Reporte SP 61

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ReporteSextoPiso Publicación mensual gratuita • Septiembre 2021

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Disponibles en: sextopiso.mx


ReporteSextoPiso

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Lecturas

Recomendación de los editores

El color de la granada | 6

Entre el olvido y la memoria | 4

Carla Badillo Coronado

El sueño del Libro de todos los libros | 23

Felipe Rosete

Pietro Citati

Columnas

La emoción que llaman literatura   |  25

Lado B  |  21

Roberto Calasso

Entrevista con Roberto Calasso   |  28 Dario Olivero

Cintia Bolio

Desde los zulos | 34 Dhalia de la Cerda

Where You Been | 37 Wenceslao Bruciaga

Dossier: 11-S / veinte años | 7 Mierda y corazones rotos  |  8 Ben Fountain

Cría cuervos | 11 Gabriela Jauregui

Stripes and Stars  |  14

Psycho Killer | 38 Carlos Velázquez

Próximamente… | 46 José Hernández

Psicología de la disolución | 47 Judas Glitter

Peter Kuper

Torres en llamas, muro en pie  |  16

Portada de este número:

El legado del 11 de septiembre  |  19

«Confesiones de un hombre en pijama», de Paco Roca, cedida por la editorial Astiberri

Forrest Gander

Morris Berman

Reporte Sexto Piso, Año 7, Número 61, septiembre 2021, es una publicación mensual editada por Editorial Sexto Piso, S. A. de C. V., América 109, Colonia Parque San Andrés, Coyoacán, C. P. 04040, Ciudad de México, Tel. 55 5689 6381, www.reportesp.mx, informes@sextopiso.com.

Editor responsable: Eduardo Rabasa. Equipo editorial: Rebeca Martínez, Diego Rabasa, Felipe Rosete, Ernesto Kavi. Dirección de arte y diseño: donDani Reservas de Derechos al Uso Exclusivo 04-2021-020813245067-102. Certificado de Licitud de Título y Contenido No. 17420. Impresa en los talleres de Litográfica Ingramex, S.A de C.V. Centeno 162-1, Granjas Esmeralda, C. P. 09810, Ciudad de México. Este número se terminó de imprimir en septiembre de 2021 con un tiraje de 3,000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. * Judas Glitter agradece las citas de Aluvión de pensamientos inútiles y sublimes de Juan Carlos Bautista.


Recomendación de los editores

Entre el olvido y la memoria

Felipe Rosete

talmente ajeno. O tal vez no, porque cuando se nace en una familia como la de Samuel —el narrador y protagonista de la historia—, desplazada, en busca de un hogar y con el hambre aguijoneando las tripas constantemente, el paraguas de una organización como el ira resulta más que reparador. Así fue para ellos. No solamente les dio techo, comida y trabajo, sino que les asignó a todos sus miembros, incluso a los no nacior los buenos tiempos, título de la segunda novela del dos, un papel en la mascarada de la violencia, la sufrida y la escocés David Keenan, refiere a la canción homónima de ejercida, dotando a su vida de heroísmo. Golpear a alguien, Kris Kristofferson, que habla sobre la pérdida de un amor, asesinarlo, secuestrarlo, ponerle una bomba en el coche, tocuyo trabajo de duelo es, precisamente, regresar a aquel una do era una misión encaminada a lograr un y otra vez (tantas como se escuche o se fin más alto, a alcanzar «la luz dorada del cante la canción): «Lay your head upon Y eso pareciera ser esta destino». Samuel, Tommy, Barney y todas my pillow,/ hold your warm and tender intensa novela. Un trasus réplicas siguen el curso de su camino body close to mine/ Hear the whisper of con la certidumbre de un sonámbulo. «El the raindrops blowin’ soft against the win- bajo de duelo, un grito ira era la ley. Era el auténtico gobierno. dow/ And make believe you love me one de dolor por toda una La voz del pueblo. Teníamos que obedecer more time/ For the good times». Pero el amor y la pérdida no tienen que ver sola- generación perdida: la de sus órdenes ciegamente, hasta el punto de mente con la pareja, sino también con los los jóvenes irlandeses que sacrificar la vida si era necesario: es lo que se esperaba de nosotros», suelta Samuel amigos, con las épocas históricas, con las durante los años setenta en una de sus intervenciones. Protecdistintas etapas en la vida de uno. Y eso pareciera ser esta intensa nove- murieron —literal o aními- ción, rabia, ambición, venganza, honor, sexo, dinero, estilo, clase, además de un la. Un trabajo de duelo, un grito de dolor historial de violencia que corría por las por toda una generación perdida: la de los camente— a causa de un jóvenes irlandeses que durante los años conflicto que, como suele venas de todos: tales eran las sustancias que los mantenían cohesionados. De ahí setenta murieron —literal o anímicamensuceder con las guerras, que todos los jóvenes de Ardoyne quisiete— a causa de un conflicto que, como ran unirse a los Chicos, que por supuessuele suceder con las guerras, les era to- les era totalmente ajeno. to contaban también con su propia Biblia —El libro verde— y con sus rituales basados en el dolor propio y sobre todo en el ajeno, como si la vida fuese una mortificación constante. Un segundo objeto del duelo es Tommy, la pareja de Samuel en el ira. Su mejor amigo. Samuel habla constante«Matar sin mala conciencia: eso es lo que significaba ser uno de los Chicos. Un estado de Guerra Total: ese era el legado que nos habían dejado nuestras familias».

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mente de él: de lo guapo que es, de lo bien que canta —casi igual que Perry Como, uno de los grandes ídolos de los Chicos—, de lo elegante que es, de su pegue con las mujeres y, por supuesto, de su carácter explosivo y violento. Un verdadero hijo de puta al que no le tiembla la mano, aunque sí el corazón. Tommy aparece a lo largo de todo el libro. Sus peripecias son las de Samuel. Se emborrachan cada fin de semana en el Shamrock o en el Diamond, participan en orgías, se cogen incluso a dos mujeres idénticas. Hacen todos sus trabajos a la par, se embarran de mierda juntos intentando esconder armas. Saben todo el uno del otro, o al menos eso creen. Hasta que en algún momento la paranoia, el deseo y el destino mismo desvían sus caminos. Una bomba activada antes de tiempo, otra no activada —aunque igualmente fatídica—, una hermosa pelirroja y decenas de llamadas a altas horas de la noche con un interlocutor mudo cumplen su papel en ese juego de máscaras cuyos participantes —ese pueblo de fantasmas que era la Irlanda de entonces— se rigen por máximas precisas: «ante la duda, miente; si te preguntan, invéntate lo que sea; si te interrogan, niégalo todo». El tercer (o primer) objeto del duelo es el propio Samuel, también llamado Xamuel por momentos, como si fuese él, pero a la vez otro, o muchos otros. Un Samuel que escribe desde la Zona Muerta, desde el Lugar de los Ecos Infinitos. Y que lo hace precisamente para cambiar de piel. Para dejar de ser lo que fue. «Mi vida comenzó cuando comprendí en qué me había convertido y por qué había ocurrido todo», dice en la parte final de la novela. Un Samuel que desde pequeño vio el rostro de la muerte, la carencia y la violencia, y supo entonces que tendría que aprender a ser «perspicaz, ingenioso, un asesino a sangre fría, un hombre de familia y un galán con las mujeres». Todo eso a la vez. Que, como el resto de los Chicos, engañaba y se autoengañaba al entregarse a un fin mayor, inexistente pero necesario. Que se asumía invisible e intocable cuando en realidad era transparente y vulnerable. Y que, al igual que Kristofferson, relata su historia para intentar olvidarla, para desprenderse de ella. Su súper poder, nos dice desde las rejas y los muros embadurnados de mierda y meados durante la Protesta Sucia, es el poder de olvidar. ¿Pero es eso realmente posible? ¿Es posible dejar de ser lo que uno fue, transformarse así, sin más, en otra persona? ¿Es posible olvidar el color de la sangre, los rostros deshechos, los huesos rotos, los ojos sin vida? ¿Puede abandonarse esa sensación de poder, de respeto, de ser el puto amo del barrio? ¿Se puede uno olvidar de los buenos tiempos? ¿Del gozo, del olor del ser amado, de la risa de un amigo?

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Por los buenos tiempos David Keenan Traducción de Francisco González López Narrativa Sexto Piso 2020 • 292 páginas

Un detalle aparentemente nimio de la novela pareciera decir que no. Que empiece y acabe con el signo de dos puntos alude a un eterno retorno del relato, algo que será contado una y otra y otra vez, porque el dolor y la destrucción de todo un país, el No Future de aquella generación de jóvenes irlandeses, tiene que ser contado precisamente así: de manera interminable. Lo mismo que los buenos tiempos: los de la aventura y la camaradería, los del descubrimiento del mundo, los del paso de la edad de oro a la de la desesperanza. Samuel, Tommy y Barney dan cuenta de esa transición: de la música de Como a la de The Clash. De la moral católica a las orgías. Del alcohol a las drogas fuertes. De los sexos peludos a los rasurados. En algún momento, tras haberse agenciado la tienda de cómics del esposo de la pelirroja a la que tienen secuestrada, Barney pregunta a sus dos amigos en qué lugar del mundo les gustaría estar en ese momento si tuvieran el poder de trasladarse ahí. Ambos responden que en ninguno más que en Ardoyne. Podemos intuir por qué. Desde su celda, Samuel —y Keenan a la distancia—, cantan repetidamente: «Don’t look so sad, I know it’s over/ But life goes on and this old world/ will keep on turning». Y como coda, un poco de humor: «Paddy el irlandés va al médico porque le duele el estómago. Pues no veo que haya nada mal, dice el médico, creo que debe ser el alcohol. Ah, no se preocupe, le dice Paddy, ya volveré otro día, cuando esté usted sobrio». 


El color de la granada

Carla Badillo Coronado

Canto i 1 Iniciamos nuestra vida ofreciendo lo que no nos pertenece entregamos luz sin saber el significado de la palabra luz los símbolos son escrituras sagradas de un futuro inexistente nos tomamos de las manos para hacer promesas que más tarde nos dispararán.

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Toda historia de amor es potencialmente un arma letal.

Canto ix En el principio fue el caos y de él provino la armonía de mi voz por eso canto a pesar del tiempo No hay final para quien nunca se rinde por eso dirijo la tropa que carga mi cuerpo El camino es largo como lengua de cíclope por ella avanzaré a través de los siglos Mi lenguaje sobrepasa la oscuridad de estos versos la verdadera luz jamás se describe.

Ilustración de Peter Kuper −>


Dossier:

11-S / veinte años

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Dossier: 11-S / veinte años

Mierda y corazones rotos:

a veinte años del 11 de septiembre

Ben Fountain *** La manera de matar fue tan cruel como pueda concebirse. Morir quemados, morir por caer de una gran altura, o atrapado en la escena del crimen provocada por un avión de pasajeros surcando por los cielos.

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a semana anterior soñé que volaba. No en un avión, era tan solo yo mismo, mi cuerpo de humano volaba cual pájaro o superhéroe, pero el asunto es que tenía que aguantar el aire para mantenerme en elevación de modo que —inevitablemente— desperté del sueño falto de aire. Ya sea que lo desee o no, un escritor cataloga y hace un inventario de todo en su vida. Mis pesadillas habituales incluyen elevadores descompuestos u olas gigantescas pero volar, volar y caer, y quedarme sin aire, era algo nuevo. Se trató de un sueño literalmente profético en un sentido: el 11 de septiembre fue algo surreal, onírico, la peor pesadilla magnificada a proporciones hollywoodenses y transmitida en millones de pantallas por todo el mundo. Por más estremecedoras que fueran las imágenes, albergaban —lo que resultaba más extraño— un aspecto sumamente familiar. Bolas de fuego, edificios que colapsaban, aviones de pasajeros centelleando por un cielo soleado: ¿no lo habíamos visto ya antes? Tan parecidos a las películas eran los horrores que veíamos por la televisión, e igualmente difícil resultaba dejarlos de ver.

*** Por tierra, mar y aire. Al-Qaeda, enemigo jurado de los Estados Unidos, nos atacó por tierra en 1993, la primera vez que bombardeó el World Trade Center. Atacó nuevamente por tierra en 1998, con los bombardeos a las embajadas americanas en Kenia y Tanzania. Nos atacó por mar en el año 2000, con el bombardeo del uss Cole en Yemen. Y luego, por supuesto, por aire con los ataques del 11 de septiembre. El 6 de agosto de 2001, tras recibir un informe de inteligencia en su rancho de Crawford, Texas, titulado «Bin Laden determinado a atacar en Estados Unidos», el presidente Bush no preguntó nada al respecto.

Esa misma tarde, parado en mi jardín trasero en la ciudad de Dallas, me percaté del silencio que me circundaba. No se escuchaban aviones, ni el estruendo habitual de las construcciones. Apenas se escuchaba el tráfico por las calles.

*** Pocos días después una camioneta pasó a mi costado con la leyenda: «nuke them all»* inscrita en letras grandes en las ventanas laterales. Eh, ¿sí? Pero, no. Por más que yo compartiera el impulso del sentimiento, no podemos andar simplemente arrojando bombas atómicas, pero además, la parte más difícil sería determinar a quién iría dirigida la aseveración. Determinar exactamente quiénes eran «ellos» y qué querían. Sus propósitos, su motivación. Su agravio, real o imaginario. «Conoce a tu enemigo», dice una y otra vez Sun Tzu en su clásico El arte de la guerra. «Si ignoras tanto a tu enemigo como a ti mismo, con toda certidumbre corres peligro».


*** «No queremos que la pistola humeante se convierta en una nube con forma de hongo», dijo Condoleeza Rice, al afirmar que Irak poseía armas de destrucción masivas.

*** Mi principal miedo en las postrimerías del 11 de septiembre no consistía en qué nos harían «ellos», sino en lo que mi país estaba por hacerse a sí mismo.

*** «Para esta estupefacta y triste estadounidense, y neoyorquina, Estados Unidos jamás ha parecido estar tan alejado de reconocer su realidad que a la luz de la monstruosa dosis de realidad del martes pasado», escribió Susan Sontag en un breve texto que aparecería en el New Yorker del 24 de septiembre de 2001. Esta frase en particular, pensada para el comienzo del texto, fue eliminada por los editores de la versión que terminaría por publicarse.

