culturas
N° 19 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 13 de marzo de 2005
4 Tropismos publica en edición facsimilar Aventura, el libro que dejó sin terminar uno de los grandes poetas castellanos
CLAUDIO
RODRÍGUEZ 3 LALI PUNA
8 MITTERRAND
El grupo alemán muestra en el teatro Liceo su combinación de electrónica y pop en busca de un sonido propio y sin prejuicios.
La autobiografía de su hija ‘oculta’, Mazarine Pingeot, retrata con tristeza pero sin afán de venganza la figura humana del político francés.
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 13 de marzo de 2005
poesía de Claudio Rodríguez equivale a un viviente», dice Antonio Gamoneda. «No lheaserconocido a poeta alguno tan seguro de su propia poesía, y muy pocos a los que la misma les importara tanto», dice Francisco Brines. «Nadie ha preguntado tanto ni tan bien en nuestra poesía contemporánea como Claudio Rodríguez», añade Agustín Pérez Leal. Rodríguez (1934-1999) fue uno de esos escritores verdaderos en cuya obra se aúnan poesía y vida, ambas siguen el mismo ritmo, son la
misma cosa. La editorial Tropismos presenta ahora lo que podríamos considerar el testamento del autor: once poemas que iban a componer su sexto poemario, Aventura. Y lo hace en una extremadamente cuidada edición facsimilar en la que podemos comprobar los múltiples procesos de reescritura que Claudio Rodríguez empleaba hasta llegar a la formulación final del poema. El responsable de su edición es Luis García Jambrina, profesor de la Universidad de Salamanca y gran conocedor
de su obra. Una obra a la que podemos volver siempre, puesto que va a estar ahí, conteniendo algunas de esas palabras verdaderas que tanto necesitamos en medio del barullo. En este número también nos acercamos a la figura de François Mitterrand a través de los ojos de su hija Mazarine Pingeot, una hija ‘oculta’, perteneciente a la segunda familia que el político mantuvo en el máximo secreto. También, repaso a la trayectoria de Lali Puna, la estimulante excepción musical de la programación.
Recortes 1 EUROPA, LAS PATENTES Y LA CIENCIA FICCIÓN La noticia es ésta: el Consejo europeo acaba de aprobar de nuevo la directiva de patentes de ‘software’. De nuevo es porque el Parlamento Europeo, el único órgano continental elegido democráticamente y donde debería residir la soberanía popular, ha rechazado ya tres veces una legislación en la que están sumamente interesadas las grandes empresas multinacionales. José Cervera, en ‘El Navegante’ apunta la significación política: «¿Qué clase de Europa queremos, una en la que seamos ciudadanos, o una en la que la obstinación de los ‘lobbies’ en las capitales europeas y Bruselas termine por imponer sin discusión medidas rechazadas por el Parlamento? ¿Quién manda aquí, los europeos o las grandes empresas?». Da la sensación que ganan los segundos porque los goles fuera de casa valen doble. ‘La Petite Claudine’ explica qué significa esto en la práctica: «Microsoft sólo está patentando 80 ideas a la semana. Entre ellas, las de hacer doble click sobre un icono y un navegador para un dispositivo de bolsillo como, por ejemplo, un teléfono móvil o un PDA. Se están asegurando de que nadie pueda hacer nada para nadie que no sea ellos. O previo pago de una cantidad de dinero y concesión de derechos que sólo ellos podrán negociar. Por si todo esto les suena a chino, les recuerdo que no sólo sus ordenadores usan ‘software’. También los aviones, las redes de comunicaciones, los trenes, los bancos, los hospitales, los sistemas militares, los ascensores, los sistemas de seguridad de los edificios, la Red. El programa que dice si eres diabético y no hemofílico cuando un accidente te manda al hospital. Si todos estos sistemas imprescindibles quedan en manos de cinco macrocorporaciones, no sólo anularán la capacidad de empresas más pequeñas para desarrollar tecnologías más eficaces y asequibles sino que dependeremos totalmente de un ‘software’ que ha demostrado ser inestable, malicioso y obsoleto». Vayamos familiarizándonos con la idea de la macrocorporación: si usted es lector de Philip K. Dick o vio Blade Runner ya entiende. La corporación gobierna porque posee lo que es necesario en cada momento. Si quiere familiarizarse con la ciencia ficción
Antonio Marcos y que estas ideas no le cojan ya cuando se hayan convertido en documentales, busque la revista digital ‘Axoóm’, una publicación hecha desde Argentina para estar al día de las visiones del mañana que se hacen hoy.
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LA INDUSTRIA CULTURAL Y EL TURISMO «El crecimiento de la industria cultural desde los años ochenta es positivo desde un punto de vista económico y social, pero desgraciadamente la industria cultural que está triunfando en España es aquella que enfoca su oferta con más tintes de diversión y ocio que de contenido. A lo largo de los últimos años se ha creado un público que está tensionando a la baja nuestro sistema cultural y educativo. ¿Por qué se habla de nuevos museos y exposiciones cuando realmente se están ejecutando meras estrategias de turismo cultural?». Es un texto extraído de la interesante revista digital ‘Dosdoce’, dedicada a la cultura en un sentido amplio. Hablando de museos, está a punto de inaugurarse la primera exposición en el Musac (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León), que a su vez pone en marcha la programación de este centro. En ‘El Cultural’, el suplemento semanal de ‘El Mundo’, el columnista Juan Palomo (sí, es un pseudónimo) le desea suerte con esta frase: «Ojalá que León no corra la misma suerte con su museo que Salamanca». Hay que ver qué memoria tiene esta gente de la cultura, mira que acordarse todavía de aquel atropello, con la cantidad de cosas bonitas que hay en la vida para evadirse... Y esto, la misma semana que Salamanca presenta su programación para celebrar el 250 aniversario de la Plaza Mayor. Echando un vistazo somero a lo programado –espero ofrecer una opinión más argumentada sobre los actos y ciertos conceptos que se manejan muy alegremente estos días, como el de lo popular y el de la creación local– y asumiendo que es un evento pensado principalmente para atraer turistas, no parece que posea en sí mismo un gran poder de reclamo, con grandes singularidades que sean capaces de suscitar la atención de los medios culturales especializados y afianzar una posición –ahora mismo incierta– en el circuito cultural.
Selección de portadas de Philip K. Dick. En castellano, Minotauro está editando sus principales títulos
MÚSICA
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Valerie y Markus Archer representan las dos caras del grupo: una delicadeza casi naif y el gusto por el ritmo. Un choque de estilos que define su música
LALI PUNA
Electrónica de cámara El cuarteto de Múnich presenta el miércoles en el teatro Liceo su combinación de pop y electrónica, que en su último disco apuesta sin tapujos por un sonido propio. sto es como estar en una película de Serie B/ sabes siempre lo siguiente que va a pasar/ esperas la llegada del héroe/ mientras te rodean los malos/ pero no permitas que ‘Arnie’ sea nuestra última esperanza» (‘B-Movie’) Lali Puna es un cuarteto de Múnich que hace pop electrónico; como no podía ser de otra manera; con su estilo musical y siendo alemanes, militan en el interesante sello Morr Music, donde Thomas Morr ha reunido a artistas tan atractivos –y marcianos– como Mùm, Tartwater o Benjamin Gibbard (The Postal Service). Lali Puna surge de las letras y bella voz de Valerie Trebeljahr y de las guitarras y genio musical de Markus Archer –también cerebro de The Notwist–, secundados en el apartado rítmico por Christoph Brandner (batería) y Christian Heib (teclados). El grupo publicó su primer larga duración, Tridecoder (Morr Music), en 1999 y su aparición contribuyó a acuñar el
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Valerie Trebeljahr y su banda
término ‘indietronica’. Traducción: una palabra inventada por la prensa musical para denominar a aquella música electrónica a la que el pop-rock independiente había acabado por contaminar. Es decir, una nueva tendencia, que pese a su carácter predecible, cuajó rápidamente en los partidarios tanto de lo ‘avanzado’ como de lo ‘clásico’. «No pienso/ soy tan lento para escucharte/ son tan rápidos
tus movimientos de boca/ no puedo pensar» (‘Don’t think’) Paralelamente a Lali Puna surgieron otras formaciones como Dntel (Jimmy Tamborello, la mitad que faltaba de los citados The Postal Service) y se reivindicaron las influencias de otros como Stereolab, verdadera referencia de los de Munich y cuya vocalista Laetitia Sadier guarda muchas similitudes en su forma de interpretar con la propia Va-
lerie Trebeljahr. El panorama era propicio y Lali Puna se convirtió en un referente de ambos lados, jugueteando con el techno, se declaran seguidores de Aphex Twin, y con la dulzura de las voces, se plantaron en el año 2001 con Scary World Theory (Morr Music). Su segundo trabajo era en una batidora de influencias, donde la repetición de sonidos digitales, arropados con instrumentos, configuraba los ambientes hipnóticos que caracterizan su música. Todo aparentemente pequeño, en espacio reducidos, sin buscar grandes efectos ni explosiones de ritmo. Como música de cámara. “Hace demasiado calor aquí/ fuera algo está ardiendo/ y todos los ídolos de tu juventud/ han dejado el edificio/ no has visto el signo de los tiempos/ ¿Dónde quieres ir?/ eres el último el último en enterarte.../ ellos han cambiado tu futuro” (‘Micronomic’) La presencia de Valerie al frente de la banda dota de una imagen inconfundible al grupo. La sensualidad de sus rasgos orientales, aunque tenga orígenes portugueses, su laconismo y el sosegado timbre de su voz, remiten a lugares comunes de calma electrónica. Sin embargo, Faking the books (2004, Morr Music) ha radicalizado algo su propuesta, sin perder las bases, en busca de un sonido propio. Ahora, no se conforman con apostar por la mezcla de pop y electrónica y las composiciones se acercan sin pudor
a la espesura de Joy Division y beben del punk-funk tan en boga en la actualidad, sin descuidar guiños -en la utilización de ruidos orgánicos como base de las canciones- a sus compatriotas Mouse on Mars o a Mathew Herbert. El nuevo trabajo de Lali Puna es más descarado que su anterior producción y cada canción saca a relucir las influencias sin tapujos. Además, los textos muestran un claro compromiso con la realidad de tintes políticos, como la canción ‘B-movies’ en la que cargan contra el actual ‘gobernator’ de California. El disco arranca con la voz como principal protagonista en ‘Faking the books’ y paso a paso, los instrumentos cobran fuerza para arrullar a Valerie en el single ‘Micronomic’, pegadizo y bailable, y acaban por desarrollar toda su intensidad – con las guitarras jugueteando con el rock de garaje- en canciones como ‘Grin and bear’ o ‘Left handed’ . Pese a ser un cuarteto, Valerie Trebeljahr y Markus Archer son la cabeza pensante del grupo. Ambos representan las dos caras de Lali Puna: la electrónica y la pop, el gusto por el ritmo y la delicadeza casi ‘naif’. Por este motivo, a él cuando le piden decidir los mejores discos del año pasado se lanza a por el hip-hop del catálogo de Anticon Label, mientras que ella se reconforta con la sensibilidad de las americanas CocoRosie. Un choque de estilos que se convierte en sonido: ésa es la verdadera forma de definir su música. Pero, sin embargo, somos libres para seguir sugiriendo etiquetas. Fernando Bernal
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Claudio Rodríguez
Última aventura poética Tropismos acaba de publicar los once poemas del libro que el poeta dejó sin terminar, Aventura. Luis García Jambrina, encargado de la edición, propone un repaso por su obra y un estudio de sus últimos versos. Luis García Jambrina pesar de su extraordinaria brevedad, la trayectoria poética de Claudio Rodríguez (Zamora, 1934-Madrid, 1999) es una de las mejores y más acabadas muestras de poesía concebida y realizada como modo de conocimiento, no sólo porque en cada uno de sus libros y de sus poemas asistamos a un proceso –con sus dudas, tanteos, contradicciones, misterios y claridades– de conocimiento por vía de la escritura, sino también porque el conjunto de los mismos forma un proceso general más amplio en el que se van desenvolviendo diferentes aspectos del conocimiento poético. El resultado es un universo unitario, trabado y dialéctico en cuya creación cabe distinguir distintas fases, una por cada libro publicado, que se corresponden con la trayectoria vital e intelectual del poeta y con sus diferentes edades y períodos. Todo este proceso lleva aparejado, además, una serie de transformaciones paralelas en los distintos planos de la expresión (lenguaje poético y sistema imaginario, tono general, métrica y ritmo), que hacen que, desde el punto de vista evolutivo, su trayectoria sea una de las más sólidas y coherentes de su promoción. En su primer libro, Don de la ebriedad (1953), el poeta canta la esencia de la poesía y la ebrietas o inspiración de la que ésta dimana. «Poesía –adolescencia– como un don; y ebriedad como un estado de entusiasmo, en el sentido platónico, de inspiración, de rapto, de éxtasis o, en la terminología cristiana, de fervor». Aquí, el conocimiento poético es, por tanto, inspiración, pura revelación. De ahí que nos encontremos ante un mundo primigenio, un mundo visto siempre en estado naciente, en el momento del amanecer, y ante una «mirada auroral». Se
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Claudio Rodríguez
trata, en definitiva, de una poesía de plenitud, marcada por el advenimiento de la claridad, el deseo de entrega, la búsqueda de la armonía y la unión del poeta con la naturaleza, con las cosas. Pero esta contemplación y esta unión no son siempre posibles. Para ello, es preciso hacerse ‘digno’ y pasar por un proceso de purificación de la mirada. Gracias a la mediación del amor, el poeta podrá ir vislumbrando la «realidad
verdadera» de las cosas, más allá de «la triste realidad de su apariencia». Pero sólo al final se hace presente el éxtasis de la «ebriedad» y la contemplación de la claridad, de la realidad esencial, realidad invulnerable y primigenia, no sometida a la mudanza ni al devenir. Formalmente, se trata de un único poema organizado en tres secciones que configuran una especie de estructura circular, puesto que su final remite, de
algún modo, al comienzo de la obra. Destaca, por otro lado, el empleo de un léxico rural y natural y la originalidad de sus expresiones paradójicas y de sus deslumbrantes imágenes, de un marcado carácter irracional, debido a que mediante ellas el poeta tiene que explicar lo que no sabe, esto es, expresar una realidad superior que desconoce. En Conjuros (1958), el conocimiento se presenta como inda-
gación en las cosas, en los objetos más comunes, naturales y sencillos. En comparación con su obra anterior, hay una mayor concreción en los paisajes y elementos poetizados. Por otra parte, lo que domina aquí es la conciencia de la pérdida de aquella unidad y armonía con las cosas de la etapa anterior y el intento de recuperarlas: «El conjurar –explica el poeta– es pedir cosas exclamando. [...] Es el acto de exclamar, pedir, suplicar a voces, no a susurros. Es un libro escrito como un conjuro exclamativo». Por lo demás, los poemas aparecen distribuidos en cuatro secciones o ‘libros’ cuyo hilo conductor es el relato poético de un proceso de cambio en la mirada del poeta y, por tanto, en su visión del mundo. Desde el punto de vista expresivo, esta obra ofrece como novedad lo que Carlos Bousoño denomina «realismo metafórico». Esto quiere decir que los elementos reales, cotidianos y concretos que aparecen en el poema no son sino «un medio para hablarnos de otra cosa que está detrás»; de este modo, tales elementos quedan trascendidos y adquieren un significado universal. De hecho, la técnica empleada en Conjuros consiste, en palabras de Bousoño, «en tomar un elemento concreto de la vida real, generalmente un elemento rural o costumbrista [...], e ‘interpretarlo’ en dirección ascendente y trascendentalizadora»; lo cual da lugar, según él, a la aparición de un nuevo tipo de metáfora, la «alegoría disémica», cuyo paradigma podría ser el poema ‘A mi ropa tendida’, significativamente subtitulado como ‘El alma’. En Alianza y condena (1965) nos encontramos con el conocimiento planteado como problema. De hecho, es esta «motivación gnoseológica trascendente» la que, según José Olivio Jiménez, da unidad interna a todo el libro; de modo que, sobre todo a lo largo de la primera sección de las cuatro de que consta el libro, el poeta se encara con la compleja y, a veces, paradójica naturaleza de la verdad y de la realidad y constata la habitual separación o desajuste entre los sentidos y las cosas, entre la verdadera realidad y el mundo de las apariencias. Desde este punto de vista, es significativo el primer poema del libro, ‘Brujas a mediodía’, cuyo subtítulo –’Hacia el conocimiento’– orienta ya al lector hacia el sentido último del texto y de todo libro.
