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Formación en valores: una urgencia del siglo XXI Arlene Ramírez*

Arlene Ramírez Uresti

*Arlene Ramírez es Licenciada en Relaciones Internacionales por el Tec de Monterrey Campus Estado de México, con Mención Honorífica (1998), Maestra en Diplomacia con especialidad en Terrorismo por la Universidad de Norwich (2010) donde también realizó estudios de Doctorado en Relaciones Internacionales. @ArleneRU

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Los ciudadanos del mundo en el siglo XXI, hemos logrado que nuestra voz sea escuchada en diferentes espacios de participación social; y es en esos espacios en los que se requiere de propuesta y acción, acción social que permita el desarrollo de una mejor y más sólida participación ciudadana.

En virtud de que los movimientos sociales han logrado la protección de grupos vulnerables o la generación de políticas públicas, existe la necesidad de formar ciudadanos socialmente responsables; ciudadanos éticos, con sentido humano y sensibles a las necesidades de su entorno; ciudadanos (de todas las edades y condiciones sociales) que se preocupen por la trascendencia, por la generación de valor.

El pilar que debe soportar laparticipación social del siglo XXI debe ser la formación en valores. El regreso a los básicos.

La revaloración de la ética ciudadana permitirá que todas las manifestaciones de la sociedad civil en el espacio público tengan, ante todo, una voz de respeto absoluto hacia la nación en la que se desarrollan.

La ética y responsabilidad ciudadana son parte indispensable de la generación de una nueva conciencia que permitirá mejorar profundamente las condiciones de la población, y el desarrollo con equidad que tanto se anhela en el mundo.

Cuando la sociedad civil actúa responsablemente, impacta positivamente en la generación de políticas públicas, promueve y desarrolla la participación proactiva y perdurable; de lo contrario, encuentra desprestigio y ambigüedad.

La formación en valores permite el desarrollo de un auténtico ciudadano que es socialmente responsable (y corresponsable), comprometido con el desarrollo de su comunidad, pues genera propuestas, busca y promueve el cambio. Prioriza la acción frente a la reacción.

En ese sentido, comprende que el cambio empieza por él mismo, y que en la suma de las individualidades nace el valor de la colectividad proactiva que promueve la transformación cotidiana, siempre desde la participación social responsable.

Regresemos de nuevo a la educación en valores, promovamos en nuestros niños y jóvenes el aprecio por las virtudes que se alcanzan solo con la práctica constante de los valores.

La apuesta debe ser desafiar las prácticas que perjudican a los grupos más vulnerables, generando conciencia, solidaridad, y nuevas reglas de convivencia.

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