Indulgencias de un cenzontle por la madrugada - Walda Torres

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Walda Torres

Indulgencias de un cenzontle por la madrugada

Colección Laura Damián

SIÓN EDITORIAL Mención honorífica III Certamen de Poesía Joven


Indulgencias de un cenzontle por la madrugada Walda Torres Primera Edición Diciembre 2020 Quetzaltenango, Guatemala Colección: Laura Damián Cuidado editorial: Sión Editorial sioneditorial@gmail.com

Diseño de portada: Astrid Torres Diseño y diagramación: Manuel Rodas

© Walda Torres, 2020 © SIÓN EDITORIAL, 2020

Primera edición impresa en Quetzaltenango, Guatemala ® Todos los derechos reservados Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo del autor y la editorial.


Recital de los mil cantos

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Sigilo Sostengo cerezas de quimeras en mi boca el lánguido día se ha ido, tal vez es un poco prematuro pero no me aturde, me silencia.

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La voz que sopla Pensar que al mismo ritmo de mi exhalo, rugen grandes fieras y la Lycisca se fecunda. Adentra en mí la huida de este templo dormido, para abrirme a mercados y ruinas o simplemente hacer cáscara el cuerpo y convertir en criatura todo lo que llevo dentro. Así sean con atomizadas lágrimas y sangre cuarteada, para regar la cosecha y que de mis despojos, se levanten majestuosos maizales.

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Áspera tregua Mi vientre ya no tiembla ya no es un recinto, no uno para gestar ninguno de mis miedos, porque he hecho de ellos una diana para clavarlos en mi cama y despertar sin algunos.

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Hija silvestre Me desvelo sobre mis neblinas y como madres me acogen sobre un tórax hinchado y muchas veces roto, que en silencio empalman mis figuras, todas aquellas que opsonizó la noche.

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Desalojo amanecido Trato de curar al viento para no fatigar mi sombra, pero solo me encuentro empedernida a mi bosque infinito. Donde suenan cascadas de olivo, llueven brisas dormidas y mis alas abrazan a lo que corre dentro y fuera. El viento que lleva al aire, el aire que me lleva, yo que llevo al alba y esa vestidura de lienzo blanco a la mañana. Esa luz, mi perpetua amalgama.

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Homólogos Allí en las alturas, en el límite subacuático y bajo cortinas frías me gusta pensar que entre dos nace una catedral, en donde nunca es un para siempre.

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Huracán torcido Aguacero dormido es tu silueta que encontré en mis callejones más conocidos. Temblando dentro de la carne me conociste, para luego nombrar mis singulares polimorfismos. Te penetraste en la secuencia cromosómica y una disnea de raíz me regalaste; cuando no encontré mi aurora en la lámina agujerada de mi hogar.

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Istmo El agua nos habita apaciblemente crea aberturas, en su mayoría en los temporales, por eso hemos dejado de escuchar. El respiro es una brisa apaciguante, pero solo es un prefacio de la tormentosa marea de miedos, un bulto en la espalda que no tiende a caer. La vista entre dos un istmo incorruptible, es la tierra que une dos continentes agrietados. Cuatro ojos no se mienten, no se permiten ver a más. El agua que nos habita, no se debe dejar vaciar.

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Llamar el agua

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Eneldo caído Te deshilarás partida en cientos con la brisa que crece y emulsificarás de tus lágrimas, la más espesa nube que llueve. La fresca mirada te hará desmallar y será en esa hipnosis, del miedo más profundo a perderse sobre el cenote de su olvido.

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Travesía Tengo el cielo bajo los pies insípidos, una terraza apuntándome fijamente. Con mis manos juego a la nada. Han sido sólo mis corneas caídas quienes han viajado conmigo, en los mareos continuos con el oleaje de la sed.

