de la crisis, de la misma manera que la luz rompe las tinieblas por más densas que éstas sean.8 La imagen bíblica del “caos” de G. A. Arbuck describe la grave situación actual como el tiempo de una nueva creación, de conversión al Señor, como oportunidad de gracia; a la vez de inseguridad y miedo, si la vida no se enfrenta a base de esperanza.9

En los últimos años, la crisis ha traído como consecuencia incontables aciertos proféticos esenciales a nuestro estilo de vida: algunas comunidades han emprendido el retorno a Dios como fundamento de la consagración, la definición de la Vida Religiosa como proyecto de vida basado en la experiencia amorosa de Dios, el cambio de leyes y costumbres esclavizantes por la opción de la persona y la humanización de las relaciones personales, opción radical de inserción en pueblos y comunidades de la periferia social, según invitaba el Concilio Vaticano II con la vuelta hacia los pobres.10

Sea la “noche oscura” o el “caos”, la crisis trae consecuencias negativas

Pero no podemos eludir las secuelas negativas de la cultura liberal

6 Cf. Felicísimo Martínez Díez, Refundar la Vida Religiosa. Vida carismática y misión profética, San Pablo, México

D.F. 1995, p. 6. 7 Ibid. Martínez Díez, pp. 13-19. 8 Cf. Mary Jo Leddy, Reweavingreligiouslife. Beyondthe liberal model, Twenty-thirdPublications, Mystic 1990, pp.

82s. 9 Cf. Gerald A. Arbuckle, Out of chaos: refoundingreligiouscongregations, Geoffrey Chapman, New York 1988. 10 Cf. Ibid. F. Martínez Díez, pp. 22-35.

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de historiadores y el cuidado de los archivos o el culto al pasado; y 3. La fe en la eficacia a la letra y el papel, caracterizado por la multiplicación de legislaciones, documentos, programas, reglamentos, etc. Todo ello apenas son un síntoma de una realidad mucho más profunda, condensadas en una falta de una radical experiencia de Dios y de seguimiento de su Evangelio, que se traslucen en la esterilidad apostólica-vocacional y en la incoherencia de vida de sus miembros.11

moderna que han acelerado el proceso de desinstitucionalización de algunas comunidades, llevándolas a la secularización, a la pérdida de identidad, a la supervivencia y a no ser significativas para la Iglesia ni para la sociedad. F. Martínez nos habla de los tres síntomas más evidentes, que han orillado a algunas comunidades a tomar medidas límite de conservación y sobrevivencia, más no de renovación: 1. La reparación de edificios o el interés por la planta física; 2. La multiplicación

11 Ibid. Martínez Díez, pp. 16-17.20.

El don de la alegría La alegría es un don, es gratuita. Aunque hay diferentes formas de manifestar la alegría, gracias a la diversidad de la acción apostólica en el mundo, la fuente es una sola: el Dios predicado por Jesús. Benedicto XVI lo expuso de esta manera: “Una alegría profunda que brota del corazón mismo de la vida trinitaria y que se nos comunica en el Hijo. Una alegría que es un don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar fiestas, pero no la alegría. Según la Escritura, la alegría es fruto del Espíritu Santo


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(cf. Gal. 5, 22), que nos permite entrar en la Palabra y hacer que la Palabra divina entre en nosotros trayendo frutos de vida eterna. Al anunciar con la fuerza del Espíritu Santo la Palabra de Dios, queremos también comunicar la fuente de la verdadera alegría, no de una alegría superficial y efímera, sino de aquella que brota del ser conscientes de que sólo el Señor Jesús tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68).”12 Estas palabras recalcan que la fuente de la alegría cristiana es la certeza de ser amados por ese Dios tripersonal, de ser amados personalmente por nuestro Creador con un amor apasionado, fiel y mayor a nuestra infidelidad y a nuestros pecados.13 Amor que exige “apertura a la acción gratuita de Dios”14 y a la capacidad de donar lo que se recibe como una necesidad. El encuentro con la Alegría Dios se nos manifiesta libre para amar, libre para alegrarse. Y en ese

ejercicio de libertad divina se entrega hasta el extremo, para llegar al gozo pascual que desplaza graciosamente nuestro centro a la existencia del Dios trinitario y personal. “La alegría cristiana es siempre un alegría crucificada, que pasa por la cruz y culmina en la resurrección. A la alegría se opone la tristeza, no la cruz, que es signo de amor.”15 La auténtica alegría debe llevar necesaria e ineludiblemente una Pascua, no se queda en la conmiseración del dolor: pasar de la experiencia de reconocerse y sentirse amados por Dios a la experiencia de amar a Dios en su misterio y amar al prójimo en sus circunstancias más particulares, sean de miseria o marginación. Es en cierto modo huida necesaria al Misterio para impregnarse de él y así llegar a la plenitud del sentido sobrenatural de la alegría capaz de asumir cualquier realidad. El religioso o religiosa, sabrá que su huida del mundo para reencontrarse con el misterio divino no es más que un gesto de respuesta frente al Dios que se revela libremente a sí mismo y nos regala su alegría como puro y libre amor a la humanidad.16

12 Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 30 de septiembre de 2010, n. 123; AAS

102 (2010). 13 Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 5 de junio de 2006. 14 Ibid. F. Martínez Díez, p. 43. 15 Vicente Jiménez Zamora, La alegría del Evangelio en la vida consagrada, Editorial EDICE, Madrid 2014, p. 4. 16 Ibid. K. Rahner, p. 326.

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Por consiguiente, dirá Francisco que “un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral” (EG 10) y retoma las acertadas palabras de Pablo VI para recordar que, incluso en el dolor y las lágrimas, los evangelizadores no deben estar tristes ni desalentados, tampoco impacientes ni ansiosos; deben irradiar el fervor de quienes ha recibido la alegría de Cristo.17 Así que ese encuentro con el Señor debe ponernos en movimiento. “Nos empuja a salir de nuestra autorreferencialidad, porque la relación con él no puede ser estática, ni intimista”.18 Los avatares históricos de nuestra época, marcada por la desesperanza y la desolación, desenmascaran los rostros del mal, que exigen que nuestra contemplación del misterio germine y se traduzca en eficacia histórica. Las causas que provocan el sufrimiento son factores intra-mundanos que dependen tanto de leyes naturales como morales – sobre todo–, y dejan al descubierto que el pecado es cada día más cruel, masivo, injusto, estructurado y duradero.

Del encuentro con la alegría de la fiesta pascual surge, entonces, el reto de iluminar las crueles situaciones de inhumanidad que muchos hermanos viven en el mundo. Por el gozo pascual la Vida Religiosa debe reconocer este acontecimiento como la máxima expresión del amor de Dios en toda la historia, que encierra la potencia de la compasión y la libertad de padecer y compadecerse por otro y de otro.19 Quienes asumen esto, saben que Dios es el «gran compañero» de la humanidad sufrida,20 porque su omnipotencia siente lo que la humanidad sufre cuando está bajo el yugo de la muerte y del pecado.21 Por ello Dios es el «Antimal» por antonomasia que sufre con los pacientes del mal e invita a llevar una praxis humana, cristiana y creyente para combatir o superar males específicos históricamente situados. Práctica teológica que lleva sus connotaciones existenciales, pragmáticas, políticas, espirituales y pastorales. 22 Por ello decimos que en la cruz, Dios, no sólo se compadece por el Hijo, sino que inclusivamente abraza todo el sufrimiento de la humanidad. En el misterio pascual sufre con Cristo, por

17 Pablo VI, Exhortación apostólica Evangeliinuntiandi, 8 diciembre 1975, n. 80: AAS 68 (1976). 18 Ibid. Congregación para los Institutos de Vida Consagraday las Sociedades de Vida Apostólica, «Alegraos...». 19 Jesús Espeja, La experiencia de Jesús, Editorial San Esteban, Salamanca 1988, p. 107. 20 Alfred North Whitehead, Process and Reality: an Essay in Cosmology. CorrectedEdition, Free Press, New York

1979, p. 351. 21 JürgenMoltmann, Trinidad y Reino de Dios. La doctrina sobre Dios, Ediciones Sígueme, Salamanca 1983, p. 38. 22 Cf. ArminKreiner, Dios en el sufrimiento, Herder, Barcelona 2007,pp. 44-56.


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él, y en él acepta también sufrir por la humanidad ya que Cristo asume los dolores de la humanidad ocasionados por el mal. Los consagrados y consagradas que asimilan este misterio se identificarán con los oprimidos, los pobres, las víctimas, con los pecadores, los impíos y los verdugos arrepentidos. Pero su identificación con los hermanos que sufren no es para cargar con su cruz y morir con ellos solamente, sino para apropiarse de su realidad sufriente y llevar su muerte a la resurrección. La alegría pascual no llama a vivir el sufrimiento y la muerte como algo inocuo que se deba aceptar estoicamente, ni soportarlo apáticamente, sino a combatirlos en cuanto sea posible en la esfera personal y social de las estructuras.23 De ahí el gozo post-pascual.

Una vocación a la alegría La vocación no es solamente un llamado misterioso, sino también una respuesta. Es un llamado divino y gratuito que brota de las entrañas maternas del mismo Dios, a vivir plenamente su alegría plenificada en el Hijo. Pero es necesaria la respuesta personal del hombre y la mujer que la escuchan, para que se comprometan a anhelar y a amar lo que el Hijo amó hasta el extremo como un quehacer existencial entendido como consagración, comunión fraterna y misión evangelizadora. De ninguna manera la Vida Religiosa puede ser, entonces, una fuga mundi La contemplación del misterio divino profundizará la experiencia en el mundo como un sí incondicional a la vida.24 La desarmonía entre el mundo y Dios y las subsecuentes contradicciones entre la vida y la muerte llevan a la Vida Religiosa a la contemplatio et actio como “don y tarea” simultáneamente, es decir, como una actitud positiva, valiente y crítica ante la vida con todas las vicisitudes que acarrea. La actual situación crítica del mundo nos puede llevar a una crisis de

23 Hans Küng, Ser cristiano, Ediciones Cristiandad, Madrid 1977p. 551. 24 JürgenMoltmann, WeiterRaum. EineLebensgeschichte, GütersloherVerlagshaus, Gütersloh 2006, p. 334.

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sentido, si no la asumimos con la alegría pascual cristiana. Por ello, es acuciante discernir cada situación como una oportunidad para reafirmar la fe en la propia vocación personal y comunitaria, como en la afirmación del mundo, es decir, tener la “actitud de estar dispuestos a entrar amorosa y activamente en el mundo, en su belleza y en sus tareas”, como apuntaba K. Rahner acerca de la “alegría del mundo”.25 La vocación a la alegría en la Vida Religiosa, desde la profesión no es una opción secundaria; es una obligación. Nuestra consagración lleva implícita el imperativo de la alegría, porque de algún modo es un precepto divino– como diría santo Tomás–, en cuanto que esta alegría nace del amor de Dios y del prójimo. 26 Pero para ello es primaria la convicción de la fe y de la esperanza. La alegría compartida: el gozo de la vida en común El núcleo de toda espiritualidad cristiana es esencialmente comunitario, porque la fraternidad es el componente esencial del Reino de Dios. La Vida Comunitaria, entonces,

25 Ibid. K. Rahner, p. 314. 26 Tomás de Aquino, Suma Teológica, 1-2, 100, 9 ad 3. 27 Ibid. F. Martínez Díez, p. 30. 28 Ibid. F. Martínez Díez, p. 28. 29 Ibidem. F. Martínez Díez, p. 30.

es el proyecto esencial de la Vida Religiosa y su misión siempre será una tarea fraterna.27 Lamentablemente, en la crisis actual de la Vida Consagrada se ha desarmonizado la realización personal, la fraternidad solidaria y la misión.28 Por ello la diversificación de ministerios se deben armonizar para permitir la uniformidad de horarios y ritmos de vida y frenar el pluralismo radical que impiden el sentido comunitario y la misión de conjunto. Recobrar la alegría en la Vida Religiosa lleva una dialéctica de “recobrar la fe en el valor de la comunidad cristiana y encontrar formas flexibles para vivirla en circunstancias siempre cambiantes”.29 Contra el individualismo disfrazado de liberalismo moderno, la Vida Religiosa da razón de su vocación comunitaria en la alegría compartida. En comunidad no sólo damos razón de nuestra fe, sino también de la alegría que nace precisamente de la verdadera contemplación y de una bella vida comunitaria. Si queremos vivir plenamente el mensaje escatológico de Jesús, como promesa de paz y reconciliación


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universales, debemos esforzarnos a vivir responsablemente nuestras profesión y fe, para que sean fermento de una nueva santidad y espiritualidad comunitarias, más significativas para la Iglesia, la sociedad y a los que están a la periferia de éstas.30 Hablamos de una nueva actitud que lleva a un nuevo estilo de vida enraizado en su núcleo evangélico, equilibrando nuestra realización personal y comunitaria, dentro de estructuras de gobierno más flexibles y democráticas. De tal manera que vivir en comunidad no sea una carga pesada o un martirio al que hay que soportar estoicamente, sino un deseo alegre y responsable de perdón, de crecimiento personal y de santidad comunitaria. Nuestras comunidades están llamadas a ser “santa predicación”.31 Conclusión La inquietante invitación de Francisco a los religiosos y religiosas de cambiar al mundo con alegría exige lo mejor de nosotros, exige fidelidad a la consagración. Se ha escrito mucho sobre vivir la alegría en la Vida Consagrada, el paso siguiente es hacer realidad las palabras escritas en el

papel. F. Martínez nos interpela a hacer vida lo que bella e idealmente leemos en cientos de páginas: “El problema del sabor o del sentido no es cuestión de papeles o documentos. Es cuestión de vida. La etapa posconciliar ha ofrecido una importante riqueza documental. Pero, ¿cómo pasar de la renovación documental a la auténtica renovación de las personas y de la vida? ¿Cómo hacer vida los bellos documentos? ¿Cómo traducir la reflexión teológica en práctica evangélica? Sobran papeles y faltan testigos. Es necesario «acertar con el arte de pasar los textos a la vida».32 La frase del Salmo 100,2: “Servir al Señor con alegría” junto con las exhortaciones de Francisco de “Alégrense” y “Cambien al mundo”, antes que una invitación a un activismo estéril, son un desafío exigente y necesario para refundar la Vida Consagrada. ¿Nos arriesgamos?

