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Where You Been
from Reporte SP 61
Wenceslao Bruciaga
@distorsiongay
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La fuente de la juventud: los Descendents
De los conciertos que más recuerdo con cariño en los huesos, es aquel en el que por poco pierdo el cuello cuando el tacón de una bota minera extrajo unos crujidos de mi nuca. Mientras los Descendents sacaban «Victim of me», en el escenario de la Carpa Astros. Era el año 2016, antes de la pandemia.
Fue alucinante ver a una de mis bandas formadoras en el hardcore sacando sus grandes éxitos al fondo del icónico toldo. Reconvertir lo que por muchos años había sido el Circo de los Hermanos Atayde a un foro de conciertos me pareció un atisbo de convicción punk. Que se manifestaba en lo accesible de los precios. Y los incorrectos enanos vestidos de frac que daban vueltas entre los asistentes.
Ahí estaba. El inconfundible nerdazo de Milo Aukerman gritando con la misma precoz nitidez que escupe en los álbumes al frente de los Descendents. El punk hardcore es de los pocos géneros que saben lo que es tener vergüenza al momento de tocar en vivo.
No obstante, lo extraño era la monumental joroba que sobresalía por debajo de la camisa militarizada de Milo. Un bulto en la espalda que le distorsionaba el cuerpo y por momentos nos distraía de la irascible armonía que dominaba el escenario. Ahí no acababa la cosa. Cuando se detenía la ola de chingadazos del slam, podíamos ver que de la joroba salía una truculenta manguerilla de la que Milo succionaba antes de una canción o de saltar haciendo ganchos con las piernas. Nunca supimos bien qué era esa giba cuadrada. Aunque todo indicaba que Milo cargaba un tanque que le brindaba oxígeno extra para no quedarse sin aliento a mitad de sus canciones de un minuto y medio. Ya sea por la complicada altura de la Ciudad de México a la que no todos los extranjeros están preparados. Por la edad. O alguna enfermedad respiratoria. Me recordaba esa frase de Cioran: «Los hombres más peligrosos son los que tienen una enfermedad precaria». Y sin duda los Descendents son un grupo peligroso. Por poco quedo al borde de una parálisis por su motín musical.
A Milo le valía madres estropear su silueta con tal de expectorarnos el optimista encabronamiento que habíamos estado esperando por años en México.
A punto de cumplir sesenta años, Milo Aukerman, y a los setenta y seis años de Tomy Lombardo, el fundador absoluto de los Descendents (no hay que olvidar que Milo se
unió casi diez años después de que se fundara la banda), lanzaron un nuevo disco a mediados de agosto pasado: 9th and Walnut, el nombre de la intersección donde ensayaba la banda, en Long Beach, California. El octavo álbum de estudio en su carrera. Dieciocho tracks de canciones inmediatas y breves que dan una extraña inesperada continuidad al clásico hardcore de los Descendents. Dieciocho tracks que son canciones inconclusas que Lombardo 9th and Walnut es la prueba guardó en un cajón cuando dejó al grusónica de que la fuente de la po por casarse y formar una familia. Pero juventud existe (…) El disco llega certero en una época donde el presente se impone como única y tirana posibilireformulado con las mañosas amarguras de los viejos que han recorrido varios kilómetros. 9th and Walnut es la prueba sónica de que la fuente de la juventud existe. Digno dad de diálogo. Cuando el al- ejemplo de que podemos llegar a la edad goritmo de las redes sociales de las carnes colgadas sin la coacción de la nos presiona artificialmente madurez o la exigente juventud. El disco para que nos sumemos a las tendencias progresistas. llega certero en una época donde el presente se impone como única y tirana posibilidad de diálogo. Cuando el algoritmo de las redes sociales nos presiona artificialmente para que nos sumemos a las tendencias progresistas. A escribir ceñores-ñe-ñe haciéndonos creer que nunca tendremos arrugas ni manchas en la piel. Y aquí debo confesarlo. Siempre me ha parado la verga Milo. Igual que Greg Graffin de Bad Religion. Me ponen bien cerdo ese tipo de cantantes del hardcore. Casi calvos y cegatones, con gafas de aluminio que optan por la sencillez masculina que a su vez da prioridad a la furia escénica. Como lo hizo el Milo. Que por ese entonces debería tener unos cincuenta y tres años. Se veía más excitante así, ruco, que en sus años de gloria. Los ochenta. Con la sst Records y bajo el mostrenco amparo de Black Flag. Pero me gustan más así, con canas y arrugas y los ojos y los pectorales un poco caídos. Me resulta excitante la actitud con la que aceptan la mayoría de edad. La vejez. Sin andar de pedantes o regalando lecciones de madurez que nadie les pide. Ni desesperados por sentar cabeza. Son padres y tienen hijos como parte de su desmadre, que es hacer lo que les gusta.