5 minute read

3.1.2 Cultura

Next Article
Contenido digital

Contenido digital

Capítulo 03 | 40 laciones, la edificación, desde la experiencia y desde el conocimiento: «un proceso de “territorialización” es un gesto ocupacional, que tiene sentido en cuanto conforma un sistema social asentado en una “tierra”, en un “lugar”; lugar donde surgen experiencias, memorias y proyectos comunes.» (Cervera, 2002: p.34). De este modo entendemos que la construcción de la identidad nacional se encuentra articulada fuertemente con el territorio, y es por este motivo que debe ser reconocido por los y las diseñadoras como signo fundamental para la comprensión de un sistema de identidad visual determinado. Asimismo, María Ximena Betancourt Ruiz (2016) en su artículo “Aportes del ‘Nonágono semiótico’ para la comprensión de la identidad visual y su potencia social” analiza el concepto de territorio de forma tradicional y a su vez contempla dos definiciones más, tomando, por un lado, al territorio como el conjunto de «[...] relaciones que entabla en el interior y en el exterior del mismo, en donde prevalece el poder estatal, enmarcado en dinámicas globalizadoras capitalistas y caracterizado por la fluidez en la circulación de personas, objetos, productos y mercancías a todos los lugares del planeta (Gottman)» (Betancourt Ruiz, 2016: p.310). De este modo entendemos el concepto no sólo como el proceso de apropiación del espacio por parte de una comunidad, sino a partir de su influencia social generadas por la globalización y su debilitamiento de orgullos locales y de la identidad nacional. La tercera definición de territorio, por otro lado, se enmarca en una geografía del poder «caracterizado por la existencia de múltiples poderes diferentes al del Estado que producen resistencias de diversa índole. Se le da gran importancia a la presencia de acciones y estructuras concretas y simbólicas, ganando importancia el acceso a la información que favorece procesos de territorialización (nuevos territorios), desterritorialización (destruir) y reterritorialización (construir). Desde este punto de vista la territorialidad se entiende como ejercicio y base de poder, y el grupo humano que asume un proceso de territorialidad puede ser desde una comunidad indígena hasta una multinacional, lo que provoca en mucho, las crisis del Estado Nación, generando diversas hibridaciones identitarias. (Raffestin, 2011; Sacks, 1997; Montañez G., 1997; Rodríguez, 2010).» (Betancourt Ruiz, 2016: pp.310-311). Así entendemos que el territorio también puede ser comprendido en base a las relaciones de poder que lo componen, no solo siendo definido por la ocupación del espacio (territorialización) y posteriormente de la influencia de factores externos producto de la globalización (desterritorialización), sino también a partir de las dinámicas sociales y culturales representadas en las luchas de poder por la reterritorialización de comunidades preexistentes al Estado. Esto nos permite comprender que en el proceso de la creación de un símbolo identificador para un país, hay que tener en cuenta un conjunto de factores complejos que formaron, durante un largo tiempo y a través de diversos procesos históricos, la identidad de un país.

La contextualización y cabal descripción de la noción de identidad nacional no puede alcanzarse sin antes incorporar la perspectiva cultural del proceso. Es por ello que consideramos fundamental para el desarrollo de la identidad de un país, y a su vez para la creación de su signo identificador, contemplar la

Advertisement

marca país Argentina | Capítulo 03

noción de cultura y para esto recurrimos a lo estudiado por Gilberto Giménez (2009) en su investigación “La cultura como identidad y la identidad como cultura”, donde afirma que la identidad y la cultura están permanentemente asociadas ya que la identidad se construye a partir de componentes culturales. Asimismo la cultura está compuesta por un conjunto de pautas de significado que cobran sentido cuando son compartidas en una sociedad y perduran en el tiempo. Sin embargo, estas significaciones pueden cambiar, los integrantes de la sociedad pueden empatizar y crear nuevos repertorios culturales con el tiempo, y esto es posible ya que la cultura no representa un «repertorio homogéneo, estático e inmodificable de significados. Por el contrario, puede tener a la vez “zonas de estabilidad y persistencia” y “zonas de movilidad” y cambio.» (Giménez, 2009: p.3). Por otro lado, una de las funciones principales de la cultura es la de diferenciación entre los grupos, donde el autor sostiene que «las identidades se construyen precisamente a partir de la apropiación por parte de los actores sociales de determinados repertorios culturales considerados simultáneamente como diferenciadores (hacia afuera) y definidores de la propia unidad y especificidad (hacia adentro). Es decir, la identidad no es más que la cultura interiorizada por los sujetos, considerada bajo el ángulo de su función diferenciadora y contrastiva en relación con otros sujetos.» (Giménez, 2009: p.5). Para profundizar en el concepto, nos basamos en lo trabajado por el antropólogo Néstor García Canclini (1989) en su libro “Políticas culturales en América Latina” donde define a la cultura como «el conjunto de procesos donde se elabora la significación de las estructuras sociales, se la reproduce y transforma mediante operaciones simbólicas» (García Canclini, 1989: s/p). Dichas operaciones van más allá de lo que cotidianamente se denomina cultural de un país, y refieren a un sentimiento de pertenencia social, de grupos colectivos que comparten diferencias entre sí pero que a su vez se identifican y se reflejan como un todo conjunto, es decir, podemos entender a la noción de cultura como un proceso macro que, comprendiendo sus propias limitaciones, crea una identidad social propia. En referencia a García Canclini (2008) «la expresión multicultural de cada sociedad, y de América Latina, requiere una ecología más vasta que el mercado. El aliento dado en estas páginas para que la cultura venda no significa que podemos reducir su desenvolvimiento a operaciones de marketing y management. Se trata de poner el acento en la construcción cultural de ciudadanía y en aquello que la cultura tiene de elaboración simbólica.» (García Canclini, 2008: p.98). Asimismo, la definición de estos conceptos nos permite aproximarnos desde una mirada teórico-conceptual hacia lo que se denomina como “hibridación cultural”. En referencia al autor Néstor García Canclini (1989) entendemos a la misma como el proceso de unión de dos culturas distintas, es decir, su combinación y transformación dinámica para adaptarse al nuevo medio social o por superación. De este modo, relacionamos el concepto de hibridación cultural de García Canclini con el multiculturalismo que propone Giménez (2009). El autor sostiene que «el multiculturalismo es un modelo de política pública y una propuesta de organización social inspirada en las versiones más moderadas del mismo. Desde esta óptica se presenta como la expresión de un proyecto político basado en la valoración positiva de la diversidad cultural. En cuanto tal implica el respeto a las identidades culturales, no como reforzamiento de su etnocentrismo, sino al contrario, como camino más allá de la mera coexistencia, hacia la convivencia, la fertilización

41

This article is from: