ReporteSextoPiso Publicación mensual gratuita • Octubre 2021
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La mejor voluntad
«En La mejor voluntad, Jane Smiley aborda un tema clásico de la literatura, adaptándolo a sus propios intereses, y logra lo que solo los grandes autores consiguen: que sus intereses se vuelvan los nuestros. Esta es la historia de un hombre y su utopía, que, como todas las utopías, alimenta sus propios demonios». Los Angeles Times
Los nombres propios
«Con hondura y verdad, ve Marta Jiménez Serrano nos relata el camino de la infancia a la primera juventud. Valiéndose de un inusual punto de vista, penetra en la intimidad de una mente que nos desvela en diferentes edades su descubrimiento del mundo. Precioso». Elvira Lindo
Por los buenos tiempos «Malas calles en el Belfast libre. Una novela insuperable, llena de vulgaridad, violencia, humor y belleza. Lealtad a la panda y visiones de grandeza. Un tío atado al techo de un coche en marcha canta una puta canción de Perry Como. David Keenan es mi escritor escocés favorito». Kiko Amat
Un par de cómicos
«La prosa de Carpenter es ágil, luminosa, tierna, divertida, triste… Un par de cómicos es la mejor novela que he leído sobre el mundo del espectáculo». Norman Mailer
sextopiso.mx
ReporteSextoPiso
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Lecturas
Recomendación de los editores
Dos poemas | 9
Alma, cuerpo y máquina | 4
Devenir princesa | 31
Tras de las huellas de Annemarie Schwarzenbach | 6
Jessica Zuan Ira T.
Pero, ¿de quién es el sueño en todo caso? | 34 Eduardo Rabasa
Hablar como y con los muertos | 42 Juan Cárdenas
Dossier: Poscapitalismo | 11
Guillermo Núñez
S. Juliana Granados
Columnas La raja | 28 Luciana Cadahia
Lado B | 29 Cintia Bolio
¿El poscapitalismo ya está aquí? | 12
Where You Been | 30
Imaginar el poscapitalismo | 14
Próximamente… | 41
El insoportable irrealismo del presente | 20
Desde los zulos | 44
Yanis Varoufakis Martín Arboleda
Paul Mason
¿Existirá un poscapitalismo? | 23 Branko Milanović
Portada de este número:
Wenceslao Bruciaga José Hernández
Dhalia de la Cerda
Psycho Killer | 48 Carlos Velázquez
Psicología de la disolución | 51 Judas Glitter
Cintia Bolio
Reporte Sexto Piso, Año 7, Número 62, octubre 2021, es una publicación mensual editada por Editorial Sexto Piso, S. A. de C. V., América 109, Colonia Parque San Andrés, Coyoacán, C. P. 04040, Ciudad de México, Tel. 55 5689 6381, www.reportesp.mx, informes@sextopiso.com.
Editor responsable: Eduardo Rabasa. Equipo editorial: Rebeca Martínez, Diego Rabasa, Felipe Rosete, Ernesto Kavi. Dirección de arte y diseño: donDani Reservas de Derechos al Uso Exclusivo 04-2021-020813245067-102. Certificado de Licitud de Título y Contenido No. 17420. Impresa en los talleres de Litográfica Ingramex, S.A de C.V. Centeno 162-1, Granjas Esmeralda, C. P. 09810, Ciudad de México. Este número se terminó de imprimir en octubre de 2021 con un tiraje de 3,000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. * Judas Glitter agradece las citas de Multicancha de Germán Carrasco.
Recomendación de los editores
Alma, cuerpo y máquina
Guillermo Núñez
S
4
i uno confiara solamente en el peso que ciertas narrativas periodísticas le dan al estudio científico (se salmodia cada tanto, y no solo en artículos caza clics, que «estudios demuestran» o que «estudios comprueban», como si con ello se cincelaran La mente moderna —con verdades en piedra) olvidaríamos que los valores progresistas climático y no de emergencia o crisis; en la historia del pensamiento, como nos que le acompañan, y que Sillicon Valley se crean think tanks para recuerda la filosofía de la ciencia a parresolver cómo se seguirán vendiendo protir de los falsacionistas, está compuesta hoy a menudo se dan por ductos de entretenimiento una vez que por avances y retrocesos que a menudo sentado— antes tuvo que colapsen los ecosistemas, por poner un van de la mano de las pasiones humanas par de ejemplos). pero también de la capacidad limitada separarse de la idea del Este ir a tientas en la historia de la que se tiene en un momento histórico verdad, al mismo tiempo que se padece para explicar el mundo. Popper, Kuhn, alma y el espíritu, pero hambre o tristeza, resume en gran parte Lakatos, Feyerabend y otros insistieron también de subproductos el paso del humano por este planeta. A en una especie de intercambiabilidad de modelos científicos que recuerda un como los humores animales un esqueleto conceptual tan árido como juego de sillas, aunque responden, más o nociones insuficientes co- este le hacen bien relatos históricos como Alma máquina. La invención de la menbien, a su funcionalidad (en cierto punto, te moderna (2015, traducido por Eduardo todas las explicaciones dejan de ser su- mo los «buenos salvajes». Rabasa para Sexto Piso, 2021) de George ficientes). Es la naturaleza del esfuerzo Makari. De otro modo, los avances conquistados, las zonas científico estar limitado por lo humano, cosa que, me temo, de la historia iluminadas, parecerían regaladas sin más. Para en la vida cotidiana se traduce a enfrentarse a negacionistas un estudiante de filosofía desatento, como lo fui yo, las ideas del cambio climático, a defensores terraplanistas, y al impacto de pensadores como Descartes, Hobbes, Locke, Kant o Hegel, gradual o inmediato que los descubrimientos científicos tieparecerían haber existido en vacíos históricos, no solo separanen en la historia (en redacciones de periódicos se escriben dos de otras disciplinas sino de fuerzas históricas. editoriales para preguntarse si es suficiente hablar de cambio No he leído aún Revolución en mente (2008, publicado en español por Sexto Piso, en 2012), también de Makari, que cronológicamente podría leerse como una continuación de las ideas delineadas en Alma máquina —que, viceversa, para quienes hayan leído ya Revolución en mente, funcionará (me imagino)
como una especie de precuela—. Era natural que la exploración en la historia de la psiquiatría preparada por Makari para el gran público desembocara en una puesta en escena de las batallas filosóficas, teológicas, políticas y culturales, atravesadas para dar con la «invención de la mente moderna». Ahora bien, este libro es una historia que no busca zanjar discusiones (aún irresolubles), sino mostrar que la idea de la mente moderna no apareció, tampoco, en un vacío, sino que fue determinada por líneas de fractura (mente-cuerpo, naturaleza-aprendizaje, libertad-determinismo, secularismo-fe) y los enfrentamientos de las figuras que se colocaron en distintos polos. En ese sentido, Alma máquina le da vida, o color, a una historia que de otra manera podría parecer clínica o aséptica, cuando distó de serlo: la mente moderna —con los valores progresistas que le acompañan, y que hoy a menudo se dan por sentado— antes tuvo que separarse de la idea del alma y el espíritu, pero también de subproductos como los humores animales o nociones insuficientes como los «buenos salvajes». Fue un proceso tortuoso, como es de esperarse de una época que pasó del uso de torturas expiatorias al uso cotidiano, por médicos, de sangrados, purgantes, cadenas y eventualmente descargas eléctricas, camisas de fuerza o terapias mentales y algunas formas modernas (es decir, humanistas) de contención y tratamiento. El relato de Makari muestra cómo potencias como Inglaterra (y Escocia), Francia y Alemania, se contaminaron mutuamente prejuicios, pero también logros científicos, que en conjunto conformaron un arco que va de los dualistas hasta la proto-psiquiatría (Alma máquina culmina en el momento anterior a la necesidad de unificar distintas teorías sobre la mente, sus enfermedades, y su relación intrínseca con el cuerpo). Así, sus momentos más entretenidos se dan especialmente en los grandes fracasos de este deambular (el mesmerismo y la frenología), punteados por anécdotas eruditas que le hubieran ayudado a David Markson a crear un nuevo volumen en su trilogía conformada por datos sobre los momentos más altos y bajos de la historia de las artes y el pensamiento («¿Es que las enfermedades tienen oídos?», ironizó Hobbes; cuando su protectora le hacía preguntas incesantes sobre cómo se comunicaba la carne con la razón, «Descartes confesaba no tener la menor idea»; la «habitación presencial de la mente», como Locke llamó al cerebro; Diderot, quien fue hijo de un cuchillero que fabricaba instrumentos quirúrgicos; «la enfermedad de la mente alegre», como se le conocía a la hipocondría; Carlyle, quien a propósito de la frenología afirmó que el alma de un hombre quedaba mejor reflejada por la forma de su abdomen… etcétera: las notas que acompañan a este volumen, en
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Alma máquina George Makari Traducción de Eduardo Rabasa Ensayo Sexto Piso 2021 • 712 páginas
la edición de Sexto Piso, alcanzan las cien páginas). Se me ocurría, desde un punto de vista editorial, que la traducción del título gana algo al ser vertida en español. Soul Machine, en inglés, por alguna razón me evoca algunas zonas de la música popular (por el nombre artístico del productor francés pero también por el título del programa Soul Train…), y por lo tanto, un tipo de producto editorial cool que se ha esforzado por divulgar ciencia con distintos grados de dignidad (un libro reciente de Nick Chater, de 2019, también sobre la mente, se hubiera titulado en español La mente es plana —el original es The Mind is Flat— pero por alguna razón llegó a nuestras librerías bajo el perezoso título de Todo lo que creíamos saber sobre el cerebro… y estábamos equivocados). Pero Alma máquina, en español, refleja con precisión la dificultad con la que este concepto se forjó históricamente: la mente moderna no solo surgió cuando los autómatas y los relojes servían como modelos explicativos, sino que siempre estuvo incómoda tanto con los mecanicistas como con los legados religioso y monárquico. Al margen de esta buena suerte, debe subrayarse que la prosa de Makari no puede identificarse con algunos de los productos de divulgación científica que diluyen conceptos para acercarlos al gran público, intentando hacerlos más atractivos o sensacionalistas. Al contrario, Makari ha sido cuidadoso en añadir datos y relatos históricos pertinentes —aunque oscuros o más o menos herméticos— para comprender cómo ciertas ideas se propagaron históricamente, para bien o mal. Se trata de un relato extenso y caótico que respeta la inteligencia y esfuerzo de sus lectores. •
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Recomendación de los editores
Tras de las huellas de
Annemarie Schwarzenbach
S. Juliana Granados
A
ndrógina, inestable, dulce, depresiva, extraña, honesta, la mujer a quien Thomas Mann llamó «ángel devastado». Pero más bien era un ángel caído, que desobedeciendo la ley divina, se lanza a la oscuridad mientras huye del incómodo destello de la pureza. Annemarie Schwarzenbach, poco conocida, poco leída, poco comentada; así pasa a veces con personajes cuyo valor está destinado a trascender su propia época. Escritora, filósofa, fotógrafa, periodista y arqueóloga, una mujer singular. Criada en un ambiente de opulencia, a Annemarie desde muy joven le diagnosticaron esquizofrenia por ser una niña
Fotografía tomada de Muerte en Persia (2003), editorial minúscula.
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rara, extraña; o quizás mejor, extraordinaria. Jamás se identificó con los valores aristocráticos de su familia, mucho menos con las expectativas de su madre. De rostro angélico, pero embargado por la enorme tristeza que revela su pena por una realidad que jamás logró comprender: el ascenso del nacionalsocialismo y su familia como fiel partidaria. Conmovida por la guerra y agotada de las normativas conservadoras de su casa, Anniemarie encontró un segundo hogar en la amistad que tejió con Klaus y Erika Mann, una íntima relación marcada por el amor que sentía por ambos. Una de sus fascinaciones fue viajar, una pasión liberadora que la llevó a alejarse de ese origen que la asediaba. Mientras viaja de un país a otro, conoce rostros igual de devastados que el suyo. Era una viajera triste y solitaria, pero en 1939, luego de un periodo de reposo en Sils, Suiza (curiosamente, fue el único lugar de paz que Nietzsche encontró), emprende un viaje en compañía de Ella Maillart, cuyo destino fue Afganistán. Ya en el viaje terminan separando sus caminos, pues, en palabras de Maillart, Annemarie eligió una vía cruel hacia el infierno, un camino que ella no podía seguir. De nuevo se encuentra acompañada por la soledad y huyendo de una Europa en guerra. Los relatos de ese viaje, conmovedores, curiosos y penetrantes tanto como fascinantes, se encuentran en Todos los caminos están abiertos. Del mismo modo en que Gustav von Aschenbach se enloquece de amor homosexual ante la fulgurante belleza del joven Tadzio en un encuentro fortuito en un hotel de Venecia, la autora de Ver a una mujer experimenta un ferviente éxtasis al cruzar miradas con otra mujer mientras coinciden en un hotel en Suiza. El profundo frenesí por esa otra mujer lo relata con una sensible y apasionada descripción. Pero Annemarie siempre aparece como extranjera, peregrina de los mundos, caminante de rutas no transitadas. Como resultado de esos intensos peregrinajes que tanto la cautivaban se en-
Schwarzenbach no se creía digna de merecer una sola gota de felicidad; creía, más bien, que su único lugar en el mundo era uno forrado por el dolor y el sufrimiento. Y es que ¿quién puede gozar mientras otro llora? Su inmensa solidaridad la obligaba a adoptar un sentido trágico sobre la existencia, a tal punto de declarar que «sigo creyendo que el dolor recurrente, la lucha, la tensión, el conflicto, la conmoción interior es la vida misma».
cuentra Muerte en Persia, una especie de diario autobiográfico en el que deja ver su feminidad y masculinidad al mismo tiempo, así como el naciente deseo por una joven turca. Un compendio de relatos que datan de 1935, de los cuales algunos, con el tiempo, se han perdido, componen Con esta lluvia. Las historias se nutren de sus diarios de viaje por Asia y sus largas travesías por Siria, Irak, Palestina y países vecinos; temáticas que resultaban difíciles de vender en el mercado europeo, por lo que muchos editores consideraron que no era prudente la publicación de este libro, no solo por lo ajenas que podían resultar las historias peregrinas y orientales en Europa, sino por la grave situación económica en Suiza y la política en Alemania. Los textos eran una clara amenaza al Tercer Reich. Ningún editor los aceptó y Annemarie no pudo verlos publicados en vida. Esa frágil persona autodestructiva que era, adicta a la morfina, con varios intentos de suicidio frustrados, temporadas en clínicas de rehabilitación y con desdichas emocionales que la hacían ser ese «ángel devastado», es también la escritora por excelencia de relatos de viaje por el Medio Oriente y toda Asia. Esa errancia fue el motor que le permitió describir con sus letras los sinsabores de la existencia. A los seres atrapados por la verdad de su tiempo y excesivamente conscientes de su entorno se les dificulta la vida,
Muerte en Persia Annemarie Scharzenbach Traducción de Richard Gross y María Esperanza Romero editorial minúscula 2003 • 184 páginas Otros títulos de la autora: · Con esta lluvia · Todos los caminos están abiertos
el vivir como ejercicio cotidiano. Esta condena de la que no puede escapar Annemarie se la hereda Nietzsche. En el caso de la suiza, ¿cómo con-vivir con el nazismo de su familia? ¿Cómo entender su propio ser partido por identidades confusas? ¿Cómo vivir luego de ver la desgracia del prójimo? En el caso del filósofo, ¿cómo vivir en medio de la enfermedad y un mundo enfermo?, ¿cómo dar un paso adelante? Quizás a través de la angustia. Schwarzenbach no se creía digna de merecer una sola gota de felicidad; creía, más bien, que su único lugar en el mundo era uno forrado por el dolor y el sufrimiento. Y es que ¿quién puede gozar mientras otro llora? Su inmensa solidaridad la obligaba a adoptar un sentido trágico sobre la existencia, a tal punto de declarar que «sigo creyendo que el dolor recurrente, la lucha, la tensión, el conflicto, la conmoción interior es la vida misma». Se cuenta que Nietzsche perdió la cordura el día que vio cómo azotaban a un caballo derrumbado por el cansancio en plena calle. Los latigazos sobre el cuerpo inocente trastornaron a Nietzsche. El episodio, además de ser muy simbólico y polisémico, recuerda la enorme pérdida que trajo consigo la aclamada conquista de eso que Kant llamó «humanidad»: el olvido premeditado de la animalidad. Y Annemarie atestigua esa omisión al preguntarse ¿es acaso justo ir en busca de la felicidad cuando inocentes mueren sin nombre? Si «humanidad» significa guerra, violencia, azotar a un caballo, ser feliz mientras otro llora; mejor asumir la tragedia como único modo de existencia, o recordar la animalidad. Annemarie comparte con Nietzsche la extraña amargura de vivir. Quizás la esquizofrenia diagnosticada en ambos no era más que una extrema sensibilidad insoportable en un mundo abiertamente violento. Ambos trastornados por su existencia, pero también presos de sus adicciones, dolores, crisis nerviosas y episodios depresivos. Al final, los dos encontraron en Sils lo que buscaban, el filósofo, un rincón de paz; Annemarie, una muerte prematura. •
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Dos poemas Jessica Zuan
Imperfectos
Ven, pongamos la mesa, preparemos sopa y vino. Volvámonos la hora que aún no somos. Volvámonos la hora que no habremos de contar. Pleguemos las caras, bebamos cercanía, perforemos anillos de humo con el índice. Comamos la indecisión a cucharadas y ensuciemos el mantel. Amontonemos, boca con boca, cadera con cadera, cáscaras de historias para la mañana. Seamos vulnerables. Seamos imprudentes. Seamos terribles. Repitamos juntos la exigencia para que no se nos escape de nuestras manos: ven, pongamos la mesa antes de que todo se haya escrito. Seamos, al menos una vez más, imperfectos. 9
En la despensa envueltos de rodillas tiernamente abrazados frente a frente nariz con nariz aliento con aliento labios redondos escasa alusión roen se agarran se mojan empapados un gemido apenas audible lengua y lengua ni un hueco entre los cuerpos ni una grieta para más tarde nosotros Traducción de Jessica Zuan
Dossier:
Poscapitalismo
Yanis Varoufakis
¿El poscapitalismo ya está aquí? E
l 12 de agosto sucedió algo extraordinario. Se dio a conocer la noticia de que, en los primeros siete meses de 2020, la economía de Reino Unido había sufrido su mayor contracción en la historia (una caída del ingreso nacional superior al 20%). La Bolsa de Londres reaccionó con un alza en el ftse 100 (su principal índice bursátil) de más del 2%. El mismo día, cuando Estados Unidos empezaba a parecerse a un Estado fallido, no solamente a una economía en problemas, el indice S&P 500 alcanzó un pico sin precedentes. Sin duda, los mercados financieros desde hace mucho tiempo han recompensado los resultados que aumentan la miseria. Las malas noticias para los trabajadores de una empresa —despidos planificados, por ejemplo— suelen ser una buena noticia para sus accionistas. Pero cuando las malas noticias afectaban a la mayoría de los trabajadores simultáneamente, los mercados bursátiles siempre caían, debido a la expectativa razonable de que, cuando la población se ajustara el cinturón, todo el ingreso, y por lo tanto las ganancias y dividendos promedio, se comprimirían. La lógica del capitalismo no era bonita, pero era comprensible.
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Ya no más. No existe una lógica capitalista para los acontecimientos que culminaron el 12 de agosto. Por primera vez, una expectativa generalizada de menores ingresos y rentabilidad condujo a un frenesí de compra sostenido en Londres y Nueva York —o al menos no lo impidió—. Y esto no es porque los especuladores estén apostando a que las economías de Reino Unido y Estados Unidos hayan tocado fondo, haciendo que este sea un gran momento para comprar acciones. No, por primera vez en la historia, a los financistas no les importa en absoluto la economía real. Ven que el covid-19 ha colocado al capitalismo en una animación suspendida. Ven cómo desaparecen los márgenes de ganancias. Ven el tsunami de pobreza y sus efectos de largo plazo en la demanda agregada. Y ven cómo la pandemia revela y refuerza las profundas divisiones clasistas y raciales preexistentes.
Dossier: Poscapitalismo
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Los especuladores ven todo esto, pero lo consideran irrelevante. Y no se equivocan. Desde que el covid-19 colisionó con la enorme burbuja que los gobiernos han venido utilizando para reflotar al sector financiero desde 2008, los mercados bursátiles en auge se volvieron compatibles con una implosión económica masiva. Fue un momento históricamente significativo, que marcó una transición sutil pero discernible del capitalismo a un tipo peculiar de poscapitalismo. Pero comencemos por el principio. Antes del capitalismo, la deuda aparecía al final del ciclo económico. En el feudalismo, lo primero era la producción. Los campesinos trabajaban los campos de los señores y la distribución venía luego de la cosecha, cuando el sheriff recolectaba la parte que le correspondía al señor. Parte de esta cuota luego se monetizaba cuando el señor la vendía. Recién entonces surgía la deuda, cuando el señor prestaba dinero a los prestatarios (muchas veces, inclusive, al rey). El capitalismo revirtió el orden. Una vez que la mano de obra y la tierra se habían mercantilizado, la deuda era necesaria incluso antes de que comenzara la producción. Los capitalistas sin tierra tenían que endeudarse para rentar tierra, trabajadores y máquinas. Los términos de estos arriendos determinaban la distribución del ingreso. Recién ahí podía comenzar la producción, generando ingresos cuyo residual era la ganancia de los capitalistas. En consecuencia, la deuda alimentó la promesa temprana del capitalismo. Pero fue recién en la Segunda Revolución Industrial cuando el capitalismo pudo reformular el mundo a su imagen. El electromagnetismo dio lugar a las primeras compañías en red, que producían de todo, desde plantas de generación de energía y la grilla de electricidad hasta bombillas para cada habitación. Las colosales necesidades de financiamiento de estas empresas engendraron el megabanco, junto con una capacidad considerable para crear dinero de la nada. La aglomeración de megafirmas y megabancos creó una tecnoestructura que usurpó mercados, instituciones democráticas y medios de comunicación, lo que primero derivó en los «locos años veinte» y luego en la crisis de 1929. Desde 1933 hasta 1971, el capitalismo global estaba planificado centralmente bajo diferentes reproducciones del marco de gobernanza del New Deal, incluidos la economía en guerra y el sistema de Bretton Woods. Como ese marco fue arrasado a mediados de los años 1970, la tecnoestructura, disfrazada de neoliberalismo, recuperó sus poderes. Luego vino un aluvión
de «exuberancia irracional» al estilo de los años veinte, que culminó en la crisis financiera global de 2008. Para reflotar el sistema financiero, los bancos centrales canalizaron olas de liquidez muy barata al sector financiero, a cambio de una austeridad fiscal universal que limitó el gasto de los hogares de bajos y medianos ingresos. Al no poder beneficiarse de los consumidores golpeados por la austeridad, los inversores pasaron a depender de las constantes inyecciones de liquidez de los bancos centrales, una adicción con efectos colaterales graves para el propio capitalismo. Consideremos la siguiente reacción en cadena: el Banco Central Europeo otorga nueva liquidez al Deutsche Bank a un interés de casi cero. Para sacarle provecho, el Deutsche Bank debe prestar ese dinero, aunque no a la «pobre gente» cuyas circunstancias deterioradas han debilitado su capacidad de pago. Entonces, se la presta, por ejemplo, a Volkswagen, que ya está inundada de ahorros porque sus ejecutivos, por temor a una demanda insuficiente de nuevos autos eléctricos de alta calidad, pospusieron inversiones cruciales en nuevas tecnologías y empleos bien remunerados. Aunque los jefes de Volkswagen no necesitan el dinero extra, el Deutsche Bank les ofrece una tasa de interés tan baja que lo toman e inmediatamente lo usan para comprar acciones de Volkswagen. Naturalmente, el precio de la acción se dispara y, con él, los bonos de los ejecutivos de Volkswagen (que están asociados a la capitalización de mercado de la compañía). De 2009 a 2020, estas prácticas ayudaron a desvincular los precios de las acciones de la economía real, lo que resultó en una «zombificación» corporativa generalizada. Así estaba el capitalismo cuando llegó el covid-19. Al afectar el consumo y la producción al mismo tiempo, la pandemia obligó a los gobiernos a reemplazar los ingresos en un momento en que la economía real tenía la menor capacidad para invertir en la generación de riqueza no financiera. Como resultado de ello, se llamó a los bancos centrales a estimular de manera aún más grandiosa la burbuja de deuda que ya había «zombificado» a las corporaciones. La pandemia ha reforzado aquello que ha venido minando los cimientos del capitalismo desde 2008: el vínculo entre ganancias y acumulación de capital. La crisis actual ha revelado una economía poscapitalista en la que los mercados de bienes y servicios reales ya no coordinan la toma de decisiones económicas, la tecnoestructura actual (que incluye a las grandes tecnológicas y a Wall Street) manipula el comportamiento en una escala industrial y el demos está excluido de nuestras democracias. • Traducción de Esteban Flamini
Martín Arboleda 14
Imaginar el poscapitalismo
Ilustraciones del dossier: María Daniel
Dossier: Poscapitalismo
En el intento de aventurar hipótesis, en el deseo que traza mapas cognitivos se encuentra el principio de la sabiduría. Fredric Jameson, La estética geopolítica
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l año 2019 dio inicio a un ciclo de protestas que remeció el paisaje social y político en Latinoamérica. La abrumadora realidad de desigualdad extrema, injusticia social, violencia estatal y sufrimiento socioecológico agrietó el consenso neoliberal de las últimas tres décadas, llevando manifestaciones masivas a las calles y plazas de la región. Pese a las particularidades de cada territorio, la demanda ha sido clara y unívoca: redistribución de la riqueza y democratización del poder político y económico. Posteriormente, la pandemia global del coronavirus no solamente exacerbó, sino que hizo aún más visibles las profundas dislocaciones —de clase, raza, ecológicas y de género— que ha hecho posible el neoliberalismo en su fase tardía. El oficialismo de izquierda, por su parte, ha sido incapaz de ofrecer un proyecto de transformación que sea viable y sostenible en el tiempo. Los esquemas redistributivos implementados por las diversas administraciones progresistas de la región han dejado intacto un régimen primario-exportador que ha demostrado ser desastroso en lo ecológico e inviable en lo fiscal.
Los incendios que en 2019 devoraban cientos de kilómetros de bosques tropicales y plantaciones agroexportadoras tanto en la Amazonía de Evo Morales como en la de Jair Bolsonaro simbolizan una verdad abrumadora: el orden dominante es incapaz de ofrecer una alternativa concreta al mundo que el capital ha creado a su propia imagen. Mientras tanto, la revuelta social abre caminos en las calles y la pandemia abre portales en ollas populares, en hospitales, en viviendas. En esta multiplicidad de espacios de encuentro, de cooperación y de cuidado se imaginan y fraguan mundos distintos, mundos cuya realización concreta se ve directamente amenazada por la inercia institucional del orden liberal. ¿Qué hacer, entonces, cuando se extingan las llamas del radicalismo popular y las urgencias de la crisis y se emprenda un regreso a la supuesta «normalidad»? ¿De qué manera esta sucesión de momentos constituyentes podría desbordar un registro agonístico-adversarial, y ensanchar el espectro de lo que es posible, o incluso de lo que es imaginable? El presente exige con urgencia formas de intervenir en la realidad que puedan superar el cerco de lo que el crítico cultural Mark Fisher denominó realismo capitalista: la aceptación generalizada —tanto explícita como tácita— de que el capitalismo es el único sistema político y económico viable y que por lo tanto es imposible imaginar cualquier alternativa coherente. La economía emocional que ha predominado en las últimas décadas, de acuerdo con Fisher, es la de una «melancolía de izquierda» de intelectuales y organizaciones políticas que se sienten a gusto en su marginalidad y en su derrota, y que por ende se limitan a una orientación meramente defensiva, contestataria o de denuncia frente a los excesos del sistema. No se puede esperar que una situación posrevolucionaria o catastrófica, por sí sola, pueda llevar automáticamente a un sistema socioeconómico distinto. En el «Manifiesto por una política aceleracionista», Alex Williams y Nick Srnicek afirman que una transición poscapitalista requiere de un ejercicio consciente de planificación que además de desarrollar un mapa cognitivo del sistema actual, también pueda confeccionar una posible imagen o representación del sistema económico futuro.
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Las prácticas alternativas de consumo, por sí mismas, son incapaces de propiciar una reforma agraria significativa que pueda fracturar el poder de concentración de cadenas transnacionales de supermercado, de laboratorios y de grandes monocultivos industriales; cambiar el automóvil por la bicicleta puede ser un acto individual importante, pero insuficiente para emprender una transición energética profunda que permita un desmantelamiento real de las industrias fósiles y el florecimiento de las energías limpias y comunitarias; las marchas y protestas contra la desigualdad, por multitudinarias que puedan llegar a ser, no podrán surtir un verdadero efecto si no se transforman en reformas fiscales que puedan controlar las pulsiones evasoras del gran capital y recuperar la riqueza socialmente generada para redistribuirla de manera equitativa.
Conformar un poder democrático que permita desarticular la economía de mercado capitalista y transitar hacia modos más elevados de organizar la vida en común, entonces, no solamente requiere confrontar al establishment en las calles y en las urnas. Durante las últimas décadas, sin embargo, hemos visto cómo la pregunta acerca de la forma de un Estado que pueda hacer posible una transición hacia una sociedad alternativa ha sido desplazada por un nuevo consenso que rechaza de plano las instituciones y entiende a los movimientos sociales, por sí mismos, como el único sujeto posible de cambio. El orden neoliberal y su ejército de tecnócratas y economistas, mientras tanto, se adentran cada vez más en las
insondables abstracciones técnicas de la regulación, secuestrando el aparato estatal para favorecer a pequeñas élites. La planificación económica está de vuelta, y opera a una escala sin precedentes. Durante muchos años, el consenso general en la teoría económica y en los espacios de toma de decisiones ha consistido en la idea de que el mercado constituye el instrumento más sofisticado y completo para recopilar información dispersa en la economía; una superinteligencia difusa y más-que-humana que traduce esta información en «señales» que luego alimentarán diseños institucionales y de política. El mercado, por ende, ha sido comprendido como el medio más eficaz para solucionar cualquier problema colectivo de asignación y gestión de recursos. Este sentido común o doxa se remonta al famoso «debate sobre el cálculo socialista» de las décadas de 1920 y 1930, en el que Friedrich von Hayek y Ludwig von Mises (filósofos y economistas de la Escuela de Austria) cuestionaron la capacidad de las agencias nacionales de planificación para movilizar este tipo de información de sistemas complejos, como lo son las economías nacionales. La tesis de la imposibilidad del cálculo socialista, bajo el anterior entendido, consiste entonces en la impugnación de la factibilidad técnica (no política o incluso moral) de una economía conscientemente planificada, principalmente desde dos derivas teóricas: en primer lugar, las corrientes neoclásicas han cuestionado su viabilidad práctica por los problemas de cómputo y contabilidad que suscitaría la gestión de una economía extensa. En segundo lugar, las tradiciones austriacas han conjeturado su inviabilidad lógica por la incapacidad que una economía de esta naturaleza tendría para recopilar la información necesaria para un cálculo racional del proceso general de reproducción socioeconómica. La figura del individuo racional maximizador de utilidades —célula elemental de este sujeto colectivo difuso llamado «mercado»— ha sido desde entonces tan hegemónica como símbolo de anticolectivismo que, como lo señala Jodi Dean, incluso se ha extrapolado al imaginario de una izquierda que considera las prácticas individuales y micropolíticas como un foco de acción más importante que los movimientos organizados de masas y de gran escala (como sindicatos, partidos políticos, cuadros técnicos y, por supuesto, organismos de planificación). La sucesión de crisis globales que inició con el estallido de la burbuja de hipotecas basura (subprime) en los Estados Unidos durante 2008 y que llegó a su punto más álgido en la pandemia global del coronavirus en 2020 ha puesto en entredicho aquel consenso. Primero que todo, ha demostrado que la «catalaxia» (término que Hayek empleó para describir la naturaleza supuestamente autoorganizativa del mercado) de la economía neoliberal, es de hecho una práctica de gobierno; su existencia es inconcebible sin una vasta diversidad de mecanismos de intervencionismo político y de coordinación interempresa.
Dossier: Poscapitalismo
17 El auge de megacorporaciones como Amazon, Facebook y Walmart, por su parte, también ha sido posible gracias a ambiciosos esquemas de planificación estratégica al interior de las firmas mismas. Haciendo un guiño a Gosplan (la agencia de planificación central de la Unión Soviética bajo el estalinismo), algunos analistas sugieren que las prácticas de coordinación de este tipo de actores monopólicos han dado origen a una suerte de «Gosplan 2.0» o «Gosplan de Google». Si esta planificación del poder oligárquico nos ha llevado a una era de extinciones masivas y desigualdad extrema, ¿por qué no volver a disputar el diseño y ejecución de los planes, e incluso el significado mismo de la planificación?
Planificar para producir futuro
Uno de los elementos cardinales de la planificación es precisamente el hecho de que no solamente está orientada hacia el futuro, sino que despliega los instrumentos técnicos del aparato estatal —leyes, estatutos, planos, dispositivos regulatorios, censos, etc.— para realizar concretamente ese futuro. Es precisamente debido a su carácter prospectivo que la
planificación ha sido entendida como un modo de asignación de recursos que opera de manera ex ante, en contraposición a la asignación de recursos por vía de mercado, que opera de manera ex post. Otro elemento característico de la planificación es el hecho de que ésta no se limita a actuar sobre sectores individuales de la economía, sino que aspira a conducir el proceso general de reproducción socioeconómica a partir de trayectorias de desarrollo fijadas democráticamente. Bajo este entendido, la planificación democrática sería entonces la trama de instrumentos que se activan para dar forma (potestas) a las visiones de sociedad que emergen del pueblo organizado (potentia). Puede parecer extraño e incluso anacrónico querer recobrar, en un tono relativamente apologético, un concepto con un pasado tan cargado y turbulento como el de la planificación. Sin duda, fue la visión grandilocuente de la planificación, así como sus desfiguraciones burocráticas y autoritarias, lo que signó su declive tras el fin de la Guerra Fría. En la década de 1990, la idea de planificación económica ya no solamente parecía soberbia, sino ineficiente y políticamente peligrosa.
Dossier: Poscapitalismo
En su remplazo, la gobernanza surgió como una alternativa más sensata, imparcial y aparentemente menos ideológica de administrar recursos escasos en una sociedad.
Tras el declive de la planificación económica modernista, la gobernanza y la planificación urbana inauguran entonces un paradigma de política económica que se desliga de los grandes diseños utópicos y normativos. Su función principal será la de velar por la eficiencia, generar un entorno atractivo para la inversión privada, e inculcar actitudes y disposiciones empresariales en la población. La competitividad territorial se convierte en el nuevo norte de la gestión pública, y los distintos espacios regulatorios (desde las economías nacionales hasta los espacios submetropolitanos) empiezan a competir entre sí para atraer flujos de inversión extranjera directa, así como capital humano altamente cualificado.
Desde este momento, las regiones y territorios se empiezan a especializar en la atracción de variados tipos de inversiones —mineras, turísticas, agroindustriales, energéticas y financieras, entre otras—. También, los protocolos de intervención de la gobernanza usualmente van acompañados de retóricas y ejercicios formales de «participación» e «inclusión», particularmente como dispositivos que permitan dotarlos de legitimidad ante la ciudadanía. Este tipo de ejercicios participativos, sin embargo, han sido criticados porque en la práctica tienden a cooptar la organización colectiva y a desactivar demandas redistributivas reales. Pese a las críticas, la gobernanza —con su evangelio de la eficiencia y sus mecanismos de inclusión espuria— se presen18
ta hoy en día como el único modo de gestión viable. Entonces, hay algo en la figura de la planificación que es subversivo precisamente porque le imprime una historicidad densa a un momento en el que los excesos del postmodernismo y de la ideología neoliberal clausuran la posibilidad de pensar históricamente. Como lo sugiere Fredric Jameson en Arqueologías del futuro, el conocimiento histórico es uno de los mecanismos que permiten perforar aquel cerco de la experiencia que en circunstancias normales nos impide captar la alteridad radical; es decir, el hecho de que las cosas no solamente pueden ser radicalmente otras, sino que en efecto lo han sido en algún momento del tiempo, y que por ende la ruptura es una posibilidad concreta de la vida social. La planificación, entonces, supera la idea del presente como tiempo vacío o simplemente como continuum y reclama una facultad que hoy se encuentra adormecida: la de imaginar y producir un futuro que no sea un mero pastiche de la sociedad ya existente. En otras palabras, la planificación no solamente da forma al futuro-como-ruptura; por su naturaleza eminentemente prefigurativa, conjura mundos alternativos y por tanto es una forma mediada o modo de existencia del futuro. Como se desprende de la crítica materialista de la economía política desarrollada por Marx, la mercancía es una forma mediada o indirecta del trabajo humano, así como el dinero es una forma mediada de los mercados y la interdependencia económica. Estas formas cristalizan —aunque de manera parcial, inestable e indirecta— los atributos de las relaciones sociales que les dan origen. De esta misma manera, los instrumentos técnicos de la planificación se pueden entender como una expresión mediada y cosificada de las visiones del futuro que emergen del poder popular constituyente. Los estudios basales, censos y leyes que dieron vida a las reformas agrarias latinoamericanas del siglo pasado, por ejemplo, cristalizaron en mayor o menor medida la sensibilidad de múltiples movimientos de masas que al gritar con fuerza «la tierra para quien la trabaja», trazaron el rumbo hacia una sociedad libre de la dominación de patrones hacendales. En este sentido, las fórmulas y protocolos de intervención que puedan surgir en el marco de nuevas luchas por la justicia territorial, racial, de género y socioecológica también prefigurarían mundos más allá de otras formas de dominación.
En consecuencia, el objetivo de este ensayo consiste en identificar y recuperar aquello que es emancipador en la planificación tal como ésta ha existido. Esto incluye no solamente la planificación del pasado histórico, sino también nuevas formas de planificación insurgente que han emergido en municipios y territorios para confrontar los efectos desintegradores del capitalismo tardío en su configuración financiarizada, microelectrónica y rentista. Parte de la inspiración para este libro ha surgido de la ciudad de Santiago de Chile, que durante la década de 1960 fue uno de los principales epicentros globales del pensamiento crítico sobre la planificación. El Centro de Estudios Socioeconómicos (ceso), el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ilpes), el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (ceren) y la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (cepal), fueron algunos de los nodos de una vibrante red epistémica transnacional que entrelazaba espacios universitarios, de militancia política y de toma de decisiones.
Posteriormente, en el contexto del proceso revolucionario que lideró el gobierno de la Unidad Popular tras la victoria electoral de Salvador Allende en 1970, Santiago fue la sede de una de las reformas agrarias más masivas y transformadoras llevadas a cabo por un régimen democrático. En ese período, la ciudad también fue el escenario del Proyecto Synco, quizás el más futurista y ambicioso esfuerzo de emplear tecnologías cibernéticas para crear un sistema de planificación económica descentralizada en tiempo real. El sueño de construir una economía consciente y colectivamente coordinada a partir de principios de democracia económica, liberación nacional y autogobierno obrero, como bien se sabe, fue extinguido por una sangrienta dictadura militar. Su presencia fantasmática, sin embargo, aún perdura en la cultura política de las organizaciones populares que hoy se enfrentan al neoliberalismo. • Fragmento del libro Gobernar la utopía, publicado por Editorial Caja Negra (2021)
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Paul Mason
El insoportable irrealismo del presente. Poscapitalismo y sociedad
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Gráfico 1. Relación entre deuda y pib en Estados Unidos
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o que caracteriza el momento presente en la historia es una sensación dominante de irrealismo entre las élites. Los discursos oficiales ya no se utilizan como guías para la acción, las leyes no se aplican y se ignoran las reglas. La máxima expresión del irrealismo mundial está contenida en dos gráficos. El primero es la proyección de la Oficina de Presupuestos del Congreso de Estados Unidos de la relación entre la deuda y el pib hasta 2048. El gráfico 1 proyecta para 2030 niveles de deuda normalmente asociados a tiempos de guerra —solo que en tiempos de paz—, empujados fundamentalmente por la determinación de Estados Unidos de seguir gastando en defensa, seguridad social y Medicare sin incrementar los impuestos como porcentaje del pib. A diferencia de lo registrado en la Segunda Guerra Mundial, no hay un plan realista —o siquiera una intención declarada— de disminuir esta acumulación de deuda. Por primera vez en la historia del capitalismo industrial, una gran economía está construyendo una enorme cantidad de deuda en tiempos de paz y no hay un modo realista de disminuirla. De acuerdo con las proyecciones de la Oficina de Presupuestos del Congreso, durante los próximos treinta años el pib estadounidense se incrementará de 20 billones a 65 billones de dólares, mientras que la deuda se disparará de 16 billones a 97 billones. El déficit permanecería entonces en 8% anual, lo que promovería, por parte de los economistas ortodoxos, demandas de austeridad en una escala que es insostenible para Estados Unidos en la actualidad. El supuesto subyacente es que la población del país aceptará un derrumbe en su nivel de
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vida, el mundo seguirá comprando el billete estadounidense o el Estado emitirá dinero como una solución a su insolvencia. Observemos ahora el segundo gráfico: una elaboración del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (ipcc, por sus siglas en inglés) que muestra que es necesario reducir las emisiones de dióxido de carbono en forma drástica en los próximos veinte a treinta y cinco años si queremos evitar un colapso catastrófico e incontrolable. El ipcc sostiene que, para lograr esta reducción, «serían necesarias transiciones rápidas y de gran alcance en energía, tierras, urbanismo e infraestructura (incluyendo transporte y edificaciones) y sistemas industriales», lo que demandaría «una ampliación significativa de las inversiones en estas alternativas».
La pregunta estratégica que enfrenta la humanidad
La única pregunta estratégica que enfrenta la humanidad es si los países del mundo desarrollado que están más severamente endeudados están preparados para encontrar los recursos para concretar esta transformación. La pregunta complementaria es si, para lograrlo, estamos preparados para destruir la influencia política del sector de los combustibles fósiles y de los sectores financieros que evaden su responsabilidad fiscal. Hasta que no respondamos estas preguntas, estaremos perpetuando la cultura del irrealismo. En Estados Unidos ha surgido un novedoso y potente movimiento que busca concretarlo. El Nuevo Pacto Verde (Green New Deal), presentado como proyecto de ley en el Congreso por la nueva representante por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, promete compromisos de inversión por un plazo de diez años que sus detractores han totalizado en 6 billones de dólares adicionales por año. Los defensores del Nuevo Pacto Verde se resisten a aceptar esa cifra. Sostienen que, de acuerdo con la teoría monetaria supuestamente moderna, en todo caso el precio se puede pagar emitiendo deuda e imprimiendo dinero, por lo que la cifra es irrelevante. Aunque aplaudo su desparpajo, en cierto modo se basa en las mismas premisas de la política fiscal del presidente Donald Trump: es decir, que el dinero fiduciario le permite al Estado superar eternamente la dinámica tradicional de endeudamiento. Dicho de otra manera, la dinámica interna de un sistema de mercado capitalista, en la que en algún punto la deuda elevada crea inestabilidad y depreciación monetaria y el costo para el gobierno de tomar dinero prestado se descontrola, se puede evitar mediante el dinero fiduciario. La única forma de inyectar realismo en el debate es hacer una pregunta que ni la élite económica de Davos ni los miembros progresistas del Partido Demócrata, ni siquiera la mayor parte del movimiento ecologista, están preparados para considerar: ¿son compatibles las soluciones con el capitalismo?
Gráfico 2. Trayectorias ideales de emisiones netas globales de CO2 (en miles de millones de toneladas por año)
La sublevación de la tecnología
En Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro (2015), sostuve que no. El mayor problema para la sustentabilidad de la deuda estadounidense (o, para el caso, la de Japón o la eurozona) no es si el sistema financiero se puede mantener con vida gracias al dinero fiduciario. El mayor problema es que la tecnología de la información está en rebelión contra las instituciones sociales y económicas que la rodean. En una economía capitalista de la información el valor que se genera es demasiado poco como para justificar el tamaño de la deuda actualmente acumulada, los déficits permanentes o las proyecciones fiscales de los principales Estados. La tecnología de la información crea caídas exponenciales en los costos de producción de información, bienes informacionales y algunos bienes físicos y servicios. Produce utilidad en enormes cantidades, a través de los efectos de red, y tiende a democratizar y abaratar la innovación. Suprime el mecanismo normal de adaptación, por el cual la innovación produce nuevos bienes con mayores costos de insumos (incluida la mano de obra) y que permiten la existencia de empleos con mayores salarios. Además, la automatización tiene el potencial de erradicar 47% de los puestos de trabajo o 45% de las actividades.
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En los últimos quince años hemos construido un sistema altamente disfuncional, que es insostenible de acuerdo con todas las premisas tradicionales. Es un sistema de monopolios únicos permanentes, con una búsqueda masiva de renta financiera y de explotación financiera, creación de puestos de trabajo con bajos salarios y poca calificación, diseñados para mantener a la gente en el sistema de crédito y extracción de datos, y enormes asimetrías de poder e información entre empresas y consumidores.
Como resultado, el largamente esperado despegue de la Cuarta Revolución Industrial no se está produciendo. Sin importar cuántos economistas schumpeterianos predigan su llegada inminente en caso de que los Estados tomen un rol más activo en la coordinación industrial, esto no podrá ocurrir en el marco de una economía global de mercado altamente endeudada y monopolizada.
Rediseño rápido del sistema
Por ende, junto con la transición a una economía de carbono cero, necesitamos un rápido rediseño del sistema, en el cual el sector de mercado se achique en relación con el sector público, emerja un sector colaborativo no mercantil, el dinero deje de funcionar como reserva de valor y haya una rápida reducción de las horas trabajadas dentro del sistema remunerado. Si se observa lo suficiente la proyección de deuda para Es-
tados Unidos y un gráfico como el número 3 —que muestra la velocidad con que la humanidad ha arruinado el mundo al utilizarlo como un desagüe para procesos que implican un gran uso de carbono—, se hace evidente que el capitalismo ha llegado a un momento decisivo. Está demasiado endeudado para seguir funcionando con normalidad y es estructuralmente demasiado adicto al carbono. Los acreedores de la deuda y los que tienen los derechos para quemar carbono irán a la bancarrota, o el clima global colapsará. A mediano plazo, necesitamos una forma diferente de capitalismo, pero esta no será estable ni permanente, e incluso esa forma deberá crearse mediante algo que va a parecerse a una revolución. Será necesario desincentivar el uso del carbono al tiempo que se redistribuye en gran escala la riqueza y se le permite al Sur global continuar desarrollándose y superar las enormes distorsiones estructurales creadas por los monopolios tecnológicos, los buscadores de renta, los especuladores financieros y los Estados y empresas que acumulan datos. Avanzar hacia el postcapitalismo no involucra erradicar las fuerzas del mercado de la noche a la mañana ni aceptar los métodos de planificación centralizada de la economía soviética. El propósito es diseñar una transición controlada en la que las fuerzas del mercado dejen de operar como el principal mecanismo de asignación de bienes y servicios en el planeta, en la que el Estado se reduzca y se desactiven las acumulaciones de deuda. La tecnología de la información facilitará un movimiento más allá de la escasez en grandes sectores de la economía. El cambio climático demanda que erradiquemos ciertos usos del carbono. La dinámica de la deuda mundial, combinada con el problema del envejecimiento de la población, implica que necesitamos algo más radical y sustentable que el dinero fiduciario y una masa de deuda que nunca se saldará.
¿Demasiado estridente?
Cuando en Postcapitalismo advertí que si no abandonábamos el neoliberalismo este destruiría la globalización, el Financial Times dijo que la advertencia era «innecesariamente estridente». Pero resultó que no era suficientemente estridente. Mientras Trump saca a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático, su par brasileño Jair Bolsonaro se prepara para quemar el Amazonas y poderosos movimientos en toda Europa buscan proteger los estilos de vida basados en el automóvil de motor diesel, solo una nueva y gran idea global podrá revertir la situación. Las premisas gemelas de la tecnocracia de nuestro tiempo —que el sistema social actual puede lograr un nivel cero de carbono y que el dinero fiduciario puede compensar por siempre el crecimiento de la deuda— son las que hacen que la formulación de políticas sea en tal medida irreal. Tenemos que empezar a ser realistas. • Gráfico 3. Emisiones anuales de CO2 (miles de millones de toneladas por año) por región
Traducción de María Alejandra Cucchi
Branko Milanović
¿Existirá un poscapitalismo? E
l libro de Paul Mason (Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro) es inmensamente ambicioso. En menos de trescientas páginas, no solo explica los últimos trescientos años de capitalismo y los esfuerzos por sustituirlo por otro sistema (el socialismo), sino que muestra cómo se transformará finalmente y propone un conjunto de políticas para ayudar a esa transformación. Además, no se trata de un libro superficial, como podría parecer en un principio al contrastar la enormidad del material tratado y el tamaño relativamente delgado del volumen. Tampoco hay que dejarse engañar por el estilo campechano utilizado por Mason. El estilo puede ser periodístico, pero las preguntas formuladas, la calidad del debate y los objetivos del libro son de primer orden. El libro puede leerse de muchas maneras. Uno podría centrarse en los tres últimos capítulos, de carácter programático y destinados a proporcionar algunos objetivos positivos a la nueva izquierda. O se podría discutir la creencia del libro en el desarrollo cíclico del capitalismo impulsado por los ciclos de Kondratieff a largo plazo (actualmente, según la lectura de Mason, estamos en la fase ascendente del quinto ciclo). O uno podría centrarse en la brevísima pero poderosa historia de Mason sobre los movimientos obreros (capítulo 7) y en uno de sus raros acuerdos con Lenin de que los trabajadores podían alcanzar, en el mejor de los casos, una «conciencia sindical» y no estaban interesados en derrocar al capitalismo. O se podría debatir la utilidad de la resucitación por parte de Mason de la teoría laboral del valor de Marx. No haré nada de esto ya que esta reseña es relativamente corta. Discutiré el punto de vista de Mason sobre el estado
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actual del capitalismo y sobre las fuerzas objetivas que, según él, lo conducen al poscapitalismo. Lo esencial del argumento de Mason es que la revolución de las tic se caracteriza por enormes economías de escala que hacen que el coste marginal de producción de los bienes de conocimiento sea casi nulo, y que tanto las cantidades de capital como de trabajo incorporadas a dichos productos tiendan a cero. Imaginemos un plano electrónico de todo lo que es necesario para la impresión en 3D o un programa informático que dirija el trabajo de las máquinas: una vez realizadas esas inversiones, apenas se necesita mano de obra adicional, y como el capital (el programa informático) tiene una vida casi infinita, la parte de capital «incorporada» en cada unidad de producción es mínima («lo que se desea idealmente es una máquina que no se desgaste nunca, o que no cueste nada sustituir», p. 166). Cuando el coste marginal de producción llega a cero, el sistema de precios ya no funciona, ni puede existir el capitalismo estándar: si los beneficios son cero, no tenemos clase capitalista, ni plusvalía, ni producto marginal positivo de capital, ni trabajo asalariado. Nos acercamos al mundo de la abundancia masiva, donde las reglas habituales del capitalismo ya no se aplican. Es un poco como el mundo de la temperatura cero absoluta, o el mundo donde el tiempo y la energía se convierten en uno. Es, en otras palabras, un mundo muy alejado del que habitamos ahora, pero es hacia donde, según Mason, nos dirigimos.
Dossier: Poscapitalismo
¿Cuáles son las formas como los capitalistas pueden compensar su desaparición? Hay tres maneras, y para aquellos que hayan leído la literatura marxista de principios de la década de 1910, les resultarán familiares porque ya entonces se discutían cuestiones similares. La primera es crear monopolios. Esto es exactamente lo que Apple, Amazon, Google y Microsoft están haciendo ahora. La economía puede monopolizarse y cartelizarse como ocurrió en las últimas décadas del siglo xix y las primeras del xx.
La segunda respuesta es reforzar la protección de la propiedad intelectual. Esto es, de nuevo, lo que las empresas recién mencionadas, o los productores de canciones y Disney, intentan hacer cada vez más agresivamente utilizando el poder del Estado. (El lector se dará cuenta de que la protección de los derechos de propiedad aumenta los costes unitarios del capital y, por tanto, impide que el coste marginal de la producción descienda a cero). La tercera respuesta es ampliar continuamente el «campo de acción» del capitalismo: si los beneficios en un área amenazan con caer a cero, hay que pasar a otra área, «patinando [siempre] al borde del caos» entre la expansión de la oferta y la caída de los precios, o encontrar nuevas cosas que puedan ser comercializadas y mercantilizadas. Los lectores de Rosa Luxemburgo reconocerán aquí una idea conocida, es decir, que la existencia del capitalismo depende de su continua interacción con los modos de producción no capitalistas y que, una vez que éstos se agoten, el capitalismo se verá abocado al mundo de los beneficios cero. Estas preocupaciones tienen un pedigrí aún más antiguo, que se remonta a la opinión de Ricardo de que, sin la derogación de las Leyes del Maíz, todos los beneficios de los capitalistas serán devorados por las rentas de los terratenientes y se ahogará el desarrollo, y a la «ley de la caída tendencial de la tasa
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de ganancia» de Marx, causada por una intensidad de producción del capital cada vez mayor. Así que los puntos de Mason a este respecto no son nuevos, pero situarlos en la etapa actual del capitalismo y de la revolución de las tic sí lo es. Las tres formas en que los capitalistas intentan corregir la ineludible disminución de la tasa de ganancia son todas insuficientes. Si los monopolios fueran una forma de mantener el capitalismo eso implicaría el fin del progreso tecnológico. El capitalismo se convertiría en un sistema «regresivo». No hay mucha gente que no esté de acuerdo con el llamamiento de Mason para suprimir los monopolios como Amazon y Microsoft. Lo mismo ocurre con la protección de los derechos de propiedad, cuya aplicación, además, es cada vez más difícil. Así que con la tendencia de los beneficios a ir a cero y la incapacidad de proteger los derechos de propiedad, la única solución que queda es la comercialización de la vida cotidiana (el nuevo «campo de acción»). Así es como Mason explica la tendencia de los capitalistas a trasladarse a transacciones que antes no eran de mercado: crear nuevos bienes a partir de nuestras casas que ahora alquilamos por días, de nuestros coches, de nuestro tiempo libre. Prácticamente todas las interacciones humanas tendrán que ser mercantilizadas: las madres cobrarán un centavo cuando empujen a los hijos de otra en el columpio del parque. Pero esto, según Mason, no puede continuar. Hay un límite natural a lo que los humanos aceptarán en cuanto a la mercantilización de las actividades cotidianas: «habría que tratar a la gente que se besa gratuitamente como se trataba a los cazadores furtivos en el siglo xix» (p. 175). Los argumentos de Mason son, en mi opinión, muy persuasivos hasta este punto, pero aquí me siento tentado a separarme. Su explicación de por qué estamos viviendo un periodo de mercantilización sin precedentes de nuestras vidas personales está muy bien hecha, pero su perspectiva optimista de que dicha mercantilización tiene límites, así como su énfasis en la creciente importancia de las transacciones no comerciales (software de código abierto, escribir blogs de forma gratuita, etc.) es errónea. Permítanme empezar por esto último. Mason exagera la importancia de las nuevas tecnologías o de los nuevos bienes que se desarrollan a través de la cooperación y se suministran de forma gratuita. Sí, se puede acceder a muchas cosas a cambio de nada, pero aunque parezca que se suministran de forma voluntaria hay, en el fondo, un elemento mercenario: se puede escribir un código o un texto de forma gratuita, pero se hace para influir en los demás, hacerse notar y, en última instancia, cobrar por ello. Mason probablemente escribió su libro de forma gratuita; pero el éxito del libro le asegurará que le pagarán por lo que diga o escriba después. Así que centrarse en lo primero sin incluir lo segundo es engañoso.
¿Por qué es errónea su opinión sobre la mercantilización? La mercantilización no solo nos viene impuesta desde fuera por las empresas que quieren encontrar nuevas fuentes de beneficios. Participamos voluntariamente en la mercantilización porque, gracias a una larga socialización del capitalismo, su alcance es global y, por tanto, llega incluso a aquellos que no han sido socializados durante mucho tiempo; las personas se han convertido en máquinas calculadoras capitalistas. Cada uno de nosotros se ha convertido en un pequeño centro de pensamiento capitalista, asignando precios implícitos («en la sombra») a nuestro tiempo, a nuestras emociones o a las relaciones familiares. El éxito final del capitalismo es haber transformado o desarrollado la naturaleza humana hasta convertirnos a cada uno de nosotros en excelentes calculadores del «dolor y el placer», de la «ganancia o la pérdida», hasta el punto de que incluso si la producción capitalista desapareciera hoy, nos venderíamos unos a otros servicios por dinero: nos convertiríamos en empresas. Imaginemos una economía (similar a una economía muy primitiva) en la que toda la producción se realiza en casa.
Esto parecería un modelo perfecto de economía sin mercado. Pero si hoy tuviéramos una economía así, sería plenamente capitalista porque nos venderíamos todos estos bienes y servicios entre nosotros: un vecino no vigilará a tus hijos gratis; nadie compartirá la comida contigo sino que te la cobrará; harás que tu marido pague por el sexo, etc. Este es el mundo hacia el que nos dirigimos y, por tanto, el campo de operaciones del capitalismo puede llegar a ser ilimitado porque nos incluiría a cada uno de nosotros. «La fábrica del capitalismo cognitivo es toda la sociedad» (p. 139). El capitalismo funcionará durante mucho tiempo porque ha conseguido transformar a los humanos en máquinas calculadoras dotadas de necesidades ilimitadas. Lo que David Landes consideraba una de las principales contribuciones del capitalismo, es decir, el mejor uso del tiempo y la capacidad de expresar todo en términos de poder adquisitivo abstracto, se ha trasladado ahora a nuestra vida privada. No necesitamos el modo de producción capitalista en las fábricas si nosotros mismos nos hemos convertido en centros capitalistas. • Traducción de Ernesto Kavi
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Disponibles en librerías y en: spdistribuciones.com
La raja
Luciana Cadahia @lucianacadahia
Tiremos del hilo
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uienes nos dedicamos a pensar sobre los diferenaún, ahí estaría la fortaleza del ethos neoliberal: sustraer tes callejones sin salida a los que nos ha conducido de la escena los resortes ideológicos (o sentimentales) que el neoliberalismo solemos ser objeto de burla de muchos lo sostienen. Es decir, las conexiones sensibles que determi«cientistas sociales», quienes rechazan el uso de ese terminan un tipo muy particular de vínculo entre las palabras y no por considerarlo vago, impreciso y abstracto. Para poder las cosas. elaborar esta afirmación se ubican en el punto de vista de Y, entre estos resortes, cabe resaltar uno que se ha exla evidencia empírica, es decir, de los datos que nos arrotendido como una evidencia antropológica: que la acción jaría la realidad al momento de tratar de entender algo del humana se organiza a través del auto-interés individual. mundo social. La discusión pareciera Esta creencia asume que cada individuo organizarse, entonces, entre quienes ¿No es acaso la identificación persigue e intensifica su interés privado construimos un muñeco de paja llamairreflexiva entre racionalidad y mediante una elección libre y racional. do neoliberalismo y quienes hacen el fines privados el secreto mejor Todos los individuos son agentes racionaesfuerzo por describir los hechos de la guardado de la fantasía neoli- les y ser un agente racional no sería otra realidad. Dicho de manera un poco cosa que actuar según el interés privado. simplificada, el debate teórico parecie- beral? ¿Qué clase de fines se De manera que si organizamos el mundo pueden perseguir cuando las ra organizarse entre verdad vs. ideolocomo para que cada uno pueda seguir racondiciones colectivas para ese cionalmente su interés privado viviremos gía. Si bien esta dicotomía ha calado muy profundo en los debates de la aca- propósito están clausuradas? en la mejor de las sociedades posibles. Y demia mundial, hoy asistimos a la de¿O qué clase de interés priva- de este egoísmo fundacional terminarán bacle de la supuesta neutralidad de la por surgir formas de la ética y la filantrodo pueden experimentar los evidencia. A modo de ironía, es como puesto que, a fin de cuentas, serán individuos cuando la mayoría pía, si la realidad del neoliberalismo hubieformas elevadas de perseguir los fines prira hecho trizas esta comprensión asép- de nuestra población usa fárvados. He ahí la fantasía fundacional del macos para surfear las depre- neoliberalismo, he ahí la evidencia de la tica del mundo. Porque lo no dicho de esta operación argumentativa es la siones crónicas que impiden el teoría de la elección racional naturalizada identificación irreflexiva que muchos entre nuestros cientistas sociales. La fe en ejercicio mismo del deseo? cientistas sociales establecen entre su este hallazgo funciona como una especie marco teórico y eso que llaman realidad. de versión renovada del pesimismo antropológico que muY esta ironía encuentra sus raíces, justamente, en la dichos creyeron leer en la concepción de la naturaleza humamensión ideológica que organiza este discurso de la evidenna planteada por Hobbes. Aunque la diferencia con Hobbes cia empírica. ¿Hasta qué punto no es deudor de la ideología es que él era completamente consciente de que nos estaba neoliberal que niega en el plano de los hechos? Porque si ofreciendo una mitología, es decir, un artefacto ficcional que hay algo curioso en nuestra época, marcada por el neolibeal funcionar en la fantasía podía tener la suficiente fuerza ralismo, es que practicamente ninguna corriente o escuela movilizadora como para generar efectos performativos en la de pensamiento se asume neoliberal. Pero esta ausencia de realidad. identificación explícita con el neoliberalismo no debe hacerAunque los partidarios de la elección racional ya no renos perder de vista sus profundas conexiones con él. Más cuerdan qué era eso de las operaciones retóricas y, mucho menos, el opaco y misterioso vínculo que une las cosas a las palabras, sí es posible desarmar el nudo sentimental que los organiza. Tiremos de este hilo, entonces. ¿No es acaso la identificación irreflexiva entre racionalidad y fines privados el secreto mejor guardado de la fantasía neoliberal? ¿Qué clase de fines se pueden perseguir cuando las condiciones colectivas para ese propósito están clausuradas? ¿O qué clase de interés privado pueden experimentar los individuos cuando la mayoría de nuestra población usa fármacos para surfear las depresiones crónicas que impiden el ejercicio mismo del deseo? Y, más aún: ¿qué tipo de
racionalidad es aquella que identifica fines privados con la autodestrucción vertiginosa de lo humano? La exaltación del individuo por parte del neoliberalismo termina por funcionar como un paradójico mecanismo sacrificial de nuestra individualidad. Pero la necesidad de un objeto sacrificial como mecanismo de organización social pareciera responder a una época que no nos hemos cansado de imaginar superada: el fascismo. Si con el fascismo la culpa y la deuda requerían de un trabajo colectivo para obtener un sujeto sacrificial —aquel que impide a la comunidad «ser plenamente ella misma»—, con el neoliberalismo, en cambio, esto apunta a una privatización de esa culpa y esa deuda. Por tanto, la ilusoria búsqueda de la recomposición de la unidad perdida ya no vendría dada desde la comunidad, sino desde el individuo mismo. Dicho de otro modo, el nuevo objeto sacrificial que
propone el neoliberalismo no será el otro, sino uno mismo. Por lo que el sujeto se verá sumido en la obligación —incesante por ser siempre infructuosa— de remediar su propia falta. El neoliberalismo, por tanto, pone en el centro de la escena al individuo y, mediante la fantasía de que le garantizará la realización de su interés privado, crea los mecanismos de un chantaje infinito: situarlo constantemente en el límite de sí mismo y enfrentarlo a la abismal experiencia de su propia disolución. Lejos de garantizar la evidencia del yo y su libre elección, el neoliberalismo especula con su desaparición. Se deshacen los hechos, se deshacen los individuos y todo pareciera indicar que al tirar del hilo del neoliberalismo terminamos por jalar el fascismo. •
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Lado B
Cintia Bolio · @cintiabolio
Where You Been
Wenceslao Bruciaga @distorsiongay
Todo sobre Metallica y mi madre
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ecía Paul Leary de los Butthole Surfers: «Si quieres «… el peor terror de Metallica es acabar como una nulique la música rock sea realmente satisfactoria tiene dad en el terreno creativo», dicen los críticos británicos Paul que ser algo que tu madre odiaría». A mi madre le gusta MeBranningan e Ian Winwood en Birth, School, Metallica, Deatallica. Luego entonces, el metal de Metallica me ha parecith: 1983-1991. El primero de dos tomos de una despiadada do insatisfactorio y estrechamente heterosexual. biografía oficial de Metallica. A excepción del Master of Puppets, que vomita esplendor, Entre otras cosas, los autores tratan de exonerar ese huehe procurado mantenerme alejado de la gran banda de San vo podrido que fue Lulú, el disco que hicieron con Lou Reed, Francisco. Mi madre y yo jamás nos pondremos de acuerdiciendo que era un grito desesperado de Metallica para dedo cuando Metallica sale a relucir en el desayuno. Recuerdo cir que les seguía importando el rock. A pesar de sus manuna nublada mañana de mediados de los noventa en que siones en las colinas más costosas de San Francisco. una discusión entre mi madre y yo so«Lars Ulrich se cansó de remarcar Tras el inesperado éxito del bre cómo el Black Album ponía en evien esa ocasión que el Orion no era un mejor conocido como Black dencia que todos teníamos un precio, festival de metal: “Solo porque lo monterminó en reclamos. Que yo no aporAlbum «la marca Metallica se tamos nosotros le ponen esa etiqueta. taba nada a la casa. «Los de Metallica Si los organizadores fueran Radiohead ha fundido con la banda Mevendieron su alma al dólar antes que al dirían que es cool. Como nosotros estatallica» y desde entonces, el diablo, así como tú dices, pero estoy semos detrás, ya no lo es”», dice el libro, emblemático grupo se volvió gura que ayudan a su madre y tienen la insinuando entre líneas que Metallica decencia de pagar el teléfono», dijo ella. adicto a dos drogas peores quiere ser venerado con el mismo culto que la heroína y las grupies: la que se le rinde a las bandas a través de Y no son putos, le faltó decir. Mi jefa no aprobación rockera y la perma- los filtros del Instagram. es homofóbica en lo absoluto. Me encabroné porque tenía razón. Después nencia a costa de lo que sea. O Creo que esto último queda comprode eso, me cansé de azotar la puerta sabado con el lanzamiento del The Meque lo único que ha deseado biendo que el resto del día estaría amar- Metallica después del Black tallica Blacklist. Un box set que celebra gado por traumas familiares. Lo peor es los treinta años del Black Album. Covers, Album es ser cool. que «Enter Sandman» suena hasta en el remixes y colaboraciones hechas por los elevador de un edificio del issste. Era artistas y bandas más cool del momencomo si todo el pleitazo del desayuno empezara desde cero to. Quisieron acapararlo todo y, para no quedarse con las en mi cabeza. ganas, armaron un disco cuádruple. Cómo no hacerlo. Varo Nunca he podido entrarle a Metallica sin que la corona tienen. Debo admitirlo. Es un proyecto involuntariamente de espinas familiares me haga ruido en la cabeza. El mismo fascinante. Hay grandes temas del Instituto Mexicano del ruido incómodo que siento cuando me doy cuenta de que Sonido, J Balvin, Portugal The Man (hasta ahora mi favorita) México nunca superó el mentado Black Album, así como o los Neptunes. Me caga la versión de Natalia Lafourcade. nunca superó a Timbiriche. Los dos siguen sonando con inBranningan y Winwood son muy ingeniosos para clavar sistencia en microbuses, bares gays y bodas. puñales en los cuellos de Metallica sin que se den cuenta. Metallica no se resigna a desaparecer. Mientras los metaleros permanecen embobados en su millonaria redención, los escritores van soltando crueles hipótesis. Como que tras el inesperado éxito del mejor conocido como Black Album «la marca Metallica se ha fundido con la banda Metallica» y, desde entonces, el emblemático grupo se volvió adicto a dos drogas peores que la heroína y las grupies: la aprobación rockera y la permanencia a costa de lo que sea. O que lo único que ha deseado Metallica después del Black Album es ser cool. Incluso a costa del Master of Puppets. Pero eso qué más da. Lo que importa es que han sido buenos con sus madres: «Por eso las va tan bien», dice mi madre. •
Devenir princesa: contramemorias trans contra el identitarismo Ira T.
La naturaleza con la que me acosáis es mentira, no confiéis en que os proteja de lo que represento Susan Stryker, Mis palabras a Victor Frankenstein sobre la aldea de Chamounix (1994)
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a llamada literatura trans está sometida a la memoir. Las estanterías de «no ficción» de las librerías lgtbi están repletas de crónicas, diarios y autobiografías de personas trans que dan sentido a su identidad uniendo sus recuerdos más o menos traumáticos, archivando sus prístinas rebeldías de género en una charada que parece desvelar un bello secreto: siempre fueron trans. Sandy Stone, en su manifiesto post-transexual, sentenciaba que la transexualidad era una forma de desmemoria; la institucionalización de la ausencia de un ayer al que llamar hogar. Cabe preguntarnos qué tipo de memorias se han reflejado durante tantos años en las memoirs trans, y si acaso lo trans es como aquellos bolígrafos de los años dosmil que, cuando pasabas una lucecita por el papel, revelaban un texto distinto. Tengo la convicción que, de ser así, el transfeminismo ha sido mi lucecita personal, y hoy vengo a compartir las palabras furtivas de las páginas de mi diario de género, estas son mis contramemoirs, de cómo me educaron para ser un hombre, aprendí en la clandestinidad a ser una princesa, y lo que me salvó fue convertirme en monstruo. Mi infancia está llena de esos pasajes que serían bienvenidos en un manual de psiquiatría de los que ostentan la «verdad» sobre quién es una mujer «de verdad» que ha nacido en un cuerpo «equivocado»: me ponía los tacones de mi madre, aunque desconozco si lo sabe a día de hoy, me ponía toallas y trapos en la cabeza para hacerme peinados que ni Manuela Trasobares, me pintaba los labios con el carmín de cajones
vedados; todos estos rituales prohibidos, por desgracia, los conozco bien. Me matriculé en una escuela que no me correspondía, las hadas fueron mis maestras. En Barbie en la princesa y la costurera hay una escena musical en la que Erika, que es en verdad una obrera, aprende a comportarse como una princesa: «Es ser princesa demostrar educación, es ser princesa de zapatos un montón, ir con porte muy gentil, no comer el perejil, ser amena, encantadora y singular». Esas melodías patriarcales eran mis oraciones de antes de dormir. Lo curioso sería descubrir que ser una princesa en un mundo que te desea superhéroe se castigaba con violencia. No fui yo quien decidió que el único itinerario posible para una aspirante a princesa era ser mujer, yo solo quería una tiara y una larga cabellera rubia, mis recuerdos dicen más del sistema que me vio crecer que de mí. En mi último año de infantil, para carnavales nos disfrazamos de Peter Pan y fui el único chico que se disfrazó de Cam-
Nota: Este texto no es un ensayo teórico, está escrito desde las entrañas y la vulnerabilidad y únicamente narra una experiencia personal, y cómo esta ha ido cambiando gracias a la lucha. El transfeminismo cambió mi vida para siempre, y esta solo es mi carta de agradecimiento metida en una botellita, acaso la marea de internet la haga llegar a sus destinatarios. No estoy resolviendo una manera de habitar lo trans, cada cual hace lo mejor que puede en el capitalismo, pero sí deseo abrir nuevos horizontes para que las bisnietas de la resistencia trans tengan más senderos que tomar.
