Revista sin contornos 03

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Sin contornos Espacio de entramado psicoanalítico

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Enero 2016 – año 2 – n° 3 ISSN-2451-6465


Dirección, diseño, edición : Aníbal Damián Repetto Sin Contornos: Año 2, n°3 - Enero 2016 Publicación cuatrimestral de suscripción gratuita y acceso abierto. Domicilio legal: Av. La Plata 303, 6° E, Buenos Aires, Argentina Registro de la Propiedad Intelectual Nro. 5241827 Propietario: Aníbal Damián Repetto ISSN-2451-6465

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Sin contornos es un espacio para el intercambio, no solo de ideas, sino de diversos tipos de conocimientos y sensaciones artísticas, ¿relacionadas? con el psicoanálisis. El objetivo es encontrarnos en una zona de juego en la cual las fronteras entre uno y el otro estén totalmente desdibujadas, de manera tal que no exista lugar para cualquier tipo de oposiciones binarias estructurantes. No se trata de evitar la tensiones sino de utilizar la energía potencial que estas acumulan. Se trata de permitirse el descentramiento del eje organizador de lo determinante para abrirse paso a lo indeterminado como potencia des-organizadora, que fluya sin un centro al cual atarse, sin un límite ante el cual rendirse, sin un sistema de pensamiento dominante que nos someta a la repetición compulsiva. Un llamado a la potencialidad suplementaria de la diferencia.

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06 - Aníbal Repetto : La ¿protección? integral de los derechos del niño devenido en consumidor

13 - Branko Gerlero Cogo : El problema de la psicopatología 24 – Adriana Santagapita : Mucho más que violencia “¿de género?”

29 - Lucila Murray : Conviviendo con la agresión y la intolerancia urbana. JUGANDO CON LAS LETRAS:

32 – Aníbal Repetto : Tan solo juego 33 – Alicia Manso Ramos : Compartirnos LEYENDO A :

34 - Silvia Bleichmar : Del autoerotismo al narcisismo 43 - André Green : Identificaciones 52 - Leopoldo Salvarezza : Viejismo 61 - CORTITAS Y AL PIE 62 -TRAZOS Y MIRADAS 64 - LOS AUTORES 66 - CONVOCATORIA Sin contornos – Enero 2016

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La ¿protección? integral de los derechos del niño devenido en consumidor ANÍBAL REPETTO

“Los chicos de hoy tienen que lidiar contra la evaporación y no contra la represión institucional" (Corea, 2003, p. 194)

La infancia como categoría social aparece en el siglo XVII, y siguió un curso que la llevó a pasar del ámbito privado al ámbito público, siendo así visibilizada y sujeta al Derecho. En este sentido, Lewkowicz (2003) señala que la infancia puede ser considerada como el conjunto de intervenciones institucionales sobre el niño y la familia, las que van a determinar qué es lo que se considera normal, regular o adaptado. El Estado toma intervención y destina a ella instituciones “socializadoras” como las escuelas y las leyes reguladoras de la infancia. Amparándose en la Doctrina de la Situación Irregular, junto a la idea de “protección” de los derechos del niño, aparece la de “tutela” de los menores, diferenciándose así al niño, sujeto de derechos, del menor, peligroso, tutelable, readaptable (Régimen del Patronato en Argentina entre 1919 y 2005). La situación de pobreza y los conflictos familiares complejos fueron considerados como riesgosos para ¿el niño? De este modo se constituye, por un lado, una infancia protegida, sujeta a normas y reglas, y una infancia vigilada, que se

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presenta como peligrosa. Así, las instituciones legitiman sus prácticas de educar, controlar, asistir, prevenir, tutelar, privar de la libertad, etc.; todo bajo el amparo del Estado. A fines del siglo XX, la Doctrina de la Situación Irregular es revisada y el paradigma cambia hacia el de Protección Integral de los Derechos de la Infancia. A partir de allí la niñez es considerada como una sola, y al niño como sujeto de Derecho que debe ser garantizado por el Estado, tal como lo postula la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (ratificada por Argentina en 1990). Esta tiene 4 principios básicos: a) el interés superior del niño, b) el derecho a la vida y al máximo desarrollo, c) el derecho a no ser discriminado, y d) el derecho de ser escuchado y que sus opiniones sean respetadas.

Si bien la CDN determina que el Estado lleve a cabo políticas públicas para promover y asegurar los derechos del niño, la transformación del Estado-Nación en Estadotécnico/administrativo (Lewkowicz, 2002, 2004), y el consecuente desplazamiento el este de sus funciones políticas a funciones de mercado, deja a las instituciones sin justificación política, ni amparo; lo que las coloca al borde de la fragmentación. Si bien se supone que los derechos del niño siguen sosteniéndose como política, se produce un cambio en su estatuto, lo que lo coloca en una situación de desprotección. En el Estado-Nación la existencia transcurre dentro de las instituciones, dispositivos disciplinarios tales como la familia, la escuela, la fábrica, etc. las que se relacionan entre sí de manera tal que cada una de ellas opera sobre las marcas subjetivas dejadas por las otras. Si bien esto genera un encadenamiento institucional que refuerza la operatoria disciplinaria, normalizando y homogeneizando, el suporte subjetivo generado por esta, el ciudadano, se desarrollaba bajo la previsibilidad del amparo Estatal. Si bien esto permitía el fácil corrimiento a la reconducción de los anormales nuevamente hacia las pautas de la normalidad, base de la Doctrina de la

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Situación Irregular; la Protección Integral de los Derechos de la Infancia vino a solucionarlo. La subjetividad ciudadana se organiza en torno a la suposición básica de igualdad ante la Ley, y el Estados encarga de ello. Pero al desfondarse en Estado-Nación y convertirse, por la hegemonía del mercado, en Estadotécnico/administrativo, la ley deja de ser igual para todos, y el soporte subjetivo deja de ser el ciudadano, para pasar a ser el consumidor. La ley desaparece en su universalidad, y deja su lugar a la regla, la que se crea en cada momento para cada situación particular. ¿Cómo puede entonces un niño estar protegido, si la Ley universal que lo debería proteger deja su lugar a la regla particular? El hecho de que el mercado se imponga como modelo universal para la organización social lleva a la instauración de una lógica mercantil, en la cual todo se mercantiliza, incluyendo la cultura, la educación, y porque no: el niño. Adultos y niños pasan a definirse como aquellos que se insertan en las redes del mercado siendo parte del conjunto de consumidores; reflejados en una

pantalla, cuyo contenido, mediado por las redes, atraviesa las paredes (Sibilia, 2012) Las instituciones que debían hacer efectiva la protección al niño, al perder a la metainstitución Estatal que las regulaba, se transforman en fragmentos sin un centro que les provea sentido y consistencia. Así la alienación y represión que se padecían por el carácter normalizador de las instituciones disciplinarias, pero que la CDN venía a regular, hoy se ha transformado en destitución y fragmentación. El padecimiento pasó del autoritarismo a la ausencia de posibilidades de ordenamiento. El niño, como consumidor, debe hacerse cargo de sí mismo. El pasaje de una institución a la otra, antes garantizado por la articulación institucional, carece hoy de un puente facilitador. Por ejemplo, hoy la escuela dejó de ser el soporte de la subjetividad oficial, para convertirse en una empresa más en el mundo de las empresas, un servicio más en el cual cada uno arma su escena, sin que estén garantizadas las condiciones de encuentro. Lo que Ignacio Lewkowicz (2002) llama escuela Galpón. Ya no hay un dispositivo panóptico que vigila, sino que el control ahora proviene de la amenaza de exclusión sin retorno.

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La coerción (Bauman, 2008) fue reemplazada por la estimulación, las conductas obligatorias, por la seducción, la vigilancia por la publicidad, y la regulación normativa por el surgimiento constante de nuevas necesidades. A partir de la instauración de una subjetividad massmediática, las operaciones básicas ya no son normativas sino de imagen y opinión personal; y el niño, como consumidor está inmerso en ella, desprotegido, ya que como consumidor es igualado al adulto. El nuevo estatuto de consumidor, iguala al niño con el adulto, ambos son ahora consumidores, y aquel que antes debía asegurar su protección, ahora es un par o un competidor. La publicidad destinada al niñoconsumidor es generadora de una subjetividad que lo exhorta a consumir y rebelarse en caso de que sus pretensiones no sean satisfechas por sus padres. Si bien esto iguala al niño y a sus padres como consumidores, el niño es el blanco predilecto del bombardeo publicitario, ya que, despojado de los frenos que pueden imponerse los adultos, se convierte en el consumidor ideal. Un claro ejemplo de esto es la modificación de las pautas publicitarias, que en la década del 80 mostraban al niño en

relación lúdica con el producto ofrecido, mientras que hoy aparece el producto despojado del niño y la situación lúdica. El niño, devenido en consumidor, ya maneja los códigos publicitarios sin necesidad de que le enseñen como hacerlo. El juguete dejó de ser tal, para convertirse en un objeto de consumo. Ya no existen cosas de grandes y cosas de niños; ahora solo hay objetos de consumo, lo que produce el borramiento de los límites entre los adultos y los niños. La institucionalización de la figura del niño como consumidor implica un uso abusivo de los derechos del niño, ya que si bien el niño tiene derecho a ser oído y que sus opiniones sean respetadas, no es en referencia al consumo que ese principio ha sido implementado. Así, se mantiene la

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letra de la Ley, pero se violenta su espíritu; mientras los Estados están ocupados en otras situaciones y miran para otro lado. Bauman (2000, 2008) señala que el consumidor es movido por la necesidad de convertirse ellos mismos en un producto de consumo para sentirse aceptado por el otro. Los vínculos están mediados por el mercado, por lo que el sentimiento de pertenencia implica el uso de marcas de pertenencia, fácilmente adquiribles en los comercios.

Sin embargo, permanecer dentro del grupo de pertenencia implica estar atento al momento en que los emblemas en uso son desplazados y cambiados por otros; ya que el hecho de no actualizarse implicaría la exclusión, el rechazo y el abandono. Esto implica la construcción de un tiempo compuesto por instantes episódicos, con mensajes de cambio que deben ser rápidamente captados para poder responder pronto, ya que no hay garantía de pertenencia; esta debe ser continuamente renovada.

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La cultura consumista ha degradado la duración jerarquizando la transitoriedad y la gratificación inmediata. Si bien el consumo pareciese colocar a los objetos como el elemento más buscado, es el domino del tiempo el hecho más importante al que el individuo se dedica, generándose así un estado de emergencia permanente. ¿Es dable una subjetivación saludable en este medio de continuas variaciones bruscas, y plenas de incertidumbre; sin puntos de anclaje firmes que permitan establecer una constante? ¿Es posible una subjetivación saludable si la satisfacción tiene que ser una experiencia inmediata y transitoria, hasta el punto de aburrirse ante una satisfacción duradera que no permite la insatisfacción? ¿Cómo proteger al niño del impacto que su concepción de consumidor genera en su subjetividad si su familia también está inmersa en este? Y por más que así no lo fuese, ya no es necesario atravesar el campo familiar, como antaño, para arribar al afuera.

Hoy la tecnología acerca prematuramente al niño, a través de variedades de pantallas disponibles fácilmente, mandatos sociales, ideales, preceptos, normas, modelos identificatorios, etc. Ya no hay una estructuración subjetiva previa a la salida al afuera del núcleo familiar. Hoy, ya desde muy pequeño, el niño está expuesto a una relación de acomodación, ensamblaje y disposición a lo massmediático y sus influencias. Influencias que pueden no estar en sintonía con el formato familiar, lo que coloca al niño en posición de decidir que “compra”, y por lo tanto dejándolo solo ante decisiones para las cuales no está subjetivamente preparado para afrontar. Por lo cual, eso no puede ser considerado dentro del terreno de lo saludable (Sibilia, 2012). Frente a esto, Corea y Lewkowicz (1999) refieren que las Instituciones responsables de garantizar por la salud de los niños asumen tres posturas diferentes: a) Renegación: No admiten la existencia del problema, motivo por el cual no pueden pensar ningún procedimiento de intervención. b) Asimilación: El problema es reconocido, pero los procedimientos de intervención utilizados son ineficaces, ya que ponen en práctica

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antiguos procedimientos ya ensayados; los que pudieron ser eficaces en otro momento pero no lo son ahora. Por lo tanto, es una posición que carece de consecuencias prácticas renovadoras, y busca restituir la vieja alianza con el estado. c) Producción: Se trata de la posición activa que admite el problema, y busca instaurar procedimientos novedosos que se ajusten a la nueva realidad. A lo largo de este artículo me pregunto varias veces si es posible una subjetivación saludable en los términos socio-político-económicos planteados. Mi respuesta es que sí, que es posible, siempre y cuando se tenga como precepto la protección integral del niño, no como instrumento mal-utilizado por el mercado; siendo conscientes en todo momento de los riesgos de dejar al niño desamparado frente al avance de una sociedad de consumo cuyo, poder dominante solo lo visualiza como un consumidor más, y su salud no le preocupa más que para vendérsela como un bien de consumo como cualquier otro (quizás algo más redituable).  Aníbal Repetto

Bibliografía: ‒ Bauman, Z. (2002). Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de cultura económica ‒Bauman, Z. (2008). Vida de consumo. Buenos Aires: Fondo de cultura económica ‒Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional Sobre los Derechos del Niño (CASACIDN), (2008): ¿Qué es un sistema de protección integral de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes? Buenos Aires ‒Corea, C., Lewkowicz, I. (1999): ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez. Buenos Aires: Lumen - Humanitas. ‒Corea, C. (1999). La destitución mediática de las etapas de la vida. En Pedagogía del aburrido: Buenos Aires: Paidós (2004) ‒Corea, C. (2003). ¿Qué hacen los chicos con la Tele. En Pedagogía del aburrido: Buenos Aires: Paidós (2004) ‒Lewkowicz, I. (2002). Escuela y ciudadanía. En Pedagogía del aburrido: Buenos Aires: Paidós (2004) ‒Lewkowicz, I. (2002). Entre la institución y la destitución, ¿Qué es la infancia? En Pedagogía del aburrido: Buenos Aires: Paidós (2004) ‒Lewkowicz, I. (2003). ¿Existe el pensamiento infantil? En Pedagogía del aburrido: Buenos Aires: Paidós (2004) ‒Lewkowicz, I. (2004). Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez. Buenos Aires: Paidós ‒Sibilia, P. (2005). El hombre postorgánico. Cuerpo subjetividad y tecnologías digitales. México: Fondo de cultura económica ‒Sibilia, P. (2012). Redes o paredes. La escuela en tiempos de dispersión. Ed. Tinta Fresca

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El problema de la psicopatología BRANKO GERLERO COGO

Nos ocuparemos de uno de los capítulos más controversiales en el campo de la salud mental, digamos en un sentido amplio, de todo lo que abarcan las disciplinas llamadas Psi: el problema de la psicopatología. La cuestión de las nominaciones y las clasificaciones plantean controversias que han librado batallas épicas entre escuelas a lo largo de toda la modernidad. Desde el nacimiento mismo de la psiquiatría, el estatuto que toma el loco frente a la mirada del médico ha sido objeto de discusión. La fundación del campo psiquiátrico se produce en el contexto de los importantes cambios socio-históricos que acompañan a la revolución francesa. El nacimiento de la psiquiatría como disciplina dentro de la medicina presenta un rasgo singular: no surge por diferenciación de conocimiento o por el progreso de técnicas de exploración, sino que por el contrario, se encuentra estrechamente relacionado con un cambio de otro orden, un cambio que recae sobre la consideración de la locura, cambio que implica una nueva perspectiva sobre el loco, que adquirirá el estatuto de enfermo como alienado mental. Anteriormente a esto, la locura era campo de jurisdicción a cargo del derecho, y el

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loco, junto con los marginales y criminales, compartían un mismo lugar en función de su peligrosidad. Es Pinel (1793) quien inicia un movimiento que atiende a separar al loco de este conjunto a partir de una consideración medica que privilegia la dimensión terapéutica, inspirada en los principios de la ilustración, que implicaba por otra parte la creación de una institución especifica organizada a partir de lo que llevo el nombre de tratamiento moral, tomando aquí moral, como psicológico. Hecho así el pasaje de la locura del campo del derecho al campo de la medicina, la locura quedará sujeta a nuevos mecanismos de control social. El loco será sujeto de observación y clasificación

fundamentalmente. Si bien el mito es de orden filantrópico, para Foucault (Historia de la locura – enfermedad mental y personalidad) la creación del discurso teórico psiquiátrico iniciado por Pinel solo sistematiza y justifica una práctica segregativa de la locura, que basaba su eficacia en el aislamiento del loco de su medio social. “La alienación (dice Foucault) surge como una noción abstracta de la integración de las practicas jurídicas y medicas”. Intentamos pensar de qué manera, desde el siglo XVIII hasta la actualidad, la lógica con la que se trata a los padecimientos mentales sigue siendo en sus

Philippe Pinel à la Salpêtrière (Robert Fleury)

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generalidades una lógica segregativa y de control social, estableciéndose de esta manera una subordinación de la medicina y la psicología al campo de lo jurídico. Es una posición ética en psicoanálisis, no quedar (del todo) entrampado al servicio de dichos mecanismos de segregación, estableciendo la diferencia necesaria, ya para nosotros una diferencia lógica, que pensó Freud entre salud y normalidad; así como también aquella que pensó Winnicott entre salud y sobre adaptación, o más precisamente la relación de acatamiento a las exigencias del medio. Más importantes se hacen estas distinciones a la hora de hablar de psicopatología en la infancia temprana, en tanto y en cuanto serán los discursos de los profesionales de la salud y de los pedagogos los que condicionaran en cierta medida el destino, saludable o no, de algunos niños. En la actualidad, las nominaciones psicopatológicas han devenido logos, etiquetas de mercado más que elementos que condensan descripciones clínicas. Más bien, se instituyen en tanto categorías que nominan y definen el ser, que le dan forma, ya no se sostienen en el ámbito de la descripción y utilización por parte de la fina semiología impartida por el experto, sino que

moldean el ser en tanto que lo instituyen como un trastornado, más allá de cualquier singularidad que haga asomar a lo que queda del sujeto. Superado el adultomorfismo del siglo XIX, en donde la psiquiatría intento hacer encajar a los niños en las categorías y clasificaciones nosográficas de las enfermedades adultas, y pasado de moda el psicoanálisis de niños clásico – dígase kleinismo o annafreudismo – la psicopatología infantil cae en una clasificación normativa que no deja lugar alguno a lo pasible de devenir singularidad, y en donde la anormalidad se traduce inmediatamente como patología (trastorno).

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En tanto etiquetas o logos del mercado, las nominaciones psicopatológicas devienen mercancía, a las que por su puesto se le adosa el psicofármaco correspondiente. Ante dicha situación, el mercado fabrica una moda, y la enfermedad mental funciona como punto de anclaje identificatorio allí donde no hay lugar para la angustia. Los analistas nos encontramos cada vez más rechazando aspirantes a pacientes que nos vienen derivados de jardines de infantes y escuelas, porque cualquier conducta que no se ajuste a la norma –una norma ya desnormatizada, la que puede funcionar hoy- es tomada hoy en términos de patología. El mercado se ha hecho cargo también de popularizar dichas nominaciones, y también de alguno de sus rasgos clínicos patognomónicos. Los legos, al decir de Freud, se instituyen en pseudo psicopatólogos, al punto tal de que cualquiera puede diagnosticar una bipolaridad, un ataque de pánico, un trastorno de ansiedad, o una depresión en el caso de adultos; o bien un autismo, un ADD o ADHD en niños, con la sola consulta a una página de internet, o bien solo apelando solo al saber popular Sabemos que nuestra práctica en tanto psicoanalistas tiene que ver fundamentalmente con la metabolización por parte del sujeto de los enunciados que le vienen

del medio, de modo tal que un primer trabajo en la consulta analítica será limpiar de impurezas, destituir efectos de nominación que funcionan las más de las veces como defensa, y los pacientes se presentan como enfermos, o presentan a sus hijos con tal o cual patología. Es decir, en la actualidad se hace necesario un doble trabajo inicial: por un lado un desdiagnóstico de aquello con lo que lo nominó el medio –llámese escuela, familia, pediatra, etc. en conjunto con el paciente, de modo tal de despejar identificaciones que coagulan y aplanan cualquier tipo de singularidad subjetiva; y por otro lado un diagnostico en términos amplios, y no –solamente- clasificatorio en términos de etiqueta. Una actitud diagnóstica psicoanalítica implica juntamente eso, una apertura a lo singular de cierto conglomerado sintomático, y la ubicación y función de cada síntoma, determinando el modo de funcionamiento y constitución en la economía libidinal de este sujeto, constituido y habitando este medio. Semiología entonces de la presentación sintomática del paciente, y además, semiología del medio, estableciendo sus relaciones intrínsecas y de inherencia.

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Pero es fundamental el primer punto, porque de lo contrario caeríamos en un ambientalismo que supone, como lo han hecho ciertas modas teóricas, que el niño no es más que un efecto del medio en el que vive, no dejando de su lado nada de la espontaneidad constitutiva, ni de los modos singulares de metabolización de lo que ese medio ofrece. Dirá Silvia Bleichmar: “lo que busco cuando hago diagnóstico es –en primera instancia- de qué manera está operando el conflicto intrasubjetivo, vale decir, intersistémico, y también de qué manera se están jugando ciertas cuestiones en la relación con el semejante”. (Bleichmar, S. 2000).

Entonces, para hablar de psicopatología, retomaremos algo del espíritu de Jaspers en su psicopatología general, teniendo en cuanta que se trata de un método de búsqueda, de investigación clínica, de búsqueda de signos a veces muy poco evidentes y muy poco asequibles a la comprensión: en nuestro caso el método será psicoanalítico. Y además, la tomaremos como una tabla de orientación, en donde existen las clasificaciones, pero las utilizaremos justamente para ir desde la práctica – investigación clínica hacia ella, y no desde ellas hacia la realidad con pretensiones de correspondencia biunívoca. Caso clínico:

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Melchor tiene 3 años y 5 meses en el momento en que hacen la consulta en el área de salud mental del hospital de Chivicoy, derivado desde el CEAT (centro de estimulación temprana). A este centro es derivado por el pediatra a mediados del año 2013 con diagnóstico de retraso madurativo leve, sin antecedentes, y parto normal. Comienza estimulación temprana casi un año después, a la edad de 3 años. Allí comienza tratamiento de fonoaudiología, toma sesiones con una maestra

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estimuladora, y se realiza una interconsulta con medico otorrinolaringólogo por sospecha de sordera congénita, dando por resultado una evaluación normal. Según la maestra estimuladora y la fonoaudióloga, Melchor no registraba sonidos, con lo cual decidieron descartar lo auditivo. En el mismo mes en que comienza estimulación, solicitan también consulta con medico neurólogo, evidenciando resultados de evaluación normal, y la indicación de que siga con estimulación del lenguaje. Se encuentra tranquilo siempre y cuando la mama está cerca, y si logran por un momento jugar sin la mama en presencia, comienza a hacer berrinches cuando escucha la palabra “mamá”. Vive con su mamá (25), su papá (28), su hermano mayor (10) y su hermana menor (1,6), en una parte muy reducida de la casa, porque la otra parte la subalquilan. La mama el ama de casa y el papá es obrero de la construcción. Según cuenta la mama de Melchor, el papá no comparte demasiado tiempo con ninguno de sus hijos y los grita mucho. Ella hizo el intento de hablar con los hermanos de su marido, pero a ellos tampoco les hace caso. En abril de 2015 realizan la consulta conmigo en el hospital. Concurre a la consulta en compañía de su madre y de su hermanita de un año y medio de edad.

