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La Sirena del Viernes Santo
Alba Lucrecia era una muchacha encantadora, con la inocencia propia de sus años. Su rostro lucía unas mejillas sonrosadas y un leve candor que mostraba la edad de la niñez recién abandonada. Aunque no era una mujer de extraordinaria belleza, si era la más alegre y vivaz de la región. Ella animaba todas las fiestas populares de Retalhuleu.
Como era de esperarse, todos los jóvenes del poblado se disputaban sus atenciones, e incluso algún hombre maduro soñaba con los amores de Alba Lucrecia. Ella se sentía halagada por todas las manifestaciones de interés que le mostraban los varones.
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Poco a poco, la joven se fue convirtiendo en el motivo de los celos de las otras muchachas y de algunas señoras casadas, que pensaban que sus esposos podrían prendarse de ella.
Llegadas las fiestas de Nochebuena, Alba Lucrecia, acostumbrada a ser el centro de atención durante las posadas, no faltó a ninguna. En todas fue recibida con galante y la lucha de los jóvenes que deseaban obtener su aprobación, ofreciéndole ponche tamal a la mejor silla de la reunión, y hasta hubo otros que se atrevieron a darle una.
Algunos soñadores escribían poemas y se los entregaban a escondidas, mientras se celebraban los rezos. Durante la misa del gallo, pudo ver cómo llamaba la atención de muchedumbre, ya fuese por celos o por admiración. Una de sus pocas amigas le insinuó que hasta el sacristán, desde el altar de la iglesia, había estado observándola
También su madre sentía un poco la atención que despertaba su hija. Últimamente, Alba Lucrecia había abandonado sus quehaceres. Ya no trabajaba correctamente en la tienda de sus padres. Gastaba el tiempo platicando con los jóvenes que, a decir verdad, iban a la tienda solamente a buscar conversación con ella.
Y con ese pretexto, las señoras dejaban de hacer sus compras allí, argumentando que no se les recibía bien y que la tendera estaba siempre en alguna conversación trivial. Además, Alba Lucrecia había dejado de bordar, con la excusa de que la necesitaban más en la tienda.
Por otro lado, la joven nunca demostró mayor interés por los estudios. Apenas había terminado la escuela primaria cuando los dejó para ayudar a su familia con el bordado que, al decir de las compradoras, lo hacía de diseños primorosos.
Ella bordaba con imaginación y nunca repitió un solo diseño Utilizaba hilos del color de la tela para que las blusas o pañuelos no llamaran la atención y fueran elegantes. Sus trabajos más celebrados eran los que hacía en blanco, labor que aprendió mientras estudió en el convento con las monjas.
Sin embargo, ella abandonó el oficio y se dedicó horas y horas al arreglo personal. Pasaba la mayor parte del tiempo peinándose, limandose las uñas, y se bañaba varias veces al día porque, en cierta ocasión, un viajero que pasó por la tienda elogió el olor a baño reciente que despedía su cabello. Además, Alba Lucrecia no disfrutaba del clima cálido de Retalhuleu.
Cierta vez, ella pudo observar unas fotografías que uno de los señores acaudalados de la región había olvidado en la
tienda. En dichas fotos, las mujeres lucían finos vestidos largos, con mucha tela, cinturas dibujadas por los corsés y peinados altos con sombreros muy decorados. La muchacha imaginó lo que habrían sufrido esas mujeres por el calor y se lo comentó al dueño de las fotos cuando volvió por ellas. -No, hija-le argumentó el caballero con su marcado acento extranjero, ocurre que donde ellas viven no hace tanto calor como acá, por eso ellas usan vestidos con tanta tela.
Desde entonces, Alba Lucrecia no dejó de soñar con vestir esos grandes trajes y lucir joyas como esas de las fotos. Se imaginaba paseando con un enorme sombrero decorado con plumas.
Su sueño parece hacerse realidad cuando un joven extranjero llegó a la población vecinos dirán que era un estudiante que buscaba antigüedades para coleccionar -¿Qué es una antigüedad? - preguntó la muchacha a su madre. Son las cosas viejas que se encuentran enterradas-respondió la sencilla mujer
Alba Lucrecia sintió viva curiosidad por aquel joven que, a la vez, era de su grado, y pensó que si lograba casarse con él seguramente visitaría un lugar donde pudiera vestirse como en sus sueños y todos admirarían su belleza engalanada con joyas y pieles.
La primera vez que vio al joven fue cuando pasó frente a la tienda de sus padres. to be viendo hacia el suelo, guiado por uno de los ancianos nativos de la población Desde ese día, Alba Lucrecia empezó a ingeniárselas tratando de conseguir que se fijaran en ella y, para lograrlo, habló con el anciano y le pidió que con el pretexto de hacer alguna compra, llevará al muchacho a la tienda.
En efecto, dos días después, el guía y el estudiante llegaron allí. Lucrecia lucía uno de sus mejores vestidos. Al verla, Gunther quedó impresionado y la saludó efusivamente “Es la muchacha más bella que he encontrado en el pueblo”. pensó el muchacho y lo demostró con su mirada y los movimientos algo torpes al recoger sus compras, pues no dejaba de verla.
Y Así, empezó la temporada de la Cuaresma. Cada vez las personas rezaban en iglesia o en sus casas preparándose para la gran festividad de la Pascua Alba Lucrecia, sin embargo, solamente tenía en mente el arreglárselas para conseguir ve Gunther se decidiera a pedir umane, ya que se han cruzado algunas Palabras
Alba Lucrecia queda complacida. El estudiante ya era uno más de sus admiradores. Y pensó que para las celebraciones de Semana Santa ya habría logrado su propósito De acuerdo a las instrucciones de la joven, el guía pasaba con cierta frecuencia por la tienda para comprar azúcar, pan y otras cosas que necesitaba el estudiante para sus excursiones.
Una de sus vecinas, al observar lo que ocurría en el poblado, insinuó que Gunther pronto se casaría con una joven extranjera como el que vivía en la capital.
Angustiada, Alba Lucrecia le preguntó al anciano guia si eso era verdad -Mi niña, eso no lo sé. Lo que sí es cierto es que el estudiante se va después de Semana Santa a la capital, porque ya encontró lo que buscaba. Eso preocupó a la joven. “No importa”, pensó, me haré un hermoso traje para estrenar el Viernes Santo.
Cuando su madre la encontró bordando de nuevo se alegró
-Alfin volverás a trabajar--le dijo con la falta que hace -No mamá repuso la jóvenes para usarlo yo. -No importa, lo que vale es que vuelvas a trabajar, así lo lucirás el Domingo de Pascua Sin responderle, Alba Lucrecia pensó que ese fin sería demasiado tarde, pues Gunther tal vez se iría el lunes. días festivos llegaron y Alba Lucrecia buscó la forma de acercarse a Gunther poco.
El Jueves Santo, la joven se bañó como siempre. Qué bueno que te estas bañando le dijo su madre porque hacerlo mañana es pecados Oué pecado va a ser-dijo la joven matiana también lo haré para estrenar mi vestido-le dijo
Ni se te ocurra! Te volverías de piedra!-le reprendió la madre asustada. convencida de que eso era suficiente para que su hija la obedeciera, no insistid Alba Lucrecia conversó con Gunther esa tarde y se alistaron para el día siguiente Ella esperaba que el sucumbiera ante su belleza y no pudiera casarse con nadie más
Era la mañana del Viernes Santo. Los padres de Alba Lucrecia escucharon que se bañaba y, asustados, acudieron al patio. Fue muy grande su sorpresa cuando vieron a su hermosa hija convirtiéndose en una sirena de piedra. Los vecinos, aleccionados por lo sucedido, trasladaron a la bella joven convertida en sirena a una fuente de la plaza, para que todas las generaciones recordarán que los días sagrados se deben respetar.