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Un nuevo Pentecostés para la Vida Religiosa
Encuentro de Vida Religiosa Indígena
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Editorial
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Margaret Scott, aci
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Siete pasos hacia la “Conversión pastoral” “Evangelii Gaudium” en la Vida Consagrada José Cristo Rey García Paredes, cmf
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Respuesta de la Vida Religiosa de América Latina y el Caribe a las llamadas del Concilio Ignacio Madera Vargas, sds
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Nuevas Generaciones y relectura de los votos Jesús Garcia las Heras, ofmcap
De la CIRM
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De la Vida Religiosa
¿La Vida Religiosa en Inserción o la Inserción en la Vida Religiosa?
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Cuento
La barrendera feliz Mari Aranda,sm
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Saber, no basta… ¡saborear! Hertha Hampl, fsps
Hno. Gustavo Llaguno Velasco, msps
DIRECTORIO CIRM Presidente: Hna. Juana Ángeles Zarate, csc • Primera Vicepresidenta: P. Ricardo Pérez, ocd • Segundo Vicepresidente: P. Jorge Rafael Díaz, op • Vocales femeninas: Hna. Mónica Esquivel, rscj; Hna. Rosa Elvira Aldana, stj; Hna. Paola Olivieri, hj; Hna. Guillermina Mendoza, hcjc; Hna. Cecilia Morales, mps • Vocales masculinos: P. P. Francisco Magaña, sj; P. Vicente López, omi; P. Pedro Alarcón, sm; Hno. Martín Rocha, fsc; Hno. Ricardo Reynoso, fms SECRETARIA GENERAL: Hna. Ilse Mayer W., hsjl; secretariagral@cirm.org.mx TESORERO GENERAL: Fr. José Miranda, ocd
CIRM Nacional: Amores 1318, Col. Del Valle, Del. Benito Juárez, 03100 México, D.F. Tel (55) 56.04.54.14; Fax (55) 56.04.95.55 www.cirm.org.mx Revista Informativo CIRM: Director: P. Guillermo Uribe Aceves, ocd; Editor: Hno. Sergio Argüello Vences, ssp Diagramación y diseño: D.G. Fernando Daniel Perera E. Impresión: Editorial Progreso S.A. de C.V. Impresión: Tiraje de 500 ejemplares más sobrantes para reposición. Atención a suscriptores Atención a suscriptores De lunes a viernes de 9 a 14 hrs. Tel (55) 56.04.54.14; Fax (55) 56.04.95.55 Email: informes@cirm.org.mx
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n la Carta Apostólica del santo padre Francisco a todos los consagrados con ocasión del Año de la Vida Consagrada el Papa nos recuerda: “Ustedes no solamente tienen una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir. Pongan los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu los impulsa para seguir haciendo con ustedes grandes cosas” (VC 110). Es por esto que en este número de la Revista Informativo CIRM compartimos con ustedes una serie de artículos cuyo fin es colocar a nuestras comunidades en una plataforma de lanzamiento para tomar decisiones creativas y acertadas que pongan a la Vida Religiosa en las periferias de la humanidad con el tinte propio de cada carisma y responder así a los clamores de la vida.
Editorial
El artículo principal de este número es: “Siete pasos hacia la ‘Conversión pastoral’, ‘Evangelii Gaudium’ en la Vida Consagrada”, el escritor logra hacer una síntesis de este documento en vistas a que la Vida Religiosa alcance la conversión pastoral según la catequesis del Papa Francisco. Sabemos también que el tema de las Nuevas Generaciones es de gran interés para todos las/os consagradas/os ofrecemos el texto: “Nuevas Generaciones y relectura de los votos”, con su lectura descubrirás una serie retos para la Vida Religiosa a partir de la experiencia de consagración de jóvenes religiosos. Sin duda el artículo de Margaret Scott, aci: “Un nuevo Pentecostés para la Vida Religiosa” te moverá a reflexionar sobre lo que la Ruah hace en tu congregación o instituto y te dará una serie de pautas para que como comunidad puedan generar un nuevo Pentecostés. El último artículo de nuestra sección Reflexión teológica se titula: “Respuesta de la Vida Religiosa de América Latina y el Caribe a las llamadas del Concilio”, aquí el autor hace un análisis de la realidad de la Vida Religiosa en América Latina y propone algunas ideas que nos ayudarán a replantear nuestro modo de ser comunidad religiosa. Sin más te dejamos ya ante las páginas de esta tu Revista CIRM Informativo.
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Siete pasos hacia la “Conversión pastoral” “Evangelii Gaudium” en la Vida Consagrada1
N
Por: José Cristo Rey García Paredes, cmf
o es un texto para la autocomplacencia. Tampoco dentro de la Vida Religiosa. Es una Exhortación Apostólica que nos lanza hacia lo nuevo, lo revolucionario, hacia un cambio de paradigma, cuyo
alcance apenas vislumbramos. La Evangelii Gaudium nos sitúa en un nivel distinto del que solemos ocupar: en una rampa de lanzamiento que nos pide asumir decisiones creativas y arriesgadas. El paradigma tradicional de la misión y la evangelización -tan valioso en otro tiempo- ya ha quedado obsoleto. Responde a otras épocas, no a la presente. La teoría que hasta no hace mucho lo explicaba todo, es ahora insuficiente. No queremos descolgarnos de la historia. La Iglesia tiene que “primerear” y no ir siempre en el vagón de cola de la historia (EG 24). Sí, es el tiempo de un nuevo paradigma, una nueva visión, una nueva misión evangelizadora. La Iglesia tiene que despegar. Y con ella, la Vida Consagrada. Evangelii Gaudium desprende el aroma y la energía del Sínodo sobre la Nueva Evangelización, la transmisión de la fe. Fue el último
1 Tomado de la revista Vida Religiosa, monográfico, 2/2014/vol.116.
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Es el tiempo de un nuevo paradigma, una nueva visión, una nueva misión evangelizadora. La Iglesia tiene que despegar. Y con ella, la Vida Consagrada Sínodo convocado por Benedicto XVI para preparar cambios importantes en la Iglesia. Fue el Sínodo que, gracias a algunas intervenciones de los Padres y, sobre todo, del mismo Papa Benedicto XVI, confesó de verdad que creía en el Espíritu Santo y, por eso, reafirmó su protagonismo: “En la Iglesia la conversión y la evangelización no tienen como primeros actores a nosotros, pobres hombres, sino al mismo Espíritu del Señor” (Mensaje, 6). “No somos nosotros quiénes para conducir la obra de la evangelización, sino Dios: la actividad verdadera viene de Dios y solo introduciéndonos en esta iniciativa divina, solo implorando esta iniciativa divina, podemos nosotros también llegar a ser -con Él y en Élevangelizadores” (Mensaje, 6). El Papa Francisco nos ofrece en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, ese mismo aroma energético del Sínodo, lo pone a nuestro alcance y nos lanza hacia un serio proceso de conversión misionera y pastoral. El Papa Francisco insiste en la perspectiva deo-céntrica en la cual hemos de situarnos: ¡la Iglesia no es “centro”! ¡Ni eclesio-centrismo!, ¡Ni vaticano-
centrismo! ¡Nada de una Iglesia autoreferencial! La exhortación es algo así, como un gran “consejo evangélico” con el cual el Espíritu nos sorprende en este tiempo y nos interpela para que lo escuchemos y lo pongamos en práctica desde la urgencia. No deberíamos seguir hablando de “nueva evangelización”, sin que nada ocurra, vaciándola de contenido “nuevo”. ¡No debemos dejar las cosas como están! (EG 25). No deberíamos dar cabida al cómodo criterio de “siempre se ha hecho así” (EG 33). Y todo esto tiene mucho que ver con la Vida Consagrada y todas sus formas: institutos monásticos, conventuales, contemplativos, apostólicos, sociedades de vida común, institutos seculares, institutos laicales y clericales. Evangelii Gaudium culmina un largo período de discernimiento eclesial sobre la “nueva” forma de la evangelización que requiere nuestro tiempo. La Vida Consagrada no puede quedarse al margen. Los Capítulos Generales no pueden desentenderse de la conversión pastoral y misionera, entreteniéndose en otros temas.
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Como sabemos, la larga exhortación apostólica está dividida en cinco capítulos, que a partir de su dinamismo interno, que yo denominaría así: • Transformación a través de la conversión misionera. • Crisis del compromiso misionero y superación. • Anuncio como novedad para nuestros contemporáneos. • Sueño posible de una nueva ciudad-sociedad. • Complicidad con el Espíritu en esta época posmoderna. El objetivo de mi reflexión no es tanto ofrecer un resumen del pensamiento de la exhortación apostólica, sino más bien, hacer de ella una relectura desde la Vida Consagrada. He pensado, entonces, que lo mejor sería ofrecer una especie de itinerario u hoja de ruta que ayude a la Vida Consagrada a caminar hacia el gran objetivo de “la conversión pastoral y misionera”. Para ello propongo siete pasos: • “En pista”: estilo y método. • “En salida”: aeropuertos para despegar. • “Retenciones”: comodidad, acedia y mundanidad. • “Destinos”: periferias y nuevos escenarios. • “Turbulencias”: idolatría del dinero. • “Transformación”: conversión pastoral. • “Desde el corazón del Evangelio”: Mensaje y testimonio.
¿Qué hacer para que la Iglesia contemporánea se asemeje a aquella que Jesús soñó? ¿Qué hacer para que la Vida Consagrada responda a los diseños carismáticos del Espíritu Santo? “En pista”: estilo y método El Papa Francisco invita a la Iglesia y dentro de ella a nosotros, Vida Consagrada, a ser “audaces” y “creativos”: “La Pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del ‘siempre se ha hecho así’. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades” (EG 33). Lo que significa: audacia para re-pensar, re-visar, re-organizar estructuras, estilos y métodos. Nos invita a pararnos y a pensar de nuevo lo que damos ya por conocido; a fijar de nuevo los ojos en aquello que damos ya por visto: a re-organizar aquello que ya damos por organizado. Estamos en tiempo de “nueva evangelización”. Ésta no puede ser llevada a cabo con el “viejo estilo”, que no responde ya a las urgencias de nuestro mundo; ni con el lenguaje de siempre, que resulta incomprensible a nuestros contemporáneos; ni con los “latiguillos” moralistas con los que seguimos azotando a nuestra sociedad a la que acusamos de secularista, Informativo
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La “nueva evangelización” requiere otros “métodos”: el método del aprecio y no del desprecio, el método de la confianza en el trigo más que en la cizaña, el método de la fe en que el agua se puede convertir en vino bueno hedonista, consumista, sexualizada, idólatra, violenta, etc. En cambio, el Papa Francisco nos dice: “El sueño del discípulo no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora” (EG 24). Llega el momento en el cual no todo es descubrir lo mal que está el mundo para nosotros aportar nuestra verdad y nuestra solución. Vemos que el método del análisis de la realidad a partir de la denuncia amarga genera enemistades, resentimientos, violencia y se muestra, en última instancia ineficaz. Hay que descubrir otros métodos, que el Espíritu nos sugiere aquí y allá -muchas veces fuera de los muros eclesiásticos-. Son los métodos del Mebasser, del Mensajero de la Alegre Noticia, de aquel que viene a consolar al pueblo -que tanto ha sufrido- (Is 40,1), de aquel que sabe que el futuro está en manos de una Misteriosa Alianza entre Dios y nosotros.
La “nueva evangelización” requiere otros “métodos”: el método del aprecio y no del desprecio, el método de la confianza en el trigo más que en la cizaña, el método de la fe en que el agua se puede convertir en vino bueno. Estamos demasiado acostumbrados a utilizar el “ojo crítico” negativo: y esto les ocurre tanto a los progresistas como a los conservadores. Quienes siguen este método tienen en común algo que Pablo excluía del amor en su himno a la caridad (1 Cor 13): “¡que dan mucha importancia al mal!”. El método de la “nueva evangelización” no es ingenuo -porque sí reconoce el mal-, sí hace justicia al bien: dialogando con todas sus expresiones, apreciándolo, dignificándolo, acogiéndolo humildemente allá donde se encuentra. Y parte de la convicción de que allí donde abunda el mal, sobreabunda la gracia (cfr. Rom 5,20). El método del aprecio (appreciative inquiry) es propuesto constantemente por la exhortación a través de una
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simple palabra, pero conjugada de muchas formas: se trata de la palabra “mirada”. El Papa Francisco nos dice que de cara al contexto en el que nos toca vivir y actuar no sirve: “el exceso de diagnóstico”, “ni ‘una mirada puramente sociológica’”: “lo que quiero ofrecer más bien en línea de un discernimiento evangélico es la mirada del discípulo misionero que se alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo” (EG 50). Una mirada de fe sobre la realidad no puede dejar de reconocer lo que siembra el Espíritu (EG 68), “lo que Él derrama siempre en medio de la oscuridad, sin olvidar que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (EG 84); por eso, la mirada es agradecida y contemplativa (EG 68.71). La “nueva evangelización” nos pide tener hacia la realidad otra “mirada”. No la mirada “impudorosamente enferma de curiosidad malsana”, sino “la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario” (EG 169), la “mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar” (EG 169). “No es una mirada incrédula, negativa y desesperanzada, sino una mirada espiritual, de profunda fe, que reconoce lo que Dios mismo hace” (EG 282). Necesitamos “ampliar más la mirada -para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos- y abrir los oídos al clamor de otros pueblos o de otras regiones del propio país” (EG 190. 235),
mirar el mundo con “la mirada de Jesús que se amplía y se dirige llena de cariño y de ardor hacia todo su pueblo” (EG 268), “la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar” (EG 125). “En salida”: aeropuertos para despegar Si algo ha caracterizado a la Vida Consagrada ha sido “el salir”, porque se siente enviada. ¡Son innumerables las periferias y los límites geográficos en los que se ha hecho presente! La Vida Consagrada, en general, habla muchas lenguas, se reviste de muchas culturas, ha plantado sus tiendas en los lugares más escondidos e incluso inaccesibles. En algunos lugares -y cada vez más- y desde hace algún tiempo, ese impulso de “salir” está siendo frenado por diferentes causas: en lugar de expansión, se busca la concentración, en lugar de los sueños misioneros se impone el realismo de la escasez, el envejecimiento, de la merma de posibilidades. Decir “re-estructuración” significa “fusión”, “reducción” y también acumulación de gente extenuada y desesperada. Llevamos unos años en que en lugar de ir “volvemos”. Tenemos miedo -en la Vida Consagrada- a las “nuevas salidas”. Hay una preferencia por quedarse en lo seguro, lo conocido, lo de siempre. Lo peor es que tales planteamientos se encuentran también en las jóvenes generaciones. Y aquellas de los países más pobres, sueñan no Informativo
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con las periferias, sino con los centros del poder y del dinero. Nos buscamos las más sofisticadas razones para “no salir”, para mantener nuestros “centros” y ubicarnos en aquellos centros que nos dan seguridad y nos permiten realizar nuestros propios sueños y no tanto los de nuestro Dios. El Papa Francisco nos invita a “salir”: “En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de ‘salida’ que Dios quiere provocar en los creyentes” (EG 20). Y nos habla de Abraham, Moisés, Jeremías (EG 20) y del mismo Jesús, a quien “el Espíritu movía a salir hacia otros pueblos” (Mc 1,38) (EG 21). Nos dice, incluso, que “la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia” y que “hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (EG 15). La salida de sí hacia el hermano es una absoluta prioridad (EG 179). “Hay que poner a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres” (EG 97). Lo cual debe afectar a todos: “Todos somos llamados a esta nueva salida misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado” (EG 20). “Procurar que todas las estructuras se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida” (EG 27).
También la Vida Consagrada (nuestras congregaciones, circunscripciones, comunidades y personas) se han de poner en actitud de “salida”. Es una gracia que hemos de suplicar al Espíritu Santo, para que “venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida de sí para evangelizar a todos los pueblos” (EG 261). Cuando la Vida Consagrada no se pone en trance de salida, se mundaniza y se asfixia. La sanación viene “cuando se toma el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios” (EG 97). La Exhortación nos invita a “salir”; pero a salir en actitud de “intimidad itinerante” y “comunión misionera” con Jesús (EG 97). La intimidad con nuestro Señor no se realiza únicamente en la paz de una capilla o en la reclusión de una celda o en los muros de un monasterio, convento o casa religiosa. El “salir” ha de ser acompañado por Jesús: “No es lo mismo caminar con Él, que caminar a tientas... El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo, con Él en medio de la tarea misionera” (EG 266). ¡Qué bella y significativa es esta expresión de “intimidad itinerante”!
