culturas
N° 31 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 5 de junio de 2005
Equipo Crónica
MEMORIA
de la Transición
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Los hermanos Bartolomé, autores de dos documentales sobre la época que fueron marginados del discurso oficial, debaten esta semana en el Seminario Discurso, Legitimación y Memoria, en Filología.
3 MAX AUB
4 SPASMO TEATRO
Se reedita la obra de uno de los grandes escritores del exilio, que no ha alcanzado el lugar que merece en la Literatura española.
Interacción con el público y comedia son las claves del nuevo espectáculo de calle que estrena hoy la más asentada compañía salmantina.
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2 culturas
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 5 de junio de 2005
ecilia y José J. Bartolomé decidieron en 1979, bajo la idea de «a la calle, que ya es chora», rodar un documental en el que los ciudadanos de la recién nacida democracia española expresaban sus opiniones sobre el proceso político que se ha dado en llamar Transición. Vivimos ahora un momento político en el que algunas de las constantes que se habían considerado intocables desde entonces, comienzan a cuestionarse, como la organización territorial del Estado. Incluso la
actual polémica con los ‘papeles’ del Archivo de la calle Gibraltar tiene su origen en la forma que tuvo la Transición de pasar de la sociedad dictatorial a la democrática. El trabajo de los hermanos Bartolomé se enfrentó a grandes problemas para ser exhibido durante mucho tiempo. Ahora, bajo el título de Después de... se ha editado un DVD con los dos documentales que rodaron en aquellos años que culminaron con el intento de golpe de Estado. El Seminario Discurso, Legitimación y
Recortes 1LA OSCURA LABOR DEL CORRECTOR En la última novela de Antonio Orejudo, Reconstrucción –muy recomendable por su bofetada a la ficción histórica que pretende erigirse en ‘documento’, por su sentido del humor y su capacidad para enganchar al lector–, Miguel Servet, el científico quemado en la hoguera de la Inquisición francesa, trabaja durante una época como corrector de pruebas, allá por mediados del siglo XVI, en la época donde las imprentas empezaban a convertirse en un floreciente negocio. Los editores eran los impresores. Y buscaban a alguien con cultura enciclopédica y que dominara varias lenguas. Orejudo hace así un elogio de la figura del corrector. Curiosamente, en el libro, editado por Tusquets, faltan los acentos de los pronombres, algo que un corrector tendría que haber visto. Parece que en la industria editorial, la figura del corrector pinta cada vez menos. J. A. Millán lo denuncia en su ‘Blog de libros y bitios’: «Todo ese trabajo se realiza en muchos casos anónimamente y a duras penas y, en el caso concreto de los correctores, sin reconocimiento ni apoyo académico algunos. Al corrector se le sigue considerando como a una oscura figura confinada en un taller de cajas o en la habitación más recóndita de una editorial, ignorando con ello no sólo el valor de su trabajo, sino sobre todo sus acuciantes necesidades. Hoy en día el corrector —alejado ya de los medios, de la imprenta y de las sedes editoriales— está condenado a malvivir con trabajos mal remunerados y cada vez más esporádicos. La progresiva falta de interés por el cuidado de los textos le ha llevado a una situación en la que, para sobrevivir, necesita compaginar su oficio con otras tareas».
2ENPOETAS PERUANAS PIE DE GUERRA «En el clima confuso y malevolente que reina en los últimos meses entre diversos autores y grupos literarios, se han publicado varios comentarios encaminados a minimizar el trabajo que las poetas peruanas de la década del ochenta vienen realizando hace más de veinte años. Cierta crítica sigue
Memoria trae hasta la Facultad de Filología a los dos cineastas para debatir sobre la reconstrucción del relato de la Transición. En este número también nos acercamos a la obra de Max Aub, cuya reedición debería suponer un mayor alcance entre los lectores, que han perdido a toda una generación que tuvo que exiliarse. Además, un nuevo trabajo de Spasmo Teatro, que se estrena hoy en las calles de la ciudad, una reflexión sobre el arte pensando en Durero y críticas de interesantes libros.
Antonio Marcos empeñada en juzgar a los escritores ‘por unidad’, y a las escritoras, en cambio, ‘a granel’, como si estas perteneciesen a un compartimiento estanco homogéneo, ignorando sistemáticamente que se trata de voces individuales y no modulables en una sola frecuencia. (...) las escritoras abajo firmantes decimos: ya basta. Basta de esa lógica cultural que con su tendencia a segregar, su pasmosa mediocridad y mezquindad, se afana por mantener bajo su control las expresiones más limpias y enteras de la productividad verbal: la creación, la literatura, la poesía». La carta entera está en losnoveles.net, un sitio donde se asoman los escritores jóvenes más destacados de la literatura latinoamericana.
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PALAHNIUK, EL CLUB DEL DESMAYO Quizá ya conozcan a Chuck Palahniuk. Aquí reseñamos su última novela publicada en España, Diario. Mondadori lanza ahora Error humano, una recopilación de artículos periodísticos que reflejan esa extraña sociedad americana de la que el autor se nutre para crear su retorcido universo. Sin embargo, Chuck está siendo noticia en Estados Unidos porque en las lecturas públicas de su obra de relatos de terror Haunted no deja de desmayarse gente. Se calcula que unas cincuenta personas han perdido momentáneamente la conciencia al escuchar el cuento titulado Guts. «¡Es algo que me hace sentir muy bien! No importa lo cansado que esté del viaje; ver el efecto que causa el relato siempre me produce un subidón. Primero se ríen, luego se sienten enfermos. Es fantástico ver lo que unas simples palabras (sin imágenes, sin música) pueden conseguir. Y creo que a las personas les encanta escuchar una historia que las hace sentir como cuando eran pequeñas: asustadas, excitadas, confusas, horrorizadas¿ Les hace recordar por qué siguen haciendo el esfuerzo de leer libros», dice el autor en una entrevista publicada en el último número de la revista ‘Qué leer’. En una de sus novelas, Nana, ya se había acercado al poder –maléfico– que posee la palabra. En aquel caso, morían niños al escuchar un relato sacrificial africano que alguien había incluido en un libro de cuentos para leer antes de irse a la cama. Que tiemble Stephen King.
