Reporte SP N°1 - Septiembre 2015

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Reporte sp Número 1 • Septiembre de 2014

Publicación mensual gratuita de Editorial Sexto Piso


¿Con qué sueñan las Diego Rabasa

C

estatuas?

uando uno se topa en un libro con la existencia de ciudades fantásticas, inexistentes, invisibles, la búsqueda de la alegoría fácil surge con rapidez. ¿Qué me quiere decir este escritor o escritora con la configuración de este mundo imposible? ¿Este orden inventado se parece a quién o es un símbolo de qué? La literatura más honda, sin embargo, se resiste a caer en los símiles superfluos. Exige del lector la configuración de un orden de ideas distinto. Se escabulle del esto-es-como tal o cual cosa y penetra profundo en la exigencia del abandono de las ideas preexistentes. Es necesario tener nuevos ojos y una mente despejada para poder albergar lo que un escritor en su cima, en estado de gracia y en total conexión con aquel extraño lenguaje que es la literatura nos quiere mostrar. Jacques Abeille es uno de esos escritores. Él no nos muestra un universo en el que cada gesto, cada situación representa algo que se asemeja a nosotros. En el mundo de Abeille los hombres cultivan estatuas o cultivan sueños imperiales en zonas «salvajes» transfronterizas del país de los jardines estatuarios. Y lo que vemos, más que semejanzas disfrazadas, es el fluir de las fuerzas que esculpieron nuestro mundo actuando en una dirección contraria para dar formas nuevas a una misma sustancia. El protagonista es un extranjero —se le recuerda a lo largo de toda la novela— en el país de los jardines estatuarios. Ha llegado con la intención de conocer a fondo el territorio y sus costumbres. Revestido de un sabio silencio ha llegado para ver y escuchar más que para imponer. Visita los dominios del sur en donde las estatuas adelgazan con el tiempo, dando paso a las nuevas generaciones; la gente es amable y la superficie ordenada. Va también al oriente, donde las estatuas crecen con deformaciones y producen impresiones difíciles de olvidar para quienes las cultivan. En su camino hacia las estepas, donde habita el jardinero descastado que fragua una revolución, atraviesa el territorio norte donde el clima es hosco y hostil, donde hay dominios abandonados y las estatuas tienen heridas en la superficie. Visita también el dominio devastado por el crecimiento sin control de una gran y monstruosa estatua (y encuentra, en las ruinas decadentes, el amor). Se hace de algunos amigos que le sirven como guías para tratar de entender los mecanismos que hacen girar la rueda de este enigmático país. Con la actitud del gran extranjero que llega a un territorio ignoto para fungir a la vez como catalizador de hervores conteni-

dos y como espejo de las inercias imperantes, este gran hombre se traza, en la zona donde albergamos las necesidades más íntimas, la firme (casi fija) idea de conocer todo lo que sujeta y conforma esta sociedad que en primera instancia parece haber encontrado el equilibrio entre formas rituales y poder, la sociedad que encontró la feliz convivencia de aquellos que se someten voluntariamente a un embrujo de fuerza y en donde cada quien acata, afirma, el sitio que le corresponde. Para conocer a esta gente es necesario conocer también aquello que la amenaza, que la antagoniza y que por lo tanto reafirma su existencia: la zona rebelde, el desierto donde habitan los tártaros. El viajero se ha dado a la tarea no sólo de comprender sino de traducir, a través de la escritura de un libro, aquello que ve. La literatura y los libros no son ajenos a los jardineros. En los libros se guarda la memoria de aquello que los fundamenta. Un joven deja de serlo —y se le permite sentarse a la mesa con los adultos— el día en el que es capaz de modificar uno de los libros en los que se registran los pormenores de los ciudadanos insignes (elegidos al azar por la tierra que decide hacer surgir de entre sus cimientos una estatua a su imagen y semejanza) con alguna aportación que los viejos no habían sido capaces de vislumbrar. En este gesto se reconoce el poder de la palabra escrita como el mausoleo de nuestra mente colectiva, como el sitio en el que se agrupan las ideas que definen la forma en la que un cierto grupo de personas aprende a organizarse (y dominarse), o sea, la radiografía de las formas políticas de una población determinada. La literatura se valora como la columna vertebral de la memoria, pero también como fábrica de mitos. En uno de los diálogos más trascendentes del libro, el protagonista le dice al príncipe de los bárbaros: «Usted ha intuido oscuramente que el poder no es nada sin una imagen, de la que obtiene toda su realidad. Una manera determinada de escribir la historia, que usted necesita a toda costa forjar y controlar. Sin esa imagen de usted mismo, a la que aspira con tanta fuerza que se ha engañado hasta el extremo de creer que podía encontrarla en mí, usted no es más que la expresión pasajera de una necesidad de la que nada comprende». El hombre poderoso lo es sólo en la medida en la que pueda cultivar una imagen que lo proyecte por encima y en sintonía con la voluntad de autopersuasión del resto.