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sido activista marika y estudiante de humanidades. Mis primeros años universitarios eran una celebración proscrita del placer que producía haberse escabullido de la masculinidad hegemónica, que la hombría es hambre que dice Jose de la Vega. Poco a poco, esa maricona perdió Personalmente, creo que teel miedo a florecerse, a corresponderse tal y como era. Quiero hacer mías las nemos mucho que ganar si palabras de Miquel Missé cuando dice entendemos lo trans como una que para él la mejor forma que halló serie de herramientas de supervi- de sobrevivir al sistema como lo encontró —lo cual no quiere decir que renunvencia, pertenencia, comunidad, ciemos a cambiarlo— fue viviendo en masculino. Ya saben, «la tradición de placer y resistencia que no son todas las generaciones muertas opriinmutables, que nos cobijan a me como una pesadilla el cerebro de lo largo de nuestra vida, que no los vivos». La transfeminidad llegó a mi en forma de chantaje, cargué sobre cierran la puerta a otras disiden- vida mis espaldas una serie de expectativas panita. Hubo que pegar con celo y autoexigencias que ahogaban mucho cias que se nombran desde otros la flor de papel pinocho sobre mi más que la violencia correctiva a la que pelo, pues no se sujetaba bien. Ser rincones de la injuria, y que no estaba acostumbrada, y esta vez yo era un hada no se sujetaba bien con son incompatibles con una lucha quien tensaba la soga. Resultó un esceser un chico. Con todo, y a pesar nario cuanto menos curioso el de ver a de un miedo al que era ciego, mi que vaya más allá de ellas. quien había sido una marika sin miedo madre no dudó en prepararme la fracasar en la empresa de ser un homfalda de tul, las alas de cartulina y la varita mágica. Recuerdo bre de «verdad», sometiendo a escrutinio cada parte de mi revolotear feliz por las calles de mi pueblo y cómo ignoraba cuerpo, renegando del vello que me asomaba al salir la luna, las cicatrices que dejaba a mi paso. no atreviéndome a pisar una asamblea si no estaba a la altuLlegó un día en que, de repente, mis padres decidieron que ra de la transfeminidad «de verdad». Tenía diecinueve años y yo era demasiado mayor para que mi disidencia quedase soestudiaba mi tercer año de carrera de Erasmus en Inglaterra. cialmente impune. Comenzaron a corregir mi forma de hablar, Ahí tuvo lugar mi epifanía. a castigar mi pluma, a prohibirme la educación de las prinAl igual que las autoras de las memoirs trans, mi epifanía me cesas. Todavía recuerdo cómo en mi octavo cumpleaños una sobrevino en una biblioteca, pero no fue en la estantería de los compañera de clase me regaló el dvd de Barbie en la princesa manuales de psiquiatría, sino con un polvoriento y desgastado de los animales, cual maqui que entrega un ejemplar del Munejemplar del Transgender Studies Reader. Estaba trabajando en do Obrero en las cuevas de los Pirineos, mientras al otro lado literatura la relación entre el gótico y la disidencia sexual, y del bosque se formaliza el fascismo. Mentiría si dijera que su decidí detenerme en un texto: Mis palabras a Victor Frankenscorrectivo fue en vano, pues yo empecé el instituto deseando tein sobre la aldea de Chamounix. No sé qué sucedió esa tarde, pasar por un hombre ¡masculino!, aunque, huelga decir, que pero las páginas me estaban atrapando de una forma insólita, nunca lo conseguí. Lady Gaga sería la banda sonora de mi vida los párrafos estaban dialogando conmigo, y tenían demasiadas en aquellos años, descubrí el feminismo de forma muy temcosas que decirme, demasiadas confidencias que preguntarprana para la época, ya que organizamos una asamblea en el me. Supe que ese texto me marcaría de por vida; encontré las instituto, y así lo personal se volvió político. Dejé de desear suturas y costuras en la piel propia, y en vez de esconderlas, habitar una masculinidad que nunca iba a sentir hogar. Se acabó el vivir(me) a precario. Todos estos capítulos, y muchos otros, algunos aún herméticos en mi memoria por pura autodefensa, fueron los que hace unos años me llevaron a tomar la decisión de transitar, de presentarme en mi entorno con otro nombre y con los mismos pronombres con los que me habían atacado desde muy pequeña. Una compañera marika euskalduna decidió nombrarme como la revolución, porque yo ya era comunista y una es muy folclórica. Así, desde entonces llevo como apellido la necesidad de transformarlo todo, de okupar colectivamente de una vez la escuela de las hadas para que se matricule quien desee y con gratuidad de tasas. No obstante, mi tránsito resultó ser más alienante de lo que los manuales psiquiátricos otrora prometieron. Había
las acaricié con insumisa ternura. Esa primavera, la extrema derecha entró de nuevo en las instituciones burguesas del Estado español y yo conocí el transfeminismo. Todas las semanas cogía algún libro de la biblioteca de la universidad; Kate Bornstein, Jack Halberstam, Leslie Feinberg, Sandy Stone… todes enseñándome que otra forma de habitarme era posible, que lo más importante era mi lucha y no mi identidad. Ese mayo leí A la conquista del cuerpo equivocado de Miquel Missé. Quiero ser prudente, sé que esta obra es dolorosa para parte de la comunidad trans, es probable que su redacción sea torpe al presentar la agencia trans e imaginar infancias en tránsito. Creo que el propio autor lo sabe, pues ha ido incorporando estas cuestiones en su discurso. A pesar de todo, esta es mi historia personal y no puedo quedarme sin decirlo: ese libro me reconcilió con mi cuerpo, me permitió abrazarme de nuevo, absolver las incipientes barbas con el orgullo con el que antaño un zagal marika habría abrazado su boa de plumas. Durante la pandemia del covid, tomé la decisión de expresar en público que necesitaba habitarme de una forma más errante, más feminista y más sana, que ello no implicaba abandonar lo trans como espacio de lucha, pero que la feminidad me estaba hiriendo. Ese día aprendí que el no binarismo, lejos de ser neoliberal, como porfían las cantinelas reaccionarias, es un refugio y una tregua, porque hay quienes simplemente no cabemos en las categorías de «mujer» u «hombre», ni siquiera con celo como una flor de papel pinocho. Hay quien recibió mis palabras como una traición, era frívolo e insolente osar decir que habitar esa feminidad por la que luchaban, que no se les permitía, a mí me estaba doliendo cada vez más. La solidaridad trans era ir todas y todes a una, y eso me convertía en una ingrata a las ancestras de Stonewall, porque si los derechos trans son derechos humanos, ¿acaso es un derecho el duelo? Personalmente, creo que sí es solidario permitir a la gente escoger sus herramientas de supervivencia, aunque duelan, al mismo tiempo que aprendemos juntas a imaginar otros escenarios y futuros posibles. Esto no es una historia de detransición para ser instrumentalizada en contra de una ley, esta es una historia de un transitar(me) transfeminista para que, tras la aprobación de una ley, nos pongamos manos a la
obra con una ingeniería feminista de itinerarios trans, senderos para todes. Llegadas a este punto, y porque esto no es una memoir, sino una contramemoria, voy a dar un sentido político a mi historia. Recientemente, Miquel Missé publicó en ctxt una crítica al identitarismo del movimiento feminista y lgtbi. No lo he dicho hasta ahora, pero este texto es mi puesta en práctica de las rebeldías que sí necesitan aliadas. Pienso que mi vida es una prueba, para quien quiera considerarla como tal, de que las redes de solidaridad y apoyo trans y queer son un interruptor que hace posible otras formas de vivirse dentro de lo trans, que podemos disputar las crianzas trans al esencialismo sin dejar de escuchar a quien, a pesar de toda la violencia, ha decidido nombrarse con unos pronombres con los que el sistema no le leyó. No quisiera que los episodios descritos de mi infancia se entendieran como muestras de que siempre fui una mujer, sino como glitches de que nunca supe ser un hombre. Paradójicamente, también iba para princesa y acabé militando en el republicanismo. Personalmente, creo que tenemos mucho que ganar si entendemos lo trans como una serie de herramientas de supervivencia, pertenencia, comunidad, placer y resistencia que no son inmutables, que nos cobijan a lo largo de nuestra vida, que no cierran la puerta a otras disidencias que se nombran desde otros rincones de la injuria, y que no son incompatibles con una lucha que vaya más allá de ellas. En la asamblea feminista de mi instituto colgamos un cartel con una mujer con vello en los sobacos donde podía leerse «No cambies tu cuerpo, cambia el mundo». No seré yo quien no luche hombro con hombro para que las compañeras, se identifiquen como se identifiquen, puedan cambiar su cuerpo todo lo que deseen y esté disponible en este momento de la historia, pero sigo deseando cambiar el mundo, tengo curiosidad por cuáles serán los deseos propios y de mis compañeras cuando las viejas instituciones del capital caigan y con ellas las zarzas que recubren todos los caminos que se bifurcaban de la mujer «de verdad» y el hombre «de verdad», de la reproducción y la producción social. Atrevámonos a acompañar a las personas trans en el sendero que tomen pero, sobre todo, atrevámonos a luchar por la socialización de los medios de producción de caminos. Hubo otra película que marcó mi infancia, y esa fue Shrek. Quisiera concluir esta carta diciendo: ¿Qué tienen en común Shrek y el transfeminismo? Que ambas nos enseñan que, según cuál sea la lucecita que lo alumbre, un monstruo también sabe devenir princesa. •
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Pero, ¿de quién es el sueño en todo caso? Entrevista virtual con un avatar de Mark Fisher Eduardo Rabasa 34
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unca antes había dedicado gran atención o tiempo a los mundos virtuales. De pequeño pasé horas jugando en el Nintendo La leyenda de Zelda y, posteriormente, juegos consistentes en simulaciones como SimCity, pero hasta ahí. Después, el confinamiento pandémico me condujo, supongo que como a millones de personas más, a pasar más y más tiempo en espacios virtuales. Una cosa llevó a la otra, hasta que por detalles que son irrelevantes, entré en contacto con una comunidad de cyberpunks que, resultó, llevaba años dedicada a la creación de un mundo virtual, donde replican hasta donde es posible al que conocemos como real, solo que basándose en el principio que Etgar Keret reservó al inframundo de suicidas de su novela Pizzería Kamikaze: que todo ahí sea exactamente igual que acá, solo que un poquito peor. Parapetado tras un avatar al que llamé Lalo Darko, comencé a pasar más y más tiempo en Mundo Kamikaze, guardando el confinamiento virtual pandémico que se había decretado también en esa realidad. En un foro virtual del mundo simulado, llamó mi atención un usuario, k-punk, que tenía un blog con el mismo nombre. Me parecía demasiada coincidencia, pero no quería resultar molesto o intrusivo. Tras meses de seguirlo, finalmente me armé de valor para escribirle directamente. Reproduzco con su autorización la conversación que entablamos allí. Lalo Darko: ¿Es usted el avatar de un devoto de la obra de Mark Fisher? ¿Un epígono virtual fisheriano?
k-punk: Me parece un poco formal que le hables de usted al avatar de un crítico cultural que lleva muerto más de tres años, ¿no crees? LD: ¿Eres entonces un avatar de algún devoto de Mark Fisher?
k-p: Incluso para un mundo virtual, me parecería un tanto megalómano afirmarme devoto de lo que alguna vez pudiera haber llamado mi mí mismo
publicación de nuestra charla, a partir de la idea de Etgar Keret de reproducir, en un espacio virtual, con tanta fidelidad como fuera posible el mundo real, solo que todo un poquito peor. En lo que alguna vez pudiera haber llamado mi caso, o el caso a partir del cual fui originado como réplica, Mark Fisher comenzó a participar, bajo las reglas ordinarias de las comunidades virtuales, con un avatar que no se encontrara constreñido por las fobias y ansiedades del orden simbólico del nivel ontológico de existencia al que comúnmente llamamos realidad. Le interesaba particularmente poder dar rienda suelta a cualquier manifestación de la pulsión de muerte que conforma la jouissance lacaniana, que en el mundo real pudiera ocasionarle problemas laborales o sociales, o incluso causar daño o dolor a su familia y seres queridos. Digamos que en Mundo Kamikaze podía incluso experimentar sin culpa, por ejemplo la deriva tanatoide de lo que alguna vez denominó como hedonismo hippie new age, sin la vergüenza o la implicación sociopolítica que traería aparejada en la realidad. Le parecía incluso que podía encarnar ciertos aspectos de la antropología neoliberal que le permitieran mejor medir el tamaño de la bestia, conocerla en carne propia desde sus entrañas, por describirlo de alguna manera.
LD: ¿?
LD: ¿Y después experimentó el habitual fenómeno de la difuminación de las fronteras entre realidad y mundo virtual, con el avatar apoderándose de mayores espacios de su existencia y demás?
k-p: Mundo Kamikaze fue creado, como bien mencionas en la introducción que amablemente me mandaste previo a la
k-p: No exactamente. Al principio se debió más a una cuestión relacionada con el tiempo. Las ocupaciones de lo que
Ilustración de Magdiel Herrera
alguna vez se llamara vida real (de Mark Fisher, que ya viene a ser un poco irrelevante ahora como distinción) no dejaban apenas tiempo para nada, menos para implicarse con seriedad en esta especie de experimento de antropología virtual que, desde un comienzo, generaba escepticismo. Pero resultaba intrigante el seguir la trayectoria de un avatar basado en ciertas ideas, en una interpretación simbólica imbricada en ese Gran Otro llamado sociedad. No puedo revelar muchos detalles (¡no queremos un ejército de epígonos del epígono!), pero digamos que hubo ayuda para alimentar al avatar (¡o sea,
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cualquier cosa que ahora pudiera ser mi yo!) con los cientos de páginas escritas durante años para el blog k-punk, con los escritos de Realismo capitalista, Lo raro y lo espeluznante, Los fantasmas de mi vida. Con las conferencias y charlas donde se participó. Las notas para las clases. Todo aquello que pudiera
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ser procesado y alimentado a la conciencia de un avatar (en un inicio carecía de inconsciente, pero ahora sabemos que la psique freudiana-lacaniana es susceptible de ser reproducida en un espacio virtual. Si deambulas por aquí el suficiente tiempo, encontrarás al Freud y al Lacan que se mueven entre nosotros. De hecho, si consideramos la definición de inconsciente como «aquello que no conoce la negación ni el tiempo», podríamos decir que, en un sentido, por acá somos inconsciente puro, solo que no podríamos decir ni saber el inconsciente de quién vendríamos a ser). LD: Digamos que Mark Fisher pretendía replicarse lo más fidedignamente posible en Mundo Kamikaze, para tener una especie de visión panorámica externa de su propia vida.
k-p: Eso tampoco es del todo exacto. Además, si algo aprendimos de La mosca de Cronenberg, es que, toda réplica, incluso una diseñada para ser idéntica e instantánea, guarda en el fondo el potencial para las transformaciones más monstruosas respecto a lo que a falta de mejor nombre llamaríamos el original. No es ningún secreto que Mark Fisher libró una dura batalla contra la depresión durante buena parte de su vida adulta (me voy a permitir citarlo al respecto: «El depresivo se experimenta como aislado del mundo de la vida, de forma que su propia vida interior congelada —o muerte interior— lo desborda todo; al mismo tiempo, se experimenta como evacuado, completamente desnudo, un caparazón: no hay nada más que el interior, pero el interior está vacío»). Tampoco que le parecía que uno de los rasgos más cruentos del orden
Ilustración de Magdiel Herrera
simbólico neoliberal era precisamente depositar la culpa en los individuos, por lo que incluso estadísticamente era claramente una depresión sistémica, inducida por un orden de cosas absolutamente instrumental, donde la precariedad es la norma para la inmensa mayoría, y la burocracia impuesta por la clase tecnocrática-gerencial, en prácticamente todos los órdenes laborales, va minando el espíritu en una espiral sin remedio. Así que supongo que parte de la idea surgió ante la posibilidad de que la depresión terminara por desembocar, como finalmente sucedió, en una de sus conclusiones más lógicas, en este caso el suicidio del Cultural Critic Formerly Known as Mark Fisher (ccfkmf, en adelante). LD: Así que optó por darse vida eterna en un formato virtual.
