Reporte SP N°7 - Marzo 2015

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Reporte sp Número 7 • Marzo de 2015

Publicación mensual gratuita de Editorial Sexto Piso


Basta de lamentos: mejor hagámosle caso a la nueva época de la ansiedad Darian Leader

S

upuestamente, la época de la ansiedad que se produjo durante la posguerra había concluido hace treinta o cuarenta años. Sin embargo, un cúmulo de artículos publicados apuntan a que ha vuelto con creces. Un nuevo estudio —que ha recibido gran atención— afirma que se ha producido un pronunciado incremento de trastornos de ansiedad en el Reino Unido, estimando que los padecen 8.2 millones de personas, en comparación con 2.3 millones en 2007. Se nos dice que las presiones de la vida contemporánea desempeñan un papel decisivo en ello, y que el estrés laboral incrementa las dificultades en los asentamientos urbanos. Me parece adecuado que se coloque el énfasis en las condiciones socioeconómicas. En la década de 1980, el thatcherismo alentó una nueva visión de los problemas laborales, considerándolos ante todo problemas psicológicos. Debido a que cada individuo se convertía en una unidad de competencia económica, cada quien era el responsable de no poder conseguir un empleo, pues no podía ser culpa del mercado. La injusticia en el mercado laboral fue presentada como fracaso individual. Cientos de libros y artículos han cuestionado esta visión, sin que se les concedan espacios en los medios de comunicación. Así que, ¿por qué las nuevas investigaciones han hecho tanto ruido? Me sorprendió que el reporte no contuviera una sola alusión que vinculara el supuesto incremento de la ansiedad con causas sociales. De hecho, el reporte no contenía ninguna explicación, y las cifras que fueron incluidas en todos los titulares sobre la tasa de prevalencia en el Reino Unido fueron estimadas a partir de datos de Islandia, Noruega y Suiza. En este caso, nos encontramos ante una expresión perfecta del nuevo movimiento de higiene mental. La ansiedad se agrupa junto con la demencia, los infartos y los padecimientos neuromusculares

como «trastornos cerebrales», y los autores proponen un enfoque que utilice «metodologías comparables tanto para enfermedades mentales como neurológicas». Los padecimientos se enlistan según su costo económico, en lugar de por su impacto en las vidas individuales, familiares y comunales. Las cifras económicas explican la atención mediática que recibió el reporte. En esta contabilidad de la angustia, se estima que los padecimientos de ansiedad cuestan alrededor de 10 mil millones de libras esterlinas anuales. Aproximadamente la mitad de esta cifra se debe a productividad perdida y a jubilaciones tempranas. Desde luego, la alusión al sufrimiento humano en este contexto es económica. Lo que importa es lograr que la gente pueda volver al trabajo, y el objetivo de la intervención se enfoca en la eliminación de síntomas no deseados que interfieren con la productividad máxima. En lugar de considerar que dichos síntomas son señales de que algo se encuentra mal a un nivel más fundamental, son considerados como trastornos locales que las drogas más novedosas podrán eliminar. Además de lo absurdo de considerar a la ansiedad como un padecimiento cerebral, la lógica empleada en este caso es circular. Es muy posible que el problema se encuentre en la equiparación de valía humana con productividad económica. Conforme los seres humanos son identificados cada vez más con unidades energéticas en el mercado, ¿debería de sorprendernos que enfermen, en una expresión del rechazo hacia los valores de productividad y eficiencia que la sociedad busca imponerles? Las presiones y expectativas del mercado resultan aplastantes para todo el mundo. La erosión de la estabilidad laboral a largo plazo significa que se espera que la gente acepte sin pensarlo cualquier empleo

Conforme los seres humanos son identificados cada vez más con unidades energéticas en el mercado, ¿debería de sorprendernos que enfermen, en una expresión del rechazo hacia los valores de productividad y eficiencia que la sociedad busca imponerles?

Reporte SP • Año 2 • Número 7 • marzo de 2015 • Publicación mensual gratuita de Editorial Sexto Piso • www.sextopiso.mx Impresión: Offset Rebosán • Editores: Diana Gutiérrez, Diego Rabasa, Eduardo Rabasa, Felipe Rosete • Diseño y formación: donDani Portada: Ilustración de Pablo Auladell para El Paraíso perdido de John Milton, de próxima aparición en Sexto Piso.

