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Editorial

Reflexión teológica 3

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La Misericordia en el evangelio según san Lucas y el seguimiento de Cristo “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso” (Lc 6, 36)

Reflexión teológica 1

Misericordiosos como el Padre... y como el buen samaritano. La misericordia eficaz y el año jubilar Fr. Jorge Francisco Vargas, op

Fr. Jorge Rafael Díaz Núñez, op

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Reflexión teológica 4

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Reflexión teológica 2

El papa Francisco, una revolución de la misericordia Víctor Codina

Misericordia, Justicia y Praxis Social Fr. Luis Javier Rubio Guerrero, op

40 Reflexión teológica 5

La Iglesia, instrumento eficaz de las obras de misericordia

50 Reflexión teológica 6

“La misericordia salvará al mundo”. Urgencia del ministerio de la misericordia en el mundo actual Fr. Misael Castro Cacua, op

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Mensaje de Fin de Año

Mensaje de Fin de Año

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Voces Jóvenes

Entrevista a religiosas/os jóvenes sobre el Año de la Misericordia Coordinadora: Hna. Laura Patricia Saavedra Calixto

Fr. Misael Castro Cacua, op

DIRECTORIO CIRM Presidente: Hna. Juana Ángeles Zarate, csc • PRIMER VICEPRESIDENTE: P. Ricardo Pérez, ocd • Segundo Vicepresidente: P. Jorge Rafael Díaz, op • Vocales femeninas: Hna. Mónica Esquivel, rscj; Hna. Rosa Elvira Aldana, stj; Hna. Paola Olivieri, hj; Hna. Guillermina Mendoza, hcjc; Hna. Cecilia Morales, mps • Vocales masculinos: P. P. Francisco Magaña, sj; P. Vicente López, omi; P. Pedro Alarcón, sm; Hno. Martín Rocha, fsc; Hno. Ricardo Reynoso, fms SECRETARIA GENERAL: Hna. Ma. Esther del Esp. Sto. Guillén Guzmán, cmst secretariagral@cirm.org.mx TESORERO GENERAL: Fr. José Miranda, ocd

CIRM Nacional: Amores 1318, Col. Del Valle, Del. Benito Juárez, 03100 México, D.F. Tel (55) 56.04.54.14; Fax (55) 56.04.95.55 www.cirm.org.mx Revista Informativo CIRM: Director: P. Jorge Rafael Díaz Núñez, op Editor: P. Sergio Argüello Vences, ssp Diagramación y diseño: D.G. Fernando Daniel Perera E. Impresión: Editorial Progreso S.A. de C.V. Impresión: Tiraje de 500 ejemplares más sobrantes para reposición. Atención a suscriptores Atención a suscriptores De lunes a viernes de 9 a 14 hrs. Tel (55) 56.04.54.14; Fax (55) 56.04.95.55 Email: informes@cirm.org.mx


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Año Jubilar

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sobre la Misericordia

l corazón de Dios siempre ha sido “puerta de misericordia” para que pasen por Él todas y todos que quieran gozar de su amor y de su consuelo. Dios que nos otorga siempre su misericordia (cfr. Rom. 11, 30-32), abre permanentemente su corazón para acoger en su misericordia a cada uno y una de nosotras (os). El papa Francisco desea que de la misma manera que Dios mantiene abierto su corazón misericordioso, la apertura de la “puerta de misericordia” en la Iglesia, a través del signo de las aperturas de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, de todas las demás Basílicas papales, y en cada una de las iglesias catedrales en todo el mundo, se simbolice el corazón de Dios abierto a todo aquél o aquella que quiera acogerse a su misericordia. El 8 de diciembre de 2015 el papa inaugurará el año del jubileo extraordinario de la misericordia, justamente en la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Sin duda el papa eligió ese día porque “...al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo nacido de mujer...” (Gal. 4, 4). En efecto, el acto supremo de la misericordia de Dios se realizó con la Encarnación del Verbo en el seno de María. Desde entonces Dios no cesa de aproximarse a la humanidad de muchas maneras para hacer accesible a nosotros su misterio de salvación liberándonos de todo lo que nos oprime. Además, en los tiempos nuevos y plenos, es María quien a través de su cántico proclama la misericordia de Dios a toda la humanidad (cfr. Lc. 1, 49-50). Por la importancia que tiene la misericordia para la vida cristiana, sobre todo en nuestros tiempos en los que la violencia, la guerra, el hambre, la injusticia, la movilidad humana y cualesquiera otras situaciones que generen sufrimiento y muerte, hemos decidido dedicar este número de nuestra Revista a la reflexión sobre la misericordia bajo diferentes aspectos. La Bula Misericordiae Vultus y cada uno de los artículos que presentamos, tienen la intención de motivar nuestro corazón para que se abra y permita que entre en él la misericordia de Dios, asimismo permita que salga de él la misericordia, que por nuestras acciones, aliviarán, sin duda, una buena parte del sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas que padecen en nuestro país. Necesitamos, pues, el auxilio de la misericordia de Dios, misma que Jesús nos invita practicar: “sean misericordiosos como su Padre es misericordioso” (cfr. Lc. 6, 36).


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Misericordiosos como el Padre... y como el buen samaritano. La misericordia eficaz y el año jubilar Fr. Jorge Francisco Vargas, op

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l papa Francisco ha convocado el Jubileo Extraordinario de la Misericordia para 2015-2016, bajo el lema “Misericordiosos como el Padre”, que puede resumirse en este doble objetivo: “Estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia

para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre” (Bula de convocación Misericordiae Vultus -MV-, 3). Llama de inmediato la atención el lugar central que ocupa Jesucristo desde el comienzo del documento, que inicia así: “Jesucristo es el rostro de

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la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret”. Y continúa más abajo: “Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”. La misericordia, que es fundamental al ser fuente de alegría, serenidad, paz, y condición para la salvación (MV 2) está centrada definitivamente en Cristo, que “ha recibido del padre la misión de revelar el misterio del amor divino en plenitud (...) Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona gratuitamente”. Y no sólo la persona de Jesús sino su acción y proclamación es misericordia: “Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En Él todo habla de misericordia (MV 8, cf. 9). El Papa insiste en la esencialidad de la misericordia también al presentar el pensamiento paulino sobre el tema. Pues para Pablo “no es la observancia de la ley lo que salva, sino la fe en Jesucristo, que con su muerte y resurrección trae la salvación junto con la misericordia que justifica. La justicia de Dios se convierte ahora en liberación para cuantos están oprimidos por la esclavitud del pecado y sus consecuencias. La justicia de Dios es su perdón” (cf. Gal 2, 16). “Esta justicia de Dios es la misericordia concedida a todos como gracia en razón de la muerte

y resurrección de Jesucristo. La Cruz de Cristo, entonces, es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre el mundo, porque nos ofrece la certeza del amor y de la vida nueva” (Cf. Rm 10,3-4) (MV 20). La respuesta a la misericordia de Dios El aspecto fundante de la misericordia, que podríamos llamar ‘vertical’ es que ésta “es la vía que une Dios y el hombre (sic) porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado” (MV 2). Pero Misericordiae Vultus insiste en la correspondencia entre la misericordia de Dios por un lado, y la respuesta humana, que necesita ser lógicamente de misericordia y testimonio. En los nn. 13-14, al proponer el lema “Misericordiosos como el Padre”, nos recuerda el desafío “sed misericordiosos como el Padre vuestro es misericordioso” (Lc 6,36). En el n. 3 el propósito del jubileo es que “haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes”. La misericordia “es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida (MV 2); “no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia”. “Como ama el


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Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros” (MV 9). El Papa da consignas concretas y fundamentales para responder a la misericordia de Dios, a nivel personal o comunitario. 1. “Para ser capaces de misericordia (...) debemos colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Recuperar el valor del silencio para meditar la palabra que se nos dirige (MV 13). 2. La peregrinación, como estímulo para la conversión. “Nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros” (MV 14). 3. Perdonar y dar. Ser instrumentos del perdón, pues lo hemos recibido de Dios, y ser generosos, pues hemos recibido su benevolencia (cf. MV 14). 4. Las obras de misericordia corporales y espirituales, que el documento enlista y después glosa y desarrolla, poniéndolas en conexión con Isaías 58,6-11 que promete el auxilio del Señor para quien ejerza la misericordia, verdadero ayuno (cf. MV 15). A nivel comunitario, el documento también presenta la vida de la Iglesia en clave de misericordia y jubileo: “La misericordia es la viga maestra

que sostiene la vida de la Iglesia (...) nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia (MV 10). Y confirma el compromiso de los cristianos de testimoniar la fe, y de ser en el mundo signos del amor del Padre (cf. MV 4). Que la Iglesia, pide el Papa, sea testigo y anunciadora de la misericordia (25) y del perdón, en un mundo “donde la experiencia de perdón se desvanece en la sociedad. Hace falta el testimonio del perdón. Hacernos cargo de las dificultades de los hermanos”. Y en la línea precisamente del perdón hace referencia al sacramento de la confesión. Confesor “se llega a serlo cuando, ante todo, nos hacemos nosotros mismos penitentes en busca de perdón (...) los confesores están llamados a ser siempre, en todas partes, en cada situación y a pesar de todo, el signo del primado de la misericordia”. Y el documento acomoda el texto de la carta a los Hebreos 4,16; hay que invitar a los fieles a “acercarse al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia”. (MV 17). Pues por más que el ser humano falle en su respuesta, Dios está siempre disponible al perdón y nunca se cansa de ofrecerlo (MV 22). Misericordia eficaz, ‘a la samaritana’ Con ocasión del Jubileo Extraordinario, propongo recordar la Parábola del “Buen samaritano”, uno de los ejemplos clásicos del pensamiento de Jesús de Nazaret sobre la misericordia, entendida como una “conmoción de

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ánimo que se traduce en gestos de piedad y de compasión, de bondad y de misericordia”.1 El evangelio de san Lucas es conocido como el ‘Evangelio de la misericordia’, con sobrada razón. Ya desde su inicio notamos ejemplos como los cánticos del capítulo 2 (vv. 50.54.58.72.78), el texto inaugural de 4,18-19, las conversiones de Zaqueo (19,1-10), la mujer arrepentida (7,36-50), las parábolas precisamente llamadas ‘de la misericordia’ o ‘de la alegría’ (cap. 15). La perícopa del ‘Buen Samaritano’, que está integrada a un diálogo sobre el amor de Dios y del prójimo (Lc 10,25-37), puede pensarse que haya sido más que una mera narración. Dice J. Jeremias que “Algunas parábolas están contadas de un modo tan vivo, que se puede suponer que Jesús enlaza con incidentes concretos”2, y enlista precisamente nuestra parábola, entre otras como el ‘mayordomo injusto’ de Lc 16,1-8 o la ‘cizaña entre el trigo’ de Mt 13,24ss. Podría ser un comentario a algún suceso conocido (alguien que tras un asalto hubiera sido asistido por un samaritano), o que Jesús tenía en mente a los samaritanos después de tener dificultades con ellos poco antes, en 9,51-56. Pues nos ubicamos en la

sección del evangelio conocida como “La Subida a Jerusalén”, de 9,51 a 19,27.3 25 Se levantó un legista, y dijo para

ponerle a prueba: “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?” 26 Él le dijo: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?” 27 Respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” 28 Díjole entonces: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás.” 29 Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: “Y ¿quién es mi prójimo?” 30 Jesús respondió: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. 31 Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. 32 De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. 33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; 34 y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. 35 Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: ‹Cuida de él y, si gastas

1 A. Sisti, “Misericordia”, en P. Rossano et. al., Nuevo diccionario de teología bíblica. Paulinas, Madrid, 1990, 1216-1224; 1217. 2 J. Jeremías, Las parábolas de Jesús. Verbo Divino, Estella, 1997, 25. 3 El texto evangélico está tomado de la Biblia de Jerusalén, edición de 1975.


Reflexión teológica 1  7 más, te lo pagaré cuando vuelva.› 36 ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” 37 Él dijo: “El que practicó la misericordia con él.” Díjole Jesús: “Vete y haz tú lo mismo.”

Comentario a la perícopa El texto de Lc 10,25-37 funde tres secciones; un diálogo sobre el mandamiento más importante (vv. 2528), la parábola propiamente dicha (vv. 30-35) y la continuación del diálogo (vv. 36-37). Las partes dialogadas terminan más o menos igual, con Jesús invitando a la acción. El punto de inflexión es el v. 29. El diálogo inicial contiene frases precisas y equilibradas; el legista habla en los vv. 25 y 27, Jesús en los vv. 26 y 28. Incluye también una cita de dos textos legales, uno de ellos la Shemá, (Dt 6,4-9) importantísimo credo judío. A partir del v. 30, Jesús cuenta la parábola, y los vv. 36-37 reanudan el diálogo de maestro y discípulo. vv. 25-28. En los vv. 17-24 se han dado motivos para la alegría, la esperanza, y los privilegios de vivir en el tiempo de Cristo. Es normal que alguien se interese sobre cómo participar de ello, aunque sea un maestro de la ley. Se inicia una argumentación didáctica, típica de maestros judíos, donde el

maestro va guiando al discípulo a la respuesta correcta. El doctor sabe que la salvación viene por las obras de la ley (613 mandamientos en la Torah escrita), independientemente de la actitud interior con la cual se cumplan. La referencia legal integra Dt 6,5 para el amor a Dios, y Lv 19,18 para el amor al prójimo. Jesús hace lo mismo en Mc 12,28. Por el amor a Dios, se le entrega a él la vida sin reserva. Y para el amor al prójimo, la medida o criterio es el amor a uno mismo. De forma que el que cumple la voluntad de Dios, el que ama, no es el que piensa en sí mismo, sino en Dios y en el prójimo. “En el amor del prójimo se ha de expresar el amor a sí mismo y la entrega a Dios”4. El amor, como precepto, abarca y anima toda la vida. Es el sentido de la ley. Pero se requieren también las obras. “Haz eso y vivirás” (v. 28). v. 29. La pregunta del legista “¿Quién es mi prójimo?” es un problema teológico real; es la cuestión sobre los límites del amor y la misericordia. En el Levítico (19,18) el prójimo es el israelita, o cuando mucho el extranjero que viviera en medio del pueblo (19,34). Era una noción bastante limitada, que para los fariseos excluía también al pueblo ignorante de la ley y a los opositores doctrinales. Jesús responderá narrando un caso extremo.

4 A. Stöger, El Evangelio según san Lucas . Tomo segundo. Herder, Barcelona, 1979, 307.

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vv. 30-35. Comienza aquí la parábola propiamente dicha, en el camino de Jerusalén a Jericó. La acción de Dios se hará comprensible a partir de lo que hace el hombre; se nos presenta un modelo para que lo tomemos como modelo ético. Jerusalén está a 740 m sobre el nivel del mar; Jericó a 350 m bajo el nivel del mar. A lo largo de 27 kms de sinuoso camino, había que descender unos 1,100 metros. El hombre, del que no se dice más, tal vez era un comerciante que frecuentaba esa ruta. Los asaltantes pudieran ser fanáticos que sólo buscaban subsistencia, y asesinaban sólo cuando la víctima presentaba resistencia. La historia dice que el hombre estaba medio muerto. vv. 31-32. ¿Por qué el sacerdote y el levita no quisieron detenerse? Tal vez por miedo a los ladrones, o repulsión a la impureza de un posible cadáver (Nm 19,2-13), o pudo más su propio interés que la compasión. Eran personas que encarnaban el precepto del amor de Dios, iban a Jerusalén para cumplir funciones cultuales, pero opusieron con su actitud el culto y la misericordia. v. 33. Aquí entra en escena el samaritano. Normalmente, después de un sacerdote y un levita, los oyentes de una narración semejante esperarían la aparición de un judío laico (cf. p. ej. 1 Cr 28,21; 2

5 J. Jeremias, op. cit., 229.

Cr 34,30; Esd 2,70). Pero aparece muy llamativamente un samaritano; y aquí comienza el quiebre de la definición de ‹prójimo›. Los samaritanos eran particularmente enemigos de los judíos (cf. p. ej. Jn 4,9) por varias razones: mestizaje, pues a partir del siglo VIII a. C. pueblos paganos llegaron a habitar el antiguo reino de Israel (Galilea y Samaria); herejía, pues despreciaban a Jerusalén y su templo, y rechazaban el gran canon de escrituras judías conservando sólo el Pentateuco. Por si fuera poco, entre los años 6-9 los samaritanos profanaron el templo de Jerusalén esparciendo huesos humanos en él.5 vv. 34-35. Son las obras de misericordia del samaritano. Seis acciones (acercarse, vendar, echar, montar, llevar, cuidar) además del pago anticipado al posadero. La compasión no fue estéril. Fueron actos de amor, hasta la curación. Dos denarios era el equivalente a dos días de trabajo; no era una fortuna y las acciones no fueron particularmente heroicas, pero el samaritano hizo lo necesario para salvar a su prójimo. vv. 36-37. La pregunta de Jesús es más bien inesperada. En la pregunta del legista, quien la formula, está al centro, pero en la pregunta de Jesús el necesitado está al centro: ¿quién fue su prójimo?


