culturas
N° 42 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de septiembre de 2005
Óscar Blázquez es Pablito en el corto EspermaZotoides, de Isabel de Ocampo
CORTO METRAJE
4
La VI Semana del Corto español muestra, a partir de mañana en el Liceo, una selección de trabajos en los que se comprueba que el problema de nuestro cine no es una cuestión de falta de creatividad.
La esperanza del cine pequeño 3 EL CIELO GIRA
7 RETRATOS
Mercedes Álvarez fotografía el paso del tiempo y la despoblación castellana en un magnífico documental sobre su pueblo, Aldealseñor.
Las fotografías de las solapas de los libros dicen mucho de sus autores y se convierten en todo un género. Martin Amis es un ejemplo.
N°42
2 culturas
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de septiembre de 2005
n tiempos, hubo en Salamanca algo que se llamó Festival de Cine Inédito, un pequeño eevento que sumó unas cuantas ediciones entre el desinterés institucional y el lastre de una fórmula muy arriesgada: se basaba en las películas españolas que no conseguían distribución. Y la mayoría de las veces, era por algo. Sin embargo, tenía un apartado de cortometrajes que cada año mejoraba. En ese sentido era uno más de los muchos que hay por España, y no de los mejores, pero era su mayor
atractivo. Así que el festival daba dos visiones del cine español: unos largometrajes abocados al fracaso comercial por sus generalmente malas condiciones artísticas y unos cortos que demostraban la pujanza de los que venían por debajo. Parece que años después, el panorama sigue más o menos igual. Nuestro cine no acaba de arrancar como industria, pero en el circuito del cortometraje se comprueba cómo hay talento suficiente para mejorar la situación. El corto, hoy, es el único espacio para el riesgo y la
experimentación cinematográficos. Luego, como dice nuestra entrevistada hoy, Isabel de Ocampo, llegan las rebajas y los productores que buscan hacerse ricos. Miguel Ángel Refoyo, nuestro crítico cinematográfico, nos cuenta por qué también hace cortos. Y todo esto porque se celebra a partir de mañana en el Liceo la VI Semana del Corto Español, una selección de lo mejor hecho por estas tierras. Además, descubrimos el documental El cielo gira y analizamos las fotos de los escritores.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
1UnaGALICIA, SITIO DISTINTO vez robé un libro. Un libro escrito en
2Dispara EL CAZADOR DE NAZIS la imaginación, en la que todos
gallego. Fue en el 91, en la librería de Xerais de Sada, A Coruña, al lado del museo donde se exponen los magníficos dibujos de Castelao. Lo digo porque creo que el delito ya ha prescrito. Y tampoco creo que se enfadaran mucho. Ni el editor, porque a los pocos días compré un diccionario galego-español –era demasiado voluminoso para llevárselo gratis entre la ropa veraniega–, ni el autor, un Manuel Rivas que todavía estaba por triunfar fuera de las cuatro provincias. Se titulaba Os comedores de patacas y contaba la historia de un chaval que se había roto los huesos haciendo el loco con el coche por las curvas de Alvedro. Un protagonista urbano, de clase media baja, con todos los signos de su cultura rural bajo el envoltorio. Yo conozco a gente bastante parecida. Por eso, de toda la obra de Rivas, me quedo con ésa donde consigue hacernos creer que esa cultura gallega a medio camino entre el huerto, ‘o ensanche’ y el Gran Sol es única y universal. Como sus breves textos en ‘La Voz de Galicia’ acompañando a fotos de Xurxo Lobato. No había vuelto a encontrar una descripción de esa Galicia familiar hasta que escuché a Os Diplomáticos de Monte Alto. Pues bien, después de seis discos, el grupo se retira. Xurxo Souto ya hacía tiempo que no estaba y parecía buen momento para dejarlo. La semana pasada dieron su último concierto en A Coruña con invitados como Julián Hernández, Susana Seivane y Mercedes Peón. Fueron capaces de poner música a la película La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos y al Xabarin Club –el programa infantil de la tele gallega–, de moverse entre la insurgencia y el lirismo, de emocionarse con el SúperDépor y reivindicar el fútbol en los campos de tierra. Bravú se llamó el movimiento y sobrevive (bravú.net). Os Diplomáticos mezclaron los restos de aquella movida ochentera medio inventada y principalmente viguesa, con todas las coplas de taberna de pueblo y las cervecerías de litro. Y han hecho que Monte Alto parezca nuestro barrio de toda la vida. Alguien les quiso convertir en ‘los nuevos Celtas Cortos’ y creo que se partieron de la risa. Xoxe Manuel, en su blog ‘Si home Si’ se lo cuenta mucho mejor.
tenemos imágenes recurrentes, leer la necrológica de Simon Wiesenthal, un superviviente. Desde que fue liberado en Mauthausen, dedicó su vida a perseguir a los nazis que le habían hecho pasar por doce campos de concentración y exterminado a casi cien miembros de su familia. Su lema fue: «Justicia, no venganza». Atrapó a más de mil. Y no sólo nos evoca los campos y sus matanzas, sino ese espacio de oscuridad de los refugiados nazis, de las redes que los amparaban, de sus nuevas identidades y rostros y sus actividades secretas. Algo así como Anibal Lecter al final de El silencio de los corderos: en un país tropical, disfrazado y dispuesto a matar de nuevo. El territorio lo han cubierto no tanto los historiadores como estos nuevos ‘investigadores de lo oculto’ y los literatos como, recientemente, Marco Vichi en Un asunto sucio, publicado por Tropismos. José Antonio del Valle cuenta ampliamente la historia de Wiesenthal en su interesante blog, ‘Vidas ajenas’.
3
ESCRITURA CREATIVA EN LETRA HISPÁNICA La academia Letra Hispánica ha sido pionera en los cursos de escritura creativa en esta ciudad. Este curso, ofrece tres interesantes opciones para el primer trimestre, dos literarias y una cinematográfica. Juan José Domínguez dirigirá el taller de iniciación al relato, Javier Sánchez Zapatero –colaborador y amigo de este suplemento– ofrece una aproximación a la escritura y análisis de la novela negra y un equipo de profesores, coordinados por Eva Legido, proponen un taller de vídeo digital centrado en el documental, en el que los alumnos elaborarán un corto de cinco minutos. Los cursos comienzan en octubre.