POESÍA
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Conceptos, imágenes, palabras y ritmos
CLAUDIO RODRÍGUEZ Aventura Edición facsimilar a cargo de Luis García Jambrina Tropismos, 2005 272 pp. / 39 euros
La edición de estos últimos versos nos permiten, en palabras de García Jambrina, «asomarse a los fascinantes misterios de la creación poética». Del pensamiento a la palabra hay un camino que Claudio Rodríguez recorría una y otra vez hasta dar con la forma deseada para el poema. En el libro se muestran distintos momentos del proceso creativo, desde los primeros borradores a las versiones mecanografiadas, que distaban mucho de ser definitivas porque el autor corregía incluso sobre las galeradas de imprenta. Guardados en una carpeta azul, con un orden
Y es que, dentro de la compleja visión dialéctica que de la realidad tiene nuestro autor –«dentro de la alianza existe la condena, igual que dentro de la condena existe la alianza»–, encontramos también una clara contraposición entre conocimiento, que es dolor –«sólo quien sufre, sabe», escribió Esquilo–, y vida. No obstante, en otros poemas asistimos a momentos de revelación y de gracia, de la mano siempre de pequeños sucesos, de las cosas más naturales y sencillas, y al llegar a las dos odas finales del libro vemos cómo se alza la verdad de la infancia y la hospitalidad. Como consecuencia de todo lo anterior, el tono del libro se ha hecho más moral y meditativo y han desaparecido las exclamaciones, tan abundantes en los dos primeros; en cambio, son numerosos los contrastes y las estructuras antitéticas, que, en buena medida, vertebran la obra. Once años después, aparece El vuelo de la celebración (1976). Se trata, según el propio Claudio Rodríguez, de la «celebración como conocimiento y como remordimiento. Como servidumbre, dando a esta palabra el significado más clarividente: el destino
sobre Claudio Rodríguez, con textos del propio Jambrina, Francisco Brines, Antonio Gamoneda, Carlos Marzal y Angel Luis Prieto de Paula, otro de los grandes conocedores de su obra. Fue Claudio Rodríguez un poeta con obra escasa: Don de la ebriedad (1953), Conjuros (1958), Alianza y condena (1965), El vuelo de la celebración (1976) y
que el poeta había comunicado a su compañera de siempre, Clara Miranda, el material que ofrece el libro interesará tanto a los lectores habituales del autor como a los investigadores. La edición respeta la limpieza de los versos, las tachaduras, los libra de interpretaciones y anotaciones al margen. No es, por tanto, un libro más que añadir a la trayectoria del autor, recogida tras su muerte en edición de Tusquets, sino un documento que permite acercarnos a su testamento poético. La revista ‘Archipiélago’ ha dedicado en su último número un amplio dossier
humano, con todos sus adjetivos». Estamos ante un conocimiento contemplativo y amoroso que implica la unión del poeta con las cosas y con el otro. De hecho, en el proceso del poema la relación con las cosas llega a ser tan corporal y palpable que vemos cómo éstas besan, acarician, traspasan e iluminan el cuerpo del poeta. El amor se revela así como la más alta vía de conocimiento, la que permite ver lo que habitualmente no se ve: la «iluminación de la materia», y oír lo que el hombre no oye, lo que no se escucha: la «música callada», el «cántico interior» y la armonía de las cosas; todo lo cual supone la superación dialéctica e integradora de la dualidad que veíamos en el libro anterior. En estrecha relación con ello, la palabra se eleva y se hace cántico, un cántico cuyo ritmo no se apoya tanto en la métrica como en la recurrencia de elementos en todos los niveles expresivos. Son precisamente estas recurrencias las que potencian y reflejan, con su peculiar juego de simetrías, esa armonía y contemplación que el poema mismo celebra. Lo que ocurre es que ahora el canto y la claridad más que un «don»,
fruto de la «ebriedad», son fruto del esfuerzo, de un ir «hacia la luz», hacia la «contemplación viva». De ahí que las cinco secciones en que se divide la primera edición de este libro supongan un proceso ascensional y ascendente hacia la luz y el canto. La dialéctica historia-leyenda, referida en este caso a la vida del poeta, será precisamente el motivo generador de su último libro publicado, Casi una leyenda (1991), en el que continúa, aunque más atenuado, el impulso celebratorio y redentor, así como la preocupación por la oscura naturaleza de la verdad y del conocimiento de sus anteriores obras. Sigue también el diálogo con las cosas y las continuas aproximaciones del poeta, que trata una y otra vez de fundirse con ellas en el «sacramento de la materia». El conocimiento, por otra parte, pretende ser vía iluminativa de renacimiento y salvación, pero se queda, con frecuencia, en «revelación oscura» o en impotencia y esterilidad, debido a la incapacidad del hombre para conocer la verdad. No obstante, el poeta asume y celebra todas las facetas de la vida, incluida, claro está, la muerte y la destrucción, cuya
presencia tiene un sentido paradójico y hasta positivo a lo largo de todo el libro. Por otro lado, su estructura es claramente musical: con su extenso poema inicial a modo de obertura, sus tres movimientos, con cinco poemas cada uno, y sus dos interludios. Pero Casi una leyenda es también la revisión del mundo poético creado en Don de la ebriedad, del que cada vez se siente más alejado el poeta; de ahí las numerosas alusiones intertextuales a esa primera obra y la aparición de un tono marcadamente elegíaco.
Se hace presente el éxtasis de la «ebriedad» y la contemplación de la claridad, de la realidad esencial, realidad invulnerable y primigenia, no sometida a la mudanza ni al devenir
Casi una leyenda (1991) son sus cinco libros poéticos, siempre precedidos de grandes espacios de silencio. Aventura hubiera sido el sexto y en su propio título ve García Jambrina la actitud del autor ante la poesía y ante la vida. «Aventura=libertad», escribió en uno de sus papeles. El investigador identifica el término como una de las palabras más positivas y emblemáticas a lo largo de su carrera, asociada siempre a momentos felices, como la niñez, el conocimiento y la contemplación. A. Marcos
El libro que se presenta ahora en edición facsimilar es el que Claudio Rodríguez dejó inacabado en el momento de su muerte. Se iba a titular Aventura, y en él pensaba continuar con su indagación sobre la vejez y la muerte. Habría sido el sexto de su breve, aunque intensa, trayectoria, pero, al igual que su vida, quedó truncado para siempre. Algunos meses antes de morir, cuando nadie preveía el inminente desenlace, le comentó a su esposa el orden de los once poemas que tenía ya escritos e, incluso, le pidió que pusiera los títulos en una pequeña tarjeta. Entre el penúltimo y el último, hay un espacio en blanco. Al parecer, el poeta pensaba añadir ahí nuevos poemas. Por desgracia, le faltó tiempo para escribirlos y para terminar de corregir los ya terminados. En ellos está su testamento poético, un testamento escrito en versos como éstos: «Ya no hay contemplación sino aventura,/ quietud y riesgo. Y no me llegues tarde./ Es cuando el pensamiento se hace canto/ porque es amor. Es hora de alabanza./ Hora de entrega. Hora de ofrenda. Hora/ de levadura viva […]».
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El arte del paisajismo HORACE WALPOLE El arte de los jardines modernos Traducción de Francisco Torres Oliver Siruela, 2005 72 pp. / 9,9 euros
Horace Walpole (1717-1797) ha sido uno de los hombres que más ha influido en el gusto de su época. Novelista, epistológrafo, historiador, político, anticuario y coleccionista, siempre dictaminó sobre las normas del gusto de su tiempo: inventaría la novela gótica, que, de una forma involuntariamente cómica, inaugurará el futuro cuento de terror; su extravagante casa de campo, Strawberry Hill, daría paso a lo que Kenneth Clarke llamaría el ‘rococó gótico’; pero también escribirá un encendido elogio sobre el paisajista William Kent, al que consideraría el fundador del jardín inglés. En este ejemplar ensayo, Walpole nos ofrece una sucinta historia del arte de hacer jardines. Sus premisas son radicalmente opuestas al jardín francés –«pues a la naturaleza le horroriza la línea recta»–, que tiene su máxima expresión en el palacio de Versalles ha ejercido una gran influencia, en favor de la nueva estética del jardín inglés que nace en el siglo XVIII. Enamorado de las vastas perspectivas pintorescas y de los parterres floridos, nos desvela una nueva armonía visual que llevará a cabo en su propio jardín de Strawberry Hill. Para Walpole, como para Alexander Pope, «crear un jardín es pintar un paisaje». En relación a este tema, la editorial Adaba ha emprendido un proyecto de publicación en varios volúmenes de una de las más completas historias del paisajismo, desde los arranques del concepto hasta nuestros días.
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 13 de marzo de 2005
A los pueblos los mata el olvido... los pueblos los mata el olvido, lo que el olvido supone de incuria y abandono», escribe Luis Mateo Díez en el prólogo, ‘El pueblo encendido’. Y añade el novelista leonés: «pero el tiempo los contiene como si todavía fuese posible un tiempo ruinoso cuando ya la desaparición parece irremediable». Ese tiempo ruinoso es la referencia cronológica, de valor simbólico, en el que sitúa Tomás Val su recuperación narrativa de Marcillo de Bureba, el pueblo burgalés en el que nació el escritor y que ha convertido en espacio literario en dos excelentes novelas, Palabras de madera (l99l) y El secreto del agua (2004). Con mayor densidad que en esas obras, Marcillo se presenta en estos relatos como referente estrictamente simbólico, aludido en tenues pinceladas cargadas de irrealidad: un sendero, unos árboles, una fuente, el cementerio, una casa, una laguna... sirven de tenue escenario en el que aletean los estertores de unos seres casi siempre dominados por la muerte. Esta última experiencia humana (tratada con la naturalidad y resignación con la que la gente de los pueblos españoles la recibía en otro tiempo) se convierte así en un trance del que, en la mayoría de los casos, está ausente la truculencia o el dramatismo. No es raro encontrar expresiones de belleza respecto a la dama blanca: «No sé, pero yo creo que es una señora muy guapa», contesta uno de los personajes en el relato ‘Teodora’. Desde esta perspectiva, la muerte va empapándose de múltiples sentidos, acabando transformada en una polisemia compleja. En el fondo, el escritor está recuperando la imagen de Marcillo mediante diversos fulgores del pasado. Si Marcillo ha muerto, no es extraño que los ecos de su desaparición refuljan todavía entre sus ruinas. Estos fulgores son el contenido temático de los relatos, planteados básicamente como relatos en tercera persona, en forma de monólogo o a través de evocaciones personales. Dejando a un la-
a
TOMÁS VAL Cuentos del munca más Junta de Castilla y León, 2004 162 pp.