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Todo hombre es prójimo. “Donde la necesidad llama a la misericordia, también llama a la acción el precepto del amor del prójimo”6. El prójimo es cualquiera que se halle limitado y necesite ayuda. Pero Jesús no dijo eso; más bien invitó a la acción “Vete y haz tú lo mismo” (cf. 1 Jn 3,18; Sant 2,15ss). La misericordia se convierte en obras, según lo exija el momento. La entrega a Dios se lleva a la práctica cuando se enfrenta en verdad la miseria humana. Y el misericordioso, de corazón tierno, está mejor capacitado para el amor que aquellos dos, sacerdote y levita, que tal vez servían al culto pero no supieron socorrer al semejante. El samaritano los aventajó. “Misericordia quiero, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Os 6,6). La revolución del buen samaritano Nuestra parábola es un ícono del Evangelio del amor de Dios y el prójimo; un muestrario de la novedad de Jesús de Nazaret y de su impacto transformador y misericordioso. Los tres aspectos a continuación permiten profundizar en este tema. 1. Renovación de la idea de prójimo. La definición de misericordia en el Antiguo Testamento, en hebreo hesed,

es muy correcta: “buena voluntad que empuja a realizar actos buenos, es decir, como disponibilidad de ayudar a los demás”7. A este aspecto más bien subjetivo se añade un criterio objetivo, de ser un “comportamiento conforme a la alianza; solidaridad que se deben los que han concluido la alianza”8. La alianza por excelencia es la de Dios y el pueblo del Antiguo Testamento, o sea una alianza desigual entre un superior (clemente y misericordioso) y un inferior, el pueblo, que implora misericordia particularmente cuando ha violado la alianza. Por su parte, el Dios misericordioso espera del ser humano la misma misericordia, no como pago o compensación, sino como gratitud, reconocimiento de lo que Dios ha hecho y de la alianza que ha celebrado. Es bello ciertamente, pero es insuficiente, porque la hesed en términos de esta alianza se aplica sólo a los iguales, a los miembros, a ‹los nuestros›. La religión se fundamenta en el amor de Dios y del prójimo, pero en el AT la idea de prójimo es muy estrecha. El mandato de amor al prójimo de Lv 19,18 se extendió en un momento dado a los extranjeros que moraban en la tierra (Lv 19,34), pero posteriormente hubo un retroceso y se aplicó solamente a los prosélitos o

6 A. Stöger, op. cit., 311. 7 Es una de las definiciones que se ofrecen en H. J. Stoebe, “Hesed – Bondad”, en E. Jenni, Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento , Tomo I. Cristiandad, Madrid, 1978, 832-861; 847. 8 Cfr. H.-H. Esser, “Misericordia”, en L. Coenen, et. al., Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Vol. II. Sígueme, Salamanca, 1999, 99-106; 100.

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simpatizantes del judaísmo, y no a todos los extranjeros del país. Jesús de Nazaret supera radicalmente la idea de ‹projimidad› y misericordia fundadas en la alianza, y propone el amor como criterio de todas las relaciones sociales, más allá de las obligaciones y derechos sociales o de grupo. En Jesús, a la pregunta ‹¿Quién es mi prójimo?› puede responderse también: ‹el enemigo y el desconocido›.9 Jesús ni siquiera plantea así el problema: ahora el tema es “¿quién te parece que actuó como prójimo?” No quién es legalmente mi prójimo, sino quién se considera prójimo y actúa de esa forma. Ser o no prójimo deja de ser una cuestión jurídica, para pasar a ser un asunto de actitudes y de amor. J. Jeremias10 pone en boca del Señor una bella paráfrasis dicha al doctor de la ley, y a cada uno de nosotros: “Piensa a partir del que padece necesidad, colócate en su situación, reflexiona: ¿quién espera ayuda de mí? (...) Entonces verás que no hay límites para el mandamiento del amor”. En Jesús todos están llamados al Reino de los Cielos. Y eso nos hace a todos prójimos unos de otros, y capaces de dar y recibir misericordia en las necesidades. Y J. Jeremias concluye sobre este punto: Nadie hay tan lejos de ti “que no

debas estar preparado en todo tiempo a arriesgar tu vida por él, cuando está en necesidad, porque es tu prójimo”.11 2. El buen samaritano, figura de Cristo. Es bien sabido que la misericordia ‹literaria› del buen samaritano evoca la real misericordia de Cristo, y nos invita a acogerla e imitarla. Efectivamente, Jesús tiene compasión de los indefensos

9 Cf. C. Mora Paz - A. J. Levoratti, “Lucas” en A. J. Levoratti (dir.), Comentario bíblico latinoamericano. Nuevo Testamento. Verbo Divino, Estella, 2003, 469-588; 542. 10 J. Jeremias, op. cit., 230. 11 Ibid., 231.


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por el simple hecho de que lo son. Jesús se confronta con la necesidad humana, expresa y realiza el amor de Dios por el necesitado, el pobre y el pecador. Y precisamente ellos fueron los primeros en acoger el mensaje de salvación de Cristo Jesús. Dice J. Gnilka: “Acoger la oferta de la gracia significa reconocerse pecador. Esto lo hicieron en primer término los desclasados sociales, los publicanos y los que eran considerados pecadores públicos”.12 Con el Verbo, la misericordia divina irrumpe en la realidad de la miseria humana; y la acción salvadora de Jesús de Nazaret alcanza a los poseídos, miserables, enfermos o sus allegados que piden compasión. Así que el grito de socorro “ten compasión de mí” se convierte al mismo tiempo una profesión de fe en el señorío de Jesús: “Señor, ten piedad” (p. ej. Mt 17,15; Lc 18,38). Ellos solicitan sólo vida y salvación. Jesús, como los profetas, no sólo revela la misericordia de Dios a los pecadores, sino que la realiza y recomienda su práctica. Él mismo realizó todas las obras de misericordia.13 Así que la historia de salvación se convierte en un “perenne despliegue de la misericordia divina”, que es compasión, perdón, ayuda y protección.14

Por último, hay que notar que las controversias entre Jesús y sus adversarios, particularmente los escribas y fariseos, no se dieron en un campo teórico o dogmático puro, sino más bien a nivel de su solidaridad real con los pobres (Mt 9,13 = Mc 2,1-12 = Lc 5,1726; Lc 15,1-2 etc.). 3. Realización y vivencia de la misericordia. ‹El movimiento se demuestra andando›, la misericordia se vive amando y sirviendo al prójimo. A nivel subjetivo se trata ciertamente de una “actitud favorable hacia quien se encuentra en la miseria; disposición objetiva a aliviar el desamparo del otro”15, pero aún faltan las concreciones prácticas y materiales de esa ternura, el aliviar las necesidades de los semejantes. La misericordia no es puro amor sentimental o verbal; está fundada en un derecho, el derecho del prójimo, por eso se dice que la misericordia lleva a plenitud la justicia, pues no se queda en la obligación objetiva sino que la rebasa, hasta la gracia. La misericordia puede adoptar todas aquellas formas concretas de ayuda al prójimo, según su necesidad y derecho. Misericordia polidimensional pero, sobre todo, vivencial; una actitud

12 J. Gnilka, Teología del Nuevo Testamento. Trotta, Madrid, 1998, 177. 13 Cf. J. D. G. Dunn, Jesus Remembered , Eerdmans, Grand Rapids, 2003; 542. 14 A. Sisti, “op. cit.”, 1220. 15 X. Leon-Dufour, “Misericordia”, en Diccionario del Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid, 1977, 308-309; 308.

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de vida que se hace realidad concreta. La misericordia está llamada a ser magnanimidad, disponibilidad de quien se olvida de sí mismo para atender a los demás.

que compromete con Dios y con los demás. Por eso nuestra parábola enlaza con Mt 25,31-46; precisamente las obras de misericordia serán el criterio del juicio escatológico; el criterio de nuestro éxito o fracaso definitivos. La necesidad del prójimo es el criterio para la intensidad y la modalidad de la misericordia. Dios ama -y nosotros deberíamos- según las necesidades y situaciones concretas del prójimo. En breve y para concluir, como escriben César Mora y Armando J. Levoratti “en la parábola de Jesús, el que posee el secreto de la vida eterna resulta ser este extranjero, cuya religión no era tan perfecta ni tan pura como la de los sacerdotes de Jerusalén. Él actúa movido por la compasión, sin preocuparse de la Ley; su amor es desinteresado, personal y eficaz”.17

La condición de prójimo no es sólo una cualidad o virtud estática; debe manifestarse en actos. En el relato del buen samaritano “el ver y el estardispuesto-a-ayudar son una misma cosa”16, así como tampoco puede separarse el amor de Dios y el amor al prójimo. Quien vive la misericordia seguramente ha experimentado la misericordia de Dios; ésta produce alegría, gratitud, arrepentimiento, pero como nos recuerda atinadamente MV 14, a la misericordia se corresponde con obras de misericordia; una obligación precisa

16 H.-H. Esser, op. Cit., 104. 17 C. Mora Paz - A. J. Levoratti, ibid., 542.


Reflexión teológica 2  13

El papa

Francisco, una revolución de la misericordia1 Víctor Codina

Un libro recomendable uriosa y extrañamente, Francisco, en una de sus primeras apariciones para el Angelus dominical recomendó el libro del cardenal Walter Kasper 2 sobre la misericordia . A los pocos días este libro se agotó en todas las librerías. Más tarde se supo que el cardenal Bergoglio durante el cónclave que precedió a su elección papal, leía este libro de Kasper, con quien tiene una

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gran sintonía, tal y como lo reconoció el vocero del Vaticano, Federico Lombardi. Como jesuita, Bergoglio estaba familiarizado con el coloquio de misericordia ante Cristo crucificado que “de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal y así morir por mis pecados”, tal y como Ignacio de Loyola propone al final de la meditación de los pecados

1 Este escrito es tomado de la Revista Vida Pastoral, noviembre-diciembre 2015, para más información visitar: www.vidapastoral.com 2 Walter Kasper, La Misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Santander 2002 (2014 sexta edición). Cfr Walter Kasper, El Papa Francisco. Revolución de la ternura y el amor, Santander 2015.

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en los Ejercicios Espirituales (EE 53). Cuando Bergoglio fue elegido obispo escogió como lema en su escudo la frase Miserando et eligendo, Mirándome con misericordia me eligió, una paráfrasis de Beda el Venerable al evangelio de Mateo sobre la vocación de MateoLeví, el recaudador de impuestos (Mt 3 9,9-13) . Francisco siempre pide que recen por él y él se presenta como un hombre perdonado. El día 11 de abril de 2015 Francisco convocó el Jubileo extraordinario de la misericordia que comenzará el 8 de diciembre del 2015, a los 50 años de la clausura de Vaticano 4 II . ¿Qué podemos deducir de esta convergencia de datos? Que existe ciertamente una especial sensibilidad de Francisco hacia el tema de la misericordia. Una novedad revolucionaria Ya Juan XXII en la inauguración del Concilio Vaticano II había dicho que la Iglesia prefería usar la medicina de la misericordia más que la severidad y la condena. Pablo VI en la clausura del Concilio afirmó que la espiritualidad del Vaticano II era la del buen samaritano. Juan Pablo II en 1980 escribió una bella encíclica sobre la misericordia (Dives in misericordia, Rico en misericordia),

inspirado en parte por la mística polaca Faustina Kowalska. Benedicto XVI en Dios es amor (2005), también profundizó este tema. El tema no es pues algo nuevo, la novedad consiste en que Francisco lo ha convertido en la clave de su pontificado, en el punto álgido de la jerarquía de las verdades cristianas, en el centro del anuncio evangélico. Francisco no parte de un método deductivo, de arriba abajo, sino de una realidad que es superior a la idea (EG 231-233), una realidad dolorosa, cargada de pecado e injusticia, de víctimas y pobres que claman. Frente a esta realidad Francisco no responde con dogmas y doctrinas teológicas abstractas sino con ternura y misericordia, con la pastoral del abrazo. No es el doctor que enseña desde su cátedra magisterial sino el pastor que va en busca de la oveja descarriada, el pastor que huele a oveja. Sus signos simbólicos de abrazar a niños, a enfermos, a discapacitados, a ancianos, a personas privadas de libertad, a emigrantes africanos, su viaje a Lampedusa, su afirmación de que el sacramento de la Reconciliación debe ser una experiencia de la misericordia del Padre y no un tormento y que la petición de los sacramentos no puede

3 Cfr. Homilía 21, CCL, pp. 189-151. 4 Papa Francisco, Misericordiae vultus. Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la misericordia, San Pablo, México 2015.


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convertirse en una aduana… su exhortación La Alegría del Evangelio, su encíclica Laudato si’, la proclamación del Júbilo de la misericordia (Misericodiae vultus)… son manifestaciones de esta revolución de la misericordia, de su ternura y compasión ante el sufrimiento del pueblo y ante las amenazas a nuestra casa común. De la revolución a la revelación Esta revolución de Francisco no es una innovación o una invención suya, sino que nace de la revelación bíblica. El Dios del Antiguo Testamento no es simplemente el Dios iracundo y vengativo sino que progresivamente se revela como un Dios que escucha el clamor de su pueblo y baja para liberarlo (Éx 3,7), un Dios clemente y misericordioso (Éx 34,6), el Dios que camina y está junto al pueblo (Éx 3,14), que perdona culpas, libera a los cautivos y sana a los corazones afligidos. A Dios le da un vuelco el corazón ante el sufrimiento de su pueblo, se le 5 conmueven las entrañas (Os 11,8) . Es una misericordia que, como aparece en los profetas, está ligada a la opción por los pobres y por la vida. No es una gracia barata, es la expresión de la justicia divina que condena el pecado pero salva al pecador, es una

justicia creadora, que va más allá del castigo. Los salmos expresan la confianza de Israel en este Dios clemente y misericordioso (Sal 103,8; 111,4; 145,8; 86,15…). Este Yahvé del Antiguo Testamento es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que Jesús nos revela con su vida y enseñanza. Jesús es el rostro misericordioso del Padre: come con los pecadores (Mc 2,13-17), siente que se le conmueven las entrañas ante los enfermos (Mt 14,14; Mc 1,41), ante la viuda de Naím (Lc 7,13), ante el pueblo con hambre (Mt 25,32) que vaga errante como ovejas sin pastor (Mc 6,34). Sus parábolas del buen samaritano (Lc 10,25-31) y del hijo pródigo (Lc 15,11-32) muestran la centralidad de la misericordia en el Evangelio del Reino. Hay que ser compasivos y misericordiosos como el Padre (Lc 6,36). Jesús se identifica con los marginados y los últimos, y los constituye en jueces escatológicos de la historia (Mt 25,31-46). Esta teología narrativa de la misericordia, propia de los evangelios sinópticos, se profundiza en los escritos paulinos y joánicos. La misericordia es el mayor atributo divino (Ef 2,4; 2Cor 1,3; 1Jn 4,8), es su esencia que se manifiesta

5 En hebreo misericordia es rahamin, que tiene que ver con rehem, el seno y entrañas maternas. En este sentido la compasión y misericordia de Dios tiene mucho de amor materno.

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en relación con el mundo, es la palabra 6 clave del actuar de Dios hacia nosotros . Frente a la imperturbabilidad e impasibilidad de los dioses griegos del Olimpo, al Dios trinitario se le conmueven las entrañas ante el dolor del pueblo, se compadece de su pecado, está siempre dispuesto a perdonar y sanar. Nos cansamos nosotros de pedir perdón antes que Dios de perdonar (EG 3). La justicia de Dios es su misericordia. La misericordia es el atributo fundamental de Dios, y la

mayor de las virtudes, la razón de la alegría que el Evangelio suscita en nosotros (EG 37). Esta revelación existencial de la misericordia del Padre fue en última instancia lo que le llevó a Jesús a su muerte. Su corazón abierto nos revela su amor misericordioso hasta el final (Jn 13,1; 19,31-34). Lamentablemente, el tema de la misericordia hasta hace poco tiempo ha tenido un lugar marginal en la teología de los manuales, en el catecismo y en la predicación. En la misma liturgia se invoca ordinariamente al Dios

6 Cfr. Santo Tomás, Suma teológica, I, q 21 a 3s; q25 a 3 ad 3.


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omnipotente y eterno. Parecería que la mentalidad helénica, esencialista, metafísica y abstracta hubiera prevalecido sobre el realismo dinámico, histórico y existencial semítico, como si Atenas hubiera triunfado sobre Jerusalén. Afortunadamente ahora se comienza a revertir esta situación y se coloca a la misericordia como el núcleo fundamental de la esencia divina y de la revelación cristiana. El escándalo de los fariseos Los fariseos se escandalizaron de que Jesús comiera con pecadores y perdonara sus pecados. Las parábolas de la misericordia (Lc 15) y la respuesta de Jesús muestran que Dios quiere misericordia y no sacrificios (Mt 9,13; 12,7; cfr. Os 6,6). También en nuestros días hay quienes se escandalizan de esta clave pastoral de Francisco, la consideran peligrosa, contraria a los dogmas, propensa a la relajación, a un laissez faire, a un cristianismo light… Todo ello es visto como fruto de un Papa que no es teólogo profesional. Un ejemplo de esta actitud es la reacción de algunos sectores de la Iglesia que, encabezados por cardenales, obispos y teólogos, pidieron

por escrito que en el Sínodo de la Familia no se concediera la comunión a los divorciados vueltos a casar, pues ello atenta contra el dogma de la indisolubilidad del Matrimonio y de la santidad de la Iglesia. Frente a esta postura farisaica, otras voces teológicas deshicieron estos falsos argumentos: la indisolubilidad del Matrimonio no es un dogma sin excepciones sino el ideal utópico al que ha de tender gradualmente todo matrimonio cristiano; no se parte desde el arriba doctrinal sino desde abajo, desde la dolorosa realidad de matrimonios rotos irremediablemente y de personas que desean rehacer su vida y para ello necesitan el perdón de Dios y la fuerza de la Eucaristía. Dios no es el guardián de la ley, sino el Padre misericordioso que sale al encuentro del hijo pródigo, le abraza, y le prepara un banquete7. Ante la acusación de que Francisco no es teólogo profesional hay que responder que, como dice Santo 8 Tomás , existen en la Iglesia dos formas de magisterio o de cátedra: la cátedra o el magisterio pastoral de los obispos (y por tanto también del Papa) y la cátedra o el magisterio teologal de los teólogos. Ambos magisterios convergen, pero son diferentes. El Papa no necesita

7 Cfr. Xavier Alegre, José Ignacio González Faus, J. Martínez Gordo y Andrés Torres Queiruga, Rehacer la vida. Divorcio, acogida y comunión, Cuadernos cristianismo y justicia, no. 192, Barcelona 2014. 8 IV Sent. d 19 q 2 a 2. J. H. Newman vuelve a repetir esta doctrina del doble magisterio en la Iglesia.

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ser un teólogo profesional sino que a él le corresponde ser pastor, fiel testigo de la Palabra y de la Tradición, y dejar en libertad a los teólogos profesionales para que profundicen y discutan sobre la fe. Si el Papa es un teólogo profesional existe el riesgo de que quiera imponer su teología a toda la Iglesia y que descalifique como disidentes a los teólogos que defienden 9 puntos de vista diferentes de los suyos . Así restauracionismo preconciliar que hubo (y hay) en el fondo es una nueva forma de fariseísmo… Una Iglesia misericordiosa Si la misericordia es la esencia de Dios revelada por Jesús, entonces la Iglesia, que somos todos los bautizados, ha de seguir las huellas del Señor; ha de ser clemente, misericordiosa y perdonadora; a ella se le han de conmover las entrañas ante el sufrimiento del pueblo, ha de ser una Iglesia pobre y de los pobres, que sale a las periferias en busca de la oveja perdida, que se preocupa por nuestra casa común. El Espíritu del Señor que preparó y acompañó la vida y la obra de Jesús es el que ahora guía a la Iglesia hacia el Reino, un Espíritu que actúa desde abajo, desde el clamor de los últimos (hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, encarcelados, marginados…) y nos impulsa a ser

misericordiosos como Jesús y nuestro Padre. Las consecuencias prácticas de esta revolución de la misericordia son inmensas: hemos de situar el amor y la misericordia como lo central de la vida cristiana, como el mandamiento central del cristianismo que nos lleva a amar y perdonar a los demás, a optar por los pobres y por nuestra casa común la madre tierra, a luchar por la justicia, a cambiar el sistema actual que ya no da más de sí, que excluye a gran parte de la humanidad y destroza la naturaleza, a buscar estilos de vida alternativos al actual paradigma tecnocrático patriarcal y consumista, a cambiar la imagen del Dios terrible juez policíaco y convertirnos a un Dios Padre-Madre lleno de ternura y misericordia, a abandonar la pastoral del miedo, a acercarnos al sacramento de la Reconciliación como a un espacio de misericordia y no de tormento, a actualizar las obras de misericordia descritas en Mateo 25,31-46 con reformas estructurales, a acercarnos a los espacios de sufrimiento y dolor: migrantes y refugiados, indígenas, campesinos, barrios periféricos, mujeres abandonadas, enfermos, ancianos, prostitutas, niños de la calle, drogadictos, minusválidos, hogares infantiles, cárceles…

9 Andrés Torres Queiruga, El Papa pastor frente al restauracionismo preconciliar, en: Selecciones de Teología, no. 215, julio-septiembre 2015, pp. 171-184.


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María, Madre de misericordia Si María es tipo e icono de la Iglesia (LG VIII), si todo lo que se afirma bíblicamente de la Iglesia se puede afirmar de María (EG 285), el icono y arquetipo de la Iglesia misericordiosa es María, reina y madre de misericordia como rezamos en la Salve Regina, una madre cuyos ojos misericordiosos nos muestran a Jesús, fruto bendito de su vientre.

fruto pastoral de la acción del Espíritu que actúa desde abajo y que nos revela en Jesús el rostro misericordioso del Padre y en María el rostro materno de Dios. De este modo se hace posible que la Iglesia no sea una simple institución o una ONG piadosa, sino que se convierta en un hogar, en una casa para muchos, en una madre para todos los pueblos, donde pueda nacer un mundo nuevo (EG 288).

Más aún, La Alegría del Evangelio nos habla de un estilo mariano de la evangelización, centrado en la revolución de la misericordia, la ternura y el cariño (EG 288). María (en la advocación de Guadalupe), le dice a Juan Diego que no se turbe, que ella es su madre que está con él (EG 287), María es la madre que está junto a sus hijos, es la Madre que, en las diversas advocaciones marianas ligadas a los santuarios, comparte la historia de cada pueblo y entra a formar parte de su identidad histórica, camina con nosotros, lucha con nosotros, derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios (EG 286). En Laudato si’ María es la reina de la Creación, la que cuidó a Jesús y la que ahora cuida con amor y afecto este mundo herido y se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano (LS 241).

Acerca del autor Víctor Codina es sacerdote jesuita originario de España, pero que desde 1982 vive en Bolivia. Estudió Filosofía y Teología en Sant Cugat y en Innsbruck. Realizó el Doctorado en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma y de Teología Ortodoxa en París. Ha participado como teólogo en la Conferencia Episcopal Boliviana y en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo (1992). Actualmente es profesor emérito de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba. Su trabajo pastoral se enfoca en las comunidades de base y sectores populares. Los títulos de sus más recientes obras son: No extingáis el Espíritu (Sal Terrae, Santander 2008), Una Iglesia Nazarena (Sal Terrae, Santander 2010), Diario de un teólogo del posconcilio (San Pablo, Bogotá 2013) y Diosito nos acompaña siempre (Kipus, Cochabamba 2013).

A modo de síntesis En síntesis, la revolución de la misericordia del papa Francisco es

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La Misericordia en el

Evangelio según san Lucas y el seguimiento de Cristo “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso” (Lc 6, 36)1 Fr. Jorge Rafael Díaz Núñez, op

D

esde el principio de este texto quiero dejar claro que aun cuando el título hace referencia al Evangelio según san Lucas, es de todos sabido que la llamada obra lucana no está conformada solo por el Evangelio sino también por el libro de los Hechos de los Apóstoles, hablamos, por tanto, de una sola obra en dos partes. Lo anteriormente dicho nos permite comprender que el tema del seguimiento de Cristo tiene continuidad en la segunda parte de la obra lucana, es decir, en los Hechos de los Apóstoles. Para este artículo he decidido considerar solo la primera parte: el Evangelio.

1 El término griego οικτιρμον se traduce por misericordioso o compasivo. Joseph A. Fitzmyer, en: El

Evangelio según Lucas, Cristiandad, Madrid, 1987, p.616-617, prefiere la traducción de misericordioso.


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Desde el versículo 20 del Capítulo 6 del Evangelio, san Lucas coloca a Jesús dirigiéndose a sus discípulos en uno de los grandes discursos que constituye esencialmente enseñanzas a quienes serán los testigos de su predicación y de toda su praxis2. El discurso lucano toma elementos del Evangelio de Mateo3, sin embargo Lucas dará un toque propio, acorde a la unidad de su Evangelio, con fuentes y redacción propias. En Lc 6, 36 Jesús hace una importante exhortación a sus discípulos: “sean misericordiosos como su Padre es misericordioso”. De ninguna manera podemos suponer que este importante atributo de Dios sea una invención de Jesús. Él conocía bien la tradición veterotestamentaria y sabía que la misericordia de Dios es una experiencia que está presente en el Antiguo Testamento. En tanto Hijo de Dios, también la misericordia es uno de los rasgos que definen la personalidad de Jesús de Nazaret. El llamado a sus discípulos a vivir la misericordia deberá constituirse en una característica principal de los seguidores de Jesús; de ahí la exhortación a vivir la misma realidad que viven Él y su Padre.

Es importante hacer notar que en el Evangelio de Lucas, Jesús cuenta con una muchedumbre de hombres y mujeres (cfr. Lc 8, 1-3) que le seguían: Algunos (as) de ellos (as) optaron por hacerse sus discípulos (as) y de entre ellos eligió a doce a quienes llamó también apóstoles (cfr. Lc 6, 13). El grueso de las enseñanzas de Jesús se llevarán a cabo en el camino a Jerusalén. Al final del Capítulo nueve Lucas sostiene que “...como se iban cumpliendo los días de su elevación, él (Jesús) se afirmó en su voluntad de subir a Jerusalén...” (Lc 9, 51). Esta decisión, desde mi punto de vista y considerando los 24 capítulos que comprenden el Evangelio de Lucas, la tomó Jesús muy pronto. Lo cual significa que Jesús quiere conformar un grupo de discípulos (as) en movimiento, esto es, “en camino”. Ese caminar tiene como trasfondo llevar a cabo y culminar su misión de manera dinámica, es decir, desde una praxis de misericordia y la enseña a sus discípulas y discípulos conduciéndolos por el único camino a la vida eterna (Lc 10, 25) a la vida de Dios en fidelidad a lo que escribieron los profetas del Hijo del hombre (cfr. Lc 18, 31), y así celebrar en plenitud su Pascua en Jerusalén.

2 Se trata de un discurso que la Biblia de Jerusalén llama “Discurso inaugural” y contiene una serie de enseñanzas

entre las que se encuentran las Bienaventuranzas.

3 En realidad los elementos comunes que aparecen tanto en el evangelio de Mateo como en el de Lucas se han

considerado provenientes de la fuente “Q”.

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El grupo de los y las discípulos (as) de Jesús es dinámico, está en movimiento hacia un objetivo muy claro y concreto, el cual los conduciría al desenlace histórico de la vida de Jesús y, por eso mismo, dar paso a la continuidad de su misión a través del discipulado. De ahí que el concepto del “seguimiento de Jesús” en el Evangelio según san Lucas está dirigido a todos los y las que quieran hacerse discípulos (as) suyos y, lo cual, desde mi perspectiva, se presenta en dos momentos: un antes y un después de la llamada “subida a Jerusalén”. En el antes están los primeros cinco seguidores: Simón Pedro y Andrés, a quien no se nombra pero que los plurales de los versículos 5, 6 y 7 del capítulo 5 indican que alguien más estaba con Simón Pedro, y los “hijos de Zebedeo” Santiago y Juan. Los cuatro toman la libre decisión, luego de la experiencia de la pesca milagrosa, de seguirlo. El imperativo “sígueme” es para Leví, el publicano (cfr. Lc 5, 27). Entonces, Jesús ya tiene un grupo de seguidores, delante de quienes Pedro hace su profesión de fe confesando a Jesús como el Cristo de Dios, en seguida Jesús les hace el primer anuncio de su pasión y les da a conocer las condiciones sine quanon para seguirlo, entre las cuales está la negación a sí mismo y asumir las consecuencias propias del discipulado (cfr. Lc 9, 18-26).