*** Esta es la frase que sí apareció: «Unas cuantas hebras de conciencia histórica podrían ayudarnos a comprender lo que sucedió, y lo que puede seguir sucediendo».

*** A causa de dicho escrito, Sontag fue acusada de «idiotez moral», «estupidez inusual» y «absoluta falta de sensibilidad», así como de ser «anti-americana», «asombrosamente tonta» y «una escritora muy ofensiva». Un opinionólogo declaró que no se le debería permitir «hablar en círculos intelectuales honorables nunca más». Otro escribió que «anhelaba caminar descalzo sobre vidrio roto sobre el puente Brooklyn, hasta llegar al departamento de esa despreciable mujer, sujetarla por el cuello y arrastrarla hasta la zona de desastre, para obligarla a decírselo a la cara a los bomberos».

*** Una de las claves para comprender la inquietante complejidad del 11 de septiembre puede hallarse en las nacionalidades de los secuestradores, los misteriosos «ellos» a los que se hacía referencia en las ventanas de la camioneta de mi vecino. Quince de los diecinueve secuestradores eran oriundos de ese fiel aliado de Estados Unidos, Arabia Saudita. Mohammed Atta, uno de los líderes, provenía de otro aliado nuestro, Egipto. Ni uno solo venía de Irak o Afganistán, los dos países que invadiríamos como respuesta al 11 de septiembre. Tampoco provenía ninguno de los tres países a los que pronto el presidente Bush denominaría el «Eje del mal», a saber, Irán y Corea del Norte, además de Irak.

Cuando se le preguntó por qué el gobierno de Estados Unidos esperó hasta septiembre de 2002 para empezar a convencer a la opinión pública de la necesidad de invadir Irak, el jefe de gabinete del gobierno de Bush declaró: «Desde el punto de vista de la mercadotecnia, no se lanza un nuevo producto en agosto».

*** En enero de 2003, conforme Estados Unidos se preparaba para invadir Irak, el novelista británico John le Carré publicó un artículo en The Times, titulado «Los Estados Unidos han enloquecido».

***

Durante muchos años he leído sobre el ejercicio del poder estadounidense, he reflexionado, lo he observado, y en ocasiones he escrito al respecto, y toda mi experiencia previa me sugería que estábamos siendo conducidos a una guerra desastrosa bajo premisas falsas, mediante una mala fe criminal. Pero el discurso pronunciado por Colin Powell ante la ONU, en febrero de 2003, en donde declaró, sin titubeos ni equivocaciones, que Irak poseía armas de destrucción masiva, me dejó perplejo. No era tanto que me convenciera, sino que comencé a dudar de mi propio juicio. Quizá estoy equivocado, pensé. Y si me equivoco al respecto, quizá me equivoco en cuanto a casi todo. 9


Dossier: 11-S / veinte años

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Para el evento montado para los medios de comunicación, denominado «Misión cumplida», a bordo del USS Abraham Lincoln, en donde el presidente Bush declaró: «Las operaciones de combate masivo en Irak han terminado», la embarcación tuvo que ser virada mediante una complicada maniobra para asegurar que el horizonte urbano de San Diego no apareciera ante los espectadores de la televisión. En un artículo de octubre de 2004 para la revista dominical del New York Times, un funcionario de alto nivel de la Casa Blanca, posteriormente identificado como Karl Rove, también conocido como «el cerebro de Bush», explicó al periodista Ron Suskind la filosofía del poder de su gobierno: «El funcionario me dijo que la gente como yo [Suskind] vivía “en lo que llamamos la comunidad basada en la realidad”, misma que definió como compuesta por gente que “piensa que las soluciones surgen a partir de un juicioso estudio de la realidad discernible”. Yo asentí y murmuré algo sobre los principios ilustrados y el empirismo. El funcionario me interrumpió: “Así ya no funciona el mundo”, prosiguió. “Somos ahora un imperio, y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad”».

«El karma del soborno, el karma del dinero sangriento/Habrá de volver a casa en Estados Unidos/Deberá de haber una guerra», escribió Allen Ginsberg en su poema de 1966 «Iron Horse», y explicó el concepto de karma incluido en su Poesía reunida 1947-1980 como «un concepto hinduista-budista de interconexiones inevitables de causa y efecto… Por ejemplo: conforme el pueblo estadounidense es indiferente al sufrimiento militar que su gobierno inflige en naciones lejanas, desde Indochina hasta América Central, igualmente la indiferencia pública reemplazará a la solidaridad privada y a la adhesión entre pueblo y gobierno».

*** A la par de la icónica fecha del 11 de septiembre, tenemos ahora la del 6 de enero —el 6 de enero de 2021—, fecha en la que ciudadanos estadounidenses, azuzados por el presidente, atacaron el Capitolio de nuestro país. Cinco personas murieron como consecuencia del ataque, el peor que haya sufrido el Capitolio desde la guerra de 1812, y al menos 138 oficiales de policía fueron lesionados.

*** Un congresista republicano describiría con posterioridad el ataque como «una visita turística normal». 10

*** «El 11 de septiembre primero, y ahora esto», me dijo un amigo por teléfono la noche del 6 de enero. «Los peores dos días de mi vida». Este amigo, un veterano del ejército estadounidense, que había sido enviado varias veces a Irak y Afganistán, se encuentra en este momento en el extranjero, empleado por una de las varias agencias clandestinas estadounidenses.  Traducción de Eduardo Rabasa

* «arrojémosles una bomba nuclear» (N. del T.)


Cría cuervos Gabriela Jauregui

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omo para muchas otras personas, para mí durante años el 11 de septiembre ha sido el recordatorio de los nefastos resultados de la intervención imperialista en el mundo. Y después del 2001, siguió siéndolo todavía más. Esto hablando en un plano sociopolítico. Pero la memoria histórica, siempre en disputa, se manifiesta de formas distintas en los cuerpos, se recuerda de formas diversas, con memorias propias y otras adquiridas o impuestas. A lo que voy es a que evidentemente yo vivo distinto el 11 de septiembre que una persona palestina recordando el atroz 11 de septiembre de 1922, o que alguien del territorio llamado Chile. Y dos personas chilenas lo viven distinto dependiendo si una tenía veinte años en 1971 y una veinte años en 2021. ¿Ustedes se acordaban que el 11 de septiembre de 1990 George Bush, el primero (porque sí, son como una especie de dinastía de muerte), declaró la guerra a Irak? Lo mismo sucede cuando la gente recuerda el 11 de septiembre de 2001. ¿Qué estabas haciendo cuando los aviones se estrellaron en las torres? ¿Estabas en Nueva York? ¿En Kabul? ¿En la periferia de la cdmx? Dependiendo de dónde estabas y qué edad tenías, las respuestas a esa memoria cambian radicalmente. Yo estaba dormitando. Tenía veintidós años y vivía en Los Ángeles. En una casa con pisos grises de madera, aglomerada, pintada con paredes color verde pistache, en la que le salía moho a los zapatos en el clóset y crecía jengibre junto a la puerta de entrada. Afuera vendían red tops y blue tops y se oían

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balazos y los helicópteros volaban bajo con su luz hurgando en mi recámara más seguido de lo que nadie quisiera. Era otra ciudad, pero con una guerra reconocible. Les cuento esto tratando de encarnar a esa yo de hace veinte años, procurando no corregirme a la luz de los horrores que sabemos sucedieron. Mi yo de entonces llegaba de setenta y dos horas de fiesta ininterrumpida en Tijuana. Había tocado Nortec en el Jai-Alai y como que acabamos encerrados allí un resto de banda, con lo que parece era un único dealer, o quizás eran varios, pero con la misma merca. La tacha nos explotó a docenas de personas al mismo tiempo, la música y la euforia química se acompañaban a la perfección. La verdad, la tacha estaba llena de anfetamina, estaba malaza, pero gritábamos de emoción cuando subían los beats. De allí, en vivo, manejamos de regreso a Los Ángeles, pasando migración con una sonrisa amable para disimular las pupilas más dilatadas que el ano de Tom of Finland en popper. No podía dormir ni descansar. Tampoco comer, que es siempre mi antídoto para todo. Suena banal, no quisiera trivializar el horror, solo quisiera que se entienda cómo es que incluso la vida más pedestre de una estudiante de veintidós años cambió de un momento a otro. ¿Cómo iba imaginar que el mundo entero se estaba reconfigurado en esos momentos? Empecé a dormitar y era muy temprano cuando empezó a sonar el teléfono de casa con insistencia (entre Nueva York y Los Ángeles hay cuatro horas de diferencia). Era China, mi amiga más madrugadora, gritando: «¡Prende las noticias! ¡Prende las noticias! ¡Un avión se estrelló en el World Trade Center!». En las noticias, las dos torres humeaban. Las torres no se habían colapsado todavía pero el tiempo sí, o solo en la memoria: al mismo tiempo que humeaban, yo recuerdo ver tomas de un avión y luego otro estrellándose en una torre y la otra. Pero eso no es verdad. Hay incluso una prueba psicológica sobre la memoria que

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Dossier: 11-S / veinte años

usa este ejemplo preciso. Ese día se vieron imágenes de las torres humeando, se vio cómo colapsaban, pero el instante preciso del impacto de los aviones no se vio en las noticias hasta después. Los periodistas hablaban del Pentágono, y de otro avión que lograron derribar y cayó en Pensilvania, que supuestamente iba a Washington también. Los aviones se estrellaban mil y un veces en un bucle horrendo falseado por la memoria, como si se esperara que milagrosamente, en alguna de las repeticiones, quizás no sucediera. Tengo un vínculo tenue como un hilo delgado con el espacio mismo del atentado: un amigo querido estaba quedándose en una residencia para artistas que existía entonces en el wtc. Fue en el primero que pensé. Más tarde, cuando pudimos comunicarnos, me diría que salió por un bagel y café cuando eso sucedió. Sobrevivió por la fuerza de la costumbre. Yo había estado en esa residencia antes cuando estaba un colectivo de amigos artistas vieneses que lograron quitar una de las ventanas selladas y con unos vidrios gruesísimos (por la altura, supongo) para hacer un performance por la ventana abierta. En el restaurante-bar de hasta arriba, otro amigo era el dj residente, pero a esa hora ya no estaba. Todavía tengo mi credencial de identificación de entrada a las torres gemelas. En ese momento nunca vi las tomas de la gente saltando de las ventanas. Las vi mucho después. Pero sí vi el derrumbe impensable de las torres: un desafío a la física. Luego me fui a la universidad. Al llegar, los salones eran un caos, había gente llorando sola, y abrazada, una especie de histeria colectiva. Uno de los vuelos del atentado había salido a Los Ángeles desde Boston. La mamá de una compañera había llegado tarde y lo había perdido, pero eso no lo sabría ella hasta muchas horas más tarde. Una profesora, que siempre me había parecido bastante lúcida dijo: «Es la primera vez que nos atacan en nuestro territorio desde Pearl Harbor, esto no puede quedarse así. Habrá que responder. Contraatacarlos». Yo no lo podía creer. Sentí una ola de repulsión y distancia con las reacciones ante lo que estaba pasando a mi alrededor. Al mismo tiempo que me dolía por mis amigos en Nueva York, por la gente de a pie, por los migrantes que estaban limpiando las oficinas, los baños, las escaleras, por los bomberos tratando de salvar gente y quedando atrapados me dolió esa reacción y lo que impli-

caba. Nuke’em: una frase que se escuchaba por todos lados. Pero esa mañana se veían dos aviones y luego una explosión de papeles y humo negro y fuego. Unos edificios convertidos en chimeneas colosales.

Un cuchillito muy oxidado se retorció dentro de mí: Cría cuervos y te sacarán los ojos. Regresé a mi casa mientras veía banderas y más banderas izándose. En unas horas, en apenas unos días, los pins con banderas miniatura en playeras, sacos, sudaderas y corbatas arrugadas proliferarían casi igual que la falta de ambivalencia o de postura crítica ante lo sucedido. Destrúyanlos. Acábenlos. Pulverícenlos. Como si no fuera eso justamente lo que hubiera ocasionado, en parte, estos ataques, pensaba mi yo de veintidós años, odiando ese patriotismo Made in China pero Born in the usa. Quedaron muy pocas personas a las que podía escuchar. Zinn, Chomsky o Amy Goodman eran las voces que disentían. Se estaba reconfigurando el territorio del imperio.

Mientras tanto, en mi cuenta de Earthlink me llegaban versiones del mismo correo de conspiración, diciendo una variación de lo siguiente: Subject: FW: Scary One of the planes that hit the trade centre towers was flight number : Q33NY 1) Open a new Word document and type in capital letters Q33NY 2) highlight it 3) enlarge the font to 48 4) click on Font Style and select «Wingdings»

Lo que salía después de seguir las instrucciones: 12

        


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Por supuesto que no hubo ningún vuelo Q33. Pero luego decían que si sumabas 11 (de septiembre), con el vuelo 11 (uno de los que se estrelló), con las dos torres gemelas que parecen un número 11, pues sumaba 33, que a eso se refería el Q33. Al parecer había gente que creía que Al-Qaeda se comunicaba mediante Wingdings. Quizás la misma gente que creía que bombardear traería libertad a las mujeres afganas y que invadir un país, un país que había sido invadido varias veces antes por poderosísimos imperios (el británico en el s. xix) o cuasi imperios (la urss en los años setenta), sería un territorio que les daría la bienvenida con agradecimiento. Hoy, veinte años después, en mi casa camino descalza sobre mi escueta colección de tapetes afganos de guerra. Una forma de contar la historia y la resistencia. Hoy se retiran las fuerzas armadas estadounidenses tras veinte años: sus compañías y su máquina de guerra bien aceitada con billones de dólares más en su misión de globalización capitalista en la que lo único que sí es libre es el mercado y en la que bajo en nombre de la libertad se despedazan pueblos, ciudades, países enteros. Como dice el periodista y abogado de la globalización, Thomas Friedman, en un extraño momento de candidez en su libro The Lexus and the Olive Tree: «La mano oculta del mercado jamás funcionará sin el puño oculto. McDonald’s no florece sin McDonnell Douglas… Y el puño oculto que permite que el mundo sea un lugar seguro para que florezcan las tecnologías de Silicon Valley se llama US Army, Air Force, Navy y Marine Corps». A Friedman le encantan las bombas que, según él, defienden la libertad de expresión. Le encantan verbos como pulverizar y destruir y también liberalizar y modernizar. Será por eso que gana Pulitzers. El puño y la mano se lavan la una a la otra. El cuchillito oxidado retorciéndose sabía más que yo en ese momento. Ese día empezó la supuesta Guerra contra el terror que, como su hermana, la Guerra contra las drogas, solo logran muerte y despojo. Seguimos padeciendo sus consecuencias, unos más que otros. Hace veinte años, en las noticias se veía humo y una lluvia de papeles y, como siempre, el humo y esa lluvia de papeles

(¿qué papeles? ¿Eran cuentas, reportes, informes, estrategias de mercadotecnia?) no nos había permitido ver los cuerpos que volaban fuera de esas ventanas. Las mismas ventanas que aquella que tan trabajosamente habían quitado meses antes los amigos artistas para salir a tomar el aire. Pienso en el cuerpo de ese hombre que bisecaba las rayas verticales de la torre norte y torre sur: creaba una simetría de muerte, una nueva bandera. Pienso en esos cuerpos saltando de esas ventanas: se superponen como un palimpsesto sobre los cuerpos de estudiantes chilenos empujados de helicópteros durante la dictadura y que hoy mismo se veían una vez más reflejados en ese espejo de sangre mientras personas trataban de aferrarse a los últimos aviones estadounidenses en Kabul y cayendo cuando despegaron. Primero pensé: veinte años después terminaron exactamente igual, con los talibanes en el poder. Pero ese fue un pensamiento perezoso e indolente: no es verdad. Terminaron donde querían. Terminaron con miles de muertes, con hermanos, padres, madres, hijas y nietas destrozadas por bombas y balazos, con un país devastado, y con ganancias millonarias para ciertas empresas. Y también con la certidumbre imperialista de poder repetir ese mismo guion en otros lados. 