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No es lo mismo caminar con Él, que caminar a tientas... El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo, con Él en medio de la tarea misionera Cuando así se vive, no atendemos a las inadecuadas alternativas entre la acción y la contemplación, el hacer y el ser, que tanto han perjudicado a la centralidad de la misión. Una Iglesia “en salida” es comparable a una red de comunidades-aeropuerto. Ellas son puntos de despegue para los más variados destinos y más arriesgadas misiones. No es bueno tener un aeropuerto sobrando de personal de tierra, de aviones estacionados y que nunca despegan, de pasajeros que atiborran los espacios, o mercancías que se apilan en los almacenes y contenedores y que nunca emprenden el vuelo. La Iglesia y la Vida Consagrada en ella estamos necesitando “planes de vuelo”, “controladores aéreos” que nos hagan despegar sin retrasos, sin miedos.
¡Que pena ver convertidos nuestros grandes o pequeños aeropuertos en hangares de aviones sin reparación, que poco a poco se convierten en chatarra inservible! ¿No será esa la imagen que pueden ofrecer algunas de nuestras comunidades? Lo que Jesús decía a sus discípulos, apenas comenzada su misión pública -”hemos de ir también a otros lugares, pues para esto he salido”-, debe convertirse en norma nuestra. La invitación a “salir” implica un punto de partida y un punto de llegada. Desgraciadamente el punto de partida es, a veces, como un cepo, una cárcel que pone muy difícil el despegue: el papa Francisco nos habla de dos fuerzas que nos frenan: la comodidad y la acedia “salir de nuestra comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). Informativo
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Retenciones: comodidad, acedia y mundanidad Lo que frena nuestra disposición a “salir” es la comodidad, que nos lleva a “encerrarnos”, a escapar de los demás, a escondernos, a negarnos a compartir y a dar: “¡eso no es más que un lento suicidio!” (EG 272). Algunos dicen: “¿para qué me voy a privar de mis comodidades y placeres, si no voy a ver ningún resultado importante? Con esa actitud se vuelve imposible ser misioneros. Es una excusa para encerrarse en la comodidad, la flojera, la tristeza insatisfecha... Es una actitud, debilitadora, auto-destructiva” (EG 275; 10). El excesivo cuidado de nosotros mismos y de lo nuestro está haciendo surgir un tipo de comunidad apática, insensible a los nuevos proyecto evangelizadores del Espíritu. En no pocos lugares la Vida Consagrada -incluyendo también a jóvenes y de media edad- se está convirtiendo en un conjunto residencial donde cada uno hace su vida, ocupa su tiempo en su trabajo y en sus diversiones particulares, donde se renuncia a la creatividad y a la audacia, a la creación de equipos audaces y creativos, donde solo interesa la supervivencia. Además de la comodidad, el Papa Francisco detecta un vicio paralizante que ataca a los evangelizadores: la acedia, uno de los antiguos pecados capitales, al que los antiguos monjes
prestaban muchísima atención. La acedia es descrita como “un descontento crónico que seca el alma” (EG 277); es calificada de “egoísta” (EG 81) “paralizante” (EG 81), “pastoral” que produce cansancio tenso, pesado, insatisfecho, no aceptado (EG 82); y se cae en ella por no saber esperar, por no querer dominar el ritmo de la vida por el deseo de un “inmediatismo ansioso” que no tolera la contradicción, el fracaso, la crítica, la cruz (EG 82). Las personas atacadas por la acedia (laicos y sacerdotes) están obsesionadas por preservar “su tiempo”. No están dispuestas a perder el tiempo y, por eso, para nada se puede contar con ellas. Revisten su vida de un “gris pragmatismo”. Se apegan a una “tristeza dulzona, sin esperanza”, que es el “elixir del demonio” (EG 83). La acedia vuelve a los evangelizadores “pesimistas, quejosos y desencantados” (EG 85). La acedia genera desiertos espirituales, ambientes áridos. La acedia es un virus que se nos inyecta en el alma. Produce en nosotros, los consagrados y consagradas, atonía, pérdida de tensión, sensación de vacío, aburrimiento, desgana, incapacidad de concentración, ansiedad del corazón, falta de esperanza. Llega precedida de la “tristeza” y la “agresividad”. Llega después de un deseo frustrado (tristeza) y después de encenderse, se convierte en ira.
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Quien tiene el virus de la acedia manifiesta un vacío interior y una inquietud y desasosiego, que le lleva a desear el cambio, a buscar compensaciones: ¡cambia de casa, de trabajo, de amistades, de compañías, de instituto religioso, de matrimonio o abandonar la propia vocación, o entregar a la concupiscencia de los ojos -uso de la pornografía-! Quien está afectado por la acedia no acaba los trabajos emprendidos. Quien tiene este virus cree tener razones para cambiar de aires, para vagabundear: a veces son sus temores a la enfermedad, otras su pretendida capacidad innovadora. En el fondo, se trata de una persona que no se aguanta a sí misma, y, por eso, se evade. La acedia se viste, a veces de virtud. Se encuentra en personas adictas al trabajo, a la actividad constante, a la agenda llena, al móvil o celular siempre en actividad. ¡Deseo cambiar cuanto antes para obtener algo mucho mejor! Así se oculta el propio vacío interior, se huye del tiempo para establecerse en el instante. Todo se exagera y magnifica. Después se ve: no hay amabilidad sino intolerancia, amargura y prisa... La acedia de los evangelizadores bloquea todos los procesos de misión. La acedia tiene una gran toxicidad: produce disgusto, aversión, tedio, relajación, abatimiento, desánimo, estupor hasta la torpeza, embrutecimiento, pesadez, inestabilidad del cuerpo y del espíritu, adicción a la pornografía. Esta muerte del
deseo resulta muy grave cuando afecta a quienes tenemos la misión evangelizadora como vocación. Otro de los males que frenan y retardan entre nosotros la salida misionera es la mundanidad. Ésta consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal, en cuidar la apariencia” (EG 93). La mundanidad se expresa de formas diferentes (EG 95-96); en última instancia consiste en “una tremenda corrupción bajo apariencia de bien” (EG 97). Una terrible expresión de esta mundanidad son las guerras internas dentro de la Iglesia. El Papa hace aquí una de las pocas referencias explícitas a la Vida Consagrada, que merece la pena ser ahora reproducida: “Me duele tanto comprobar cómo... aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de Informativo
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brujas” (EG 100). Si a esto se añade la falta de “un fervor
La mundanidad se expresa de formas diferentes (EG 95-96); en última instancia consiste en “una tremenda corrupción bajo apariencia de bien” (EG 97) apostólico contagioso”, podemos imaginar qué atractivo podrá tener en nuestro tiempo y ante nuestros contemporáneos, una Vida Consagrada así (EG 107). La misión y la fuerza misionera salvarán la Vida Religiosa y Consagrada. Aunque los desafíos son muchos y se debe imponer el realismo, no hay que perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada: “¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!” (EG 109). Destinos: “periferias” y “nuevos escenarios” El Maestro nos envía “a todos”, sin excluir a nadie, pero también a “todos los pueblos”, sin excluir ninguno: “toda nación, familia, lengua, pueblo, todos los lugares” (EG 23). La Iglesia “en salida” es una madre que quiere llegar a todos, pero “los pobres son sus destinatarios preferentes y privilegiados del Evangelio” (EG 48): “No tanto a
los amigos y vecinos ricos, sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que no tienen con qué recompensarte” (EG 48). “Afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dadles vosotros de comer!” (EG 49). Por eso, destinos privilegiados de “salir” son todas las “periferias humanas, urbanas” de nuestro mundo, que necesitan de luz del Evangelio, donde más falta hace la luz y la vida del Resucitado (EG 30. 46. 191); “las periferias también de las iglesias particulares y los nuevos ámbitos socioculturales; las zonas empobrecidas, que sobreviven en medio de grandes dolores humanos y buscan soluciones inmediatas para sus necesidades” (EG 63). Con tales destinos “la Iglesia en salida” entiende que debe des-centrarse, que lo suyo no es hacerse centro y funcionar desde el centro: “No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos” (EG 49). Y si es centro, que lo sea como “centro de constante envío misionero” (EG 28). A eso están llamados los centros eclesiales: parroquias, escuelas, centros universitarios, centros de salud, instituciones sanitarias y cualquier otro tipo de institución. Lo único que los justifica en cuanto centros es -siguiendo la imagen anterior- que sean centros de
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envío, “aeropuertos”, es decir, rampas de despegue y lanzamiento hacia las periferias de nuestro planeta. Ese es el criterio que da validez, que justifica, que da sentido. Para ello, hace falta atrevimiento, sentido de urgencia y superar el asco y el miedo -que las periferias pueda suscitar- (EG 20). Cabe, entonces, preguntarse respecto a la Vida Consagrada: ¿Cuántos destinos excluimos de nuestra misión? ¿Cuáles son las razones? ¿Qué periferias excluimos de nuestra trayectoria? ¿Cuáles son nuestros miedos, cuáles nuestros ascos? ¿Por qué estamos tan aferrados a determinados lugares, por qué los privilegiamos a pesar de su esterilidad evangelizadora? ¿No podríamos hablar también aquí, aunque con otro sentido, de los “lugares descartados” por las congregaciones o institutos religiosos? Es verdad que no estamos llamados a hacernos presentes en todos los escenarios. La Iglesia es muy grande. Y nosotros, los religiosos y consagrados, somos una pequeña, pequeñísima parte de ella. No hemos de desear aquello que excede nuestra capacidad. Hay institutos que a causa de la disminución y envejecimiento de sus miembros ya no son capaces de llevar adelante, con creatividad y audacia, instituciones educativas, sanitarias, sociales... ¿No habrá llegado el momento de aplicar el
“ars moriendi charismatica” y favorecer -en las mejores condiciones- que otros grupos en la Iglesia o en la sociedad las asuman? Hay formas de hacer valer nuestro testimonio evangélico en no pocos espacios periféricos a pesar de la precariedad: hay posibilidades de una nueva y humilde profecía. El Sínodo sobre la “Nueva Evangelización” nos hizo ver que -en este tiempo- nuestro destino misionero no se define única y principalmente por zonas geográficas a las que somos enviados: la “misión ad gentes” nos lanzaba hacia países o territorios todavía no evangelizados o incluso hacia territorios de pobreza y necesidad. Hoy no es esa, precisamente, la perspectiva del envío misionero. ¡Llama incluso la atención que en la exhortación apostólica el Papa Francisco no aparezca ni una sola alusión a la “missio ad gentes”! Hoy la Iglesia se siente enviada hacia los nuevos escenarios: • Allí donde no hay presencia de la Iglesia, donde la fe no es anunciada, ni mostrada a través de la mística y el servicio amoroso de una comunidad. • Allí donde hay que ejercer la compasión, el consuelo y abrir el corazón a la esperanza: cárceles, campos de exterminio, zonas de violencia y donde solo se vive para sobrevivir. Informativo
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• Allí donde va desapareciendo progresivamente y a veces de forma excesivamente veloz el lenguaje sobre Dios: la cultura atea, o indiferente, o agnóstica. • Allí donde es necesario que haya voces sensatas y respetadas que den testimonio de nuestro Dios, tal como se nos ha manifestado en Cristo Jesús. • Allí donde la Iglesia se encuentra con otros creyentes, de otras religiones, de otras confesiones cristianas, o con quienes niegan a Dios. • Allí donde hay espacios liminales de creación artística, fronteras del pensamiento y de la búsqueda de la verdad, o donde se investigan y abordan las grandes cuestiones éticas que acucian a la humanidad. • Allí donde el ser humano está creando y utilizando redes de comunicación, información, interacción. • Allí donde nos topamos con la frontera de la enfermedad o de la muerte, la última periferia a la que todos somos arrojados. • Allí donde se gestan las grandes decisiones políticas, económicas y que después repercuten en los grupos humanos. • Allí donde se encuentra la humanidad emergente de los niños y jóvenes, necesitados
de posibilidades económicas, educativas, religiosas; y de una manera especial, allí donde la mujer necesita todavía ser liberada y ser tratada en plano de igualdad y dignificación. Estos nuevos escenarios nos desafían como Iglesia. El Papa Francisco nos invita a responder a estos desafíos desde el trabajo, las programaciones y la propia intromisión en todos esos escenarios. Él nos dice: “Ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu. En definitiva, una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que él es el alma de la Iglesia evangelizadora... Invoco una vez más al Espíritu Santo; le ruego que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos” (261). Una evangelización con espíritu quiere decir también una “evangelización con carisma”. De poco nos sirve
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entrometernos en un ámbito de evangelización para el que no tenemos carisma. No pocos institutos en el pasado han sido demasiado generosos, hasta el punto de responder con sus obras a desafíos de evangelización para los que no estaban preparados carismáticamente hablando. El Espíritu no nos necesita allí donde se requieren carismas que no hemos recibido. Sería un estafador, quien ser médico, se ofrece para sanar, sin ser maestro se ofrece para enseñar... Es así cómo la misión del Espíritu queda desprestigiada. El Espíritu nos quiere en aquella misión para la que nos ha habilitado con sus carismas. Por eso, la Iglesia insiste mucho en que defendamos nuestra competencia carismática y solo desde ella entremos en la misión. Una Iglesia “en salida”, una Vida Consagrada “en salida” no es aquella que “corre hacia el mundo sin rumbo y sin sentido” (EG 46). Sabe a dónde va. Pero también le da mucha importancia al mismo camino. Es una Iglesia -una Vida Consagrada- “samaritana” que opta por detenerse ante las emergencias misioneras y sabe re-calcular y reprogramar desde ellas sus actividades. Es hábil para dejar a las 99 ovejas y salir exclusivamente en busca de la oveja perdida o barrer toda la casa para encontrar la dracma perdida. El perfil de la comunidad que así evangeliza es desconcertante. No presenta los rasgos del activismo loco,
del frenético hacer y más hacer. Sabe “detener muchas veces el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino; a veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad” ( EG 46). El perfil de la comunidad evangelizadora también requiere que tenga siempre sus puertas abiertas para acoger sin presupuestos (EG 47). “Turbulencias”:Idolatría del dinero La misión evangelizadora de la Vida Consagrada, -si desea ser inteligente y sabia-, debe atender al contexto planeatario actual, marcado por la idolatría del dinero. Desde ahí la profesión del consejo evangélico de pobreza adquiere una fuerte connotación anti-idolátrica. Si para nosotros es fundamental ser fieles a la Alianza con el único Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, puede resultar muy significativo dentro de la sociedad idolátrica haber sellado nuestra Alianza con Dios a través de la profesión de tres consejos evangélicos de obediencia, castidad y pobreza. Nuestra profesión de pobreza voluntaria nos enfrenta con ese dios del dinero que hoy todo lo quiere avasallar. La exhortación apostólica detecta con una especial intensidad la idolatría del dinero, como característica de Informativo
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nuestro tiempo. Hoy se hace de la economía la nueva religión, con su liturgia, sus santones y oráculos, su lenguaje para iniciados y hasta su mensaje redentor. El ídolo de la nueva economía es indecente, porque los ricos ya no necesitan de los pobres para enriquecerse: tras la desgracia de la explotación de los pobres, ha llegado otra peor: la desgracia del “descarte”: “ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo; con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son explotados, sino desechos, sobrantes” (EG 53). Esta es la cultura del descarte, la “economía de exclusión e inequidad”, que “mata”; como consecuencia “grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas, sin trabajo, sin horizontes, sin salida” (EG 53). “La divinización del mercado, que compra cada vez menos y paga cada vez peor, permite atiborrar de mágicas chucherías a las grades ciudades del sur del mundo, drogadas por la religión del consumo, mientras los campos se agotan, se pudren las aguas que los alimentan y una costra seca sobre los desiertos que antes fueron bosque” (Eduardo Galeano). ¡Qué infeliz se vuelve nuestro planeta cuando en él se implanta la idolatría
¡Qué infeliz se vuelve nuestro planeta cuando en él se implanta la idolatría del dinero! El dinero no debe ser idolatrado del dinero! El dinero no debe ser idolatrado. Su función es servir y no gobernar. La Vida Consagrada está llamada a transmitir el gozo del Evangelio. Por eso, ella se compromete con la bienaventuranza de los pobres. Pero debemos estar muy atentos para que el ídolo no se nos cuele y comience a gobernarnos, a controlarlo y determinarlo todo. La tecnificación de la economía nos puede llevar a ser gobernados por el dinero, por ecónomos que todo lo controlan y todo lo someten al imperio de la economía; que, por eso, ponen mil trabas a una evangelización de frontera, a la creatividad misionera, a la audacia. Es aquí donde hay que hacer valer, hacia dentro y hacia afuera, nuestra profesión anti-idolátrica de pobreza y una fe loca en la Providencia de Dios Padre. Siendo tan determinante en nuestro tiempo la economía de la exclusión (EG 53-54), la nueva idolatría del dinero (EG 55-56), la realidad de “un dinero que gobierna en vez de servir” (EG 57-58), la Vida Consagrada entra en la nueva evangelización a través de su
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testimonio -personal y colectivo- de pobreza. Dado este ineludible contexto social, este testimonio exige mucho de nosotros: tomarnos muy en serio el tipo de instituciones, de economías y el modo de vida personal y comunitario. “Transformación”: conversión pastoral Ante semejante contexto nos sentimos llamados a hacer un serio discernimiento evangélico sobre nosotros mismos “con la mirada del discípulo misionero, que se alimenta con la luz y con la fuerza del Espíritu Santo” (EG 51). Hemos de discernir cuáles son las “mociones del buen espíritu” y cuáles las “mociones del mal espíritu” (EG 51). No hemos de permitir que se detenga o debilite esta urgente renovación misionera que necesitamos, como Vida Consagrada (EG 52). ¡Necesitamos la gracia de una auténtica conversión pastoral y misionera! No resultó fácil durante el Sínodo hacer comprender en qué consistía la “conversión pastoral”. Había no pocas reticencias por parte de quienes pensaban que la conversión auténtica (metanoia) solo acontece en el ámbito personal y, a lo más, comunitario, pero no en el ámbito de la pastoral y la misión. Fueron, sobre todo, los obispos latinoamericanos quienes -desde el impulso de la Conferencia de Aparecida- urgían a toda la Iglesia a iniciar un serio proceso de conversión
pastoral y misionera. El Papa Francisco lo denomina en su exhortación: “Pastoral en conversión” (EG 25-33): “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no sirve una simple administración. Constituyamos en todas las regiones de la tierra un estado permanente de misión” (EG 25). Y ¿cómo se entiende esta conversión pastoral? Ésta responde al sueño de una opción misionera capaz de transformarlo todo: costumbres, estilos, horarios, lenguaje, toda estructura eclesial. Y ¿para qué? Para que “se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual” y no tanto para la auto-preservación (EG 27). La conversión pastoral: “solo puede entenderse en este sentido: procurar que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (EG 27). La conversión pastoral no excluye, sino que implica la conversión personal y también comunitaria. Pero en este tiempo se hace necesaria una “conversión” pastoral que implica, entre otras cosas, también la reconversión Informativo
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de las estructuras, de los métodos, del mensaje. La exhortación va diseñando, acá y allá, a qué nos llama esta conversión pastoral y misionera. La presenta como una llamada a cada iglesia particular, que la ha de llevar a la alegría de anunciar a Jesucristo, sobre todo en los lugares más necesitados “como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales” (EG 30). Esto requiere de la Iglesia particular entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma. La conversión pastoral también pide “pensar en una conversión del papado”: “también el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral” (EG 32). No podemos excluir de esta llamada a la Vida Consagrada, a las estructuras que hemos ido construyendo a lo largo de nuestra historia. También a nosotros se nos pide entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma, para hacer más evangelizadora y misionera nuestra vida, actividad y estructuras. Si se nos llama a la conversión pastoral es porque necesitamos una auténtica “metanoia” misionera: cambiar de mente, de visión. Esta llamada surge porque la Iglesia discierne que estamos desviándonos, que no somos Iglesia en salida, que hemos de reconsiderar quiénes son los destinatarios y cómo hemos de dejarnos
configurar por una nueva perspectiva de misión. La conversión pastoral no es una llamada al voluntarismo. Nadie se convierte a fuerza de puños, esfuerzos y programas. La conversión pastoral tiene mucho que ver con una seducción, con dejarse penetrar por el viento del Espíritu que hace respirar al mundo y nos hará también a nosotros respirar de otra manera. Lo entendió muy bien el Sínodo cuando en su Mensaje nos dejó escrito: “La evangelización y la conversión no tienen como principales protagonistas a nosotros, pobres pecadores, sino al Espíritu Santo”. Es el Espíritu de Dios Padre, el Espíritu de Jesús, el Señor, el principal protagonista de la misión y de la conversión en este tiempo. Si la llamada existe, ¿no será porque el Espíritu está ya movilizando a la Iglesia, a sus comunidades y personas en esa dirección? ¿No se tratará de uno de los signos del Espíritu en nuestro tiempo? De todas formas, allá donde actúa el Espíritu de Dios, allá se hacen presentes fuerzas que frenan, que generan descontento, que intentan matar la iniciativa del Espíritu. Los malos espíritus producen la crisis del compromiso misionero, como vimos anteriormente. La conversión pastoral afecta a muchas dimensiones de nuestra vida para “que
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se conviertan en cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, y no en cauce de autopreservación” (EG 27). La pasión evangelizadora nos lleva a una revisión profunda de nuestras tradiciones, de nuestro estilo, también de nuestras agendas y horarios, de nuestro lenguaje. En todo caso, hay que evitar la introversión eclesial o religiosa, el hacer de la Iglesia o de nuestro instituto el “centro”.
