Olvidé decirte adiós - Pep Balcárcel

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Olvidé decirte adiós Pep Balcárcel

Colección LIBELULA

SIÓN EDITORIAL


Olvidé decirte adiós Pep Balcárcel Primera Edición: Mayo de 2017 Colección: Libelula Quetzaltenango, Guatemala Cuidado editorial: Sión Editorial sioneditorial@gmail.com Diseño de portada: Sión Editorial Diseño y diagramación: Manuel Rodas Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro con fines comerciales. Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia de esta licencia, visita http:// creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/.


olvidé decirte adiós



“Perdón que ya no aguante tu partida, pero es la perra soledad” Porter.





La rabia me ha rasgado un poco más, mientras el miedo me sostiene y la náusea de seguir en pie, me arropa. Estoy a kilómetros de todos los lugares a los que ahora temo regresar. Y sin embargo, las calles me parecen las mismas. La música suena igual. No dice nada, y lo dice todo. Caminan los mismos seres, ausentes, hasta volverse sombras y perderse. Y sucede, que ya no puedo siquiera huir. Ni sonreírle al silencio. Que la noche tampoco habrá de salvarme, 9


ni la luna de compadecerse. Que no quiero que nos desnudemos por la madrugada, para olvidar -un poco, quizálo solos que estamos. Ni despertar con la misma ansiedad de la noche anterior.

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“La luna no se habrá de entristecer”. Sylvia Plath Tengo el mundo frente a mis ojos, la nada, y un montón de versos regados sobre la mesita de noche. Un cigarro y una canción que no se detiene. Una carta que más parece una entrevista a la muerte. Llevo una despedida clavada en la mirada, y una coraza hecha con angustia, para no romperme más. Veo la calle, y nada parece real. Nada. Las personas caminan, se cruzan, se chocan, algunos apenas y sostienen su paso. 11


Otros ya son fantasmas. Nunca imaginé que sí, que ésta sería la peor ciudad para llorar, que mi miedo se mezclaría con el smog de los buses. Y me siento derrotado, sin más armas para defenderme, que todos esos sueños -iluso de míen los que aún creo. Hay tanto allí afuera, pero no recuerdo dónde está la belleza de los paisajes, ni cómo sonríe un borracho que no puede más con su [ pena. Tampoco quiero café por la mañana, ni una fiesta para celebrar que aún sigo en pie. La poca ternura se me está agotando, y a veces pienso que me quiero dejar vencer, decirle al gris del cielo que quiero estar allí, 12


que no quiero saber de la vejez. Veo a un niño que corre y me pregunto, si algún día llegará a sentirse como yo. O si volveré a conocer la libertad, como él.

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Quedarse es aceptar las ausencias enfrentarte a las noches y escribir porque no queda más emborracharte para poder dormir y sonreír aunque no recordés cómo hacerlo. Así en la madrugada escribirás su nombre y la cronología hacia el miedo. El alba no existe y lo sabés se marchó la misma tarde que el azul dejó de dibujar la calma.

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Algunas madrugadas no puedo ni verme al espejo; me asusta no saber contra quién voy a enfrentarme. Enciendo la luz y veo cómo el infinito me abandona. Trazo siluetas en el vacío, y hay un cigarro haciéndose cenizas entre mis dedos. Y el silencio está lleno de voces: de gritos, de sombras que se acercan demasiado, que parecen no detenerse. Pero que se esfuman, antes de mi último aliento. Es como un juego de la vida, desgastándome. Viendo hasta dónde puedo llegar.

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Y he descubierto la belleza de la derrota, de sentir que un mar arrastra mis párpados, cuando no puedo más o cómo el desinterés me arropa por las noches, y al gris de los días me dice que allí en la nada, no hay dolor. Pero también he aprendido a escuchar mejor la música, dejarme abrazar. He conocido una sonrisa, que se pierde en el sistóle/diástole de mi corazón, y lo vuelve de color azul, que besó mi sonrisa rota, en el mismo lugar donde dejé mis lágrimas. Que me hace pensar en paz. He visto que las noches no son tan largas como parecen, 16


que el llanto también conoce de la calma. Que hay paisajes donde perderse nunca sería un error. Me he enfrentado al infinito, y aún respiro, con dificultad. Pero lo hago. Le he enseñado a bailar a mis demonios y aunque lastiman, ya no queman tanto.