MÁS ARQUEOLOGÍA DEL ENTRETENIMIENTO.- Si hace dos semanas hablábamos de teatros abandonados, aquí tienen un parque de atracciones, comido por el óxido y la naturaleza, una imagen que hubiera encantado a los románticos. La serie completa en: home.f01.itscom.net/spiral/ t_rando/t_rando1.html
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MAX AUB
Escribir desde el exilio
La reedición de buena parte de su obra en Suma de Letras vuelve a poner de actualidad a un autor exiliado, obsesionado por la memoria, y que sigue siendo un gran desconocido para el público lector ondenado desde sus inicios a la persecución y al exilio –con tan sólo once años hubo de huir de forma repentina de París en los albores de la I Guerra Mundial por los orígenes alemanes de su padre–, Max Aub supo catalizar los infortunios de una vida peregrina y desarraigada en una obra literaria concebida en su mayor parte como testimonio de la memoria histórica contra el olvido y caracterizada por un alto grado de compromiso humano, político y social. Precisamente fue ese compromiso el que empujó al escritor al más doloroso de los exilios que padeció, el que le hizo salir de España tras la Guerra Civil. Ni su nacimiento francés, ni sus raíces alemanas, ni su ascendencia judía pesaron tanto como la juventud vivida en Valencia. A pesar de que tan sólo pasó en España veinticinco de sus sesenta y nueve años de vida, el abandono del país para instalarse en México, previo paso por campos de concentración en Francia y en Argelia, marcó decisivamente la obra del autor. Aunque, como ocurre con la mayoría de sus compañeros de generación, las primeras obras de Aub están marcadas por una concepción lúdica y deshumanizada del arte influida por el magisterio de Ortega y Gasset, su literatura comenzó pronto a teñirse de compromiso social. La radicalización de la escena política española en los primeros años treinta y el posterior conflicto bélico hicieron necesario que todos los españoles tomaran posiciones, por lo que muchos intelectuales hicieron público su ideario político. Aub no sólo no rehuyó nunca de su socialismo ni de su defensa de los ideales republicanos, sino que incluso llegó a participar, antes y durante la guerra, en iniciativas de marcado carácter político, como la creación de la compañía universitaria de teatro El Búho, inspirada en La Barraca de García Lorca y en el teatro de las Misiones Pedagógicas, la dirección del periódico de las Juventudes Socialistas Unificadas o el trabajo como agregado cultural en la Embajada de París. Esta labor burocrática no paralizó su actividad literaria en tiempos de
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Fotografías de Max Aub en el exilio mexicano. Sobre estas líneas, en el campo de concentración de Argelia
La obsesión por la memoria, que traduce el miedo de todo exiliado a olvidar y a ser olvidado, marcó toda la obra en el exilio de Max Aub, con la que alcanzó su madurez como autor
guerra, ya que escribió breves piezas teatrales para ser representar ante los soldados por las Guerrillas del Teatro. El final de la Guerra Civil provocó, evidentemente, el abandono de este tipo de literatura ‘de cir-
había sido Franco quien le había hecho novelista. Además de vivir fuera de su espacio natural, Aub, como todo exiliado, fue arrancado sin remedio de su tiempo. El pasado se convirtió así en su único punto de referencia, mitificado y de-
Nuestra cultura no logrará su verdadera plenitud hasta que no recobre la herencia intelectual y cívica de los escritores que tuvieron que exiliarse
El Sinaia, barco del primer exilio a México
cunstancias’ para dar paso a una obra que, concebida ya desde el exilio, tuvo en la recreación del pasado su línea temática fundamental. El hecho de que la Guerra Civil y sus trágicas circunstancias, tanto individuales como colectivas, perfilaran su trayectoria literaria hizo al autor afirmar, en una ironía no exenta de dramatismo, que
seado a través del recuerdo. Fue un hombre, pues, para el que el presente quedó anulado por completo al permanecer entre la vida anterior mitificada y la vida futura, representada por la única ilusión de volver al país de origen (de acogida, en su caso). Su obsesión por el pasado se ha de entender además por el compromiso políti-
co del autor, que asumió como propio el proyecto político de la II República y ansió éste con la misma fuerza que a las tierras y las gentes de España. La obsesión por la memoria, que traduce el miedo de todo exiliado a olvidar y a ser olvidado, marcó toda la obra en el exilio de Max Aub, con la que alcanzó su madurez como autor. En las seis novelas que forman el recientemente reeditado El laberinto mágico (Campo cerrado, Campo abierto, Campo de sangre, Campo del Moro, Campo de los Almendros y Campo francés), la contienda bélica y sus circunstancias se convierten en tema principal a través de la creación de un inmenso fresco en el que se funde las figuras reales, que aparecen de forma fugaz y desdibujada, con las imaginarias, que permanecen en primer plano. Tal estructura no sólo permite al autor dotar de verosimilitud a lo narrado, sino también convertir al elemento humano en el protagonista
de sus novelas. Las historias de los cientos de personajes que se asoman por las páginas del Laberinto son las que verdaderamente le importan a Aub, más que las disquisiciones políticas o filosóficas que también se incluyen en ellas. Desde los conflictivos últimos estertores de la II República hasta la marcha de miles de españoles al exilio, toda la guerra es recreada por Aub en las páginas de El laberinto mágico, que se centra en lo ocurrido en las ciudades de Madrid, Valencia y Barcelona para narrar su particular visión intrahistórica del conflicto. Junto con esta recreación constante del pasado español, manifestada también en otras novelas, como La calle de Valverde o Las buenas intenciones, así como en muchos de los relatos breves escritos por el autor después de 1939, la esperanza de la vuelta ocupa buena parte de su obra en el exilio. El regreso, sin embargo, es una quimera que nunca podrá producirse, porque la España a la que quiere volver ha desaparecido para siempre bajo el yugo del franquismo. La España de Franco no es ni mucho menos la España de Aub, no es el espacio de libertades y derechos que el autor conoció en su juventud. De ahí que el reencuentro de Max Aub con el país, en un rápido viaje en 1969, no le deje más que una amarga sensación de tristeza. Descubre con dolor que su empeño en ser memoria de un tiempo histórico carece de sentido para los españoles de la época, instalados en la deformación histórica y en el olvido impuestos desde el poder. No sólo no reconoce al país que hubo de dejar, sino, lo que parece entristecerle más, el país no le reconoce a él. Como la mayoría de sus compañeros de exilio, su figura oscila entre el oscurantismo al que le arroja la cultura oficial y el mito que rodea a todo desterrado. Treinta y cinco años después de aquel viaje, que inspiró el desencantado libro La gallina ciega. Diario español, poco parecen haber cambiado las cosas. A pesar de que sus títulos se pueden encontrar hoy con facilidad en las librerías y que los estudios críticos sobre su obra se han multiplicado en los últimos años, Aub sigue siendo un desconocido para el público lector no especializado, incapaz de incorporarle a la historia de la literatura española. Como ha señalado Antonio Muñoz Molina, nuestra cultura no lograra su verdadera plenitud hasta que no recobre la herencia intelectual y cívica de los escritores que, como Max Aub, tuvieron que exiliarse. Leerlos no es sólo recobrar la tradición abolida en 1939, sino también el mejor homenaje que se les puede hacer. Javier Sánchez Zapatero
4 culturas TEATRO
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La habilidad técnica, los sorprendentes juegos visuales –una especie de elipsis escénica de la que son maestros–, la ‘caricaturización naturalista’ de lo cotidiano, el ritmo trepidante, la vuelta de tuerca inesperada, la ausencia de palabra... se convierten para siempre en sus señas de identidad
El momento feliz de Spasmo Spasmo Teatro estrena hoy La boda, su última producción para la calle, donde están presentes todos los rasgos de su coherente trabajo: recreación cómica de lo cotidiano y complicidad con el público. in hacer demasiado ruido, Spasmo Teatro se ha convertido en la compañía más representativa de Salamanca: posee un estilo propio y reconocible, produce espectáculos con regularidad y los proyecta hacia el exterior, con presencia en relevantes festivales, ferias y circuitos. Una compañía profesional, con todas las letras. Desde que en 1992 se subieran por primera vez al Teatro de La Vega, sus cinco integrantes han sabido madurar, profundizar en el lenguaje de la comedia y tener el necesario punto de valentía para dedicarse a esto profesionalmente. El resultado de todos esos años de trabajo es de sobra conocido. Esta noche, a partir de las nueve en el centro de la ciudad, estrenan La boda, su cuarto espectáculo para la calle. Hay dos aspectos aparentemente contrapuestos en Spasmo
s
que llaman la atención: juventud y madurez. Hay energía y desparpajo, pero se acompaña de una idea muy clara de lo que quieren, de tomarse muy en serio su trabajo. El talento hay que trabajarlo, y éso llevan haciendo desde que, realmente, eran unos críos. Y han tenido la fortuna de hacerlo en una auténtica escuela, el Gran Café Teatro de La Vega. Fundado en 1996, el Café Teatro sigue funcionando hoy como un rincón donde se prima el aspecto lúdico y crítico de las cosas, y como un vivero de artistas que allí experimentan con su trabajo y comparten el de los demás. Si un número cómico no funciona allí, mejor olvidarlo. Y está bien trabajar con un listón alto desde el principio, acostumbra a la exigencia. Spasmo eran entonces Los Colegas de la Vega, con Maribel Iglesias como directora. Aprendieron, como hacen todos los artistas, imitando. Comiexlástico (1994) fue su primer trabajo grande, haciendo suyo el repertorio de El Tricicle. Si vas a imitar, imita a los mejores. Y resultó que lo hacían muy bien. Dos años más tarde, componen Ojalemos que aplausan, un espectáculo de ‘sketches’ que juega con el absurdo y que no deja de sorprender al espectador. Una escenografía neutra dejaba todo el protagonismo a los actores, que construían con sus movimientos espacios imaginarios plenamente reconocibles. La habilidad téc-
nica para recrear con el cuerpo hasta los más mínimos matices de la existencia, los sorprendentes juegos visuales –una especie de elipsis escénica de la que son maestros–, la ‘caricaturización naturalista’ de lo cotidiano, el ritmo trepidante, la vuelta de tuerca inesperada, la ausencia de palabra... se convierten para siempre en sus señas de identidad. Cuando la carrera de este espectáculo parecía agotada, les llueven las actuaciones. El grupo toma impulso y monta A fiestro y liniestro (2002), ya sin Maribel Iglesias, sustituida ocasionalmente en la dirección por Jordi Purtí. Pasan de una estructura de escenas sueltas a momentos vinculados por una historia común, tomada como excusa para seguir ofreciendo esa mirada punzante y precisa, que en sus mejores momentos alcanza un estimulante equilibro entre la caricatura y la verdad. En esa línea, estrenan el año pasado Extracelestes, con un
estilo consolidado y con la seguridad de tener ya un público fiel en distintas partes de España. Mientras, no faltan a la cita con el Café Teatro –salvo cuando cientos de kilómetros lo impiden–, donde su sola presencia en escena levanta carcajadas. Esta manera de trabajar –comunicando más con el cuerpo que con la palabra– ha encontrado también su lugar en el teatro de calle, un género que requiere argumentos simples y reconocibles y complicidad con el público, una manera de establecer una comunicación inmediata que al público de sala se le presupone. Ajedrez, Se busca y Fantasía son el resultado de esa segunda vía para divertir a la gente. Con La boda plantean una celebración en la que todo el mundo se podrá ver reconocido, con sus novios, padrinos y la banda de música. Sin duda, tienen mucho que celebrar. Antonio Marcos
PENSAMIENTO
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Cuéntame cómo no pasó
El Seminario Discurso, Legitimación y Memoria invita a repensar la Transición a través de la obra audiovisual de los hermanos Bartolomé, dos documentales que ahora acaban de editarse en DVD. Será el jueves en la Sala de Juntas de la Facultad de Filología.
La Transición a pie de calle n el actual debate sobre la reconstrucción (recuperación) de la memoria histórica, más allá de los espacios de la Guerra Civil y del Franquismo, donde mayoritariamente se ha dirigido la atención crítica del debate público y académico, el tiempo transicional (1975-1981) va apareciendo lentamente como el lugar donde con más urgencia e implicación es necesario replantear las relaciones entre memoria, relato histórico y proceso socio-político. El sistema democrático en su forma contemporánea obtiene en dicho espacio su legitimación y, por la particular lógica con la que la Transición se llevó a cabo, la interrogación crítica por ese lustro decisivo en la configuración del Estado ha sido prácticamente nula hasta hace escasos años. La narración explicativa con la que la comunidad ha asumido su tránsito a la democracia es aquella que se articula en torno a los documentales de Victoria Prego (1993), proyecto historiográfico que hereda el lenguaje del consenso y de la pragmática política (el misterioso ‘espíritu de la Transición’) que ha conseguido presentar el tenso tiempo del cambio como un suave deslizamiento por la lógica implacable de la modernidad histórica. Una Transición hecha desde y por la política, que
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hurta en la práctica a la comunidad la posibilidad de reconocerse parte activa y decisiva de ese proceso de transformación social. Recientemente, con el auge de la memoria emotiva y comercial (reediciones de Floridos pensiles, manuales escolares, cuentos de Celia...) otro poderoso discurso ha venido a completar la visión histórica de este tiempo tal y como pasó. Es así, desde luego, la exitosa serie televisiva Cuéntame la poderosa máquina de producción de imaginarios que, sobre el patrón de una narrativa política ya fijada, rellena dicho esquema explicativo con la dosis justa de historia personal y cotidiana, enunciada, eso sí, desde el peligroso lugar de la nostalgia. Sin duda, en el centro del debate sobre la reescritura de la historia, la cuestión de la memoria debe ligarse inevitablemente a la de la genealogía del pasado, es decir, la voluntad de reconocer a los distintos agentes su papel correcto en los procesos históricos. En aras a reconstruir una historia transicional útil y fundadora para lo democrático, pretender excluir a la ciudadanía, la sociedad civil, de tal proceso es una operación interesada en la cual se desvirtúa el debate de fon-
La atmósfera de este trabajo habla de un tiempo tenso, convulso, fuerte, de un momento histórico decisivo
do sobre la verdadera intensidad de nuestra transición a la democracia: una historia política del proceso evidencia el éxito en la adquisición de formas políticas (pos)modernas pero una historia cívica del cambio vendría a demostrar la deficiente obtención de derechos individuales. La reconstrucción (reescritura) de esa otra potencial historia, cuya evidente fundamentación no es posible asumir en este texto, debe por tanto reclamar materiales diversos, una textualidad distinta a la utilizada para la escritura del relato establecido. Buceando en el imposible archivo transicional sí es posible encontrar algunos de esos elementos válidos para tal objetivo. Ése es el caso de los documentales de los hermanos Cecilia y José Juan Bartolomé, reunidos en el proyecto Después de..., documentales que, tras una compleja producción en la que fueron sucesivamente censurados y secuestrados, han sido recientemente reeditados. Se trata de un trabajo de dos años de filmación en el cual dicha pareja, a imitación de proyectos semejantes realizados en el Chile de Allende, recorrieron la geografía
española registrando la presencia ciudadana en todo tipo de actos políticos y sociales (manifestaciones en Sevilla, el 1 de Mayo en Madrid, la lucha por el divorcio o los derechos de la mujer, asociaciones vecinales, peñas juveniles, mítines nostálgicos de Fuerza Nueva...). De este esfuerzo documental, surge en la práctica una cartografía de la presencia civil en el espacio público, de la emergencia de un nuevo tipo de ciudadanía, plenamente democrática, cuya decisiva capacidad de movilización se encuentra en la base de las libertades civiles obtenidas en dicho proceso histórico. La atmósfera que se desprende de este trabajo no es en absoluto vecina a la higiene con que se ha contado lo que pasó, sino que habla más bien de un tiempo tenso, convulso, fuerte, de un momento histórico decisivo en el que una historia idealista del espacio político no basta para explicar la confluencia compleja de factores que marca la Transición Española. Reivindicar estos documentos, dotarlos de un lugar, de una función en el discurso colectivo es una exigencia histórica que debe asumir la memoria como documento y el discurso de la actualidad como discurso de la Historia. Germán Labrador Méndez
6 culturas LIBROS NOVEDADES
Los orígenes de Peter Pan JAMES M. BARRIE Peter Pan en los jardines de Kensington. Peter Pan y Wendy Trad: Mauro Armiño Valdemar, 2005 482 pp. / 10,90 euros
El germen de esta fantasía inolvidable se gestó en los paseos que Barrie daba por los jardines de Kensington junto con los hijos pequeños de un matrimonio amigo, a los que contaba historias de hadas. Peter Pan en los jardines de Kensington (1906) es el título del relato donde aparece por primera vez Peter Pan, y en él se nos revelan las costumbres de las hadas del jardín de Kensington y la historia de un bebé que dejó de ser un niño como los demás para jamás crecer y quedarse a vivir en el parque. Peter Pan y Wendy (1911), como todo el mundo sabe, es la historia de tres niños ingleses que una noche, tras recibir la visita de un extraño ser que tiene poderes mágicos y se llama Peter Pan, salen volando con él hasta llegar al sorprendente país de donde procede: la isla de Nunca Jamás. Allí, acompañados por el hada Campanilla, vivirán divertidas y peligrosas aventuras entre indios, fieras y una banda de piratas capitaneada por un archivillano llamado capitán Garfio. La presente edición reúne el relato Peter Pan en los jardines de Kensington (con ilustraciones de Arthur Rackham) y la historia completa Peter Pan y Wendy (con ilustraciones de Flora White y F.D. Bedford).
Mark Rothko, por sí mismo MARK ROTHKO La realidad del artista Síntesis, 2005 284 pp. / 18,75 euros
Uno de los artistas más importantes del siglo XX, creó en el transcurso de su carrera una forma nueva y apasionada de representar la pintura abstracta. La presente edición ofrece un manuscrito descubierto recientemente del célebre pintor, que contiene una reflexión sobre temas que abarcan desde el Renacimiento hasta el arte contemporáneo, pasando por la crítica y el papel del arte y los artistas en la sociedad. Este revelador libro expone las ideas de Rothko sobre el mundo del arte moderno, la Historia del Arte, el mito, la belleza, los desafíos a los que se enfrenta un artista en la sociedad o la verdadera naturaleza del llamado ‘arte americano’.
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Territorios fronterizos on Nadie vale más que otro, su última obra de ficción, aún en los estantes de novedades de las librerías, Lorenzo Silva vuelve a hacer gala de su fecundidad editorial con la publicación de Líneas de sombra, recopilación de reportajes sobre algunos de los más truculentos casos de la crónica negra española ya publicados en diversos medios de comunicación y de artículos de corte ensayístico en los que el escritor reflexiona sobre su propia producción literatura y sobre el género negro al que se adscribe gran parte de ella. Si no se observan con perspectiva la trayectoria artística y el elevado ritmo de producción del autor madrileño, que desde su debut literario de 1995 ha escrito más de una veintena de heterogéneos títulos enmarcados en un amplio espectro genérico, se podría llegar a pensar que su último libro es un típico ejemplo de oportunismo de la industria editorial. De hecho, el carácter misceláneo y compilador de la obra parece propio de los mecanismos que en ocasiones se utilizan para revitalizar las crisis creativas de los autores. No parece ser ese, sin embargo, el motor generador de Líneas de sombra. Su publicación, al contrario, permite descubrir uno más de los múltiples registros de Silva, que parece desenvolverse en el género periodístico y en el siempre difícil arte del ensayo divulgativo con la misma soltura que en la narrativa. Como bien reza su subtítulo, la obra es un compendio de historias de criminales y policías, de personajes, en definitiva, que siempre se mueven en ese fronterizo y umbrío territorio situado en los márgenes de la ley. Demostrando que la realidad casi siempre supera a la ficción, en la primera parte del libro esas historias están protagonizadas por personajes reales, actores principales de los más trágicos y escabrosos asuntos delictivos vividos en España en los últimos años. Los asesinatos de Rocío Wanninkhof
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LORENZO SILVA Líneas de sombra Destino, 2005 216 pp. / 18 euros
y de Sonia Carabantes, el secuestro de María Àngels Feliu, la turbulenta peripecia carcelaria de ‘El Vaquilla’ o el caso del psicópata del naipe son diseccionados por la crítica mirada y el siempre ágil estilo de Silva en un ejercicio literario cuya intensidad recuerda irremediablemente a las novela-reportaje de Truman Capote. Sin sensacionalismos y evitando caer en la acumulación de datos y declaraciones sin análisis previo, frecuente vicio del periodismo actual, el autor logra construir una rigurosa y amena crónica de la España negra en la que destaca la exactitud con que son reflejadas las rutinas de trabajo de las Fuerzas de Seguridad. Lorenzo Silva se aleja de los viejos prejuicios hacia los cuerpos policiales para retratar, quizá en ocasiones con un exceso de adulación, la realidad de los agentes destinados a luchar contra el crimen. La capacidad del escritor para obviar el morbo y la demagogia populista que muchas veces se adhieren en el tratamiento informativo de los temas policiales mostrando la incómoda realidad de todos los actores del mundo criminal hace necesaria la lectura de estos reportajes en un momento como el actual en el que cualquier trivialidad es considerada periodismo de investigación. El protagonismo de los Cuerpos de Seguridad, especialmente de la Benemérita, está también presente en la segunda parte de la obra, en la que el escritor analiza algunas de las formas a través de las que la ficción refleja determinados aspectos del mundo criminal. Especialmente interesante para sus lectores habituales resultarán los textos en los que Silva reflexiona sobre su obra policiaca, descubre el origen de su habitual pareja de investigadores, los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, y muestra cómo se documenta para escribir sus historias. Javier Sánchez Zapatero
Una gesta de investigación na verdadera gesta de i n v e s t i ga ción es también la obra de Secundino Serrano La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler (1939SECUNDINO SERRANO l945). Bastaría con La última gesta leer la Introducción, ‘La gloria de Aguilar, 2005 los vencidos’, y las 696 pp. / 28 euros cien páginas de aparato crítico (notas, bibliografía, mapas, onomástica, cronología… etc.) para comprobar que estamos ante un estudio de magnitud y profundidad poco frecuentes en estos tiempos. Muchas obras actuales en torno a estos temas alcanzan poco más de las cien páginas que integran el susodicho apéndice, un buen epílogo de las setecientas páginas de apretada y densa tipografía que integran la obra. Como casi siempre, la generosidad para con los derrotados es la estrella polar que guía la investigación de Secundino Serrano, luminosa ya en Maquis y otras obras del autor. En su ‘Introducción’ se anticipa la impresión humana y erudita que ofrecen estos cientos de páginas: la visión objetiva de la trayectoria de unos españoles que entregaron sus vidas por