Dossier: 11-S / veinte años

Peter Kuper

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Dossier: 11-S / veinte años

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Torres en llamas, muro en pie Forrest Gander (Pensando en el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York desde Tabasco, México)

I. Al atardecer la superficie del muro brilla con un resplandor [dorado y aun a corta distancia parece una suave fuerza impenetrable que se hincha al encuentro de la luz o de la mirada del visitante de la ruina maya y los lugareños ofrecen su servicio como guías o muestran lo que quieren vender en un lenguaje de números y noche que dispersa a todos excepto a los insectos que se arrastran [por las fisuras del derrumbe, por las piedras del campo y el mortero y [las piedras apiladas que dividen lo que es de lo que fue.

*** Entonces vienen las palomas, un pavo moteado, la iguana y últimamente un par de trogones a sentarse como señores [en la ruina donde se desprenden con la lluvia las rocas y la mierda de [las aves donde las semillas despojadas de cáscara en los vientres de los pájaros o sembradas por el aire envían tallo y cresta hacia la luz cruel y al viento mientras las finas raíces incoloras obligan a ceder a las grietas de las piedras, la lluvia y el sol disuelven los lazos máficos exponiendo las vesículas del interior

*** Algunos de los sonidos que rebotan en las piedras son casi los mismos que ellos escucharon —resonantes voces humanas y el llamado de un quetzal en vuelo a la distancia— y casi nos dan acceso a ellos

a través del rechinar de las cigarras y el zumbido de los muslos dentados de los grillos a través de su acústica doméstica, el alto rubato de la risa de los niños y el bajo continuo de la conmoción de la ciudad se han precipitado fuera dejando una gravedad alrededor de la ruina y en ella los muros se expanden con la oxidación y los líquenes anaranjados presionan hacia fuera, la corteza se desprende en lluvia y el estruendo de las termitas, el chirrido de los guijarros [que caen, los matices que transmiten las piedras a lo largo de los planos escindidos de modo que al disminuir los decibelios a medida que se acercan al silencio nunca se desvanecen del todo, este fresco golpeteo se agita en un vibrante, inconmensurable fino dolor de la memoria dentro de las paredes y como primordial

II. Lo que vino por encima de los muros fue la sequía, los [206 años del brillo cíclico del sol, el oscuro polvo de los campos que sopló entre las piedras, entre las hendiduras de las piedras, los niños que corren a lo largo del muro con rostro de dios se limpian los dedos en un altar recién tallado en una suave traquita verde ya endurecida, expuesta al aire, en un gris delicado, cada vez hay menos marcas de manos, el número de sombras sobre las piedras disminuye, el mismo número de muros, resistentes bloques de caliza [extraídos con un hacha de basalto, una palanca de madera, unidos


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con barro, grava y cemento de cal, enlucidos sobre las piedras con paletas y dedos, la crujiente huella de una aguja de abeto de hace mil años visible en el mortero desecado

un relieve tallado en piedra pómez de un antiguo gobernante sosteniendo un cetro, las piedras cuadradas, bien alisadas y encajadas derruidas en una masa monolítica de escombros y en el mortero no quedó ninguna viga en pie

***

***

Lo que vino por encima de los muros fue el enemigo los [conquistados los pobres inmisericordes los infieles que escalaban piedras con la cuerda anudada de su lengua [extranjera con picos de venganza con fuego esta parte de la muralla tembló entonces y se separó como un labio, paja y dinteles [de madera ardieron cuando el enemigo trepó por ellos el tono y el ritmo de sus gritos rebotaron en las piedras y los gritos se coagularon en el humo que velaba la ciudad y lamía esas meticulosas rendijas que representan el iris del ojo humano en figuras estucadas en el techo del templo derrumbado

Lo que se eleva sobre el muro son jejenes, mariposas [iridiscentes, una neblina de mosquitos, la juerga nocturna los chasquidos de los wukus o cacomixtles hurgando entre las vistosas flores de un árbol capparis cuyo tronco y raíces sostienen los escombros del muro donde se ha quebrado, un animal que deja restos de saltamontes en sus heces se acerca al muro, y el olor del néctar se acerca al muro, el aniversario de los ojos.

*** Lo que vino por encima de los muros fue la enfermedad una [plaga los sacerdotes no pudieron evitar una plaga que hizo que los [constructores de piedra desconfiaran unos de otros y se alejaran de los muros que colocaron en un claro en la escarpa de una montaña y la plaga los siguió en el desierto con un aullido como un platillo de arcilla haciendo círculos en el suelo y aunque, como siempre, los cumulonimbos se hincharon sobre las montañas lejanas, los cuervos se arremolinaron en la pirámide abandonada y los buitres reales los ahuyentaron y hasta las aves marinas volaron y graznaron en hordas desde las paredes saqueando la carne de los cadáveres y las piedras eran de cresta blanca y goteaban cal de pájaro de plata

*** Los españoles volaron los muros para ver detrás de ellos derrumbaron los muros y los aplastaron para pavimentar caminos para extinguir el rastro el refugio de los paganos para hacer ruido mutilaron estelas borraron glifos los códices de corteza quemados y el friso del templo detrás de las estelas, y dejaron rastros de sangre y resina en los braseros y en los altares de piedra derramaron sangre fresca, erosionaron

III. Uno sobre dos, dos sobre uno. Encuentra el lado plano de una piedra redonda. No pongas la más grande en la parte inferior, sino ensambla una comunión. Se levantan en la superficie de los campos durante la estación lluviosa. Uno sobre dos, dos sobre uno. Calza la piedra redonda con la plana. Coloca aquí una piedra en cruz para unir espesores. Después de recolectar la piedra arenisca, usa una cuña de cuarzo para biselar una [fisura donde quieres que se rompa. Una sobre dos, escalona las juntas. Una comunión de dos sobre uno, uno sobre dos. Esta piedra pesa tres arrobas y ningún hombre podría levantarla. El lugareño nos da a entender que por medio de un silbido especial las piedras, por grandes que sean, se dispusieron por sí mismas sin ninguna ayuda para formar estos muros para la primera comunión de personas íntegras. Colocar el lado más plano hacia arriba. Mezclar la piedra caliza triturada y quemada en un recipiente de calcita para hacer yeso. Comenzar por la parte inferior, trabajar de forma [transversal y luego subir una fila. Las piedras de remate más grandes estabilizan los muros. Uno sobre dos, dos sobre uno.


Dossier: 11-S / veinte años

*** Un dedo índice revistiendo una juntura dejará en el mortero su marca, una intimidad que superará cualquier otro gesto que la mano haya hecho. ¿Qué ocurrió detrás de estos muros y quién estuvo aquí y silbó o fue masacrado para que nuestra imaginación esté saturada con este encuentro? ¿Y qué es lo que enmarcan sino la intuición de nuestra relación, un reconocimiento? Ellos que escucharon también

el eco de los martillos y los perros subiendo por sus colinas. Y siguieron con los ojos a Venus en su transversal. Y se pararon cerca de esta misma pared observando el calibre y el flujo de un chorro de orina. Dos piedras unidas en un curso y otra piedra colocada sobre la veta. Quien se empapó de risa y se enfrentó al dolor con el aliento. Y se hundió bajo la ola incesante y rompiente del acontecer, se está conjugando aquí. La fragilidad de la presencia. Un pájaro posado en la punta de una rama. Cantando, decimos. Traducción de Ernesto Kavi

Ilustración de Peter Kuper

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El legado del 11 de septiembre Morris Berman 19

A

lgunos años antes del décimo aniversario del 11 de septiembre, escribí lo siguiente en el prólogo a mi libro Edad oscura americana:

El 11 de septiembre quedó inscrito en nuestra mitología nacional como el día en que Estados Unidos, una nación (supuestamente) decente y bienintencionada, fue atacada por fanáticos enloquecidos empeñados en destruir su estilo de vida. Todo apunta a que así será recordado, al menos por los ciudadanos estadounidenses. Definitivamente no se convertirá en el día en que empezamos a reflexionar sobre nuestro fanatismo, sobre cómo vivimos nosotros y sobre cómo hemos tratado históricamente a los pueblos del Tercer Mundo. De hecho, es improbable que en algún momento llegue un día de introspección. En resumen, alimentará a la propia ceguera que lo produjo y que nos está haciendo pedazos. Cualquiera que sea el resultado de la guerra contra el terrorismo, o de la guerra del terrorismo contra nosotros, puede que los atacantes hayan conseguido acelerar la trayectoria descendente en la que ya nos encontrábamos.

Esta predicción se comprobó en el décimo aniversario del 11 de septiembre, y lo mismo sucederá con el vigésimo. Ello porque Estados Unidos se encuentra determinado por una serie de programas subconscientes, que determinan su reacción ante cualquier acontecimiento: como si fuera un reflejo, podríamos decir. Uno de dichos programas establece que cualquier suceso negativo que aqueje a los Estados Unidos es por definición maligno, y proviene del exterior. (Jimmy Carter fue el único presidente de la posguerra que cuestionó esta fórmula, y como resultado perdió la elección después de un solo

periodo como presidente). Lo «maligno» jamás es visto como algo generado por Estados Unidos. Casi todos los estadounidenses siguen el guion de «Lo interior es bueno/Lo exterior es malo». De manera que cuando el pastor de Barack Obama, el reverendo Jeremiah Wright, afirmó que «cuando se aterroriza a una nación, en algún momento te aterrorizarán de vuelta», Obama lo dejó caer como a una papa caliente. Si un político quiere ser electo, no debe mencionar que nos ha salido el tiro por la culata, sin importar lo obvio que sea.

*** La destrucción de Irak en 2003, como pretendida venganza por el 11 de septiembre (casi todos los atacantes provenían de Arabia Saudita, y Saddam Hussein no tuvo nada que ver con el ataque), no tuvo ningún sentido; para el caso, podríamos haberle declarado la guerra a Venezuela. De hecho, Osama bin Laden conocía a Estados Unidos mejor que los ciudadanos de nuestro país, incluido Bush hijo. Comprendió a la perfección que la reacción sería violenta, emocional y autodestructiva, y


Dossier: 11-S / veinte años

así ha resultado ser. La consecuencia fue una ridícula y abominablemente costosa «guerra contra el terrorismo», misma que era un sinónimo de Guerra Interminable, incluida una fallida guerra de veinte años en Afganistán, nación famosamente conocida como «cementerio de imperios». Hace algunos años, el Washington Post publicó una serie de artículos de primera plana en donde se argumentaba que la última guerra había sido una absoluta pérdida de tiempo; que el Pentágono no tenía idea de lo que estaba haciendo, o cuáles eran sus objetivos. De hecho, en la actualidad existe una muy elevada tasa de suicidio entre soldados estadounidenses, misma que yo interpreto como una reacción ante la falta de sentido de sus acciones. (La cuestión se ha degradado tanto que hace unos meses el ejército de Estados Unidos se movilizó contra lo que pensaban que era una célula terrorista en Bulgaria, tan solo para descubrir que era una planta procesadora de aceite de oliva. Se dice con justicia que la frase «inteligencia militar» es un oxímoron). En todo caso, ¿cómo se ha desarrollado el periodo posterior al 11 de septiembre? Tanto los comentaristas políticos de izquierda como los de derecha en general afirman que nuestro país es menos seguro que el 10 de septiembre de 2001. Veamos dónde se encuentra Estados Unidos, veinte años después. Muy lentamente, como nación nos acercamos hacia la ruina, y los ciudadanos lo viven de manera cotidiana: tenemos una pandemia que parece haber llegado para quedarse; China continúa su ascenso, reemplazando paso a paso a Estados Unidos como superpotencia; tenemos multimillonarios que viajan al espacio mientras millones de ciudadanos se van a la cama hambrientos cada noche; las relaciones humanas directas son suplantadas por las digitales/virtuales; las tasas de alcoholismo, adicción a los opiáceos y suicidios se disparan por las nubes, ocasionando la devastación de poblaciones enteras, y así sucesivamente (la lista es demasiado larga).

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¿Quién hubiera imaginado, incluso hace cinco años, un escenario en donde un estadounidense (por ejemplo, un dependiente de Wal-Mart) le pide a otro que se ponga un cubrebocas, y el sujeto ofendido saque un arma y le dispare al primero? Y que esto sucedería de manera continua. ¿En realidad a esto hemos llegado? Entretanto, nuestras mentes más brillantes, los expertos del New York Times y similares, continúan diciéndonos que se trata de algo temporal, que Estados Unidos va a recuperarse de todo esto. Solo unas cuantas Casandras —muy pocas— afirman lo evidente: que para finales de esta década, los Estados Unidos serán irreconocibles, un tipo de país sumamente distinto del que es ahora (con o sin Trump).

Mientras tanto, la gran mayoría de estadounidenses vive como bajo una bruma, indiferentes al proceso del final de civilización que a lo largo de la historia se ha repetido tantas y tantas veces. Algo así como el 86% de la población no puede señalar Irak en un mapa; muy pocos estadounidenses siquiera piensan ya en el 11 de septiembre, o comprenden su verdadero significado: que si te pasas un siglo entero metiéndote con las naciones islámicas, minando sus economías para el propio beneficio, en algún momento se van a molestar. ¡Qué sorpresa! En términos de lidiar con la realidad, Jeremiah Wright hubiera sido un presidente mucho mejor que Barack Obama. Cuando los cerdos vuelen, supongo que debería añadir. Traducción de Eduardo Rabasa


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Lado B

Cintia Bolio · @cintiabolio

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El sueño del Libro de todos los libros Pietro Citati En 1963, cuando aún era muy joven, Roberto Calasso comenzó a trabajar en Adelphi, bajo la influencia de Luciano Foà y Roberto Bazlen, el más divertido y adorable de los consejeros. Su deseo de poder era más sutil que el de Einaudi. No quería ser educador y pedagogo; y creo Al igual que Bazlen, que una Italia adelphiana le habría disgustado mucho. Amaba jugar con proyectos y Roberto Calasso tenía libros. Amaba lo que tiene de vagamente on qué ingenua y fantástica dedicaequívoco y aventurero el oficio de editor: el ción al arte del libro ha escrito Roberto cierta intolerancia por papel de consejero secreto, del hombre que Calasso sus ensayos de La impronta del edi- la literatura pura: para se esconde entre bastidores y que sugiere tor. Nadie, a primera vista, podría imaginar que es ingenuo. Sin embargo, aún hoy, él, los libros eran un re- e insinúa, contando historias misteriosas Calasso considera que no hay nada más be- sultado secundario, que y fantásticas. Quería un poder oculto: un poder que no fuera ni ilusorio ni evasivo, llo que trabajar en los libros. Nada, para porque abarcaba distintas generaciones y él, ha sido más hermoso que construir, du- presuponía algo más. rante cincuenta años, los libros de Adelphi. Exigía que un libro fuera penetraba profundamente en la sociedad, más que el poder político y pedagógico. Todas las etapas son fascinantes. Primeuna experiencia única, Con los lectores de Adelphi, Calasso esro, con una mirada amplia, elaborando la idea de una colección; después, eligiendo que estuviera arraigado tableció una relación de fascinación: los sedujo, los encantó, no los dejó dormir, los libros, traduciéndolos, revisando las traducciones, eligiendo el papel, escribiendo en una sustancia oscura, transformándolos en los pequeños y grandes hábitos del pensamiento y de la vida. las contraportadas, inventando la cubierta, sin parangón con nada Comprendió que no solo publicaría obras intentando traducir la intrincada complejidad de cada volumen con una sola imagen, que ofreciera la historia maestras: pero no podía soportar que ninguno de sus libros causara tedio; todos ellos deslumbrante y misteriosa. Hoy en día es de la literatura. —hermosos o feos— debían brillar, provomuy raro encontrar un hombre que sea fecar, excitar. Con el arte de las contraportadas y de las cubierliz con lo que hace. Calasso es feliz; y explica su felicidad de tas, con muchos trucos y artimañas, quería despertar la misma la manera más culta e ingeniosa, conversando con el lector atmósfera, el mismo perfume; como aquel, decía Don Quijote, de los libros de Adelphi, en quien ve a una especie de elegido. que se respira en las tiendas de los más exquisitos guanteros. Cuando Calasso comenzó a publicar libros, el campo en Por eso quiso publicar no muchos libros sin relación entre Italia estaba ocupado por Giulio Einaudi y su editorial. Giulio sí, sino un solo libro, una inmensa «serpiente de libros», esEinaudi no era culto: había leído pocos libros, y leía de mala labones de una misma cadena que se respondían entre sí, y gana incluso los que él mismo publicaba y llevaba al éxito. Tenía un inmenso y ligeramente perverso deseo de poder. En primer lugar, dentro de su editorial: la mitad de sus energías se dirigían a dominar a sus colaboradores y convertirlos en instrumentos flexibles de su mente. En segundo lugar, quería influir en los lectores italianos de 1945 o 1960, haciéndolos a su imagen y semejanza. Soñaba con formar una Italia einaudiana; y, durante muchos años, cumplió su deseo.

C

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planteaban las mismas preguntas y respuestas, o preguntas y respuestas que se parecían entre sí. «Un libro», insistió Calasso, «que incluye muchos géneros, muchos estilos, muchas épocas, pero en el que se sigue avanzando con naturalidad, esperando siempre un nuevo capítulo, que es de un autor diferente cada vez. Un libro perverso y polimorfo, en el que el objetivo es la poikilia, el abigarramiento, pero en el que los autores pretenden desarrollar una sutil complicidad, que quizá hayan ignorado en sus vidas». No hace falta añadir que se trata de un sueño imposible: ninguna editorial conseguirá nunca publicar una sola «serpiente de libros»; pero Adelphi se ha acercado ciertamente a este sueño más que cualquier otro editor reciente. Al igual que Bazlen, Roberto Calasso tenía cierta intolerancia por la literatura pura: para él, los libros eran un resultado secundario, que presuponía algo más. Exigía que un libro fuera una experiencia única, que estuviera arraigado en una sustancia oscura, sin parangón con nada que ofreciera la historia de la literatura. Así, un elemento religioso, aunque no se enraizaba en ninguna de las religiones existentes, constituía la base y el fundamento de los libros que Calasso amaba. «En cada rincón de nuestra experiencia», escribió, «estamos en contacto con cosas que escapan a nuestro control, y es precisamente en la esfera de lo que escapa a nuestro control donde encontramos lo más importante y esencial para nosotros». Los ensayos contenidos en la parte más reciente del libro parecen estar envueltos en una especie de sombra. Calasso observa que, con el paso de los años, a medida que el siglo xx se apagaba en el xxi, la fisonomía de las editoriales se fue disolviendo: hoy, todas, o casi todas, parecen partes de una empresa descolorida y monótona. Dentro de cada grupo editorial, la figura del verdadero editor, que siempre ha fascinado la imaginación de Calasso, tiende a desaparecer, sustituida por el llamado gestor, que se preocupa (a menudo en vano) de imprimir libros que se vendan. Mientras tanto, Adelphi ha perdido el brillo de los años setenta y ochenta, cuando publicaba a Roth, Kundera y Ortese. Hoy las novedades son más raras: Adelphi multiplica las reimpresiones y reediciones —siempre excelentes— de los grandes clásicos del siglo xx, desde Borges a Faulkner, pasando por Nabokov o Gadda. Todo esto es, en cierto modo, fatal: a medida que pasan los años, la literatura de todos los países parece dormida y adormecida, como si estuviera

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Ilustración de Emilia Schettino

agotada por el increíble estallido de imaginación, genio y talento que ha marcado los dos últimos siglos. Roberto Calasso no ha perdido la esperanza. «El editor, si solo quisiera, si solo se atreviera», escribe, «tendría ante sí potencialidades que antes no existían»: las empresas audaces siguen siendo posibles. Tiene un recuerdo. El de Aldo Manuzio, que en el apogeo del humanismo publicó un libro de autor desconocido, escrito en una lengua compuesta de italiano, latín y griego, con maravillosas xilografías: la Hypnerotomachia Poliphili, «el libro más bello que se ha impreso hasta la fecha. Algún día, alguien podrá siempre intentar igualarlo».  Traducción de Ernesto Kavi


La emoción que llaman literatura Roberto Calasso

H

ubo un día, en 1961, en que se dio la noticia del Premio Formentor concedido a Borges y a Beckett. Recuerdo aquel día y la impresión de que era un premio iluminado, aun si ningún ex aequo es justo. Y parecía evidente el fundamento de la elección: la literatura. Esta palabra singular, después de haber pasado por tantas aventuras, y por mucho tiempo haber sido considerada molesta o solo funcional, en un cierto punto de su vida, en el tiempo de Hölderlin y de Novalis, se convirtió en el genio que sale de la botella y, sustraída a toda constricción, había comenzado a vagar, mezclándose con todo, sin prejuicios y sin exclusiones. Escondiéndose en cada hueco de aquello que aparece, aceptaba una vida clandestina, de la que sin embargo salía después de haber absorbido en sí todo aquello que había atravesado. ¿Bajo qué condición? Vista desde fuera, no cambiaba demasiado, tan solo una cierta torsión de las formas. Los sonetos podían permanecer como sonetos, pero si los escribía Baudelaire transmitían aquello que Hugo llamó «un frisson nouveau». ¿Se trataba solo de un estremecimiento aleatorio y efímero? ¿O la literatura misma corría el riesgo de convertirse en un único y gran estremecimiento? De hecho, una vez sumergido aquel ordo rerum que garantizaba la retórica, era posible reconocer la literatura, al menos por un siglo, gracias a ese estremecimiento nuevo. Fue en aquel periodo cuando ocurrió otra conquista, más discreta. Nadie la reivindicó, pero algunos la practicaron con suma pericia. La conquista consistía en este precepto: todo puede ser considerado literatura. Borges fue el inigualable maestro y practicante. Fue una gran liberación y una inmensa expansión de territorio, que iba junto con otro precepto, implícito, según el cual la literatura misma no debía ser definida. Entre junio y julio de este año ocurrió —en la siempre útil sección de cartas del Times Literary Supplement— una curiosa discusión: se debatía si Platón podía ser considerado «gran literatura». Evidentemente a uno de los dos interlocutores no le había llegado la noticia de aquella remota conquista de la que estoy hablando, según la cual no solo Platón, de manera evidente, sino también aquel arcaico objeto, la guía telefónica, puede ser considerado como literatura. Lo sabía bien Georges Simenon, que la hojeaba como si fuesen poemas épicos, buscando los nombres para los personajes de sus novelas.

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© Max de Esteban

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Con Sala10, el MUAC se expande más allá de sus nueve salas físicas. Apuesta por distintas propuestas en video con una exposición digital. Crítica, pensamiento, poesía, presagio, investigación, duda, conflicto: aquello que habita entre la reproductibilidad de nuestros dispositivos.

muac.unam.mx


Pero ¿qué consecuencias tendrá el considerar todo como literatura? Ciertamente no borrará nada de la dureza y de la crueldad de aquello que es. Sin embargo, tendrá un efecto benéfico, el alivio de la respiración, comparable con el de los «ladrillos naturalmente perforados», svayamatrnna, que eran insertados Frente a las estudiadas en puntos estratégicos en la superficie compacta del altar védico del fuego. certezas que nos circundan que Adorno llamó «industria cultural», ¿Cuál era su función? Según el Shatapa—científicas, religiosas, expresión que hoy suena anticuada y sotha Brahmana, «la piedra naturalmente lemne para describir algo que envuelve al perforada es el soplo, porque el soplo se filosóficas, políticas, ecoabre solo camino en el cuerpo». Era una nómicas y de cualquier otro planeta como una película impenetrable —o, si se quiere, una abigarrada nube inirrupción del vacío en medio de la plenigénero—, todas ultimado- formática—. ¿Cómo hallar ahí la literatud uniforme. Así, frente a las estudiadas certezas ras y siempre opresivas, las tura? Será una empresa ardua, proseguía Sainte-Beuve, porque en el nuevo mundo que nos circundan —científicas, religioque entonces —lo recuerdo: era 1839— sas, filosóficas, políticas, económicas y piedras perforadas de la se anunciaba: «cualquiera, al menos una de cualquier otro género—, todas ulti- literatura dejan entrever vez en su vida, habrá tenido su página, su madoras y siempre opresivas, las piedras perforadas de la literatura dejan entrever algo que no pretende ni si- discurso, su publicidad, su brindis, será algo que no pretende ni siquiera ser una quiera ser una certeza, tan autor». Cuando Andy Warhol, en la misma década en que inició el Premio Forcerteza, tan solo una forma y un modo mentor, dijo que ahora cualquiera tendría de combinar formas, con el único fin de solo una forma y un modo contemplarlas. Porque para el artista, co- de combinar formas, con el sus quince minutos de celebridad, plausiblemente ignoraba que se estaba revelanmo una vez escribió Kundera, «la forma único fin de contemplarlas. do en aquel momento como un puntual es siempre más que una forma». y conciso continuador de Sainte-Beuve, Pero intentemos volver de los Vedas al aun si una total incompatibilidad fisiológica los separaba. año 1961, cuando fueron premiados Borges y Beckett. ¿Qué Toda forma de literatura, se quiera o no, está enredada en ha ocurrido desde entonces? ¿Qué proceso ha tenido lugar esta superficie estremecedora e ubicua. La atracción por la durante las sucesivas eras geológicas? A primera vista —y si clandestinidad y el camuflaje, que fue la vocación de aquello la consideramos en su informe totalidad—, se diría que la lique fue llamado «lo moderno» y hoy es un desecho obsoleto, teratura entró en una etapa de latencia. Su nombre mismo no se convirtió en una medida necesaria de autodefensa y suse sabe muy bien dónde y hasta dónde aplicarse, aun si han pervivencia. Y la única estrella polar que queda es una expecontinuado a manifestarse en estos años obras excelentes. Y riencia de aquello que se llamó samvega y que, en palabras de un punto es evidente: los objetivos desmesurados, que eran Coomaraswamy, servía para «denotar el shock o la maravilla comunes entre escritores tan opuestos como Musil y Joyce, que se puede experimentar cuando la percepción de una obra ya no parecen actuales. Sin embargo, cuando Beckett decía de arte se vuelve una experiencia esencial». Para la literatura que la meta de escribir era fracasar mejor, tenía todavía en no hay otra prueba, ni otra verificación. Como se lee en Plomente aquellos objetivos. Que hoy, al parecer, se han disipatino: frente a una pintura que renvía a algo ulterior, en aquel do. Nietzsche habló del «ojo mítico», todavía vivo en la Grecia que observa «a través de la emoción se mueven los Eros». clásica. Pero también hay un ojo literario, que periódicamente Comparando el aquí y el ahora de la literatura con aquel se empaña o se despierta. Y sería inútil buscar en la literatura día de 1961, se impone otra consideración: difícilmente hoy misma el origen de aquel empañamiento, que es solo una de un grupo de editores encontraría un terreno común en el tantas consecuencias de un proceso ubicuo y desconcertancual disputarse, dejando al final dos guardianes en el umbral, te. Proceso que ha arruinado por completo la forma de vida equiparables a Borges y a Beckett, para sellar la paz. Y difíciloccidental —y podría ser definido como un exacerbamiento mente se hallaría un público difuso, correspondiente a una de la confusión de las lenguas—. En medio de este vórtice en hoy fantasmal République des Lettres, que pueda aprobar las expansión, la literatura ha sido solo un lugar circunscrito y motivaciones de aquel acuerdo final. Y más feliz es ahora el privilegiado donde se podían advertir los síntomas de lo que hecho de que en este magnífico lugar, donde parece que se estaba ocurriendo. Una señal no insignificante del curso de ha reunido la gracia del cielo, un grupo de personas afines se ha estos eventos se puede encontrar en un artículo del remoto encontrado para continuar con una historia improbable y lu1839, publicado por Sainte-Beuve bajo el ominoso título «De minosa, de la que he esbozado algunos rasgos. Y mayor es la la littérature industrielle». Donde bastará aislar una frase: «La gratitud porque su atención se ha encontrado con los libros industria penetra en el sueño y lo plasma a su imagen, miende quien les habla.  tras ella misma se convierte en algo fantástico como él». Es inevitable ver en estas palabras una anticipación de aquello Traducción de Ernesto Kavi