Los invito a pasar al consultorio y la mama comenta que Melchor tiene grandes dificultades para separarse de ella, y esto ha sido motivo para que en el jardín le recomienden que espere un tiempo más para llevarlo, puesto que el niño solo tolera quedarse media hora en la sala, y no para de llorar durante todo el tiempo que se encuentra allí. Intento que la mama salga y quedarme jugando con él, pero automáticamente comienza a hacer una rabieta y a decir No, acercándose a la puerta para que la mamá no salga. En el área del lenguaje presenta Jerga, a todo responde con un Ticu Ticu rítmico, que a primera vista no impresiona ninguna intención comunicativa, aunque observando un poco más de cerca puedo pesquisar que lo dice cuando le pregunto algo o cuando se encuentra con algún juguete que le gusta. A lo largo de las sesiones comienzo a explorar la utilización que hace el niño del lenguaje. Presenta palabras monosilábicas como “No” o “Si”, y fragmentos de palabras como “Ma”. Interrogo a la madre acerca del lenguaje, y me comenta que ella le entiende, que lo que más aparece es este ticu ticu, pero que tiene algunas palabras y que “se hace en entender todo lo que quiere”

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Le pregunto a la mama si alguien de su familia tuvo antecedentes de retraso en la adquisición del lenguaje hablado, y me comenta que su hermano mayor, que actualmente tienen diez años, comenzó a hablar recién a los cuatro años, momento en que decidió enviarlo al jardín de infantes, y que sus primos que aún viven en Bolivia también presentaron retrasos en la adquisición de la lengua hablada, comenzando a hablar uno de ellos recién a los 7 años. Durante las sesiones utilizamos la caja de juegos, elije los juguetes con los que quiere jugar y, si yo lo convoco, podemos jugar juntos y compartir juguetes. Mientras juega, suena, yo retomo estos sonidos y empezamos a compartirlos, hasta que podemos hacer una conexión entre el sonido y el juguete en tanto que los sonidos devienen onomatopéyicos. Toma un bloque con ruedas y comienza a hacerlo andar, le digo “es un tren, como hace el tren, chu chuuu”. En ese momento hacen lazo, en un decir soussureano, significante y significado, y cada vez que toma el bloque con ruedas y lo hace andar, le pregunto ¿Cómo hace el tren? Chu chuu, responde, y comienza a utilizarlo en el juego. Por otro lado, es un niño que no habla, pero que está en el lenguaje; mantengo una actitud exploratoria, y comienzo a pedirle que me alcance cosas de la caja de juegos.

Allí puedo corroborar no solo que entiende el significado de las palabras que le digo, es decir que conecta concepto con objeto, sino que además reconoce algunos colores, cuando le pido que me alcance alguno de los lápices para dibujar.

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En varias oportunidades, no hemos podido entrar al consultorio, y al intento de interactuar con el presentaba rabietas y se tenían que volver a su casa. Esto es posterior a un intento por parte mía de que, en sesiones anteriores, se quede conmigo jugando en el consultorio, y la madre afuera. Es decir, luego de eso, el anticipa la posibilidad de que esto vuelva a suceder y no quiere volver a entrar. También comenzaban estas rabietas cuando había demasiada

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gente en la sala de espera, o alguien se interponía en el pasillo que lleva al consultorio; allí volvía para atrás y terminábamos realizando la sesión en la sala de espera. Un paso antes de volver a entrar al consultorio, es el dibujar con la secretaria. Al presentarse muy inquieto, se acerca a la secretaria y toma un lápiz y un papel, y comienza a garabatear. Correlativo de ello, es la construcción de un pasillo con las puertas (la de la sala de espera y la de mi consultorio) por el cual él puede ingresar sin mayores dificultades. Aquí se presenta una variación: si la madre permanece dentro del consultorio, él se apura a cerrar la puerta, y si la madre se queda en la sala de espera, dejamos el “túnel” abierto, y al intento de cerrar la puerta me lo impide. Durante todas las sesiones se da la secuencia de dibujo - juego o Juego – dibujo. No logra formas, pero muestra gran placer en el dibujo, que compartimos ambos en la misma hoja, y se muestra interesado en elegir los colores. La madre comenta que es una actividad que comparte con el hermano y con ella. La última sesión transcurrió luego de dos meses en los que se había ido a Bolivia con su mama y su hermana más pequeña. Me lo encuentro en la sala de espera de niño sano, estaba muy alegre, jugando entre su mama y los otros niños que había allí. Iba a

buscar a una niña para jugar, con su lenguaje escaso. Al otro día, entra al consultorio sin ningún problema, jugamos/dibujamos y noto que logro algunas palabras más como Hola, Chau, Chocó… esta última correspondiente a un juego que comenta la mama, cada cosa que lleva con fuerza hacia la pared se acompaña de un “chocó!” Es interesante pensar este caso a la luz de una posición teórica psicopatológica como la que presentamos al principio, porque funciona algo así como representante, como retrato dirá Ricardo Rodulfo, de muchos pacientes en donde no se puede poner una etiqueta nosológica con total claridad, justamente porque son sujetos en vías de estructuración de la tópica psíquica. Con lo cual, hablar de una patología con nombre y apellido no sería más que cristalizar una observación, un estado, en una clínica completamente sincrónica y que procede por cortes, sin tener en cuentas los múltiples pronósticos posibles. Sobre todo, en psicopatología de corte psicoanalítico, se nos hace imposible pensar a Melchor dentro del esquematismo Neurosis / psicosis. Diríamos más bien, que se hace necesario el establecimiento de otros vectores

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de lectura clínica, como por ejemplo la pregunta acerca de si el conglomerado semiológico que presenta es del orden del síntoma o del orden del trastorno. Teniendo en cuenta el criterio psicopatológico que planteábamos en la introducción, resulta de suma importancia pensar cuales son las características de las problemáticas que presenta el niño, tanto como el diagnostico en salud. Es decir, cuales son los recursos con que contamos para trabajar y que grado de permeabilidad reviste a la hora de las intervenciones. Teniendo en cuenta que lo envían para tratamiento con sospecha de autismo, tendremos en cuenta la posición de Golse a la hora de hablar de la plasticidad de los trastornos autistas. No podemos afirmar en ninguna medida que este niño presenta un cuadro de autismo infantil precoz, teniendo en cuenta que, si bien algunos de los otros devienen peligrosos, su respuesta, su defensa, no es el encapsulamiento autístico, sino más bien la huida al regazo de la madre. En este sentido, podemos pensar en dificultades de la separación, que nos hacen pensar también en cuales fueron las características

del vínculo de apego; teniendo en cuenta que, un buen apego implica necesariamente un buen desapego. Si pensamos en cuadros psicopatológicos, debemos pensar más que en un autismo, en un cuadro de psicosis infantil, lo que Margaret Malher hubiera conceptualizado como psicosis simbiótica, presentado semiológicamente escasa capacidad de relacionarse con otros si no cuenta con la presencia física de la misma. Es decir, encontramos aquí lo fallido de la constitución de una superficie de continuidad que permite el jugar a solas.

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Diferenciemos entonces; no encontramos en Melchor una falla o una fijación a nivel del autoerotismo, sino más bien en la constitución del narcisismo, habiendo fallas importantes en las funciones yoicas que le permitan un sentir autónomo y un pensar autónomo, sin peligro de desintegración subjetiva. Tomando al mismo autor, diremos que cuando el bebé nace hay 4 dominios importantes que se abren, elementos que avanzan juntos: la autoconservación, el apego y la intersubjetividad y el último es el de la regulación del placer y del displacer. Al mismo tiempo hay tres grandes temáticas, la temática de los envoltorios psíquicos, la temática de los lazos primitivos y la temática de las relaciones propiamente dichas. Con Melchor podemos decir que si bien no hay una deprivación en lo que refiere al acceso a la intersubjetividad, si hay una clara perturbación de la misma: por un lado por la dificultad de relación con otros en ausencia física de la figura materna, y por otro lado por la marcada perturbación en el acceso a la lengua hablada. Es un niño que no ha podido agarrar y hacer uso del lenguaje, en tanto objeto y en tanto elemento de relación/ diferenciación con otros. El lenguaje consta de dos movimientos simultáneos en su función; por un lado señala la

distancia intersubjetiva, pero por otro lado la llena. En casos de algunos niños autistas ni siquiera pueden establecer la distancia de separación, el otro no existe en absoluto. En el caso de Melchor, la distancia de separación esta perturbada, y a medida que el tratamiento avanza podemos decir que está en vías de constitución. Pero aun no organiza “tela de araña” intersubjetiva, más bien establece una línea madre – niño, niño - madre. Por otro lado, vemos los efectos del ambiente en la constitución subjetiva de Melchor. El medio en el que habita, podríamos decir en términos de Winnicott que es un medio que obstruye, es decir que no facilita los procesos de maduración, y en tanto tal, no se constituye en un ambiente facilitador. El modo en que la madre se refiere a su pasado con una nostalgia notable, su angustia cuando relata su vida en Bolivia y cuando relata sus problemas con su marido y el modo en que este trata a los niños, dejan entrever una situación de duelo que tiene que ver con el destierro y con un bienestar perdido, desde su cultura y sus relaciones familiares, hasta sus comodidades habitacionales. Prueba de ello es que cuando pasan un

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par de meses en Bolivia, Melchor vuelve mucho más alegre y más organizado en su conducta, a punto tal de que logra el juego de Chocar, que se acompaña de la palabra “choco”, prueba de un mínimo indicio de constitución del espacio, y base para la constitución de un arrojar que le permita la distancia necesaria para un acceso a la intersubjetividad.

 Branko Gerlero Cogo

Bibliografía: ‒Bleichmar, S. (1999). Clínica psicoanalítica y neogénesis. Buenos Aires: Amorrortu. ‒Bleichmar, S. Primeras inscripciones, primeras ligazones. En La fundación del inconsciente. Ed. Amorrortu. ‒Golse, B. Conferencia: “Cuerpo y Desarrollo. Simbolización en presencia y en ausencia. La metáfora de la araña”. Asociación Psicoanalítica Argentina ‒B.Golse y S.Eliez. Sobre el autismo y de los trastornos invasores del desarrollo. Del “proceso autistizante” al autismo de Scanner. ‒Golse, B . Sobre lo que no podemos ceder ‒Punta Rodulfo, M. (2009) El psicoanálisis, el educador, el pediatra y el niño sano. Recuperado de http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegr ado/psicologia/informacion_adicional/electivas /102_infanto_juvenil/material/elpsicoanalisis_e leducardor_elpediatra.pdf ‒Punta Rodulfo, M. Desde la salud hacia lo psicopatológico. Recuperado de ‒http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdeg rado/psicologia/informacion_adicional/electivas /102_infanto_juvenil/material/salud_h/pdf 5/16 Facultad de psicología, UBA. Fecha: 07/14/14 13:08:25 . ‒Rodulfo, R. (2004). Serie y suplemento. En El psicoanálisis de nuevo: elementos para la deconstrucción del psicoanálisis tradicional. (pp. 21-36). Buenos Aires: Eudeba. ‒Rodulfo, R. (1992). La vivencia de satisfacción y la patología grave temprana. En Estudios Clínicos. (pp.235-246). Buenos Aires: Paidós. ‒Winnicott, D. Naturaleza Humana. Ed. Paidos. ‒Winnicott, D. Los Procesos de maduración y el ambiente Facilitador. Ed. Paidos.

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Mucho más que violencia “de género”? ADRIANA SANTAGAPITA

La violencia nombrada “de género” aludiendo al maltrato de hombres contra mujeres localiza solo un lado de la cuestión dejando por fuera la oportunidad de pensarla mas abarcativamente, para revisar aquello que ocurre entre los seres humanos en general. ¿Es un hecho de la realidad?. Si. Pero también ubicar lo que no funciona más allá del género, como aquello que cae contra el otro con ensañamiento y agresión, permite abrir el juego. Los chicos son mundialmente la franja de la población más impunemente vulnerada y explotada. La mayoría de los chicos que sufren violencia física y verbal la reciben de sus padres, en una amplia medida, de sus madres. Claro, fuera de función materna y paterna. También la hay de mujeres a hombres, cuando la palabra lastima y enferma, con lo cual el género agredido y agresor se mueve del estereotipo. La violencia siempre atrapa en sus modos de destrato o maltrato. Una alternativa posible seria ir hacia la construcción de nuevas inscripciones para ambos lados de la escena de violencia. La ley, para obturar y detener al violento, y la salida de la victimización y posición de abusado para el violentado. Para cada quien sus topes. Por eso, en casos de la infancia y adolescencia, así como de quien no puede poner topes, es menester

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ocuparse, denunciar, ofrecer salidas y tomarse de la Ley que permite entrar en la serie de derechos y obligaciones para abrir un tercer lugar, el de las consecuencias. Hablemos más bien de violencia de GENERO HUMANO, donde hombres y mujeres por igual a lo largo de la historia generan la degradación del otro, que tendrá que hacer Un arduo trabajo de recomposición, para re-nacer cual crisálida, y escribir una nueva historia. Si quedamos obturados por Leer solo un lado de la cuestión, oponiendo un género al otro, claramente la brecha se hará más grande, y las brechas extremas, las oposiciones solo sirven como generadores de más violencia. En la clínica se trabaja casi permanentemente con la posibilidad de desandar caminos y huellas dolorosas, que tienen que ver con las variadas versiones de lo violento del otro, sea padre o madre, mujer o varón. No es con el género que se puede explicar lo que hace obstáculo. Es con lo que no funciona de aquello que debería entrar como lo humanizante del lazo. Freud se ocupo en " El malestar en la cultura" ampliamente de ubicar lo agresivo como propio del género humano, donde es con operaciones psíquicas de apertura hacia el otro,

lo otro, como lo próximo/prójimo, con trabajo de cada quien para poder ir gastándolo, hasta minimizarlo. Y hablaba de las “pequeñas diferencias” propias de la singularidad, y de su complejización para el fluir del lazo cuando se instalan como enormes diferencias, en el sentido de lo irreconciliable.