En el después, “Mientras iban caminando” (Lc 9, 57) Jesús responde a tres propuestas de tres candidatos a ser sus discípulos indicándoles las dificultades que conlleva ser sus seguidores y que la decisión contempla la condición de negarse a sí mismo (cfr. Lc 9, 57-62). Jesús no pretende presentar un proyecto y una praxis de vida sin las implicaciones y las exigencias existenciales que habrán de tomarse muy en serio si se quiere seguirlo, es decir, hacerse su discípulo (a). Tomar la decisión de hacerse y ser discípulo (a) de Jesús implica una serie de responsabilidades en la vida que no pueden ser tomadas a la ligera (cfr. Lc 9, 1-6). Hay, sin duda, renuncias personales, familiares o de otra índole y también riesgos que correr, sin embargo vale la pena abrazar cualquier riesgo o renuncia con tal de ser miembro de la comunidad de los discípulos y las discípulas de Jesús, la cual trasciende el tiempo y el espacio, es decir, tiende a lo que está más allá de lo espaciotemporal, a realidades que escapan a nuestra sensibilidad. De acuerdo a la noción del seguimiento de Cristo en el Evangelio de san Lucas, el discípulo (a) de Jesús debe apropiarse de todas las exigencias personales que implica seguir a Jesús y que van desde la aceptación de su enseñanza hasta la integración del proceso de


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identificación con Él, incluido, por supuesto, el desenlace de su vida. Esto tiene que ver con la decisión de Jesús de emprender la “subida a Jerusalén”, pero esa subida debe darse “en camino”, esto es, en movimiento y dentro de un proceso que debe ir en ascenso; el ascenso es esencialmente espiritual. Desde luego que podemos imaginar que si es “subida”, físicamente hay que ascender, pero el discípulo (a) deberá ascender espiritualmente hasta alcanzar la talla de Jesús. Durante ese camino de ascensión, Jesús prepara a sus discípulos para que sean sus testigos misericordiosos. Por tanto, el testimonio de los discípulos deberá estar apoyado esencialmente en la praxis de la misericordia (cfr. Lc 6, 36). La enseñanza de Jesús comienza a propósito de la pregunta que le lanza un legista acerca de qué hacer para tener en herencia la vida eterna, Jesús responde con otra pregunta: ¿qué está escrito en la Ley? El legista responde de acuerdo con al precepto que Dios dio al pueblo de Israel en Dt 6, 5: “shemá Israel... amarás a Yahvé...” y Lv 19, 18: “Amarás a tu prójimo como ti mismo”. Jesús concluye: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás” (Lc 10,

28). Pero como el legista se resiste a aceptar la conclusión de Jesús, vuelve a preguntar: “¿quién es mi prójimo?” (Lc 10, 29). Para que no quede lugar a dudas acerca de lo que es el amor al prójimo Jesús le ofrece la parábola del buen samaritano porque para Jesús el amor es misericordia y viceversa. La respuesta es, sin duda, para el legista pero los discípulos están presentes y deberán tomar nota de esa enseñanza de Jesús. Me resulta indiscutible que la parábola del buen samaritano, exclusiva de Lucas, aunque no figura en las del capítulo quince a las que la Biblia de Jerusalén ha clasificado como las parábolas de la misericordia, es eminentemente una de las parábolas de la misericordia4. En cada una de ellas se destaca y se ejemplifica la misericordia de Dios a la que los discípulos y discípulas de Jesús son invitados a imitar (cfr. Lc 6, 36). La parábola del buen samaritano es praxis de misericordia o como lo llama Jon Sobrino “principio misericordia”5, es decir, ese hombre samaritano, cismático para los judíos, abraza en su corazón y toma en sus manos las miserias, el dolor y el sufrimiento de ese hombre que halla en el camino “medio muerto”. La

4 Cfr. Joseph A. Fitzmyer, El Evangelio según Lucas III, Madrid, 1987, p. 277. 5 Cfr. Jon Sobrino, El principio misericordia -Bajar de la cruz a los pueblo crucificados-, Santander, 1992,

pp.31-38.

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acción misericordiosa va más allá de la familiaridad, la consanguinidad y el parentesco o de las raíces étnicas, culturales y religiosas, bajo esas condiciones y con el objetivo de aliviarle el sufrimiento se le acerca y le hace su prójimo. Eso es lo que quiere indicar san Lucas al decir que se trata de un samaritano. No podemos suponer que se trate de una apología a los samaritanos, sino de hacer resaltar que la misericordia acoge a cualquier persona que sufre para salvarle la vida. Sin entrar en las explicaciones exegéticas e interpretaciones de la parábola, quiero destacar, a partir de esta parábola, los rasgos de la misericordia que san Lucas coloca en el samaritano a quien Jesús pone de ejemplo, principalmente, como decíamos anteriormente, a sus discípulos y discípulas porque para los cristianos “la actitud básica y decisiva de toda acción, que, por ser fundamentalmente humana, es esencialmente cristiana”6. De manera ordinaria y también a lo largo de la historia de la teología se ha considerado la compasión y la misericordia como sinónimos; me parece que en realidad son dos

6 En: Joseph A. Fitzmyer, Op. Cit (t. III), p. 286. 7 El corazón, culturalmente hablando, es el lugar

donde se experimenta el amor y también es su sede.

conceptos diferentes. Considero que ambos términos son inseparables pero, desde mi punto de vista, no tienen el mismo significado, en consecuencia no es posible usarlos como sinónimos. De la com-passio, que literalmente significa = padecer (sufrir) con, pienso que es en realidad la que desencadena en nosotros actuar con misericordia, esto es, nos mueve a asumir en el corazón7 las miserias (de miser=infeliz, pobre - cor=corazón) de los demás, es decir, asumir con amor, la miseria (no hablo en términos morales sino de las situaciones injustas e inhumanas que arrancan a la persona su dignidad y la hacen miserable, infeliz, desgraciada -sin connotación moral-) en que se encuentra una persona y que siempre le provocará


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dolor y sufrimiento, se trata de ese sufrimiento que le imponen aquellas situaciones injustas y violentas a las que una persona es sometida y que le arrebatan su integridad, su dignidad y su bienestar8. Es precisamente el caso del hombre asaltado y dejado maltrecho en el camino a Jericó de la parábola del buen samaritano (Lc 10, 29-37). Considero, pues, que la compasión es el sentimiento que nos mueve a actuar con misericordia. Solo por la compassio podemos asumir y tomar en nuestras manos las miserias, el dolor y el sufrimiento del prójimo y actuar para remediarlas. Sin embargo, podría caber la posibilidad de que experimentáramos compasión por

alguien pero no echemos mano de la misericordia por miedo, temores, inhibiciones, incapacidades o interpretaciones erróneas, que es lo que comúnmente sucede y que, según algunos comentaristas, esa es una de las interpretaciones que se hace de las actitudes del levita y del sacerdote que también encontraron al mismo hombre golpeado y despojado, pero no querían quedar contaminados al tocarle9. En ese caso nos quedamos, entonces, solo con la lástima del dolor ajeno. Ahora bien, de acuerdo a la Revelación, la misericordia de Dios es uno de sus grandes atributos, y va mucho más allá de todas las definiciones que podamos hacer ya que verdaderamente quedan muy lejanas de la auténtica fuente de la misericordia divina. Dios es misericordioso porque es fiel a la alianza que estableció con la humanidad y lo hizo porque ama a la humanidad. Él asume nuestras miserias no por un mero sentimiento

8 Jon Sobrino dirá: “...el amor práxico que surge

ante el sufrimiento ajeno injustamente infligido para erradicarlo, por ninguna otra razón más que la existencia misma de ese sufimiento y sin poder ofrecer ninguna excusa para no hacerlo”. En: El Principio-Misericordia - Bajar de la cruz a los pueblos crucificados- Santander, 1992, p. 35. 9 Fitzmyer sostiene: “El sacerdote y el levita no es que estuvieran faltos del amor de Dios -la dedicación a su tarea es testimonio fehaciente-; pero cuando se puso a prueba su amor al prójimo se encontró un profundo vacío...” Ibidem, t. III, p. 278, 280.

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sino desde su fidelidad a la alianza. Sabemos que Dios es amor y su amor lo ha revelado en términos de misericordia10. Dios, por tanto, es misericordioso por naturaleza, entonces su fidelidad es a sí mismo. Así, pues, la solidaridad que Dios emprende con el pueblo de la alianza manifiesta su fidelidad y decide no abandonarlo a la muerte. Él toma, entonces, los caminos necesarios para acabar con esa situación de miseria a la que se ha sometido a la humanidad, incluso el pecado. Dios mira el sufrimiento y escucha el clamor de quienes son tratados injustamente o que viven en condiciones inhumanas (cfr. Ex 3, 7ss). Esta realidad de Dios desciende en Jesús de Nazaret, él hace cercana y presente la misericordia de Dios en su misma persona, en cada uno de sus actos y en cada una de sus palabras. Por eso exhorta a sus discípulos (cfr. Lc 6, 36) y al jurista (cfr. Lc 10, 37b) con esta parábola a ser misericodiosos ya que ese atributo de Dios es elemento indispensable del seguimiento o como dice Fitzmyer “... le convierte en paradigma para los seguidores de Cristo”11.

Por vivir intensamente la misericordia y ser misericordioso, Jesús cura en sábado12 asumiendo la reacción de los escribas y fariseos, por eso cura y vuelve a la vida a hombres y mujeres, a niños, a extranjeras y extranjeros; por misericordia cura al siervo del centurión romano y no por la recomendación de los ancianos (cfr. Lc 7, 1-10); por misericordia, después de haber experimentado compasión (cfr. Lc 9, 10-11), hace el milagro de la multiplicación de los panes, por misericordia predica la Buena Nueva a todos los que lo quieran escuchar para que descubran el verdadero camino de la vida. Todas estas enseñanzas tienen como objetivo indicar que la praxis cristiana es, a final de cuentas, la meta del discípulo (a) que puso en práctica la misericordia, puesto que frente a las condiciones que generan muerte: hambre, sed, enfermedad, abandono, migración, privación de la libertad, no fue indiferente. Esa podría ser una interpretación del texto de Mt 25, 31ss. Una de las condiciones para ser discípulo (a) de Jesús es tomar la cruz cada día (cfr. Lc 10, 23b). Tomar la

10 Cfr. Paul Cardinal Poupard. L’Église au dèfi des cultures -Inculturation et Evangélization. Paris, 1989, p. 97. 11 Ibidem, p. 280. 12 Es claro el argumento de Jesús frente a los escribas y fariseos cuando arranca las espigas para comer y cura

al hombre de la mano seca en sábado: “...les pregunto, en sábado es lícito hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla” (Lc. 6, 1-11).


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cruz cotidianamente significa abrir nuestra vida al dolor y sufrimiento de los demás pero, a la vez, significa también amor, vida entregada, asunción de las consecuencias por abrazar y poner en práctica los valores del Reino, es signo de resurrección y vida nueva. “El anverso de la cruz es sufrimiento y muerte; el reverso, resurrección y alegría”13. Tomar la cruz es sinónimo de sufrimiento y nadie opta espontáneamente por sufrir. El sufrimiento es una realidad que tenemos que asumir porque no existe condición histórica que no implique el sufrimiento. Paul Ricoeur considera el sufrimiento como uno de los que él llama “bienes humanos fundamentales”, pero hace una aclaración importante: “...el sufrimiento en una realidad interpretable”14. Sufrir por sufrir no tiene ningún sentido, resulta absolutamente absurdo, pero cuando el sufrimiento se da por amor a una persona, por fidelidad a las creencias,

por impulsar un proyecto vital, es decir, cuando el objeto del sufrimiento es una realidad que se quiere alcanzar y ésta es susceptible de ser interpretada, entonces tiene sentido el sufrimiento. Es el caso de la encarnación del Verbo que por misericordia se hizo hombre15, lo es también de la vida y de la misión de Jesús. Cuando leemos que Jesús asumió su pasión por obediencia al Padre, deberíamos comprender que en realidad lo hizo por fidelidad, sí al Padre, pero también por fidelidad a sí mismo porque asumió hasta sus últimas consecuencias el proyecto del Reinado de Dios en el mundo y en la historia, aunque el Reinado ya tenía una realidad escatológica, más allá del tiempo y del espacio, era necesario instaurarlo en la historia y en el mundo para que la humanidad viviera otras condiciones en las que la vida, el amor, la justicia, la paz, la verdad y la libertad hicieran posible la fraternidad y la felicidad entre los humanos y juntos con toda la creación.

13 Christoph Schönborn, La Escuela de vida de Jesús -Estímulos para ser sus discípulos-, Herder, Barcelona,

2014, p. 110.

14 Declaraciones de Ricoeur a El País, 28-11-1989, p. 46. En: Introducción de Tomás Domingo Moratalla a:

Paul Ricoeur, Amor y Justicia, Madrid, 2001, p. 8.

15 La encarnación del Verbo es, sin duda, un acto de la misericordia de Dios. Renunciar a la condición divina

para asumir la naturaleza humana, es decir, padecer el sufrimiento como lo hemos indicado, desde luego que necesariamente conlleva abnegación y desapego. Los primeros discípulos de Jesús lo comprendieron con toda claridad, de ahí que primitivamente elaboraron el himno cristológico que san Pablo incluyó en la carta a los Filipenses 2, 6-11. La realidad del sufrimiento en Cristo fue siempre una opción hecha por él. Así lo expresan los textos de los llamados anuncios de la pasión y de los relatos de la pasión en toda su realidad y crudeza. Sobre todo la identificación que hicieron los primeros cristianos de Jesús con el siervo sufriente del Deuteroisaías.

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Dietrich Bonhoëffer al comentar la bienaventuranza de los misericordiosos del Evangelio de Mateo, afirma que la bienaventuranza está dirigida a aquellas y aquellos que han optado y “han renunciado a la propia dignidad” porque viven impulsados por la misericordia16. Los misericordiosos, como el buen samaritano, están siempre atentos a las necesidades de los demás y hacen suyas las tristezas, la penuria, el hambre, la ignominia y hasta los errores y las culpas ajenas. Sin duda el tema de la misericordia es importante en el Evangelio de san Lucas, puesto que según los comentadores la parábola está situada en la parte central de su Evangelio, lo cual debe responder a una intención y tener un significado especial para el autor17. Me parece que colocar la parábola del buen samaritano, luego de que Jesús en el Evangelio de Lucas ha invitado a sus discípulos a ser misericordiosos como Dios y que a propósito del objetivo del legista de acercarse a Jesús para pedir consejo acerca de cómo conseguir la vida eterna, están ya puestas las

condiciones de la centralidad del tema de la misericordia. Si como hemos tratado de decir que la misericordia es amor, y a ponerla en práctica nos invita Jesús, entonces debemos darnos cuenta que el eje fundamental del seguimiento y del discipulado es practicar la misericordia en los términos propuestos por la parábola. Comprender esto es lo que nos permite interpretar la parábola del buen samaritano como el camino de Jesús y también que ese camino es el que deben andar sus seguidores y seguidoras. Por tanto, de la misma manera en que concluye la parábola con la invitación que Jesús hace al legista: “Vete y haz tu lo mismo” (Lc 10, 37); así debe también asumirse, como la invitación que hace a cada una y uno de sus discípulos. En la medida en que practiquemos la misericordia como nos la ha transmitido san Lucas en la parábola del buen samaritano y la ejercitemos cotidianamente llegaremos a ser misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso (cfr. Lc 6, 36).

16 Dietrich Bonhoëffer, El Precio de la Gracia -el seguimiento-, Salamanca, 1983, 3a. ed. p. 69. 17 Michel Gourgues, Les Paraboles de Luc, Montréal, QC. 1997, p. 10.


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Misericordia, Justicia y Praxis Social Fr. Luis Javier Rubio Guerrero, op

Planteamiento inicial os acercamos rápidamente al 8 de diciembre, día de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, y fecha en la que el Papa Francisco indicó que iniciará el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, es decir el Año Santo en el que cada Iglesia particular, según palabras del propio Francisco, estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. Y es que para el Papa la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo

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de sus entrañas por el propio hijo, y que tiene su origen en lo más íntimo de la persona como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y

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compasión, de indulgencia y de perdón, un sentimiento que nos envuelve, nos transforma, nos conforta.1 Hasta aquí, todo parece perfecto, pues como también afirma el obispo de Roma, es a través de la misericordia que Jesús nos revela la naturaleza de Dios, como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo del mismo hombre, es decir hasta que la persona queda restablecida, llena de esperanza. Pero, me parece, que el problema puede surgir cuando este planteamiento sólo es interpretado desde un sentimentalismo intimista e individualista. Es decir, cuando la propuesta de celebrar la misericordia de Dios no llega a la praxis en favor de los demás, a la cuestión social, al compromiso con la dilatación del Reino de Dios, y sólo se queda en mí mismo y en un confort que me lleva a la tranquilidad pero no a la acción. Este peligro, seguramente lo vislumbró Francisco, cuando en la Carta de Proclamación del Jubileo nos habla de la oportunidad que representa para la Iglesia y para quienes la integramos de en este año “realizar la experiencia

de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea”2 es decir, el sucesor de Pedro no sólo mira en este llamado a celebrar la Misericordia, un momento para tranquilizar o consolar a las personas en su dimensión individual, sino lo hace para invitarnos a llevar misericordia y justicia a nuestros hermanos que se ven por un mundo marcado por el egoísmo, la violencia y la injusticia. Por eso el llamado tan fuerte que lanza a todos los que componemos la comunidad de fe y que lo expresa de la siguiente manera: “En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y3 hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio”. En este contexto las palabras del profeta Oseas sobre la misericordia deben seguir sonando en nuestro

1 Cfr. Misericordiae Vultus, (MV) Bula de Convocación del Jubileo extraordinario de la misericordia.

MV 1 – 5.