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la noble causa de luchar contra Hitler, actividad que venía a ser la lucha contra Franco. Y, en el fondo, el deseo ferviente de volver a una España que les había convertido en sus hijos pródigos. Los protagonistas son esos españoles que formaron parte del ejército que recuperó París en el verano de l944. Pero la visión triunfalista y la imagen legendaria esconden zonas oscuras y heroicas a lo largo de los años de la Segunda Guerra Mundial. Ése es el objetivo de Secundino Serrano, mostrar cómo esta apasionada entrega supuso un sacrificio humano dramático, desgraciadamente casi nunca correspondido. Sirvan de muestra dos citas: «El mariscal Petain, amigo de Franco y felón por excelencia, etiquetó a los republicanos españoles de ejército de ratas». No es esto lo más grave. Secundino Serrano recoge también la impresión de Francisco Umbral, expuesta en l994, respecto a los republicanos españoles: «Una página de Cela vale por casi todo el exilio». Son tristes ecos de la labor de los republicanos españoles que tienen como hito naciente el final de la guerra española y su huida hacia Francia, con un Machado a punto de morir, que esconde en su chaqueta raída dos versos misteriosos. La última gesta es un extenso y profundo estudio, de imposible síntesis. En la obra hay un triple estrato fundamental que abarca la panorámica de los turbu-
lentos sucesos de la Segunda Guerra Mundial, la descripción de los diversos campos de concentración y la experiencia humana de los españoles que, finalizada la guerra civil, inician el camino del exilio. Con una documentación abrumadora, Secundino Serrano muestra el devenir histórico, pero sobre todo el dolor de estos españoles, esclavos de las condiciones infrahumanas en las que se desarrolla su experiencia y esclavos también de turbias manipulaciones por parte de dirigentes y políticos españoles. En ellos se descubre cómo su organización y actividad no siempre estuvieron presididas por la justicia y la limpieza de los ideales. La sensación del lector ante la obra es doble. Por una parte, se siente abrumado por el esfuerzo, rigor y profundidad patentes en la elaboración de estas setecientas páginas. Por otra, le embarga una extraña tristeza al comprobar qué pocos de esos españoles alcanzaron una mínima compensación a sus heroicos esfuerzos: «Los republicanos perdieron todas las guerras, incluso aquellas en que estaban de parte de los vencedores, porque su anhelo único era regresar a España». La última línea de la obra expresa plásticamente el sentimiento del autor: «Desventurados republicanos». Nicolás Miñambres
LIBROS
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 5 de junio de 2005
Un mal lugar en el mundo ara cierto tipo de lector, el apegado a la realidad, el afín al realismo decimonónico, al naturalismo, esta novela puede resultar un tanto hiperbólica, pese a su corto aliento. Y no caben destacar muchos más defectos. Desde el principio, y sin concesiones, se nos arrastra a un lugar tremendo, en el que los toques mágicos están impregnados de miasmas. Cientos de versiones de la basura flotan en el ambiente, empapan los líquidos, se tropiezan en nuestro camino, golpean nuestros ojos desde los rincones ocultos y expuestos de Bogdanski Dolina. Esta ciudad, que en una riada cambió de orilla y de país, es la verdadera protagonista de la novela. Supuestamente narrada en primera persona por uno de sus habitantes, alguien que huyó forzado y regresó, y luego fue desterrado, razones por las cuales puede hablar de lo que vio, pero no de su auténtico ser, pues nada sabemos de su familia natural porque nada confiesa; habla, eso sí, de su madre adoptiva, pero no de la madre de sangre y no da la sensación de que se deba a que no llegó a conocerla. Esta voz, fácil, que relata en tramos cortos para que el lector contenga la respiración el rato que tarda en finalizar cada apartado, nos descubre, desde el principio, que hemos venido a visitar un lugar con leyes propias, que espera una visita de un arzobispo, hecho que, como en las novelas de Kafka, justifica la acción pero se pospone eternamente. La ciudad está sometida a la extraña tiranía de una orden religiosa, una secta de vigilantes con ramificaciones al exterior que les permiten controlar los movimientos de sus habitantes y por tanto dominar a la gente, guardianes de una cárcel dominada por la mierda en la que los hombres son juguetes dolientes. De hecho, a capricho de esta secta son internados en un centro de afectados por enfermeda-
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ÁDÁM BODOR La visita del arzobispo Traducción de Adan Kovacsics El Acantilado, 2005 129 pp. / 15 euros
des pulmonares, una especie de desguace tan siniestro y absurdo como para que los seminaristas se acerquen a las vallas y apedreen a los internos durante la hora de paseo. ¿A qué se reduce la humanidad? ¿Qué hay de ético en todo esto? Porque alguna consecuencia trascendente deben pretender Bodor y su narrador que extraigamos de esta visita, ya que desde el primer cuadro nos atrapan empujándonos a seguir leyendo. Generan la necesidad de saber qué pasará a continuación, una y otra vez, con un despliegue imaginativo formidable, recurriendo, sin hacer trampas y cuando lo consideran conveniente, a la aparición de unicornios o Nissan Patrols, recurriendo, de alguna manera, tanto a lo medieval como a lo posnuclear. Lo que de verdad importa son los detalles, ya que, a fin de cuentas, son esas pequeñas cosas las que atañen a la percepción humana. ¿Ética o moral? Puede que sea un apunte moral lo que busquen, pues han recurrido a los guardianes de la religión, a puristas de la verdad, al dogma. Hasta el extremo de que las fugas inexplicadas, y las lapidaciones inexplicables con que comienza y termina el libro, en una estructura circular que encaja muy bien con la extensión de la novela, deben de estar vinculadas, sea como sea, al asunto que la novela pretende tratar. Pero, maldita sea, ¿cuál es ese asunto? Porque en realidad lo más terrible no es que esto ocurra, pues al fin y al cabo sabemos que es un texto de ficción pese a lo absortos que estamos mientras buceamos en él, sino pensar, como en la obra de Kafka, que esto puede ocurrir, que puede estar sucediendo. O que este mal lugar del mundo es una metáfora de algo, idea que nos consuela bastante poco. Ricardo Martínez Llorca
