Solidaridad Global Nª 11 Noviembre 2008 (Suple)

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Federico Denti

Después de la del ´30, la Peor

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esde la gran crisis del 29 se han sucedido varias crisis financieras, pero ninguna da la magnitud de la actual, que por originarse en el corazón del mundo capitalista globalizado, esparce sus efectos nefastos con mayor prodigalidad por todo el planeta. Quien no está familiarizado con los temas económicos debe entender que los sistemas financieros siempre se basan en la confianza de los agentes. Desde los orígenes

de la letra de cambio, en la Edad Media, la confianza en el orfebre que extendía los certificados por los depósitos de oro que recibía de los comerciantes de la época, fue la condición necesaria para que se desarrollara el sistema financiero. Lograda la confianza, el orfebre emitía certificados por el doble o el triple del oro que se había depositado, cobrando por ellos, dado que la experiencia le decía que era

muy improbable que los depositantes vinieran todos juntos a retirar sus depósitos auríferos. Con los bancos modernos ocurre algo parecido: si han recibido cien pesos de depósitos prestarán ochenta y sólo se quedarán con veinte para atender los requerimientos cotidianos de la clientela. Y entonces se da la paradoja que por más que un banco esté bien manejado, podría ocurrir que, si alguien creíble declara que el banco está en problemas y que puede quebrar, el banco efectivamente quiebre. ¿Por qué? Porque, ante la duda, la gran mayoría de los depositantes se apresurará a retirar sus depósitos y el banco no podrá devolverlos, verificándose así la predicción autocumplida. Por eso es tan importante la confianza en el ámbito de las finanzas. Y la confianza, a su vez, depende de las expectativas de los agentes financieros, teniendo presente que el objetivo por ellos perseguido es el logro de los máximos beneficios privados a corto plazo. Quienes tengan capacidad para


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anticipar correctamente el futuro y actúen en consecuencia, obtendrán beneficios; quienes se equivoquen en sus predicciones, perderán dinero. Pero los agentes con suficiente respaldo económico no son meros espectadores de los resultados futuros sino que pueden incidir en ellos. Así se originan las llamadas “burbujas financieras”; cuando algún papel (pagaré o acción) tiene un precio por encima de su valor técnico, sería lógico pensar que tenderá a depreciarse, pero en realidad su precio depende más de la oferta y la demanda que de la lógica: si un poderoso financista incrementa su demanda, el precio tenderá a subir, alejándose de su valor técnico, generándose así una burbuja financiera, un valor ficticio que, en el momento inmediatamente posterior a la venta por parte del agente fuerte, explotará haciendo perder dinero a quienes vienen detrás y no alcancen a vender a tiempo. La actual crisis financiera, que es un resultado lógico de la implementación de las políticas económicas neoliberales, estalló por la

explosión de una burbuja financiera en Estados Unidos, en el mercado de la deuda hipotecaria: durante varios años los bancos otorgaron préstamos hipotecarios, muchos de ellos insuficientemente respaldados, y luego vendieron los derechos

hipotecarios a otras instituciones financieras. Esto acrecentó la demanda de casas y departamentos, elevando sus precios en forma sostenida e incentivando la industria de la construcción. Las consecuencias fueron un exagerado aumento de

los precios de las viviendas y de los costos de la construcción, sobre bases poco sólidas, dada la escasa solvencia económica de los beneficiarios de los créditos y el valor ficticio que iban tomando las propiedades hipotecadas y las cédulas hipotecarias. Había quienes compraban cédulas hipotecarias sabiendo de su precaria solvencia, pero realizando ganancias al revenderlas a quienes tenían las mismas expectativas. Así se fueron generando negocios financieros cada vez más despegados de la economía real, según los dictados de los mercados financieros, ante la mirada impasible de un Estado ausente que, identificado con el endiosamiento del mercado, propio de la concepción neoliberal, dejó hacer sin intentar ningún tipo de control efectivo para prevenir el desastre. Recién después de la explosión de las burbujas, el Estado decidió intervenir en los mercados para evitar la propagación rápida de la crisis, renegando de los principios teóricos del neoliberalismo, pero no de la lealtad a los beneficiarios del sistema, responsables de la crisis: salió a respaldar a los bancos, mediante transferencias de fondos, de una cuantía jamás imaginada. En esta última actitud, el gobierno republicano fue coherente con la ideología neoliberal: ante una situación de caos, de cualquier origen (una guerra, un tsunami o una crisis financiera) decidió reaccionar rápidamente para favorecer los negocios de la clase alta norteamericana que ellos representan. La situación económica de los Estados Unidos no era nada sencilla: la población ya estaba muy endeudada, el Estado tenía enormes déficit fiscales, producto principalmente de las necesidades de financiamiento de las guerras y de la reducción de impuestos a la clase alta, y también grandes déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Todo esto configuró un ambiente tendiente a incentivar el crecimiento económico echando mano a cualquier medio, sin considerar demasiado los riesgos de una implosión del sistema financiero. Al igual que antes de la crisis del 29, la distribución del ingreso estaba muy con-


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Después de la del ´30, la Peor centrada: el 1% más rico de la población norteamericana percibía más del 17% del ingreso nacional, producto de las políticas neoliberales implementadas por los republicanos. Y en el planeta, “hay algo prodigioso en el hecho de que el valor neto de las fortunas de las 358 personas más ricas del mundo en 1996 fuera igual al conjunto de la renta del 45% más pobre de la población mundial; es decir, de 2.300 millones de personas. Y lo que es más grave, las 200 personas más ricas del mundo duplicaron sobradamente su patrimonio neto entre 1994 y 1998, superando el billón de dólares. Los activos de los tres multimillonarios más ricos superaban por entonces la suma del PBI de los países menos desarrollados y de sus 600 millones de habitantes.” Todo esto como resultado del funcionamiento libre de los mercados más la colaboración del Estado en la generación de grandes negocios para las empresas relacionadas con el gobierno. Las políticas neoliberales, mediante la financiarización de todo, han logrado el predomino de las finanzas sobre la economía real, generando una alta volatilidad en las relaciones de intercambio global. La economía financiera movía más de 5.500 millones de dólares diarios en 2007, 37 veces más que la producción de la economía real. Ocurre que los mercados financieros, lejos de cumplir la función de arbitraje tendiente al equilibrio, elevan ficticiamente los precios de los papeles de un modo que recuerdan los amados mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón de Machado, que proporcionan enormes beneficios económicos a quienes, por apostar muy fuerte en el casino financiero, inflan a su antojo las burbujas que, al explotar, desparraman por todos lados una lluvia de desocupación, angustia y dolor en la gente que jamás pisó el casino de Wall Street. La aceptación social de estas transformaciones se logró enarbolando un valor muy caro a los habitantes de los Estados Unidos: la libertad. Acerca de la libertad, ya en 1944 Karl Polanyi decía que hay dos tipos de libertad, una buena y otra

mala; esta última consiste, por ejemplo, en la libertad para explotar a los hombres, para demorar el progreso tecnológico, para estropear las condiciones de vida del planeta, para generar calamidades públicas y después beneficiarse de ellas, etc. En el capitalismo neoliberal la libertad de mercado se jerarquiza por sobre todas las demás. Entonces la idea de libertad degenera en libertad de empresa. Por ejemplo, la libertad de prensa en nuestro país no es otra cosa que la libertad de empresas de prensa. Y esa libertad de empresa en los hechos implica toda la libertad y el bienestar para la clase alta y migajas de libertad para la mayoría de la población, a la que no se le prohíbe una vida digna; simplemente no se le brinda la posibilidad de acceder a los medios requeridos para lograrla. Los remedios para revertir esta crisis, hasta ahora, pasan por apoyar a quienes la provocaron y que siempre renegaron de la intervención estatal, mientras que las peores consecuencias las sufrirán, en primer lugar, las víctimas del casino de Wall Street que tan sólo aspiraban a ser dueños

de una vivienda, y luego el resto de la población de todos lados que tendrán que soportar la depresión y la inseguridad emanada del centro económico más poderoso del mundo. Sería muy arriesgado hacer un pronóstico, ya que lo que prevalece es la incertidumbre; por eso me voy a excusar de aventurarme, y para no tener que hacer lo que mejor hacemos los economistas: explicar porqué las cosas no sucedieron como las pronosticamos. Pero hay algo que es seguro: el capitalismo, cuando está en peligro, puede ser capaz de tolerar alguna intervención estatal que limite por un tiempo la voracidad de los ricos pero, a la larga, esa voracidad volverá a prevalecer poniendo nuevamente en peligro la continuidad del sistema porque, como en la fábula, el escorpión picará a la rana en medio del río simplemente porque eso está en su naturaleza.


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Luis Eugenio Di Marco

El quiebre del paradigma neoliberal

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omo en los viejos tiempos - fines de los años 1920 - el mundo parece estallar en llamas. Una grave crisis financiera se presenta en los Estados Unidos, y repercute internacionalmente. Veamos lo esencial y las reflexiones a la luz del Humanismo Económico. Pero antes debemos señalar un hito básico en el historial del paradigma neoliberal, consagrado formalmente en el consenso de Washington en 1989. No sólo se trata de que todos los imperios desaparecen - recordamos al imperio romano con toda su fastuosidad, el caso de los imperios persas (el de la antigüedad y el del sigo XX bajo Reza Pavlevi con el petróleo como detonante), los tristemente célebres regímenes fascista y nazi que buscaban quedarse con la humanidad entera, por no mencionar los reinados muy limitados de las dictaduras establecidas en el Hemisferio Occidental tales como Nicaragua y Paraguay en el siglo XX-sino de que el actual sistema capitalista neoliberal presenta grietas profundas. No solamente ha dejado de lado los aspectos fundacionales de la Ciencia Económica establecida por los filósofos liberales del Siglo XVIII, quienes privilegiaban al hombre común, sino que muestra quiebres estructurales difíciles de corregir. En suma, que más allá de

lo relevante de su desprecio por lo ético (las grandes mayorías nacionales quedan excluidas de los beneficios del crecimiento económico) se debe señalar la imposibilidad de funcionar como un sistema económico viable. Más todavía, el quiebre se da por el desmanejo de los mismos flujos financieros: según los fundamentos mismos de la ciencia económica, la moneda, los depósitos bancarios, otros instrumentos financieros, sirven para alimentar la maquinaria económica. Y esto ha fracasado. Todo ello, junto al arbitrario manejo de los flujos de fondos, permiten vaticinar-con la autoridad que dan más de 20 años dictando Econometría e Historia del Pensamiento y Análisis Económicos en la Universidad Nacional de Córdoba-que el punto de inflexión del quiebre del paradigma del capitalismo neoliberal se puede fijar hacia mediados del año 2011. Algunos hechos: 2008. Se dio la quiebra de Lehman Brothers, banco de inversiones, cuarto en el ranking norteamericano; luego, la caída de otro gigante, Merril Lynch, absorbido por el Bank of América; sigue el derrumbe de la AIG-la mayor aseguradora del mundo-rescatada por la Fed… Por estos días el Congreso de EEUU aprobó un plan de salvataje financiero de 700 mil millones de dólares; seguido por otros, con la

intervención de bancos europeos y asiáticos. Paralelos históricos. Cuando hace dos décadas sucedieron hechos similares, no existía una crisis sistémica tan profunda como la actual…Hoy se está en el pórtico de una caída sin atenuantes… Se acentuará hacia el año 2011, como queda señalado, por las deficiencias intrínsecas del sistema neoliberal del capitalismo financiero. El caso argentino vis-á-vis EE.UU…. Ya Adam Smith había advertido sobre las maniobras gerenciales dos siglos y medio atrás, y J. Kenneth Galbraith lo repitió en Córdoba hacia 1995 (cuando vino invitado al II Encuentro Internacional de Economía del CIEC). Hoy en Estados Unidos hay unos 3,3 millones de viviendas al borde del remate… Se tomaban préstamos bancarios a baja tasa y los jugaban en bolsas como la de Shangai y otras menores, inflando las burbujas que, generalmente, explotan. La situación actual y la economía real. La Administración Bush reconoció la gravedad de los hechos en septiembre 2008… Por eso esa fantástica y multimillonaria asistencia al sistema financiero aprobado por el congreso norteamericano… Ahora sucede lo mismo en la Unión Europea, con los gigantes del Asia….