El rechazo a todo lo que se aparta de los hijos ideales, la pareja o los hijos ideales, más allá de lo que para cada quien es deseable o posible, abre las puertas muchas veces, y una y otra vez, a escenas de dolor para quien lo padece. Por eso, la clínica trae recuerdos dolorosos de cantidad de escenas de violencia verbal, gestual, donde la mirada no es mirada, y las palabras no son palabras, sino ira desencadenada.

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Esta naturalizado que a los niños se les puede pegar, amenazar, desoír, "domesticar" para que coincidan con la imagen idealizada de lo que “debería ser”, a puro forzamiento para que se acerque a lo tolerable para los padres. Dentro de esto, especialmente el género femenino, las madres fuera de función, son las que más abiertamente utilizan castigos y amenazas de todo tipo. Un tirón de orejas, un zamarreo, un gesto de enojo, gritos, lamentablemente están a la orden del día. Madres que abusan de los hijos, tanto sexualmente como arrasando los derechos del niño, incluidos en los derechos humanos, parecen estar culturalmente aceptadas. Pasamos por al lado sin que sorprenda, o sin intervenir.

Foto: Inappropriate https://www.flickr.com/photos/otroyoiano/853497592

El rechazo como consecuencia de la dificultad para maternar, de recibir la generación que continua, tanto para género femenino como masculino, está encabezando la lista de lo que se sigue en los abandonos reales (en instituciones), o solapados, cuando no hay quien acompañe amorosamente lo propio de la infancia. Castigos al alumno que deja corrido al hijo desde marzo a diciembre, y con cada fracaso escolar, una represalia muchas veces desmedida. Hijos que piden limosna con madres cerca juntando las ganancias, padres que abusan de su fuerza. Siempre en la infancia debe leerse como abuso de poder, aun en un "cachetazo a tiempo". El niño no se puede defender, solo sentirse infinitamente solo y acallado. Y así, va tejiéndose la trama de lo que cercena la libertad individual. Y si no hay trabajo psíquico, lo que sigue es la repetición en las generaciones que siguen, constituyéndose la posición del abusado, de la que solo se puede salir por uno mismo con trabajo de análisis. Con esto, otro capítulo se abre respecto de la educación institucional y los hogares de orfandad, donde muchos docentes y “cuidadores”, aun hoy, usan la amenaza o el grito para acallar lo típicamente infantil. El fracaso escolar muchas veces tiene que ver con lo que no funciona de la

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docencia, cuando en lugar de armar un escenario placentero, se recarga de órdenes y reglas morales, alejadas de la ética. Los orfanatos, con largas listas de espera para padres que desean adoptar y niños que esperan ser adoptados, cuando la ley no funciona y los tiempos llevan a una espera desesperada, donde la soledad y la tristeza toman la escena, también haciendo marcas dolorosas. Lo violento del sistema, obtura y dilata innecesariamente la salida, y esto es también violencia. También pensar en hombres contra hombres abre el panorama sobre repensar lo agresivo y segregativo.

Las guerras, el holocausto, los genocidios no miden si es violencia de género, sino cualquiera contra cualquiera en detrimento del lazo, hacia objetivos de poder que poco tienen que ver con el cuidado del otro. La pedofilia ampliamente instalada en el mercado y la explotación infantil, la trata, el comercio de órganos, y la lista sigue en las aberraciones sobre la infancia. Lo violento también cae sobre los padres mayores, cada vez mas segregados del núcleo familiar, con distintos tipos de maltrato, Y no depende del género de donde se parta y hacia donde se dirija.

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Los hombres como parte de la cuestión a revisar, dejan caer muchas veces sus imposibilidades y sus frustraciones sobre mujeres que no pueden defenderse, generando así un círculo de padecimiento para quien no puede salirse de la posición de víctima. Y también una amplia franja de violencia se reserva para hombres sometidos a mujeres que usan el poder sobre la casa y los hijos para ir contra el lazo. Mas solapada, poco nombrada, pero los juzgados están llenos de mujeres/madres que usan al hijo como trofeo de guerra para castigar al hombre que decide no continuar una relación de pareja. Claro, también hay hombres que no pueden responsabilizarse de los cuidados que junto a los derechos, hacen a las obligaciones como pares o padres. Y esto también es violencia para con los hijos. Existen entidades que se ocupan ampliamente de hacer con las denuncias sobre violencia. El Consejo de Niñas, niños y adolescentes, La Comisaria de la Mujer, Defensorías de Menores, APADEHI o acercarse a quien pueda ofrecer ayuda para transitar los dolorosos pero necesarios pasos, para encontrar la salida.

Por eso, me parece que pensar la violencia como el fracaso del lazo, abre la discusión y la posibilidad de pensar para ocuparnos de lo que nos pasa como comunidad. Mirar lo que hay que mirar y decir lo que hay que decir, para ordenar, para que entre la LEY como función paterna, es lo que pone tope, para todos, al desborde violento, hacia el ir contra el otro, sea quien sea. Como escuche decir a un paciente de 6 años en tratamiento, "para deshacer el hechizo, hay que matar a maléfica", Y escucho Maléfica como LO MALEFICO que obtura y deshace lo que debe entrar en el orden del amor. Y que es justamente, lo que queda fuera cuando de violencia se trata.

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Adriana Santagapita

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Conviviendo con la agresión y la intolerancia urbana. Apostando a que un cambio es posible. LUCILA MURRAY

Hoy nos preguntamos… ¿Porqué está tan agresivo e intolerante el argentino que vive en la ciudad de Buenos Aires? ¿Es la ciudad, la sociedad, el encuadre en el que vivimos, lo que nos llevó a perder el respeto y la tolerancia? Hoy salimos a la calle y vemos malestar, frustración y enojo. La gente no está satisfecha, quiere más o mejor. Parecería que nada alcanza o que se prolongan las metas y no se llega a lo que queremos, deseamos o necesitamos. Podría decirse que la agresividad que hoy emana de Buenos Aires es manifestación de frustraciones que devienen de no poder tener o mantener aquello que consideramos “calidad de vida”. La queja y el enojo se hacen visibles por la sensación de darlo todo y aún así, sentir que poco se crece o simplemente sirve para mantener lo construido. Trabajar, estudiar, mantener un hogar, es cada vez más costoso. Cada vez más horas del día se ocupan de trabajo y obligaciones, quedando poco tiempo para el descanso o el ocio. Parecería que hoy decir “estoy descansando” es mala palabra. Y lamentablemente el cuerpo, la mente o ambos dicen basta. No es casualidad que se incremente la concurrencia de personas en las guardias de hospitales o clínicas

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padeciendo picos o cuadros de ansiedad. Tampoco lo es, el aumento de consultas por trastornos del estado de ánimo. En el individualismo nos hemos sumergido, se ha perdido la solidaridad y el compromiso. Todo es descartable, nadie indispensable. Convivimos con una gran pérdida de valores, donde no se discrimina lo que está bien de lo que no. La sensación de que si no avanzás te avanzan y de que si te parás, la vorágine de la cotidianeidad te devora, es cada vez más real.

Es triste vernos de este modo, con apatía, depresivos, ansiosos y carentes cada vez más de energía ¿Es posible volver al optimismo? ¿Cómo renovamos nuestros sueños y esperanzas? Pensar que de cada dificultad se puede ver una oportunidad, es volver al optimismo. Volver a creer en que lo que uno hace, tiene efectos positivos, es poner un grano de arena. Saber que damos todavía el ejemplo, es renovar la esperanza. Reinventarnos en nuestros trabajos, estudiar cosas nuevas, es alimentar el sueño de un cambio.

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Dejar el atropello o el acelere y dar lugar a las pausas, nos parece imposible. Pero sería un gran desafío desentonar en el día a día con el resto de los porteños. Marcando nuestros tiempos, hablándonos con respeto y comprendiendo al otro en sus insuficiencias o carencias. Nos falta volver a humanizarnos, ver que el otro es un semejante, que también tiene deseos y necesidades. Nos fuimos deshumanizando, dejando a un lado la sensibilidad, la emoción encapsulada y la razón olvidada. Precisamos volver a nuestra escencia solidaria, nuestra condición de seres sociales, que se necesitan para crecer y ser mejores. Si resurgiera el amor y el respeto en nuestra sociedad, sin lugar a dudas, volveríamos a crecer y a soñar. Sigo pensando en que podemos dar lo mejor de nosotros mismos, sigo creyendo que el cambio es posible.  Lucila Murray

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Tan solo juego ¿Cuantos decires habrán de acudir a mi encuentro? Sin adentro y sin afuera, hay una especie de espacio en la espesura de la espera. Entre un horizonte errante, vago y lejano, y la displicente mentira de la hoja en blanco, cuyos encriptados garabatos aún no han sido develados; juego, tan solo juego. Aníbal Repetto

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Compartirnos Mujer que sabe de los rincones sombríos de la ingobernable madre tierra, eterna alma juguetona de acceso particular al otro lado, sonrisa de los cielos, estar a tu lado es un placer, deshaces los conjuros más oscuros y los conviertes en motivación para vivir, me invitas a compartir. Pídele a las aguas que purifiquen tus emociones, ignora lo que no es bueno para ti, persigue sin cesar eso que esta ahí, que lo conoces, que lo vives, y me lo haces sentir. No dejes de lado tus más audaces sueños, el camino se va a despejar en su momento. Me gusta cuando juntos podemos nutrirnos, cuando hablamos y nos paseamos con la alegría de habernos conocido. Me decis que soy tu compañero ideal, encontrás que entre nosotros hay sinergia, que nuestro amor se ama, que nuestros tiempos se convidan, como los mates o los panes que nos unen. Quiero que cumplas tus deseos en la vida, ama tu silenciosa sabiduría, ella te dirá siempre el rumbo, aún cuando yo no esté. Mujer inigualable te amo, gracias por compartirnos. Alicia Manso Ramos Sin contornos - Enero 2016

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Silvia Bleichmar Del autoerotismo al narcisismo

Bleichmar,S. (2014) Las teorías sexuales en psicoanálisis. Que permanece de ellas en la práctica actual. Buenos Aires: Paidós

”…no es que el ser humano venga como tábula rasa, pero lo que trae se altera rápidamente´” (Bleichmar, S., 2004, p. 43)

Bleichmar señala que la sexualidad, en sentido amplio, se vincula con un plus de placer que no es reductible a la autoconservación; motivo por el cuál el concepto de sexualidad no es reductible al ordenamiento que implica la sexualidad genitalreproductiva, así como tampoco a los ordenadores sociales de género. La sexualidad tiene que ver con el espectro que se abre a partir de la sexualidad pregenital, o parcial (paragenital en Laplanche) en la vida adulta, o sea, no reductible a la genitalidad; y en los primeros tiempos de vida como una sexualidad presubjetiva, o sea, no definida por una posición del sujeto , sino que captura diferentes modos de las representaciones deseantes y los investimientos del mundo. La no reductibilidad a la genitalidad implica salir de la modalidad asumida por la clínica respecto de los ordenamientos masculino-femenino, fálico-castrado.

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Lo autoerรณtico nunca es integrado a lo genital, sino que mantiene una vรญa paralela. En las representaciones inconscientes , la sexualidad paragenital, pregenital, o presubjetiva, no se caracteriza por la subjetivaciรณn de la pulsiรณn sino por la ausencia de subjetividad en juego. Paragenital implica que no es subsumido en lo genital. El autoerotismo sigue los carriles de lo paragenital. Lo pre y para genital no es adaptativo. La sexualidad no marcha por los carriles de la adaptaciรณn, sino que intercepta los procesos de adaptaciรณn.

Lo llamado oralidad y analidad, interceptan permanentemente los procesos naturales, dรกndoles un carรกcter que en muchos casos es absolutamente contrario a la autoconservaciรณn. El problema del ser Humano es lograr poner a la adaptaciรณn en regulaciรณn con el placer, sin destruirlo al normativizarlo. La dominancia de las zonas de autoconservaciรณn no implica que la sexualidad sea un desprendido directo de los procesos autoconservativos, los cuales pueden transformarse en procesos mecรกnicos si dichas zonas no son libidinizadas.