30 Walter Kasper, Introducción a la fe, Sígueme, Salamanca 1976, p. 214. 31 Orden de Predicadores, Actas del Capítulo General, Trogir 2013, n. 45. 32 Ibid. Martínez Díez, p. 22.

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Llamadas a salir a las periferias… o dios nos enseñó a salirnos del huacal Por: Ana Morales Pruneda, rscj

¿En dónde estamos y hacia dónde vamos? scribo este artículo en Adviento, mientras en el país pareciera que reinan cuatro jinetes apocalípticos: Impunidad, Mentira (como versión oficial del Estado), Miseria (ahora justificada por la caída del precio del petróleo; con rostro de mujer, indígena, de cualquier edad), y mi propio caballo

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del Idealismo (este no es del país, aunque sí creo que sea de muchos de sus habitantes), que no es más que la inercia y el miedo al cambio. –¿Para qué ir a una marcha para protestar por los 43 jóvenes secuestrados de Ayotzinapa, con el frío que hace, si la presencia de una persona más, una persona menos, no devolverá esos hijos a sus padres? Y, auto-justificándome, permanezco en mi casa.


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¿Con cuál testimonio de vida podría yo atreverme a escribir sobre: la vocación religiosa como una respuesta a Dios al compartir la vida y la fe con quienes en los márgenes o en las afueras, orillados por los “otros”, “este sistema injusto”, “la realidad”, se esfuerzan por sobrevivir? Todavía el año pasado trabajaba medio tiempo en una institución, confiada a mi Congregación, que trata de ser hogar y escuela para niñas, niños y adolescentes que están en riesgo por pobreza y/o violencia. Ahora sólo puedo realizar dos actividades educativas por semana con estos pequeños, pero ¿es esto suficiente para decir que con ellos comparto la vida? Santa Magdalena Sofía recomendaba:

“para que tu trabajo por la gloria del Corazón de Jesús produzca más fruto, es necesario que te apoyes más en su ayuda que en tu capacidad”. Así que buscando su ayuda y tratando de vivir lo que también nos pedía en las Constituciones: “Mirarán como su obligación más sagrada y como su más dulce ocupación contemplar, estudiar y conocer a fondo las disposiciones interiores del Corazón de Jesús...” busco en el Evangelio, en la vida de aquel Galileo itinerante, cuándo, cómo, con quiénes y a qué se fue a los extremos geográficos, sociales y religiosos. Contemplar a Jesús pasarse Lc 15: “Se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores, para oírle. Y Informativo

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 Reflexión Teológica 2

los fariseos y los escribas (la gente ‹del centro›, los profesionales de la religión) murmuraban diciendo: ‹Este a los pecadores recibe y con ellos come.›” Me sorprendo. Ahora resulta que Jesús ni siquiera tenía que ir a los ‹despreciables› (en Chihuahua dirían “los malandros”), ellos vienen a buscarlo. También ellos me sorprenden. No se acercan para quejarse, tampoco para pedirle cosas ni para echarle en cara no estar suficiente tiempo con ellos. Se acercan para oírle, porque lo que sale de su boca es Palabra en toda su extensión, comunica. No todas las palabras tienen el mismo valor. Si vienen de un idioma desconocido, no valen nada para nosotros porque, al no entenderlas, nos dejan igual. En cambio, la palabra

valiosa es aquella que logra consolar, reconciliar, animar; palabras que transforman. Lo que Jesús decía era palabra “de Dios” porque lograba la comunicación entre Dios y personas concretas, especialmente aquellas a quienes otros consideraban indignos de dirigirles la palabra. Por eso publicanos y pecadores escuchaban su palabra y la recibían con alegría, incluso si eso significaba despojarse de su modus vivendi, como Leví (Lc 5,28) y Zaqueo (Lc 19,8). Y también por eso su palabra incomodaba a los dignos, porque cuestionaba los criterios con los que juzgaban quiénes son los invitados a la casa de Dios. ¿De dónde le vino a Jesús este extraño modo de distinguir a los “de dentro” y a los “de afuera”? ¿Qué le


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hizo un hombre tan atractivo para esa “maldita gente que no conoce la ley” (Jn 7,49)? ¿Quién le dio autoridad para decir lo que decía y hacer lo que hacía (Mc 11, 28-33)? Los cuatro evangelios coinciden en la experiencia que hizo de aquel Buscador de Dios, Alguien constantemente digno del comentario ¡Te pasas!: el bautismo practicado por Juan, el desarraigado profeta de la ribera del Jordán. El Primero que se sale del huacal El mundo en el que Jesús creció giraba en torno a la Torah y al Templo. La Torah ofrecía la cosmovisión que regía la vida del pueblo y el Templo constituía, como dice D. García Chavarín, no sólo la expresión simbólica de la presencia de Dios, sino también el centro económico y cultural del pueblo elegido. Si las cosas eran así, una se pregunta: ¿y por qué entonces Jesús, junto con las multitudes que habían salido (Lc 3,7), se acercó a escuchar la predicación de Juan, en vez de buscar la voz de Dios en la Torah y sus expertos? Y todavía más extraño, ¿por qué Dios no esperó a que Jesús lo buscara en el Templo para dejarse encontrar? ¿Qué tenía que andar haciendo Dios, en las afueras de la ciudad santa, con un -como dice mi papá- “pelao mugroso” que vivía al margen de las instituciones judías? ¿Será que Dios se resiste a que los

seres humanos queramos delimitarle tiempos y espacios para estar con nosotros? ¿Será muy irreverente decir que Dios fue el primero en salirse del huacal, por muy sagrado que fuera ese huacal? Aquello que tanto suplicaba Isaías: ¡Si rasgaras los cielos y descendieras... fuego que hace hervir las aguas! (64,1), Dios lo estaba regalando en el Jordán, el límite de la tierra prometida, a “un laico de una provincia de Palestina considerada poco menos que herética, el hijo del carpintero de un pequeño poblado1” de la frontera judía, que no estaba en medio de un pueblo santo, sino de una generación de víboras –como las llama Juan– que reconoce que acapara, exige más de lo que está ordenado, extorsiona, calumnia y no se contenta con su salario (Lc 3, 7.1214). ¿Algún parecido con las fuerzas públicas de Guerrero? En la versión según san Lucas, el bautismo es narrado en apenas dos versículos del tercer capítulo; en la de Marcos ocupa tres versículos, sin embargo, nada de lo que Jesús dice y hace después tendría sentido sin esta experiencia. “Antes de esa palabra de Dios que le pone en pie diciéndole eres mi Hijo, Jesús no existía propiamente; fuera de ella, su vida carece de importancia... Jesús nace de la llamada de Dios2”.

1 SEGUNDO Juan Luis, la historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret, Sal Terrae, Santander, 1991, p.119. 2 PIKAZA Xabier, Para vivir el Evangelio. Lectura de Marcos, Verbo Divino, Estella, 1997 p. 76 La cursiva es del autor.

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Lo primero que imagino cuando escucho la palabra llamada, es alguien que dice –ven. Sin embargo, Dios llamó a Jesús viniendo. Por otra parte, lo lógico, si queremos que nos hagan caso, es llamar a la persona por su nombre; pero a Yo Soy (Ex 3,14) se le ocurrió llamar a Jesús con un nombre que nadie antes le había dado: Tú eres mi Hijo. Y a partir de ese momento, Jesús le respondió con una ocurrencia semejante, dándole el original nombre de Abba. ¿Será que vocación, del latín vocatĭo, -ōnis, acción de llamar, no es sólo “inclinación a cualquier estado, profesión o carrera3” sino identidad? Y por si fuera poco, una identidad que no se logra en solitario, sino en relación con un Otro, muy afectivo por cierto. Después de la honda y cálida experiencia de la Paternidad de Dios y a diferencia del Bautista, Jesús no se quedó en el desierto. Cruzando el Jordán entró a la tierra prometida para dirigirse a los poblados de la Galilea de los gentiles, donde vivían los marginados, para anunciar con palabras y con gestos, que el Reinado de Dios ya estaba llegando (Mc 1,15). Como buen judío y siguiendo la línea profética, Jesús entendió la vocación de Israel como llamado a ser pueblo de Dios (Dt 7, 6-7), luz que iluminara a todas las naciones (Is 42,6). Por eso él también, acercándose a los que eran

nada, se dedicó a reunir a las ovejas descarriadas de la casa de Israel (Mic 4,6) y a vendar sus heridas (Ez 34,16). Buscando a los que habían sido dispersados, Jesús a su vez ayudaría a Dios a realizar su vocación de Abba, convocando a su familia. Dice el Papa Francisco en el documento Alégrense: “Pero sólo podremos ser portadores (del mensaje de esperanza, de la consolación de Dios) si nosotros experimentamos antes la alegría de ser consolados por él, de ser amados por él”. Así lo experimentó Jesús gratuita y desbordantemente; sin tener que realizar previamente grandes obras, sin complicados ritos de purificación, sin condiciones. Por eso, no es de extrañar que su mensaje entrara en conflicto con la lógica de la retribución –según la cual cada uno recibirá según merezca– y estuviera en total sintonía con la lógica de la gratuidad y de la ausencia de juicio. Su curiosa manera de entender lo que era una buena familia, la que él se dedicó a reunir, surge de esta misma lógica. Un cuentito para ilustrar la vocación de Abba “Un hombre tenía dos hijos y el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde». Y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se

3 Definición del Diccionario de la Lengua Española, 22ª edición.


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fue lejos, a una provincia apartada, y allí desperdició sus bienes...” (Lc 15, 11-13). Era esto lo que escuchaba la gente de la periferia que se acercaba a Jesús y que dejamos pendiente al principio del artículo. Una familia que se dispersa por cuestiones económicas y también, quizá, por afectivas. ¿Problemas de autoridad? Un hijo que decide salir del huacal, que se va a la frontera, y al parecer no con nobles intenciones. Jesús se inventó un ejemplo de lo que las buenas conciencias aconsejarían no hacer: irse lejos de casa, llevarse parte de los bienes, eso sí, no todos, y gastarlos seguramente con otros. Se acercó a desconocidos, primero para divertirse, después para pedir su ayuda. Estar lejos, salir de lo propio conocido, sentir hambre, ayudaron al hijo rebelde a mirar a los que antes le pasaban desapercibidos, y a descubrir la vida de ellos apta para él: “trátame como a uno de tus jornaleros”. Los nadie le revelaron la generosidad de su padre, que les da pan de sobra, y cambian el concepto que tiene de sí mismo: “ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo”. Y como el Abba de Jesús, al que no le gusta que traten de encerrarlo, el padre de su relato sale de la casa buscando al hijo y, con la mirada puesta afuera, lo vio cuando aún estaba lejos y se deshizo en muestras de cariño: corrió, se le echó al cuello, lo cubrió

de besos. La lógica de desmesura de este padre, que no guarda rencor al hijo que se fue y que por el contrario, se alegra y hace fiesta, responde perfectamente a la experiencia mística de Jesús en el Jordán, al amor desbordante de un Padre que goza simplemente con la presencia del hijo: en ti me complazco (Mc 1,11). ¿Cómo no iba a resultar atractiva esta Buena Noticia para aquella generación de víboras, que reconociendo su indignidad, descubre la “Alegría del corazón que desde Dios –rostro materno y brazo que levanta– se expande en medio de un pueblo que ha padecido mil humillaciones y por ello tiene huesos frágiles4”? El hijo mayor que se queda en casa, modelo de las buenas conciencias, se da cuenta de la fiesta y pregunta

4 Alégrense... Palabras del Papa Francisco a los consagrados y consagradas, hacia el año dedicado a la vida consagrada.

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por razones para la alegría. No le encuentra gracia a que su familia vuelva a estar completa y, por el contrario, se enoja. ¿Se inspiraría Jesús para inventar este personaje, en los fariseos y escribas que, incapaces de alegrarse, murmuran aferrándose a la lógica autorreferenciada del merecer? No importa cómo haya sido; Jesús estaba seguro de que Abba, en su relato y en la vida real, lo que estaba ofreciendo era su amor incondicional a todos. Por eso lo describió saliendo de nuevo, rogando al hijo enfurruñado que entrara y disfrutara de la fiesta. ¿Lograría convencer a sus oyentes? ¿Y a nosotros? Vocación religiosa o la invitación a irnos a los extremos, como Jesús Cuándo Tal como hemos visto en el bautismo de Jesús, la vocación “es la respuesta a una llamada y a una llamada de amor5”. Dios es el primero que sale a encontrarnos en los márgenes geográficos, entre una multitud de pecadores, rasgando nuestros linderos de lo celestial y lo terreno. Nos da un nombre que nos libera de la identidad que nos hicimos o que otros nos han dado, y nos llama a existir desde su amor: Eres mi hija amada, eres mi hijo amado.

Cuando el Amor nos ha salido al encuentro y lo hemos recibido, estamos listas para salir y acercarnos a las personas y a las cosas, no desde la lógica de la sumisión, el dominio o la retribución, sino desde la gratuidad del amor de un Padre que sólo desea que sus hijas e hijos vivan plenamente. Cuenta con nosotros para proseguir la misión de su Hijo, en palabras del Papa Francisco: “Somos llamados a llevar a todos el abrazo de Dios, que se inclina con ternura de madre hacia nosotros (...), y la fraternidad es el primer y más creíble evangelio que podemos narrar6”. Pero también hay otro cuándo. Cuando cualquier motivo, incluso el deseo de pasarla bien, como el del hijo menor de la parábola lucana, nos saque de la comodidad de la casa y nos conduzca a tierras extrañas. Cuando como este personaje y como tantos migrantes, venciendo nuestro orgullo nos acerquemos al desconocido desde la propia carencia. Así también se acercó Jesús a la extranjera samaritana, pidiéndole de beber (Jn 4,7). Quizá no podamos hacer nada por ellos, pero ellos sin duda nos ayudarán a volver a casa con ojos abiertos, con una mirada que reconozca a los jornaleros en casa de mi padre -que antes nos pasaban de largo–y con ellos descubramos que

5 FRANCISCO, Auténticos y coherentes. Sobre la belleza de la consagración, en: L´Osservatore Romano, 8-9 de julio de 2013 CLIII, 155, p.6. 6 Cfr. FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 24 de noviembre de 2013, LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n.47.


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el pan que el Padre da, se debe a su generosidad y no a lo que creemos merecer. Cómo Salir como salió Jesús, buscando a Dios en todas partes: en la sinagoga, en el Templo, pero también en la frontera de la Tierra prometida, junto a una multitud que se reconoce pecadora y dispuesta a la conversión, que sigue buscando más allá de los mediadores oficiales de la religión la cercanía de Dios. Jesús abrió sus oídos a un hombre que, sin el respaldo de una institución y como muchos otros profetas de Israel, “se fundan en su propia experiencia y en su percepción de la realidad desviada, criticable y corregible”. Sabía que “...Israel puede procurarse un rey, pero no un profeta, porque el profeta no surge de la institución, sino del pueblo, como un don. Dios tiene la iniciativa7”. Salir convencidas por la propia experiencia, como Jesús, de la llegada inminente del Reino, de la cercanía excesiva del Dios que rompiendo nuestras fronteras conceptuales de lo sagrado y lo profano, desciende para permanecer alentándonos (Mc 1,10) a buscar a los que, considerados nadie, mejor revelan la gratuidad de Dios,

que hace brillar el sol sobre los buenos y los malos y envía su lluvia sobre los justos y los injustos (Mt 5,45). Aprendiendo a practicar el no juicio, a semejanza de Abba, y, por lo tanto, a superar un sistema religioso acostumbrado a condenar. “No hay que llevarse la frontera a casa, sino vivir en frontera y ser audaces8”. Salir cada día con esperanza, como lo hacía el padre del hijo menor, con la mirada puesta más allá de los terrenos conocidos para descubrir, en aquél puntito en el horizonte, al hermano que se alejó y ha decidido regresar. Y correr hacia él sin resentimientos, con un corazón descentrado, como el de este padre, preocupado porque su hijo estuvo muerto y quiere que vuelva a la vida. “Despojarse... del miedo de abrir las puertas y de salir al encuentro de todos, especialmente de los más pobres, necesitados, lejanos, sin esperar...9”. Pero salir también al encuentro de los que jamás han desobedecido una sola orden, y con el mismo amor del que quiere celebrar la fiesta con todos, rogarles que entren. Con quiénes Para realizar nuestra vocaciónidentidad de hijas e hijos de Dios, ser signos que anuncian y realizan la

7 MAZA Enrique, La libertad de expresión en la Iglesia, Océano, México, 2006, p.143-144. La cursiva es mía. 8 SPADARO Antonio, ¡Despierten al mundo! Coloquio del Papa Francisco con los Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 164 2013/III, 474. 9 FRANCISCO, Para una Iglesia despojada de la mundanidad, con los pobres, los desocupados y los emigrantes asistidos por Cáritas, en L´Osservatore Romano, 5 de octubre de 2013, CLIII, 228, p. 7.

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paternidad-maternidad de Dios en nuestro mundo, hemos de acercarnos preferentemente a sus hijos que viven en des-gracia: los pobres, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los que padecen persecución... (Cfr. Mt 5, 3-10), porque la santificación de su nombre, Abba, es en ellas y ellos donde puede realizarse. “Estamos llamados como Iglesia a salir para dirigirnos hacia las periferias geográficas, urbanas y existenciales –las del misterio del pecado, del dolor, de las injusticias, de la miseria–, hacia los lugares escondidos del alma donde

cada persona experimenta la alegría y el sufrimiento de la vida10”. Jesús realizó su vocación de hijo convocando a una familia unida no por los lazos de sangre, sino por la escucha y la práctica de la voluntad de Dios (Mc 3, 35). Los hombres y mujeres convocados por él, dispuestos a compartir su estilo de vida, poco a poco fueron dejándose seducir por su proyecto de una sola familia, en la que aceptando a Dios como único Padre, todos se reconocen hermanos, hermanas y madres. Una comunidad donde la reconciliación es posible,

10 Cfr. FRANCISCO, Vigilia de Pentecostés con los Movimientos, las nuevas Comunidades, las Asociaciones, las Agregaciones laicales, Roma, 18 de mayo 2013, en: AAS 105, 2013, 450-452.


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porque el Padre anticipa el perdón al reconocimiento del pecado (Lc 15, 20-22). En continuidad con la misión de Jesús, que experimentándose hijo muy amado de Abba se siente enviado a dar buenas noticias a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, anunciar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos (Lc 4,18), la Vida Consagrada ha de dejar la comodidad “del nido” y salir a su encuentro. “El fantasma que se debe combatir es la imagen de la Vida Religiosa entendida como refugio y consuelo ante un mundo externo difícil y complejo11”. Nuestro lugar natural es ese mundo difícil y complejo, donde hemos de buscar el rastro de las ovejas descarriadas, heridas, enfermas (Ez 34, 16), para traerlas a su tierra, que no vuelvan a ser botín de las naciones, ni les devoren las fieras salvajes, y vivan seguras y sin sobresaltos (Ez 34, 28). Por todo lo anterior, necesitamos ser comunidades de mesa abierta, donde los excluidos, las pecadoras, los malandros, se sientan bienvenidos. Comunidades que ofrecen curación, ternura, comprensión, en esa sorprendente lógica de Jesús, en la que los publicanos y las rameras tienen los primeros sitios (Mt 21,31) y el Maestro lava los pies (Jn 13,14). Comunidades que incomoden por 11 SPADARO, ¡Despierten al mundo!...165 2014/I, 10.

su apertura incondicional a todo tipo de personas, que levanten murmuraciones, porque sacarán a la luz al pequeño escriba o fariseo que todos llevamos dentro. A qué ¿A qué vamos a salir? Más bien tendría que decir ¿A qué nos lanza el encuentro con un Dios que, sin escuchar razones, se nos echa al cuello y nos cubre de besos después de haberle fallado? ¿Un Dios que dejando su cielo confortable, sólo viene a decirnos quiénes somos para Él? A amar, simplemente a amar con todo nuestro corazón –con sus miedos, resistencias, incluyendo al pequeño fariseo que condena y por eso nos pone del lado de la multitud necesitada de reconciliación– a quienes Él ama y como Él lo hace: gratuitamente y sin condiciones. Interrumpo el artículo para despedir a las jóvenes que han estado como voluntarias de tiempo completo en la institución de la que hablaba al principio, a la que cariñosamente llamamos “La Granja”. Cuatro chicas de 18-19 años que, terminando la prepa, optaron por dejar la familia, los amigos, la comodidad del hogar y venir hasta Chihuahua a compartir la vida, por cuatro meses, con niños y adolescentes a los que la violencia


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económica y la injusticia socio-cultural los ha traído aquí. La mayoría es de origen rarámuri. Mirando su testimonio, caigo en la cuenta, agradecida, de que pasaron haciendo el bien (Cfr. Hch 10,38) como Jesús, sanando a los oprimidos llevándolos al dentista, curando sus raspones del futbol, escuchando su indignación porque en el fin de semana, el padrastro las golpeó y su madre no creyó cuando se lo contaron. Literalmente han tenido su vida consagrada a estos lepes12 a los que han llegado a querer y a sentir como sus hijos; así lo expresan y así se les veía tratarlos. No importa cuál haya sido su motivación para salir de casa; en los abrazos, los besos, nueces y chupadas

de paleta compartidas por niñas y niños, Abba les ayudó a descubrirse muy amadas, gratuitamente. Ahora se dan cuenta de que nada hicieron para merecer nacer en una familia que no ha pasado hambre, con un padre y una madre que se preocupan por ellas (y por cierto, ahora reconocen su amor en lo que antes les chocaba), no teniendo que aprender otra lengua para evitar ser marginadas. Han visto su servicio como una bendición (el personal y los niños también), haciendo realidad aquello que escribe González Faus: “La fe cristiana profesa que hay una manera infalible de contactar con Dios, y es la dedicación amorosa a los sufrientes de la tierra. Ese contacto podrá entonces ser percibido o no, pero se dará sin duda13”. Ellas por supuesto que lo percibieron. A falta de testimonio propio, encuentro en el de ellas una prolongación de la pasión de Jesús por ayudar a Dios a realizar su vocación de Abba, convocando a todos los miembros de su familia a una fiesta improvisada que el Padre ha preparado para los hijos que se fueron y para quienes, como yo, nos hacemos del rogar, porque todavía nos cuesta bajar el volumen a la voz del pequeño fariseo –que nos echa en cara no haber ido a la marcha por los 43 que nos siguen faltando– y abrir el corazón a su gracia.

12 Niños y niñas en la jerga chihuahuense. 13 GONZÁLEZ FAUS José Ignacio, ¿Dios?, Cuaderno Cristianisme i Justícia # 190, Barcelona, 2014, p. 27.


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Nuevos retos pastorales para la Vida Consagrada en México Fr. Arturo Vargas Campa, op

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l contexto en el que se desarrolla la Vida Consagrada en México tiene múltiples facetas que a nivel político, social, económico, cultural y religioso le plantean retos importantes. Los análisis de los distintos aspectos de la vida de los mexicanos nos arrojan realidades que interpelan la Vida Consagrada. Una expresión que intenta describir los retos que el mundo actual plantea a nuestro estilo de vida es que el mundo ha entrado en un proceso de deshumanización. No voy aquí a describir de manera pormenorizada cada uno de los elementos que identifican este proceso, solamente voy a enumerar algunos de los que me parecen son urgentes para nuestro estado de vida: 1. Reto de la identidad humana y cristiana. 2. Reto de la injusticia institucionalizada.

3. Reto de la violencia institucionalizada. Podríamos mencionar muchos más, sin embargo, me parece que con estos tres aspectos de la vida de los mexicanos tenemos material suficiente para reflexionar. Para poder abordar estas temáticas adecuadamente en cuanto interpelación a la Vida Consagrada, Informativo

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hemos de partir de un enunciado que es principio fundamental: la Vida Consagrada tiene arraigo histórico. Este principio nos debe conducir a tomar en cuenta que todo lo que acontece a la sociedad y en el mundo también afecta a la Vida Consagrada. Los religiosos y las religiosas no debemos ni podemos vivir al margen de la realidad y de la historia o aislados de lo que acontece en los diferentes aspectos de la vida de cualquier persona, aunque a veces parece que así es. Al contrario es necesario afirmar que nada de lo que acontece al pueblo de Dios nos debe ser indiferente si queremos ser verdaderos discípulas y discípulos de Jesús. Una de las anáforas para diversas necesidades reza: “Jesucristo nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano”. Esta es la enseñanza de Jesús de Nazaret que debe permear toda nuestra vida. Hoy por hoy y siempre las y los religiosos tenemos la obligación de reflexionar a la luz del Evangelio de Jesucristo la manera como debemos responder a los retos que nos plantea la vida de los mexicanos en sus múltiples contextos. El Evangelio es nuestra regla suprema, en consecuencia, no podemos ni nos es permitido prescindir de la vida y

de las palabras de Jesús como Buena Nueva del Reinado de Dios. El Evangelio es un proyecto de vida al cual nos invita Jesús a vivir. En el evangelio de san Mateo encontramos una síntesis muy bien lograda de él y lo hallamos en el llamado “Sermón de la Montaña” o también conocido como Discurso Evangélico. Hablamos de los capítulos 5, 6 y 7 del texto mateano. El reto de la identidad La sociedad actual promueve muchas formas de “ser” que tienen más bien que ver con el tener y con el poder, quien tiene y puede es. Un viejo “slogan” de un banco solía decir: “... con el poder de tu firma”, lo cual significa que de manera automática con solo una firma, que representa el “poder”, es posible acceder al “tener”, esto es, en los términos anteriormente enunciados al SER. Esta identificación del ser con el tener y el poder es la que ha generado a lo largo de las últimas décadas una sociedad de consumo o para decirlo de manera más correcta, una sociedad de consumistas. El P. Pedro Arrupe, Superior General de la Compañía de Jesús, en los años setenta llamaba la atención en la transformación que ha sufrido la definición del ser humano, de Homo sapiens ha pasado a definirse como Homo consumens1.

1 Pedro Arrupe. La Vida Religiosa ante un reto histórico. Sal Terrae, Santander, 1978, 2a. ed. p.38.


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La inminente pregunta de algunos pensadores contemporáneos acerca del principio de identidad del ser humano parte del ¿ser? o del ¿tener? ¿La pregunta por la identidad del ser humano debe hacerse desde una perspectiva histórico-ontológica o desde otra económica mercantilista? Muy fácilmente nos perdemos en la definición e identidad del ser humano dadas las múltiples ofertas de SER. El Evangelio sí define a la persona humana no desde las perspectivas humanas del momento sino desde el verdadero proyecto de Dios para la humanidad. Jesús de Nazaret captó perfectamente bien desde la revelación de Dios la verdadera definición del ser humano que hace referencia al proyecto de Dios en la creación del ser humano para que fuera imagen y semejanza suya. Esta expresión ha traído un sinnúmero de discusiones en la interpretación. No se trata de aclarar eso aquí, lo que sí podemos sostener es que lo que conforma la imagen de Dios en el ser humano es el amor y configura su identidad. Jesús en el Evangelio define, pues, al ser humano desde el amor y bajo esa perspectiva debemos movernos y actuar conforme a ella. El Discurso Evangélico comienza con las conocidas “Bienaventuranzas” en ellas se nos ofrece, por una parte y, quizá la más importante, la Buena

Nueva del proyecto de Dios para la humanidad en la que Él, Jesús, el Hijo de Dios, viene a liberar a todos los desventurados que viven sumergidos en la pobreza, en el llanto, en la tristeza, en la aflicción y en la persecución por causa de la justicia. Por la otra ofrece también el perfil de los y las discípulas de Jesús y las actitudes que éstos deben asumir. En términos técnicos las Bienaventuranzas en las que se proclama la dicha son llamadas también macarismos, porque provienen de la palabra griega macarios que significa dichoso, alegre. Ya desde ahora podemos decir que un principio de la identidad humana y cristiana también es esta condición de dicha y alegría. Sin embargo, la cruda realidad que cae sobre el mundo, en las distintas sociedades y condiciones de vida, no alcanza a constituir el sentido suficiente que invite a vivir Informativo

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en la dicha y en la alegría, más bien conduce a sumergirnos, como decíamos, en la tristeza, en la angustia, en la aflicción y en el temor. Es indudable que la dicha y la alegría que proclaman las bienaventuranzas provienen de la Buena Nueva anunciada por Jesús de que Dios ha decidido instaurar su reino en el amor, en la justicia, en la paz, en la libertad, en la verdad, en la vida de cada mujer y cada hombre. La expresión dichosos significa que se acabó ya el sufrimiento provocado por la injusticia, por el odio, por la mentira; que Dios ya está cansado, en expresión de Ethienne Charpentier2, de ver el sufrimiento de los pobres, de los que tienen hambre y sed de justicia, de los que lloran, de los que trabajan por la paz, de los perseguidos a causa de la justicia. A partir de lo anteriormente dicho estamos en condiciones de ofrecer ya dos elementos consustanciales e importantes de la identidad humana y cristiana: amor y alegría. Si, y ambas van estrechamente unidas ya que no se puede concebir el amor sin alegría y la alegría sin amor. Pero ¿qué es o qué tiene el amor que genera alegría? Recurriendo a la teología juánica el

principio de la alegría cristiana es el amor de Dios presente en Jesús, mismo que nos lo ha comunicado, y en sí misma la presencia de Jesús entre nosotros trae alegría, cuando se acepta su presencia y su palabra (cfr. Jn. 15, 9-15; 16, 20-22), en este sentido san Juan y san Lucas comparten la misma opinión (cfr. Lc. 1, 28; 1, 41-44; 2, 1011; -alegría por la presencia del reinado de Dios- 15, 4-32; 19, 1-6). También san Pablo en la primera carta a los Corintios responde a nuestra pregunta: “El amor es paciente, es servicial, no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe, es decoroso, no busca su interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta” (1Cor. 13, 4-7). La Vida Consagrada debe ser un testimonio abierto de esa alegría humana y cristiana que emana del amor, sobre todo cuando se ama hasta el extremo como lo hizo Jesús (cfr. Jn. 13, 1). No obstante, nos surge la pregunta: ¿las bienaventuranzas son características de las y los discípulos de Jesús o bien definen un ideal de búsqueda para todo ser humano? Al seguir la lectura y reflexión de las Bienaventuranzas, me parece que es

2 En: Jacques Dupont, El Mensaje de las Bienaventuranzas. Cuadernos Bíblicos 24, Verbo Divino, Estella, 1993, 8a. ed. p. 4.


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correcto optar por pensar que son un proyecto para todo ser humano, ya que, por un lado, el evangelista nos introduce en el discurso colocando a la muchedumbre en primer plano, leemos: “Viendo la muchedumbre...” (5, 1) resulta claro y evidente que Jesús se dirige a la muchedumbre y no a sus discípulas y discípulos. Y, por otro lado, los discípulos están colocados en segundo plano, ya que nos dice que “...se le acercaron”, esto es, tomaron la iniciativa y se acercaron a Jesús, en consecuencia, no son ellos los destinatarios principales.

Además, la estructura literaria de cada bienaventuranza nos conduce también a profundizar y a sostener la misma afirmación de que los macarismos están dirigidos a todos y todas y no solo a los y las discípulas de Jesús. El segundo enunciado de cada bienaventuranza, fuera de la primera y de la última, está en futuro. Son dichosos los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, no porque en sí sea una dicha llorar o tener hambre y sed de justicia, se es dichoso porque el efecto de asumir las circunstancias que provocan el llanto y el hambre y sed de justicia, y de trabajar por transformarlas es ser consolados y ser saciados de justicia y no quedarse inactivos esperando una transformación milagrosa del llanto y el hambre y sed de justicia. En otros casos el efecto es ver a Dios, ser hijos de Dios o propietarios del Reino de Dios. La dicha de las bienaventuranzas no es un efecto milagroso o mágico, la transformación de la realidad que provoca llanto y hambre y sed de justicia no se alcanza con los brazos cruzados sino con fe, esperanza, amor, decisión de cambiar la realidad, trabajo, esfuerzo, dedicación, ánimo y muchas otras virtudes y actitudes que hacen posible alcanzar el ideal de todo ser humano, pero jamás individualmente sino comunitariamente. Las Informativo

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bienaventuranzas o macarismos están redactados en plural no en singular. El conjunto de elementos que logran el cambio de estructuras de sufrimiento, de dolor de muerte en estructuras de alegría, de paz y de vida deben ser puestos en práctica por todos aquellos y aquellas que aspiran a una vida de bienaventurados. En el esfuerzo y ánimo cotidianos por dar un giro a la realidad haciéndola cada vez más humana nos vamos encontrando todos y todas construyendo condiciones nuevas de vida, de justicia, de paz, de amor. Esas nuevas condiciones de vida son las que Dios quiere para toda la humanidad, esto es el Reino de Dios. Paul Ricoeur sostenía que hay cuatro “bienes humanos fundamentales” invariantes y transhistóricos: capacidad de diálogo, la acción y el sufrimiento en una realidad interpretable, la posibilidad de memoria, es decir, de narración3. Me parece que esta reflexión nos conduce igualmente a la afirmación de que el proyecto de Dios es para toda la humanidad. Dios ha dotado a todo ser humano de estos bienes que le son fundamentales para la realización de su propia vida en las condiciones históricas en las que se desarrolla y sobre todo le imprime la dignidad que

posee por ser imagen de Dios. Son invariantes y transhistóricos, es decir, no cambian en su esencia ni en su número, pero a la vez se mueven en el tiempo y en el espacio, y por ser bienes humanos desencadenan bienes para la humanidad. Qué diferente sería el mundo si existiera el auténtico diálogo (dia=dos logos=pensamiento) entre nosotros, es decir, si fuéramos veraces en la comunicación de nuestro logos (pensamiento), si la acción fuera conjunta y en una misma dirección orientada hacia la vida, el amor, la verdad y la justicia. Es interesante que la acción, en la concepción de Ricoeur, vaya acompañada del sufrimiento, nada más realista que esto. Nos parece evidente que una acción orientada hacia la vida, el amor, la verdad y la justicia en un contexto histórico adverso genere sufrimiento, de ahí que ese sufrimiento, como lo indica, tenga como soporte una realidad interpretable, porque no se trata de sufrir por sufrir, tampoco de no ser capaces de identificar las causas del sufrimiento. Éste debe ser interpretable para poder ser asumido, de otra manera es una locura, ya que nadie sufre sin tener siquiera un atisbo de las causas de su sufrimiento. La memoria o como se expresa, la posibilidad de narración, es decir,

3 Declaraciones de Ricoeur a El País, 28-11-1989, En: Ricoeur Paul, Amor y Justicia, Madrid, 2000, 2a. ed. p.8 (Introducción de Tomás Domingo Moratalla).


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el ser humano es eminentemente histórico, su vida y su acción exigen memoria, que se convierte en narración, esto es, no se pierden en el tiempo y en el espacio, no fue vida y acciones sin trascendencia histórica. Todo ser humano tiene capacidad de trascenderse a sí mismo y hace de su vida y de su acción una narración para los demás. Si todas y todos pusiéramos en práctica estos bienes, no cabe la menor duda de que tendríamos un mundo auténticamente humano. A esto nos invitan las bienaventuranzas a no quedarnos en la pobreza, en el llanto, en la persecución, sino trascender esas realidades y trabajar con ánimo esforzado en la transformación de un mundo y de una sociedad que ha optado por la indiferencia o por mantener estructuras que han generado a lo largo de la historia muerte, sufrimiento y desolación. Este quehacer da indudablemente identidad humana y, desde luego, para los creyentes, identidad cristiana. El reto de la injusticia y la violencia institucionalizadas La experiencia nos dice claramente que tanto la injusticia como la violencia se acompañan mutuamente, ya que la una genera a la otra. De la misma manera como el salmista ha identificado el binomio Justicia y Paz, nosotros podemos también identificar

la injusticia y la violencia como realidades inseparables y que cuando una se institucionaliza la otra también. Al analizar la realidad que nos rodea, particularmente en nuestro país, constatamos que vivimos en medio de estructuras de injusticia que a lo largo de muchas décadas han generado grandes desigualdades en todos los ámbitos de la vida humana. Las enormes diferencias que el sistema económico neoliberal o también llamado de libre mercado, fundado no en un auténtico humanismo sino en un mercantilismo y consumismo, ha generado desigualdades sociales a la par que discriminación de género y de edad en las personas. Dado que históricamente el sistema capitalista se mantiene del despojo, del expolio y del abuso, es decir, de la injusticia institucionalizada, conforma naturalmente estructuras en las que se gesta la violencia que se infringe de forma sistemática e institucionalizada contra la mayoría de la población dejando en condiciones de alta vulnerabilidad a los que menos tienen y a los grupos humanos marginados. Esta realidad responde igualmente a un mundo deshumanizado, la injusticia y la violencia no se hacen presentes sin más y tampoco van a desaparecer sin más. Humanizar el mundo es una tarea de los humanos y para ello se requiere necesariamente Informativo

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y en primer lugar identidad humana a la que ya hicimos referencia. Además para los cristianos resulta indispensable ser conscientes de la condición teologal del ser humano, que como decíamos más arriba, es imagen y semejanza de Dios. El tema de la justicia resalta en el primer Testamento, desde el libro del Génesis, adquiriendo importancia y trascendencia particulares a lo largo de la Revelación. Esto es así, porque el principio de la justicia es Dios, ella está estrechamente unida a Él, es más, podríamos decir que es un elemento de

su esencia y, por tanto, uno de sus más sobresalientes atributos. El salmista define a Dios: es justo; por encima de todo ama la justicia y hace justicia (cfr. Sal. 11,7; 32, 5; Dt. 10, 18). De ahí que una de las exigencias de Dios para su pueblo es que practique la justicia (cfr. Lev. 19, 15) de manera especial con los débiles, oprimidos y marginados, es decir, hacia las víctimas de la injusticia. Jesús pide a sus discípulos la práctica de la justicia en condiciones superiores a la práctica antigua: “...mayor que la de los fariseos y escribas” (Mt. 5, 20), en


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esa misma tónica toma algunos de los preceptos de la ley para indicar que la práctica cristiana de la justicia, con Él ha tomado formas nuevas y mucho más humanitarias (cfr. Mt. 5, 21-47). Incluso el mandato del amor a los enemigos (cfr. Mt. 43-47) forma parte de la práctica de la justicia para los cristianos. Esto mismo indica que para los discípulos de Jesús el ejercicio de la justicia es esencial para el proyecto del Reino de Dios. Finalmente la práctica de la justicia forma parte también de la semejanza con Dios y condición para la plenitud de la vida cristiana: “Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial” (Mt. 5, 48). Nos resulta evidente, que Jesús en el versículo citado no exige a los humanos la perfección de Dios, lo que pide es que así como Dios es perfecto en su naturaleza, lo seamos también nosotros en la nuestra y la perfección humana se alcanza en la práctica del amor, de la justicia, de la verdad y de la libertad, las cuales generan condiciones nuevas de vida nueva en las que la vida humana florezca en plenitud creando estados de paz, de alegría y de bienestar para todas y todos. Conclusiones Es indudable que los retos expuestos no son los únicos, sin embargo, considero urgente tomar conciencia de su existencia, conocerlos, analizarlos y abordarlos, ya que constituyen retos no solo pastorales sino para la

misma vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, de ahí que para los discípulos y discípulas de Jesús sean la expresión de las condiciones adversas que enfrenta el anuncio del Evangelio, por tanto, es menester luchar por eliminarlos. Hoy como siempre, tanto a nivel mundial como particularmente en nuestro país, la vida humana exige un respeto irrestricto, en consecuencia, la reflexión, la defensa y la preservación de la vida humana se imponen para los y las consagradas como retos pastorales. El título pedía una reflexión acerca de los nuevos retos pastorales, si bien es cierto que los expuestos no son nuevos y, por tanto, no comportan novedad, el contexto actual de nuestro país nos exige reflexionar sobre él y asumir las acciones pastorales que nos demanda en respuesta y conforme al Evangelio de Jesucristo. Ninguna ni ningún auténtico seguidor de Jesús puede quedarse tranquilo o de brazos cruzados frente a las acciones destructoras de la vida y de las instituciones que provocan y generan muerte, hambre, injusticia, opresión o cualesquiera situaciones que pongan en riesgo la vida humana. Si bien es cierto que la vida humana tiene valor y dignidad en sí misma, las cuales deben ser reconocidas Informativo

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por toda la humanidad, también es cierto que para los cristianos la vida humana adquiere un estatus particular conforme al estado que asumió el Verbo de Dios al encarnarse y tomar la naturaleza humana. En ese acto Dios devuelve a la humanidad el estado original de la creación y con él la nueva dignidad del ser humano en Cristo, por tanto, ese valor y esa dignidad, quedan enriquecidas con la presencia de Dios en la vida de cada persona. Desde entonces cualquier atentado contra la vida de cualquier ser humano es un atentado contra Dios mismo.

Q

En este sentido, si para los cristianos en general la vida humana debe ser considerada en su dignidad teologal, con mayor razón para las y los consagrados que por vocación, como Jesús, nos hemos consagrado (cfr. Jn. 17, 19) para ofrecer con nuestra propia vida un servicio a la vida de nuestras y nuestros hermanos. Entonces, la vida y la dignidad humanas deben ser y debemos hacer que sean respetadas por todas y todos a través de las acciones pastorales que testimonien y manifiesten que de verdad, en tanto que consagrados, somos y olemos a pastoras y pastores.

ueremos darte voz,

y por eso en el ponemos a tu disposición una nueva sección: “Voces nuevas” a donde podrás mandarnos artículos, poemas, pensamientos, propuestas, reflexiones, oraciones, etc. y todo lo que de tu imaginación salga y que pienses puede ayudar a que la Vida Religiosa en México sea verdadera sal de la tierra y luz del mundo. Envía tus archivos al Departamento de Comunicación, por fax al 01.55.56.04.95.55 o al correo: comunicacion@cirm.org.mx, con atención al Hno. Sergio Argüello Vences, ssp.