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Dario Olivero

Entrevista con

Roberto Calasso En un mundo sin lo sagrado nos hemos vuelto turistas

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«D

esde mayo de 1945 hasta el día de hoy, hemos entrado a una zona que no tiene nombre, la actualidad innombrable». Roberto Calasso está sentado en su despacho de Adelphi, en el centro de Milán. En el escritorio está el enésimo café, frente a las estanterías con lo que queda de la biblioteca de Bobi Bazlen, el códice genético de donde nació la editorial, desde siempre la más inactual y la más actual de Italia. Actual es la palabra que surge continuamente. A partir del título del nuevo libro, La actualidad innombrable, continuación ideal del profético La ruina de Kasch de 1983. En este tiempo sin nombre vive la última evolución del Homo sapiens, aquel que Calasso define como Homo saecularis: nosotros. «El Homo saecularis —dice— es un resultado muy sofisticado de la historia. Para llegar a él fue necesario deshacerse de una gran cantidad de peso. Y la falta de estas cargas de distinta índole —religiosa, política, tradicional— no ha producido satisfacción o felicidad, sino una especie de pánico. La victoria de la secularidad, que ahora invade todo el mundo, es paradójica. El Homo saecularis se encontró de frente a un mundo con el que no puede tratar. Venció, pero le falta algo esencial, domina, pero se rebela contra sí mismo. Todos los nombres que utiliza son inadecuados y requerirían aquella «rectificación» que, según Confucio, es la primera tarea del pensamiento. De ahí el título del libro, que se impuso después de treinta y cuatro años de latencia». El libro está dividido en dos partes. La segunda es una polifonía de voces (Virgina Woolf, Simone Weil, Walter Benjamin, Céline), que describen algunos momentos de aquello que ocurrió entre 1933 y 1945, desde la toma del poder por parte de Hitler hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. La primera parte es sobre el presente. «Cada parte —explica Calasso— es el contrapeso de la otra. La primera vagaría un poco en el aire, hablando de este mundo sin apoyos firmes, si no estuviese presupuesta por la otra, que es un último, terrible choque, como rocas que golpean tratando de destruir y se autodestruyen. Quien no conoce ese presupuesto no ve el basamento de todo lo que ocurre hoy». Utiliza la categoría de turista. ¿Por qué?

El mundo del Homo saecularis no tiene una categoría que lo represente. No se puede decir que tal persona sea el empleado, el obrero, el administrador, el político. En cambio, turista es la única categoría que cubre todo. El turista del que hablo no es solo aquel que viaja, sino el modelo antropológico de la realidad virtual. Los técnicos de la realidad virtual hablan de una «realidad aumentada» que, sin embargo, se funda sobre una realidad disminuida, a la que se le ha sustraído un carácter imprescindible: la irreversibilidad. En este camino se encuentran tanto el fanático de la hiperconectividad como el energúmeno que quiere poner orden en el mundo. El Homo saecularis también se rebela contra la democracia.

La democracia formal es el único modelo que hace vivible el mundo, aun si, por razones demográficas, es casi impracticable. Sin embargo, si no existiera, en India, por ejemplo, habría masacres continuas. Es la última barrera que hace la vida tolerable, fuera de Ilustración de Emilia Schettino

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ella solo hay tortura y regímenes policiacos. Hoy la democracia debe defenderse de grandes fuerzas contrarias. Una de las piedras angulares de la democracia que hoy está a discusión es la idea de que la representación ha sido superada por la participación directa.

La mediación es decisiva. No respetarla es una forma de pensamiento ignorante, porque la mediación es aquello que nos constituye, aunque continuamente es profanada como si fuese aquello que falsifica todo. Pero nuestra percepción ya es una mediación, en el sentido fisiológico. Para ver algo hacemos una filtración. Si no lo tenemos presente, se termina por pensar que la mediación es el agente que nos engaña, el periodista mentiroso, el político o, como ha ocurrido, el judío maligno. Es triste. Esta aversión indica que se ha vuelto más áspero el tejido del pensamiento. En la desintermediación del mundo, quien no tiene el don de la refractariedad se deja engañar fácilmente. Y toma su voz como vox populi. El Homo saecularis se ha deshecho de las religiones, pero es tremendamente crédulo. Una de las causas es la revolución digital.

La mediación es decisiva. No respetarla es una forma de pensamiento ignorante, porque la mediación es aquello que nos constituye, aunque continuamente es profanada como si fuese aquello que falsifica todo. Pero nuestra percepción ya es una mediación, en el sentido fisiológico. Para ver algo hacemos una filtración. Si no lo tenemos presente, se termina por pensar que la mediación es el agente que nos engaña, el periodista mentiroso, el político o, como ha ocurrido, el judío maligno.

Es una inmensa transformación. De la que solo estamos viendo el inicio. En Silicon Valley, que es su epicentro, se asiste a un fenómeno que no tiene precedentes. Hay algunos empresarios, que pueden ser considerados como intelectuales audaces o embaucadores que despotrican, según la perspectiva, estos empresarios tienen inversiones que modifican el mundo día a día. Hoy, bajo el nombre de inteligencia artificial existe no una especie de doctrina esotérica, como en los años setenta, sino una potencia económica disruptiva. Ahí no se es-

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cribe y no se habla de otra cosa más que del momento, en parte deseado y en parte temido, y para muchos cercano, en que las máquinas serán más inteligentes que nosotros. Permanece excluida la palabra más importante: conciencia. Qué es y cómo funciona, ningún neurocientífico ha logrado decir algo que vaya más allá de un torpe balbuceo. Para todos sería de ayuda leer las Upanishad. ¿Qué piensa del estado actual de Europa?

Espero que Europa continúe siendo para nosotros una medida de autodefensa mínima, pero veo su impotencia total. La política europea solo es reactiva, no activa. Un intento de reacción ante actos abrumadores. Altos funcionarios intentan mantenerlos bajo control, pero cuando comienza a utilizarse la expresión «tener bajo control» significa que todo está ya fuera de control. Las categorías que utiliza para nombrar nuestro tiempo son decididamente inactuales. Por ejemplo, la idea de sacrificio. ¿Cómo puede un concepto tan arcaico ser útil para describir la actualidad?

El sacrificio es lo más difícil de pensar que haya encontrado jamás. No es una invención mía, se encuentra por doquier en la historia. Por un largo periodo las civilizaciones más distantes estuvieron unidas por el hecho de que, bajo formas diversas, practicaron el sacrificio, desde China hasta la India, desde Grecia hasta Palestina. Luego hubo un giro: con Jesús se quiere terminar por siempre con el sacrificio y convertirlo, con la misa, en memoria del sacrificio. Pero, al mismo tiempo, la muerte de Jesús es un regreso a los orígenes del sacrificio, donde él es el dios a sacrificar. Y, finalmente, está la actualidad, donde se ha borrado la práctica ritual, que ya no tiene derecho de ciudadanía. Pero el asesinato-suicidio de los terroristas islámicos, amenaza que continúa paralizando el mundo, es una forma sacrificial evidente, donde la víctima es quien atenta y todos aquellos a quienes mata son el fruto del sacrificio. El sacrificio no desaparece simplemente porque la


sociedad ha decidido ya no utilizarlo más como acto ritual. Vuelve bajo otras formas. Como el terrorismo y, sobre todo, la guerra, desde la Primera Guerra Mundial. Si lee Los últimos días de la humanidad de Kraus, se habla más de sacrificios que de batallas. Luego, en la Segunda Guerra Mundial, el sacrificio se vuelve obra de desinfestación, con los campos de exterminio. Que, por un horrible equívoco, se continúa nombrando con la misma palabra con que se designa el sacrificio de agradecimiento celebrado por Noé después del diluvio: holocausto.

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¿Dónde está hoy el sacrificio?

Ya no es una categoría religiosa. Si lo religioso implica un contacto con lo invisible, en el caso del terrorismo islámico eso ya no ocurre. El fruto del sacrificio ya no está en lo invisible, sino en la multiplicación de los asesinados en el mundo visible. Pero el sacrificio continúa existiendo, la sociedad no logra vivir sin él. Pero la razón última del terrorismo islámico generalmente es considerada religiosa.

Definición que me parece inapropiada. En su origen es más bien una necesidad de venganza global, un rechazo del mundo occidental. Cierto número de personas, en una franja de países que va de Marruecos a Indonesia, y comprende a más de un millar y medio de habitantes, se siente abrumada, agotada. Por su modo de vida, de ser. Por eso en el libro hablo también de pornografía, que no es menos importante que la conquista económica. El hecho de que de un momento a otro, en países donde hay una relación muy tortuosa con el eros, la visión de un número indeterminado de cuerpos femeninos desnudos que acometen actos sexuales se vuelva accesible de forma gratuita en la red en pocos segundos, ha sido un shock enorme, que suscita el deseo al tiempo que lo vuelve irrisorio. Ha dicho que, cuando se asocia la cultura con lo útil, la verdadera cultura muere.

La palabra «útil» es el desastre sobre el que se funda toda la economía y proviene de Bentham, su progenitor, muchas veces ignorado. El cálculo costo-beneficio en un cierto orden de cosas es totalmente engañoso. En el orden del placer, como en todas las cosas fundamentales de la vida, no se puede aplicar.

En su libro habla de los refractarios a este estado de cosas, aquellos que no se reconocen en la figura del Homo saecularis. Están perdidos, solos; ni siquiera la universidad, según usted, es un lugar donde hallar una escucha.

Me parece que la universidad como institución está perdiendo toda linfa vital, no solo en Italia, sino en todas partes. Sé que ahí hay todavía personas de gran calidad, pero sufriendo. Cito una entrevista suya: «En los años cincuenta, en Italia, había tres bandos: el marxista, el laico-liberal y el católico. Los marxistas, si eran inteligentes, leían los libros de Einaudi, o El contemporáneo. Los laicos-liberales leían El Mundo y los católicos, en términos generales, leían muy poco. Los democristianos estaban satisfechos con la pura gestión del poder y habían comprendido que lo más sensato era dejar la cultura a la izquierda».

Todavía pienso que la descripción es exacta. Pero reconozco que en aquellos años estaban vivas y activas personas mucho más significativas que hoy. Sin embargo, experimentaba cierta intolerancia por aquel mundo tripartito. Al que Adelphi se opuso desde el inicio, manteniéndose fuera. Los libros de Adelphi han acompañado de forma transversal a los italianos, incluida a la clase dirigente del país. Según usted, ¿cuánto han influido culturalmente?

Se me dificulta reconocer hoy una clase dirigente en Italia y, por supuesto, no la asocio con lo que publicamos. Me interesa solo la eficacia de los individuos. Las personas que leen nuestros libros son muy diferentes. A veces se encuentran y se reconocen entre ellos. Pero nunca he apostado por un efecto social o político. El editor como pedagogo es una concepción completamente extraña para mí. ¿No se siente solo?