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que puedan encontrar. Cualquier tarea menor o ejercicio de capacitación debe afrontarse con entusiasmo absoluto, como si la motivación fuera algo que pudiera prenderse y apagarse a voluntad. Ese comportamiento es simplemente insostenible, y pasa factura: sentimientos depresivos, agotamiento físico y emocional ante el gasto de energía en proyectos que no nos interesan. La motivación pierde su anclaje en nuestros intereses e ideales de la niñez, y se convierte en una cuestión que nos resulta externa. De ahí la oscilación entre hipermotivación y apatía que caracterizan al trabajador contemporáneo. La ansiedad puede desempeñar un papel similar. A su nivel más básico, la ansiedad es la sensación de que se espera algo de nosotros. Un examen en la escuela o un plazo para entregar algo en el trabajo pueden generar esta sensación, al igual que una visita infructuosa a una oficina de empleo. En todos estos casos existe una sensación persistente de alguna expectativa o de un juicio latente. El hecho de que los seres humanos se hayan convertido en lo que Nina Power llama «curriculums ambulantes» tan sólo exacerba estos problemas. Se nos conmina a que enlistemos y magnifiquemos nuestras capacidades para responder a las insaciables demandas del mercado laboral. A esto hay que añadir la creciente presión para adecuarse a una norma de salud física y mental. Es posible que el imperativo de eliminar la ansiedad produzca más daño que bienestar. Freud advirtió la función protectora de la ansiedad como un indicador de peligro. La distinguió del shock, que definió como el encuentro con una violencia o sexualidad para la que no estábamos preparados. Lo primero a preguntar no es tanto «¿Cómo podemos eliminar la ansiedad?», sino «¿Qué función tiene la ansiedad?». Tomemos el ejemplo de las fobias infantiles. Los terapeutas saben que es mejor no tratar las fobias prolongadas que se producen entre las edades de tres y seis años. La razón es que muestran que el niño está reorganizando su mundo, creando nuevos límites y fronteras mediante el animal o lugar al que temen. Cuando este proceso concluya, la fobia desaparecerá. El niño ha transformado la ansiedad en miedo. El miedo es siempre miedo de algo, pero la ansiedad tiene que ver con un temor más abstracto, como nos recuerdan autores como Gógol o Maupassant. El enfoque diagnóstico causal agrupa al miedo y a la ansiedad, pero, más bien, si alguien ha conseguido tenerle miedo a algo significa que ha conseguido lidiar con su ansiedad. Esto coloca el énfasis en el marco socioeconómico de la ansiedad. Si bien el campo laboral competitivo puede intensificar la sensación de demandas y expectativas, cuando exploramos casos individuales encontramos que hay algo más en juego. Puede llevarnos tiempo descubrirlo, pero siempre existe una figura específica detrás de la demanda: un jefe, una pareja, un burócrata. Existe la aguda sensación de que desean algo de nosotros, pero no sabemos cómo nos ven. Esto hace que nos resulte más difícil encontrar la respuesta adecuada. Nos encontramos quizá frente a la ansiedad en estado puro. Lacan la comparó con ser confrontados por una mantis religiosa gigante mientras portamos una máscara, una máscara que el que la porta no puede ver. De ese modo, no tenemos forma de saber si la máscara nos hace parecer una presa. Si lo supiéramos, podríamos planear alguna acción evasiva, pero el desconocimiento nos deja paralizados. Lo anterior se ejemplifica de manera hermosa en la película de Pixar, Brave. Para escapar de las sofocantes demandas de su madre, una niña pequeña utiliza un conjuro mágico para convertirla en un oso. Posteriormente debe transformarla de vuelta, pero el problema es que cada vez que se topa con el oso no tiene cómo saber si el oso la mira como su hija adorada, o como un pedazo de carne para devorar. Estos procesos son inconscientes, pero la ansiedad no lo es. La sentimos, pero no podemos precisar su causa. Esta opacidad es explotada mediante la etiqueta de «trastorno de ansiedad», y se explica a partir de los circuitos cerebrales.