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Tengo frente a mí todo el universo, tengo, también, un montón de sueños que se caen en pedacitos y se me pierden bajo la cama. Llevo el rostro tatuado de angustia, varias madrugadas sin poder dormir, escribiendo la misma carta. Una y otra vez. Una y otra vez. Sin destinatario. Sin remitente. Pero con nuestros nombres escritos, aunque no se ven. Esta noche soy yo quien se enfrenta a la noche. Me visto con un armadura desgastada, alzo la frente, y veo al rostro a cada uno de mis demonios. 18


Sé que mis manos tiemblan, y que muchas veces, me dejo derrotar. Sé también que no quiero llevar más este dolor a cuestas. Quiero ser valiente, amor, para vos, para nosotros. Quiero que esta flaqueza se esfume, y construirte sonrisas donde alguna vez hubo lágrimas. Quiero decirte que mi sueño sos vos. Pero sólo tengo este poema, y no sé, si alguna vez lo vas a leer. 19


Hay noches, mi amor, en las que te extraño más que nunca, en las que tu mirada cruzándose con la mía, es lo único que pido. Pasan los días, aún me quiebro al pronunciarte, y no me creo capaz, de poder explicarle a la vida que ya no estás. Y creo que nunca podré. Me siento en la banca, la misma dónde sonreímos la primera vez. Pero esta vez lloro, mi amor. No puedo evitar que las lágrimas acaricien mi rostro, como lo hiciste vos alguna vez. Porque a tu lado lloré, aquella tarde, 20


cuando te dije que tenía miedo. Miedo a que un día no me amaras más y te fueras. Vos me dijiste que no lo tuviera, y hablaste del infinito. Te marchaste igual, pero no es reclamo. Es que los días no han vuelto a ser los mismos sin vos. Nada ha vuelto a serlo. Y hay momentos en los que ya no sé qué hacer. Pero también te entiendo. Sé que adentro llevo demasiada rabia y tristeza, y que a vos también te dolía. Creeme que lo sé. Quisiera decirte, mi amor, que hace unos días, pensé que ibas a volver, y me hubiera encantado que vieras mi rostro. Me consumía la emoción. 21


No fue así. Aquí estoy, roto, perdido, haciéndome tantas preguntas que no podré responder. Pero, tampoco tengo nada malo qué decir. Si la mejor sonrisa que tuve, me la regalaste vos. Porque aunque soltaste mi mano, me sostuviste cuando no podía más. Y por eso, si algo puedo contarte del amor, es que si alguna vez lo vuelvo a sentir, o si volvés, siempre sabré que lo conocí cuando caminábamos juntos.

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Alguna vez dije que cuando no estuvieras más no pensaba llorar porque me viste hacerlo muchas veces llevar a cuestas todos mis fracasos y siempre me sonreíste porque siempre sabías cómo sacarle arcoriris a cualquier desastre pero hoy tu cama amaneció sin vos y todo es tan raro porque me enseñaste casi todo lo que sé porque sos la única persona que ha leído todos mis [ libros porque nunca se te extinguió la luz de los ojos y no puedo evitar quebrarme sabés porque ya extrañaba tu voz tus palabras tus chistes pero ahora también me va a faltar tu presencia verte por las mañanas 23


y al llegar por las tardes y sé que me voy a sentir culpable de llevarte cigarros a escondidas cuando todos decían que no que sólo complicaban todo pero vos con tus muecas insistías y no podía decir que no pienso tanto en eso en los cigarros porque esa tarde salí a fumarme uno y te juro en serio que si hubiera sabido que mientras se consumía al compás del humo que salía de mi boca en ese mismo instante te ibas a morir hubiera salido corriendo para decirte que si alguna vez tuve un héroe fuiste vos. 24


“La odio porque me demostró demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo responder a estas demostraciones”. Andrés Caicedo Quisiera decirte, querida, que ni en la distancia he podido extrañarte menos. Que los días se siguen acumulando y que sé que no vas a volver escribiéndote un puto poema. O que dejé de ponerle adjetivos a todo en esta vida. Quisiera decirte tantas cosas, pero no es el caso. Ahora estoy frente a un mirador, son las dos de la madrugada y estoy completamente borracho. A horas de kilómetros de distancia; dejé de pasar los fines de semana en la ciudad, por miedo. Porque me aterra encontrarme con tus ojos. Porque me aterra la idea de tus ojos viendo otros ojos. Pero ahora todo sale bien, ¿sabés? Todo. Hasta que recuerdo que no puedo contártelo. Que nuestras sonrisas no van a cruzarse más. Y hay tantas cosas que quisiera decirte. Contarte, por ejemplo, que conocí a alguien con la sonrisa partida. Más partida que la mía. Sus ojos tristes reconfortaron lo míos. Una botella de vino y estábamos en su cama. Esa noche soñé con vos. Que me volvía patrimonio de tus 25