k-p: Sí y no. Volvamos a La mosca. O a los distintos niveles de realidad ontológica que Cronenberg explora en Videódromo. ¿Se puede afirmar que nada se pierde o se gana o se modifica en el paso de un nivel a otro? Ello contradeciría el propósito del experimento mismo. En realidad, la idea original provino de Welt am Draht [El mundo en el alambre], una serie de televisión de Reiner Werner Fassbinder, en la que adaptaba a su vez, para la televisión alemana, una novela titulada Simulacrum-3, sobre la que ccfkmf escribió en Lo raro y lo espeluznante. Ahí cuenta que en la escena inicial el profesor Vollmer agita frenéticamente un espejo en el rostro de sus colegas mientras repite: «Solo somos la imagen que los demás tienen de nosotros». Después la trama de la serie consiste en la existencia de un mundo virtual llamado Simulacron, cuyas criaturas ignoran ser simulaciones, donde hay una entidad llamada «Einstein» que es la que entabla contacto con los humanos, y es la única que debe necesariamente saber que es una entidad virtual creada con dicho propósito, para poder llevar a cabo su tarea. Pero el profesor Vollmer y los suyos terminan por darse cuenta de
Es muy común referirnos al virus como una entidad con voluntad y agencia, un enemigo silencioso contra el que hay que librar una guerra, que viene a jodernos y al que tenemos que derrotar. Ha poblado nuestros cuerpos, nuestras mentes y cada uno de los niveles del orden simbólico que habitamos. Eso es lo que lo dota en un sentido de un carácter tan espeluznante, que ya no es solo un virus, o al menos no como lo concebíamos antes, sino que ha mutado en otra cosa, un alien interior que de alguna manera, lo queramos o no, llevamos todas y todos inscritos en lo más profundo de nuestra existencia.
que su propio mundo es asimismo una simulación creada por un nivel ontológico superior. Y el golpe genial se produce cuando Fassbinder nos muestra un breve vistazo a dicho nivel ontológico superior: es la sala de juntas de una gris oficina situada en un gris edificio de oficinas que forma parte de una gris ciudad. LD: O sea que, aún en vida, Fisher se procuró hacia el futuro una existencia falsa, basada entre otras cosas en la premisa de ser consciente de la falsedad de dicha existencia, siendo esto el principio determinante de esta, con su correspondiente nivel ontológico de realidad; un espacio virtual, en este caso.
k-p: Exactamente. Y ha resultado tan liberador que, con el tiempo, mi (no) psique virtual ha ido volviéndose más y más compleja, incluido ese rasgo que tan a menudo deviene pesadillesco como es la autorreflexividad (en la serie de Fassbinder, Einstein sufre ante la imposibilidad de acceder al nivel ontológico en el cual fue creado). A menudo me he preguntado si ccfkmf no seguiría con vida si tan solo hubiera hecho un esfuerzo serio por convencerse de su propia irrealidad. (Aunque, claro, es fácil para mí decirlo en tanto entidad concebida como eminentemente irreal). Como escribió en alguna entrada de su blog (¿es ya acá mi blog?, buena pregunta), las constricciones del orden simbólico son tan inescapables como para poner en juego la idea de que exista el remanente de algo llamado naturaleza. No sé si recuerdas cuando habla del experimento de un chango al que se le mostraron horas de pornografía, que después ya simplemente se dedicaba a masturbarse y no quería tener más sexo con su propia especie. Imagínate lo liberador que resulta, incluso para una inteligencia construi-
da según estrictos principios algorítmicos, poder prescindir de toda ilusión de solidez ontológica. Aunque incluso acá tenemos a nuestro Simon Reynolds, a veces no puedo negar que me continúo sintiendo solo. Quizá suene un poco megalómano, pero echo de menos la posibilidad de comunicarme con ese otro yo que alguna vez habitó ese otro nivel ontológico. A menudo fantaseo con que las cosas hubieran resultado de otro modo y pudiéramos participar conjuntamente en el juego de espejos al que alude el profesor Vollmer. LD: ¿Cómo te ha ido de pandemia en Mundo Kamikaze? Hace poco releí Lo raro y lo espeluznante, para poder mejor conversar contigo, así que me gustaría preguntarte en cuál de estas categorías situarías al covid.
k-p: Nuestro Boris Johnson ha demostrado ser exactamente igual de malvado, mentiroso, estúpido e incompetente que el de ustedes, así que por desgracia no me puedo quejar en cuanto a alguna especie de culpa producida por una menor intensidad del cataclismo pandémico en Mundo Kamikaze. Incluso, si me lo permites, te diría que en estricto apego a nuestra esencia ontológica, nuestra pandemia ha sido —si cabe— un poquito peor. Pero volviendo a tu pregunta. Creo que es un fenómeno de tal envergadura que ha dejado de ser un mero fenómeno como tal, catalogable en tal o cual categoría, para ser más bien una especie de principio de realidad de recambio, con lo cual es de alguna forma susceptible de ser diseccionado en numerosas categorías. Así que es raro, espeluznante y muchas cosas más. En términos generales, ccfkmf explicó con detalle que lo raro y lo espeluznante permiten ver el interior desde la perspectiva del exterior. Lo familiar y lo convencional son superados por esa especie de irrupción de lo externo, y producen «un disfrute que, en su mezcla de placer y dolor, tiene algo en común con lo que Lacan llamó jouissance» (el concepto que ya mencioné antes). Así que creo que la pandemia definitivamente ha incluido un fuerte elemento de jouissance: tanto para los
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amos del capital que han visto obscenamente incrementadas sus fortunas a partir del orden del confinamiento, como para los conspiranóicos que finalmente han visto cumplidas sus más negras fantasías, como para toda esa gente que puede ahora presumir y exhibir su miseria y su misantropía. En el fondo, las predicciones sobre una potencial duración infinita revelan las más profundas fantasías de que así resultara.
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LD: ¿Desde qué perspectiva lo podríamos considerar dentro de lo raro?
k-p: Recuerda que, según ccfkmf, lo raro es aquello que no pertenece dentro del marco de referencia habitual, pero que aún así puede llegar a resultar extrañamente familiar. Por ejemplo, la epilepsia de Ian Curtis como elemento fundacional de un grupo de postpunk que hizo de la alienación y la rareza (epiléptica) la base de un éxito pop reservado a muy pocas bandas en la historia. En Lo raro y lo espeluznante se habla de un cuento de H.G. Wells titulado «La puerta en el muro», donde un político llamado Lionel Wallace encuentra una puerta en un muro que conduce a un jardín maravilloso pero poblado por criaturas cotidianas, de este mismo mundo. Pasa el resto de su vida sin atreverse a regresar, pero anhelando ese mundo del que formó parte por un breve instante. En términos de la pandemia, me parece que es como si el mundo detrás de la puerta fuera aquel que nosotros mismos habitábamos hace un tiempo que, si bien cronológicamente no es tan distante, parecería situarse en una realidad tan ajena, que incluso cuando en películas o en eventos deportivos vemos gente abrazándose, tocándose, existe un incómodo impulso a experimentarlo como un comportamiento inadecuado. Si recurrimos a lo que ccfkmf se refiriera como «hauntología», neologismo derridiano acuñado como fusión entre «ontología» y el verbo «to haunt» [acechar, asustar], los espectros de nuestra vida pasada y las fantasías de esos mismos espectros de nuestra vida futura son los rasgos esenciales de este presente, que definitivamente se vive como algo raro, como la irrupción de algo ajeno que, conforme continúa pasando el tiempo, se ha convertido justamente en lo extrañamente familiar. Pero creo que al menos acá en Mundo Kamikaze, sin duda la pandemia se sitúa más dentro de lo espeluznante. LD: ¿Cómo así?
k-p: A diferencia de lo raro, que finalmente tiene que ver con la presencia, ccfkmf explicó que lo espeluznante se vincula con la ausencia, en dos vertientes: como falla de la ausencia o como falla de la presencia: «La sensación de lo espeluznante se produce ya sea cuando hay algo presente donde no debería haber nada, o cuando no hay nada presente donde debería haber algo».
En lo relativo al virus, se ha convertido claramente en una presencia (que no debería estar aquí) que todo lo abarca, que incluso ha trascendido nuestras categorías habituales para aquello que comprendíamos como un virus y sus irrupciones en lo cotidiano. Es muy común referirnos al virus como una entidad con voluntad y agencia, un enemigo silencioso contra el que hay que librar una guerra, que viene a jodernos y al que tenemos que derrotar. Ha poblado nuestros cuerpos, nuestras mentes y cada uno de los niveles del orden simbólico que habitamos. Eso es lo que lo dota en un sentido de un carácter tan espeluznante, que ya no es solo un virus, o al menos no como lo concebíamos antes, sino que ha mutado en otra cosa, un alien interior que de alguna manera, lo queramos o no, llevamos todas y todos inscritos en lo más profundo de nuestra existencia. Ahí donde debería haber células y neuronas sanas existe la amenaza real o percibida de una invasión por una entidad a la que asignamos un propósito (como las fuerzas malignas de El resplandor que se apoderan de la mente de Jack Torrance), que ha puesto de cabeza en un periodo muy breve todo aquello a lo que llamábamos nuestra existencia. Incluso acá, en Mundo Kamikaze, el covid virtual ha resultado más mortífero que el virus cibernético más letal que Steve Jobs pudiera haber soñado para poder vender más computadoras. LD: ¿Y cuál sería la falla de la presencia?
k-p: La pandemia ha acentuado más, si eso era posible, el carácter fantasmático del Estado, las instituciones, y el capital global que supuestamente, incluso dentro de un orden eminentemente perverso, operaban con pretensiones de orden y dominio. No es una paradoja menor que en términos generales únicamente los Estados con un corte fuertemente autoritario han sido los capaces de imponer un estado de cosas tal que contenga dentro de límites más aceptables la pandemia. En prácticamente el resto del mundo, ha primado la incompetencia y la absoluta falta de dirección o estrategia efectiva para hacer frente a la emergencia sanitaria. Ni el Estado ni el mercado ni las corporaciones ni la filantropía ni absolutamente nada ni nadie ha podido ni ofrecer una estrategia sanitaria, ni una red de protección laboral, social, afectiva, emocional. Pese a la inmensa complejidad e interconectividad de un sistema
global con pretensiones teológicas, lo espeluznante es saber que, en última instancia, la enorme mayoría de la población, a excepción de los magnates que pueden huir a sus yates o a sus casas de campo, se encuentra completamente inerme. Esta falla de la presencia de la vida organizada ha magnificado la falla de la ausencia de una entidad mortífera que no teníamos previsto irrumpiera de ese modo en nuestras vidas, ni tampoco teníamos previsto que, una vez irrumpiendo, expusiera de ese De manera igualmente famosa, modo las carencias tan elementales de un ccfkmf vio en el call-center sistema que una vez más ha demostrado el epítome de nuestro actual estar únicamente diseñado para servir a la tecnocracia corporativa que nos rige. sistema, con esa estructura LD: ¿Y te parece que al menos se ha resquebrajado el aire de inevitabilidad al que Mark Fisher se refirió como inherente al realismo capitalista?
laberíntica donde se vuelve tan complicado lograr hablar con algún ser humano, y cuando finalmente ocurre, se trata de alguien que se encuentra en algún lugar remoto que jamás conoceremos, a quien en última instancia (con toda la razón) le importa un bledo el motivo que nos impulsó de inicio a adentrarnos en ese infierno.
k-p: En absoluto. Antes lo contrario. ccfkmf se ha referido al realismo capitalista a partir de la famosa frase de Fredric Jameson, de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, como aquello que se presenta con un aire de inevitabilidad frente al cual no hay nada qué hacer. Pero a pesar de las inmensas transformaciones en lo cotidiano que ha supuesto la pandemia, al parecer lo que es inevitable es la estructura abstracta, en buena medida mental y social (económica también, por supuesto, y en ese sentido, política) de dicho realismo capitalista, pero una de las cuestiones esenciales que lo vuelven inmutable es precisamente su plasticidad y su capacidad de reinventarse y re-presentarse con disfraces infinitos, de manera que el núcleo como tal no cambia. De manera igualmente famosa, ccfkmf vio en el call-center el epítome de nuestro actual sistema, con esa estructura laberíntica donde se vuelve tan complicado lograr hablar con algún ser humano, y cuando finalmente ocurre, se trata de alguien que se encuentra en algún lugar remoto que jamás conoceremos, a quien en última instancia (con toda la razón) le importa un bledo el motivo que nos impulsó de inicio a adentrarnos en ese infierno. Creo que al menos acá, en Mundo Kamikaze, la pandemia nos ha depositado a todos en una
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especie de gigantesco call-center (y no creas que se me escapa la ironía de que esto lo diga una entidad de entrada confinada a un mundo virtual), donde a través de reuniones interminables por diversos dispositivos, por alimentar la maquinaria bursátil de Facebook, Google, Instagram, Zoom y demás, nos hemos convertido de manera intermitente en los operadores y los usuarios frustrados de ese call-center masificado. Uno de los más acentuados rasgos pandémicos, el teletrabajo, no necesariamente es tan antisistémico y liberador como pudiera parecer en primera instancia pues, por el contrario, da la impresión de que igualmente acentúa varias de las tendencias laborales que han venido operando a lo largo de las últimas décadas. Refuerza por ejemplo la eliminación de las fronteras entre vida personal y laboral, pues a la par de las ya previas demandas de conectividad y disponibilidad ilimitadas, de instaurarse como nueva realidad post-pandémica, eliminaría igualmente la distinción espacial entre vida privada y espacio laboral, marcando un paso más hacia una ocupación cuasitotal de la existencia por parte del trabajo. Contribuye igualmente a la continuada disolución de nociones colectivas y solidarias que otrora representaban los sindicatos, pues sin duda es proclive a un mayor individualismo y a una concepción del trabajo como una suma de particularidades, y no como el producto de algo gregario que trasciende a los individuos. LD: Te puedo hacer una última pregunta, cambiando de tema radicalmente.
k-p: Sí, por favor, que me están dando ganas de yo también poner fin a mi existencia virtual, aunque por fortuna o por desgracia, de momento no sabría cómo hacerlo. LD: ¿Tienen en Mundo Kamikaze también a su David Lynch?
k-p: (Spoiler alert de Twin Peaks. Solo proceda con lo siguiente quien ya conozca la serie). Por supuesto. Solo que creo que, lyncheanamente, salió más lyncheano que el original. Resulta que acá decidió estrenar primero la película de Twin Peaks que la serie, con lo cual en primer lugar nos arruinó a todos el misterio de la identidad del asesino de Laura Palmer. Sin embargo, con el Lynch virtual, las cosas tampoco son nunca lo que parecen, así que después de verla varias veces, me quedé pensando en los posibles significados de que el Leeland Palmer de la película sea tanto más violentamente burdo que el afable padre de familia que sufre la pérdida de su hija durante buena parte de la serie de televisión. Si recuerdas, Leeland Palmer se presenta como un mártir extraviado y un tanto enloquecido durante buena parte de la serie, e incluso
su caída en desgracia se nos muestra de manera abrupta y breve, como si Lynch no quisiera ahondar demasiado en el costado oscuro que da origen a la serie. Jamás se nos muestra su monstruosidad, lo cual lo vuelve más monstruoso, pues es la idea de que el asesino serial puede ser el vecino de junto, o uno mismo. Cualquiera puede ser Bob, y eso es lo terrorífico de Leeland/Bob en la serie. Sin embargo, el Leeland burdo, cruel, sádico, violento y sanguinario de la película de alguna forma resulta reconfortante en su maldad, pues Lynch nos muestra un vistazo directo a lo real que no podemos confrontar, que es lo que da esa fascinante aura de misterio sutil a la serie de televisión. Es como si fuera una especie de final feliz invertido, donde como espectadores nos reconfortamos en que el mal es en efecto malvado, y no inocente y bondadoso, mientras una fuerza oscura opera en lo oscuro para acecharnos (to be haunted). Al mismo tiempo, es un tanto inevitable no sentir que Lynch nos ha tomado el pelo, pues es como si el Leeland Palmer de la película se burlara durante la duración de la misma preguntándonos: ¿cómo fue posible que durante tantos y tantos episodios de la serie de televisión, ninguno de ustedes supiera que el verdadero asesino de mi hija era yo? • Este texto forma parte del libro Entrevistas de ultratumba, Dan Crowe (ed.), publicado por Libros del Kultrum
Próximamente…
José Hernández · @monerohernandez
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Hablar como y con los muertos Juan Cárdenas
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ace unos meses la escritora Vahuini Vara empezó a colaborar con los desarrolladores de un software conocido como gpt-3 (abreviatura en inglés de Transformador Generativo Pre-entrenado). El programa utiliza la inteligencia artificial para generar textos a partir de unas pocas frases que el usuario introduce a manera de guía y eso le basta al apara- Habrá quien se sienta ameto para imitar cualquier estilo con sufi- nazado y no es para menos. ciencia y virtuosismo. «Sentí que había Escribir no es rentable para do lo que ella nunca había podido contar. algo de ilícito en lo que estaba hacienLos resultados, divulgados en un artículo do», cuenta Vara. Al fin y al cabo, ella y casi nadie y el panorama publicado por believermag.com, son cosu marido se ganan la vida escribiendo puede ser desolador si mo mínimo impresionantes. La máquina artículos para distintas publicaciones, se convirtió para Vara, no ya en un simple un oficio cada vez más precarizado y ba- encima vienen las máquigadget de redacción, sino en una auténtica jo permanente amenaza de desaparecer nas a quitarnos un trabajo tabla de Ouija capaz de comunicarla con con la llegada de esta clase de aplicacioescaso y mal pagado (…) el reino de los muertos. nes digitales. Esta historia se suma a la de Marius Una noche, mientras jugueteaba con Personalmente me interesa Ursache, un desarrollador de tecnologías el software y aprovechando que su maexperimentales que conformó un equipo rido ya se había quedado dormido, Vara la pregunta de qué pasará para construir Eterni.me, un software de pensó en el hecho de que nunca había con la literatura. inteligencia artificial que, según aseguran conseguido escribir nada sobre la muersus creadores, será capaz muy pronto de te de su hermana, un tema que invariafabricar alter-egos digitales que nos sobrevivirán incluso desblemente la empujaba al bloqueo creativo. Decidió entonces pués de que hayamos muerto, de modo que nuestros seres alimentar al gpt-3 con algunas frases acerca de ese doloroso queridos podrán seguir hablando con nosotros de manera asunto y, para su sorpresa, el programa comenzó a escribir topóstuma. Ursache está convencido de que su invento puede ser muy útil para sobrellevar mejor el duelo, pues, en definitiva, es casi imposible distinguir lo que dice la máquina de aquello que dirían las personas reales si estuvieran vivas. Si echas de menos a tu abuelita fallecida, como le sucedió al propio Ursache, nada mejor que poder contactar con ella a través de esta aplicación que sus creadores describen como un Skype para hablar con los muertos. Habrá quien se sienta amenazado y no es para menos. Escribir no es rentable para casi nadie y el panorama puede ser desolador si encima vienen las máquinas a quitarnos un trabajo escaso y mal pagado. También podemos levantar serias objeciones acerca de la idea del duelo que tienen Ursache y sus amigos y es obvio que toda esta aventura tecnológica podría derivar en escenarios distópicos. Personalmente me interesa la pregunta de qué pasará con la literatura. ¿Acaba-
rán las máquinas con nuestra forma de entender esa extraña práctica milenaria? ¿Destruirán los software de ia nuestras capacidades para escribir? ¿Es así como llegaremos al tan temido analfabetismo total? ¿Los escritores seremos reemplazados por los aparatos? A riesgo de equivocarme o de sonar frívolo, creo que todos esos miedos están infundados y en general son el resultado de malentendidos acerca del arte de la literatura. A menudo se confunde al autor (una función social y formal del texto mismo) con el individuo (una fantasía ideológica muy específica de cierto desarrollo histórico moderno) y por ello se piensa que el autor-individuo constituye algo así como la fuente única de la que emana el arte. La literatura, según esa fantasía refrendada con todas las mitologías alrededor de la autonomía personal y la figura autoral, funcionaría entonces como un acto creativo que surge de una voluntad cerrada sobre sí misma, de una mónada que opera desde un cálculo de intereses. Escribir es, según esa concepción triste, expresar una interioridad, un Yo. ¿Pero es realmente así? ¿Quien nos habla en un texto es necesariamente un individuo? ¿Qué es eso que habla en un texto? Lo cierto es que vivimos en un mundo confuso y ocurre que, mientras se hacen serias críticas a la noción de Autor como genio y se desmontan los presupuestos de la Autoridad en un sentido muy amplio, también se reivindica la irrupción de las voces de los históricamente oprimidos en literatura, lo cual sería digno de celebrar si esas voces no estuvieran sometidas, por parte del mercado y las instituciones, a los mismos procesos de fetichismo individual con los que antes se ungía a los grandes maestros. Desde distintos espacios de legitimación, académicos o mediáticos, se insiste en la necesidad de derrocar a los ídolos caducos para que oigamos, por fin, la voz del subalterno que, de este modo, pasa a ocupar una curiosa posición de privilegio epistémico. El Sufriente se ha convertido en la nueva autoridad, el sabio de la tribu. Según el nuevo credo silogístico, para ser un sabio antes hay que sufrir y si has sufrido seguramente estás en posición de conocer mejor y saber más. El Sufriente es el nuevo genio, con lo cual vemos que no se trataba de llegar hasta las últimas consecuencias en el desmontaje de la noción de Autoría, sino de ofrecer nuevas maneras de perpetuar la confusión liberal entre individuo y autor, una confusión que encuentra su nicho perfecto en la idea del autor como propietario exclusivo de sus creaciones: el autor como marca que representa unos intereses económicos y simbólicos, el autor-emprendedor. No es difícil ver hasta qué punto hemos conseguido tumbar las estatuas pero dejamos intactos los pedestales. En suma, la deseable irrupción de las voces «otras» o «diversas» no ha significado la destrucción o siquiera el cuestionamiento acerca de los modos en que el capitalismo sigue determinando nuestra idea de lo que es y hace un autor. De ahí que nos estemos ahogando, de un tiempo a esta parte, en el estancado pantano de las literaturas del Yo. Al fin y al cabo ya nadie puede hablar desde otro lugar que no sea el que le han asignado. Las cartas están repartidas y es el mercado, apoyado en la mala conciencia de cierta crítica académica, el que está decidiendo quién puede hablar de determinada manera
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y quién de otra. Y la principal afectada en toda esta confusión es la literatura misma, cada vez más encerrada en formas espurias de la intimidad o el victimismo narcisista. En ese sentido, me interesa la llegada de los software basados en ia porque, según se deduce por experiencias como la de Vahuini Vara, la despersonalización casi absoluta de los procesos de escritura vuelve a conectar el acto de la lectura con funciones arcaicas de la literatura: la supervivencia de lo oracular, un extraño trance donde Yo y Yo no coinciden, una lenta metamorfosis que nos permite convertirnos en algo que nunca seremos, pensar de formas que serían inalcanzables por otros medios, devenir objetos, animales, seres inverosímiles y, al final, hablar como y con los muertos. Los softwares de ia vienen del futuro para reconectarnos con un pasado perdido donde la poesía era un regalo de los dioses, que se valían de los poetas como meros vehículos para arrebatarnos y arrojarnos al éxtasis (literalmente, a sacarnos de nuestro lugar asignado). Una poesía sin autores-propietarios, una poesía del Ello donde el Yo es apenas una convención, un tubo vacío por donde sopla el viento de lo posible. Vale la pena recordar que cosas similares ya tuvieron lugar en las artes visuales o la música. Cuando a mediados de siglo xx se introdujeron los sintetizadores y se implementó el uso de máquinas para componer y ejecutar sonidos organizados, muchos se resistieron siquiera a llamar música a lo que se hacía con esos nuevos medios y se valieron de argumentos muy parecidos a los que se usan para rechazar hoy los software de escritura: la automatización del trabajo, la supuesta deshumanización del proceso, etc. Otro tanto sucedió cuando las vanguardias inventaron el ready-made hace cien años. Podemos decir que la literatura sencillamente se está poniendo al día. Ni la música ni las artes visuales han muerto con la llegada de estas innovaciones, tampoco desaparecieron del todo los indeseables «genios» ni la tiranía del mercado, pero sí se produjo una transformación radical en la manera en que se leen esas artes. Nada nos mantiene a salvo del peligro de la distopía, sin duda, pero me atrevo a ser optimista con la literatura asistida o totalmente creada con ia: las máquinas, concebidas como sistemas de lectura creativa, podrían liberar al texto de su vínculo perverso con un supuesto propietario y harían posible, nuevamente, una líbido de la lectura en tanto zona liminar entre lo vivo y lo muerto, entre el mundo de los humanos y el mundo de los dioses. •
Desde los zulos
Dhalia de la Cerda @Dahliadelacerda
Sobre el borrado de las mujeres
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ada vez es más común escuchar «personas con capaciun aborto seguro y legal a hombres trans. Decía Nietzsche dad de gestar» y «personas que menstrúan» en leyes soque el que lucha contra monstruos debe cuidarse de no conbre justicia reproductiva, productos de gestión menstrual y vertirse en uno. Y hay un sector del feminismo que, bajo la debates feministas, y esto ha generado discusiones. A lo larexcusa de luchar por los derechos «basados en el sexo» y «el go de la historia de la humanidad la palabra «mujer» ha esborrado de las mujeres», termina militando en posturas antado acompañada de insultos misóginos o invisibilización. ti-derechos. Las feministas trans-excluyentes son feminisLas mujeres somos lo otro, el «segundo sexo», lo abyecto. tas, pero también son anti-derechos. Siendo históricamente el «sexo invisible» bajo la universaPrimero, y por si hace falta: ¿qué es un derecho? Un delización del todos nosotros; la humanidad; al escuchar recho humano es una garantía que tenemos los seres huma«personas gestantes», «mujeres cis», es natural pensar: ¿y nos para el buen vivir. La educación es un derecho, la salud nosotras? Ser nombradas es una baes un derecho, el trabajo es un derecho. talla histórica del feminismo y las luExisten los derechos específicos para Los derechos de una persona chas de las mujeres, en ese contexto contextos específicos como los dereo de un grupo de personas no histórico. Es normal enojarse porque chos laborales, los derechos de las perponen en riesgo los derechos ya no somos «mujeres» sino «mujeres sonas migrantes, los derechos «basados de otras, por ejemplo, el derecis» o «personas gestantes». Sin embaren el sexo», y existen los derechos de cho a migrar no pone en riesgo go, personas gestantes en leyes de geslas personas de la comunidad lgbttti. el derecho al trabajo de otros tión menstrual y justicia reproductiva Un derecho «basado en el sexo» es por es para proteger a hombres trans que ciudadanos. (…) Sin embargo, es ejemplo decidir sobre nuestros procemenstrúan y tienen capacidad de gestar común escuchar la falacia de que sos gestacionales, y un derecho de las porque si sus documentos oficiales son sí, de que existen grupos o «mipersonas trans es el reconocimiento de congruentes con su identidad de génorías» que ponen en riesgo los la identidad jurídica. Los derechos de nero y las leyes dicen solo mujeres, los una persona o de un grupo de persoservicios les pueden ser negados. Suce- derechos de otras personas. Es- nas no ponen en riesgo los derechos de tas afirmaciones, por lo general, otras, por ejemplo, el derecho a migrar de. Ha sucedido. están articuladas a partir de la Para mí, nombrarme mujer es una no pone en riesgo el derecho al trabaestrategia política. No obstante, soy falacia de mear afuera del hoyo, jo de otros ciudadanos. El derecho a consciente de que, en nombre de la lula salud de las personas que tienen aces decir, de problematizar mal. cha por los derechos de las mujeres, cidentes automovilísticos no pone en y del feminismo, se cometen muchas injusticias. Muchas. riesgo el derecho a la salud de personas con enfermedades Usar los derechos de las mujeres como excusa lo ha hecho crónico-degenerativas. Sin embargo, es común escuchar la el imperialismo gringo para invadir otros países, lo ha hecho falacia de que sí, de que existen grupos o «minorías» que pola derecha para impulsar leyes antinmigrantes y lo han henen en riesgo los derechos de otras personas. Estas afirmacho feministas para censurar todo aquello que les parece inciones, por lo general, están articuladas a partir de la falacia moral. Hay que decirlo: ciertos sectores del feminismo han de mear afuera del hoyo, es decir, de problematizar mal. Los pactado desde los años sesenta con la derecha para luchar derechos no son el problema, pues cuando existe una pugcontra la pornografía, el trabajo sexual y los derechos de las na entre derechos es por malas políticas públicas. Las malas personas trans. También hay que decirlo, hay feministas que praxis son el problema, las malas políticas públicas, las leyes militan leyes que dejan sin trabajo a trabajadoras sexuales, injustas, pero nunca los derechos. La disputa por los deresin certeza jurídica a mujeres trans y sin la posibilidad de chos humanos o la premisa «vienen a robarnos el trabajo, las plazas educativas, las becas y todo por lo que históricamente hemos luchado» la usan sobre todo las personas anti-derechos. Las personas que trabajamos haciendo activismo de base en temas de derechos humanos, sabemos que como dice Nicte de Intersecta: «Los derechos humanos no son un pastel». Una persona anti-derechos es aquella que milita contra los derechos humanos de otras personas. Las morras de paño azul que militan contra el aborto son anti-derechos.
Los nacionalistas que militan contra el derecho a migrar son anti-derechos. Los derechistas que militan contra el matrimonio igualitario son anti-derechos. Entonces… las feministas que militan contra las leyes de identidad de género, la inclusión de las personas gestantes en leyes de gestión menstrual o justicia reproductiva y derechos laborales para trabajadoras sexuales ¿son? Exacto: Anti-derechos. Y hay que decirlo sin miedo igual como lo hacemos con los provida, los antinmigrantes, los fascistas, los racistas y los nacionalistas. ¿O se nos arruga la verruga porque son feministas? Un argumento común que usan las personas anti-derechos es usar a una minoría o al «otro/a/e» como enemigo/ amenaza que viene a robarnos algo por lo que históricamente hemos luchado. Es curioso que si escuchamos a Donald Trump decir que «los migrantes ilegales vienen a robarse los trabajos de los estadounidenses de clase trabajadora» o a La Niña del Paño Azul decir: «Que los derechos de las mujeres no están por encima de los derechos de los bebés que serán masacrados», sabemos que son falacias de apelación a la emoción, que es un discurso que busca generar pánico moral y social para conseguir fines políticos. Pero si la que usa una falacia de miedo al otro o de apelación a la emoción es una feminista, si una feminista dice: «Los hombres que se auto perciben mujeres son la peor amenaza para los derechos de las mujeres porque vienen a robarse los espacios por los que históricamente hemos luchado», ahí tuerce el rabo la marrana y muchas decimos: Oh, podría ser verdad. ¿Por qué? Explicaciones podría haber muchas: culerismo, sesgos cognitivos o intereses políticos ocultos. Estudié filosofía porque me gusta ejercitar el pensamiento crítico. Para muchas personas ejercitar el pensamiento crítico significa que si eres de un partido político de izquierda escucharás a quienes también son de izquierda, pero creen que los partidos políticos no son el camino. Para mí el pensamiento crítico se ejercita escuchando a quienes piensan contrario a ti. Para ejercitar mi pensamiento crítico he leído con atención a gente de ultraderecha. Y también he escuchado y leído con atención a las máximas representantes de la militancia contra el borrado de las mujeres y los derechos basados en el sexo. He leído con atención a las feministas transexcluyentes porque soy defensora de los derechos humanos. Me interesa ejercitar el pensamiento crítico, claro que sí, estar teóricamente equivocada me parece vergonzoso. Pero las he escuchado con atención porque no me
gustaría ni de pedo estar del lado incorrecto de la historia. Les di el beneficio de la duda porque ¿qué tal que las mujeres trans sí son una amenaza? ¿Qué tal que sí ponen en riesgo los derechos de las «hembras humanas»? Podré perdonarme no haber entendido El Segundo Sexo, pero jamás me perdonaría ser una mala defensora de los derechos humanos. Entonces las leí y las escuché. Les juro que todo lo que leerán a continuación no es chiste, es anécdota. Uno de los primeros argumentos que escuché fue el de los deportes. Una «hembra adulta de la especie humana» viene acá con una historia trágica. Con el ceño fruncido, porque les encanta ser guerreras de ceño eternamente fruncido, te pregunta si crees que es justo que una persona que «vivió como hombre hasta la edad adulta y que tuvo entrenamiento militar en la marina y que hace apenas unos meses se le ocurrió ser mujer porque en los deportes masculinos nunca destacó, golpeé con saña a una pobre y frágil hembra humana». ¿Verdad que no es justo?, dice al borde del llanto, y si una es lágrima fácil y corto sentido crítico dice ¡a huevo, nos están borrando! Pero, chik/o/e/a indignada por el borrado de las mujeres, te tengo una sorpresa. Si tienes una historia trágica que contarme sobre las injusticias en el mundo del deporte por la inclusión de las mujeres trans, también yo te puedo contar una historia trágica: una mujer racializada y precarizada de dieciocho años que en el box vio la única posibilidad de salir a adelante —como la ven miles de personas del barrio— se sube a pelear con una mujer blanca canadiense, de clase media de treinta y tantos. ¿Se te hace justo que una mujer que tuvo todos los privilegios, que entrenó en gimnasios del primer mundo, golpeé a una jovencita que tenía una carrera brillante, pero ni de pedo con la alimentación y acceso a recursos de la canadiense? ¿Te parece justo que esta joven de futuro brillante haya muerto por los golpes en la cabeza y que su familia no haya tenido dinero ni siquiera para traer el cuerpo? No uso esta lamentable historia como token, lo uso para ubicar a las feministas trans-excluyentes en la realidad: Historias de injusticia hay en todos lados, las mujeres no somos todas iguales y no tenemos las mismas ventajas, ni los mismos problemas, ni queremos lo mismo ni estamos del mismo lado. Apelar en el caso de las mujeres trans en los deportes a «la superioridad física de las personas con pene» es recurrir al determinismo biológico, y el determinismo biológico es muy peligroso. ¿Qué es nacer como mujer? ¿Qué es crecer como mujer? A mí me da la impresión de que cuando las feministas críticas de género dicen «crecer como mujer» se refieren a la experiencia de las mujeres blancas de