Arriba, Os Diplomáticos, una energía dentro de un movimiento que demuestra que en Galicia la cultura sí se puede hacer desde abajo. A la izquierda, muestra de Agro-popart, fotos de Galicia recogidas por Nacho Mirás en Rabudo.com
4 CORTOS MUY CORTOS Notodofilmfest es un festival anual de cortos que acaba de presentar su cuarta edición. Se celebra en Internet y las películas no pueden durar más de cinco minutos ni pesar más de cinco megas. En su página puede verse, fuera de concurso, el corto La cabina, de Javier Fesser, que participa como jurado, una tragicómica revisión de aquel clásico de Mercero con José Luis López Vázquez. Sorprendente.
A la izquierda, pasatiempos surrealistas creados por Vázquez para los tebeos de Bruguera, servidos por ‘El blog ausente’. Arriba, Jesús Lucas interpreta al atrapado de La cabina, en versión Javier Fesser.
CINE
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de septiembre de 2005
culturas 3
El tiempo de la despoblación Mercedes Álvarez fue la última niña que nació en el pueblo soriano de Aldealseñor. Con sus habitantes y sus páramos, la cineasta ha creado en El cielo gira una metáfora del implacable paso del tiempo por las aspiraciones humanas. n los últimos años, el género documental está entrando en las pantallas cinematográficas como un soplo de aire fresco, en parte debido al relativo estancamiento que sufren algunos de los géneros tradicionales de la industria. A la vez, se produce un proceso de ‘contaminación’ del discurso artístico narrativo por parte del género documental. Desde los experimentos formales de la Nouvelle Vague francesa (recordemos Al final de la escapada, de Godard) allá por los comienzos de la década de los 60, numerosos realizadores se han sentido tentados ante el empleo de recursos técnicos que les permitieran acercarse al concepto de verosimilitud. En las dos últimas décadas, el fenómeno se ha disparado de la mano de directores tan dotados como los británicos Ken Loach y Michael Winterbotton, el francés Tavernier o el danés Lars Von Trier. Así, aunque éstos utilicen técnicas cercanas a la filmación documental, sus obras no abandonan casi nunca la esfera de la recreación artística de esa realidad: recurren a actores profesionales que interpretan un guión, utilizan la sala de montaje como lugar de construcción y manipulación de la historia, introducen pasajes musicales con finalidades estilísticas que afectan decisivamente nuestra recepción, etc. Curiosamente, la aparición de fenómenos mediáticos como Michael Moore o Fernando Trueba, en nuestro país, ha abierto la puerta de los cines a una variante fílmica mucho más anclada en las raíces formales del género documental que los casos que acabamos de mencionar (que emparentan con el documental por una cuestión de cierta afinidad en el manejo de recursos técnicos). Nos referimos a obras que han tenido un éxito de pantalla estimable como Super Size Me (de Morgan Spurlock), Fahrenheit 9/11 (de Michael Moore) o Comandante (de Oliver Stone). La obra que nos ocupa, El cielo gira (película-documental de la soriana Mercedes Álvarez), se mueve en una órbita similar a éstas, en tanto en cuanto a primera vista se percibe como un documental y comparte con
e
El resultado último es un gran poema visual, sosegado y certero en sus intenciones, que encierra finalmente una historia viva, una narración tras su ropaje documental aquellas un interés crítico respecto a su entorno social (casi antropológico) más inmediato. Sin embargo, no descubrimos nada nuevo si decimos que El cielo gira tiene muchos más puntos de contacto con películas como El sol del membrillo, de Víctor Erice, o Ser y tener, de Nicolas Philibert, que con las populares invectivas socio-políticas de Michael Moore. Como aquellas, esta cinta, tras su apariencia documental, encierra un ejercicio estético consciente que, por su complejidad, permite acceder a un entramado de referencias simbólicas interpretables desde diferentes ángulos y puntos de vista. El resultado último es un gran poema visual, sosegado y certero en sus intenciones, que encierra finalmente una historia viva, una narración escondida tras sus ropajes documentales.
La coraza argumental de El cielo gira cobija una batería de datos inquietantes: desde 1950, Castilla y León ha perdido nada menos que 400.000 habitantes (con un total de apenas 2.487.000 en la actualidad). Que la región española más extensa sea la cuarta del país con una menor densidad de población no sorprende tanto como el hecho de que su tasa de natalidad sea una de las más bajas del mundo (7 nacimientos por cada 1000 habitantes). En este contexto se enmarcan la miríada de pequeñas poblaciones arrasadas cada año por la despoblación o en vías de sufrirla. Aldealseñor es uno de esos pueblos, y Soria (a la que pertenece) probablemente la provincia más afectada por la desertización demográfica. Su entrada en la posteridad artística se debe a que el de Aldealseñor fue también el primer pai-
saje que vio Mercedes Álvarez, la última niña nacida en el lugar. Con estos mimbres, se construye una obra anclada en el recuerdo sepia de la mirada, pero con los ojos abiertos a tiempos venideros. La idea del transcurrir lento y demoledor de las agujas del reloj de Aldealseñor, se concreta en esa preciosa metáfora del páramo baldío presidido por una carrasca lejana, que recorta el horizonte como testigo mudo y solitario del paso de las estaciones. Espera su hora como la esperan los habitantes de Aldealseñor, hombres y mujeres con una larga vida cargada a las espaldas. Personajes como los entrañables Antonino y Silvano, personajes sencillos que sentencian con su lenguaje proverbial muchos de los males que nos aquejan a los ciudadanos del nuevo mundo. Detrás de la cadencia pausada de El cielo gira se intuye una presencia ineludible, la que dibuja la muerte con forma de un destino inexorable para todos y para todo. Del mismo modo que desaparecen las personas, desaparecerán los pueblos y las civilizaciones que los cobijan, y sus modos de vida, y casi todas sus certezas. En su segunda parte (‘Las ciudades sumergidas’), El cielo gira recorre fronteras cronológicas y vi-
suales para ofrecernos una lectura serena del concepto de identidad local, tan recurrente en estos tiempos de territorialismos histéricos. Celtíberos, romanos, árabes, todos plantaron la semilla del Aldealseñor que hoy sobrevive y que, probablemente no dentro de mucho, será un lugar diferente, ni mejor, ni peor; un pueblo nuevo habitado por pastores norteafricanos, atletas de otras tierras y turistas del lujo rural ¿Por qué habría de ocurrir con este lugar algo diferente a lo que sucedió a sus habitantes del pasado? ¿Por qué no habría de morir y renacer transformado de sus cenizas, recorriendo un ciclo que se repite una y otra vez en todas las geografías y en todos los momentos? Como una ciudad sumergida que emerge de las profundidades del tiempo, Aldealseñor es el símbolo sobre el que gira la climatología nostálgica de esta película emocionante. Y ante ese lentísimo devenir, bellamente dibujado por El cielo gira, nosotros, espectadores, sólo podemos dejarnos llevar sin prisas, con la certeza de que, como los fotogramas que lo encierran, todos llegaremos hasta el último día en la narración que cada uno protagonizamos. Rubén Varillas
4 culturas VI SEMANA DEL CORTO
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de septiembre de 2005
Vivir vidas de personajes inventados es algo que me ha fascinado desde que, de pequeño, jugaba con los Madelman. Unos creen en el catolicismo y yo creo en el Cine
Imagen del rodaje de El límite, el último corto de Miguel Ángel Refoyo
Por qué empecé a hacer cortos Miguel Á. Refoyo
esde que tengo consciencia recuerdo el cine como un elemento vital en mi desarrollo como persona. Al igual que los preceptos de Preston Sturges, he asimilado el cine como diversión y espectáculo, hasta que el cine se ha convertido para mí en algo sin lo que no podría vivir, como una especie de mito tribal del Sabasëba y ‘la cultura perdida’. Unos creen en el catolicismo y yo creo en el Cine. Lo que no me había parado a pensar nunca es cuáles son las motivaciones que me llevan a escribir historias y a procurar proyectarlas a imagen. Hasta hoy, que me he visto obligado por estas líneas. Las historias suponen un problema personal e individual de cada uno. Yo siempre he creído que el hecho mismo de narrar, de contar una historia, implica una evidente falta de madurez. Los tipos serios son aquellos que se relacionan con el mundo a través de la realidad, con sus problemas y todo lo que eso conlleva. Un narrador (ya sea visual o literario) cuenta una historia ficticia, de un héroe, pero nunca habla de sí mismo. Y vivir vidas de otros personajes inventados es algo que me ha fascinado desde que era pequeño, cuando jugaba con los Madelman. Por eso, siempre he creído que la fabulación tiene un componente infantil necesario e inevitable en todo creador. Para concebir mis historias hay que
d
Miguel Ángel Refoyo, además de escribir de cine en estas páginas, hace películas. Le preguntamos por qué se mete uno en una actividad tan onerosa, pero tan gratificante.
inspirarse en el género humano y estoy convencido de que todos somos mejorables. No necesito una excusa para inventar una historia. En cada instante de la vida hay un corto, una película o un libro. Todo proviene de cosas que conoces, que has leído, que te han contado, que has visto... Es un proceso difícil de explicar, pero es lo más gratificante que existe. El cine es, en cierto modo, como la vida, que se va completando con referencias que quedan en una
Cosecha reciente La Semana del Cortometraje Español, organizada por la Filmoteca de Castilla y León, llega ya a su sexta edición y se presenta como prácticamente la única oportunidad en Salamanca de ver cortos en pantalla grande. El ciclo, desde mañana hasta el jueves, se proyecta en el Liceo, a las ocho y cuarto de la tarde a un precio
de 1,20 euros por sesión. La primera jornada se dedica a autores castellano y leoneses. La representación salmantina corre a cargo de Isabel de Ocampo con EspermaZotoides y de Carlos Lorenzo, que codirige Globos junto a Roberto Pérez y Pedro A. Loma. Fernando Jover y Rubén Alonso completan la sesión, en la que los autores
especie de subconsciente creativo. La clave está en no buscar ningún tipo de reconocimiento. Para crear historias con solvencia hay que ser honesto con uno mismo, abandonar ese estúpido sueño de querer ser importante y olvidarse de trascender. Lo políticamente correcto, lo comprometido, lo socialmente relevante no deja de ser una meta pobre, insustancial, dispensadora de premios y halagos de pequeños progres estúpidos. Mucha gente que se dedica al corto-
estarán presentes en un coloquio final. El martes se exhiben trabajos premiados en el Festival de Medina del Campo, uno de los más representativos de entre los especializados en cortometraje. Diez minutos, de Alberto Ruiz Rojo, ha acaparado una gran cantidad de premios esta temporada; Daniel Sánchez Arévalo, Curro Novallas, Borja Cobeaga y el tándem formado por José Luis Baringo y Ramón Tarrés son algunos de los nombres que más suenan en los palmarés festivaleros. La tercera jornada se dedica a las prácticas de los alumnos de la ECAM –la escuela oficial de Madrid– que han optado por el cine de animación. Para terminar, una muestra de cortos galardonados en otros certámenes. Una selección muy variada.
metraje entra de lleno con sus trabajos en un paupérrimo subgénero llamado ‘corto de festival’. Y eso también pasa en el cine. El corto es un medio para alcanzar al largo, no un fin. Últimamente, nadie se divierte haciendo cortos. Y eso es nefasto para el género. Pero para hacer cine, además de buscar nuevas formas de diversión, hay que tener suerte. Una suerte para unos cuantos elegidos que, desgraciadamente (y en la mayoría de los casos), no tienen el talento necesario para rodar nada. Así va el cine español. Lamentablemente, para hacer cine hoy en día no hace falta ser brillante. Basta con ser arribista, tener enchufes favoritistas, lograr subvenciones politizadas, encontrarte con una providencia que no te corresponde. Por eso, hasta para estrenar en una ciudad falsamente cultural como Salamanca un cortometraje en unas condiciones aceptables, uno encuentra todo tipo de obstáculos imprevistos. Nuestro cortometraje El límite se ha visto en Madrid, Bilbao, Sitges, Valladolid, Sevilla, Murcia, La Coruña... hasta llegar a una veintena de ciudades. Incluso en Los Ángeles, en pleno corazón de Hollywood. Siempre en pantalla grande. Pero en mi propia ciudad no. Y eso es el mundo cortometrajístico, el cine y, en último término, la vida: un ridículo circo de suertes en el que la varita del destino te favorece o te ultraja postergándote en el fango del olvido.
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de septiembre de 2005
VI SEMANA DEL CORTO
culturas 5
El cortometrajista español es un chico, entre 25 y 30 años, que ha estudiado cine y con una gran pasión. Hay que estar un poco majareta para dedicarse a esto mi personalidad: trabajo en equipo, viajar, estar en contacto con la gente. No olvidemos que el trabajo es en equipo, el director canaliza las buenas ideas de los demás y se lleva los aplausos, pero no es necesariamente el autor de todo. Además, es la vía de expresión más unida a nuestros tiempos, el lenguaje audiovisual lo cubre todo, fagocita a todos los demás.
Isabel de Ocampo, en el rodaje de EspermaZotoides, junto al actor Óscar Blázquez
ISABEL DE OCAMPO
«No falla el talento, falta el riesgo de los productores» Antonio Marcos
ExpermaZotoides está cosechando buenos premios, ¿qué buscaba con este corto? Buscaba algo muy sencillo de producir, poquitos personajes y a poder ser un solo decorado. Era una especie de minirreto. Andaba rondando la idea de hablar de sexo en un entorno en el que la gente se pudiera escandalizar, y surgió esta pequeña historia de una madre y un niño hablando del tema en una sala de espera. Es muy sencillo y creo que ahí ha estado la clave de que haya tenido mucha aceptación por parte del público y en los festivales. Lo sencillo es lo que acaba convenciendo, conquistando y seduciendo a la gente. Además, últimamente se hacen cortos muy largos... Esto va un poco por rachas, necesidades, modas... En un formato tan pequeño hay cabida para todo tipo de experimentación. Cada uno tiene que utilizarlo para lo que quiera, lo que necesite contar. Parece como si el corto fuera un espacio para la experimenta-
Cambió Salamanca por Madrid para estudiar y hacer cine. Con lo que gana trabajando como ‘script’ en series de televisión y películas, ha financiado sus tres cortos, Cría zapatillas y te sacarán los dientes (1998), Tus labios (2003) y EspermaZotoides, con el que ha ganado el Roel de Oro en el Festival de Medina. Le preguntamos por qué hay tantos cortos buenos y tan pocos largos interesantes.
ción que luego no se traduce en los largos que se hacen en España... Hacer un corto es tan intenso que es parecido a lo que pueda ser rodar un largo, tienes que manejar los mismos parámetros. El tamaño, en este caso, no importa. Y hay mucha capacidad para el riesgo. Desde el punto de vista económico es más manejable, incluso dentro de la locura que supone que la media del presupuesto sea de treinta mil euros. Te permite hacer lo que te dé la gana, que es algo que no te va a volver a pasar nunca. Cuando haces un largo, chocas con los productores y sus miedos. Aquí todo el mundo quiere hacerse rico y, en el fondo, hacer Días de fútbol. A la hora de la verdad van a por el chiste fácil, quieren que sea una comedia, eliminar aspectos dramáticos para que la gente no sufra... Estamos hablando de cantidades de dinero muy altas y hay mucha cobardía, o más bien inseguridades. Los productores no saben muy bien qué tipo de producto quieren, no saben arriesgarse. Hay propuestas de todo tipo, pero luego llegan las rebajas. Hay que tener en cuenta que si a
una productora media le sale mal una película, se puede ir al garete. Por lo tanto, el cacareado problema del cine español no parece estar en el talento, sino en la falta de una industria fuerte... Claro, hay muchas pruebas de esto. Mi corto no le llega a la altura de la suela del zapato a muchos otros. Se ven algunos que dices, qué pasada. Talento e ideas hay. España es un país bastante creativo, no sólo en el cine. Es en los números donde fallamos. En el caso español es todo un mérito hacer películas. Los americanos a veces tienen ocho cámaras cubriendo la acción. Aquí, si metes la pata no hay vuelta atrás. El cine español puede ser malísimo, con muchos fallos y puntos flacos, pero si lo miras bien es para quitarse el sombrero: se hacen películas con poquísimos medios. ¿Cómo se pasa de espectador a decir: voy a hacer cine? Es un misterio. una vocación que te elige a ti. No sé muy bien por qué. Es una necesidad de contar cosas, tu punto de vista. El cine es una disciplina que cubre muchos aspectos que encajaban en
Ustedes dependen mucho de los festivales, de la búsqueda de premios... Cuando no ganaba premios me lo pasaba mejor en los festivales. Hay un aspecto competitivo, que se fomenta incluso en las escuelas, que no me gusta nada, no va conmigo. Pero esto es así, y quien no lo asuma va a sufrir mucho. Entran en juego tu vanidad, tu ego, tu autoestima, cosas emocionales que más te vale tener bien controladas y la cabeza bien amueblada para darte cuenta de que porque te den premios o no, tu trabajo no es ni mejor ni peor. No puedes estar a expensas de los halagos. ¿Puede trazar un perfil del cortometrajista español? Es un chico, no una chica, entre veinticinco y treinta años. Ahora es gente que ha estudiado cine. Lo que está claro es que es un chico, y alguien con mucha ilusión y con grandes dosis de idealismo, algo que ya no se lleva, pero en este mundo sí. ¿Y la relación con otros autores? En general hay muy buen rollo. Se encuentra gente muy maja y tengo buenos amigos en este oficio. Hay una alta dosis de camaradería y de favores, de apoyo en plan familiar. Trabajar gratis funciona mucho y esto le choca bastante a la gente, incluso a la Seguridad Social cuando vas a dar de alta a alguien. Se están manejando cosas que van más allá de un puro intercambio laboral, estás aprendiendo. En cortos de otros me atrevo a hacer cosas que no haría, pero como no te pagan y no tienes mucha responsabilidad, pues te atreves. Así salen luego los rodajes... Se comparte una ilusión, una pasión. El cortometrajista es alguien muy apasionado. Hay que estar un poco majareta para involucrar a tanta gente detrás de una idea tuya. Pero así funciona lo artístico, fuera de la lógica, y de ahí es de donde salen los caminos nuevos.
6 culturas MÚSICA / LIBROS MÚSICA
Canciones de cuna para adultos DIEGO VASALLO Los abismos cotidianos Dro, 2005
Alejado de la popularidad de la que gozó durante las décadas de los ochenta y noventa con Duncan Dhu y bebiendo de unos referentes musicales bien diferentes al pop luminoso de raíces inglesas de la banda que le dio a conocer (y a los devaneos electrónicos de su segundo proyecto, Cabaret Pop), Diego Vasallo regresa a la actualidad musical con la publicación de su cuarto disco en solitario, Los abismos cotidianos (DRO, 2005). Demostrando una capacidad de riesgo y una voluntad de cambio inexistentes en su ex compañero Mikel Erentxun, empeñado en perpetuar el sonido del grupo que les dio la fama, el músico donostiarra se ha embarcado en una carrera alejada de los márgenes de la comercialidad, plena de crudeza y deudora de la chanson, el jazz y los géneros tradicionales. Con esas premisas como punto de partida, Vasallo ha sabido ir dando forma a una trayectoria ecléctica y madura que mira hacia delante sin caer en los patetismos ‘revivalistas’ de muchos compañeros de generación, incapaces de conocer el significado del término ‘evolución’. Su cuarta entrega en solitario insiste en el tono melancólico de sus anteriores trabajos, amplificado por la aspereza vocal y por unos textos capaces de crear un imaginario poético tan amargo como evocador, pero matizado por una frescura melódica heredera de ritmos mediterráneos, eslavos y brasileños. Con Suso Saiz de nuevo en la producción –menos austera, por cierto, que la de los anteriores discos–, y con las colaboraciones de Leonor Watling y Christina Rosenvinge, Diego Vasallo ofrece una colección de canciones amargas con resonancias a la bohemia parisina y a las músicas populares callejeras entre las que destacan las aspirantes a himnos de derrotados ‘La mala cara’ y ‘La madrugada’ y la versión de ‘Demasiado tarde’, original de Enrique Urquijo, otro artista nacional permanentemente asociado con la tristeza. A través de una amplia gama de sonidos y referencias unificada por las texturas acústicas y por una voz descarnada que canta sin dejar de contar, Los abismos cotidianos se convierte en un álbum reconfortante y ensoñador que, a pesar de haber sido lanzado al mercado en pleno mes de julio, parece destinado a ser escuchado ante una humeante taza de café en la nostalgia de las tardes de otoño, oyendo de fondo el repiqueteo de la lluvia en el cristal de la ventana o mirando hacia el horizonte de un cielo tan plomizo como el de la imagen de la portada. Javier Sánchez Zapatero
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de septiembre de 2005
De la desdicha a la literatura a popularidad de Sebald en nuestro país no comenzó hasta aproximadamente la fecha de su muerte, ocurrida un tanto prematuramente en 2001. Nacido en Alemania en 1944, profesor de literatura comparada en Norwich, Inglaterra, desde 1970, alumbró una obra narrativa tan sugestiva como desconcertante, publicada en España por los sellos Debate y Anagrama. En Austerlitz, su libro más premiado y una buena introducción a su sorprendente obra, aparecen las claves más comunes a sus novelas: combinación de narrativa y ensayo (en este caso de tema arquitectónico), utilización de fotografías, etc. Pútrida patria, publicado por Anagrama hace ya unos meses, reúne dos libros de crítica literaria: Die Beschreibung des Unglücks (La descripción de la infelicidad), de 1985, y Unheimliche Heimat (Pútrida patria), de 1991. Tanto uno como otro constan de ensayos sobre literatura austriaca, once en total, donde profundiza en el Relato Soñado de Schnitzler, El castillo de Kafka, Elias Canetti, Thomas Bernhard, Peter Handke, la literatura del gueto, Joseph Roth, Una montaña bruna de Hermann Broch y Jean Améry. Si al lector le salen nueve y no once es porque El castillo de Kafka y Peter Handke son objeto de sendos estudios en los dos libros. Transitar por el Relato soñado de Schnitzler no es fácil. Si uno no tiene conocimientos de psicoanálisis, corre el riesgo de hacer el camino extraviado de principio a fin. El ensayo de Sebald arroja luz como una linterna en una gruta: vemos dentro del círculo donde enfoca, en medio de la oscuridad que nos rodea y que parece incluso más impenetrable que antes. El lector no podrá evitar comparar el ensayo de Sebald con otra interpretación reciente de la novela corta de Schnitzler: la magistral recreación de Stanley Kubrik, que demuestra que adaptar una novela al cine no significa transcribirla. Los dos textos dedicados a El castillo de Kafka son igualmente inquietantes. Uno de ellos trata de la es-
l
WINFRIED GEORG SEBALD Pútrida patria. Ensayos sobre literatura Anagrama, 2005 231 pp. / 16 euros
tructura de motivos; el otro, de la irracional presencia del poder. Inolvidables son en este último las referencias al Gran ensayo de la suciedad de Christian Enzensberger, que no cuenta con traducción al castellano. En ‘Summa Scientiae’, el ensayo sobre Elias Canetti (aquí ya no sobre una obra, sino sobre algunas ideas en torno al poder que aparecen a lo largo de toda la obra del autor), consigue ofrecer una quintaesencia de la obra de Canetti. Citando un trabajo de 1972 a propósito de Speer y Hitler, indica que «‘el placer de construir y la destrucción’, en la imaginación del paranoico, ‘están presentes y actúan uno al lado del otro de una forma aguda’. Los planes de Speer, en los que en ninguna parte se incluía la vida social... son los bastidores de una época muerta; representan la victoria de la ideología que se congela en el panorama monumental. La nostalgia del orden total no necesita de vida». ¿Es necesario mencionar aquí nuestro urbanismo actual? Sebald apunta las características de la literatura austriaca: «en torno al fin de siglo y en los decenios que siguieron, sus conocimientos psicológicos... son muchas veces del mismo valor y en ocasiones superiores a las percepciones del psicoanálisis». Otra característica es el cruce de fronteras. Otra, quizá derivada de las anteriores, la convivencia entre la propia cultura austriaca y el malestar por ella, «una cultura, pues, cuya característica consistía en elevar a principio la crítica de sí misma. De ello se derivó, en torno al fin de siglo, un cálculo ético y estético de la complejidad más extrema». Y, por último, la infelicidad y el pesimismo. De lectura más bien difícil, Pútrida patria merece el esfuerzo. Una y otra vez nos encontramos con su sorprendente visión, esa linterna capaz de iluminar parte de la oscuridad en tanto enfatiza la impenetrabilidad del resto. Garcimuñoz
El precio de haber nacido ste es un libro autobiográfico sobre cómo murió una infancia sin llegar a haber sido. Y, lo más difícil de todo, escrito sin odio. O al menos sin pretenJONA OBERSKI der denunciar el Infancia odio, los traumas, Trad. de Jan Schalekamp los pleitos y las conEdiciones B, 2005 clusiones horroro127 pp. / 16,90 euros sas de uno de los procesos más infames de la historia de la humanidad. Se nos dice que el autor, Jona Oberski, sobrevivió entre los cuatro y los ocho años a un campo de concentración. Cerca de cumplir los cuarenta, se decide a escribir sobre aquello utilizando como único instrumento documental su propia memoria. Como no podía ser menos, los protagonistas reales del libro son los padres, unos seres que durante la infancia forman parte inseparable de nuestra alma. De ahí que Oberski haya decidido colocar la dedicatoria al final del libro, y no al principio. Un final sorprendente que no revelaremos y que atañe al complejo camino que es el seguir vivo. Oberski no aturde con complejos truculentos, ni denunciando episodios de violencia extrema ni nada por el estilo. Todo
é
eso queda al margen de lo registrado. Sí es cierto que el texto provoca angustia, pero es más bien debida al conocimiento de lo explícito, de lo que está ocurriendo fuera de lo narrado, que posee el lector. Los límites de los textos breves que componen esta pequeña novela, son los mismos límites que tienen los ojos de un niño: los párpados y el alcance al que llega la vista. Unido a este acierto, está el lenguaje pulcro, de corto aliento, bastante neutral, que de alguna manera nos remite a la obra de Imre Kertesz, Sin destino, con la cual se complementa de una manera sorprendente: lo que en Infancia es la inocencia pueril que justifica el orden flemático del lenguaje, en Sin destino será la pérdida de esa inocencia en la juventud, sustituida por el cinismo, el motivo de recurrir a una voz indiferente. En cualquiera de los dos libros, hechos trágicos, como la muerte, son cosas que sencillamente suceden. Pero Oberski no obvia, pese a su lenguaje, el contenido lírico que debe tener una infancia, aunque sea la suya, aunque esté maltratada, y como todo texto que se precie escrito desde la memoria, desde «la verdadera patria de un hombre» (así definió a la infancia Rilke), el descubrimiento del mundo adquiere matices líricos. En este caso definidos a través de uno de los cinco sentidos: el de la vista. Desde ahí Oberski descubre qué recibe de sus padres,
cómo explicar la presencia de personajes secundarios o de grupos de personajes que se comportan como un solo ente, o presta atención a los restos de humanidad que como jirones de alma rasgan el espacio del campo de concentración (expresión que en ningún momento aparece) aquí y allá, y que son los que sobrevivirán en la memoria del superviviente. El conocimiento parcial se ve supeditado a su relación con los adultos, cuya única expresión para transmitirle que están viviendo en guerra, es la costumbre de posponer las explicaciones, hecho que no es infrecuente en la educación de cualquiera. De hecho, por algo Oberski narra como si su infancia no hubiese transcurrido hundido en el horror hasta las rodillas, sino al igual que si su aprendizaje fundamental fuera el de cualquier otro niño. De ahí que lo mejor de esta obra sea esa conclusión del aprendizaje, que es que no merece la pena sentir odio. Oberski nos lega la idea de que su vida se hubiera visto abocada a la destrucción interior de guiarse por esta fiebre. Sin embargo, no ha podido dejar de escribir un libro que no cierra heridas, sino que hecha bálsamo y las acaricia. La lectura de Infancia es la primera noticia que he tenido de la existencia de Jona Oberski, pero juraría que se trata de una buena persona. Ricardo Martínez Llorca
LIBROS
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de septiembre de 2005
culturas 7
Máscaras para la solapa
Los libros empiezan en la portada y los escritores posan para la solapeta en una gama de retratos que van desde la intelectualidad clásica al escorzo casual. A la autora del artículo le fascina Martin Amis. iento devoción por el novelista británico Martin Amis y su dejadez flemática de cabeza ladeada. Si estás posando para una contraportada, lo mejor es que bajes la barbilla, subas la mirada o te atrevas con un escorzo que, en algunos casos, puede ser un perfil cuidado –absténganse narices aguileñas–. El escritor no coloca los pies ni avanza la cadera como una modelo ante el objetivo sino que adopta una pose interesante que va desde la intelectualidad más clásica con pipa, gato y fondo de mosaico libresco al primer plano más directo y casual si el autor en cuestión no tiene en cuenta que el retrato de contraportada es todo un género fotográfico. Martin Amis lo sabe, ha perdido pelo pero sigue siendo guapo, los labios apretados y las manos ocupadas estrechándose a sí mismas. Es un tipo autosuficiente capaz de desmontar la utopía de la izquierda en Koba el Terrible y de reírse del estado de agónica expectación que padecemos desde el ll-S en Perro Callejero. Sin embargo, mi atención no se detiene ahora en su prosa, sino en su presencia. Lo mío son los retratos que aparecen en las fotos que le convierten en icono: Amis sabe muy bien cuál es el poder de su imagen y la cultiva con cierto desaliño indumentario. En sus entrevistas las respuestas son certeras y la fotografía, fulminante. Es consciente de las necesidades del mercado y, estoy convencida, su fantástico experimento autobiográfico Experiencia, nos daba numerosas pistas de su proverbial y casual coquetería. Ingleses. Recuerdo un retrato muy bello de Ana María Matute en el que aparecía escribiendo. Al artista parece retratársele con el utillaje de su actividad, por eso aparecen muy colocaditos sobre un fondo de lomos multicolores, colocan el codo sobre una pila de volúmenes y se dejan inmortalizar para la contraportada. Susan Sontag era tan consciente del peso de su imagen que todas las suyas eran ocupadas a toda página por retratos
La máscara oculta tras la máscara protege a todo aquel que fabula, porque fotografiarse también es ficcionalizarse a sí mismo
s
Martín Amis ha perdido pelo pero sigue siendo guapo, los labios apretados y las manos ocupadas estrechándose a sí mismas. Es un tipo autosuficiente capaz de desmontar la utopía de la izquierda en Koba el Terrible y de reírse del estado de agónica expectación que padecemos desde el ll-S en Perro Callejero
firmados por los mejores fotógrafos que la fijaban en seductoras poses tan significativas que el lector medio podía leer a través de la imagen el mensaje subliminal de dominio que ésta proyectaba. Ligada sentimentalmente a la fotógrafa experta en retratos Annie Leiboznitz, la contraportada de su novela El amante del volcán nos mostraba a una hermosa mujer abandonada sobre la hierba, el cabello en desorden entre los brazos abiertos, una imagen tan erótica y perturbadora que producía inquietud al espectador maravillado por su belleza. Quizás uno espera una cierta excentricidad y no una declaración de amor. La bufanda roja de Paco Umbral y el peinado infame
de Pere Gimberrer no son más que un intento de perpetuar el monóculo de Quevedo, la barba de chivo y las melenas de Valle Inclán o el cuello duro y clerical de Unamuno. Los ejemplos de icono inamovible que se eterniza en los libros de texto son numerosísimos y parecen incidir en la idea de que el escritor es un ser sospechosamente obsesionado con su propia apariencia. Si el pintor Miquel Barceló siempre posa manchado de pintura hasta las orejas, el espectador deduce que el fotógrafo le ha atrapado en medio del trabajo al que volverá en cuanto el objetivo inoportuno deje de enfocarle, si el escritor está entre libros es que está escribiendo. No hay excesiva sorpre-
sa en una fotografía de contraportada, se trata de imágenes de estudio o bien medidas actuaciones de una imagen forjada a lo largo de varios títulos. El flequillo de Rosa Montero ha dejado de ser un caos de rizos y cada vez está más firme en su cabeza, y las joyas étnicas con las que se adorna Isabel Allende en sus fotografías siguen deslumbrando por su originalidad y la capacidad que comparte con su ropa para flotar alrededor de su rostro maquillado. Me gusta Allende porque sonríe siempre y porque seguramente ése es su estado natural, el de posar como una reina ornada de pesadas ofrendas todo el día. Carmen Martín Gaite siempre aparecía aureolada por sus blancos
rizos de pega y sus originales boinas, y la mexicana Sandra Cisneros desciende a los ojos del lector a punto de arrancarse con una ranchera. La contraportada es un arte en el que no reparamos en exceso y que está marcado por un código secreto. En Francia, donde los escritores aparecen fotografiados en el ‘Paris Match’ como si fueran estrellas de la pasarela, existe una reina indiscutible de la propia imagen, la novelista belga Amélie Nothomb, también de la cuadra de Anagrama, capaz de convertirse en portada de sus propias historias seudo autobiográficas y de lucir un aspecto que puede eclipsar a su indiscutible talento: Nothomb es una bella mujer morena de larguísima cabellera suelta que viste largas faldas negras, se toca con originales sombreros y lleva mitones negros, una gótica en toda la extensión de la palabra de labios carnosos y ojos azules. Hermosa como una aparición, la autora era una niña bella que se nos ofrece en las portadas de sus obras mientras la contraportada nos devuelve a una treintañera capaz de practicar por igual el arte de la imagen y el de la pluma. Cuanto más fatuo, más engreído en la pose y más pipa y gato, menos auténtico y peor escritor; cuanto más perverso y complejo más atractivo en la fotografía de promoción. Después de todo, se trata de vender libros, de inquietar más que de satisfacer la curiosidad natural del lector a quien le interesa la novela, no el rostro de quien lo escribe. Huir de ella es tan definitorio como construirse, conscientemente o no, una máscara, o si no, que se lo digan a Salinger cuyo deseo de no ser fotografiado le ha convertido en un despojo huidizo. Después de todo, asumo plenamente que me fascina la prosa subversiva de Amis, tanto como su quijada endurecida, y es que hay que saber leer más allá de la letra, y descubrir el secreto de la máscara oculta tras la máscara que protege a todo aquel que fabula, porque fotografiarse también es ficcionalizarse a sí mismo. Charo Alonso
8 culturas LIBROS
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de septiembre de 2005
NOVEDADES
Un móvil para cada amante ANNA DAVIS El sexto amante Traducción de Mª Carmen África Vidal Tropismos, 2005 364 pp. / 19 euros
Kathryn Cheet trabaja como taxista en Londres y hace el turno de noche. El resto de su tiempo lo dedica a sus cinco amantes. Cinco amantes con los que mantiene cinco vidas diferentes y con los que habla a través de cinco móviles distintos, cada uno de un color para no cometer errores. No se conocen entre sí, y cada uno de ellos cree mantener una relación exclusiva con Kathryn. Éstos son Richard, un maduro padre soltero; Joel, un guapo jovencito ayudante de peluquero y eterno aspirante a bailarín; Stef, un delincuente de poca monta; Jonny, un músico de rock en permanente crisis, y Amy, una atractiva periodista lesbiana. Kathryn lleva con soltura sus cinco historias, pero el oficio de taxista facilita los encuentros y las sorpresas. Así conoce una noche al que será su sexto amante, Craig, un hombre enigmático del que no consigue saber prácticamente nada y que poco a poco complicará su vida y las relaciones con sus cinco amantes, hasta hacerlas saltar por los aires. Anna Davis ofrece en El sexto amante una ácida comedia sobre la condición de la mujer actual y sobre el difícil equilibrio entre el amor y el sexo. Anna Davis (Reino Unido, 1971) es autora de tres novelas, colabora regularmente con el diario ‘The Guardian’, trabaja como agente literario y es profesora de escritura creativa en la Universidad de Manchester. Tropismos publica su obra por primera vez en España.
La Iberia de Manuel de Lope o es frecuente en los tiempos actuales que un escritor se comprometa a llevar a cabo un viaje por toda la geografía peninsular. La piel de toro hispánica resulta espacio demasiado amplio y complejo para mentes educadas en un pintoresco madrileñismo. Lo de menos es la dificultad que la infraestructura viajera supone, que las editoriales facilitan con generosidad, como ha ocurrido con Manuel de Lope. Lo verdaderamente difícil se presenta cuando el escritor debe recorrer toda España y debe hacerlo, desde la perspectiva de una sensibilidad especial. Éste es el factor humano del que carecen la mayoría de escribidores, que se prestarían gozosos a la empresa itinerante que supone un libro de viajes por todo el territorio nacional. Como en la primera parte de la obra, Manuel de Lope adopta una actitud literaria que pretende distanciarse del apasionamiento de los viajeros románticos, de la retórica de los hombres del 98 y del sentido excesivamente crítico de los escritores del realismo social de los cincuenta. La visión de Manuel de Lope es una visión más moderna, que pretende eludir los peligros de los viajeros aludidos. Su campo geográfico supone en esta segunda parte el acercamiento a ocho comunidades: Madrid, Extremadura, Aragón, Baleares, Cataluña, Canarias, País Vasco y Castilla y León, comunidad esta última a la que dedica dos entregas. Todas ellas están descritas desde una perspectiva de la que no está ausente la información erudita, que incluye documentos artísticos e históricos. No falta la visión humana, pero da la sensación de que Manuel de Lope no se acerca con profundidad a este espíritu de las ciudades o de los pueblos, núcleos urbanos de los que abundan visiones demasiado rígidas. O, cuando menos, poco panorámicas. Resulta curioso comprobar cómo muchas de estas poblaciones están evocadas a la luz de sus edificios religiosos: catedrales, iglesias, conventos... De ello es buen ejemplo la visión de Zaragoza, monopolizada por la visión del Pilar, irónica sin duda, y el milagro de las bombas que no explotaron al caer en la guerra
n
MANUEL DE LOPE Iberia, la imagen múltiple. Volumen II Debate, 2005 564 pp. / 23,50 euros
civil en la célebre basílica. Aparecen en la obra personajes memorables, como es el caso del poeta Jaume Ferrán, o la semblanza apasionada de Carlos Barral, sin olvidar a Don Quijote en su paso por Barcelona. O Celedonio, el mendigo de Ciudad Rodrigo. Incluso, alguno de los barberos de la calle O’ Daly, en Santa Cruz de la Palma. Un trato muy especial recibe ‘la licenciada Almudena Varea Santos, la farmacéutica de Castrillo de Villavega’, un prodigio de semblanza literaria, que incluye referencias a la Tierra de Campos, origen de familiares del escritor. No falta la visión del personaje humilde, en el capítulo ‘Conversaciones con un camarero’, en el que un trabajador de la hostelería, originario de Segovia, descubre al escritor curiosos aspectos de Palma de Mallorca. Sorprende, en cambio, negativamente, la descripción de ‘Los funerales del carpintero de Borja’, pasaje que no añade mucha originalidad a lo narrado, algo que ocurre también con ‘La boda en Cuéllar’. Con todo, estas bellas semblanzas, escasas en la obra, no parece que alcancen la entidad suficiente como para dotar a la narración de una visión humanizada. Entre estos personajes no faltan los miembros de la familia del escritor, cuyo recuerdo es un buen elemento para evocar la bella tierra de Campos. La subjetividad de Manuel de Lope se manifiesta paladina en la visión del paisaje, presente a través de elementos distintos. Unas veces será la interpretación del espacio a través de un pasaje tan interesante como el dedicado a los cardos, las cigüeñas, los lagartos o los árboles, evocados estos últimos con un sentido regeneracionista. A pesar de las posibles limitaciones apuntadas (nunca reflejo de juicios negativos respecto a la obra) Iberia, la imagen múltiple refleja el rico trasfondo humano, erudito y andariego que Manuel de Lope exhibe respecto a la Península Ibérica. Un placer para cualquier verdadero lector, hastiado de tanta literatura efímera, coyuntural y moderna... Nicolás Miñambres
PALABRARIO
ALBERTO BUITRAGO
Picio y compañía Pocos saben que el tal Picio, personaje proverbial prototípico de le lengua coloquial, fue un zapatero granadino, natural de la localidad de Alhendín, que vivió en la primera mitad del siglo XIX. Al desdichado se le condenó a muerte por un crimen que no había cometido y, aunque el indulto llegó pocas horas antes de que el verdugo le diera garrote –parece que el cadalso estaba ya dispuesto–, la angustia y el sufrimiento –el estrés diríamos hoy– provocaron que se le cayera todo el pelo del cuerpo y se le llenara la cara de granos y pústulas. Se convirtió así en la viva representación de la fealdad. Los andaluces, tan dados a la puntillosa exageración, dicen que, de puro feo que se volvió, «el cura le tuvo que dar la extremaunción con ca-
ña». Rechazado por sus deformidades, Picio terminó sus días retirado en un pueblo de Sierra Nevada. Por eso hoy, para ponderar la extrema fealdad de alguien, decimos que es más feo que Picio. Hay otra expresión de nuestra lengua que tiene que ver con un caso similar: Las canas de don Diego de Osorio. Con ella se alude a la degradación del aspecto físico de una persona, especialmente al cambio de color de los cabellos, a causa de un problema o de un gran sufrimiento psíquico. El Don Diego de la frase fue un condenado a muerte a mediados del siglo XV, cuyo cabello se volvió completamente blanco la noche anterior a la ejecución, como dicen que le sucedió a la reina María Antonieta.
Marimorena y Maricastaña: mujeres de armas tomar Cuando se organiza una escandalera de considerables proporciones decimos que se arma la gorda, la de San Quintín, la de Dios es Cristo o la marimorena, aunque tal vez deberíamos escribir Marimorena, porque fue un personaje de carne y hueso. Dicen los libros que allá por el año 1579 se abrió en Madrid una causa contra el tabernero Alonso de Zayas y contra su mujer, la llamada María Morena, tal vez un apelativo referido al color de su pelo, por el delito de «tener en su casa cueros de vino y no quererlos vender», según se lee en los documentos del proceso. Era costumbre en la época guardar el vino bueno para servirlo a los clientes distin-
guidos y sacar el malo, el de batalla, vamos, el que tenía una excesiva carga acuosa, para el personal de medio pelo. Por lo que parece, alguien exigió que se le sirviera vino del bueno, a lo que se negaron los taberneros. Se cuenta que la petición, apoyada por otros parroquianos, fue motivo de un escándalo tabernario de los de órdago, que acabó con el personal en las mazmorras. La tabernera, María Morena, Marimorena para el pueblo, según las crónicas, tuvo un papel más que destacado en el zipizape. Maricastaña Otra María que tomó asiento y fama en nuestra lengua fue
Maricastaña. La historia no deja muy claro quién fue este personaje popular a cuya época nos referimos cuando queremos hablar de algo muy lejano en el tiempo. Se sabe que existió en Lugo, allá por el siglo XIV, una tal Mari Castaña, apodo que podría obedecer bien al color de su pelo, bien a que fuese la mujer de alguien apellidado Castaño. Lo que sí podemos suponer es que la buena señora debió de ser una mujer de armas tomar, puesto que encabezó una rebelión de ciudadanos lucenses contra el pago del tributo impuesto por el obispo de Mondoñedo, hazaña que, por lo que parece, la hizo pasar a la posteridad en forma de dicho popular.