que sea siempre un mensaje novedoso porque resulta contemporáneo.
Se nos pide a cada comunidad u organismo, desde los niveles más reducidos hasta los más amplios, que nos pongamos en pista de despegue: en “salida constante hacia las periferias del propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socio-culturales” (EG 28).
Nuestra doctrina ha de conectar con el núcleo, con el corazón del Evangelio, que le da sentido, hermosura y atractivo (EG 34). Ha de concentrarse en lo esencial, en lo más bello, grande y necesario (EG 35). Debe existir una adecuada proporción en el anuncio del Evangelio. Y ello se advierte en la frecuencia con la que se mencionan algunos temas y en los acentos que se ponen: “Hay desproporción cuando se habla más de la ley que de la gracia, de la Iglesia que de Jesucristo, del Papa que de la Palabra de Dios” (EG 38)
Esperamos mucho de nuestros líderes en este sentido. Ellos y ellas -en toda la red de liderazgo de nuestros institutos- tienen el deber de secundar el movimiento del Espíritu y favorecer el Viento que nos lleva a nuestro lugar: lo harán yendo unas veces “delante”, otras “en medio” y también otras “detrás”, conscientes de que “el rebaño tiene su olfato para encontrar nuevos caminos” (EG 30-31). “Desde el corazón del Evangelio”: Mensaje y Testimonio La conversión pastoral incide de una manera muy especial en el anuncio. Decir Evangelio es decir “anunciar la Buena Noticia” y hacerlo de tal manera
El mensaje tanto doctrinal como moral o ético que transmitimos -con nuestras palabras o con nuestra vida- corre el riesgo de ser mutilado o reducido a lo secundario. La exhortación apostólica nos recuerda que existe una jerarquía de las verdades y una jerarquía de las virtudes (EG 34-37).
Y lo mismo cabe decir de la predicación ética o moral. Existe también una jerarquía de las virtudes: la virtud suprema es el amor salvífico de Dios, la misericordia que es la manifestación de la gracia del Espíritu (EG 37). Por eso, también se requiere una adecuada proporción en la predicación moral. Hay que hacer ver que todas las virtudes están al servicio de una respuesta de amor. Si la invitación Informativo
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Nuestra doctrina ha de conectar con el núcleo, con el corazón del Evangelio, que le da sentido, hermosura y atractivo (EG 34) moral no brilla con fuerza y atractivo, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes. El mensaje moral ha de tener “olor a Evangelio” (EG 39). La Vida Consagrada, que tiene tanta responsabilidad en la misión evangelizadora y desde frentes tan diversos, necesita el reformateo mental de una teología y una ética o moral con “olor a Evangelio”. No es fácil en un tiempo en el cual se instaura en algunos seminarios una teología y una moral rancias, que tratan de imponer el dogmatismo, el clericalismo, el fundamentalismo católico so capa de recuperar las “sanas tradiciones”: “Un corazón misionero nunca se encierra o repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva; sabe que él mismo ha de crecer en el Evangelio y en el Espíritu... No renuncia aún con el riesgo de mancharse” (EG 45). La Iglesia no teme las diversas líneas de pensamiento teológico, porque sabe que el Espíritu Santo las armoniza y,
a través de ellas, nos hace descubrir la inagotable riqueza del Evangelio (EG 40). El Espíritu que habla todas las lenguas no nos lleva a una doctrina “monolítica”. Lo que tiene sabor a Evangelio nunca es soberbio, petulante, impositivo. Lo que no está directamente ligado al núcleo del Evangelio, lo que no presta servicio en orden a su transmisión, debe ser revisado sin miedo. Lo que no tiene fuerza educativa como cauce de vida debe ser abandonado (EG 40). La Vida Consagrada no debe abandonar su permanente formación teológica y moral, dada su seria responsabilidad evangelizadora. Tanto hermanos, como hermanas, tanto laicos como presbíteros no deben dejar a la improvisación sus ministerios diversos. La docilidad al Espíritu nos pide vivir en un estado permanente de escucha, de oración, de atención a lo que el Espíritu nos inspira. No es fácil hoy “expresar las verdades en un lenguaje que muestre su novedad permanente” (EG 41),
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pero es necesario. Deben cambiar las formulaciones, aunque no cambie la sustancia. Es necesario que sepamos hacer percibir y acoger por todos la belleza del Evangelio. Nuestra responsabilidad es grande. Conclusión He pretendido re-leer la exhortación apostólica Evangelii Gaudium como una hoja de ruta, de navegación hacia un objetivo muy concreto: posibilitar en la
Vida consagrada una seria “conversión pastoral”. Se trata de una conversión que no está, sin más, a nuestro alcance. No la conseguiremos a base de voluntarismo, ni individual, ni grupal. La conversión pastoral nos es ofrecida por el Espíritu Santo de forma misteriosa, imprevista: cuando llegue el momento oportuno, el kairós. Para ello es necesario ponerse en pista de despegue y esperar lo que decía León Felipe: “Ya llegará un Viento fuerte, que me lleve a mi lugar”.
Para ello he propuesto siete pasos:
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Ponerse “en pista”: se trata de perder los miedos, de servirse del método apreciativo o de la nueva mirada que lleva a la audacia y a descubrir todo un mundo de posibilidades.
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“Retenciones”: hay problemas en la pista a causa de tres males: la comodidad individualista, el mal oscuro de la acedia y la mundanidad espiritual. Son demonios que bloquean los dinamismos de conversión y hacen que la vida se desarrolle en una pista llena de atascos y nuevos problemas.
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“En salida”: desde las comunidadesaeropuerto siempre se despega: puede ser un despegue “contemplativo” o un despegue “activo”. Qué bello descubrir a las hermanas y hermanos colaborando con el Espíritu en la misión a partir de los más variados carismas.
“Destinos”: cuando se obedece a los planes de vuelo, se despega y se descubren miles de destinos. La Vida Consagrada está especialmente capacitada -por carisma- para hacerse presente en diversas periferias de la sociedad y el mundo, pero también en los nuevos escenarios en los que se gesta una nueva civilización. Cada instituto y cada grupo y persona dentro de él se dirigen a esos destinos nuevos con urgencia: ¡esas son las nuevas misiones!
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“Turbulencias”: las amenazas a la misión provienen de la idolatría del dinero, de la sacralización de la economía. La exhortación detecta que es ese el dragón apocalíptico que quiere devorar la misión, que impide la venida a la tierra de la nueva Jerusalén, que es el sueño misionero por excelencia. El testimonio anti-idolátrico de unas formas de vida que profesan el consejo evangélico de la Pobreza voluntaria y el mensaje que transmiten resisten al ídolo y poco a poco lo desactivan.
5 “Desde el corazón del Evangelio”: lo que una Vida Consagrada en conversión pastoral exhala es el perfume del Evangelio, no el dogmatismo, ni el rigorismo moral. El mensaje y el testimonio transmiten el Evangelio eterno a través de la reinterpretación que de él hace el Espíritu en cada tiempo y lugar, a través de la belleza creadora que hace a nuestro mundo saltar de alegría. El hombre y la mujer consagrados, sus comunidades, nuestros institutos, se convierten así en profecía de Mebasser (Is 40; 52; 61), mensajeros y mensajeras de la Alegría del Evangelio.
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“Transformación”: la conversión pastoral es el motor y el resultado de todo el camino. Su principal actor es el Espíritu Santo y actúa en quienes voluntariamente se hacen cómplices de Él. La Iglesia no tiene una misión. Es la misión del Espíritu la que tiene una Iglesia. Cuando la Iglesia, o la Vida Consagrada, se deja inspirar, movilizar, reconfigurar por el Espíritu, entonces es transformada.
6 1 Y que resuenen en nosotros, como una mantra, las siete exhortaciones de la Exhortación: • “¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!” ( EG 80). • “¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!” (EG 83). • “¡No nos dejemos robar la esperanza!” (EG 86). • “¡No nos dejemos robar la comunidad!” (EG 92). • “¡No nos dejemos robar el Evangelio!” (EG 97). • “¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!” (EG 101). • “¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!” (EG 109).
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Nuevas Generaciones y relectura de los votos 1
Por: Jesús Garcia las Heras, ofmcap
L
Introducción as nuevas generaciones de Vida Religiosa, en muchos aspectos, son una expresión menos “tapada” de las utopías, impotencias, frustraciones, esperanzas, ansiedades y conflictos de toda la Vida Religiosa adormecida en las pastorales o en las gestiones, entre estructuras y libertades. No estamos hablando, necesariamente, de personas que pertenezcan a sectores cronológicamente juveniles que buscan su identidad, muestran su ansiedad por cumplir los sueños, protestan contra la realidad fatalista y constituyen alternativas. No parece que esta concepción de la juventud esté asociada a las nuevas generaciones de Vida Religiosa, ya sea por el ambiente sociocultural en que vivimos, ya sea
por las concepciones de Vida Religiosa que se están proyectando en nuestras comunidades. Con algún simplismo, podemos decir que, en este sector de “nuevas generaciones”, existen personas que desean crear novedad de futuro y otras que quieren recrear seguridad del pasado, sin dejar de mencionar a quienes viven la “fluidez”, fragmentación, subjetividad, vulnerabilidad y provisionalidad del presente. De ahí que no podamos definir una manera de entender la vida o una especial comprensión de los votos o consejos evangélicos; la heterogeneidad
1 Tomado de la Revista Testimonio, número 250, marzo-abril 2012, Santiago Chile.
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se aprecia entre los religiosos/as de la misma edad, miembros de la misma comunidad, luchadores de los mismos sueños... Existen algunas claves de lectura para la cosmovisión de las nuevas generaciones de Vida Religiosa: confianza, libertad y responsabilidad... que se expresan -entre otras maneras- a través del diálogo, subjetividad y riesgo. En definitiva son valores que están marcando una manera de relacionarse entre sí, con los/as hermanos/as, la gente, los pobres, la naturaleza, Dios... donde existe un gran conflicto con las estructuras, tradiciones, comunicación... Me atrevo a decir que al hablar de “votos”, las nuevas generaciones hacen la asociación con lo jurídico, la obligación, la renuncia, la prescripción y la pertenencia, en cuanto les introduce en el grupo de “consagrados/as” y les da la identidad y pertenencia de “especial vivencia del bautismo”. Quizá por esta concepción, llegan a sentir que “emitir los votos” da una vinculación especial y asegura su conquista de lo sagrado y su pertenencia plena a la congregación, como “licenciatura” en la Vida Religiosa con derechos y obligaciones que se han ido perfilando desde la profesión temporal y que culminan en la perpetua. De esta manera se podría entender el afán por llegar a sus votos perpetuos y la posibilidad, no tan infrecuente, de pedir la exclaustración al poco
tiempo de celebrar la gran fiesta de la consagración.
En definitiva son valores que están marcando una manera de relacionarse entre sí, con los/as hermanos/as, la gente, los pobres, la naturaleza, Dios... donde existe un gran conflicto con las estructuras, tradiciones, comunicación... Nuevas sensibilidades Existe gran sensibilidad para la escucha de la realidad del país, en distintos aspectos, sobre todo cuando la vida está amenazada y los pobres violentados, aunque también se nota gran dificultad para discernir y buscar propuestas alternativas, dado que “tenemos otras maneras de contemplar; nos interpela lo que escuchamos o vemos y a veces no sabemos manejarnos desde la objetividad y nos vamos a la subjetividad”. “Sin embargo, creemos que somos poco contemplativos, se nota el cansancio, estamos saturados de trabajo, tenemos muy pocos espacios
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propios o no sabemos organizar el tiempo para alimentar más el espíritu de contemplación. Pero podemos compartir la vida, nuestra experiencia de fe y seguimos buscando nuestra identidad como consagrados/as con dinamismo y alegría”. Dicen: “Somos muy sensibles y nos dejamos tocar por todo lo que nos dicen nuestros/as hermanos/as”, y por eso nos sentimos vulnerables a lo que pueda cuestionar o provocar inseguridad. Esto hace que las relaciones oscilen entre la dependencia y el miedo (estar a la defensiva), la fraternidad ansiada y la jerarquización seudomilitar (vivir en sumisión), las expresiones llenas de transparencia y la inclinación a “quedar bien” ante los otros (guardar una imagen), los anhelos contemplativos y la inercia hacia lo exterior (movilidad ansiosa), etc. “Estamos abiertos/as a los cambios”. Que en ocasiones provocan inestabilidad, liquidez, disponibilidad o “movilidad permanente”, y tenemos facilidad para entender los movimientos migratorios de toda índoles, “así como la identificación con personas que cargan dolor y sufrimiento”, por la propia experiencia de migraciones físicas y culturales, heridas abiertas y afectos por reubicar. “Buscamos autonomía y nos confrontamos con la Palabra de Dios más que con las reglas y normas.
Por eso nos cuesta la relación con las diversas jerarquías de tipo social, político, congregacional y eclesial”. Se vive con fuerza el conflicto entre el discipulado que exige “negarse a sí mismo” (cfr. Mc 8,34) y la necesidad de armonía, libertad y afirmación de sí mismo. No se puede olvidar que la Palabra de Dios, la oración, la vida fraterna y la misión son ejes transversales de nuestra Vida Religiosa y que siempre es necesario cultivarlos. Pero “nunca queremos perder la capacidad crítica, el cuestionar, la coherencia y el testimonio de vida. Por eso, vemos esencial la solidaridad y el compromiso cristiano que nos lleve al desprendimiento y a la radicalidad evangélica: hasta dar la vida por los/as hermanos/as”. “Todavía creemos en las utopías, el sentido de la amistad; el compartir con otro género diferente nos hace crecer como personas”. Capacidad de asombrarse frente al misterio de Dios; la escucha como discípulos; la apertura frente a los cambios en disponibilidad y acogida. Y esto se manifiesta, entre otras maneras, con el respeto y aceptación de las diferencias, conservando el buen humor. Las motivaciones de siempre Un “voto” es un compromiso consciente y la decisión de llevarlo a cabo con todas sus implicaciones. Quizá por ello hay que reconocer la dificultad Informativo
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Todavía creemos en las utopías, el sentido de la amistad; el compartir con otro género diferente nos hace crecer como personas de asumir compromisos o “votos” en un mundo donde la provisionalidad y la incertidumbre pueden encarcelar las opciones de por vida, y muchos religiosos jóvenes prefieren hablar de “consejos” como si eso expresara su deseo de llevar un estilo de vida marcado por el Evangelio, con los valores de solidaridad, donación, y fraternidad. Por eso dicen que “los votos representan un camino, una ruta de las tantas posibles para ser constructores del Reino”. Más que hablar de renuncia a aspectos humanos de afectividad, autodeterminación y libertad, los “consejos” definen una identidad con una gran motivación: “soy religioso porque quiero seguir con radicalidad y coherencia mi ser cristiano, seguidor del Maestro, a partir de mi vocación misionera específica”. Es evidente, pues, que “los votos son una expresión de entrega y fidelidad incondicional, que
no sería posible sin una experiencia de Dios Padre-Madre, en lo más profundo de mi humanidad, que me permite sentirme mujer amada y perdonada capaz de responder sin negarle nada a Dios”. Partimos del encuentro con una persona, con una utopía, con una causa y con nuestra profunda verdad... es decir, con Jesucristo, el Reino, la Vida Amada y la Misericordia Vivida; donde lo esencial no es la búsqueda de la autoafirmación, la autorealización, la perfección o compensación de los vacíos (que podrán ser efectos deseados), sino la identidad e identificación con el Amor que nos ha amado, más allá y más adentro de nuestras propias limitaciones e intenciones. Haber sido tan amado/a que no tengamos necesidad de utilizar la consagración ni los votos para llenarnos, complementarnos y realizarnos, sino para entregarnos, contagiar lo vivido y disfrutar de lo que Dios hace en y a través de los demás y la naturaleza. Dicho de otra manera,
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el punto de partida de los consejos evangélicos va más allá de nuestras realidades o anhelos de perfección, porque parten de un Amor recibido (mística del corazón), se expresan en el Amor compartido (comunidad fraterna), tienen significatividad en el Amor contagiado (misión profética), se celebran en el Amor Encarnado (vida eucarística) y se plenifican en el Amor entregado (darse dando vida martirial). Comprensión actual Explicar los votos o consejos evangélicos a los jóvenes de hoy es bastante complicado, porque -en nuestro medio- se propone todo lo contrario: éxito, diversión, entretenimiento, individualismo, placer, consumo, tecnología facilista... así como ansiedad y especulación ante el deseo, la ambición de poder y el afán de prestigio, etc. “Sin duda, profesor hoy en día los votos es ir contracorriente” y supone una kénosis creyente, al estilo del Siervo sufriente “que se hizo semejante a los hombres... se humilló a sí mismo... hasta la muerte” (cfr. Flp 2,6-11). Con razón algunos/as religiosos/ as jóvenes dicen: “Para mí son un signo de libertad... de hecho son un signo de contradicción entre las propuestas, especialmente sociales, de la realidad en la que vivimos: hedonismo, consumismo, materialismo, pragmatismo, inmediatismo, etc. Siento y pienso que los votos son más que un
signo de contradicción, son un signo de libertad, primero porque se los realiza ‘libre y voluntariamente’ y más aún por la actitud de vida que ofrecen los consejos evangélicos”. Para algunas personas necesitadas de seguridades estructurales y con mentalidad piramidal, los votos reprimen algunas inclinaciones humanas y obligan a una conducta conforme a principios sagrados y evangélicos. Pero para quienes han tenido encuentro con Jesucristo y mística de amor identificado con la Trinidad, los consejos evangélicos producen libertad para amar y servir, profetismo para contagiar y proponer, escatología que adelanta la plenitud y felicidad que genera vida nueva. No podríamos entender hoy los votos sin la dimensión relacional que involucra todos los resortes afectivos de la comunicación, diálogo, solidaridad, familiaridad, soledad ocupada, fragilidad asumida e identificación Informativo
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existencial con una persona que plenifica el corazón. Claro que esa libertad relacional ha de superar los miedos a perder, a equivocarse y a la soledad, que son el abono para el acumular, la sumisión o el apego que dificulta la alegría de ser discípulo, el gozo de dar vida y la felicidad de las bienaventuranzas o consejos evangélicos. Desafío en la vivencia de los votos Creo que el desafío más grande consiste en “actualizar” nuestra opción de pobreza, de castidad y de obediencia para dar respuesta a estas preguntas: ¿qué significa “ser pobre”?, ¿cómo vivir en plenitud nuestra afectividad?, ¿qué tipo de obediencia es todavía una virtud. “Muchas personas ven los votos como obligaciones o renuncias extrasacrificadas que son supercomplicadas de vivir. Por ejemplo ven a la obediencia como sometimiento, a la pobreza como un doble discurso porque en la Iglesia hay mucho dinero, casas, carros, colegios, etc. Y la castidad como una negación a la fecundidad o a la realización de ser mujer u hombre. Algunos dicen que, por todas estas cosas, hay tantas religiosas/ os amargados”. Desde esta visión “estrecha” el desafío más grande para las nuevas generaciones es internalizar o personalizar el verdadero sentido de cada uno de los votos, su dimensión
No podríamos entender hoy los votos sin la dimensión relacional que involucra todos los resortes afectivos de la comunicación, diálogo, solidaridad, familiaridad, soledad ocupada, fragilidad asumida e identificación existencial con una persona que plenifica el corazón teologal y social, así como la capacidad de ser signo con significado para el mundo de hoy. El valor del signo no está -solo- en su visibilidad, sino en su significatividad, es decir, en su capacidad de proVOCAR novedad y llenar de contenido a las sublimes aspiraciones humanas de plenitud, proPONER un estilo de vida humanizante desde el Evangelio y proSEGUIR la causa y utopía de Jesucristo: “camino, verdad y vida”. Porque la cantidad de signos no siempre habla de la profundidad de la opción; y no siempre la presión institucional (el peso de la obligación) garantiza más la opción existencial llena
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de amor y libertad. No podemos caer en la tentación de vivir eso de “en caso de duda, genuflexión”, llenando de signos, rúbricas, tradiciones, telas, cruces, cuadros y llamativas decoraciones sacrales... lo que necesita contenido, mística, riesgo, entrega martirial, dedicación perseverante, sacrificio solitario y mucha esperanza.
personal y comunitariamente un estilo de vida congruente con el Evangelio, liminal con el mundo y sincero con el Amor amado? ¿Cómo vivir los consejos del Evangelio en las comunidades heterogéneas, inter (culturales, generacionales, nacionales, ideológicas, institucionales, congregacionales...), y misioneras?
De hecho, algunos jóvenes “no pueden afirmar que hay religiosas/ os amargados/as, pero sí se nota que algunas/os viven como si lo fueran”, porque “no se trata de convencer a los demás de lo que en realidad son los votos, es la vida la que convence, sin muchas palabras”. El valor de los compromisos está en la vivencia más que en la celebración; y se expresan en todos los ámbitos de la persona articulados existencialmente, para no quedarse en fragmentos que hablan de una consagración temporal, espacial, afectiva o conveniente.
Anhelos de renovación Uno de los grandes valores de nuestra época es la capacidad de relación y diálogo en todos los aspectos, que esta generación debe aprovechar para confrontar, discernir, proponer y vivir en relación con el/la/lo otro y tener la capacidad de vivir la incertidumbre, crisis, contradicción sin el miedo del gueto ni con el síndrome de persecución. Hemos de superar el complejo de incomprensión con la significatividad, el trauma de la exclusión con el profetismo y la incertidumbre del relativismo con el diálogo, para que se haga realidad lo que dicen los mismos jóvenes: “lo que tal vez hace falta es nuestra voz... a veces me da la impresión de que estamos dormidos; es más fácil dejar que otros decidan por nosotros... ¡y luego nos quejamos de lo que nos tocó!” De ese modo, las nuevas generaciones deben “pedir sabiduría” para vivir en el mundo actual sin ser de él, entendiendo que nuestra realidad no puede ser vista como un problema que hay que combatir, sino como el kairós
Las nuevas generaciones se plantean: “¿es posible que ser pobre, casto y obediente signifique lo que significaba hace 50 años?” Porque hay quien dice que hemos hecho voto para vivir bien, tener cierto poder y para recibir consideración y estima. ¿Cómo hacer visible nuestra pobreza cuando tenemos tantos medios, nuestra castidad en tantos escándalos sexuales, nuestra obediencia con autarquía, sumisión o dependencia? ¿Cómo transparentar
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que hemos de descubrir y transmitir con esperanza creyente. Estamos llamados/as a escuchar los cambios que se han dado en la sociedad y en la Iglesia, en el entorno que nos rodea para que la Vida Religiosa pueda revisarse y renovarse, en lugar de replegarse y “encasillarse” en concepciones regresivas o en relativismos disolventes de nuestra identidad, con “el diálogo asertivo, la oración de escucha del Espíritu, la apertura, el riesgo de la misma vida...” porque “no siempre ha sido así” y no necesariamente debe ser como siempre. “Creo que hace falta en general un poquito de confianza, cierta libertad y responsabilidad... esto no quiere decir llegar al extremo opuesto de sobrecargar a los/as religiosos/as jóvenes de responsabilidades (a veces quemándolos/as). Más bien es un
Estamos llamados/as a escuchar los cambios que se han dado en la sociedad y en la Iglesia, en el entorno que nos rodea para que la Vida Religiosa pueda revisarse y renovarse, en lugar de replegarse y “encasillarse”
intentar construir juntos, renovando la provincia, las estructuras, las congregaciones. Intentar conjugar la vivacidad de las nuevas propuestas y la solidez del camino sabio”. Respetar los procesos personales y congregacionales y ayudar a crecer son elementos esenciales para la formación en todas las etapas de la Vida Consagrada, de tal manera que no se añadan “sobreestructuras” ideológicas o tradicionales, sin valorar las personales “infraestructuras” de terrenalidad y verdad interior; la vida religiosa no quiere infantilizarse (sin capacidad para compartir decisiones) ni quemarse (sin respirar el aire fresco del sentido de su vida) ni etiquetarse (sin permitir la posibilidad de ser uno mismo), sino “tomar en serio el trato individual de cada uno de sus miembros” en la cotidianidad y la resiliencia. Vale la entrega Vale la pena consagrarse hoy a la utopía del Reino para llevar la semilla de la esperanza a este mundo incierto, ambiguo y polisémico con signos de muerte y violencia, de vida y solidaridad. Vale la entrega. Los consejos evangélicos son un testimonio de fidelidad al amor recibido, y una respuesta a la tentación del apego afectivo, institucional y personal a todos los bienes acumulables. La pobreza, castidad y obediencia tienen sentido en el mundo actual porque proponen y expresan un camino de libertad
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frente a las urgencias eficientistas, las atracciones deslumbrantes del consumo de nuestra vitalidad y los egocentrismos verbalizados con multitud de “autos” (autodeterminación, autoestima, autorrealización, autarquía...). Los imperativos para vivir los votos conforme a los principios asumidos, no podrían olvidar nunca los presentes de cada persona y de cada entorno, porque “entendemos la dimensión de cada uno de los votos cuando nos vemos en una situación concreta; es ahí donde renovamos los votos que hicimos un día cuando solo sabíamos las definiciones y exigencias”, y para ello hace falta disciplina interior, autosujeción, donación... que sepa diferenciar con claridad entre la vasija y el tesoro, la confianza y la defensa, lo personal y lo virtual, la frontera y la muralla. La Vida Religiosa no -necesariamentees una respuesta al mundo, sino un cuestionamiento al mundo; no es una respuesta previsible, sino una pregunta eterna por lo esencial... es signo creíble de la misma persona de Jesús y de su Reino. Resumiendo Sentimos, decimos, hacemos... lo que Dios siente, dice y hace con su pueblo, asumiendo el estilo de vida de Jesús: • Jesús aparece como un orante apasionado (Lc 9,29; Ef 8,18; 1Tm 2,8). Estamos llamados al
amor y obediencia filial al Padre. • Jesús se presenta como un célibe extraño, con amistades profundas (Mt 27,55; Lc 1,42; Lc 7,50; Lc 8,2; Hch 1,14). Estamos llamados al amor servicial hasta el don de la propia vida. • Jesús aparece, al mismo tiempo, muy sobrio y muy festivo (Mt 22,3; Lc 2,41, Lc 15,23; Jn 4,45; Jn 7,37). Estamos llamados a una austeridad fértil y alegre. • Jesús aparece inmerso en el estrato social de los pobres como “autoestigmatizado” (Mt 5,3; Mc 12,42; Lc 16,20; Lc 6,20-26; Mt 22,1-14). Estamos llamados a pagar el precio de la cercanía con los pobres y pequeños. • Jesús tiene el aspecto de esos hombres sin patria (Jn 4,3-6). Estamos llamados a la fidelidad a la misión encomendada, encarnada e inculturada. • Jesús parece hacer gala de malas compañías (Lc 19,1-10). Estamos llamados a la compasión entrañable ante el dolor humano, en las fronteras de la deshumanización. Informativo
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Un nuevo Pentecostés 1
para la Vida Religiosa
“Dondequiera que haya una Iglesia hay un Pentecostés en miniatura. Pentecostés significa ‘vida nueva’, y toda vida nueva entraña cambios, cambios en nuestras vidas. Pero esos cambios no son fáciles. Un cambio de vida siempre es un conflicto. La experiencia básica de los religiosos de nuestro tiempo ha consistido en el conflicto de reconocer en lo profundo del corazón el llamado de Dios y en sentirse a la vez impedidos de responder a él, de realizar lo que él solicita de nosotros”. Thomas Merton
Introducción “Creo en el Espíritu Santo”. Es nuestra creencia y la profesamos en la celebración Eucarística a menudo. A veces añadimos: Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Todos estamos de acuerdo. Pero ahí termina el concierto y empieza la
discrepancia. Hoy: ¿Dónde está? ¿Por dónde sopla? ¿Qué esta haciendo y por qué? ¿Qué es eso de un nuevo “Pentecostés”? Tal vez el volver la mirada al primer Pentecostés nos dará unas pistas para descubrir la novedad que encierra la presencia y la acción del Espíritu de Dios en nuestro aquí y ahora, como Iglesia, como sociedad global y como Vida Religiosa en el siglo XXI.
1 Tomado de: Revista Testimonio, El Concilio: impulso para la Vida Religiosa, No. 256, Marzo-abril 2013, Santiago Chile, páginas 60-65.
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Como la Iglesia naciente, la Vida Religiosa ha sido siempre una vida misionera. Una vida enviada a todos. Una vida caldeada de pasión por Cristo y por la humanidad. Una vida llamada a ser “fuego capaz de encender otros fuegos”.
1. Iluminación luminosa “Al llegar el día de Pentecostés, estábamos todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos y quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hechos 2,1). El primer Pentecostés, al toque de un vendaval ruidoso y la quemadura de un fuego que ardía, se llenaron los discípulos de la fuerza, dinamismo y valentía del Espíritu y nació la Iglesia, una Iglesia misionera. Una Iglesia enviada por su fundador a ir y hacer “discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28, 19-20).
2. El pentecostés del Vaticano II El viento huracanado del Espíritu que fue el Vaticano II abrió de par en par las puertas y ventanas de la Iglesia. Fue un acontecimiento eclesial. Una irrupción inesperada en la vida y el desarrollo orgánico de la Iglesia que cambió el sistema. El Concilio ofreció reflexiones muy profundas sobre la identidad de la misma Iglesia. Dentro de la narrativa de la historia de la Iglesia, lanzó un movimiento de una visión jurídica, clerical y triunfalista a una visión teológica y sacramental del Pueblo de Dios, enraizada en el bautismo y la eucaristía. El Concilio recuperó unos aspectos hondos que subyacen en este Pueblo: el trinitario, el pneumático y el escatológico. Salió de una mentalidad cerrada de “nosotros contra ellos” para entrar en un diálogo respetuoso con los demás. Intercambió una manera mecánica de ver la vida sacramental por una espiritualidad y una teología auténticamente litúrgica basada en el misterio Pascual y el sacerdocio bautismal del Pueblo de Dios. Y por fin, el Vaticano II sustituyó el gobernar Informativo
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Como la Iglesia naciente, la Vida Religiosa ha sido siempre una vida misionera. Una vida enviada a todos. Una vida caldeada de pasión por Cristo y por la humanidad. Una vida llamada a ser “fuego capaz de encender otros fuegos”
mantenido vivo el fuego que el Concilio encendía. Volvieron felices a las raíces de la Vida Religiosa y a la visión fundante de sus primeros miembros. Acompañaba con entusiasmo la reforma litúrgica. Abrazaron el partnership con los laicos y ayudaron a formarlos a vivir su seguimiento de Cristo como Pueblo de Dios. Los religiosos y religiosas fueron agentes del cambio prometido por el Concilio.
desde arriba con una manera más pastoral de ejercer el liderazgo en la Iglesia, un liderazgo de servicio.
Pero en otros ámbitos de la Iglesia parece que la promesa del Concilio ha quedado en solo palabras. La novedad del Vaticano II se tradujo de una ambigüedad hermenéutica en una política de polaridades. El fuego se ha ido apagando; la energía se está enfriando. El dinamismo que generó el Concilio se hizo una pregunta nostálgica: ¿Qué pasó? ¿Por dónde sopla el Espíritu ahora, 50 años más tarde?
Dentro de este aggiornamento conciliar la Vida Religiosa se encontró plenamente involucrada en la vida y misión de la Iglesia. Los documentos Lumen Gentium y Perfecta Caritatis lanzaron a los consagrados por la nueva trayectoria trazada por el Concilio de reforma orgánica. Y efectivamente la Vida Religiosa fue la primera en promover y hacer vida el Vaticano II. Con gozo asumió su identidad carismática y profética dentro del Pueblo de Dios. Y durante los últimos 50 años ha
A la desconfianza eclesial se añade la crisis de credibilidad engendrara por el abuso de niños y, más aún, la complicidad institucional. Las estructuras que eligieron proteger a los criminales eclesiales más que a los niños violados. Hasta que en muchas partes el sensus fidelium, ya no puede más. Con todo, ¿se puede seguir soñando? Se puede repetir y hacer nuestra la convicción de los primeros seguidores de Jesús: “pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros” (Hechos 15, 28).
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¿Dónde se coloca la Vida Religiosa en el clima eclesial actual de mantenimiento y cautela ¿Somos capaces de captar lo que hay de Dios en el corazón de ellos? ¿Sabemos desenterrar las semillas de vida nueva, escondidas en la tierra oscura pero fértil de la Iglesia que somos todos? 3. ¿Un nuevo Pentecostés? Dijo el cardenal Carlo M. Martini, jesuita, biblista, arzobispo de Milán, en su última entrevista, poco antes de morir, que veía a la Iglesia en Europa y en EE.UU. “cansada”, “nuestra cultura, dice, se a hecho anticuada, nuestros templos y nuestras casa religiosas están vacíos, la burocracia ha aumentado, nuestros ritos y nuestra vestimenta es ostentosa”. Continúa con unas preguntas claves: “¿Pero acaso es esto lo único que nos define hoy? ¿Dónde están los héroes de hoy que nos puedan inspirar?” Este es el desafío que reta hoy a la Vida Religiosa. ¿Podemos soñar todavía con una Iglesia joven que camina por una ruta alternativa hacia la conversión y la relevancia? La Nueva Evangelización mueve la mira de la Iglesia de sí misma hacia fuera. Hacia la humanidad. Nos abre de nuevo al empujón misionero del Evangelio. Es una llamada a un compromiso renovado, a vivirlo. De entrar otra vez por el portón del carácter global del Pueblo de Dios. De buscar juntos la razón de ser de nuestra catolicidad. De beber una vez
más, de una de las intuiciones teológicas más fuertes y radicales del Concilio: la sacramentalidad de la Iglesia. Pero eso desde la conciencia de que la realidad que nos rodea ha cambiado. Nuestro mundo hoy es muy diferente del mundo de los años 60. Es un mundo y una realidad que necesitan un Pentecostés nuevo. El pentecostés nuevo tiene unas características a la vez diferentes pero bien reconocibles. Un invento ruidoso que llenaba toda la casa y un fuego repartido marcaron el primer Pentecostés. Como también lo definió la acción del Espíritu de Dios que llenó a todos y les hizo hablar. La inclusividad del primer Pentecostés es impactante. La misma inclusividad fue una característica del Vaticano II. Durante el Concilio, de repente la Iglesia abrazó a los laicos, a los religiosos, a otras creencias y a toda la humanidad. El nuevo Pentecostés también necesita ensanchar nuestros corazones para que vibren al ritmo del corazón de Dios, que derrama compasión y ternura. Necesita liberarnos del miedo y del hambre de controlar para poder brindar comunión y perdón. Hay un viento fuerte y ruidoso que está soplando por el Pueblo de Dios, que está rechazando todo lo que suena a control y castigar, a excluir Informativo
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y hasta excomulgar, a ritos en vez de sacramentos, a reglas en vez de la espiritualidad, a las estructuras que son obstáculos, a la vivencia de fe, y de la vejez torpe que amenaza el engendrar nueva vida. Hay un fuego repartido igualmente entre los laicos, los consagrados y muchos sacerdotes por todas partes que quema con deseos hondos de ser siempre más la Iglesia de los pobres y de buscar al Dios verdadero. De discernir lo que Dios está diciendo a través de los actuales acontecimientos eclesiales. La Vida Religiosa arde con ansia de reproducir la audacia y creatividad de sus fundadores, muchos de los cuales ofrecieron un paradigma nuevo en la Iglesia y la sociedad. El nuevo Pentecostés es también un tiempo de hablar. Hablar ¿de qué y a quién? Es tiempo de hablar en nombre de Dios con compasión a todos los que están en los márgenes, a los que por su situación familiar o personal están sufriendo y necesitan el consuelo que les ofrecen los sacramentos. Toca ahora como nunca hablar explícitamente del Evangelio y sobre todo hablar más, mucho más de Jesucristo. De dar su mensaje de perdón, esperanza, y amor. 4. El nuevo Pentecostés y la Vida Religiosa hoy Pedro Casaldáliga habla del viento del Espíritu, que se llevó, en Pentecostés,
los prejuicios, los intereses y el miedo de los apóstoles y abrió de par en par las puertas del cenáculo, para que la comunidad de los seguidores de Jesús fuera siempre abierta consciente en su testimonio e invencible en su esperanza. El don del nuevo Pentecostés a la Vida Religiosa y, a través de ella, a la Iglesia y a toda la humanidad, es audiencia y libertad, apertura y coherencia. Es ante todo esperanza invencible. Hemos superado, en gran parte, el miedo que frena al Espíritu, y somos mucho más libres en “nuestra palabra”.
Hay un fuego repartido igualmente entre los laicos, los consagrados y muchos sacerdotes por todas partes que quema con deseos hondos de ser siempre más la Iglesia de los pobres y de buscar al Dios verdadero
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Las Hermanas de la Misericordia no han dudado en apoyar públicamente al P. Roy Bougeois, el cual fue expulsado por el Vaticano de su congregación religiosa, los Padres Hermanos de Maryknoll. El abad suizo Martin Werlen, en una homilía conmemorando los 50 años del Concilio, citando al Cardinal Matini, lanzó una llamada a “avivar las brasas escondidas en las cenizas”; a la reforma eclesial. La homilía publicada se agotó en tres días. La Conferencia de religiosas de EE.UU. (LCWR), frente a “una evaluación que se basó en acusaciones sin fundamento y el resultado de un proceso defectuoso que carecía de transparencia”, se ha mantenido firme y dignas en su denuncia de “las sanciones desproporcionadas” impuestas por “Roma”. En ambiente de oración y respeto y abiertas al diálogo siguen intentando clarificar su identidad y su misión en la Iglesia. Son un rayo de esperanza para las miles de personas, laicos, muchísimos laicos, sacerdotes y otros religiosos se comprometan con Jesucristo y su pueblo, ofrecen una respuesta recalcante y una alternativa creíble a los muchos decepcionados con la Iglesia institucional. La Asamblea General de la CLAR, celebrada en junio del 2012, afirma, al definir el lugar de la Vida Religiosa hoy, que “es la hora de buscar alternativas a tantas
alternativas ensayadas, que no han sido generadoras de vida”. El nuevo Pentecostés nos regala ser semillas de esperanza. Desde la sensibilidad de los hombres y mujeres de hoy y desde la pasión por Jesús y el clamor de los pobres, nos toca hoy, asistidos por el Espíritu, ser agentes de comunión en una Iglesia que viene siempre más ahogada por la fragmentación y la polarización. Hay que formular y hacer nuestras las preguntas que anidan en el corazón turbado de los “fieles laicos”. Se necesita ser hombres y mujeres eucarísticos, conscientes de que la liturgia define a la Iglesia; que refleja su teología y eclesiología. Hombres y mujeres capaces de redescubrir a la liturgia que brotó y quizo preparar a todos los bautizados a asumir su misión como Pueblo de Dios, con una participación activa y responsable. Un Pueblo lleno del Espíritu, que se quema con la urgencia de ser una Iglesia misionera, la Iglesia, del venerable Bede, que “cada día da a la luz a la Iglesia”. El nuevo Pentecostés invita y capacita a la Vida Religiosa a ser catalizadora en una Iglesia que se encuentra en cruce de camino. Nos ofrece ponernos en marcha para recorrer los caminos sorprendentes e insospechados del Espíritu. Nos brinda dinamismo, creatividad y visión en una Iglesia muy querida pero que camina con el freno de mano enganchado. Informativo
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Respuesta de la Vida Religiosa
de América Latina y el Caribe a las llamadas del Concilio 1
Ignacio Madera Vargas, sds Director de posgrados de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia.
S
Introducción iempre he pensado, y lo he compartido en muchos foros y otros eventos, que una de las instituciones de Iglesia en América Latina que más, si no la que más, ha buscado responder con pasión e ilusión a las llamadas del Concilio Ecuménico Vaticano II, ha sido la Vida Religiosa. Y esto lo afirmo, no solo porque mi vida esté buscando vivir,
a pesar de la fragilidad del vaso en el que portamos el tesoro de nuestra vocación, la entrega a la pasión singular de seguir a Jesucristo desde el carisma y espiritualidad de mi comunidad religiosa; sino porque, a decir verdad, ello es uno de los aspectos más identificables del proceso de cincuenta años después del evento del Espíritu impulsado a partir de la intuición protética y mística de Juan XXIII.
1 Tomado de: Revista Testimonio, No. 256, Marzo-abril 2013, Santiago, Chile, páginas 23-33.
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Me encanta la hermosa metáfora que utiliza Aparecida cuando se refiere a la situación de la Iglesia Latinoamericana del presente señalando que ella necesita una “profunda conmoción”2 ¿Cuáles fueron las profundas conmociones que la Vida Religiosa realizó al interior de sí y con relación a su proyección a la vida del continente que hoy podemos señalar como puntas de lanza que continúan señalando derroteros y suscitando mayores y nuevas esperanzas? Las lecturas que Medellín y Puebla hicieron del Concilio Vaticano II generaron profundas conmociones en la Vida Religiosa que provocaron una real transición en lo que ella era y lo que ha llegado y ha querido ser3. Conmoción que no ha dejado de tener sus consecuencias porque toda transición conlleva procesos de avance y retroceso, retirar la cuerda hasta el límite y de resistencias que quisieran retener el pasado y mantenerlo vivo en el presente. Pero cuando la transición se da, algo diferente ha llegado a ser que ya no permite volver atrás porque ha sucedido un cambio. El Concilio cambió a la Vida Religiosa latinoamericana; un cambio que tiene igualmente algo de color de las lecturas que las conferencias de Medellín y Puebla
Me encanta la hermosa metáfora que utiliza Aparecida cuando se refiere a la situación de la Iglesia Latinoamericana del presente señalando que ella necesita una “profunda conmoción” hicieron del mismo como también el color de la teología que se comenzó a elaborar desde este continente, buscando pulsar el corazón del asunto fundamental que nos lacera la vida: el sufrimiento y el dolor de los oprimidos,
2 “La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente” Aparecida 362. 3 Entiendo por transición el paso de un sistema a otro. Ello significa un salto cualitativo que conlleva el que ya no se podrá volver a lo que se ha superado, aunque sigan existiendo fuerzas de resistencia, la realidad no volverá jamás a ser la misma.
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la exclusión, la injusticia y las violencias que por la desigualdad se han generado a lo largo de tantos siglos. América Latina despertó y de ese despertar ha sido parte fundamental la Vida Religiosa y sus instituciones nacionales y continentales. El rol que han jugado las religiosas y religiosos latinoamericanos y caribeños en todas las esferas de la sociedad y en la gran Iglesia ha sido determinante en la generación de motivaciones y el jalonar dinamismos de compromisos que no pocas veces le ha conllevado pagar su cuota de incomprensiones y señalamientos, juicios y rechazos desde diversas instancias sociales y hasta eclesiales; pero la fuerza y el Espíritu ha sido mayor que la fragilidad de los seres humanos y allí continúa con el mismo entusiasmo y vigor la búsqueda de comunión y participación, de promoción y formación. Creo que la conmoción provocada por los eventos de Iglesia señalados ha significado una transición de un sistema a otro. Y lo voy a señalar a partir de seis aspectos que he seleccionado de manera arbitraria, porque posiblemente otros y otras encontrarían algunos diferentes o establecerían una jerarquía de prioridades que no considero se pueda realizar. Creo que los fenómenos propios de una transición se mezclan
4 Perfectae Caritatis 1.
y entremezclan en la vida cotidiana de manera compleja y el separarlos solo se hace por la necesidad de una mayor y mejor comprensión de lo que ha sucedido entre nosotros y nosotras. I. Al Espíritu por la vuelta a la Palabra Perfectae Cartatis señalo la necesidad de volver a la Palabra4. Así como el Concilio devolvió la Palabra al pueblo santo de Dios, también podemos decir que le devolvió la Palabra a la Vida Religiosa. De una Vida Religiosa muy centrada en las reglas que llegaban a ser más importantes que el Evangelio se pasó una centralidad de la Palabra de la Escritura, sobre todo de los escritos neotestamentarios, sin precedentes en la historia de la Vida Religiosa. Este retorno a la Palabra se ha visto reflejado en las reformas de las Constituciones iniciadas a partir del Concilio y en las singulares experiencias
De una Vida Religiosa muy centrada en las reglas que llegaban a ser más importantes que el Evangelio se pasó una centralidad de la Palabra de la Escritura
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que la Vida Religiosa ha realizado, como volver a la Palabra para hacerla vida en la entrega cotidiana a los hermanos y hermanas. Todas las reglas reformadas dejaron el carácter de normas prácticas para consolidarse como impulso vital, inspirado en la regla fundamental de esta vida que es el evangelio de Nuestro señor Jesucristo5. La lectura de la Palabra de Dios, como libro de Dios iluminando el libro de la vida, ha sido uno de los puntales más incisivos que ha luchado y buscado la Vida Religiosa a la luz de las insinuaciones y dinamismo que señaló el magisterio latinoamericano y la reflexión teológica que se desencadenó a partir de Medellín, sobre todo. El proyecto Palabra Vida de la CLAR, la propuesta de una refundación a partir de la Palabra de Dios y la vuelta a la intencionalidad carismática de las comunidades u órdenes, en respuesta a los desafíos de las realidades del continente, fue seguido por el proceso de lectura a partir del camino de Emaús y la lectura orante de la Palabra de Dios6. Centrar la vida en la Palabra, renacer desde una lectura orante que incentive
la experiencia mística como constitutiva y constituyente de profecía, ha sido uno de los grandes logros de la Vida Religiosa en estos cincuenta años. La petición de Dei Verbum, con relación al papel de la Palabra de Dios en la vida del creyente, ha encontrado en la Vida Religiosa la mejor de las respuestas7. Aún falta mucho por hacer pero sigue la búsqueda de centrar las experiencias de la vida cotidiana en la Palabra que como espada de dos filos va cortando la vida cotidiana, diseñando en cada comunidad un espacio anticipado del Reino. Ha buscado realizar así la petición designada por el Concilio, el cual exhortó “con vehemencia a todos los cristianos, en particular a los religiosos a que aprendan “El sublime conocimiento de Jesucristo”, con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. “Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo”8. II La opción preferencial por los pobres Algunos soñaron con que el Concilio se dedicara preferentemente al asunto de los pobres y la pobreza en el mundo9. Ello no fue así pero sí posibilitó que
5 Francisco de Asís señalará que la regla fundamental de su orden es el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
Y así los demás fundadores, pero los sucesores no siempre tuvieron esa claridad y las reglas parecían ser la norma fundamental. 6 La expresión refundación generó algunas discusiones en cuanto a su significación, desde la CLAR siempre significó la propuesta de Perfectae Caritatis de vuelta a la Palabra y a la intencionalidad y espiritualidad fundacionales. 7 Dei Verbum, 22. 8 Dei Verbum, 25.
