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Claves de la elección presidencial (I) Enrique Paz*
Los tiempos políticos indican que una vez pasadas las elecciones locales en el Estado de México y Coahuila, las diferentes fuerzas y actores políticos se alinearán en torno al proceso electoral presidencial de 2024. Se espera que a partir de los resultados electorales de junio se medirán las capacidades de cada partido y los posibles candidatas y candidatos que pretenden sustituir a López Obrador.
Cada vez es más evidente que el obradorismo va por todo y contra todo por mantener la Presidencia de la República. Alienados bajo los designios presidenciales, los morenistas y sus aliados responden sin cortapisas ni pudor democrático a la estrategia planteada desde Palacio Nacional. Lo mismo legisladores aprobando reformas cuyo interés del Ejecutivo es prioritario o gobernadores de los estados firmando cuanto desplegado sea necesario para defender la propaganda gubernamental.
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Del lado opositor, la pasarela de nombres sigue aumentado conforme la necesidad de presentar una candidatura fuerte y competitiva se vuelve más que urgente. En términos mediáticos, pocos de los que han alzado la mano para presentar su candidatura generan entusiasmo en la opinión pública. Se piensa que una vez definida la persona que asuma la candidatura presidencial del bloque opositor se alienarán las preferencias de todos los sectores que quieren ver fuera del poder al obradorismo. Es una posibilidad, pero poco probable en el contexto actual.
Guste o no, debemos reconocer que las elecciones presidenciales de 2018 y la narrativa construida por el gobierno actual han cambiado las claves de las elecciones en el país. Además del consabido intervencionismo que todos los gobiernos de cualquier color realizan para influir en las elecciones, ahora se presentan nuevos factores que deben considerarse en las próximas elecciones del 2024.
Un primer factor que se debe considerar es la narrativa que se está construyendo hacia el 2024. Comúnmente elegir a la persona idónea a la Presidencia de la República implica elegir al mejor perfil en cuanto a preparación, popularidad, empatía y un cúmulo de características personales, profesionales y políticas que los electores consideran necesarias para ejercer el cargo.
Queda claro que a partir de la elección de 2018 la popularidad y el sentido de esperanza, transformación y honestidad primaron en la elección presidencial. Si bien el triunfo de AMLO fue el resultado de varios factores contextuales y políticos, entre ellos el hartazgo contra la élite política y los arreglos con grupos políticos locales, principalmente provenientes del PRI, lo cierto es que en las elecciones subsecuentes los atributos relacionados con la preparación quedaron en un plano secundario.
Por ello, varios de los personajes mencionados como posibles candidatos de la oposición, en esta narrativa, no “prenden” ni “entusiasman” a la multitud. Esto sucede porque la narrativa pondera el sentimiento de empatía frente a la capacidad o preparación de quién sea la o el candidato.
Por ejemplo, las credenciales de José Ángel Gurría, Enrique de la Madrid o Idelfonso Guajardo pueden ser superiores a las de Claudia Sheinbaum o Adán López pero no tienen ese atributo de “empatía” con el grueso de la población. En la narrativa actual los primeros “no son Pueblo” y, por ende, no conocen sus necesidades. De hecho, gracias a la diatriba presidencial tener preparación o estudios en el extranjero es sinónimo de “vende patrias” o “corrupción”. En este caso, no importan los hechos, importa quien sostiene la falacia.
En la elección para la gubernatura del Estado de México, Alejandra del Moral, la candidata de la alianza opositora, trata de cambiar esta
*Enrique Paz es politólogo y Maestro en Estudios Políticos y Sociales por la UNAM. Experto en asuntos legislativos, proceso electoral y partidos políticos. Consultor político y asesor en la Secretaría de Educación de la Ciudad de México. Fue coordinador de asesores del Grupo Parlamentario Nueva Alianza en la Cámara de Diputados en la LXII Legislatura. Consejero Electoral Distrital del entonces Instituto Federal Electoral (hoy INE) en los procesos electorales de 2000, 2003 y 2006. Participó como consultor político en campañas electorales de presidentes municipales y diputados federales. Ha sido profesor en los diplomados impartidos por el Instituto Ortega y Gasset en México en materia Educativa y Transparencia y Acceso a la Información.
@jepp_79 narrativa asumiendo que ella sí tiene la capacidad y preparación para gobernar, frente a la candidata obradorista, Delfina Gómez, que es expuesta como una persona limitada y sin la preparación suficiente para ser gobernadora. Hasta ahora los resultados de esta estrategia no se reflejan en las encuestas.
Independientemente del resultado de la elección mexiquense, las opciones que tiene el bloque opositor para competir por la presidencia son cambiar la narrativa o elegir una candidatura acorde con la actual. Esta definición es crucial si realmente se busca ganar la presidencia en el 2024.
Cambiar la narrativa en el sentido de la competencia y preparación implica nadar contracorriente a los dichos del propio Obrador, como la idea de que gobernar no es nada de otra ciencia o simplificar la solución de los problemas a un asunto de voluntad política o personal.
En este aspecto, la oposición ha sido totalmente reactiva al ritmo que marca López Obrador. Quienes pretenden la candidatura opositora deben redoblar esfuerzos por colocar los problemas nacionales como asuntos que requieren soluciones factibles y efectivas.
La desaparición del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) que fue creado por este gobierno para sustituir al Seguro Popular es una oportunidad de oro, si la oposición y sus posibles candidatos lo comunican de manera adecuada. Sobre todo a aquellas familias y personas que padecen los servicios de salud pública. La incapacidad de crear un sistema de salud es responsabilidad directa de López Obrador. El fracaso del Insabi tuvo costos en la salud y vidas de las personas que no tuvieron acceso a los servicios médicos por su incompetencia.
De poco o nada sirve para tales propósitos que ahora la oposición copie las estrategias que durante décadas usaron quienes hoy gobiernan: toma de tribunas, discursos incendiarios, provocaciones a funcionarios públicos. El sector medio que puede hacer la diferencia en la elección presidencial requiere más que estridencias y gritos en las tribunas parlamentarias o en videos de TikTok.
Decantarse por una candidatura competitiva en la narrativa actual implica un perfil aguerrido, con experiencia en campaña de tierra, que sepa comunicar directamente con la gente y tenga el temple para contrastar con la figura de López Obrador. Esto en el entendido de que el presidente será un actor preponderante en la elección presidencial que buscará por todos los medios, como lo ha hechos ahora, de influir en los resultados electorales.
En este sentido, otro aspecto que no puede soslayarse es precisamente la elección de Estado que se pretende organizar desde el gobierno federal. Es claro y notorio que AMLO usara todos los recursos del poder para mantener la presidencia de la República. Esto debe estar considerado en cualquier estrategia de la oposición, incluso en la selección de candidatura no solo a la presidencia sino en las diputaciones federales y locales, senadurías y gubernaturas.
Los intentos de menoscabar la legitimidad del Poder Judicial y el Tribunal Electoral pretenden cercenar la autoridad que tienen sobre la constitucionalidad del proceso electoral, como es el caso del Plan B; y la judicialización de los resultados electorales que podría anular desde las propias elecciones presidenciales hasta modificar la conformación del Congreso y los resultados en las gubernaturas que se renuevan también en el 2024.