ojos otra vez. Que nos reíamos al quitarnos la ropa. Pero desperté. Y cuando busqué el cuerpo que me robaba las sábanas, no era el tuyo. Y qué culpa tiene ella de no ser vos. Su sonrisa sigue partida. La mía también. Me fui temprano. Pasé el día extrañándote. Porque aunque no estés, mi cuerpo sólo quiere encontrarse con el tuyo. Pero eso tampoco te lo puedo decir. Me acostumbré a tu ausencia. Y aún no sé cómo manejarla. Porque me faltan tus mensajes por las mañanas. Me falta la luz de tus ojitos. Me faltan tus sueños. Con vos conocí la ternura. La que no sabía que aún existía en mí. La que se me cruzó con una pequeña mano tomándome del dedo. Vos sabés. Hay tantas cosas que nunca te dije. Tantas cosas que nunca pude agradecer. Ahora sos una sombra en la distancia: íntima desconocida. Ahora son menos kilómetros. Sigo escribiendo. Perdí el rumbo. No sé hacia dónde voy. No sé de qué estoy huyendo. Me prohibí pensarte. Pero rompí todas las reglas. 26


“Acabo muerta cada vez que me enfrento a mis fantasmas”. Elvira Sastre Pasan los días. No puedo mentirle más a mi ansiedad. Soy una sombra desde que mis ojos no te pueden ver. Y escribo con la sangre que cae de mi nariz. Acumulo angustia. Le grito a la noche. Soy incapaz de escucharme. Lo rompí todo. Dejé que pedazos de donde alguna vez sonreí cayeran al suelo. Fue como un suicidio. Asesiné al hombre que agonizaba dentro mío. Berreé. Berreé como nunca. Fui angustia y miedo. Fui todo de lo que tanto huí. Fui un laberinto sin salida. Fui todo. Fui nada.


Me aterra la soledad. Me aterra la compañía. Me aterra verme al espejo y pensar que sólo soy un paraguas emocional. Me aterra ver hacia atrás, hacia adelante. Me aterra la vida, la calle, la muerte. Me aterra esta angustia que no me deja ni respirar. Me aterra todo. Y escribo: I hatemylife and I wantto die. Repito: I hatemylife and I wantto die. Una y otra vez. Hasta creérmelo. Hasta justificar mi miedo. Hasta no poder más.

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Olvidarte, querida, sería como pedirle a un muerto que se ponga a bailar sobre los pedazos de todos los sueños que nunca cumplió. O que vuelva a sonreír sin mirar atrás. Sería como dejar cada uno de mis huesos, expuesto, al frío de la madrugada, luego de sentir cómo desgarraban mi piel. Y tan necesario, como la heroína para el adicto que en la calle se desangra por no poder conseguirla. Porque dejé de perseguir tus pasos, porque cuando dejé de buscar tu sonrisa, encontré la mía. Y sin embargo, aún veo mi coraza desbaratándose, cuando me encuentro con tu nombre. 29


Porque me prometí tantas veces nunca volver a escribirte, y aún así, mis manos han decidido, esta madrugada, ponerse a juntar palabras y rasgarme un poco -tan sólo un poco máspor dentro. Quizá sea la abstinencia de tu piel con la mía. O el cuaderno donde te encerré, en vez de decirte adiós.

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Pep Balcárcel Guatemala, 1993 Tiene estudios en Lengua y Literatura por la Universidad Francisco Marroquín. Ha publicado los libros Obelisco 65 (poesía), Canto esquizofrénico (poesía), Ángeles de Heroína (microrrelatos), Los ojos de lo insano (relatos) y Fragmentos (poesía). Aparece en las antologías Los 4X4, ¡Meter un gol! y Deudas de Sangre. También ha escrito para diferentes medios de comunicación guatemaltecos e internacionales. Actualmente es bloguero en Nómada, Bitviu y mantiene el blog www.desdeelfindelmundoblog.wordpress.com

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