Una escucha cuidadosa y el diálogo pueden ayudar a que la persona obtenga una mejor comprensión de su situación, pero jamás podremos garantizar que la ansiedad no volverá a aparecer, quizá de formas menos invasivas y destructivas, pero aun así puede ocupar un lugar central en nuestras vidas. La ansiedad es una señal de que hemos perdido de manera temporal la imagen pública y los puntos de referencia en los que nos apoyamos para nuestra vida cotidiana. De pronto nos encontramos solos y en peligro. En este sentido, la ansiedad nunca miente. Antes de precipitarnos a eliminarla, haríamos bien en reflexionar en la función que cumple, y lo que implicaría vivir sin ella. En vez de lamentar una nueva época de ansiedad, debemos examinar de manera más cercana las ansiedades de nuestra época. • Traducción de Eduardo Rabasa

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Estrictamente bipolar Darian Leader Traducción de María Tabuyo y Agustín López Tobajas Sexto Piso • 2015 • 104 páginas Lee un adelanto de este libro:


La expropiación

de lo real D

os meses antes de que Gabriel Santee diera a luz, el avión caza sobre cuya ala había contraído matrimonio con Johnny Sonic Makhurst se desplomó sobre el desierto de Mojave con Johnny a bordo. Nueve días antes del tercer cumpleaños de su hijo Jonathan Adler Makhurst II, mejor conocido como Peque, Gabriel resbala en un muelle, se parte la crisma en dos y deja a Peque a merced de su abuelo Jake. ¿Cómo definir al viejo Jake? Después de que un moribundo piel roja le heredara la receta de un brebaje con el que conseguiría la inmortalidad, un whisky con más de noventa grados de alcohol, estaba tan seguro de que viviría para siempre que cuando perdió sus últimos dos dientes al estrellarse contra un gran roble pensó que sólo tenía que esperar a que las encías se le pusieran duras como rocas para poder volver a comer cortes de carne hasta reventar. Porque si algo definía a Jake era su ferviente fe en todos los excesos de la vida. ¶ Jim Dodge: su padre voló cincuenta y ocho misiones como bombardero en la Segunda Guerra Mundial. Fue reclutado por la Fuerza Aérea de nuevo para la guerra de Corea. Terminó siendo instructor en escuelas de vuelo y posteriormente fue oficial en el programa de lanzamiento de misiles, lo que ocasionó que el joven Jim tuviera que mudarse constantemente de ciudad: Goose Bay, Labrador; Wyoming; Vanderberg y Santa Rosa, California. Dodge tiene apenas unas dos mil páginas publicadas de prosa, distribuidas en las novelas Jop, El Cadillac de Big Bopper y Stone Junction, y ha escrito más de mil poemas, no todos publicados. El cálculo es difícil de realizar, porque antes de que Dodge tuviera treinta y cinco años, después de haberse matriculado como biólogo pesquero,

Ilustración de Pablo Auladell para El Paraíso perdido de John Milton, de próxima aparición en Sexto Piso.