Si algo nos queda tras transitar por las más de cuatrocientas páginas de Los jardines estatuarios es precisamente esa certeza de que ese cúmulo de acontecimientos que nos es tan caro (nuestra vida) no es más que una expresión pasajera que se inscribe dentro de un relato que nos excede y nos trasciende…


Si algo nos queda después de transitar por las más de cuatrocientas páginas de Los jardines estatuarios es precisamente la certeza de que ese cúmulo de acontecimientos que nos es tan caro (nuestra vida) no es más que una expresión pasajera que se inscribe dentro de un relato que nos excede y nos trasciende y que en su trama carga con los pormenores que dan curso al cauce específico de nuestra existencia. Idea que resulta, como la lectura, al mismo tiempo liberadora y nostálgica. Haría mal el lector en extraer como conclusión de esta reseña que la novela es un texto de corte puramente existencialista o filosófico. Los jardines estatuarios es, antes que cualquier otra cosa, la fábula de un hombre que se inserta en un mundo extraño —donde las mujeres aparecen como espectros siempre presentes pero rara vez visibles, en el que el poder se labra con tanto ahínco y cuidado que difícilmente ve sus fronteras transgredidas, en el que la alteridad se erige como un fantasma siempre presente y amenazante—, que lo llevará al vislumbre de exóticos paisajes, aventuras amorosas y salvajes y fraternales relaciones. El contenido subrepticio está enmarcado en un divertido, estremecedor y conmovedor relato de aventuras que restituye nuestra voluntad de habitar este mundo, que como aquel de los jardines estatuarios, se nos presenta a la vez fascinante y abyecto; arbitrario, misterioso, hermoso y cruel. •

Los jardines estatuarios Jacques Abeille Traducción: Lluís Maria Todó Sexto Piso • 2014 • 464 páginas Descarga un adelanto:

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Este número de Reporte SP ha sido ilustrado con obra de Lynd Ward, extraída de Frankenstein o el moderno prometeo (Sexto Piso, 2013), versión ilustrada del clásico de Mary W. Shelley.

Suscríbete y recibe en tu casa un libro de calidad indiscutible cada mes. www.sextopiso.com Reporte SP • Año 1 • Número 1 • septiembre de 2014 • Publicación mensual gratuita de Editorial Sexto Piso • www.sextopiso.mx Impresión: Offset Rebosán • Editores: Diana Gutiérrez, Diego Rabasa, Eduardo Rabasa, Felipe Rosete • Diseño y formación: donDani


El Señor Cerdo

E

l Señor Cerdo siempre está en busca de maximizar su experiencia de vida, tanto en el sentido metafórico de la expresión como en el sentido literal, pues considera que vida sólo hay una y que hay que sacarle todo el jugo, optimizando el costobeneficio de la existencia para aprovechar su potencial al máximo. Así que después de darle muchas vueltas ha encontrado una novedosa forma de combinar su necesidad de expresarse y de ser creativo, con la obligación de hacer rentables sus capacidades y talentos. Tomando prestada la idea de algunos deportistas profesionales que fueron precursores en este camino, el Señor Cerdo ha decidido convertirse formalmente en una marca y empezar a vender acciones de su persona. Así es, como lo oyen, el Señor Cerdo está dispuesto a venderles un porcentaje de lo más íntimo de su ser: quienes deseen invertir en él obtendrán un porcentaje correspondiente de todos los ingresos que genere a lo largo del devenir de su existencia. El lema que el Señor Cerdo ha elegido para venderse mejor es «Soy talentoso, soy creativo, soy una buena inversión» y, a diferencia de Facebook, en cuanto el Señor Cerdo dio el banderazo de salida para invertir en su persona, el precio de sus acciones se disparó por las nubes, pues aunque nadie sabe qué hace el Señor Cerdo, ni tampoco nadie haya podido