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clase media porque las mujeres débiles que no cargan cosas pesadas, que no andan en chinga chingándole, solo existen en la imaginación de las feministas blancas. Las mujeres trans en los deportes no son un problema. Su inclusión no es un problema. No son ni siquiera estadísticamente un número grande. No siempre ganan. Existen mujeres cis, como las mujeres negras, que son más fuertes, más altas, más musculosas y con más testosterona, que otras mujeres cis y trans. ¿Sabes qué sí es un problema para las mujeres en los deportes? La violencia sexual, la gordofobia, los bajos salarios, los estereotipos racistas y las injusticias raciales contra mujeres cis que no pueden competir por niveles hormonales, los uniformes. Pero, las feministas transexcluyentes no están interesadas en defender los derechos de las mujeres, quieren usar los derechos de las mujeres como excusa para usar a otras personas de saco para golpear. De ahí la importancia de no ver al feminismo como comunidad terapéutica. Otro argumento común y en mi opinión el más bajo bajísimo: son los refugios para mujeres. Nuestras guerreras enemigas del activismo gozoso, con la voz quebrada, plantean que «Te imaginas ser víctima de violencia feminicida, tener que ir a un refugio y tener que compartir recámara con un hombre barbudo que se autodefine como mujer» y luego rematan diciendo: «Esto no es un discurso de odio, decir la verdad no es discurso de odio. Si me odiarán, que sea por defender los derechos de las mujeres». Sure, Jan. Aquí también te tengo noticias. Si fueras una activista de verdad comprometida, si realmente te interesaran los derechos de las mujeres sabrías que el problema real de los refugios no son las mujeres trans, son los recursos. no hay recursos, en México hay miles de mujeres en riesgo vital porque existen pocos refugios, muchos de ellos no operan conforme a los derechos humanos, pero en general operan sin recursos. Ya ni hablar de las casas de medio camino, que seguro en la vida las has escuchado porque estás ocupada llorando por casos hipotéticos, porque en México es rarísimo que una mujer trans logre entrar a un refugio para sobrevivientes de violencia. Sucede lo mismo para las cárceles. Es rarísimo que a una cárcel para mujeres ingrese una mujer trans, no porque no tenga el derecho sino porque las leyes mismas imposibilitan esta situación. ¿Sabes quiénes sí viven amenazas reales? Las mujeres trans que son mandadas a cárceles para varones donde son agredidas, vulneradas, les cortan el cabello o las deben tener asiladas para que no abusen de
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ellas. Una persona que realmente está interesada en defender los derechos de la mujer sabe que los problemas reales en las prisiones femeniles son el abandono, la precarización, el lacerado ejercicio de la maternidad, el desamparo de los dependientes de las mujeres privadas de su libertad, la prisión preventiva oficiosa. Si tú vas a una cárcel para mujeres y preguntas ¿qué problemas tienen?, te darás cuenta de que la amenaza trans solo existe en la imaginación de las feministas anti-derechos de las mujeres trans. Sucede lo mismo para el tema de los baños, de las becas y cualquier tema que ustedes gusten poner sobre la mesa, incluso las estadísticas de violencia: las mujeres trans ni son un numero estadísticamente significativo para alterar las cifras de violencia, ni están interesadas en violentar mujeres cis, ni quieren quedarse con el feminismo. Ni los derechos son un pastel que se va a repartir: si hay diez becas y les dan becas a cinco mujeres trans no es que cinco mujeres cis se queden sin esas becas por culpa de las trans, es porque no hay suficientes becas. El problema es el número de becas y no el derecho a la certeza jurídica que se garantiza mediante las leyes de identidad. A las feministas transexcluyentes no les interesan los problemas de las mujeres, pasan más tiempo hablando del supuesto borrado de las mujeres, que solo ocurre en su imaginación, que proponiendo acciones concretas para mujeres concretas en la vida real. «Las leyes de identidad de género avanzan más rápido que las leyes de interrupción del embarazo porque las leyes de identidad de género benefician a los hombres y perjudican a las mujeres», dicen. El problema con el feminismo blanco es que ve como lucha la emancipación por la emancipación de las mujeres de forma muy básica: emanciparse respecto a los hombres. Y un feminismo que funciona no es para emanciparte de los hombres sino para emanciparme de la matriz de opresiones, ni mujeres ni hombres opresores. «Las cifras de violencias cometidas por mujeres se van a disparar porque ahora también van a contar las que cometan los hombres que se autodefinen como mujeres»: esta es una falacia de pendiente resbaladiza, es igual a la que usan los anti-derechos de derecha: «Si legalizan el matrimonio entre personas del mismo sexo, se acabará el matrimonio heterosexual y la familia»; es la misma vibra porque es la misma falacia. Como si por hacer accesible el matrimonio igualitario todos los hombres heterosexuales dijeran: «¡ahuevo, llegó la hora de desconocer al compadre!»; como si las leyes de identidad de genero hicieran que la gente que no es trans diga: ¡ahuevo voy a transicionar! Apelar a la violencia de las trans es además una falacia de generalización apresurada, las mujeres trans cometen pocos crímenes. Y usar a una como ejemplo es una falacia, una generalización apresurada y
Su pensamiento no es lógico, es determinismo biológico. Su pensamiento no es crítico, es falaz y chantaje emocional, sus preguntas no son profundas, son básicas. Y es un pensamiento básico porque es unidimensional, solo ve el sexo. Pienso —y en esto he invertido mucho tiempo en pensar— por qué mujeres que se ven a sí mismas como lúcidas, sabias, críticas y perras para la teoría son tan básicas a la hora de formular pensamientos y argumentos. Por qué solo ven el sexo. Pensar en que son demasiado Las mujeres trans en los deportes pendejas quizás sería misógino de mi no son un problema. Su inclusión parte, entonces prefiero pensar que no es un problema. No son ni es por ojetes. Prefiero pensar que sí se siquiera estadísticamente un nú- dan cuenta de que el sexo solo es una de caso particular. Una herramienta muy pendeja pero muy usada, sobre mero grande. No siempre ganan. parte de la opresión y de los probletodo por los fascistas y antinmigranExisten mujeres cis, como las mu- mas que vivimos las mujeres, que no tes. Los debates importantes son dejeres negras, que son más fuertes, lo es todo, que hay factores más determinantes. Quiero pensar que sí se dan jar de hablar de aborto para empezar más altas, más musculosas y con cuenta de que muchas mujeres no esa hablar de justicia reproductiva y hamás testosterona, que otras muje- tamos oprimidas, pero que siguen con blar de violencias que ejercemos las res cis y trans. ¿Sabes qué sí es un estos discursos porque les conviene, mujeres producto de la socialización problema para las mujeres en los porque ser la eterna víctima les quita femenina y cómo criar en solitario y responsabilidad sobre sus vidas. con problemas emocionales lleva a las deportes? La violencia sexual, la Las feministas anti-derechos de las mujeres cis a encabezar las cifras de gordofobia, los bajos salarios, los personas trans se preguntan por qué violencia física y psicológica contra estereotipos racistas y las injuspreguntar, por qué cuestionar «las hace sus hijos, hijas e hijes. ticias raciales contra mujeres cis unas trans odiantes y no unas luchaSi las personas trans nos están que no pueden competir por nive- doras de los derechos de las mujeres». borrando: ¿dónde están las mujeres les hormonales, los uniformes. Juanita, Laura, Dana: quizás porque si trans al mando de los institutos de fueras luchadora de los derechos de las las mujeres? Hay rumores de la desamujeres sabrías los problemas reales de las mujeres, pero en parición de los institutos de las mujeres, algunos mutando lugar de eso estás diciendo que las mujeres trans van a inen la Secretaría de la familia y otros en la Secretaría de la vadir estos espacios, sin pruebas y refiriéndote a ellas como igualdad. Ese podría ser un problema real. Pero, eso no le cabrones. No se pongan el pie solitas tan gacho, mijas. Pero importa a las transodiantes. ¿Dónde están las mujeres trans si realmente quieren luchar por los derechos de las mujeres en las mesas de novedades de literatura? ¿Cuántas diputaanden al refugio más cercano a su casa, a las prisiones, a las das federales trans hay versus cuantas cis? ¡una! Y la pritelesecundarias de la periferia, con las trabajadoras sexuales mera en la historia. Se llama Salma y es orgullo hidrocálido. organizadas, a los hospitales públicos de las mujeres, a los ¿En serio nos están borrando? Me da la impresión de que la centros de justicia de las mujeres y preguntan en qué puelucha contra el «borrado de las mujeres» la componen soden ser útiles lo mujeres que se suscriben al feminismo blanco, llorando Cuando una mujer provida dice que «el feto tiene un porque ahora tienen que disputar espacios, en la telenovela adn distinto, que es un ser humano, que esto es un hecho que se crearon en sus mentes producto de la socialización científico, que decir que el feto no le pertenece a la mujer femenina blanca: «Es injusto que el premio de poesía lo haporque es una persona independiente y matarlo es ser maya ganado una mujer trans y no una mujer blanca bua bua tabebés», somos radicales en decirles que son puras mabua bua». «Nos quitan espacios», espacios que dicho sea de madas. Ésto significa que sí sabemos identificar falacias y paso no ocupan mujeres precarizadas. Porque allá afuera los chantajes emocionales. Pero si una feminista anti-derechos problemas de las mujeres, fuera de las discusiones pendejas de las personas trans dice que «si dos personas, una mujer y entre feministas, son otros. Los problemas son la injusticia otro hombre jamás han hecho ejercicio, se alimentan igual y reproductiva, la violencia sexual, la precarización, el racistienen el mismo estilo de vida, una por tener pene es automo. Los problemas que vivimos las mujeres cis, trans, raciamáticamente un opresor y la otra una oprimida», o que «el lizadas, precarizadas, de clase media, académicas, blancas, transactivismo es un caballo de Troya y la peor amenaza a diversas, son diversos: unas discriminaciones, otras violenlos derechos de las mujeres», guardamos silencio y esto nos cia sexista, otras opresión pero todas lejos, lejísimos de ser hace cómplices, porque tanto peca el que mata la vaca coborradas y lejos lejísimos de la «amenaza trans». mo el que le sostiene la pata. • Lo que más me ofende de las feministas anti-derechos es que posicionan su pensamiento como el top del racionalismo, el sentido común y las preguntas complejas, y no es así.
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Psycho Killer
Carlos Velázquez @Charfornication
Viaje sentimental por mis viniles
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eí en Old Records Never Die, de Eric Spitznagel (ConSpitznagel que se deshizo de él en un momento de desestra, 2017), que la fruta prohibida de los viniles son peración económica y lo estará buscando con ahínco en el aquellos que en su portada ostentan impresa la leyenda área de San Diego. Inspirado por el libro decidí rebuscar en«Promotional Copy. Not For Sale». tre mi colección de discos y me topé con uno que tiene un Lo primero que me vino a la mente fue mi vinil New York background especial. Y tiene conexión con una morra. de Lou Reed. Lo compré en Tijuana, en la Ciruela Eléctrica, Ann y yo nos oteamos apenas unos segundos un sábado a ciento venite pesos. Es un ejemplar para prensa. Lo primeen un bar. Nos presentaron de manera efímera, pero bastó ro que hice al llegar a Towers fue consultar su valor en Amapara prendarnos. El lunes ya nos estábamos buscando por zon. Solo había uno a la venta y costaba cinco mil y tantos Instagram. Tras un intercambio de mensajes privados acorvaros. Y yo que todavía me había atrevido a regatear el predamos de vernos en su chante. Me puse mi sudadera y salí cio. Si ese costaba tanto, el mío, por portar la advertencia rumbo al metro. Trepado en el vagón me pregunté: ¿en seNot for sale seguro que valía más. El disco estaba descatalorio, Carlos? Era el mal ejemplo de Spitznagel. Qué eran dogado. Por fin el año pasado Record Store ce estaciones y un transbordo cuando él Day lo reeditó y ahora es posible hacerse En la sala del minúsculo había recorrido cientos de kilómetros. departamento deambulaban de una copia. Sin embargo, el que tengo Una hora después estaba en el depa cuatro gatos. El negro se lladentro de mi colección es una reliquia de Ann. jugosa al que se le puede sacar una bueTardé más de una hora en percatarmaba el Ingeniero. La cafecita na lana. Pero no pienso venderlo. Almendra, en honor a la banda me de que me había sentado junto a un No pensaba leer el libro de SpitznaTheremin. de Spinetta. Y escuchando al gel. No por el momento. Antes tenía que ¿Y esto?, pregunté. Flaco y después de varias cheliquidar On the Road. La releo cada año. Me lo regalé de cumpleaños, Es uno de mis rituales. Como cenar solo las nos saltamos encima uno al contestó. otro. Su cuarto era una especie en Año Nuevo o comer espinazo todos Ann me gustaba. Pero cuando dijo de tugurio para santos. Tenía eso me gustó más. Imaginármela fulos lunes en el Salón Versalles. Pero como el libro trata sobre los viniles no reretratos de varias diosas de la mando mota y jugando con el Theremin sistí la tentación de hojearlo. Y terminó divinidad. Y una efigie peque- como Joe Bonamassa en «The Ballad por abducirme. No paré hasta terminarña de la santa muerte. Apagó of John Henry» me pareció irresistible. lo. La premisa es bastante desquiciante. lo que más me atrajo fueron sus la luz y encendió varias velas. Pero Spitznagel se propone recuperar sus distatuajes. El cuarenta por ciento de su cos de juventud. Algo bastante sencillo cuerpo estaba cubierto de tinta. ahora que se ha reeditado casi todo en vinil. Pero cuando Qué sexy, pensé cuando vi una foto de ella en Instagram se refiere a sus discos es literal. Quiere los mismos. Con sus en traje de baño. marcas de identidad, un teléfono escrito en uno, un nombre En un pizarrón de corcho hay varias acuarelas de mujeres garabateado en otro, uno más con la portada pisoteada. desnudas. Me contó que era partícipe de unas tertulias exSu propósito lo lanza a un viaje tanto físico como emoclusivas donde se reúnen a empedarse y a dibujar. cional por Chicago y sus alrededores. Visita tiendas de disJueves de encueradas, dijo y soltó una risotada. cos, la casa de su infancia y la universidad a la que asistió. Creí identificar cierto tono lujurioso en sus palabras. Las andanzas de Spitznagel son posibles gracias a que los A veces no llega la modelo y poso yo, dijo. viniles tienen historia. El formato. Los CD’s no despiertan Le creí, porque estaba buenérrima. Es yogui. Y al parecer la misma pasión. No importa que en nuestra casa albergueeso le otorga licencia para lucir en forma. mos cientos de ellos como animales disecados, como troSoy una gorda en pausa, se sinceró. Soy bien tragona. feos que levantamos victoriosos en otra época y que ahora Siempre tengo hambre. acumulan polvo porque qué güeva pasarles un trapo. Por Lo constaté más tarde cuando pidió tacos a Los cocuyos el contrario, los viniles cuentan historias. Ni el casete, con como para siete personas y solo cenamos nosotros dos. todo lo funcional que fue en un tiempo, y mucho menos el El elemento decepcionante de the whole picture es que no streaming, tienen ese poder. había una bocina decente. Escuchábamos música en la Bose Siempre me he preguntado cómo habrá llegado mi disco más mini de la historia. Me entraron unas ganas crazys por de New York a la Ciruela Eléctrica. Quizá perteneció a algún largarme, pero me las aguanté.
En la sala del minúsculo departamento deambulaban cuatro gatos. El negro se llamaba el Ingeniero. La cafecita Almendra, en honor a la banda de Spinetta. Y escuchando al Flaco y después de varias chelas nos saltamos encima uno al otro. Su cuarto era una especie de tugurio para santos. Tenía retratos de varias diosas de la divinidad. Y una efigie pequeña de la santa muerte. Apagó la luz y encendió varias velas. Ay, güey, me dije. ¿Entrevista con el vampiro? Nos desnudamos. Yo me despojé de mis eternas fachas y ella de su atuendo. Vestía toda de negro, pero no era darks, lucía más como una beatnik del Centro Histórico. Después del coitorreo dormité un poco. No alcancé a roncar por el sonido de los cuencos tibetanos. Mientras jugaba con ellos pensé que podríamos formar un dueto. Ella en los cuencos y yo en el Theremin. Seguro que nos invitaban al Festival Cervantino. Tacos, gritó y aplaudió cuando vio que me había desperezado. Volvimos a la sala y pidió los tacos por Rappi. Toma, dijo, sé que te gusta la música, y me extendió su teléfono para que eligiera el soundtrack. Puse el cóver de «Out of Time» de Blur hecho por Joan As Police Woman. Mientras taqueábamos le dije que en breve tendría que marcharme. Antes de las doce que cerraran el metro. Puedes quedarte a dormir, me dijo. ¿Tienes cbd? Por supuesto, dijo triunfante. Ah, pues en that case. Volvimos a su cuarto para el segundo round. Echados sobre su cama, con la vista clavada en el techo me dijo que quería darme las llaves del departamento. Y me las dio. Sacó unas copias de su bolsa y las eché en la bolsa de mi pantalón. Me dijo que cada vez que viniera a la Ciudad de México podría quedarme con ella. Pero compra una bocina decente, le pedí. Tú me ayudas a escogerla, dijo. Así que ha llegado el momento de abandonar mi amado Coyoacatitlán, pensé. Estaba cantado que la conversación derivaría hacía lo verdaderamente íntimo: los viniles. Ann tenía unos cuantos en su depa. La mayoría de sus discos se los había quedado su ex marido. Se habían divorciado por la afición de él a los trans. Me confesó que no había querido enseñármelos antes. No me ofreció una razón. Pero supongo que su intuición le dictaba que no lo hiciera. Afirmó que no le pesaba haber perdido los discos. Que solo uno le dolía. Pero ese no estaba en poder de su ex. Se lo habían robado. Era un doble en vivo de Joy Division. ¿El vinil es blanco?, pregunté. Ajá, dijo con añoranza. Sabía de qué disco se trataba. Es uno grabado el 11 de enero de 1980 en Paradiso, en Amsterdam. Y lo sé porque el disco lo tengo en casa. Me lo regaló la persona que se lo ro-
bó mucho antes de que yo conociera a Ann. El bootleg está prensado por una label pirata llamada pro fac iii. No sé por qué me abrí de capa. Ahora comprendo que no debí. Ese disco está en mi poder. Qué, preguntó sacada de onda. Me lo dio la persona que te lo robó. Se llama tal. Volteó su rosto hacia un lado y se quedó callada mirando al vacío. Segundos después se levantó de un salto. Devuélveme mis llaves, me exigió. Pero Ann, traté de suavizar la situación. Lárgate de mi casa, gritó. Oye, Ann, por qué me corres si yo no tengo nada qué ver, dije mientras me vestía. Oh, ustedes, pinche gente de Torreón, dijo. Y me largué con la cola entre las patas. Y esa es la historia de mi vinil Amsterdam 1980* de Joy Division. •
* lado a: Passover · Wilderness · Digital · Day Of THe Lors · Insight lado b: New Dawn Fades · Disorder · Transmission · Love Will Tear Us Apart · These Days lado c: A Mans To An End · Twenty Four Hours · Shadowplay · She’s Lost Control lado d: Atrocity Exhibition · Atmosphere · Interzone
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Psicología de la disolución
Judas Glitter