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Primer paso

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Escribe tu carta

Escribe tu carta

¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero? - oráculo de Yahveh -. Mirad que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel.. (Jer 18, 6)

La palabra habla que somos como arcilla en las manos del Alfarero, que está trabajando y desbarata la vasija para hacer una nueva.

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Es lo que el Señor ha hecho y sigue haciendo en mi vida, y es lo que quiere hacer en tu vida, por eso hoy te tiene leyendo estas cortas líneas.

El Señor desea hacer una nueva vasija, desea que seas conforme a su voluntad, que seas perfecto, que seas santo.

Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo. (1 Pedro 1, 14-16)

A veces vemos la santidad como algo inalcanzable, como algo exclusivo para las monjas o los sacerdotes, pero realmente es un llamado para todos.

Es necesario que lo tomemos como un llamado y por tanto, demos una respuesta que lleve a una acción concreta. Hace poco me confesé con un Sacerdote que no conocía y me dijo “hija ponte tú misma la penitencia” quedé de una sola pieza, pues jamás me había dicho esto un padre. Entonces cerré mis ojos y dije, voy a amar hoy. El día de hoy que es lo único que tengo.

Normalmente uno tiende a dejar para mañana las cosas y “solo tenemos el hoy”, dijo un día el padre Oscar, palabras que jamás olvidaré y que recuerdo con frecuencia en el día. “Solo tenemos el hoy”, no sabremos si el mañana llega.

Pero el padre de la confesión me dijo: concretamente hijita ¿qué vas a hacer ahora que salgas de aquí?, Le dije que tomaría un cafecito con una amiga, porque estaba de visita en Bogotá. El padre me dijo:

- La vas a amar HOY, es decir, vas a escucharla con atención, no vas a hablar tú. Vas a escucharla... cosa que me cuesta un montón, pero por amor a

Dios trato de hacer cuanto puedo y más de lo que puedo.

Esa noche traté de escucharla, de entenderla y de hacer mía su alegría y de hacer mío su dolor. Fue una experiencia tan bonita, entendí esa noche lo que significa amar al prójimo.

El prójimo es mi hermano, no es alguien lejano, no es mi amigo, es mi hermano.

Dejarnos moldear del Señor es algo que duele, es quebrarnos a nosotros mismos, para nacer de nuevo.

El Señor ha venido concediéndome lo que en la carta le escribí. Pero también puedo decir que hoy no soy la misma que escribió esa carta, pues Dios ha obrado en mi vida, Dios ha transformado mi familia, mi esposo, mis hijos, y la vida de mi mamá, la mujer que me ha enseñado lo que es el auténtico amor y servicio.

Ella sufre de artritis degenerativa y me acompaña en la casa todos los días desde que me casé. Desde hace dos años no tengo a la señora que me ayudaba en los oficios de la casa y nos hemos dividido el oficio entre todos. Es duro, pero es tan bello poder

con mis manos atender mi familia, hacer lo que me cuesta con amor y por amor.

Hay un retablo en la cocina que dice “haced todo con amor” y está frente al lavaplatos, cada mañana cuando estoy lavando la losa, cuando levanto la vista lo veo y digo sí, todo con amor.

Mi mamá me ayuda y jamás se queja de nada. Todo lo hace con amor y siempre ha sido así, sirve sin ningún interés, es una mujer sencilla, que dentro de su corazón tiene al Señor.

El Señor nos lleva por sendas inexploradas, pero de su mano vamos victoriosos, así nos parezca lo contrario.

Él tiene un plan perfecto para nosotros y la demora está en nosotros, en nuestra respuesta, en nuestra docilidad. El primer paso que debemos dar es nuestro “SI” al Señor.

Luego de escribir mi carta, continuamente le digo “SI” al Señor en lo que me pide, y es bello ver cómo su respuesta conmigo siempre esta llena de misericordia y amor.

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