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Medellín orientara su lectura del concilio hacia el asunto de la justicia y las estructuras de pecado generadoras de la misma. Los pobres como favoritos del Reino, recuperaron su condición porque la iglesia del continente optó por ellos y provocó así la aparición en su seno de reflexiones teológicas que buscaron interpretar lo que Puebla señalo como los rostros que expresaban los rostros sufrientes de Cristo el Señor10. La Vida Religiosa, con algunos casis, lejana de las angustias y esperanzas de los pobres, se sintió urgida y llamada, no sólo a pensar en los pobres, sino a
compartir con ellos su destino y asumir sus causas como propias. Un éxodo hacia los sectores populares y hacia las situaciones de frontera se dio, no sin dificultades, oposiciones, señalamientos y sospechas. Algunos y algunas, heridos o difamados por su radicalidad en asumir una causa y una inserción cada vez más exigente, fueron cediendo ante el cansancio que generaron tensiones y conflictos y dejaron la Vida Religiosa en los sectores marginados y las realidades de frontera continúan allí, superando los tiempos de confrontación, siendo serena presencia discreta y fiel. Cincuenta años después, e iluminada por las orientaciones del magisterio latinoamericano y el de la Iglesia universal, la Vida Religiosa del continente tiene claro que el asunto de los pobres y de la opción por su causa no es cuestión de ideologías o de posturas políticas, sino asunto de evangelio y de verdad del cristianismo. Atrás van quedando las discusiones inútiles acerca de quienes son los pobres o si nos vestimos de esta manera o la otra para tomar el pulso en seriedad de una opción preferencial que une al académico con el obrero, al empleado público con el analista científico, al barrendero con el profesor universitario. Ambos asumen la causa
9 Es conocida la propuesta del cardenal Lercaro al respecto y de otros cardenales a los inicios de la asamblea
conciliar. 10 Puebla 31-39.
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de los pobres como causa porque ello es esencial a la fe en Cristo el Señor11. III. Al gran voto de vivir el Evangelio Los votos de castidad, pobreza y obediencia han sido considerados la esencia de la Vida Religiosa. No es de esta reflexión el analizar los factores que han conducido a muchos analistas a mirar de manera crítica la manera como ellos se expresan en algunas modalidades de Vida Religiosa lo interesante está en que la petición del Concilio, de tener como norma suprema el seguimiento de Cristo, tal como se propone en el Evangelio12 propicio el desarrollo de una teología de la Vida Religiosa centrada en este seguimiento de Jesucristo y en la vivencia del Evangelio como criterio fundamental y en este contexto se ubica el sentido de la consagración por los votos. No es para vivir los votos que nos hacemos religiosos, sino para vivir el Evangelio desde los votos. Ellos, como llamada a “una renovación espiritual, a la que hay también que conceder siempre el primer lugar en la promoción de las obras externas”12, están siempre orientados hacia el seguimiento de Cristo y la unión con Dios. Medellín, situando la vocación a la Vida Religiosa
en el conjunto de la llamada común de todos los cristianos por el bautismo a la construcción del Reino, señala que “el religioso ha de encarnarse en el mundo real y hoy con mayor audacia que en otros tiempos: no puede considerarse ajeno a los problemas sociales, al sentido democrático, a la mentalidad pluralista, de los hombres que viven a su alrededor”14. Orienta así Medellín a una apertura mayor en la comprensión de la consagración religiosa por los votos a una dinámica de vivencia del Evangelio en perspectiva profética atenta a la realidad. Esta dimensión de los votos comprendidos y vividos dentro de la más amplia perspectiva de nuestra condición de seguidoras y seguidores de Jesucristo el Señor ha sido uno de los elementos más insistentes en el desarrollo de la teología de la Vida Religiosa que se ha venido construyendo en el continente. Asuntos como la implantación del Reino, el compromiso con la presencialización del mismo a través y mediante estructuras comunitarias ágiles y testimonios evidentes de una común unión que se verifica en hechos y palabras son parte integral de la comprensión de los votos como consagración para la misión en comunidad fraterna.
11 Benedicto XVI en el discurso inaugural de Aparecida señaló que la opción por los pobres pertenece a la esencia de la fe cristológica. 12 Perfectae Caritatis, 2a. 13 Ibid. 14 MEDELLIN, Religiosos, 3.
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IV. A la novedad de nuevas expresiones La relectura del carisma y la espiritualidad de la propia comunidad u orden generaron en la Vida Religiosa latinoamericana toda una dinámica que condujo a muchas comunidades a realizar procesos de reflexión y colaboración entre las provincias, regiones y comunidades de los diversos países del continente. Experiencias igualmente de colaboración en orden a la formación inicial y permanente que han generado una mayor conciencia de la diversidad latinoamericana y la necesidad de interculturalidad e integración no sólo en orden a las acciones en común para responder a la misión, sino igualmente a los procesos de vuelta a lo fundamental en orden al ser. La propuesta de la CLAR de meditar, discernir, reflexionar y buscar implementar una Vida Religiosa místico profética al servicio de la vida, capaz de escuchar los clamores del pueblo de Dios, ha sido determinante en la promoción de un tránsito de lo que quiero denominar modelo conventual al modelo de hogar. Y con esto no quiero, mal podría hacerlo, cuestionar o echar por tierra un modelo de vida que tanto bien produjo a tantos y tantas hermanos y hermanas, sino con realismo y sentido de futuro, señalar el horizonte por el modelo que se gestó a la luz de las demandas de la relectura del Concilio desde la realidad latinoamericana y caribeña.
Un modo de vida centrado en los horarios, la obediencia incondicional a los superiores, el control de lo mínimo en el orden de la pobreza por parte de los ecónomos y la vigilancia mutua que caracterizaron al modelo conventual de grandes comunidades en edificios y mansiones rodeadas de jardines y bosques ha sido sustituido por el hogar como la búsqueda de pequeñas fraternidades en donde cada uno y cada una se identifican y la realidad de la vida común se ve retada por el convivir cotidiano que muestra la verdad de cada vida y la diversidad de criterio y pareceres que aportan a la unidad y a la convivencia en sinceridad y armonía. Y esta dinámica se ha buscado incluso en las comunidades viviendo en grandes edificios en los cuales, en no pocas ocasiones viven dos o tres comunidades independientes unidas por una misma fraternidad de común unión. Así, de una vida hecha por los sistemas y estructuras se fue pasando a una vida en continuo hacerse por la confrontación con la Palabra del Señor que ilumina las realidades vividas. Nuevas expresiones de la Vida Religiosa, articuladas en el modelo de hogar se han implementado a todo lo largo y ancho del continente, hasta en la vida contemplativa; esta ha realizado experiencias sugestivas de monacato en los sectores populares, reemplazando incluso los modelos arquitectónicos tradicionales por la casa-hogar en medio
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del fragor y las luchas de los pobres. Porque los pobres también guardan sus silencios y la vida contemplativa puede callarse al escuchar los gritos sin oyentes de los pobres y oprimidos. Las pequeñas comunidades han sido la expresión mayor de una Vida Religiosa que ha pasado del sistema conventual al modelo de familia hogar, en donde la recuperación de la verdad de cada uno y cada una ha ido superando las uniformidades o los gregarismos por una aceptación de la persona en comunidad fraterna. Para construirse a imagen de la santa Trinidad, la Vida Religiosa latinoamericana y caribeña ha buscado aprender a vivir la diversidad y la intercongregacionalidad como una oportunidad para un mejor testimonio de los valores del Reino15. V. A la prioridad de la comunión Se inició desde ayer con la propuesta conciliar y se ha venido solidificando a lo largo de estos cincuenta años. De un predominio del sujeto expresado en la búsqueda personal de santidad a una vuelta a la comunidad como la manera más explícita y acorde con la tradición neotestamentaria de vivir la experiencia de humanidad desde la Vida Religiosa. El énfasis en la vida común se ha visto realizado en las pequeñas comunidades en las cuales se viva una fraternidad caracterizada por el encuentro cotidiano con la otra
o el otro en donde la espiritualidad se hace vitalidad existencia y las relaciones interpersonales se solidifican y fortifican en la búsqueda común de la misión. Vale la pena mencionar a este respecto el valor que se ha dado en el continente al trabajo en equipo, a los planes personales, comunitarios, provinciales e interprovinciales. El sentido mayor que se le concede a la evaluación periódica de manera que se vayan colocando los correctivos a tiempo en lo que se refiere a la vida común y a la misión institucional. Aspectos que han fortalecido el sentido comunitario y reemplazo de los logros personales o de las acciones con nombre propio. Varias comunidades en el continente han realizado programas continentales de reflexión, espiritualidad, o colaboración a nivel de los procesos formativos
15 Perfectae Caritatis.
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iniciales y permanentes y misiones en común, sobre todo en inserción entre los más pobres y en comunidades marginalizadas del campo y las ciudades. Un sentido corporativo mayor se ha incentivado en muchas órdenes y comunidades de América Latina. La misión dada a la comunidad, incluso en las estructuras tradicionales como las parroquias, ha retomado el sentido comunitario cuando comprendemos y buscamos asumir que las parroquias que se encomiendan a los religiosos no se encomiendan a personas en particular sino a la comunidad religiosa que propone el nombramiento, por parte del Ordinario del lugar, de los diversos servicios que la caracterizan hoy, como párrocos, vicarios, cooperadores o administradores parroquiales, por ejemplo. La Vida Religiosa masculina, más proclive a una clericalización absorbente, se ve así también estimulada a desarrollar la comunitariedad sustituyente de los individualismos exacerbados. Sin embargo, una puesta en práctica del sentido que tiene el ser religioso ordenado pareciera todavía no corresponder a la experiencia de las comunidades clericales en las cuales los religiosos, en sus prácticas y actitudes se ubican más cercanos a un modelo de clérigo sin controles, que a un religioso en misión comunitaria.
Las pequeñas comunidades han sido la expresión mayor de una Vida Religiosa que ha pasado del sistema conventual al modelo de familia hogar Uno de los acentos que caracterizan la búsqueda de las nuevas generaciones en la Vida Religiosa contemporánea16, como en la latinoamericana, ha sido el valor de la experiencia comunitaria. En un tiempo en donde el individualismo se impone y los intereses de los sujetos se colocan sobre los de la comunidad o sociedad, es realmente profética esta renovación del sentido comunitario de la vida. Esta sensibilidad comunitaria, unida a una búsqueda de compromiso con la implantación del Reino, desde el testimonio de hombres y mujeres unidos en una misma comunión de carisma y espíritu es uno de los aspectos que más atrae y provoca, precisamente por sus sentido testimonial ante tanta soledad acumulada que viven nuestros contemporáneos. VI. A la renovación Creo que lo más pertinente que podemos afirmar, con relación al
16 El Congreso de Vida Religiosa de Roma y los Congresos de Nuevas Generaciones de la CLAR han señalado este acento por parte de las nuevas generaciones.
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fruto de la conmoción generada por el Concilio en la Vida Religiosa latinoamericana y caribeña estos cincuenta años, ha sido un tránsito de una mentalidad de conservación que mantenía lo establecido y preservaba de la incertidumbre, a una búsqueda real de renovación comprendida, no como reforma sino como provocación y creación de novedad.
y en las búsquedas de presencias significativas en medio de las víctimas y los y las excluidos y excluidas. Pero afirmando lo anterior no estoy negando igualmente los grandes avances de la Vida Religiosa masculina, ahora más inserta igualmente en el corazón de las angustias y esperanzas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los más pobres17.
Algo nuevo ha venido sucediendo, incluso, acciones y realidades inesperadas e inusitadas. Mujeres que se preservan del mal andando siempre acompañadas de dos en dos y encerradas en grandes propiedades en solaz invernadero, se fueron a los suburbios de las grandes ciudades, se untaron del barro de los campos y se identificaron con indígenas y abandonados y comunidades negras segregadas y marginadas. Mujeres que temían la voracidad de las ideologías ateas y librepensadoras se fueron a las universidades y provocaron desarrollos de saber contribuyendo con tantas otras a la reivindicación de la causa femenina y a la presencia adulta en los terrenos de la ciencia y la cultura. Porque ciertamente, no me cansaré de repetirlo, la Vida Religiosa femenina ha llevado la delantera en la reflexión y praxis de la teología de la Vida Religiosa renovada
Los documentos oficiales del magisterio latinoamericano reconocen esta mutación singular de la Vida Religiosa, no siempre comprendida en sus intenciones. Puebla dirá que “los religiosos, en general, se han renovado, se han acrecentado las relaciones personales a nivel de comunidades y también entre las distintas familias religiosas. Las presencia de los religiosos en las zonas pobres y difíciles se ha intensificado. Tienen a su cargo la mayoría de las misiones entre indígenas”18. Y Aparecida hace eco de estas afirmaciones cuando señala que la Vida Consagrada está llamada a vivir la tensión creativa por el Reino, entre el ser y el hacer, entre ser testigos de Dios y estar insertos en el tejido social, especialmente entre los pobres y excluidos, allí donde la
17 Gaudium et Spes, 1. 18 PUEBLA 121.
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vida y la dignidad están amenazadas. Como levadura en la vida secular, como escuela de oración y de valores trascendentes, en su experiencia contemplativa y en un caminar al lado de los más pobres en aquellos lugares de frontera límite, en sus experiencias apostólicas19. Si algo es paradigmático de esta conmoción que ha sufrido nuestro estilo de vida en este continente han sido los testimonios de martirio como la prueba mayor en la fe que han padecido tantos y tantas religiosos y religiosas a lo largo de todo el continente. La CLAR realizó un estudio de este martirologio en orden a una celebración continua de estas vidas entregadas por estar de lado de los humildes, de los sin voz y por unir a ese estar la palabra profética, que denunció estructuras injustas descubrió a responsables de la opresión y puso al descampado la causa estructural de tantos males que han sido ancestralmente atribuidos a la fatalidad o incluso a Dios. Una Vida Religiosa que dejó de ser ingenua para ser conciencia crítica de toda estructura opresora, es el don mayor del Espíritu a esta América Latina y Caribe en proceso de reencuentro consigo misma y de diseño de alternativas de construcción como identidad liberada y liberadora20.
Novedad en las búsquedas, novedad en el ardor, proponiendo alternativas no siempre bien interpretadas pero continuando en fidelidad eclesial y en búsqueda de comunión sin ceder a las grandes opciones realizadas a la luz de lo que el Vaticano II y las conferencias
Algo nuevo ha venido sucediendo, incluso, acciones y realidades inesperadas e inusitadas
19 APARECIDA 183. 20 Cfr. Celebraciones de los religiosos y religiosas mártires del continente, CLAR, 2010. Colección de celebraciones los mártires de cada una de las 22 conferencias de Religiosos y religiosas que construyen la confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas, CLAR.