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El “entorno digital”,

un reto Pastoral para la Vida Religiosa Fr. Pedro Barrera Silva, op

El avance de los medios de comunicación nos ha llevado a una nueva era en la que el ser humano se relaciona de una manera muy peculiar. El entorno, que hoy define en gran medida el modo de ser de la gente, es llamado telépolis, ciberespacio, Internet o simplemente «entorno digital». Este entorno en donde nos desenvolvemos hoy en día tiene innumerables ventajas pero también muchos peligros. La Iglesia no ignora esta realidad y se ha pronunciado para considerar una pastoral dirigida a esta nueva frontera. Un ejemplo, de la Orden de Predicadores, nos demuestra que se han dado pasos firmes. INTRODUCCIÓN

L

a Vida Religiosa se ha caracterizado por una pastoral inmersa en su realidad. Hablamos de apostolados de frontera, que aluden a aquellos contextos en donde es necesario salir a predicar el Evangelio en medio de muerte, injusticia, soledad, miedo y pérdida de la dignidad del ser humano.

Así vemos hermanas y hermanos valientes luchando por la defensa de los derechos humanos, ayudando a migrantes poniendo en riesgo sus propias vidas, introduciéndose en selvas donde las incomodidades son muchas, salvando vidas en zonas de guerra, cuidando a los más pobres en condiciones deplorables. Todos éstos entornos son de frontera, nos sacan del centro, de la parroquia, Informativo

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de los conventos, de la celda y de nosotros mismos. Son de frontera porque nos colocan entre la vida y la muerte, entre la desesperanza y la fortaleza, entre el miedo y el coraje, entre el cansancio y el deseo de seguir. Hoy en día también existe otra frontera, poco conocida pues sólo vemos la punta del iceberg. Poco conocida porque no tiene mucho tiempo de haber surgido. Poco conocida porque seguimos aún en proceso de exploración. Es un areópago difícil para predicar en él. Es un nuevo continente que de-

bemos explorar aún más. Esta frontera es el entorno digital. Un nuevo entorno para nuestra pastoral Nuestra forma de comunicarnos ha cambiado drásticamente. Estamos en la era de lo inmediato, de lo corto, de lo práctico. La eficiencia y eficacia son dos valores que marcan, sustancialmente, el quehacer del ser humano. En diversos entornos, el hombre ha aprendido a convivir y a ser consciente de su identidad, asumiendo responsabilidades exigidas por el


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mismo ambiente en el que se desenvuelve. En pleno siglo xxi vivimos la era de un entorno virtual, líquido, diría Zygmunt Bauman, donde el ser humano se comunica como nunca lo pudo haber pensado. Estas nuevas sociedades virtuales son las que han cambiado nuestro quehacer y forma de juzgar. Hoy nos encontramos en este ambiente-entorno llamado telépolis, ciberespacio, Internet o realidad virtual y a diario crece el número de usuarios de las redes que controlan y hacen fluir la comunicación entre las personas. Ahora nuestro entorno se ve definido también por la digitalización de nuestro mundo, por los autómatas inteligentes que deciden por nosotros, por el procesamiento de datos y por la imagen. Este es el nuevo hábitat del ser humano. Si bien es cierto que no es el único, es el que está predominando en nuestros días. Ahora todo se hace por Internet, todo se controla desde un dispositivo móvil y se programan tareas que arrojan resultados exactos. Este espacio digital se caracteriza también por el juego que se hace con la identidad de la persona. Ahora el

usuario, persona real, se puedo ocultar tras una persona ficticia a través del uso de un avatar. Esto lo vemos claramente en las redes sociales como Facebook y Twitter. La Internet es el lugar donde la apariencia física del que lo usa carece de importancia, la carne es irrelevante y el individuo tiene el poder de reinventarse a través de la palabra. De esta manera, este entorno se convierte en el caldo de cultivo para la multiplicidad de identidades, para que cada quien se ponga una máscara y actúe un papel y al hacerlo descubra algo nuevo de sí mismo. Al final la consecuencia es real, pues las complejidades y los conflictos experimentados en ese mundo virtual se expanden al mundo material y son capaces de generar conflictos y tener un grave impacto emocional en la vida real1. Ahora ya no sabemos qué tan virtual es la realidad y qué tan real es lo virtual. Ante este nuevo entorno donde habita el ser humano, lo que ha de ponernos en alerta es la ansiedad, insatisfacción y aspiraciones que produce nuestra relación con la tecnología. Se saben de casos de gran ansiedad al no sentirse conectados a la red. También sabemos de la insatisfacción en la que mucha gente vive, lo que provoca que se refugien

1 Cf. N. YEHYA, Nuevos entornos nueva carne. Reconfiguración y personalización tecnológica de la cultura, Cátedra Eusebio Francisco Kino s.j., Guadalajara 2008, pp. 20-21.

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en el uso excesivo de estos medios. Es muy grande el impacto de toda esta realidad digital a tal grado que genera una ilusión de omnipresencia2. Hoy el ciberespacio, que se concebía primero como algo dentro de la computadora, se ha convertido en parte integral de la vida del ser humano, sin dejar de ser un universo paralelo, creado y sostenido por las computadoras y líneas de comunicación del mundo, territorio infestado de datos y mentiras3. A pesar de las ventajas infinitas que tenemos con este nuevo entorno digital y las nuevas tecnologías de de comunicación, no podemos cerrar los ojos ante una verdad que nos revela, en este mundo numéricocomunicacional, las dinámicas sociales y económicas del mundo material, las amenazas, las frivolidades y la podredumbre del mundo de los átomos. Más que orden y armonía, la red de redes parece añadir elementos de incertidumbre a nuestras vidas4. Es esta la nueva frontera de los misioneros, un lugar en donde se acontece la pérdida de la persona y de la dimensión humana.

Cada vez va quedando menos lugar para los valores antropológicos en un mundo tecnológico atravesado por la rapidez del cambio social y cultural mediado por el flujo saturador de la información5. Es a este mundo al que estamos llamados a seguir predicando valores, dignidad, vida, Evangelio y salvación. Atendiendo a lo que el Santo Padre Francisco nos ha dicho en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, a lo que nuestras Congregaciones y Órdenes han reflexionado al respecto y a lo que cada quien escucha desde su interior y vocación, habremos de brindar a la Iglesia nuevas y nuevos misioneros preparados para no dejar de hacer vivo ese don de profecía que anuncia a nuestros hermanos y hermanas la salvación de Dios. Hasta este momento ya he abordado una descripción breve del nuevo entorno que representa un reto para la pastoral de la Vida Religiosa en el día de hoy. El ciberespacio nos demanda más que nunca tomar consciencia que la Iglesia no puede estar al margen de la transición que sufre el mundo, la sociedad, la persona.

2 Cf.. Ibid., p. 8. 3 Cf. M. BENEDIKT, Cyberspace: first steps, MIT, Cambridge 1992, en Ibid., p. 14. 4 Cf. Op. Cit. N. Yehaya, p. 22. 5 Cf. R. QUERALTÓ, Ética, tecnología y valores en la sociedad global, Tecnos, Madrid 2003, p. 247.


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Pronunciamiento del Magisterio ante la pastoral en el entorno digital Ya desde el Concilio Vaticano II, el Magisterio ha recomendado prestar atención especial a los medios de comunicación social, maravillosos inventos de la técnica6, por medio de los cuales se ha de difundir la Palabra de Dios. Los padres conciliares, en aquel entonces, ya eran conocedores de las ventajas que traían estos medios de comunicación y aunque el ciberespacio llegara veinte años más tarde, también sabían de los daños que se podían causar con el mal uso de estas herramientas. Toda aquella reflexión cabe muy bien en nuestros días; era la televisión, la radio, la prensa y el cine, mas se actualiza hoy con la presencia del mundo digital y redes de comunicación social7. Una encomienda clara del Concilio era: “Apresúrense los sagrados Pastores a cumplir su misión, ligada estrechamente en este campo al deber ordinario de la predicación8”

Esta encomienda nos obliga y anima, como predicadoras y predicadores y testigos del Evangelio, a no dejar pasar por alto la formación que hemos de tener como agentes de pastoral en el uso de este nuevo entorno digital. Es necesario buscar asesoría profesional, prepararnos profesionalmente, para emitir juicios atinados en los que el aspecto moral aparezca siempre en su verdadera luz9. La importancia de trabajar sobre estos medios se subraya cuando se considera que son precisamente estas herramientas digitales las que afectan y mueven no sólo al individuo, sino a toda la sociedad, y afectan aquellos principios que regulan y rigen las relaciones humanas bajo un punto de vista cristiano10. Como agentes de pastoral no debemos olvidar nunca que “se puede recurrir a los medios de comunicación tanto para proclamar el Evangelio como para alejarlo del corazón del hombre11”. Es primordial pues que conozcamos este nuevo entorno digital del ciberespacio para no cometer errores que nos cuesten corazones alejados de la fe.

6 Cf. Inter mirifica, 1. 7 Cf. Ibid., 2. 8 Ibid., 13. 9 Cf. Ibid. 15. y Communio et progressio, 64. 10 Cf. Communio et progressio, 6. 11 Aetatis novae, 4,

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Nos podemos dejar deslumbrar muy fácilmente por la rapidez con la que llegamos a muchos destinatarios sin cuidar los principios rectores que hagan de nuestra presencia en la red verdaderos testimonios del Evangelio. Podemos caer en el juego del compartir por compartir o en el dar clic sólo para solidarizarnos, muchas veces, con cuestiones que nos alejan de nuestra verdadera misión como religiosas y religiosos. El poder de omnipresencia que nos da la red y la ventaja de manipular nuestra identidad puede despertar en nosotros el deseo de proyectarnos, desfigurando nuestra imagen de agentes de pastoral y de consagradas y consagrados. El 28 de febrero de 2011, el entonces Papa Benedicto XVI, habló a los participantes en la plenaria del Consejo pontificio para las comunicaciones sociales. Recalcaba la importancia de aprender nuevos lenguajes digitales para hablar de Dios al hombre. Estos lenguajes determinan una capacidad más intuitiva y emotiva que analítica. Ahora se provoca una nueva forma de organizar el pensamiento y relacionarlo con la realidad. La hipertextualidad y la imagen hacen a un lado la clara distinción entre lenguaje oral y escrito, para favorecer la comunicación escrita

con la inmediatez de la comunicación oral. Profundizar la «cultura digital» ya no es opcional para el agente de pastoral involucrado en los medios de comunicación. No se trata de comunicar solamente, sino de interpretar y hablar el «nuevo lenguaje»12. Por su parte, el Papa Francisco, nos recuerda que la “Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan”13. Los agentes de pastoral debemos asumir una actitud de iniciativa sin miedo para involucrarnos en nuevos ámbitos de pastoral con el propósito de acompañar a los destinatarios de la Buena Nueva. Sólo así veremos frutos en nuestras misiones ante las nuevas circunstancias y podremos experimentar una evangelización gozosa. Es necesario que nuestra pastoral sea expansiva y abierta. No podemos quedarnos encerrados y al margen de la realidad en la que vive la Iglesia. Abrirnos a las nuevas formas de evangelización hacen impostergable la renovación eclesial14. La pastoral, en clave de misión15, bien la podemos relacionar hoy también con la pastoral digital, la cual ha de

12 Cf. BENEDICTO XVI, Nuevos lenguajes digitales para hablar de Dios al hombre, en línea [http://www.osservatoreromano.va], consultado el 19/Dic/21014. 13 Evangelii Gaudium, 24. 14 Cf. Ibid., 27. 15 Cf. Ibid., 33.


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ser llevada por agentes audaces y creativos, capaces de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores. Y ante esta necesidad y exhortación por parte del magisterio, ¿qué retos podemos subrayar? ¿qué iniciativas podemos mencionar para ejemplificar la acción que la Iglesia ya viene haciendo? Retos y prioridades pastorales para el entorno digital En el apartado anterior veíamos que la Iglesia no se ha cerrado ante la necesidad de una renovación pastoral frente a los medios digitales de comunicación. El magisterio ha plasmado en documentos y ordenado a las comisiones competentes a no dejar en el olvido la urgencia de involucrarnos con el avance tecnocientífico que exige una peculiar forma de evangelización. La pastoral, hoy en día, no puede dejar de considerar lo que Aetatis Novae ya señalaba como retos16 en una era digital. A continuación señalo con brevedad: a) Evaluación crítica. Para señalar los criterios éticos y morales aplicables en este campo, criterios que se encontrarán en los valores a la vez humanos y cristianos.

b) Solidaridad y desarrollo integral. Con el fin de evitar la deshumanización a causa del uso exacerbado de los medios de comunicación, se propone formar profesionales de las comunicaciones sociales para que miren estos nuevos medios con un sentido crítico animado por la pasión por la verdad. c) Políticas y estructuras. Que aseguren el derecho a la información, la promoción de la justicia en la búsqueda del bien común y la ayuda en la búsqueda de la verdad. d) Defensa del derecho a la información y a las comunicaciones. El mismo documento señala ciertas prioridades17 pastorales, a saber:

16 Cf. Aetatis novae, 12-15. 17 Cf. Ibid., 16-19.

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a) Defensa de las culturas humanas.

