El espejo irregular - María Lara

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Poemario ganador del II Certamen de Poesía Joven

María Lara

El espejo irregular

Colección: Laura Damián

SIÓN EDITORIAL


El espejo irregular María José Lara Medina Primera Edición Noviembre de 2019 Quetzaltenango, Guatemala Colección: Laura Damián Cuidado editorial: Sión Editorial sioneditorial@gmail.com

Diseño de portada: Sión Editorial Diseño y diagramación: Manuel Rodas

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro con fines comerciales. Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercialSinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia de esta licencia, visita http://creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/.




I Desdoblamientos

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Sequía Soy un eterno muro ambulante. He olvidado cómo llorarme. ¿En qué silencio debo ahogarme para romper la presa? Soy una húmeda huella de socorro. He olvidado cómo escaparme. ¿En qué recuerdo debo hundirme para salir de las pestañas?

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Tejidos Anhelo desatar el nudo que me habita. Deseo una boca que revele los verbos disueltos en mi alma. Busco unos dedos ajenos que hilen la trama de mi piel Pues hace tiempo que yo tampoco me sé tejer.

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Perspectiva Ojalá pudiera dejar de habitarme, separarme de mi piel, para poder mirarme. Quizás al otro lado del espejo me conocería mejor.

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La palabra muerta Mi boca es un cementerio de palabras que nunca llegaron a ser voz.

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Noche No sé si yo camino mientras vos sucedés o si, en cambio, soy yo la que te crea y te lleva a cuestas incluso cuando el sol me incendia la espalda.

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Tibieza Que sea hoguera mi carne. Que la escarcha envuelva mis huesos. Prefiero helarme o ser ceniza a arder en llama tibia. Porque habitar los puntos medios es robarle gozo al aire, masoquismo equidistante a la paz y a la locura. Sobrevivir entre ombligo y espalda solo deja el gusto insípido. Es un eco detrás de la nuca que no retumba pero tampoco cesa.

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Sed Cuando comienzo a hurgar en los rincones de mi soledad, solo encuentro esquinas, dobleces y retornos. Retornos a mis manos que con uñas o garras escarban en mi propia carne y me vacían completa. Solo queda un hueco, una caverna, irremediable. Soy una cueva deshabitada. Bebo de la noche, del sudor que gotea de espaldas sin nombre. ¿Ahora sí? ¿Estás llena? Bebo de todo lo que encuentro, de toda sustancia parecida a la vida. Bebo de cada cuerpo de agua que parezca reunir las gotas que antes formaban mis [ piélagos, esas que huyeron y me hicieron desierto. La cueva es un viejo mar lleno de sal.

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Apetito Se me antoja el cansancio pleno, la amnistía de un orgasmo tibio luego de batallas impronunciables.

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La condena No conozco de qué está hecha la soga solo sé que la tengo al cuello. Pendo de la libertad, meneo mi cuerpo transversal al ritmo de un amuleto al viento. El lazo lo até hacia dentro y ya no sé de qué recuerdo tirar para desatarlo.

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Desdoblamiento Carta a la que habita el espejo: Sos el dolor en mi quijada que muerde tu ausencia en sueños.

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II Encuentros

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Contingencia La humanidad es un grito contingente, apenas cierto. Es un eco que rebota y se retuerce en el espacio que separa la soledad del silencio.

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Cicatriz ancestral El genoma de nuestra memoria salpica las banquetas de rojo lavado, seco. La cicatriz es la evidencia del hilo que nos cose como cordillera que no se rompe ni a mordidas. Nuestra herida abierta es el tiempo y el recuerdo agujereado.

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Danza colectiva Es el frío en los huesos por esta danza que nos tiene presos. Es el andar sin esperanza. Son los pasos con calma en el sendero maltrecho. Es caminar con dolor en el alma y ardor en el pecho.

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Resistencia El tejido de mi patria es el mismo de mi espalda. Una maraña corroída, subyugada. Compartimos la cadencia del andar de un esclavo. Ella arrastra en el tobillo una cadena de esbirros que se toman de las manos para clavar los caninos en su epidermis volcánica. Compartimos el muñón y la sangre color memoria. Son mis pulmones los que respiran a través del resiliente escozor de su herida. Compartimos el sonido del incansable paso cojo. Si el sol arde con miedo nos pedimos prestadas las piernas para resistir desde la ternura.

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Coro ahogado El vacío nos ha llenado tanto que al separar los labios resuena el eco.

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Revelación Vení. Dibujá las manchas de mi rostro, que hoy el espejo se olvidó de hacerlo. Humedecé mis lágrimas secas para recibir el beso de la muerte en mejillas lavadas. Revelate en el cielo de mi habitación antes de que llegue la verdad a rompernos los huesos.

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Conversación «Sos inabarcable», dijiste. ¿Será por eso que me siento tan deshabitada?

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Magia Vos sos esa ciencia que aún parece magia. Y yo, una alquimista necia, que aunque presagia tu muerte se niega a tu ausencia.

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El deterioro Es la condición inescapable y viscosa, lastre humano. Es el pulso de nuestras huellas corroídas de tanto andar y desandar los senderos circulares que nos hemos obligado a recorrer. Es el tiempo que nos repta por la espalda.

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La verdad Es como un murmullo de mosca negra incómoda insistente presagio de inmundicia. Es la condena del espejo partido en dos o en diez ¿o en Dios? Es certeza de nuestra orfandad y de las agujas invisibles que marcan hora en nuestra frente.

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María José Lara Medina Nació en la Ciudad de Guatemala el 23 de diciembre de 1998. Comenzó a escribir poesía a los 16 años. Actualmente estudia la Licenciatura de Periodismo y Comunicación en la Universidad del Istmo y edita textos en la plataforma digital de escritores TenetIdeas.com

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