do ‘El señor Ángel’ ( mero retrato de un egoísta sátiro rural que nunca ha renunciado a una vida de comodidades y de mujeres que misteriosamente mueren cuando se unen a él) el resto de las narraciones se desarrolla en un misterioso ámbito vital en el que la realidad y la ficción se entremezclan de forma armónica. No sería descabellado hablar de una versión rural del realismo mágico en muchos casos. El tratamiento literario admite fórmulas diversas y sería difícil aludir a un cuento determinado que represente esta riqueza estilística, pero el titulado ‘Eleni’ puede servir de razonable paradigma. Su comienzo, de ecos literarios que cualquier lector identificará, es buena muestra: «Nunca hubo una niña más hermosa en Marcillo, sobre todo desde que supieron que iba a morir» (p. 87). Es difícil hallar una belleza más estremecedora que la de la muerte de esta niña que, aquejada de diabetes (enfermedad enigmática en esos años sesenta) acaba siendo símbolo de una belleza etérea, intangible. De ahí lo desolado del olvido al que al final queda condenado su recuerdo. La semblanza se completa con un segundo relato, ‘También Eleni’, conformado literariamente con la versión que ofrece de la niña un anciano aquejado de alzheimer. Tampoco debe estar ausente el relato ‘Laguna’, tal vez el más complejo de la obra. Ese ermitaño de extraña condición, recluido en el monte, aglutina la mayor parte de los elementos de la obra, sin excluir la muerte, que concibe como una liberación de contenido panteísta. Los relatos aludidos son sólo una mínima parte de los hallazgos expresivos que encierra Cuentos de nunca más, una crónica literaria de los sueños rotos que tomaron cuerpo afectivo en un Marcillo reducido al olvido y que ahora reviven por la magia de la creación estética. Una bella muestra narrativa, sin duda. Nicolás Miñambres
CRÍTICA DE DISCOS
Los recovecos de la memoria de la familia Haden n esta versátil familia de músicos, la parte más reconocible la encontramos en su progenitor, Charlie Haden, contrabajista y compositor que comienza con Ornette Coleman, adentrándose en los itinerarios del freejazz. En su carrera ha completado proyectos con Art Pepper, Paul Bley, Don Cherry, Keith Jarrett, Alice Coltrane, Ernie Watts, Jan Garbarek y Pat Metheny entre otros. Sus propuestas le han convertido en referente del jazz contemporáneo. Ahora, sus trabajos se han vuelto más intimistas, encontrando su mejor reflejo en dúos cómplices. En el primer disco con su nombre y la Liberation Orchestra Music (1970, GRP Records), recrea bajo el palio del jazz canciones populares españolas, que el bando republicano reescribió durante la guerra civil. Arreglos al piano de Carla Bley y colaboraciones de Gato Barbieri, Dewey Redman, Don Cherry, Andrew Cyrille y Paul Motian, nos muestran de manera sincera y humana el contagio de la alegría libre y vital de un pueblo con gesto de dolor. Morían los sueños a finales de los años 30, siglo XX, la comunidad se bombardeaba por aban-
e PETRA HADEN Y BILL FRISELL True North Primera edición en 2003. Reeditado en 2005 por Sovereign Artists
derados de la unidad moral y territorial. En esos tiempos nació Charlie Haden, en Iowa, dentro de una familia de músicos ‘country’. A su hijo Josh Haden le transmite la utopía de la posible España. Josh crea su grupo, al que llama Spain, y edita su primer trabajo The blue Moods of Spain (1995, Restless Records). Un disco que entraña música cálida y misteriosa, con retales de angustia en ambientes ‘countries’ orquestados y sensuales. Receta que diez años después nos resulta reconocible en el panorama actual. Con Josh colaboran dos de sus hermanas trillizas, Petra, voz y violín y Tanya, que toca el chelo. Junto con Rachel, Petra forma Haden Sisters. Petra, la más activa, se va implicando en eclécticos proyectos y colaboraciones desde el indie rock, variaciones vocales, desarreglos contemporáneos, versiones de clásicos. Con su grupo That Dog, o propuestas como Imaginaryland o el actual Who sell out, publicado este año, o dúos como el de Miss Murgatroid en Bella Neurox (1999, Win Records). Trabajo complejo y atractivo de secuencias densas, acordeones reiterados y voces claras. Ahora se reedita su disco junto con Bill Frisell,
guitarrista virtuoso e intuitivo, de ida y vuelta del jazz, que se ha convertido en un itinerante de la música actual con trabajos con John Zorn, Elvis Costello, Paul Motian, Marianne Faithfull, etc. En el 2003, año de fundaciones, nos mostró en Salamanca su trabajo con Intercontinentals. Petra Haden y Bill Frisell nos presentan una serie de canciones con arreglos acústicos, violín, guitarra y voz. Composiciones propias y versiones de espíritus heterogéneos, desde Ellioth Smith, Foo Fighters, Coldplay, George Gershwin, Tom Waits, Stevie Wonder y Henry Mancini. Un trabajo que supera a los dúos convencionales, con una visión personal y enriquecedora. Pop, clásica, jazz, cercanías sonoras con saltos de décadas, conciliación de memorias musicales. A principios de enero del 2005, Charlie Haden anunciaba su vuelta con su antigua banda, la Liberation Orchestra Music, en una postura que parece una respuesta al panorama político actual. ¿Qué archivo de vencidos guarda las melodías murmuradas? José Helguera
LIBROS
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culturas 7 NOVEDADES
La actitud de David Thoreau ANTONIO CASADO DA ROCHA Thoreau: biografía esencial Acuarela Libros, 2005 12 euros
Felicidad en la montaña a idea no es mía, sino del maestro Borges: existe una categoría de libros cuya lectura nos hace más felices. ¿Cómo cabe definir la felicidad que proporciona su lectura? Baste decir que entre estas obras figuran, a su juicio, Las aventuras de Huckleberry Finn o La tierra purpúrea, obras, en definitiva, que nos trasladan a la libertad de los espacios naturales, al río, a las llanuras. No me cabe ninguna duda: Borges hubiera incluido en esa lista a esta obra, una obra feliz, un libro fantástico, un descanso para el lector que se reconcilia con la literatura a través de sus páginas. Nos reconcilia con la literatura y con las montañas, unas contingencias geológicas a las que el ser humano le ha ido atribuyendo el adjetivo de sublime que viene a definir, a grandes rasgos, la idea del poeta Rilke de que la hermosura es la cantidad máxima de lo terrible que el hombre puede soportar. De ahí que el verdadero protagonista de la obra sea la imaginación humana, el sujeto uno que se propone en la sentencia: «las montañas que uno contempla, las que lee, con las que sueña y las que desea no son las que uno escala». En realidad, toda la erudición que muestra MacFarlane, del que sólo sabemos que nació en 1976 y que siendo tan joven la altura de su literatura puede alcanzar un vuelo estelar, está en función de una clave psicológica, oficio que no designa explícitamente. Sí penetra en la evolución interpretativa que el hombre ha otorgado a la presencia de las montañas, partiendo de facetas científicas como la geología, la geografía (mayormente la cartografía), la meteorología, la óptica, y también del humanismo representado a través de la teología y la espiritualidad religiosa, la poesía, la pintura e incluso la etimología. A todo esto cabe añadir una experiencia inclasificable como es el montañismo, que halla su hueco más próximo a los fundamentos de la necesidad humana en el capítulo dedicado a las exploraciones. Pero tanta explicación se encuentra atravesada por un misterio, algo que escapa a nuestra comprensión cartesiana y que es un flujo que traspasa la barrera de la erudición para impregnar el libro de conocimiento, ca-
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ROBERT MACFARLANE Las montañas de la mente Traducción: Concha Cardeñoso Alba, 2005 358 pp. / 20 euros
MacFarlane presenta una obra feliz, un libro fantástico, un descanso para el lector que se reconcilia con la literatura a través de sus páginas si de sabiduría, y que es la concepción cósmica del tiempo, su relativa importancia, la idea de que éste fluye lentamente en el universo infinito y dentro de los parámetros de la propia Tierra, conviviendo así de manera sosegada y armoniosa con la Gran Naturaleza. MacFarlane quiere comprender las razones de lo que está más allá de la razón, las razones del universo y del ánimo. Para ello, recurre a dos redacciones paralelas, una en la que reseña anécdotas de su vida, de su infancia y su abuelo, o de las expediciones y los paseos por las montañas escocesas, y otra, en la que narra y comenta los días en que los científicos, viajeros o escritores revolucionaron la concepción de la montaña. Las fechas clave en esta revolución las sitúa en la época victoriana, una edad en la que a los descubridores científicos, algunos para nosotros desconocidos y otros tan populares como Darwin, cabe añadir la exploración que ampliaba el mundo y la visión artística romántica. Todo escrito con una variedad de recursos estilísticos fabulosa, perfecta para transmitir sensaciones, con una gama de metáforas (otro de los temas presentes en el libro: cómo describir las percepciones nuevas a través de la metáfora) rica en sensaciones, con una facilidad expresiva inusual entre la gente de montaña. Además de aportar una capacidad de empatía fabulosa, trasladando al lector la forma de mirar de tanta gente que creyó encontrar la felicidad en las montañas. Y si hay algo semejante a ser feliz, eso es creer haber encontrado la felicidad. Ricardo Martínez Llorca
Si un individuo pasea por los bosques por amor a ellos la mitad de cada día, corre el riesgo de que le consideren un holgazán; pero si se pasa todo el día especulando, cortando esos bosques y dejando la tierra desnuda antes de tiempo, se le aprecia como ciudadano laborioso y emprendedor, como si el único interés de una ciudad por sus bosques estuviera en talarlos. Eso decía con conocimiento de causa Henry David Thoreau (1817-1862), que condenaba la maldita obsesión que ha convertido al mundo en un taller y en una lotería y afirmaba, dando ejemplo con su vida, que todas las cosas buenas son libres y salvajes. Thoreau fue agrimensor, naturalista, conferenciante y fabricante de lápices, y hoy se le considera uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana, profeta de la ecología y la ética ambiental, inventor de la desobediencia civil. La villa de Concord, el lugar donde nació en 1817, ha quedado inmortalizada en clásicos como Walden y en otros libros de Thoreau menos conocidos a este lado del Atlántico, pero que han viajado por el mundo bastante más que su autor. Él se conformaba con haber viajado mucho por los ríos y campos de Concord. Amén de resistirse por activa y pasiva a cualquier tipo de esclavitud o domesticación, Thoreau continúa exasperando a las personas serias. Para no malinterpretar ese legado de protesta creativa (así lo describió Martin Luther King), habría que entenderlo en sus propios términos, dentro del contexto formado por las cosas y las personas que le importaban. Ésa es la idea que animó a Antonio Casado da Rocha a escribir este primer ensayo en castellano sobre la obra de Thoreau, que sigue a rajatabla el consejo de Mark Twain: si una biografía prescinde de las pequeñas cosas y sólo menciona las grandes, no traza en absoluto un retrato apropiado de la vida de un hombre. «(...) Escribir la biografía de un escritor es algo especialmente complicado, ya que los escritores acostumbran a ser muchas personas al mismo tiempo. Además, Thoreau vivió una época decisiva en la historia y la literatura de Norteamérica. En palabras de Auster, fue uno de los primeros en reparar en las contradicciones de los Estados Unidos, un país agrícola, de granjas y campesinos, que la industrialización iba a transformar poco a poco. Por medio del narrador de su novela Leviatán, Auster sugiere que desde entonces América ha perdido el rumbo: Thoreau era el único hombre que sabía leer la brújula, y ahora que ha muerto no tenemos ninguna esperanza de volver a encontrarnos a nosotros mismos». Antonio Casado da Rocha ha traducido a Thoreau y publicado un ensayo sobre la desobediencia civil en su obra (Gakoa, San Sebastián, 2002). También es Doctor en Filosofía y forma parte de la Thoreau Society.
