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Necesitarás perseverar

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Primer paso

Primer paso

Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. (Mateo 24, 12-13)

He leído en varios libros que una de las claves para el éxito es la perseverancia, es una frase que también he escuchado a muchas personas pronunciar y es una frase que en la Palabra de Dios se repite.

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Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará… Y realmente para el seguimiento de Jesús se necesita perseverancia. Para llevar una empresa al éxito se necesita perseverancia. Para encontrar la persona ideal y casarse, se requiere perseverancia. Perseverancia en la oración y en la acción.

Una vez terminada mi carta a Jesús, inicié a caminar, y hasta ahora he necesitado de la perseverancia, pues muchas de las cosas que escribí ese día no se dieron de una vez, sino con el paso del tiempo y puedo decir que muy pocas faltan por cumplirse. Tal vez algunas no las podré ver con estos ojos,

pero seguramente desde el cielo las contemplaré, con la ayuda de Dios.

En la carta le pedía a Dios que pusiera personas muy llenas de él a mi lado y realmente las he tenido y las tengo, pero para poder llegar a ellas tuve que luchar, tuve que esperar, tuve que perseverar.

A ese pequeño grupo de oración o jardín de flores para la Virgen como le llamaba, un día, dos meses después de escribir la carta, llegó una persona y me habló de unos frailes muy humildes y llenos de Dios. Que chévere poder ir al convento de ellos y conocerlos, pensé, e inmediatamente me puse en la tarea de averiguar su número y llamé tantas veces como fue necesario hasta que pude hablar con el Guardián y me dio el permiso de hacer un retiro en ese lugar.

Jamás podré olvidar ese maravilloso día, alabo y bendigo al Señor por haberme permitido conocerlos y poder vivir tantas experiencias con ellos, pues son almas tan llenas de Dios que la verdad me quedaría corta al expresar todo lo que hacen por tantos y tantas, desde la pobreza, desde la humildad, desde la oración, desde una vida de entrega y sacrificio, desde una vida de

perfecta obediencia y observancia del Santo Evangelio.

Ese pequeño convento de Frailes se llama “Ermita la Cruz” y es realmente un pequeño pedacito de cielo, es el sitio al que más me gusta ir, pues allí recargo baterías, es allí donde me lleno para venir a dar, es allí donde me siento libre, llena, en un gozo eterno.

Fue entonces, cuando al llegar al convento vimos un fraile que estaba cuidando el jardín, arreglando las plantas, su nombre era Fray Luis María, un novicio, que hoy en día es el Guardián de uno de los conventos de los Frailes. Me acompañaban en ese retiro algunos integrantes del grupo de oración. El Fraile nos recibió y compartimos todo el fin de semana con ellos, allí conocimos otros hermanos que han dejado huella en nuestras vidas como Fray Oseas, quien desde siempre nos ha dado su amor fraterno y nos ha hecho sentir en familia.

Ese pequeño convento está ubicado en medio de las montañas, muy sencillo, pobre y humilde, como sus frailes. Con una capilla pequeña, donde en ese silencio absoluto mi alma se elevaba a Dios. Cada vez que ellos oraban y nosotros participábamos de la oración.

Verlos orar, trabajar, evangelizar, fue algo nuevo para mí. Pero también era tan familiar, era lo que le había pedido al Señor, era lo que había soñado.

Esa madrugada, como a la una de la mañana, en medio del frío absoluto, sonaban las campanas anunciando que debíamos levantarnos para hacer la primera oración del día, llamada “maitines”, que terminaba con la exposición del Santísimo. Qué belleza, qué paz, qué intimidad con Dios, no había sueño, en mí había tanto amor ese día al sentir poco a poco que mi carta había sido escuchada por Dios.

Esos tres días se pasaron tan rápido, que muy pronto volvimos con otros amigos. Luego con otros, luego con otros y así, hasta ahora que continuamos yendo a retirarnos unos días en sus conventos. Fue tan definitivo en mi vida el conocerlos, que ahora forman parte de nuestra familia, actualmente seguimos viajando a sus conventos con nuestros cuatro hijos y con nuevos invitados que quieren ir, que salen al igual que nosotros, enamorados de la comunidad.

La perseverancia y la gracia de Dios me permitieron llegar hasta ellos, y hoy en día, no solo vamos a sus conventos sino que ellos, también vienen a nuestra

casa cuando van de paso, pues viajan en auto stop, debido a su voto de pobreza.

Para nosotros ellos han sido y son una enorme bendición, pues como personas ya no somos los mismos, y nuestros hijos han crecido en un ambiente de oración y rodeados de gente que huele a Dios, respira a Dios y ama a Dios. Junto a ellos nace la segunda orden, que está conformada por las monjas, que viven su misma espiritualidad, a las que también conocimos y amamos, y por las cuales oro cada día al igual que por los hermanos.

Doy gracias al Señor porque escuchó mi súplica, escuchó esa carta y me concedió inmediatamente aquello que tanto anhelaba.

Sigo siendo una mujer débil, torpe e indigna, como escribo al pie de mi firma cuando les escribo a mis hermanos o a mi padre espiritual, pero por gracia de Dios también soy una mujer luchadora, que a pesar de todas las situaciones difíciles que he tenido que enfrentar no he desfallecido ni he dejado de levantar mis manos en oración para rogar al Señor y suplicar su misericordia para mí y los míos.

Han sido tantos los momentos de dificultad familiar, de salud, económica, empresarial, en fin, por

todos los frentes de la vida, que hemos tenido que enfrentar, pero ante todo siempre he creído que Dios está conmigo y que nos sacará de su mano. He conocido tanta gente tan buena, tantos que han tenido misericordia de nosotros, he sentido de cerca la muerte, he vivido las humillaciones, he llorado, he sentido la impotencia, la pobreza, el cansancio, la fragilidad, pero sobre todo la eterna fidelidad de Dios para quienes se deciden seguirlo, para quienes al igual que la Virgen María han dado su “SI” a Dios.

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.

El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»

El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.

Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.»

Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

(Lucas 1, 26-38)

Hágase en mí según tu palabra… Estas palabras son tan importantes en mi vida y en la vida de aquellos que anhelamos el Reino de los cielos,

pues se reducen a lo que debe ser siempre nuestra respuesta, ya que solo Dios conoce y sabe qué es lo mejor para sus hijos, qué es lo que más nos conviene y cuál es el peso que podemos llevar sobre nuestros hombros.

El cansancio llega, el dolor se hace cada vez más hondo y más fuerte, pero también la gracia nos acompaña, los ángeles vienen a nosotros y nos consuelan.

En muchos momentos de dolor o cansancio han llegado personas a mi vida y con sus palabras me han confortado y me han animado a seguir, a perseverar, a continuar amando hasta el final.

Los directores espirituales que el Señor me ha regalado han sido personas muy santas, a las cuales les debo demasiado y por los que oro siempre. Han sido claves en mi vida, en la toma de decisiones, y en mi vocación de esposa, madre e hija.

Tú también le puedes pedir a Dios ese director espiritual que guíe tu sendero y camine contigo.

Es tan importante con quiénes nos rodeamos, lo he llegado a comprender mediante la experiencia de

vivir cercada de personas que tienen sed de Dios, que le buscan y le aman.

En este camino no todo ha sido perfecto. He encontrado personas también que exteriormente se ven llenas de Dios, pero cuando compartimos me doy cuenta que aunque luchan, realmente la carne los vence y no pueden ver, ni verse, pues la oración no se hace vida, son personas que oran y frecuentan los sacramentos, se llenan y llenan, pero “ jamás llegan a dar fruto”. Dios tenga piedad de mí porque es difícil que podamos vernos en realidad si no somos humildes y nos hacemos pequeños para poder escuchar y obedecer la voz del Espíritu de Dios que habita en nosotros. Roguemos al Señor su misericordia.

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