2 MV 11. 3 MV 15.


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tiempo como fueron proclamadas en el siglo VIII a.C., pues ante la ambición desmedida de quienes gobernaban el reino del Norte política, económica y religiosamente, el profeta les recrimina que utilicen el culto para encubrir una serie de injusticias contra los más necesitados “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os 6,6). El Dios de Israel no quiere ser manipulado por aquellos que dejando atrás las exigencias de justicia sólo desean una religión que los tranquilice en sus conciencias con ofrendas, sacrificios y oraciones. La misericordia que pide el señor no es aquella que adormece a la persona sino la que la despierta para que trabaje en favor de sus hermanos. Pero la palabra de Yahvé transmitida por Oseas fue tan importante que trascendió al Antiguo Testamento y es el mismo Jesús quien la vuelve a utilizar para amonestar y aleccionar a los pretendidos conocedores de la Ley, los fariseos, cuando ante sus críticas por comer con publicanos y pecadores les dice “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mt 9,11) con lo que de

nueva cuenta la misericordia se aplica no en la satisfacción de un pretendido ideal ético de pureza sino en favor de aquellos que son marginados por la sociedad de su tiempo. Con lo expuesto al principio de este escrito y luego con las dos breves reflexiones sobre dos textos de la Sagrada Escritura he tratado de llamar la atención sobre cómo el Jubileo dedicado a la Misericordia, no puede dejar de tocar la dimensión social para alentar una praxis que sirva para generar mejores condiciones de vida para aquellos que se encuentran en el margen de la sociedad. El Dios de Jesús es aquel que invita a tener y ejercitar misericordia a aquellos que se conmueven ante situaciones de injusticia y exclusión. Misericordia y Justicia Ante lo anterior una primera aseveración que debemos hacer es que al hablar de misericordia supone dejar de lado la lucha por la justicia, ya el propio santo Tomás de Aquino afirmaba en la Summa Teológica “La Misericordia no anula la Justicia, sino que es como la plenitud de la Justicia”4 (STh I, 21, 3). Por su parte el Salmo 88 nos hace ver de una manera admirable como la misericordia y la justicia no son

4 S Th I, 23,3)

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sino expresiones y fundamento de la única acción y ser de Dios “La Justicia y el derecho son el asiento de su trono; la Misericordia y la fidelidad, van delante de Ti” (Sal. 88, 15) en otras palabras el salmo pone de manifiesto que en Dios la misericordia y la justicia, sin confundirse, se corresponden y necesitan. Es en este contexto que el propio Francisco nos recuerda en su carta encíclica que la justicia y la misericordia no son dos momentos diferentes en contraposición, o dos virtudes sin 5 MV 20. 6 STh I, 21,1.

ningún nexo: “No son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor”5. Pero, cómo opera esta realidad, cómo se da esta relación entre las dos. Para Santo Tomás de Aquino “Dios, al obrar misericordiosamente, no actúa contra, sino por encima de la justicia. Ejemplo: Si a quien se le deben cien denarios se le dan doscientos, quien hace esto no es injusto, sino que obra libre y misericordiosamente. Lo mismo sucede cuando se perdonan las ofensas recibidas”.6


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Por eso si bien es cierta la afirmación clásica de que la justicia se orienta por su objeto a lo debido, mientras que la misericordia es una donación que va más allá de lo que se debe, no debería sorprendernos que en el terreno de los hechos, la praxis que promueve la misericordia, se haga realidad en primer lugar a partir del establecimiento de un orden justo. Por eso hemos de reconocer, como lo ha reconocido la Iglesia, que dentro de la sociedad civil, la justicia, que no se contrapone a la misericordia, debe seguir siendo el concepto fundamental para mantener un orden jurídico y el respeto a la dignidad de toda persona, incluso es, a partir de la instauración de la justicia, que se deben construir instituciones justas que defiendan y custodien el Estado de Derecho, por el cual se asegurará el cumplimiento de la ley en favor de los más débiles de la sociedad. En el orden de los planteamientos concretos sobre esta relación de Misericordia y Justicia debemos hacer memoria de dos textos fundamentales: el primero se encuentra en el documento de Aparecida, donde los padres participantes dijeron que “la misericordia siempre será necesaria, pero no debe contribuir a crear círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo. Se requiere que las obras de misericordia estén acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de vida de los

ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo”. Por otra parte el papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas est, trató con mucha claridad la compleja relación entre justicia y caridad. Allí nos dice “el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política” y no de la Iglesia. Pero la Iglesia “no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia” (Deus Caritas est, 28). Así, la misericordia no anula a la justicia, respeta su tarea y, aun más, en muchos casos la motiva, pero para el cristiano la justicia no basta, de igual manera que si Dios se detuviera en la justicia dejaría de ser Dios. Por esto Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón, y a eso también nos invita a cada uno de nosotros para que lo vivamos en nuestro interior pero más en el contacto con los semejantes y en la lucha por la dilatación del Reino de Dios en nuestro tiempo. Y es que la justicia de la que habla el cristianismo, no es una simple convención humana, porque lo que es «justo» no está determinado originariamente por la ley, sino por la identidad profunda del ser humano, por el amor y la misericordia que genera el sabernos todos hermanos en Jesucristo, Señor de la Historia, el deseo de justicia para la humanidad en el cristiano debe ser la explicitación precisa de que todos los hombres compartimos una misma dignidad.

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El siguiente texto de la carta encíclica Dives in Misericordia de Juan Pablo II arroja luz sobre nuestra reflexión anterior: “La misericordia auténticamente cristiana es también, en cierto sentido, la más perfecta encarnación de la «igualdad» entre los hombres y por consiguiente también la encarnación más perfecta de la justicia, en cuanto también ésta, dentro de su ámbito, mira al mismo resultado” (DM 14). No obstante también distingue que “La igualdad introducida mediante la justicia se limita, sin embargo al ámbito de los bienes objetivos y extrínsecos, mientras el amor y la misericordia logran que los hombres se encuentren entre sí en ese valor que es el mismo hombre, con la dignidad que le es propia” (DM 15) Así, san Juan Pablo sin desconocer las diferencias entre justicia e igualdad logra encontrar el punto de unión exacto para que tanto una como otra sirvan a la instauración de un orden social justo que pueda dar el paso al ejercicio de la misericordia de una manera profunda y viceversa. Y es que la lucha por la justicia, para el seguidor de Jesucristo, si no es fruto de la misericordia no es auténtica. Misericordia y Praxis Social La misericordia, entonces no queda así en un discurso que sólo mira a sentirnos protegidos por el amor de Dios desde un plano individualista y confiado, e incluso cómodo, la misericordia es una catapulta que debe hacer al cristiano tomar la defensa de todos aquellos

hermanos que padecen injusticia en nuestro mundo, de hacer nuestra la causa de Jesucristo que se llenaba de sentimientos de misericordia cuando se enfrentaba ante la realidad del marginado, del pobre, del enfermo, y al cual se acercaba para sacarlo de su postración. Recordemos aquí aquellas palabras de la segunda Carta a los Corintios “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios” (2Cor 2,1,3-4) es decir, si nosotros hemos recibido la misericordia infinita de Dios, no podemos quedarnos con ella, es necesario que la hagamos extensiva a todos aquellos que la necesitan y puedan obtener el mismo consuelo que nosotros hemos recibido, por eso la misericordia no sólo debe quedar en unas palabras de consuelo, sino en acciones concretas que restauren la dignidad lastimada. En este sentido la propia persona de Jesús como expresión misericordiosa de Dios engendró una dinámica que ya no permite al creyente quedarse al margen del sufrimiento del hermano, sus actitudes, sus actos, su resurrección son pruebas palpables de esta misión que el Padre ha confiado al Hijo y que después de su partida la sigue realizando el Espíritu Santo, que en sí mismo es gracia y reconciliación.


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Ya los señalaba Jon Sobrino en su famosa obra El Principio Misericordia al momento de explicar porque no sólo habla de “misericordia” sino que agregar la partícula “El principio”, aquí sus palabras: ese “Principio-Misericordia” –creemos– es el principio fundamental de la actuación de Dios y de Jesús, y debe serlo de la Iglesia. En el principio estaba la misericordia. Es sabido que en el origen del proceso salvífico está presente una acción amorosa de Dios: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos y he bajado a liberarlos “7 (Ex 3, 7s) «El principio misericordia». Con esto Sobrino nos hace ver perfectamente que al agregar el término “principio” hace alusión a la fuente de no sólo un sentimiento, sino a una praxis que se configura como todo un proceso de liberación. En el mismo sentido habla el P. Jesús Espeja: El compromiso, empeño por lograr que las mediaciones socio políticas sirvan para crear una fraternidad de hombres libres, es ineludible para los cristianos. Según el Evangelio, la perfección se alcanza trabajando por el Reino de Dios, que va cuajando en los proyectos intramundanos; la esperanza cristiana conlleva una incidencia política, entendida esta palabra en sentido

amplio, y se hace práctica de cada día en la búsqueda del Reino8. Y es que como señala el gran teólogo jesuita la Misericordia no es más que una acción liberadora de Dios que responde a los clamores de un pueblo sufriente9 e incluso la esquematiza a partir de considerarla una reacción ante el sufrimiento ajeno que da inicio, en el plano teológico, a todo un proceso de la actuación de Dios en la historia a favor de las víctimas que claman justicia, a favor no sólo de ellas sino de todos aquellos que se encuentran en las mismas condiciones. Por eso mismo, la misericordia sólo completará su misión cuando motive y propicie una transformación de la realidad violenta generadora de sufrimiento en una realidad que promueva la justicia y asegure el respeto a la dignidad de todo ser humano. Las siguientes frases aplicadas a Jesús por Sobrino me parecen retratan de una manera magistral hacia dónde el Salvador como paradigma de nuestra acción nos invita a encaminarla: “Su praxis es en favor de los pequeños y los oprimidos (milagros de curaciones, expulsión de demonios, acogida de los pecadores…). Su “teoría social” está guiada por el principio de que hay que erradicar el sufrimiento masivo e injusto. Su alegría es júbilo personal cuando

7 Sobrino Jon, El principio Misericordia, ed. Sal Terrae, pp 32. 8 Espeja Jesús, La Iglesia, Memoria y Profecía, San Esteban, Salamanca 1983, 292-293. 9 Cfr. Ibid. Sobrino Jon, EL principio…

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los pequeños entienden, y su celebración es sentarse a la mesa con los marginados. Su visión de Dios, por último, es la de un Dios defensor de los pequeños y misericordioso con los pobres”.10 La enseñanza de Jesús escapa de la limitación de la ley y se abre a una compasión universal y a la vez concreta, válida para todas las naciones y para todos los hombres, pues, al aproximarse a ellos, al mismo tiempo que se acerca a la persona concreta a pedirle una respuesta de fe, también revela un amor de Dios abierto a todos sin excepción, ya que, al hacer maravillas en los últimos de la sociedad, demuestra que, al contrario de los poderosos, no está excluyendo a nadie. De esta manera, y como señala Jesús Espeja, el compromiso del cristiano con la transformación social no es una opción cualquiera, es una exigencia en el seguimiento de Cristo. Juan Pablo II escribe en la misma tónica cuando en la carta encíclica Dives in Misericordia (DM 14) afirma los siguiente: “Jesucristo ha enseñado que el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a «usar misericordia» con los demás: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (cfr.

Mt 5,7). Así la misericordia exige una praxis comprometida con ella misma, es decir la misericordia sale de sí misma toca la vida de las personas para acogerlas en el amor que perdona, que transforma, que redime, pero que también impulsa a seguir buscando a aquellos que están necesitados de ella, no sólo para encontrar un eco a sus lamentos sino sobre todo una acción eficaz que remedie su situación. Vale entonces ahora preguntarnos cuáles serán esas acciones que desde la misericordia podemos proponer a la comunidad eclesial en general, y en particular a cada persona que la compone, para que como decía Jon Sobrino, la misericordia sea “un específico amor que está en el origen de un proceso, pero que además permanece presente y activo a lo largo de él”11 y no sólo quede en un sentimiento a nivel individual, o una mera construcción especulativa, que por una parte podrá engendrar una serie de buenas intenciones, y por la otra, un bello discurso, pero jamás una real transformación de esas estructuras de pecado que se van anquilosando en nuestra sociedad y que lamentablemente se hacen realidad en la destrucción del tejido social, en el ensanchamiento de la brecha entre pobres y ricos, en la violencia que sufren muchos grupos vulnerables y en tantas otra situaciones

10 Sobrino Jon, El principio Misericordia, ed. Sal Terrae. pp 34. 11 Sobrino Jon, El Principio Misericordia, pp 24.


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que destruyen las grandes utopías de un mundo justo y solidario para todos, y con esto también el gran proyecto de Dios de entendernos y vivirnos como hermanos. Y es que un discurso que no aterriza en un ejercicio efectivo de superar las condiciones de marginación y pobreza en la que viven hoy más de la mitad de la población mundial, quedará en buenos deseos, pero nunca en esa praxis que nos exige el propio Evangelio para ir haciendo realidad el proyecto de caridad y salvación que proclamó Jesús. El propio Papa lo dice en la Bula de Convocación del Jubileo Misericordiae Vultus, lo expresa de una manera muy fuerte pero llena de amor “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos” (MV 15). Así, presento 10 líneas de acción para que nuestra praxis comunitaria hacia lo social se encuentre iluminada verdaderamente por la misericordia: 1) Conocimiento de nuestra realidad que nos permita reconocer los lugares dónde hoy es preciso ejercitar la misericordia de manera urgente a riesgo de perder hermanos en situaciones indignas.

2) Visión honesta sobre nuestras formas y estructuras, de tal manera que descubramos en esta revisión cuáles son aquellas que desdicen nuestro compromiso con la misericordia y emprendamos un ejercicio de renovación de ellas. 3) Experimentar la misericordia en nuestras propias comunidades de tal manera que podamos llenarnos de ella para entregarla a los demás, ser capaces de perdonarnos y entrar en proceso de metanoia. 4) Hacer de nuestras comunidades, comunidades en salida, que podamos rozar y tocar en los hospitales, en las calles, en los reclusorios, etc… el dolor, la tristeza humana y permitir que ese dolor y esa tristeza nos hablen en las personas concretas. 5) Generar acciones de justicia que inspiradas por la misericordia sean generadoras de una sociedad más humana. Es decir donde exista la conciencia que la persona humana debe estar sobre todo valor o interés. 7) Impulsar una serie de medidas que recuerden la importancia del ejercicio de la misericordia como elemento inicial del proceso de transformación de la realidad. 8) Propiciar o construir canales de comunicación donde la voz de los que padecen situaciones de injusticia sea escuchada, alentando la participación de otros actores políticos aparte del gobierno y partidos políticos

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9) Acompañar y apoyar a los pobres y excluidos en sus luchas por la búsqueda de un mundo más justo y más humano, haciendo patente la misericordia del Señor en cada uno de sus reclamos. 10)Promover la postura consciente y lúcida de la sociedad y de los profesionales ante los problemas actuales, desenmascarando un proceso que se presenta como el único posible para lograr el desarrollo. 11)Generar una educación en la misericordia, en la que el

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ciudadano común se sienta comprometido con la suerte que corren sus prójimos, sin importar el lugar, la raza, el sexo o la religión que profesen. Estas diez acciones que no son limitativas ni exhaustivas, sino sólo enunciativas, constituyen una propuesta para que cada uno de los que formamos parte de la Iglesia y reconocemos a Jesucristo, como el señor de la Misericordia, podamos participar de verdad en la celebración del gran Jubileo de la Misericordia.

ueremos darte voz,

y por eso en el ponemos a tu disposición una nueva sección: “Voces nuevas” a donde podrás mandarnos artículos, poemas, pensamientos, propuestas, reflexiones, oraciones, etc. y todo lo que de tu imaginación salga y que pienses puede ayudar a que la Vida Religiosa en México sea verdadera sal de la tierra y luz del mundo. Envía tus archivos al Departamento de Comunicación, por fax al 01.55.56.04.95.55 o al correo: comunicacion@cirm.org.mx, con atención al Hno. Sergio Argüello Vences, ssp.