La victoria de la tortuga omo reza la solapa de este libro, su autor es un periodista canadiense que vive en Londres y ha trabajado para ‘The Globe and Mail’, el ‘NatioCARL HONORÉ nal Post’, ‘The Elogio de la lentitud Guardian’ y ‘The Traducción de Jordi Fibla Economist’, y RBA, 2005 «cuando realizaba 253 pp. / 18 euros las investigaciones para escribir esta obra, le pusieron una multa por exceso de velocidad». Elogio de la lentitud pretende ser una presentación, y una apología, del movimiento conocido como Slow. Sus diez capítulos son una exposición de lo que significa esta tendencia en distintos campos. Todo empezó con Slow Food, «en 1986, cuando McDonald’s inauguró un local a un lado de la famosa escalinata de la plaza de España romana. Para muchos ciudadanos, aquello era ir demasiado lejos: para que retrocediera el maremoto del ‘fast food’ que se abatía sobre el planeta entero, Carlo Petrini, carismático autor de libros de cocina, lanzó Slow Food. Como sugiere el nombre, el movimiento defiende todo lo que McDonald’s no defiende: productos de temporada, frescos y locales; recetas transmitidas a través de las generaciones; una agricultura sostenible; cenar despa-
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cio con la familia y los amigos... Slow Food también predica la ecogastronomía, la idea de que comer bien puede, y debe, ir de la mano con la protección del medio ambiente. Pero, en el fondo, de lo que trata el movimiento es del placer». Como salmantinos, deberíamos estar especialmente interesados en Slow Cities, movimiento principalmente italiano. La filosofía de este movimiento es fácil de resumir: consiste más o menos en lo contrario de lo que ha ocurrido en nuestra ciudad en los últimos años: en reducir la presencia de los coches (y de los aparcamientos), el ruido, la prisa, la deshumanización, y en preservar las tiendas y rincones con sabor, las casas antiguas o simplemente viejas, los usos tradicionales, etc. «El manifiesto de Città Slow contiene cincuenta y cinco promesas, tales como reducir el ruido y el tráfico, aumentar las zonas verdes y las islas peatonales, apoyar a los agricultores de la localidad y a las tiendas, mercados y restaurantes para que vendan sus productos, promover una tecnología que proteja el medio ambiente, preservar la estética y las tradiciones culinarias de la localidad, y fomentar un espíritu de hospitalidad y buena vecindad». Como dice más tarde una amiga del autor, «simplemente deseamos alcanzar un equilibrio entre lo moderno y lo tradicional, que promueva la buena vida». Con gran profusión de datos y de anécdotas, Honoré ilustra las particularidades del movimiento en todo el mundo des-
arrollado. En EE UU, por ejemplo, mucha gente pone señales de limitación de velocidad allí donde viven, en tanto se decide a ponerlas la autoridad competente. Algo que me encantaría hacer a mí, pues los coches pasan a una media de cien por hora por la carretera del lugar en que vivo, como si compitieran por ser el primero que mate a un niño o a un ciclista. De nuevo en EE UU, millares de personas se han comprometido a no superar el límite de velocidad, funcionando de esta manera como barreras móviles al tráfico. Yo hago lo mismo en Salamanca y le animo a usted a otro tanto. Y que piten. El movimiento Slow, que tiene mucho que decir en otros campos como el trabajo (aboga por hacer menos horas), el ocio, el sexo (tántrico, a ser posible), la educación, etc., es un bálsamo para nuestras heridas de ciudadanos modernos, y merece la pena conocerlo y sumarse a él. Por el contrario, no soy igual de entusiasta con este libro, que peca por exceso y cansa al lector a fuerza de repetirle lo mismo en todas las variantes posibles. Su estilo es el de los libros de autoayuda y afines. Si tuviera cincuenta páginas en vez de doscientas cincuenta, sería mucho más agradable y conservaría toda la información esencial. Por eso recomiendo al lector interesado una vía alternativa, Internet. Puede empezar buscando por aquí: www.slowfood.com. Garcimuñoz
culturas 7 NOVEDADES
Aproximación abierta al género negro ANTONIO WEINRICHTER Y JESÚS PALACIOS (EDITORES) Gun Crazy T&B Editores, 2005 382 pp. / 20 euros
El cine y la novela negros son dos, o mejor dicho, uno de los fetiches culturales más significativos del siglo XX. Y, sin embargo, no existe una definición completamente satisfactoria de qué es el género ‘noir’. Difícilmente podríamos encontrar a dos expertos que estuvieran completamente de acuerdo en lo que son, estrictamente, la novela o el cine negros. Gracias al cielo por tanta confusión. Nada hay tan temible como un género que podemos definir con exactitud, pues entonces qué duda cabe de que se trata de un animal muerto. El ‘noir’ no lo es. Gun Crazy, surge así como producto de esa locura inherente al propio cine y novela negros, tratando de aportar lecturas diferentes a las tradicionales, y diferentes también entre sí, pero que comparten en general esa necesidad de abrir fronteras y romper moldes. El enfoque es genérico y no particular, y la aproximación general se hace desde los márgenes lodosos y ricos en bacterias de la Serie B, donde se cultivaron muchos de sus mejores logros. Un enfoque interdisciplinar, que aborda el ‘film noir’ desde la literatura, la teoría de los géneros, la música, la arquitectura, la sociología, etc., enriqueciendo la visión del ‘noir’ más allá y más acá de la pura cinefilia. Se ha preferido reivindicar nombres de la Serie B, como Joseph H. Lewis, Ulmer o Phil Karlson, escritores poco conocidos o considerados, como Charles Williams, Mickey Spillane o Cornell Woolrich. Antes que otras personalidades hemos querido ofrecer también una antología de textos inéditos poniendo al alcance del lector en castellano ensayos tantas veces citados como los de Borde y Chaumeton, Paul Schrader, el satánico y sentimental Anton LaVey; expertos en arquitectura y urbanismo, como Mike Davis; y otros de autores españoles. Gun Crazy no quiere ser otra cosa que un genuino y todavía asombrado saludo al ‘noir’. Un cine, una literatura y un concepto que todavía hoy, en pleno siglo XXI, hace sentir su influencia y presencia, y que nos devuelve placeres, emociones y formas de hacer y entender al arte hoy perdidos. Los editores del libro han demostrado en sus trabajos anteriores una auténtica pasión por el cine. Palacios ha escrito varias obras en las que abordó los aspectos más ocultos de la cultura de masas y Weinrichter es habitual crítico de la revista ‘Dirigido por’ y colabora en el programa ‘Días de cine’, de Televisión Española.