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La dominancia de las zonas de autoconservación no implica actividades autoconservativas, sino puramente autoeróticas, o sea, regidas por el placer de órgano y no por su función. Como plus de placer que no se reduce a la autoconservación, la sexualidad genera las primeras representaciones psíquicas, siendo, de algún modo, productora de los inicios de cualquier simbolización posible. Simbolización que no parte de la función sino de aquello que la excede. Todo lo que se va armando a partir de los modos representacionales fantasmáticos, que pueden producir el pasaje a sistemas simbólicos, no es del orden de la autoconservación sino de aquello que se mete entre la conservación y el mundo, en el momento en que se introduce el placer en sistemas representacionales. La sexualidad no es desenraizable de su carácter somático en términos de excitación. Una cosa es que el placer de órgano pueda ser producido por una palabra que rememore una acción, reinvistiendo una representación de manera tal que genere algo que no estaba presente, y otra diferente e s pensar que el deseo es algo puramente del logos. El logos es una forma de regulación de la energía psíquica vinculada con la excitación somática concebida,

no como excitación biológica, sino como efecto de intercambios y procesos de sexualización. La madre tiene que ser pensada como sexuada, y no solo como suficientemente buena, o sea, como capaz de producir excitaciones que rompan el plano autoconservativo. Si bien el otro es la condición de la sexualización precoz de la cría, esta no inscribe las representaciones ni los fantasmas, sino que produce inscripciones metabólicas respecto a estas. El psiquismo, en su carácter productivo, transforma lo que recibe, produciendo algo nuevo. Se abre así, a partir del material exógeno recibido, una distancia productiva entre el psiquismo del niño y el del adulto que lo constituye. Los diques que controlan el autoerotismo están en función de la conservación del vínculo con el otro. Una vez instaurada la represión, la renuncia autoerótica tiene una vertiente relacionada con la propia autoestima, y no solamente con la relación al otro. Laplanche plantea que en el ser humano lo innato llega después de lo adquirido. La sexualidad biológica debería ser del orden del instinto, por lo cual estaría definida por la reproducción de la especie como finalidad, llevando así a la invariancia respecto de la elección del objeto. Si bien Freud hizo un planteo acerca del instinto reencontrado, lo que se

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reencuentra no tiene nada que ver con el instinto, en tanto que los elementos que determinan las elecciones genitales humanas son elementos indiciarios vinculados a representaciones. O sea que, lo que puede producir la excitación o el deseo no está simplemente dado por la tensión hormonal biológica; apareciendo una ruptura entre los carriles funcionales, tanto de la procreación como de los ciclos que la articulan. El hecho de que alguien tome un comprimido farmacológico que le facilite lograr una erección, ya que su cuerpo no responde a sus representaciones deseantes, o porque quiere satisfacer a un objeto amoroso, indica el estallido de los ciclos biológicos

La salud sexual en el humano pasa por su flexibilidad y vicariancia, y no por su fijeza. La invariancia está del lado de la enfermedad y no de la salud; así como la fijeza se mantiene en las escenas perversas o ante ciertos traumas vividos en la vida sexual, en los cuales el sujeto queda capturado por una escena que se repite siempre idéntica. La vida sexual humana se constituye en el marco de una experiencia en la que desde el inicio esta implicado el objeto, aún al hablar de autoerotismo, en el cual el objeto está presente en la fantasmatización. El objeto siempre está implicado, siendo absurda la idea de anobjetalidad. En el autoerotismo el objeto está implicado porque el autoerotismo es residual de una experiencia con el otro. Es “auto” porque vuelve sobre el sujeto, y no porque sea independiente de la relación con un objeto. El objeto excitante exterior que se inscribe determina las primeras representaciones , por lo que es anterior al objeto representacional. Pero una vez que el objeto representacional se constituye, es anterior a todo reencuentro con el objeto externo; siendo el que articula las formas deseantes con el objeto de la realidad. A diferencia del instinto, que se activa, lo pulsional se constituye.

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De este modo, la representación, o el psiquismo, no surge de la falta, sino que al requerirse de la inscripción de un objeto exterior excitante, surgen de un exceso de presencia. La fuente de la pulsión, señala Bleichmar, no es por lo tanto una delegación de lo somático en lo psíquico, tal lo planteado por Freud; ni se encuentra en el otro, como lo postula Laplanche. La inscripción no representa al mundo, sino que crea al objeto en un nuevo sistema, y si bien las condiciones de instalación de la fuente pulsional se encuentran en el otro, una vez que esta es inscripta, lo excitante proviene de esa inscripción, y no del otro. Es el amor a sí mismo el que posibilita el sepultamiento del autoerotismo, ya que es por autoestima, por respeto a sí mismo, que el niño renuncia a las satisfacciones pulsionales primarias. El amor al objeto es insuficiente para renunciar a lo autoerótico. El amor a sí mismo no es un equivalente del autoerotismo. El amor a sí mismo es del orden de la representación, mientras que el autoerotismo es del orden del placer de órgano. Debido a que el autoerotismo antecede a la constitución del Yo, el amor a sí mismo no está aún constituido.

Confundir el amor a sí mismo con autoerotismo, implica plantear como del orden del yo algo que es del orden de la pulsión. Una vez constituido, el Yo se ofrece como objeto de amor. Lo que lleva a la represión pulsional es que el yo toma a su cargo una representación propuesta por el otro, en la cual hacer determinadas cosas lo lleva a un desmedro de su autoestima, del amor a sí. Amarse a sí mismo no es el equivalente del placer autoerótico. Se renuncia al placer autoerótico por narcisismo. La renuncia es la precondición necesaria de la represión originaria, y se renuncia por autoestima yoica. Lo que atrae al bebé no es el pecho real, externo, sino el investimiento de la huella del pecho que entra en concordancia con el pecho externo. Esto es posible por la inscripción que posibilita que se abran líneas de investimiento sobre la realidad. En este momento no está aún constituido el narcisismo ya que no hay Yo. La primera experiencia de satisfacción, y la alucinación primitiva que de ella deriva, no es ni pezón, ni pecho, ni madre, sino un residuo de estos, se trata de un conglomerado de huellas.

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En la medida en la que no hay Yo, el autoerotismo produce una anarquía en la vida sexual, la cual se efracciona en diversas líneas de representación fantasmática, y no somáticas, en las cuales quedan inscriptos los objetos. Se trata del Yo libidinal, efecto del amor del otro, y que constituye un conjunto de representaciones. El Yo es un órgano libidinal; una masa centrípeta que ordena la libido. Lo narcisista se relaciona con las formas en las cuales lo amoroso se liga. Es del orden de un sexual desexualizado ya que surge del amor y la recomposición amorosa con el otro, o sea, de una relación erógena.

El amor no se puede inscribir si no es por medio de la relación. Si un bebé nunca fue tocado por un adulto, entonces no va a poder amarlo. Una vez que esto se constituye, entonces sí se puede amar a un objeto al que nunca se toco, y tener fantasías con este. El Yo tiene dos elementos, líneas de tensión, que lo constituyen: la autoconservación y la autopreservación. La autoconservación de la imagen y la identidad, y la autoconservación de la vida biológica. Los aspectos de autopreservación están ligados a formaciones identitarias, y a modalidades discursivas sobre los ideales inscriptos: que se es, quien se es, que se deja de ser a partir de alguna acción.

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Autoconservación y autopreservación corresponden ambos al narcisismo y no al autoerotismo; si bien ele ejercicio pulsional puede atentar contra ambos. La genitalidad no es una etapa de culminación del desarrollo sino una forma de organización de la vida amorosa; la cual requiere que el sujeto haya atravesado el autoerotismo, el narcisismo, y esté en condiciones de establecer una relación con un objeto que no sea solo un objeto indiciario; o sea, que este en condiciones de reconocer la alteridad. Un objeto que no sea solo

disparador de su propio deseo de goce (como sería un fetiche), sino que sea reconocido como alguien capaz de responder. En Lacan, el autoerotismo desaparece, ya que el niño lacaniano es un significante de la madre, no un sujeto que se está constituyendo, de manera tal que el primer tiempo del Edipo se define, estructuralmente, por su posición respecto al deseo del otro, y por el modo en que es capturado por este. No se puede sustituir el concepto del pulsión por el de deseo, ya que no se puede renunciar al carácter

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excitatorio de lo somático. Si bien es verdad que la palabra puede producir montos de excitación y captura de lo somático, no puede hacerlo si no hay una inscripción previa. La palabra liga, ordena, significa, aquello que es del orden de la excitación. La pulsión no se constituye por el lenguaje del adulto, sino por el infiltramiento que el lenguaje tiene respecto de la excitación, debido al inconsciente del adulto. El significante no puede producir nada que no haya estado previamente a nivel erógeno; lo que puede hacer es crear las condiciones para el desplazamiento a otra zona. La comunicación con el bebé siempre está vinculada a los elementos primarios erógenos. Las condiciones del intercambio simbólico se generan a partir del cuidado erógeno atravesado por la simbolización del adulto que lo lleva a cabo. La pulsión no surge de lo somático, sino de la presencia de algo que se introduce al producirse la resolución de las necesidades. La pulsión oral no nace del hambre, sino porque hay alguien, con un inconsciente, que alimenta. La paradoja es que se introduce por los puntos relacionados con la función, pero su tarea es desfuncionalizar; siendo esta desfuncionalización, que ejerce la intromisión de la sexualidad del otro, la que va a constituir lo humano.

El autoerotismo, no reductible a la genitalidad, deviene paragenital en la vida adulta, o sea, conserva el placer de órgano y no permite la fijación a un solo modo de resolución del goce adulto. El narcisismo resulta del amor del otro, o sea, de la sublimación que el otro hace de su propio erotismo en relación al niño. Mientras que la pulsión parcial del inconsciente del adulto ve lo parcial de la boca o el ano; su amor, sublimatoriamente, lo alimenta, lo acaricia, le da contención, lo reconoce como una subjetividad. Es de la implantación sexual del otro, que surge la sexualidad; siendo la pulsión contingente de esta implantación. La primera forma de conflicto psíquico, y que se conserva en el resto de la existencia, se da entre autoerotismo y nacrcisismo. Se trata de la renuncia del bebé a las heces, primero por amor a la madre, y después por represión. El concepto de sexualidad ampliada está en relación con el autoerotismo, y la renuncia está del lado del narcisismo. En cierto momento, algo que lograba la descarga no puede hacerlo porque esta se ve obstaculizada, por lo que se vuelve contra el yo y se transforma en atacante interno. Se trata de un evento correlativo a los

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primeros tiempos de la escisión psíquica, en el momento en que la pulsión comienza a ser ajena. En este momento los chicos comienzan a sufrir pesadillas, angustias nocturnas, miedos, que manifiestan algo que se clivó y retorna contra el Yo, el que queda pasivizado frente al embate pulsional. El Yo siempre es pasivo respecto de la pulsión. No debiendo confundirse la acción motriz llevada a cabo por el Yo, con la actividad pulsional. El Yo es compulsado a actuar por la pulsión, lo que no implica que haya voluntad yoica en el ejercicio de la acción; más allá que el alivio económico experimentado al disminuir la tensión sea narcisísticamente sentido como placentero o displacentero. El narcisismo es, en última instancia, un destino de la libido, destino con el cual esta puede organizar sobre sí misma la presencia permanente del objeto de amor. En la medida en que el narcisismo representa tanto al sujeto deseante como al objeto deseado, no hay tendencia, intervalo, o anhelo hacia el objeto; queda centrado en el Yo como residual de la relación entre el Yo y el otro. De este modo, el narcisismo se plantea en términos de identificación, la cual no es con el otro, sino efecto de la confluencia yo-otro, que posibilita evitar el dolor de la pérdida. Se suele pensar que

en el caso de un niño que se mantiene muy acoplado a la madre hay una falla narcisista en el corte, en lugar de pensar que hay una falla en el narcisismo, y no en el corte. La presencia del cuerpo materno en este caso estaría sustituyendo a la representación. En tanto residual al amor del objeto, y constitutivo de un objeto de amor, el narcisismo primario es objetal; y esa objetalidad recae sobre el yo, definiéndose por el ser amado y no por el amar. No es cierta la idea de que el niño pequeño se ama a sí mismo y no ama al objeto; ya que se ama tanto a sí mismo como al objeto; siendo el amarse a sí mismo la condición misma de su supervivencia psíquica y representacional. Por lo tanto, identificación primaria, narcisismo primario, represión originaria y objetalidad primaria, son conceptos que van todos juntos. El Yo se convierte e reservorio de libido desde el cual puede investir a los objetos, por lo que es imposible un amor objetal que no sea narcisista. El narcisismo es sublimatorio, por eso no es autoerótico.

