Libros
Los perfiles
de Mario Escobar Velásquez El próximo 18 de febrero, a las 6:30 de la tarde, en la Biblioteca Pública Piloto, Sílaba Editores y la Fundación Mario Escobar Velásquez presentan Itinerario de afinidades, al que le dan vida una serie de perfiles en los que se revela ese gran escritor que fue Mario Escobar. Este es el primer libro de varios inéditos del autor antioqueño que se publica después de su muerte. Hoy, Generación, ofrece en exclusiva tres de esos textos singulares en su manera de abordar a los personajes. I MARIO ESCOBAR VELÁSQUEZ
César Vallejo, o la originalidad
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César Vallejo tuvo, por todos los días suyos, y entre las cejas, las cárcavas del
tazos denodados en esquinas, saraos, reuniones, porque a unos les gustaba
tener memoria de lo venidero le dijo en un día a un párvulo llamado Ciro Alegría: “Tú
zó a triunfar la traición, a él empezó a subirle una fiebre de horno. Los médicos no le
fastidiado o el dolido, verticales. Y los
mucho la poesía de César, y a otros les
serás escritor”. Le había oteado libros futu-
encontraban nada, sino la fiebre. Los labora-
labios estragados, sin sonrisas, curvados, rictuosos. Y pedregosa la cara. Y el men-
disgustaba mucho. Como un sable, ese libro dividió a los intelectuales. Porque
ros. Tales, El mundo es ancho y ajeno, y Los perros hambrientos. Oteado, como oteó
torios nada, en treinta y dos exámenes. Y cuando se murió de la herida que le
tón salido como un dique.
con él, con esa poesía de corazón afuera-
el día de su muerte, que sería temprano, en
habían hecho a España, los escalpelos de
En todos los días le dolían la carne, y el pelo, y la poesía, y la vida. Y la madre
do y doliendo, rompió con un alambicamiento del lenguaje, añejo. Antes la poe-
París, con aguacero, un viernes santo. Así lo había consignado en un poema.
la autopsia no hallaron nada. Se había muerto de España vencida, crucificado él
muerta: a cada nada de todos los días la
sía era casi toda forma de las palabras, y
Se fue a París a cumplimentar lo previsto, y
en su propio viernes santo, Cristo andrajo-
llamaba con la misma angustia, como si se le hubiera muerto en cada uno de los días.
un poquito del sentimiento. La suya al revés: toda sentimiento. Pero un
los días le fueron monótonos, cuentas de rosario: hambre y poesía. Así, repetidamen-
so él, de carnes flacas y estómago vacío y España ardiéndole en la sangre.
Los “blancos” del Perú lo llamaban “indio”.
sentimiento de corazón oscuro, de cueva,
te, cansado del hambre, ahíto de él, pero
Cada poema suyo es un anárquico de lo
Pero era tan mestizo como ellos. Los españoles no llevaron mujeres al Perú, o a
doloroso. Nada alegre, pero nada-nada en ella. Una poesía fácilmente traducible a
inllenado del poema. A éste le ponía en cada vez los mismos
ortodoxo en poesía, pero cae como una pedrada hermosa disparada por una monta-
muy pocas de empingorotados. Pero sí lle-
cualquier idioma, todo sencillo en ella para
adobos: ausencias, melancolías, dolores,
ña con brazos. Es que así le salían, y no de
varon a la lujuria, y para el rijo tuvieron a las indias.
las ideas complicadas, sentir desanudado, baccarat translúcido.
alquileres cobrándole, todos los del mundo, golpes infinitos como el odio de los dioses,
otro modo, verbalizando al adjetivo, heraclitando el verbo, adjetivando al sustantivo.
Le decían, además, “pequeño”, por eso de
Pero cuando le dijeron que él no era capaz
viernessantos en los besos, asfixias bizanti-
Entonces uno aprende que la belleza tiene
la estatura. Pero como poeta era un Everest entre dunillas pardas. Es además el dia-
de escribir poemas al modo clásico, disparó con una fuerza de brazo de montaña una
nas, Marías que se van, nadas en el alma, landas sí, páramos también, casas deshabi-
todas las sustancias, aún las contradictorias a la belleza, como madres muertas, alquile-
mante más fulgurador entre la poesía mun-
serie de sonetos perfectos, tanto tan perfec-
tadas de sí mismas, padre asoleando
res insolutos y cobrándose, dolor en los
dial, y, alto entre nubes, bandera, pendón, grímpola, estandarte, gonfalón.
tos como los más perfectos de Julio Herrera y Reissig, que por entonces era el más
setentiocho años de hielos y huesos frágiles. Pero con esas mismas cosas el poema
huesos, flautas hechas de fémures, en donde toca la muerte sus músicas fúnebres.