8 culturas ARTE ¿Cómo se convierte una exposición en un acontecimiento masivo? ¿Cómo viajan las obras de incalculable valor? Reflexiones sobre el arte a raíz de la muestra de Durero en el Museo del Prado. uanto más lo pienso, más segura estoy de que la museografía es una ciencia oculta. Y todo por una liebre, una inocente acuarela precisa hasta la minucia guardada sobre sí misma, con la quietud alerta de quien espera en medio de la nieve a un predador curioso que busca en su ojo el reflejo de la habitación en la que se supone que el artista pintó al animal. Cuando a finales de mayo acabó la exposición ‘Durero. Obras maestras de la Albertina’, las colas a la puerta del Museo del Prado y la polémica administrativa en Austria, parecieron desvanecerse en la misma niebla de los paisajes alemanes del dibujante. Hay ciertos misterios tan inquietantes como este escurridizo animal. En primer lugar, cabría preguntarse cómo una exposición acaba convirtiéndose en un fenómeno de masas que aglutina colas de un público que, por lo general, nunca va a un museo. No se convierte en un placer, sino en una obligación. No se trata de un espectador, sino de un depredador. Exposiciones mediáticas que aparecen reseñadas en ‘El País’ con todo lujo de fotografías y textos, que se anuncian con grandes banderolas, que mueven una mercadotecnia que pretende llevarnos a casa el lujo de la reproducción, y nos devuelven la esperanza de que la cultura sea un bien común. No hace falta ir a Viena para contemplar las obras maestras de Durero, basta con acercarse al Prado y tener paciencia, soportar las colas y, después, no decepcionarse en exceso: como todo cuadro muy ponderado –véase La Gioconda– estamos ante una pintura pequeña que, tras cuatro semanas de la inauguración con pompa, circunstancia y realeza, es una copia. La liebre ha levantado el vuelo porque al máximo responsable del Museo Albertina, no se le ocurrió pedir permiso al Gobierno austriaco para que la joya de la corona saliese del país. ¿Cómo viajan los cuadros? Custodiados, mimados, envueltos, abrazados, rodeados de conservadores que les toman la temperatura y se contraen con cada bache del camino, cada turbulencia del avión. ¿Cómo se deciden los préstamos de los fondos de un museo? En un mundo donde los políticos se alternan con los licenciados en Historia del Arte, ciertas decisiones parecen tomarse en conciliábulos secretos de préstamos interesados y favores que obligan a de-
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 5 de junio de 2005
Durero: atrapa a la liebre
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En un mundo en el que la autenticidad empieza a cuestionarse, una liebre inocente se convierte en el símbolo de lo imposible: capturar la belleza, comerciar con ella, prestarla y tomarla después La liebre, 1502. Acuarela y aguada sobre papel, 25x22,6 cms. A la derecha, Autorretrato con pelliza, 1500 (detalle)
jar en prenda jirones vacíos de pared. En un mundo en el que la autenticidad empieza a cuestionarse, una liebre inocente se convierte en el símbolo de lo imposible: capturar la belleza, comerciar con ella, prestarla y tomarla después. Y todo ello, entre secretos cónclaves de directores de museos, ministros de Cultura, primas de seguros millonarios, ladrones que roban El grito de Eduard Munch como si nada y cristales antibalas. Cuando Yasmina Reza escribe su vitriólica obra de teatro Arte no está divagando sobre la amistad ni sobre el comercio del arte. Discutía, como buena judía sefardí, sobre la inutilidad de los afanes humanos. Compra, posee, atesora, cuida... que la posteridad te lo quitará de las manos. Una vez en México, donde la
museografía es un arte y las instalaciones son tan cuidadas como las obras que colocan con mimo y se contextualizan con tanto rigor que sus casas museos estremecen de realismo, me contaron la anécdota de la mujer de la limpieza que confundió una pieza abstracta con un trasto y se lo llevó a la basura... a lo que contestó el artista convirtiendo los útiles de fregar en una representación de lo que ellos denominan acertadamente ‘Arte objeto’. La ironía es tan cruel como ese deseo de convertir los museos de arte contemporáneo en edificios bellos en sí mismos, visitables por sí solos independientemente de aquello que expongan, sea el colorido cubo de León o el barco varado del Gugenheim billaíno. El arte se ha convertido en una compleja expresión de la modernidad por
sí mismo, y es paradójico que nos devuelva a su naturaleza de imitatio –que no requiere excesiva dispositio museográfica– a través de un renacentista apasionado y dotadísimo como Alberto Durero. Las obras expuestas en el Prado nos han permitido –como nos lo permitió la película La joven de la perla con Veemer, o la exposición del verano del 2003 con Tiziano– revisar nuestro conocimiento de un genio que, a los trece años, realizó con un buril de plata un autorretrato estremecedor. Alberto Durero, quien prefería el trazo blanco y negro al color para acentuar aún más la expresividad de la línea, fue un naturalista minucioso que reflejó en sus acuarelas no sólo los rostros de su época, los paisajes de su Alemania natal o sus complejas visiones religiosas. Ca-
paz de encontrar un soplo de eternidad en un animal detenido, captar la tensión de unas manos orantes o convertir su firma en el primer logotipo de la historia. Durero representa con su obra el principio básico del arte, reproducir la naturaleza, que, después, se convierte en un acto de racionalidad estética e ideológica. Conceptos que van más allá de una exposición que se vuelve noticia y concita a su alrededor colas y polémicas. Un misterio que va más allá de esa extraña ciencia oculta que produce efectos ópticos tan hermosos como esa ventana que se ve en el ojo de una liebre tan realista como si Durero la hubiese cazado y los burócratas del museo se dispusieran, feroces, a despellejarla viva. Charo Alonso