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La Iglesia, instrumento eficaz de las obras de misericordia1 Fr. Misael Castro Cacua, op

“Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida” Papa Francisco2

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a Iglesia es una comunidad de fe, convocada y reunida para cumplir en el mundo y en cada realidad histórica el designio salvífico de la Trinidad a

partir del «Principio Misericordia»3. En el nuevo eon inaugurado por Jesús para mostrar la filantropía del Padre (Tt 3,4), la Iglesia es el «Cristo Total» que, bajo la sabiduría interior del

1 Las obras de misericordia que de la Biblia (Cf. Is 58,6-7; Hb 13,3) y la Tradición han llegado a nosotros son

14, divididas en 2 grupos: 1. Espirituales: instruir, aconsejar, corregir, perdonar, consolar, tolerar, orar por los otros; 2. Corporales: visitar enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los encarcelados, enterrar a los muertos (Cf. C.E.C. 2447). 2 Francisco, Misericordiae Vultus, 11 de abril de 2015, n. 02. 3 A partir del principio absoluto-salvífico de la misericordia al modo del «Principio-Esperanza» de E. Bloch, J. Sobrino denomina comoal amor específico que está en el origen del proceso creador de Dios, que se hace


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Espíritu Santo,4 es signo instrumental y referencial de la Misericordia Encarnada. El mandato de Lc 6,36 configuró a la Iglesia en gestos, hechos y actos misericordiosos, al grado de ser el cristianismo el principal motor de las Obras de Misericordia [OM].5 Aunque la misericordia no se agota con las OM, son la forma más tradicional de practicarla. Paradójicamente en nuestros días las OM se encuentran muy subestimadas y distorsionadas, ya que en muchas ocasiones se apela a la caridad y a la misericordia para cubrir injusticias;6 o en otras, como soluciones paliativas o de lástima, que las convierten en elusivas para la comunidad cristiana. Por su significación difusa, son practicadas incorrectamente. 1. La práctica de la Misericordia en los Padres de la Iglesia Después de los apóstoles, la Iglesia entró en un periodo de adaptación del mensaje cristiano a la cultura clásica

del momento. El testimonio de vida de los llamados «Padres de la Iglesia» removió las estructuras de una sociedad basada en el imperio de la razón y de la fuerza, que engendraban desigualdad y sufrimiento.7 Las Padres crearon centros eclesiales y propiciaron el diálogo con los principales protagonistas del momento. Para ello se valieron del lenguaje filosófico griego de la época, expresando firmemente los principios de la reglas de la Verdad y de la Fe. Puede verse discontinuidad en la manera filosófica de entender la teología; pero salvaguardaron la continuidad de la misericordia evangélica a través de la formula griega pístis kaì eusebéia(fe y piedad),8 que abogaba por las causas de los más desdichados para renovar socialmente el imperio: práctica de la limosna a través de colectas; atención de huérfanos, viudas y forasteros; cuidado de enfermos, débiles, desocupados, prisioneros y condenados a trabajos de minería;

presente y acti«Principio-Misericordia» vo en la actuación fundamental de Jesús, y mismo que da forma substancial a la Iglesia.Cf. Jon Sobrino, «La Iglesia samaritana y el principio-misericordia», en RElat 192, p. 1; Cf. Id, El principio misericordia. Bajar a los pueblos crucificados, Sal Terrae, Santander 1992. 4 Francisco, 1erAngelus, 17 de marzo de 2013. 5 Ibid. Christoph Schönborn, Hemos encontrado Misericordia. El misterio de la Divina Misericordia, Ediciones Palabra, Madrid 2011, p. 129.142. 6 Felicísimo Martínez Díez, Creer en Jesucristo, Vivir en cristiano. Cristología y seguimiento, Verbo Divino, Estella (Navarra) 2007, p. 831 7 José Alberto Hernández Ibáñez, Sociedad y cristianismo en el pensamiento de los Padres de la Iglesia, IMDOSOC, México, D.F. 2005, pp. 17s. 8 Cf. Policarpo de Esmirna, Martirio; Orígenes, Exhortación al martirio.

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sepultura de los pobres; atención a esclavos e indigentes; y ofreciendo trabajo en las comunidades cristianas.9 Se dice que las novedades de la doctrina anunciada no convirtieron tanto a los paganos como el testimonio “antisocial” de vida, llevabando al extremo la caridad mutua de la comunidad que por fin se sentían amados.10 Las dos corrientes filosóficas que marcaron el cristianismo primitivo fueron el estoicismo romano y el platonismo, bajo la forma neoplatónica. Los estoicos querían llegar a la imperturbabilidad basados en los principios de la razón, rechazando las pasiones propias de la naturaleza humanas (pathos). El dolor, el placer o el temor podían auto-controlarse por el ejercicio de la razón y de la impasibilidad (apátheia). Para ellos la misericordia no era parte del catálogo de las virtudes del sabio, al ser considerada como desánimo irracional o enfermedad del alma (vitium pusilli animi)11. Aunque valoraron actitudes éticas como la clemencia, la filantropía y el altruismo benevolente, lamentablemente sólo se practicaban para los ciudadanos del imperio.12 Aunque algunos Padres tomaron

ideas de este movimiento, se privilegió ante todo la misericordia bíblica transmitida por las comunidades apostólicas (cf. Gal 2,10; Rom 15,26; 2Cor 8,9), que abogaba por todos los marginados del imperio, que en su mayoría eran los pobres, desgraciados, esclavos y forasteros. El estoicismo fue desplazado por el neoplatonismo, que por su parte consideraba la compasión como emoción o pasión buena, pero sin dar el salto cualitativo de asemejarla a la virtud. Aunque favorecía el entendimiento y explicación de los principios del judeo-cristianismo, igualmente, con relación a la misericordia, los Padres privilegiaron la revelación bíblica. Se consideró entonces las obras de misericordia como el «corazón de la virtud» de la misericordia, a la que se consideró como la más necesaria de todas las virtudes, y aquella que hacía posible la salvación.13 Con ello podemos decir que la idea de misericordia –relacionada con el mandamiento del amor– adquirió madurez solamente dentro del cristianismo, cuando se valoró como

9 Walter Kasper, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 2012, p. 135; Ibid.

J. A. Hernández Ibáñez, Sociedad y cristianismo, pp. 18.31; Cf. Adolf Von Harnack¸ Misión y propagación del cristianismo en los tres primeros siglos, Rist. Anast, Cosenza 1986, pp. 109-152. 10 Cf. André-Jean Festugière, La esencia de la tragedia griega, Ariel, Barcelona 1986, p. 91. 11 Séneca, Sobre la Clemencia, II, 5.1 y 6.4. 12 Cf. Ibidem., Sobre la Clemencia, II, 6. 13 Cf. Juan Crisóstomo, Mt h., 47, 4; Rm h. 15, 6.


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virtud evangélica para superar los sistemas filosóficos de la época.14 Los Padres tomaron lo mejor del sistema especulativo/racional y ético de Grecia y de Roma, y se agregó el elemento de la compasión divina para crear un verdadero y eficiente «ministerio de la caridad», que conjugaba lo racional con lo emocional. Con los argumentos cristológicos de la encarnación desarrollados en la teología, fundamentaron una ética de la misericordia con los conceptos «ágape» e «imago Dei», que resaltaban el valor inherente de la dignidad de cada persona independiente de su condición social, política y religiosa. En medio de la persecución, cada

iglesia local presidida por el obispo, presbíteros, diáconos y viudas capaces, creó su propio programa de voluntarios, haciendo de la práctica de la misericordia un ministerio personal y corporativo nunca antes visto.15 Esta institucionalización de la misericordia, en el plano privado y comunitario, a partir del S. IV permitió que la Iglesia creara residencias de enfermos, orfelinatos, leprosarios, albergues de peregrinos y asilos de ancianos, que sirvieron posteriormente de modelo para los hospitales medievales; muchos de ellos a cargo de órdenes religiosas fundadas para ayudar en tales fines.16

14 Cf. José Ferrater Mora, «Compasión», en Diccionario de Filosofía, I, Editorial Suramericana, Buenos Aires

1964, p. 310.

15 Gary B. Ferngren, «Medicine and compassion in early Christianity», en Theology digest, v. 46, n. 4 (Dic 1999),

pp. 315-326. Cf. Hipólito, Trad. Apost.,3.19-20; Policarpo, Ep. Ad Phil., 6,1; JustinoMártir, Apolog., 1.67; Tertuliano, Ad Uxor, 2.4; Eusebio de Cesarea, Hist. Ecl., 7.22. 16 Gary B. Ferngren, «Medicine and compassion…», pp. 320s; Cf. Ibid, W. Kasper, La misericordia, pp. 31-32. Cf. Gregorio Nacianceno, Oration, 20.

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44  Reflexión teológica 5

2. Las «obras de misericordia» El mandato de Lc 6,36 configuró la Iglesia en gestos, hechos y actos misericordiosos, al grado de ser el cristianismo el principal motor de las Obras de Misericordia [OM].17 Aunque la misericordia no se agota con las OM, son la forma más tradicional de practicarla. Paradójicamente en nuestros días las OM se encuentran muy subestimadas y distorsionadas. En muchas ocasiones se apela a la caridad y a la misericordia para cubrir injusticias;18 o en otras, como soluciones paliativas o de lástima, que las convierten en elusivas para la comunidad cristiana.

Por su significación difusa, son practicadas incorrectamente. Al hablar de las OM es necesario remitirse a su médula dentro del protojudaísmo, que hizo de ellas uno de los pilares más importantes para configurar el orden renovado del pueblo: se relacionó la doctrina de dichas obras con la inteligencia de la ley, ya que la justicia social sostenía el cumplimiento de la ley, que por sí sola no podría crear la relación Pueblo-Yahvé (cf. 2Cro 33,8).19 Y en la misma sintonía del prototipo de Ex 3,7-8 el mensaje profético resguardaba a los débiles y los pobres,20 al punto de anteponer

17 Ibid. C. Schönborn, p. 129.142. 18 Ibid, Felicísimo Martínez Díez, Creer en Jesucristo…, p. 831. 19Ibid, W. Kasper, La misericordia, p. 132; Cf. W. Gutbrod, «νόμος», en ThWNT, vol. 4, p. 1036, citado por Ibid,

P. Hünermann, Cristología, p. 115.

20 Denunciando las injusticias de aquellos que debían velar por estos (Cf. Mq 6-8; Tob 12,8) o invitando a

dedicarse a hacer el bien a través de las obras del amor (v.g. Os 6,1-6; 14,2-8; 2,15-22; Am 5,14s).


Reflexión teológica 5  45

la misericordia sobre cualquier otro sacrificio (Os 6,6; cf. Eclo 35,3). Para que los ritos penitenciales expresaran el arrepentimiento que provocara la compasión del Señor, era necesaria la dimensión liberadora de las obras de compasión:21 “Consultan mi oráculo a diario, muestran deseo de conocer mi camino como pueblo que practicara la justicia y no abandonase el mandato de su Dios… ¿Para qué ayunar, si no haces caso?.. Ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad… ¿Es ése el ayuno que el Señor desea, el día en que el hombre se mortifica?.. El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como aurora… te abrirá camino la justicia, y detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; pedirás auxilio, y te dirá: Aquí estoy”.22

Al estilo de los profetas, Jesús invita a la auténtica conversión del corazón, a través de las obras de justicia y caridad (Mt 9,13; 12,17). En la perícopa de Mt 25,31-46 Jesús reanuda los actos de piedad de Is 58,2-9, pero innovándolas al ponerse a sí mismo como objeto. De modo que “el lugar de la mediación es ahora ocupado por la unidad inmediata entre Dios y el hombre”.23 El criterio del juicio escatológico son exclusivamente las OM y Cristo, su fundamento. La Iglesia primitiva encuadró las obras de caridad en la actuación de Jesús con los “indeseados” de su tiempo. Dilucidando el nexo entre fe y obras,24 tuvo las OM como fundamento de su esperanza soteriológica, identificó el objeto y el referente de su modo de actuar en Cristo.25 Los padres de la Iglesia hicieron de las OM una institución. San Gregorio de Nisa, por ejemplo, decía que aquél que practicara las «obras de bondad» se revestiría de Cristo y por la semejanza con Cristo se haría semejante a Dios; razón por la cual Dios hizo al hombre a su imagen: con entrañas de misericordia.26 Lo mismo

21Iidem. L. A.Schökel – J. L. Sicre Díaz, Profetas. Comentario, II, Ediciones Cristiandad, Madrid 1980, p. 357. 22 Is 58,2-9; cf. Zc 7; Jl 1,13,ss; 2,15,17 [Las negrillas son nuestras, para resaltar la dimensión liberadora] 23 Peter Hünermann, Cristología, Herder, Barcelona 2007,p. 116. 24 Como se puede ver en las disquisiciones conciliables de Santiago (St 2,15-17.26), Pablo (1Co 13,2; Ga 5,6) y

Juan (1Jn 3,17-18), que apuntan a la nueva ley cristiana del amor.

25 Lc 10, 25-37 Parábola del Buen Samaritano.Cf. Ef 4,32; Col. 3,12 26 Cf. Gregorio Niseno, D.1 en gn 1,26.

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46  Reflexión teológica 5 afirmaba Juan Crisóstomo,27 que incluso llega a hablar del aspecto pneumatológico de las obras buenas que, en la medida en que se practicaran con abundante misericordia, se atraería la asistencia del Espíritu Santo y se persuadiría su permanencia.28 En general, en una época de decadencia económica y de desigualdades sociales abogaron por los más necesitados, denunciando las injusticias; reconocieron en la misericordia la virtud que nace de la caridad, aún más grande que la virginidad; la característica primordial del «cristiano» y la más llamativa ante los infieles.29 2. Repensar las «obras de misericordia» En la actualidad las OM deben retomar esos rasgos plausibles de solidaridad, justicia y esperanza, acordes con el evangelio y con la más sana tradición de la Iglesia. Armonizando la relación existente entre piedad (limosna, oración, ayuno) y justicia social (obras de misericordia), se mostrarán como dos actividades concordes. Tal como se esclarece en Mt 6,1ss, practicar la justicia es hacer las buenas obras que justifican al hombre delante de Dios.

En el ámbito sociopolítico y económico es necesario relacionar las OM con otras tareas y retos sociales, para reconocer qué significa el mensaje de la misericordia de la Iglesia en la situación actual del mundo, de las personas individuales como de las estructuras. Como lo haceW. Kasper al resignifacar las exhortaciones:  Visitar a los enfermos se puede poner fácilmente en relación con la actual mercantilización y consecuente anonimización del sistema hospitalario.  Visitar a los presos, con la tarea de humanización de las prisiones.  La exigencia de enseñar al que no sabe se torna actual a la carencia de educación y formación como limitación para el ascenso social.  Consolar a los desconsolados lleva la tarea del acompañamiento en el duelo.  La exhortación a aconsejar a los desorientados nos impele a la tarea del asesoramiento y a fomentar centros de asesoramiento.

27 Juan Crisóstomo, 2Tm h. 6, 3. 28 Cf. Id, Mt h. 47,4. 29 Cf. Juan Crisóstomo, Hb h. 20,4; 32, 4; Mt. h.. 18, 8; Fil. h. hypothesis, 3;Basilio, Homilia, 6; Homilía a los ricos, 3;

Cipriano, Sobre las buenas obras y limosna, 4; 7; Ambrosio, De Officiis, 1, 2, 38; León Magno, ser. 10,2; Gregorio Magno, Morales, 20, 36, 68.