Para preservar y favorecer los medios de comunicación populares. b) Desarrollo y promoción de los medios de comunicación de la Iglesia. No hay que contentarse con un plan pastoral de comunicaciones, sino que las comunicaciones sean parte fundamental de todo nuestro plan pastoral. c) Formación de comunicadores cristianos. Para garantizar agentes de pastoral con una visión adecuada del impacto de las nuevas tecnologías de la información y nuevos medios de comunicación. d) Pastoral de los profesionales de las comunicaciones. Que asegure un acompañamiento a toda la gente que se especializa en este campo, con el fin de brindarles base firme en los criterios morales que dirigen su vida profesional y privada. Ya en nuestros días, y considerando todo lo que hemos hablado, existen proyectos de pastoral sumamente interesantes que dan muestra del cuidado de involucrarse en este nuevo entorno digital. Son varias las Congregaciones y Órdenes Religiosas que han actuado con paso firme y con muy buenos resultados. Para finalizar este apartado, compartiré como ejemplo de pastoral digital el proyecto que se realiza en la Orden

de Predicadores (O.P.). Y si bien es cierto que existen otros, valiosos y admirables, tomo como referencia éste ya que es el más cercano a mi experiencia como colaborador de la Comisión de Medios de Comunicación para mi Orden en la Provincia de Santiago de México. En todas las provincias de la O.P. se considera que las nuevas redes de comunicación constituyen un reto importante para nuestra predicación y que, más allá de los nuevos horizontes abiertos a la comunicación por el desarrollo técnico, se trata de un nuevo mundo («el sexto continente»)


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al que la Orden debe llegar para predicar en él. OPTIC (Order of Preachers for Technology, Information and Communication)18 es una red pluridisciplinaria e internacional, dedicada al estudio de los media, de la cultura digital y de su impacto en las sociedades y en los modos de vida. Si bien fue creada por iniciativa de la Orden Dominicana, tiene autonomía en la elección de sus temas de investigación. La red responde a un doble objetivo: 1. adelantar estudios fundamentales en el campo de los medios digitales con miras a compartir el conocimiento adquirido a través de publicaciones o de jornadas de trabajo abiertas al público; 2. ayudar a asociaciones en la realización de proyectos relacionados con las tecnologías de la información y de la comunicación. OPTIC es un equipo conformado por entusiastas motivados por la investigación, común y voluntaria. En esta red se encuentra personal especializado en diversos campos, como los son: Internet, Televisión, Sistemas de Información, etc. Ellos colaboran juntos para identificar las tendencias actuales en materia de tecnologías, de modas y comportamiento de usuarios,

con el fin de anticiparse a los cambios que vendrán en algunos meses. Forman parte también de la red aquellos universitarios que aportan diferentes y enriquecedores puntos de vista y perspectivas de leer las realidades sobre las cuales se estudia. OPTIC está en coordinación con la delegación de la Santa Sede ante la UNESCO y con varias organizaciones con el fin de brindar información y asesoría. Los campos de investigación de esta red de investigación son: el Intenet, la telefonía sobre IP, la televisión por Internet, las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC’s), la robótica y la política en el uso de los medios digitales. Dos son los factores que atraen los esfuerzos por investigar más exhaustivamente: las innovaciones tecnológicas y las modificaciones del comportamiento humano que éstas producen y su significado. De esta manera, se ejemplifica lo que tanto se sigue insistiendo a nuestros agentes de pastoral. Renovarnos en este campo y en nuestra nueva forma de ver el anuncio del Evangelio, nos abre a un abanico inmenso de posibilidades, interconexiones, redes,

18 Cf. La red de investigación de OPTIC, en línea [Orden de Predicadores: http://www.op.org] consultado 19/Dic/2014 en [URL:www.op.org/es/content/la-red-de-investigacion-de-optic].

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grupos, todos ellos serios y comprometidos con el estudio en pro de los valores éticos que dignifican al ser humano. A MODO DE CONCLUSIÓN Después de presentar el entorno digital como reto para nuestra pastoral, de recorrer algunas recomendaciones del magisterio en esta materia, y de conocer sólo un ejemplo de lo que la Iglesia sí puede hacer, cabe concluir que nuestra pastoral requiere día a día coraje del futuro19, que consiste en una mirada nueva y una disposición al cambio. El entorno del ciberespacio es una frontera para nuestra pastoral en donde el ser humano adquiere poder de omnipresencia, facilidad para manipular su identidad y una disminución de la importancia de los valores antropológicos. El Magisterio, desde Vaticano II no ha dejado de recomendar que pongamos una especial atención a la pastoral que se ha de llevar a cabo en este tipo de entornos. La formación, la profundización, el asesoramiento profesional y el involucrarnos en este nuevo ambiente digital nos exige tiempo, planificación, pero sobre todo disposición al cambio de paradigmas. Existen retos que como agentes de pastoral nos han de tener siempre en 19 Cf. V. DE COUESNONGLE, El coraje del futuro, 1975. 20 Vita consecrata, 110.

constante actitud de salida y renovación. Ser críticos, buscar la solidaridad e integridad humana, favorecer políticas y estructuras para este entorno y defender los métodos tradicionales de comunicación son los retos que nos deja el magisterio. Ya en la acción y dependiendo del contexto, podemos encontrar otros retos dentro de este ambiente virtual que nos ponen en riesgo de olvidar nuestra condición de consagrados. OPTIC es la red conformada por iniciativa de la Orden de Predicadores, y constituida por una naturaleza interdisciplinaria, que provee de investigación sobre los medios digitales de comunicación para prever cambios y hacer consciencia sobre el impacto en los usuarios. Es necesario que sigamos asumiendo la misión de despertar al mundo (Papa Francisco), de ser Iglesia atractiva, abierta, de renovación misionera, de evangelización actualizada y de celo por anunciar el Reino de Dios. Y con esperanza firme hagamos eco de lo que S. Juan Pablo II nos decía: “Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas20”.


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Signos de los tiempos: un reto para la Vida Religiosa en México Fr. Jorge Rafael Díaz Núñez, op

Introducción: a Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II en el número cuatro afirma:

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“Para cumplir (su) misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio...” (GS, 4). Informativo

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La revelación nos indica insistentemente que la acción de Dios siempre es histórica, en consecuencia, es en ella donde necesariamente podemos encontrarnos con Él y desde ahí descubrir su designio para la humanidad. Esta afirmación implica tener un conocimiento del acontecer histórico, no es posible hacer ninguna reflexión teológica cristiana al margen de la historia. En este sentido, la historia es, en términos estrictos, un “locus theologicus”, sin adjetivo, desde el cual se reflexiona acerca de Dios y de su acción. Así, el conocimiento de los “signos de los tiempos” resulta indispensable para la vida de la Iglesia y su testimonio en el mundo, además, es también necesario para el diseño y ejecución de cualquier proyecto pastoral. El título de este artículo nos invita a reflexionar acerca de los “signos de los tiempos” actuales, es decir, de los acontecimientos históricos de México para afrontarlos con decisión y determinación y ofrecer, desde la fe y la esperanza, y desde la vocación a la Vida Religiosa, un testimonio de amor, cercanía y solidaridad al pueblo de Dios que sufre en nuestras tierras. Los signos de los tiempos El signo en la vida humana ocupa un lugar singular y especial ya que sin él no es posible el lenguaje. Hay, sin embargo, muchos tipos de

lenguajes; hoy en día el lenguaje no es solo el hablado. El lenguaje es una expresión que contiene significado y es susceptible de ser interpretado, por tanto, hace comprensibles las realidades humanas que tienen significado en el acontecer histórico. Por “signos de los tiempos” entendemos todos los acontecimientos humanos que, como decíamos, se dan en la historia con significado para la vida y que la afectan. Todo acontecimiento humano se da en el tiempo y en el espacio y tiene significado existencial para las vidas de las personas que convergen en un tiempo concreto y en ocasiones no, necesariamente, en un mismo espacio. Entonces, los “signos de los tiempos” atienden más al tiempo que al espacio y, en consecuencia, tienen vigencia temporal. No obstante, debemos comprender que los “signos de los tiempos” en perspectiva histórica son cíclicos, es decir, se repiten en el devenir del tiempo. Por ejemplo, la injusticia, el hambre, la pobreza, las guerras, los conflictos humanos, no pertenecen a una sola etapa del tiempo sino que se dan en todos los tiempos, aunque en determinado período de tiempo puedan adquirir mayor o menor significado. Los signos de los tiempos y su rol en la fe Como decíamos al principio, para la Iglesia, pero principalmente para la


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fe cristiana, la percepción, la lectura y la interpretación de los “signos de los tiempos” resulta esencial y es fundamental. Todo hombre y mujer de fe, de manera individual o colectiva, es capaz de percibir, leer e interpretar la presencia de Dios a través de los “signos de los tiempos”. El acontecimiento fundante de la vida del pueblo de Israel fue el Éxodo, esto es, las condiciones geográficas y metereológicas, el liderazgo de Moisés y el deseo de los hombres y mujeres hebreos de no querer vivir más bajo la opresión, hicieron posible la acción de Dios en la huída de las condiciones de esclavitud en Egipto. El paso de la esclavitud a la libertad se dio a través de acontecimientos históricos, mismos que los hombres y las mujeres interpretaron, desde su fe, como una acción de Dios que los libraba de esas condiciones de muerte para ofrecerles unas condiciones de vida, ya que vio la aflicción y escuchó su clamor de vida y libertad frente a la opresión de los egipcios y decidió bajar para liberarlos (cfr. Ex. 3, 7-10). Desde entonces Yahvé es el Dios defensor de la vida y el Dios liberador. Así, ese acontecimiento se convirtió en el acto fundamental y fundante de la fe de ese pueblo y significó para los israelitas que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob está a favor de la vida y de la libertad y tomaron la decisión de que ese Dios sería su Dios.

Cada uno de los acontecimientos de la historia de Israel fueron interpretados desde ese significado. Por tanto, si el pueblo de Israel era sometido por otras naciones y sobre venía la opresión y la muerte, los profetas interpretaban el evento en la línea de la distancia que los Israelitas habían tomado de Yahvé a causa de la incredulidad, de la infidelidad y de la ingratitud (cfr. Is. 5, 5-7; 8, 5-8; Os. 13, 4-8); en cambio, si triunfaban sobre otros pueblos Él estaba con ellos porque les manifestaba a través de esos signos su misericordia. Cuando aparece Jesús de Nazaret, la expectativa mesiánica de Israel iba en el mismo sentido de una actuación de Yahvé a favor de su pueblo y en contra de los enemigos de Israel, de manera particular en ese momento, el imperio Romano tenía oprimido al pueblo sumergido en condiciones de pobreza y de sometimiento, con la complicidad de los que detentaban el poder religioso de Israel, que se veían favorecidos por el imperio y conformaban una cierta aristocracia. Desde los anawim, hasta los zelotas esperaban esa actuación de Dios aunque por vías distintas desde una pacífica hasta otra violenta. Indudablemente Jesús de Nazaret percibió, leyó e interpretó los “signos de su tiempo” constituyéndolos en desafíos a su misión de Mesías salvador. Si el Dios de Israel, su Padre, es el Dios de la vida, de la justicia y Informativo

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de la libertad, atributos revelados por Dios y proclamados por los profetas en el Antiguo Testamento, Él tomó la decisión de asumirlos frente a las condiciones de muerte, injusticia y esclavitud de su momento histórico. Asimismo decidió colocarse dentro de la tradición profética de Israel en la línea de los grandes profetas en particular el Deuteroisaías y Jeremías. De ahí que Jesús asumiera de tal manera su misión en esa tradición que concluyó su vida histórica en las mismas condiciones que ellos. El seguimiento de Cristo Asumida libre y voluntariamente la misión que Dios su Padre le había

encomendado, Jesús quiso asociar a esa misión a hombres y mujeres que fueran sus discípulos y discípulas. Así comenzó a llamar a quienes Él quiso para que le “siguieran”. En la tradición cristiana la expresión “seguimiento de Cristo” ha sufrido una reducción semántica. De ser la actitud de toda y todo discípulo de Jesús, de toda y todo bautizado, ha llegado a designar casi exclusivamente lo que conocemos más precisamente como vocación a la Vida Religiosa. Aun con todo, sabemos que es un llamado y exige siempre una respuesta. De acuerdo al esquema del “seguimiento” en los evangelios,


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el Señor llama al que escoge y el interpelado tiene la libertad de responder afirmativa o negativamente. Los cuatro evangelistas nos han transmitido algunos casos concretos de esa elección de Jesús y la respuesta de los sujetos, que en todos los casos es afirmativa, concluye con la opción libre de hacerse discípulos de Jesús. El seguimiento de Cristo, como nos los presentan los evangelistas, es una actitud con profunda y sólida carga evangélica, es decir, exige que el Evangelio sea abrazado en su totalidad y se asuma como proyecto propio y único. De ser originalmente una actitud espontánea luego de una fuerte experiencia con Jesús (cfr. Jn. 1, 35-39), a través del tiempo se fue conceptualizando y por medio de ese concepto se reconoce la decisión que tomaron muchos hombres y mujeres, a lo largo de la historia, de hacerse discípulos de Jesucristo. El seguimiento posee, por tanto, un contenido existencial y experiencial profundo ya que en ello se involucra la existencia y la experiencia de Dios de quien va a optar. Ya lo decíamos, se trata de un proyecto de vida que se asume y se vive al lado de Jesucristo, guiados e iluminados por sus enseñanzas. Los evangelistas utilizan una frase común, y hasta cierto punto esteriotipada, como respuesta al

llamado de Jesús: “y en seguida (o al instante) dejándolo todo, lo siguieron”. La expresión no indica solo la inmediatez de la decisión sino sobre todo el cambio radical de vida que exige la respuesta. Se deja un proyecto de vida, que sin duda es bueno, por otro que se considera mejor. Hablar del SEGUIMIENTO DE CRISTO en la teología de la Vida Religiosa tiene como punto de partida una lectura global y total del Evangelio de Jesucristo. No se puede sostener el argumento de que los textos en los que Jesús hace un llamado explícito al seguimiento sean los que fundamentan en la intención y en la praxis la Vida Consagrada. Ya lo indica con toda claridad el Decreto Perfectae Caritatis cuando exhorta a las religiosas y los religiosos a asumir como regla suprema el Evangelio (PC 2 a). La voz del Señor a seguirlo no es, por singular que haya sido, la única motivación de los seguidores y el único contenido del SEGUIMIENTO. Se trata esencialmente de la experiencia de Dios en la vida de cada una y de cada uno, la cual debe ser interpretada para que tenga sentido y arraigo en la vida de quienes han hecho esa opción. Los cuatro evangelios nos permiten constatar que los seguidores de Jesús para serlo de verdad habrían de caminar a su lado, y vivir con él Informativo

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experiencias de sentido profundas. Fueron, pues, el llamado y las experiencias los que en realidad hicieron que esos hombres y mujeres se hicieran sus discípulos y discípulas. ¿Acaso no los discípulos y las discípulas tuvieron que vivir experiencias límite para asumir y afianzar el SEGUIMIENTO? ¿No es al final de los evangelios que constatamos que, al menos, el grupo de los Doce, a pesar de sus dudas, falta de comprensión y de entendimiento, llegaron a ser auténticos discípulos de Jesús? Por tanto, el SEGUIMIENTO de Jesús no es una categoría que defina el final de un proceso sino, a partir de su naturaleza dinámica y práxica, inicia y lleva a cabo el camino que culminará en la vivencia ordinaria y radical del evangelio. Signos de los tiempos un reto para la Vida Religiosa El evangelio según san Lucas nos transmite una escena de la vida de Jesús en la que sin duda Jesús leyó los signos de los tiempos. Me refiero al pasaje de la sinagoga de Nazaret en donde Jesús tomó el texto del libro de Isaías y leyó: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los

ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19). Este anunció del Tritoisaías ya conocido en Israel en tiempo de Jesús adquiría nuevamente sentido dada la situación del momento en que Jesús decidió inaugurar su misión histórica. Ese contexto sociopolítico-económico revelaba que las palabras pronunciadas hacía más de quinientos años adquirían nuevamente actualidad. La dominación romana que había traído devastación social y económica se aunaba a la complicidad de las autoridades políticas y religiosas que habían sumergido a la población en condiciones de pobreza y opresión. Así, pues, Jesús comienza su ministerio no sin antes percatarse de lo que sucede a su alrededor. Conocía bien a su pueblo y cuál era su situación social, política, económica y religiosa. No habló ni actuó de manera ingenua o sin saber lo que decía y hacía. Bien podríamos decir que antes hizo un gran análisis de la realidad del pueblo de Israel. De ahí que su praxis y su palabra hayan ido al fondo de los conflictos y desenmascarar las estructuras de poder, de injusticia, de demagogia y de muerte institucionalizadas. También conoce suficientemente quiénes son las víctimas y a ellas van dirigidas su palabra y su misión.


