culturas
N° 52 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 4 de diciembre de 2005
Ingmar Bergman, durante el rodaje de Saraband
BERGMAN
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La mirada del maestro 3 PRIMO LEVI
8 ANTÓNIO SALVADO
Se reeditan en un solo volumen las obras que el italiano escribió como testimonio del sufrimiento en el campo de exterminio de Auschwitz.
El poeta portugués estuvo en Salamanca y acaba de presentar un libro de prosa poética que refleja su manera de captar la vida.
Nadie como él ha penetrado tanto en sus personajes ni ha influido en cineastas tan dispares. Saraband nos devuelve a su único universo.
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la película El ladrón de orquídeas, acordarán de que el guionista acomplesjadoisevieron iba a presenciar en tono beligerante una charla de Robert McKee, el gran gurú de la escritura cinematográfica. McKee, cuyo prestigio le permite titular su obra más conocida sencillamente como El guión, pudiera parecer un abanderado del cine más clásico, incluso comercial si se hace de él una mala lectura. Pues bien, en ese libro de referencia, McKee viene a decir que el mejor escritor que ha conocido es
ni más ni menos que Ingmar Bergman. Sí, el para muchos pesado Bergman, ése en cuyas películas los personajes hablan y hablan de sus problemas. Probablemente, Woody Allen, su gran admirador, dijera algo parecido en alguna ocasión. Pues Bergman, a sus ochenta y cinco años, estrena una nueva película, Saraband, y eso es un motivo de alegría porque es otro peliculón, donde se mantiene toda su fuerza y esa capacidad para hacer transparente lo oscuro de la personalidad. Damos un repaso a esta última obra
y a su trayectoria. En este número visitamos también la trilogía sobre Auschwitz de Primo Levi, reeditada ahora en un solo libro. Entrevistamos al poeta portugués António Salvado, que pasó recientemente por la ciudad, y en la crítica de libros presentamos una antología militante de Antonio Miranda sobre la arquitectura moderna, el decepcionante último Premio Planeta y los maravillosos cuentos completos de Flannery O’Connor, una de las revelaciones de la temporada.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
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PITOL, PREMIO CERVANTES «Sergio Pitol es, sin duda, una de esas figuras mayores que aparecen de vez en cuando, casi milagrosamente, en la literatura mexicana. A través de los años, Pitol ha sido capaz de sortear los innumerables obstáculos, internos y externos, que se le presentan a un escritor hasta convertirse no sólo en el mayor sobreviviente de su generación, sino en uno de los pocos narradores y ensayistas indispensables de la literatura en el fin de siglo. Después de varios años de permanecer como un escritor secreto, en buena medida por su alejamiento físico de México pero asimismo por la distancia que su obra marcaba respecto a la de sus contemporáneos, por fin ha obtenido algo mucho más importante que el reconocimiento de la crítica: cientos, miles de lectores que ahora forman una comunidad, una cofradía que se multiplica a diario, y para la cual sus cuentos, novelas y ensayos no sólo son una inagotable fuente de placer, sino un mapa del vasto universo de sus obsesiones, una guía por los infinitos territorios del arte». Lo retrata así su compatriota Jorge Volpi, uno de los integrantes del nuevo ‘blog’ literario que se ha abierto con motivo de la Feria de Guadalajara: elboomeran.com.
2LOSQUE SE PREPAREN FAMOSOS Como todos los fenómenos acaparadores, el de ‘los famosos’ y su reflejo en la prensa llamada del corazón no ha tenido demasiada respuesta crítica. Ahora lo intenta Pepe Colubi, uno de los grandes observadores de la cultura popular. Hace poco más de un año, abrimos este suplemento entrevistándole y hablando de televisión. Ahora publica en la editorial de El Jueves el libro Planeta Rosa. El casposo mundo de los famosos, famosetes, chismosos y demás morralla. El título no deja lugar a dudas. En un par de semanas les hablaré más extensamente de la que promete ser la primera obra crítica y divertida sobre ese submundo de la fama que poco a poco se apoderado de los horarios de máxima audiencia en televisión y copando la cabeza del EGM de revistas. Que se preparen, a Colubi no se le escapa nada...
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OFERTA FRUSTRADA Hace unas semanas les comenté la gran oferta que hacía Astiberri de su catálogo de cómics, una gran oportunidad para conseguir buenas obras a bajo precio, que lo del tebeo se ha puesto por las nubes y no hay bolsillo que aguante el ritmo. Pues bien, la editorial acabó retirando la iniciativa por las quejas, y suponemos que presiones, de los libreros, que, lógicamente, seguían vendiéndolos al precio original. Mantener una tienda especializada en cómic es difícil y no debe de ser demasiado rentable, a juzgar por cómo cierran una tras otra. Astiberri parece haber optado por no tentar tan frágiles susceptibilidades.
4 BIBI’S BOX, ENLACES JUGOSOS PARA MIRONES Pero no de ese tipo de mirones que están pensando. Bibi’s Box es un delicioso blog (bibi.org/box) que periódicamente saqueamos. Semanalmente, publica una ingente serie de enlaces de un determinado tema, y raramente tienen desperdicio. Todavía está reciente el especial sobre animación, una forma de enterarse rápidamente de todas esas pequeñas películas que pululan por la red y que no suelen reflejarse en los medios de gran tirada. Hay de todo. Como recomendación, Edna, una especie de recorrido de Chaplin por toda la historia del cine, moviendo el bigote y sin perder la sonrisa ante los tiranosaurios rex de Parque jurásico y frente al mísmísimo ET, el extraterrestre.
