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Ten claro qué es lo que quieres
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. (Mt 6, 33)
Cuando Lilia salió de la casa, inmediatamente tomé ese folleto e inicié a leerlo con toda la atención del caso. Invitaba a la persona a escribirle a Dios una carta con toda el alma. Cuando terminé de leer encendí una velita e hice una oración para pedirle a Dios que me iluminara y escuchara mi carta.
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Al terminarla la leí y lágrimas salieron de mis ojos, pues los deseos más profundos de mi alma estaban allí. No se trataba de escribir una lista de mercado, ni de los electrodomésticos que me hacían falta, se trababa de pedir lo que realmente necesitaba o anhelaba en ese momento… mi conversión y la de los que me rodeaban.
Recuerdo mucho que le pedí a Dios que pusiera en mi camino personas llenas de Él; laicos, sacerdotes y religiosas, y así fue, desde ese día he conocido gente maravillosa llena del Espíritu
Santo, personas en camino de santidad, almas que se esfuerzan a diario por vivir el Santo Evangelio. Personas comunes y corrientes que en su corazón el mayor deseo, es la eternidad bienaventurada, el cielo.
Ese mismo día a las cuatro de la tarde me encontraría en un grupo de oración con otros vecinos con los que no hablaba mucho. Luego de salir de allí nos fuimos para mi apartamento y decidimos empezar a reunirnos para orar todos los sábados y hacer el rosario junto con la meditación del Evangelio, al grupo de oración le llamamos “El Jardín del Inmaculado Corazón de María”.
Fueron uniéndose más vecinos a nuestro pequeño grupo de oración. El Párroco empezó a ir celebrarnos la Eucaristía en el Condominio y le pedí que fuera mi director espiritual.
Muchos de esos vecinos hoy en día siguen las huellas de Jesús, algunos en Grupos de oración, otros en Comunidades de la Iglesia y con dolor debo decir que el sacerdote quien fuese mi primer director espiritual se retiró de su sacerdocio y ahora tampoco es creyente.
Es grande el dolor que se siente cuando un amigo, hermano, padre o madre espiritual se alejan de la Iglesia, y más cuando fueron las personas que te abrieron las puertas a la vida en el Espíritu, al camino que conduce a la vida eterna. Pero también es importante ver todo esto alrededor, porque podemos llegar a comprender que nunca debemos sentirnos fuertes, sino todo lo contrario, entre más se camina, entre más se avanza, mayores son las tentaciones, mayores las tribulaciones, mayores las luchas a las que se enfrenta quien se ha decidido a ser Santo. Y es allí cuando se debe reconocer pobre, humilde, mendigo del amor de Dios, pues es solo por la misericordia divina que podemos avanzar, continuar luchando cuando tantos de los que venían con uno se han quedado en el camino, han decidido abandonar la lucha, o sencillamente se han cansado y se han acomodado.
Un día hace poco mi hijo me preguntó: ¿Mami, cuándo vamos a comprar casa? Mi respuesta fue: hijo he visto que al estar en arriendo hemos tenido que cambiarnos varias veces de casa y el Señor nos ha utilizado para acercar mucha gente a Él, estoy agradecida con el Señor por esto, sigamos orando que el Señor tiene un sitio para nosotros, y será en el momento que Él lo decida.
Esa respuesta me llevó a recordar lo que ha pasado con las personas que hemos conocido donde hemos vivido, sus experiencias, ver el proceso de conversión que han iniciado y notar como Dios ha obrado en la vida de tantas personas de formas diferentes, ¿qué hace que en unos sea más rápido que en otros?, ¿por qué unos sí y otros no? Realmente la respuesta a estos interrogantes está en la respuesta que le damos a Dios.
En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» Él le dijo: « ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»
« ¿Cuáles?» - le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?»
Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.»
Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos.
Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.» Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?»
Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, más para Dios todo es posible.»
(Mateo 19:16-21)
Anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres… palabras tan grandes y tan profundas que van más allá de vender las cosas materiales, se trata de un morir a las posesiones, se trata de la libertad necesaria para quienes desean seguir a Jesús.
¡Muchos dirán pero yo no tengo nada!, pero si empezamos a escudriñar nuestro corazón
muy seguramente empezaremos a encontrar muchas cosas que son apegos fuertes y que no queremos dejar para poder encontrar esa libertad que necesitamos para que Dios pueda obrar en nuestras vidas.
Me he encontrado con hermanos de mucha oración con unos apegos tan fuertes a las personas, que sin darse cuenta las convierten en dioses y cuando les fallan, el mundo se les derrumba.
El joven rico no pronuncia ninguna otra palabra luego de la respuesta de Jesús, y así nos quedamos en muchos momentos cuando el Señor nos pide que nos alejemos de algunas personas, hechos o acontecimientos que nos alejan de Él y nos conducen al pecado.
Lo primero que hace el Señor es decir “Anda”, es decir, que nos pone en camino, nos indica que debemos avanzar.
«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.
En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos
un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.
Y adonde yo voy sabéis el camino.»
Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
(Juan 14, 1-6)
Este es el primer paso creer en Jesucristo, creer en que él es todo lo que necesitamos, creer en todo lo que puede hacer en nuestras vidas, creer en su amor y en la historia de amor que tiene preparada para nosotros.
Jesús es el amor más grande de la vida, es el novio perfecto, el esposo perfecto, el mejor amigo, el mejor padre, nos dio la mejor madre, mejor dicho, es todo para nosotros. Pregúntate si ¿vale la pena continuar con ese apego a esa persona que tanto dolor te causa y que no te ama realmente? Pregúntate si ¿el apego a las cosas que tienes te hace
realmente libre o te esclavizan a ellas? Cuestiónate si ¿en realidad seguir empeñado en continuar esa relación que te destruye es lo mejor para tu vida? Son tantas las preguntas que debemos hacernos y tan sencillas las respuestas, que con tan solo empezar a mirar nuestra vida con los ojos de Jesús podemos vernos en realidad como somos y poder iniciar así un auténtico camino de seguimiento de Jesús.