responder a la ancestral pregunta, ¿Quién es el Señor Cerdo?, los inversionistas apuestan a que alguien con el talento innato y la visión del Señor Cerdo no podrá ser detenido en su camino hacia la cúspide. Consciente de que ahora ya no solamente se pertenece a sí mismo, pues el Señor Cerdo tiene una responsabilidad social, moral, económica y psicológica con los dueños de su destino, el Señor Cerdo puso manos a la obra para empezar a potenciar el valor de su marca de inmediato. Por ello, lo primero que hizo fue pasar una noche en vela dando clic a todas las causas que pudiera apoyar en la página de internet change.org pues, de esa manera, no sólo está poniendo su granito de arena para promover el cambio en el mundo que toda la gente como el Señor Cerdo quiere, sino que de inmediato se alineó con ese selecto grupo de gente radiante, talentosa, creativa y preocupada por su entorno: las celebridades. Éstas, como toda vanguardia destinada a mostrar el camino a las masas, han conjugado mejor que nadie el compromiso social con los ingresos necesarios para poder disfrutar de una vida de lujo y confort o, para ponerlo en palabras de uno de sus miembros más afamados, «disfrutar la vida de la manera en que me gusta». •

Instrucciones a los patrones • Por Johnny Raudo

U

no de los principales retos a los que se enfrentan en la actualidad los patrones es reducir lo más posible el robo de uno de los bienes más preciados para toda empresa: el tiempo. Las nuevas tecnologías sacan a relucir el lado más mañoso de los empleados, y les proporcionan novedosas maneras para robarte el tiempo que deberían estar dedicando a su trabajo. Y además de eso, los patrones siguen teniendo que lidiar con el robo a la antigüita, que sucede cuando los empleados platican, se tardan mucho yendo al baño, o tienen la desfachatez de abandonar su lugar de trabajo para comprar un refresco o unas papas. Recuerda que no existe nada más productivo para un empleado que el miedo perpetuo a que lo corran y alguien más ocupe su puesto, así que asegúrate de fomentar la competencia y la rivalidad entre ellos, regañándolos en público por sus burradas, o alabando a los que sean más lambiscones, a los que puedes incluso regalarles un chicle o unos calcetines en recompensa por su docilidad. Asimismo, asegúrate de que no exista ningún lugar en el que puedan sentarse más que en sus estaciones de trabajo, y llega a un acuerdo con la señora de la limpieza para que le añada al líquido de trapear una pizca de miel con canela. El primer empleado que quiera robarte tiempo sentándose a descansar en el piso comprobará pronto en su trasero los efectos de su fechoría, y así poco a poco irás arrinconándolos y demostrando que siempre vas un paso por delante de sus torcidas mentes. En otra ocasión abordaremos el correcto uso de las cámaras de seguridad y micrófonos, pero por el momento basta recordar la leyenda urbana que prevalece en la actualidad en las cenas del Club de Patrones, sobre los incrementos en productividad que han experimentado las empresas que pusieron a circular

el video falso del empleado al que las cámaras de seguridad supuestamente sorprenden masturbándose en la cocina.

R

ecuerda siempre que en este mundo tan de cabeza en el que vivimos actualmente, a algunos empleados les cuesta trabajo apreciar el gran sacrificio que hacen sus patrones por ellos y por sus familias. Como seguramente habrás visto en incontables ocasiones, los empleados no entienden del todo que es el patrón quien tuvo la visión y el valor para ser un emprendedor. Tampoco les queda claro el heroísmo del patrón al arriesgar ese dinero que bien podría usar en comprarse una casa o, por qué no, en ocasiones hasta un yate. Sus tiernas mentes son muy influenciables por las ideas de agitadores que les dicen que, encima de todo, el patrón se apropia de su trabajo, les paga poco, no les da ni las prestaciones mínimas marcadas por la ley y otros sinsentidos más que contaminan sus cabezas y atentan contra la productividad de un ente tan sagrado como es la empresa. Tomando en cuenta lo anterior, asegúrate de que cada vez que sea día de paga tus empleados te escuchen suspirar y quejarte en voz alta, como si fueras una vaca exudando sus últimos mugidos. De esta manera, sin que necesites decírselos explícitamente, asociarán su sueldo con el gran dolor necesario para que puedas proporcionárselos. Cuando te topes con un empleado especialmente chismoso, tírate al suelo y arrástrate hasta sus pies fingiendo que no puedes levantarte, para que cuando te ayude sienta en carne propia lo que se siente ser una carga, como lo son ellos para ti. En cuanto el empleado chismoso propague su versión de lo sucedido, los demás quedarán tan conmovidos por tu nobleza que no se les ocurrirá jamás atreverse a pedirte un aumento de sueldo. •


El idioma

Fabio Morábito

materno

Samsonite

E

ntre los doce y los trece años me dio por dibujar interiores de casas rodantes. En hojas cuadriculadas trazaba líneas que representaban el comedor, la cocineta, el baño, el clóset y las alacenas. Había ido a una exposición de campismo y conocía las medidas de cada objeto. El chiste de una casa rodante es aprovechar el espacio lo mejor posible. En un habitáculo de cuatro metros por dos debe caber una familia de cuatro miembros que comen, cocinan, duermen y van al baño. Las casas rodantes están llenas de soluciones ingeniosas. Lo que de día es un gracioso comedor, de noche se transforma en una cama matrimonial. Mucho tiempo después publiqué mi primer libro de poemas. Estaba escrito todo él en versos cortos, casi siempre heptasílabos, que me parece el habitáculo mínimo para decir algo en verso. Mis poemas buscaban la concentración, no el despliegue y, tratándose del primer libro de un joven poeta, la cosa llamó la atención. El libro fue recibido favorablemente y en las reseñas que se ocuparon de él, uno de los términos más recurrentes era rigor. Cuando me invitaron a una charla con el público y me preguntaron sobre mis principales influencias, contesté que había escrito mis poemas del mismo modo como varios años atrás había dibujado el interior de centenares de casas rodantes: haciendo caber la mayor cantidad de materia en el menor espacio; por eso había recurrido a un verso corto, porque necesitaba un marco reducido que me obligara a hallar las soluciones más estrictas. Pero cuando la gente pregunta sobre las influencias literarias quiere oír nombres de autores consagrados y noté cierta perplejidad en el público ante mis elucubraciones sobre las casas rodantes. Ahora podría decir que siempre he escrito poesía como quien comprime lo esencial de sus pertenencias en una valija de poco peso, porque se marcha a un lugar que no conoce y no quiere cargar con un bulto voluminoso, y me temo que tampoco esta vez se me tomaría en serio si afirmara que mi mayor influencia literaria no es tal o cual poeta insigne, sino la línea de maletas Samsonite.

(Fragmentos)

fuego. Entre ellos está Tairis, ciego de nacimiento y cuya agudeza de oído es legendaria. Después de tres días cunde la desesperación entre los guerreros griegos que se hallan en el vientre de la bestia. Sedientos y debilitados, han guardado un silencio absoluto por temor a ser descubiertos, sobre todo por Tairis, a quien Odiseo conoce. Al amanecer del cuarto día Tairis escucha un sonido casi imperceptible proveniente del interior del caballo. Se queda inmóvil. ¿Dónde y cuándo escuchó algo semejante? Ya recuerda: de joven acompañó a su padre comerciante en un largo viaje y visitaron Ítaca, cuyo rey, Odiseo, los recibió en su casa. Recuerda el tintineo de la pulsera de oro del joven rey, que ahora ha vuelto a oír. Tairis va a hablar con el rey Príamo y le comunica que Odiseo está dentro del caballo; con él, de seguro, hay otros guerreros, posiblemente la crema y nata del ejército griego. La treta ha sido descubierta. Príamo le ordena que no abra la boca. Sabe que si se corre la voz, la gente quemará el caballo y el fuego hará irreconocibles los cuerpos de los que ahí se esconden. Él lleva diez años imaginando los rostros de Odiseo, de Agamemnón y Menelao. Quiere verlos y, después del trato cruel que ha sufrido su adorado Héctor a manos de Aquiles, quiere que lo vean, que lo último que vean antes de morir sea su rostro y el de la esplendente Troya, que resistió a su asedio. Luego los colgará en la llanura, y los griegos, ante la visión de sus jefes ahorcados, se irán para siempre. Ordena pues introducir el caballo en la ciudad. No cuenta con el ruidoso festejo que esa noche estalla en todos los rincones y ablanda la vigilancia de los soldados. Los griegos logran deslizarse fuera del caballo y abrir las puertas. Algunos dicen que Odiseo, conociendo a Príamo, agitó su pulsera adrede. •

El idioma materno Fabio Morábito Sexto Piso • 2014 • 178 páginas Mira una pequeña entrevista a Fabio Morábito en Canal 22:

El caballo de Troya

D

espués de diez años de asedio infructuoso, los griegos, al parecer, se han ido, dejando un enorme caballo de madera delante de Troya. Los troyanos se acercan circunspectos. Discuten durante tres días si es mejor introducir el caballo en la ciudad o prenderle

http://youtu.be/id4ivmBNxQ4


La desocupación

subversiva

Diego Rabasa entrevista a Vivian

A

pesar de que el libro pareciera enfocar su atención hacia el trabajo, me parece que el sentido del mismo trasciende este aspecto y se encamina más hacia preguntarse acerca de las posibilidades que tienen el hombre y la mujer contemporáneos por resistirse ante un modelo, un sistema, una praxis que le suprime la individualidad, lo obliga a oscilar perpetuamente entre el consumo y la productividad y le cancela cualquier posibilidad de existencia extraterritorial. ¿Por qué elegiste el trabajo como tema puntual del libro para desarrollar este ensayo sobre la disidencia?

La génesis de Escritos para desocupados se encuentra en un espacio distinto al literario, un espacio más amplio y complejo al que las vanguardias concedían una enorme importancia: el territorio de la vida cotidiana, el lugar donde se despliega la existencia. Ese espacio está hoy (lo ha estado siempre) colonizado por el trabajo, pues ocupa todo el tiempo vital de los individuos, de sus proyectos, conversaciones y afectos. La arquitectura de la vida cotidiana, como advirtieron los situacionistas, está diseñada bajo la sombra del trabajo. ¿Y por qué el trabajo se convirtió tanto para el capitalismo y la ética protestante, como para Hegel y el Partido Comunista, en «la esencia del hombre»? Me temo que desde la maldición bíblica, el trabajo ha sido un mecanismo muy conveniente para mantener un sistema de control sobre los individuos. Nietzsche escribió que detrás de cada apologista del trabajo se esconde un policía, pues mantiene al individuo ocupado, alejando de sí los apetitos y deseos de autonomía. Foucault mostró de qué modo las sociedades disciplinarias multiplicaron las instituciones cuya función era controlar el tiempo del obrero, suprimiendo las fiestas y el descanso, para que no sólo el día laboral, sino la vida entera, pudiera ser utilizada de la mejor manera posible por el aparato de producción. ¿Y no es eso lo que sucede ahora? En la era del turbocapitalismo, la jornada laboral no termina nunca: el horario 24/7 de la economía global interconectada no tiene fin. El trabajo se ha vuelto más opresivo,

Escritos para desocupados Vivian Abenshushan Sur+ • 2014 • 300 páginas Descarga el libro completo:

www.escritosdesocupados.com

Abenshushan

más omnipresente que nunca. Dimitir del trabajo es, entonces, una forma de sabotaje al interior de la maquinita tragamonedas. Si el trabajo (junto con la santísima trinidad de la competencia, la productividad y la ganancia) se ha convertido en el valor cumbre del dogma neoliberal, el haragán se convierte en un hereje, un disidente. (Quise decir: la haragana). Creo que el desempleo voluntario adquiere así una virulencia que va más allá del espacio oficinesco. Esta afrenta implica una transformación radical y abre la posibilidad de una existencia más allá de la asfixia capitalista que se ha autoproclamado como única vía. En el libro, hablo de otras formas de convivencia y organización colectivas, no fundadas en la acumulación y el individualismo, sino en la cooperación, la horizontalidad, el cuidado mutuo, la desaceleración. Porque los movimientos antilaborales y las apologías del ocio, desde Diógenes hasta el situacionismo o el movimiento italiano Potere Operaio, entendieron que la lucha contra el trabajo es sobre todo una defensa de otros modos de ser y estar en el mundo para el hombre. Hay un constante llamado a la trasgresión a partir de la forma. El libro explora distintos formatos de escritura y a partir de esta disposición metamórfica y de cambio continuo el lector percibe la potencia liberadora en la exploración estética. ¿Cómo llegaste a ello? ¿Qué representó para ti en el momento de la escritura?