No tanto, porque considero un prodigio recurrente que los libros se vendan todavía. Estoy tentado a pensar que aún existe cierto número de personas que congenian con lo que publicamos. Y no son pocas, aunque no se les percibe demasiado. Lectores ignotos en la actualidad innombrable.  Traducción de Ernesto Kavi


Consulta la cartelera completa en: https://www.hayfestival.com/queretaro


Disponibles en librerías y en: spdistribuciones.com


Desde los zulos

Dhalia de la Cerda @Dahliadelacerda

El feminismo, los hombres y yo

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odos los hombres son potenciales feminicidas y poÉl la secundaria la tuvo que estudiar a huevo para que lo tenciales agresores», decía cuando recién llegué al fecontrataran en mejores empleos. Me daba la mitad de su minismo. Todos. «Mi lucha es para las mujeres, resolver que sueldo, pero empecé a tratarlo en consecuencia porque leí se dejen de matar entre ellos es igual a seguirles lavando la propuesta teórica de una señora blanca y ella decía que los calzones», también decía. Presumía ser misándrica y mi hasta el varón más pobre tenía una mujer a su servicio y esa activismo se basaba en tuitear o escribir sobre lo opresores tenía que ser yo. Empecé a señalarle su machismo de forma que son los varones, todos, así sin matices. Y cómo las mujeobsesiva, empecé a romper nuestros acuerdos porque ninres somos los seres más oprimidos de la gún hombre me iba a dar órdenes. Dios lo historia, sobre nuestra materialidad rea- Yo quería ser sanada y pensé haga un santo por soportarme en esa épolidad, es decir, la panocha, así también ca. Me corté el cabello y me dejé crecer los que sufrir en colectivo y sin matices. Desde luego era separatista, estar muy muy encabronada pelos de las axilas porque no quería ser en mis talleres y espacios no había lugar con los varones me iba sanar, obediente a una feminidad creada para el para los varones y cuando me veía en la pero no fue así. Porque el fe- ojo masculino. Es una cosa bien loca, lopenosa necesidad de aceptar hombres quísima porque de entrada nunca me sentí minismo no sustituye a la te- identificada con el feminismo blanco, ese en mis talleres les daba la orden estricta de callarse y escuchar, pobre de aquel rapia y no es una comunidad que dice que las mujeres estamos hartas terapéutica. El feminismo es de ser la ama de casa o que hemos sido que se atreviera a cuestionarme, lo trataba con pasivo-agresividad y lo manda- un movimiento político. históricamente silenciadas o confinadas a ba a leer Los hombres me explican cosas. lo privado, pero respecto a los varones mi Y luego lo presumía en redes: Hoy mandé a un señor a leer feminismo era blanco, blanquísimo. Malditos opresores, Los hombres me explican cosas. Y esperaba la lluvia de likes. todos. Pasaba de largo las críticas que hacen las feministas No había lugar para lugares crisis: Todas las mujeres esnegras al separatismo porque, aunque me identificaba mutamos oprimidas, nos oprimen por una realidad material y cho más con el feminismo negro y decolonial mi postura biológica: la vagina. Y todos los hombres son opresores. La respecto a los varones seguía siendo la misma: «Son unas realidad, también material, que se llama la vida diaria, me basuras y mi lucha es por y para las mujeres. El feminismo daba guiños de que quizás —y solo quizás— había matino es la madre de todas las luchas. Mi feminismo es interces. Por ejemplo: «Mi novio, el macho opresor por excelenseccional porque las incluye a todas, no a todos. Ellos no cacia, esa criatura con pene lleno de privilegios, hijo sano del ben en mi feminismo». patriarcado» tenía tres trabajos: mesero en una fonda, barLa realidad material de la vida cotidiana me decía, me man en un bar y pintor de casas para ganar mensualmente gritaba, me imploraba: morra, guacha, guacha quién limpia lo que yo ganaba sentada en una oficina cinco horas. Él es la mierda cuando se tapa el drenaje en el centro de Aguasel primero de su familia en terminar la secundaria, creció en calientes, morra, quién tiene las cifras más altas de muertes un ambiente profundamente violento donde tenía que deviolentas, de población en los sistemas industriales carcefenderse de tiro por viaje a golpes, pero desde mi primera larios, en las desapariciones. Pero yo me hacía de la vista postura teórica era el enemigo, mi enemigo tenía tres trabagorda. Como que la virgen me hablaba. Reflexionaba, sí, jos para ayudarme a pagar la licenciatura en Filosofía, licenpero en cómo darle la vuelta a la realidad material para que ciatura que dicho sea de paso estaba estudiando por gusto. la victima fuera yo. Para ser más oprimida que el señor moreno y empobrecido que limpiaba mierda en el centro de la ciudad, pensaba: seguro ese señor llega a su casa y tiene una mujer a su servicio, pensaba. Pero esa mujer no eres tú, me decía la lógica, pero yo le seguía jugando al Micky. No es que yo fuera una mezquina, ni una berrinchuda, ni una pendeja. Es que soy mujer y sé que esto será contradictorio, pero vaya que tengo experiencias para desconfiar de los varones. Todas las mujeres las tenemos. Mi problema es que yo llegué al feminismo tan herida, tan agredida, tan subestimada, había vivido tantas experiencias de sexismo, de misoginia, de violencia y de discriminación que el feminismo


me hizo sentido. Yo quería ser sanada y pensé que sufrir en colectivo y estar muy muy encabronada con los varones me iba sanar, pero no fue así. Porque el feminismo no sustituye a la terapia y no es una comunidad terapéutica. El feminismo es un movimiento político. ¿Cómo fue que cambió mi postura respecto a los varones? Fui a terapia. Durante el año 2015 tuve un periodo muy complicado en mi vida y estuve en riesgo de suicidio, eso me llevó a tomar terapia en un centro de salud mental. Cuando me dieron de alta la vida era otra en todos los aspectos de mi existencia, incluidos los varones, el feminismo y la gente en general. Como por arte de magia empecé a tener la capacidad de ver matices. Siendo diagnosticada con trastorno límite de la personalidad el objetivo de la terapia era, precisamente: los matices. El primer matiz fue cuando fui a una prisión a visitar a un familiar. La vez anterior mi análisis fue solo sobre la heterosexualidad obligatoria que hace que las mujeres sean básicamente olvidadas en prisión mientras que hay varones que tienen visita conyugal de dos mujeres. Desde luego que es un análisis muy valioso, pero no es el único importante, y mi epifanía fue ver el paquete completo: los varones empobrecidos y racializados que están ahí adentro vulnerados por un sistema que es mucho más complejo que el patriarcado porque el patriarcado no existe y lo que existen son múltiples formas jerárquicas y culeras de relacionarnos que están todas relacionadas entre sí: sexo, género, clase social, color de piel. El segundo fue cuando regresé a dar talleres de derechos sexuales y reproductivos con jóvenes en contextos de alta marginación y violencia. Por primera vez me tocó un grupo mixto. Pensé en hablarles de consentimiento, de que los hombres también pueden llorar, de ser las nuevas masculinidades que el feminismo blanco demanda, esos varones que leen poesía y responsabilidad afectiva a niños, literal: niños, que solo ven dos opciones en su vida: ser sicarios o policías. Entonces les hablé, sí, de consentimiento, y estoy segura de que con un morrito que agarre el pedo de decirles a las morritas «me van a doler los huevos es violencia», las morritas que se relacionen con él se verán beneficiadas, pero también les hablé de problemas de varones: de violencia policial, de reducción de daños en uso de sustancias psicoactivas, de violencia entre pares y de suicidio. ¿Esto me hace menos feminista? ¿Estoy maternando varoncitos que un día serán sicarios? Quizás. Pero mi feminismo ahora

responde a una realidad material mucho más compleja: la vida es una mierda para las personas con vagina, pero la vida también es muy culera para las personas con pene, sobre todo para las mujeres trans y los varones empobrecidos y racializados y mi feminismo hoy alcanza para todes. Quisiera hablar de forma compleja sobre las críticas al mandato de las nuevas masculinidades como un proyecto de domesticación de los varones racializados y sobre cómo aquello que problematizamos como masculinidad tóxica son casualmente las actitudes que toman los hombres precarizados, pero somos más condescendientes con las actitudes machistas de los hombres blancos. De cómo las feministas damos por hecho que todos los varones tienen el mismo contexto y su mayor conflicto es que no lloran cuando en realidad muchos varones tienen un chingo de pedos bien culeros, como la desaparición forzada o tener que defenderse sí o sí con violencia, pero siento que sería estrabismo cultural, entonces para problematizar que, como dice, Ochy Curiel, todos los hombres son machos, pero no todos son patriarcas, les recomiendo tomar los talleres sobre masculinidades que da el Colectivo PalabrAndo. Sigo teniendo un análisis feminista en todo lo que hago, sobre cómo se nos trata igual, con misoginia, por ser mujeres, solo que ahora también, pero me interesa sobre todo cómo y por qué también entre nosotras nos tratan diferente, no me tratan igual a mí que a una mujer racializada, ni me tratan igual a mí que a una mujer rica. Sigo siendo feminista, solo que antes únicamente veía que detrás de cada hombre genial hay una mujer que cuida y limpia, ahora veo que detrás de cada mujer brillante y exitosa ahuevo hay varones y mujeres racializados que hacen los trabajos de crianza y de cuidado. Ahora veo que si yo estoy aquí escribiendo esto es porque mi esposo, un varón precarizado y empobrecido, tuvo tres trabajos para ayudarme a pagar la universidad. Ahora que veo matices pienso que el feminismo es para todo el mundo, y que al menos en mi feminismo los varones son bien recibidos. 

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Where You Been

Wenceslao Bruciaga @distorsiongay

La fuente de la juventud: los Descendents

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e los conciertos que más recuerdo con cariño en los unió casi diez años después de que se fundara la banda), huesos, es aquel en el que por poco pierdo el cuello lanzaron un nuevo disco a mediados de agosto pasado: 9th cuando el tacón de una bota minera extrajo unos crujidos and Walnut, el nombre de la intersección donde ensayaba la de mi nuca. Mientras los Descendents sacaban «Victim of banda, en Long Beach, California. El octavo álbum de estume», en el escenario de la Carpa Astros. Era el año 2016, andio en su carrera. Dieciocho tracks de canciones inmediates de la pandemia. tas y breves que dan una extraña inesperada continuidad al Fue alucinante ver a una de mis bandas formadoras en el clásico hardcore de los Descendents. Dieciocho tracks que hardcore sacando sus grandes éxitos al son canciones inconclusas que Lombardo fondo del icónico toldo. Reconvertir lo 9th and Walnut es la prueba guardó en un cajón cuando dejó al gruque por muchos años había sido el Cirsónica de que la fuente de la po por casarse y formar una familia. Pero co de los Hermanos Atayde a un foro de juventud existe (…) El disco reformulado con las mañosas amarguconciertos me pareció un atisbo de conras de los viejos que han recorrido varios llega certero en una época vicción punk. Que se manifestaba en lo kilómetros. donde el presente se impone accesible de los precios. Y los incorrec9th and Walnut es la prueba sónica de tos enanos vestidos de frac que daban como única y tirana posibili- que la fuente de la juventud existe. Digno vueltas entre los asistentes. dad de diálogo. Cuando el al- ejemplo de que podemos llegar a la edad Ahí estaba. El inconfundible nerdazo goritmo de las redes sociales de las carnes colgadas sin la coacción de la de Milo Aukerman gritando con la misnos presiona artificialmente madurez o la exigente juventud. El disco ma precoz nitidez que escupe en los álpara que nos sumemos a las llega certero en una época donde el prebumes al frente de los Descendents. El sente se impone como única y tirana potendencias progresistas. punk hardcore es de los pocos géneros sibilidad de diálogo. Cuando el algoritmo que saben lo que es tener vergüenza al de las redes sociales nos presiona artificialmomento de tocar en vivo. mente para que nos sumemos a las tendencias progresistas. No obstante, lo extraño era la monumental joroba que A escribir ceñores-ñe-ñe haciéndonos creer que nunca tensobresalía por debajo de la camisa militarizada de Milo. Un dremos arrugas ni manchas en la piel. bulto en la espalda que le distorsionaba el cuerpo y por moY aquí debo confesarlo. Siempre me ha parado la vermentos nos distraía de la irascible armonía que dominaba ga Milo. Igual que Greg Graffin de Bad Religion. Me ponen el escenario. Ahí no acababa la cosa. Cuando se detenía la bien cerdo ese tipo de cantantes del hardcore. Casi calvos ola de chingadazos del slam, podíamos ver que de la joroba y cegatones, con gafas de aluminio que optan por la sencisalía una truculenta manguerilla de la que Milo succionallez masculina que a su vez da prioridad a la furia escénica. ba antes de una canción o de saltar haciendo ganchos con Como lo hizo el Milo. Que por ese entonces debería tener las piernas. Nunca supimos bien qué era esa giba cuadrada. unos cincuenta y tres años. Se veía más excitante así, ruco, Aunque todo indicaba que Milo cargaba un tanque que le que en sus años de gloria. Los ochenta. Con la sst Records brindaba oxígeno extra para no quedarse sin aliento a mitad y bajo el mostrenco amparo de Black Flag. Pero me gustan de sus canciones de un minuto y medio. Ya sea por la commás así, con canas y arrugas y los ojos y los pectorales un plicada altura de la Ciudad de México a la que no todos los poco caídos. extranjeros están preparados. Por la edad. O alguna enferMe resulta excitante la actitud con la que aceptan la mamedad respiratoria. Me recordaba esa frase de Cioran: «Los yoría de edad. La vejez. Sin andar de pedantes o regalando hombres más peligrosos son los que tienen una enfermedad lecciones de madurez que nadie les pide. Ni desesperados precaria». Y sin duda los Descendents son un grupo peligropor sentar cabeza. Son padres y tienen hijos como parte de so. Por poco quedo al borde de una parálisis por su motín su desmadre, que es hacer lo que les gusta.  musical. A Milo le valía madres estropear su silueta con tal de expectorarnos el optimista encabronamiento que habíamos estado esperando por años en México. A punto de cumplir sesenta años, Milo Aukerman, y a los setenta y seis años de Tomy Lombardo, el fundador absoluto de los Descendents (no hay que olvidar que Milo se