5Trataremos ALFREDO OMAÑA RELOADED aquí en breve y de una forma más amplia esta exposición, pero desde ya les recomiendo que se pasen por la galería Benito Esteban (Santa Clara, 5) y comprueben como este artista es capaz de reinventarse a sí mismo en cada exposición. El tema central son unas flores verdes hechas con cristales rotos de botellas y su plasmación en unas brillantes fotografías. No es que Omaña haya abandonado la pintura, que también hay, pero se ve que su manera de hacer se mueve en muchas direcciones.
Las imágenes de hoy son obra de El Señor García (elsrgarcia.blogspot.com), un artista del collage que siempre sorprende por su delicadeza y originalidad. De visita obligada.
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PRIMO LEVI
Un testimonio imprescindible El Aleph Editores reúne en un solo libro las tres obras que escribió este superviviente sobre su experiencia en el campo de Auschwitz. Su sobrio testimonio es imprescindible para que la historia no se repita. uperviviente de Auschwitz, el italiano Primo Levi (19191987) sintió tras su liberación la necesidad de contar su testimonio como prisionero. La escritura adquirió desde entonces para él un carácter regenerador, dando sentido a una experiencia límite marcada por la violencia y la muerte. Al mismo tiempo que afirmaba que nunca hubiera escrito nada de no haber sido internado en el campo nazi, Levi sentía que sólo con la divulgación del horror vivido podría llegar a evitar su repetición en el futuro. De ese deseo de contar y transformar sus vivencias en memoria activa de la barbarie nacen los textos que, prologados por Antonio Muñoz Molina, la editorial El Aleph ha recopilado en Trilogía de Auschwitz: Si esto es un hombre (1947), La tregua (1963) y Los hundidos y los salvados (1986). El autor italo-judío nunca concibió las obras como unidad, aunque las tres compartían el tema ‘concentracionario’ y el propósito de utilizar el pasado al servicio de un discurso ético comprometido con la lucha contra el olvido. Aunque su literatura partía de una experiencia concreta y personal, la universalidad del fenómeno de los campos de concentración vincula su producción testimonial con la de otros escritores que sobrevivieron al infierno nazi como Jorge Semprún, Elie Wiesel o David Rousset. A los pocos meses de ser liberado, Primo Levi comenzó a escribir Si esto es un hombre, crónica de la vida diaria en Auschwitz. Con una prosa desnuda y sobria, el autor relata el clima de violencia cotidiana con el que habían de enfrentarse los prisioneros y el continuo proceso de deshumanización al que eran sometidos. Los centros de internamiento no sólo tenían el exterminio físico como fin, sino que también perseguían la aniquilación mental. Transportados en vagones de animales, desposeídos de cualquier rasgo personal, marcados como el ganado, golpeados por sistema y continuamente humillados, los presos de los campos de concentración fueron tratados
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con tal falta de dignidad que muchos de los supervivientes se plantearon al intentar relatar lo vivido si el lenguaje convencional podía llegar a servir como medio de narrar sus experiencias. Levi fue consciente de este problema de ‘indecibilidad’, reclamando la creación de un nuevo vocabulario que pudiese expresar con todo tipo de matices las nuevas formas de horror y sufrimiento que habían implantado los nazis. En la vida cotidiana, decía al escritor, «decimos hambre, cansancio, miedo y dolor y son otras cosas: el hambre de Auschwitz no es el de quien se ha saltado una comida». Este proceso denigrante que el lenguaje se ve incapaz de reflejar en su totalidad no terminó con la liberación, como muestra su novela testimonial La
tregua, que narra la vuelta a casa de los supervivientes de los centros de internamiento tras un duro periplo que les llevó a recorrer media Europa. «Nunca podría sucedernos nada tan bueno y tan puro como para borrar nuestro pasado», escribía en él Levi, consciente de que nunca podría acabar con las huellas que la vergüenza y la indignidad habían dejado en él. Si esto es un hombre incluye, junto a una minuciosa descripción de la vida cotidiana en Auschwitz, numerosas reflexiones sobre la degradación humana y los límites de la violencia. Sin rencor ni odio hacia sus captores, aunque dejando muy claro en el reparto de culpas de lo ocurrido que el pueblo alemán fue cómplice de la instauración de los campos al haber
PRIMO LEVI Trilogía de Auschwitz El Aleph, 2005 652 pp. / 29 euros
carecido del valor necesario para denunciar su existencia, el italiano plantea en la obra una serie de temas cuya profundización gestaría, años más tarde, el ensayo Los hundidos y los salvados. Además de intentar comprender las razones de tanta violencia, el autor intentó descifrar en la obra el comportamiento de los internados –fundamentalmente de los judíos, «esclavos de esclavos» que ocupaban el lugar más denigrante en el particular escalafón social de los campos– al verse privados de su dignidad personal. Especialmente interesante resulta su análisis de la «zona gris», formada por los prisioneros que colaboraban con los nazis, encargados muchas veces de acompañar hasta las cámaras de gas a sus compa-
Reclamó un nuevo vocabulario para expresar las nuevas formas de horror y sufrimiento: «decimos hambre, cansancio, miedo y dolor y son otras cosas: el hambre de Auschwitz no es el de quien se ha saltado una comida»
ñeros de presidio. La relación entre víctimas y verdugos demuestra la imposibilidad de establecer divisiones maniqueas a la hora de juzgar un espacio tan complejo como el ‘concentracionario’. Refleja también su valor degradante, capaz de lograr que determinados presos pudieran obtener privilegios a costa de traicionar a sus compañeros, haciendo así recaer en ellos una culpabilidad que, en primera instancia, pertenecía a sus captores. Si algo había de diabólico en Auschwitz, según el escritor, era la capacidad del engranaje nazi para corromper a las víctimas y descargar en ellas el peso de la culpa de tal forma que ni siquiera les quedara en su conciencia el consuelo de saberse inocentes. Huyendo del lamento, la ira y la visión partidista, la experiencia de Primo Levi se muestra ante los lectores con la sobriedad de quien testimonia ante el juez. Siendo víctima, se transforma en testigo. La mesura con la que denuncia el horror, defiende la dignidad y reclama la necesidad del recuerdo convierte a su testimonio en un documento imprescindible para evitar que infiernos como el Auschwitz puedan repetirse. Absolutamente imprescindible. Javier Sánchez Zapatero
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El director acaricia a Liv Ullman, su actriz de siempre y alumna más aventajada, en el rodaje de Saraband. A la derecha, con los dos protagonistas del filme
Pocos autores han reflexionado sobre los conflictos humanos con la precisión y la transparencia de Ingmar Bergman. Parecía que había dejado el cine después de la magistral Fanny y Alexander, pero vuelve con Saraband, en la que recupera a los personajes de Secretos de un matrimonio, treinta años después. Una nueva entrega de un cine esencial realizado por un maestro de este arte.
Bergman: lecciones de ci ngmar Bergman anunció su distanciamiento definitivo del mundo del cine hace más de 20 años; tras el enorme éxito de Fanny y Alexander (1982), que incluyó cuatro Oscar y el reconocimiento mundial a toda su obra, el director sueco decidió abandonar la cámara ‘mágica’, aunque no el mundo del arte, puesto que continuó ligado a la dirección escénica en el Real Teatro Dramático de Suecia y, sobre todo, a la televisión. Fruto de sus experiencias en este medio, sobre todo las más recientes relacionadas con el soporte digital, surge Saraband, su definitivo (¿o no?) testamento cinematográfico. La posibilidad de poner en marcha un proyecto con pocos medios y un equipo familiar despertaron de su letargo al director, cuyos últimos guiones en forma de explícitas memorias habían ido a parar a manos de discípulos como Liv Ullman –Encuentros privados (1996) e Infiel (2000)– o Bille August, Las mejores intenciones (2000). Con la paciencia y la sobriedad que le otorgan sus 85 años y la experiencia que emana de sus
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cuarenta películas como director, Saraband se convierte en un testimonio de enorme calado cinematográfico e intelectual que culmina una carrera deslumbrante y, sobre todo, coherente con sus principios rectores. En su nueva película, Bergman retrocede 30 años en el tiempo para recuperar dos de sus personajes más populares de la década de los setenta, los protagonistas de
Secretos de un matrimonio: Marianne (Liv Ullman) y Johan (Erland Josephson). Después de muchos años separados, una señal –la presencia de lo sobrenatural o quizá de lo religioso– impulsa a Marianne a visitar a Johan en su hogar a orillas de un lago, curiosa coincidencia con el retiro espiritual y físico del propio Bergman. El hijo de Johan, fruto de un matrimonio anterior, Henrik (Börje
CINE
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Bergman sigue siendo, con ochenta y cinco años, un director terriblemente físico y preocupado por la naturaleza originaria de la imagen
ine y vida
Luego, durante capítulos separados por hábiles fundidos y sugerentes planos de apertura, Bergman provoca el enfrentamiento, de dos en dos, de estos músicos que se reúnen para interpretar zarabandas imaginarias a dúo, siempre con los sentimientos ocultos de los personajes como referencia, que acaban emergiendo violentamente frente al espectador. En cada uno de estos ‘movimientos’ cinematográficos uno de los improvisados músicos se encarga de interpretar las partes difíciles de la obra, mientras que el otro, el secundario aparentemente apocado, espera paciente su oportunidad de lucir en la réplica. Mediante este esquema musical, utiliza-
De izquierda a derecha, imágenes de Persona, El séptimo sello y Fresas salvajes
Ahlstedt) –un músico frustrado, obsesionado con la obra de Bach– y la hija de éste Karin (Julia Dufvenius) completan el cuarteto de solistas a los que Bergman entrega su última y profunda suite. Alrededor de ellos, el director teje un entramado de relaciones que sirven para profundizar en la naturaleza del matrimonio, las relaciones paterno-filiales y, finalmente, sobre la pérdida, puesto que la
muerte de la esposa de Henrik, Anna, es el motor encubierto del relato. El maestro sueco engrana estas cuatro piezas a su antojo, con un prólogo y un epílogo que sirven para que Liv Ullman –de nuevo y siempre Ullman– hable directamente al espectador, cara a cara, saltándose los límites físicos de la cámara, para explicar la introducción y el desenlace de la historia.
do como reflejo de la vida misma, los personajes de Bergman se reprochan sus errores pasados y tratan de explicar su mundo y el de sus sentimientos a través de las palabras. Música y teatro, de Strindberg a Bach, Ingmar Bergman reconoce que sus grandes pasiones son ver y escuchar. Saraband se plantea como una pieza de teatro de cámara, pequeña en sus plantea-
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mientos y ambiciosa en sus propósitos, que deposita en el texto y en los actores, sublimes y siempre al borde del colapso físico y espiritual, todo su peso. Sin embargo, Bergman no rehúye el papel de experimentador de lo visual y conserva su concepto del montaje y la planificación como herramientas de estilo fundamentales para aunar los otros elementos: lo que se ve y lo que se escucha. En este nivel, Saraband evoca otras obras del autor como, por ejemplo, Gritos y susurros (1972) en cuanto al uso de luz, los colores y el descubrimiento de encuadres perfectos y meditados. La utilización radical del primer plano se convierte en una fórmula capaz de expiar los demonios internos, tanto de los personajes como de su creador, y acaba asfixiando al espectador, que encuentra en los planos más largos un momento de alivio y de tranquilidad física. Desde el patio de butacas se experimentan las mismas emociones que los personajes sufren en la pantalla, y éstos llegan a quedar, simbólica y literalmente, desnudos frente al que los contempla. Pese a su edad, Bergman sigue siendo un director terriblemente físico y preocupado por la naturaleza originaria de la imagen y arremete contra la materia de su obra hasta extraer toda su esencia, algo que choca con su imagen –injustificada– de creador distante y preocupado exclusivamente por el mundo de las ideas. Con todas sus vivencias personales, Bergman se asimila en la actualidad al profesor jubilado que interpretó su admirado Victor Söjkström en Fresas salvajes (1957). Un hombre que se enfrenta a sus últimos años de vida y lo hace desde una aparente superioridad intelectual y moral pero que, sin embargo, se encuentra asediado por terribles dudas y temores, reflejados en la presencia del sueño como método de representación de los mismos. Fresas salvajes fue la película que marcó el distanciamiento de su estilo más ligero, aunque con comedias muy notables como Sonrisas de una noche de verano (1954), e inauguró una etapa más inquieta intelectualmente, donde emergieron temas como la religión, las relaciones familiares y de pareja, la comunicación y, finalmente, la propia existencia. Un ciclo que incluye filmes magistrales como El séptimo sello (1957), Como en un espejo (1960) o El silencio (1963) y que finalizó con otra de sus obras-manifiesto Persona (1996), que incluye la profética incineración del celuloide como soporte del mundo de los sueños y probablemente del propio cine. Persona significó su reconocimiento como un cineasta esencial para entender la historia del séptimo arte, tanto por su capacidad para experimentar con el lenguaje
Saraband se plantea como una pieza de teatro de cámara, pequeña en sus planteamientos y ambiciosa en sus propósitos
fílmico como por su depurada concepción del diálogo como eje de la acción. El esquema de este filme se prolongó a lo largo de otra etapa compuesta por películas como la citada Gritos y susurros, La hora del lobo (1968) o Sonata de otoño (1973) y divulgó su legado entre una generación de cineastas que reconocieron en sus imágenes una verdadera referencia. Su influencia se mantiene en la actualidad y no hay más que fijarse en algunos estrenos de este año para percibir el vigor con que se mantiene. Woody Allen vuelve a recurrir a los conflictos morales y al uso de los sueños en Macht Point, mientras que Lars Von Trier indaga en el sufrimiento físico y en la redención de la culpa en Manderlay, e incluso Michael Haneke maneja el concepto de la imagen como algo físico y de naturaleza amenazante en Caché. Todas son obras recientes que tienen en los postulados del cineasta sueco, con mayor o menor disimulo, un espejo en el que contemplarse. El cine de Bergman se presenta, ahora mismo, como necesario, actual y sorprendentemente vivo, algo de lo que sólo pueden presumir otros veteranos como Rohmer, Rivette, Angelopoulos o Godard. Con Saraband ‘resucita’ su memoria cinematográfica y consigue representar su universo con los mínimos elementos, despojando al cine de todo aquello que él considera superfluo para lograr reinventar este arte centenario. Ingmar Bergman se cuestiona la naturaleza de la narración en cada plano y, de paso, indaga sobre la vida y los problemas que acarrea la existencia de sus creaciones, y éstas son cuestiones que quedan al alcance, solamente, de los verdaderos maestros. Fernando Bernal
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Preguntas sobre lo real SLAVOJ ZIZEK Bienvenidos al desierto de lo real Akal, 2005 128 pp. / 14 euros
¿Es la guerra contra el terrorismo lanzada por Bush y llevada a cabo implacablemente por la maquinaria bélica estadounidense la respuesta coherente de un análisis racional del mundo contemporáneo, o la expresión atávica de un terror pánico que no cuestiona en absoluto los fundamentos mismos de nuestro pacto con la realidad brutal del capitalismo contemporáneo? ¿De qué formas se acomodan la crítica y la política progresistas de los países avanzados –confortablemente instalados en una división insalvable de riqueza, poder y seguridad respecto al Sur global– a la realidad pétrea de la desigualdad de la economía y la sociedad mundiales? ¿Son la democracia y el fundamentalismo los conceptos que nos permiten pensar las ‘opciones civilizacionales’ estratégicas de los próximos años, o estos conceptos sobrecodificados tan sólo invitan a una destrucción paroxística de un enemigo imaginario que imposibilita el diagnóstico desapasionado del mundo en que vivimos? En este libro, Slavoj Zizek penetra agudamente en el trabajo de duelo de nuestros circuitos inconscientes para pactar con lo real tras el impacto inaudito de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y del 11 de marzo de 2004, afirmando con contundencia que únicamente una política a la altura de la desnudez del poder capitalista realmente existente puede librarnos de los atolladeros del neoliberalismo, el multiculturalismo y la deriva etno-nacionalista.
Los relatos de Mark Twain MARK TWAIN Un reportaje sensacional y otros relatos Espasa Calpe, 2005 15,9 euros
La presente antología reúne una decena de relatos de Samuel Langhorne Clemens, universalmente conocido como Mark Twain, que condensan admirablemente la esencia del humor americano. Pero como sucede con los grandes escritores, la alternancia de historias sirve, además, para desplegar con maestría registros y pliegues del alma humana. En todos ellos predomina la riqueza en la descripción de ambientes y situaciones, el ritmo ágil y la precisión del lenguaje, que hacen de esta antología una magnífica muestra de la obra de Twain.
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Moral, gótico y cotidiano Los cuentos completos de Flannery O’Connor integran un libro soberbio, de los mejores del año ara no andarnos por las ramas: este volumen que recoge todos los cuentos de Flannery O’Connor, casi todo su mundo gótico del sur de Estados Unidos tantas veces calificado como realismo grotesco, seguramente sea, al menos en el género de la narrativa, el libro más importante publicado este año. Un tanto agazapada tras la figura del inmenso Faulkner, Flannery O’Connor fue creando una obra compacta, personalísima y tan dura como el sol golpeando a sus personajes en un mediodía de agosto. Marcada por una moral católica y por una enfermedad que eliminó sus defensas frente a las enfermedades, los cuentos de O’Connor dejan unos posos de algo semejante a la moraleja, muy relacionado con esos dos pilares de su vida, y también muy relacionado con la literatura, de modo que ese mensaje ético va componiendo los temas de sus relatos. Por ejemplo, el clamor contra el desarraigo que puede leerse en los últimos días de personajes ancianos y trasladados a vivir a una gran ciudad, como sucede en ‘El geranio’, o el intento de redención mediante la mortificación que puede leerse en ‘El pelapatatas’, o el cuento ‘Las dulzuras del hogar’, que trata sobre el precio del odio, sobre los odios heredados y el odio fruto del miedo. Y, como ejemplo magistral, podemos leer el relato ‘El negro artificial’, en el que un abuelo y su nieto, inseguros y acobardados, se mueven en un entorno antinatural, para verse envueltos en una situación que trastorna su experiencia hasta hacerles conocer los extremos del pecado y del perdón, y todo sin ningún sensacionalismo. Pues si de algo no peca Flannery O’Connor es de sensacionalista. Ciertamente, se maneja en un registro dificilísimo: «El geranio que ponían en la ventana le recordaba a Grisby, el chico del pueblo que tenía la polio, al que había que sacar todas las mañanas en la silla de ruedas y dejarlo pestañeando al sol»; o: «Había algo en aquella mirada que hacía pensar en la ceguera, pero era la ceguera de los
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FLANNERY O’CONNOR Cuentos completos Traducción de Marcelo Covián, Celia Filipeto y Vida Ozores Lumen, 2005 842 pp. / 20 euros
que no saben que no pueden ver»; o: «El general Sash tenía ciento cuatro años. Vivía con su nieta, Sally Poker Sash, que tenía sesenta y dos y rezaba de rodillas todas las noches rogando que él viviera hasta el día de su graduación… Vivir había llegado a ser una costumbre tan arraigada en él que no podía concebir ninguna otra situación»; o: «de cuyo rostro el permanente furor había borrado toda expresión, miraba un poco de lado, con sus ojos de un azul helado y la cara de alguien que ha conseguido la ceguera por un acto de voluntad y se propone conservarla». De este calado son los límites de la realidad a los que nos lleva O’Connor, y el mérito está en conseguir que estos seres a la espera, que actúan tímidamente para que el rumbo de la vida se altere y que siempre se topan con algo que no previeron y que les sale mal, dejen de ser verosímiles, es decir, pierdan su vínculo directo con la realidad mundial, pero sigan permaneciendo dentro de lo creíble, es decir, atados a las luces y sombras de lo universal, incluyendo lo que queda más allá de nuestra percepción, pero que, no nos cabe duda tras conocerlo, existe. Aunque exista en un lugar fronterizo que se encuentra en medio de ninguna parte, en un sitio local donde cualquier rumbo que uno siga es, exactamente, una dirección cualquiera. De tal manera que la lectura de este volumen nos va guiando por todas las direcciones, por aquí y por allá, tomándonos de la mano en el reconocimiento de la gente sencilla, que tanto le importa a la autora y que hacen cosas en las esquinas, en los porches, en los umbrales, en los pasillos, en los parterres o en los caminos vecinales. Eso sí, siempre ligada a sus raíces, porque si algo tienen en común estos relatos, es que todos los personajes reconocen que para ellos ha existido un hogar donde echaron o pudieron echar raíces. Un libro soberbio. Ricardo Martínez Llorca
Juan Marsé tenía razón La ganadora del Planeta, María de la Pau Janer, construye una obra fatigosa y convencional o tiene suerte el Premio Planeta en la calidad literaria de los premios que concede. Se ha convertido en una tradición considerar que siempre el finalista presenta calidad suMARÍA DE LA PAU JANER perior a la del ganaPasiones romanas dor. No es difícil que Planeta, 2005. tal cadencia editoPremio Planeta rial se cumpla una 448 pp. / 21 euros vez más. El ganador se lo pone bastante fácil al finalista. Porque Pasiones romanas no es precisamente un modelo de narración. Iniciada con un curioso estado ‘in medias res’ , éste se completará con un aprovechamiento peculiar del ‘deus ex machina’ clásico. El hallazgo fortuito por parte de Ignacio de la cartera de un viajero del aeropuerto le retrotrae a diez años atrás al descubrir en la cartera hallada la foto de una antigua amante. El hallazgo será un revulsivo psicológico al que Ignacio no podrá resistirse. La foto de Dana es la magdalena de Proust, que llevará a Ignacio a Roma, donde presumiblemente
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vive Dana, su amante de hace diez años. Con una visión retrospectiva (que no llega a utilizar la sutil técnica del ‘flash back’) el lector asistirá a lo que fue la arrebatada pasión de Ignacio, un famoso abogado mallorquín, por Dana, una periodista. La arrebatada pasión surgida entre ambos irá creciendo imparable, alimentada por todos los tópicos habituales en este tipo de situaciones. La desgracia, sin embargo, truncará la pasión: el accidente de uno de los hijos de Ignacio lleva a éste al retorno matrimonial. Del desaguisado amoroso, Dana se recuperará huyendo de Mallorca y recalando en Roma, donde no faltan personajes como Matilde (mujer de armas tomar, y viuda tres veces) que le prestará una ayuda psicológica y amistosa admirable. La recuperación sentimental definitiva de Dana será posible gracias a su relación con el anticuario Gabriele Piletti. Pasados diez años, el hallazgo de la cartera, le permite a Ignacio llegar a Roma en busca de Dana, «que los amores primeros... son muy malos de olvidar». Y el feliz desenlace de los antiguos amantes de hace diez años será posible por un curioso empleo del ‘deus ex machina’. Todo redondo. Por si este clima de vago y rancio sentimentalismo no fuera suficien-
te, las ‘pasiones romanas’ se completan con otras relaciones amorosas. La recia personalidad de Matilde, mujer de tres matrimonios, se yergue, en compañía de María, su amiga, como la mejor consejera de Dana en su llegada a Roma y en sus momentos de crisis. La aparición de Marcos en Roma, (después de haber rehecho su vida con Antonia) no es menos sorprendente. Convencido de que Mónica, su novia, ha muerto, se encuentra con que... ha superado su estado de coma y revive. De esta forma, la Ciudad Eterna se convierte en el escenario de una serie de amores, pasiones tal vez, que nunca logran llegar a ser verosímiles para el lector. Ni verosímiles ni convincentes. La obra por carecer de atractivos... ni siquiera ofrece pasajes de un sano erotismo, muy recomendable en un ambiente de pasiones amorosas tan arrebatadas e intensas... Los tópicos amorosos quedan agravados por el estilo en que la novelista los presenta. Un estilo convencional, trillado, (plagado de tópicos y con abundancia de recursos próximos a la ñoñería en muchos de sus pasajes ) convierte la lectura en una actitud fatigosa y convencional. Nicolás Miñambres
LIBROS
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Una antología higiénica uando hace tres años numerosos salmantinos sensibles se movilizaron para pedir al Ayuntamiento de su ciudad que por una vez no se dejara guiar exclusivamente por la codicia y diera marcha atrás en la insensatez de derribar la única joya que la arquitectura contemporánea había dejado en nuestra ciudad, el depósito de aguas de la avenida Campoamor, muchos echaron en falta un canon arquitectónico como éste, algo a lo que poder agarrarse para demostrar el valor de aquella maravillosa construcción. Si un canon literario puede servir para acercar a muchos lectores a la gran literatura, un canon arquitectónico suma a ese valor didáctico una función de preservación, pues puede evitar la demolición de obras maestras, especialmente donde no nos distinguimos precisamente por nuestro respeto a la gran arquitectura contemporánea. Un canon de arquitectura moderna consta de una introducción que tiene más de manifiesto que de cualquier otra cosa; el cuerpo del libro, que es un listado de 542 obras puestas por orden cronológico, sin jerarquías; y dos índices, uno de arquitectos que incluye una breve presentación a cada uno, y otro geográfico. Es esta una obra militante, radical y sin concesiones. Miranda defiende la arquitectura moderna frente al modernismo de principios de siglo y la posmodernidad de finales. O, como diría él, defiende la verdad frente a la mentira, la arquitectura poética frente a la arquitectura artística (tal como hacen otros arquitectos, Miranda da a la palabra arte un sentido peyorativo: arte significa aquí decoración, diseño, simbolismo, adorno, representación y falsedad). En literatura el antologador no dejaría nunca de dar al menos una muestra de cada. Por el contrario, la arquitectura o es arquitectura o no es. Uno podría extrañarse de que caigan en el mismo saco (el saco de los no canonizados) el Gaudí de la Sagrada Familia, el Moneo de Mérida, y el barrio de Garrido. Podría extrañar, pero es coherente. No sabemos si Antonio Miranda habría elegido el depósito de Campoamor de existir todavía (selecciona dos depósitos de agua: el de Shuya y el de Possen). Lo que sí sabemos es que de la Salamanca que sobrevive a la actual orgía de demoliciones no ha elegido ni un solo edificio. Igual de demoledor resulta con los arquitectos: no está ni Moneo, ni Calatrava, ni Bofill: «la presente antología personal no espera su utilidad primera de las pocas obras seleccionadas sino, más bien, de las innumerables omitidas». Y de éstas tan sólo perdona dos, a las que llama «notables pero no modernas»: la bolsa de Berlage y la estación de ferrocarril de
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Arriba, Le Corbusier y Pierre Jeanneret: Villa Savoye en Poissy (1929-1931); abajo, Erich Mendelson: Grandes Almacenes Schocken en Stuttgart (1926-1928)
Miranda da a la palabra arte un sentido peyorativo: decoración, diseño, simbolismo, adorno y falsedad Saarinen. De las demás, a algunas las cita a pie de página: al Lincoln Center de Nueva York lo llama abominable, y sin salir de esa ciudad, del A.T.T. dice que nunca será «lo suficientemente denostado»; a su autor, P. Johnson, lo denomina «el gran corruptor». De su arquitecto preferido, Le Corbusier, no perdona la capilla de Ronchamp,
ANTONIO MIRANDA Un canon de arquitectura moderna (1900-2000) Cátedra, 2005 460 pp. / 25 euros
a la que califica de «surrealismo escenográfico seudo-expresionista, daliniano y paleolítico». A Paul Rudolph lo llama «amanerado y retórico», y a Bofill simplemente «lamentable». Interesante es lo que apunta sobre el Guggenheim de Nueva York: «este fruto de gesticulación senil y arrogante... viene a recoger en su seno casi todas las
deficiencias... El citado museo es más detestable aún por dañar seriamente... la más extraordinaria obra de arquitectura de todos los tiempos: Manhattan en su conjunto». Al de Bilbao ni lo nombra. Y, ¿qué ha elegido? Los edificios seleccionados se hallan en tan sólo 29 países, entre los que no está el sudeste asiático (pero ha de tenerse en cuenta que Miranda no ha querido elegir muchos edificios de los últimos años: ha preferido dejar que el tiempo separe el trigo de la paja). Esos 29 países se hallan muy desigualmente representados. El país que cuenta con mayor número de edificios canonizados por Miranda es la antigua Unión Soviética, con 106 (el autor ha preferido olvidar el hecho de que este país ya no existe, como tampoco Checoslovaquia: le justifica el hecho de que todas las obras seleccionadas pertenezcan al periodo soviético). Le siguen Alemania, con 66, y Estados Unidos, con 62. Después, Francia con 49 y la diminuta Holanda con 43. Checoslovaquia tiene 33 edificios seleccionados e Italia 31. Estas cifras incluyen tanto edificios como simples proyectos, que son muy numerosos en el caso de la URSS. Las ciudades más representadas son París, con 31 edificios seleccionados, Moscú con 29 (sin contar los proyectos, que son muchos más), Berlín con 22 y Praga con 21. Dos tercios de las obras ‘canonizadas’ fueron construidas entre 1920 y 1940. Esto es perfectamente coherente con la postura militante de Antonio Miranda.
En cuanto a los arquitectos, éstos son los que cuentan con mayor número de obras seleccionadas: Le Corbusier (43); Ginzburg (18); Alvar Aalto (17); Mendelsohn (15); Mies van der Rohe (15); Golossov (12); Vesnin (12); Terragni (9); F. Ll. Wright (9). No es éste un libro sin mácula: como guía, es poco atractiva visualmente (el papel, de buena calidad, se halla desaprovechado), las ilustraciones de los edificios son pequeñas e insuficientes, los planos necesitan el auxilio de una lupa, y se echa en falta un breve comentario de cada obra, además de alguna indicación práctica sobre la visita a los edificios. En cuanto a la introducción, que rebosa un entusiasmo nietzscheano, no alcanza el nivel de poesía que pretende y que defiende: «La auténtica y rara crítica de arquitectura es crítica poética», porque la arquitectura auténtica es poesía; y, como dijo Walter Benjamin, toda crítica de poesía debiera hacerse en poesía. Donde hasta hace tres años lucía una de las joyas de la ingeniería civil española, hoy se levanta un ‘museo del comercio’, máximo exponente del mal gusto arquitectónico, un verdadero insulto que el Ayuntamiento tuvo a bien dedicar a los salmantinos una vez que la judicatura impidiera el negocio en virtud del cual se derribó el depósito de Salamanca. Para que brutalidades como aquélla no vuelvan a ocurrir, bienvenidos sean libros como éste. Garcimuñoz