Internet es una tecnología que ha modificado de manera irrevocable las formas de producción, lectura y distribución textual. Una tecnología que ha introducido una relación inédita con el lector, donde ciertos valores románticos como la figura de autor (autoridad), la originalidad y la propiedad intelectual se tambalean. Esas nuevas relaciones de producción son en muchos sentidos transgresoras del statu quo literario. Escritos para desocupados nació como una bitácora digital donde reflexionaba cotidianamente sobre mi deserción del mundo laboral, y en ese sentido, su proceso de escritura estuvo inmerso desde su génesis en esas nuevas condiciones de producción textual. Hecho a partir de fragmentos, links, documentos diversificados e imágenes extraídas de mis divagaciones por la red, además de los comentarios frecuentes de los lectores, el blog fue creando esa disposición metamórfica que luego trasladé (no sin dificultades) al libro. Además, siempre me ha interesado reflexionar sobre las posibles mutaciones del ensayo, un género que a pesar de su naturaleza experimental y abierta, ha sufrido un proceso de anquilosamiento. Cuando leí «El ensayo como hackeo» de Ander Monson, encontré una clave: ensayar puede ser también una forma de subversión. Después de todo, el campo de batalla del escritor es el lenguaje. Y era al interior del sistema del lenguaje donde me


interesaba intervenir en primer lugar, para poner en cuestión sus operaciones jerárquicas, su sintaxis (la gramática, decía Cage, tiene una organización militar), sus convenciones. Cuando comencé a reescribir el material del blog procuré no naturalizarlo: aunque varios textos crecieron en extensión y profundidad, otros conservaron sus intermitencias, ramificaciones e imágenes; algunos más se dividieron en dos columnas para establecer una confrontación de ideas contrarias. Uno de los temas centrales del libro gira en torno a la propiedad intelectual. El libro es copyleft y puede ser descargado gratuitamente en el sitio www.escritosdesocupados.com, ¿qué puedes compartirnos acerca de este experimento?

El experimento ha tenido resultados fabulosos que callarían más de una boca de los histéricos defensores de la propiedad intelectual que arguyen: «¡La descarga gratuita en Internet está matando a las editoriales!». La noticia es que gracias a que su circulación es libre, Escritos para desocupados se discute, se conversa, se comparte, se difunde de boca en boca al mismo tiempo que su primera edición está prácticamente agotada. Todos contentos. Hace unas semanas el periódico inglés The Guardian publicó un artículo en el que estudia cómo han cambiado las condiciones de trabajo de los escritores en el Reino Unido. La tendencia general marca un franco declive en los ingresos fijos (cada vez menos espacios peor pagados). ¿Qué lugar te imaginas que desempeñará el escritor en el futuro? ¿Qué posibilidades puede tener para no renunciar a su quehacer creativo y artístico sin tener que tener cinco trabajos simultáneos para poder pagar la renta?

La economía neoliberal tolera con dificultad al artista y al escritor. Sólo en la medida en que genera ganancias, tiene un lugar en su sistema. Pero la vida económica del escritor moderno, del escritor independiente, desligado de la corte y sus mecenazgos, siempre fue difícil. Y entre más radical, entre más contrario al poder o la sociedad, su situación fue peor. Pero hoy las formas de sustento para los escritores se han diversificado, desde la academia, las becas del Estado, los talleres literarios, el periodismo o la edición, son muy pocos los que no se dedican, de algún modo, al trabajo intelectual. Lo ideal sería que el escritor pudiera dedicarse a escribir, pero la sociedad le cobra caro su afición al ocio: ¿cómo puede alguien hacer del placer, la disipación, la lectura, la conversación, una forma de trabajo? En el ensayo «La jornada de la escritora» le dedico más de treinta cuartillas a tratar de responder (sin éxito) esa pregunta compleja. Lo cierto es que la realidad se ha ido polarizando: de un lado un puñado de escritores estelares que reciben regalías de ensue-

ño y de otro una prole de escritores precarios (a la que pertenezco) que vive al día. Esa brecha se irá extremando. El libro comenzó como un blog que le permitía tener un carácter de perpetua construcción. Ahora que tiene una versión impresa, ¿te quedas con la sensación de que el libro conforma un proyecto incompleto?

Ahora ha comenzado un tercer momento del proyecto, fuera de la página y más allá de Internet. Se trata de una serie de vínculos y relaciones que se han gestado a partir del libro pero que me han ido llevando hacia territorios ajenos a la literatura. En los últimos meses he asistido a varios encuentros con hackers, con estudiantes que promueven la cultura libre y el copyleft, con grupos que se organizan y aprenden alrededor del concepto de comunalidad, activistas y personas que también están generando nuevas prácticas destinadas a resolver la pregunta más apremiante de nuestra época: ¿puede construirse formas de vida fuera del circuito del capitalismo? ¿hay alguna salida a la crisis actual, una crisis no sólo económica, sino social, ecológica, anímica? El libro hace un llamado explícito a la rebeldía. ¿Puedes compartir con nosotros una o dos anécdotas de respuestas que dicho llamado ha despertado entre los lectores?

Las respuestas activas de varios lectores me han llenado de entusiasmo y, al mismo tiempo, de sorpresa. Dos ejemplos: me escribió una larguísima carta una mujer que llevaba quince años trabajando en la Bolsa y que, después de leer el libro, decidió renunciar. Después de leerla, tragué saliva. De algún modo sentía que el libro había destilado bien su dinamita. Que, a su manera, había triunfado. ¿Y luego qué? ¿Qué va a hacer toda esa gente que ha renunciado a su trabajo después de seguirme por la senda del sabotaje laboral? Imagino que cada quien encontrará una respuesta personal o, mejor aún, colectiva. Digo esto, porque hace un mes me escribió un muchacho que vive en una vecindad del df, junto con otros estudiantes precarios con quienes había leído Escritos para desocupados. Después de leerlo decidieron recuperar un espacio de la vecindad para crear un enclave cultural autogestivo, donde ya han pasado muchas cosas interesantes: desde comidas comunitarias hasta exposición de fanzines, charlas, ciclos de cine. Esa forma de lectura extrema, una lectura que atraviesa la página y se convierte en acción, es algo que me sucedió a mí cuando leí los documentos situacionistas o la Zona Temporalmente Autónoma o cuando me topé con el pensamiento de Guattari… Una vez, un crítico me regañó diciéndome que en esta época ya nadie creía que los libros pudieran cambiar la realidad. Se refería, por supuesto, a Escritos para desocupados. Pobre diablo. •


El buzón de la prima Ignacia

Q

uerida prima Ignacia: Desde que la virgen de Guadalupe me concedió el deseo de curar la rodilla de Britney Spears para que no tuviera que cancelar el concierto del que yo había comprado boletos un año antes, decidí ofrendarle mi vida metiéndome a la escuela de actuación de tv Azteca. Desesperada porque no me daban la oportunidad, seguí el consejo de una maestra y subí treinta kilos para ser candidata a los papeles de gorda ñoña y marginada en las telenovelas pero no me ha salido nada, y he reventado tantos pantalones que mis papás ya sólo están dispuestos a comprarme togas. ¿Crees que es una forma en la que la virgen trata de decirme que renuncie a mis sueños y mejor me dedique a otra cosa? Petunia Lizalde

Querida Petunia: Ay pues mira, no es por ser mala onda contigo pero yo soy derecha y no me rajo. Para qué te miento como el espejo que ha de querer guacarear cada vez que ruedas a reflejarte en él, así que mejor soy bien chicles contigo y te digo lo que nadie se ha atrevido a decirte: la virgencita no está para cumplir milagros pendejos como el que tú le pediste. Para eso, me haría la competencia y pondría su buzón de peticiones y sugerencias, pero pues no has visto que lo anuncie en ningún lado, ¿verdad? Una vez un fumado que quería ya sabes qué conmigo me echó un choro de no sé qué cosas de que el inconsciente colectivo y otras tonteras, y se me hace que eso fue lo que te pasó a ti, que ya traías la vocación de convertirte en una marranita y pues nada más usaste a la pobre virgen para justificar tus atasques de gansitos y chocorroles. Ahora, más vale que seamos prácticas y que afrontemos las cosas desde todos los ángulos que abarcan tus lonjas. Yo te sugiero que, ya encarrerado el ratón, le tupas bien a las frituras y engordes por lo menos otros treinta kilitos. Tarde o temprano, uno de los genios creativos de tv Azteca escribirá un papel para el que se requiera a una gorda que se bañe con trapeador, y entonces sí llegará tu oportunidad para el estrellato. En el peor de los casos, puedes considerar una carrera alternativa en la lucha libre, convirtiéndote en la versión femenina del Superporky, porque el otro día que vinieron unos amigos extranjeros los llevé a las luchas y te puedo decir que el desgraciado ya está para que lo internen en un asilo, así que quien quita y más bien tu vocación andaba por ese lado.