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episcopales posteriores de Medellín, Puebla, Santo Domingo y, más recientemente, Aparecida pidieron a la Vida Religiosa o reconocieron en ella. Ciertamente que algunas expresiones de estos mismos documentos merecen consideraciones y apuntes de precisión21 pero ello no desdibuja el compromiso mayor de la Vida Religiosa que los mismos documentos eclesiales señalan con maestría. Y no puedo finalizar esta reflexión sin hacer especial mención de reconocimiento a la valentía y entereza profética, al rol singular que han ejercido a lo largo de estos cincuenta años posteriores al Vaticano II la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas CLAR y las conferencias nacionales, junto a la confederación de Religiosos y Religiosas de las Antillas CRA. Con seriedad teológica, con constancia admirable, con serena búsqueda de comunión eclesial y con genuino talante profético han sido iluminación para las religiosas y religiosos y faro orientador de las respuestas que urgentemente han reclamado coyunturas complejas o trágicas que han afectado a los diversos pueblos del continente. Impulsando una espiritualidad centrada en la
Palabra Santa de la Escritura, ante todo de la Escritura Neotestamentaria, manteniendo con entusiasmo y firmeza la opción preferencial por los pobres y excluidos, descubriendo el sin igual valor de la mujer y lo femenino, leyendo las demandas de las nuevas generaciones y la juventud, orientando hacia un modelo de Iglesia comunión y participación buscando una respuesta a los gritos de los sujetos de siempre que ahora se ofrecen como nuevos: indígenas, migrantes, campesinos, comunidades afroamericanas, segregados por su orientación sexual. Todos aquellos y aquellas que hoy encarnan los gritos sufrientes de Cristo el Señor y rostros que reafirman el porqué la opción preferencial por ellos, pertenece a la esencia de la fe cristológica.
21 Como las relativas a una secularización de la Vida Religiosa o a radicalizaciones horizontalidoras que han podido corresponder a algunos sectores minoritarios pero no son expresiones del grueso de la Vida Religiosa del continente. Cfr. Puebla 122; Aparecida 219.
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¿La Vida Religiosa
en Inserción o la Inserción en la Vida Religiosa? Hno. Gustavo Llaguno Velasco, msps
É
«El ámbito del acercamiento de Dios es la vida y la historia […] Dios no se acerca separado de esa vida y de esa historia, sino en ellas; ni otorga la salvación separando al ser humano de esa vida y de esa historia, sino sanándolo, humanizándolo, potenciándolo y comunicándose a sí mismo en ellas» Jon Sobrino
ramos estudiantes de filosofía e íbamos de apostolado los fines de semana a una colonia marginal de la ciudad de Guadalajara. La realidad de la localidad era muy dura: violencia, droga, alcoholismo, desintegración familiar, pobreza, falta de servicios públicos, basura, etc. Un día conocí el lugar donde los hermanos Testigos de Jehová tenían sus reuniones dominicales; se me ocurrió ir y hablar con el encargado. Así que llegué y toqué la puerta y me dejaron pasar; en ese momento estaban reunidos para escuchar la predicación de su pastor; yo estaba escuchando en la parte trasera del salón, luego, terminó la reunión y la gente se formó para comprar el “Atalaya”1; se fueron yendo y pregunté si podía platicar con el pastor; pasé a 1 Publicación periódica de los Testigos de Jehová.
una sala y me recibió un hombre muy amable. Con él platiqué, me presenté y le hice el siguiente planteamiento: “…mire, ustedes, los Testigos de Jehová, y nosotros, los católicos, trabajamos en la misma colonia. Ustedes saben de la difícil realidad que se vive, así que le propongo algo: ¿qué le parece si hacemos algún proyecto juntos? A pesar de nuestras diferencias religiosas tal vez pudiéramos unir fuerzas para que en nuestra colonia haya menos basura, menos violencia, más servicios públicos, etc… ¿Qué le parece?” El pastor se quedó pensando un momento y me contestó lo siguiente: “Agradezco mucho su visita y su intención, pero déjeme le explico. Como dice Juan 16,19: «Si pertenecieran al mundo, el mundo los amaría como cosa propia, pero ellos no pertenecen al mundo». Nosotros
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Este encuentro con el pastor me recordó el gran movimiento de “fuga mundi” de los/ as monjes antiguos creemos que no pertenecemos al mundo y por lo mismo no nos involucramos en cuestiones políticas, sociales o económicas.” Me dejó impactado su respuesta, parece que no había más que hablar. Le di las gracias por recibirme y me despedí amablemente. Este encuentro con el pastor me recordó el gran movimiento de “fuga mundi” de los/as monjes antiguos, quienes en protesta de la manera antievangélica de vivir de parte del mundo, renunciaban radicalmente a él, yéndose al desierto y al monasterio. ¿Cómo entender eso de que “estamos” en el mundo, pero no “somos” del mundo? El Concilio Vaticano II, siendo dócil al impulso del Espíritu Santo, comenzó un proceso de acercamiento al mundo; el “mundo” no es el enemigo, sino que se trata de acercarnos a él, comprenderlo mejor y evangelizarlo desde adentro. El giro eclesiológico fue muy fuerte, ya que se pasó de que “fuera de la Iglesia no hay salvación” al llamado de que la Iglesia se convierta en “principio y sacramento de salvación en el mundo”. Se invitaba a escudriñar los signos de los tiempos e
interpretarlos a la luz de la Palabra de Dios (cfr. GS 4). El tema que llamaba más la atención en la realidad europea era el “secularismo”, pero el tema que llamaba más la atención en América Latina era más bien el sufrimiento de millones de personas empobrecidas por las estructuras políticas, sociales y económicas existentes. Fue así que en las Conferencias Episcopales y en la Vida Religiosa (VR) de América Latina se inició todo un proceso de acercamiento a la realidad sufriente de los pobres; incluso se considera al pobre como realidad “teologal”, ya que en él está presente el mismo Jesús que sufre. Mucho dijeron al respecto Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, de parte del CELAM; así como la CLAR desde la década de los 70´s hasta nuestros días. Hay citas y referencias de sobra. Este movimiento del Espíritu en la Iglesia Latinoamericana fue llevando a la VR a ser expresión de la creatividad del Espíritu a través del surgimiento de una nueva forma de vida consagrada: la VR en inserción. Ésta forma de VR se comenzó a ensayar en los años Informativo
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70´s, con aciertos y con errores, y suscitó polémica; algunos hablaban de que esa era la forma que debían de vivir todos/ as los religiosos de América Latina, mientras que otros consideraban a la VR en inserción como fruto de una ideología que llevaba a la infidelidad del carisma fundacional de las respectivas congregaciones religiosas. Nos encontramos ahora a más de 40 años desde la celebración del Vaticano II, y siguen habiendo muchas comunidades religiosas en inserción. Después de 40 años se pueden reconocer importantes aprendizajes, y podemos afirmar una cosa: la VR en inserción sigue siendo válida y sigue siendo expresión del movimiento del Espíritu. Pero habría que distinguir entre la VR en inserción y la inserción en la VR, que no es lo mismo. Cuando hablamos de la VR en inserción, nos referimos a las comunidades de religiosos/as que viven desde esa forma específica de VR, con sus respectivas modalidades. Existen muchas formas y estilos de VR como el contemplativo, misionero, magisterial, de especialización, parroquial, etcétera, y el de inserción es uno más, pero que quede claro que no es ni mejor ni peor que las otras formas y estilos. No se trata de que por el hecho de que surja esta forma nueva, entonces haya que descalificar las otras. Más bien se trata de abrir nuevos horizontes para enriquecer el cuerpo de Cristo, que es el Pueblo de Dios.
Existen diversas modalidades como VR en inserción, como por ejemplo: religiosos/as que llevan una inserción laboral como los Hermanitos/as de Jesús, que viven de misión e inserción cultural en pueblos indígenas, que viven en inserción y ofrecen servicios profesionales específicos como medicina alternativa, psicología, etc., que viven en inserción y se comprometen desde una organización civil, religiosos/ as que viven en un barrio marginal, pero ejercen su misión solo desde una inserción eclesial, y puede haber muchas modalidades más. Actualmente escribo este artículo desde la comunidad de inserción a la cual pertenezco desde hace cuatro años, y me gustaría mencionar algunas características que me parecen indispensables en toda comunidad de VR en inserción: - Lugar social marginal: me parece que una novedad de una comunidad de inserción, es el desplazamiento social y geográfico de sus miembros a la marginalidad. No solo se quiere ejercer la misión “para” la gente sencilla, sino que se busca ejercerla “con” ellos, por ello lo primero será vivir en medio de ellos. - Estilo de vida sencillo: otro elemento indispensable es llevar de manera personal y comunitaria un estilo de vida sobrio, austero y sencillo. Aprender a vivir de manera solidaria como la gente sencilla. Al hacer esto uno descubre que es poco lo verdaderamente necesario para vivir dignamente.
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Discernimiento y Contemplación: aunque éste es un elemento para toda la VR, en la inserción sucede que estamos en medio del caos social y existe el riesgo de perderse. Es por ello que, tener espacios de silencio, oración y discernimiento, se vuelven imperativos para ser parte del impulso del Espíritu en medio del caos. Fineza en la Vida Comunitaria: sucede que las relaciones comunitarias en la VR en inserción se vuelven intensas y exigentes, ya que los hermanos/as vivimos en un espacio pequeño y convivimos mucho; es por ello que el diálogo, la solución de los conflictos y el trato mutuo requiere mucha fineza en cuanto a las actitudes fraternas. Focalización de la misión carismática: otro riesgo en la inserción, es que el horizonte de misión puede ser muy amplio y nos podemos dispersar y convertirnos en “todólogos” y en “apaga fuegos”. Es por ello que, desde nuestro aporte carismático, habrá que focalizar en qué aspectos de la sociedad e iglesia local queremos aportar y de qué formas específicas. Una tentación permanente para los Institutos Religiosos masculinos, es resolver el problema tomando una Parroquia y focalizar la misión desde el servicio sacramental. Una cercanía con pocos “filtros”: muchas veces vivimos
en comunidades donde el acceso de nuestro cuarto a la calle requiere pasar por muchas puertas: la del cuarto, la de la comunidad, la del templo, la de la calle, etc. En una comunidad de inserción se requiere que haya pocos filtros para acceder a la realidad y para que la gente acceda a nosotros. Eso nos permitirá tratar directamente con la gente y que a ella le sea fácil poder platicar y convivir con nosotros. Esto requiere de parte del religioso/a tolerancia para que en no pocos momentos, sus espacios de privacidad sean invadidos. Éstos me parecen que son algunos elementos indispensables en toda VR que quiere vivir en la forma específica de la inserción. Ésta será una forma de vivir la VR que busca ser fiel a la moción del Espíritu, no sola, sino formando cuerpo junto con otras formas de VR igualmente válidas. La VR en inserción ha hecho aportes importantes a la VR en general, y por ello también hablo de la inserción en la VR. No se trata de que todas las comunidades religiosas vivamos desde un estilo y forma específica de inserción, pero sí es importante integrar en nuestra vida y misión elementos de una mística de inserción. ¿A qué nos referimos con ello? Me gustaría apoyarme en una intuición del profeta Isaías cuando dice: «Como la lluvia y la nieve caen del cielo, y sólo regresan allí después de empapar la Informativo
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No se trata de que todas las comunidades religiosas vivamos desde un estilo y forma específica de inserción, pero sí es importante integrar en nuestra vida y misión elementos de una mística de inserción tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así será la palabra que sale de mi boca: no regresará a mí vacía, sino que cumplirá mi voluntad y llevará a cabo mi encargo» (Is 55,10-11). A pesar de que la VR no solo es una forma de existencia cristiana entre otras —además de los laicos y los ministros ordenados— sino que dentro de ella existen muchas formas específicas de vivir la consagración, debemos comprender que nuestra vida y misión no deben de ser ajenas a lo que sucede en el mundo, sino que, a ejemplo de nuestro modelo, Jesús, debemos vivir en una dinámica de encarnación-inserción como Él lo hizo. Incluso los monjes y monjas de vida contemplativa tienen una parte importante en ello, ya que su vida se convierte en el anuncio profético de que por encima de todo está Dios y su Reino, y en sus oraciones ofrecen el sufrimiento de los hombres y mujeres contemporáneos. Queramos o no, por el hecho de vivir en este mundo, nuestras vidas afectan a los procesos de nuestras sociedades, a veces más, a veces menos. La cuestión es saber si somos conscientes
de ello y habrá que verificar si estamos afectando para que el Evangelio se encarne o no. Todas las formas de VR estamos llamados a ser mediadores de Dios para empapar la tierra de nuestro mundo, de fecundarlo con el Reino y hacerlo germinar. Hacia allá apunta nuestra misión, no aislándonos del mundo, sino a humanizarlo desde adentro. Dicen los obispos en el documento de Aparecida: «Hay que subrayar la inseparable relación entre el amor de Dios y el amor al prójimo, que invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes» (DA 358). Al decir que “estamos” en el mundo pero no “somos” del mundo, habrá que precisar en qué sentido lo decimos; por un lado se habla de que la VR está llamada a valorar la cultura y a entrar en un proceso de in-culturación, y por otro lado se dice que la VR está llamada a ser contra-cultural. Gregorio Iriarte, al hablar del proceso evangélico de inserción, dice que debemos discernir en qué hay que “insertarse” y en qué hay que “distanciarse”, ya que en muchos
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religiosos/as existe el peligro de que al “insertarse” van asumiendo una falsa inserción al querer vivir, con todas sus implicaciones, la realidad del mundo actual con sus propios anti-valores2. Por una parte, tenemos el reto de insertarnos, sumergirnos, escuchar, conocer, analizar, gozar y sufrir el mundo y sus culturas, pues es allí donde ejercemos nuestra misión, es allí donde está Jesús crucificado en la gente que sufre; si no conocemos nuestro mundo, nosotros mismos podemos ser parte de las dinámicas de muerte de nuestra sociedad. Eso es parte de “estar” en el mundo y entrar en proceso de inculturación. Pero, por otra parte, también tenemos el reto de discernir y distinguir entre aquellos elementos del mundo que generan vida y los que generan muerte. Vivir de forma contracultural significará, no estar en contra de la cultura, sino estar en contra de los elementos que generan muerte en las culturas y en nuestras sociedades; es por ello que como VR habrá que ser solidarios con los elementos que generan vida e insolidarios con los que generan muerte, y por ello habrá que distanciarnos de los mismos en cuanto a nuestra manera de vivir, pero al mismo tiempo habrá que acercarnos a ellos para acompañar a las víctimas de los mismos e intentar humanizarlos.
Vivir de forma contracultural significará, no estar en contra de la cultura, sino estar en contra de los elementos que generan muerte en las culturas Discernir esto no es nada fácil; por ello necesitamos discernir, no solo de manera individual, sino también juntos, buscar, sentir y secundar la moción del Espíritu en la realidad. Necesitaremos de nuestros hermanos de comunidad, de otras comunidades religiosas, de otras congregaciones, de los ministros ordenados, del magisterio de la Iglesia, de los laicos y agentes de pastoral, para enriquecer nuestro discernimiento y nuestras prácticas que se deriven de ello. Si hoy me encontrara de nuevo con el pastor Testigo de Jehová, buscaría decirle: “Mire, pues nosotros creemos que también estamos en el mundo, como ustedes, pero que, a ejemplo de Jesús, nos exige meter las manos en el mundo para ser constructores de paz, justicia y fraternidad en la sociedad. En Jesús, la Palabra se hizo carne; nosotros también queremos ayudar a encarnar la Palabra de Dios en el mundo”.
2 Cf. Gregorio Iriarte, OMI, “La Vida Religiosa inserta: una forma alternativa de vivir en: Revista CLAR, Año XLV, No. 2, Abril-Junio 2007, pp. 32-34.