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Si somos honestos tenemos que decir que las condiciones de vida no han cambiado a lo largo de dos mil años. Seguimos teniendo estructuras de poder, de injusticia, de demagogia y de muerte, continúa existiendo la pobreza, la marginación y la opresión en versiones modernas. Al echar un vistazo a nuestra realidad en México caemos en la cuenta de una realidad social, política y económica, deplorable e inhumana. Urge irla transformando y pienso que en la parte que nos corresponde como mujeres y hombres religiosos, que creemos en el Dios de la vida, de la justicia y de la libertad no podemos quedarnos impávidos e inmóviles. Aun cuando no queramos ver la realidad y menos analizarla, nos interpela en ella misma igual que interpeló a Jesús la realidad histórica de su momento. Nuestra fe y la dimensión teologal de nuestra vocación no pueden ni deben ser vividas al margen de la realidad que nos circunda. Somos portadores de la Buena Nueva para nuestro mundo y para nuestros hermanos y hermanas cercanos que ansían una palabra de esperanza y de consuelo frente a las adversidades con las que tienen que luchar día a día. El famoso texto de los «Rostros» que describe magistralmente la «Visión Pastoral de la Realidad Latinoamericana» del Documento final de la III Conferencia

del Episcopado Latinoamericano celebrado en Puebla en 1979 (hace 36 años) sigue teniendo una vigencia asombrosa. Es la constatación de que la realidad de muerte y opresión, pobreza e injusticia se reciclan en la historia. El texto comienza: «La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo el Señor, que nos cuestiona e interpela» (Puebla, 31). Son los rostros de los niños y niñas, golpeados por la pobreza... rostros de jóvenes de ambos sexos sin oportunidades y sin horizonte de vida... rostros de indígenas hombres y mujeres marginados... rostros de campesinas y campesinos explotados y privados de tierra... rostros de obreras y obreros mal pagados y explotados también... rostros

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de comerciantes informales y desempleadas (os) sometidos a duras crisis domésticas y económicas... rostros de marginados y marginadas que no cuentan para la sociedad... rostros de ancianas y ancianos sin seguridad social, abandonados a su suerte y con el estigma de la improductividad (cfr. Puebla, 32-39). Debemos agregar rostros de madres solteras o abandonadas que luchan hasta la muerte por ofrecer a sus hijos el pan cotidiano... rostros de madres y padres de secuestrados y desaparecidos sometidos a la más cruel angustia de no conocer el paradero de sus hijos como nuestros 43 estudiantes normalistas o como los de miles de padres y madres de hijos e hijas menores desaparecidos para satisfacer el tráfico de órganos...

rostros de madres, esposas e hijos de mineros sepultados en las minas, quienes además de ser explotados murieron por negligencia de los dueños de las compañías mineras... rostros de migrantes mujeres y hombres que dejan la vida en busca de mejores condiciones de vida, mexicanos en Estados Unidos y centroamericanos en México... rostros de mujeres principalmente obligadas a vivir de la «trata» para enriquecer a unos cuantos. En todos esos rostros se refleja la angustia que viven millones de mexicanos víctimas de la violación de sus Derechos Humanos más elementales, vida, salud, educación, vivienda, trabajo y los llamados DESCA (Derechos económicos, sociales, culturales y ambientales).


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Estos rostros, como dice el texto, nos deben cuestionar e interpelar, son los «signos de los tiempos» que nos indican que nuestro mundo no es el que Dios quiere para sus hijas e hijos y que niega la dignidad de las personas, creando estructuras de injusticia que somete a la mayoría de las personas a condiciones de vida infrahumanas, mientras una minoría posee y goza de los bienes que son de todas y de todos. Estos «signos de los tiempos» que atentan contra la vida humana, afortunadamente van también acompañados de otros signos que promueven la vida. Es, quizá, hoy en día que el concepto y la práctica de la solidaridad se ha desarrollado y ha alcanzado dimensiones internacionales de acompañamiento humano como ha sido el caso de numerosas manifestaciones internacionales por nuestros 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Asimismo existen redes conformadas por millones de personas que al mismo tiempo que reciben información de acontecimientos mundiales sobre asuntos humanitarios, se percibe la presencia de la solidaridad y del acompañamiento. Los cambios culturales también son «signos de los tiempos», han aportado nuevas formas de concebir la vida, aunque en ciertos ámbitos se percibe

también cierto individualismo que favorece la cerrazón del espíritu generando indiferencia a los asuntos humanos y egoísmo que incluso llega a rayar en narcisismo. Hoy por hoy estamos obligados a reflexionar acerca de las nuevas formas de familia que conviven en el ámbito de nuestros colegios y de nuestras acciones pastorales y que cada día se multiplican en diversidad y entran en crisis frente al modelo tradicional de familia. Los medios de comunicación electrónicos y digitales también están influyendo en la vida de todas y de todos, los más susceptibles son sobre todo los niños y las niñas y los jóvenes, pero nosotras y nosotros no estamos exentos de su influencia. Sin negar las virtudes de estos medios, debemos reconocer que generan enajenación e individualismo y tal vez situaciones más delicadas e insospechadas. Sumergidos en el mundo cibernético se sufre de atrofia para la relación personal. No hace mucho tiempo vi en un «café» un letrero que decía: «No tenemos wifi, platiquen entre ustedes». Es un «signo de los tiempos» que nos debe poner alertas para saber hacer uso de estos medios y para aprender a acompañar a las nuevas generaciones, tanto dentro de nuestros Institutos como en la acción pastoral. Informativo

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El Documento de Aparecida nos llama la atención acerca de la «mirada» que debemos dar a los «signos de los tiempos» y discernir desde ellos y a la luz del Espíritu Santo nuestro servicio al Reino de Dios anunciado por Jesucristo quien vino al mundo para que todas y todos tengan vida y «para que la tengan en plenitud» (Jn. 10, 10)1. Finalmente, hemos de considerar que vivimos en un mundo secularizado en donde a Dios ya no se le permite vivir «con nosotros». De ahí que la percepción, la atención y el análisis que hagamos de los «signos de los tiempos», dentro del ámbito de la Vida Consagrada, exige fe en cada una y cada uno de nosotros para que nos demos a la tarea de poner en práctica el Evangelio de Jesucristo. Todo depende de la credulidad que demos al Proyecto del Reino, ser testigos de Jesucristo no es un asunto fácil y mucho menos de vida cómoda. Jesús no nos ha engañado, desde el principio interpeló a sus discípulos y les advirtió: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8, 34-35).

Mucho y bien se ha reflexionado y escrito en los últimos años sobre los «signos de los tiempos» en el ámbito eclesial. No se trata de tener otro texto al respecto sino sobre todo poner manos a la obra a la respuesta que debemos dar las y los religiosos frente al reto que nos imponen las realidades lacerantes e inhumanas actuales que sufren millones de personas en la lucha diaria por la sobrevivencia. El ámbito de la vida humana en el sentido estricto, exige condiciones humanas suficientes para el desarrollo correcto y adecuado de la vida. No es solo el fenómeno importantísimo de las condiciones socio-político-económicas, los «signos de los tiempos» abarcan todos y cada uno de los aspectos de la vida humana. Todo acontecimiento histórico sea natural, social, económico, cultural, político, familiar, religioso afecta la vida humana y los «signos de los tiempos» tienen que ver con cada uno de ellos. Por tanto, la atención y la respuesta que demos a esos signos es una acción a favor de la vida y esa es precisamente nuestra opción, ese es a fin de cuentas el reto. Queremos, pues, enfrentar el reto a través de la vivencia del Evangelio de Jesucristo, siendo sus discípulos y sus testigos.

1 Aparecida, Documento Conclusivo, V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, CEM 2007. No. 33.


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Evangelizar de Persona a Persona Microrelatos de Evangelización1 Hno. Gustavo Llaguno Velasco, msps

«¿Hay acaso otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otros la propia experiencia personal?» Evangelii Nuntiandi - 46

MICRORELATOS

El taxista

E

n una ocasión conocí a un señor que me contó su experiencia de conversión a Dios a partir de la cual tenía una grande inquietud de comprometerse en un apostolado. Pero había un problema: el señor casi no tenía tiempo libre ya que manejaba un taxi y el poco tiempo que le quedaba, se lo dedicaba a su familia. “¿Qué hacer?” se preguntaba el señor; lo puso en oración y Dios lo iluminó.

¿Por qué no aprovechar el tiempo de trabajo como una oportunidad de evangelizar? ¿Se molestarán los clientes que se suban al taxi? ¿No habrá que diferenciar trabajo y apostolado? ¿No será una invasión a la privacidad de los clientes el hecho de intentar transmitirles la fe y darles la buena noticia del Evangelio de Jesús? El taxista no estaba muy seguro pero decidió hacer el intento. Al principio no lo tenía claro, pero poco a poco lo fue descubriendo; trató de combinar el tacto, el respeto

1 Estas historias están basados en hechos reales de gente que ha evangelizado de persona a persona.

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y la audacia. Así que lo primero era evangelizar con la actitud de respeto y amabilidad hacia el pasajero en todo el trayecto que durara el viaje en el taxi; algunos pasajeros se daban cuenta del trato amable del taxista y quedaban edificados. Lo segundo era hacer el intento de expresarles el mensaje explícito de la evangelización, pero ¿cómo? Cuando el pasajero se subía, el taxista le iba haciendo algunas preguntas y según cómo respondiera el pasajero, iba avanzando en la conversación. Había pasajeros que el taxista sentía que estaban cerrados y lo mejor era no seguir platicando; mientras que otros le iban respondiendo y de esa manera el taxista iba ahondando en

la conversación, así que se atrevía a compartir su experiencia personal de fe, su experiencia de conversión a Dios; según cómo reaccionara el cliente, el taxista avanzaba más hasta decirles que era importante que recordaran que Dios los amaba, que nos dio a su Hijo Jesús y que murió por nuestra salvación, y que teníamos la misión de extender el amor en el mundo por todos los medios. El tiempo del diálogo era breve, el taxista no sabía qué impacto realmente tuvo el mensaje que le dio a cada pasajero, pero estaba seguro que más de uno escuchó algo del mensaje del Evangelio, y eso le daba un nuevo sentido a su trabajo, ya que era un verdadero apostolado, y el taxista


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lo hacía cada vez con mayor gusto y convicción.

El yerno

Quedé edificado por la familia de mi cuñada, una familia muy unida y religiosa, y les gusta reunirse con frecuencia. Una de las hijas se casó con un buen muchacho del cual estaba profundamente enamorada, aunque el joven no era creyente. En las reuniones familiares se hablaba abiertamente del tema religioso y casi todos no solo compartían la fe católica, sino que además estaban muy comprometidos en apostolados y grupos de formación en sus parroquias. El yerno escuchaba, respetaba sus creencias, pero él tenía las suyas propias y no comulgaba con ellos. Algunas de las tías hacían el intento de darle el mensaje del Evangelio, pero parece que no servía de mucho. Pero sucedió que al esposo se le murió su papá, la cual fue una experiencia de pérdida muy dolorosa; él quedó desconcertado pues casi todos los integrantes de la familia de su esposa no solo le hablaron para darle las condolencias, sino que también lo apoyaron en todo el proceso de velar a su papá, los trámites, el entierro y la presencia respetuosa. En un primer momento el esposo estaba escéptico pensando que eso lo hacían solo para convencerlo de su religión, pero se dio cuenta que la familia de su

esposa lo hacía como fruto del amor y el cariño sincero que le tenían, y a partir de entonces se dio cuenta que todo lo que le habían dicho del amor de Dios, de Jesús, etc. era realmente respaldado por su vida y el cariño y amor que le tenían era sincero y era fruto del impulso que Dios les daba, así que vivió una experiencia profunda de Dios que lo llevó a creer en el Evangelio, y hasta la fecha es alguien muy comprometido su parroquia.

La abuela

Era una familia española de tres generaciones. Resulta que los nietos querían hacer su primera comunión, pero ¿cómo, si los papás eran ateos? Lo que sucedió es lo siguiente. Los abuelos eran gente creyente y con una profunda fe. Ellos sufrían la relación con sus hijos ya que éstos rompieron con la fe tradicional católica y decidieron no creer en ninguna religión institucional y defendían fuertemente la libertad de que cada individuo eligiera su fe religiosa y no se le impusiera a nadie; así que cuando los abuelos hablaban de fe con sus hijos era un tema de conflicto. Resulta que una de las hijas se casó y nacieron los nietos; ella decidió con su esposo que sus hijos no les iban a imponer la fe católica y dejar que poco a poco formaran su propio criterio. El abuelo murió y la abuela se acercó más a Dios y a la Iglesia; la abuela transmitía mucha felicidad pues había experimentado Informativo

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el amor de Dios fuertemente y estaba convencida de ello; además dedicaba su tiempo a colaborar con organizaciones que ayudan a migrantes y gente del tercer mundo. A los nietos les encantaba ir con la abuela pues se sentían muy queridos por ella, y a medida que iban creciendo les llamaba mucho la atención su alegría, su compromiso y su forma de enfrentar las situaciones de dolor, como la muerte del abuelo. La abuela, por respeto a su hija y su yerno, decidió no intentar hablarles de la fe católica; pero los nietos le hacían muchas preguntas sobre su vida y lo que ella creía, así que ella se animó a compartirles su experiencia personal de fe y sus convicciones religiosas, el amor que experimentaba de Dios y su compromiso social por un mundo mejor. Resulta que los nietos, ya como de 8 y 9 años de edad, llegaron con sus papás y deseaban con todas sus ganas bautizarse y hacer su primera comunión… ¡¿Qué, qué?! Al principio quedaron desconcertados, pero después accedieron y los niños fueron así evangelizados por el testimonio de su querida abuela.

decidió buscar los mecanismos para resolver esa situación. En primer lugar buscó siempre mirar a los ojos a las personas, y de las que se acordaba, saludarlas por su nombre; de ese modo el religioso no se encontraba con la “masa” de gente, sino con personas bien concretas. Lo segundo fue procurar que al inicio de cada celebración litúrgica le pedía a la gente que le diera la bienvenida al hermano/a que tuviera al lado y le preguntara su nombre. Lo tercero fue que en los momentos en que hubiera liturgia de la Palabra, procuraría que no solamente la gente escuchara la Palabra de Dios y su homilía (a veces buena, a veces no), sino que le pedía a la gente que compartiera sus resonancias de la Palabra a través de preguntas de reflexión con la gente que tuviera al lado; “vamos a hacer un cuchicheo de la Palabra, decía el religioso sacerdote”, lo cual era muy enriquecedor. Es así como las celebraciones litúrgicas no solo eran momentos de escuchar y participar en el “rezo” del padrecito, sino verdaderos espacios para compartir juntos la vida y la fe entre hermanos.