Reflexión teológica 5  47

 Corregir al que yerra conduce

a la concienciación sobre la injusticia estructural.  Sufrir con paciencia los defectos de los demás tiene mucho que ver con la tolerancia en nuestras sociedades pluralistas.  Perdonar las injurias nos recuerda la importancia política del trabajo por la paz y de la reconciliación”.30  Asimismo, nosotros podremos actualizarlas adaptándolas a nuestro propio entorno, por mencionar algunas situaciones:  Dar posada al forastero con el apoyo y no discriminación a migrantes en su tránsito e inserción social en comunidades de acogida, velando por sus derechos; así como la creación de centros de capacitación y de emprendimiento en los sitios de partida para evitar la migración.  Dar de beber al sediento, luchando por la no privatización del agua y por el cuidado de sus fuentes (medio ambiente).  Dar de comer al hambriento, regularizando el sistema ecomómico con sus leyes de

mercado, abogar por el “justo precio” de los productos y la inversión al campo.  La exhortación de vestir al desnudo, concientizando sobre el materialismo contemporáneo; o en momentos de catástrofes, la regularización de los centros de acopio para evitar el saqueo y el robo por parte de los distribuidores.  Enterrar a los difuntos, recobrando el derecho que tiene cada persona por una muerte digna, agilanzando los procesos burocráticos y de impunidad que niegan la verdad y la justicia para los casos de negligencia médica o crimenes de lesa humanidad, así como la restitución a las familias de las víctimas.  En el ámbito de la oración, instruir y vivir una verdadera espiritualidad cristiana más mística, como intuia K. Rahner.31 Cabe decir que todas las OM exigen una organización caritativa, porque incluyen prestaciones sociales; pero no se limitan materialmente a ellas.32 La Iglesia no tiene necesidad de disponer de grandes

30 Ibid. W. Kasper, La misericordia, p. 193-194. 31 Cf. Karl Rahner, «Ser cristiano en la Iglesia del futuro», en http://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/

llib/vol21/84/084_rahner.pdf (Tradujo y extractó Rafael De Sivatte) [11 de septiembre de 2015]

32 Ibidem. W. Kasper, La misericordia, p. 133.

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48  Reflexión teológica 5

aparatos burocráticos ni ser grande y poderosa para cumplirlas, aunque precise de medios estructurales para prestar estos servicios a la sociedad.33 CONCLUSIÓN Ser compasivo, para el cristiano, es asemejarse a Dios, porque actúa divinamente al reproducir el actuar divino en su obrar. Su vida debe ser un proyecto de asimilación de la vida divina al modo de Jesús. La imitatio o la secuela Christi convierten a los demás en sus hermanos y hermanas (Mc 3,31-35) y en ellos acoge a Cristo (Mt 10,40; 25,40-25). El precepto de Jesús de Lc 6,3634 tiene consecuencias ineludibles para la praxis cristiana (Ef 5,1), ya que busca configurar el orden social del mundo para que sea más digno, justo y misericordioso.35 Y en medio de la sociedad que produce miseria, la Iglesia será llamada bienaventurada, porque practica la misericordia a ejemplo del que terminó su vida en la ignominia de la cruz.36 Por ello, revestirse con entrañas de misericordia es uno de los preceptos capitales de la vida cristiana (Col 3,12).

Para que las OM sean el “motor de la vida cristiana” es necesario verlas en conjunto como acciones caritativas más integrales, estructurantes y eficaces frente al sufrimiento. Para que no se exime la importancia valiosa y necesaria de éstas, será necesario vislumbrar sus límites, ya que se corre con el peligro de no analizar las causas del sufrimiento y de convertirlas en prácticas paternalistas circunstanciales. Esto tendría por consecuencia grave el abandono de la necesaria transformación de las estructuras que generan el sufrimiento y la muerte que ponen en movimiento las OM, entrando así en un círculo cruel y deshumanizante. Recordar –por último– que el descuido de las OM es un pecado de omisión, que puede ser mortal, porque, al endurecer el corazón frente al prójimo, se excluye a sí mismo del amor de Dios (1Jn 3,17), aunque exteriormente siga siendo «devoto».37 Juan Pablo II, citando a Pablo VI, comparó a los que olvidan estas «cuestiones sociales» con el «rico epulón» que fingió no conocer al mendigo Lázaro (cf. Lc 16,19-31).38

33 Ibidem. W. Kasper, La misericordia, p. 194. 34 A la luz de Lc 6,36 se comprende la perfección del sintagma de Mt 5,48. El grado de perfección del cristiano

significa la asimilación al ser y obrar de Dios, y éste se da a través de las obras de misericordia y en el ejercicio del amor. 35 Ibid, W. Kasper, La misericordia, p. 131. 36 Cf. Dietrich Bonhoeffer, El precio de la gracia. El seguimiento, Sígueme, Salamanca 1995, p. 69. 37 Idem. C. Schönborn, Hemos encontrado Misericordia, p. 134. 38 Ibid. Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, n. 42; Cf. Pablo VI, Encíclica Populorum Progressio, 26 de marzo de 1967; en AAS 59 (1967), n. 47.


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 Reflexión teológica 6

“La misericordia salvará al mundo”.1

Urgencia del ministerio de la misericordia en el mundo actual Fr. Misael Castro Cacua, op

Introducción a respuesta ante el sufrimiento habla de la constitución del sujeto moral, que se aproxima a aquellos que están en su campo ilimitado de acción, los miseri. Entendemos, pues, por misericordia la acción de convertirse en prójimo

L

del necesitado, aproximándose a él – quienquiera que éste sea–, poniéndose en su lugar (relación intersubjetiva) y haciendo propia su causa en respuesta a la necesidad premiosa e inaplazable (dimensión objetiva).2 La imagen más icónica del sujeto misericordioso es la del “buen Samaritano”, que,

1 Parafraseamos la famosa frase de F. Dostoyevski, para remarcar el carácter imperioso de la Misericordia hoy. 2 Reyes Mate, La razón de los vencidos, Anthropos, Barcelona 1991, p. 147.


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recreando el actuar de Dios, actúo misericordiosamente para devolverle la vida al moribundo del camino (Cf. Ex 3,7-9; Lc 10,25ss). La mística de la misericordia cristiana3 La concreción de la Revelación de Cristo está en el mandato del amor que engendra la misericordia. Por ser un atributo esencial de Dios y programa de su actuar, el cristiano se une a Él por el amor, y se asemeja a Él por su obrar misericordioso. No en vano, en cuanto a las obras exteriores, la misericordia es la suma de la religión cristiana –según el Aquinate–, y ella es la mayor de las virtudes por sí misma en cuanto se vuelca en otros para socorrerlos.4 Lamentablemente la misericordia es un sentimiento ambiguo y complejo. Siempre surgen complicaciones a la hora de definir o traducir el término o de relacionarlo con otros afines. Razón de ello, en la historia de las ideas filosófico morales la misericordia, como virtud, no ha gozado de buena estima. Mas la clave de interpretación para el actuar cristiano se halla en la revelación bíblica. En ella se

asume la virtud de la misericordia como la expresión práctica de la máxima virtud del amor, no sólo a nivel antropológico y cultural, sino como precepto de vida que armoniza lo espiritual con lo histórico. La misericordia ya no será una opción; es un precepto al que le es inherente una dimensión encarnadamente concreta, social y escatológica:5 un ministerio eclesiáctico. El ministerio de la misericordia reviste a la Iglesia de Cristo, la asemeja a Dios y la deviene experta en humanidad.6 Razón por la cual enfatizamos la naturaleza misma de la Iglesia en la misericordia, porque de ella brota como signo instrumental, expresión de su relación íntima con el misterio pascual según el designio salvífico trinitario. De Dios recibe su amor misericordioso, lo entrega humildemente y se reconoce a sí misma como necesitada de misericordia en aquél a quien lo entrega. Esta sacramentalidad debe hundir sus raíces en lo más profundo de los acontecimientos bíblicos –del Éxodo al cumplimiento mesiánico de Cristo–, ejercitando el dinamismo

3 No de una manera espiritualista, sino como plantearon varios teólogos, como K. Rahner y J. B. Metz, por

ejemplo.

4 Tomás de Aquino, STh, II-II, 30, 4. 5 Walter Kasper, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 2012,p. 60. 6 Cf. Gregorio Niceno, D. 1 en Gn 1,26; Cf. Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina

Social de la Iglesia.

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 Reflexión teológica 6

de la salvación y manteniendo siempre la autoconciencia de integrarse al proyecto de Dios Uno y Trino. Desde esta fidelidad inagotable, toda acción a favor de la humanidad manifiesta y hace perceptible la misericordia –inclusive para los que no esperan en ella–. A nadie le es ajena la realidad del mundo en que vivimos. En él hay cosas hermosas, como también muchas concausas que atentan contra la vida. Si sólo nos enfocáramos en dar respuestas de forma especulativa, nunca hallaríamos soluciones. El mal, por ejemplo, mantiene un carácter de mysterium, que lo hace muchas veces incomprensible e ilógico, aunque a la experiencia no pasa inadvertido. Golpea la creación, opacando el plan amoroso de Dios, casi siempre a través de la misma humanidad (objeto y sujeto de éste), a la que no le queda otro remedio que padecerlo resignadamente, mientras que otros lo infringen –sin hartarse–, deleitándose del dolor causado. La humanidad puede definirse como la «ekumene del sufrimiento», como decía el gran teólogo dominico E. Schillebeeckx.7 Ante tal panorama de catástrofe e irracionalidad que nos sobrepasa, no queda más remedio que buscar

nuevos caminos conminatorios que no se dediquen a buscar las causas del sufrimiento, sino que lo encaren tal como se presenta en la realidad, en la experiencia del mismo y teniendo en cuenta la finitud y libertad humanas. De estos nuevos caminos, la mística de la misericordia es el punto de partida y de ella la Iglesia tiene mucho qué explorar. La verdadera mística de la compasión cristiana implica también un sentido antropológico en el que se integran las diferentes fuerzas, que llevan a una persona a actuar de determinada manera. Es una mística que, ante el sufrimiento, deja a Dios ser-estar y, al mismo tiempo e inseparablemente, tiene los “ojos abiertos” para percibir el sufrimiento ajeno y actuar consecuentemente (Ex 3,7s; Lc 10,25ss). La mística de la misericordia, entonces, implica una con-pasión que mueve el espíritu de las personas, y se ubica precisamente en el centro de la práxis cristiana, comprometida vigorosamente en las realidades temporales para transformarlas. Desde una experiencia vivificante de Dios, es una elección libre de ser y de actuar, en medio de una sociedad que no incita a ello.8

7 Cf. Edward Schillebeeckx, Cristo y los cristianos. Gracia y liberación, Cristiandad, Madrid 1983,p. 707. 8 Cf. Ibid, Johann -B. Metz, El clamor de la tierra: el problema práctico de la teodicea, Verbo Divino, Estella 1996, p.

26; Id, Memoria Passionis. Una evocación provocadora en una sociedad pluralista, Sal Terrae, Santander 2007, p. 104; Karl Rahner, «Espiritualidad antigua y actual», en Escritos de Teología, Tomo VII, Madrid 1967, p. 22.


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cojos, los leprosos, los hambrientos, los miserables (los que lloran), los pecadores, las prostitutas, los recaudadores de impuestos, los endemoniados (los poseídos por espíritus impuros), los perseguidos, los pisoteados, los presos, todos los que trabajan y se sienten agobiados, la plebe que no sabe nada de la ley, las multitudes, los pequeños, los ínfimos, los niños… las ovejas perdidas de Israel” de nuestros días.11

¿Es válida la práctica de la misericordia hoy en día? Nuestra época se caracteriza por tan diversos y graves problemas, que la cuestión planteada sobre la práctica de la misericordia se responde ante el dilema de la vida y de la muerte. La muerte ya no afecta sólo a individuos ni a naciones, razas o pueblos exclusivamente, sino a todo el género humano y a la creación. Hemos llegado como civilización a un punto tan alto de nuestra capacidad tecnológica destructora, que el mismo Albert Einstein afirmaba que después de una tercera guerra mundial se usarían nuevamente palos y piedras para causar daño. Estamos sumidos en una “espiral de violencia”9 que nos está llevando a la destrucción mutua y total, al grado de poder arruinar todo lo que conocemos como mundo, apretando tan sólo un botón y dependiendo de aquellos que están cerca del botón.10 No se trata de exagerar los problemas, sino de verlos misericordiosamente para hallarles solución. A la luz del evangelio, la Iglesia debe incitar el programa mesiánico de Jesús, para responder a las necesidades de “los pobres, los ciegos, los lisiados, los

En esta época donde la barbarie no es consecuencia sino elección; donde el humanismo y la piedad no son urgentes, porque se gobierna para el ideal y no para la gente;12 en este escenario de incertidumbre no sólo es válido un ministerio de la misericordia, sino imperativo. Ante el futuro que fatalmente parece esperarnos, si prima nuestra naturaleza egoísta sobre la empática, la práctica de la misericordia es un correctivo crítico, para enderezar el derrotero de la historia. El presente es un momento privilegiado para que la virtud de la misericordia, por su carácter perentorio, mueva las demás virtudes. La misericordia es el punto de partida de las soluciones

9 Cf. Helder Cámara, Espiral de Violencia, Sígueme, Salamanca 1978. 10 Albert Nolan, «¿Quién es este hombre?» Jesús, antes del cristianismo, Sal Terrae, Santander 2001, p. 16. 11 Ibid, A. Nolan, p. 39-40. 12 Cf. José María Ridao, La elección de la barbarie. Liberalismo frente a ciudadanía en la sociedad contemporánea, Kriterios

tus Quets Editores, Barcelona 2002.

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 Reflexión teológica 6

futuras. Si el mandamiento del amor se hace difícil de vivir por las situaciones actuales, por lo menos la misericordia es su grado más a nuestro alcance, porque se opone a lo más cruel del ser humano y tiene un campo infinito para su ejercicio.13 Un llamado a la humanidad Aunque el púlpito, las cátedras y los confesionarios son lugares privilegiados para proclamar la misericordia divina, no son los únicos. Para que la Iglesia sea la continuadora de la misericordia que se ha manifestado a lo largo de la historia económico-escatológica (LG 23), debe administrar la misericordia también en las prácticas externas, sin miedo y proactivamente. Por ello repensar las Obras de Misericordia es una tarea pendiente, para concretarlas estructuralmente en la sociedad con fuerza, viveza y pasión. Por ello nos atrevemos a decir, uniéndonos a las intenciones del papa Francisco, que sin misericordia no hay cristiano. Es necesario también acotar que el ministerio de la misericordia no debe quedar relativizada a la autoridad eclesial. Centrada en el sacerdocio universal-ministerial y en el profetismo, convoca a toda la humanidad en torno

a una misión común en el mundo y en la historia (Cf. Hb 2,17: cf. 4,15). Para terminar, quisiera retomar las palabras conclusivas del libro del Card. Kasper, que tanto eco hicieron en el programa pontifical del papa Francisco.14 En ellas se pone en claro la esencia de la misericordia bíblica como “don” (dimensión vertical) y “tarea” (dimensión horizontal), características esenciales e inseparables de la práctica de la misericordia: “Esta misericordia, como don divino, es simultáneamente tarea de todos los cristianos. Debemos practicar la misericordia. Debemos vivirla y atestiguarla de palabra y de obra. Así, por medio de un rayo de misericordia, nuestro mundo, a menudo oscuro y frío, puede tornarse algo más cálido, algo más luminoso, algo más digno de ser vivido y amado. La misericordia es reflejo de la gloria de Dios en este mundo y quintaesencia del mensaje de Jesucristo que nos ha sido regalado y que nosotros, por nuestra parte, debemos regalar a otros”.15 La Misericordia tal y como la proponemos urge en la situación crítica y actual de México, de Latinoamérica, del mundo. Como consagrados, ¿estamos preparados para enfrentar este reto?