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André Green Identificaciones

Green, A. (1993). El trabajo de lo negativo. Cap. 3. Huellas de lo negativo en la obra de Freud. Buenos Aires: Amorrorrtu(2006)

Green define a la pulsión como aquello que pro-pulsa a una subjetividad naciente hacia su objeto, siendo la representación su primer destino obligado cuando no puede (obligadamente a causa de las necesidades de la vida) recibir respuesta inmediata a su expectativa. La pulsión, por lo tanto, efectúa un pasaje como delegación de una demanda corporal portadora de imperioso requerimientos de restablecer la paz interior, al mismo tiempo que como llamada a los recursos que debe encontrar en el interior de la estructura psíquica para experimentar esa no satisfacción. El movimiento pulsional esta complejizado, señala Green, por: - La anticipación de la no inmediatez de la satisfacción y/o su ausencia: el deseo - El almacenamiento de las soluciones provisionales de manera que pueden movilizarse, de manera preventiva, los parámetros del modo de satisfacción de los deseos: las huellas mnémicas

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El objeto asegurador de la sobrevida, por lo cual se establece un lazo de dependencia, es una gente atractivo o repulsivo, generador de imprevisibles, amo de las gratificaciones y frustraciones, fuente de incertidumbre. Nada asegura su constancia y no cesa de oscilar entre el amor loco y el odio más inexpiable, así como la suprema indiferencia ante todo lo que de él se espera (indiferencia devastadora ya que genera una pérdida de sentido). La representación del objeto asegura cierta presencia intrapsíquica reguladora o desorganizadora. La angustia es casi siempre una desorganización con valor de mensaje, y su agravamiento produce dolor, enlazado frecuentemente a la pérdida. Green dice que hay que distinguir crisis de dolor. La crisis es la respuesta a una situación de total imprevisibilidad del objeto, y entraña una desorganización por fragmentación de una estructura psíquica en descomposición. Mientras que el dolor, por la desaparición del objeto, no implica desorganización y desencadena sus efectos a partir de la pérdida de sustancia psíquica, amenaza que moviliza la psique y tal vez esté destinada a evitar el hundimiento y la fragmentación. La angustia afecta tanto a lo que es y que parece impensable, como a lo

ue uno podría llegar a ser, haciendo pesar sobre el futuro el temor al cambio. Por asociarse a las huellas mnémicas, el objeto sigue las vías abiertas por la experiencia anterior, invitando a la organización psíquica a elaborarse en torno a una memoria que permite localizar lo que ha de ser evitado o buscado, no por criterios adaptativos sino por aquellos que oscilan entre placerdisplacer. Al constituirse como representación, esta organización proporciona a la psique un objeto de naturaleza nueva, plataforma de una elaboración psíquica futura. Sin embargo, permanece vigente el peligro de confundir la representación con la percepción, siendo este el eslabón más vulnerable de la ligadura psíquica. Debido a que el trabajo de la representación se produce en ausencia del objeto, faltan las cualidades sensoriales que aseguren el establecimiento de una relación efectiva con este. Si bien la estrecha proximidad con el cuerpo materno, así como la afición al placer que este dispensa, lo convierten en el objeto primario altamente investido; existen otros objetos significativos con los cuales la relación no procede de un contacto inmediato, los que no por eso solo serán anversos o sucedáneos del objeto primario materno. Existen

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otros tipos de investidura que abren camino a relaciones definidas por otras modalidades. Por ejemplo, las muy precoces investiduras del padre. Green propone que la identificación aparece como solución ante estas relaciones objetales peligrosamente variables.

Con la identificación, la organización estructural del aparato psíquico desplaza su gradiente hacia el lado del objeto; o sea que, en la pareja intrapsíquico-intersubjetivo, la vectorización invierte su trayecto, que ahora va de intersubjetivo a intrapsíquico. En la vectorización que parte de lo intrapsíquico, la preocupación esencial, que nunca va a desaparecer, es la instauración de un orden relativo del mundo interior. Por su parte, la vectorización que parte de lo intersubjetivo permite interiorizar la fuente exterior, para sí reforzar la articulación adentroafuera y de ese modo estar en condiciones de prevenir los riesgos de lo que escapa al control de la organización interna. Se asegura así una representación del afuera frente a la cuál el adentro va a tener que tomar posición para enfrentar los problemas no solo planteados por el afuera, sino también por aquello que adentro se anuda inevitablemente al afuera. Se trata de la puesta en relación de dos modos de ligazón (intrapsíquico e intersubjetivo) para prevenir el peligro de un exceso de desligazón, tanto externa como interna. La organización psíquica, frente a la apetencia irrefrenable del yo (investido pulsionalmente) respecto del objeto, y frente a la aptitud

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desorganizadora del objeto, se procura una protección. Como contrapartida deberá sortear la tentación de dejarse atrapar por el señuelo de la representación que fascina al yo y puede agravar aún más la seducción del objeto. Inversamente a esto, debe evitarse que la perdida del objeto no deje al yo en un estado de descalabro que lo lleve a la desesperación. La identificación es, por lo tanto, la respuesta de la negatividad a la alteridad, siendo esta la condición para que la negatividad se ponga en movimiento, animada por la ilusión de su no separación con el objeto, y la promesa de felicidad resultante de su posesión.

Green señala que en Freud la identidad es primero concebida como mecanismo; componente de una estructura que incluye otros rasgos, a los que la significación de la identificación se somete en relación con el contexto: identificación con el deseo en la histeria, identificación primaria ligada a la incorporación canibalística en la melancolía, etc. solo secundariamente se la reconoce como proceso fundamental cuya importancia supera a los contextos en los que se manifiesta. Es a parir de Psicología de las masas que nace un segundo estado del objeto , hasta ese momento tomado en cuenta como objeto parcial de la pulsión; el objeto como otrosemejante, no nacido del desarrollo madurativo de la vida pulsional sino aprehendido como tal. De este modo, la teoría pone atención en las relaciones entre el objeto interno del montaje pulsional y el objeto externo investido por las pulsiones. Es en la melancolía, en la cual el yo reacciona desesperadamente al ver que pierde sus investiduras por falta de destinatario y se aliena para llenar el agujero que deja la pérdida, donde se observa indirectamente el grado de participación que tuvo el objeto en la estructura del yo. Es a posteriori, en la defección de su existencia donde se aprecia: a) la función del objeto, antes de ser identificado como tal, permitiendo,

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sin regularlo, el juego de los objetos parciales con las zonas erógenas; b) el papel oculto que el objeto posee en la diferenciación del yo; c) la incorporación como mecanismo; d) la destructividad ocasionada por su defección.

satisfacción pulsional, no son la única respuesta posible a las presiones ejercidas por las pulsiones. A estas hay que agregar una operación destinada a cambiar el objeto, alejándolo mediante la idealización.

La identificación aparece como el reverso de la incorporación, sin distinguirse enteramente de esta. No trata al objeto creando una suerte de disponibilidad de recurso, como ocurre con la representación, sino que lo fija haciéndolo desaparecer sin que exista consciencia ni de separación, ni de tenerlo en el interior; ya que la incorporación ha hecho desaparecer al objeto.

La hipótesis de Green es que la idealización debería ser considerada como una investidura pulsional negativizada.

Cuando Freud plantea que el niño (varón) manifiesta dos clases de inclinación diferentes: hacia la madre como objeto puramente sexual y hacia el padre como modelo a imitar; iguala a ambas en importancia, produciéndose, señala Green, un cambio de paradigma respecto a la primitiva oralidad planteada en Tres ensayos. La inclinación a la madre como objeto sexual sigue las investiduras pulsionales, mientras que respecto del padre, de lo que se trata es de llegar a ser como este, hasta el punto de sustituirlo. Idealización que deja ver como las defensas contra el displacer, acarreado por la

El ideal se instaura como modo de satisfacción cuando la pulsión no es satisfecha, de manera tal que en ugar de las reacciones habituales de displacer, frustración, cólera, rabia, impotencia, etc., se asiste a la a aparición, por desmentida, de una suerte de contento, como si la pulsión hubiese sido colmada de manera más satisfactoria aún que si fuese real, por la ruptura de su dependencia del objeto; ya que el niño queda excluido de la toma de posesión le objeto de deseo. De este modo, la identificación se comprende como contrapunto del deseo. En la etapa de relación oral, apego e identificación no se distinguen. Durante el Edipo, la identificación, única condición para volver aceptable el abandono del objeto, se transforma por modificación de su relación con los objetos vedados. El objeto de la identificación se hace

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obstáculo para la realización del deseo. La resolución del complejo de Edipo se cumple mediante la identificación con el rival: ser como él a falta de tener lo que él tiene, o sea, aceptando las limitaciones. La identificación invierte su sentido sirviéndose del objeto rival para reforzar la prohibición del deseo prohibido, o para perfeccionar su represión. Con el consuelo de una realización diferida (cuando sea más grande) aunque con un objeto sustituto que evoque al del conflicto edípico. Una vez producida la separación del objeto, la identificación cambia de rango, pasando a ser la condición por la cuál un objeto puede transformarse en parte del yo, pero en un contexto nuevo y con resultados diferentes a los de la fusión inicial. Ambas partes son distintas y se distribuyen los efectos de la satisfacción pulsional y de la idealización, como base de la identificación. El paso, no sin displacer, de lo que era único y requería una identidad común, a la existencia separada del objeto, o sea, al nacimiento de una pareja yo-objeto, abre las perspectivas infinitas de la terceridad. De este modo, el proceso de la separación está consumado,; ya que ninguna reunión con el objeto primitivo podría restablecer la unión

unicizante, debido a que ahí se encuentra un segundo objeto que también reclama investiduras propias por su lado. Pero para que le movimiento dialéctico progrese debe ponerse en perspectiva el vínculo primitivo que ponía a yo y objeto en relación; lo que va a permitir al yo establecer una relación nueva consigo mismo, reemplazando el vínculo antiguo que lo unía al objeto por una nueva relación donde va a encontrar en él una relación con sus objetos. El desasimiento de las imágenes parentales permite crear nuevas formas de relación, independientes de la existencia de objetos concretos

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que fueron origen de su implementación. Proceso de desasimiento que logra transformar la idealización, encarnada como motor de la identificación primaria, en identificación con el ideal del yo. De este modo, el ideal del yo pasa a ser el único amo a quien se confía la tarea de evaluar al yo, tarea que antes poseían los objetos primarios, con su poder de dar o negar amor. La separación respecto del objeto hace aparecer no solo a la madre, sino también al padre, pero sin que esté en vista aún le vinculo entre ambos. La investidura idealizada, no conflictiva, sobre el padre que se constituye como una modalidad de investidura distinta más que como antagonista de la satisfacción pulsional, conoce un tiempo intermedio de señuelo. El padre es tomado entonces como soporte de una identificación imaginaria en la cual es imposible determinar si es resultado del conocimiento oculto de su condición de beneficiario de las satisfacciones dispensadas pro la madre, o como la proyección de un yo-ideal. La proyección de un yo ideal supondría un objeto que nunca haya sufrido frustraciones ya que sus deseos serían satisfechos inmediatamente (característica de la concepción del yo ideal), o que nunca tuviese necesidades.

Se quiebra así la dialéctica anterior madre-hijo y su vínculo de identificación mutua; ya que en la nueva relación con la distancia paterna el niño quiere llegar a ser como el padre sin que se establezca la reciprocidad existente en el lazo del niño con la madre. Cuando el niño toma consciencia del vínculo parental y tropieza con la función de obstáculo del padre, la identificación pasa a ser la solución para deshacerse de las ataduras del apego edípico.

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La reversión respecto a la identificación con el padre no se justifica ya por el deseo de suplantarlo, sino por la obligación de reconocerle un lugar que no puede ocuparse. La energía que impulsaba al niño a ser como el padre es empleada ahora para negativizar el deseo de satisfacción sexual, sacrificio necesario para salvar el conjunto. Green propone que podría entenderse a la desmentida como la solución inversa de la identificación, respondiendo a su vez a la misma doble negativa que esta: ni represión, ni representación Mientras que la desmentida se sostiene fuera de la percepción del objeto por temor a transformarse y convertirse en este; la identificación procede a la asimilación-apropiación del objeto, introduciéndolo dentro del yo en una amplia gama que va desde la fusión total hasta la separación completa, pero manteniendo siempre un vínculo interior con el peligro de alienación. La desmentida se instala para prevenir el peligro de perder la identidad (sexual), mientras que la identificación se esfuerza en responder a la amenaza de perdida del objeto. De ser una forma de apego que acompaña a la relación con el objeto, la identificación pasa a ser el único

edio capaz de posibilitar el abandono de una relación de objeto. La situación de apego primitiva puede explicarse como una manifestación de avidez insaciable, en la cual la afición al objeto se manifiesta desde el doble ángulo de la necesidad y el placer, cuya conjunción crea la completud. La diferenciación entre ser (el pecho de la madre) y tener (el pecho de la madre) se da en el contexto de la pérdida del tener, durante los encuentros e interrupciones de la relación con el objeto. Solo en entonces el ser-como aparece como resto de la unidad tener-ser. La identificación intenta paliar la pérdida del tener impulsando al ser con el objeto. ahora identificado como recuerdo del tiempo en que tener y ser eran una misma cosa. En la desmentida se trata de la ilusión de no haber perdido nada, entronizando otro tener con ocultación de la conciencia que obligaría a reconocer que se tata solo de un símil del tener.}En la identificación el tener revierte en el ser, con reconocimiento de la perdida. Es un error, señala Green, considerar a la identificación como una simple variante de la imitación-réplica. Identificación y representación se oponen. La representación es de objeto, de lo que se pone ante el

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psiquismo para ser tomado en consideración, en su doble aspecto de transformación y nueva presentación. La identificación, por el contrario, debido a sus raíces con la incorporación, solo se tiene a ella misma para ponerse delante de sí al haber hecho desaparecer al objeto, convertido en in-yecto (introyecto), antes de poder plantarse como sujeto. Tras absorber al objeto y formar una misma cosa con este, cesa de tener su representación y se siente como él, como que es él. .

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Leopoldo Salvarezza Viejismo

Salvarezza, L. (2002) Psicogeriatría. Teoría y clínica . Buenos Aires: Paidós

“Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer” Francis Bacon

Salvarezza aborda el tema de la vejez, señalando que se trata de un tema conflictivo, tanto para el que la vive, como para aquellos que aún no son viejos. El grado de conflicto, así como las conductas defensivas empleadas para evitarlo, están determinados por la historia personal, la cual a partir de experiencias, fantasías y represiones, va formando una ideología acerca de la vejez, sus consecuencias, y el modo de comportarse frente a ella. Ideología no consciente que se evidencia a través de la conducta cotidiana empleada en el trato con los viejos. Ideología que no deja de estar presente en el trato profesional, situación en la cual es imprescindible concientizar para evitar que una determinada actitud terapéutica se transforme en iatrogenia. Refiere la existencia de dos teorías principales que condensan las dos maneras prevalentes, y contrapuestas, de enfocar el tema de la vejez: la teoría del desapego, y la teoría del apego.

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Teoría del desapego: Plantea que a medida que el sujeto envejece se produce una reducción en su interés vital por las actividades y objetos que lo rodean, generándose así un sistemático alejamiento de la interacción social. De este modo, según esta teoría, los viejos estarían cada vez menos comprometidos emocionalmente con los problemas ajenos, y cada vez más concentrados en los propios. Situación que no solo sería parte de un desarrollo natural, sino que se trataría de algo deseado y buscado por el individuo ; quien, debido a un lógico declinar de sus capacidades sensoriomotrices, necesitaría generar una redistribución de sus mermadas energías hacia una menor cantidad,

de objetos, eligiendo de este modo hacerlo sobre aquellos que le son más significativos. Al mismo tiempo esta actitud le evitaría confrontar con situaciones cuya resolución le sería difícil y que, por lo tanto, le acarrearía angustia al enfrentar (por ej. situaciones eróticas, competencia laboral con jóvenes, etc.) Recogiendo hechos observables y estructurándolos de un modo conveniente y convincente, esta teoría, que induce a estimular el apartamiento progresivo de los viejos de sus actividades, como un paso previo necesario de preparación para la muerte, buscó dar solución a las necesidades de la sociedad de producción capitalista imperante en el momento de su producción.

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Teoría del apego: No se trata de una teoría estructurada como tal, sino de diversos planteos que han salido al cruce de la teoría del desapego. La crítica a la teoría del desapego pueden dividirse en prácticas, teóricas y empíricas. La crítica práctica se basa en que esta teoría lleva a la segregación e indiferencia hacia los viejos; así como una visión negativa sobre la vejez, la que incluye, por ejemplo, el evitar utilizar la palabra viejo, por considerarla sinónimo de decadencia, enfermedad, imposibilidad, muerte, etc., y en su lugar utilizar palabras tales como tercera edad, adultos mayores, abuelos , etc. La crítica teórica se basa en el hecho de que no se trata de una teoría con bases científicas sino solo en un postulado en base a ciertas conductas observables y conclusiones sacadas de ello. La crítica empírica sostiene que la evidencia utilizada no es cierta. Los puntos centrales de la teoría del apego son: - El desapego es solo una de las formas posibles de vivir la vejez. Forma estimulada por la sociedad capitalista de consumo. -En un entorno positivo los viejos prefieren la actividad y el contacto social; siendo el desapego el resultado de las condiciones adversas del entorno.

- Lo saludable para los viejos es permanecer activos cuanto sea posible, buscándose sustituir aquellas actividades que no pueden ser llevadas a cabo por otras que si puedan serlo. La teoría del desapego al invocar la disminución de las capacidades sensoriomotrices de los viejos, lo hace estableciendo una comparación con los jóvenes. Esto genera el sostenimiento de un estado de competitividad con el recuerdo de sí mismo en la juventud, lo que va a derivar en insatisfacción y angustia. El objetivo de un buen envejecer es lograr obtener el máximo de satisfacción con el máximo de las fuerzas de las que se disponga en cada momento. Actualmente la juventud es propulsada como el modelo ideal, por lo cual la vejez se convierte en algo a evitar. El viejo no encuentra en los medios de comunicación un modelo que esté acorde con edad, por lo que dicha marginación convierte a la vejez en algo poco atractivo; llevando a los viejo a querer imitar el modelo juvenil, o bien a refugiarse en el pasado sin sentirse parte del presente (en mis tiempos….) Se trata de lograr que los viejos se mantengan apegados a sus objetos y actividades la mayor cantidad de tiempo posible, y cuando esto no pueda ser llevado a cabo, buscar sustitutos derivativos.

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La mayor queja que manifiestan los viejos es la pérdida de roles sociales, y la dolencia más extendida es la presencia de duelos reiterados, ya sea por pérdidas reales o fantaseadas, de objetos considerados necesarios para satisfacer un deseo. Salvarezza señala que Buttler acuñó el término viejismo para señalar el prejuicio de los jóvenes hacia los viejos. Se trata del conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a los viejos simplemente en función de su edad; basado en el miedo a envejecer, que lleva a tratar de distanciarse de aquellas personas que nos enfrentan un retrato de nosotros mismos en el futuro. De este modo, el viejismo afecta tanto a los viejos como a aquellos que los rodean; ya que disminuye las posibilidades de interacción intergeneracional, y por lo tanto la riqueza y crecimiento mutuo que ello depara. El viejismo, construido en base a la estereotipia, implica una conducta social compleja, con dimensiones históricas, sociales, culturales, psicológicas e ideológicas, que busca devaluar el estatus social de los viejos a partir de la instauración de prejuicios. La infelicidad que puede sufrir un viejo por su condición de tal es atribuida, por el prejuicio sociocultural, a su propia terquedad

o rigidez derivada de su condición de viejo. De este modo se lo culpabiliza de los efectos que sobre él ejerce una sociedad prejuiciosa que lo considera poco útil. Los prejuicios respecto de la vejez se adquieren durante la infancia a partir de identificaciones con las conductas llevadas a cabo por adultos significativos; por lo que se trata de una respuesta emocional directa ante un determinado estímulo. La naturalización de esta respuesta hace que se torne difícil reconocer el impacto que genera sobre la conducta y el pensamiento, promoviendo acciones

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discriminatorias que no son reconocidas como tales, sino consideradas como algo natural. El único camino para poder dejar de lado estas creencias naturalizadas, es lograr evidenciarlas para observarlas como tales. El rechazo al envejecimiento lleva a rechazar a las personas que lo atraviesan. El temor es la base de la hostilidad, y la ignorancia la prolonga. Lo habitual es tratar de negar nuestro envejecimiento, adjudicando la vejez al viejo que tenemos delante nuestro. Estos sentimientos irracionales, estructurados en conductas prejuiciosas, son especialmente peligrosos cuando los poseedores de ellos son quienes tienen a su cargo la salud mental de los viejos. Esto, basado en la teoría del desapego, puede llevar en muchos casos a desestimar el tratamiento psicoterapéutico o analítico por considerar que los viejos no tienen posibilidad de mejorar sus conflictos. En 1971, el Group for the Advancement of psychiatry enumeró algunas de las razones en las que se

apoyan las actitudes negativas de los trabajadores de la salud mental hacia los viejos: - Los viejos inspiran temores sobre la propia vejez. - Reactualizan en los terapeutas conflictos reprimidos con las figuras parentales. - Los problemas de los viejos son considerados únicamente como de etiología orgánica. - Consideran que no vale la pena esforzarse, debido a que los viejos están próximos a la muerte. - El ocuparse de los viejos no es reconocido por los colegas. La ansiedad que genera el enfrentamiento con la enfermedad lleva a instrumentar conductas defensivas, como distanciarse del enfermo colocándose del “lado sano” del escritorio. Sin embargo, al trabajar con los viejos la negación fracasa, ya que nadie, en el mejor de los casos, escapa a la vejez. Un viejo frente a nosotros actúa a modo de espejo del tiempo; provocando angustia ante la inevitable posibilidad de ocupar ese lugar que la sociedad rechaza y aísla. Nos negamos a reconocernos en el viejo que seremos, dijo S. De Beauvoire. El prejuicio más extendido es el de considerar a los viejos como

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Salvarezza refiere que uno de los mayores problemas en el estudio de la vejez es la universalización y le estereotipización, cuando en realidad hay una mayor disparidad de conductas entre los mayores de 70 años que entre los recién nacidos o los infantes, por lo cual la generalización no tiene razón de ser. Un error común, apoyado en la equivalencia viejo=enfermo, es tomar las muestras de estudio en los lugares de atención sanitaria, lo que implica que los elementos muestrales son sujetos “enfermos” cuyos resultados luego son extrapolados hacia el resto de la población. La mediana edad, si bien puede ser la época de la autorrealización y la gratificación, es también el momento que marca el inexorable paso hacia la vejez. En este momento hay dos temas predominantes, que prestan una especie de telón de fondo sobre cuál esta se desarrolla: el envejecimiento, y la percepción del acercamiento de la Foto: Aníbal Repetto muerte (a partir de la

enfermos o discapacitados, estableciéndose la sinonimia viejo=enfermo, generándose así una profecía autopredictiva que termina internalizándose en los propios viejos, y en aquellos que habrán de serlo. La víctima pasa así a convertirse en su propio victimario.

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evidencia que señala el crecimiento de los hijos y la muerte de los padres). Defensivamente, y signado por el prejuicio hacia la vejez, se produce un movimiento desde el mundo externo, en el cual disminuyen las catexias emocionales sobre objetos y personas, hacia el mundo interno, con un mayor énfasis en la introspección y la autoevaluación. Proceso que pueda adoptar características de e reminiscencia, consiguiendo la integridad del sujeto, o de nostalgia, transformándose en desesperación. El registro del paso del tiempo se lleva a cabo a partir de la mirada desde y hacia el otro; y comienza a ser pensado no ya en función de lo transcurrido, sino en función de lo que resta por vivir. Esto también lleva a la toma de consciencia de la finitud del tiempo; estableciéndose una carrera contra el tiempo en el intento por permanecer jóvenes, tal el ideal sociocultural imperante. En esta época, y en consonancia con esto, comienzan a sentirse en carne propia los primeros signos de segregación hacia el viejo. El viejismo antes ejercido comienza a ser padecido. El ser que envejece hace entonces un doble esfuerzo, ya que debe adaptarse tanto al medio como a su propia vejez; pudiendo

generarse una reacción de rechazo ante la no aceptación del envejecimiento de las capacidades intelectuales, físicas, sexuales, etc. Esto puede convertirse reactivamente en la adopción de rasgos de épocas previas que buscan detener el paso del tiempo. Respecto del ejercicio de la sexualidad Salvarezza señala que, el imaginario social piensa a los viejos en extremos opuestos, o son asexuados, o son perversos y asquerosos. Si bien con la vejez se producen cambios fisiológicos, esto no implica que la función sexual sea afectada negativamente; sino que debe ser pensada desde otra perspectiva. Se tata de pasar del modelo de sexualidad basado en el joven, donde el ejercicio de la sexualidad está equiparado al coito; a un modelo más amplio en relación a la obtención de placer sexual, basado en el coito, los abrazos, los besos, el sexo oral, la masturbación, etc. Erección, coito y orgasmo, si bien son hechos deseables, no son los únicos necesarios para la obtención de placer. Una de las necesidades básicas del ser humano es la del afecto y cuidado desde y hacia la otra persona. En aquel que deja de tocar y ser tocado, el afecto y la confianza en la conexión humana se deterioran, generándose una muerte emocional.