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Encuentro
de Vida Religiosa Indígena Octubre 2014 Encuentro de Vida Religiosa Indígena. el 16 al 19 de octubre la Conferencia de Superiores Mayores de México -CIRM-, junto con la Dimensión de Pastoral Indígena de la CEM y el equipo de Religiosas Indígenas se realizó el XIV Encuentro Nacional de Vida Religiosa Indígena en la comunidad Náhuatl de Naupan, Puebla, Arquidiócesis de Tulancingo. Participamos 42 hermanas de diferentes congregaciones y culturas: Náhuatl, Mixteca, Tzeltal, Rarámuri, Chinanteca, Totonaca, Quechua del Altiplano de Bolivia, Maya-Q’eqchi’ de Guatemala, Hñahñú, Popoluca, Maya y Maya Chontal. El tema fue: “Implicaciones de ser mujer, religiosa indígena hoy” Compartimos el trabajo previo que de antemano habíamos reflexionado, orado, discernido. Compartimos momentos de búsqueda y oración, guiadas por la experiencia de nuestras hermanas mayores que nos anteceden en el camino, para fortalecer nuestra identidad de religiosas sin
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dejar de ser indígenas. Nos inspiró el Lema: “Vida Religiosa Indígena, rostro y corazón de Dios para dignificar la humanidad”. Fueron tres días de profundo encuentro de hermandad, sororidad, de conocimiento de nosotras mismas, de relax y alegría, fuimos palpando la ternura de Dios expresada en la gente del pueblo que con calidez y sencillez nos recibieron con el enfloramiento símbolo de acogida, nos hospedaron en sus casas y ofrecieron los alimentos. Nos sentimos muy acompañadas por Dios, Madre-Padre Creador/a y Formador/a, Corazón del cielo, Corazón de la tierra que sigue haciendo camino con nosotras y nos confía la
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herencia que recibimos de nuestros/as antepasados/as. Estamos agradecidas por esta honda experiencia de su amor y providencia. Bendito Dios que nos permitió ponernos en camino, de norte a sur, para reunirnos en Naupan a compartir nuestro caminar, tejiendo al lado de nuestros pueblos y comunidades religiosas el petate multicolor de la historia. Eligieron al nuevo equipo coordinador: 1. Hna. Sofía Guadalupe López Nicio, Carmelita Misioneras de Santa Teresa - Mixteca 2. Hna. Florencia Ramírez García, Hermanas de San José de Lyon Popoluca
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3. Hna. Zenaida Girón Hernández, Dominicas de la Reina del Rosario Tzeltal 4. Hna. Dora Estela Tupil May, Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús - Q’eqchi’
COMUNICADO
A Nuestras Hermanas Animadoras de las Congregaciones Femeninas Acabamos de terminar el XIV Encuentro Nacional de Vida Religiosa Indígena y hermanas que acompañan a nuestros pueblos, cuyo tema fue: “IMPLICACIONES DE SER MUJER, RELIGIOSA INDÍGENA, HOY”. Hemos participado 42 hermanas de diferentes congregaciones y diferentes culturas y carismas. Agradecemos el apoyo y apertura que nos han brindado para realizar nuestros encuentros de reflexión, oración, convivencia. Agradecemos a la CIRM el acompañamiento, también a nuestras hermanas y hermanos que han entregado sus vidas para conservar y transmitir nuestra cosmovisión, espiritualidad, historia de salvación que hoy por hoy reconocemos como el paso de Dios Madre-Padre en nuestros pueblos. La reflexión y estudio que hemos compartido durante este encuentro, así como durante el tiempo de preparación para el mismo, nos han revelado la opción que en su momento tomó Tonantzin Guadalupe al elegir como mensajero muy digno de confianza a Juan Diego para ser portador de la Sabiduría y vida de nuestros antepasados frente al Obispo Fray Juan de Zumárraga. Informativo
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Otros fundamentos para nuestro estudio han sido los documentos eclesiales emanados de la reflexión episcopal latinoamericana. Sabemos que en este momento es necesario que nosotras también demos nuestra voz como Vida Religiosa indígena ya que tenemos la herencia recibida de nuestros antepasados y la debemos transmitir a las nuevas generaciones para seguir fortaleciendo entre otros: la experiencia de vida comunitaria, el sentido de pertenencia de la madre tierra, la unión con el cosmos, la revitalización de las asambleas, la importancia de la fiesta que celebra la vida, el tequio; expresiones todas ellas de la solidaridad entre nosotras y vinculación con lo divino. Sabemos que esta riqueza es propia de nosotras, hermanas indígenas, que no siempre han encontrado la tierra propicia para que fructifique. Agradecemos a nuestras hermanas que han volteado su mirada a nuestros pueblos originarios y han reconocido y valorado la riqueza que en ellos han descubierto. Como Vida Religiosa Indígena continuamos en búsqueda y camino para seguir reconociéndonos como pueblos originarios de estas tierras, que podemos además enriquecer la reflexión y la experiencia de Dios en sectores de la Iglesia que no son indígenas. Atentamente, Participantes en este XIV Encuentro de Vida Religiosa Indígena
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CUENTO:
LA BARRENDERA FELIZ (Cfr. Lc. 15, 8-10)
Mari Aranda,sm Detorit, EUA. 24 de septiembre del 2013
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abía una vez una señora que era muy grande y muy sabia, y por eso era pobre.
Esta señora grande, sabia y pobre perdió en su casita una monedita. La señora se puso muy triste, y ni tarda ni perezosa se puso a buscarla. La buscó en el ropero, la busco entre su ropa; la buscó en sus bolsas, la busco en su recámara, en la cocina y hasta en el patio. Revolvió su casa buscándola. Preguntó a las vecinas, a la gente del pueblo y siguió buscándola. Mientras tanto la monedita también estaba muy triste, se había caído del monedero de la señora y no había nadie que la levantara. Estaba tirada en el suelo, ese lugar era frío, oscuro, sucio y lleno de telarañas. La pobre monedita tenía mucho miedo porque además estaba solita. Así sin
poder hacer otra cosa, se puso a llorar de desconsuelo, esperando contra toda esperanza a que su Señora la encontrara. Mientras tanto la señora, como loca, seguía buscándola. La buscó en la sala y también en el lavadero, la busco en el baño y en cada trastero. Salió por la escoba y empezó a hurgar en cada rincón de la casa. Como se hacía de noche se fue por una lámpara y siguió buscándola. Se sentía cansada y hambrienta, su pérdida le había hecho olvidar su apetito. Regresó a su cuarto, y con gran dificultad se agachó para barrer debajo del ropero, cuál no sería su sorpresa al encontrarla. Con la escoba la atrajo hacía sí, la tomó en sus manos, la lavó y le dio un beso. Se puso feliz, bailaba de alegría, cantaba de entusiasmo. Salió corriendo de la casa, llamó a las vecinas para compartirles su gozo y enseñarles la monedita. Ellas también se alegraron Informativo
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Cuento 1
pero creyeron que la señora había perdido su sabiduría. –“Hacer tanta alharaca por tan poca cosa” se decían – “se le ha botado la chaveta, sin duda”.
porque eres mía, y siempre te tendré a mi lado porque me haces muy feliz”. La monedita no podía creer lo que había escuchado, su señora le había hablado en su propia lengua moneril y de repente sintió como que su valor había subido.
La monedita entre tanto se sentía feliz, había sido rescatada, en lugar del frío suelo ahora tenía el calor de la mano de la señora, de la oscuridad ahora tenía luz, lejos de las telarañas, la Señora la había limpiado y besado, con un beso que le supo a nieve de chocolate.
Ahora la monedita ya no vive en el monedero de la Señora, ahora ella la guarda en sus senos muy cerca de Su corazón.
Después de haberla presumido con sus comadres, la Señora le dijo a la monedita: -“Tú eres mi monedita, nunca te voy a cambiar por nada
Y cada vez que la monedita se siente fría, sola y oscura, recuerda las palabras de su loca Señora retumbado al latir de Su gran corazón.
Saber, no basta… ¡saborear! Hertha Hampl, fsps
N
o es suficiente con saber que un determinado platillo sabe riquísimo, aunque lo hayamos gozado con la vista y hayamos grabado en la mente su presentación seductora. Es indispensable ingerirlo, disfrutarlo y saborearlo hasta hacerlo parte nuestra. El don cumbre del Espíritu, la Sabiduría, consiste en saber, pero sobre
todo en saborear. Este don incluye los seis dones clásicos que conocemos, así como todos los demás regalos que están implícitos en ellos y que vamos descubriendo al hacer una relectura de los conceptos que generalmente hemos manejado, casi como únicos dones del Espíritu. Uno de los grandes gozos que deberíamos disfrutar, gustar, paladear y saborear más, es el de sabernos y vivirnos como mujeres o como varones,
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con todos los valores que con ello hemos recibido y que constantemente recibimos del Padre de los Cielos. No es sólo recordar (llevar al corazón), es principalmente saborearlo. Desde allí necesariamente brotaría un rostro llano, sereno, alegre y contagioso que tendríamos que exhibir como personas consagradas que hemos optado por jugarnos la vida por la creación del Reino. ¡Sabernos, saborearnos y amarnos con una clara identidad! Sólo desde allí podemos ser inspiradores y significativos, sólo desde allí podemos ser imagen auténtica del rostro de un Dios que vino a enseñarnos el amor y la misericordia, esencia del Reino… un Dios que resulta indispensable en toda vida humana. En 8,21.23 encontramos una experiencia de vida que puede movernos a confrontar nuestra persona. “lo tomarán del manto y le dirán: «Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes»” ¡Yo también voy contigo! ¿Qué había en esos personajes que no pueda haber en nosotros, los consagrados? ¡Es urgente descubrirlo! Bastaría con irnos a 1,27 para releer, redescubrir y reforzar nuestra realidad salida de las manos creadoras de Dios. En un primer momento aparece el varón que tiene ante sí a toda la gama de animales para hacerlos suyos dándoles un nombre, pero que no le satisfacen, y requiere de alguien carne de su carne y huesos de sus huesos que lo haga saborear la vida. El Señor responde a esa necesidad que es casi una demanda, de tal manera que prodigiosamente
complementa su obra creadora. 2,18.2023. ¡Listos la mujer y el varón a su “imagen y semejanza”… revestidos de una misma y plena dignidad… con características diferentes, pero complementarias! Hace tiempo que, dentro de nuestra cultura, intentamos tomar conciencia de esta igualdad y de esta complementariedad y lo hacemos a veces usando el arroba (amig@s) o bien la expresión “amigas y amigos”, “esposas y esposos”, “religiosos y religiosas”, etc. Tal vez sea un paso, pero, ¿de qué servirían las palabras, si nuestras actitudes pueden expresar que aún no hemos superado una recalcitrante cultura patriarcal, por no decir machista? Esa insistencia verbal no basta, es indispensable que nuestras acciones concuerden con las palabras escritas o habladas. Cuando estamos saboreando un manjar aparece en nuestro rostro la satisfacción y el gozo, de tal manera que a quienes nos observan se les antoja el platillo. De semejante manera, nuestro rostro y nuestra persona toda, tendría que sorprender al otro, al percibirnos gozosa y serenamente identificados con nuestro ser y con la identidad que nos ha marcado. Cuando hemos intentado dejar que el Espíritu haga en nosotros “nuevas todas las cosas”, vamos aprendiendo a llevar al corazón y a la vida aquello que verbalizamos. Como consecuencia va brotando silenciosamente el gozo de vivirnos como mujeres y como varones, con determinadas características que Informativo cirm enero-febrero 2015
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Saber, no basta… ¡saborear!
conllevan una misión que nos apasiona, que nos reta y a la que no podemos responder adecuadamente, sino con la complementa ción de la otra parte. Se trata de hacer nuestra esa realidad y saborearla… no es cuestión de lucha, de competencia, de afirmación inmadura, sino de descubrir el proyecto de Dios, quien nos soñó y nos necesita complementarios, en cualquier estado de vida. ¡También en la vida consagrada!
de ambos y generar y ser fieles a una dinámica capaz de aprovechar la aportación específica de cada uno. Pienso que ¡valdría la pena! Es gratificante tener lo propio y poder aportarlo al “diferente”… con dignidad, con calidad humana, con valor, con audacia y con la convicción de que la postura parcial que generalmente se vive, no entra en el proyecto de Dios para la persona humana, su máxima creación.
Hace años escuché una conferencia de Teresa Porcile, teóloga uruguaya, y se me grabó aquello que me tocó el corazón y confirmó mis inquietudes. Afirmaba que el desequilibrio, las oscuridades y la falta de armonía de la humanidad, procedía de que eran los varones quienes generalmente estaban planeando y tomando las opciones en la historia… ¡sólo la mitad de sus integrantes! Bastaría repasar la historia para constatar la presencia predominante del varón, realidad que generalmente tiene una fuente recíproca: la prepotencia, condiciona la reacción de la mujer sumisa y “poquita”; la sumisión por su parte, genera la prepotencia. Su reflexión llevaba a considerar la urgencia de que se siguieran aprovechando los valores del varón, pero complementados con las capacidades de la mujer. De nada serviría afirmaba, que la mujer al tomar conciencia de esta realidad quisiera prescindir del protagonismo del varón para tomar la revancha y ahora plantarse ella con una postura feminista y barata. Este camino sería de nuevo algo parcial. La clave, insistía, estaría en tomar conciencia de la misión complementaria
No es el caso necesariamente de señalar culpables, sino de despertar la responsabilidad de ambos, a fin de ir logrando una mayor calidad, eficacia y atractivo en todos los niveles de nuestra cultura, de la cual la vida consagrada con todas sus responsabilidades y acciones es parte integral. La Liturgia, la pastoral, la oración, la vida fraterna, por señalar algunas realidades, requieren de un talante de armonía, que por otra parte les darían un rostro nuevo, entusiasmante y atractivo. Dentro de la misma Familia Trinitaria encontramos personas complementarias. No faltan pensadores que descubren en la acción del Espíritu Santo el matiz femenino de Dios. Si nos detenemos a considerar algunas de sus características, encontraremos en Él rasgos típicos y característicos de la mujer: ternura, suavidad, intuición, hondura, fecundidad… por sólo decir algunos. Qué impulsados tendríamos que sentirnos los religiosos, especialmente las mujeres, para dejarnos penetrar, impulsar y dinamizar por el Espíritu,
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cuya acción esencial en Él es la de crear la armonía. Él es quien hace la unidad en la Trinidad y quien mantiene el dinamismo amoroso entre las tres. Con frecuencia las consagradas valoramos poco nuestro ser de “mujeres” y hasta “nos vendemos barato”, lo que nos lleva a vivir una falsa humildad que esconde una posible dosis de agresividad, que no favorece a nadie. Ya santa Teresa afirma que la humildad es la vedad, lo que equivale a reconocer que tenemos límites, pero que son más los valores que Dios nos ha regalado y que tendríamos que actualizar con diferentes estrategias, para reivindicar nuestro lugar en la sociedad, en la Iglesia y por lo tanto en la Vida Religiosa y así colaborar para que cada persona aprenda a saborear la vida y su rol dentro de ella. Muchas personas al descubrir un rostro gozoso, querrían tomarse se nuestro manto y nos dirían… ¡Yo también voy contigo! ¿Qué mejor promoción vocacional? ¡Conquisté la montaña! dice el varón cuando la escala… y la dama dice, ¡Seduje y me hice amiga de la montaña! No hay conquista sin seducción y ¿de qué sirve la seducción si no logramos conquistar? Cuánta armonía existiría en el mundo si lográramos amalgamar estas dos acciones y cómo saborearíamos la vida. Y en el fondo no son sino dos capacidades, no precisamente exclusivas, pero sí predominantes… en el varón la conquista y en la mujer la seducción. Tendríamos que tenerle
menos temor a nuestra propia identidad y vivirnos y manifestarnos a través de lo que sí se nos da y que aparece incompleto. Por otra parte, el abanico de dones del Espíritu Santo que culminan con el de Sabiduría, es eso: un don, un regalo, sólo tendríamos que ser más inteligentes y dejar a nuestro Dios ser Dios, a fin de permitirle actuar a través de nuestra pequeñez. Esta opción es urgente en todos los niveles de la sociedad, y en todos los estados de vida, de manera especial hoy, ya que no se cree tanto en las palabras, porque se exigen signos. La vida consagrada como todos los círculos sociales, necesita de personas propositivas, inspiradoras, realizadas y felices. Es urgente mostrar un rostro sereno, feliz y silencioso en el que se descubra a una persona que saborea “algo” que se antoja probar. Nuestro Dios es sabio y nos creó con un ritmo y un orden, de tal manera que la nostalgia que vivimos es un llamado a la armonía y a la complementación. ¡Varón, conquista la montaña; mujer, hazte amiga de ella! Allí, en las luces y sombras de la subida, proyecta el Reino que llevas dentro de ti (Lc 17,21). ¡Ama tu identidad, acoge la complementación del diferente y saborea la vida! Que la Sabiduría del Espíritu te posea y te vaya dando un rostro de satisfacción y de gozo… de tal manera que ese “algo” que puede surgir de tu persona y de tu presencia, porque lo has hecho parte de tu ser, se antoje como platillo suculento y como manjar exquisito (Is 25,6). Informativo cirm enero-febrero 2015
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