13 Aurelio Arteta, La compasión. Apología de una virtud bajo sospecha, PAIDÓS, Barcelona 1996, pp. 275.277.288. 14 Francisco, 1erAngelus, 17 de marzo de 2013. 15 Ibid. W. Kasper, La misericordia, p. 211.


Mensaje de Fin de Año  55

Mensaje

de Fin de Año Queridas hermanas y hermanos:

C

on este número de nuestro Boletín Informativo CIRM cerramos el año 2015. Hace ya un año el papa Francisco abrió en la Iglesia universal el AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA. A lo largo de este ciclo tuvimos la oportunidad de reflexionar acerca de nuestra vocación, nuestra espiritualidad y la misión a la que cada una y cada uno fuimos llamados para seguir más de cerca al Señor Jesús.

tuvieron lugar muchas otras oportunidades para enriquecer la vida y la misión que tenemos en la Iglesia de México. Por lo cual debemos dar gracias a Dios porque estos dones han constituido una experiencia importante para nuestra vida, los cuales, unidos a los que recibimos cotidianamente de parte de Dios, coadyuvan, sin duda, a animar la Vida Consagrada en México.

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016 2 AVIDA O Ñ DYA

Cabría destacar, en tanto que eventos relacionados con nuestra vocación, el Pre-Congreso que tuvo lugar en Puebla, Pue. en el mes de mayo y el Congreso que se llevará a cabo los días 30, 31 de enero y 1 de febrero del 2016. Ambos eventos, organizados por la CIRM, tienen como trasfondo el Congreso de Vida Consagrada celebrado en Bogotá, Colombia, en el mes de junio del presente año. A la par de esos grandes encuentros fraternos y momentos de reflexión, Informativo

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 Mensaje de Fin de Año

La Junta Directiva Nacional de la Conferencia de Superiores Mayores de las y los religiosos de México felicita a cada hermana y a cada hermano por la consagración de su vida en el seguimiento de Cristo al servicio del Reino de Dios, cobijados por el tesoro de cada uno de los carismas de nuestros Institutos. Asimismo acercándonos a iniciar el AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA hacemos nuestra la expresión del papa Francisco a las y los religiosos húngaros: “Sean el rostro hermoso de la Iglesia como el Buen Samaritano”.

La Navidad está ya cercana, por tanto, hacemos votos para que la celebración del nacimiento de Jesucristo sea una oportunidad más para renovar nuestra vida y la llenemos de aquella alegría que trajo al mundo el anuncio del Emmanuel cuya presencia dotó de vida nueva a toda la humanidad. Reciban cada Instituto y familias carismáticas nuestros mejores deseos para esta Navidad y que el próximo año venga cargado de los dones del Señor y los disfrutemos en vocaciones para nuestros Institutos.


Voces Jóvenes jóvenes  57

Entrevista a religiosas/os jóvenes sobre el Año de la Misericordia

Coordinadora: Hna. Laura Patricia Saavedra Calixto

Josué Torres Martínez Misionero del Espíritu Santo ¿Qué es para ti la misericordia? Una manifestación del amor de Dios que va a nuestro encuentro. ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Que los cristianos y los no creyentes encontremos una oportunidad más para reconocer a Dios en nuestras vidas.

¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? No ser indiferente para con los demás sobre todo con el que sufre (marginados de la sociedad, pobres, alcohólicos drogadictos, etcétera). Ávila Cruz Ikram Yereim ¿Qué es para ti la misericordia? Es el perdón que Dios nos ofrece, esta reconciliación donde somos devueltos a una integridad como hijos de Dios.

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58  Voces Jóvenes

Y que nos integra de Nuevo a nuestra vida. ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Espero que exista un compromiso más cercano hacia las personas que no se encuentran dentro de la Iglesia y la práctica de no resentimiento, del perdón. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? Dedicando tiempo a las personas que me rodean, aclarando las situaciones que me causan incomodidad y siendo más abierta a los diferentes pensamientos y comportamientos de las personas. Entregando más amor y siendo honesta con lo que pienso sin agredir a la otra persona. Poniéndome en su lugar y ver lo qué nos une como hermanos. Carmelitas Misioneras de Santa Teresa ¿Qué es para ti la misericordia? Es el perdón que nos tiene nuestro Señor, el amor verdadero hacia el prójimo. ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Encontrar la Misericordia de Dios en mi vida, vivenciarla para poder brindarla a los demás. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? Desde lo cotidiano siendo respetuosa con ellas y escuchándolas. Elizabeth Martínez campos Compañía de santa teresa de Jesús ¿Qué es para ti la misericordia? Para mí la misericordia es ser compasivo y

generoso con aquellas personas que me rodean. ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Que se viva intensamente la misericordia, nuestra sociedad lo necesita. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? Siendo comprensiva con las hermanas, estar atenta a sus necesidades. Emelia Santiago Castro Carmelita Misionera de Santa Teresa ¿Qué es para ti la misericordia? Es seguir la huella del Maestro que supo acoger a todos sin distinción alguna, sobre todo a los más miserables en todos los aspectos. ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Espero que en este año podamos crecer en fraternidad-sororidad, haciendo conciencia de que todos somos hijos e hijas de un mismo creador y que el odio, la envidia y la violencia se desaparezcan de nosotros. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? Siendo más amable, atenta a las necesidades de mis hermanas de comunidad ya que en ellas puedo contemplar el rostro de Dios presente en ellas. Silvia Gómez Nolasco Misioneras Catequistas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María


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¿Qué es para ti la misericordia? En una ocasión en que contemplaba el crucifijo de la parroquia, mi mirada se concentró en las llagas de Jesús. Imaginaba el dolor físico de esas heridas, y de mi interior brotó un pensamiento: “Si yo pudiera curarte, si pudiera ayudar a calmar ese dolor… Jesús, permíteme llegar a ti y curar tus heridas”. Muchos años después estaba yo pasando por una terrible crisis. Pasaba horas frente al sagrario sin pensar nada, solo rodaban lágrimas de mis ojos. En un momento, el Señor me permitió imaginar su cuerpo llagado clavado en la cruz. En esta ocasión no había un crucifijo frente a mí, lo miraba en mi imaginación, estaba en el suelo. Imagine tener un cubo con agua y un lienzo blanco en mis manos. Como estaba tirado en el suelo, pude acercarme con facilidad y de rodillas me puse a limpiar sus llagas. Ya no lloraba por mis problemas, sino por la dicha de poder consolar a mi Señor. Después de la oración fui a mi cuarto. En la noche, de madrugada, me despertó un calor que invadió mi cuerpo y una alegría desbordante que me hacía sonreír. En esa noche comprendí que el Señor me sacaba de mi crisis. Era como si yo volviera a nacer. Esta experiencia me ha ayudado mucho para poder consolar a tantas personas que he encontrado en mi vida. Para

mí esta es la misericordia: Dios se hizo carne, tomando lo más rudo y primario del ser humano para habitar con Él, para amarle, para compartir la vida, para decirle no estás solo, para levantarle, para sanarle, para convertir las lágrimas en gozo. Este camino divino de encarnación también lo podemos vivir, y de hecho muchas personas lo viven, son misericordiosas. ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? En este Año de la Misericordia tendremos la oportunidad de contemplar el Corazón de Dios, rico en amor, perdón, compasión y ternura. Será una oportunidad para admirar ese Corazón misericordioso y llenarnos de júbilo y gratitud, reconociendo nuestras limitaciones y la necesidad que tenemos de Él. Será un tiempo para mirar a las personas que nos rodean y valorarlas por lo que cada una es, dando gracias también porque nos enriquece, porque sus dones suplen y compensan nuestras carencias. Será un año para agradecer la misericordia que se revela en la creación que nos acuna y alimenta. Para dar a las cosas materiales su justo valor y no permitir más que deseo de poder y la ambición del tener nos lleven a oprimir a nuestros hermanos y hermanas y a destruir la creación. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? La mejor manera de practicar la misericordia será reconociendo que lo que soy y lo que tengo es un

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don de Dios para darlo a quienes me rodean. Así, mi oración, mi trabajo, mis acciones brotarán de la misericordia. Reconocer que soy débil y limitada, y por eso necesito de la misericordia de mi comunidad, pero también poseo una enorme riqueza, que se acrecienta cada vez que la comparto con mis hermanas y hermanos. No solo perdonar y pedir perdón es misericordia, también ofrecer un servicio, aliviar una necesidad, servir con alegría, hacer lo que me corresponder hacer con sano orgullo y dignamente, eso también es misericordia.

Javier Camacho Quintero ¿Qué es para ti la misericordia? Es el amor más puro que pueda existir en la tierra.

María del Carmen Cruz Sánchez Misioneras Eucarísticas Franciscanas ¿Qué es para ti la misericordia? Es sentir compasión con la otra y el otro desde lo que esta viviendo, ya que al mirar lo que vive de una manera toca mi realidad, por lo tanto desde lo que creo en Dios, me invita a brindar lo mejor hacia esa persona.

¿Qué es para ti la misericordia? La misericordia es mostrar gracia, ser clemente, sentir compasión. La misericordia es un encuentro de perdón, de cercanía, de acogida, de escucha, de dar la mano a todo ser humano, en especial a quien más lo necesite, es ser casa y corazón abierto sin distinción de raza, de cultura, de posición social, de orientación sexual, de cultura, de religión. ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Sólo que se invite a reafirmar que la misericordia de Dios que es Padre y Madre permanece en medio de la humanidad, solo recordar y hacer memoria de esta historia de bondad, compasión y misericordia que acompaña siempre nuestro caminar, siempre ha estado y siempre estará, es nuestra esperanza y también nuestra confianza de que jamás nos ha abandonado a pesar de lo que vivimos, hacemos o dejamos

¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Hablando a nivel Institución como iglesia, poder brindar compasión con los demás, en actitudes de mayor humanidad: respeto, caridad, apoyando en lo que se puedan ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? Poder reconocer si tengo misericordia conmigo, para mirar con quien de mis hermanas puedo brindar apoyo, cercanía, escucha, pretendiendo mirar y sentir con los sentimientos de Jesús.

¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Que cambiemos nuestra forma de ver el mundo y nuestro actuar. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? Escuchando, ayudando, colaborando y conviviendo. Juana Heidi Silva Carmelita Misionera de Santa Teresa


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de hacer, que la misericordia es mucho más grande que nuestras decisiones y acciones negativas, porque en el corazón de Dios solo habita el amor y la misericordia. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? Permanecer siempre con una actitud de acogida, de escucha y apertura para con las hermanas en todo momento, desde el diálogo, una sonrisa o un abrazo. Antonieta Reyes Trinidad Misioneras Sociales Franciscanas de Guadalupe ¿Qué es para ti la misericordia? El semestre pasado en la clase de ética teológica, entre la bibliografía que abordamos, uno de los libros fue La ética de Cristo, del teólogo José M. Castillo, temas muy interesantes. De manera personal elegí para mi exposición el capítulo siete: “Se me conmueven las entrañas al ver a esta gente” (Mc 8, 2). En uno de los puntos el autor habla sobre la sensibilidad de Jesús, ciertamente que nos piden de manera personal responder la pregunta, pero se me hace interesante tomar este punto que el autor menciona. Cuando los evangelios hablan de la sensibilidad de Jesús utilizan el verbo griego splagchnizomai, del sustantivo splagchnon, en plural, indica los órganos internos, las entrañas, del hombre y del animal. Cuando los evangelios utilizan este

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verbo, para referirse a las relaciones o comportamientos de Jesús, en realidad de lo que hablan es de la sensibilidad de Jesús. En los evangelios, cuando los traductores se encuentran con este verbo, lo traducen por “tener misericordia” o “tener compasión” y, en ocasiones, “tener lástima”. A mi parecer estas expresiones carecen de todo su contenido; por eso es necesario insistir en que el verbo splagchnizomai significa literalmente “Sentir una conmoción de las propias entrañas”. Expresa, por tanto, una reacción visceral, lo más entrañable y humano que puede experimentar una persona. Por eso los relatos evangélicos echan mano de este verbo griego cuando se refieren a situaciones humanas de extrema emoción en toda la fuerza de lo más vehemente que experimentamos los humanos en determinados casos. Este fue el caso de Jesús que reaccionaba visceralmente ante la pobre gente que desfallecían y se encontraban como ovejas sin pastor. “Se me conmueven las entrañas al ver a esta gente” (Mc 8, 2). ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Que nuestros discursos no se queden en eso, discursos. Sino que a la manera de Jesús que se le conmovían las entrañas al ver el sufrimiento de la gente también cada uno/a de nosotros/

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as que nos decimos cristiano/as seamos sensibles ante el sufrimiento de muchos/as de nuestros/as hermanos/ as, no quedemos indiferentes ante las necesidades de los más vulnerables y aún más de aquellos/as que se sienten y hemos excluido por el simple hecho de ser diferentes. Que en este Año de la Misericordia, no sólo como Iglesia, Pueblo de Dios, los acojamos, sino que la Iglesia institución-jerárquica entienda que lo más importante no es una doctrina, enseñanza o discurso. Lo decisivo e importante no está en cumplir los deberes que nos imponen los mandamientos, sino la persona humana. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? En primer lugar este Año de la Misericordia se me presenta como un reto de manera personal a vivir la misericordia, comenzando por mi comunidad. Mi compromiso es de no hacerles la vida imposible a las hermanas, que mi presencia sea signo de alegría y cordialidad. Estar atenta a las necesidades de las demás y apoyarlas en lo que está a mi alcance. Laura Patricia Saavedra Calixto Franciscanas Misioneras de María ¿Qué es para ti la misericordia? Es mirar a la persona, con todo lo que la integra. Es saberme frágil, pero cuidada y

amada por Dios Padre-Madre, y por las personas con las que convivo. Es la acogida y el cariño que va más allá de mis errores o mis aciertos. ¿Qué esperas del Año de la Misericordia? Dejarme tocar e interpelar por lo que implica la misericordia, ya que en ocasiones la tendencia es a pedir la misericordia pero no a darla. “Vayan, pues, a aprender qué significa Misericordia quiero, que no sacrificio” (Mt 9,13). Éstas palabras que Jesús les dice a los fariseos, las tomo también para mí, ir a mi ambiente concreto y ponerme en la miseria del otro de la otra, en mi propia miseria que en ocasiones es lo último que quisiera ver y acoger; ¿qué tendré que dejar?, ¿Qué horizontes se abrirán?, ¿qué aprenderé? ¿Qué ganaré? Que la Ruah de Yahvé nos conduzca por este camino poco transitado. ¿Cómo puedes practicar la misericordia en tu comunidad? Abriéndome a unas relaciones cercanas. Conociendo a las personas con las que convivo, acogiéndolas con respeto y humildad. Pidiendo la gracia de arriesgarme al diálogo, a la reconciliación. Continuar reconociendo la bondad y la misericordia constante de Dios en mi historia, en la historia.


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El Boletín Informativo CIRM se pone a tu disposición y ofrece a todos los religiosos y religiosas de México la nueva sección: “Noticias de la Vida Religiosa”, donde podrás mandarnos información1 sobre eventos de tu congregación que desees publicar2 en el Boletín Informativo CIRM, y compartir con todos los religiosos y religiosas de México. Comparte con nosotros información como: • Capítulos generales, provinciales, regionales… • Profesiones religiosas. • Nuevas experiencias apostólicas. • Noticias sobre tu congregación. • Tu espiritualidad. • Hacer preguntas a los religiosos de México. • Propuestas de colaboración apostólica. • La pascua definitiva de alguna hermana o hermano. • Preocupaciones. • Y todo lo que creas que nos puede ayudar a crecer. Envía tu información al Departamento de Comunicación, por fax al 01.55.56.04.95.55 o al correo: comunicacion@cirm.org.mx, con atención al Hno. Sergio Argüello Vences, ssp. 1 2

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