8 culturas POESÍA La pasada semana, los días 24 y 25 de noviembre, tuvo lugar en Salamanca el Primer Encuentro de Poetas y Artistas de Castilla y León y de la Región Centro de Portugal, bajo el lema ‘Cánticos de la frontera/Cánticos da fronteira’; en la organización, al alimón, se encontraban, por la parte española, el poeta y profesor Alfredo Pérez Alencart y, por la portuguesa, el poeta y humanista António Salvado. El mismo día que este último llegaba a Salamanca, desde su Castelo Branco natal, se publicaba en Portugal, en edición de Estudos de Castelo Branco, su último volumen de poesía, titulado Modulações –‘Modulaciones’–, que se suma a los más de cuarenta que Salvado ha hecho públicos desde 1955. Su labor como organizador técnico en ‘Cánticos de la frontera’ esconde una carga de profundidad nada ajena al discurso poético de este discreto escritor; así lo expresa: «El entendimiento y la comprensión de los artistas y poetas rompe el concepto de frontera; detrás del encuentro se halla la intención de romper, de desechar esta idea horrible de frontera; los ‘Cánticos de la frontera’ son cánticos a algo que los poetas quieren que no exista». Todos los poetas representados en el encuentro, tanto de una como de la otra parte de la frontera «son de gran valor» para Salvado, como lo fueron, lo son, los fallecidos autores a quienes se dedicó el encuentro: el vallisoletano Francisco Pino (1910-2002) y el luso Eugénio de Andrade (1923-2005). «De Andrade –explica Salvado– fue un gran poeta y mi amigo durante muchos años, él era de cerca de Castelo Branco; a Pino no le conocía, pero al traducir sus poemas he constatado que era un gran poeta». Para ‘Cánticos de la frontera’, Salvado no sólo llevó al portugués poemas de Pino, sino también de todos los autores españoles que participaron, entre ellos José Ledesma Criado, Jesús Hilario Tundidor, Jesús Fonseca o Antonio Colinas –Alfredo Pérez Alencart se ocupó de pasar al castellano las piezas de los portugueses–. El poeta portugués reconoce que habla «mal» el castellano –siguiendo, según cita, las indicaciones del gran escritor portugués Eça de Queiroz, quien afirmaba que había que «hablar patrióticamente mal las lenguas extranjeras»–, pero es «un gran lector y en el trabajo de traducción no ha habido mucha dificultad»; es más, afirma, «ha sido un placer». Añade que «tal vez la proximidad de la lengua, incluso la cercanía psicológica, hacen que sea más fácil la traducción que, por ejemplo, del francés». «Habrá un Segundo Encuentro de Poetas y Artistas de Castilla y León y de la Región Centro
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 4 de diciembre de 2005
Creo que un poeta filósofo es un mal poeta; el poeta es un ser que capta mejor la inmensidad de las cosas
un pequeño diario que refleja mi captación de la realidad exterior e intrínseca. Incluye cosas de la pasado que la memoria trae al hoy». Esas modulaciones del título del libro hacen referencia a las inflexiones del tiempo; éste «no se desarrolla en una línea recta». Estas reflexiones que podrían estar más cerca de un científico teórico o de un filósofo nacen de otra manera: «Creo que un poeta filósofo es un mal poeta –afirma Salvado–; el poeta es un ser que capta mejor la inmensidad de las cosas».
Una imagen del poeta y humanista portugués António Salvado Jesús Formigo
ANTÓNIO SALVADO
«El entendimiento rompe las fronteras» António Salvado es poeta y ensayista portugués. Cuenta con una amplísima obra lírica, con más de cuarenta títulos. La pasada semana se publicaba en Portugal su último volumen, Modulações.
de Portugal el próximo año –avanza Salvado– y tendrá que ser en Portugal», en cuya Región Centro baraja opciones para la celebración como «Coimbra, Viseu... ya se verá, pero continuará y lo hará con otros nombres».
Modulações, prosa poética Sobre su última obra publicada Modulações, Salvado explica que se trata de «prosa poética,
La huella de Dios Un día después de la clausura del encuentro de poetas y artistas, António Salvado presentaba en Salamanca la traducción a cargo de Pérez Alencart de algunos textos del portugués en los que refleja, como indica el título del libro, las Señales de Dios en mi poesía, cosecha que sirvió de conferencia de clausura del I Encuentro de Poesía y Religión ‘Los poetas y Dios’,celebrado en Salamanca y en Toral de los Guzmanes –en la provincia de León–, los días 15 y 16 de octubre de 2004. El prólogo del libro corre a cargo del humanista murciano Alfonso Ortega Carmona, con el título ‘Dios a la vista en el Parnaso’. Salvado se explica, sobre esta publicación: «Soy católico, no verdaderamente integrado en las líneas de la Iglesia, pero sin ser un católico seguidista, creo que Dios existe dentro de nosotros y es una conquista del día a día». Concluye casi recitando: «Felices aquellos poetas que encuentran a Dios y, si no lo encuentran, es Dios quien les encuentra a ellos». Breve biografía António Salvado (nacido en Castelo Branco, Portugal) es poeta, ensayista, antólogo y traductor. Su obra lírica suma cuarenta y tres títulos. Ha recibido importantes distinciones y reconocimientos en Portugal –Medalla al Mérito Cultural del Ministerio de Cultura portugués–, Brasil –Premio Chinaglia / Personalidad Cultural, de la Unión Brasileña de Escritores– o España –homenajes de las universidades de Salamanca y Pontifica de Salamanca–. Óscar Rodríguez