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Obsoleta penumbra Solía convencerme que vivía en medio de un ártico, con las luces apagadas y una vela de temblor ligero. Solía convencerme que tenía jardines inmarcesibles en mis ojos, que los regaba llorando y desde hace mucho tiempo que permanecían húmedos. Pero ya no los encuentro polvo, es lodo, lodo que habita. Y me persuadí en dejar mi figura titilar, helar mi espíritu, sofocar la hoguera y me convertí en una estatua de un museo al que nunca van.

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Transparente A veces me acuesto sobre la superficie palpitante y dejo que la luz ensucie este cristal que llevo dentro. Y ya no soy diáfana, pero, sobre esta horquilla ¿Quién lo es?

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Cuerpo celeste Sueño con transformarme en efemérides que me lleven y lleven. Me hagan entender, ¿qué es este intento de preguntas insultantes a mi edad? Si vive el lapso sobre mi boca dormida y aguanta sobre este catre una polidipsia insaciable.

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Extranjera Al mar mis oídos que nacen de la sed y a la luz errante una infinita búsqueda. Me elevo de una azotea, pero no soy el ave sino lo preciso para volar, “el viento”. Sin ello quebrar la tierra no puedo pero soy el viento, no tengo gravedad dentro. Sí quiero me sumerjo en las hojas, sí me permito bailo en dos miniaturas, como espuma es el cielo, como tu boca el pulmón. Los segundos mueren más lento, el aire es más denso pero no pesa y todo sucede siempre, siempre que dejo el camino.

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Incienso del cielo Como eres un canto que inerva mi espíritu de jaguares furiosos. Conozco el cianótico beso de mares turbulentos. Arribando mil escamas en la cama de las tuyas, de las mías, de las nuestras. O son plumas de ese pájaro frío, que silva sobre este incendio.

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El Nazareno de invierno

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Minúsculo sentido Considérame como un suvenir de tus días menos recordados, porque prefiero parecerme a un balcón en ruinas que a una calle habitada en la Semana Mayor. Es la razón por la que tonteo en medio de esta tragedia, para hacer presente que nos parecemos al bronce en medio del hambre, a un fósforo en el antártico.

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Los últimos Habita en mí, no más que una trinchera descolonizada, abierta y seca para quien quiera, costurada con olvido de oficio y hebrada por los únicos sonámbulos, a quiénes les confiaría más que el primer reloj [ creado y por quedarse y mirarme aun en este mar de melazas, que me acaba por cristalizar.

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Prematura enfermedad El día parece una fiebre que se empeña en hacernos delirar, pero en la noche, no somos más que centinelas en una cama aprendiendo a rezar.

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Flagelo Hoy las cumbres se mueven se desplazan a correntadas que llevan nombres y huele a noche estrellada, una sin astros, solo choque deshumanizado. Las cumbres se mueven y tuercen el camino lo abren y el mundo ahora es bípedo pero no sabe andar, se arrastra y le otorga hierbas a la muerte y solo huele a marchito con sus nombres que se han quedado atrás. Las cumbres se mueven encuentran sequía y el hambre es profusa el aire sobra, pero no sustenta, como los hijos del páramo atravesadas por el mástil de la indiferencia. Las cumbres se mueven y no sabemos porqué bailan como el maizal en verano tienen fechas de nacimiento cicatrices de calvarios y el marcaje de la cobardía. Siempre llegan, tararean y recuerdan ¿Acaso es el humano el animal que se persigna? Porque son los amos de las tumbas, el grito perpetuo de tierra eterna que llora verdades. Y si yo pregunto, por qué las cumbres se mueven Deberían saber por qué. 28


Castigo de plumas No es él pájaro el que rasguña con el pico más de una tierna moneda, sino él que canta cuando sabe que va a comer. Y somos nosotros los humanos, los que con oro y hambre no dejamos de doler.

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Escalera a tu llegada Cada mañana las ilusiones se rompen en dos vertientes afiladas, la tuya al poniente, la mía a donde nace el sol. Se interrumpen por cumbres, lomas y algunas laderas, absorbiendo con escabrosa gratitud, todos los deseos de encuentro. Aun con eso me digo: que bondadosa es la tierra por el génesis que nos dio y sea en eterna primavera la llegada del día, para caminar entre aldeas y volar sobre volcanes, hasta la densa hondonada de tu habitar.

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Desmedido En el mar de mis ojos es el único lugar en donde no encuentro sequía. Porque siempre son bárbaras cascadas las que provoca tu silencio.

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Vasta melodía

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Misericordia en el vacío Nunca he tenido el tiempo para tocar el Océano Índico con mis dedos, brisar las sombras de los que pasan y oler como mis pies aplanan la hierba. Solo me acerco al norte cuando me convierto en silfos del viento y creo riscos con la angustia todo esto en sueños. Amanezco en praderas pero no habitó, no soy elemento ni sustantivo, porque nunca he tenido el tiempo. Y sólo resuelvo, en este mundo existe una gran mella una que no se puede rellenar. Pero en las manos está por crear el mármol como un cielo, con la esperanza de al fin poder abordar.

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Baño de luz A guacaladas me invado tu nombre, con ansias de lavarme el pecho de latidos insonoros y limpiar el rastro de mi propia dictadura al abandono.

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Huesos I Abro tus huesos limpio el incienso me como los segundos en el camino son nudos de interminables destellos. No sé qué es, charlas desopilantes tal vez, apunto entre la sien de tus ojos, te disparo me consumes. El aspecto líquido de tu sangre fluorescente, la molécula rebotante de tu pulso. Qué grande eres con ese antinatural argumento sí eres ese portal amarillo, un rayo vertical que en mis manos estas. Te elogio con calidez bajo el tenue de mi mundo y es más fértil. Siembro más sonrisas desde entonces. Todo para, empiezo a alucinar a crear pieles diferentes, inflas mis pulmones y entonces empiezo a respirar.

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Huesos II Las neuronas vibran se mueven se alejan regresan empieza la sinapsis. Las ordenas formando vértices y ya no se mueven, ahora descansan. Miramos hacía el sol descubriendo conceptos, en silencio y aunque no son ni por poco semejantes se abren cielos con luces fijamente. Corremos bajo sombreros de dos en dos, nadamos sobre lagunas transparentes y cuando vemos sobre ellas ya no somos reflejos, ni cuerpos. Somos niños dormidos que hablan de huesos, como de sueños.

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Huesos III Cada gota de ventana sobre ti ahora tiembla y yo huyo, sabe a colmillos que atraviesan caminos. Siento cien vorágines en mi patio y busco el surco, el abismo o la cantera cualquiera que pueda llevárselos. Porque aun aplastando mis anhelos no fuiste tras ellos y crujieron mis huesos o fueron los tuyos que se fueron con la lluvia y el viento verdísimo. El presagio de tus adentros me gritaba que no [ fuera y aun sabiendo, es lo que ha sido y me aterra lo que será. Que no sea la suerte quién se gangrene, porque serán las más negras segregaciones las que [ lloremos, volcando los ojos sobre el tablero y buscando lo que pudo haber sido nos perderíamos en los ásperos días. Naufragaríamos el pacífico en la lejanía, en las tierras no pisadas y en las especies no encontradas. Y yo, aun así, ahí te buscaría. 39


Permanecer sonoros Voy a varar en la mente más lejana a tu cuerpo, tu paladar es solo la hebilla. En la yema de tus dedos no existe un sentido, tu ya eres color de orilla. Si concilias desahogo contaras con más de seis lóbulos, la zarza se convertirá en sábila y pintarás con más de dos hemisferios cerebrales. Terminaras por hilar más de un verso de cobre y si no piensas de más, aullaras con dos pulmones un retumbo universal. Y será de esa mente la más lejana, en la que pienso varar.

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Walda Mylena Torres González Nació en la Ciudad de Guatemala en 1997. Poeta y científica. Estudiante de la Licenciatura en Química Biológica. Ha participado en distintos recitales poéticos y sus textos han sido publicados en revistas como La Tundra y otras bases digitales.

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