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Psycho Killer

Carlos Velázquez @Charfornication

La maldición de Graceland

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esde que aterricé en Fort Worth percibí una perMás tarde, Lalo me contó que a él ni siquiera le pidieron turbación en la fuerza. El migra no me pidió la prueba el pasaporte (donde tiene pegada su visa), por lo que para el de Covid. Un día antes había peregrinado con desespero gobierno gabacho jamás estuvo en el país. Bien podría hapor varias Farmacias del Ahorro tratando de que me la reaber desaparecido sin dejar rastro, cambiar de identidad o solizaran. La aerolínea había amenazado que sin ella no se me meterse a un experimento por parte del gobierno y hubiera permitiría el ingreso al gabacho. sido imposible reportarlo como missing person. TécnicamenDe todas las ocasiones que he cruzado la aduana era la te jamás pisó Estados Unidos. primera vez que no había fila. Acostumbrado a esperar dos En tiempos de pandemia ya nada resulta insólito. horas y media, detrás de una señora morena chaparrita a la que la atosigan con preguntas a la espera de que les diga lo Cuatro hombres y una mamávan. Muñaki al volante, DJcopique quieren escuchar: que se va a quedar a trabajar de ilegal. loto Javi y detrás, de holgazanes, Lalo y yo. Me sacó de onda pasar directo con el agente. Salimos de Dallas el domingo por la mañana rumbo a A dónde va, me preguntó. Memphis. Ese lugar donde el rock & roll se Pinches gringos, tan quisqui- cristalizó como un mosquito dentro de una A casa de Javi, respondí. No me cuestionó quién era Javi. No llosos, tan desconfiados, tan gota de ámbar para toda la eternidad. La me pidió dirección alguna. Ni me inciudad donde se gestó el mito fundacional acosadores, y ahora tan laterpeló por el motivo de mi estancia. xos. Por supuesto que tanto musical por excelencia. Y el sitio donde se Hubiera dado lo mismo que le revelara Graceland, la mansión que fuera relax obedecía a que asumen encuentra la verdadera finalidad del viaje. Visitar el hogar de Elvis Presley, y donde ahora yaque uno va a vacunarse. Yo cen sus restos. Graceland bajos los efectos del ácido. no. Ya llevaba puestas mis Papers, plis. Lalo y yo compartimos varias obsesiones Le extendí mi pasaporte y ni siquiera dosis de FifíPfizer. musicales. El Rey es una de ellas. Mientras me pidió que me quitara el cubrebocas a nuestro lado el paisaje se desenvuelve para corroborar que mi rostro matcheara con el de la foto. como una venda que se vuelve a enrollar sobre el puño de Cuándo devuelve, quiso saber. un boxeador recuerdo una noche en Barcelona en que nos Miércoles, respondí. bajamos dos de tinto escuchando Elvis: As Recorded at MaPase, dijo. dison Square Garden. Resulta conveniente que tengamos la Wow, pensé mientras caminaba por el pasillo hacia las misma edad. Mientras suena «Suspicious Minds» me cuenta bandas de equipaje. Era la primera ocasión en mi historial recuerdos de su infancia y parece que me está hablando de de ingresos a los Estados Unidos que me tardaba menos de mí. Nosotros descubrimos a Elvis gracias a nuestros padres. dos minutos en cruzar la aduana. Todo un récord. Pinches Mi padre era fan de Elvis. En la sala de su casa, descansa ahí gringos, tan quisquillosos, tan desconfiados, tan acosadohasta la fecha, aunque él ya ha muerto, un gramófono en res, y ahora tan laxos. Por supuesto que tanto relax obedeminiatura con un disco y una estampita de El Rey. Mi padre cía a que asumen que uno va a vacunarse. Yo no. Ya llevaba falleció a los setenta y nueve años, o quizá tuviera más, por puestas mis dosis de FifíPfizer. Pero el migra ya no veía en su vanidad solía quitarse la edad. Nada más Elvis que eso. mí a un inmigrante, a un gordo prieto cabrón con potencial Él vivió la fiebre por Elvis en tiempo real. No sé si le gustade asentarse en una esquina de Deep Ellum a vender coca, ba bailar o no, porque rara vez lo vi en la pista. Pero siempre sino a un cabrón que si se puede pagar un vuelo es porque que sonaba un rock de Elvis se levantaba a sacudirse como va a vacunarse y a dejarse unos dólares en Ubers y en el suel adolescente que alguna vez, por muy remoto que parecieplemento para las articulaciones para su jefa. ra en ese momento, habría sido alguna vez. Este viaje no se trataba para nada en tratar de conectar con el espíritu de mi difunto padre. Era para contactar con un padre ulterior: Elvis. Para que Lalo y yo nos observáramos a nosotros mismos y a nuestros vicios a la luz de ese adicto virtuoso después de diez años de aquella noche en Barcelona. Pisar las mismas calles que lo vieron florecer. Conocer el estudio donde comenzó a fraguar su leyenda, Sun Records. Y estar en la que fuera su morada, donde la muerte


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por fin pudo darle alcance después de perseguirlo durante décadas. La Bestia Mayor. La Bestia de las Pastillas. La madre de todas las bestias. El primero que hizo de su vida un espectáculo. El rey del pop original. Ver con nuestros propios ojos y pisar con nuestros propios pies el espacio que había sido su refugio, su santuario, su imperio dentro del imperio. Nos detuvimos en una gasolinera para comprar cerveza. Me siento un forajido. Desconfío de cada paso que doy. Como si infringiera la ley a cada segundo. Por la sencilla razón de que no necesito ponerme el tapabocas para entrar por la chela. Con lo obcecados que son los gringos, que ya nadie use tapabocas es un shock para mí. Si al aterrizar los speakers no dejaban de insistir en que era considerado delito federal no portarlo dentro del aeropuerto. Aquí desde hace tiempo apostaron por la inmunideath de rebaño. Ya todos están vacunados. Y el que no, por tarado o por antivacunas. Y ese que se joda, es el consenso general. Somos las personas menos provisorias, Lalo y yo, así que decidimos comprar solo dieciocho cervezas, para que no se nos calentaran. Por suerte Muñaki llevaba una hielerita donde cupo un doce. Por nuestra manera de beber sabíamos que no pasaría mucho tiempo antes de nuestra siguiente parada. Siete horas nalga en una mamávan eran indicio de una mega peda. Comenzó entonces el show de dj Javi. Puro rock clásico de los setenta. Para la segunda hora ya nos tenía en la bolsa. Van Morrison, America, Nick Drake, Peter Frampton, etc. Y cuando

Ilustración de José Hernández


menos lo esperábamos sufrimos el primer revés del viaje. Como ya habíamos abandonado el estado de Texas nos topamos con la mala noticia de que en Arkansas los domingos había ley seca. La noticia nos agarró en una parada de carretera en la que había un Wendy’s. Nos apendejamos y nos metimos a comer ahí. Extraño que viajando con un chef no hayamos parado en un restaurante de carne de esos repletos de camioneros que abundan a ambos lados del camino. La noticia nos bajoneó, pero solo un leve. Más adelante nos detendríamos en algún lugar a matar la sequía. En el Wendy’s sucedió algo de lo más extraño. Mientras me chingaba mi horripilante hamburguesa una mujer de edad indeterminada entre los veinticinco y los cincuenta años, con una apariencia salida directamente de Monsters, Inc., gafas de fondo de botella y unos labios gigantes pintados de un cereza ridículo, comenzó a hacer señas de que me acercara a su mesa. Me hice pero si bien pendejo. No me entró la paranoia, pero como están las cosas en la actualidad y con lo exagerados y quejumbrosos que son los gringos, me imaginé que algo me reclamaría. Que la pisé en la fila, que me metí en la fila o una de las típicas descortesías inherentes a la personalidad del mexicano. Me hacía señas de manera tan insistente que Lalo y Javi se dieron cuenta. Y Lalo con su habitual sentido de humor chilango se burló diciendo que ya había ligado. Entonces Javi me dijo que fuera a ver qué quería la mujer. Me está confundiendo, reparé a la espera del primer escándalo del viaje. Por fin, para que me dejara de estar chingando me acerqué y me preguntó dónde había comprado mi playera con el logo de Seinfeld. Le respondí que en el Target y regresé aliviado a terminarme mi burger. Qué güevos de la señora. Si yo quisiera saber dónde alguien había comprado algo me acerco y se lo pregunto. No la llamo como si fuera mi mesero. Pero ya estábamos en los terrenos del gabacho redneck profundo, así que podría esperarse cualquier cosa. Nueve de cada diez personas llevan más de dos armas en sus ranflas. La carretera estaba dominada por tráilers y trocas pimpeadas. Pickups, 4×4’s, Rangers, adornadas con cuernos de buey, cadenas o pintadas con llamas a los costados, llanta ancha y rin cromado. Desde que abandonamos el Wendy’s dejé de escuchar la música de la mamávan, en mi cabeza solo sonaba mi estribillo favorito de Control Machete: «cheve cheve cheve cheve cheve». Mi recompensa llegaría unas horas más adelante cuando paramos en un steak place donde hubiéramos podido comer mucho mejor de no habernos precipitado. Una Samuel Adams de grifo en un tarro jumbo con forma del barril del Chavo del 8 me hizo recobrar la fe en los Estados Unidos. Tras dos y una pinta tuvimos que seguir el trayecto. En el local se negaron a vendernos cerveza para llevar. Solo vino blanco, cosa que rechazamos para arrepentirnos casi de inmediato. Kilómetros más adelante volvimos a parar en un speak easy: The Frogs. Tras tres pintas más de Samuel 40

Adams, y un intento fallido de parte de Lalo por tomarme una foto cagando, continuamos nuestro camino. Después de siete, ocho o nueve horas, llegamos a Memphis. Solo para recibir la mala noticia de que también imperaba la ley seca. Pero ya no importaba, había más bares que iglesias, y vaya que hay iglesias. Dentro de nuestro tour contemplábamos visitar aquella en la que canta Al Green. También queríamos ir al museo de Stax y a la fábrica cerrada de Gibson ahora reconvenida en museo de la guitarra. Cuando a lo lejos divisamos el hotel Peabody sentimos que habíamos llegado a la tierra prometida. Se me retorcieron las tripas cuando vi la nomenclatura que decía B.B. King Boulevard. Oh, lord, have mercy. Hicimos el check-in, dejamos nuestros cachivaches y salimos a la cálida noche. Frente a la recepción de nuestro hotel se ubicaba la famosa tienda Lansky Bros., cuyo eslogan presume: Clothier to the King. Y en la puerta tiene pegado un paper de gran tamaño con una foto de Bernard Lansky y Elvis. Con la siguiente cita: «I looked up one day and saw this young man looking at our displays in the window. I walked outside to greet him and told him, “Come on in and let me show you around”. He said, “I don’t have any money, Mr. Lansky, but when I get rich, I’m going to buy you out”. I told him, “Don’t buy me out, just buy from me!” And that’s how our everlasting friendship began». Lalo corrió al aparador, la tienda ya estaba cerrada, pero al instante se enamoró de una chaqueta de ochocientos dólares y, al igual que Elvis, tampoco tenía dinero, había olvidado trescientos en cash en su depa y en la tarjeta no le sobraba esa suma para emplear, pero en el acto se puso a escribirle a la Abogada, su hermana, para pedir sponsor. Yo vi el futuro cruzar frente a mí como un corcho de champaña de una botella que acaba de ser destapada por un enano: Lalo compraría la chaqueta y la dejaría abandonada en algún bar de alguna ciudad del país, El Américas de Guadalajara, El Bucardón no, porque ya no existe, y ahí no la extraviaría, ahí se la robarían, o en cualquier fiesta. Pero era el destino de ambos, de Lalo y de la chaqueta. Tenerse y luego perderse.


Nos lanzamos a la mítica calle Beale. Pasamos por fuera que nos ofreció Muñaki. Se había sincerado: estaban muy del Jerry Lee Lewis Café, por muchos barecitos con músisuavecitos. Eran cuatro diminutas gelatinitas color ocre que ca en vivo, por el B.B. King Club, no exagero si afirmo que nada prometían. Nos las empujamos con un trago de ipa. aquí me sentí levitar, para mí Benito Bonifacio Reyes es uno La gente que no es drogadicta consumada tiende a sugesde mis mayores héroes. Creo que por fin tionarse con las drogas: o no les pegan o podía entender a aquellos que reciben su Nos lanzamos a la mítica ca- los ponen hasta el zoquete. En determitítulo en psiquiatría después de estudiar lle Beale. Pasamos por fuera nado momento Muñaki comenzó a reírse siete años. Lo he conseguido, me dije. He del Jerry Lee Lewis Café, por más de lo habitual. Lo atribuí al alcohol. aquí mi título. Quería regresar y presues, como dicen en España, un tío muchos barecitos con música Sobrio mírselo a mi madre. Desde el Cerro de la cachondo, y ya con unos tragos en la conCruz hasta una de las capitales del blues. en vivo, por el B.B. King Club, cha es normal que se ponga más simpatino exagero si afirmo que aquí cón de la cuenta. Sedientos, hambrientos y exhaustos nos dejamos caer en los taburetes de una me sentí levitar, para mí BeEl segundo en hacer check-in fue Lalo. hamburguesería. Cenamos y apenas nos nito Bonifacio Reyes es uno Pero también lo atribuí a una trampa de quedó energía para dos chelas en un bar. de mis mayores héroes. Creo la mente. A sus deseos de sentir algo a Regresamos al hotel y nos metimos en que por fin podía entender a costa del autoengaño. Yo no registré nacama. Pusimos una película para arrullarda. Para mí el marcador seguía en ceros. aquellos que reciben su título Varias rondas de cervezas más comenzanos: Boogie Nights. En algún momento, en psiquiatría después de mientras Roller Girl se la mamaba a Dirk mos a alborotar un poco en el bar. LevanDigler una mano, no sé si humana, divina estudiar siete años. tamos la voz y el volumen de la risa como o alienígena, bajó el interruptor dentro cualquier alegre borracho. Habíamos perde mi cabeza y mi cerebro se desconectó. Smash cut. geñado bien nuestro plan. Después de Graceland, haríamos escala en Sun Records. Y después la fábrica de Gibson. Y Diez de la mañana. Lunes. Bar del hotel. El comienzo de la quizá a la mañana siguiente antes de volver pasaríamos por danza. Stax. Muñaki, Lalo y yo. Primera ronda de cervezas. Minutos A las doce decidimos que era hora de ponernos en momás tarde Javi nos alcanzó. Cháchara. Segunda ronda. Más vimiento. Madre Superiora Javi pidió el Uber y el maldito chachara. Tercera ronda. El invitado especial hizo su apamarcó diecisiete minutos en llegar. Cuando por fin esturición. Confieso que no tenía ni un gramo de fe en el lsd vo fuera se pagó la cuenta y salimos a la calle. El hijo de la chingada se negó a subirnos porque éramos cuatro. Esperamos a que nos cancelara el viaje para pedir el Uber camioneta. Regresamos al bar y pedimos otra ronda en lo que llegaba el otro. Pero resultó que no tardaba tanto y Javi tuvo que marcarle para decirle que nos esperara fuera cinco minutos a que nos termináramos la cerveza. El conductor le gritoneó a Javi por el teléfono, pero este en lugar de enfadarse se estaba cagando de la risa. Ahí nos dimos cuenta de que ya había caído en las garras del ácido. Yo seguía indemne. Comenzaba a sentir algo, pero era tan incipiente que no podía asegurarme todavía el triunfo. Subimos al Uber camioneta y el saber que ya nos dirigimos a Graceland me llenó de una paz que no he sentido en no sé cuántos años. Era más que una deuda, que una manda. Se trataba del «I’m taking a ride with my best friend», pa-

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ra arrodillarme frente al sepulcro de El Rey. Lalo consideró que sería un sacrilegio dirigirnos hacia Graceland sin escuchar «Unchained Melody». Así que le preguntó al conductor que si podíamos poner música. Respondió que sí. Pero no tenía bluetooth, solo auxiliar. Lalo se obstinó en bajar por el adaptador del iPhone. Javi le sugirió que pusiéramos el teléfono. Pero Lalo tiene que escuchar la música a un volumen alto porque considera que hacerlo bajito es faltar al espíritu de la misma. Yo estoy de acuerdo. Pero lo único que ansiaba era que el Uber arrancara. Lalo se bajó del Uber y subió hasta el cuarto piso a nuestra habitación. El adaptador no estaba ahí. Se había quedado en la mamávan. Bajó a recepción y pidió que por favor le permitirán abrir el coche. Pero este estaba estacionado a dos cuadras en un parking. El del valet tuvo que caminar las dos cuadras de ida y vuelta para traernos el adaptador. Mientras esto pasaba nosotros estábamos montados en el Uber soltando risas de drogados. El chofer quiso saber cuánto más tardaría Lalo. La pregunta nos hizo estallar en carcajadas. Entonces nos canceló el viaje y nos bajó de la camioneta. Viejo mamón, el tiempo estaba corriendo, lo que hubiera tardado, estaba cobrando por el viaje aunque permaneciéramos estáticos. Vimos a Lalo volver triunfante con el adaptador y al decirle que el chofer nos había bajado se rio como el desquiciado que es. Le preguntamos al valet si conocía un servicio

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de taxis regular. Sí, nos contestó. Y llega en cinco minutos. Y en efecto apareció en cinco fierros. Y entonces nos trepamos a una camioneta negra (sería una señal que no supimos interpretar), pusimos a Elvis en el estéreo y el gps de nuestros corazones apuntó hacia Graceland. Dios o el diablo o Elvis, o los tres al mismo tiempo, obraron en nuestra contra. En pleno freeway la camioneta comenzó a matarse. El chofer no sabía que ocurría. Nos orillamos y descubrimos que se había quedado sin gasolina. Era una broma macabra. Por supuesto que fue una falla humana. Sepa por qué hilos sobrenaturales promovida. Obvio que él no quería quedarse sin gasolina. Por eso no pudimos enfadarnos con él. Y por culpa del ácido. Nuestra primera reacción, y la última, al enterarnos de que se le había acabado el combustible, fue estallar en carcajadas. Llamó a alguien de la compañía para que le llevara un galón de gas. Mientras esperábamos decidimos bajar del taxi, pues como estaba apagado no encendía el aire acondicionado, y nos estábamos asando dentro. Al bajarnos pasó algo digno de un capítulo de Los Simpson: se desató un aguacero bíblico. Y cuál fue nuestra reacción. Estallar en carcajadas. El ácido nos había atrapado por completo. De la manera más sabrosa posible. El chofer corrió a refugiarse bajo las ramas de un árbol. Y nosotros, como niños de ocho años, nos quedamos a merced de la lluvia, risa y risa, mientras el chofer nos veía azorado al tiempo que repetía «You’re crazy, motherfuckers». Con toda seguridad esperaba que estuviéramos encabronados y que se la armáramos de pedo. Pero no. Estaba más que claro que ahora era la naturaleza la que le ponía su toque a nuestra fracasada misión por llegar a Graceland. Ahí se me reveló el verdadero significado del viaje. Había recorrido todos esos kilómetros, por aire y tierra, de Torreón a cdmx a Dallas a Memphis para ser bañado por esa lluvia. Me sentí purificado. No miento. No fue una experiencia religiosa, pero sentí que el agua me estaba lavando todos mis pecados. Me sentí en paz como no me sentía en no sé cuántos años. Puro. Libre. Feliz. Esa lluvia me depuró. Y en


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compañía de mis amigos queridos. A partir de ahí, la probabilidad de ver Graceland me empezó a dejar de importar. Por supuesto que quería verla, pero en su lugar hicimos un Hunter S. Thompson. Como cuando fue a Zaire y se perdió la pelea de Ali por quedarse a empedar en la piscina. No miento si juro que me Pero ni todo lo excéntrico y quedaría para siempre en ese freeway ba- excesivo que resulte Gracejo esa lluvia sanadora. land borra ni un milímetro Un vehículo de la compañía le llevó la gasolina al chofer. Encendió la camio- la inmensa obra de Elvis. «Ready Teddy»; cuando me he puesto cursi Porque la obra de Elvis es en la madrugada pensando en un date oyenneta y nos detuvimos en la gasolinera un gran sol. Que lo ilumina do «Love Me» («Treat me like a fool / Treat más cercana a cargar el tanque. Aprovechamos para comprar unas chelas y le me mean and cruel / But love me»); cuando todo. Que atraviesa épopegamos a Graceland. Y aunque nadie he escuchado en loop «Suspicious Minds» cas y generaciones. Y no dijo nada, frente al parabrisas ya se posin ninguna razón más que por el puro planos queda más remedio dían ver los créditos finales de la pelícer de hacerlo; al escuchar «Always on My que estremecernos ante cula. Cuando tomamos el Elvis Presley Mind» acordándome de un viejo amor; al esa voz en la cual enconBoulevard se me cayeron los calzones. bajarme un doce de cervezas oyendo «Hearttraron refugio Bob Dylan, break Hotel» un domingo por la tarde; al Yo imaginaba que Graceland era como un rancho gringo cualquiera. Pero es los Beatles, y cientos de cantar de la manera más desafinada «Unmucho más grande. Y hay tantos atracestrellas pop que han sido chained Melody» en la regadera; o cuando tivos que no hay dudas de que se trata me he sentido un «Hound Dog»; con «Crawinfluidas por El Rey… del Disneyland de los amantes del rock & fish» y todas las versiones de «Tomorrow roll. Es el segundo lugar más visitado dentro de los Estados is a Long Time», con «Never Been to Spain», que contiene Unidos. Recibe 65,000 almas que peregrinan por su interior una de mis letras favoritas ever; con «Reconsider Baby», con cada año. El primer lugar es la Casa Blanca. Pero si no eres «Trouble», con «Bridge Over Troubled Water», y en general Pablo Escobar y te vas a sacar la foto afuera, qué chiste tiene con cada disco y cada canción que vengo escuchando de El turistear por ahí. Rey desde mi infancia. Cuando llegamos a la puerta eran más de las cuatro. EstaNo niego que había un elemento grotesco en la empresa. ba cerrado. Descendimos del vehículo para tomarnos la foto Visitar un museo dedicado al exceso podría parecer frívolo. en la famosa reja de Graceland. Ese es todo el suvenir que Pero si de algo no sentí envidia fue de todos esos gordos en pervive del viaje. Pisoteados quedaron nuestros deseos de bermudas que viajaban en los camioncitos que te preparan comprarnos todo el merchandising de Elvis que pudiéramos: el tour a Graceland con un guía que te va diciendo: y al laimanes pal refri, llaveros, bubbleheads, peluches, etc. do derecho tenemos el establo, bla bla bla. Porque es verFrente a nosotros se veía la exposición de los aviones del dad que Graceland es la obra de un monstruo. El trasunto Rey. Y dentro había gente tomando fotos. Sugerí que fuérase vuelve un viaje de la miseria a la opulencia más obscena. mos. Pero lo más probable era que esa gente ya no tardaría Pero ni todo lo excéntrico y excesivo que resulte Graceland en abandonar el lugar. Y no es que me resignara pero entendí borra ni un milímetro la inmensa obra de Elvis. Porque la que de una migaja a todo, mejor nada, que si no brincaba en obra de Elvis es un gran sol. Que lo ilumina todo. Que atrala cama de El Rey y me sacaban los de seguridad entonces viesa épocas y generaciones. Y no nos queda más remedio prefería quedarme con las manos vacías. Que si no entraba que estremecernos ante esa voz en la cual encontraron rea Graceland lo demás eran panaceas. Nos trepamos al taxi y fugio Bob Dylan, los Beatles, y cientos de estrellas pop que le pedimos al chofer que nos llevara a Sun Records. han sido influidas por El Rey, y que sin la publicación de su Mientras regresábamos caí en cuenta de que en la larga primer disco, la portada de London Calling jamás habría exislista de pendejadas que he cometido en mi vida, aquella era tido como la conocemos hoy. Es un lugar común decirlo: la mayor. La que se llevaba el número uno. Había estado pero en el principio no fue el verbo. Fue Elvis. Y para mí el tan cerca y no lo había conseguido. Pero no estaba para naverdadero comienzo de la civilización sucedió cuando Elvis da arrepentido. Ni agüitado. Al contrario. Estaba contento conquistó el planeta. como no lo había estado en mucho tiempo. Y no me había Como Sun Records cerraba a las cinco y llegamos cuando divertido así desde que había comenzado la pandemia. Y esya faltaban diez minutos, ya no alcanzamos a visitar la cacuchando a Elvis en el coche me percaté que ya he realizado bina de grabación. Entramos a mear a la tiendita de recuerel viaje a Graceland mil veces antes. Que lo he hecho cuando he roto con alguien y para lamerme las heridas he puesto a todo volumen «I’ve Lost You»; cuando he bailado borracho y en calzones, como Homero con los lentes oscuros puestos, «Blue Suede Shoes», «Tutti Frutti», «Long Tall Sally» o


dos. Nos sentamos en las banquitas afuera del estudio. Nos tomamos la foto. Pero estábamos paleteando demasiado bebiendo en la calle. No sabíamos si era permitido en Memphis. Lo más seguro es que no. Así que lo más apremiante era largarnos antes de que apareciera una patrulla. Agarré las latas vacías y fui a la parte trasera del edificio a vaciarlas a un contendedor. Me quedé ahí unos minutos contemplando la puerta de salida. La de veces que debió pasar Elvis por ahí después de sus sesiones de grabación con Sam Phillips. Después de cambiar para siempre el rumbo de la música. La calle donde se localiza el estudio ahora lleva su nombre, en honor al productor. Ahí había ocurrido la historia y yo estaba de pie justo ahí. Le preguntamos a un don que pasaba por dónde se llegaba al centro y nos señaló una calle. La tomamos y minutos después fuimos depositados bajo un puente de homeless. No pudimos sino reír por el tino que nos cargábamos. Cómo nos perderíamos esa parte del viaje. Estoy seguro de que si nos lo hubiéramos propuesto no lo habríamos logrado tan fácil, el toparnos frente a frente con los indigentes. Un grupo algo numeroso estaba bebiendo y otros seguro estaban bien prendidos por las bondades del crack. Teníamos

que cruzar un bulevar rápido, pero no había puente. Y a unos metros había una curva. Y así, hasta la madre de ácido nos cruzamos el bule de manera temeraria. Un mal cálculo y adiós autor y editor de Sexto Piso. Después de caminar varias cuadras nos metimos a un bar y en cuanto nos sentamos sentí que el ácido me acomodó un patadón de lo más poderoso. Era oficial, estaba hasta el queque. Pedimos un par de Guinness jumbo de barril, Lalo y yo, y Javi y Muñaki unas rubias. Hay una foto de Lalo con la quijada trabada típica del ácido, mirando hacia Carcosa, el universo o la nada. O a los tres sitios al mismo tiempo. Muñaki bulteó unos minutos después de zamparse él solito un hotdog del tamaño de un tortillón de don Lolo con un kilo de papas fritas encima. Ese cabrón es un guerrero, había conducido las siete horas el día anterior y estaba en todo su derecho de echar una pestañita. Sentí una especie de suave envidia. Yo soy incapaz de comer o dormir en ácido. Pero me dio un chingo de alegría que Muñaki todavía conservara una ingenuidad a la que yo renuncié o me obligaron a renunciar, y lo permití, hace muchos años, ni siquiera puedo decir cuántos. Un par de horas después nos fuimos a la calle Beale. Era lunes pero había gente en las calles y los bares estaban abiertos. Nos metimos a uno donde había una banda de cóvers que tocaban como Karl de Los Simpson juega al basquetbol. Puro blues y funk. Había un bajista con un bajo de seis cuerdas que era una bestia. Todos eran sexagenarios, excepto el baterista, un chavo entre los veintiocho y los treinta y cuatro años, quien también se la partía. Después nos movimos a una especie de patio donde había una banda

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más ecléctica. Luego el momento estelar: el B.B. King Club. Aquí todo era más pro. El escenario era de primer nivel y la banda que tocaba era más profesional, pero no por ello más entrañable. Además de bajo y batería y guitarra y teclado se acompañaba de metales, lo que le daba un toque distinto, pero también chingón. Ahí debimos durar un par de horas más. Era ya de madrugada. Regresamos arrastrándonos al hotel y nos zambullimos en el sueño etílico. No habíamos parado de beber desde las diez de la mañana. Toma eso, Arkansas. Al día siguiente, apenas despertamos nos bañamos y nos trepamos al coche. Muñaki y Javi tenían que trabajar y teníamos que volver. Otras siete u ocho horas de regreso. La profecía no se cumplió: Lalo no se compró la chaqueta de ochocientos dólares y no pudimos ver ni Stax ni Gibson. Emprendimos el regreso diezmados, algo maltrechos, fragmentados por haber fallado. Teníamos boleto de primera fila para asistir al fin del mundo y no habíamos conseguido entrar al show. Nos perdimos el apocalipsis pese a haber sido invitados especiales por fritos. Un triunfo más atribuido a los señores del karma. Muñaki tomó el volante, Javi ofició de dj pero ya sin lo ceremonioso del viaje de ida, Lalo se tendió sobre el piso en 46

Próximamente…

la parte trasera de la mamávan y yo comencé a rascarme los brazos con fruición. El hotel tenía chinches. Ahora lo sé, no le pican a todo mundo. Solo nos atacaron a Muñaki y a mí. Era lo último que esperaba. Era un Hilton. Me he metido a hoteles de lo más raspa en Los Ángeles y nunca me había tocado este tipo de trato. Ahí llevaba el más grande suvenir de Memphis. No dejaría de rascarme durante los siguientes cuatro días. Durante mi vuelo a la cdmx, luego el viaje de ida y vuelta a León, y durante unos días en Coyoacán antes de volar a Torreón. Cuando salíamos de Memphis no pude resistir la tentación de gritar en mi mente la famosa frase con la que El Rey cerraba sus conciertos: «La Bestia has left the building». Coda La maldición de Graceland me perseguiría unos días más. Al llegar a Torreón perdí mi pasaporte. Y un insoportable dolor de espalda me atacó solo de pensar en que si no aparecía y no conseguía renovarlo en unas tres semanas —por culpa de la pandemia las citas se retrasan hasta tres meses—, tenía que volver a Dallas en un mes, me quedaría sin la posibilidad de salir del país. Pero al final El Rey sí fue compasivo, porque me mandaron un mail de la aerolínea para decirme que lo habían encontrado. Esa misma noche fui a recogerlo y dormí abrazado a él. 

José Hernández · @monerohernandez


Psicología de la disolución

Judas Glitter



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