Cuando publicó su primer libro, Los heral-
reputado en el arte de filigrana de los sone-
era siempre nuevo.
La belleza está en todo, pues. Pero sólo
dos negros, los acérrimos le brotaron legión: amigos acérrimos y enemigos acé-
tos difíciles. Fue maestro de primeras letras, ternezuelo
Cuando en España, encharcada en sangres, vómitos, fratricidas, poetas asesinados
el poeta la ve. Porque cuando escribe la poesía está mirando con los ojos
rrimos. Y esos opuestos se liaban a puñe-
para con los alumnos. Acostumbrado a
en su Granada, república traicionada, empe-
de Dios.
Domingo, 15 de febrero de 2015
Alfonsina Storni, compungidamente Lo que aprendió primero fue que no era
Tal vez fue peor porque empezó a ver a
recato esas almas circundantes, puebleri-
osados cangrejos negros, y cardúmenes
bonita: con eso la insultaron los espejos.
los hombres pequeños-pequeñitos, prole-
nas, recatadas, hipocritonas. El amor, pre-
movibles de peces blancos, y de sus miga-
Y las charcas, que son espejos caídos. Y las miradas de los chicos, mirando a
tarios del alma y de lo bello, rocas sin timbre, terrones infértiles, interioridades de
gonaban, era por tener hijos para el cielo y no por el goce sensual. Era de altar y no de
jas hubo para ostras y mejillones, y del desbarajuste de sus huesos sacó el agua
otras. Entonces quería no ser, no estar,
estaño que no sienten la música del
cama. El amor, esclarecían, no debe tener
arquitecta la cal para construir caracolas.
no haber venido, que la amasaran de nuevo, hermosamente sí.
verso, ni a la belleza, pero sí al dinero y a los negocios, miopes para la música, sor-
carne ni órganos, y sí pías inclinaciones. Todo eso la volvía isla, rodeada de sí
Toda mar. Le dijeron cobarde, las almas pías, que
Después, que no era rica. A gritos se lo
dos para los cuadros, sin olfato para las
misma, ergástula, socavón, landa.
no son capaces del suicidio.
enseñaron a sus etaminas proletarias los tisúes ajenos. A sus géneros baratos las
estatuas o las estrellas, mudos para las mieles de la poesía.
Después, la tisis, que asesina a los subalimentados, le abrió cavernas en los pul-
Siempre me dolió Alfonsina, clavada en mí como una espina a pique, infectada de
sedas suntuosas que iban en otros cuer-
Y sin embargo quería dársele a los hom-
mones, y toses secas sin terminación, y
puses hermosísimas.
pos. Eso le dolía como vastas quemaduras. Más tarde aprendió de sí misma que era
bres, así fueran diminutos, y se les dio infértilmente, porque amar le era impres-
asfixias de campana neumática, y ella no era quién para tener que aguantarlas
A veces, para desclavármela, escribía de ella en mis libretas. Salía, pero después
rebelde, y también de los rechazos de los
cindible como el agua, y su carne tenía
hasta la misericordia de una muerte
volvía, recurrente. Esta es otra desclava-
demás, por ello. Cuando recabó, supo que lo sería por siempre. No se tragaba nada
urgencias de tigresa. Y de ellos, hombrecitos, túvoles la carne que tenían mísera, y
demorada. Tísica también, su soledad dolía más. Y hasta la rebeldía y el orgullo
da que le doy. Y luego algún otro adolorido la volvió
de los decires sobre la superioridad del
no el alma sensitiva que les era ausente.
se le entisicaron. Lo único sano era su
música y canción. No sé quién, y no
varón, ella delicada sabiéndolos burdos. Eso la aislaba como a leprosa. ¿Qué era
Salía estafada, porque también de almas requería esa interioridad suya: orgullo
poesía. Por eso se buscó ella misma la misericordia, y le dijo a su rebeldía “hála,
importa: importa la canción. La cantan a Alfonsina las emisoras y los casetes,
eso de creerse igual o superior?, le decían.
erguido de lanza, porte de estandarte,
rebeldía”, y tomándose de la mano, de la
diciendo de fosforescentes caballos mari-
Y más después, hurgándose el ánima como un cofre, encontró la sensibilidad
carácter con filo y temple, leona brava, gavilana, cuchilla, facona, espada.
playa se fueron caminando hacia la sal más honda, y la fría conmiseración del
nos que la acompañan, y cuando la oigo me cae como una coz y se me alborotan
poética que le abundaba innúmera.
Fue maestra de escuela. Fue periodista.
agua más profunda, para que la catadura
las puses bellísimas, y le digo con mi voz
Encontró el prodigio inmarcesible del canto, y lo abrazó-aferró para no largarlo
Oficios esos de pan comer que no desembocan ni en fastos ni en gulas,
de las dos se les volviera mar. Era en el estuario del Río de la Plata.
más, y entonces cantó y cantó como una
enredados en carencias y en apuros.
Y se volvió mar. De su magra carne física
alondra feíta.
Tampoco le perdonaban sus versos sin
festinaron medrosos cangrejos azules, y
compungida: –¿Por qué me dueles, querida? ¿Y por qué tanto? No contesta, y sigue todaviízada en mí.
Meira Delmar, plena de poesía En Barranquilla, ciudad de muchas arenas,
ama. Al furioso como mil satanes, no. Lo
edad antigua del primer poema florecido de
reside Olga Chams, hija de libaneses residenciados acá desde principios de este
desconocen sus versos. Otra parte de la obra a hondos amores
entre el hombre, y la juventud del más reciente. La eternidad es esa simultaneidad
siglo, y en la arenosa ciudad ha de quedar
desembocados en olvidos. Meira canta muy
de los tiempos. En ella la belleza sobrevive
su arquitectura terrena cuando ya no sea sino espíritu, porque esa es la tierra a la
dulcemente a esas amarguras con versos impecables, con sonetos de una arquitectu-
por siempre, a pesar de las guerras y de los asesinatos, y de los demasiado ricos y de
cual ella ama.
ra de magia, de los cuales se escriben ya
los muy pobres, y de la vejez y de la muer-
Pocos la conocen por ese nombre de registro, porque desde pequeña decidió firmar
muy pocos en el mundo entero. Porque su dificultad arredra a todos. Sabe su poesía
te, y de los desamores y los olvidos. La voz ataba a los presentes con un lazo
sus poesías con el nombre, que haría más
que los paraísos están hechos para ser per-
de oro: todos un haz.
verdadero, de Meira Delmar, o Meira Marinera, o Meira de sal y viento y ola y
didos: en esa razón anda su magia. Lo hermoso es lo breve. No saberlo es lo que
Lo bello duele, es sabido, con dolores que úno agradece. Antes del dolerse deleitoso
corales. Porque el mar, que puede ser terri-
envenena la vida.
con la poesía de Meira, úno pensó en el
ble o dulce, amargo o placentero como los hombres, ha sido en suma el amado de
No es resignación: es entendimiento. Cuando estuvo en un recital, en uno de los
Parnaso y en las Nueve Señoras: están él y ellas en todas partes en donde los ver-
esta sirena del mar.
Martes del Paraninfo, vistió, como Atenea,
sos suntuosos caminen con pies de músi-
Una parte muy importante de su obra está destinada a ese amado verde y líquido, que
algo entre peplo y nube. Pudo parecer levemente anacrónica, pero sólo hasta que alzó
ca. Estaban ahí. Cuando la voz cesó, y los aplausos se apa-
en la playa sonsonetea endechas mientras
el brazo y disparó la flecha múltiple del
garon como alas cerradas, volvimos todos a
pule arenas y pedruscos. A ese manso
verso. Entonces se hizo eterna, y tuvo la
ser mortales.
La hoguera Esta es, amor, la rosa que me diste el día en que los dioses nos hablaron. Las palabras ardieron y callaron. La rosa a la ceniza se resiste. Todavía las horas me reviste de su fiel esplendor. Que no tocaron su cuerpo las tormentas que asolaron mi mundo y todo cuanto en él existe. Si cruzas otra vez junto a mi vida hallará tu mirada sorprendida una hoguera de extraño poderío. Será la rosa que morir no sabe, y que al paso del tiempo ya no cabe con su fulgor dentro del pecho mío. Meira Delmar
GENERACIÓN, una publicación de el COLOMBIANO
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