Objetos 1 - Josseline Pinto

Objetos 1

Josseline Pinto

Colección LIBELULA

SIÓN EDITORIAL

Objetos 1 Josseline Pinto Segunda Edición: agosto de 2019 Colección: Libélula Quetzaltenango, Guatemala Primera Edición con Sión Editorial Mayo de 2017 Cuidado editorial: Sión Editorial sioneditorial@gmail.com Diseño de portada: Sión Editorial Diseño y diagramación: Manuel Rodas Ilustraciones interiores: Renato Barrios Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro con fines comerciales. Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia de esta licencia, visita http:// creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/.

objetos 1

¿Cómo puede ser que un elemento, de lo más cotidiano y banal posible, posee dentro de sí una especie de esencia, encontrada en lo más puro de su ser?

-El objeto de discurso, José Oquendo

I Encuentro candelabros escondidos en la alcoba.

Oculto hay un juego de palabras.

No sé jugar con la muerte.

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II El alma a veces escapa por el vacío del pecho que taladra la tristeza.

Luego solo queda una masa que se arrastra por inercia o necedad y pretende que algo externo como una voz o un disparo sea lo suficientemente fuerte para guiarla de vuelta.

Pero qué tan grande es la mentira de los instantes de calma.

Son momentos de distracción en los que la masa encuentra algo nuevo en el piso y se sorprende.

Pero el cuerpo sigue hueco, arrastrado, triste y el pecho sigue consumiéndose hacia adentro como un cáncer de ácido que tiene demasiada fe en la resurrección.

Tantas cosas podrían solucionarse si el alma no fuera un ave que lucha por su vida cada vez que vuelve a nacer.

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III Soy el sueño de mí, un fracaso de la realidad que me dice.

Recorro un vacío en búsqueda de un devenir.

Hoy solo me encuentro palabra, debo decirme silencio.

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IV Prefiero ignorar siluetas que no me corresponden.

Aparentar ceguera o locura.

Descalzarme y correr los cuatro puntos cardinales al mismo tiempo.

Pero me quedo junto al polvo sin forma y extraño escuchar mi mente un poco menos violenta.

El tiempo no pasa.

No pienso y me escondo detrás de los sueños.

Cuántas veces he escrito del odio y del deseo.

Desconozco mi rostro e intento ser otra o usar una máscara distinta.

Solía escaparme del tiempo con una ausencia prolongada de futuro.

Ahora me reproduzco en siluetas y formas desconocidas.

Soy un cadáver del tiempo.

Me desconsuelan las anécdotas del futuro y las fantasías.

Solo quisiera amanecer sin carne ni espacio.

Necesito correr en el tiempo.

Escribo sobre años presentes y pasados, pero pareciera que a lo que no puedo escapar es a mí y mi falta de estado.

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V Hay cosas que solo la muerte entendería, como el silencio entre dos cuerpos que nacen después de años o el suspiro de gracia que comienza la despedida.

Hay cosas y palabras que se hicieron para callarse, pero ya diría el cuerpo que los silencios son nombres estridentes, como la gota de sudor que cae.

Estamos hechos de muerte.

Somos un final resucitado que pretende saber algo del mundo al que reencarna.

Pero no soy nada, ni nadie más que el cuerpo que busca su hogar en esas palabras y cosas que me callan.

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VI Voy quedándome atrás, el viento es más lento, ni las miradas de misericordia me empujan.

Reiré hasta quedarme sin aire y azotar la tierra con mi féretro cuerpo.

Quedarme aún más atrás inmóvil imperceptiblemente muerta como una hormiga que me dará suerte en el zapato.

La seguridad de no llegar nunca reconforta la vista perdida en cielos muy altos.

Desde aquí todo tiene menos líneas, menos bordes.

Jamás llegaré al final preciso, pero descansar en los agujeros del mundo tiene un aire nuevo y divino.

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VII Una postura de masa-carne o estado no pesa lo que pesan tres silencios en una melodía.

La carne se aparece. Sufre. Renuncia a sí misma.

Trato de aparentar o parecerme a un ser otro.

Respiro. Goteo. Sacudo el susto temprano.

Escucho el mundo crearse en pozos musicales.

Hay la vibración y la coincidencia sonora.

Precio de dejarse. Liberarse. Adivinar.

No veo cosas que no conozco.

Paso de ingenua para seguir intentando y no morir de sed.

En la calle me aniquilaría el incienso religioso.

Hay demasiados secretos que guardo, como el caminar izquierdo de una mano que recorre un paisaje abierto o la respuesta a cuánta sal tiene una ola.

Dentro, despacio, el ser reconoce la reminiscencia de su nombre.

Recorre el tiempo para olvidarse de eso que lo creó.

El origen común, epicentro de siluetas violentas.

El único despertar del miedo.

Aparezco siendo el mismo cuerpo.

Mi mente ya aprendió palabras nuevas, 17

estruendos vocales, mares vacíos que seducen el ojo extendido.

Aprendí bien de mis maestros.

Aprendí a organizar los significados en colores, recortar deseos y repetir los mismos lamentos de las piernas que cojean y los niños que no lloran.

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VIII Si el mar se agita cuando el silencio retumba en un rincón oscuro de la muerte y el mundo se mueve algunos grados hacia el abismo, si el cuerpo cae y se destruye y Dios existe y lo repara.

Si la sal cae del cielo en estrellas, es probable que yo exista en otra forma y me encuentre dormida soñándome.

Caen los días sin un final determinado y escapo al comenzar de nuevo el conteo.

Hoy será de hacer de las cosas un hecho sin forma y descubrir que hay momentos en los que la tierra se detiene a contemplar su existencia.

Hoy será de hacer planos y maquetas de futuro y descubrir que hay un tiempo que sí se detiene en primavera y me afecta mientras siento que me alejo hacia la infancia.

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IX Hay imágenes pequeñas que no ocupan tiempo ni labio, son más fantasmas o espejos.

Vivo en el intersticio de la imagen que me dibuja, sigo pensando en algo más y me trae y se mueve y es grande y me habita.

Hay un corazón enterrado en la playa que tiene calor.

Lo escucho vibrar. ¿Cuántas imágenes quedan por crear palabras? ¿Cuántas palabras quedan por crear recuerdos?

El mar se agota y nubla la vista.

Me evapora el cuerpo y me desnuda a tus ojos.

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X La rutina del día comienza al abrir los ojos, respirar con calma y recordar que hay una ausencia que también está amaneciendo en otra parte.

Entonces doy vueltas desesperadas en la cama.

Me tapo la cara por vergüenza o suicidio, respiro más rápido como si el ritmo fuera a apagar el dolor.

Y entonces trato de estornudar para sacarme el alma del pecho y fracaso de nuevo como lo he hecho toda la semana.

Cierro los ojos para tratar de dormir, pero el ardor del pecho me levanta.

Estiro mis manos porque talvez tu cuerpo solo esté escondido y pueda alcanzarlo.

La rutina del día comienza abriendo los ojos y aceptando que el reto más grande será sobrevivir la tristeza, de nuevo.

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XI Te encuentro en la memoria, y recuerdo cuanto miedo le tenía al olvido.

Me persigue la secuela de tu imagen.

Resuenas.

Aprendí a deletrearte para hacer más largo tu nombre.

Pero te disuelves, en lo que tardo en pronunciarte.

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XII Me escribes cada vez que mi cuerpo se ausenta en tu mano.

Entonces me tocas en el aire y tu mano gira con la curva de las palabras.

Me imaginas dormida en el sótano de un desierto [ infinito.

Sientes nuevamente que me asemejo a tu ritmo y crees que existen dos cuerpos de tí, el que me imagina y el que me escribe.

Te bifurcas para que a su vez yo pueda tenerte y soñarte.

Hablas de la metafísica del cuerpo que susurra una complicidad del pasado, un recuerdo de una masa ausente que te sigue hablando y que tú sigues nombrando.

Me creas y me escribes, con suspiros que provienen del desaparecimiento y la ausencia de estarnos lejos o soñándonos.

Hoy me faltas y te escribo.

Hay tanto pecado en las lágrimas y tanta paz en el sudor de la carne que calle las metáforas que nos decimos.

Hoy me faltas y te escribo.

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XIII Descanso la mirada sobre el viaje y la orilla de una utopía se dibuja lentamente en mi brazo.

Hay que perseguir recorridos salvajes, quitarle plumas o escamas a la carne y prepararla para ir tras fantasmas de sueños.

Trazar rutas nuevas siempre atenta un poco al suicidio.

Luego se descubren senderos que forman partituras satelitales.

Se sienten los vientos que empujan caravanas al valle y hay elefantes que danzan mientras los pasos comienzan a hablar, a quejarse, a extrañar los cuerpos del pasado que una vez agitaron el camino.

Es posible empacar ausencias en un viaje.

Luego la mente empieza a contar estrellas para [ distraerse y encuentra dibujos en el tronco de los árboles.

Pasa el tiempo doblando ciclos, guardando culpas.

Así llega a una cúpula alta en la que el ser no pesa ya nada.

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Pero a veces el equipaje cesa, desempaca y construye hogares, pues al final las rutas no son más que estrías que se ensanchan con el cuerpo mientras este se mueve buscando fieltro y encuentra ritmos en las hojas de los árboles y compases en las líneas de su tiempo.

Las rutas van marcándose solas mientras los nuevos pasos se levantan del suelo y pisan lento, más ligeros.

Sigo trazando utopías.

Voy danzando la caravana de la lluvia.

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XIV Jamás sabré qué es caer sobre un lago congelado y luchar contra mi propia fuerza.

Viajaré por el mundo entero en busca de nieve, para contradecir pronósticos e imágenes de mis [ infancias.

Ante mis ojos hoy solo hay niebla y estoy segura que en otras latitudes, mundos, espacios, el sol se viste de verde sobre llanuras menos tristes.

Es imposible que la soledad pueda caber en un sitio como este.

Debo irme con lágrimas aún sobre los ojos para que todos sepan el mensaje de mis palabras y yo no olvide la intención de estos pasos.

Viajaré en busca del aire que se acople a mis perforados pulmones, para ver finalmente un cambio de paisaje y sentir los pies congelados por diversión.

Pero, ¿qué sé yo de geografía?

Si ante mis ojos solo hay montañas que me absorben como musgo y están ya demasiado húmedas para aceptar mi llanto.

Qué sé yo si cuando digo África, sueño mujeres de oro esperando 29

en línea a sus hijos vivos o digo Egipto y aún las aguas guardan niños legendarios.

Qué se yo de geografía si en los libros nunca llovió en Venecia.

Siempre me dijeron que no confiara en ojos ajenos, que percibiera el mundo desde mis errores.

Por eso viajaré a tierras lejanas en busca del relieve que le falta aún a mi camino rodeado de vanidosos volcanes.

Viajaré para desprender las imágenes de una tierra plana pintada de solo tres colores y estrellas.

Qué sé yo de geografía sino aquello que me enseñaron en la escuela imaginaria.

Tal vez algún día lo intente, y así pueda traer las faldas de mis montañas tristes a nuevas tierras donde la emoción de sentir por primera vez frío, calor o sueño sea la solución para caminar sola entre espejismos reales de mundos que solo descubriré soñando despierta.

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JOSSELINE PINTO Guatemala, 1996. Poeta, gestora cultural y curadora de arte contemporáneo. Publicó el poemario Cartas Íntimas (2015), Chuleta de Cerdo Editorial. Su trabajo se encuentra en varias antologías de El Salvador, Guatemala y México. También ha publicado investigaciones sobre arte contemporáneo y varios artículos y entrevistas en revistas digitales como esQuisses.net. Sus estudios incluyen el Diplomado en Agenciamiento Cultural e Investigación Artística de la Fundación Paiz y otros diplomados en crítica y curaduría de arte. Actualmente es co-directora del proyecto expositivo de arte contemporáneo MANIFESTO-espacio.

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