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El quiebre del paradigma neoliberal Pero el sector real de la economía comienza a sentir las duras consecuencias. Países como Argentina y otros de América latina, dada la recesión en Estados Unidos y Europa, demandan menos bienes, y con ello, se resiente el intercambio comercial, y disminuyen las exportaciones, la actividad doméstica, el nivel del empleo…. Baste señalar que China acusa un registro de 158 millones de desocupados, y en EE. UU., en los últimos meses, se perdieron 700 mil puestos de trabajo. Es simple de colegir las consecuencias para los países pobres del mundo con relaciones mercantiles con tales economías…. La sombra del desempleo, la caída del nivel de actividad, son hechos inevitables, con sus implicancias en costos humanos. El Humanismo Económico. Todo esto nos lleva a reflexionar que el sistema imperante pone al mercado en el centro de la vida de los pueblos. La especulación más burda domina la escena. El hombre no está…Y esto es lo que se busca privilegiar desde el CIEC con los postulados del Humanismo Económico - la construcción de una sociedad de, para y por el hombre… Desde el Humanismo Económico se privilegia un marco cualitativo dentro de las democracias republicanas del mundo entero, en particular, de las de América latina. Para avalar tal concepción principista, se ha elaborado una estrategia, el Plan Esperanza, que constituye un tratado completo para construir un país con destino propio, lejos de las burbujas financieras del “primer mundo” - ver L. E. Di Marco, ed., El Plan Esperanza, la estrategia del Humanismo Económico para la Argentina (prolegómenos de una nación solidaria), Córdoba: Ediciones CIEC, 2007. Irónica pero felizmente, muchas de las llamadas economías “emergentes” están en condiciones reales de no sucumbir a la marea inflacionaria, connotada con un financierismo sin destino… Los principios y estrategias del Humanismo Económico instalados por el CIEC, Centro de Investigaciones Económicas de Córdoba, representan una estrategia para escapar al desastre que ofrecen los “paí-

ses ricos” del mundo. El estallido final de la “burbuja” ciertamente va a significar grandes desventajas para los países pobres del mundo - precios más elevados para las importaciones, caída en los valores de los exportables, y muchas otras carencias para las así llamadas “naciones emergentes”; por ello es que, así como los países ricos, cómplices del estallido financiero, hacen alianzas para morigerar las graves dificultades, también las naciones pobres deben comprometer una política común, emparentada con las enseñanzas del Humanismo Económico). En suma, si a ello se agrega la caída necesaria del sistema económico “robustecido” por el paradigma neoliberal - cuyo quiebre, reiteramos, se ubica hacia mediados del año 2011 - se hace necesario pensar seriamente en la búsqueda de un nuevo paradigma… En esa dirección, y ante el fracaso tanto del socialismo de estado (el desplome de la ex Unión Soviética tras la caída del muro de Berlín) como del esquema neoliberal del capitalismo, urge pensar en una nueva forma de reglar las relaciones internacionales, una nueva forma de llevar adelante el “modus operandi” de las economías nacionales…. Y desde lo institucional, ofrecer un sistema robusto que, al privilegiar al hombre como principio y fin de la economía, sea capaz de instalar simultáneamente la sociedad para todos. El Humanismo Económico recientemente fortalecido tras las Jornadas en Puebla, México, y su continuidad en Jornadas bianuales en Brasil, Venezuela, Estados Unidos, Chile, Colombia, Dinamarca - ofrece tanto objetivos como instrumentos como para convertirse en un paradigma básico para toda la Humanidad.


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Andrés Cañas

El preludio de los límites ecológicos

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ace una semana George Monbiot, refiriéndose a la crisis financiera, escribía en “El Guardián”: “Esto no es nada. Bueno, nada comparado con lo que viene. La crisis financiera por la que ahora tenemos que pagar un precio tan alto, presagia el derrumbe real, cuando la humanidad se tope con sus límites ecológicos”. Algunos sectores de la banca también se han preocupado por la gravedad de la cuestión ecológica. Pavan Sukhdey, un economista ligado al Deutsche Bank, cuantificó las pérdidas sufridas por Alemania debido a la deforestación. “Estamos perdiendo un valor de capital natural entre 2 y 5 billones de dólares cada año como resultado sólo de la deforestación. Las pérdidas contraídas hasta ahora por el sector financiero suman entre 1 y 1.5 billones de dólares. Llego a esta cifra al estimar el valor de los servicios – tales como fijar carbono y producir agua fresca – que los bosques desarrollan y calculo el coste de reemplazarlos o vivir sin ellos. El crujido del crédito es pequeño cuando se compara con el crujido de la naturaleza”, sostiene Sukhdey. Las dos crisis se alimentan una de otra. “Como consecuencia del derrumbe financiero Islandia ahora está contemplando unirse a

la Unión Europea, lo que significa rendir sus lugares de pesca a la política pesquera común. El primer ministro Geir Arde, ya ha sugerido que sus pescadores se concentren en explotar el océano. El desastre económico causará el desastre ecológico”, afirma Monbiot. Por su parte, Jared Diamond, en su libro “El Derrumbe”, se esfuerza por demostrar con claridad como la crisis ecológica es el preludio de la catástrofe social; la isla de Pascua sirve para ejemplificar. La sociedad instalada en la isla se desintegró en el momento en que había alcanzado su máximo histórico, en cuanto al número de habitantes se refiere. Los jefes de las tribus competían en el vanidoso intento de autoerigirse estatuas, cuando más grande mejor. El objetivo laudatorio requería una gran cantidad de árboles, cuerdas y mano de obra. Se extinguieron los árboles y se agotaron los suelos, la población se dividió en grupos que protagonizaron cruentos enfrentamientos; los supervivientes se hicieron caníbales. La parte final del libro está cargada de ironías, Diamond interpreta la actitud y pensamiento del habitante de la isla de Pascua que cortó el último árbol y lo traslada al presente: “La tecnología resolverá nuestros problemas, encontraremos un sustituto para la madera, la propuesta de prohibir la tala es pre-

matura, propia de propagadores del miedo.” El derrumbe que anuncia Diamond en su libro tiene raíces profundas en la dinámica económica. La tendencia universalizadora del capital lo lleva a no reconocer ninguna contención que pudiese restringirlo, ni la degradación de la naturaleza, ni las penurias sociales. Todo lo que está relacionado con la reproducción metabólica social está amenazado de muerte por el modo como el capital se relaciona con ellos. Esto es válido para los requerimientos energéticos humanos, el manejo de los recursos materiales, la agricultura global, la deforestación a gran escala y el elemento sin el cual ningún ser humano puede vivir: el agua. En esa lógica expansiva la naturaleza y los seres humanos pasaron a ser “factores de producción”, en función de la expansión del capital. La ciencia y la tecnología debieron subordinarse al objetivo expansionista y sólo fueron “practicables” dentro de este esquema de alienadas servidumbres a las rentables estrategias del mercado global. Las prácticas productivas y reproductivas en el campo de la agricultura acumulan productos químicos como residuos venenosos en el suelo, se produce la destrucción de la capa freática y la interferencia en los


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El preludio de los límites ecológicos ciclos del clima mediante la explotación de los recursos selváticos. Mientras tanto, frutas exóticas están al alcance de manos pudientes en cualquier época del año. “Prácticas productivas avanzadas” producen combustible para modernos automóviles y ponen en peligro el exiguo alimento de quienes trabajan produciendo “cultivos de fácil exportación”. Se generaliza el hambre, pero se mantiene la salud de la economía globalizada. Los proyectos militares malbaratadores y exterminadores de vida –en todo sentido- acaparan recursos renovables y no renovables. En estos días de recesión desde gabinetes gubernamentales se dispone el recorte de presupuestos que cubren gastos sociales; en estos mismos días, cuatro países: Alemania, Inglaterra, España e Italia impulsan un proyecto aeronáutico, el llamado “Eurofighter 2000” un avión de guerra cuyo costo asciende a 43 millardos de libras. De continuar el mundo bajo los mismos lineamientos de la actualidad, el agua será un recurso al menos escaso para las generaciones venideras, mientras tanto dormirán un sueño inquietante sobre un arsenal de decenas de miles de armas atómicas. ¿Quién puede sostener que ningún insensato ordenará la utilización de ese hiperbólico poder destructivo? El futuro está hipotecado; cuando los jóvenes viven su presente con desenfreno ¿no estarán guiados por una conciencia social que les habla de las sombras del porvenir? O acaso alguien diga, “no es adecuado hablar con palabras apocalípticas”. Para saber si es, o no, exagerado hablar o escribir de esta forma basta con abrir los ojos, despejar algo la mente, rascar un poco la realidad para arrancarle las mitificaciones y asumir la gravedad de la degradación ambiental y el agotamiento y devastación de la naturaleza. El Worldwatch Institut de Estados Unidos publica anualmente un informe sobre “El estado de la Tierra”. Las cifras que transcribimos no corresponden al último informe, es anterior y algo más optimista dentro de un panorama que tiende a agravarse.

Se desprenden de él varias constataciones: Primera: el ser más amenazado de la naturaleza hoy es el pobre. Un 79 % de la humanidad vive en el Gran Sur pobre; mil millones de personas viven en estado de pobreza absoluta; tres mil millones carecen de alimento suficiente; sesenta millones mueren anualmente de hambre; catorce millones de jóvenes por debajo de los 15 años mueren anualmente como consecuencia de enfermedades derivadas del hambre. Segunda: la amenaza para la vida de las especies. De acuerdo con estimaciones recogidas por los autores del informe entre 1500-1850 presumiblemente era eliminada una especie cada 10 años; entre 1850-1950, una especie por año; a partir

de 1990 comenzó a desaparecer una especie por día; en la actualidad desaparece una especie por hora. M. Gandhi solía decir: “La Tierra es suficiente para todos, pero no para la voracidad de los consumistas”. El teólogo brasileño Leonardo Boff ha desarrollado una lúcida crítica a un modelo que no da respuestas satisfactorias a las necesidades reales de los seres humanos. “El modelo de sociedad y el sentido de vida que los seres humanos proyectaron para sí, por lo menos en los últimos 400 años, está en crisis. El modelo, en términos de la lógica cotidiana, era y continúa siendo: lo importante es


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El preludio de los límites ecológicos

acumular gran número de medios de vida, de riqueza material, de bienes y servicios, a fin de poder disfrutar el corto pasaje por este planeta. Para realizar este propósito, nos ayudamos en la ciencia, que conoce los mecanismos de la tierra, y en la técnica, que hace intervenciones en ella para beneficio humano. Y eso se hará con la máxima velocidad posible. Por lo mismo se procura el máximo beneficio con el mínimo de inversión y en el más corto plazo de tiempo posible. El ser humano, en esta práctica cultural, se considera como un ser sobre las cosas, disponiendo de ellas a su buen parecer, jamás como alguien que está junto con las cosas, como miembro de una comunidad mayor, planetaria y cósmica.” En su libro “Dignidad en la Tierra. Ecología: Grito de la Tierra, grito de los pobres”, Leonardo Boff analiza los escenarios posibles, ante un preocupante presente y sus posibles continuidades o discontinuidades. Primera opción. El actual para-

digma de sociedad depredadora de la naturaleza continúa, con el agravamiento de todas las contradicciones sociales y ecológicas; o las sociedades humanas se dan cuenta del creciente déficit de la Tierra que se manifiesta en la degradación general de la calidad de la vida, en la injusticia societaria y ecológica, y, entonces, se muestran mínimamente solidarias, inventando tecnologías más bien hechas y formas de desarrollo social para todos y para la propia naturaleza; o tienen la sabia audacia de dar paso a un nuevo paradigma de relaciones benevolentes para con la natu-

raleza, de una nueva comprensión de la Tierra como superorganismo vivo, de los seres humanos como hijos e hijas de la Tierra organizados en una democracia sociocósmica dentro de un nuevo patrón de desarrollo con la naturaleza y nunca en contra de ella, y entonces poder inaugurar una nueva esperanza para el planeta Tierra y un nuevo orden mundial. El primer escenario, conservador, representa la tendencia actual: el neoliberalismo globalizador que muestra escasa sensibilidad por el drama mundial de los pobres. Es capaz de ser homicida y etnocida, y puede revelar ahora su rostro de ecocida. El segundo escenario, reformista, se sitúa dentro de la matriz moderna; procura minimizar los efectos no deseados con introducción de técnicas menos contaminantes y más equidad social. El tercer escenario, liberador, representa la real alternativa. Implica un profundo cambio de nuestra civilización, en caso de que queramos sobrevivir colectivamente. La gravedad de la situación nos impide la timidez. Precisamos buscar nuevos caminos. Sin eso no hay salvación para la comunidad planetaria.


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Fernando Papaterra

Una enfermedad crónica, el desempleo

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a crisis mundial actualmente en curso, que comenzó a verse claramente a partir de abril de 2007 con la explosión de la burbuja hipotecaria en USA, y se expandió rápidamente por todo el mundo, generando paro y desempleo como una peste imparable, destruyó todas las certezas y pronósticos de los economistas. Desde su nacimiento el capitalismo generó todo tipo de desequilibrios (crisis), creando una situación de imposibilidad/posibilidad de que la reproducción social continúe, afectando todas las estructuras, no sólo a las económicas, sino también a la social, política, cultural y otras de la sociedad en un momento determinado. Es comprensible por esto que sea una idea muy antigua la que interpreta que el modo de producción capitalista no constituye un orden natural imperecedero, sino que se trata de relaciones históricas y por lo tanto transitorias. En 1819 Sismondi, enfrentando a Ricardo, fue el primero que destacó el orden histórico, transitorio, de esta forma de organización social; un cuarto de siglo después Richard Jones (quien reemplaza a Malthus en 1835 en la cátedra del East India Collage en Haileybury ) lo define como “una fase intermedia en el desarrollo de la producción social”. Los fundadores de la

economía compartían una percepción pesimista sobre la tendencia a la crisis del capitalismo: Adam Smith atribuía el decrecimiento de la rentabilidad a la intensificación de la competencia y Ricardo al agotamiento de la tierra fértil, por su efecto en el encarecimiento de los alimentos y de los salarios. La ortodoxia neoclásica extrapoló esta teoría a la industria y postuló la existencia de un “rendimiento decreciente” del capital, resultante de la escasez de este recurso. Keynes situó la causa de la contracción del beneficio en la especulación financiera y Schumpeter en el desaliento de la innovación, generado por la burocratización de las sociedades contemporáneas. Y por supuesto los socialistas de todo tipo consideraron, desde su nacimiento como corriente política, que el capitalismo llevaba en sus entrañas el germen de su destrucción, generando riquísimos debates y análisis sobre el tema, y haciendo énfasis en que, aún superadas las crisis periódicas, este modo de producción generaba un desempleo estructural cada vez mayor en el tiempo. El largo período de crecimiento conoci-

do como “los treinta años de oro” (1945/1975), y la posterior hegemonía ideológica del neoliberalismo y la caída del socialismo real, pusieron estos debates en un segundo plano, pero se han reavivado a partir de las crisis financieras de fines de los noventa y ante la que se está desarrollando actualmente. El desempleo en Argentina llegó durante la década de 1990 al record histórico del 21 por ciento; entre las causas que lo provocaron está la llamada Reforma del Estado I que durante la década de 1990 inició el proceso de privatización y de concesión de las empresas públicas, especialmente las de servicios; la Reforma del Estado II , que continuó el proceso anterior, ahora con áreas del estado más pequeñas y especializadas, como las vinculadas con la investigación y el desarrollo científico, y las empresas privadas que no pudieron actualizar sus tecnologías durante los 90 y quebraron,


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Una enfermedad crónica, el desempleo EUA: Evolución de la tasa de desempleo a partir de la crisis de 1929 especialmente pymes, y las que sí se adaptaron a los nuevos adelantos y adquirieron insumos que reemplazaron la mano de obra. Todas estas causas provocaron despidos masivos en la administración pública y en el ámbito privado, a través de lo llamados retiros voluntarios que no fueron más que despidos disfrazados. La posterior recuperación a partir del 2003 lo redujo a un dígito; pero el avance de la crisis mundial hace temer un repunte del desempleo en el 2009, y ya está produciendo reacciones desde los sindicatos. Las noticias internacionales no traen calma sino todo lo contrario: “Bruselas.- El desempleo en la zona euro aumentó un punto

Si consideramos el aspecto empleo/desempleo, recordar algunos datos de la crisis de 1929 puede ayudar a analizar la situación actual:

Año 1919 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1935 1936

Desocupados (en miles) 950 1.550 4.340 8.020 12.060 12.830 11.340 10.610 9.030

% ded la masa laboral civil 2,3 3,2 8,7 15,9 23,6 24,9 21,7 20,1 16,9

Fuente: Baines (1998) (datos parciales) Las cifras hablan por sí solas, y podemos inferir las consecuencias catastróficas para la economía mundial si la crisis actual llegara a los niveles de la de 1929, y sobre todo si fuese tan prolongada; para algunos analistas esta crisis es comparativamente más grave si incorporamos la situación ecológica y energética actual.


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Una enfermedad crónica, el desempleo Alejandra Waigandt*

en agosto pasado, hasta 7.5 por ciento, frente a julio y el mismo mes de 2007, que registraron ambos un índice de 7.4 por ciento, informó la oficina estadística de la Unión Europea (Eurostat). El país más afectado por el incremento del desempleo fue España, donde el 11.3 por ciento de la población activa no tenía empleo en agosto, una cifra que era del 8.3 por ciento un año antes. Sin embargo, en el conjunto de la Unión Europea (UE) el desempleo se mantuvo inalterado, en 6.9 por ciento, en relación a julio e inferior a los 7.1 por ciento de agosto del pasado año. Japón y Estados Unidos tuvieron mejor desempeño ese mes, con un nivel de desempleo del 4.2 y del 6.1 por ciento, de forma respectiva. Según Eurostat, 11.596 millones de personas estaban sin empleo en los 15 países que utilizan la moneda común europea, 90 mil más que en julio. En el total de los 27 países que integran la UE, 16.572 millones de personas no tenían trabajo, un incremento de 67 mil en relación al mes anterior. Polonia registró la mayor reducción en el índice, al pasar de 9.2 por ciento hace un año hasta 6.7 por ciento en agosto pasado. Pero los menores niveles de desempleo se registraron en los Países Bajos y Dinamarca, donde un 2.6 y un 2.9 por ciento de la población está en cesantía, de forma respectiva.” (11/10/08) La situación no es mejor en EUA, con un desempleo actual del 6,3 %, ya que se pronostica un aumento para el 2009 que llegaría casi al 9%. Probablemente estas cifras queden superadas el año que viene, porque por primera vez desde la crisis mundial del 73/75, entran ya en recesión conjuntamente EUA, Europa y Japón.

Empleo de la mujer, el más vulnerable La recesión que genera la crisis financiera internacional impacta en el empleo mundial. Aumenta la desocupación, cae el salario y hay más trabajo en negro. Si bien son muchos los sectores afectados por esta situación, las más perjudicadas son las mujeres porque sufren segregación laboral por su condición social y por la división sexual del trabajo. Dialogamos con algunas especialistas acerca de las consecuencias en la ocupación femenina y en la vida cotidiana de las mujeres. La crisis financiera resuena en países de todo el mundo. Las bolsas de comercio se desmoronaron y siguen sin recuperarse. Hay recortes en el gasto público en un intento de las naciones más poderosas de rescatar al sector, mientras que las empresas y entidades financieras buscan frenar la caída de las tasas de ganancia en perjuicio del mercado de trabajo. Frente a esas características, expertas en estos temas aseguraron que “hay una crisis de la economía real” y con diferentes efectos: el más visible es el deterioro del empleo mundial. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) informó que la desocupación se incrementaría en 20 millones de personas y a finales de 2009 sumarían 210 millones, y l@s trabajador@s pobres que viven con menos de un dólar al día aumentarían en 40 millones entre 2008 y 2009. La investigadora del Conicet Corina Rodríguez Enríquez precisó que una recesión económica como la que se observa a nivel internacional “perjudica a los sectores más vulnerables. Uno de éstos lo constituyen las mujeres que tienen una inserción laboral más precaria que los varones, sobre todo las que tienen menos educación, más cantidad de hij@s y viven en situación de

pobreza”. Por su parte, la socióloga Norma Sanchís, de la Red Internacional de Género y Comercio, coincidió en que “la crisis económica impacta negativamente en la vida de las mujeres, pero debido a su condición social están más expuestas al desempleo y al trabajo en negro”.Sin embargo, la especialista en temas de trabajo y género Silvia Berger no acuerda con la convicción de que donde quiera que la crisis golpee las mujeres son las más afectadas. Y explicó: “este impacto está dependiendo de la inserción de las personas en un sector de la economía y de las actividades que realiza. Son los sectores vinculados a las exportaciones los más afectados en la actual coyuntura”. Berger aclaró igualmente que en el mercado de trabajo efectivamente existe segregación y tiene que ver con la división internacional y sexual del trabajo. “Hay trabajos de varones y trabajos de mujeres (sanidad, educación, administración, etc.). Entonces algunas trabajadoras pueden ser más vulnerables a las variaciones del empleo generadas en una recesión, pero también más protegidas. Una reestructuración de personal suele afectar menos el área administrativa donde hay más mujeres, que al área de línea donde hay más varones”. * Gentileza de Rebelión


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Juan Torres*

Los arquitectos de la debacle

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a gente normal y corriente suele tener una idea bastante difusa de las cuestiones económicas. Como los grandes medios de comunicación las presentan de forma oscura e incomprensible la mayoría de las personas piensa que se trata de asuntos muy complejos que solo entienden y pueden resolver los técnicos muy cualificados que trabajan en los gobiernos o en los grandes bancos y empresas. Y siendo así, es también normal que se desentiendan de ellos, como cualquiera de nosotros se desentiende de lo que hace el médico, el fontanero o el mecánico cuando hablan en su jerga incomprensible o utilizan instrumentos, que nosotros ni conocemos ni sabemos utilizar, para curarnos o arreglarnos las tuberías o nuestro automóvil. También contribuye a ello el que no se proporcione a los ciudadanos información relevante sobre lo que sucede en relación con las cuestiones económicas. Todos oímos en los noticieros de cada día, por ejemplo, cómo evoluciona la bolsa, las variaciones que se producen en el índice Nikei o los puntos de subida o bajada de unas cuantas cotizaciones pero casi


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Los arquitectos de la debacle Raúl Zibechi*

nadie los sabe interpretar ni nadie explica de verdad lo que hay detrás de ellos. Gracias a eso, los que controlan los medios de comunicación (propiedad a su vez de los grandes bancos y corporaciones) hacen creer que informan cuando lo que hacen en realidad es lo peor que se puede hacer para lograr que alguien esté de verdad informado: suministrar un aluvión indiscriminado de datos sin medios efectivos para asimilarlos, interpretarlos y situarlos en su efectivo contexto. Nos ofrecen sesudas e incomprensibles declaraciones de los ministros y presidentes de bancos pero no proporcionan criterios alternativos de análisis y, por supuesto, presentan siempre el mismo lado de las cuestiones, como si los asuntos económicos solo tuvieran la lectura que hacen de ellos los dirigentes políticos, los empresarios y financieros más poderosos o los académicos que cobran de ellos para repetir como papagayos lo que en cada momento les interesa. Lo que está ocurriendo en relación con la actual crisis es buena prueba de ello. Primero decían que no había que preocuparse, que no era para tanto y que no convenía “exagerar”, según el ministro español de Economía. Y tenían la cara dura de decirlo cuando al mismo tiempo se estaba informando de que algunas de las entidades financieras más grandes del mundo estaban quebrando o cuando los bancos centrales estaban inyectando en los mercados cientos y cientos de miles de dólares, realizando así la intervención en los mercados financieros quizá más grande de toda la historia. Luego decían que era solo una crisis de liquidez que tendría un desarrollo fugaz, que pasaría pronto. Yo mismo, que soy probablemente el más modesto de los analistas económicos, escribí que eso era mentira, que nos encontrábamos con toda seguridad ante una crisis de solvencia. Ahora leo que la Reserva Federal (en donde se supone que están los economistas mejor informados del mundo) se ha dado cuenta de eso: (“La Reserva Federal supuso que la crisis era de liquidez,

¿La hora de América Latina? La crisis que está atravesando el sistema no tiene precedentes inmediatos que permitan hacer comparaciones y adelantar posibles rumbos. La más cercana, la de 1929, se produjo cuando aún no se había instalado el casino financiero que hoy hace agua y el conjunto de la economía giraba en torno a la producción industrial y la acumulación ampliada de capital. Sin embargo, algunos procesos nacidos durante aquella crisis pueden servirnos como elementos de reflexión, si coincidimos en que no se trata de una crisis más, sino la de mayor envergadura desde la Gran Depresión. La primera es que el mundo no volverá a ser igual. Podemos esperar cambios sistémicos que, muy probablemente, representarán un golpe a la hegemonía de Estados Unidos y el nacimiento de un mundo multipolar. La crisis del 29 propició el fin del liberalismo, el ascenso de los fascismos y las guerras, el fin de la hegemonía británica y una mutación en el sistema capitalista que duró casi medio siglo, con la creación de los Estados de Bienestar con base en la alianza y negociación entre estados, empresarios y sindicatos. Sentó las bases de lo que Eric Hosbsbawm denomina “edad de oro” del capitalismo. Fue el periodo de mayor crecimiento económico, con base en un desarrollo endógeno con la creación de amplios mercados internos, la universalización de la seguridad social, el pleno empleo, una relativa paz social y la concesión de ciertos derechos a sectores más o menos amplios de la población mundial. Fue el mayor esfuerzo realizado nunca para integrar a las “clases peligrosas”, como señala Immanuel Wallerstein. La segunda cuestión es que los países de América Latina, y de modo particu-

lar los de América del Sur, no siguieron el guión establecido por los países centrales. En este continente no tuvimos fascismos triunfantes ni guerras entre naciones, y la crisis del 29 propició el distanciamiento del centro del sistema, llevando a varias naciones a no pagar sus deudas externas. Salvo excepciones, entre las cuales Colombia parece la más destacada, la crisis mundial enterró el dominio de las oligarquías terratenientes que se habían afianzado desde la colonia. Con mayores o menores conflictos políticos y sociales, el desplazamiento de los sectores entonces dominantes abrió una nueva era para los países dependientes. Los estados nacionales se convirtieron en importantes actores económicos con la creación de empresas monópolicas en la explotación de hidrocarburos y otros bienes comunes, ferrocarriles, servicios de agua, electricidad y telefonía, y la intervención en áreas estratégicas como comercio exterior, banca y ramas de la industria. Los regímenes de Juan Domingo Perón, en Argentina, y de Getulio Vargas, en Brasil, fueron quizá los mayores emergentes de estos procesos que combinaron soberanía con desarrollo nacional mediante la sustitución de importaciones. * Gentileza Rebelión


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Los arquitectos de la debacle pero ahora piensa que es de insolvencia y por ello ha relajado su política monetaria”. J. Bradford Delong. Sobre la crisis actual se están callando en particular un asunto especialmente grave y de gran interés para los ciudadanos: sus causantes y responsables directos e indirectos. Para engañar a la gente suelen hablar “de los mercados”. Como si los mercados pensaran, tuvieran alma y preferencias, decidieran o resolvieran por sí mismos. Es verdad que los mercados (sobre todo si en ellos hay muchos agentes interviniendo, es decir, si hay muchísima competencia) pueden actuar como mecanismos casi automáticos. Pero para que existan los mercados (incluso los muy perfectos y con gran competencia) y para que funcionen de cualquier manera que sea, más o menos eficazmente, es necesario que haya normas. Y esas normas no las establecen para sí mismos los mercados sino los poderes públicos a través del derecho. Las normas jurídicas son las que permiten que en los mercados se pueda llevar a cabo un comportamiento u otro, las que favorecen que existan o no privilegios en las transacciones, las que dan poder a unos agentes en detrimento de otros. Según sean las normas existentes en cada momento, los mercados actuarán de una u otra forma y en ellos ocurrirá una cosa u otra. Y, puesto que las normas las hacen las personas y las instituciones, resulta que lo que suceda en los mercados es, en última instancia, el resultado de lo que decidamos las personas a través de las instituciones que utilizamos para imponer las normas (aunque es bien sabido que no todas las personas tienen la misma capacidad para decidir a la hora de establecerlas). Y eso es igualmente aplicable a

lo que ha ocurrido en los mercados que han provocado la actual crisis. Como he explicado en otros artículos (Caída de las bolsas internacionales: pasó lo que tenía que pasar), lo que ha sucedido en los últimos tiempos es que los bancos

de todo del mundo y los grandes inversores han desarrollado una actividad especulativa febril en torno a productos financieros que han tenido una características muy especiales. La primera es su opacidad porque casi nadie sabe realmente cuáles son ni donde están ni quién los tienen en cada momento, puesto que circulan muy rápidamente, sin tener nada que ver con operaciones económicas reales. La segunda es que no se reflejaban adecuadamente en las cuentas de los bancos y las empresas que invierten directa o indirectamente en ellos. La tercera es su enorme riesgo, precisamente porque se basan en operaciones muy inestables y sutiles. La cuarta es la falta de control a la que están sometidos por dos razones principales. Por un lado, porque los bancos centrales han venido haciendo la vista goda con tal de que los inversores ganaran dinero. Por otro, porque su calificación de riesgo depende de empresas especializadas que, al mismo tiempo, están muy implicadas en el negocio y a las que no les interesaba mostrar la verdadera y peligrosa naturaleza de estos productos. Todas esas circunstancias son el resultado de la llamada “desregulación financiera”, es decir, de la desaparición de normas de regulación y control de los mercados financieros que se ha producido en los últimos años. Una “desregulación”, por cierto, que no es tal, porque establecer que no haya normas, que cada uno puedo hacer lo que le venga en gana es en sí mismo una norma más, así que hablar de “desregulación” también es engañar a la gente. Se le hace creer que eso se hace para devolver las cosas del mercado a su estado natural cuando en realidad se sigue regulando con gran fuerza, solo que ahora de forma que los poderosos campen libremente por sus respetos. Y ha sido precisamente esta norma que establece que en los mercados financieros vale todo lo que ha provocado la crisis actual, al producirse además en un contexto ya de por sí proclive a la crisis financiera (como he explicado en mi


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Los arquitectos de la debacle libro “Toma el dinero y corre. La globalización neoliberal del dinero y las finanzas”. Icaria 2006). En particular, esta nueva regulación neoliberal de las finanzas internacionales ha sido la que ha establecido un nuevo modo de hacer empresarial y bancario que tiene una relación directísima con la crisis actual que directamente proviene de Estados Unidos (a diferencia de las anteriores que se originaban en eslabones más débiles de la cadena, en Asia, México, Rusia...). Me refiero a los cambios legales que propició el Presidente Bush hace unos años en relación con la contabilidad empresarial y que permitían que los grandes inversores, las grandes empresas y los bancos pudieran manipular sus cifras de pérdidas y beneficios para poder seguir invirtiendo sin descanso en estos productos financieros tan rentables pero al mismo tiempo tan inseguros y arriesgados. Estos cambios legales han tenido a su vez una doble consecuencia. La primera, que la contabilidad de los grandes inversores financieros pueda falsear sin dificultad las expresiones más comprometidas de su actividad especulativa. La segunda, que las grandes auditoras se conviertan en parte integrante del gran circo especulativo. Dos consecuencias que se traducen en un mismo y ya innegable fenómeno: la corrupción financiera generalizada en los controladores y en los controlados. Así lo reconoce incluso un economista tan ortodoxo como el Premio Nobel de Economía Paul A. Samuelson en un artículo reciente que no puede ser más expresivo: “las bancarrotas y las ciénagas macroeconómicas que sufre hoy el mundo tienen relación directa con los chanchullos de ingeniería financiera que el aparato oficial aprobó e incluso estimuló durante la era de Bush”. Ahora bien, si bien esto es verdad, no hay que olvidar, por otro lado, que esos cambios legales que han extendido la corrupción y el descontrol en las finanzas internacionales fueron posibles e incluso contaron con el apoyo más o

menos explícito de la Reserva Federal y, por extensión, de todos los bancos centrales que, como señalé más arriba, han sido cómplices directos de los grandes inversores especulativos. Dejaron hacer, callaron y miraron a otro lado cuando sabían que se estaba larvando una burbuja gigantesca que necesariamente iba a terminar como lo ha hecho. Pero, finalmente, no se puede dejar de mencionar un último y decisivo factor de responsabilidad que igualmente hay que reconocer como detonante de esta última crisis: los gobiernos, que han renunciado a ser la expresión ejecutiva de la soberanía popular en un asunto tan crucial como el control y la regulación democrática y racional de las finanzas y de los asuntos monetarios, de los que tan definitivamente depende la estabilidad económica, la distribución de la rente y la riqueza y, en definitiva la paz y el bienestar social. Si se quisiera de verdad atajar la crisis, ponerle remedio para que no cause un perjuicio inmenso a la actividad productiva y evitar que se vuelva a producir hay que actuar, por lo tanto, sobre estos facto-

res: estableciendo un rígido control de las finanzas especulativas y poniendo las fuentes de financiación internacional al servicio del desarrollo económico y social, controlando a su vez a los bancos centrales para hacer que actúen al servicio de la estabilidad y del progreso y, por supuesto, democratizando realmente a nuestras sociedades para que las cuestiones económicas que resuelven los gobiernos formen parte también (al revés de lo que hoy día sucede) de la agenda de asuntos sobre los que los ciudadanos podemos decidir. A unos esto les parecerá una utopía, a otros poco, pero hay que empezar logrando que los ciudadanos sean conscientes de todo esto y lo exijan con fuerza a quienes hoy día nos dominan. *Gentileza Rebelión


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Una crisis, una oportunidad ¿De qué consecuencias hablamos? Ana Emaides

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stados Unidos se debate en medio de la crisis económica más importante y grave de su historia. La quiebra de empresas industriales, comerciales y financieras; millones de trabajadores desocupados; múltiples expresiones de violencia social; millares de huelgas, protestas y reclamos, y el hambre, un hambre masivo que azota por igual a las ciudades y el campo, configuran una situación general a la cual las teorías y propuestas de la ortodoxia del liberalismo no son capaces de darle una respuesta. Se ha iniciado con el crac de 1929 resultado del laisser faire - y se extiende rápidamente al conjunto del sistema capitalista. Roosevelt asume en 1933 y llega al gobierno con una política denominada el New Deal, que postula un franco y decidido intervencionismo estatal en materia económica, con un objetivo regulador de las fuerzas que concurren a la producción y distribución dentro del sistema. Las ideas de Keynes representan el nuevo paradigma económico y van a dar lugar a 30 años de crecimiento del sistema capitalista: “los dorados 30”. Keynes, un hombre en su circunstancia, un observador envuelto en una atmósfera de paro y deflación incorregibles, que determinaron la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero (1936), concebido para salvar al capitalismo. El volumen físico de las exportaciones mundiales cayó un 20% entre 1929 y 1933 y los precios en más del 30%. También cayó la corriente internacional de capital.

En Argentina, como consecuencia, desaparecen las exportaciones como elemento dinámico del desarrollo, y la inversión tanto pública como privada, se convierte a partir de entonces en el factor capaz de expandir de manera autónoma la demanda global y elevar la capacidad del siste-

ma de producir mayor cantidad de bienes y servicios con destino al consumo y la acumulación de capital. Se inicia así una etapa de desarrollo industrial con fuerte distribución del ingreso y movilidad social ascendente. Una nueva crisis, que continúa hasta nuestros días Terminados los dorados 30 comenzó el desmoronamiento del “Estado de bienestar”; se inició una crisis en el capitalismo estadounidense que incluyó la Guerra de Vietnam, el abandono del patrón oro/dólar, la crisis de Watergate, las alzas del precio del petróleo en 1973 y en 1979, la combinación de estancamiento e inflación al final de la década de 1970, el déficit fiscal sin precedentes, y el ensanchamiento de la brecha comercial en la década de 1980; los '90, aquellos de la aplicación del Consenso de Washington, con sus regresivos efectos sobre los pueblos;

todo ello constituían y constituyen señales del deterioro de la hegemonía americana en la economía mundial capitalista. La crisis continúa y tiene manifestaciones económicas, políticas y culturales. Se expresa en todas partes y no discrimina entre el norte y el sur. El proyecto de reestructuración regresivo del orden global lleva el nombre de la “liberalización” como bandera de las clases dominantes. ¿Hay oportunidades? ¿Neo- keynesianismo económico? Si bien se pueden cerrar fábricas por la caída de la demanda externa e interna, hay otras que se abrirán impulsadas por la sustitución de importaciones. Esta situación tiene aspectos macroeconómicos frente a los cuales la Presidenta ha tomado las riendas impulsando un plan de Obras Públicas que generarán producción y ocupación, está coordinando políticas macroeconómicas con nuestro principal socio comercial, pero además hay superávit comercial, superávit fiscal y reservas importantes. Tiene aspectos microeconómicos, que dependen de la creatividad con que los empresarios enfrenten este escenario y aspectos individuales que requerirán del esfuerzo de cada uno por estar informados para actuar en consecuencia y de conductas solidarias para encontrar las soluciones, pues nadie se salva solo.


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