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Migrando Ando

Por Leonor Villasuso Rustad

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Rumbo a la vejez

La de los abuelos es una de las figuras más amorosas –casi siempre – de los recuerdos de la infancia. Ya sea que proporcionen cuidados diarios a los nietos mientras sus padres trabajan, o que sean los anfitriones de las vacaciones de verano en un rancho o pueblo distante, representan una fuente de energía que se conecta perfectamente bien con la de los más chicos de la familia; a veces parece como una complicidad cuyas raíces pueden trazarse en el ADN. En muchos países del mundo se festeja a los abuelos con un día especial. México y varias decenas de naciones lo hacen el 28 de agosto, fecha en que se conmemora el nacimiento y deceso de san Agustín de Hipona, patrono de las personas mayores, aunque no se sabe con certidumbre que esta sea la razón para elegir el día. En agosto se reconoce a la vejez a nivel mundial, como en otros meses se hace al autismo o el cáncer de seno. En los Estados Unidos se les festeja el primer domingo de septiembre después del Día del Trabajo; y en otros países el 26 de agosto, Día de san Joaquín y santa Ana, padres de la virgen María y por consecuencia, abuelos de Jesús. En el caso de México, tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios, como dicen, en el 2020 el gobierno decidió cambiarle el nombre a la fecha para satisfacer a los quejosos de la tercera edad que no tienen nietos y por default, quedaban fuera de la celebración. Así que ahora se le denomina el “Día nacional de las personas mayores” y en la dependencia oficial que se hace cargo de ellos se llevan a cabo eventos desde desfiles, elección de la reina y el rey, baile, almuerzos especiales, paseos, y cuanta cursilería el presupuesto pueda costear. La mercadotecnia y sus tentáculos se aseguran de que “las cabecitas blancas” estén en los comerciales mostrán- dose interesados en un teléfono inteligente nuevo, la remodelación de la bañera, o aparatos para la sordera a manera de regalo para reconocerles su importancia en nuestras vidas. Usted decide si compra o no, si saca a pasear a sus ancianos padres o padrinos, o tíos.

La vejez es un estado que se ve muy diferente dependiendo de la cultura y el país. A lo mejor se puede decir que, en general, es una época en la que las personas han ganado conocimientos que las hacen más sabias que los jóvenes y se les reconoce como pilares de la familia y la comunidad, pero aun así es poco probable haber oído a alguien decir que “ya quiero ser un anciano para hacer esto y aquello” en contrapartida con los niños que se mueren por ser jóvenes, y los jóvenes a los que les urge ser adultos. La lentitud en los movimientos del cuerpo, los achaques y enfermedades, no figuran en el top 10 del modelo que la sociedad nos pone como ejemplo a seguir para ser considerados cool.

Sin embargo, a lo mejor vamos a tener que redefinir esos códigos porque para el año 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá al menos 60 años de edad –entre ellas, yo. Y de aquí a entonces solo hay siete años de por medio, o sea que no falta tanto. ¿Cómo se verá el mundo, cómo mi mundo personal? Es probable que las compañías de seguros médicos ya estén desde ahorita comenzando a ver lo que se les viene y estén planeando ajustes en sus coberturas para cortar costos y tener más ganancias. Habremos de empezar a planear un poco más para la vejez de cada quien, desde dónde va uno a vivir, hasta en dónde quiere que lo entierren cuando pase a mejor vida. El déficit de residencias para personas de la tercera edad en este país es alto, y junto con la escasez de personal, crean el libreto para una historia de terror del residente o futuro residente. “Quédese en su casa”, recomiendan en comerciales las agencias de personal que brindan servicio a domicilio que incluye desde un poco de compañía, hasta quehaceres domésticos, asistencia en la higiene personal y preparación de alimentos, siempre mostrando a empleados uniformados con gran sonrisa, al lado de ancianos que se ven limpios, bien cuidados. En México hay que tener mucho dinero para poder vivir en uno de estos lugares que garantizan buen trato, de otro modo los asilos públicos son lo más cercano a los campos de concentración hitlerianos. La cultura familiar generalmente dicta que los hijos se hagan cargo de los padres, y de esa manera pueden ser cuidados en su propio círculo, aunque la vida moderna ha comenzado a hacer que cambien las cosas.

Tengo varias amigas que llevan algunos años de ser abuelas. La mayoría parece disfrutar de la situación que hace que reciban a los nietos de visita, los consientan todo el fin de semana, y los devuelvan a sus padres el domingo por la tarde deseándoles buena suerte. Una de mis primas se convirtió en abuela antes de cumplir los cuarenta y ha tenido que medio criar a los nietos, además de tener un trabajo de tiempo completo y padres ancianos que requieren de mucha atención. Por mi parte, la verdad es que nunca he visto eso de tener nietos como una meta personal, y es muy poco probable que algún día tenga alguno, basada en los planes de mis hijos. Mi papá, que tiene siete nietos de entre 10 y 33 años de edad, ha sido siempre un abuelo cariñoso, a su modo, intencionalmente presente en la vida de todos ellos, sin importar que tres radiquen en Estados Unidos, dos en Panamá, y dos más en México. Mi abuela paterna, que a sus casi 101 años sigue pidiéndole a mi hija mayor que le dé un tataranieto, ve la situación como una competencia en la que ninguna de sus ahora difuntas amigas logró cruzar la meta y convertirse en tatarabuela. Como quiera que sea, felicidades a los abuelos del mundo y a las personas de la tercera edad por ser y estar.

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