Q

uerida prima Ignacia: Mi marido Espiridión organiza todos los jueves una jugada de póquer en esta tu humilde casa, y yo siempre me quedo toda la noche parada detrás de él para darle suerte y para servirle su cubita cada vez que se le acaba, pero el otro día uno de sus amigotes vino con una señora bien respondona que me jaló a la cocina y me dijo que era denigrante que yo estuviera ahí parada como mensa detrás de mi Espiridión. ¿Crees que es mejor que jale una silla y me siente atrás de él para lo que pueda ofrecérsele? Marisela Mayagoitia

Querida Marisela: Híjole, si yo te contara las cosas que he visto. O sea, ni le hagas caso a esa marimacha nefasta, porque seguro su marido va a terminar por dejarla por una hembra de verdad, que sí sepa valorar a su hombre. Ora sí que como decía mi tía Florencia, la del Opus Dei, nosotras tenemos que comportarnos como damas en la mesa y como putas en la cama, y ya sabes que los hombres se sienten bien machos cuando juegan al póquer, así que no es el mejor momento para que su señora lo abandone poniendo en práctica esas teorías dizque modernas que son como una fábrica para producir solteronas alcohólicas. Entonces, no lo andes humillando frente a sus amigos jalándote tu sillita. Mejor, cuando te canses sírvele unos trancazotes de ron en sus cubas, para que a la tercera se derrumbe y te lo tengas que llevar a dormir con todo y los zapatos puestos. Sólo acuérdate de que puede estarse jugando el dinero de las colegiaturas de los niños, así que no escatimes en los métodos necesarios para usar tus encantos y asegurarte de que sus amigos terminen igual de pedotes. Cualquier sacrificio por los hijos y por la patria es justo y necesario, así que ni te sientas mal si en una de esas la cosa termina por otro lado con uno de ellos, mientras tu Espiridión yace como bulto en su sagrado lecho matrimonial. Estudié Economía en el itam, Finanzas en Harvard y Karma en la Universidad Tibetana, pero el verdadero aprendizaje lo obtengo en esa loca maravilla llamada vida. Si quieres que lo comparta contigo, no lo pienses más y consúltame en el siguiente correo electrónico: ignacia@sextopiso. com (PD: No hay censura pero por favor sean recatados y no me vayan a andar preguntando puras pendejadas).

Espejitos • dD&Ed


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«Como el sabor del agua es el gusto de los relatos de Ogai, quizás se deba a su estilo intelectualmente sobrio y a la total libertad que guía su narrativa.»

Mori Ogai • Satori Ediciones

«La mejor forma de descubrir y comprender la obra y el pensamiento de John Cage». El País

Yukio Mishima

Los límites del mercado

Macanudo 4

Karl Polanyi • Capitán Swing

Liniers • Sexto Piso

«Nadie hizo más por ampliar y profundizar la crítica de la sociedad de mercado. Polanyi es uno de los pensadores más importantes y originales del siglo xx.»

«Sus dibujos (de Liniers) evocan los caprichos de la niñez, una reivindicación de lo estrafalario que conecta con el lado más descaradamente ingenuo de los adultos que se niegan a crecer».

Joseph Stiglitz

Leonardo Tarifeño, Life & Style

Sobre el acantilado y otros cuentos

Toque de queda

Gregor von Rezzori • Sexto Piso

Jesse Ball • La Bestia Equilátera

«Estos tres relatos de Gregor von Rezzori, escritor elegante en sus formas y despiadado en sus fondos y a quien tengo desde ahora por un analista y crítico social excepcionalmente lúcido, están lejos, muy lejos, de provocar indiferencia, no digamos ya aburrir».

«En su primer libro traducido al español, Jesse Ball, el joven y prominente escritor norteamericano, articula una historia a la vez desoladora, tierna y experimental».

La medicina de Tongoy

Martín Caamaño


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