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La visión puritana de la sociedad despliega sus aspectos moralistas en conceptos tales como la nos sexualidad en la vejez. Así, no solo se niega la sexualidad sino que su presencia escandaliza. Lo que los demás esperan de uno se convierte en algo de capital importancia para el equilibrio narcisista, principalmente a una edad en la cual el individuo está afectado, real o fantasmáticamente, por la sensación de pérdida de sus relaciones objetales, y el temor a dejar de ser deseado; por lo que el viejo debe

enfrentarse a la disyuntiva de abandonar su sexualidad, o mantenerla pero al precio de ser desplazado por ser considerado enfermo (viejo verde, vieja atorranta) No solo se trata de la inducción de conductas en la actividad sexual, sino que también se prohíbe la verbalización de esta problemática, lo que lleva a la dificultad en la búsqueda de ayuda. La conflictiva edípica no deja de tener un importante papel en el rechazo a la sexualidad de los viejos,

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ya que aceptarla implica aceptar la sexualidad de los propios padres. Los medios de comunicación fueron un arma clave en el desplazamiento de la idea de sexualidad en la vejez, ya que establecieron la idea de que la sexualidad es solo para jóvenes de cuerpos atléticos, por lo que inmediatamente niega todo tipo de satisfacción sexual a los viejos. Al negarse a reconocer a sexualidad de los viejos, los jóvenes y adultos se niegan a reconocerse a sí mismos en los viejos que serán, lo que de no modificarse va a acarrearles consecuencias importantes al no tener herramientas para lidiar con la vejez cuando esta llegue.

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Cortitas y al pie

“¿Es la identificación con Freud la solución? Probablemente no. Falta saber si los cultos que le sucedieron son restablecimientos del Becerro de Oro o consagran las virtudes de los herederos de su filiación más legítima. La solución verdadera, pero sabemos cuan difícil, azarosa, precaria, y altamente adulterable, sería la identificación con la búsqueda de la verdad que animaba a Freud. Pero ¿Quién pretende no estar enrolado en ella? ¿Y con que derecho excluiríamos la posibilidad de que esta actitud nos conduzca fuera de los caminos freudianos e incluso a su opuesto? Ese es el riesgo de toda desidealización” Green, A. (1993). El trabajo de lo negativo, p.116.Buenos Aires: Amorrortu (2006)

“Con demasiada frecuencia, lo que el psicoanálisis clásico llamaba ´latencia´ no se presenta como latencia de la vida sexual, sino como detención de la vida imaginativa, de aquella que se cuenta entre lo más específico de nuestra especie y sin la cual no podríamos hablar de experiencia cultural” Rodulfo, R. (2012). Padres e hijos. En tiempos de la retirada de las oposiciones, p.202. Buenos Aires: Amorrortu

“…ni el lenguaje es la condición del inconsciente, ni el inconsciente es la condición del lenguaje. Se trata de poner en relación ambos sistemas en su constitución originaria y de reubicar la metáfora constitutiva del inconsciente, la represión originaria, en el movimiento fundador de ambos sistemas” Bleichmar, S. (1984). En los orígenes del sujeto psíquico. Del mito a la historia, p.49. Buenos Aires: Amorrortu

"...la antropología revela que aquello que consideramos ´natural´, fundado en el orden de las cosas, se reduce a limitaciones y hábitos mentales propios de nuestra cultura. De tal modo, nos ayuda a quitarnos las anteojeras, a comprender como y porque otras sociedades pueden tener por simples y obvios usos que a nosotros nos parecen inconcebibles e incluso escandalosos“ Lévi-Strauss, C. (1986). La antropología frente a los problemas del mundo moderno, p. 97. Bs.As.: Del Zorzal (2012).

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Trazos y miradas

Varón - 4 años - “Mi casa, Papá y Yo. Papá es spiderman”

Lic. Jorgelina Albanese

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Damas y caballeros (2011) – Aníbal Repetto https://www.flickr.com/photos/anibalrepetto/6610860805//

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Los autores

Aníbal Repetto Lic. en Piscología / Profesor Universitario / Lic. Kinesiólogo Fisiatra / Docente Cátedras Introducción a la Psicología, Psicología del Desarrollo, e Integración de Psicoterapias: Lic. en Psicología, U. Maimónides / Prof. Psicología: Lic. en Educación Física y Deporte, U. Maimónides / Director y editor revista Sin Contornos / Músico repettoanibal@gmail.com

Branko Gerlero Cogo Lic. En Psicología / Coordinador académico Facultad de psicología UNLP / Profesor Instituto superior de formación docente N° 6 brankogerlero@gmail.com

Adriana Santagapita Psicoanalista / Miembro Consejo directivo Fundacion Campos del Psicoanalisis / Miembro Comision Organizadora Jornadas de Dis-capacidad Fundacion Campos del Psicoanálisis. pspas1@yahoo.com.ar

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María Lucila Murray Psicóloga / Miembro de la Asociación Argentina de Terapeutas Cognitivos / Docente Cátedra Integración de Psicoterapias: Lic. en Psicología, U. Maimónides / Docente Cátedra Estrategias Motivacionales: Tecnicatura Superior en Consultoría Psicológica, U. Maimónides lucilamurray@yahoo.com.ar

Alicia Manso Ramos Lic. en Psicología / Docente / Poeta ali3jabna@gmail.com

Jorgelina Albanese Lic. en Psicología / Lic. en Pastelería jorgelina.albanese@gmail.com

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Convocatoria: Revista Sin Contornos convoca a participar en sus ediciones en las diferentes modalidades (artículos, imágenes, viñetas clínicas, reseñas bibliográficas, literatura, poesía, etc.). El requisito es sostenerse dentro de las premisas de la revista: Intercambio de conocimientos y sensaciones artísticas relacionadas con el psicoanálisis, en su sentido más amplio. Sentido que nace en las teorizaciones clásicas, y pasando por sus revisiones fundamentales, alcanza las nuevas propuestas, y se proyecta en el futuro. Los artículos y demás aportes en caso de no ser inéditos deben acompañarse de la respectiva referencia al autor y propietario de los derechos del mismo. Sin contornos, y su editor, no se hacen responsables de demandas que surjan ante el incumplimiento de dicha norma, así como tampoco de las potenciales situaciones de plagio que pudiesen surgir. Así mismo, los autores son responsables de sus expresiones, dichos, comentarios, e imágenes; y de los efectos que estas provoquen. La publicación no implica que Sin Contornos coincida con lo expresado por los autores; ya sea a nivel teórico, social, político, etc. Requisitos formales para aportes escritos: a) Los aportes escritos deben enviarse en Word, con una longitud de 5 a 10 páginas, utilizando letra Times New Roman, Arial, o Verdana, y un espaciado de 1.5. b) El inicio del escrito debe estar acompañado de un breve abstract no mayor a 500 caracteres. c)

Todo escrito debe incluir las correspondientes referencias bibliográficas, ordenadas alfabéticamente de acuerdo a las normas internacionales de la American Psichological Association (APA)

d) Incluir un breve currículum que dé cuenta del recorrido académico / profesional del autor, no mayor a 50 caracteres, incluyendo solo información relevante. Así como una dirección de correo electrónico que posibilite el contacto con los lectores, y una foto de perfil, o en su defecto, una imagen que lo represente

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e) Si el autor desea que alguna frase sea resaltada esta debe estar destacada de manera clara en el texto (negrita, recuadro, etc.). f)

Si el autor desea que su escrito se acompañe de una determinada imagen, debe proporcionarla, adjuntando la referencia autoral de la misma, así como la referencia a la fuente de la cual la ha obtenido, y una carta del autor de la misma, en la cual expresamente permita su publicación a la Revista Sin Contornos y su editor. La carta no es requerida si el autor ha fallecido hace más de 80 años. Sin contornos o se hace responsable por las demandas que pudiesen surgir ante la utilización de imágenes que poseen derechos restringidos de utilización y/o modificación de las imágenes.

g) El trabajo debe estar acompañado de un escrito en el cual el/los autor/es se responsabilizan por la autoría y el contenido de su escrito, y señalan que el mismo, y la información que contiene, no ha sido previamente publicado, tanto total como parcialmente. Así como señalando haber leído los presentes requisitos y autorizando la publicación del mismo. h) En el caso de viñetas clínicas o similares, el autor es responsable de guardar el secreto profesional respecto a la identidad de las personas implicadas, así como de cualquier otro dato que pudiera poner en evidencia su identidad, o afectar a este de cualquier modo posible. i)

Los escritos deben ser enviados por correo electrónico a : sincontornos@gmail.com, señalando en Asunto: Propuesta de publicación.

j)

La recepción de los escritos no implica obligatoriedad de publicarlo, quedando esto a consideración del editor.

k)

La estética de las publicaciones está a cargo del editor de la revista, quien lo hará respetando el texto enviado por el autor. Si el autor no hubiese enviado imágenes ilustrativas , el editor podrá disponer de la elección de las que considere pertinentes para llevar a cabo dicha ilustración; excepto en el caso de solicitud expresa escrita por parte del autor, refiriendo su preferencia acerca de la no ilustración de su escrito.

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Requisitos formales para aportes en imágenes: a) Las imágenes deben ser enviadas en formato JPG, con un tamaño no superior a 10 Mb. b) En caso de tratarse de una serie de imágenes, dicha serie no debe superar el número de 5 imágenes. c) Acompañar, opcionalmente, la imagen con un texto descriptivo, no mayor a 300 caracteres, escrito con letra New Roman, Arial, o Verdana. En caso que el texto no sea de autoría propia, debe proporcionarse la referencia bibliográfica correspondiente. d) Incluir un breve currículum que dé cuenta del recorrido académico / profesional del autor, no mayor a 50 caracteres, incluyendo solo información relevante. Así como una dirección de correo electrónico que posibilite el contacto con los lectores, y una foto de perfil, o en su defecto, una imagen que lo represente. e) En caso que la/s imagen/es no sea/n de propia autoría, esto debe ser aclarado por escrito, y acompañarse de una carta del autor de la misma, en la cual expresamente permita su publicación a la Revista Sin Contornos y su editor. La carta no es requerida si el autor ha fallecido hace más de 80 años. Sin contornos o se hace responsable por las demandas que pudiesen surgir ante la utilización de imágenes que poseen derechos restringidos de utilización y/o modificación de las imágenes. f)

El punto (e) es válido también para fragmentos de imágenes que no fuesen de autoría propia, y estén incluidos en imágenes que si lo son.

g) La/s imagen/es debe estar acompañado de un escrito en el cual el/los autor/es se responsabilizan por la autoría de la/s misma/s, y señalan no ha sido previamente publicada, tanto total como parcialmente. Así como señalando haber leído los presentes requisitos y autorizando la publicación de la/s misma/s.

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h) En el caso de viñetas clínicas, imágenes provenientes de test psicológicos, o situaciones similares, el autor es responsable de guardar el secreto profesional respecto a la identidad de las personas implicadas, así como de cualquier otro dato que pudiera poner en evidencia su identidad, o afectar a este de cualquier modo posible. i)

La/s imagen/es deben ser enviadas por correo electrónico a : sincontornos@gmail.com, señalando en Asunto: Propuesta de publicación de imagen.

j) La recepción no implica obligatoriedad de publicarlas, quedando esto a consideración del editor. k) La estética de las publicaciones está a cargo del editor de la revista, quien lo hará respetando la integridad de las imagen/es enviadas por el autor. l)

Revista Sin Contornos, y su editor, no se hacen responsables ante las demandas que pudiesen surgir ante los efectos causados a otras personas por el contenido de las imágenes publicadas, haciéndose el autor de las mismas responsable por esto.

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