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Un auténtico encuentro con el Señor
No solo puso a mi lado Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, sino también Laicos santos que han llenado mi vida del amor de Dios y me han ayudado a caminar.
Un día estando en un convento de los frailes conocí una señora muy linda que tenía una librería católica, “ese era uno de mis sueños”, trabajar al 100% para Dios, poner mis talentos a su servicio y se lo había pedido en la carta. Esta señora me indicó todo lo que debía hacer para empezar, abandonar mi actual trabajo e iniciar una empresa donde el propietario era Dios.
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Uno de los contactos que me dió era Rocio Hoyos, una mujer con una voz dulce y encantadora, que tan solo con hablarte trasmite lo que hay en su corazón. Amor a Dios. Ella con su amor, su ejemplo, su oración y mucho más me ha ayudado a perseverar, a luchar, a continuar por llevar adelante la obra que Dios me ha confiado.
Han sido muchos los momentos donde he hallado en ella la luz para continuar, una palabra de aliento para levantarme, una corrección para mejorar. Ella ha sido motivo de inspiración para mí, pues siempre he dicho que deseo ser una “Rocio Hoyos”, que la gente como dice Madre Teresa de Calcuta, al
verme no me vean a mi, sino a Dios en mi. Donde pueda ayudar con mis talentos a muchas personas desde la fe. Todavía no lo he logrado pero confío en el Señor y en su misericordia.
Junto a esa petición que hice al Señor en mi carta de una empresa que trabajara 100% para él, se fue tejiendo una historia bellísima, una historia donde han llegado muchas personas buscando lo mismo, donde este sueño se hace uno solo, pues es el sueño de Dios, ver a muchos trabajando en la Evangelización.
El Señor ha ido formando un equipo de trabajo maravilloso, gente tan talentosa, con un corazón tan bonito, donde el Señor se glorifica en medio de todos. Bendito sea el Señor!
Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. (Sant 2, 17)
San Francisco de Asís tiene su encuentro con el Señor justamente cuando se va a vivir con los leprosos. La madre Teresa de Calcuta, experimenta el amor de Dios cuando se va a Calcuta dejando su vida en el convento, aún si saber realmente qué era lo que Dios le pedía. Solo se puso en camino a la obra de Dios.
A todos el Señor nos pide dejar algo, ponernos en camino, vender nuestras riquezas, nuestros apegos.
Cuando dejamos de un lado lo material y buscamos con ansias lo espiritual, el Señor va poniendo todo en el camino, los medios, las personas, las situaciones, todo.
Luego de esa carta que le escribí a Dios, todo se ha venido dando. Tal vez de la forma que menos
esperé, de la más dolorosa, de la menos esperada, pero tengo la certeza que Dios está obrando en mi vida, que todo lo que he tenido que vivir ha sido porque Él lo ha permitido y ha sido porque así lo ha querido. Todo por mi bien.
Es muy fácil encontrar personas que oren, que frecuenten la Iglesia o los grupos de oración, pero es muy difícil encontrar personas que estén dispuestas a dejar sus comodidades por darles más a sus hermanos que pasan hambre y necesidades.
El compartir durante tres años, cada domingo muy temprano en la mañana llevándoles un desayuno y el Evangelio a mis hermanos de la calle fue una gran bendición. Ver cómo Dios me hablaba a través de ellos. Era tan hermoso como me enseñaba, que puedo decir que aprendí mucho y los sigo haciendo.
Ver cómo se cuidaban entre ellos, cómo eran personas con una historia de dolor inmenso que contar, cómo han perdido la esperanza, cómo nosotros los juzgamos y rechazamos. Con dolor notaba que cuando me los encontraba en la calle no me saludaban, ni siquiera me miraban a los ojos, me dolía, pero me dí cuenta que ellos no se fijan en ti, porque se sienten rechazados.
Ver cómo algunos pocos se rehabilitaron y hoy están bien como mi hermano en la fe, Melquicedec, que cada día le pide al padre Orlando en su hogar de rehabilitación que ofrezca la Misa por mí. Es un regalo inmerecido.
Siempre recuerdo sus ojos llenos de rabia y dolor el día que lo llevamos a la Fundación, cansado y muy enfermo me dijo:
- ¡Me va a dejar morir como un perro!
Esas palabras me taladraron el alma, fue como un grito que Dios me pegó para que despertara y lo llevara de una vez.
“Melqui”, como le decimos de cariño, ha perseverado. Ha recaído, pero se ha vuelto a levantar y hoy está bien gracias a Dios. Es un ejemplo de perseverancia, porque luego de tres años y varias recaídas, sigue luchando, sigue de pie ante los hombres y de rodillas ante Dios. Hoy tiene una mirada más dulce y siempre lleva una camándula en su pecho, signo de oración y amor a la Virgen que tanto amamos.