Diego Rabasa

haber protestado por la guerra de Vietnam y por la causa negra en el sur de los Estados Unidos, publicaba relatos y poemas de manera anónima en pequeños panfletos que llevaban la leyenda: «Puesto que pretendemos evitar el espectáculo de las mercancías, este libro no lleva emblemas de mercado: nombres, precio o copyright. Es un regalo. Pásalo». Actualmente vive en el sur de California, donde pertenece a un movimiento biorregionalista que pugna por la generación de comunidades autosustentables. Ha vivido buena parte de su vida sin electricidad. Sobre las comunidades virtuales piensa que «La palabra virtual significa “en efecto pero no de hecho”, y las cosas que más disfruto de la vida —una tormenta formándose espontáneamente en el Pacífico, cerdos salvajes buscando bellotas bajo los olmos, el sabor del humo de arce en una pierna de venado— todo son sensaciones, los hechos y particularidades de la existencia, y no meras aproximaciones». Utiliza su escritura para dar rienda suelta a sus impulsos anarquistas naturales: «Para mí, la imaginación es una fuerza que contrarresta, y dado que considero el escribir como un acto de colaboración con otro ser humano mediante el lenguaje, la escritura es mi pequeño puñetazo público contra El Imperio». No tiene en muy alta estima la figura actual del escritor («Si los fontaneros se mimaran a sí mismos tanto como los escritores, estaríamos todos nadando en mierda»), por lo que rara vez se deja ver en público. ¶ Es cierto que Peque venía en paquete con una jugosa herencia que el abuelo Jake podría administrar. Cuando decimos administrar nos referimos a: usar el dinero para producir ese whisky milagroso y con toda seguridad quemar el dinero en mesas de apuestas. Eso fue cuando menos lo que las autoridades encargadas de asignar la custodia de Peque consideraron en un inicio. Cuando Jake amablemente sugirió que quien quisiera quitarle la custodia del niño –por quien sintió un magnetismo irrefrenable, una atracción inmediata– tendría que recoger los pedazos de su cráneo con una escoba y un recogedor, decidieron darle una oportunidad de criar al niño, y eso fue exactamente lo que Jake hizo. De temperamentos opuestos, uno enfebrecido, el otro taciturno; uno desbordado, el otro prudente, Jake y Peque compartían un rasgo humano esencial: tenían claro lo que esperaban de la vida. La obsesión de Jake era disfrutar de cada instante de su inagotable existencia. Se imponía reglas como nunca sudar antes del mediodía o jamás irse a la cama antes de haberse bebido una jarra de whisky, y disfrutaba las conversaciones con su amigo indio Siete Lunas, especialmente porque antes de atreverse a decir algo, pasaban dos días en silencio bebiendo, qué otra cosa sino el whisky del abuelo. Peque en cambio tenía como única idea fija el trazado y la elaboración de cercas a lo largo de la inmensa propiedad del abuelo, y es por eso que Cepo, un jabalí súper dotado cuya única misión en la vida era tirar las empalizadas de Peque, era su enemigo mortal.


Un día, por accidente, llegó Jop a sus vidas. Una pata que sacó la nobleza de Peque y el temperamento del abuelo. Los tres llevaron una vida plácidamente monocorde, hasta que la desgracia posó sus nefastas alas sobre la granja. Entre otras cosas, iban juntos al autocinema, que estaba a dos horas de la granja, se quedaban a la permanencia voluntaria (porque al abuelo le gustaban los westerns —siempre le echaba porras a los malos—, a Peque las películas románticas, y a Jop parecía darle igual «salvo en algunas escenas en apariencia arbitrarias en las que se ponía a graznar fuera de sí»), y Peque abastecía el auto de comida, siempre el mismo pedido: «dos tiras de cecina con las que el abuelo pasaba un buen rato masca que masca, ocho paquetes de cacahuates salados y dos refrescos grandes de zarzaparrilla para él, y para Jop el cubo familiar de palomitas con mantequilla de $2.99 y una naranjada grande». ¶ En la entrevista incluida al final de la novela —texto que no desperdicia un solo gramo de tinta—, Dodge confiesa que piensa «como los Beat —que fueron los primeros en hacerlo notar para mi generación—, que las corporaciones-monopolios capitalistas americanas libran una guerra no declarada contra la imaginación». Decidido enemigo del american way of life, ha investigado cuáles son los límites que el establishment instituye sobre lo real para transgredirlos con vocación. Sus personajes parecen tener como constante la necesidad de establecer su morada fuera de las nociones de progreso, que los barones del capital han intentado llevar a punta de pistola (o de drone, debemos decir) a todos los rincones del planeta. Leer a Jim Dodge es como subirse de copiloto en un auto de dieciséis cilindros, con un conductor infalible al volante. Por momentos navega por el asfalto libre de fricción, con campos abiertos, insuflados de esa dinámica que hace del universo un misterio en expansión;

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por momentos hay que aferrarse al asiento para que el estómago no huya del cuerpo por la boca, vértigo, conmoción y una inexorable noción de mortalidad sacuden los sentidos; y luego Dodge, colmado de misticismo, se precipita sobre la tragedia, sólo que el lector aprende a no vivirla como tal. «El dolor es inevitable, el sufrimiento es una opción», nos dice el autor de Jop, un obseso de la condición humana, un escultor de los cómos y los por qués, un convencido del amor, aun si esto implica «sobrevivir al sufrimiento que el amor inevitablemente engendra». Los libros de Jim Dodge no están exentos de magia («la magia —en Jim Dodge— es la expropiación de lo real» dice Thomas Pynchon en su prólogo a Stone Junction). La mente es un espacio abierto que admite mucho más de lo que nuestra estrecha conciencia o nuestra débil capacidad de aceptar la naturaleza como es podrían suponer. La magia existe en Dodge, se manifiesta y se hace presente, sugiriendo verdades que nos superan y nos trascienden. «Sencillamente no hay explicación para algunas cosas, quizá ni siquiera para la mayoría de las cosas», enfatiza el escritor californiano. «Es interesante cavilar sobre ellas y especular un poco, pero lo primordial es aceptarlas, tomárselas tal cual son, y seguir cada uno con lo suyo». Sigamos, pues. •

JOP Jim Dodge Capitán Swing • 2011 • 168 páginas Mira el trailer de este libro:


El Señor Cerdo

E

l Señor Cerdo siempre ha sabido que es a bomb waiting to explode, an accident waiting to happen, a diamond in the rough, y muchas otras metáforas que expresan la noción básica de que es cuestión de tiempo para que la humanidad lo reconozca como un ser de gran valía, perteneciente a esa élite de personas que Dios hace para que solitas se junten. Y no sólo eso, sino que una vez que el Señor Cerdo haya burst into the scene, su talento, su visión, su falta de escrúpulos y sus cualidades serán recompensadas con la fama y la fortuna que sólo le están reservadas a las personas como el Señor Cerdo. Con miras hacia ese inevitable momento, el Señor Cerdo ha desarrollado un algoritmo ultra secreto que le permite conocer cuándo, cómo y con quién debe relacionarse tanto íntima como socialmente. El Señor Cerdo sabe que los sentimientos son una parte muy importante en el desarrollo de todos los entrepreneurs y los achievers, y por eso le sigue dando la oportunidad a toda esa pandilla de gente anónima y sin importancia que son sus familiares y amigos íntimos de relacionarse con él, sobre todo porque el Señor Cerdo no es tan cruel como para privarlos de beneficiarse con su brillo. Sin embargo, gracias a su algoritmo ultra secreto, el Señor Cerdo ha ido meticulosamente insertándose en círculos y rodeándose de gente muy selecta, perteneciente a los distintos estratos importantes para la vida exitosa en el mundo contemporáneo. De esta manera, el algoritmo del Señor Cerdo le indica con precisión en todo momento cuál es el plan y el entorno adecuado

para cada ocasión, principalmente para continuar escalando en la construcción de una personalidad social que le sirva como puente y como escalón hacia el éxito. Por sólo poner un ejemplo, el fin de semana pasado el algoritmo le indicó que el domingo era la ocasión perfecta para ver una comedia romántica en compañía de alguna querida amiga de la infancia que, aunque hoy no sea más que una gordita mediocre y sin ningún chiste, le sirve al Señor Cerdo para no perder contacto con una muestra de esos millones de personitas anónimas que son quienes finalmente constituyen la base de la fama y la adoración, a las cuales sin duda llegará el Señor Cerdo. But of course que el día anterior el algoritmo había conducido al Señor Cerdo a una elite party celebrada en el roof garden de un exclusivo hotel boutique, con motivo de la inauguración de la exposición de un artista nepalí, cuya pieza fue no subirse al avión que lo traería a inaugurar una exposición consistente en dejar en blanco todas las paredes del museo que la acogió. Tanto el Señor Cerdo como el resto de la beautiful people que conformaba la A List del evento quedaron maravillados ante el genial despliegue artístico del nepalí cuyo nombre se le escapa al Señor Cerdo, pues no pudo desaprovechar la presencia de un cocktail man traído directamente desde Illinois para tan magno evento. Aliviado, al día siguiente el Señor Cerdo pudo constatar que el algoritmo aprobaba su wild night, pues con ello contribuyó a afianzar la imagen de alma volátil e impredecible que tanto atrae a la talentosa Gente Como Uno entre la que el Señor Cerdo se codea con imparable frecuencia. •

Instrucciones a los patrones • Por Johnny Raudo

L

os patrones de élite han comprendido que la mejor forma de extraer hasta la última gota de energía y productividad de sus empleados consiste en borrar, de manera lenta pero segura, la frontera que divide a la vida personal de la laboral. De manera literal, esos patrones de vanguardia han ido ensanchando el espacio que la empresa ocupa para sus empleados, tanto desde el punto de vista de las fronteras espaciales como, principalmente, en cuanto a su capacidad de ocupar cada vez una porción mayor de la mente de sus trabajadores. Así, empresas como Facebook han puesto en marcha proyectos para construir complejos residenciales para empleados hip y jóvenes, desarrollados según principios ecológicos sustentables, con un diseño cool y moderno, que incluyan opciones de entretenimiento como boliche, sports bar y hasta estética canina. Así, estos patrones se aproximan más a lo que debe ser el sueño y meta de todo patrón que se respete: que la empresa sea la casa y que la casa sea la empresa. Si acaso eres un patrón de menor talla y no te puedes permitir aún crear tu propia mini ciudad, no te preocupes, que existen amplias alternativas a tu alcance para procurar resultados similares. Puedes comenzar por poner una litera con sábanas y cobijas en el cuarto donde se guarden los trastos de limpieza, y extenderles una cálida invitación a tus empleados a pasar ahí la noche, por si acaso algún día se les hiciera tarde o quedaran demasiado extenuados

por la jornada laboral. Para volver más atractiva la oferta a aquellos que vivan muy lejos, hazles saber sutilmente que la empresa está dispuesta a invertir en proporcionarles Corn Pops y Gansitos para desayunar, con lo cual ya no podrán rechazar la oferta. Por si acaso, elige a un par de empleados como conejillos de indias, y cárgales la mano con tareas laboriosas y absurdas, hasta que queden casi inconscientes y no les quede más remedio que quedarse a dormir en el recién inaugurado dormitorio empresarial, al que deberás bautizar con un nombre glorioso, como Cuarto de los Campeones o algo por el estilo. Una vez que lo hayas conseguido, asegúrate de encontrar la manera de que mientras duerman puedas rociar la habitación con algún gas inofensivo pero con propiedades delirantes, como por ejemplo el que usaba el Espantapájaros en la película de Batman, y una vez que los tengas medio drogados empieza a proyectarles en la pared imágenes de campos de trabajos forzados, de programas laborales en cárceles, y de expediciones a la Antártida que culminaron en un congelamiento heroico de todos sus miembros. Con ello, por un lado conseguirás que despierten extenuados y aterrados, lo cual hará que al culminar la nueva jornada estén tentados a volverse a quedar ahí mismo a causa del agotamiento, y por el otro también quedarán alojadas en algún lugar de sus mentes las imágenes de crueldad y explotación, con lo cual en automático conseguirás que agradezcan las condiciones laborales que tú les ofreces, y terminarán por venerarte como a un nuevo Santo Patrono de la Productividad y la Eficiencia. •


El buzón de la prima Ignacia Ignacia: O sea, ya no sé ni qué hacer ni a quién recurrir, y me siento al borde de un nervous breakdown. Fíjate que una de mis superbestfriends se casa en una hacienda de Campeche en un mes, y me mandé a hacer un vestido de Ana Behabik para la ocasión, hecho 100% a mano por costureras mexicanas comprometidas con su país. My sweetie pie gastó muchísimo en el vestido, pero él sabe que lo valgo y me quiere guapísima y radiante para la ocasión pero, ay no, o sea, qué nefasto, justo ayer vi en la cuenta de Instagram de otra amiga de mi amiga que ¡se compró el mis-mi-ti-to vestido! Plis, ¡ayúdame a salvar la situación!

Bernarda de Johnston

Querida Bernarda:

Híjoles darling, la mera verdad es que te entiendo perfecto. O sea, no es el tsunami ni la peste bubónica, pero casi casi. No me puedo ni imaginar lo que yo sentiría: o sea, tú planeas estar ahí para tu superbestfriend, toda mona y guapérrima, y tu media naranja habla con billetito para hacerte sentir súper especial, ¡para que una fulana cualquiera te lo arruine comprándose el mismo vestido! O sea no, no se vale. Aunque no sea a propósito ni nada, si fuera una mujer que se da a respetar lo hubiera pensado antes. Pero no te preocupes que por eso merito soy la prima Ignacia, y siempre tengo una solución para almitas en pena como la tuya. Mira, tú actúa muy cool y no le des pistas ni en Instagram ni en el Face ni nada a la arpía esa. Es más, distráela poniendo mensajes de que no sabes ni qué ponerte para la boda, y así no va a saber ni por dónde la golpeaste. Luego, antes de la ceremonia suéltale un cañonazo a uno de los meseritos, para que en cuanto aparezca la tipina pase echo la mocha con una bandeja de vino tinto, y «por accidente» le vacíe una copa bien servida encima del vestido. Si a la susodicha le queda aunque sea poquita dignidad, va a ir corriendo entre berridos a cambiarse, y no sólo vas a ser el único mujerón wearing Ana Behabik, sino que además seguro que la otra va a estar toda aplatanada y chilloteando a más no poder. Ora sí que I’m sooooooo sorry, pero en las bodas y en el amor, todo se vale, y no debes escatimar nada para lucir y hacer lucir a tu superbestfriend como se debe en un día como ése, que es lo más de lo más.

Hazle una pregunta a la prima Ignacia. Si tienes la suerte de que en su infinita sabiduría la seleccione como la mejor del mes, recibirás gratis en tu domicilio el libro de tu preferencia de Sexto Piso.

Querida prima Ignacia, Soy un abogado en ascenso que se especializa en casos de negligencia médica. Como parte de mi formación profesional, recientemente asistí a un seminario donde nos ayudan a tener elementos para construir un caso médico para demandar a los doctorcillos que la riegan con nuestros clientes. Ya casi al final, uno de los ponentes dijo que el único límite que debíamos tomar en cuenta era algo así como el juramento de un tal Hipórcates, traducido a los parámetros del derecho. Le pedí a mi asistente que lo buscara pero me mandó la entrada de Wikipedia, y la verdad es que está bien larga como para leerla toda. ¿Tú me puedes resumir lo que dijo ese Hipórcates, o mejor lo ignoro y hago caso a un dicho que tenemos los abogados: «Si el delito se esconde tras las piedras, ni para qué ir a molestarlo»? Severiano Tena Tenorio

Ay mi Lic., ni duda cabe de que los abogados siempre son pero si bien abogados. O sea, yo entiendo que nomás de leer sus escritos y los de los ministerios públicos ya no dan ganas de leer ni Wikipedia ni nunca jamás nada, porque pues son una masacre a la gramática, a la ortografía, al buen gusto, a la decencia, al sentido común y a las ganas de vivir, ¿o cómo está eso de que suponiendo sin conceder que si el suscribiente declarante afirmase que si hubiese incurrido en la tipificación del supuesto normativo el atestiguante se reservase el derecho de apegarse a los códigos retroactivos de nuestro ordenamiento constitucional? Pero pues la verdad aun así la cosa, hay grados para todo, y pues ya con ver lo que me preguntas puedo hacerme una buena idea del tipo de persona que eres, así que más vale que ni te compliques tanto la vida. Tú mejor ni pienses en Hipócrates ni en ningún concepto que tenga siquiera remotamente que ver con eso que las demás personas entienden con el complicado nombre de «ética». Tú síguele aconsejando a tus clientes para engañar hasta donde se pueda a las aseguradoras y para sacarle el mayor dinero posible a los doctores que se equivoquen, aunque el caso sea real o sea inventado. Ya más adelante te enfrentarás a una cosa que seguro sí conoces súper bien que se llama la «Ley del Talión», y pues ahí sí entonces ya verás de a cómo nos toca. Lo que pasa es que en tu caso sería un desperdicio echar a perder una brutez en estado tan puro, así que ya ni te metas a la Wikipedia ni nada, estoy segura de que tienes todos los recursos y el carácter necesario para tener una vida tan padre como tú merito te la merezcas. Estudié Economía en el itam, Finanzas en Harvard y Karma en la Universidad Tibetana, pero el verdadero aprendizaje lo obtengo en esa loca maravilla llamada vida. Si quieres que lo comparta contigo, no lo pienses más y consúltame en el siguiente correo electrónico: ignacia@sextopiso. com (PD: No hay censura pero por favor sean recatados y no me vayan a andar preguntando puras pendejadas).


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