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 13 de marzo de 2005
De iconos, estatuas, grandezas y mentiras La aparición en Francia de la autobiografía de la hija ‘oculta’ de François Mitterrand quiebra la imagen pétrea del icono de la política francesa. ay personas que, en vida, adquieren la consistencia, la rigidez y la grandeza de las estatuas. Se han convertido en iconos intocables con perfil de moneda antigua y voz incuestionable. Con la muerte, su solidez es aun mas pétrea y fija en el imaginario colectivo que les considera la representación simbólica de una realidad. Durante los últimos años del primer ministro francés François Mitterrand, su rostro rígido fue la imagen misma de ese espíritu de grandeza que caracteriza el espíritu galo. El hombre que hizo creíble el sueño socialista y que alzó el barrio de La Défense a imagen y semejanza de sus sueños de inmortalidad, no parecía tener fisuras, estatua alzada sobre sí mismo. Los rumores siempre fueron sordos: un oscuro pasado colaboracionista, una trama de tráfico de influencias que, más tarde, se conocería con el nombre de caso ELF y llevaría ante la Justicia a otro icono francés eternamente fijado en una imagen de juventud libertaria, la escritora Françoise Sagan.... un eco lejano, en vida, Mitterrand parecía troquelado en el perfil de mascarón de proa que tienen los políticos de raza ya convertidos en conductores de pueblos. Una especie extinguida del que era un superviviente bendecido por el cáncer y la desaparición oportuna. Un mito. Quizás ésta sea la necrológica de un mito, o quizás los pies de barro de la estatua la hagan aún más humana y accesible. Francia asiste a la publicación de una autobiografía tan conmovedora como falta de deseo de revancha. Su título no puede ser más revelador: ‘Boca cerrada’, literalmente Bouche cosue, ‘boca cosida’ y lo escribe una joven a punto de ser madre cuyo rostro no deja lugar a dudas. Mazarine Pingeot, cuyo nombre de pila dice mucho del sentido del humor político e histórico de su padre es una buena prueba de que la naturaleza ama el chiste a costa de los humanos. La hija natural de Mitterrand es su vivo retrato. Naci-
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Mazarine, triste y certera, escribe con prosa desnuda su admiración por la entrega de su padre y su tristeza por el ocultamiento público. En ella hay un enojo triste, una constatación trágica, pero no deseo de revancha François Mitterrand, en su última visita a Salamanca
da en 1974, su existencia fue el secreto mejor guardado de la República hasta que ‘Paris Match’ se decidió a desafiar a un presidente que había impuesto la ley del silencio a toda la cúpula política, recurriendo al espionaje y la coacción para salvaguardar la identidad de esta muchacha fruto de sus relaciones con una conservadora de arte llamada Anne Pingeot. El problema no es una relación secreta y vergonzante, el conflicto estriba en la ética de un hombre que durante catorce años de mandato cena todas las noches con su segunda familia mientras el país le cree dedicado a su esposa y a sus dos varones, una Danielle Mitterrand admirada por su activismo político y una rebeldía que ahora descubrimos alimentada por otros fuegos. El hombre de Estado que le ofrece su amor a la hija y le sustrae su gloria política, el déspota que evita la revelación pública y teje una
férrea ley de silencio en torno a Mazarine, cuyo rostro es el grito natural de la verdad, aparece entonces como un ser patético, protegido por dos mujeres que le aman y consienten un triste vodevil triangular. Mazarine, triste y certera, escribe con prosa desnuda su admiración por la entrega de su padre y su tristeza por el ocultamiento público. En ella hay un enojo triste, una constatación trágica, pero no deseo de revancha. El secreto surgió en 1994 y en 1996 murió su padre. Danielle Mitterrand, la primera, colocó a Mazarine y a su madre en la primera fila del cortejo fúnebre. Las mujeres restablecen el orden subvertido por un macho excesivamente embebido en su función pública para reparar en la tristeza que acompaña un amor incuestionable. La prensa francesa las respetó a las tres, la polémica suscitada por el libro Le
dernier Mitterrand, de Georges Marc Benamou, en el que se habla de sus últimos años en el poder, afirmó que su figura seguía siendo intocable, estatua pétrea. La película Le promeneur du Champ de Mars, de Guediguian, estrenada este año y basada en este libro, nos devuelve la imagen de un estadista genial convertido en hombre por obra y gracia del actor Michel Bouquet perfectamente caracterizado, y del excelente recurso narrativo del interlocutor, un periodista joven que entrevista al moribundo presidente. Su paso sosegado en plena reflexión y la cruda y dulce autobiografía de Mazarine nos devuelven a un personaje histórico nueve años después de su muerte en toda su grandeza y debilidad. El arte da vida al icono, le presta aliento y su humanidad nos toca el corazón con un soplo de ternura. El libro y la película parecen conjurarse para recor-
darnos de nuevo la figura sobria, grandilocuente y ciega de la estatua. Un hombre que se piensa una estatua comete errores que las mujeres resuelven con una lección para la historia. Un hombre patético en su empecinamiento y decidido a imponer lo que cree justo para todos y no lo es más que para sí mismo y su imagen pública. Precisamente, aquello por lo que las tres mujeres de su vida no le amaban precisamente. Pero hay que dejar que se equivoquen, al final, el amor de una hija conjura todos los engaños y se lamenta sólo de una muerte que le ha arrebatado el tiempo con un padre decidido, absurdamente, a perpetuarse perfecto en una memoria colectiva que ahora se pregunta si esta mentira que le hace más amable no ocultará otras ya no tan amorosamente perdonables. Charo Alonso