Melqui se puso en camino, escuchó el llamado a una vida nueva y lo aceptó, respondió y emprendió
el camino, camino que no sabremos cómo termina, por eso hemos de perseverar hasta el final.
Un día estaba trabajando en mi oficina cuando me dijeron la busca “May”, May es otro hermano mío de la calle a quien también amo profundamente, y por quien daría lo que no tengo para verlo rehabilitado.
Bajé de mi oficina y estaba bien vestido con un vaso grande de jugo de curuba en leche. Le pregunté que qué había pasado, me contó que se había encontrado una plata en la basura y que había salido de la calle, que se había averiguado mi lugar de trabajo y que me quería agradecer por todo.
Me dio mucha alegría verlo fuera de la calle, pero sabía que su drogadicción había que tratarla. No quiso ir a la Fundación y al poco tiempo le tocó devolver el dinero que se había encontrado. Tristemente volvió a la calle.
Cuando paso por las calles del centro de Neiva siempre mi mirada lo busca y en el fondo desea no verlo allí buscando entre las basuras, sino verlo bien vestido, trabajando en otra cosa y recuperando su vida, sus hijos, su familia.
Un día estando en el centro mientras me bajé a comprar unos cuadernos que necesitaban mis hijos, dejé a mi mamá y las niñas en el carro.
May nos vió y al ver las niñas en el carro quiso darles un regalito, se acercó al carro y mi mamá asustada le decía que se fuera, mi hija Cata le dijo “no abuelita, nosotros lo conocemos”, les dio un flotador en forma de sapo inflable para piscina y se marchó. Me imagino que gastó todo lo que tenía en ese regalo, sin ningún interés a cambio. Solo por amor.
Definitivamente hay tanto que aprender, hay tanto por dar, hay tanto por amar.
Las personas siempre tienen algo bueno, por más malas que parezcan y como dice la palabra, “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20)
Todo está en cuanto amor ponemos a lo que hacemos, cuanto amor le damos a los demás, cuanto estamos dispuestos a incomodarnos por el bienestar de quienes lo necesitan.
Los primeros sábados en la tarde era nuestro Taller de Formación, llegué corriendo unos minutos antes para arreglar el pequeño salón, que era la sala de la casa de paso. Empecé a acomodar la mesa con la imagen de la Virgen buscando que todo quedara bonito. Cuando de pronto sentí en mi corazón que Dios me gritaba que subiera a su otro altar.
Era una cama en el segundo piso donde estaba un niño de trece años con un cáncer que lo estaba llevando a la vida eterna, su boquita sangraba y sin embargo al verme sonrió.
Sentí un inmenso dolor, lo saludé y me quedé un momento con Él, pero mi corazón estaba que se partía en pedacitos.
En la carta le pedí a Dios que me permitiera servirle, me lo había concedido, ahora estaba entre lo más pobres, sirviéndolo, pero no hacía mi parte, pasaba por encima del dolor de mi prójimo, todavía no me dolían mis hermanos.
Esa palabra “la fe, si no tiene obras, está realmente muerta”, retumba en mi mente. Le pedí al Señor me uniera a él, le pedí me regalara gente santa, le pedí acercara a mi familia a él,
le pedí me permitiera servirlo, y todo me estaba concediendo, pero aún mi respuesta no era tan profunda como se necesitaba. Debía ahora dejar todo y marchar para un nuevo camino, uno que toda la vida había soñado, uno que siempre había anhelado en mi corazón.
Ahora era Francisco quien me llamaba, era Francisco quien me presentaba a doña dama Pobreza para que me desposara con ella, dicho en otras palabras San Francisco me llamaba a vivir una vida más sencilla, una vida donde día a día debía darme, entregarme, amar. Sin salir de casa, ni ir a ningún lado, sencillamente vivir bajo la observancia del santo Evangelio.
Ahora el Señor, “mi amor” como le digo cariñosamente, me invitaba a seguirlo en una vida más pequeña y escondida, pero al servicio de todos. Aunque torpe e indigna, el Señor sabe glorificarse en quienes son la basura del mundo, para confundir a los sabios.
¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza.
Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte.
Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es.
Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios.
De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor.
(1 Cor 1, 26-31)
Un día vino Fray Daniel a casa y escuché algo que hasta ahora apenas empiezo a entender “uno puede hacer un desierto espiritual estando en la ciudad, en medio del día a día” yo dije ¿esta cosa cómo es? ¡Y es cierto! Porque la paz está dentro de nosotros, no afuera, la guerra está dentro de nosotros no afuera. Cada quien da de lo que tiene como le respondí un día a mi hijo cuando me expresó: