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Reconfiguración
Eduardo Higuera*
Desde 2018 la arena política se ha transformado en una especie de homenaje a los programas de Chespirito y no parece que esto tenga solución fácil, ni a corto plazo. Al igual que los programas del ya fallecido comediante, cada episodio que vemos es una calca, casi, de los anteriores. De esta forma logró, con tres o cuatro chistes y ocurrencias, llenar por décadas el espacio televisivo, siempre con éxito y siempre predecible.
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Con la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador esta fórmula se mudó del entretenimiento a la política, contando con la alegre participación de la oposición como comparsas, de la misma forma en que veíamos al profesor Jirafles, al Botija o a la Chimoltrufia repetir los mismos diálogos y seguirle el juego al Chavo o al Chompiras, siempre acompañados de las risas grabadas que tanto caracterizaron ese período de transmisiones.
El presidente, y en menor medida sus leales, envían un mensaje (puede ser la nueva nacionalización del litio, lavarle las manos al director de Segalmex, minimizar la creciente violencia, las amenazas de muerte contra la ministra presidenta Piña y diversos comunicadores o música de Chico Ché en la mañanera). Estos pueden ser temas trascendentes o banales, pero la oposición siempre pica el anzuelo y se dedica a lanzar epítetos, mostrar da- tos coyunturales y decir que estamos en un proceso de venezualización acelerado y ataque a las instituciones democráticas del país, en lugar de construir una narrativa propia y trascendente.
El segundo paso, en el caso de Andrés Manuel y no de Chespirito, es echar a andar la maquinaria estatal de granjas de bots, periodistas “independientes” de YouTube, medios oficialistas como La Jornada y repetidores de medios tradicionales como Jairo Calixto o Fernanda Tapia, retoman las reacciones de los opositores (casi siempre coyunturales, viscerales y llenas de insultos) para “demostrar” el bajo nivel moral y político que tienen las personas que no están de acuerdo con el criterio de AMLO y las acciones de la 4T.
Tiempo perdido, en eso se convierte el debate político nacional al seguir el mismo guion desde hace casi cinco años.
No me malentiendan, queridas lectoras y lectores, no digo que sea el único camino que queda para establecer la comunicación entre fuerzas políticas o con la ciudadanía, fomentando así la democracia de nuestro país.
El punto, más grave que quedarnos sin opciones, es que la oposición no ha realizado esfuerzo alguno para sustraerse de esta dinámica y actúa como los políticos, cuyo discurso ofi-
*Eduardo Higuera es un profesional con 20 años de experiencia en el campo de la comunicación, colaborando en medios informativos, comunicación social institucional, producción de medios, posicionamiento y manejo de relaciones públicas. @HigueraB cial afirma que mantienen sus intereses personales y de grupo por encima de cualquier tema o demanda social/ nacional.
Basta ver cómo todos los partidos se unieron en la búsqueda de debilitar al brazo judicial del sistema electoral nacional, el Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal, pues les impide manejarse con discrecionalidad y los obliga a apegarse a la ley.
Sumado a esto, en el improbable caso de que los políticos de oposición decidieran tomar en serio su papel de contención de los excesos autoritarios presidenciales, antes deben superar sus propias dirigencias, particularmente la de Marko Cortés y la de Alito Moreno, que constituyen ejemplos de lo que se busca combatir en el gobierno, pero ha persistido en la vida partidista: liderazgos autoritarios, perpetuación en el poder, construcción de cotos de poder y reducción de la vida democrática.
Por esa razón la palabra que debe guiar el escape de la escena de comedia chespiritesca y la construcción de un programa alternativo a la destrucción transformacional es reconfiguración.
Reconfiguración de los partidos políticos para que, por fin, entiendan que la simulación de cercanía e interés con la sociedad fue lo que le abrió la puerta a la crisis que ha ge - nerado el actual gobierno a partir de un voto de castigo que aún siguen sin asumir.
Reconfiguración de sus opciones a candidaturas presidenciales, pues la quiniela se ha llenado de mujeres y hombres de amplia trayectoria partidista, con la carga de desprestigio, dudas y señalamientos que esto significa en un México polarizado a propósito desde el poder y cuya finalidad es obvia: no importa quien se postule, pues todos son enemigos del “mejor presidente de la historia” a ojos de su voto duro.
Reconfiguración de su visión sobre la sociedad, ya que, a diferencia del pasado, los partidos necesitan con urgencia arraigo y fidelidad del electorado. Algo que se antoja difícil, ya que los acuerdos cupulares para designar candidatos partidistas y las pasarelas endógenas solo levantan cejas, en lugar de entusiasmos.
Reconfiguración, a como dé lugar.
¿Esto sucederá?, tengo profundas dudas, pero nada se pierde con desear con todas nuestras fuerzas que la razón democrática y no el interés, sea el impulsor de la partidocracia. Las dirigencias de los partidos parecen estar muy a sus anchas en el papel de comparsas de comedia, tal como chesp… López Obrador quiere.
El último en salir cierra, por favor.