Celebraciones litúrgicas compartidas

Unas monjas sorprendentes

Un religioso sacerdote se dio cuenta que las celebraciones litúrgicas muchas veces se convertían en celebraciones hechas con una multitud de gente anónima que no la conocía y que no se conocía entre sí. Así que

En el ámbito de la Vida Religiosa es muy frecuente escuchar hoy la falta de nuevas vocaciones; ver también muchas congregaciones religiosas donde el promedio de edad es de 60 ó 70 años de edad. En la Diócesis


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donde vivo y trabajo actualmente hay varias congregaciones y casi ninguna de ellas tiene nuevas vocaciones de la región excepto una que me ha llamado la atención. Son religiosas Clarisas, y su historia es interesante. Me cuentan que hay un monasterio en Morelia, el cual al ir creciendo, les pidieron hacer una nueva fundación en Chetumal, y algunas de ellas fueron a fundar; al poco tiempo les entraron nuevas vocaciones y ante otra petición fundaron en Cd. Altamirano, Gro y la historia se repitió y vinieron a fundar un nuevo monasterio en la ciudad de Tlapa de Comonfort, Gro. Llegaron 10 hermanas de votos perpetuos, y en

solamente 6 años ya tienen 19 nuevas hermanas. Tuve la oportunidad de darles un taller de oración a las hermanas formandas de dicho monasterio y les preguntaba quién les enseñó a orar, cómo conocieron a Jesús y su Evangelio; yo pensaba que habían aprendido en su familia con sus papás o abuelos, o en algún grupo parroquial, pero casi todas me contestaron que fue en el monasterio donde aprendieron a orar, y fue a través del trato sencillo, amable, paciente, tierno y cercano de las hermanas del monasterio como aprendieron de qué se trataba el

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Evangelio de Jesús y experimentaron el amor de Dios. En pocas palabras, las nuevas hermanas fueron evangelizadas por el trato personal y fraterno de las hermanas grandes (aunque actualmente no son tan “grandes” pues la mayor no tiene más de 45 años).

¿Un laico predicarnos a nosotros?

Un último relato muy sencillo. El clero de una Diócesis era convocado por su obispo para reunirse a tener su reunión anual de Formación Permanente. No sé qué tema iban a abordar, pero la cuestión estaba en que ellos esperaban que el expositor y facilitador iba a ser otro sacerdote experto en Biblia, o algún obispo invitado que desde su autoridad episcopal les hablara del Evangelio y les anunciara la Buena Noticia. Resulta que muchos de ellos iban medio a la fuerza pues les costaba dejar tantos asuntos pendientes en sus parroquia para dedicar tiempo a

su formación; peor aún cuando el que llegó con ellos fue un catequista laico quien les iba a dar las charlas - ¿¡Pero cómo!?, ¡qué decepción! ¿Cómo es que un simple laico “inexperto” nos viene a predicar a nosotros que somos sacerdotes? - Yo supongo que para el laico catequista al inicio le fue difícil pararse frente a semejante público, pero se armó de valor confiando en que era Dios el que iba a hablar a través de él. Me contó uno de los sacerdotes que asistieron, que al principio había mucho escepticismo, pero que poco a poco se quedaron sorprendidos de la sabiduría de aquel hombre, y salieron muy edificados y renovados. REFLEXIÓN Estos son algunos pequeños relatos de historias reales y contemporáneas de evangelización a través del trato directo y personal. Ahora quisiera hacer una sencilla reflexión al respecto. En nuestra Iglesia hemos perdido mucho el trato personal, la


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evangelización de persona a persona. Las celebraciones litúrgicas muchas veces parecen celebraciones de gente anónima que no se conoce y no puede compartir entre sí; los creyentes que visitan las casas para predicar la Buena Noticia se les identifica más como “hermanos separados” que como católicos. A mucha gente incluso le da vergüenza de hablar de su experiencia de fe por miedo a no ser aceptada o criticada. Casi no hay experiencia de vocación al seguimiento de Jesús que no haya surgido a partir de la relación con otra persona, y eso es importante recuperarlo en nuestra Iglesia y en las congregaciones religiosas. Hemos avanzado en los medios de comunicación y también se quieren aprovechar para evangelizar, pero no hay como el trato directo de persona a persona. La relación, el mensaje expresado y respaldado con el testimonio de vida, son una fuerza de atracción eficaz para que las personas se acerquen a Dios y crean en Él. Y en esto no hay fórmula. Un sacerdote puede ser evangelizado por un laico, una hombre puede ser evangelizado por una mujer o viceversa, un adulto puede ser evangelizado por un niño. Hace poco salió en México la película de “La Cristiada” y me impresionó la relación entre el protagonista (Andy

García) ateo, y el niño cristero, el cual era su fuente de inspiración, hasta que el protagonista decidió creer en la causa de Jesús. Nos dice Evangelii Nuntiandi: La urgencia de comunicar la Buena Nueva a las masas de hombres no debería hacer olvidar esa forma de anunciar mediante la cual se llega a la conciencia personal del hombre y se deja en ella el influjo de una palabra verdaderamente extraordinaria que recibe de otro hombre (EN – 46). Es así como los creyentes en Jesús han logrado transmitir la fe de generación en generación a lo largo de dos milenios; es así como mucha gente (por ejemplo en Rusia) ha guardado la fe a pesar de épocas de opresión política y social. Coincido con el mensaje de los obispos de algunas Diócesis de España cuando a partir del contacto personal, afirmando que transmitir la fe es: – Ofrecer un testimonio cercano de vida creyente, – provocar preguntas, – narrar la propia experiencia personal, – dar a conocer el verdadero rostro de Dios, – respetar la libertad, – presentarla como camino de salvación, – ayudar a dialogar, – proponer la fe de la Iglesia, – acompañar en la búsqueda2.

2 Carta Pastoral de los obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Tudela, Transmitir la fe hoy, Cuaresma-Pascua 2001.

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Los jóvenes… ¡Un grande reto para hoy! Hertha Hampl, fsps

¡Sí, un reto para hoy! ¡Los jóvenes son nuestro presente!

¿

Cuáles jóvenes? Éstos, los únicos con los que contamos. Y además son un regalo de Dios para nuestro mundo fracturado. Dios que nos los ha dado así como son; no se equivoca, porque los conoce y los ama como nadie. Además, como Padre misericordioso “no descansa”, así que

a través de su Espíritu constantemente se está encarnando en ellos y creando nuevos valores. Es mirada miope, opaca e incapaz de percibir la manera de actuar de Dios, la que desconoce o no alcanza a descubrir la novedad y los valores maravillosos que Él sigue depositando en nuestros jóvenes.


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Simplemente ámalos Pensando en las personas que poblamos los espacios de la Vida Religiosa, yo quisiera decirte… no pierdas el tiempo luchando por entender a estos jóvenes, simplemente ¡ámalos! Ámalos no sólo como tú te amas, es poco; no como crees que Dios te ama a ti, puedes estar equivocado… ámalos con el mismo amor con el que Dios te ama, con el amor del Espíritu Santo. Así tendrás la certeza de que ese Dios amor los va invadiendo a través de tu presencia, hasta hacer que afloren las maravillas que Él ha ido haciendo creativamente en ellos. Por supuesto que desde esa actitud puedes no sólo dar, sino ser una estupenda propuesta para los jóvenes de hoy. Solamente que es bueno recordar que “nadie da lo que no tiene”. Este pensamiento se convierte en un desafío para ti, quien ya ha tomado la opción de responder al llamado del Señor, cuyo objetivo imprescindible es el de estar con Jesús e intentar actuar constantemente a su manera, tengas la misión que tengas. Él es el único modelo a seguir y a proponer y además lo es para todas las personas y para todas las vocaciones. Es bueno darnos cuenta de que al hablar de los antivalores de los jóvenes postmodernos lo hacemos con acierto, pero con los ojos poco abiertos ante sus valores, valores que comúnmente no tenemos los adultos de la Modernidad. Suele darse que por quedarnos en el

punto negro que ciertamente tiene cualquier cultura, tratamos de meterlos en nuestro cuadrito y les exigimos las conductas moralizantes que nosotros aprendimos y que cada vez absolutizamos a mayor grado. Estos jóvenes han nacido y se han desarrollado en un una cultura que los ha ido absorbiendo y en la que “se mueven como pez en el agua”, de tal manera que resulta casi imposible que acojan algo que desconocen, un lenguaje inusual para ellos y a veces hasta para nosotros mismos, ya que, una cosa es conceptualizar lo que se “debe hacer” y otra el encarnar congruentemente en nuestra vida diaria, el discurso que les proponemos. Por lo tanto “nos dan el avión” y hasta nos ponen la etiqueta de “momiza”. Podemos quedarnos angustiados y preocupados creyéndonos incapaces de ejercer una influencia en su caminar y hasta acabamos por aceptar que ya no la hacemos en esta sociedad y que no tenemos un lugar en la historia. Tu vida puede proyectar una respuesta para el joven postmoderno Si algo está en el aire, en el horizonte y en la inquietud de quienes deseamos ser una respuesta eclesial y evangélica, es el fuerte desafío de responder a las necesidades de esos jóvenes insatisfechos, decepcionados, exigentes y bastante incongruentes. Pero se requiere aceptar, reconocer y explorar Informativo

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sus valores, a fin de no aparecer ante ellos como seres extraterrestres, sino como personas encarnadas y capaces de proyectarles firmeza, seguridad, esperanza y dinamismo. Ante todo y como presupuesto evangélico es indispensable que el joven encuentre en el ambiente que le ofrece el religioso, un clima en el que se experimente amado gratuita e incondicionalmente, pero también con firmeza, ya que le urge ser acompañado en el descubrimiento y no en la imposición, de los límites indispensables que es urgente asumir para crecer como adulto libre y responsable, de cara al mundo que le va tocando vivir. Ellos ya traen el protagonismo en las venas y no están dispuestos a que les demos las cosas hechas… son capaces de pensar y establecer metas; son capaces de descubrir los medios para alcanzarlas y son capaces también de crear la unidad, la comunidad y la fraternidad que tanto anhelan. ¡Sólo necesitan quien los acompañe, quien los impulse, quien crea en ellos! ¡Creer en ellos! Creer en lo valioso de su cultura y provocar un encuentro complementario entre los valores de ambas culturas, a fin de lograr una síntesis dinámica y capaz de atraer, seducir e invitar a caminar en la vida, haciéndola constantemente nueva y de manera creativa. La Vida Religiosa, podría ¡claro!, ofrecer a los jóvenes espacios abiertos, acogedores… en los que se respire un

clima que favorezca la simplicidad, la libertad y la responsabilidad, que inviten al joven a ofrecer y a acoger afectos y a descubrir que la ansia de felicidad que trae dentro, tiene un fundamento en la realidad, que ¡sí se puede ser feliz! Y que se puede también contagiar esa felicidad a los otros. Todo esto fundamentado en “Alguien” que nos ha seducido y queremos proyectar con un testimonio silencioso que hable por sí sólo: Jesús de Nazaret, el Dios hecho carne. Que iluminador resulta el salmo 118, 17-24: “ábreme los ojos Señor y contemplaré las maravillas de tu voluntad”. Y yo diría, especialmente las maravillas que estás haciendo hoy en estos jóvenes que nos desconciertan y que no entendemos, pero que ciertamente queremos amar, acoger, impulsar y hacerlos sentir “en casa”. “Estrenen un corazón nuevo y un espíritu nuevo”, nos dice Ezequiel en el capítulo 18,31 ¿No irá por allí la estrategia para ser nosotros, eso que queremos proyectar? Y Efesios 5,19 nos expresa: “Llénense del Espíritu Santo; expresen sus sentimientos con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando con todo el corazón las alabanzas al Señor”. Y yo añadiría disfruten con los jóvenes sus cantos estridentes y matícenlos con José Luis Perales, Alberto Cortés y con Facundo Cabral, que en alguna forma es Palabra de Dios, es Pan comido y hecho vida. Además, sean propositivos y ¡no pierdan el sentido del humor!


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El Boletín Informativo CIRM se pone a tu disposición y ofrece a todos los religiosos y religiosas de México la nueva sección: “Noticias de la Vida Religiosa”, donde podrás mandarnos información1 sobre eventos de tu congregación que desees publicar2 en el Boletín Informativo CIRM, y compartir con todos los religiosos y religiosas de México. Comparte con nosotros información como: • Capítulos generales, provinciales, regionales… • Profesiones religiosas. • Nuevas experiencias apostólicas. • Noticias sobre tu congregación. • Tu espiritualidad. • Hacer preguntas a los religiosos de México. • Propuestas de colaboración apostólica. • La pascua definitiva de alguna hermana o hermano. • Preocupaciones. • Y todo lo que creas que nos puede ayudar a crecer. Envía tu información al Departamento de Comunicación, por fax al 01.55.56.04.95.55 o al correo: comunicacion@cirm.org.mx, con atención al Hno. Sergio Argüello Vences, ssp. 1 2

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